Cuento Para Mi Hijo Amado

July 14, 2017 | Autor: San Velez | Categoria: Teacher Education, Teatro, Actors and actresses
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PARA MI HIJO AMADO.
Cuento corto por Sandra Velez Quintero.

Mario Alberto González un hombre de aproximadamente 70 años de edad, quien ha vivido sumergido en la invención de la soledad, sin amores por recordar y pocas aventuras de que hablar; con un hijo el cual nunca ha visto o mejor aún, nunca ha querido ver, pues la última vez que lo recuerda fue el día en que nació, y dejó muy claro en aquel suceso que no le importaría. < Espero que jamás se le ocurra aparecerse, lo que él quiere yo no lo tengo>.
Mario es un médico alergista especializado en inmunologías. Durante toda su carrera la cual inicio a una edad muy temprana ha viajado a congresos y simposios permitiéndole crecer profesionalmente y también económicamente como para vivir con las comodidades que tanto le complacen; para Mario el amor y la familia es la peor decisión que pueda tomar el ser humano, < El que se casa y tiene hijos es bruto, no sabe que para eso se debe dedicar tiempo valioso que yo por mi parte, aprovecho para estudiar y prepararme, no entiendo para que casarse o hacer ese tipo de cosas, si al final de todo, viene el divorcio, la separación de bienes, los gritos y el viejo refrán,( Se lo dije)> Lo repite continuamente a los conocidos que tienen hijos, los cuales acentúan con la cabeza dándole la razón a su viejo amigo sabio.
Pero Mario no es tan egoísta como parece, en algunas ocasiones ha ayudado a muchos niños a nivel nacional e internacional con problemas de asma; con sus investigaciones y controles de inmunologías ha podido aportar evolución a la medicina en este campo.
El doctor vive en una casa campestre apartada de la civilización, es un amante de Giuseppe Verdi y Piotr Ilijch Ciaikovskij los cuales lo inspiran a mantenerse misántropo. Dice que estando lejos de todo y de todos le ayuda a crear y así evita en su soledad el murmullo ensordecedor de la realidad. Uno de sus pasatiempos es la escultura y el arte contemporáneo, pero es consciente de que su trabajo artístico da asco, pues siempre empieza una cosa y luego de ver lo terrorífico de su creación lo deja a mitad sin resultado, por lo tanto siempre se encontrarán en su garaje esculturas mal hechas sin sentido, pero para Mario es una satisfacción ganada.
Dice:
Así el hombre se da consuelo de su pasatiempo mal hecho.
Un día primaveral, donde la temperatura se encontraba entre los 25 y 28 grados y el cielo era despejado, Mario salió de su casa a encontrarse con unos viejos amigos, todos de diferentes nacionalidades, religiones y colores, en general ellos le aconsejaban a Mario que consiguiera una mujer para tener compañía en sus últimos días, que no estaba bien envejeces sin nadie y que la verdad es que nunca es tarde para enamorarse, pero, para Mario esas cosas no tiene trascendencia, ni siquiera sentido, el con un gesto muy gentil y muy educadamente les pide que mejor dejen de habla de lo mismo. Uno de ellos un poco mayor que Mario le insiste que busque a su hijo, que sería bueno conocerlo y que le dé una oportunidad, pero a Mario este tema de verdad le hacía sentir muy mal, luego de un momento de discutir el medico alergista se acaloraba, se alzaba y se marchaba. Claramente se podía entender que le molestaba el discurso, pero en el fondo de su conciencia tantos comentarios lo hacían reflexionar tocando muchas fibras de sus emociones. Mario era un hombre orgulloso, y no iba a permitir que eso lo desequilibrará, así que luego de salir de aquella reunión alzo la frente y retomo sus pensamientos lógicos y científicos para así olvidar los errores cometidos en el pasado.
Al regresar a casa luego de discutir con sus amigos, puso en su equipo de sonido Macbeth di Giuseppe Verdi dirigiendo la orquesta el director Ricardo Muti, luego dio unos pasos al bar que queda al fondo a la derecha de su estudio, se sirvió un trago de whisky 24 años de anejo y bebió un sorbo, camino hasta la puerta que da a su jardín de un kilómetro y medio de profundidad, tomo una bocanada de aire, pensando que así se relajaría y luego de un grito sorpresivo llamo a su criada.
< Adela, hágame un favor hoy quiero comer algo liviano, porque no me siento muy bien>
< Y va comer solo el señor> responde Adela.

< Señor solo preguntaba, perdóneme la vida>
< ¿Va hacer la cena o no?>

Se retira Adela con la cara como si supiera que pronto se quedaría sin trabajo, aunque este pensamiento la acompaña desde hace 14 años.
La imprudencia de Adela irrita constantemente la paciencia de Mario pero sin embargo aún la tolera y la comprende, tanto, que le permite los domingos permanecer en casa de él, pues la pobre es otra que se quedó sola sin familia, e hijos; situación la cual conmueve al doctor, seguramente porque él se encuentra en la misma circunstancia.
Revisando la correspondencia Mario encuentra una carta enviada por su hijo Fillippo pompili que reside en Verona, en aquella carta el joven relata la muerte de su madre Ambra Pompili en un terrible accidente, y desea hacer partícipe a su padre para el día del funeral.
Mario lee la carta sin ningún detalle, la regresa a su sobre de origen y sin más ni menos la guarda en su cajón derecho del escritorio de roble Himalaya. Se alza y se sirve una poco de Whisky de ese que tanto le gusta y de un sorbo deja el vaso vacío. Mira el cajón, lo abre y retoma la carta, está ya no está sola, pues está acompañada de un manojo de las mismas, todas con la misma estampilla y del mismo remitente Fillippo Pompili.
Adela se encontraba detrás de la puerta esperando la reacción frenética e histérica de su patrón al recibir las cartas de su hijo negado, pero por una extraña razón, por primera vez, Mario muy sereno salió al jardín, tomo en un suspiro profundo aire y con una sonrisa de satisfacción entro de nuevo, se organizó en su escritorio, cogió papel y lápiz e inicio a escribir.
La duda de Adela era ¿A quién escribe?, o ¿Y por qué reaccionó así?
Por primera vez Mario luego de 11 años decide responderle a su hijo, no para decirle que no le escriba más o lo deje en paz, sino por el contrario para acordar un encuentro y así poder conocer de una buena vez a Fillippo el hijo que nunca quiso ver.
Luego de un mes el calor se hacía más fuerte y el medico se quejaba más de lo normal, seguramente porque había llegado el día del encuentro y eso lo ponía con los pelos de punta. Se auto tomaba la presión y la temperatura, pensando que no tendría la fuerza para afrontar a su cita. Lo difícil de la situación era que la pobre de Adela tenía que resistir las olas de insultos, gritos y papeles al aire del patrón, todo, porque aparentemente no era un buen día para él.
< Adela donde está mi sombrero color marrón, cuantas veces le tengo que decir que no me coja mis cosas>
(con un gesto de temor porque seguramente terminaría sin trabajo)
Luego de un silencio de 10 minutos, se podía entender que Mario había encontrado lo que buscaba.
dice Adela entre dientes.
Extrañamente Mario con una expresión radiante se pone de pie frente a su jardín lleno de hermosos jazmines, rosas, tulipanes, girasoles, crisantemos, margaritas, iris, violetas, para tomar una bocanada de aire y así retomar la fuerza para tan esperado encuentro. Su rostro reflejaba una felicidad jamás vista, en la mano derecha empuñaba con tal fuerza un manojo de cartas seguramente aquellas que su hijo envió durante 11 años, o quizás las que él escribió y no tuvo el valor de entregar.
Esta vez Mario decidió viajar sin chofer, le pidió las llaves a Carlos Alberto Urrea y le dio la tarde libre, el hombre quería manejar su Mercedez Benz, quizás se sentía algo aliviado y ligero, con ganas de tomar las riendas de nuevo de su vieja y solitaria vida. El dilema era que en realidad no manejaba un carro hace más de 20 años, lo cual significaba que no era en ese preciso momento un buen conductor. Sin embargo, no le importo, salió en reversa lo cual no era necesario, pero mantuvo, eso sí, una gran sonrisa de oreja a oreja, y observando cómo se abría su gran portón majestuoso y un poco barroco salió en primera y acelerando con fuerza.
Fillippo Pompei se encontraba al otro lado de la ciudad, nervioso, ansioso, angustiado, feliz pero a la vez enojado, con una marea de sentimientos y palabras por pronunciar, caminaba de un lado al otro y repitiendo las preguntas que quería hacer. Saco de su bolsillo izquierdo un papelito en el cual había escrito por fechas y horas las preguntas que quería hacerle a su ingrato padre.
-¿Qué paso cuando mi mama murió? ¿Por qué te fuiste sin decir nada? ¿Por qué mis abuelos decían que estabas muerto? ¿Y por qué mi tía decía que te buscara?-
Eran tantas las cosas que le habían sucedido a Filippo, que a pesar del dolor no le arrancaban a idea de ver ese padre desnaturalizado, pero que a la final era su padre, su sangre, su ejemplo y su ídolo a pesar del olvido.
En sus ojos marones igual a los de su padre se reflejaba una luz incandescente de emociones. Todo por tan esperado y esquivo encuentro. Habían fijado una hora, a la 1:00 pm para poder así pasar toda la tarde juntos, pues era, quizás, el tiempo justo para responderse preguntas entre ellos. Para sanar heridas y tal vez encontrar una paz que apaciguará tanto olvido y rencor.
Aproximadamente eran las dos de la tarde, y Filippo había perdido todo tipo de esperanzas, esos sentimientos llenos de perdón se convertirían en una tarde gris y lluviosa, tan solo se tocaba la cabeza preguntándose.
- ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué vine? ¿Por qué creí que esta vez sería diferente? ¿Por qué me confié de ese viejo egoísta? -
Fueron tantos sus pensamientos perturbados que no se daba cuenta que su teléfono estaba sonando en repetidas ocasiones.
Luego de un tiempo, finalmente sintió el ring ton de su celular.
- si es él me va a tener que escuchar, esta vez no será lo mismo de siempre- dijo Filippo
- Hola… (Enojado) mire señor me tiene mamado con sus desplantes, usted es lo peor que me ha pasado en la vida, usted... usted es un hijo... perdón... ¿Quién habla?... ¿Como? Pero no es posible, si... si... soy su hijo.-
Al otro día Adela desolada y haciendo sus quehaceres escucha en la emisora Sonorama la noticia de que Mario Alberto González murió de un infarto mientras conducía su carro por la vía principal de la ciudad, cuando de repente un ataque al corazón instantáneo detuvo sus latidos ocasionando un choque contra un árbol de Himalaya. Dicen las autoridades que el viejo tenia aprisionado en su pecho un manojo de cartas para el mismo destinatario, con dirección y teléfono, dirigido a: "Mi querido hijo amado"
Sandra velez Quintero
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