De historias narradas a historias vividas

July 5, 2017 | Autor: Rafael Alvarado | Categoria: Clinical Psychology
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De historias narradas a historias vividas José Rafael Alvarado Navarro Un problema, y a la vez una ventaja, de la forma en cómo estructuramos las historias que contamos, es que determinamos un inicio y un final concretos, como si la vida fuera lineal. Es un problema, porque puntuamos nuestras descripciones de los hechos como si éstos hubiesen tenido una secuencia única y se hubiesen desencadenado causalmente. Así, el inicio y el final suelen ser dos aspectos que constituyen las historias como entidades per se. Ello resulta un problema debido a que no da cabida a pensar las historias como experiencias entrelazadas y, al mismo tiempo, paralelas. Al percibir el tiempo como lineal, nos delimitamos a excluir otras historias que forman parte de la historia contada. Es una ventaja, porque permite generar cortes que de no haberlos impedirían terminar de contar la historia y llegar a una conclusión. De esta manera, podemos ver novelas, cuentos y películas que inician y terminan sin más. Seleccionando aquellos hechos que dan coherencia a lo contado. Otras que dan a entender que hubo algo antes del inicio y que habrá algo después del final de la historia, es decir otras historias que no tienen cabida para la narración actual. Podemos encontrar también narraciones que comienzan con un gran inicio y terminan con un final de la misma magnitud, otras que tienen un inicio robusto y detallado de la historia pero un final desinflado y aburrido o, todo lo contrario, un inicio desinflado y aburrido, pero con un final impresionante. Algunos cineastas y literatos han intentado romper con esta noción lineal del tiempo y han montado películas que proponen un entrelazamiento entre historias y que cuentan dos o hasta cuatro historias diferentes que tienen un punto en común para formar una sola historia. Intentos interesantes y bien logrados, pero son contados. La mayoría busca coherencia, lógica y un gran final (la mayoría un: “…y vivieron felices para siempre”). De todo lo anterior, del mundo de las narraciones y las historias, ya sea en el cine o la literatura (novelas, teatro, etc.) podemos considerar dos aspectos útiles para la terapia: 1) recordar que las historias son historias entrelazadas, las historias de los pacientes son historias vivas; y, 2) los detalles son elementos indispensables para cosificar una historia como verosímil, los pacientes dan vida a sus historias, los terapeutas podrían ayudar a los pacientes a dar vida a las historias que estos últimos quieren vivir. En el primer caso, si consideramos que las historias son historias entrelazadas con otras historias y que ambas están vivas, es decir que están siendo narradas y experimentadas, incluso si consideramos que en una historia el final está relacionado, en algún punto, con el inicio, ya sea porque se trata del mismo personaje, del mismo evento, del mismo contexto, etc.; debemos considerar que ese punto de encuentro o coincidencia es un puente que relaciona una historia con otra, que relaciona el inicio con el final o que marca la continuidad de una historia.

Como narradores, si olvidamos que ese puente debe ser construido, nuestra historia podría contarse con muchos huecos que impedirían que nuestro auditorio la entienda completamente. Si, en cambio, construimos el puente, la historia podría parecer más coherente y podría tener mayor sentido para quien la interpreta, la lee, la vive o la observa. Las implicaciones de ello, para el trabajo terapéutico, es que nos obligan a escuchar la historia de los pacientes y obtener de ahí las herramientas para construir el puente que una nuestra historia (la historia que se está construyendo entre paciente y terapeuta y que supondría la solución del problema), con la historia que los pacientes ya están viviendo. De ahí que existan varios problemas. En muchos casos que he observado, los terapeutas tendían a centrarse sólo en el final de la historia, es decir en su propia historia, dejando de lado la historia del paciente o sin construir un puente entre una y otra. Desde la perspectiva que propongo aquí, si sólo nos centramos en el final, es decir, en lo que creemos que debería ser el final, y nos empeñamos en generar intervenciones para que ello suceda, sin atender la historia que los pacientes narran sobre sus problemas, y sin validarla, el nuevo final no tendrá sentido para ellos. Este es un punto que, como mínimo, invitaría a desarrollar: construir un puente entre la historia del paciente y el final del terapeuta (considerando que en los casos mencionados, observe que los terapeutas imponen los objetivos terapéuticos). He observado que los terapeutas enfocan sus esfuerzos en crear historias y nuevos significados sobre hechos probables en la vida de los pacientes, que les lleven a la solución de sus problemas. Incluso la afirmación anterior pierde sentido si no conectamos la idea de que las nuevas historias y los nuevos significados llevan a la solución del problema, por lo tanto: ¿Cuál es el argumento que conecta ambas ideas? En la práctica clínica, he observado que lo mismo ocurre en las sesiones, el terapeuta no tiene un argumento sólido, un puente, que una el problema del paciente con los nuevos significados o las nuevas historias que quiere que el paciente comprenda o incorpore a sus vidas. Si bien, observé que se pregunta por las historias de los pacientes y en algunos casos se les escucha y se les valida, el efecto de ambas intervenciones pierde sentido cuando el terapeuta se muestra empeñado en construir su propio final. Los pacientes se muestran desconectados cuando, después de narrar algún aspecto relevante para ellos, son abordados con preguntas sobre lo que harán en vacaciones, sobre los “buenos” momentos que han vivido últimamente o sobre cualquier tema que sea más relevante para el terapeuta, aunque se traté de la propia vida del paciente. No parecen saber cómo sus preocupaciones llevaron a los terapeutas a preguntarles por las vacaciones. Y, visto desde afuera y aunque los pacientes son validados y escuchados, la pregunta sin un puente que una un tema y otro, descalifica la validación y la escucha. Por ello es importante construir un puente entre un evento y otro, entre un tema y otro o una historia y otra, sólo así se entrelaza y se crea un sentido para los pacientes. El puente, es entonces, el contexto que le permitirá al terapeuta construir finales más comprensibles.

Una herramienta básica para construir un puente, de entre otras, es lo que en el modelo de soluciones llaman “resumen” (De Jong y Kim Berg, 2002). Éstos son descripciones en las que un hablante retoma lo dicho por el otro hablante y puede, o no, introducir elementos nuevos. Para algunas prácticas, introducir elementos nuevos suele ser irrelevante, pero para la terapia no. Para ésta, los elementos nuevos son indispensables si se busca generar un cambio en los pacientes. Siguiendo con la metáfora de las narraciones y las historias, los elementos nuevos pueden ser el final de la historia, pero para que éstos lo sean hay que irlos introduciendo poco a poco a través de los resúmenes. El resumen, entendido como la recapitulación de lo dicho con anterioridad (sea lo dicho por otro hablante o por uno mismo), permite, entonces, validar lo dicho por el paciente a la vez que le hace sentir escuchado. Además genera una apertura entre esa parte de la historia y otra parte u otra nueva historia. El resumen es el puente que puede entrelazar dos o más historias, el final con el inicio o darle continuidad. Éste suele ser practicado con suma regularidad durante una sesión, en el modelo de soluciones, de la escuela de Milwaukee, y suele dar coherencia y continuidad al proceso terapéutico en sí mismo. El segundo aspecto a considerar son los detalles. En la película Reservoir Dogs de 1992, de Quentin Tarantino, Holdaway ayuda a Freddy, un policía infiltrado, a formar parte de una banda de ladrones de joyas y le enseña una historia que puede utilizar para que su identidad delictiva sea convincente: Freddy: ¿Me tengo que aprender todo esto? ¡Joder, pero si hay más de cuatro páginas! Holdaway: Joder, tío, es como un chiste. Tú te aprendes lo importante y el resto lo montas. Sabes contar chistes, ¿no? Freddy: Pues claro Holdaway: Pues es muy parecido. Lo que tienes que recordar son los detalles. Si no cuidas los detalles, la historia no cuela. Y como tu historia va de un lavabo de tíos, te tienes que aprender los detalles de ese lavabo. Tienes que saber si tienen toallas de papel o un secador de manos, si en los wáteres hay puertas o no. tienes que saber si (Haldaway continúa…). Lo que tienes que hacer es mamarte todos los detalles. Esta historia tiene que decir cómo eres y como viste los sucesos que ocurrieron.

De los consejos de Holdaway para la construcción de una identidad convincente, podemos destacar dos elementos fundamentales para la construcción de hechos en la terapia (mejor dicho, en las historias narradas en la terapia): 1) los detalles son importantes para que las historias sean mayormente creíbles; y, 2) conocer el mundo (marco) del paciente nos permitirá tener más detalles para construir historias coherentes con su mundo. Deviene entonces, que lo primero sea conocer el marco del paciente. Si conocemos sólo su problema (¿Cómo vive?, ¿Dónde vive?, ¿Con quién se relaciona?, ¿Cuál es su historia, la de su familia o su pareja?), y no prestamos atención a quién es el paciente y cómo piensa (¿Cómo se comunica?, ¿Cuáles son las palabras que utiliza para describir su mundo?, ¿Cómo se explica lo que le sucede?), perderemos información útil para crear una historia que le haga sentido. Es más, si

sólo pensamos en sus descripciones cómo información y no como una forma de mostrarse a sí mismo y a su mundo, perderemos la oportunidad de tener un autor y sólo nos quedaremos con la historia. En los casos que he observado los terapeutas parten de su marco de realidad para construir historias probables, supuestamente pertenecientes al mundo del paciente, observé también que poco hacían por detallarlas y terminaban siendo historias abstractas y posibles, enmarcadas más en la visión del terapeuta que del paciente. Desde mi perspectiva, para que una historia pase de lo posible a lo probable y de ahí a la acción, a la puesta en práctica por el paciente, si esa es nuestra intención; es recomendable que dicha historia sea detallada, concreta y esté basada en el marco de realidad del paciente. Si queremos saber que harán los pacientes en una reunión, no debemos conformarnos con pedirles que “la pasen bien” y “saquen fotos”, hay que hacerlos llevarse a casa una imagen clara de los acontecimientos que sucederán en esa ocasión: ¿En dónde será la reunión? ¿Cómo es el lugar? ¿Qué muebles hay? ¿Quién irá a esa reunión? ¿Cómo irán vestidos? ¿Qué comerán primero? ¿Qué comerán después? ¿De qué conversarán? ¿A quién les dará más gusto ver, a quién no?, etc. Cada detalles es fundamental, porque cada detalle se vuelve un elemento concreto y visible para el paciente y para los demás espectadores. Si ponemos atención, cada detalle sale de las descripciones del paciente, no del marco de realidad del terapeuta. El paciente, nos detalla su mundo y nos da los elementos para una puesta en escena. Dicho de otra forma, a la vez que nos detalla, también nos da los elementos de su mundo que pueden ser utilizados para construir una imagen que le hará sentar las bases de su actuar en tales o cuales eventos. ¡No basta con ser un buen escritor hay que escribir historias coherentes para nuestros lectores! Esta afirmación me recuerda otro ejemplo tomado del mundo del cine. En la película de Woody Allen, Bullets Over Broadway, de 1994, el autor teatral David Shayne acepta el financiamiento de Nick, un peligroso gánster, para poner en escena su obra maestra. La situación se le complica cuando tiene que aceptar como actriz de su obra a Olive Neal, la noviecilla del gánster; y con ella al temperamental Cheech, guardaespaldas que la acompaña a todos lados. Ya en los ensayos, el guardaespaldas corrige una escena y propone algunos diálogos que son tomados como insultantes por Shayne que se enfurece y piensa en claudicar. No obstante, recapacita y lleva a cabo las sugerencias del certero matón. Éstas son un éxito, y el soberbio escritor poco a poco va incluyendo más y más sugerencias de Cheech, al punto de que todos los diálogos y escenas de su versión inicial cambian. Su obra maestra es la obra de alguien más, de Cheech por supuesto, y termina teniendo un éxito rotundo, lo cual no habría logrado con su incipiente mirada de experto. El truco está en que el ampón conoce el mundo de los ampones, sabe cómo se mueven las cosas por ahí y conoce los códigos que se utilizan para comunicarse y sobrevivir. La enseñanza es que los detalles, pero sobre todo, el marco del paciente, son indispensables para que nuestras historias, sobre el final feliz que esperamos, tengan sentido para ellos. Así,

lograremos conectar con la audiencia tanto como con nuestros actores, que suelen resultar ser los mismos pacientes. Recordemos que un narrador es también un actor y para que tenga clara la escena hay que dar detalles del mundo donde debe actuar, un mundo del que él es experto. Bullets Over Broadway me recuerda otra película Brasileña sobre el mismo tema, Cuidade de Deus, del 2002, dirigida por Fernando Meilleres. En ella se retrata la vida de las favelas relacionada con el tema de las drogas. Desde muy pequeños los habitantes de Cuidade de Deus aprenden a ser delincuentes y asesinos, a vivir en el mundo de las drogas. Lo relevante de esta película, y que ya he remarcado con la intervención de Cheech, es que existen elementos simbólicos que son relevantes para construir una historia. En Cuidade de Deus los niños deben llevar a cabo ciertas prácticas delincuenciales para llegar a ser grandes mafiosos y dirigir la ciudad. Pistolas, robos, porros, sexo, son elementos simbólicos que, denotados como “la primera vez”, generan un significado especialmente ontológico y trascendental, a nivel identitario y ritualista. Llevado al campo de la terapia, lo mismo sucede con los pacientes. En sus vidas y en sus culturas, existen símbolos y “primeras veces” que pueden ser integrados en la terapia y en la solución de sus problemas, en forma de ritual que marque el inicio o el fin de algo. El objetivo sería que tales rituales y simbolizaciones impacten su identidad y sus relaciones familiares, en particular, y sus relaciones sociales, en general. En algunos casos observados, se hablaban de elementos que tenían un significado ritual para los pacientes, ya sea para marcar un inicio o un cierre en alguna práctica o etapa de su vida, pero pronto se dejaban de lado sin intentar recuperarlos para algo como lo que propongo, lo cual no está mal, pero tampoco haría daño incorporar estas prácticas cuando la base teórica para tratar a los terapeutas es la idea de ciclo familia, idea que guarda tras de sí la noción transicional de una etapa a otra. Por ejemplo, si vamos a hablar sobre “el uso del automóvil” como un evento importante en la vida de una adolescente, como un momento de transición de la adolescencia a la adultez, no lo dejemos únicamente como un tema de conversación, podemos enmarcarlo como un momento especial, de tal forma que obtenga un significado ritual para el adolescente y, así, poder prescribirlo como ritual terapéutico. O, por ejemplo, si hemos de esperar que el paciente vaya a un asado de fin de semana, podemos enmarcarlo “aún más” como un ritual familiar que pueda definir ciertas pautas significativas para la familia: incluir simbolismos, atuendos, motivaciones, etc. De tal manera que el evento no sólo sea un evento para hablarlo en la terapia o un evento para pedirle a los pacientes que “se lleven mejor”. Para ello es recomendable ser más concretos y específicos en las pautas, y, a la vez abstractos, específicos y solemnes en los significados. Regresando al inicio de este documento, la ventaja de estructurar una historia con un inicio y un final, de pensar la vida en forma lineal, es que los pacientes la entienden, la narran y la viven de forma lineal. Con ello no pretendo abandonar la forma circular, heredada de la cibernética, sino, siguiendo a Bateson, incluir una mirada binocular: la lineal y la circular convergiendo.

El trabajo que yo integraría en cada caso, sería: 1) incluir el marco del paciente. Si pretendo construir un puente, debo tener dos bases para dicho puente: por un lado, la historia del terapeuta y, por otro lado, la del paciente; 2) hacer resúmenes de lo dicho por el paciente. El resumen une ambos lados, de tal forma que la historia deja de ser del paciente o del terapeuta para construirse en una sola historia, con un flujo co-construido; 3) detallar más las historias. Los detalles dan concretud a las historias, más si son detalles que el paciente conoce, que son parte de su mundo y no de un mundo desconocido, el del terapeuta; y, 4) enmarcaría ciertos elementos como simbólicos y generaría rituales con ellos. Las personas están inmersos en símbolos y rituales cotidianos que impactan en su identidad y en sus relaciones, al volverlos parte de la terapia seguimos incluyendo el marco de realidad de los pacientes, generando nuevos significados y más potentes. Al menos esa sería la intención.

BIBLIOGRAFÍA     

Allen, W. (Director), (1994). Bullets Over Broadway [Película]. Estados Unidos de América: Miramax Film. De Jong, P. y Kim Berg, I. (2002). Interviewing for solutions. California: Wadsworth Group. Meilleres, F. (Director), (2002). Cuidade de Deus [Película]. Brasil: 02 Filmes / Video Filmes. Potter, J. (1998b). La representación de la realidad: discurso, retórica y construcción social. Barcelona: Paidós. Tarantino, Q. (Director), (1992). Reservoir Dogs [Película]. Estados Unidos de América: LIVE América.

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