Debate conflictos rurales pampeanos - Desarrollo Económico 1996-97

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Review: ¿Revolucion en las pampas? Author(s): Juan Manuel R. Palacio Review by: Juan Manuel R. Palacio Source: Desarrollo Económico, Vol. 35, No. 140, 35th Anniversary Issue (Jan. - Mar., 1996), pp. 677-683 Published by: Instituto de Desarrollo Económico Y Social Stable URL: http://www.jstor.org/stable/3467379 Accessed: 25-04-2016 21:17 UTC Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://about.jstor.org/terms

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Desarrollo Econ6mico, vol. 35, NQ 140 (enero-marzo 1996)

6REVOLUCION EN LAS PAMPAS? JUAN MANUEL R. PALACIO*

Comentario al libro de WALDO ANSALDI (Comp.): Conflictos obrero-rurales pampeanos (1900-1937). Buenos Aires, CEAL, 1993, 3 vols. (328 paginas). La regi6n pampeana ha sido tradicionalmente considerada como una zona de baja

vez excesivamente empiricay descriptiva" en la

conflictividad rural. En efecto, comparada con otras Areas rurales de Latinoam6rica (y medida en t6rminos de nOmero de revueltas, niveles de

obrera", dejando "para otros volOmenes" futuros "la conflictividad chacarera, el trabajo ag rcola y

violencia o cantidad de muertos a traves del

tiempo) la historia rural pampeana ha sido relati-

vamente pacifica. Esta ausencia de conflicto es, para muchos, el 16gico correlato de una estructura agraria particular que se fue conformando de acuerdo con condiciones hist6ricas especlficas: en tanto "regi6n abierta" con moltiples ventajas comparativas, la regi6n pampeana vivi6 la transici6n al capitalismo agrario con un costo social relativamente bajo, ya que a grandes propietarios se sumaron arrendatarios mAs o menos pr6speros tipo "farmer" -que establecieron con aqu6llos una relaci6n de mutua conveniencia- y trabajadores, siempre escasos, que gozaron por

tanto de buenas remuneraciones en el largo plazo. De esta manera, las pocas situaciones de conflicto atendidas por la historiografia representaban excepciones que, fruto de circunstan-

cias desfavorables especificas -una mala cosecha, baja de precios agricolas, alza del costo de vida- s61o confirmaban la regla. La compilaci6n de Waldo Ansaldi es una reacci6n contra este estado de cosas. "Ausen-

tes del 'territorio' de los historiadores, caso de amnesia de la memoria colectiva, los movimien-

tos sociales agrarios [...] merecen y necesitan ocupar su lugar en uno y en otra", nos dice en el

capitulo introductorio (p. 12). Si no ha sido asi hasta ahora se debe a que "se ha aceptado acrlticamente la visi6n cristalizada y consagrada de la historia oficial" que nos propone "una imagen paradisiaca del campo". Se impone, por lo tanto, "un primer operativo de rescate" de los

conflictos rurales "para las ciencias sociales y para la memoria colectiva" (p. 13).

La estrategia de Ansaldi para este primer operativo de rescate es una investigaci6n colec-

tiva en tres volOmenes, "primera" y "parcial", "tal

que se expone "s6lo la dimensi6n conflictiva

. la vida cotidiana" (pp. 8 y 9). Pero no es este el Onico recorte elegido por Ansaldi para la obra que presenta. En el capitulo citado nos explica que "el estudio de los conflictos proletarios agrarios requiere de dos momentos anallticos: 1) en

si mismos, como si fuesen la totalidad; 2) en relaci6n con el contexto econ6mico, social y politico de la provincia, la regi6n y el pals", y que

la obra -en su carActer preliminar- abordard solamente el primero de ellos, "necesario para disponer de una completa, o lo mas precisa posible, radiograffa de la conflictividad obrera rural" (pp. 25-26, itAlicas mlas). De tal manera que lo que nos propone Ansaldi es poco mAs que una suerte de inventario de los diversos conflictos protagonizados por trabajadores rurales de la regi6n pampeana entre 1900

y 1937, dejando m.s adelante la tarea relacionarlos con para el contexto econ6mico socialdey politico de la provincia, la regi6n y el pals. Pero hay mAs que recortar: el instrumental para la

"radiografia" que se ensaya -Ansaldi no cree necesario explicitarlo en su presentaci6n- es,

casi con exclusividad, la prensa peri6dica y

dentro de ella predominantemente la prensa obrera, a lo que se suman s6lo ocasionalmente fuentes oficiales (parlamentarias, del Departamento de Trabajo) o algunas fuentes secundarias y memorias (muchas de ellas tambi6n de origen obrero). Esto es, que vamos a asistir a la reproducci6n -cronol6gica y detallada al extremo- de todos aquellos movimientos de trabajadores que han ganado notoriedad en la prensa.

El resultado de este emprendimiento, asi limitado, es un libro forzosamente descriptivo, " Universidad de Buenos Aires, Instituto Ravignani -

PEHESA.

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CRITICA

que sin embargo no entretiene, ya que la mayoria de los trabajos se limita no tanto a describir,

sino m.s bien a enumerar cronol6gicamente,

transcribiendo de los diarios episodios conflictivos -mes a mes, muchas veces dia a dia- ocurridos en cientos de pueblos, caserlos y villorrios

de las provincias pampeanas, todos con nom-

bre propio y todos rigurosamente enumerados por los colaboradores del volumen. Luego de la introducci6n de Ansaldi -el Uni-

co capitulo preparado especialmente para la edici6n, que hace las veces de introducci6n general a la problemAtica de la obra- siguen siete monografias muy homog6neas en su planteo y tratamiento del tema de los conflictos, aun-

que con algunas diferencias de aliento y envergadura. En el capitulo 2, Clara Craviotti da cuen-

ta en catorce p.ginas en forma necesariamente sin6pticade los -y conflictos obrero-rurales

acaecidos entre 1900 y 1916 en la regi6n

pampeana (y aparecidos -hay que agregar- en el diario La Vanguardia, que ocupa 22 de las 23 notas al pie); en el siguiente, Eduardo Sartelli nos refiere las huelgas de braceros en la provincia de Buenos Aires durante 1918-22, el periodo de mayor conflictividad gremial en el campo, a

DE

LIBROS

-a la vez que paciencia para esperar los trabajos quecomplementarios contiene- y queque si salvarc.n concluyelas lo omisiones hace en forma "parcial", "tentativa" o "provisoria". Sin embargo, desde que el autor eligi6 dar forma de libro a esa investigaci6n en estado tan preliminar, esta reseha la considerard como una unidad autosuficiente e intentard evaluar su cohe-

rencia interna, sus opciones tanto te6ricas como metodol6gicas y en general su valor acad6mico.

,Cu.les son las contribuciones del libro?

McAs all. deque Ilamar la efectivamente atenci6n sobrepostergaun tema importante ha sido do en la historiografia -y mAs alla del seguramente 0til inventario de conflictos realizado- el libro establece con claridad lo siguiente: - El periodo 1918-22 fue el de mayor conflic-

tividad rural, lo que respondi6 a una especial combinaci6n de factores: recuperaci6n agricola luego de la crisis de la guerra, relativa escasez de brazos y salarios retrasados, pero ademAs un

activa campaha de agremiaci6n promovida especialmente desde el anarquismo. En el otro periodo 1927-37 (abordado por Sartelli), si bien

hay estancamiento, desocupaci6n y bajos salarios, la reacci6n obrera se debe sobre todo a la

ci6dn Obrera. tomo dos esta. dedicado a las provincias: en elElcapitulo cuarto, AdriAn Ascolani

introducci6n masiva de tecnologia sustitutiva de mano de obra, principalmente la cosechadora y el cami6n (que Ilega hasta la puerta del campo y suplanta a carreros y estibadores).

-en el trabajo m.s logrado de la compilaci6nnos da ordenada cuenta de la gestaci6n, explo-

ra rural pampeana es su heterogeneidad, ya que

traves de la lectura de una variedad de peri6dicos entre sistem.tica los que predomina ampliamente el de tendencia anarquista La Organiza-

si6n y rdpida extinci6n de los conflictos de los trabajadores rurales santafesinos, tambidn en el

decisivo periodo 1918-1920; el mismo periodo

(1919-21) es abordado por Ansaldi y Maria Veci para la conflictividad rural cordobesa en el capitulo quinto y por Ansaldi y Sartelli en el sexto (1918-21) para despachar, en nueve pdginas, a la "debil conflictividad" de los obreros

entrerrianos, vista nuevamente casi con exclusividad desde la prensa obrera. Por Oltimo, el tomo

tres contiene otros dos trabajos de Sartelli: el primero hace el inventario de los conflictos acae-

cidos en la regi6n pampeana en la d6cada de

1927-1937 -segOn registraron, principalmente, los diarios Bandera Proletaria, La Protesta y La Vanguardia-, mientras que el segundo estudia el surgimiento de los diversos sindicatos de tra-

bajadores rurales en la regi6n entre 1900 y 1922. No es fAcil hacer una evaluaci6n critica de

un libro que se nos presenta pidiendo disculpas y comprensi6n por las limitaciones que padece

- La caracteristica saliente de la clase obre-

estA compuesta por trabajadores ganaderos y agricolas, nacionales y extranjeros, residentes y migrantes, permanentes y temporarios. Esto y la

inestabilidad y estacionalidad del mercado de trabajo rural condiciona fuertemente la organiza-

ci6n gremial y las luchas obreras.

-- La sindicalizaci6n -y consecuente agitaci6n- de los trabajadores del campo siempre comenz6 por los sectores "semirrurales" (estiba-

dores, carreros, trabajadores portuarios) para luego propagarse a los braceros o trabajadores temporarios de la cosecha. Estos l1timos son los 0nicos que Ilegan a agremiarse y protagonizar las luchas en el Ambito rural.

- La variedad de conflictos obreros exige construir una tipologia, ya que -como bien lo serala Ansaldi- a diferentes estructuras agrarias y formas de generaci6n y apropiaci6n de renta corresponden conflictos y formas de organizaci6n diferentes (p. 30). El mismo autor tambi6n propone realizar una geografia de los con-

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JUAN MANUEL R. PALACIO 679 flictos, consejo seguido especialmente por Sartelli en su primer trabajo, con su sugestivo intento de

regionalizar los conflictos bonaerenses. - Otra forma de entender los conflictos obre-

atento no s6lo a la informaci6n que proveen -y al

modo en que lo hacen- sino tambi6n a la que omiten. Si esto es siempre asi, lo es especial-

ros es en su relaci6n con los diferentes actores

mente para aquellos diarios que en forma confesa son 6rganos de un movimiento, partido politico o

sociales y econ6micos, identificando al "contrincante" -en el decir de Ansaldi- que podia ser el chacarero, el cerealista o el contratista, a la vez

Todas estas aclaraciones m~s o menos obvias se hacen necesarias ya que muchas veces los

que observando las cambiantes actitudes del Estado, nacional y provincial, y de otras organi-

sector de la sociedad, como los diarios obreros.

colaboradores de este libro parecen olvidar este caricter sesgado de la fuente y toman 'al pie de

zaciones rurales (como la Federaci6n Agraria

la letra su informaci6n.

Argentina) frente a los obreros en huelga, como hace con especial eficacia Ascolani en su traba-

S61o como ejemplo, en su trabajo sobre los conflictos de braceros en Buenos Aires, Sartelli

jo sobre Santa Fe. - La diferencia en el planteamiento, desarro-

l1o y desenlace de los distintos conflictos tambi6n respondlan a las distintas concepciones de

la organizaci6n obrera que tenian socialistas, anarquistas y comunistas y que se traduclan en proyectos, tActicas de lucha y estrategias proselitistas dispares, como analiza con cierto detalle Sartelli en el Oltimo trabajo de la compilaci6n. Hasta aqul, algunas de las mAs importantes

contribuciones de esta investigaci6n que, no obstante su aporte a esta temAtica poco explora-

da, presenta serios problemas metodol6gicos, te6ricos y conceptuales que es necesario discutir. Por cuestiones de espacio, s6lo se abordarAn aqui los que se consideran mAs importantes.

no duda en sedalar que en 1919, "el sur bonaerense, ya cercana la cosecha, es un hervidero gremial" (p. 87), impresi6n que seguramente obtuvo de la lectura de los diarios obreros que cita. El punto no es discutir con Sartelli si el sur bonaerense lucia, en 1919, como 61 nos dice,

sino s61o advertir que muchas sospechas podrian disiparse de antemano si se complementara la prensa obrera con otras fuentes. En otras palabras, es fAcil imaginar la sensaci6n de "hervidero" que debe dar la lectura sistemAtica, dia a dia, de la prensa obrera en estos ahos cruciales. Pero la impresi6n que dan los trabajos al lector

es que esta sensaci6n fue trasladada intacta al libro, sin mediar ninguna salvedad. Como consecuencia necesaria de lo ante-

El primero, de carActer metodol6gico, deriva

rior, los trabajos presentan problemas para pro-

de la ya serialada recurrencia a un solo tipo de fuente en forma casi exclusiva. En este sentido, la investigacidn claramente abusa de la fuente que utiliza y no siempre parece ser consciente del carActer esencialmente limitado de la prensa peri6dica para el andlisis hist6rico. Asi, por ejemplo, si bien parece licito y adecuado utilizar un diario anarquista para evaluar las estrategias de

bar sus hip6tesis. Para tomar el argumento central de la investigaci6n, la mayoria de los trabajos, a la hora de explicar minimamente los estalli-

agremiaci6n, obtener un listado de los locales

obreros en determinado momento o conocer en

detalle las proclamas o los pliegos de condiciones, bacaso tambibn lo es extraer de alli -y s6lo de alli- los datos y testimonios para establecer el nivel de violencia en la represi6n de las huelgas, el Oxito de 6stas, los progresos en la movilizaci6n sindical, las condiciones de trabajo en las chacras o incluso la evoluci6n de los salarios, como

dos del perlodo 1918-22 lo hacen, no por la dindmica misma de los conflictos -como querla el compilador- sino con la referencia al contexto

econ6mico, social y politico. Se acude asi a las

variaciones en los salarios reales, en la oferta de

brazos en la campana y en la evoluci6n de la

mecanizaci6n ahorradora de mano de obra para explicar esa coyuntura, sin reparar en la seiialada dificultad que representa establecer estos fen6menos s61lo con los datos que aportan los diarios. Esto no es suficiente obstAculo, sin em-

bargo, para Sartelli -cuyos trabajos tienen una mayor pretensi6n explicativa que el resto- en

quien este problema alcanza niveles insospe-

hacen los colaboradores de estos volOmenes?

chados. En un pArrafo de su Oltimo trabajo -que,

Esta operaci6n indica que el trabajo tambi6n falla en la criftica mds elemental de las

valga aclararlo, no contiene referencia algunanos dice: "Se puede dar una imagen cuantitativa de la evoluci6n salarial del pe6n rural basdndose en los informes dispersos que aparecen en los diarios de la 6poca: para los afios 1916-17,

fuentes. Como es sabido, los diarios nunca brindan informaci6n "objetiva", son siempre parte interesada y es por tanto necesario estar muy

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CRITICA

'17-18, '18-19 y '20-21 los salarios son respectivamente (en $ por dia) 2,5; 2,5; 5,1; 8,8 y 17,4. Si

bien la base empirica de la evoluci6n de los salarios no es la deseable [...] se impone de

DE

LIBROS

propias opciones te6ricas. En particular, se trata

de poner en evidencia que la perspectiva de an'lisis adoptada no parece en este caso ser muy fecunda -y antes bien muchas veces se

todas maneras la deducci6n de ciertas conclu-

convierte en una obsesi6n evidentemente est6-

siones. El salario permanece estancado, pudi&ndose presumir un alza en el costo de vida (dada la situaci6n general de la economla en ese momento) [...] La subida salarial a partir de 1918-19

una Otil herramienta de an.lisis. Ya desde el comienzo Ansaldi parece consciente de los problemas que tiene que enfrentar

es menor de lo que las cifras indican ya que 6stas estdn fundamentalmente basadas en los

pliegos de condiciones, que expresan el deseo salarial del obrero, pero no el valor realmente pagado" (pp. 304-5, itAlicas mias). Es decir que Sartelli quiere convencernos de que los salarios estaban estancados primero y luego subieron, ya que esto es lo que "presu-

me" luego de una cuidadosa observaci6n de

"informes dispersos" de diarios que no cree necesario revelar y luego de una misteriosa operaci6n para deducir la desviaci6n que muy proba-

blemente (en esto no se equivoca) contengan los datos salariales en el pliego de condiciones obrero. Huelga decir que no lo logra y -lo mAs importante- que con este fracaso pone en riesgo una de las contribuciones centrales del libro, que consistia en explicar la explosiva coyuntura

1918-22 con esos argumentos, por lo demAs

bastante verosimiles y convincentes.

Por fin, entreselos problemaslos m.s que presenta el libro encuentran deserios carActer te6rico y conceptual. Dos en particular preocu-

pan a esta critica. El primero se refiere alas opciones te6ricas que subyacen a la obra, en

particular la de ensayar un estricto andlisis de

lucha de clases para abordar y comprender la conflictividad de los trabajadores rurales

pampeanos. En su estudio introductorio, Ansaldi

se propone "identificar a los obreros rurales

pampeanos, Qub y qui6nes son? 6C6mo se

constituyen como clase social o como fracci6n o

parte de clase?" (p. 14), btosqueda que se repite en la mayoria de los trabajos, aunque con especial insistencia y sofisticaci6n en los de Sartelli. No se entrard aqui, por cuestiones de espa-

cio, en una discusi6n sobre la pertinencia, la

conveniencia, o el poder explicativo de este tipo de esquemas para comprender toda la comple-

jidad de una sociedad como la pampeanal. El

comentario que sigue s6lo atenderA, como hasta aquf, a la coherencia interna de la obra, observando la manera en que los propios autores resuelven los problemas que les plantean sus

ril- y opera mr.s como un obstAculo que como

con este instrumental te6rico al advertimrnos so-

bre las muchas dificultades que existen para aprehender a esta clase obrera rural. Dado el carActer estacional, temporario de la fuerza de trabajo rural, se pregunta, "Les legitimo hablar de clase, en sentido estricto? ,O es que hay una

clase obrera fragmentada, algunos de cuyos

integrantes desarrollan durante cierto tiempo del

aio la funci6n de trabajadores rurales?" (p. 16). Esta primera sombra de duda que el compilador instala desde el vamos se va agrandando en las diferentes contribuciones del libro, hasta convertirse en una tarea imposible en la que los mismos autores se van quedando sin clase, sin obreros y casi sin trabajadores rurales. La advertencia de esta imposibilidad da lugar a curiosas reacciones, como la siguiente de Sartelli hacia el

final del libro: "un andlisis detallado de la com-

posici6n de la clase obrera rural revela la necesidad de explorar que, 1) lo temporal del trabajo realizado se conjugue con 2) su eventualidad. Si

se da 1) solamente podemos hablar de un personal permanente de cosecha, es decir, de una clase constituida por perfodos. Es una clase de cardcter efimero a corto plazo, [que] asumirfa una forma muy gelatinosa. Si se dan 1) y 2), no existe un personal permanente de cosecha, la clase no existe y la posibilidad de formaci6n de una conciencia de si es nula. La clase (por Ilamarla de algOn modo) tendrfa una forma gaseosa, cuyos Atomos (los individuos de la clase) se hallan en constante traslaci6n (temporal, geogrdfica y social), entrando y saliendo continua1 Para un analisis critico de la aplicaci6n de estas categorias a la historia rural pampeana, v6ase Hilda SABATO: "La cuesti6n agraria pampeana: un debate inconcluso" (Desarrolto Econ6mico, vol. 27, N9 106, Buenos Aires, julio-setiembre 1987), en donde, a prop6sito de la critica al libro de Alfredo PUCCIARELU: El capitalis-

mo agrariopampeano, 1880-1930(Buenos Aires, Hyspa-

merica, 1986), serrala las diferentes tradiciones que,

por dentro y fuera del marxismo, cuestionan la rigidez

de algunas categorias analiticas (la clase, por ejemplo) para comprender el comportamiento de los actores sociales. VWase tambi6n la nota 3.

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JUAN MANUEL R. PALACIO 681 la prensa obrera no tuviera tanto inter6s en

mente del recipiente que deberla contenerlos" (p. 325, itAlicas mlas).

publicitar); en tercer lugar, por lo anterior y como

La pregunta es: todo este ingenioso esfuerzo te6rico, ,ad6nde realmente nos Ileva? El ancdlisis hist6rico que ensayan estas contribuciones, 6se ve realmente enriquecido con las metcforas

consecuencia del marco te6rico adoptado, se atiende s6lo a las luchas de y entre clases (o fracci6n o sector de clase) con lo que se apunta a los emprendimientos colectivos y no a los de

qulmicas de Sartelli? No parece esto evidente. Antes bien, estas especulaciones aparecen como artificiales, antojadizas, desgajadas del resto del texto y como el producto de un esfuerzo

-por demAs extenuante- orientado a encerrar una realidad en un molde que no le sienta. Asi, leemos en Ansaldi: "sucede que los mayores niveles de organizaci6n y los principales conflictos de trabajadores agrarios son pro-

tagonizados, precisamente, por estibadores y

carreros, es decir, los menos rurales de los proletarios rurales y su Ambito de acci6n es mAs el

pueblo que la chacra. Entonces, Icudn rurales

son estrictamente, los conflictos obreros rura-

les?' (p. 17, itdlicas mias). Y mAs adelante, Sartelli

nos explica que los braceros, que si son rurales, no parecen ser tan "obreros" ya que son ellos "el sector con menos caracteristicas de clase den-

tro de la fracci6n rural" (p. 85).

Como se ve en estos ejemplos, las opciones te6ricas elegidas, en vez de ayudar a estos historiadores, los han envuelto (a ellos y, cabe tambi6n decir, a sus perplejos lectores) en una confusi6n may0scula. Y si algo ha quedado claramente establecido es que la clase no parece ser, ni acn en su forma gaseosa o gelatinosa, la mejor vestimenta para estos "obreros-rurales" pampeanos, que no son ni tan rurales, ni tan obreros.

El segundo problema que se quiere resaltar estA muy relacionado con el anterior y tiene que ver con el concepto central del libro. Porque, 6a qu6 se refieren los colaboradores del volumen

cuando hablan de "conflicto"? Aunque no mediara definici6n alguna, los recortes que se hacen del tema son mAs que elocuentes. En primer lugar, al estudiar los conflictos que Ilegaron a la prensa se eligen los que han tenido algcin "ruido" o trascendencia pOblica (estallidos, revueltas, huelgas, asambleas, proclamas, pero tambien quemas de parvas, enfrentamientos con la policla o la Liga Patri6tica) y no los que pasaron mAs inadvertidos; en segundo lugar, al observar especialmente la prensa obrera se recogen aqueIlos emprendimientos que tuvieron un origen y una organizaci6n institucional, gremial, y no otros,

independientes, no sindicalizados (que tal vez

carActer individual; por 01timo, dentro de los tra-

bajadores rurales, los conflictos que se atienden

son, exclusivamente, los que protagonizan los trabajadores temporarios de cosecha y no los permanentes o los peones ganaderos (en cuya quietud reside sin duda una de las grandes deficiencias explicativas de la investigaci6n). Esto "no es una elecci6n caprichosa -nos explica Sartelli-: son los anicos que presentan actividad' (p. 294, itAlicas mlas). De manera que el conflicto es siempre "ruidoso", gremial y de clase, fuera de lo cual queda el "no conflicto" o -como sugiere Ansaldi en el primer capitulo- el "conflicto latente", esto es, el

que estA alli, pero no se desarrolla del todo. Ahora bien, ees esta noci6n de "conflicto obrero-

rural" Onica y universal? LO es acaso 6ste el tercer elemento cuestionable (ademAs de "obre-

ro" y de "rural") de un titulo mal elegido para un libro que debiera haberse Ilamado, tal vez, "huel-

gas y movimiento sindical en la regi6n

pampeana"? Y si 6se es el caso, Apor qu6 anun-

ciar que se van a rescatar, para la memoria

colectiva, los "conflictos", si s61o se va a atender

a las revueltas, menos masivos?huelgas

o levantamientos m.s o

En un trabajo importante para las ciencias sociales, James Scott nos recuerda que un le-

vantamiento, una revuelta, no ocurren sino s6lo excepcionalmente en la vida de un campesino o trabajador rural, ya que necesitan de una muy particular e infrecuente combinaci6n de circunstancias (como por ejemplo las que se dieron en

los afios 1918-1922 en la regi6n pampeana).

Fuera de estos momentos excepcionales, lo "normal" es la no ocurrencia de estos fen6menos, o10 que no significa, sin embargo, que el resto del tiempo el conflicto haya desaparecido (ni tampoco que este latente). El "resto del tiempo", por el contrario, el conflicto existe en su manifestaci6n mcAs comOn, expres6ndose a trav6s de las "formas cotidianas de resistencia", verdaderas

"armas de los d6biles", para usar la ya consagrada expresi6n de este autor2. Refieren 6stas a 2 V6ase James C. ScoTT: Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance, New Haven, Yale University Press, 1985, y del mismo autor:

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CRITICA

todo acto de resistencia -individual o colectivo-

"de bajo perfil", que requiere poca o ninguna coordinaci6n y que conscientemente evita la confrontaci6n directa: sabotaje, "violencia menuda", cumplimiento parcial de tareas, deser-

ci6n, "guerra de palabras" (habladurias, chismes maliciosos), forman parte de este arsenal, preferido por "los d6biles" por su gran efectividad y bajo riesgo. Detectar estas manifestaciones exige echar mano a un variado instrumental metodol6gico que incluye no s61lo nuevos documentos (testimonios literarios, canciones popu-

lares, fuentes policiales y judiciales, juegos, creencias, rituales) sino especialmente nuevos m6todos (prestados de la antropologia, la critica

literaria, el anAlisis del discurso) para leer los

documentos tradicionales.

Junto a Scott, existe una ya larga lista de investigadores que ha descubierto en estas ma-

DE

LIBROS

nos para descubrir, debajo de una aparente

calma, un verdadero "hervidero" de conflictos rurales en las d6cadas previas a "La Violencia". En otro, Florencia Mallon hizo lo propio con gran

destreza para estudiar, en el largo plazo, las cambiantes estrategias de resistencia de las comunidades campesinas de la sierra central peruana4. Son 6stos s61o algunos eslabones de

una tradici6n que ya estA asentada en la

historiografia rural latinoamericana y que no es posible ignorar -no deberia serlo- a la hora de plantear un trabajo sobre los conflictos rurales.

La regi6n pampeana no es una excepci6n a esta regla. (Si Io fuera -si no existieran otros conflictos fuera de los "visibles"- la imagen "paradisiaca" de "la historia oficial" sobre nuestro campo no estaria tan errada.) Asi, por ejemplo, las demandas judiciales, mOltiples y siste-

mAticas, que hacian los peones rurales contra

nifestaciones una nueva dimensi6n del conflicto

sus patrones por salarios impagos (o los carreros

social3. Entre tales adeptos, algunos historiado-

contra los chacareros por atraso en el pago de sus servicios); o la violencia, cotidiana y solapada, ejercida individualmente por trabajadores,

res del area latinoamericana se han dedicado a

desempolvar principalmente los archivos judi-

ciales, para descubrir un universo testimonial de una riqueza antes insospechada. Asi, en un ejem-

plo admirable, la historiadora canadiense

Catherine Legrand utiliz6 intensivamente los re-

clamos judiciales de los campesinos colombiaDomination and the Arts of Resistance: Hidden

Transcripts, New Haven, Yale University Press, 1990. 3 Asi, por ejemplo, la Ilamada escuela de "Subaltern

Studies" que, basandose en Gramsci y el postestruc-

turalismo, propone trascender Ia "clase" para atender a toda manifestaci6n de "los subalternos" como actos de

permanentes u ocasionales, residentes ao migrantes, contra la propiedad (animales, sembradios, aguadas, alambrados) de sus empleadores; o aquella que se daba entre los

trabajadores mismos, muchas veces fruto de la competencia entre los de la zona y los venidos de afuera; ?no son 6stos, acaso, conflictos, rurales, obreros y pampeanos?

Lo que si es seguro es que estos conflictos -los mAs frecuentes, los m.s comunes, los menos riesgosos, los mds efectivos y, por tanto, los

resistencia y conflicto. Para una revisi6n de los princi-

pales postulados de esta escuela, vdase el "foro" sobre

4 Respectivamente, Catherine LEGRAND: Coloniza-

el tema aparecido en la American Historical Review (vol.

cion y protesta campesina en Colombia, 1850-1950, BogotA, Universidad Nacional de Colombia, 1988, y

99, N- 5, diciembre articulo of de Florencia MALLON:1994), "The especialmente Promise and el Dilemma

Subaltern Studies: Perspective from Latin American History" (pp. 1491-1515). Tambien, para una excelente discusi6n sobre la aplicaci6n de este acercamiento a la

realidad latinoamericana, v6ase Gilbert M. JOSEPH: "On

the Trail of Latin American Bandits: A Reexamination of

Peasant Resistance", LARR (vol. 25, NW 3, 1990, pp. 7-53)

y la polbmica con Richard Slatta que gener6 en la

misma revista: Richard W. SLATTA: "Bandits and Rural

Social History: A Comment on Joseph", y la respuesta de JOSEPH: "'Resocializing' Latin American Banditry: A Reply" (en LARR, vol. 26, N2 1, 1991, pp. 145-55 y 161-

74, respectivamente). M&s recientemente, vease del

Florencia E. MALLON: The Defense of Commnunity in Peru's Central Highlands, Princeton, Princeton University Press, 1983. Para un acercamiento similar en la historia

rural pampeana, v6anse los trabajos de Ricardo SALVA-

TORE: "Reclutamiento militar, disciplinamiento y proletarizaci6n en la era de Rosas", en Boletin del Instituto de Historia Argentina Dr. Emilio Ravignani, 3- serie, N2 5,

ler. semestre, Buenos Aires, 1992, pp. 25-47, y "'El imperio de la ley': delito, estado y sociedad en la era

rosista", Delito y Sociedad, N2 4-5, Buenos Aires, 1993-

94, pp. 93-118. En esta Oltima linea de andlisis sobre

delito y resistencia, vbanse los trabajos del citado Richard W. SLArTA (ed.): Bandidos: The Varieties of

mismo autor y Daniel NUGENT (eds.): Everyday Forms of State Formation: Revolution and the Negotiation of Rule in Modern Mexico, Durham, Duke University Press, 1994, y Florencia MALLON: Peasant and Nation: The Making of

Latin America Banditry, New York, Columbia University Press, 1987, y "Rural Criminality and Social Conflict in Nineteenth-Century Buenos Aires Province", HAHR, vol. 60, N- 3, 1980, pp. 450-472; para Chile, Jaime VALEN-

Pstcolonial Mexico and Peru, Berkeley y Los Angeles,

ZUELA MAROUEZ: Bandidaje rural en Chile central: Curico,

University of California Press, 1995.

1850-1900, Santiago, Editorial Universitaria, 1991.

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JUAN

MANUEL

preferidos por campesinos, pequen-os productores y trabajadores- no aparecen en los diarios, ni auin en la prensa obrera. Para detectarlos, hay que consultar, por ejemplo, los archivos de los

Juzgados de Paz de los pueblos, las comisarlas locales y leer las declaraciones de demandantes y reos y las denuncias de propietarios, comerciantes y chacareros. Una rApida mirada a cual-

R.

PALACIO

683

- Por fin, mOltiples erratas, Ilamadas a notas

equivocadas o desfasadas en el nOmero, oraciones inconclusas (sin sujeto, sin verbo), citas del tipo "(apellido, aho, p.gina)" que no se complementan con bibliograffa alguna al final del trabajo (como en el de Craviotti) y una baterla de

siglas inquietantes (FOL, CCT, FOM, SOE, FORA V, FOD, FORP, UTA, FORA IX, SOV, entre otras)

quiera de estos archivos advertirla que, lejos de

que no se explicitan sino ocasionalmente, se

estar ausente o "latente", el conflicto en la regi6n

conjugan para confundir a un lector agotado con

pampeana rara vez estall6 en revuelta agraria y

tanta adivinanza.

diana, silenciosa e invisible ante el Juez de Paz.

impresi6n de que este informe final del CONICET

Se ha dejado para el final la referencia a algunos problemas formales que no es posible pasar por alto, en particular los que ataiien al trabajo de compilaci6n y de edici6n:

Ansaldi en el pr6logo-fue a la imprenta antes de ser preparado para libro.

se articul6 en cambio de una manera mAs coti-

- A pesar de ser el resultado de una investigaci6n colectiva, los trabajos parecen no tener conexi6n alguna entre si (rara vez se citan), lo que se traduce en que el lector tiene que volver a

Luego de leer los tres volOmenes queda la

-nocleo central de la obra, segOn explicaba

De esta manera, la compilaci6n de Ansaldi, saludable y necesaria en su intenci6n, termina decepcionando en su realizaci6n. Uno estc tentado a averiguar los motivos que Ilevaron a apurar una edici6n "preliminar, parcial y provisoria"

leer la misma idea en cada contribuci6n. Si a esto se le suma la ausencia de una verdadera

-y, por sobre todo, con serios problemas te6ri-

introducci6n que presente los trabajos y de algunas conclusiones de cierre al final de la obra, el resultado es un libro pobremente coordinado.

sobre un tema tan postergado en la historiograffa,

Muchas lineas se hubiera ahorrado la editorial si

de a pedazos, partes de un todo que todavla no se puede ver con claridad, quizAs aun poniendo en riesgo la integridad misma del objeto que se

el compilador hubiese puesto a dialogar, minima y previamente, a las diferentes contribuciones. La obra tambi6n se habrla beneficiado, ganando mucho en coherencia interna y fuerza argumental. - El orden de las contribuciones en el libro no

parece ser el mejor. Asi, el Oltimo trabajo de la

compilaci6n claramente deberia haber sido el

cos y metodol6gicos como los seilalados-

cuya"primer relevancia no est. en duda. el apuro, este operativo de rescate" vaEn reflotando,

quiere rescatar. Estos fragmentos -en una

operaci6n mAs que cuestionable- se nos presentan como "los hechos", "la coyuntura", la materia de la que estA hecha este objeto de estudio,

dejando para futuros "operativos" la tarea de

explicar el todo y su funcionamiento. Este em-

primero (o al menos estar en el primer tomo), ya

prendimiento, asi planteado, parece un poco

surgimiento y orientaci6n (ideol6gica y tActica)

temerario y no estA lejos de transformarse en parte del problema.

que explica con cierto detalle el origen,

de las distintas organizaciones gremiales que de alguna manera u otra son aludidas en todos los demAs trabajos.

- AdemAs, ese Oltimo trabajo y el primero de Sartelli bien podrian ser uno solo (y no es aventu-

rado suponer que en algin momento lo han

sido). Asi, en el segundo nos dice que va a tratar solamente la sindicalizaci6n y no los conflictos, en un esfuerzo por diferenciarlo del primero que trata estos Oltimos. Pero lo cierto es que los dos

se parecen mucho, al punto de que ideas desarrolladas en uno se reproducen en otro, a veces en el mismo orden y otras incluso literalmente (los ejemplos mAs claros en pp. 68 y 299 y en pp. 70 y 304).

El mayor merito de esta obra radica en ha-

bernos advertido sobre un importante vaclo

historiogrAfico que hay que Ilenar. La invitaci6n a recuperar -o tal vez, a instalar por vez primera-

para la historiografia y la memoria colectiva el tema de la conflictividad rural pampeana es sa-

ludable y contagia a todos aquellos a quienes nos concierne dicha problematica rural. S61o cabe ensayar, con mAs serenidad y cuidado, caminos mAs adecuados que los tomados por Ansaldi y sus colaboradores. Asi serA posible realizar las aspiraciones del compilador, a lavez que desembarazar a los conflictos rurales pampeanos de las perplejidades de este desorganizado "primer operativo de rescate".

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¿Revolución en la Historiografía Pampeana?: Una respuesta al comentario "¿Revolución en las pampas?", de Juan Manuel R. Palacio, en "Desarrollo Económico", vol. 35, no. 140 (eneromarzo 1996), págs. 677-683 Author(s): Eduardo Sartelli Source: Desarrollo Económico, Vol. 37, No. 146 (Jul. - Sep., 1997), pp. 291-296 Published by: Instituto de Desarrollo Económico Y Social Stable URL: http://www.jstor.org/stable/3467200 Accessed: 25-04-2016 21:17 UTC Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://about.jstor.org/terms

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Desarrollo Econ6mico, vol. 37, Ng 146 (julio-setiembre 1997)

291

LREVOLUCION EN LA HISTORIOGRAFIA PAMPEANA? EDUARDO SARTELLI* Una respuesta al comentario "LRevoluci6n en las pampas?", de JUAN MANUEL R. PALACIO, en Desarrollo Econdmico, vol. 35, N2 140 (enero-marzo 1996), pags. 677-683. Este texto tiene por finalidad contestar las criticas que Juan Manuel R. Palacio hiciera a mis articulos en la compilaci6n de Waldo Ansaldi, Conflictos obreros rurales pampeanos (1900-1937), [CEAL, Bs. As., 1993]. Los trabajos mencionados tienen ya 8 arnos de antigOedad: escritos cuando acababa de terminar la carrera de historia, es razonable pensar que algunas ideas han cambiado. Aun asi, con reparos obvios, reivindico aquella producci6n, sobre todo ante criticas poco pertinentes. La compilaci6n tenia finalidades explicitadas en la introducci6n. Al momento de escribirse

(segOn consta en la introducci6n entre agosto de 1988 y setiembre de 1989) casi no existian textos dedicados al tema y la pampa aparecia como un espacio de conflictividad ausente. La primera tarea, elemental, era confirmar o negar esa imagen. En eso consiste el contenido de la compilaci6n: nosotros descubrimos que esa imagen era completamente falsa, que la pastoral armoniosa que gustaba entonar nuestra oligarquia era en realidad la cobertura ideol6gica a una historia escrita con sangre. El conjunto del proyecto inclula un anAlisis

global de la conflictividad rural. El lector podra imaginarse, por las fechas a las que hicimos alusi6n, por qu6 razones el proyecto qued6 trunco, ya

que casi todos dependiamos del CONICET. En consecuencia, el libro s6lo tiene un afan informati-

que los tratamos ingenuamente. La primera: en el articulo mds criticado hay 44 citas de varios dia-

rios no obreros, lo que basta para demostrar la falsedad de lo que se dice. Que la cantidad de

citas de diarios obreros sea mayor que la de los no obreros se debe simplemente a que los peri6dicos

de los trabajadores sollan (y suelen) ocuparse mas de ellos que los patronales. Lo que estA detrds del privilegio concedido a este tipo de fuente es una opci6n metodol6gica, la mAs razonable en el contexto de nuestra investigacidn. Si nos hubi6ramos preocupado por un solo conflicto tendria sentido apelar a otras fuentes. Pero nuestra opci6n fue obtener, como se serala en la introducci6n, un "primer operativo de rescate", opera-

ci6n "primera y parcial", "tal vez excesivamente descriptiva" pero necesaria "para disponer de una completa, o lo mAs precisa posible, radiografia de la conflictividad obrera rural". LA alguien con un minimo de experiencia en la investigaci6n se le ocurre que pueden relevarse 40 afros de conflicto

social revisando cuanto archivo pueda setralar la imaginaci6n de un critico? Entre 1988 y 1989, relev6 entre otras cosas la informaci6n de 9 diarios

(obreros y no obreros) desde 1916 a 1923 y 4 de 1927 a 1937. Cuando se quiere tener una primera aproximaci6n en un periodo largo, la elecci6n de las fuentes se transforma en problema porque se

vo y si aqui o alla busca alguna clave interpretativa

corre el peligro de no terminar mAs si la bosqueda

lo hace en estado de tentativa. Palacio sabe todo

se prolonga ad inffnitum. Pero ademAs, 6c6mo

esto porque estA dicho en el libro desde el comien-

zo, como 61 mismo lo reconoce en su texto. El

saber qu6 buscar sin tener una imagen previa que indique el sentido de la investigaci6n? Ahora, cuan-

rrecta sino que es inOjtil: no ha logrado anradir nada

do el trabajo estApretender hecho, es fA.cil verlasque falencias puede tener,yapero que no tuviera es

problema con su critica no es tanto que sea inco-

a lo que ya dijeron los autores.

como creer que el David surgi6 de la piedra, perfecto, con el primer golpe de martillo. Una

a) Crfticas a los problemas metodol6gicos Dos son los cuestionamientos. 1) que s61o utilizamos como fuentes los peri6dicos obreros; 2)

creencia tal revela una escasa experiencia cientifi* Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofia y Letras.

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292

CRITICA

ca. Si hubi6ramos buscado mAs informaci6n (que no era necesaria para lo que nos proponfamos) en otro tipo de archivos, como los del Ministerio del Interior, los archivos policiales o judiciales, hubi6ramos tenido que renunciar al objetivo inicial (una radiografia de conjunto) y dedicarnos a microhistoria. No era nuestra intenci6n hacer un estudio

de caso de un problema general que en principio no existia y por lo tanto invalidaba cualquier bOs-

queda puntual. Ya habia estudios de caso y no nos excepci6n resolvian el ,esos conflictos una o, problema: por el contrario, la punta deeran un Iceberg? Para resolverlo habia que iniciar un rastreo a lo ancho de toda la pampa y de un largo periodo. Y para eso la fuente mds indicada eran

los diarios. ,Por qu6? FAcil:delofrecen homogeneidad, continuidad a traves tiempo, unidad de

registro, extensi6n geogrdfica, etc6tera. Pero, para

DE

LIBROS

Organizacidn Obrera no s61lo no era un diario

"anarquista" sino que era el vocero de su enemigo mAs enconado, el sindicalismo revolucionario, mal

puede entender lo que se le trata de explicar... A veces, las contradicciones entre diarios patronales permiten hallar alguna prueba objetiva, pero en

otros casos se trata s6lo de palabra contra pala-

bra, aunque la 16gica y el sentido comOn, los instrumentos privilegiados de un verdadero investigador, pueden ayudar a dar sentido a una infor-

maci6n escasa: en el episodio de Arrecifes con-

frontamos las afirmaciones de La Protesta con La

Prensa. Dimos la raz6n, al menos en general, al diario anarquista porque la versi6n contraria era un tanto dificil de creer: Balvidares Bustos, anarquista detenido por la policia, habria sido muer-

to a balazos en la comisaria por sus propios com-

pareros, quienes, segOn La Prensa, habian ido a

desgracia de Palacio, utilizamos otras fuentes. El resultado fue decepcionante: los archivos del Mi-

rescatarlo pero "ciegos de furor" lo mataron...

nisterio del Interior que revis6 para la crucial cosecha de 1919-20 son extraordinariamente parcos y no dicen nada que no estuviera en los diarios. Pero

serala que sacamos otros datos, como condicio-

aun mAs. La vedette de los que buscan "renovar" los instrumentos a mano de los historiadores, la historia oral, tambi6n tiene muy poco que ofrecer: entrevist6, entre varios mAs, al anarquista Humberto

Correale, a prop6sito de su participacidn en la huelga de Alejandro (C6rdoba) de 1921. Para mi sorpresa, recordaba todo con lujo de detalles pero

no aradia nada a su columna de La Protesta, 60 argos atrds. No es sorprendente: basta recorrer las

columnas de La Protesta de 1921 para tener el

n0cleo de la informaci6n que Teodoro SuArez le dio a Osvaldo Bayer para escribir "La masacre de Jacinto ArAuz". Entrevistar a no militantes tampoco

arroj6 grandes novedades. Pero aun los juicios (iah!, la Oltima palabra en fuentes...) son denuncia-

dos como abusos patronales en los diarios, como ese que un grupo de carreros de Rojas le hace a un cerealista en 1922 entre los que figura, como afectado denunciante, un tal Domingo Sartelli, mi

La misma arbitrariedad se manifiesta cuando

nes de vida, s61o de los diarios obreros. En mAs de

un texto est.que citado como referencia el Informe Bialet Mass6, no era obrero. Sin embargo, sus noticias sobre las condiciones laborales son id6nticas a las de los diarios obreros. LPor qu6? Para toda organizaci6n obrera, reflejar la vida de los obreros en sus publicaciones es una necesidad: da a conocer el carActer comOn de los problemas, la forma en que miles de actos y hechos dispersos constituyen una sola realidad. Autoidentificaci6n,

autorreconocimiento. Un diario obrero no le habla

a la "opini6n pOblica" para mostrar la "iniquidad" del "capitalismo" o cosa por el estilo, es un instru-

mento de trabajo politico en el seno de la clase obrera. Y Io primero que tiene que demostrar es que no dice "disparates": nadie juega el cuero en una huelga, un boicot o lo que fuera, siguiendo a locos desaforados que inventan una realidad que no existe. Por eso los diarios obreros suelen tomar

informaci6n "oficial", "estatal", "burguesa", sim-

Palacio me acusa de creer ciegamente en los

plemente por aquello de "a confesi6n de parte relevo de pruebas." De ahi que tomar, con las debidas precauciones, datos sobre condiciones

diarios obreros. Si tuviera alguna experiencia en el

de vida, trabajo o salarios de los diarios obreros no

tratamiento de estas fuentes, sabria que una de

de cada una de las orientaciones ideol6gicas con

constituye un salto al vacio. La arbitrariedad se repite cuando seroala que tomo datos sueltos sobre salarios de los diarios para probar un razonamiento, relativo a la evoluci6n de los mismos, al

los de las otras. Los diarios obreros no son un

que arruino al pretender reforzarlo con un material

bloque. Revise el lector, para confirmar Io que aqui

tan endeble. En principio, si el razonamiento es plausible y los datos "endebles", sin embargo, son coherentes con ese razonamiento, 6por qu6

bisabuelo...

las vetas mAs ricas que permiten la confrontaci6n de la informaci6n es la contrastaci6n de los dichos

decimos, nuestro anAlisis de la huelga de Tres Arroyos. Pero claro, quien ni siquiera sabe que La

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EDUARDO

SARTELLI

se arruina? &Qu6 es to que estc mal? 6La confesi6n de la debilidad de los indicios? %La negativa a

afirmar algo en un mero razonamiento? 6O no haber desechado los datos conseguidos? Si Pala-

cio tuviera alguna idea de la evoluci6n de las

fuentes sobre salarios pampeanos sabria que los datos oficiales se cortan en 1917, que reci6n hay nuevos datos oficiales en 1924-25 y que desaparecen hasta 1930. En la crucial coyuntura de 1918-

22, esos datos, como tantos otros de primera

293

parte, hablan sobre contextos radicalmente ajenos al pampeano (los andes peruanos, Colombia, esclavos o campesinado). El Onico texto del tan mentado James Scott que por su fecha podria haber lefdo antes de escribir los textos criticados, Ileva por subtitulo "Forms of Peasant Resistance", un estudio del campesinado de una villa malaya (si

malaya, de Malasia...). LHace falta seralar que s6lo un anAlisis superficial puede creer que la pampa se adecua a esos marcos interpretativos?

importancia, no existen. Y que todo buen cientifico utiliza lo que tiene a mano con la adecuada critica y advirtiendo sobre la validez de to que dice.

Aunque no es 6ste el lugar para discutir el trabajo

Supongamos que Palacio va mAs profundo en su critica y que asume el proyecto de los Estudios

clones para que el "hidden transcript" obrero sal-

de Clases Subalternas que esgrime como la Itltima

palabra en ciencias sociales y cuyo contenido

debT haber adivinado tres o cuatro arnos antes de

que se publicaran. ,Qu6 se propone Palacio con

citar (6y filiarse con?) esta linea de pensamiento?

LEs el suyo un ataque "posmoderno" o simplemente un ataque de vaya a saber qu6 cosa? Si fuera to primero habria que decir que, si critica el

uso de los diarios porque son fuentes "construidas" y no "la realidad misma", cay6 en la misma

trampa que todos los posmodernos: todas las

"fuentes" son "construidas". Y por lo tanto, los "juicios", "cuentos", etc6tera, estAn tan alejados de la realidad como los diarios. Y no hay ningin presupuesto de privilegio para ningOn discurso ni

ningOn observador. En consecuencia, lo que yo digo y hago es tan valido como to suyo y to de

cualquiera. Vale senalar que esta consecuencia es una banalidad. No es mi culpa. Pero si no

asume el conjunto del proyecto, tambi6n el resulta-

do es una banalidad, porque los "consejos metodol6gicos" que ofrece pueden encontrarse hasta

en los viejos textos de Cassani y P6rez AmuchAstegui... Es dificil saber si la ,filiaci6n? ScottGuha-Mallon es una toma de posici6n en serio o es simple "chapa" bibliogr Afica.

b) Criticas de orden te6rico b. 1) La bibliograffa no utilizada como soporte

tedrico. Aqul es cuando se evidencia mejor la ligereza de una critica mAs preocupada por acumular cuestionamientos que por verificar su veracidad: se nos acusa de no tomar en cuenta los "aportes" de bibliograffa que es, en su gran mayo-

ria y salvo uno o dos casos, no s61o posterior a la fecha en que fueron escritos los textos sino incluso

a la fecha en que fueron publicados. Por otra

de Scott, es cuestionable si su propuesta puede ser aplicada a sociedades donde existen condiga a la luz con mucha mds facilidad (incluso se publique: &qu6 otra cosa si no son los tan despre-

ciados diarios obreros?). No por casualidad Scott tiene una tendencia pronunciada a utilizar como ejemplos privilegiados sociedades campesinas y esclavistas, cuando no reduce el tratamiento del

problema a un planteo sicol6gico individual, sin preocuparse por analizar las complejidades que introducen, tanto la forma especifica de la domina-

ci6n social en una sociedad capitalista, como la aparici6n de la democracia burguesa, en el problema de la hegemonfa. Pero, 61o que dice Scott es una novedad que hacia falta traer de Estados Unidos? 6Hay algo en Scott que no pueda derivar-

se con mds utilidad y pertinencia de Raymond Williams o Richard Hogart y toda la producci6n del

marxismo ingles que estA disponible desde hace

40 aros y en castellano? Palacio cree que escogiendo aquellas lecturas mas a la moda puede construir un "marco te6rico". Pero una lista de

autores que, como en el ejemplo que nos compete son en su mayoria estudios de casos y de perspectivas te6ricas muy disimiles (desde un marxis-

ta como Daniel Nugent hasta una posmoderna como Mallon, pasando por un no se sabe qub Ranajit Guha), no equivale a una perspectiva te6rica. Tener una teoria como marco implica algo mds que amontonar titulos-fetiche con los que se busca apabullar al lector aunque luego no se los utilice para nada. Si se los utiliza, el resultado puede ser peor. Creer que hace falta apelar a bibliografia que parte de reconocer como radicalmente extrarno el

objeto de estudio para investigar a obreros del siglo XX no muestra, precisamente, el aggiornamento notable de un estudiante aventajado que parece sorprenderse al revisar archivos judiciales y encontrar... que los obreros pampeanos ihacian

juicios a sus patrones! iY chistes "maliciosos"! Hace cuatro o cinco anos publiqu6 en Nuestra

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294

CRITICA

Am6rica, de la UNAM, un texto donde examino cuentos, poeslas, la Carta Gaucha, etc6tera. Pero Io que demuestra mejor que nada la poca relevan-

cia de tal sugerencia es que sin necesidad de

DE

LIBROS

mos de lado a los peones ganaderos porque, como se senrala en la Introducci6n, requieren "un

tratamiento por separado". En consecuencia, Palacio podria haber ahorrado tinta y tiempo en re-

apelar a ninguna sutileza ni a ir tan lejos, utilizando

procharnos ciegamente no hacer lo que nunca

fuentes tan limitadas como los diarios, escribimos

dijimos que ibamos a hacer, precisamente por los

328 pdginas con centenares de conflictos obreros rurales. Para probar to que queriamos, que el agro pampeano no era un espacio de relaciones idilicas,

motivos que 61 mismo senrala: exige otra metodologla, otra forma de ver...

era suficiente.

b.2) La nocidn de "conflicto" Para poder mantener la validez de su critica, Palacio prefiere ignorar la distinci6n que precedla toda la investigaci6n:

Pero hay algo mAs: cuando Palacio enumera otras formas de conflicto supuestamente despreciadas por nosotros, seniala: "demandas judicia-

les" que hacian los peones rurales "por salarios impagos" o "los carreros contra los chacareros

la diferencia entre conflicto latente y manifiesto, en

por atraso en el pago de sus servicios" o "la

esencia, la misma que establece Scott entre conflicto "cotidiano" y revueltas abiertas. EstA en la base de esta distinci6n la creencia en que el conflicto existe siempre, s6lo que a veces no se ve. Y que, para verlo, exige otra forma de mirar

violencia cotidiana y solapada, ejercida individualmente por trabajadores... contra la propiedad... de

como seirala Ansaldi en la introducci6n (incluso,

cuando enumera las formas "latentes" su listado

sus empleadores" o "aquella que se daba entre los trabajadores mismos". Y se pregunta: "LNo son 6stos, acaso, conflictos rurales, obreros y pampeanos?". No. Palacio confunde manifesta-

es notablemente parecido al de Scott). Pero Pala-

clones de antagonismo con conflictos. Un conflicto social es un hecho compuesto por las acciones

cio transforma su desconocimiento en el nuestro y

de fuerzas que se disputan un determinado territo-

cree que reducimos "conflicto" a "huelga" y por eso no vemos la "actividad" de los peones de

rio social. Los antagonismos no son conflictos: son

ganaderia. Para reforzar su argumento escoge una frase mia sacada de su contexto: seralo yo

que elegimos investigar a los obreros temporarios porque son "los Onicos que muestran actividad". De alli deduce que yo afirmo que "actividad" s6lo equivale a "huelga". Sin embargo, el articulo en el

atributos de relaciones. Una relaci6n antag6nica tampoco es un conflicto. Los conflictos nacen de

las relaciones y su explicaci6n depende de la comprensi6n de estas Oltimas. Y no todo conflicto es un conflicto social. Un juicio puede ser el resultado de, o el inicio de, un conflicto social, pero no es un conflicto social (aunque puede ser la expre-

que aparece la expresi6n criticada (p. 294) es un

si6n de un antagonismo social). Lo propio de un conflicto social es oponer fuerzas sociales, no

privilegio a los obreros temporarios no se debe a

que crea que no hay ningOn tipo de actividad

individuos. Aunque los conflictos entre individuos puedan Ilevar (casi siempre lo hacen) la marca de

conflictiva entre los peones ganaderos sino a que "si hay sindicatos rurales, s6lo afecta a los obreros

(y obtiene) la solidaridad de su clase, mostrdndo-

estudio de la acci6n sindical. En consecuencia, si

temporarios". S61o unos parrafos mas arriba sera-

lo: "aquf me concentrar6 en el problema de la organizaci6n sindical, dejando de lado el examen de los conflictos". Es decir, no hablo de conflictos

de ningOn tipo, ni de peones temporarios ni de permanentes sino de la organizaci6n sindical. La frase estaba encuadrada en ese contexto y s6lo un acto de malafe o de descuido puede darle otro sentido. Porque ademcs, en los mismos textos que critica Palacio, muestro la existencia de otro tipo de conflictos de obreros temporarios de cose-

cha que no estallaban en forma de huelga, citando, nuevamente, a Bialet Mass6. En realidad, si no investigamos otros "conflictos" fue porque la mag-

nitud (y la calidad) de la informaci6n recogida impedia extenderse mAs alli. Explicitamente deja-

antagonismos sociales. Pero si ese obrero busca se como ejemplo de un antagonismo social que, por lo tanto, involucra a todos, entonces el problema individual puede transformarse en un conflicto

social. La burguesia sabe esto y por eso transforma los antagonismos sociales en problemas individuales: por dar un ejemplo, la expropiaci6n social constituida por la propiedad privada se oculta detras de la represi6n individual del "delito". AdemAs, no todos los conflictos sociales tienen la misma jerarquia: no es lo mismo uno en el cual los protagonistas confunden el objetivo real de la lu-

cha que otro en el que lo comprenden pero se limitan a evitar las consecuencias de una posible derrota, o cuando los protagonistas son capaces de imaginar una forma diferente de relaciones

sociales y buscan imponerlas a las anteriores.

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EDUARDO

SARTELLI

&Por qu6 ser~alo este aspecto del problema? Porque nosotros descubrimos que el agro pampeano no s6lo estaba atravesado por tensiones de clase

295

sale a la luz, en los que la "poblaci6n rural" se

pa, como parece Palacio insinuar que yo sosten-

moviliza masiva y explosivamente. Pero al decir esto estA asimilando la sociedad pampeana con sociedades campesinas y a los obreros de cosecha pampeanos con campesinos o algo parecido, cuyas relaciones con los "dominadores" impiden una forma de acci6n mds independiente. Sin em-

go, lo que si estA claro es que el nivel de

bargo, las huelgas del ciclo 1918-22 estrn prota-

grado muy elevado, inusual en la sociedad argentina. En vez de resaltar este aspecto de la contribuci6n, que tiende a reforzar la critica a la idea de un agro pampeano arm6nico e idilico, Palacio prefiere reprocharnos no prestar atenci6n a manifestaciones menores de antagonismo social. Al rev6s de Io que piensa, si toda la conflictividad social pampeana se agotara en esas formas limitadas, la imagen oficial no estaria tan errada.

con una amplia experiencia en movilizaciones. Es mds, el ciclo 1918-22 es un periodo conflictivo no s6lo en el agro. Los ciclos de conflicto y acci6n sindical en la pampa y las grandes ciudades esta-

sino que estas tensiones se expresaban claramente como tales. Y aunque fuera dudoso que una revoluci6n social estuviera en marcha en la pam-

enfrentamiento de fuerzas sociales alcanz6 un

b.3) Sobre el objeto de estudio. Como otro aporte a la ciencia, Palacio se propone cuestionar el concepto de clase. LEn nombre de qu6? No se sabe, simplemente remite a la critica que Hilda Sabato le hiciera a Alfredo Pucciarelli tambien en

las pdginas de Desarrollo Econdmico. Pero Sabato

ha borrado a las clases sociales del analisis. Ella y toda la historiografia a la que se vincula Palacio

han crefdo modernizar el oficio eliminando un con-

cepto al que juzgan inOtil, retornando al funciona-

lismo al desechar una categoria que designa una relaci6n (clase) en nombre de otra que no designa mcts que un recorte geom6trico ("sectores popula-

res"). Esto no s61lo no resuelve el problema, Io

agrava. Mds que evadir el problema siempre inc6-

modo de las clases, lo que hay que hacer es

enfrentarlo. La peor consecuencia de esa critica de Sabato a Pucciarelli es que ha dado rienda suelta a historiadores como Palacio para despreciar las dificultades del anAlisis social, sobre todo

aquellas que refieren a problemas de definici6n del objeto bajo estudio. El resultado puede verse en el curioso paneglrico con el que Palacio celebra a Jorge Sabato, retornando a las trilladas tesis de James Scobie basado en unas cuantas historias

pueblerinas sobre chacareros endeudados [en Entrepasados, N9 10, comienzos de 1996.]. La

gonizadas por obreros de procedencia urbana,

ban bastante sincronizados dada la intensa co-

nexi6n entre los dos 6mbitos (algo muy conocido desde los andlisis de Bunge en el DNT). Por esto es tambien que los sindicatos estdn presentes en el agro desde muy temprano, un agro que como cualquiera sabe era y es extremadamente moderno (salvo para Palacio que parece adherir a posiclones estilo PCR que remarcan el cardcter cuasi feudal de la pampa...). LUtilizarla Palacio las sugerencias de Scott para analizar a los obreros rurales temporarios norteamericanos o canadienses? Deberia hacerlo porque ambos, igual que los argentinos, eran todos italianos y europeos en general, manipulando la misma tecnologia y trabajando en

las mismas condiciones. Sin embargo, prefiere pensar que la pampa estd mAs cerca de M6xico, Chile o PerO que de los anteriores. Errores de este

tipo suceden cuando se habla de Io que no se conoce, encandilado por propuestas metodol6gicas cuya pertinencia habria que verificar primero. Pero ese "verificar primero" implica definir con

precisi6n el objeto de estudio, cosa a la que Pala-

cio no se siente obligado, aunque eso Io Ileve a

hablar sin mucho fundamento.

Por Oltimo: que los textos de la compilaci6n sean efectivamente muy descriptivos, no significa que nuestra posturafuera "empirista". No hay que confundir una etapa necesaria de toda investigaci6n (la descripci6n) con una forma de concebir la realidad (empirismo). Todo el mundo estA obligado a realizar una descripci6n del objeto a estudiar.

sar el problema siguiendo a Scott: en su opini6n, el

Luego procede al andlisis, a descubrir las conexiones internas y las relaciones bdsicas. Desde alli Ilega a la recomposici6n de la totalidad inicial pero ahora sobre la base de la estructura de relaciones que la conforma: el caos de partida ha sido recompuesto en una totalidad ordenada. En ese momento se hace posible la comprensi6n de

oportunidades en las que el "hidden transcript"

la realidad y la explicaci6n de su dindmica, etc6tera. El empirismo se queda en la primera etapa, a la

raz6n por la que dedicamos, sobre todo yo segiOn Palacio, cierto esfuerzo a entender nuestro objeto de investigaci6n radica en la necesidad de evitar

los errores que surgen cuando uno no sabe bien de qu6 habla. Como cuando Palacio prefiere penciclo conflictivo 1918-22 seria una de esas raras

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CRITICA

que confunde con la realidad misma y en lugar de

transformar los hechos en categorias, los llama como ellos se Ilaman a si mismos. Asi es como se vuelve imposible vincular diferentes aspectos de la realidad. La historiografia a la que pertenece Palacio procede de esta manera. Hay que reivindi-

car la descripci6n como parte de un proceso de investigaci6n. La descripci6n no tiene por funci6n "entretener" sino constituir un primer ordenamien-

DE

LIBROS

no hubi6ramos publicado esos textos, que ya por si tienen valor de informaci6n y critica de imAge-

nes adocenadas, en espera de ulteriores trata-

mientos, todavia estarian archivados. La intuici6n de que era mejor publicarlos dado que el futuro no aparecla seguro para la continuidad del proyecto, se revel6 acertada. Con sus defectos, es un apor-

te al conocimiento de la sociedad argentina (no

El problema surge cuando la descripci6n se vuel-

s61o del mundo agrario). Esto est6 reconocido por el propio Palacio en su critica. Yo habla preferido olvidar esos textos. La critica me ha convencido

ve un objetivo en si mismo.

de que, despubs de todo, no estaban tan mal y me

Conclusi6n

ha animado a recuperar el proyecto de un libro propio sobre esos problemas que alguna vez ima-

LEs l cito dar a publicidad una obra en "estado tan preliminar"? se pregunta Palacio. Si. Porque si

resultado para una critica inOtil.

to de la realidad a analizar. Es legitimo y necesario.

gin6 con el titulo 'La Sal de la Tierra'. Curioso

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Sobre chacareros y conflictos pampeanos: Réplica a la respuesta de Eduardo Sartelli Author(s): Juan Manuel R. Palacio Source: Desarrollo Económico, Vol. 37, No. 146 (Jul. - Sep., 1997), pp. 297-299 Published by: Instituto de Desarrollo Económico Y Social Stable URL: http://www.jstor.org/stable/3467201 Accessed: 25-04-2016 21:14 UTC Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://about.jstor.org/terms

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SOBRE CHACAREROS Y CONFLICTOS PAMPEANOS: REPLICA A LA RESPUESTA DE EDUARDO SARTELLI

JUAN MANUEL R. PALACIO

No son muchos los estudios sobre conflictos

rurales en lahistoriografia pampeana. Las razones

de esta escasez residen, en parte, en la convicci6n de que 6sa no es una variable relevante para entender a nuestra sociedad rural y, en parte, en que se concibe al conflicto con una6ptica limitada.

que se ofrece a la venta en el mercado y se somete al juicio de los lectores- y no la de un proceso de investigaci6n. Sartelli avala esta perspectiva, cuando sugiere que, a pesar de ser la etapa "informativa" de una investigaci6n y de faltarle, por ahora, la etapa "interpretativa", el trabajo constituye un im-

portante libro de historia, que ha "probado", a

El libro de Waldo Ansaldi -segOn lo expres6 en mi critica- pretendia Ilenar este vaclo, pero a mi juicio con un acercamiento te6rico y metodol6gico desac-

travgs de "328 p6ginas con centenares de conflic-

tualizado, que no daba cuenta de la renovaci6n

era poco conflictivo, como crefamos los historiado-

historiogr fica que habla experimentado el tema

res hasta que los colaboradores del volumen "descubrieron" la falsedad de esa imagen.

del conflicto social en los Oltimos argos. En ese sentido, no agregaba mucho a lo conocido y ayu-

daba poco a reabrir el debate sobre un tema

necesario.

Eduardo Sartelli -uno de los colaboradores

del volumen- ha interpretado mis opiniones del libro como "ataques" y ha reaccionado escribiendo una encendida respuesta, tomando el poco feliz camino de la descalificaci6n personal, que oculta mal su dificultad para defender un libro limitado.

No estoy seguro de que esta escaramuza que

tos obreros rurales", que el campo pampeano no

Esta afirmaci6n -que creo exagerada- plantea un problema metodol6gico, H-lasta qu6 punto una sucesi6n de "hechos" aislados (huelgas, conflictos), puestos uno al lado del otro con un prop6sito meramente informativo, alcanza para "probar" una hip6tesis? Y si 6ste fuera el caso, 6cuAntas huelgas hacen falta para "probar" que las pampas eran un lugar altamente conflictivo entre 1900 y

1937? ,Cinco? ,Veintiocho? 6Cuarenta? %Compa-

rado con qu6? Y ,cuAnta gente deberia estar tada o herida? El camino elegido para probar

propone Sartelli sea muy relevante para las ciencias sociales. Prefiero entonces aprovechar estos

involucrada en los conflictos? sCuAnta gente arres-

espacios -que nuestra imaginaci6n mrs que las politicas editoriales hacen siempre escasos- para

requiere una mirada comparativa y yo mucho me temo que Eduardo Sartelli tendria enormes dificul-

debatir ideas. Dedicar6 por lo tanto unos breves pArrafos a precisar algunos aspectos de mi critica del libro a la luz de esta "defensa", para luego argumentar sobre algunos temas de fondo.

tades para convencer a sus colegas, en un congreso internacional de historiadores rurales, de que las pampas eran un "hervidero" -segOn conclufa en el libro- o mucho menos que la historia

La respuesta mantiene en todo momento un discurso doble. Dice Sartelli que contesta s6lo a

rural moderna de la regi6n pampeana fue "escrita

mis criticas de sus articulos, pero recurre constantemente a las virtudes de todo el libro para respon-

der. Dice que la obra es s6lo una etapa de una investigaci6n trunca -y por To tanto no es del todo

con sangre", aunque junte una cifra mayor de recortes de diarios. Porque parad6jicamente, desde esa estrecha perspectiva, io que en realidad ha probado el libro es que la regi6n pampeana sigue

siendo, comparativamente, un lugar de baja

apropiado criticarla- pero que a su vez ha descubierto y probado algo muy importante para la historiografla pampeana. Dice, por fin, que las

conflictividad, s6lo ocasionalmente perturbado por

lecturas que mi critica sugeria no estaban disponibles cuando se escribi6 el libro, pero que de todas

Discutir6 mis abajo la pertinencia de los textos -no de los autores- que mi critica proponia

maneras son poco novedosas y no son aplicables a la realidad pampeana. Vayamos por partes. Yo hice la critica de un libro -esto es, la de un producto autosuficiente

alguna huelga de trabajadores itinerantes y

sindicalizados.

para enriquecer el tratamiento del conflicto rural en

la regi6n pampeana. Pero Sartelli me obliga antes a aclarar que 61 pudo haber leido esos libros, no s6lo en 1993 -para actualizar sus lecturas y, si no

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CRITICA

DE

LIBROS

del libro publicado ese argo- sino tambi6n en 1989, cuando, nos dice, fueron escritos los articulos: el

dichos sectores, que a su vez dependen de un conjunto de variables hist6ricas precisas, como por ejemplo su relaci6n de fuerzas con las clases

libro de Scott es de 1985; el de Legrand, de 1988

dominantes o el estado. Estos conflictos no tienen

discutirlas, incorporarlas al menos a la bibliografla

(su primera edici6n en ingles, de 1986); el de

Mallon, de 1983; y el primer nOmero de Subaltern Studies, de 1982.

Dos temas que creo dignos de debate han

que desencadenar necesariamente en una huelga

o una rebeli6n, ni necesitan de una conciencia de

clase para desarrollarse plenamente, sino que pueden seguir manifestAndose asi por d6cadas,

sido alcanzados por la respuesta de Sartelli. Uno

como la forma del conflicto en una sociedad o

es el del conflicto social, aplicado en este caso a la realidad rural pampeana. Durante mucho tiempo se consider6 que la manifestaci6n por excelencia

economla dadas.

del conflicto social eran las huelgas, estallidos o levantamientos, mAs o menos organizados. En los

Oltimos argosmAs se est. pensando bien que su manifestaci6n corriente estA mAs en la resistencia cotidiana de los sectores mds desfavorecidos en

un sistema dado, perspectiva a la que ha contribuido grandemente el trabajo de James Scott, Weapons of the Weak(y debo aclarar que ste es el trabajo que yo uso en la critica y no el que ocupa la respuesta de Sartelli), que ha servido de inspiraci6n a muchos estudios rurales sobre realidades

diversas. A todos estos trabajos los une la misma idea: la historia de los hombres -la vida de los

hombres- se compone esencialmente de episodios cotidianos, mucho mAs que de grandes eventos. De la misma manera, el conflicto social se

Durante aros, los arrendatarios del partido de

Coronel Dorrego -en un ejemplo extraldo de mi propia investigaciOn, seguramente menos irritante

que Malasia- contrarrestaron el vaclo legal que

sufria su relaci6n juridica con la tierra y resistieron

las estrategias de los terratenientes para aprovecharse de ese desamparo, concurriendo paciente y sistemAticamente al Juez de Paz para defender sus derechos. Para ello, explotaban al maximo los instrumentos que tenian a su alcance, como el C6digo Civil -y luego las leyes de arrendamientos- y la sabiduria de los abogados rurales. Esto no les impedia recurrir, simultAneamente, a otras

estrategias especificas, cuando una situaci6n lo requeria, como cuando organizaron "Comisiones pro-rebaja de arrendamientos" para negociar con los terratenientes un alivio para sus castigadas economias, en medio de la crisis de 1929.

expresa mucho mds frecuentemente en las formas

cotidianas de resistencia que en las rebeliones o revoluciones.

Sartelli no comparte esta perspectiva, ya que sostiene que el conflicto es de una Onica naturale-

za (de clase) y se manifiesta de una sola manera (en forma de acci6n organizada). Fuera de eso, nos dice, hay "antagonismos" pero no conflictos, o si no conflictos "latentes", es decir, en estado

larvado, una especie de proyectos de conflicto que no se han desarrollado todavla. Si bien ha

optado por no revelar la fuente te6rica de esta

distinci6n, se trata igual de una opci6n conceptual valida. Pero como con las demAs cosas, Sartelli dice ademas -y a la vez- que en realidad conflicto "latente" y cotidiano son la misma cosa. Esto no es exacto. La idea de conflicto cotidia-

no, asi como los estudios de la "subalternidad", parten de un principio te6rico radicalmente distinto. Sostienen estos trabajos que las practicas coti-

dianas de resistencia con las que los sectores subalternos manifiestan su disconformidad, son en si mismas conflictos sociales, plenamente de-

sarrollados, cuya forma es el resultado de una cuidadosa evaluaci6n de sus recursos que hacen

mi tibia modo expresi6n de ver, estas prc.cticas legales no eranAuna de antagonismos aislados, sino que por el contrario constituian -al me-

nos hasta la Ilegada del peronismo- la expresi6n m6s comOn del conflicto social en la regi6n pampeana. Lo que "se vela", sin embargo, era una

aparente calma, que no estaba compuesta de conflictos latentes, sino de conflictos plenamente desarrollados -s6lo que en otro rAmbito y con dis-

tintas modalidades, ciegas a los ojos de los diarios-, calma que no era alterada por las ocasionales huelgas de braceros que "descubri6" el libro de Ansaldi. En particular, porque estos trabajadores sindicalizados -segOn reconocen los mismos

autores- eran itinerantes, en una gran proporci6n

de origen urbano, que estaban en el campo s6lo

de paso y que, en suma, no pertenecfan a la sociedad rural. Antes bien -segOn resulta de las

fuentes judiciales y de las entrevistas a chacareros-

eran percibidos como extratros por la sociedad establecida, que venian a perturbar la vida tranquila que ellos declan vivir. Y ya es bastante curio-

so que, fuera de Sartelli y sus diarios obreros,

nadie -ni los chacareros, ni los diarios locales, ni

las actas de las cooperativas agricolas, ni los

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JUAN MANUEL R. PALACIO 299 actores en los juicios (esas fuentes que el apuro incomprensible por sacar un libro "informativo" no

permiti6 consultar)- percibiera ni el hervidero en

donde se desarrollaban sus vidas, ni la sangre que corrla por los surcos de sus tierras. El segundo debate que estimo de gran impor-

tancia para los estudios de la sociedad rural pampeana es el que trata de establecer la identi-

dad y el status econ6mico de eso que hemos

dado en Ilamar el "chacarero" pampeano, sobre el que se ha teorizado mucho pero se ha estudiado en detalle relativamente poco. Asi, se ha pasado de considerarlo poco menos que un pobre cam-

pesino sin tierra a merced de despreocupados latifundistas a verlo como un pequeiro empresario capitalista, moderno e independiente, algo asl como un farmer como los que poblaron el midwestnorte-

americano. Sartelli es partidario de esta Oltima

imagen, segOn lo expresa en su nota, ya que "[norteamericanos y pampeanos] eran todos italianos y europeos en general, manipulando la misma tecnologlay trabajando en las mismas condiciones" y en nombre de eso rechaza cualquier intento comparativo de nuestros chacareros con productores

empresa agrlcola, ya que dependlan de las indicaciones de un patr6n, que muy efectivamente

mantenla a sus familias al Ilmite de la subsistencia

con el objeto de tener mano de obra siempre dispuesta para realizar trabajos extras en la estan-

cia. Estas condiciones de trabajo, como minimo,

no son comparables a las que, para la misma 6poca, tenia un farmer de Iowa, aunque fuera de origen italiano.

Pero si ejemplos como 6ste s6lo nos sirvieran para reemplazar un "parecido" con otro, habrla-

mos ganado poco. Sugiero, solamente, que la

historia rural latinoamericana tiene muchas claves

para ayudarnos a entender al chacarero pampeano -por ejemplo, la mOltiple subordinaci6n que tenla con el duerno de la tierra- que son invisibles bajo la 6ptica del farmer. Para que esta operaci6n pueda dar sus frutos no s6lo es necesario desprenderse de ese extratio temor de estar comparando a nuestros agriculto-

res con campesinos malayos de Malasia, mexicanos de M6xico y colombianos de Colombia. Tambi6n es necesario leer libros con un espiritu abierto

rurales de palses que 61 considera remotos y

y para enriquecerse y no con el prop6sito Inico de encontrar la mejor manera de etiquetar a su autor.

"radicalmente ajenos al pampeano" (Malasia, pero tambi6n Peru', Colombia, M6xico o Chile).

Se puede leer, por ejemplo, el libro de Florencia Mallon sobre las diversas estrategias de resisten-

Conviene aclarar algo desde el vamos. Yo no pretendo reemplazar el slmil del farmer con el del campesino mexicano o peruano. En primer lugar,

porque no existe tal cosa como el campesino

"mexicano", sino en todo caso una enorme diversi-

dad de agricultores, desde arrendatarios mds aco-

modados, hasta aparceros mAs pobres y campesinos desposeidos y endeudados, que varian de acuerdo a las multiples regiones de ese pals, a las distintas haciendas dentro de una misma regi6n y

a veces a los distintos arreglos dentro de una misma hacienda. Tampoco creo que haya un chacarero "pampeano", como no sean los agricultores de la zona del malz, frente a los trigueros y a

cia de los campesinos del valle de Yanamarca

durante cien argos y extraer ideas muy Otiles para

los chacareros pampeanos, sin pretender que los dos sean lo mismo. Pero tambi6n se puede leer el

mismo libro y, concluy6ndolo, exclamar: "una posmoderna". Son actitudes. La primera puede conducirnos a comparar, a replantear, a pensar, mientras la segunda, mAs segura, nos confirma en

nuestra sabida excepcionalidad argentina (la de nuestros chacareros y la de nuestros historiadores), que cada vez oculta peor el verdadero pro-

blema del excesivo provincianismo de nuestra

historiografia rural. Por fin, el problema mds grave

con esta mania etiquetadora es que, no contenta

los de las zonas ganaderas, cada uno con sus

con operar sobre sus colegas, puede emparfar

especificidades. Desde esta perspectiva mAs precisa, a mi no me caben dudas de que los arrendatarios agricolas que estudi6 en la estancia "Cruz de Guerra", en la zona de cria de la provincia de Buenos Aires, tienen muchos mds puntos de contacto con los de ciertas haciendas del Bajio mexicano (no de Yucatn) que con los pioneers norteamericanos, en particular en lo que hace a "las condiciones de trabajo" que refiere Sartelli1. Los de "Cruz de Guerra" no eran propietarios, arren-

tambi6n nuestra imagen del pasado. Asi, la misma mirada que despacha textos escritos por "un mar-

daban porciones muy pequenras de tierra por s61o una cosecha y no tenlan ning0n dominio sobre su

xista", "una posmoderna" o "un no se sabe qu6",

puede desechar "antagonismos" del pasado en nombre de conflictos ideales que ya IlegarAn, igual que imaginar banderas en manos de obreros rura-

les, que quizAs nunca quisieron enarbolar.

1 Juan Manuel R. PALACIO: "Arrendatarios agricolas

en una empresa ganadera: el caso de 'Cruz de Guerra', 1927-1938", Buenos Aires, Desarrollo Econ6mico, vol. 32, N9 127, 1992.

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