Debate contemporáneo en torno al realismo científico.pdf

May 29, 2017 | Autor: Alba Velázquez | Categoria: Philosophy of Science, Scientific Realism, Debate, The Realism/Antirealism Conflict
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Facultad de Filosofía y Letras Trabajo Fin de Grado Debate contemporáneo en torno al Realismo Científico Curso 2015-216 Convocatoria ordinaria de Junio

Realizado por: Alba Velázquez Felipe Tutor: Antonio Diéguez Lucena

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Resumen El realismo científico es una posición en filosofía de la ciencia que tiene, al mismo tiempo, grandes defensores y grandes críticos. En este trabajo se pretende mostrar cuál es el estado de la discusión entre realistas científicos y antirrealistas. Para llevar a cabo mi propósito, trataré de dar una definición de “realismo científico”, es decir, enunciaré qué ideas hay que aceptar para ser etiqueta de “realista”. Asimismo, expondré los principales argumentos a favor y en contra del realismo científico, y comentaré algunas de las principales propuestas realistas y antirrealistas que conforman el panorama actual. Palabras clave: Realismo, Antirrealismo, Filosofía de la Ciencia, Debate, Actualidad. Abstract Scientific realism is a position in philosophy of science which has, at the same time, great defenders and great critics. This paper tries to point out the current state of the discussion between scientific realists and antirealists. For this purpose, I attempt to give a definition of “scientific realism. In the same way, I clearly state the ideas that have to be accepted to serve as tag for “realist”. Equally, I am expounding the main arguments for and against scientific realism, and I comment on some of the main realistic and antirealistic contemporary proposals which make up the current overall view. Keywords: Realism, Antirealism, Philosophy of Science, Debate, Contemporary. 1. Introducción El propósito de mi trabajo es presentar en qué consiste el debate entre realistas y antirrealistas científicos. Ambas tradiciones se encuentran presentes en la filosofía prácticamente desde sus inicios, pero es en la época contemporánea─ desde los años ochenta hasta la actualidad─ cuándo más intensa ha sido la discusión entre ambos enfoques. Para llevar a cabo esta tarea, en primer lugar trataré de definir en qué consiste el realismo científico. Esta definición la daré a través de las principales tesis de las que esta tradición se compone. Esto no es una tarea fácil, pues el realismo científico es una propuesta que acoge posiciones muy variadas, aunque trataré de ir al núcleo de la tradición. En segundo lugar, analizaré los principales argumentos a favor y en contra. Se considera como principal argumento el que en su día formuló Hilary Putnam y fue bautizado como el argumento del “no [hay] milagro” (Putnam, 1975, pág. 73). Como objeciones, cabe destacar la metainducción pesimista, la infradeterminación de las teorías por la evidencia empírica y la inconmensurabilidad de las teorías. A continuación, enunciaré algunas de las más importantes posturas realistas de la actualidad, que no por ello iguales, pues por ejemplo, el realismo de Mario Bunge es bastante diferente al realismo estructural. La última parte del trabajo la conforman las conclusiones, en las que además de incluir mi posición personal en el debate, comento la importancia que para mí tiene esta discusión, y cómo la filosofía de la ciencia se está beneficiando de ella. 2

2. ¿Qué es el realismo científico? Varias veces se ha escuchado la afirmación de que hay tantos tipos de realismo científico como autores realistas. Dada la pluralidad de enfoques que existen, no es tarea fácil determinar qué entendemos por realismo científico. Si tuviésemos que extraer las tesis que todo realista científico debería aceptar, podríamos resumirla en dos afirmaciones. La primera de ellas es que las teorías científicas no son algo referencialmente vacío (Iranzo, 2005, pág. 40), y la segunda es que las teorías científicas son, al menos, aproximadamente verdaderas (Putnam, 1978, pág. 20). El tipo de compromiso metafísico que se esté dispuesto a asumir en relación con la cuestión más amplia del realismo en general puede ser relevante para la articulación de algunas posiciones realistas o antirrealistas. Antes de pasar a desarrollar las dimensiones del realismo, me gustaría aludir a los tres posibles niveles de compromiso ontológico que se pueden asumir en relación a la cuestión del realismo en general. El nivel uno conlleva a un compromiso con los datos de los sentidos. Un segundo nivel estaría subdividido en dos subniveles que son, por un lado, los datos macroscópicos o del sentido común, como la existencia de las piedras o los océanos, y por otro lado, el subnivel de las entidades inobservables, como son los electrones o los campos magnéticos. Es, precisamente, en este último nivel, donde tiene lugar la discusión entre realistas y antirrealistas, puesto que, en general, ambos suelen aceptar la existencia de objetos macroscópicos o del sentido común (Borge, 2015b, pág. 222). Existe también un tercer nivel que sería el de las entidades abstractas, como los números, las clases o las proposiciones. A quienes han adoptado el compromiso con este tercer nivel suelen denominárseles “platonistas” (Kukla, 1998). Ahora que está algo más definido el terreno de la discusión, entraremos un poco más en los matices de esta tesis. Una posible clasificación, que por supuesto no es la única, de las distintas dimensiones del realismo científico podría ser la siguiente: Realismo ontológico. Defiende que las entidades teóricas que postulan las teorías científicas, correctamente establecidas, existen (aunque excepcionalmente hay ocasiones en que no es así). Cuando se habla aquí de entidades teóricas, nos referimos a aquellas entidades inobservables que alguna teoría postula (Diéguez, 2010, pág. 252) Realismo epistemológico. Las teorías científicas son capaces de proporcionarnos un conocimiento adecuado, aunque perfectible, de la realidad. Para aceptar este nivel, es necesario haberse comprometido previamente con el realismo ontológico, de lo contrario, no tendría sentido afirmar que las teorías científicas nos proporcionan un conocimiento adecuado, si al mismo tiempo se niega que éstas tengan una referencia objetiva. No obstante, esta relación no se da a la inversa (Diéguez, 2010, pág. 254).

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Realismo teórico. A las teorías científicas se les puede atribuir valor de verdad o de falsedad (Diéguez, 2010, pág. 253). Realismo semántico. Se encuentra estrechamente relacionado con la tesis anterior. Según éste, la verdad o falsedad de una teoría científica depende de su correspondencia o no con la realidad. Al aceptar esta dimensión, se presupone la anterior, pero no a la inversa (Diéguez, 2010, págs. 254-255) Realismo progresivo. Las nuevas teorías contienen más afirmaciones verdaderas sobre la realidad que las anteriores, es por ello que la ciencia avanza teniendo como meta la verdad. Este nivel de realismo también presupone la aceptación del realismo teórico, pero no a la inversa (Diéguez, 2010, pág. 255). La aceptación conjunta de estas cinco tesis es algo bastante infrecuente, hasta tal punto es así que podría afirmarse que sólo algunos realistas en sentido fuerte como Karl Popper o Mario Bunge encajarían su filosofía con todas ellas (Diéguez, 2010, pág. 254) 2.1. Consideraciones a favor y en contra del realismo científico Uno de los más persuasivos argumentos a favor del realismo científico es el conocido como el “argumento del no-milagro”─ traducción literal de non miracles argument (Putnam, 1975, pág. 73) ─. Éste sostiene que la posición realista es la mejor o la única posible explicación del innegable éxito de la ciencia. Sería un milagro — sostienen los realistas— que las teorías exitosas no fueran verdaderas o que los términos teóricos centrales no tuvieran referencia exitosa (Putnam, 1983, págs. 140-141y Boyd, 1984, págs. 58-59). Así lo formula Putnam en su obra “Meaning and the Moral Sciences”: “Si hay tales cosas [electrones, espacio-tiempo curvo, moléculas de ADN], entonces una explicación natural del éxito de esas teorías es que son informes parcialmente verdaderos de su comportamiento. Y una explicación natural del modo en que las teorías científicas se suceden unas a otras─ por ejemplo, el modo en que la Relatividad einsteiniana sucedió a la Gravitación Universal newtoniana─ es que se reemplaza una explicación parcialmente correcta/parcialmente incorrecta de un objeto teórico─ digamos, el campo gravitatorio, o la estructura métrica del espacio, o ambos─ por una explicación mejor del mismo objeto u objetos. Pero si estos objetos no existen realmente, entonces es un milagro que una teoría que habla de acción gravitatoria a distancia prediga con éxito los fenómeno; es un milagro que habla de espacio-tiempo curvo prediga con éxito los fenómenos; y el hecho de que las leyes de la teoría anterior sean derivables “en el límite” de las leyes de la teoría posterior no tiene significación metodológica (Putnam, 1978, pág. 19).

El argumento ha recibido numerosas críticas, además de la inducción pesimista de Larry Laudan. Fundamentalmente se lo acusó de caer en una petición de principio (Laudan, 1981, págs 242-243; Fine, 1986, págs. 84-85) o de que el supuesto milagro que el realista pretende explicar, no es ningún milagro (Van Fraassen, 1980, págs. 6061; Matheson, 1988, págs 273).

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Pero sin duda, la crítica de la inducción pesimista de Laudan es una de las que más peso ha tenido. Ésta afirma que, si se trata de un milagro, es un milagro demasiado frecuente, puesto que la historia de la ciencia nos ofrece una gran cantidad de teorías que fueron exitosas y que hoy ya hemos abandonado por falsas. Laudan ofrece una lista de algunas de ellas─ como la teoría del flogisto o el geocentrismo de Ptolomeo─ y asegura que es capaz de ofrecer media docena de teorías falsas y exitosas por cada exitosa y verdadera que le ofrezca el realista (Laudan, 1981, pág. 35). En definitiva, para Laudan no existe una conexión entre la verdad de una teoría y su éxito predictivo. Las respuestas por parte de algunos autores realistas no tardaron en aparecer. Las principales réplicas han sido las siguientes (Diéguez, 2010, pág. 263): Los ejemplos citados de teorías científicas son irrelevantes porque no se tratan de casos de ciencias maduras. En las ciencias actuales, los controles metodológicos han aumentado considerablemente, por lo que ya no espera que se den ese tipo de fracasos en la referencia de los términos teóricos (Hardin y Rosenberg, 1982; Devitt, 1984, pág. 146). Asimismo, las teorías enunciadas por Laudan no son realmente exitosas, especialmente en lo relativo a hacer predicciones novedosas (Leplin, 1997, cap. 6). Para evitar el fracaso en su referencia de las teorías citadas, ha habido varias propuestas de utilización de un concepto menos estricto de referencia. Algunas de estas han sido la “referencia parcial”, la “referencia aproximada”, el “potencial heterogéneo de referencia” o el “principio de caridad” (Kitcher 1993, págs. 141-149 y Niiniluoto, 1999, págs. 129-132). Al mismo tiempo, se puede sostener que una teoría, pese a que sus términos centrales carezcan de referencia, puede ser aproximadamente verdadera (Hardin y Rosenberg, 1982, Niiniluoto, 1984, págs. 182-183 y 1999, págs. 190-192, Psillos, 1994) Y por último, se ha argumentado que en el éxito de las teorías citadas los constituyentes teóricos que incluían términos sin referencia o eran manifiestamente falsos no jugaron un papel indispensable (Kitcher, 1993, Psillos, 1994 y 1996, y Leplin, 1997, cap. 6). Todas estas réplicas a la objeción de Laudan tienen, a su vez, sus propias debilidades. Esto es solo una de las muchas evidencias de que la discusión aún no está cerrada y de que ninguno de los dos bandos puede proclamarse victorioso sobre el otro. Si bien es cierto que las respuestas anteriormente mencionadas al argumento de Laudan tienen debilidades, esto no significa que su objeción haya derribado toda la argumentación realista, pese a que se trata un argumento bastante sólido. Quizás, las respuestas más convincentes al argumento de Laudan son las articuladas por Psillos y Lipton. Para ellos, el realista no puede garantizar que lo que en la actualidad, o alguna vez en la historia, ha sido tomado como una explicación (aproximadamente) verdadera, no será considerado como falso en el futuro. Sin embargo, no podemos negar que, en ocasiones, algunas explicaciones sobre ciertos fenómenos son consideradas más verdaderas que otras, al menos de forma aproximada (Iranzo, 2001). 5

Psillos considera que es posible saber, en cierto modo, que las explicaciones son verdaderas aproximadamente gracias al conocimiento de fondo que previamente tenemos de la ciencia, que es quién guía a la hora de seleccionar las mejores hipótesis aportando “consideraciones explicativas” que nos hacen decantarnos por unas u otras (Psillos, 1996). Otro de los grandes retos a los que se enfrenta el realismo científico es a la tesis de la infradeterminación de las teorías por la evidencia empírica. Su formulación es la siguiente: toda teoría científica tiene rivales empíricamente equivalentes, es decir, una misma evidencia empírica puede encajar perfectamente con dos teorías que sean incompatibles (Devitt, 2011, pág. 287). La primera formulación de este argumento está representada por la tesis Duhem-Quine. Pierre Duhem sostenía que toda hipótesis se contrasta siempre con otras hipótesis auxiliares, de modo que si se da alguna contradicción entre la experiencia y las predicciones obtenidas del conjunto de hipótesis, es posible que la culpa sea de cualquiera de las dos, y la experiencia no dice nada sobre la decisión al respecto (Duhem, 1989, pág. 284). En la misma línea, Quine afirma que nuestros enunciados acerca del mundo externo se someten como cuerpo total al “tribunal de la experiencia sensible”, y no de forma individual. Asimismo, cualquier enunciado puede concebirse como verdadero siempre que se hagan reajustes suficientemente drásticos en otras zonas del sistema (Quine, 1984, pág. 75-77). Es decir, que si mantenemos un enunciado como verdadero no será debido a la experiencia únicamente, sino a otros factores pragmáticos que determinarán la decisión. Otro de los autores que ha defendido esta tesis es Bas van Fraassen, quien ideó un algoritmo que permite crear, a partir de una teoría dada, un conjunto infinito de teorías incompatibles pero empíricamente equivalentes a ella, lo que según el filósofo holandés es suficiente para demostrar que no hay correspondencia entre adecuación empírica y verdad (van Fraassen, 1980). Dependiendo de cómo se entienda la equivalencia empírica de la que habla el argumento, podemos distinguir dos interpretaciones del mismo, una débil y otra fuerte (Diéguez, 2010, pág. 271). Para la versión débil, la equivalencia empírica de dos teorías vendría a ser que éstas encajan con la evidencia “disponible hasta el momento”. La versión fuerte, por su parte, postula que ambas encajarán igualmente con “toda evidencia posible”, es decir, que ambas afirman lo mismo sobre todos los hechos observables, tanto los “disponibles hasta el momento”, hasta los que aún están por suceder (Diéguez, 2010, pág. 271). Las respuestas por parte de los realistas científicos han ido dirigidas hacia la versión fuerte de la tesis, y han sido muy variadas. Algunos realistas han negado directamente que puedan existir dos teorías totalmente equivalentes en sentido fuerte. El que se hayan dado casos de indeterminación débil no significa que siempre pueda construirse una teoría “no trivial” empíricamente equivalente a otra ya existente (Ellis, 1985, pág.65).

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Otra línea de argumentación es la seguida por Leplin. Según él, si la tesis de la infradeterminación es correcta, también lo son las hipótesis auxiliares usadas para obtener consecuencias empíricas de una teoría estarían infradeterminadas. No podríamos decir con seguridad cuáles son esas consecuencias empíricas, por lo tanto, tampoco sería posible establecer qué dos teorías son empíricamente equivalentes. Pero en tal caso, la tesis de la equivalencia empírica no vale como premisa para derivar la tesis de la infradeterminación, ya que ésta la convierte en inoperante (Leplin, 1997). La última crítica, pero no menos importante, que ha recibido el realismo científico es la conocida como “la inconmensurabilidad de las teorías científicas”. La tesis de que las teorías científicas son inconmensurables fue formulada por primera vez en La estructura de las revoluciones científicas, la famosa obra de Thomas Kuhn escrita en 1962. En ese mismo año, también fue formulada por Paul Feyerabend, en su ensayo titulado “Explicación, reducción y empirismo”. No obstante, Quine ya había preparado el camino para la formulación de esta tesis con sus ideas sobre la indeterminación y la traducción y la inescrutabilidad de la referencia (Diéguez, 1998, págs. 128-129). Expondremos, en primer lugar, cómo entiende Kuhn esta inconmensurabilidad. Dicho concepto se encuentra estrechamente vinculado con otra noción central de su filosofía de la ciencia, la de “paradigma”. Para que un paradigma se imponga sobre otro, éste debe ser mejor que el anterior. Este “ser mejor” se basa en la valoración conjunta de diversos factores, entre ellos destacan su éxito predictivo o su consistencia interna (Kuhn, 1962, pág. 230). En una obra posterior, Kuhn dice que en la transición de una teoría a otra, las palabras cambian sus significados o condiciones de aplicabilidad “de forma sutil” (Kuhn, 1970, pág. 266). Para que este cambio de significado tenga lugar no es necesario redefinir los términos. Respecto a esto, Kuhn llega a decir que los individuos que se han adherido a paradigmas distintos sostienen unos puntos de vista inconmensurables y considera que pertenecen a “comunidades lingüísticas diferentes”, por lo que sus posibles problemas de comunicación no son más que “problemas de traducción” (Kuhn, 1962, pág. 270). Tras varias malinterpretaciones de su concepto de inconmensurabilidad, en una conferencia de 1975, Kuhn aclara lo siguiente: “Al aplicar el término ‘inconmensurabilidad’ a las teorías pretendía únicamente insistir en que no existe ningún lenguaje común en el que se pueda expresar completamente a ambas y al que se pudiera recurrir a una comparación punto por punto (Kuhn, 1977, págs. 157158). Por su parte, Feyerabend lo expresó del siguiente modo: “El conocimiento no consiste en una serie de teorías autoconsistentes que tiende a converger en una teoría general; no consiste en un acercamiento gradual hacia la verdad. Por el contrario, el conocimiento es un océano de alternativas incompatibles entre sí, y tal vez inconmensurables” (Feyerabend, 1975, pág. 14). Como vemos, la idea que comparten ambos es que la inconmensurabilidad está estrechamente relacionada con la imposibilidad de traducción de unas teorías a otras. Esta intraducibilidad es justificada por cada uno de ellos de formas distintas, pero 7

ambos tienen un núcleo común1. Por ejemplo, ambos estarían de acuerdo en afirmar que las teorías científicas son formas de ver el mundo, y su adopción afecta a la concepción particular que cada uno tiene del mundo. Las críticas hacia esta tesis han consistido principalmente en reprochar, tanto a Kuhn como a Feyerabend, el haber atribuido un carácter irracional y totalmente relativista a la ciencia. El racionalismo, aquí, debe entenderse como la idea de que no existen criterios racionales y objetivos para establecer cuándo una teoría es superior a otra. Y entendemos por relativismo la idea de que las sucesivas teorías no proporcionan un acercamiento progresivo a una pretendida verdad objetiva (Diéguez, 1998, pág. 137). El antirrealismo que supone la tesis de la inconmensurabilidad sería de tipo epistemológico, semántico y progresivo2. Los paradigmas de Kuhn o las teorías generales de Feyerabend actúan como marcos conceptuales de la realidad, por lo que no es posible establecer una correspondencia en mayor o menor grado con la realidad en sí misma (Diéguez, 1998, pág. 143). Entre los filósofos realistas que han respondido al problema de la inconmensurabilidad se encuentran, entre otros muchos, Scheffler (1967), Putnam (1975), y más recientemente Niiniluoto (1999). Para responder a los problemas que suscita la idea de que existe una variación radical de los referentes de los términos de las teorías científicas, Scheffler argumentó que, aunque un mismo término pueda estar presente en distintas teorías, éste puede tener un sentido diferente al pasar de una teoría a otra, aunque el término puede, tener un mismo referente. La posibilidad de que el referente del término sea el mismo en el contexto de distintas teorías permitiría que los enunciados de estas teorías pudieran ser comparados entre sí. Putnam argumentó de modo similar, defendiendo la idea de que la referencia puede mantenerse a pesar de que los términos sufran algunos cambios conceptuales. Niiniluoto, por su parte, defendió que el realista científico está obligado a admitir que los significados pueden variar de una teoría a otra, pero que es posible mostrar que hay continuidad a través del cambio teórico, y que ésta se debe a la invariabilidad de la referencia. 2.2. Principales posturas en la actualidad Una vez definido qué es el realismo científico, aunque sea a grandes rasgos, y cuáles han sido las principales objeciones del bando antirrealista y sus respectivas respuestas, pasamos a explicar la evolución que ha sufrido esta tradición en las últimas 1 El propio Kuhn, veinte años después afirma esta idea: «Mi uso del término “inconmensurabilidad” era más amplio que el de Paul Feyerabend; sus posiciones respecto al fenómeno eran más radicales, pero nuestra coincidencia en aquel tiempo era sustancial» (Kuhn, 1996, págs. 95-96) 2 En el apartado anterior explico la clasificación de tipos de realismo científico (ontológico, epistemológico, teórico, semántico y progresivo), los cuales tienen sus respectivas formas de antirrealismo. La tesis de la inconmensurabilidad no aceptaría la existencia de entidades teóricas postuladas por la ciencia, ni que las teorías científicas nos proporcionen un conocimiento adecuado de la realidad ni mucho menos que la ciencia progrese teniendo como meta la verdad (Feyerabend es muy radical en este punto con su relativismo en filosofía de la ciencia).

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décadas a través de la exposición de algunos de los principales defensores del realismo científico en la actualidad3. Uno de los grandes contribuyentes al debate actual sobre el realismo científico es el matemático y filósofo finlandés Ilkka Niiniluoto. Su primera gran contribución fue una obra que escribió junto a Raimo Tuomela, Theoretical Concepts and HypotheticoInductive Inference (1973). En esta obra empieza a modelar su postura frente al realismo científico, que será conocida como “realismo científico crítico”. Posteriormente, dedicó una de sus principales obras a exponer su visión realista de forma más completa. Lo hace en su obra Critical Scientific Realism (Oxford University Press, 1999). Aquí, Niiniluoto explica cuáles son los atributos principales que definen su posición: Tesis R0: Al menos parte de la realidad es ontológicamente independiente de las mentes humanas. Tesis R1: La verdad es una relación semántica entre el lenguaje y la realidad. Su significado viene dado por una moderna versión (tarskiana) de la teoría de la correspondencia, y su mejor indicador es dado por la semántica búsqueda utilizando los métodos de la ciencia. Tesis R2: Los conceptos de verdad y falsedad son en principio aplicables a todos los productos lingüísticos de la investigación científica, incluyendo dossiers de observación, leyes y teorías. En particular, las reclamaciones sobre la existencia de entidades teóricas tienen un valor verdadero. Tesis R3: La verdad (junto a otras cuestiones epistémicas) es un objetivo esencial de la ciencia. Tesis R4: La verdad no es fácilmente accesible o reconocible, e incluso nuestras mejores teorías pueden caer a la hora de ser verificada. No obstante, es posible acercarnos a la verdad y hacer afirmaciones racionales sobre tal progreso cognitivo. Tesis R5: La mejor explicación para el éxito práctico de la ciencia es la asunción de que las teorías científicas son de hecho aproximadamente verdaderas o suficientemente cercanas a la verdad en aspectos relevantes. Por tanto, es racional creer que el uso de los métodos autocorrectivos de ciencias a largo plazo ha sido, y será, progresista, en el sentido cognitivo del término (Niiniluoto, 1999, pág. 10). 3 Esta exposición sobre las principales posturas realistas en la actualidad no pretende ofrecer

una visión exhaustivamente completa del panorama actual, en primer lugar, debido a la extensión permitida en este trabajo, y en segundo lugar, porque el motivo por el cual se presentan los siguientes autores es ofrecer una visión general de algunas posturas sobre realismo científico, si el lector desea ampliar su visión sobre algún autor, puede acudir a las referencias bibliográficas que adjunto de los mismos al final de este trabajo. Por otra parte, los autores que he seleccionado, al ser algunos de los más influyentes en el debate, tienen una gran cantidad de obras en las que tratan el tema del realismo científico, lo que yo he tratado de enunciar es “el núcleo” de su postura en el debate. 9

En esta misma obra realiza también otra importante aportación: propone usar el concepto de “verosimilitud” para definir un concepto absoluto de progreso (Niiniluoto, 1999, pág. 201). Como vemos, una de las cuestiones centrales de nuestro autor es la de progreso científico, la cual es tratada en su conocida obra Is Science Progressive? (1984). Aquí, nos dice que “el progreso de la ciencia consiste esencialmente en reemplazar las primeras teorías por nuevos resultados que son verdaderos o al menos más cercanos a la verdad que las primeras. En otras palabras, la ciencia progresa aproximándose a la verdad” (Niiniluoto, 1984, pág. 93).En un artículo anterior, explica además que “la ciencia progresa hacia teorías cada vez más verosímiles en sistemas conceptuales que debido a los lenguajes en que son formuladas tienen un gran poder de unificación” (Niiniluoto, 1979, pág. 256). Es decir, el realismo que defiende Niiniluoto se basa en una concepción de la ciencia en la que la imagen que ésta nos ofrece del mundo es verosímil y en la cual existen las entidades inobservables que son propuestas. La verdad de la ciencia tiene un carácter objetivo, es decir, los enunciados que son verdaderos serían aquellos que se corresponden con los hechos del mundo real, bien en su aspecto observable, o también bajo el aspecto inobservable. Estos dos últimos aspectos que acabo de mencionar─ el observable y el inobservable─ encajan muy bien con la teoría de Wilfrid Sellars sobre las imágenes del mundo: la “imagen manifiesta” y la “imagen científica”. Sellars define la imagen manifiesta de la realidad como el marco desde el cual el hombre ha adquirido su primera consciencia de sí mismo como parte del mundo, un marco en el que la categoría y los objetos fundamentales son las personas (Sellars, 1962, pág. 28), mientras que la imagen científica es el marco desde el cual el hombre se ve en el mundo en cuanto parte de relaciones causales y cuyas categorías ontológicas fundamentales las establecen las ciencias (varias imágenes científicas según las disciplinas), y de ahí que “la imagen científica sea una ‘construcción teorética’ basada en cierto número de imágenes, cada una de las cuáles apoyada por el ‘mundo manifiesto’” (Sellars, 1962, págs. 28-29). En esta última imagen, la de la ciencia, el llamado “aparato conceptualizador humano” se encargará de la “correlación,” “categorización” y “construcción” (Sellars, 1962, pág. 29). Por ejemplo, si vemos un objeto cualquiera, como un libro, nuestro aparato conceptualizador se ha encargado de subsumir bajo el concepto “libro” a una serie de objetos observables que poseen unas características comunes (pero no idénticas). De esta forma se configura la imagen del mundo manifiesto, que por lo tanto, está compuesta de objetos conceptualizados que han pasado por este aparato conceptualizador. Por su parte, la imagen científica del mundo es construida también por nuestro aparato conceptualizador, pero se apoya en los objetos de la imagen manifiesta, que como hemos dicho son observables, y además postula otros objetos inobservables, que según Sellars, constituyen la imagen verdadera de la realidad. “La imagen manifiesta, en la que reposa la imagen científica, es un retrato inadecuado de la realidad, que solo encuentra un retrato adecuado en la imagen científica, aunque esta última está en proceso de irse construyendo” (Sellars, 1962, pág. 29).

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Uno de los autores realistas que in duda cabe resaltar en la actualidad es Stathis Psillos. Sus principales obras en las que expone su visión realista son Scientific Realism: How Science Tracks Truth (1999) y más recientemente Knowing the Structure of Nature. Essays on Realism and Explanation (2009). El filósofo griego, que además es físico de formación, caracteriza su posición realista a través de las siguientes tesis: Tesis ontológica: existen en el mundo entidades o géneros naturales independientes de la mente. Tesis semántica: las teorías científicas son descripciones susceptibles de ser verdaderas o falsas, tanto sobre la parte observable, como sobre la no observable de sus dominios. Los términos teóricos de las teorías científicas refieren. Las afirmaciones teóricas de las teorías científicas no son totalmente reducibles a afirmaciones acerca de observables. Tesis epistemológica: estamos justificados a creer que las teorías científicas maduras, empíricamente exitosas y bien confirmadas, son aproximadamente verdaderas, y que las entidades postuladas por ellas habitan el mundo (Psillos, 1999, pág. 14). Psillos ha sido un fuerte defensor, además, de uno de los puntos que defiende en su tesis semántica: el hecho de que los términos teóricos de las teorías científicas realmente refieren. Su teoría de la referencia es de tipo causal, porque, según dice “este tipo de teorías de la referencia presenta grandes ventajas para defender el realismo científico” (Psillos, 1999, pág. 247). Su teoría causalista admite que existe continuidad referencial entre una teoría pasada y su sucesora, en la medida en que ambas se refieren a un mismo agente causal, sólo que, si la teoría pasada fue rechazada, esto se debe a que ofrecía descripciones incorrectas acerca de las propiedades de dicho agente causal. Según esta concepción, las nuevas teorías ofrecen una mejor descripción de la realidad. En este sentido, puede afirmarse que la ciencia avanza a través de descripciones más correctas de los mismos agentes causales y que, de este modo, se incrementa nuestro conocimiento del mismo mundo. Psillos afirma que “en la medida en que las teorías sucesoras son más verosímiles que sus predecesoras en sus descripciones de la naturaleza de esos agentes causales, se puede argumentar que la ciencia ha logrado una mejor aproximación a la estructura causal objetiva del mundo” (Psillos 1999, p.284). Por lo tanto, la teoría causalista respalda la idea de que, a pesar de que varíe nuestro conocimiento, la referencia de los términos fundamentales de las teorías científicas permanece a través de esos cambios, y de este modo, Psillos hace una crítica también a la tesis de la inconmensurabilidad de las teorías. En la actualidad, uno de los representantes de las versiones más fuerte del realismo científico es el argentino Mario Bunge. Como ya he explicado en la primera parte del trabajo─ en la que desgloso las distintas tesis que definen al realismo científico─ existen muy pocos autores que sean realistas en sentido fuerte y que acepten

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todas las tesis. Pues bien, Mario Bunge es uno de ellos, y es por ello que me gustaría incluir su visión sobre esta tradición en el presente trabajo. Bunge define el realismo de la siguiente forma: "la tesis de que el universo existe por sí mismo, puede ser explorado y la mejor forma de hacerlo es científicamente" (Bunge, 2007). Además, califica su postura como “hilorrealismo” (o hylerrealismo, del griego hyle, material, materia) porque siempre va de la mano de la tesis ontológica materialista. El realismo del filósofo argentino se define en siete tesis que expone a lo largo de su obra A la caza de la realidad. La controversia sobre el realismo (2007)4. La primera de estas tesis es la ontológica, es decir, Bunge defiende la existencia de un mundo exterior a los sujetos, y que además existe por sí mismo. Además, dice que esta tesis ontológica va de la mano de un materialismo, es decir, que existe un mundo exterior a la mente de los sujetos, y además este mundo es material. Para él, lo que caracteriza principalmente a los objetos materiales es su mutabilidad, característica que no poseerían los objetos conceptuales (Bunge, 2007, pág. 358). Así lo expresa: “Los conjuntos no se mueven, las funciones no metabolizan, los espacios no procrean, las estructuras algebraicas no pasan hambre, las derivadas no explotan. Por consiguiente las leyes conceptuales (o formales) son muy distintas de las leyes físicas, químicas, biológicas o sociales: no describen algo que está ahí, independientemente de que se le conozca, sino que caracterizan (definen implícitamente)” (Bunge, 1997). La segunda tesis es la epistemológica, que como ya he explicado en el apartado anterior, presupone la tesis ontológica. Esta tesis afirma que el universo o la realidad son cognoscibles, y que el conocimiento que podemos tener de esta es indirecto, completo y falible. En este último punto, Bunge expresa su desacuerdo con el realismo ingenuo, según el cual, el acto de conocer no es imperfecto. El siguiente realismo que defiende Bunge es el semántico. Es bastante similar al que expone Diéguez (Diéguez, 2010, pág. 252), pero difiere en algunos aspectos. Para Bunge, el realismo semántico se compone de tres ideas: que algunos enunciados científicos “significan” hechos, que algunas de estas proposiciones son aproximadamente verdaderas y que cualquier aproximación a la verdad es perfectible. En siguiente lugar, Bunge sostiene un realismo metodológico. Esta tesis se sustenta en dos ideas principales, la primera es la idea de que el método científico es la forma más acertada de “explorar el mundo”. Así lo explica: “El método científico no es ni más ni menos que la manera de hacer buena ciencia, natural o social, pura o aplicada, formal o fáctica” (Bunge, 1997, pág. 49). El otro aspecto de esta tesis es la llamada “explicación mecanísmica”. Esto es un tipo de explicación científica que consiste en explicar las regularidades o leyes en ciencia a través de los “mecanismos” de

4 La exposición de estas siete tesis no se hacen en páginas concretas, sino que el autor lo hace a lo largo de los capítulos 1 y 10 de la citada obra.

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los que éstas surgen. Esta última noción, como vemos, está estrechamente relacionada a su vez con su materialismo. Bunge también es un realista fuera del campo de filosofía de la ciencia, así lo demuestra con la defensa del realismo axiológico (existencia de valores objetivos que están arraigados en necesidades biológicas y sociales), realismo moral (los hechos morales existen de forma independiente y además son susceptibles de verdad o falsedad) y su realismo práctico (existen medios objetivamente más eficientes que otros para alcanzar determinados fines) (Bunge, 2011, págs. 350-412)5 . No me gustaría dejar fuera de este trabajo una de las más recientes propuestas sobre esta tradición: el realismo estructural. Este tipo de realismo surge principalmente como una respuesta a la objeción de la metainducción pesimista (explicada en el apartado anterior). Recordemos que esta objeción surge, a su vez, como una respuesta al argumento realista del “no-milagro”. Pues bien, lo que sostiene el realismo estructural es que “el conocimiento aportado por las teorías científicas como un conocimiento acerca de la estructura del mundo, y no sobre su naturaleza” (Borge, 2013, pág. 151). James Ladyman (1998) y Steve French (2003a y 2003b) distinguen dos corrientes dentro del realismo estructural, por un lado, el “realismo estructural epistémico” y por otro el “realismo estructural óntico”. El primero en surgir fue el realismo estructural epistémico, y lo que le diferencia principalmente de otros tipos de realismo científico tradicional es que éste debilita el acceso epistémico de las teorías científicas al mundo, pues este queda limitado a los aspectos estructurales (Borge, 2015a, pág. 88). Por su parte, el realismo estructural óntico defiende que “el conocimiento estructural del que las teorías nos proveen agota todo cuanto puede conocerse del mundo, pues esas estructuras que conocemos son en efecto el elemento último de la realidad” (Borge, 2015a, pág. 107). El realismo científico, a excepción del realismo estructural, encuentra en Bas van Fraassen uno de sus principales adversarios, con su tesis del empirismo constructivo. Esta tesis se encuentra dentro de las teorías instrumentalistas, las cuales consideran que las teorías científicas son meros instrumentos predictivos de cálculo, útiles o inútiles, pero no verdaderas o falsas. Van Fraasen (1987) refina esta idea y afirma que las teorías científicas no necesitan ser verdaderas para ser buenas teorías. Define su postura de la siguiente forma: “La ciencia pretende darnos teorías que son empíricamente adecuadas, y la aceptación de una teoría implica únicamente la creencia de que es empíricamente adecuada. Este es el enunciado de la postura antirrealista que defiendo. La llamaré empirismo constructivo” (Van Fraassen, 1987, págs. 11-12). Una teoría es empíricamente adecuada si “salva los fenómenos”. Es decir, dicha teoría tiene, al menos, un modelo dentro del cual caen todos los fenómenos actuales. El 5 Estos últimos tipos de realismo no los explico de forma tan exhaustiva debido a que no están

tan relacionados con el tema del trabajo, que es el realismo científico. Para saber más sobre estas tesis se puede consultar Bunge, M. (2011) 100 Ideas. Buenos Aires: Penguin Random House. 13

realismo científico, concretamente el semántico, acepta que una teoría se considera verdadera o falsa en función de su evidencia empírica. Van Fraassen rechaza totalmente esta tesis, y argumenta que la atribución de verdad a una teoría es un fenómeno de la actividad científica que implica más que una creencia. Cuando un científico acepta una teoría, él mismo se implica en ese programa de investigación. Van Fraassen cree que a la hora de aceptar una teoría tiene mucho más peso los intereses personales, como el querer resolver unas cuestiones antes que otras, a que simplemente ésta tenga adecuación empírica (Van Fraassen, 1987, pág. 68). 3. Conclusiones Después de haber hecho una breve exposición de algunas de las posturas más relevantes en el debate entre realistas y antirrealistas, creo que, en primer lugar, queda demostrada la afirmación que hago al comienzo de este trabajo que dice que “hay tantas posturas realistas como autores realistas”, incluso podríamos decir que hay más posturas que autores, siendo un ejemplo paradigmático de ello Mario Bunge, que llega a sostener hasta siete tesis realistas. Otra idea que refleja este trabajo es que este debate parece que nunca va a tener un claro vencedor. Cada postura realista que se formula, ha de enfrentarse, en primer lugar, a las objeciones clásicas, propósito nada fácil, y a su misma vez, a menudo, ha de hacer frente a objeciones nuevas, que suelen recibir respuesta del otro bando, y así sucesivamente. Lo cierto es que, bajo mi punto de vista, este debate sigue manteniendo viva a la filosofía de la ciencia y la obliga a estar constantemente actualizada con los nuevos descubrimientos de todas las ciencias particulares. Así que en este punto, no podría estar más de acuerdo con Ian Hacking cuando afirma que “Los dos temas de actualidad de la filosofía de la ciencia son uno epistemológico, la racionalidad, y otro metafísico, la verdad y la realidad” (Hacking, 1996, pág. 137). Por otra parte, el realismo científico siempre ha sido considerado una tradición que requiere un fuerte compromiso ontológico, especialmente cuando entra en juego la existencia de entidades inobservables, pero durante los últimos años, esto está dejando de ser así. El realismo científico es cada vez algo “más local”. Es decir, para que alguien se considere realista científico, no es necesario que acepte todas las tesis del realismo, pues como ya he explicado hay muy pocos autores que hacen esto. El realista, hoy en día, puede tener un compromiso más débil con la realidad, como por ejemplo, lo tiene el realista estructural al afirmar que las teorías científicas nos hablan de la estructura del mundo, y no de la naturaleza de este. Del mismo modo, alguien puede ser realista científico respecto de la existencia de la curvatura de la luz, pero no serlo de los átomos. Personalmente, me encuentro convencida por el realismo científico. Es evidente que hay buenos argumentos tanto para estar a favor como en contra, pero me proclamo a favor de, al menos, la tesis ontológica y epistemológica. Por último, y como ya adelantaba con la afirmación de Hacking, el realismo científico es un tema de carácter metafísico en la actualidad, lo cual está haciendo que

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en congresos y en el mundo académico en general se estén discutiendo temas tan metafísicos como la “verdad”, la “realidad” o la “adecuación”. Bibliografía Borge, B. (2013), ‘¿Qué es el realismo estructural óntico?’, Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia, 27: 149-175. Borge, B. (2015a), Conociendo la Estructura del Mundo. El Realismo Estructural en el Marco del Debate Realismo vs. Antirrealismo Científico. Buenos Aires: TeseoPress. Borge, B. (2015b), ‘Realismo científico hoy: a cuarenta años de la formulación del Argumento del No Milagro’, Acta Scientiarium, 37: 221-233. Boyd, R. (1984), The current status of scientific realism. Berkeley: University of California Press. Bunge, M. (1997), La ciencia, su método y su filosofía. Buenos Aires: Sudamericana. Bunge, M. (2007), A la caza de la realidad. La controversia sobre el realismo. Barcelona: Gedisa. Bunge, M. (2011), 100 ideas, Buenos Aires: Penguin Random House. Carman, C. (2008), Rounding Numbers: Ptolemy’s Calculation of the Earth-Sun Distance ,Springer: Berlin. Chakravartty, A., (2010), A metaphyisics for scientific realism, Cambridge, University Press. Chakravartty, A., "Scientific Realism", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 2015 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL = Devitt, M. (1984), Realism and truth. Oxford: Blackwell. Devitt, M. (1991), Realism and truth. Princeton: Princeton University Press. Devitt, M. (2011), ‘Are Unconceived Alternatives a Problem for Scientific Realism?’, J Gen Springer Science, 48: 285-293. Diéguez, A. (1998), Realismo Científico. Una introducción al debate actual en Filosofía de la Ciencia. Málaga: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga. Diéguez, A. (2010), Filosofía de la ciencia, Madrid, Biblioteca Nueva. Duhem, P. (1989), La théorie physique. Son objet, sa structure. París: J. Vrin 15

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