Desproposito de presupuestos

Despropósito de presupuestos

Desde la antigua Grecia se lograba la cohesión social valiéndose de la
dramaturgia. Las tragedias resultaban una alegoría de los valores que
imperaban en la cotidianidad de las polis. Así, los artistas poseían un
poder que los gobernantes no tenían reparos en apropiarse y en incentivar.
Otro tanto sucedía con los filósofos y los deportistas: sus respectivas
disciplinas eran una herramienta con la que el Estado se legitimaba, y a
las que convenía darles difusión.

El despropósito del gobierno en turno puede apreciarse, entre otros
aspectos, en la deficiente comunicación de sus acciones. De 2014 al año que
corre, el presupuesto destinado al Conacyt aumento cinco mil millones de
pesos, lo que arroja un resultado de 37 mil millones, repartidos entre el
estímulo a Ciencia Básica, las cátedras Conacyt, el Sistema Nacional de
Investigadores y otro par de programas. En contraste, el presupuesto
destinado a la comunicación y publicidad del Conacyt, ha disminuido en un
98 por ciento en los últimos diez años.


Ante esto puede señalarse que tanto los responsables de la Comisión como el
gabinete encargado de destinar los presupuestos no han considerado de gran
importancia la promoción de la investigación científica, y una idea por
demás peregrina será la de pensar que los resultados que arrojan dichas
investigaciones lleguen a la sociedad civil, convertidas en soluciones
concretas.
Lo que pasaría si el Estado configurara un programa de difusión cultural,
que en sus lineamientos incluyera la producción del Sistema de Creadores y
de Investigadores, los servicios de la Compañía Nacional de Teatro y de
cualquier organismo o institución que obtenga sus recursos del presupuesto
público, no se puede vaticinar fácilmente. Pero, al menos la vinculación
entre el organismo gubernamental y los ciudadanos sería efectiva, y
cualquier irregularidad o despropósito serían motivo del escrutinio social.

Falta poco para que la revista Ciencia y Desarrollo -editada en alguna
buhardilla del Conacyt- se imprima en forma de panfleto y se distribuya
clandestinamente. Si el desarrollo y la innovación no es un estandarte del
cual se valga el Estado, pareciera entonces que el dinero se destina para
que los científicos se enclaustren en sus laboratorios, y, si corren con
suerte, vayan al extranjero a donar las cualidades de su intelecto.