¿Dictadura perfecta o democracia imperfecta?

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Licenciatura en Ciencia Política y Admón. Pública Sistema Político Mexicano

¿DICTADURA PERFECTA O DEMOCRACIA IMPERFECTA? Ana Paula Velázquez Izquierdo

I.

Introducción

Desde finales de la Revolución de 1910 con la llegada de Calles al poder y el encause de los ideales políticos en el Partido Nacional Revolucionario, el Estado mexicano se convirtió en uno benefactor, paternalista y protector, que durante todo el Siglo Veinte se consolidó como único y exclusivo, reprimiendo a la oposición y agudizando sexenio tras sexenio el dominio autoritario. A pesar de considerarse a sí mismo como una democracia, la arbitrariedad de sus actos y la crueldad incluida en la conducción del país trajo como consecuencia miradas de desasosiego del ámbito regional e internacional. Mario Vargas Llosa, en su intervención durante la edición televisiva que propiciaba el debate entre intelectuales patrocinado por Televisa en el año de 1990, afirmó que desde su punto de vista “México es la dictadura perfecta.” El escritor basó su argumento en las características que comparte el sistema político de nuestro país con el de una dictadura: “la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido. Y de un partido que es inamovible.” Tomando en cuenta la definición de dictadura de Josep María Vallés expuesta en su libro Ciencia Política una introducción se expondrá a lo largo de este ensayo una serie de evidencias que sustentan las declaraciones de Vargas Llosa acerca de México en manos del Partido Revolucionario Institucional. El ensayo está dividido en cuatro partes; la primera justifica el tema a tratar, explica el hilo conductor de la investigación y presenta los objetivos de la indagación. La segunda parte expone una serie de antecedentes históricos a modo de evidencia que justifican las características de una dictadura como la descrita por Vallés. Lo siguiente es un análisis que explica las diferencias entre los tipos de dictadura y justifica al Estado mexicano como uno de dimensiones autoritarias. Para finalizar se encuentran las conclusiones en donde a manera de reflexión se retoman los datos históricos y la exposición de posturas y teorías planteadas en el análisis.

II.

Justificación

Este ensayo está basado en un trabajo de mi autoría titulado La dictadura perfecta según Vargas Llosa comparada a la definición de dictadura de Vallés (2014), el cual fue escrito con la finalidad de distinguir las principales características del México autoritario siguiendo un formato de preguntas y respuestas. La intención de este ensayo es rescatar los puntos que en éste se exponen, ampliar el margen de demonstración y llegar a una conclusión que ejemplifique la dictadura perfecta del partido hegemónico a lo largo del siglo pasado.

III.

Evidencias que respaldan la dictadura perfecta

El comienzo del siglo pasado estuvo marcado por cambios, y si bien mucho se debió a las guerras y a las revoluciones bélicas, otro tanto se le confiere a las revoluciones tecnológicas, que permitieron a los seres humanos comunicarse de manera veloz, mudarse a las ciudades, aumentar la tasa de alfabetización y mejorar en general sus condiciones de vida. El desarrollo de una estructura global que tenía como objetivo guiar a la nación hacia la modernidad, orilló poco a poco al Estado mexicano a aceptar a la democracia como forma de gobierno, pero el problema residía en la nula estabilidad con la que se contaba a escaso tiempo de haberse librado de la lucha armada. El General Plutarco Elías Calles fundó en 1928 el Partido Nacional Revolucionario con el objetivo de fomentar y desarrollar una identidad nacional que uniera a los ciudadanos de todos los rincones del país bajo una misma causa, fomentando los sentimientos de una lucha compartida. Sin imaginar el alcance de su política de masas, Calles institucionalizó la Revolución y empezó a confeccionar el enorme disfraz de democracia que escondió el trato autoritario del gobierno mexicano durante setenta y dos años. Josep Vallés enumera en su capítulo séptimo; enfocado en el Estado, la Monocracia y la Democracia, las características que debe de tener una dictadura para ser considerada como tal. En primer lugar menciona la concentración de la capacidad política decisiva en pocas manos: una sola persona, un pequeño grupo, una sola organización, un solo partido. En segundo lugar alude al difícil, arbitrario y selectivo acceso a los medios de comunicación que permiten influir en las diversas etapas del proceso político, haciendo especial hincapié en la libertad de expresión, acceso a la información, voto y colaboración en las instituciones. Por último atribuye a las dictaduras la toma de decisiones políticas que se adoptan sistemáticamente a favor del mismo grupo y se apartan de las preferencias generales de los ciudadanos que deben cumplirlas. (Vallés; 2000, 102) Empecemos por evidenciar al gobierno mexicano que logró disfrazarse de un sistema aparentemente democrático, mientras que la realidad pretendía ser su opuesto. A pesar de la polarización entre teoría y práctica ambos sistemas coexistieron negándose y complementándose, sumergidos en una simbiosis extraña pero funcional. La concentración de la capacidad política es una de las atribuciones descritas en la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 (Durand; 2004, 39), la cual será nuestro punto de partida para explicar la legalidad sobre la que se apoyó el régimen que iba a su vez de la mano con la aceptación y legitimidad por parte de los ciudadanos.

La Constitución define un sistema político centrado en un presidencialismo fuerte, ya que le da facultades para privar sobre los otros dos poderes, sobre los estados de la federación y sobre las clases sociales. Le otorga la responsabilidad de ser árbitro entre los factores de la producción; de intervenir en los conflictos; de definir los derechos de los trabajadores y sus organizaciones […] frente a los otros poderes, el ejecutivo tiene claras ventajas, el presidente goza de amplia inmunidad, se le definen amplias facultades sobre el poder legislativo, para mediar en los conflictos entre las dos cámaras, senadores y diputados, para convocar a las sesiones extraordinarias y para presentar iniciativas de ley. (Durand, 1979)

El presidencialismo mexicano no se desarrolló únicamente bajo el manto de las facultades constitucionales, sino que incluyó aptitudes metaconstituncionales que terminaron por posicionarlo como pieza principal de la vida política del país. Entre estas capacidades se encuentran las ya famosas figuras del “tapado” y el “dedazo” que se refieren a la elección del próximo mandatario del ejecutivo federal por el entonces actual presidente de la república. (Cosío Villegas; 1974) Desde Cárdenas hasta Colosio, la alternancia mantuvo tintes de camaradería, amiguismos e influencia que mantuvieron el control político sobre muchos pero el poder en capacidad de muy pocos. Con el paso del tiempo, el PRI fue atribuyéndose seudónimos característicos de su gobernanza y pasó a las páginas de la historia con el sobrenombre de partido hegemónico. Éste apodo se debió al reputado “carro lleno” que ostentaba tanto en el Congreso de la Unión como en todos los órdenes de gobierno —federal, estatal y municipal—. No fue sino hasta 1989 que perdió la gubernatura del estado de Baja California frente al Partido Acción Nacional, que la estructura de control total comenzaba a debilitarse, para 1997 perdió la capital a manos del Partido de la Revolución Democrática y la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y para el 2000 la perdió en la de Senadores. (Crespo; 2000, 44) Con suficiente evidencia con respecto a la concentración del poder, demostremos la segunda característica que alude al difícil acceso a las comunicaciones y la represión de todos los tipos de libertad de expresión. El sexenio de Gustavo Díaz Ordaz fue el hilo suelto en el remiendo del cual se apoderaron los jóvenes estudiantes y las clases medias para comenzar a descocer el disfraz que escondía al verdadero régimen autoritario, represivo y cruel. A continuación se explicaran las causas que años después dejaron hecha jirones la pantalla democrática y por ende el Estado al desnudo. En la matanza del 2 de octubre de 1968 “los estudiantes mexicanos desnudaron con tanta eficacia y casi naturalidad el autoritarismo, hasta entonces revestido de crecimiento

económico y conformismo. […] que se justificaba como etapa transitoria de una evolución ascendente hacia la modernidad, que hubiera podido verse obstaculizada por una participación política libre y plural.” (Loaeza; 1993, 45- 46) Este trágico acontecimiento en el que el ejército y el batallón Olimpia atacaron a más de 4,000 estudiantes se debió a la continua exigencia que respalda la constitución —marchas1 y huelgas— sobre el cumplimiento de un pliego petitorio expedido con la intención de emancipar a la sociedad de las ataduras políticas. A pesar de que un sistema democrático se caracteriza por el acceso libre e igual a los medios de intervención política por parte de todos los miembros interesados de la comunidad, sin obstáculos ni privilegios para ninguno de ellos (Vallés; 2000, 103) Díaz Ordaz denominó esta intervención como una “absurda lucha de oscuros orígenes e inclasificables propósitos.” Los movimientos no cesaron y la vía armada significo para muchos la única opción que el poder les dejaba. En la década de los setenta surgió la explosión de los grupos guerrilleros. “La mayoría de estos movimiento fueron violentamente reprimidos: campesinos, médicos, ferrocarrileros, maestros y estudiantes encarcelados y muertos fue la respuesta que el Estado mexicano dio a las demandas de estos sectores.” (Mendoza; 2011, 149) La excusa del presidente Luis Echeverría fue que los actos de los rebeldes eran “sangrientos, primitivos y de fieras” y en consecuencia así los trataron. Las desapariciones forzadas de Rosendo Radilla, Secretario General de la Comisión Nacional Campesina y miembro del Convocatoria del Comité Cívico Guerrerense; Genaro Vázquez cabecilla de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, y Lucio Cabañas presidente y fundador del Partido de los Pobres son ejemplo y evidencia de las múltiples prácticas que implementó el gobierno entre las que también imperaban el encarcelamiento ilegal, la tortura y la detención de familiares de guerrilleros.

Lo que señala el carácter de guerra sucia es, precisamente, el rechazo de la ley desde el Estado, y es que al gobierno le corresponde responder a la insurgencia armada, pero dentro de la legalidad, sin torturar, ‘desaparecer’, asesinar. Se linchó con furia detallada a los guerrilleros […] se arrojaron cadáveres al mar […] si en la guerrilla se cometían actos de salvajismo, al Estado no tocaba la revancha sin escrúpulos. (Monsiváis; 2004, 3)

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La marcha del silencio se llevó a cabo el 13 de septiembre de 1968 ante la implacable ofensiva del régimen

autoritario y sus aliados (iglesia, medios y grandes empresarios). Asistieron 250,000 personas que marcharon sin pronunciar palabra o con un tapabocas, del Museo de Antropología al Zócalo. (Semo; 1993)

Como tercera característica representativa de una dictadura se encuentra la reiterada toma de decisiones políticas que favorecen constantemente al mismo grupo y se apartan de las necesidades generales de los ciudadanos. Con el paso del tiempo las atrocidades cometidas por el ejecutivo federal fueron quedando a la luz y si bien la prensa no publicaba artículos con énfasis en el fuerte corporativismo del sistema político, era el ambiente latente y el entorno de ebullición con respecto a las demandas sociales las que propiciaban la germinación de la semilla del 68´plantada en la identidad nacional la que poco a poco fue deslegitimando al partido hegemónico. Las continuas reformas político electorales comenzando por la de 1977 fueron la válvula de escape del gobierno ante las presiones constantes de la oposición. Se utilizó la “transformación” por la vía constitucional para dar veracidad al régimen, aunque en la realidad el control y el poder se mantenía en las mismas manos. Jaqueline Peschard (2010) clasifica a la reforma de 1986 como un “intento de dar marcha atrás” demostrando que si el régimen no se veía retribuido sobre los mecanismos que el mismo poseía la manipulación de los mismos era la manera de rebobinar hacia tiempos de conveniencia. José López Portillo, presidente de México de 1977 a 1982 vio a su administración hundida en una crisis que se debió al quiebre de las finanzas públicas, esto provocó dos devaluaciones que contenían una inflación mayor del cien por ciento. La impotencia de saldar la deuda externa y el colapso del comercio exterior fueron los factores que condujeron a la nacionalización de la banca. (Sánchez; 1982) Si bien era necesario tomar algún tipo de medida para sacar a flote la economía del país “el presidente actuó para salvar su imagen personal y la de su gobierno y dio una respuesta esencialmente psicológica; su anuncio fue producto de una combinación efímera de fuerzas políticas en el gabinete, que reflejaban el pragmatismo del sistema.” (Basáñez; 1984, 49) La expropiación de 2.9 billones de pesos era conveniente para el círculo administrativo que se encontraba sumergido en la deuda, pero esta vez la inconformidad invadió tanto a las clases medias como a los empresarios que ante semejante escenario transformaron su disensión en apoyo a la oposición. A pesar de la continua toma de decisiones ventajosas hacia los grupos priistas, las elecciones de 1988 conturbaron la opinión pública al declarar ganador de la jefatura máxima del ejecutivo federal al candidato Carlos Salinas de Gortari aún bajo el reproche de un fraude electoral. Las formas tradicionales de movilización del PRI no dieron resultado […] y éste recurrió al fraude electoral para mantener el poder. La noche de las elecciones, las computadoras dejaron

de informar sobre los resultados. Cuando dieron a conocer los resultados oficiales, se constató que, por primera vez en su historia, el PRI no era la primera fuerza política en todos los estados de la Republica. (Ortega; 2010, 229)

Para Vargas Llosa “la dictadura perfecta no es el comunismo, no es la Unión Soviética, no es Fidel Castro, es México. Es la dictadura camuflada, de tal modo que parece no ser una dictadura, pero tiene, de hecho, si uno escarba, todas las características de una dictadura.” La ‘perfección’ no se encontraba en la total ausencia de defectos o errores, si no en el manejo del discurso político, el respaldo constitucional y el comportamiento hasta cierto punto sumiso de la sociedad civil. La revelación contundente de operaciones concentradas, arbitrarias y sistemáticas muestra el hermetismo del sistema y la evidente dictadura interna de un México aparentemente democrático.

IV.

El enfoque autoritario del Partido Revolucionario Institucional

Si bien durante todo el Siglo XX México no contó con una dictadura formal, la desarrolló bajo dimensiones autoritarias de manera informal que lo llevaron a diferenciarse del resto de América Latina y los Estados totalitarios. Pero, ¿cuáles fueron esas fronteras entre el autoritarismo y el totalitarismo que el PRI nunca rebasó?

Los sistemas totalitarios son aquellos que han llevado a su máxima intensidad características como: la concentración de poder en una sola persona o en un grupo muy reducido, compacto y monolítico que se atribuyen la interpretación exclusiva de la voluntad de raza, la nación o la clase; la justificación de su actuación política mediante el recurso de una doctrina global y el empleo sistemático del terror para eliminar cualquier forma de disidencia u oposición. Por su parte, los sistemas autoritarios exhiben rasgos similares a los anteriores, pero con menor grado de intensidad. Los rasgos que la diferencian de los sistemas totalitarios son los siguientes: la concentración de poder en una coalición reducida de actores que mantienen entre si una cierta competencia de dicho poder; la legitimación del sistema dictatorial mediante la invocación de grandes principios sin proclamar una ideología estructurada de carácter global y el recurso de la acción represiva con elementos de arbitrariedad y discontinuidad y sin llevarla a prácticas de exterminio sistemático. (Vallés; 2000, 106- 108)

La primera característica diferenciadora es el culto a la personalidad que se adopta de manera cuasi- religiosa. Si bien en México la figura presidencial tenía un poder preponderante y central

sobre temas que incluían tanto a la vida privada como la pública, este se renovaba cada seis años, lo que no permitió una supremacía de veneración o adoración hacia un ‘caudillo de la revolución con tintes modernos’. Una vez que el presidente concluía su administración no volvía a temas de gobierno ni intervenía en sexenios venideros, muchas veces hasta se retiraba en el extranjero. (Ramírez; 2009) La competencia de poder dentro de una coalición reducida de actores era lo que se llevaba a cabo en el país, luchas constantes entre los líderes sindicales, muestras por sobresalir por parte del Secretario de Gobernación y el Secretario de Programación y Presupuesto, así como pobres debates en la cámara de diputados y disensión de ideas dentro de la esfera política. Como segunda característica se encuentra la autentificación del sistema mediante el traslado de grandes principios del pasado a términos actuales. La legitimación del régimen priista en México como bien mencionó Vargas Llosa, radica en "la reivindicación de la tradición prehispánica […] así como el haber utilizado la revolución y la retórica demagógica para eternizarse”. Además de “haber reclutado tan eficientemente al medio intelectual, sobornándole de una manera muy sutil,” sin embargo el priismo nunca proclamó una ideología de carácter global ni pretendió en ningún momento atender absolutamente todos los aspectos de la vida colectiva. (Velázquez; 2014) Como última particularidad de los sistemas autoritarios, se encuentra el recurso de la acción represiva sin llegar a purgas poblacionales. Durante la hegemonía sucedieron muchos actos de contención y opresión violenta, ya hemos hablado de la masacre del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco pero ésta es solo una de las muchas otras represiones encabezadas por el gobierno, entre ellas la Matanza de San Cosme en 1971 durante el mandato de Luis Echeverría. También conocida como ‘El Halconazo’ fue un ataque en el que un grupo de estudiantes se vio masacrado por las fuerzas paramilitares conocidas como Los Halcones. (Rosenberg; 2009). Durante el sexenio de Ernesto Zedillo sucedió el trágico episodio de Aguas Blancas cuando agentes motorizados de la policía guerrerense le dispararon a un grupo de miembros de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, lo que resultó en 17 campesinos muertos y 21 heridos. No obstante durante el año de 1998 en junio sucedió la matanza de El Charco en Guerrero, en la que 11 jóvenes, supuestos guerrilleros fueron ejecutados por soldados. (Gilly; 2009) Apenas unos cuantos días después de esta matanza, debido al conflicto por el levantamiento armado del EZLN, el gobierno decidió llevar a cabo una respuesta de ataque; tales acciones desembocaron en la matanza del municipio de El Bosque, con un saldo de 8 civiles y un policía muertos, además de 53 personas detenidas de manera arbitraria y violenta. Ese mismo año también aconteció la masacre de Acteal

en los Altos de Chiapas, donde fueron asesinadas a sangre fría 45 personas por paramilitares militantes del PRI. (Velázquez; 2014) A pesar de llevar a cabo actos de represión vehemente, dura e injustificable, jamás se llevaron a la práctica exterminios sistemáticos a modo campos de erradicación masiva o de trabajos forzados característicos de regímenes totalitarios. En la frontera del caos entre un totalitarismo y un autoritarismo es claro que partiendo de las variables que conllevan a la toma de decisiones políticas en México durante el régimen priista el país se posiciona dentro de un autoritarismo aunque injustificadamente, ya que su Carta Magna defiende las garantías individuales y posiciona a todos sus ciudadanos de manera equidistante a la ley bajo un domo democrático, plural y de libre participación. En resumen, el PRI nunca pretendió escalar a un margen que lo involucrara mucho más allá del plano nacional, es decir nunca fue su intención, dicho de manera coloquial, dominar al mundo. Nunca discriminó a la oposición por cuestiones de religión, raza o sexo; su rivalidad con ella se basó en el desacuerdo ideológico y su resistencia de acoplamiento al ideario del régimen. Hasta ahora podemos afirmar que México efectivamente durante el Siglo Veinte vivió una dictadura de carácter autoritario que se escondía atrás de la manta de la democracia por lo que toda su política “pretendía” en lugar de verdaderamente enfocarse al “ser”.

V.

México: Democracia imperfecta

Conclusiones A lo largo de este ensayo hemos evidenciado y corroborado que efectivamente el Estado mexicano durante el Siglo XX operaba como una dictadura de carácter autoritario, cumpliendo puntualmente las características de ambos conceptos. Pero, ¿qué tan perfecta fue la dictadura o que tan imperfecta resultó ser la democracia? El Estado decidió ser una dictadura disfrazada de democracia basada en dos pilares de impacto trascendental, el primero era el desarrollo e impulso de la economía nacional así como la manutención de la estabilidad y bienestar social, y el segundo iba dirigido hacia la aceptación y aprobación internacional, especialmente de Estados Unidos, para poder formar parte de los organismos mundiales y los tratados de carácter global. El problema imperó y creció cuando el Partido Revolucionario Institucional, responsable de difundir los valores de la Revolución y llevar las consignas de ésta a la práctica fracasó debido a la megalomanía de la élite política y el miedo de realmente experimentar un sistema democrático que funcionara como tal en toda la extensión del concepto. Desde esta perspectiva puedo asegurar

que todas las “buenas acciones” del gobierno estaban justificadas en poder respaldar su legitimidad en votos. Los programas no pretendiera atacar realmente las raíces de los problemas ni deshacer el entramado vicioso alrededor de éstos, tampoco pretendía atender las graves cuestiones de pobreza o de discriminación hacia los pueblos originarios de manera generacional. Regresamos a la megalomanía, lo único que necesitaba la clase política era un respaldo legítimo y legal por medio de votos que los mantuviera dentro del disfraz. Sustento que desde el punto de vista del Siglo XX el Estado mexicano fue en efecto una dictadura perfecta, pero visto desde una perspectiva histórica que tiene base en el Siglo XXI se puede apreciar a este período de tiempo como una democracia imperfecta en la que no existían reciprocidades entre el gobierno y “el” partido político porque eran en sí uno mismo; he ahí el punto más importante de la imperfección, la mutua absorción y consolidación unilateral. Darle pequeños espacios de cabida a la democracia fue velando poco a poco el rollo fotográfico que tomaba fotos de la aparente democracia pero que tenía como fotógrafo a un dictador —partido hegemónico. — Al final este mal manejo de la pantalla y el que la oposición tirara cada vez más fuerte los hilos sueltos del disfraz desconociéndolo poco a poco fue lo que permitió que se abrieran nuevos caminos a la pluralidad.

A modo de resumen conclusivo, una dictadura no puede ser perfecta si trata de parecer lo contrario, esto lo lleva a ser una democracia imperfecta en donde tratar de implementar características propias de una democracia aunque sean “matizadas”, como menciona Vargas Llosa, termina siendo una agravante, justamente porque no cumple ni con el modelo que se está tratando de encubrir ni con el modelo que debería de cumplir. (Velázquez; 2014)

VI.

Anexos

La dictadura perfecta según Vargas Llosa comparada a la definición de dictadura de Vallés

¿De acuerdo a las características de la monocracia o dictadura vistas en el texto, qué características pueden justificar la afirmación realizada por Mario Vargas Llosa acerca de que “México era la dictadura perfecta”? Vargas Llosa, en su intervención durante la edición televisiva que propiciaba el debate entre intelectuales patrocinado por Televisa en el año de 1990, afirmó que desde su punto de vista: “México es la dictadura perfecta”. El escritor basó su argumento en las características que comparte

el sistema político de nuestro país con el de una dictadura; “la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido. Y de un partido que es inamovible”. Josep Vallés en su libro La Política como Estructura enumera en su capítulo séptimo; enfocado en el Estado, la Monocracia y la Democracia, las características que debe de tener una dictadura para ser considerada como tal. Según Vallés la dictadura como tipo ideal o “perfecta” como diría Vargas Llosa está definida por: 1) La concentración de la capacidad política en pocas manos. En México, el poder recayó en un solo partido: el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de 1929 hasta el año 2000. 2) Acceso difícil, arbitrario y selectivo a los medios y recursos. La matanza de Tlatelolco durante el mandato del presidente priista Gustavo Díaz Ordaz, así como los casos de Rosendo Radilla, Genaro Vázquez y Lucio Cabañas son un claro ejemplo de opresión y represión a la libertad de expresión y derecho a la información que supuestamente propicia la constitución. 3) Decisiones políticas que se adoptan sistemáticamente a favor del mismo grupo y se apartan de las preferencias generales de los ciudadanos que deben cumplirlas. La privatización de la banca en 1982 con López Portillo y la caída del sistema durante las elecciones de 1988 con la imposición de Carlos Salinas de Gortari, candidato del PRI como presidente de la República son solo algunos ejemplos.

Bajo la afirmación anterior, podría decirse que México oscila entre un totalitarismo o autoritarismo. ¿Por qué? Bajo las premisas que marca Vallés con respecto al totalitarismo y al autoritarismo, se puede argumentar que México es un régimen dictatorial autoritario protagonizado por el PRI y la reducida coalición de actores con respecto al poder político. La legitimación del sistema dictatorial en nuestro país como bien mencionó Vargas Llosa, radica en "la reivindicación de la tradición prehispánica […] así como el haber utilizado la revolución y la retórica demagógica para eternizarse”. Además de “haber reclutado tan eficientemente al medio intelectual, sobornándole de una manera muy sutil". Aunque el priismo nunca proclamó una ideología de carácter global ni pretendió en ningún momento atender todos los aspectos de la vida colectiva.

Los recursos a la acción represiva que tomó el PRI durante los 70 años que mantuvo la “dictadura perfecta” fueron muy criticados; El Charco, El Bosque, Aguas Blancas, entre otros. Sin embargo jamás se llevaron a la práctica exterminios sistemáticos de la oposición o disidentes, característica de regímenes totalitarios.

¿Coincide con la afirmación de que México tenía una dictadura no tan perfecta la cual pasó a una democracia imperfecta? Justifique su respuesta. La presentación del PRI de México ante el mundo desde 1929 fue como el de una República Federal Democrática. Con esto es como la afirmación de Vallés se hace completamente verdadera; “las monocracias camuflan con frecuencia sus efectivos mecanismos de decisión, porque son conscientes del rechazo que provocan” La dictadura no es perfecta porque se disfraza de democracia, sin embargo como ya se explicó en la respuesta número dos, el régimen priista contaba con todas las características que diferencian a una monocracia de una democracia, empezando por la particularidad tanto efectiva como simbólica de la autoridad que recae en personajes tales como Fidel Velázquez, fundador del PRI y líder de la Confederación de Trabajadores de México. Por otro lado el control de medios mediante Grupo Televisa que contó con el poder hegemónico de las comunicaciones y hasta la fecha sigue siendo su aliado incondicional. Para terminar con el remiendo del disfraz, la inestabilidad de las normas legales y la arbitrariedad en su interpretación con casos como los de corrupción política, tráfico de influencias y abusos tanto de autoridad como de poder. A modo de conclusión, una dictadura no puede ser perfecta si trata de parecer lo contrario, esto lo lleva a ser una democracia imperfecta en donde tratar de implementar características propias de una democracia aunque sean “matizadas”, como menciona Vargas Llosa, termina siendo una agravante, justamente porque no cumple ni con el modelo que se está tratando de encubrir ni con el modelo que debería de cumplir.

VII.

Bibliografía

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