Djeser 9 - La tumba de Anfípolis

May 27, 2017 | Autor: Mario Agudo | Categoria: Historia de Grecia, Historia De Grecia Antigua, Arte Griego
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DJESER. Revista de Arte, Arqueología y Egiptología   

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LA TUMBA DE ANFÍPOLIS Mario Agudo Villanueva Director de http://www.mediterraneoantiguo.com/

ciones debían seguir hasta encontrarse finalmente la tumba que escondía el tymbos. Su libro póstumo Amphipolis, publicado en 1997, es una completa síntesis de toda su investigación. Tras la muerte de Lazaridis, los trabajos en la zona prosiguieron bajo la dirección de la arqueóloga Chaido CuculiCriasanthaki, que llevó a cabo un trabajo intensivo bajo el túmulo artificial. Aunque no localizó la tumba, pudo recoger interesantes datos geofísicos del lugar.

En el año 2009, un equipo dirigido por la arqueóloga griega Katerina Peristeri comenzó a excavar el túmulo de Kastá, conocido localmente como “La tumba de la reina”, en la antigua ciudad de Anfípolis. Este yacimiento se sitúa en el distrito de Serres, en la Macedonia central, al noreste de la península Calcídica, en una posición estratégica en la ruta que une Grecia con Asia. Pero antes que Peristeri, el túmulo ya había sido investigado por Dimitrios Lazaridis (1917-1985), contemporáneo de Manolis Andrónicos, el insigne arqueólogo que localizó las tumbas de Filipo II y Alejandro IV en la necrópolis real de Vergina, antigua Egas. En 1956 Lazaridis retomó las excavaciones en el yacimiento arqueológico de la antigua Anfípolis y en 1964 inició los trabajos de intervención en el túmulo, donde halló numerosas tumbas (cerca de setenta). Algunas se dataron incluso a comienzos de la Edad del Hierro. En la cumbre localizó la estructura de un monumento que posiblemente estuvo coronado por el célebre León de Anfípolis, vinculado a la tumba del general Laomedonte. También identificó restos del períbolo de mármol que delimita la base del túmulo. En relación a estos hallazgos, Lazaridis mantenía que las investiga-

DESCRIPCIÓN DE LA TUMBA La tumba, que comenzó a salir a la luz en 2012, se compone de un impresionante muro perimetral (Fig. 1), que rodea todo el túmulo, formado por sillares de mármol perfectamente escuadrados, de tres metros de altura y unos 500 metros de perímetro, coronado por una especie de tejaroz. Una escalinata conduce a la antecámara, en la que nos encontramos con dos grandes esfinges, de aproximadamente dos metros de alto, que custodian el acceso al interior. Estas esfinges aparecieron decapitadas, aunque en el transcurso de las excavaciones se halló una de las cabezas en la tercera cámara.

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Fig. 1 Muro perimetral

Fig. 2

tide situada a la izquierda presenta un buen estado de conservación (Fig. 4), mientras que la que está situada a la derecha ha perdido todo el rostro. Según los investigadores, sus brazos izquierdo y derecho, respectivamente, estaban desplegados como si quisieran impedir el acceso a toda persona que intentara

El interior de la tumba está compuesto por tres cámaras (Fig. 2). En la primera se encontró un fresco que imitaba un peristilo jónico, con restos de policromía todavía visibles, así como elementos arquitectónicos de gran interés (Fig. 3). Dos impresionantes cariátides custodian el acceso a la segunda cámara. La cariá-

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traspasar la entrada. Ambas cariátides fueron talladas con mármol de la isla de Tasos y aún conservan restos de pigmentos rojos y azules.

Fig. 3 Fresco decorativo

El suelo de la segunda cámara está decorado con un magnífico mosaico elaborado en teselas de tonos azulados (Fig. 5), blancos y ocres que representa el rapto de Perséfone. La hija de Deméter aparece agarrada por Hades, que conduce un carro tirado por dos caballos que son guiados por un Hermes psicopompo, identificado claramente por su característico caduceo y sus pies alados.

Fig. 6 Cista

Un estudio geofísico llevado a cabo un equipo de la Universidad Aristóteles de Tesalónica, dirigido por Gregory Tsokas, ha puesto de manifiesto que esta tumba puede no ser la única del conjunto, ya que parece haber otras galerías y cámaras sepultadas bajo la tierra del túmulo. Incluso se especuló con la existencia de una cuarta cámara, que por el momento no se ha descubierto. El pasado 29 de noviembre, Katerina Peristeri publicó las conclusiones provisionales de las excavaciones, que han puesto de manifiesto que la tumba fue saqueada en época romana y durante la ocupación británica en la Primera Guerra Mundial. Parece que cerca de 1000 piezas procedentes de Anfípolis, incluidas las del León, trataron de sacarse de Grecia, pero un ataque de austríacos y búlgaros sobre el convoy que las conducía provocó el hundimiento de mu-

Fig. 4 Cariátide

En la tercera cámara se halló el enterramiento: un esqueleto inhumado en una cista (Fig. 6) y algunos restos decorativos. Antes de hallar la tumba, se encontraron en esta cámara fragmentos de una puerta de mármol, la cabeza de una de las esfinges y parte de sus alas.

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chas de ellas en el lecho del río Estrimón. Otros restos vinculados a la tumba son unos bloques de piedra aparecidos en una presa cercana y unas

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monedas de época de Alejandro, que no son significativas para datar la tumba porque siguieron circulando muchos años después de su muerte.

Fig. 5 Mosaico

llada por una puerta de mármol hasta la que conduce un dromos o una escalinata, como en los casos de Vergina (antigua Egas) o Leucadia. Una verdadera cámara subterránea construida para la eternidad en la que los muertos se introducen en el Hades encomendándose a Perséfone, la señora del Más Allá, como atestigua el cofre de mármol que contenía los restos de Eurídice, la madre de Filipo II, emplazado en su extraordinario trono decorado con la escena del rapto, como trofeo en brazos de la diosa. Esta escena mitológica aparece también en un fresco en una de las tumbas de Vergina y, como hemos visto, en el mosaico de la segunda cámara de la

INTERPRETACIÓN A pesar de que algunas voces muy autorizadas, como la de Olga Palagia, afirmaran que la tumba podría ser de época romana, el equipo de investigación la ha situado en el siglo IV a.C., poco después de la muerte de Alejandro. Efectivamente, los rasgos son los típicos de las tumbas macedonias, como vamos a desgranar aquí. La morfología de las tumbas macedonias se basa en una serie de estructuras subterráneas que constituyen en sí mismas un palacio o templo que debía servir al fallecido en la otra vida. Un edificio abovedado, con una fachada monumental muy bien delimitada, se-

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tumba del túmulo de Kastá en Anfípolis.

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Macedonia y, por extensión, en el resto de Grecia, como Eleusis o Lemnos. Los fragmentos de cerámica de uso ritual, algunos de piezas específicas para hacer libaciones sobre el suelo, las figurillas identificadas con Eros y otras que representan mujeres de variadas características que no han podido identificarse, parecen coincidir con los restos encontrados en el santuario de Deméter en Dion, donde se hallaron y documentaron imágenes de Rea, de Kore y de Artemis. Además, en el Metroón de Egas, se encontraron también figuras de Deméter y Kore, así como otras más tardías de Baco y Serapis, junto con otras identificadas con Dionisos y Afrodita. Un escenario parecido nos encontramos en el Tesmophorion (y/o ninfeo) de Anfípolis, en el Tesmophorion de Pella y el Metroón (y/o ninfeo) del casco viejo de Tesalónica, donde el panorama de restos materiales es muy semejante a los anteriores. En esta línea, cabría destacar uno de los templos más importantes que se han localizado en las campañas arqueológicas llevadas a cabo en los últimos años: el complejo de Kallipetra, en la región de Lefkopetra, cerca de las montañas Vermio. La distribución de espacios, las características arquitectónicas y objetos de culto encontrados lo vinculan con el culto a Rea en asociación con el de Afrodita, pues aparecieron también figurillas de Eros, y con conexiones con el de Dionisos. El templo de Kallipetra estuvo en funcionamiento desde el siglo IV al II a.C.

Las esfinges, que tienen un aspecto parecido a las del serapeo de Menfis, en Egipto, son un motivo muy habitual en el arte griego desde tiempos arcaicos, pero también aparecen en Macedonia. Por ejemplo, las tenemos en el mencionado trono de la reina Eurídice, abuela de Alejandro Magno, obra en la que también aparece otro de los elementos decorativos que hemos encontrado en Anfípolis: las cariátides. Algunos autores han identificado estas cariátides con ménades, bacantes o thyiades, devotas humanas del dios Dionisos, cuyo culto en Macedonia estaba muy extendido. Cabe recordar que Plutarco nos dice que Olimpíade, la madre de Alejandro, se entregaba con celo a la “posesión divina” de este dios, según él, muy idolatrado en el Epiro, lugar de procedencia de la esposa de Filipo. “Las mujeres de esta tierra son iniciadas en los misterios órficos y en las orgías del culto de Dionisos desde épocas muy remotas, de donde reciben el nombre de Clodones y Mimálones”. La representación de estas mujeres no es exclusiva de Kastá, ya hemos mencionado que aparecen también en el trono de Eurídice. En conexión con el culto a Dionisos, se deduce la probable existencia de un culto de carácter ctónico a Démeter y Kore en toda Macedonia, tal y como corroboraría el motivo del mosaico del que ya hemos hablado. Se han encontrado algunos elementos en Mesimeri que han permitido identificar semejanzas con otros centros de este culto en

Respecto al enterramiento, es quizás lo más desconcertante. En primer lugar, porque la suntuosidad de la tumba contrasta con la austeridad de la cista fune-

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raria. En segundo lugar, porque no era costumbre de la nobleza macedonia inhumarse, sino incinerarse e introducir los restos en una urna. Inicialmente, la cremación estaba reservada única y exclusivamente a los reyes, que mandaban construir grandes piras funerarias siguiendo un ideal heroico al estilo homérico. Sin embargo, esta práctica se fue extendiendo poco a poco entre la nobleza, hasta que estaba ya muy generalizada en época de Filipo II. El hecho de que el cadáver de Anfípolis no haya aparecido incinerado, sino enterrado en una cista, podría indicarnos que el cadáver no corresponda a una persona de origen macedonio, aunque esto es algo que deberá confirmarse.

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tratarse de la tumba del gran monarca macedonio. Esta tesis es prácticamente descartable, puesto que muchas son las evidencias que sitúan a Alejandro Magno en Alejandría. Quinto Curcio Rufo y Diodoro Sículo dicen que la voluntad de Alejandro era la de enterrarse en el templo de Amón en Siwa, donde el oráculo había proclamado al rey macedonio como hijo del dios. Sin embargo, parece que esta voluntad no se cumplió. La arqueóloga Liana Souvaltzi lo buscó allí y dijo haberlo encontrado en 1989, aunque luego se demostró que el descubrimiento no era tal. También se le ha buscado en Saqqara, sin éxito. Son muchos los testimonios que aseguran que Alejandro estaba enterrado en Alejandría. Más allá de las fuentes habituales para el estudio de la figura de Alejandro, que mencionan el lugar de su descanso final, tenemos el testimonio de las visitas que algunos personajes importantes de la historia le rindieron en la ciudad del Nilo.

LA IDENTIDAD DEL FALLECIDO Las enormes dimensiones del túmulo de Anfípolis han despertado rumores, algunos de ellos muy infundados, sobre la identidad del morador de la tumba. Muchos han sido los candidatos propuestos, como ahora veremos, pero hasta que el análisis de los restos óseos encontrados en la tercera cámara no concluyan su sexo, edad y otros datos interesantes, como posibles enfermedades o lesiones, cualquier afirmación se torna especulación. En este sentido, debemos esperar a los resultados de los análisis que han comenzado ya a realizarse.

Lucano nos habla de la visita de Julio César a la tumba de Alejandro en su obra Farsalia. Suetonio nos da cuenta de las visitas de Augusto y de Calígula, quién incluso tomó prestada la coraza del rey macedonio. Dion Casio también nos habla de la visita de Augusto, quién hizo sacar el féretro con el cadáver de Alejandro para verlo y rompió su nariz por accidente.

El rumor más grave fue, sin duda, el que vinculó la tumba de Anfípolis con la de Alejandro Magno. Aunque el gobierno griego y el equipo de investigación salieron al paso inmediatamente de estas insinuaciones, algunos especuladores siguen apostando a que puede

Testimonios más tardíos son los de las visitas de Septimio Severo, relatada por Dion Casio, y su hijo Caracalla, lamentable imitador de Alejandro, na-

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Chugg ha barajado la posibilidad de que sea la tumba de Olimpíade, la madre de Alejandro Magno, mientras que Katerina Peristeri apunta a un general de Alejandro, que podría ser Nearco, natural de Anfípolis, tal y como ha señalado Nicholas Saunders. Incluso se ha llegado a anotar la posibilidad de que la tumba perteneciera a Hefestión, tal y como señalara Thódoros Mavroyánis, profesor de la Universidad de Chipre. También se ha comentado que sea la del regente Antípatro o, incluso, la de Laomedonte, a quién se vinculó con el león de Anfípolis.

rrada por Herodiano. Los últimos testimonios son de Juan Crisóstomo, ya en el siglo IV, que se refiere al sema de Alejandro en Alejandría. Además, tenemos también los testimonios de Pausanias y Estrabón, este último nos describe incluso cómo era la tumba, pues la visitó en el siglo I d.C. Hay otro motivo más, de importante peso, para descartar que Anfípolis sea la morada eterna de Alejandro. El lugar de enterramiento de la familia real macedonia era Egas, la actual Vergina, allí están las tumbas de su padre Filipo II, la de su abuela Eurídice y la de su hijo Alejandro IV, por lo que parece improbable que se eligiera Anfípolis como lugar para su descanso final. Incluso habría sido más comprensible que fuera Pella, su ciudad natal.

Como decíamos, todas estas especulaciones no se resolverán hasta que concluya el análisis científico de los huesos encontrados en la tumba, que ya está en proceso y que durará, según las fuentes, unos ocho meses. Incluso conociendo el sexo y la edad del fallecido, podríamos no tener la respuesta final al dilema. Solo nos queda esperar.

Otra posibilidad que se ha apuntado es que la tumba pertenezca a Roxane, la esposa de Alejandro, que se exilió a Anfípolis con su hijo, Alejandro IV, según nos cuenta Plutarco. Andrew

BIBLIOGRAFÍA Plutarco. “Vida de Alejandro”, Vidas Paralelas, Tomo V

Andronikos Manolis. Vergina: the royal tombs. Ekdotike Athenon, Atenas, 2004

VV. AA. The Heracles to Alexander the Great. Ashmolean, 2010.

Diodoro Sículo o de Sicilia, Biblioteca Histórica. Libro XVII. Ed. Gredos, Madrid, 2012

El hilo de noticias relacionadas con los descubrimientos en Anfípolis puede consultarse en http://en.protothema.gr/tag/amphipolis/ o en la página de Facebook  https://www.facebook.com/amphipolist omb?fref=ts

Hard Robin. El gran libro de la mitología griega. La Esfera de los Libros, S.L., Madrid, 2009 Manfredi, Valerio Massimo La tumba de Alejandro. Grijalbo, Barcelona, 2011

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