E. Gangutia, «Oriente griego y extremo occidente ibérico», TEMPVS 38 (2015) 7-34

May 26, 2017 | Autor: T. Ediciones Clás... | Categoria: Greek Literature, Latin Literature
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TEMPVS Revista de actualización científica sobre el Mundo Clásico en España

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TEMPVS Revista de actualización científica sobre el Mundo Clásico en España Directores Antonio Alvar Ezquerra (Universidad de Alcalá) Alfonso Martínez Díez (Universidad Complutense de Madrid) Domingo Plácido Suárez (Universidad Complutense de Madrid) Secretario Antonio López Fonseca (Universidad Complutense de Madrid) Consejo de Redacción Andrés Espinosa Alarcón • Dimitris Filippís • Juan Luis Posadas • José María Requejo Prieto • José Manuel Ruiz Vila • Ramon Torné Teixidó • Javier Viana Reboiro Comité científico Jaime Alvar Ezquerra (Universidad Carlos III de Madrid) Pedro Bádenas de la Peña (CSIC) José Joaquín Caerols Pérez (Universidad Complutense de Madrid) Rodolfo Cardona (Universidad de Boston) Vicente Cristóbal López (Universidad Complutense de Madrid) Luis Alberto de Cuenca Prado (CSIC) Benjamín García-Hernández (Universidad Autónoma de Madrid) Tomás González Rolán (Universidad Complutense de Madrid) Antonio Guzmán Guerra (Universidad Complutense de Madrid) Juan Antonio López Férez (UNED) Santiago López Moreda (Universidad de Cáceres) Jesús Luque Moreno (Universidad de Granada) Marcos Martínez Hernández (Universidad Complutense de Madrid) Julia Mendoza Tuñón (Universidad Complutense de Madrid) Efthimía Pandís Pavlakis (Universidad de Atenas) Aurelio Pérez Jiménez (Universidad de Málaga) Luis Miguel Pino Campos (Universidad de La Laguna) Alberto Prieto Aciniega (Universidad Autónoma de Barcelona) Ángel Sánchez de la Torre (Universidad Complutense de Madrid) Germán Santana Henríquez (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria) Liliana Weinberg (Universidad Autónoma de México) Fernando Wulff Alonso (Universidad de Málaga) Antony N. Zahareas (Universidad de Minnesota) © Ediciones Clásicas S. A. y los autores San Máximo 31 28041 Madrid www.edicionesclasicas.com e-mail: [email protected] ISSN 1132-0958 Depósito legal M-2711-1992 Imprime Cimapress

Índice Actualización científica ..................................................................... 5 Oriente Griego y Extremo occidente Ibérico Elvira GANGUTIA ELÍCEGUI .......................................................... 7 Reseñas bibliográficas ..................................................................... 35 José Miguel GARCÍA RUIZ, “Vida y muerte en las obras de Hipócrates” (María Teresa GALLEGO PÉREZ: Vida y muerte en el CORPUS HIPPOCRATICUM) .................................................................... 37 Luis Miguel PINO CAMPOS, “Lecturas actuales de textos cómicos giegos” (Juan Antonio LÓPEZ FÉREZ (ed.): La comedia griega en sus textos. Forma (lengua, léxico, estilo, métrica, crítica textual, pragmática) y contenido: crítica política y literaria, utopía, sátira, intertextualidad, evolución del género cómico) .................. 41 Juan Antonio LÓPEZ FÉREZ, “Meditaciones postreras de Sócrates” (Ángel SÁNCHEZ DE LA TORRE, Yo, Sócrates. Mis últimas 30 noches) .... 47 Luis Miguel PINO CAMPOS, “La formación intelectual de Arias Montano” (Juan FRANCISCO DOMÍNGUEZ: Arias Montano y sus maestros) .......................................................................................... 59 Luis Miguel PINO CAMPOS, “Cuentos de tema clásico” (Alfonso MARTÍNEZ DÍEZ, Cuentos de Grecia y Roma: “Clarín”, Pardo Bazán, Rubén Darío, Lugones, Borges, Carpentier, Lezama Lima, Anderson, Mujica Laínez, Ocampo, Cortázar, Arreola, Wilcock, Monterroso, Mutis, Montalvo .......................................................... 63 Esteban BÉRCHEZ CASTAÑO, “Roma, monstruosa cloaca sexual” (Alberto ANGELA, Amor y sexo en la antigua Roma) ..................... 79 María Antonia HERNANDO BOLLÁIN, “Pablo, ley y mesías: un nuevo enfoque” (Antonio PIÑERO, Guía para entender a Pablo de Tarso. Una interpretación del pensamiento paulino) ................................ 89 Álvaro CANCELA CILLERUELO, “Bene merenti magistro” (J. M. BAÑOS BAÑOS, Mª F. DEL BARRIO VEGA, Mª Teresa CALLEJAS BERDONÉS, A. LÓPEZ FONSECA (eds.). Philologia, Universitas, Vita. Trabajos en honor de Tomás González Rolán) ............................................... 97 Novedades bibliográficas españolas (coord. J.M. RUIZ VILA) ... 115 Filología Griega ......................................................................... Ediciones y traducciones ......................................................... Estudios .................................................................................... Obras colectivas .......................................................................

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Bizancio .................................................................................... Novedades significativas ......................................................... Filología Latina .......................................................................... Ediciones y traducciones ......................................................... Estudios .................................................................................... Obras colectivas ....................................................................... Edad Media .............................................................................. Humanismo y Renacimiento ................................................... Novedades significativas ......................................................... Historia Antigua y Arqueología ............................................. Historia de Grecia .................................................................... Historia de Roma ..................................................................... Península Ibérica ..................................................................... Religión ..................................................................................... Novedades significativas ......................................................... Otras novedades bibliográficas españolas ..........................

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Revista de revistas españolas (coord. A. LÓPEZ FONSECA) .......... 145 Revistas despojadas ...................................................................... 1. Generalia ................................................................................... 2. Autores y textos ......................................................................... 3. Literatura (historia literaria, teoría y análisis, géneros) ........ 4. Lingüística. Métrica .................................................................. 5. Transmisión de los textos (paleografía, codicología, historia del libro manuscrito y bibliotecas, crítica textual) .................. 6. Epigrafía. Papirología. Numismática. Arte y arqueología ...... 7. Historia, geografía y civilización .............................................. 8. Mitología y religión ................................................................... 9. Filosofía. Ciencias y técnicas. Derecho .................................... 10. Edad media. Bizancio. Humanismo y Renacimiento ............ 11. Pervivencia del mundo clásico ................................................ 12. Estudios clásicos. Metodología y enseñanza de las lenguas clásicas .....................................................................................

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Hoja de suscripción ........................................................................ 159

ACTUALIZACIÓN CIENTÍFICA

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ORIENTE GRIEGO Y EXTREMO OCCIDENTE IBÉRICO ELVIRA GANGUTIA ELÍCEGUI CSIC. Madrid

HACE CIERTO TIEMPO el Comité de Redacción de la revista Emerita nos confió la reseña de la publicación El Oriente griego en la Península Ibérica. Epigrafía e Historia (en adelante OGPI), Biblioteca Archaeologica Hispana, 39, Real Academia de la Historia, Madrid, 2013, 355 pp., editado por Maria Paz de Hoz y Gloria Mora. Cuando ya teníamos avanzada la reseña, apareció la obra de María Paz de Hoz, Inscripciones griegas de España y Portugal, (en adelante IGEP), Bibliotheca Archaeologica Hispana 40, Real Academia de la Historia, Madrid, 2014, 610 pp. Aunque ésta última obra deberá ser reseñada por un especialista en epigrafía, pensamos en ese momento que como elemento vertebrador, sería valioso tenerla a la vista y citar por ella las inscripciones griegas que aparecen en OGPI. Es esta una obra seria y ambiciosa con la que se trata de descubrir, secuenciar y comprender interrelaciones en el amplio ámbito histórico, económico, social, cultural, religioso y político que abarca la Península Ibérica y sus islas, a partir de la aparición e influencia de viajeros, mercaderes, etc. griegos procedentes de Asia Menor e islas próximas, Mar Negro, Siria y Egipto, acabando con el reconocimiento que se tendrá de ello en el coleccionismo y la erudición. Se compone de catorce artículos o ensayos escritos por diferentes estudiosos, acompañado cada uno de varias páginas de bibliografía. Todo ello está precedido de un Prólogo firmado por las dos editoras María Paz de Hoz y Gloria Mora (pp. 9-10) y se cierra al final con unas “Conclusiones: quince siglos de presencia griega en la Península Ibérica” (pp. 347- 355), en las que Mª P. de Hoz con rigor y cautela resume nexos apenas interrumpidos en tan amplio lapso de tiempo. El primer artículo en OGPI es el de Adolfo Domínguez Monedero “Los primeros griegos en la Península Ibérica (IX-VI a.C.): mitos, pro-

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babilidades, certezas” (pp. 11-42), amplio texto sobre la situación actual de cuestiones como las fuentes, la colonización y los testimonios arqueológicos referentes a las primeras aproximaciones de los griegos a la Península. Considera el autor que la llegada de viajeros griegos en época arcaica puede ser tratada ahora con mayor elasticidad: ni fe ciega en lo que manifiestan los textos ni hipercriticismo absoluto. El panorama ha cambiado, especialmente tras importantes descubrimientos cerámicos y epigráficos de tal antigüedad, que permiten pensar en la verosimilitud de los ‘antiquísimos’ viajes de los rodios a la Península, (e.d. de época anterior a la fundación de los Juegos Olímpicos, según Estrabón 14.2.103) por “rutas mediteráneas, ya abiertas por los fenicios”. Y es verdad que, si no anterior a los Juegos, podría ser casi contemporánea a su fundación la minúscula τ en un ánfora de IGEP 330, VIII/VII a.C. del Cerro del Villar del Guadalhorce. En cualquier caso, a pesar de que Rodos (Rosas) no fuera fundada por los rodios, recuerda Domínguez Monedero las importantes relaciones comerciales con la isla de Rodas que se producirán a lo largo del tiempo (sobre las que v. en OGPI infra los trabajos de J. de Hoz o de J. Tremoleda y M. Santos). Pero sobre todo tenemos ahora los extraordinarios hallazgos de Huelva (y no deja de asombrarnos, como constata Domínguez Monedero, que todavía hay abundantes materiales no estudiados exhaustivamente), que testimonian expediciones de gran antigüedad procedentes de Eubea, isla con importantes conexiones con Oriente, Sicilia y sur de Italia. Eubea sería también el origen de las famosas denominaciones de islas acabadas en -οῦσσα, que, opina Domínguez Monedero, no indicarían una ruta en particular, sino, tal vez, denominaciones de características particulares de lugares avistados. Según Heródoto (1.103) griegos orientales, foceos y samios harían su aparición en la Península a finales del siglo VII. Opina Domínguez Monedero a partir de datos provenientes de Ampurias y de Masalia, que estas expediciones no son simple invención aunque permanezca todavía el problema de la ausencia de “colonias” griegas al sur de Emporion, no debiendo tampoco ser considerado como tal cualquier rastro o noticia de asentamiento. En cualquier caso, la actividad inicial de eventuales “colonos” en la Península parece haber sido diferente de como fue el proceso colonizador en Italia, produciéndose en Iberia en origen mas bien “puntos de apoyo” antes que establecimientos permanentes. Es verdad, como recuerda Domínguez Monedero, que frente a ellos existía ya un “núcleo urbano”, la Cádiz fenicia, aunque hay que decir que ésta debió pasar forzosamente por una etapa de provisionalidad, que, tal vez se refleja en su nombre: la forma Γάδειρα es el plural de γάδειρον, transcripción de un término fenicio que significaba lugar TEMPVS 38 (2015) 7-34

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cercado, recinto vallado, (cf. DGE ss.vv. Γάδειρα, γάδειρον, tb. hebr. transcr. γάζαρα, γαζερά y cf. la ‘homónima’ fundación fenicia, Agadir en el Africa noroccidental). Esta etimología revela el carácter provisional y un tanto defensivo de las instalaciones mercantiles en sus momentos primigenios para los fenicios, pero también para los griegos. El modelo de cerco plural e internamente dividido se reproducirá tal vez en pequeña escala en la Paleópolis insular emporitana que se dota inicialmente también de un τεῖχος ο περίβωλος dentro del que se construye una división, creando, si no una pluralidad, sí una δίπολις, en la que en un lado se albergan los griegos y en otro algunos de los indicetes (Str. 3.4.8), hasta que se pasa a tierra firme y se establece una `ciudad´ integrada. Domínguez Monedero opina, tras los nuevos hallazgos y estudios, que ahora puede concederse también cierta credibilidad, por lo menos simbólica, a los famosos Nostoi que estarían en las apreciaciones míticas de los primeros viajes griegos a la Península. Indudablemente la prolongación de la fama de los héroes de la épica (y no solo homérica, como veremos) a base de largas peregrinaciones que les llevan a fundar ciudades y genealogías en Oriente y Occidente constituirá un auténtico `género,´ el Nostos o Regreso. Según Estrabón 3.4.3, tres griegos orientales de relevancia filosófica, científica y filológica, Posidonio de Apamea (II-I a. C.), Artemidoro de Éfeso (fl. 104/101 a. C.) y Asclepiades de Mirlea (II-I a.C.), estuvieron de acuerdo en que existía una ciudad de nombre Ὀδύσσεια, situada en la ὀρεινή (la sierra) a la espalda de Abdera (Adra en Almería, la segunda ciudad de Iberia, según Artemidoro Fr.15) donde podía verse un templo dedicado a ‘Atenea’ de cuyas paredes pendían escudos y espolones de barco, entendidos como exvotos a la diosa protectora de Odiseo. En el llamativo consenso de estos tres sabios en la interpretatio como Atenea de la que sería alguna diosa local, parece haber sido decisivo Asclepiades, por lo que quisiéramos decir algo más de este autor, del que, desgraciadamente, lo mismo que para Artemidoro carecemos todavía de una edición completa (integradora y desapasionada para este último), como la de Posidonio de Apamea (Edelstein, L. y Kidd, I.G., Cambridge, 1972). Asclepiades, utilizando la técnica de las interpretationes a partir de la épica dice que de los griegos que lucharon en la Iliada, Teucro, en su vuelta (¿a Chipre?) llega a fundar, junto con sus compañeros en el difícilmente accesible y entonces mal conocido cuadrante noroccidental de la Península en tierra de los callaicoi (e.d. gallegos) un asentamiemto con el nombre de Los Helenos. Próxima a éste, Asclepiades sitúa la ciudad de Los Anfilocos, fundada en principio por los acompañantes de otro héroe, no homérico, Anfíloco, que allí morirá y será enterrado. La mención de este TEMPVS 38 (2015) 7-34

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héroe muestra que Asclepiades era un buen conocedor, además de Homero, de los ciclos épicos más arcaicos, en cuyos fragmentos, p. ej., en los de los auténticos Νόστοι (Nosti, Fr.13, VII a.C.), Anfíloco aparece ya como fundador de ciudades, nada menos que en la frontera entre los cilicios y los sirios; también posiblemente junto a Ambracia (Hecateo Fr.26). En otro poema épico arcaico, la Thebaïs o Tebaida Fr. 4, VIII a.C., obra en la que Asclepiades pudo ser un experto, ( v. Thebaïs Fr.10. y comm.del editor, A. Bernabé, Poetae epici graeci, Leipzig, 1996-2007), Anfíloco recibe astutos consejos de su padre Anfiaráo (uno de los derrotados Siete contra Tebas), quien, tal vez preparando a su hijo no para un nostos sino para un exilio sin retorno, le dice que debe adaptarse a aquellos a cuyo país llegues,... y acomodarte (ἐφαρμόζειν) al lugar en el que estés. Anfíloco se perfila, con sus dispares colonizaciones, como prototipo del héroe fundador que accede a tierras desconocidas, adaptándose, o respetando en principio a los habitantes de esas tierras y sus costumbres según las enseñanzas paternas. Curiosamente, esta prudencia a la hora de abordar regiones nuevas con intenciones de establecerse en ellas, estará presente en los testimonios epigráficos que se estudiarán en este mismo trabajo de Domínguez Monedero y otros de OGPI. Por otro lado, hay novedades en lo relativo al carácter interpretativo y filológico de Asclepiades: ultimamente se han editado algunos fragmentos de sus exégesis a la Odisea y a la Ilíada (Pagani, L. Asclepiade di Mirlea. II frammenti omerici, Roma, 2007, que citamos como Asclep. Hom.). En unos de esos Frs, Asclepiades hace un denso estudio e intento de descripción (Asclep. Hom.4 y p. 97 ss.) de la famosa copa de Néstor (Il.11.632 ss.) y su significado, lo que le lleva a una interpretación alegórica del objeto considerándolo una representación del cosmos (Asclep. Hom.7.p. 96 ss.). Esta trasposición de figuras de la épica a representaciones cósmicas, incluso religiosas, puede haberse generado a partir de las ideas del filósofo estoico (greco-oriental) Cleantes de Assos (IV-III a.C.), que influyó también en Posidonio y Artemidoro con un pensamiento filosófico-religioso que proliferará en el I/II d.C., alcanzando incluso a Marco Aurelio (y recordemos el mosaico de época antonina de Mérida en OGPI infra del artículo de G. López Monteagudo). Además la calidad de Asclepiades como estudioso (su gran competencia en la γραμματική, entendida como la gran cultura griega, fué comparada a la de ciertos científicos, matemátics y médicos), pone en evidencia un notable nivel de exigencia por parte de los turdetanos que le contrataban (Str. 3.4.3), que descubriremos también en otros ámbitos peninsulares estudiados en varios trabajos de OGPI. Domínguez Monedero demuestra que tras el VII a. C. el panorama cambia revelando cierta preocupación de los griegos por la geografía TEMPVS 38 (2015) 7-34

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tartesia. En cualquier caso, los hallazgos han acabado con la tradicional sequía de vestigios arqueológicos y, como afirma Domínguez Monedero, es posible confirmar ahora una importante presencia helena con objetivos comerciales en la Península Ibérica. Algunos de esos hallazgos son, además, `parlantes´, con ilustrativos epígrafes que informan de la presencia griega y su respeto por los cultos locales (y ver supra las máximas de Anfiaráo a su hijo Anfíloco). Entre los hallazgos onubenses, se han descubierto restos cerámicos con epígrafes de indudable importancia, como p. ej. el que aparece en una copa jonia dedicada a Heracles (IGEP 338, VI a. C.) con la frase Ηη]ρακλέος ἠμί, soy de Heracles, divinidad, que como recuerda Domínguez Monedero tendría culto en la isla de Saltés junto a Huelva, vinculando el epígrafe a un poderoso brazo de bronce descubierto recientemente en esa zona. El hecho de que este grafito onubense esté en alfabeto cnidio puede tener significado tambien en relación con los viajes rodios, dada la proximidad entre Cnido y Rodas, durante siglos puntos casi de obligado paso para las rutas procedentes de puertos siro-fenicios rumbo al oeste. Cita también Domínguez Monedero la dedicatoria en un trozo de vasija por un griego a un tal Νιηθωι (v. IGEP 339, VI a. C. y comm.) en el que se ha visto un numen celta, Neto, aparición que no debe sorprendermos, pues ya Heródoto (2.33, 4.49) menciona a los celtas habitantes extremos del occidente, limítrofes con los cinetes del suroeste del actual Portugal. Y quiero recordar ahora el día que Ricardo Olmos mostró sobre una mesa a los helenistas del Instituto “Nebrija” del CSIC el fragmento del vaso griego, del que todavía estoy viendo el trazo relativamente diestro del círculo de la arcaica theta jonia con su cruz interior. El nombre del eventual numen local tiene en ese texto una notable diptongación (y otra no menos notable en el bronce de Botorrita, Neito) y parece haber recibido culto también en otras regiones de Andalucía. Domínguez Monedero estudia otro grafito encontrado en el mismo lugar con la lectura ΙΣΤΙΑΙ Δ (IGEP 337, VII-VI a. C. y v. comm.), proponiendo el significado de don a Hestia, divinidad que podría tener representación en la figura de “diosa sentada y del hogar”, con iconografía local en la “Astarté del Carambolo o la Dama de Galera”. Otro epigrafe cerámico onubense ΝΙΚΗΣΕΙ[ (IGEP 340, VI a. C. y cf. comm.), es leído por Domínguez Monedero como Νίκης εἰ[μί. en la idea de que puede ser una referencia a Atenea, basándose en una inscripción chipriota con una dedicatoria a la diosa fenicia Anat integrada en la serie de epítetos Ἀθηναῖ Σωτείρᾳ Νίκῃ (OGI 17). Si así fuera, ello podría aproximarnos también a la interpretatio de la diosa local tras las sierras almerienses en la que Posidonio, Artemidoro y Asclepiades creyeron ver a Atenea. Concluye Dominguez Monedero que esta primera etapa TEMPVS 38 (2015) 7-34

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de la presencia griega en Huelva decrece a partir del VI a.C. Pero para entonces desde Focea y luego desde Masalia se habían fundado Emporion, Mainace, etc. dejando importantes vestigios. Javier de Hoz en “El comercio en época arcaica y clásica: los grafitos y las cartas de plomo” de OGPI pp. 43-60, recoge e interpreta materiales que revelan los nexos y textos que unen la Península y, estrechamente conectada con ella, las zonas del Rosellón y el Languedoc, con los griegos, especialmente los orientales, revelando en qué medida su presencia se funda en el comercio. En muchos de los hallazgos cerámicos aparecen dipinti y grafitos griegos que informan sobre nombres de propietarios, cifras indicando precios o cantidades, etc. Como hemos visto, es en el siglo VII a. C. cuando se hace más evidente el impacto griego, coincidiendo con las primeras noticias de su presencia en Hispania, tal como dice Heródoto 1.163-5. De esa fecha tenemos dos dipinti griegos en el yacimiento fenicio de Toscanos, que, indudablemente, fueron trazados en su lugar de procedencia: en IGEP 329 (VII a.C.) nos queda probablemente el final del nombre de un propietario (]τορ[ος), tal vez ateniense. Otorga el autor también gran significado tanto por su antigüedad y por la variedad del alfabeto utilizado, a grafitos trazados por griegos en la Península, algunos ya mencionados, como el de Νιηθωι (IGEP 339 VI a. C.,) descubierto en Huelva, inscriτο en alfabeto jonio, o IGEP 338, VI a. C., con la frase Ἡ]ρακλέος ἠμί soy de Heracles, utilizando para ello el alfabeto cnidio. En ambos casos se trataría de divinidades locales (v. OGPI supra el trabajo de Domínguez Monedero e infra los de Mª P. García-Bellido y Mª P. de Hoz), que significarían “un caso similar” al de Naúcratis o Gravisca “en que navegantes griegos hacen dedicaciones a divinidades locales utilizando una interpretatio graeca”, todo ello, añadimos, acorde con la tradición arcaica sintetizada en los consejos de Anfiarao a su hijo Anfíloco (v. supra), sobre el modus operandi del que accede a un país extraño y la conveniencia de acomodarse a sus costumbres (y cultos). Aunque algunas veces, como es el caso de ΝΙΚΗΣΕΙ[ de IGEP 340, VI a. C. (y ver Domínguez Monedero, supra ), se abren “demasiadas posibilidades” y es difícil, según J. de Hoz, pronunciarse, estas inscripciones permiten ahora, en su conjunto, revisar bajo otra luz ciertas difíciles inscripciones como IGEP 331 (VII a. C.) descubierta en el contexto fenicio de Guadalhorce (Málaga): se trata de una copa de factura samia, en la que podría leerse algo relativo a un donante en una forma doria (ὁ δως) que bien pudiera aproximarnos a la noticia sobre los `antiquísimos´ viajes de los rodios (y samios). En el mismo contexto fenicio de Guadalhorce, ha aparecido un ánfora eubea o egea (IGEP 330, VIII-VII), que

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comporta en esa fecha tan temprana un signo convencional del transporte mercantil: una letra τ que puede ser expresión del número de ánforas, bastante abultado, de la remesa que incluía el recipiente; también se piensa que podría ser una marca de propiedad. El comercio jonio se irá haciendo cada vez más evidente en el suroeste de la Península y en la Andalucía del VI a. C., pero será en el siglo siguiente cuando se disparen las importaciones de cerámica griega. La epigrafía de Ampurias, aunque escasamente anterior al V a. C. provee datos interesantes desde un punto de vista estadístico: en un fragmento de ánfora emporitano (IGEP 65, V-IV a. C.) aparece la cifra, también notable, de 150 ejemplares de una remesa de vasos pintados griegos. El variado panorama de los vasos cerámicos del pecio mallorquí de El Sec (IGEP 474- 478, IV a. C.) muestra que un barco mercante, tal vez fenicio, podía trasladar indistintamente piezas de cerámica fenicia y griega. Opina J. de Hoz que los grafitos de estas piezas cerámicas son testimonios indudables de un sistema de “contabilidad” que nos ayuda a la comprensión global de importantes aspectos del comercio y la economía antigua. En algún caso, junto con grafitos griegos pueden aparecer textos ibéricos. Y es que está difundiendose un fenómeno decisivo, como manifiesta acertadamente J. de Hoz: se trata del alfabeto greco-ibérico, testimonio de bilingüismo y configuración de formas sociales, de cultura material, religiosa etc. Sugiere también el autor que en ese momento se habría llegado a crear un complejo fenómeno urbano, estructurado en “barrios” poblados por griegos en ciudades indigenas de configuración semejante a las que están siendo descubiertas actualmente en Sicilia y sur de Italia. Otros testimonios particularmente significativos de la epigrafía griega comercial son los escritos en láminas de plomo, mucho más complejos que simples anotaciones y recordatorios de partidas exportadas. En el caso del documento de Pech Mahó (Sur de Francia), que J. de Hoz reproduce completo, estamos ante un auténtico contrato de compra venta, interesantísimo en cuanto a la operación comercial, su léxico, las cifras y sus fracciones, la toponomástica y onomástica local y griega, etc. En relación con ese material plúmbeo, (indudablemente útil y seguro en un mundo comercial naútico y tal vez facilmente encontrable en la Península), además de la Pech Mahó reproduce J. de Hoz dos cartas (IGEP 129 y 130, V y V-IV, Ampurias) que contienen términos (ἐγγυητήριον, ἀρραβῶνα, χρῆμα, ὀνωνῆσθαι/ὀνονῆσαι, etc.), fundamentales para la comprensión de la compleja actividad comercial, además de antropónimos y topónimos locales. En el reverso de

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IGEP 130.38 (pero cf. comm.), es posible que un remitente sea identificado como ἄνδρα ναύκληρον. Si fuera así, tendríamos aquí una antigua mención del nauclero, figura que aunque en origen pudo tener ribetes casi piráticos, será pronto el motor de importantes iniciativas como patrón o capitán responsable en la faceta comercial, llegando incluso a ser respetable armador: uno de sus ejemplos primerizos está en Coleo de Samos y su viaje a Tarteso (Hdt. 4.152; cf. en general Velissaropoulos, J., Les nauclères grecs, Ginebra, París, 1980). J. de Hoz aborda otra importante faceta, la relígiosa: es posible la existencia de santuarios en puertos de comercio, como testimonia la ofrenda de un tal Apolonio (Ἀπολόνιος ἀνέθεκεν IGEP 240, V a.C.), grabada en la espalda de una figurilla votiva expuesta en el Museo de Valencia. Tiene el interés añadido, según advierte J. de Hoz, de que el texto puede estar escrito en un alfabeto euboico arcaizante, sin distinguir, p. ej., entre vocales breves y largas. Ello le hace pensar “en las colonias calcídicas, intermediarias del comercio griego con Occidente”, lo que nos lleva a Estesícoro, procedente de la colonia calcídica suditálica de Hímera y las noticias del Extremo Occidente que probablemente reelabora en su Gerioneida (y cf. infra en OGPI los artículos de Mª P. García-Bellido y Mª Paz de Hoz). El estudio sobre la epigrafía griega comercial se complementa en OGPI (pp. 61-110) con el trabajo de Joaquim Tremoleda y Marta Santos “El comercio oriental en época helenística: los sellos anfóricos.” Dedican el principio de su trabajo a marcas y epígrafes de notable antigüedad (VI a. C.) en ánforas portadoras de vino, siendo de destacar los ejemplares del pecio de Cala Sant Vicent (Pollensa, Mallorca, IGEP 470- 472). Las ánforas, de variadas procedencias, estarían relacionadas con “el comercio foceo impulsado desde el puerto de Emporion", con marcas mercantiles esgrafiadas que, a pesar de su escueto carácter proporcionan útiles indicios sobre el movimiento y distribución de las mercancías. Ya en el IV a. C. encontramos en Emporion o en el pecio de El Sec, sellos con marcas impresas realizadas en los alfares de origen, indicándose en una de ellas, procedente de la colona de Sinope, el nombre del magistrado y probablemente el del alfarero. Marca esta información la fase en la que se pasa de la inscripción y los dipinti sobre las ánforas al empleo generalizado del sellado. Ello revela el importante fenómeno de la identificación seriada de vasos antes de la cocción, lo que confiere un carácter casi ‘industrial’ a la fabricación. La aparición de estos sellos con grafía griega se generaliza sobre todo a partir del IV a.C., lo que denuncia, como hemos visto en el anterior trabajo de J. de Hoz, una época de enorme auge comercial. Ambos au-

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tores ciñen su estudio a los sellados sobre ánforas utilizadas en la comercialización del vino que, a partir de época helenística, se van a producir de forma casi constante y no sólo en ánforas griegas, sino púnicas y de ambito itálico. Los autores han decidido estudiar especialmente las improntas sobre ánforas rodias desde el entorno emporitano hasta Almería (cf. IGEP 120, 205, 283, Ampurias, Tarragona, Murcia, III/II a. C.). Como ya se ha dicho estaríamos ante testimonios que apuntarían a cierta ‘continuación’ de los arcaicos viajes rodios a la Península. En estos sellos se utliza el dialecto dorio local de Rodas, siendo frecuente indicar la fecha mediante la preposición ἐπί rigiendo en genitivo el nombre del sacerdote/magistrado del año y del mes correspondiente en el calendario rodio. Observamos (y cf. DGE s.vv.) que estos meses frecuentemente pertenecen a la época de vendimia (nuestro final de agosto y septiembre/octubre), aludiendo varios de sus nombres a Dioniso-Baco como ᾿Αγριάνιος o ᾿Αγριώνιος; el mes Βαδρόμιος (por Βοη-) es de dudosa localización en el calendario rodio, pero en Fócide se sitúa también en torno a fechas de vendimia; otro mes frecuente es Δάλιος, que hace referencia a Apolo Delio, propio también de otras ciudades griegas. El hecho de que estas ánforas llegaran a las costas ibéricas con certificación de origen y de añada, y que tan largo viaje resultara rentable muestra una vez más (ver supra en relación con la enseñanza) la presencia de una clase enriquecida con alto nivel de exigencia. El sellado en griego se impondrá también en ánforas púnicas y greco itálicas llegadas a la Península, aunque en ellas aparezca solamente el nombre del fabricante. Los autores achacan el hecho de que estos nombres, particularmente los púnicos, estén escritos en griego a un fenómeno de “penetración cultural helénica”. Maria Paz García-Bellido se ocupa en OGPI pp. 111-136 de “Los griegos de Iberia en época arcaica y clásica según datos metrológicos y numismáticos”, otra gran faceta de las relaciones, y no solo comerciales, entre Grecia y el Extremo Occidente. Se trata de la moneda, objeto sistémico en sí y, a su vez, generador de sistemas y circuitos mercantiles. Creada la moneda en Lidia, los griegos la hacen suya, difundiéndola por sus colonias, extendiéndola a las culturas de las márgenes del Mediterráneo, abriéndose al Océano. Dos colonias griegas en Iberia, Emporion y Rodos, tendran gran peso en la difusión de la economía monetal por el NE de Iberia y el S. y O. de la Galia, extendiéndose a Centroeuropa. En la monetización del Sur peninsular influirá la presencia de los cartagineses, que antes habían adoptado la moneda de los griegos. Será en época romana cuando la moneda se instale en el centro de la Península. Este trabajo revela una aplicacíón extraordinaria, muy especializada y técnica, en la que se muestra que pequeñas TEMPVS 38 (2015) 7-34

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diferencias metrológicas pueden revelar sistemas, tendencias, procedencias, desarrollos que asombran a los no versados, como es nuestro caso, aunque siempre hayamos reconocido la importancia de la numismática para la comprensión de la historia y no solo la económica. Mª P. García- Bellido aborda en principio la cuestión de la iconografía monetal, en la que es señera la imagen de Heracles cubierto con la piel del león de Nemea. Como se ha avanzado en los trabajos precedentes, Heracles puede ser el resultado de un sincretismo con el Melkart gaditano, cuya imagen no aparecerá solamente en monedas encontradas en Cádiz sino también, p. ej., en Chipre. Pero la más antigua representación de Heracles de perfil cubierto con la piel de león es, como manifiesta Mª P. García-Bellido, la que, en un paisaje indudablemente extremooccidental, aparece en la extraordinaria lúnula broncínea (VII a. C.) descubierta en Samos, anterior además a tal imagen heráclea en un ánfora protoática de Dípilon. Indudablemente, el paisaje en el que el héroe desarrolla su hazaña en la lúnula, está trazado a partir de diseños del natural, indicando una minuciosa y deliberada observación de recursos naturales que apuntan a una zona concreta, utilizando el mito como soporte de difusión. Con precisión casi de lámina botánica aparecen dibujadas, p. ej., dos especies de ‘palmeras’, una de amplias palmas y retorcido tronco y otra de ramas con hojas muy finas y abultamientos regulares de arriba abajo en el tronco identificada por R. Corzo (v. referencias en las páginas de bibliografía adjuntas al trabajo) con el árbol drago de Cádiz y Canarias. No sería la única ocasión en que el mito de Gerión se utiliza para exponer y especular sobre recursos naturales: el padre de la historia Hecateo (Fr. 26, citado por Mª P. García- Bellido) niega la localización de Gerión en la tierra de los íberes, refiriéndose posiblemente a la costa sudeste de la Península y pensando que sería más apta, por sus pastos, la región de Ambracia. Mª P. García-Bellido aborda la situación, en ese momento, de la numismática griega en Iberia analizando algunas piezas clave. El sincretismo greco-fenicio de Heracles con algunos rasgos de la lúnula de Samos, se manifestará en la imagen del héroe en monedas de Cádiz. Un precedente podría ser la “monedita” fechable en el IV a.C., un unicum, en cuyo anverso aparece la cabeza de Heracles en visión de tres cuartos (notable complejidad artística para una superficie tan pequeña), cerniéndose sobre ella los terribles dientes del león. Mª P. García-Bellido piensa que estamos ante una obra griega, con un diseño que se mantendrá en Gades en el siglo siguiente, vinculado a la orfebrería gaditana. La acuñación de este unicum constataría “las fuertes influencias que los foceos del Golfo de Lyon estaban ejerciendo en las ciudades fenicias de las bocas del Atlántico…, la moneda no es sino un testimonio TEMPVS 38 (2015) 7-34

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más de las intensas relaciones comerciales que las cerámicas están atestiguando”. Como testimonio de esas relaciones, analiza Mª P. García-Bellido una rara moneda focea hallada en El Carambolo (Sevilla) en la que aparece una cabeza de grifo junto a una foca, animal casi ‘heráldico’ de Focea. El estado casi perfecto de esta moneda (VI a. C.) evidencia en la Iberia meridional la presencia temprana de jonios procedentes de Focea, como decía Heródoto (1.163) y “los contactos directos y personales de foceos y tartesios” en un “mundo orientalizante … al que pertenece el gran hallazgo de joyas atestiguado en el mismo lugar”. Otro importante testimonio analizado por Mª P. García-Bellido es el ponderal de tipo foceo encontrado en el Cerro del Villar del Guadalhorce (Málaga), “gran lugar de mercado”, anterior al VI a.C., pequeña isla estratégica para el trueque (como tantas otras buscadas también como punto de apoyo por los griegos: por cierto, ¿de donde saca Cervantes el irónico y clarividente nombre de Insula Barataria?), a partir de la cual abrir rutas hacia el interior de Andalucía, donde se sabía de la existencia de oro y metales preciosos. La opinión de Mª P. GarcíaBellido es que el conjunto de pesas testimonia el uso de una metrología focea dentro de un mercado fenicio, no siendo raro encontrar ponderales ajenos en zonas de intenso mercado. Piensa también que el ponderal hallado sería para pesar cantidades pequeñas y valiosas, lo que justificaría la aleación alta y cara de estaño en la composición de las pesas. En cualquier caso, su aparición en la Península justificaría la presencia focea en fecha muy temprana, aunque los asentamientos no fueran “colonias o emporios estables, pero sí amarres, quizás estacionales” o “en barrios periféricos al núcleo de los establecimientos”. Pasando a la zona nordeste, se encuentran griegos establecidos en ciudades como Rodos (Rosas) o Emporion (Ampurias). Aunque provean de datos posteriores a lo visto para la zona sur peninsular, resultan “mas consistentes y precisos”. Rosas, según Estrabón (3.4.8) habría sido colonia rodia, pasando luego a serlo de Emporion, fundación masaliota o focea. Ello, según la autora, no se advierte en las monedas rodetanas (que exhiben la imagen de una esquemática rosa, intento de marcar una eventual conexión con el nombre de la isla griega) que interrumpidas bruscamente a partir del III a.C. Deducimos del detallado esudio de Mª Paz García Bellido que ambas colonias llegan a crear un entorno cultural, económico y político, evidenciado en las imágenes y epigrafía monetal. En lo cultural, nos parece llamativo que para la iconografía de las monedas de Emporion se interpretaran o aprovecharan con frecuencia aspectos del mito de Gerión, especialmente en lo que toca a su `familia´, como la imagen llamada de Crisaor, su `padre´, y el TEMPVS 38 (2015) 7-34

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`hermano´ de éste, el caballo alado Pegaso (v. Hesíodo Th.281-7). En cuanto a lo económico, es asombroso el número de copias que se hacen de las monedas de Rodos y Emporion al norte del valle de Ebro y en el sur de la Galia. En lo referente a lo `político´, es fundamental el profundo y pormenorizado estudio que dedica la autora a la epigrafía de estas monedas, que revela datos de historia política y social, como p. ej., la forma en que las monedas muestran en sus leyendas la denominación de sus habitantes en genitivo plural, rasgo que denota el régimen “democrático” de las ciudades (ΡΟΔΕΤΩΝ, ΕΜΠΟΡΙΤΩΝ: esta última alguna vez con la variante -EIT-, validando lecturas en manuscritos de Aristóteles y Estrabón), frente a otras monedas griegas helenísticas que llevan el antropónimo de un rey en genitivo singular. Ello se trasladará a monedas indígenas en las que el nombre de la ciudad emisora llevará al final el morfema -sken o -kom que según cada lengua equivaldría a un genitivo plural (arse-sken, de los de Arse, e.d. Sagunto, arecorati-kom, de los de Arecorati, e.d. de Ágreda. La moneda no solo fué un factor de helenización sino también el atisbo de un régimen diferente, aunque lo fuera solo por un formalismo. Con este trabajo, Mª P. García-Bellido cierra el círculo que había ido creando con numerosas publicaciones, alguna de gran ayuda como el Diccionario de cecas y pueblos hispánicos (con Cruces Blázquez, Madrid, CSIC, 2001, 2 vols.), que reconocemos también los interesados pero no expertos en numismática. En el ordenado puzzle configurado por OGPI se emprende el estudio de los testimonios artísticos figurativos con el trabajo “Los mosaicos como documentos” (pp, 137- 169, acompañado de varias láminas en color) a cargo de Guadalupe López Monteagudo. Según la autora, como otras cosas, el mosaico alcanza Grecia y el Mediterráneo desde sus orígenes orientales, mesopotámicos, a través de Anatolia. En la Península Ibérica, debido a las influencias orientales tempranas, se encuentran, desde el VIII a.C. mosaicos de guijarros (Cástulo, Galera, Pozo Moro, etc.) del tipo de los de Gordion en Frigia. La técnica más refinada y figurativa progresará en Grecia entre el V y III a.C., con representación de temas mitológicos, entre ellos Dioniso conduciendo la pantera, tema que reaparecerá frecuentemente en la Península. Ya en el IV a.C. en una tumba ibérica de Iniesta (Cuenca) se descubre un ¨documento de sumo interés” en el que se representan Astarté y un lobo (¿síntesis de oriente y lo vernáculo?). Técnicas más avanzadas como el opus signinum o el sectile tendrán representación importante en la Peninsula, pero serán el opus tessellatum y el vermiculatum, también con antiquísimos precedentes en Oriente, los que se instalarán de forma más ge-

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neralizada. Los temas más utilizados en el mundo greco-romano y también en la Península serán fundamentalmente los mitológicos, en especial los que hacen referencia al oriente helenizado, aludiendo incluso a versiones literarias, en ejemplares de indiscutible calidad. En Ampurias (I a. C./ I d. C.) tenemos los bellos “cuadros” de algo más de un metro cuadrado realizados con la técnica del vermiculatum, entre los que destaca el “Sacrificio de Ifigenia”, del que G.López. Monteagudo señala la avanzada técnica del tratamiento de las sombras, la profundidad, y la tetracromía, lo que le lleva a pensar que estamos ante una réplica del pintor Timantes, coetáneo de Zeuxis. Por nuestra parte, nos parece interesantísima la técnica, desarrollada sobre todo en época helenística de, en estos “cuadros” emporitanos relativamente pequeños, lograr la expresión de los rostros, tristes unos, indiferentes otros, sobre todo el decidido y orgulloso gesto de Agamenón llevando a su hija al sacrificio, toda una lección de ironía trágica. Dedica la autora denso espacio a las iconografías de Venus y Eros, de Europa, Tetis, las Tres Gracias. Señala que una de las particularidades de los mosaicos hispanos de tema mitológico (Rapto de Europa, Perseo, Baco) es su carácter sintético frente al narrativo de otras representaciones, como p. ej. las del Norte de Africa, deduciendo que ello se debe a las tradicionales relaciones con el Oriente grecoromano. Advierte también que en los siglos el I y II d.C. se da un predominio del gusto itálico sobre la musivaria hispana, aunque posteriormente parece notarse un influjo directo de Grecia y de los modelos orientales. Gracias al soporte musivo obras pictóricas renombradas en el mundo antiguo, de las que no han llegadoa nosotros ni siquiera fragmentos, alcanzan Iberia en forma de réplicas, como el mosaico de Polifemo y Galatea encontrado en Córdoba, que reproduce una pintura de la que solo se conoce la descripción de Filóstrato (III d.C.) en sus Imagines 2.18. Tenemos que estar agradecidos al terrateniente que encargó el extraordinario mosaico de La Olmeda (Pedrosa de la Vega, Palencia) quien en época tardía se permitió el lujo de dejarnos una muestra de cómo podría ser la pintura clásica griega, mostrándonos en su mosaico con el tema de Aquiles y Deidamia tal vez una versión sobre copia de Polignoto: la calidad del tratamiento de las musculaturas en ese mosaico no se recuperará hasta el Renacimiento. El arte musivaria, dictamina G. López Monteagudo, se hace también eco de los movimientos culturales y, o, literarios que progresivamente influyen en la Península: piensa, p. ej., que la proliferación en la Bética del tema del `rapto de Europa´, pudo tener cierta relación con el substrato feniciopúnico, dándose en época romana en la misma zona coincidencias y

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preferencias por ciertos temas literarios griegos, incluso en época tardía, como puede haber ocurrido con las Dionysiaca de Nonno (IV/V d. C.), o, incluso con Luciano. Es el caso de los descubrimientos musivarios de Ecija (por no hablar de los escultóricos) que revelan, una vez más, unas clases pudientes con densas relaciones del comercio del aceite y cereales con Roma, que buscan el lujo prestigioso de la cultura grecolatina, permitiéndose atraer a importantes artistas, bien libertos o esclavos griegos. La situación, creemos, es semejante a lo que hemos ido aprendiendo de otros trabajos supra en OGPI: contratación de maestros de prestigio, como Asclepiades de Mirlea, adquisición de vinos con certificado de ‘denominación de origen’, etc. Sabemos de la asombrosa movilidad de funcionarios a lo largo y ancho del imperio romano; también lo sería la de los artistas que recorrían la Península, portando lo que se ha llamado copy-books “cuadernos de modelos”: aventuramos la posibilidad de que más bien pudiera tratarse de resistentes sargas dibujadas y coloreadas que pueden transportarse y conservarse enrolladas (durante siglos, con pinturas religiosas, en algunas catedrales e iglesias españolas). También proliferaron talleres establecidos en suelo hispano. Como ocurre con la moneda, aunque con función muy distinta, la representación figurada (y geométrica) musivaria puede llevar en Hispania un epígrafe griego, latino o en una lengua vernácula, a veces acompañada del nombre del comitente, pero también del o de los autores. Entre sus nombres, señala G.López Monteagudo, hay en la Bética varios griegos con transcripción latina, como Partenos, Seleucus, Anthus, Hippolytus; también los hay en el interior y en el norte, como el Athenion del mosaico de Andelos (Navarra); otros, como Baritton pueden ser de procedencia oriental. El más extraordinario conjunto musivario y epigráfico, un unicum en el mundo antiguo, según G. López Monteagudo es el mosaico de Mérida de época antonina, que parece sustentado por un programa científico o filosófico/ religioso de descripción del cosmos, con paralelos en mosaicos de la Tripolitania y Siria. En esta compleja obra se evidencia la preeminencia de Aeternitas o Aion, que de significar un tiempo definido, desde época helenística se va configurando como fuerza universal, sincretizandose en el crisol de Alejandría con divinidades egipcias y orientales que llevarán al gnosticismo, intento de aproximación “científica” a la religión, que también afectará al cristianismo. Aparecen también en este mosaico otros términos latinos y griegos latinizados referentes a fenómenos, elementos y accidentes naturales. Entre estos últimos queremos resaltar el elemento acuático precedido por Oceanus y acompañado por Pontus y por una serie de ríos orientales: TEMPVS 38 (2015) 7-34

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Nilus, Euphrates y Orontes. Siguen actividades humanas relacionadas con el comercio (Navigia, Copia, Tranquilitas), curiosamente precedidas por Pharos y Portus, concediéndose a esos términos un valor practicamente equivalente al de elementos como Oceanus o Pontus: son indudablemente las infraestrucsturas que facilitan la navegación, el control político y el comercio, empeño de Roma en el que colaboraron figuras como Posidonio y Artemidoro, que (v. supra en relación con el trabajo de Domínguez Monedero), participaban además de interpretaciones filosófico-religiosas del cosmos que se insinúan en el extraordinario mosaico emeritense. Los textos griegos que aparecen en los mosaicos hispánicos son tratados en OGPI, pp. 171-184 por Joan Gómez Pallarés en “Los mosaicos con inscripción griega en Hispania: datos y análisis”, quien ofrece un selecto y comentado corpus de los epígrafes de un grupo importante de mosaicos descubiertos en España, catalogándolos por orden cronológico. Los cuatro primeros estudiados tienen una digna antigüedad, 2ª mitad del I a. C. con algunas inscripciones particularmente significativas: para el número 1 (= IGEP 148, I a. C., Ampurias) ΧΑΙΡΕ ΑΓΑΘΟΣ ΔΑΙΜΩΝ, el autor mantiene que se trata del saludo a una divinidad, Agatodemon, en un templo a él dedicado, proponiendo además que la efigie emporitana considerada de Esculapio podría representar al citado numen; según otras propuestas, estaríamos ante un saludo inaugural de la casa o del banquete. Por nuestra parte podríamos acudir de nuevo a la ‘cuestión rodia’ ya que en Rodas (y también en Cos), hubo asociaciones de ᾿Αγαθοδαιμονιασταί dedicadas al culto del ᾿Αγαθὸς Δαίμων, impetrado particularmente al comienzo y fin del simposio (cf. DGE s.vv.). Este carácter salutatorio, de entrada en la casa y comienzo del banquete, sería análogo al de las inscripciones 4 (IGEP 150) y, con más dudas 3 (IGEP 151, ambas I a.C.). La inscripción 2 con la palabra ἡδύκοιτος (IGEP 152, I a. C.) sería particularmente notable por constituir un hapax, revelando, como ya hemos visto en otras ocasiones por parte del comitente ciertas pretensiones ‘cultas’ o ‘literarias’ al calificar la habitación en que aparece el epígrafe como del dulce sueño, o del dulce yacer, pareciéndonos la más plausible interpretación citada la de R. A. Santiago (v. en la bibliografía adjunta al artículo), según la cual el recinto sería un dormitorio. Este aprecio por lo culto o artístico reaparece en el mosaico con la interpretación de la inscripción 5, donde ]ΟΡΗ podría ser parte del nombre de la musa Terpsícore identificada en la figura de una mujer que apoya una lira sobre una pequeña columna (y ver IGEP 249, con lectura más amplia, suponiéndose la alusión a un recinto dedicado a tal musa). De los epígrafes 6 y 7 (IGEP 371 y 360, III d. C.), el primero formaría parte del TEMPVS 38 (2015) 7-34

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tema de las estaciones del año, también representadas pictóricamente por figuras femeninas; el segundo describe el nacimiento de Venus del mar y favorecido por el ΕΥΡΟΣ ο viento de Levante, temas procedentes de Oriente que pervivirán en la Edad Media y el Renacimiento. Los epígrafes de los nos. 11 y 13 (IGEP 398 y 444, IV d. C.) me parecen, una vez más, extremadamente significativos, por su insistencia en mostrar conocimiento y aprecio por la tradición literaria homérica y filosófica griega. El primero ilustra una reunión de los `siete sabios de Grecia´ estando sus nombres escritos en griego con indudable esmero; los sabios parecen disertar o hacer la exégesis de una escena, indudablemente de la Ilíada. J. Gómez Pallarés propone que las figuras contempladas por ellos pueden ser Agamenón, Aquiles, Ulises (o Néstor) y Briseida, sugiriendo que se trataría de una representación de la “cólera de Aquiles” en el canto I de la Ilíada. El segundo epígrafe permite al editor la reconstrucción de la frase MEMAΩ]ΤΕ ΜΑΧΕΣΘΑΙ deseosos ambos de combatir , fórmula homérica testimoniada cinco veces en la Iíada y acompañada aquí de los restos de una glosa en latín a Il. 6.119 ss., cuando los héroes rivales Glauco y Diomedes antes de comenzar el combate reconocen que entre sus antepasados hubo relación de hospitalidad e intercambian las espadas, estrechandose la mano. Como ya hemos comentado, la estancia de Asclepiades de Mirlea enseñando la γραμματική en la Península no fue un caso único y tuvo continuación y expansión local y temporal. La cuestión de la población griega procedente de islas y regiones orientales es abordada en OGPI (pp. 185-204), por José Beltrán Fortes “Greco-orientales en la Hispania republicana e imperial a través de las menciones epigráficas,” artículo que dedica a la memoria de Fernando Gascó, sin olvidar a Antonio García Bellido ni a Francisco Beltrán Llorís OJO. Evidentemente, es complejo decidir si, en una inscripción, un nombre propio pertenece a un personaje griego y, encima, del Oriente Mediterráneo; tampoco es decisivo que el epigrafe esté escrito en griego, dado el carácter vehicular de cultura de esta lengua, poniendo el autor como ejemplo a Moderato de Cádiz, que en el I d. C. escribió totalmente en griego una obra filosófica (desgraciadamente falta de una edición crítica moderna). En la necrópolis paleocristiana de Tarraco encontramos el epígrafe funerario de Aur(elius) Aeliodorus, griego de nacimiento procedente de Tarso de Cilicia, importante crisol de poblaciones minorasiaticas orientales y judías, etc. De este epígrafe y otros que informan sobre su lugar de nacimiento, se deduce algo evidente: la onomástica de los griegos de época imperial romana en España, es diferente de la que encontrábamos, p. ej. en las inscripciones de Ampurias: son otros griegos los que visitan la Península en época TEMPVS 38 (2015) 7-34

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romana. En el curioso elenco que hace J. Beltrán de unos 100 nombres estructurados por categorías, digamos, semánticas, no aparece en el importante apartado de nombres “geográficos” ningún hidrónimo, mientras que en el Emporion de siglos anteriores están llamativamente testimoniados (ver infra el artículo de Mª P. de Hoz). J. Beltrán señala que grupos sociales formados por libertos o esclavos procedentes del helenismo oriental, aparecen ahora como “libres”, aunque no ciudadanos romanos, ejerciendo de enseñantes, médicos (algunos especialistas), comerciantes, artesanos, etc. Tal vez, como ya hemos señalado al principio, se trata de profesionales itinerantes, aceptados como residentes temporales en las ciudades griegas y que generaban a su vez un importante flujo de discípulos, pacientes, compradores, etc., considerado fuente de riqueza para la ciudad (v. p. ej. ἐπιδημέω en DGE VIII). Particularmente interesante es el caso de los enseñantes: en Tarraco aparece un tal Aemilius Euhodos que dedica una inscripción a su colega Aemilius Hippolytos, calificado de educator; también en Córdoba y Gades enseñan maestros del mas alto nivel, calificados cada uno de graecus: un tal Domitius Isquilinus de nombre aparentemente latino, se identifica como graecus y magister grammaticus en Corduba; es posible que el cognomen Isquilinus remita al gr. Αἰσχύλινος (ver DGE s.v.): tal vez estaríamos ante un longevo seguidor (muere con 101 años) de Asclepíades de Mirlea, que, como hemos apuntado más de una vez, sería una de las puntas del iceberg de la tradición cultural griega desde Oriente a Occidente. La epigrafía nos muestra, sigue J. Beltrán, la presencia de esclavos o libertos procedentes del Oriente griego con responsabilidad en la construcción, en la minería, etc. El más importante grupo de inscripciones latinas con nombres de raigambre griega está en Tarragona, que junto con Carthago Nova tiene un particular peso específico comercial, artesanal y administrativo. Un caso aparte consistiría en la presencia de honderos griegos etolios detectada a partir de proyectiles procedentes del cerco de Numancia, todos con la inscripción ΑΙΤΟΛΩΝ (IGEP 446.1-6 II a.C.), lo que revela la prolongación de la temprana subordinación y alianza de la región etolia con Roma. Es notable que en lo referente a cultos y templos, estos “griegos”, esclavos, libertos o libres, erigen exvotos a dioses helénicos latinizados y también a númenes indígenas como Endovelico (y recordemos la dedicatoria a Niethos). Sin embargo, es curioso el número de los que lo hacen a deidades de origen ‘egipcio’, Isis y Serapis, lo que demuestra el importante vuelco hacia el Egipto grecorromano. Como hemos dicho, es difícil saber cuantos de estos “griegos” eran orientales: hay seguri-

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dad cuando parecen pertenecer a la comunidad de comercinates sirohelenos, amplia en España y en otras zonas del Occidente imperial. También está clara esa identificación para los muchos funcionarios (de alto y medio nivel) que recorren todo el imperio y de cuya asombrosa movilidad nos queda una importante huella epigráfica. Entre ellos es de destacar el Arriano que inscribe un epigrama en honor de Ártemis (IGEP 368, II/III d.C.) cuya posible identificación con Arriano de Nicomedia ha hecho correr tanta tinta. Habrá un momento en el que miembros de esas élites orientales helenizadas (por no hablar por ahora de las iglesias cristianas) alcanzarán, como dice J. Beltrán, “los niveles rectores del Imperio” Casi todos los autores hasta ahora reseñados de OGPI mencionan la presencia, sobre todo epigráfíca, de divinidades griegas y “orientales”. A ello dedica María Paz de Hoz García-Bellido un amplio estudio, practicamente una monografía, con el título de “Cultos griegos, cultos sincréticos y la inmigración griega y greco-oriental en la Península Ibérica” (pp. 205-254). Comienza con el culto oriental más antiguo y persistente en la Península Ibérica, el del griego Heracles sincretizado con el fenicio Melkart (desde 1100 a.C. hasta época imperial romana). La primera y principal hazaña de Heracles sería el robo del ganado bovino de Gerión, según Hesíodo, Pisandro o Estesícoro. Desde muy pronto, comenta Mª Paz de Hoz, la iconografía griega de Heracles (y cf. supra el trabajo de Mª. Paz García-Bellido relativo a su imagen monetal) es la que va a primar en la Península, apartándose de la púnica mauritana, aunque los prácticos fenicios adoptaron un curioso consenso al duplicar la imagen de Heracles en su templo gaditano, representándolo con una escultura de corte “egipcio”, oriental y otra de aspecto tebano o griego. Tal templo albergaba relieves de las famosas ‘doce hazañas’, acompañadas de epigramas, que debieron mantenerse como una larga tradición, probablemente en paralelo a la enseñanza de la cultura griega en la Bética (y cf. supra una vez más, el caso de Asclepiades de Mirlea y otros maestros varios en los artículos reseñados). De esta serie nos queda el dístico IGEP 355 (II d.C.) en el que se sintetiza la hazaña relativa a Cerbero. Pero el nombre de Heracles, tal vez sincretizado con una divinidad local, ya está presente (y v. supra varios trabajos), como también reconoce Mª P. de Hoz, desde inicios del VI a. C. en la frase ᾿Ηρα]κλέος ἠμί Soy de [He]racles, (IGEP 338,VI a. C.) escrito en alfabeto griego cnidio. Posteriormente, inserto en la tradición romana, Heracles seguirá reconocido en la Península, especialmente en el Sur. Sin embargo los primeros cultos griegos (y greco-orientales) se sitúan en Ampurias y su entorno. El antecedente colonizador (y aquí nos TEMPVS 38 (2015) 7-34

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extenderemos un tanto) se produce en principio (Str. 4.1.4, 5) a partir de Massalia (Marsella), colonia focea que, obedeciendo a un oráculo, es fundada bajo los auspicios de Artemis Efesia, trayendo los emigrantes un ἀφίδρυμα copia o replica de los ἱερά del templo de la diosa. Los masaliotas trataron, según nos informa Estrabón, de extender a sus colonias (ἐν ταῖς ἀποίκοις πόλεσι, p. ej. Emporion o Hemeroscopion, en transcripción del latín Διανιον, hoy Denia, Str.3.4.6), el culto a la diosa insistiendo en la misma διάθεσις configuración o disposición del ἀφίδρυμα o réplica, que Estrabón, unas líneas más abajo llamará ya ξόανον, tal vez un ídolo lígneo. Dice también Estrabón que cuando los masaliotas se aliaron con los romanos instalaron otro ξόανον de Artemis Efesia en el Aventino, insistiendo que debía mantenerse la misma διάθεσις o rigurosa disposición ritual de elementos sagrados (uno de los cuales consistiría en una especial corona, según Dioniso de Halicarnaso 2.2). Imbuídos de este llamativo celo religioso transmitieron los masaliotas, según Estrabón, estos cultos a los íberos, pero, como constata Mª P. de Hoz, dedicando al conjunto de hallazgos, a veces complejo y contradictorio, densas páginas y abundante bibliografía, persiste el inquietante hecho de que, por ahora, no se han encontrado restos fehacientes del culto efesíaco; tampoco parece que la epigrafía o las monedas sean de gran ayuda: algunas de estas muestran una diosa, cuya iconografía, en el caso de que fuera Ártemis, no recuerda la de la oriental Efesia del VI a. C. D. Es verdad que en Ampurias bajo el templo llamado de Aslepio se han encontrado restos de construcciones antiguas (V a. C.) y de entidad, pero el propio templo de Asclepio también presenta problemas, empezando por la notable estatua del dios curador y una cisterna para eventuales abluciones terapeúticas. En cualquier caso, un templo de Asclepio en la Península no sería un caso único: Mª P. de Hoz recuerda que Polibio en 10.10.8 dice que Asclepio tenía también un templo en Cartagena. Por otro lado no parece a Mª. P. de Hoz improbable que, inicialmente, el templo emporitano estuviera vinculado a Artemis y Apolo, divinidad esta última con antigua y larga relación con la medicina y con Asclepio. El Apolo aquí adorado, según la autora sería el Pitio, epíteto reflejado en teóforos emporitanos que comienzan con Πυθ-. Y es que la antroponimia va a marcar algunas pautas significativas: Mª P. de Hoz estudia divinidades especialmente relacionadas con la tradición focea y masaliota, como Dioniso y Posidón, con particular reflejo en antropónimos, entre los que destaca los nombres propios derivados de hidrónimos que hacen referencia a los ríos-dioses de los orígenes minorasiáticos de los griegos que arribaron a esas costas. Están los nombres de los emporitanos Καύστριος (IGEP 132, IV a. C.) y Ἡρμόκαικος (IGEP TEMPVS 38 (2015) 7-34

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133 y v. comm. en ambas) así llamados a partir de ríos que aparecen ya en Homero (Caustrio, Il. 2.461, Hermo, Il.20.392, éste próximo a Focea). Hay que señalar que el paso de la hidronimia a la antroponimia es en Homero propio de los troyanos anatolios, no de los griegos: es el caso del hijo de Héctor que mientras los demás le llaman Ἀστυάναξ (Príncipe de la ciudadela ), su padre le llama Σκαμάνδριος, por el río Escamandro, (Il.6.402-3). Este río y el Simois, ultrajados por Aquiles iracundo (Ilíada canto 21) actúan con poderes propios de divinidades meteorológicas, generando lluvias torrenciales e inundaciones, logrando el imposible de que Aquiles tema e intente huir. El gran héroe griego, en su ira, en vez de respetarlos, ha cometido un peligroso ultraje contra dioses locales extranjeros, regla tradicional que, como hemos visto, se cuidaron de cumplir los primeros griegos que llegaron a las costas ibéricas con ofrendas a divinidades locales. Y seguramente, en esa línea de adaptación, la antroponimia derivada de los nombres de ríos anatolios fué adoptada por los colonos cuando se asentaron en Asia Menor, tanto jonios (el propio Homero, según se dice en su Vida pseudoherodotea tenía como primer nombre Μελεσιγένης, por el río Meles de Esmirna), como eolios (el padre de Safo se llamaba Σκαμανδρώνυμος, Frs. 252-256). Durante siglos, esa antroponimia basada en hidrónimos abarcará desde el nordeste del Mar Negro (cf. p. ej. Dionisermo que combina el nombre del dios Dionisos con el del río Hermo, v. nuestro “Antropónimos griegos en Oriente (Mar Negro) y Occidente (Iberia) desde época arcaica” Res philologica II, San Petersburgo, 2001, pp. 67- 72), hasta el oeste, en Masalia, donde llegan a juntar tres nombres de rios para denominar a una sola persona HermoKaikoXanthos para admiración, nada menos, que de Aristóteles Po.1457a35, trío del que los dos primeros nombres aparecen, como hemos visto, en el nombre propio en la inscripción emporitana IGEP 133. Es evidente que esta hidro-antroponímia, trasladada de padres a hijos, formaba parte de la insistencia en mantener los lazos de cohesión con las metrópolis griegas; también el culto de Apolo (Pitio) en Emporion es paralelo al interés de los masaliotas por mantener su presencia en unο de los mayores santuarios apolíneos, como testimonia la erección de su extraordinario ‘tesoro’ en Delfos. A estos vínculos sociales y religiosos, mantenidos a lo largo de generaciones, habría que añadir uno cultural importante, que enlaza todo: los poemas homéricos, de los que Masalia, junto con otras ciudades, entre ellas colonias jonias como Sinope, se enorgullecía de poseer una `edición´ propia (cf. p.ej. el ap. crít. a Il.1.38 ed. Monro-Allen). Entre los restos del importante conjunto templario de Emporion Mª Paz de Hoz estudia los vestigios relativos al culto de Sarapis, compleja TEMPVS 38 (2015) 7-34

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divinidad, probablemente de origen egipcio, aunque también, según Plutarco (2.361f ss.) procedente de la colonia jonia de Sinope, extendiéndose por el mundo helenístico fundamentalmente a partir de puertos y centros comerciales. Sarapis participa también del carácter de dios curador, que lo hace idóneo para superponerse al eventual culto anterior de Asclepio en Emporion; con su presencia, según Mª. P. de Hoz, se abrirá la Península a un sincretismo mediterraneo, a partir de divinidades como Isis, Cibeles, Atis, Sabazio, Mitra, Atargatis, etc. adoradas por oferentes en la Tarraconense, Bética, Lusitania y Gallaecia, con amplio material epigráfico del que vamos a seleccionar algunos datos que nos parecen especialmente significativos. En la inscripción IGEP 140, I a. C. ( y cf. comm.), escrita en latín y griego, un alejandrino de nombre Noumás, hijo de Nouménios dedica a Sarapis nada menos que un templo, una stoa o pórtico y ξό]ανα , que en la versión latina pueden ser simulacr]a. Constata Mª P. de Hoz que el poder romano refuerza, aunque con otros actores (y, como delata, como hemos visto la antroponimia diferente, v. supra el trabajo de J. Beltrán) la presencia grecooriental. En muchos casos ya no se tratará de comerciantes griegos o procedentes del Oriente griego, sino de miembros de la administración romana de ese origen o que han ejercido allí sus funciones como demanda la movilidad de la casta adminstrativa imperial. De ello es extraordinario ejemplo el santuario rupestre de Panoias en Portugal (Tras-os-Montes), con varias inscripciones latinas y una griega (IGEP 429, II-III d.C.) en la que Sarapis aparece con el epíteto de ὕψιστος como divinidad henoteísta y poder aglutinante de un conjunto de dioses locales, al que se accedería mediante un proceso iniciático. Piensa Mª P. de Hoz que el dedicante, G. C. Calpurnio, pretendía introducir un culto de su patria oriental adaptándolo al contexto local. Sarapis llegará a ser sincretizado con Zeus y con un Ιαώ tal vez hebreo, cosa que no descarta Mª P. de Hoz, en una lápida próxima a Astorga (IGEP 440, III d.C.). Otro personaje de la administración, el procurador imperial Silvanus Melanión, que según su curriculum recorrió el orbe romano desde Galia (Lugdunum), pasando por Dalmacia y Britania, hasta Astorga en la Península Ibérica, “va incorporando” según su rastro epigráfico, diferentes dioses, sin olvidar a los locales. Una inscripción griega de Astorga (IGEP 437, III d. C., y cf. comm.), es dedicada por Silvano a las Némesis de Esmirna, que tal vez, como propone Mª P. de Hoz, serían sus “divinidades patrias” con las que manifiesta un firme vínculo. Dada la categoría de los comitentes se advierte un intento de conciliar elementos propios de sus orígenes, la religión romana y cultos locales, en lo que en ese momento es casi una “política” estatal de integración TEMPVS 38 (2015) 7-34

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de las sociedades indígenas, con precedentes en las antiguas inscripciones con ofrenda a Heracles o a Niethos, sin olvidar arcaicas tradiciones procedentes de la épica griega más antigua. Dedica también la autora unas densas páginas a los cultos sirios en la Península. Las menciones son escasas, pero está el relato del Martirio de Santas Justa y Rufina que se negaron a participar en los rituales de la diosa Salambó. Aparte de revelar la presencia de una consistente población siria en Híspalis, el relato puede dar alguna informarción sobre los cultos en honor de Adonis, divinidad que aparece ya en poetas arcaicos procedentes de Anatolia, como Alcmán (109 PMG) o de la isla de Lesbos, como Safo (Fr.140). Deja Mª.P. de Hoz para el final los cultos minorasiáticos en la Península, sobre todo los de Cibeles y Atis, de enigmática difusión, pues no fueron traídos directamente por habitantes de Asia Menor, sino que llegaron tal como fueron “recreados en Roma”. Estos cultos van unidos a una fuerte “influencia africana”, como ocurre en Mahón y sobre todo en la sorprendente “Tumba del Elefante” de Carmona (I-II d. C.). Las inscripciones votivas que hacen referencia a tales cultos suelen ser de libertos, incluso esclavos cuyos nombres pueden revelar procedencia griega minorasiática. Sin embargo en la Bética y Lusitania (Mérida), pueden aparecer dedicantes que ofrecen sacrificios, como los taurobolia, que implican un alto dispendio. Las anexiones romanas de Capadocia, Ponto Comagene o Armenia Menor generan el culto de una divinidad persa, Mitra, que gracias al ejército y convertida en “producto romano” se extenderá a otras zonas de Italia. El culto a este dios tendría las características de un “club cerrado”, especialmente en Mérida y su entorno, donde encontramos dedicantes con cognomina griegos (Hedychrus, Artemidorus) y orientales; también aparece imaginería mitraica a veces muy ática, como la figura del dios firmada por un escultor griego, Demetrios (IGEP 393, II d. C.). Una vez más tal culto se debería, como postula M.ª P. De Hoz, a la búsqueda de unas particulares señas de identidad o de cohesión con sus orígenes, faceta que, hemos podido observar en los temas desarrollados en OGPI. Mª P. de Hoz dedica un apartado a textos de “carácter mágico y apotropaico” en anillos de oro u otros metales con inscripciones de palabras repetidas a modo de abracadabras y también con agrupaciones de letras griegas unidas sin aparente sentido, pero que al tener tales letras también valor numérico forman una cifra, como ocurre con ΑΒΡΑΞΑΣ = 365, e.d., los días del año que hacen de Abrasax el nombre del dueño de los 365 cielos. Estamos próximos al gnosticismo, como

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descubre Mª P. de Hoz en Astorga, con la visita del egipcio Marco, seguidor de Basílides (II d. C.), jefe de una secta gnóstica, movimiento que en principio se consideró hasta cierto punto una ‘religión científica’ (y no olvidemos la Aeternitas/Aion del mosaico de estructuración cósmica de Mérida). La autora estudia también tablillas de defixión (una de las cuales tiene dedicante, esclavo, de nombre griego). Son curiosas en estos textos las invocaciones, entre otras divinidades, a Ἰαώ, (a quien antes hemos visto identificado con Zeus y Sarapis, v. supra IGEP 440, III d.C.); en una de ellas, aunque de dudosa procedencia, hay incluso una alusión a un texto bíblico (IGEP A II 7, III-V d. C). Mª. P. de Hoz considera que tales invocaciones a Yave´ no son forzosamente epígrafes de judíos helenizados, gnósticos o cristianos, sino que los autores, como en muchos otros casos, podían considerar que la “apelación a poderes extranjeros, forma[ba] parte de la eficacia mágica”. Del magma religioso que muestra la última inscripción griega mencionada se destacará y configurará una, el cristianismo, que a pesar de la multiplicación de sectas, dogmas, concilios, anatemas, etc., se extenderá por gran parte del planeta. Pablo C. Díaz “Los orientales y la llegada del Cristianismo a la Península Ibérica,” estudia en OGIP pp. 255-262, en que medida helénicos (o helenizados) y, a poder ser procedentes del oriente griego, intervienen en la construcción teológica e institucional del cristianismo en la Península. Recuerda el autor en principio como Valerio del Bierzo (VII d.C.) justifica “su vida, alejada de la discplina del monasterio” apoyándose en Arsenio eremita (V d. C.) en el desierto de Escitia, pero influyente en el imperio de Oriente. Pone con ello de relieve que el modelo de santidad procedente del oriente griego, por no hablar de la ascética egipcia reflejada en otras ‘vidas’ como la Vita Antonii, la de Pafnutio, etc., pueden haber tenido influencia en Valerio “asceta hispano de original trayectoria”. En cualquier caso, piensa el autor que la difusión del cristianismo en Hispania, más que mediante misiones evangélicas, se habría producido a base de diferentes grupos o comunidades que lentamente fueron constituyendo una “iglesia”, básicamente latina; también apunta la influencia de la iglesia africana. Es en Mérida, a cuyo puerto fluvial llegan ciertos personajes ex Orientis partibus, donde se desarrolla la historia de un médico, Paulo, que finalmente es elegido obispo. La historia, a pesar de su poco edificante desarrollo, rozando el nepotismo y la compra de cargos, podría significar el asentamiento de una facción oriental en la iglesia hispana. En cualquier caso es interesante constatar que el fenómeno se producirá en ambos sentidos a lo largo del Mediterráneo. P.C. Díaz ve en la inversión del viaje un importante giro religioso-cultural, que tuvo su TEMPVS 38 (2015) 7-34

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impacto al otro lado del Mediterráneo. Recordemos además la institucionalización de los Concilios, empezando por el de Elvira a principios del IV d.C., que llevó a su inspirador Osio de Córdoba a Nicea para asistir (o presidir) el famoso Concilio del 325 d.C., de consecuencias decisivas para el futuro. El trabajo de Margarita Vallejo Girvés “Bizancio y el Mediterráneo entre finales del siglo V y principios del siglo VIII. Navegando por un mar romano” en OGPI (pp. 263-279) nos informa sobre un imperio romano “ya territorialmente oriental” bizantino o protobizantino, poniendo de relieve la época del emperador Anastasio (491- 517 d.C.), cuya política, en relación con el Mediterráneo Oriental está lejos de ser “indiferente y pasiva”. El emperador trató de encontrar una “fórmula teológica intermedia entre diferentes sectas cristianas; supo hacer pactos políticos (con el reino franco)”, etc. Pero sobre todo buscó el crecimiento económico derogando gravosos impuestos a comerciantes y mercaderes, con una importante reforma monetaria que favorecía las pequeñas y medianas transacciones. Todo ello se refleja en el gran número de sus monedas descubierto en las costas del ámbito hispano. También recorrían Hispania viajeros orientales y entre ellos clérigos “griegos” que creaban desasosiego en mandatarios de la iglesia hispana, como ocurre al obispo Juan de Elche. Tras el breve reinado de Justino I, Justiniano logrará un tráfico cada vez más fluído entre ambas orillas (a pesar de las terribles epidemias de peste a las que la autora otorga particular significado), convirtiendo de nuevo, en forma mucho más ambiciosa, el Mediterráneo en un mar romano. Aunque al final de su vida y en época de sus sucesores se produzca un progresivo deterioro de la situación, se mantendrá una actividad comercial y de movimientos de pasajeros por las costas atlánticas, que, curiosamente, parece que tienen que ver con el protagonismo de Mérida a la que hemos visto llegan por el Guadiana gentes orientales. El influjo llega a las islas Británicas, donde se han encontrado monedas bizantinas (y no sin antes recorrer el Golfo de Vizcaya: entre los relativamente recientes hallazgos de Irún, es de notar la secuencia de monedas desde Augusto hasta Bizancio). M. Vallejo Girvés se plantea también en qué medida cambia la invasión islámica la deteriorada y amenazada situación del imperio de Oriente y Occidente. Según ella, el proceso va a ser relativamente lento: parece que las Baleares fueron “paulatinamente dejadas a su suerte”; las ciudades del norte de Africa fueron siendo tomadas por los árabes, primero Cartago (698) y poco después Ceuta, cabeza de puente para el paso a la Hispania visigoda. Sin embargo aunque los barcos que navegaban por el Mediterráneo ya no estaban controlados solo por TEMPVS 38 (2015) 7-34

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la “ley imperial, también lo estaban a la ley islámica”, se mantuvieron los contactos entre los poderes orientales y occidentales en el siglo VIII y sucesivos. Jaime Vizcaíno Sánchez en “Hispania y Oriente durante el período de ocupación bizantina (siglos VI-VII). La documentación arqueológica” en OGPI, pp. 281-305, estudia pormenorizadamente las evidencias materiales en la zonas Peninsulares bajo Bizancio, en lo que el autor califica de “canto del cisne” del programa expansivo de Justiniano. Afortunadamente, aunque las fuentes textuales son escasas, los restos arqueológicos hallados y estudiados en las últimas décadas (sobre todo en Cartagena, Málaga y Ceuta [Carthago Spartaria, Malaca y Septem] ayudan a entender mejor la aventura occidental y sus antecedentes. Considera que puede hablarse de “bizantinización”, pero a través de una “forma de africanización”. Nos parece muy notable, como señal del final del mundo romano (y el antiguo), tanto en Cartagena como en Málaga y en otras zonas del Mediterráneo, el proceso de “privatización” de las antiguas estructuras imperiales públicas. Parece que los contingentes militares destinados fueron precarios (unos 5.000 hombres); también el eventual proceso de “helenización, que aunque escaso” muestra que “en un Mediterráneo que ha vuelto a ser un lago romano, el griego es la lengua del comercio”. La cerámica encontrada procede en gran parte de islas griegas, Asia Menor y sus zonas costeras entre ellas Focea, hecho que no deja de ser asombroso, quince siglos más tarde de la aparición de foceos en la Península. Todo ello nos informa de una evidente “vitalidad de los lazos económicos” y pervivencia del hecho comercial. En lo referente a la moneda, se mantiene el “vínculo norteafricano”, de cuyas cecas, especialmente Cartago, son predominantes las monedas encontradas en la Cartagena de la Spania bizantina. Aunque no muy numerosos, son significativos los restos encontrados del atuendo personal; como el centenar de láminas de hierro de la loriga de algún oficial procedente del Oriente bizantino en Cartagena (finales del VI d.C.), con paralelos en otros puntos del Mediteráneo; también broches de cinturón o collares de ambar y sobre todo un artístico y costoso broche femenino de oro repujado procedente probablemente de un taller siropalestino. En lo que se refiere a las construcciones religiosas, parecen mantener cierto influjo “oriental” arquitectónico y decorativo en las Baleares. A pesar de ser escasos los restos encontrados en la Spania bizantina, su arquitectura tiene sin embargo singular influencia en el mundo visigodo donde se produce un proceso de aemulatio imperii, con la “monumentalización” de Toletum y la fundación por Leovigildo de la ciudad de Recópolis. La epigrafía griega, TEMPVS 38 (2015) 7-34

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fundamentalmente funeraria, alguna vez transcrita en alfabeto latino, suele consistir en formulas “parcas” en las que el difunto se identifica como γρικός: aunque, como dice el autor, hay “escasa implantación de la lengua foránea”, será esa forma relacionada con el étnico γραικός, (utilizado ya por Sófocles, Fr. 1087 para designar a los helenos por parte de extranjeros y luego con sentido casi despectivo por los romanos), a partir de la transcripción latina graecus la que como griego, sobrevivirá, junto con Spania como España a la conquista árabe y a la fragmentación de la reconquista. Josep Anton Remolá Vallverdú en “Ánforas orientales tardías en Tarraco (siglos V-VII)” informa en OGPI, pp. 307- 330, del auge del “desplazamiento de productos líquidos y semilíquidos hacia el Mediteráneo occidental”. El fenómemo, objeto de debate, es estudiado por el autor mediante una pormenorizada exposición sobre restos cerámicos de gran diversidad tipológica, basándose en sus procedencias. Dedica el primer apartado a tipos de ánforas originarias de islas del Egeo (entre ellas Samos) y Asia Menor, utilizadas probablemente para el transporte de vino de Quíos y aceite, no solo de oliva. De ellas, solo las de tipo “Ágora de Atenas” tienen tituli picti indicando su capacidad. Otros tipos procedentes de Asia Menor (Isauria, Cilicia y norte de Siria) son más frecuentes en Tarraco y tienen tituli picti indicando también cualidad, como p.ej. πάσσον según el autor “vino resinado”, aunque la única cita que encuentro de este término es en Polibio 11a.44, pero referida a vino de pasas; también suelen llevar una fórmula cristiana abreviada. Hay tipos anfóricos procedentes de Gaza (Palestina) que probablemente contenían el celebrado vino de esa ciudad. Sigue siendo una vez más llamativo, como en las secuencias de ánforas de épocas anteriores, el nivel de exigencia y calidad de los productos importados. La colección de ensayos de OGPI se cierra con el ilustrativo trabajo de su también editora Gloria Mora “La presencia griega en Espàña en la historiografía y el coleccionismo de antigüedades (Siglos XVI a XVIII)”, pp. 331-345. Sorprende a la autora, con razón, el “mínimo papel” que había adjudicado la historiografía a la presencia de los griegos en la Península y a su peso como “factor de civilización”, en el que el alfabeto tiene lugar señero; también a lo que en el s. XVIII se llamó escrituras “desconocidas” con la consecuente ‘historia desconocida’. Serán las primeras excavaciones e investigaciones en Ampurias, las que, según la autora, alterarán decisivamente la visión de la presencia de los griegos en Espàña, avance ratificado con densa bibliografía desde comienzos del siglo XXI. En principio, según G. Mora, eventuales presencias hispanas en Grecia desde el siglo XIII d.C. como las debidas a las actividades de los TEMPVS 38 (2015) 7-34

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almogávares o la creación de los ducados de Atenas y Neopatria en relación con la corona de Aragón, no llegaron a tener influencia en los estudios helénicos en España. Tal vez era demasiado pronto; pero ya a finales del siglo XIV, destaca la autora el hecho de que Pedro IV el Ceremonioso promulgara el decreto de protección de una Acrópolis ateniense en gran parte desfigurada bajo desiguales construcciones. En los siglos siguientes, sigue G. Mora, España permanecerá indiferente a la suerte de Atenas, hasta que lleguen “algunos exiliados liberales” con motivo de la liberación de Grecia de la turcocracia. En relación con ello quisiéramos puntualizar que es el triunfo del levantamiento de Riego en España a favor de la Constitución en 1820 el que lleva a los propios griegos revolucionarios a buscar una relación con España; habrá bastantes españoles que vayan a Grecia a luchar, quedando algunos enterrados en los Propileos (cf. nuestro “Entre filhelenos y compañeros de Torrijos”, Trienio, 50, 2012, pp. 41-66). Opina G. Mora, que si bien los estudios greco-latinos no llegarán a prosperar como en Italia debido a los ‘peligros’ que la Contrarreforma veía para las interpretaciones bíblicas, varios humanistas y coleccionistas reunieron manuscritos griegos o dibujaron y estudiaron inscripciones y ruinas: muy esclarecedora la recuperación que hace G. Mora de un Nebrija que investiga fuentes antiguas y ruinas en su Muestra de las Antigüedades de España, Burgos, c. 1491, lo que significa, entre otras cosas, la incorporación de España a movimientos renacentistas. Una aportación extraordinaria será la recopilación y estudio de monedas griegas por Antonio Agustín, considerando estas “fuentes” de la historia como más fiables que los textos escritos. En lo que se refiere al arte, especialmente la escultura, los Austrias no parecen haber tenido gran interés por ella. Aunque, muy interesante, el hijo de Felipe II, el “malogrado Príncipe Don Carlos”, tuvo rasgos de figura renacentista, intentando entre otras cosas, adquirir la colección de Diego Hurtado de Mendoza. Entre los Borbones, Felipe V reunió escultura, segun precisa la autora, por consejo de su esposa Isabel de Farnesio; virreyes y grandes señores aportaron antigüedades de Italia, lo que en ese momento conllevaba particular prestigio, atribuyéndose a estatuas como la “Venus de la Concha”, ahora en el Museo del Prado y otras, frecuentemente copias, la autoría de Praxíteles o Fidias. Dentro de esa línea, siendo Carlos III todavía rey de Nápoles se producirán los descubrimienos de Pompeya y Herculano (y, no olvidemos, Pestum), lo que conlleva el auge de lo “grequizante” (y lo “etrusco”), prosiguiendo con Carlos IV y el infante D. Gabriel en esa línea. Para todo ello, es llamativo y muy de agradecer, el número de obras inéditas sobre las colecciones estatuarias en poder de grandes señores que G. Mora estudia. Todo TEMPVS 38 (2015) 7-34

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ello ayudará a impulsar en cierto modo los estudios helénicos, acrecentándose el interés por la creación de una nueva historia de España y su topografía antigua, proyectándose para ello una nueva edición del libro III de Estrabón. Sin embargo, los editores decidieron seguir la versión latina de Theodorus J. van Almeloveen (Amsterdam, 1707) basada en la de Isaac Casaubon, (París 1620). Considera la autora esta decisión indicio de la ignorancia del momento; es posible, pero hay que tener en cuenta que la obra de Casaubon no ha sido fácil de sustituir y todavía viajeros ingleses, como Th. James o R. Ford recorrían España en el XIX, llevandolo, junto con su comentario latino (de 1587) a modo de moderna guía. Otros grandes proyectos que G. Mora reseña serían los de reunir corpora epigráfícos y numismáticos, como el inicio de una Colección litológica que avanzó trabajosamente hasta que Hübner viaja a España y se le ceden materiales que posteriormente serán reeditados en IG 14 y ahora, muy ampliados en IGEP. El siglo XIX, resume G. Mora, cambiará la forma de enfrentarse España a su propia historia antigua, cuando los museos y las universidades den cobijo institucional a lo que antes estaba en manos de coleccionistas y eruditos. ELVIRA GANGUTIA ELÍCEGUI CSIC Las abreviaturas de autores y obras griegas son las del Diccionario Griego Español I2, Madrid, CSIC, 2008. Agradezco a Juan y Helena Rodríguez Somolinos muy especialmente sus ayudas en materia epigráfica, a Pablo A. García y Elvira Gil su apoyo en materia informática; a Clara Gangutia precisiones y sugerencias en lo relativo a cuestiones pictóricas.

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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

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