El arte como forma de pensamiento estético

July 15, 2017 | Autor: Daniel Cholakian | Categoria: Arte, Pensamiento Crítico, Cultura, Industrias Culturales
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POLÍTICAS DE LA CULTURA: ARTE Y PENSAMIENTO ESTÉTICO
¿De cuántos modos podemos abordar la relación entre arte y pensamiento? Para hacerlo es necesario asumir la libertad creativa que nos permite el arte, pero también sus limitaciones. Porque aunque hablar del arte y del artista sigue remitiendo para muchos al modelo romántico del artista libre, desconfío de toda noción que niegue sus propias condiciones de producción. Así trabajar alrededor de los conceptos de arte y pensamiento obliga articular la osadía libertaria tanto con los condicionantes históricos, materiales y simbólicos.
No interesa aquí el modo en que se produce el pensamiento. Este importa en tanto pensamiento crítico, que es un ejercicio sistemático y metódico sobre los hechos u objetos abordados, con un marco teórico previamente definido. No se pueden adecuar las ideas según el tema que sea el tratado, así como no se pueden ajustar la construcción intelectual, el discurso y las conclusiones al interés del momento. El pensamiento crítico está alejado del sentido común, de la repetición, del ajuste a la conveniencia. Supone, además, una ética de la intervención. Porque todo pensamiento, entendido de este modo, es una acción concreta en un espacio colectivo. Porque el pensamiento es una forma social de producción. "Pensar" no es un decir cosas, es un ejercicio concreto de intervención honesta y sostenida en el medio en el que uno vive. Ni neutral, ni independiente ni distante.
Debemos asumir nuestra mirada sobre el arte de un modo similar. No define al arte solamente el conjunto de prácticas, técnicas y mecanismos de producción de la obra. Mucho menos los mecanismos de circulación y exhibición. La obra hoy está atravesada por la lógica de la sociedad de consumo en la que se producen bienes para un mercado determinado, segmentado, formateado, construido históricamente. Está marcada por los sistemas de producción, circulación y consumo que le dan las condiciones de posibilidad. Estos sistemas incluyen Estados, fundaciones, fondos financieros, jurados, curadores y expositores tanto como relaciones locales, nacionales, regionales y globales. Además de estos actores sociales, existen un conjunto de dispositivos no materiales que condicionan el trabajo en el arte. Los discursos sobre el deber ser (y hacer) en el arte, sobre las tradiciones artísticas –esos discursos que las borran, se la apropian o resignifican - son también dispositivos.
Regulando las relaciones de poder (y saber) entre los hombres y los pueblos, la academia que se reserva para si la propiedad / potestad del pensamiento. Organiza y legitima las formas de producción del saber, entre ellos el uso de la palabra como fundamento para la construcción del pensamiento, a la vez que se valida a sí misma. Obviamente los saberes son más que esos, adquieren diversas formas y se producen de modo colectivo y en lugares y con metodologías diferentes. La universidad y los espacios artísticos institucionalizados son parte de ellos, pero debemos destacar que no son menos apropiados los saberes que desarrollan los movimientos sociales, los artistas populares y aquellos que, incluso desde espacios institucionalizados, producen discursos críticos sobre los mecanismos de dominación.
Así el arte como forma de pensamiento estético remite a dos nociones. La primera es una afirmación: toda expresión artística que genera una conmoción en quien la recibe, en tanto produce un cuestionamiento sobre lo dado y sobre lo inalterable de su lugar en el mundo, es producción de pensamiento. La segunda, una negación: es falso que el lenguaje hablado y escrito sea la única forma de producción y circulación de pensamiento. Al reivindicar el pensamiento crítico como herramienta política y transformación, con el mismo criterio el arte que nos importa es aquel crítico de su momento histórico y de los mecanismos de dominación.
Agreguemos entonces otro concepto en el que se entraman estas nociones: Cultura. Daniel Link hace un análisis que se me antoja pertinente. Al diferenciar arte y cultura, explica que la cultura es la afirmación de lo que es, para que haya continuidad, en tanto el arte es negación de ese status, el arte se afirma en la negación y la ruptura. El planteo de Link sirve para entender el lugar del arte como forma de pensamiento crítico, disruptivo, negador de lo instituido y como tal creador de prácticas vitales que supongan procesos emancipadores. El problema se presenta cuando el arte se hace institución. Cuando los discursos del arte se institucionalizan e instalan como formas de la verdad dominante. Es por ello que debemos preguntarnos de que hablamos cuando hablamos de "Industrias culturales" en relación con la continuidad y la afirmación de la producción y el arte como forma de consumo.
Entre la disrupción y la estabilidad (que no institucionalización) podemos seguir a Ricardo Carpani, quien sostenía que lo relevante es que toda lucha por una nueva construcción común desde el arte suponga el avance hacia un "período históricos estabilizados, con valores comunes e indiscutidos", pues en esos tiempos "la obra del artista tiene garantizada su posibilidad comunicativa".
Decía que en sus orígenes todo arte era arte público. Su valor fundamental reside en la experiencia colectiva del arte, en tanto artista y hombre común comparten el espacio y el tiempo, así obra y hombre quiebran lo que la privatización ha logrado: la separación de la experiencia del arte de la vida cotidiana. El arte deja de ser así el objeto de consumo y se constituye en una experiencia que puede ser productiva socialmente, emancipadora y creadora de un nuevo lenguaje social, producto del encuentro cotidiano entre artista, obra y hombre. Restituir la experiencia integradora del arte es un modo de reponer el carácter transformador del mismo.
Si el Estado es parte de los dispositivos que garantizan la afirmación del arte como práctica de consumo ¿cómo modificar esa situación? Una de las políticas debe ser promover el pensamiento como una práctica de cultura. Un pensamiento que no solo se desarrolle en los espacios institucionales estancos, sino que adquiera formas diversas. El pensamiento académico, formalizado en textos, pero también el pensamiento que surge de las expresiones estéticas, el pensamiento que se produce en colectivos sociales o en grupos con identidades concretas que producen discursos diversos. El pensamiento poético. Dar espacio y cauce a esas formas de pensamiento, ponerlas en conflicto, contraponerlas, darle al pensamiento estético el mismo estatus que el texto escrito formalizado, son tareas que desde el ministerio de cultura pueden llevarse adelante. No se trata de ordenar los textos, clasificarlos y archivarlos. Se trata de permitir una relación dialéctica entre la idea positiva de la cultura y la negatividad creativa del arte. Hacer que esa relación permita funcionar esta máquina imperfecta de voces que suenan, resuenan y al hacerlo, producen nuevos sonidos.




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