El folclor como poética medieval

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ABRIL 2015 Una gacela entre las bestias El arte de la miniatura en el retrato infantil del siglo XIX Niños de calendario Lecturas recreativas en el siglo XIX Sophia Loren Memorias de Concha Miramón

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NOVEDADES

El folclor como poética medieval Dania Escalona Ruiz | Investigación

Los monstruos efectivamente existen […]. No caben, pues, dentro del terreno de lo maravilloso, mágico. Están en la vida del ser humano, son nuestros miedos. Lillian von der Walde Moheno en Lo monstruoso medieval (1994)

El occidente de Europa entre los siglos XV y XVIII vivió el periodo llamado histoire quasi immobile «historia casi inmóvil», según Fernand Braudel (1902-1985). La vida rural fue imperturbable debido a su lejanía de los vicios, luchas y alianzas de las monarquías. Así las villas y caseríos tuvieron un desarrollo paralelo al de las grandes ciudades. El pago de impuestos hizo que los campesinos con estrechez económica solicitaran préstamos a los más acaudalados. Como la deuda crecía año con año, en muchos casos transcurrían hasta tres generaciones antes de poder saldarla. Esta situación generó disputas, resentimientos y venganzas que terminaron por sembrar temor.

Durante el siglo XVII este tipo de relatos, tan populares entre los ciudadanos, dieron la oportunidad a que algunos escritores como Jean de La Fontaine (16211695) y Charles Perrault (1628-1703) recopilaran la tradición oral y la difundieran entre los círculos aristocráticos. Ellos innovaron en la literatura al introducir el apartado de moralejas. Pese a que no estuvieron dirigidos a los niños, hoy se consideran narraciones para el público infantil. En un ambiente reformado se desenvolvió Pieter Brueghel, el Joven, quien tuvo, al igual que su padre, la habilidad de retratar la vida cotidiana en las calles y los gremios. El protagonista de esta pieza carga una zanfona o viola de roda, gaita característica del mester de juglaría, con el cual amenizará su relato. En el mismo escenario los villanos sacrifican a un cerdo, hecho típico en el que diversas actividades confluían en un solo espacio. Brueghel fue contemporáneo del pintor David Vinckboons (1576-c1632), quien realizó una obra homónima a la de Museo Soumaya, sita en el Museo Real de Ámsterdam, Países Bajos. En tablas costumbristas ambos maestros se dedicaron a producir óleos con temas afines que además de divertir a la gente, con ecos moralizantes también educaban a los espectadores.

La zona del septentrión era infausta y poco armoniosa: el olor fétido de las ramblas, el gruñido de los animales y el grito de los mercaderes resonaban en cada rincón. Fue entonces cuando el folclor medieval se hizo presente en las plazas de las aldeas. Los caminos estaban llenos de personajes extraordinarios, buhoneros, vagabundos, indigentes y juglares. Estos últimos se ganaban la vida al transmitir leyendas antiguas e historias basadas en la desdicha de personajes reales, a quienes la fortuna nunca les sonrió. Cuentos totalmente fantásticos y sobrenaturales, repletos de bestias y monstruos ocultos en los bosques, maravillaban a la gente de cualquier edad. Expresaban un ambiente crudo y extremo de la sociedad en la cual el concepto de niñez no existía.

@DannStairs

Pieter Brueghel, el Joven (Bruselas, Bélgica, c 1564 – Amberes, Región Flamenca, Bélgica, c 1637/1638) | Músico ciego con zanfona rodeado de niños en una aldea (detalle) | 1610 | Óleo sobre tabla | 47.3 x 66.9 cm | Firma y año: «BRVEGHEL. 1610», en el marco inferior de la ventana, primera casa a la derecha | Procedencia: Casa de Subastas Christie’s, Nueva York, EE.UU., 1993

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