El Realismo Científico de Bertrand Russell/Russell\'s Scientific Realism (tesis de licenciatura/B.A. dissertation)

Share Embed


Descrição do Produto

INSTITUTO SUPERIOR DE ESTUDIOS HUMANÍSTICOS Y FILÓSOFICOS SAN FRANCISCO JAVIER

EL REALISMO CIENTÍFICO DE BERTRAND RUSSELL

FABRIZIO MIGUEL POMATA CROSA

Tesina presentada para la obtención del título de Licenciado en Filosofía Director de tesina: Prof. Dr. Gabriel Insaurralde

ASUNCIÓN, SEPTIEMBRE 2015

TABLA DE CONTENIDOS PÁGINA TABLA DE CONTENIDOS ....................................................................................................... 2 AGRADECIMIENTOS ............................................................................................................... 4 INTRODUCCIÓN ....................................................................................................................... 5 CAPÍTULO I................................................................................................................................ 8 1.1. EL HOMBRE Y SU OBRA ................................................................................................. 9 1.2. EL PROBLEMA DE NUESTRO CONOCIMIENTO DEL MUNDO EXTERNO ...... 18 1.3. EL DESARROLLO DE LA CIENCIA MODERNA ....................................................... 23 1.4. EL PROBLEMA DE LA INDUCCIÓN Y SU RELEVANCIA PARA EL REALISMO CIENTÍFICO ..................................................................................................................... 28 CONCLUSIÓN DEL CAPÍTULO ........................................................................................... 34 CAPÍTULO II ........................................................................................................................... 35 2.1 INTERPRETACIÓN Y CONSTRUCCIONES LÓGICAS ............................................ 36 2.2 DEFINICIONES OSTENSIVAS Y DEFINICIONES ESTRUCTURALES................. 41 2.3 NOMBRES PROPIOS ..................................................................................................... 44 2.4 CONSTRUCCIÓN LÓGICA DE LOS CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA FÍSICA ............................................................................................................................... 50 2.4.1

EL TIEMPO .............................................................................................................. 51

2.4.2

EL ESPACIO............................................................................................................. 59

2.4.3

EL ESPACIO-TIEMPO ........................................................................................... 62

CONCLUSIÓN DEL CAPÍTULO ........................................................................................... 65 CAPÍTULO III.......................................................................................................................... 66 3.1. LA TEORÍA DEL MONISMO NEUTRAL .................................................................... 67 3.2. IDENTIDAD DE ESTRUCTURA .................................................................................. 80 3.3. TEORÍA CAUSAL DE LA PERCEPCIÓN Y REALISMO ESTRUCTURALISTA EPISTEMOLÓGICO ........................................................................................................ 83 3.4. ORACIONES DE RAMSEY ............................................................................................ 96 CONCLUSIÓN DEL CAPÍTULO .........................................................................................100 CAPÍTULO IV ........................................................................................................................ 102 4.1. INDUCCIÓN Y PROBABILIDAD ............................................................................... 103 4.2. CAUSALIDAD E INDUCCIÓN .................................................................................... 117 4.3. LOS POSTULADOS DE LA INFERENCIA CIENTÍFICA ........................................ 123 4.4. EL CONOCIMIENTO COMO EXPECTACIÓN ANIMAL ........................................ 130 4.5. CAUSALIDAD, INDUCCIÓN Y NUESTRO CONOCIMIENTO DEL MUNDO EXTERNO....................................................................................................................... 136 CONCLUSIÓN DEL CAPÍTULO .........................................................................................138 CONCLUSIÓN GENERAL .................................................................................................... 140 BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................... 149

AGRADECIMIENTOS

A mi padre, quien, en amenas discusiones sobre política, despertó en mí, a temprana edad, una pasión por la discusión crítica, la esencia de toda auténtica búsqueda de conocimiento. A mi madre, quien ha representado siempre un ejemplo de integridad moral, que he tratado de imitar tanto fuera como dentro del ámbito académico. A ambos, por haber impulsado siempre mis estudios, mediante su apoyo tanto moral como económico. A mi hermana, por su apoyo de siempre y sus innumerables consejos de vida. A mis profesores, por sacarme de mis cavernas platónicas, transmitiéndome con dedicación lo más valioso que tenían: su conocimiento. Agradezco especialmente al Prof. Dr. Gabriel Insaurralde, quien supervisó la redacción de ésta tesina, y a los profesores Víctor Saracho y César Zapata, que siempre extendieron su brazo para darme oportunidades de crecer intelectualmente. A la familia Ayala Jacobo, especialmente a Nora Mabel Jacobo, por brindarme amablemente su ayuda cuando la necesité. Va un agradecimiento muy especial a Rocío Ayala Jacobo, por ser una verdadera compañera del alma, dándome fuerzas en los momentos difíciles de la realización de ésta tesina, o simplemente haciéndolos más llevaderos.

INTRODUCCIÓN

El objeto de estudio de ésta investigación comprende los alcances y los límites del conocimiento humano, del cual las modernas ciencias naturales, sociales y formales son las instancias más representativas y paradigmáticas. El hombre de la calle acepta que, para que una creencia sea conocimiento, ésta debe ser verdadera. Sostiene, asimismo, que la verdad consiste en una relación entre una creencia/enunciado/proposición, y la realidad. Ésta realidad existe independientemente de la mente, y se la conoce pública y objetivamente. Es por ello que Russell la llama “mundo externo”1, término que se adoptará de ahora en más a lo largo de la presente investigación. Todo esto parece una muy evidente cuestión de sentido común que la mayoría de la gente acepta acríticamente. Tanto así que, prima facie, es de suponer que no vale la pena ni mencionarlo. Nadie, en la cotidianidad, se pregunta si existe la silla sobre la cual está sentado, o si es realmente la silla lo que está percibiendo, y cómo es que sabe todo esto. ¿Cómo podría alguien tener dudas al respecto de estas cuestiones aparentemente tan familiares? Sin embargo, es uno de los méritos de la filosofía (y lo ha sido ya desde tiempos socráticos) poner de manifiesto lo poco que en realidad uno sabe en

1

O sea, externo a la mente.

5

comparación a lo mucho que cree saber, incluso allí donde las creencias parecen no admitir margen de duda alguno. Y en efecto, una vez que se adopta una postura de pensamiento crítico, explicar la naturaleza y la posibilidad del conocimiento del mundo externo se revela como una tarea mucho más complicada de lo que parece. El problema de investigación de ésta tesina será, por lo tanto, el siguiente: ¿Cómo es posible que la ciencia sea capaz de brindar conocimientos acerca del mundo externo? El objetivo principal es responder a ésta pregunta desde la teoría epistemológica madura de Bertrand Russell. La importancia de éste problema no puede ser menospreciada, pues la correcta evaluación del alcance y los límites del conocimiento humano depende de la respuesta que se le dé: si no es posible el conocimiento del mundo externo, esto significa que el conocimiento humano es mucho más limitado de lo que se cree, y deben ser aceptadas formas de escepticismo radical como el fenomenalismo y el solipsismo. Russell afirmaba, básicamente, que existe un mundo externo independiente de la mente, pero el conocimiento que es posible tener acerca de él es limitado: el mundo externo se conoce sólo en su estructura abstracta. Éste conocimiento se justifica mediante cinco postulados de carácter contingente y a priori, conocidos en forma de “propensiones” o hábitos. Ésta posición tiene todavía hoy mucha prominencia, pues ha sido resucitada en la discusión académica contemporánea bajo el nombre de “realismo estructuralista” (structural realism), de la mano de Worrall, Votsis, Ladyman, Maxwell, Floridi y otros, tanto en su vertiente epistemológica como en su vertiente ontológica. El plan de la investigación es como sigue: Capítulo I: en éste capítulo se plantea el problema de la tesina, el método propuesto por Russell para resolverlo, y se esbozan (sin argumentación) las principales soluciones ofrecidas por el filósofo. Para mayor claridad, se elabora una descripción del contexto histórico-filosófico del pensamiento de Russell.

6

Capítulo II: Russell defiende la idea de que el conocimiento del mundo externo está mediado por la experiencia sensible. Si se tiene conocimiento de experiencias sensibles, se tendrá también, mediante ellas, conocimiento del mundo externo, aunque en forma indirecta. La experiencia sensible es una representación de la realidad. Ésta es una forma de realismo representacional. El primer paso para resolver el problema de cómo explicar el conocimiento del mundo externo consiste, entonces, en establecer una relación entre la ciencia y la experiencia sensible. En éste capítulo se muestra cómo Russell utiliza el método de construcciones lógicas para lograrlo. Capítulo III: el segundo paso para resolver el problema del conocimiento del mundo externo es explicar qué se puede conocer, mediante la experiencia sensible, acerca de él (asumiendo, por supuesto, en contra del escéptico, que sea posible conocer algo). Se verá que hay una identidad de estructura entre ambos, y que del mundo externo se puede conocer sólo ésta estructura, más no sus cualidades. Capítulo IV: para que el problema quede resuelto, es necesario todavía considerar cómo se justifica la inferencia que va del conocimiento de la experiencia sensible al conocimiento del mundo externo, inferencia que hasta ahora se dio por sentada. En efecto ¿mediante qué razonamiento es posible conocer sucesos no experimentados (el mundo externo) mediante el conocimiento de sucesos experimentados (la experiencia sensible), y cómo es posible afirmar la validez de éste razonamiento? La inferencia al mundo externo es de carácter no deductivo y probabilístico. Según Russell, su validez no depende de la validez de la inducción, sino de un conjunto de cinco postulados causales conocidos en forma de hábitos inferenciales. El conocimiento del mundo externo tiene su base y justificación últimamente en ellos.

7

CAPÍTULO I Contexto histórico y motivación de la obra de Bertrand Russell

En éste capítulo se estudiará, por un lado, el contexto histórico y la motivación de la obra de Bertrand Russell. Por otro, serán formulados con detalle los problemas a ser tratados en la presente investigación y, finalmente, los métodos para resolverlos, siempre desde la perspectiva del filósofo. En la primera sección, se elabora una biografía de Bertrand Russell, de carácter más intelectual que vivencial, mencionando los hechos relevantes de la vida del filósofo sólo en la medida en que éstos hayan afectado su desarrollo filosófico. Dentro de ese contexto, se exponen sus métodos complementarios de análisis lógico e inferencia, que serán importantes para resolver los problemas planteados en ésta tesina. En la segunda sección, se plantea el problema del realismo respecto a la existencia del mundo externo y la validez del conocimiento de él, frente a tendencias anti-realistas como el positivismo lógico, que Russell rechazaba. En la tercera sección, se explica cómo el desarrollo de la ciencia moderna, desde Galileo y Descartes hasta la moderna física cuántica, contribuyó a agudizar el problema del conocimiento del mundo externo. En la cuarta sección, se plantea el problema de la inducción en conexión con el problema del conocimiento del mundo externo, como preámbulo a las discusiones a ser desarrolladas en el capítulo IV.

8

1.1. El hombre y su obra

Bertrand Russell nació el 18 de Mayo de 1872 en el condado de Monmouthshire, Gales. Los Russell eran una de las familias nobles más prominentes de Gran Bretaña. El abuelo de Bertrand, Earl Russell, fue primer ministro de Inglaterra bajo la monarquía de la Reina Victoria en dos ocasiones. Su padre, John Russell, fue Vizconde de Amberley, y un prominente político liberal. Su madre, Katharine Russell, Vizcondesa de Amberley, era hija de un político liberal de menor prominencia, Lord Stanley de Alderley2. El matrimonio tenía opiniones muy radicales para la época. Defendían el control natal mediante anticonceptivos, ampliamente rechazado por la Iglesia desde tiempos medievales, y mantenían un matrimonio abierto (John Russell consentía la aventura que tenía su esposa con uno de los tutores de sus hijos). John Russell era abiertamente ateo. Escribió un libro titulado The Analysis of Religious Belief, en el que expresaba sus opiniones religiosas, y pidió al filósofo John Stuart Mill ser el padrino secular de Bertrand Russell. La madre y la hermana de Bertrand murieron de difteria, y su padre murió menos de dos años después. Él y su hermano quedaron en custodia de su abuela, junto a quien vivían en Pembroke Lodge, una casa que la Reina Victoria había regalado a Earl Russell y su esposa3. La educación de Russell durante su infancia y adolescencia fue casera y corrió a cargo de tutores privados. Durante éste periodo tuvo su primer encuentro con las matemáticas cuando su hermano mayor le enseñó la geometría de Euclides. Russell expresó insatisfacción cuando su hermano le explicó que debía aceptar los axiomas sin ninguna prueba. Ésta insatisfacción respecto a los fundamentos del conocimiento matemático lo acompañaría luego hasta su vida adulta4.

2

Cfr. Ayer, Alfred, Russell, University of Chicago Press, 1988, p. 11 – 12. Cfr. Ídem, p. 12. 4 Cfr. Ídem, p. 13. 3

9

En el año 1890, obtuvo una beca para estudiar matemáticas en el Trinity College de Cambridge. Allí obtuvo el grado de séptimo Wrangler en los Tripos de Matemática de Cambridge5. Durante sus estudios de matemáticas se hizo amigo de algunos filósofos como el hegeliano McTaggart y G.E. Moore. Poco a poco, su interés fue desviándose hacia la filosofía, por lo cual se inscribió a los Tripos de Ciencias Morales (como entonces se conocía a la carrera de Filosofía en Cambridge), obteniendo un grado con distinción6. Éste interés por la filosofía derivaba de la insatisfacción intelectual que sentía respecto a los fundamentos del conocimiento matemático y la falta de rigor lógico en las matemáticas de su tiempo, en la que términos tan básicos como “número” y “suma” estaban desprovistos de una definición precisa: “Las ‘pruebas’ que se ofrecían de teoremas matemáticos eran un insulto para la inteligencia lógica. En verdad, todas las matemáticas eran presentadas como un conjunto de trucos ingeniosos destinados a aumentar el puntaje en los Tripos. El efecto que esto tuvo en mí fue el de hacerme tener asco de las matemáticas. Cuando terminé los Tripos, vendí todos mis libros matemáticos hice el juramento de que nunca más volvería a mirar a un libro de matemáticas. Y así, en mi cuarto año, me zambullí con un profundo deleite al fantástico mundo de la filosofía”7. En Diciembre de 1894 se casó con Alys Pearsall Smith, una de las cuatro esposas que tuvo en su larga y turbia vida amorosa. Durante éste período escribió sus primeras dos obras: un libro sobre los fundamentos de la geometría, escrito en tono kantiano8, y otro acerca de la socialdemocracia alemana9. Él y Moore fueron, en un principio, hegelianos10, bajo la influencia de Bradley y McTaggart11. Como Russell explica en su autobiografía intelectual, 5

Cfr. Ídem, p. 13. Cfr. Ídem, pp. 13 – 14. 7 Cfr. Russell, Bertrand, My Philosophical Development, London, Unwin Paperbacks, 1985, p. 29: “The ‘proofs’ that where offered of mathematical theorems where an insult to the logical intelligence. Indeed, the whole subject was presented as a set of clever tricks by which to pile up marks for the Tripos. The effect of all this upon me was to make me think mathematics disgusting. When I had finished my Tripos, I sold all my mathematical books and made a vow that I would never look at a mathematical book again. And so, in my fourth year, I plunged with whole-hearted delight into the fantastic world of philosophy”. Observación: se aclara que todas las traducciones del ingles al español presentes en ésta tesina son traducciones realizadas por el autor de la misma. 8 Cfr. Ídem, p. 31. 9 Cfr. Ídem, pp. 14 – 15. 6

10

estaba gestando una obra que pretendía ser una síntesis hegeliana 12 entre los conceptos antagónicos de “teoría” y “práctica”13. Sin embargo, comenzó a alejarse del hegelianismo cuando escribió un estudio sobre Leibniz, en el cual defendía la tesis de que la metafísica de éste filósofo derivaba de su lógica, y que la “verdadera” filosofía de Leibniz estaba en sus escritos menos conocidos, pues en sus escritos más populares se cuidaba de publicar sus verdaderas ideas14. Ésta obra, junto a La Lógique de Leibniz, de Couturat, todavía permanece como un clásico de la erudición sobre Leibniz. Él y Moore lideraron lo que se dio en llamar “la revuelta contra el idealismo”, que era la filosofía predominante en Cambridge. Durante ese período, Russell comenzó a defender una forma de realismo pluralista que luego se daría en llamar “atomismo lógico”, y aceptaba la realidad de las relaciones15, que los hegelianos, con su holismo, negaban16: el Absoluto hegeliano, siendo una unidad simple, no puede estar compuesto por varios objetos y, si no hay pluralidad, se debe admitir que tampoco hay relaciones entre objetos. El supuesto pluralismo de la realidad sería una mera ilusión. Bradley llamaba a ésta doctrina “axioma de las relaciones internas”17. Russell ofreció varios argumentos en contra de dicho axioma, defendiendo una “doctrina de las relaciones externas”18, y Moore se empeñó en refutar el idealismo hegeliano, proponiendo en su lugar un realismo del sentido común19. Pero la mayor revelación de su vida, a nivel intelectual, llegó en el año 1900, cuando él y Alfred North Whitehead asistieron al Congreso Mundial de Filosofía en París, en donde conocieron al lógico Giuseppe Peano.

10

Para una discusión del idealismo de Bradley, Cfr. Copleston, Frederick, Historia de la filosofía, Madrid, Ariel, 1972, tomo VIII. 11 Cfr. Russell, Bertrand, Op.Cit., p. 30. 12 Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 33. 13 Cfr. Ayer, Alfred, Op. Cit., 15. 14 Cfr. Whipple, John, “Leibniz’s Exoteric Philosophy”. En Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 11-05-15. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/leibnizexoteric/ 15 Cfr. Ídem, p. 10. 16 Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 42. 17 Cfr. Ídem, p. 42. 18 Cfr. Ídem, p. 43. 19 Para profundizar en el realismo del sentido común de Moore, Cfr.: Moore, G.E., The Refutation of Idealism. En Weitz, Morris (ed.), 20th-Century Philosophy: The Analytic Tradition, New York, Free, 1966.

11

La lógica simbólica de Peano, y su proyecto de expresar todos los teoremas de la matemática en éste lenguaje simbólico, partiendo de sus famosos cinco axiomas, devolvieron a Russell la esperanza de poder encontrar, al fin, un fundamento sólido para el conocimiento matemático20. El plan de Russell era el de reducir todas las proposiciones y conceptos de la matemática a proposiciones y conceptos de la lógica21. Ésta posición filosófica se conoce hoy en día como logicismo, y Gottlob Frege había tratado ya de llevar a cabo el programa logicista independientemente de Russell22. Russell estudió y perfeccionó el sistema de Peano y, en 1903 publicó sus Principles of Mathematics. Más tarde, uniría fuerzas con su viejo maestro, A.N. Whitehead, para escribir los tres tomos de la monumental obra “Principia Mathematica”23, probablemente el texto de lógica más importante desde los tiempos de Aristóteles. La obra fue un suelo fértil para todos los avances que vinieron luego de mano de lógicos como Alonzo Church, Kurt Gödel, Alan Turing y Stephen Kleene, cuyos trabajos darían lugar al nacimiento de las computadoras, modelando radicalmente el rostro de la sociedad actual, altamente informatizada. De éste período data su descubrimiento de la paradoja que lleva su nombre. La contradicción surge de la noción de “la clase de todas las clases que no son miembros de sí mismas”. ¿Es ésta clase un miembro de sí misma o no? La respuesta es contradictoria: si pertenece a sí misma, no pertenece a sí misma; y si no pertenece a sí misma, pertenece a sí misma 24. Ésta contradicción, generada en el corazón de la lógica, por uno de sus conceptos más básicos, como es el de “clase”, resulta intolerable, pues implica que la lógica es inconsistente. Para resolver el problema, Russell formuló su famosa “teoría de tipos”, que establece una jerarquía de funciones proposicionales o clases (dentro del 20

Cfr. Ayer, Alfred, Op. Cit., 15 – 16. Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 57. 22 Cfr. Frege, Gottlob, Foundations of Arithmetic, New York, Basil and Harper, 1950, parte V, p. 99: “I hope I may claim in the present work to have made it probable that the laws of arithmetic are analytic judgements and consequently a priori. Arithmetic thus becomes simply a development of logic, and every proposition of arithmetic a law of logic, albeit a derivative one”. Traducción: “Espero poder declarar en la presente obra haber hecho probable la tesis de que las leyes de la aritmética son juicios analíticos y consecuentemente a priori. La aritmética se vuelve, entonces, un mero desarrollo de la lógica, y toda proposición de la aritmética, una ley de la lógica, si bien derivativa”. 23 Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 57. 24 Cfr. Ídem, p. 58. 21

12

sistema formal de los Principia, las clases y las funciones proposicionales son la misma cosa) de manera que una función proposicional de determinada jerarquía puede referirse sólo a funciones proposicionales de menor nivel. La clase de todas las clases que no son miembros de sí mismas, por lo tanto, puede incluir sólo a clases de menor nivel jerárquico, y la paradoja se soluciona25. El destacado lógico polaco Alfred Tarski destacó el papel importantísimo que tuvo la paradoja de Russell para el desarrollo de una formulación coherente de la lógica y las matemáticas26. De hecho, el mismo Tarski se inspira en la teoría de tipos cuando elabora su jerarquía de “metalenguajes” y “lenguajes objeto”27. La diferencia es que la jerarquía de Russell es sintáctica, mientras que la de Tarski es semántica. Durante éste período, asimismo, publicó su ensayo Sobre el Denotar (1905). En ésta obra, examina el problema de los nombres propios y el significado28, que resuelve mediante su famosa “Teoría de las Descripciones”29. La metodología de Russell en éste ensayo se destacaba por el uso de las técnicas de la moderna lógica matemática para resolver problemas filosóficos, y una actitud científica30, presentando un problema, una hipótesis, y sometiendo luego la hipótesis a prueba, y tomando un tema muy específico y particular, sin ninguna ambición de construir un gran sistema filosófico que abarque la totalidad de lo real31. Por eso se considera a la obra como una piedra angular del método filosófico de la escuela analítica, de la cuál Russell fue uno de los padres intelectuales. Russell le daba preponderancia a lo que llamaba “análisis lógico”. El análisis lógico de una entidad consiste en hallar una definición de la entidad en términos de sus partes, que cumpla con la condición de que, quien conozca la 25

Cfr. Copleston, Frederick, Op. Cit., p 411 – 413. Cfr. Tarski, Alfred, La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica, Buenos Aires, Nueva Visión, 1972, p. 23. 27 Cfr. Ídem, p. 26 – 27. 28 Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 63 – 65. 29 Cfr. Para un análisis profundo de la Teoría de las Descripciones y una comparación con Frege, Cfr. Frigerio, Aldo, Filosofia del linguaggio, Milano, Apogeo, 2011, Capítulo I, sección 2.2. 30 Cfr. Russell expresó explícitamente su deseo de llegar a lo que llamó una “filosofía científica”. Cfr. “Logic as the essence of philosophy”. En Russell, Bertrand, Our knowledge of the external world, Chicago, Open Court, 1914. 31 Cfr. Según Hull, ésta es una característica fundamental de la ciencia moderna. Cfr. Hull, L.W.H., Historia y filosofía de la ciencia, Barcelona, Ariel, 1981, p. 226 – 227. 26

13

definición, conoce también la entidad32. En resumen, la entidad en cuestión se descompone en sus partes constituyentes, y ésta descomposición es lógica, en términos de conceptos. Alfred Ayer explica que también es posible entender la noción russelliana de análisis lógico como una suerte traducción: “Se dice que un objeto A es una construcción lógica a partir de otros objetos B. C. D, cuando puede darse alguna regla para traducir cualquier enunciado acerca de A a un conjunto de enunciados acerca de B, C, D, que tienen por lo menos el mismo contenido fáctico”33. En el mundo habría, entonces, dos clases de entidades: aquéllas que son lógicamente analizables, es decir, que son definibles en términos de sus partes de la forma expresada más arriba, y aquéllas que son “átomos lógicos”. Las entidades que no son átomos lógicos, son llamadas “construcciones lógicas”. Según Russell, cuando se ha analizado una entidad, no es necesario asumir su existencia. Las únicas entidades que uno está obligado a aceptar son los “átomos lógicos” de los que se compone. Por ese motivo se puede afirmar que la máxima suprema del “filosofar científico”, que Russell buscaba establecer, era una forma de la Navaja De Ockham34: sustituir, siempre que sea posible, entidades inferidas por construcciones lógicas35. La motivación de éste principio yace en su teoría del conocimiento empirista y fundacionalista36: los datos más seguros del conocimiento son los datos sensoriales (que Russell también llama “perceptos”37), y si se puede construir lógicamente una entidad en términos de esos datos, el riesgo de error es mínimo38. Cuando no es posible construir lógicamente una entidad a partir de los datos, se debe inferir su existencia de acuerdo a principios de razonamiento no 32

Cfr. Pears, David, Prólogo a Russell, Bertrand, The philosophy of logical atomism, Chicago, Open Court, 1985, p. 10. 33 Ayer, Alfred, Op. Cit., p. 40. 34 Cfr. Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem. Ferrater Mora, Diccionario de filosofía de bolsillo, Madrid, Alianza, 1983, p 267 35 Cfr. Russell, Bertrand, Our Knowledge of the External World, Chicago, Open Court, 1914, p.107. 36 Cfr. Para una discusión de la teoría fundacionalista de la justificación, Cfr. Pritchard, Duncan, What is that thing called knowledge?, Canadá y USA, Routledge, 2009, pp. 36 - 39. 37 Se utilizarán los términos “percepto” y “dato sensorial” indistintamente a lo largo de la tesina para mayor comodidad y comprensión, aunque más adelante será aclarada la diferencia teórica que existe entre ellos. Cfr. Infra, p. 79. 38 Cfr. Ayer, Alfred, Op. Cit., p. 38.

14

deductivo, yendo de esa forma más allá de los datos. En ese caso, sin embargo, se tiene un conocimiento menos seguro39. El método de las construcciones lógicas le fue útil a Russell al tratar de responder a la pregunta filosófica “¿Qué es un número?”, pues Russell definió los números naturales en términos de conceptos puramente lógicos40, revelando que los números son simples construcciones lógicas41,42. Al terminar de escribir los Principia Mathematica, tarea que le tomó a él y a su maestro diez años completar, sus intereses filosóficos se volcaron al estudio de la epistemología y la metafísica, áreas en las que combinó su método de análisis lógico con un gran respeto y admiración por los hallazgos de la ciencia moderna. En efecto, Russell demostró poseer una vasta erudición en materia de psicología y física modernas, publicando dos obras de divulgación científica en el año 1925: The ABC of Atoms y The ABC of Relativiy43. En 1911, recibió como discípulo al joven Ludwig Wittgenstein, quien había adquirido una pasión por los fundamentos de las matemáticas y dejó sus estudios de ingeniería aeronáutica para ir a Cambridge a estudiar con Russell por recomendación de Frege. Wittgenstein tendría luego una enorme influencia en su maestro44. En 1914, Russell escribió Our Knowledge of the External World as a Field for Scientific Philosophy, obra en la que intenta realizar un análisis lógico de la física en términos del conocimiento empírico45. En 1921, en su obra Analysis of Mind adopta una filosofía de la mente conocida como “monismo neutral”, que afirma que el mundo está compuesto de entidades básicas que no son ni materiales ni mentales: los sucesos46. Lo mental y lo material aparecen de acuerdo a cómo estén ordenados los sucesos, y de acuerdo a qué leyes los rigen. 39

Cfr. Ídem, p. 39. Cfr. Principles of mathematics, New York, W.W. Norton and Company, 1996, parágrafo 111, pp. 115 - 116 41 Cfr. Ésta definición de número fue descubierta antes, aunque de forma independiente, por Frege. Cfr. Frege, Gottlob, Op. Cit., parte V. 42 Cfr. Ayer, Alfred, Op. Cit., p. 41. 43 Cfr. Ídem, p. 26. 44 Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., 83. 45 Cfr. Ayer, Alfred, Op. Cit., p. 79. 46 Cfr. Ídem, p. 112 – 113. 40

15

En su obra de 1927, Análisis de la Materia, adopta un realismo científico de corte estructuralista, encarado desde el punto de vista del monismo neutral y la Teoría Causal de la Percepción. En 1940 es invitado a dar las conferencias William James en la Universidad de Harvard, que terminarían transformándose en la obra titulada Significado y Verdad. En ésta obra, Russell estudia la relación entre el lenguaje, la experiencia y el mundo, y los límites del empirismo. Se destaca su crítica a los positivistas lógicos, a quienes acusaba de defender una suerte de platonismo en relación al lenguaje, además de criticar su principio de verificación por ser insuficiente para el conocimiento y una amenaza para el realismo, al tener como consecuencia la violación del principio del tercero excluido47. Sin embargo, deja todavía un cabo pendiente, el problema de la inducción. Éste problema es tratado recién con extensión en el año 1948, cuando publica El Conocimiento Humano: su alcance y sus límites, completando, de esa forma, la cosmovisión filosófica de Bertrand Russell48. El resultado es una forma de realismo científico sofisticado, que logra conciliar el sentido común con la ciencia sin caer en los extremos del realismo ingenuo y el instrumentalismo, y unifica la mente y la materia sin contradecir los hallazgos de la ciencia moderna. Paralelamente a su interés por las áreas más arcanas de la filosofía, Russell tuvo un gran entusiasmo por los asuntos políticos y éticos. Una revelación casi mística que tuvo cuando la esposa de Whitehead estaba enferma y al borde de la muerte, sumado al desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, despertaron en Russell la idea de que nada de lo que no está motivado por un profundo amor a la humanidad puede ser bueno49. Esto le llevó a adoptar una postura pacifista, que lo hizo terminar en prisión en el año 1921 durante seis meses50.

47

Cfr. Russell, Bertrand, Significado y Verdad, Barcelona, Ariel, 1983, p. 287. Cfr. Russell, Bertrand, My Philosophical Development, p. 141. 49 Cfr. Ídem, p. 17. 50 Cfr. Ayer, Alfred, Op. Cit., p. 22. 48

16

Russell intentó, además, ganar un lugar en el Parlamento repetidas veces, aunque sin éxito. En materia de moral, sus intereses se inclinaron más que nada hacia la ética aplicada51. Algunos de sus escritos sobre moral sexual causaron bastante polémica en su tiempo, pues tendían a favorecer una visión más liberal de la sexualidad, enormemente reprimida en la Inglaterra Victoriana. Esto le costó un cargo como profesor de lógica en Nueva York. Un juez dictaminó que las enseñanzas de Russell eran una amenaza para la moral, y ninguna universidad estadounidense se atrevía a contratarlo52. Russell publicó también algunos escritos sobre religión, atacando al cristianismo. Russell mantenía que el teísmo era lógicamente posible e inteligible. El problema es que no veía ninguna razón para suponer que es verdad. Negaba, además, la divinidad de Jesús y, no solo eso, también consideraba que sus enseñanzas morales eran, en general, malas53. Sus relaciones con el gobierno británico mejoraron cuando vieron en él un instrumento para criticar al comunismo, pues Russell siempre mantuvo una postura hostil hacia la Unión Soviética, habiendo escrito inclusive un libro sobre el tema, La Teoría y la Práctica del Bolchevismo, en 192154. En 1949, Jorge VI de Inglaterra le concedió la medalla de la Orden del Mérito y, en 1950, ganó el Premio Nobel de Literatura por su obra titulada El Matrimonio y la Moral, escrita en 1929. Hacia el final de su vida, se preocupó por la amenaza de una posible destrucción nuclear mutua de la humanidad, publicando Guerra Nuclear y Sentido Común en 1959, y denunció las atrocidades cometidas durante la Guerra de Vietnam. Russell murió en Penrhyndeudraeth, Gales, en 1970, a los 98 años de edad55. Russell fue, en suma, una de las mentes más brillantes de la historia de la filosofía: revolucionó la lógica, fue uno de los padres de la filosofía analítica que se practica todavía hoy ampliamente, propuso una forma de realismo científico 51

Cfr. Ídem, p. 116. Cfr. Ídem, p. 29. 53 Cfr. Ídem, p. 128. 54 Cfr. Ídem, p. 31. 55 Cfr. Ídem, pp. 33 -34. 52

17

bastante viable y que hoy tiene muchos defensores, y además fue un prominente reformador moral y activista político.

1.2. El problema de nuestro conocimiento del mundo externo

El problema fundamental con que Russell se encuentra es el de la naturaleza y la posibilidad de poseer conocimiento acerca del mundo externo. Russell rechaza el realismo ingenuo, la idea de que las cosas son tal como se nos aparecen en nuestra mente, mediante los datos de los sentidos56. Como escribe Russell, “…lo que vemos y tocamos directamente es simplemente una “apariencia”, que creemos ser el signo de una “realidad” que está tras ella”57. Éste rechazo se inicia ya en cierta forma en la filosofía griega, con Tales de Mileto, pues su afirmación de que todo es agua contradice ya la experiencia cotidiana: el sentido común percibe un mundo de constante cambio, más afirmar que “debajo” de ese cambio hay un sustrato o ἀρχή (arché) permanente es ir más allá de la experiencia inmediata. Equivale a afirmar que el mundo se “aparece” completamente cambiante, pero en realidad hay algo que permanece. Parménides58 llevó la idea al extremo cuando negaba el movimiento y la pluralidad del mundo como meras apariencias59, afirmando que la realidad es una unidad estática60. Los argumentos de Russell, a diferencia de los de Parménides, son a posteriori y se basan en la ciencia61. Cuando se sumerge una vara metálica en el agua, se ve que ésta se tuerce, pero no se dice que sea la vara la que se tuerza (o al menos es eso lo que afirman la ciencia y el sentido común). Cuando uno camina alrededor de un objeto, percibe que éste cambia de forma, pero no es el objeto mismo el que cambia de forma, sino la percepción que se tiene de él, o

56

Cfr. Russell, Bertrand, Los problemas de la filosofía, Barcelona, Labor, 1953, pp. 9 – 13. Ídem, p. 30. 58 Cfr. Kranz, Walter: I presocratici, Milano, Bur, 2008, pp. 277 - 281. 59 Cfr. “Parménides, o de las ideas”, p. 964 – 966. En Platón, Obras completas, segunda edición, Madrid, Aguilar, 1981. 60 Cfr. Ídem, p. 283: “É poi, immobile…”. Traducción: “Y además, está inmóvil…”. 61 de la Torre, Alberto Clemente, Física Cuántica para Filó-sofos, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000, pp. 31 – 32. 57

18

sea, los datos sensoriales62. Éstas son instancias del famoso argumento de la ilusión. Esto tiene como consecuencia que hay un sisma entre la forma en que las cosas se le aparecen a uno, y lo que las cosas realmente son. Ahora bien, surge un problema: ¿cómo se puede estar seguro de que la vara realmente no se curva? No es posible decir que esto se sabe en base a la observación, pues lo que ésta muestra es una vara curva. Si todo lo que se conoce directamente son datos sensoriales, no hay forma de demostrar con certeza que existe un mundo externo aparte de ellos e independiente de la mente. Ésta fue la conclusión de Descartes63, que también esgrimió el argumento de la ilusión en su duda metódica64 al decir que no hay forma de saber si uno está despierto o soñando, y terminó luego en una forma de solipsismo. Descartes salió del problema invocando a la idea innata de infinito. El único causante de esa idea puede ser Dios que, dada su suprema bondad, no es capaz de engañar al hombre65. Descartes trata, pues, de probar la existencia de un mundo externo a priori, mediante un argumento deductivo. Para Russell, en cambio, no hay un argumento demostrativo a favor de la existencia de un mundo externo. Lo que se puede hacer es mostrar que probablemente sea así, mediante una inferencia no deductiva. Se supone comúnmente que ésta inferencia debe quedar garantizada por el principio de la inducción. Se observa que hay relaciones causales en la experiencia y, por inducción, se infiere que también la experiencia debe tener una causa, a saber, el mundo externo. Pero Russell trata de mostrar que la inducción, por sí sola, es insuficiente para garantizar validez a las inferencias no deductivas. En realidad, el concepto de causa es más fundamental que el de inducción: es la causalidad la que convalida la inducción, y no al revés. Por eso propone cinco postulados de la inferencia científica, destinados a convalidar la inducción y, de esa forma, brindar una alta probabilidad a las inferencias no deductivas, incluida la inferencia que va de los datos sensoriales al mundo externo.

62

Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., pp. 11, 13 y 15. Cfr. Ídem, p. 22. 64 Cfr. Torre, Alberto Clemente de la, Op. Cit., p. 32. 65 Cfr. Descartes, René, El Discurso del Método/Meditaciones Metafísicas, Buenos Aires, Gradifco, 2004.P. 140. 63

19

El rechazo del realismo ingenuo sugiere, también, una distinción entre conocimiento directo y conocimiento por descripción66. Cuando se observa, por ejemplo, una manzana roja, lo que se conoce directamente es la sensación de color rojo, que es un evento que ocurre en el cerebro67. La manzana como objeto físico causante de la sensación de rojo es conocida indirectamente, mediante la sensación de color rojo. Se puede afirmar que el mundo se conoce mediante las representaciones mentales, que son lo único que se conoce directamente. Es posible decir, entonces, que lo conocido directamente cuando la manzana roja está sobre una mesa marrón es que “Hay una sensación de rojo encima de una sensación de color marrón en el tiempo t en el lugar l”. Y lo que se conoce indirectamente es que “Hay una sensación de rojo encima de una sensación de color marrón en el tiempo t en el lugar l, y la causa de la sensación de rojo está encima de la causa de la sensación de color marrón”. Como se ve, el mundo externo se conoce sólo mediante descripciones definidas: frases nominales con un determinante definido del tipo “El ” y “La ”. En el ejemplo de arriba: “La causa de tal sensación”68. En su teoría de las descripciones, Russell demuestra que las descripciones definidas pueden ser analizadas como enunciados generales con variables. “La causa de la sensación de rojo está encima de la causa de la sensación de marrón” puede expresarse como “Hay un

tal que

es la causa de la sensación de rojo,

es la única causa de la sensación de rojo, y hay un sensación de marrón,

tal que

es la causa de la

es la única causa de la sensación de marrón, y

está

encima de ”. Las variables expresan la noción de un objeto en general, no específico. Por eso, el enunciado anterior dice simplemente que hay un par de objetos, aunque no sea posible señalar exactamente cuales, pues no se los conoce directamente, que tienen ciertas propiedades y relaciones entre sí. Éste

66

Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 55. Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento Humano, Barcelona, Orbis, 1983, pp. 238 – 239. 68 Cfr. Russell, Bertrand, Los problemas de la filosofía, p. 63. 67

20

conocimiento por descripción es el único conocimiento que el hombre es capaz de tener acerca del mundo externo69. Russell no descarta la posibilidad de que la ciencia pueda formularse por completo en términos fenomenalistas. La cuestión es que si se abandona el realismo, es necesario admitir que no hay razón para suponer que las cosas siguen existiendo cuando no se las observa. Esto daría como resultado un mundo muy irregular, en el que las leyes de la física serían muy complicadas70. La solución de Berkeley fue afirmar que incluso cuando nadie está observando un objeto, la mente de Dios71 lo observa, y yace ahí la justificación72 para decir que los objetos existen mientras no son observados73. Russell, en su agnosticismo religioso y naturalista, no podía aceptar está salida, y afirmó que mucho mejor sería tratar los objetos no percibidos como “posibilidades de sensación”, entidades ficticias que postulamos con el único fin de simplificar las leyes científicas. Aún así, Russell cree que no hay ninguna razón para aceptar esto, pues el fenomenalismo no es lógicamente consistente74: si se niega la validez de la inferencia de datos sensoriales a objetos externos ¿por qué no negar también la inferencia de experiencias presentes a experiencias pasadas? El fenomenalista, para ser lógicamente consistente con su duda escéptica, debería llegar al extremo de negar la validez de sus propios recuerdos. Es más ¿por qué no negar también la validez de inferencias a hechos futuros? Esto, por supuesto, destruiría la posibilidad de realizar cualquier predicción, y con ello, el conocimiento científico. El fenomenalista, entonces, para ser lógicamente consistente, debe ser un solipsista extremo. Pero si se admite el solipsismo extremo, se debe rechazar asimismo todo el conocimiento científico.

69

Cfr. “On Denoting” (1905). En Logic and knowledge, Nottingham, Spokeman Books, 2007, pp. 55 – 53. 70 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 475. 71 Cfr. Berkeley, George, A treatise concerning the principles of human knowledge, Cambridge, MA, Hackett, 1982, Parte I, parágrafo 70, p. 53. 72 Cfr. Downing, Lisa, “George Berkeley”, sección 3.2.4, “Unpercieved Objects”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 11-05-15. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/berkeley/#3.2.4 73 Cfr. Russell, Bertrand, Los problemas de la filosofía, pp. 16 -17. 74 Cfr. Russell, Bertrand, Fundamentos de filosofía, Barcelona, Plaza & Janes, 1975, p. 612.

21

Russell admite que no hay forma de refutar demostrativamente que el solipsismo extremo es falso75, pero hay ninguna razón para creer que éste sea cierto76. Sí hay, por el contrario, razones para creer que el conocimiento científico, que el solipsismo extremo hace imposible, es verdadero. Russell esgrime aquí el “argumento de ningún milagro”: el conocimiento científico es exitoso en el sentido de que realiza predicciones y retrodicciones que luego se cumplen. Las únicas explicaciones posibles de esto son que el éxito de la ciencia es un milagro, o que la ciencia dice lo que realmente ocurre (es decir, el realismo es verdadero). La única alternativa racional es la segunda. Por lo tanto, el realismo es verdadero77. Esto contrasta radicalmente con la tendencia anti-realista de Michael Dummett y de algunos de los positivistas lógicos contemporáneos de Russell, como Ayer y Carnap. Éstos filósofos proponían un principio de verificación que tenía varios usos. En primer lugar, como una teoría del significado78: sólo las oraciones observacionales (esto es, oraciones que describen lo observado directamente) y las oraciones que implican oraciones observacionales tienen significado79. Esto significa que aquéllas oraciones que no son verificables por la experiencia son asignificativas. De acuerdo a Ayer80, la verificación no necesariamente es actual, sino que basta con que sea posible en principio. En segundo lugar, el principio de verificación se entendía como un criterio de demarcación entre la ciencia y la pseudociencia y la metafísica: los enunciados científicos son sólo aquéllos que son verificables81. Por último, Michael Dummett82 lo tomó como una teoría de la verdad: sólo pueden ser verdaderas o falsas aquéllas oraciones que pueden ser, en principio, verificadas por la experiencia. Esto significa que debe rechazarse la vieja ley del tercero excluido: (

), y adoptar una lógica intuicionista. Si un

75

Cfr. Ídem, p. 613. Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 189. 77 Cfr. Ibíd, p. 498 – 499. 78 de la Torre, Alberto Clemente, Op. Cit., pp. 35 – 36. 79 Cfr. Ayer, Alfred, Lenguaje, verdad y lógica, Barcelona, Orbis, 1985, p. 38. 80 Cfr. Ídem, pp., 39 – 41. 81 Cfr. Ídem, p. 46. 82 Cfr. Glanzberg, Michael, “Truth”, sección 4.2: “Anti-realism and Truth”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 11-05-15. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/truth/#AntReaTru 76

22

enunciado no es verificable, no es ni verdadero ni falso. Esto tiene, además, la consecuencia de que la cantidad de hechos verdaderos equivale a la cantidad de hechos conocidos, o sea, verificados (nótese que si uno adopta una postura realista debe admitir, por el contrario, que hay hechos verdaderos que no son conocidos). Russell se dio cuenta de todo esto y rechazó rotundamente al verificacionismo, proponiendo en cambio una teoría de la verdad como correspondencia con los hechos, la única lo suficientemente compatible con su realismo científico. En realidad, Russell trata al verificacionismo como una teoría de la verdad como correspondencia, y la llama teoría “epistemológica” de la correspondencia, y la distingue de su teoría “lógica”. La diferencia es que la teoría epistemológica defiende que la verdad es una relación de correspondencia es entre el lenguaje y la experiencia, mientras que la teoría lógica mantiene que esa relación también puede darse entre el lenguaje y los hechos extra-mentales, fuera de la experiencia. De ésta forma, todos los hechos verificados son verdades, pero no todas las verdades son hechos verificados. Y si un hecho puede ser verdadero o falso aunque no sea conocido, se conserva la ley del tercero excluido. El argumento final para adoptar la teoría de la verdad “lógica” yace en la validez del realismo, para el que Russell da varios argumentos que serán examinados más adelante dentro de la presente investigación.

1.3. El desarrollo de la ciencia moderna

Otra forma de enfocar la cuestión es mediante un examen de la ciencia moderna y el problema que ésta representa para el realismo científico. La ciencia, desde sus inicios hasta la actualidad, se ha disociado cada vez más del mundo de la experiencia cotidiana. Éste sisma entre ciencia y experiencia queda muy bien expresado por Russell en un ensayo de 1918: “Se dice que la física es una ciencia empírica, basada en la observación y el experimento. Se supone que es verificable, esto es, capaz de calcular resultados de antemano que son luego confirmados por la observación y el experimento. ¿Qué podemos aprender 23

mediante la observación y el experimento? En lo que respecta a la física, nada, excepto datos inmediatos de los sentidos: ciertas manchas de color, sonidos, sabores, olores, etc., junto con ciertas relaciones espaciales. Los supuestos contenidos del mundo físico son prima facie muy diferentes de aquellos: las moléculas no tienen, color, los átomos no hacen ruido alguno…si tales objetos son verificables, debe ser solo mediante su relación con los datos sensoriales: deben tener alguna correlación con los datos sensoriales. ¿Pero cómo afirmamos ésta correlación? Una correlación puede ser afirmada solo si los objetos correlacionados se encuentran juntos constantemente. Pero en nuestro caso, solo un término de la correlación, el término sensible, es conocido…”83. Ya desde los tiempos de Galileo, la ciencia hizo una distinción entre cualidades primarias y secundarias84. Las primeras son todas aquellas que son independientes de cualquier observador, como la extensión, el tamaño, el lugar, etc.; las segundas son cualidades dependientes de la mente del observador, como el color, el olor, el gusto, etc. Se supone que la ciencia debe ser conocimiento público y objetivo, de modo que en ella no hay cabida para el estudio de cualidades secundarias. Es por ese motivo que Galileo se interesó por las cualidades primarias de los cuerpos, como la distancia, la velocidad, etc. Ésta es ya una primera separación entre el mundo de la experiencia y el mundo de la física. Descartes dio un nuevo giro al retomar la idea atomista de que cualquier cambio cualitativo a nivel macroscópico es reducible a movimientos a nivel

83

Russell, Bertrand, “The Relation of Sense-Data to Physics”. En Weitz, Morris (ed.), Op. Cit, p. 157: “Physics is said to be an empirical science, based upon observation and experiment. It is supposed to be verifiable, i.e. capable of calculating beforehand results subsequently confirmed by observation and experiment. What can we learn by observation and experiment? Nothing, so far as physics is concerned, except immediate data of sense: certain patches of colour, sounds, tastes, smells, etc., with certain spatio-temporal relations. The supposed contents of the physical world are prima facie very different from these: molecules have no colour, atoms make no noise…If such objects are to be verified, it must be solely through their relation to sense-data: they must have some kind of correlation with sense-data, and must be verifiable through their correlation alone. But how is the correlation itself ascertained? A correlation can only be ascertained empirically by the correlated objects being constantly found together. But in our case, only one term of the correlation, namely, the sensible term, is ever found…”. 84 Cfr. “Cualidad”. En Ferrater Mora, Diccionario de filosofía de bolsillo, Madrid, Alianza, 1983, p. 169

24

microscópico de los constituyentes de la materia85. Su teoría se inspiraba también en el concepto aristotélico de materia prima. Aristóteles identificó dos formas de movimiento o cambio86: están los cambios accidentales, en los que permanece la substancia pero cambian los accidentes, y los cambios substanciales, en los que cambia la substancia. Aristóteles, partiendo de la premisa de que todo cambio exige la presencia de algo permanente que sea sujeto del cambio, creyó necesario asumir que incluso en un cambio substancial debería haber algo que persista. A esto lo llamó materia prima87. La materia prima, al no ser una substancia, no tiene cualidades. La materia de Descartes, consecuentemente, estaba desprovista de ellas88, a excepción de la cualidad primaria de la extensión89, que no es otra cosa que la cantidad. La mente, que no es extensa, y las cualidades secundarias que dependen de ella, quedan radicalmente separadas de la materia, y no caen dentro del estudio de la física. La ciencia se volvió aún más abstracta al postular la existencia de entidades inobservables directamente como electrones, protones y fotones. A éstas partículas se les atribuye propiedades que no son experimentadas a nivel macroscópico:

son

consideradas

puntos

sin

dimensiones,

exhiben

comportamientos tanto de partículas como de ondas, etc. Es, además, bastante desconcertante el carácter probabilístico de la mecánica cuántica: el formalismo de la mecánica cuántica no siempre da un valor preciso a las propiedades de los sistemas físicos cuánticos: a veces lo que se tiene es, a lo sumo, una distribución probabilística de la posibilidad de que esa propiedad tenga tal o cual valor90. Es la famosa “función de onda”. Cuando se realiza una observación, la función de onda “colapsa”, o sea, adquiere un valor definido. Como es sabido, la mecánica cuántica es la única teoría física que no posee una interpretación satisfactoria. La interpretación más aceptada, sin embargo, que es la interpretación de Copenhague, afirmaba que la función de onda representa un estado objetivo del 85

Cfr. Rynasiewicz, Robert, “Newton’s Views on Space and Time”, sección 3: “Descartes’ Innovation”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 11-05-15. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/newton-stm/#3 86 Milletti, Domenico, Manomix di Filosofía, Vol.1, Castello, Vestigium, 2010, p. 115 87 Cfr. Rynasiewicz, Robert, Op. Cit. 88 Cfr. Descartes, René, Op. Cit., p. 133. 89 Cfr. Ibíd. 90 Cfr. De la Torre, Alberto Clemente, Op. Cit., p. 44.

25

sistema físico: esto significa, por ejemplo, que una partícula se encuentra, antes de ser observada “difundida” en una serie de posibles posiciones, sin que la posición tenga un valor definido. Solo al ser observada adquiere, la partícula, una posición definida. Como es evidente, en la experiencia cotidiana nunca se observa “…difundirse un libro o una lapicera o una moneda”91. A pesar de esta disociación entre la física moderna y el mundo de la experiencia cotidiana, es cierto que aquella lleva a predicciones que son verificadas de forma muy precisa. Esto ha llevado a algunos científicos y filósofos a la conclusión de que la ciencia no describe la realidad, sino que es simplemente una herramienta para realizar predicciones, en una posición conocida como “instrumentalismo”. De hecho, el físico Alberto Clemente de la Torre, una autoridad en el tema, escribe: “Heisenberg afirma…que la meta única de la física es predecir los resultados experimentales, excluyendo del lenguaje toda mención a la realidad”92. Las entidades inobservables son modelos matemáticos ficticios, que se justifican por el hecho de llevar a predicciones precisas, no por describir la realidad tal cual es. Los

positivistas

lógicos

mantuvieron

una

postura

similar

al

instrumentalismo, pues afirmaban que tanto el idealismo como el realismo son posturas carentes de sentido, pues son inverificables. Los términos teóricos de la ciencia, que se refieren a entidades inobservables, adquieren significado solo en relación a los términos observables de la teoría (por ejemplo, el término “electrón” significaría “raya blanca en una cámara de niebla”), y mediante definiciones operacionales (o sea, mediante a operaciones realizables en un laboratorio, como el caso del metro, que se define como la distancia que recorre la luz en un intervalo temporal de 1/299.792.458 de segundo)93. Carnap lleva éste instrumentalismo al extremo, y termina afirmando una forma de convencionalismo metafísico: afirma que el idealismo y el realismo son sólo formas de hablar, o “marcos lingüísticos”, y que la elección entre una y otra 91

Ídem, p. 45. Ídem, p. 80. 93 Cfr. Chakravartty, Anjan, “Scientific Realism”, sección 4.1: “Empiricism”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 11-05-15. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/scientific-realism/#Emp 92

26

forma de hablar es una decisión práctica y convencional, no teórica. Carnap escribe que se debe distinguir entre preguntas internas y externas al marco lingüístico: las primeras preguntan por la realidad de una entidad dentro de un marco lingüístico; las segundas, en cambio, preguntan por la realidad del marco lingüístico como un todo. Las segundas son preguntas enmarcadas “…de una manera equivocada”94, pues la existencia sólo tiene sentido en relación a un marco lingüístico: “Ser real en el sentido científico significa ser un elemento del sistema; de ahí que este concepto no se pueda aplicar con sentido al sistema mismo”95. Esta postura dio lugar a la moderna doctrina de la “variación cuantificacional”, que dice, básicamente, que el cuantificador “ ” tiene diferentes significados96. Russell critica duramente el principio de verificación. El núcleo de su argumentación es éste: hay oraciones significativas que no pueden ser verificadas; por lo tanto, el principio de verificación es falso. Russell resume su argumento con toque de ironía: “…hay quienes sostienen que, si no se impide la guerra atómica, puede conducir al exterminio de la vida en el planeta. No me interesa ahora sostener que esta opinión es verdadera, sino solamente que es significante. Sin embargo, se trata de una opinión que no puede ser verificada, pues, ¿quién quedaría para verificarla si se extinguiera la vida? Sólo el Dios de Berkeley, a quien, estoy seguro, los positivistas lógicos no desearían invocar”97. Russell señala, además, que el principio de verificación puede conducir a “absurdos lógicos”, con la consecuencia de que “…toda generalización de la

94

Cfr. Carnap, Rudolf, “Empiricism, semantics and ontology” [en línea]. Revue Internationale de Philosophie 4 (1950): 20-40. En Meaning and Necessity: A Study in Semantics and Modal Logic, edición ampliada (University of Chicago Press, 1956), p. 2: “…in a wrong way”. Consultado el 14/12/14. Disponible en internet: http://www2.warwick.ac.uk/fac/soc/philosophy/undergraduate/modules/ph251/2014-15/carnap__empiricismsemanticsontology.pdf 95 Ídem, p. 2: “To be real in the scientific sense means to be part of the system; hence this concept cannot be meaningfully applied to the system itself”. 96 Cfr. Wasserman, Ryan, “Material Constitution”, sección 7: “Deflationism”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 11-05-15. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/material-constitution/#Def 97 Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 450.

27

forma ‘todo A es B’ es verificable si hay, en alguna parte, un solo objeto del que se sepa que es un B”98. Finalmente, Russell señala que la verificación es entendida por los positivistas lógicos como una “cuestión social”, de carácter público y objetivo. Sin embargo, no se puede aceptar el testimonio de los demás si es que no se acepta primero la hipótesis (que los positivistas lógicos condenarían como metafísica y carente de sentido) de que existen otras mentes, pues “la hipótesis de que nada existe excepto lo que yo percibo y recuerdo es para mí idéntica, en todas sus consecuencias verificables, a la hipótesis de que hay otras personas que también perciben y recuerdan”99.

1.4. El problema de la inducción y su relevancia para el realismo científico

El problema de la inducción fue formulado por primera vez en la antigüedad clásica por el filósofo escéptico Sextus Empíricus100. Pero su formulación más explícita e influyente data de la obra de otro gran filósofo escéptico, pero moderno: David Hume. El problema es el siguiente: en la vida diaria y en la ciencia, se razona bajo el principio de que las conexiones entre hechos que se observan en el pasado serán similares a las conexiones entre hechos que se observarán en el futuro. Éste es el principio de la inducción. La pregunta es ¿se encuentra justificada la creencia en éste principio? Éste problema es de importancia fundamental para la ciencia, pues la inducción permite utilizar el conocimiento disponible para realizar predicciones. 98

Ídem, p. 451. El argumento es que, si se define “verificable” un enunciado del tipo “Todo A es B” como aquél del que se conoce un A que es B, y ningún A que no sea B, se puede definir una clase A’, compuesta por todos los miembros de A más un objeto que no es miembro de A, pero que se sabe que es miembro de B. “Todo A’ es B” sería verificable de acuerdo a la definición. Y “Todo A’ es B” implica lógicamente a “Todo A es B”. De manera que, si “Todo A’ es B” es verificable, “Todo A es B” también lo es. Lo que éste complicado argumento demuestra es que, de acuerdo a la definición dada de “verificable”, basta con conocer un objeto del que se sepa que es miembro de B para que “Todo A es B” sea verificable. Esto es absurdo, pues contradice a la definición. 99 Ídem, pp. 452 - 453. 100 Cfr. Vogt, Katja, “Ancient Skepticism”, sección 5.2: “Skepticism about induction”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 11-05-15. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/skepticism-ancient/#SkeAboInd

28

Parece ser, en efecto, la única forma en la que el conocimiento empírico puede ser expandido más allá de la experiencia inmediata. La importancia de la inducción para resolver el problema de ésta tesina radica precisamente en ésta característica, pues el mundo externo se encuentra más allá de la experiencia sensible. Para conocerlo se requiere un razonamiento que permita inferir lo no experimentado (el mundo externo) a partir de lo experimentado (la experiencia sensible). En su obra An Inquiry Concerning Human Understanding (1748), el filósofo planteaba el problema de la siguiente forma: “…con respecto a la experiencia pasada, sólo puede aceptarse que da información directa y cierta de los objetos de conocimiento y exactamente de aquel período de tiempo abarcado por su acto de conocimiento. Pero por qué esta experiencia debe extenderse a momentos futuros y a otros objetos, que, por lo que sabemos, puede ser que sólo en apariencia sean semejantes, ésta es la cuestión en la que deseo insistir”101. Se puede formular el problema de forma más precisa mediante un análisis de la lógica del método científico: supóngase que todos los pasado fueron también “Todos los

son

encontrados en el

. Se concluye, entonces, por inducción, con una ley:

”, que puede ser formalizada como

. Ésta es,

según Carnap, “…la forma básica de de todas las leyes universales”102. Supóngase, ahora, que se observa una nueva instancia de un , llámesela , aunque no se sabe si es o no un . En otras palabras, se tiene conocimiento del hecho

, pero no del hecho

.

A partir de aquí se procede por un simple razonamiento deductivo: 1.

Premisa (Ley científica)

2.

Premisa (Hecho conocido)

3.

IU con 1

4.

MP entre 3 y 2

101

Hume, David, An enquiry concerning human understanding/A letter from a gentleman to his friend in Edimburgh, Indianápolis, Hackett, 1977, p. 21: “As to past Experience, it can be allowed to give direct and certain information of those precise objects only, and that precise period of time, which fell under its cognizance. But why this experience should be extended to future times, and to other objects, which of aught we know, may be only in appearance similar; this is the main question on which I would insist”. 102 Carnap, Rudolf, Fundamentación lógica de la física, Barcelona, Orbis, 1985, p. 12.

29

Éste es el esquema básico de todas las predicciones científicas103. Lo que sucedió fue que se llegó, por una inducción a partir de un número finito de instancias, a una hipótesis general, a saber, que “todos los Se observó luego una nueva instancia de

son

”.

y se concluyó, mediante la lógica

elemental, que ésta también es una instancia de . El problema de la inducción es el siguiente: ¿es válida o no la ley ? Todos los

que fueron encontrados en el pasado eran también

, pero, por lo que se sabe, éstos son sólo una fracción de todos los certeza de que, en el futuro, no se observarán

que no sean

, y no hay

, invalidando la

ley. La evidencia disponible parece dejar subdeterminada la validez de la ley. Hume da una respuesta negativa al problema de la inducción: “Digo, entonces, que, incluso después de haber tenido experiencia en las operaciones de causa y efecto, nuestras conclusiones, realizadas a partir de esta experiencia, no están fundadas en el razonamiento en proceso alguno del entendimiento”104. Hume razona que el principio de la inducción no puede ser probado empíricamente, pues esto sería circular: la inducción es un principio general, y todas las generalizaciones empíricas lo suponen. Escribe, por ello, que “…todas nuestras conclusiones experimentales se dan a partir del supuesto de que el futuro será como ha sido el pasado. Intentar la demostración de este último supuesto por argumentos probables o argumentos que se refieren a lo existente, evidentemente supondrá moverse dentro de un círculo y dar por supuesto aquello que se pone en duda”105. Pero tampoco puede decirse que sea un principio a priori y necesario. Si un principio fuese necesario, su negación sería contradictoria. Pero no hay

103

Ídem, p. 23. Obs.: en el caso de que el hecho sea ya conocido, se obtiene el esquema general de la explicación científica. Según esto, la explicación científica consiste en la deducción de un hecho conocido a partir de una ley. 104 Hume, David, Op. Cit., p. 21: “I say, then, that, even after we have experience of the operations of cause and effect, our conclusions from that experience are not founded on reasoning or any process of the understanding”. 105 Ídem, p. 23: “…all our experimental conclusions proceed upon the supposition, that the future will be conformable to the past. To endeavour, therefore, the proof of this last supposition by probable arguments, or arguments regarding existence, must be evidently going in a circle, and taking that for granted, which is the very point in question”. Trad.: “…todas nuestras conclusions experimentales proceden bajo la suposición de que el futuro se conformará al pasado. Emprender, por lo tanto, la prueba de ésta suposición por argumentos probables, o argumentos relativos a la existencia, debe ser, evidentemente. andar en círculos, y dar por sentado aquéllo que está precisamente en duda”.

30

ninguna contradicción en la falsedad de la inducción: “Todos los razonamientos pueden dividirse en dos clases, a saber, el razonamiento demostrativo o aquel que concierne a las relaciones de ideas y el razonamiento moral o aquel que se refiere a las cuestiones de hecho y existenciales. Que en este caso no hay argumentos demostrativos parece evidente, puesto que no implica contradicción alguna que el curso de la naturaleza llegara a cambiar, y que un objeto, aparentemente semejante a otros que hemos experimentado, pueda ser acompañado por efectos contrarios o distintos”106. Argumentos casi idénticos han sido esgrimidos por Russell en contra de la inducción. De ellos se hablará en detalle en la sección 4.1 del Capítulo IV. Ahora será expuesta, en sus líneas generales, la teoría russelliana de la inducción. Para empezar, Russell no llega al extremo popperiano de afirmar que la inducción no cumple ningún papel importante dentro la ciencia107. Russell acepta108, como Popper, que en la práctica la ciencia utiliza el método hipotéticodeductivo109, pero según Russell éste sería sólo una instancia de la inducción por enumeración simple: si se considera una teoría

, la clase

de todos los

fenómenos relevantes, y la clase , de todas las consecuencias de , se puede ver 106

Ídem, p. 22: “All reasonings may be divided into two kinds, namely demonstrative reasoning, or that concerning relations of ideas, and moral reasoning, or that concerning matter of fact and existence. That there is no demonstrative arguments in the case, seems evident; since it implies no contradiction, that the course of nature may change, and that an object, seemingly like those which we have experienced, may be attended with different or contrary effects”. 107 De acuerdo a Popper, las hipótesis no se generan por pura observación e inducción, pues la inducción no es válida, y las observaciones nunca están desprovistas de teoría. La inducción no cumple, entonces, ningún papel en la ciencia. Cfr. Thornton, Stephen, “Karl Popper”, sección 3: “The problem of demarcation”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy. Consultado el 11 – 05 – 15. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/popper/#ProDem Por otra parte, el progreso científico se realiza según un proceso de prueba y error representado por el siguiente esquema: Se comienza por un problema , para proceder luego a una teoría tentativa , que será eliminada mediante un experimento o discusión crítica racional . Como resultado de la eliminación, surge un nuevo problema y el proceso se repite. Cfr. Popper, Karl, Objective Knowledge, Oxford, Oxford University Press, 1972, p. 119. 108 Cfr. Russell, Bertrand, Op.Cit., p. 416. 109 De hecho, la ciencia moderna ha utilizado el método hipotético-deductivo ya desde sus inicios en los empiristas medievales de Oxford, como Roger Bacon y Grosseteste. Cfr. Gilson, Etienne: La filosofía en la Edad Media, Madrid, Pégaso, 1946, p. 176: “Las demás ciencias parten de experiencias consideradas como principio, y de ellos deducen, por vía de razonamientos, sus conclusiones; pero, si a continuación quieren tener la demostración completa y particular de sus mismas conclusiones, se ven obligadas a requerirla de la ciencia experimental”. En otras palabras, se deducen las consecuencias verificables de una hipótesis general, para luego confirmarlas o refutarlas experimentalmente.

31

que la teoría

equivale simplemente a la afirmación de que “Todo

es ”110, y

esta afirmación es susceptible de todas las dudas escépticas en contra de la inducción, pues aunque hasta el presente haya sido verdad que “Todo nada garantiza que el siguiente

es

”,

será un .

Lo que Russell sí rechaza es la idea de que la inducción sea válida por sí sola, y cree que, como consecuencia de esto, la inducción no puede ser una premisa del conocimiento. La intuición de Russell es que es posible llegar, mediante el principio de inducción, a un número infinito de generalizaciones que tienen como consecuencia predicciones falsas111. Hay un número infinito de hipótesis generales compatibles con los hechos observados hasta el tiempo . Todas ellas tienen, por lo tanto, la misma fuerza, pues se apoyan en las mismas evidencias. Pero la mayoría de ellas resultarán ser falsas después del tiempo . En todo caso, no hay garantía de que sean verdaderas después del tiempo . La inducción, por sí sola, no permite distinguir entre generalizaciones verdaderas y falsas, y es posible, mediante ella, terminar llegando a generalizaciones falsas. La conclusión es que, si una generalización es verdadera, no lo es en virtud del principio de inducción solamente, sino porque la generalización dice lo que realmente ocurre. Se necesita, para convalidar la inducción, de principios que digan lo que realmente ocurre para, de esa forma, distinguir las buenas generalizaciones de las malas: las verdaderas premisas del conocimiento no deductivo serían cinco postulados que se limitan a afirmar que cierta conexión entre ciertos tipos de hechos ocurre habitualmente. Éstos postulados son ellos mismos contingentes y a priori: son a priori porque no pueden probarse empíricamente, y son contingentes porque afirman que algo ocurre sólo habitualmente, pues cabe la posibilidad de que, como dijo Hume en el texto citado más arriba, “…el curso de la naturaleza llegara a cambiar”. La función de los cinco postulados es la de dar validez al principio de inducción: la inducción sin los cinco postulados es inválida; con los cinco postulados, es válida.

110 111

Cfr. Ídem, p. 424. Cfr. Ídem, pp. 420-422.

32

Russell afirma que éstos postulados se conocen en un sentido muy débil de la palabra “conocer”: el conocimiento de los postulados es como el “conocimiento” que tiene un oso hormiguero cuando ve un agujero en tronco del árbol y espera encontrar hormigas allí dentro. El oso ha generado el hábito de esperar hormigas cuando ve agujeros en los troncos de los árboles, y éste hábito puede ser considerado, según Russell, como una forma de conocimiento muy básica de la proposición general “Todos los agujeros de los troncos de los árboles contienen hormigas”. Éste es un claro retorno a Hume, quien escribió: “siempre que la repetición de un acto u operación particular produce una propensión a renovar el mismo acto u operación, sin estar impelido por ningún razonamiento o proceso del entendimiento, decimos siempre que esta propensión es el efecto de la Costumbre”112. Es notable que también el propio Russell haga uso del término “propensión”113, delatando aún más la vena humeana de su posición. Los detalles de ésta concepción débil del conocimiento se estudiarán en la sección 4.4 del Capítulo IV. Estas conclusiones son importantes para el problema de la tesina pues, mediante los cinco postulados y la inducción, Russell cree que es posible validar el razonamiento que va del conocimiento de experiencias sensibles al conocimiento del mundo externo. De esa forma, el conocimiento del mundo externo estaría justificado.

112

Hume, David, Op. Cit.,p. 28: “For whenever the repetition of any particular act or operation produces a propensity to renew the same act or operation, without being impelled by any reasoning or process of the understanding; we always say, that this propensity is the effect of Custom”. 113 Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 498.

33

CONCLUSIÓN DEL CAPÍTULO En la vida cotidiana, para el hombre de la calle, el realismo se aparece como una doctrina evidente e incuestionable, que solo un demente se atrevería a cuestionar. En éste capítulo, sin embargo, se logró ver que existen serios obstáculos para la construcción de una doctrina realista satisfactoria. Quedó claro, pues, que se trata de un problema importante, que vale la pena estudiar. Por otra parte, se formularon los métodos de análisis lógico e inferencia, que serán utilizados para la resolución de los problemas tratados dentro de la tesina, según el principio russelliano (equivalente a la navaja de Ockham): elaborar construcciones lógicas siempre que se pueda; cuando esto no sea posible, utilizar el método de inferencia. Todo esto fue puesto dentro del contexto histórico de Bertrand Russell, entendiendo su realismo como una respuesta, al idealismo hegeliano primero, y al positivismo lógico después. Se ha señalado, además, que la motivación de su método analítico se deriva de su temprano interés por la lógica simbólica y los fundamentos de las matemáticas, destacando la influencia de Peano y de Frege. En éste punto se dispone ya de un marco teórico suficiente para la solución del problema central de la tesina, tarea que se inicia en el siguiente capítulo.

34

CAPÍTULO II De la experiencia a la ciencia: la interpretación empírica de las teorías científicas

Russell defendía la idea, claramente empirista, de que el mundo externo se conoce mediante la experiencia sensible, al ser ésta una representación de aquél. Por lo tanto, para que la ciencia tenga alguna conexión con el mundo externo, se debe establecer, primero, cuál es su conexión con la experiencia sensible. El esquema total es el siguiente: la ciencia se fundamenta en la experiencia sensible, y ésta última permite conocer el mundo externo, al ser una representación de él. Si la ciencia no estuviese fundamentada en la experiencia, no se podría conocer el mundo externo. Para Russell, que la ciencia esté fundamentada en la experiencia sensible significa que todos sus conceptos son construcciones lógicas a partir de material empírico o, dicho de otra forma, que todos sus conceptos son reducibles (o definibles) en términos de datos sensoriales o perceptos. El objetivo de éste capítulo es mostrar cómo Russell lleva a cabo ésta construcción, y cuáles son los fundamentos teóricos del método de construcciones lógicas. En la primera sección, se explica la relación entre la interpretación empírica de la ciencia y el método russelliano de construcciones lógicas. En la segunda sección, se estudia aquélla clase de palabras que tiene relación directa con la experiencia sensible: los nombres propios auténticos (o lógicos). Esto es importante, porque estas palabras serán la materia prima a partir de la cual se llevarán a cabo las construcciones lógicas. En las siguientes secciones, se toma el vocabulario mínimo

35

de la física (constituido por los conceptos de “punto” e “instante”), y se lo define en términos empíricos. Se tiene como resultado que los conceptos fundamentales de la física no son más que construcciones lógicas a partir de material empírico, que es lo que se quería lograr. La física queda, de ésta forma, fundamentada en la experiencia.

2.1 Interpretación y construcciones lógicas

La tarea de interpretar empíricamente la física es problemática. Como escribe Russell, “¿Qué podemos aprender mediante la observación y el experimento? En lo que respecta a la física, nada, excepto datos inmediatos de los sentidos: ciertas manchas de color, sonidos, sabores, olores, etc., junto con ciertas relaciones espaciales. Los supuestos contenidos del mundo físico son prima facie muy diferentes de aquellos: las moléculas no tienen, color, los átomos no hacen ruido alguno…”114. Russell explica que hay dos formas de establecer ésta relación: por inferencia, y por construcción lógica (“definiendo los objetos de la física como funciones de datos sensoriales”115). El Russell temprano afirmaba que el primer método “debe ser evitado tanto como sea posible”116, pues “…en tanto que se adopta, la física deja de ser empírica o basada exclusivamente en el experimento y la observación”117. Russell expresa aquí su convicción de mantener el fenomenalismo tanto como sea posible, convicción que termina abandonando, como se mostrará más adelante. La filosofía del Russell posterior, que es la que se tiene en cuenta en éste trabajo, siguió el programa de construir lógicamente los conceptos de la

114

Russell, Bertrand, “The Relation of Sense-data to Physics”. En Weitz, Morris (ed.), 20th-Century Philosophy: The Analytic Tradition, New York, Free, 1966, p. 157: “What can we learn by observation and experiment? Nothing, so far as physics is concerned, except immediate data of sense: certain patches of colour, sounds, tastes, smells, etc., with certain spatio-temporal relations. The supposed contents of the physical world are prima facie very different from these: molecules have no colour, atoms make no noise…”. 115 Ídem, pp. 157 – 158: “defining the objects of physics as functions of sense-data”. 116 Ídem, pp. 158: “…this way is to be avoided as much as possible”. 117 Ídem, pp. 157 – 158: “…in so far as it is adopted physics ceases to be empirical or based upon observation alone”.

36

física en términos de datos-sensoriales (con el fin de ligar el mundo de la experiencia con las teorías científicas), para luego mostrar cómo se puede inferir el mundo físico a partir de esos datos sensoriales (quedando ligados, de esa forma, el mundo de la experiencia y el mundo de los objetos externos). De modo que los métodos de construcción e inferencia se complementan, y proveen a Russell “…la forma más fructífera de acomodar las perspectivas de la ciencia y de la experiencia en primera persona dentro de un marco metafísico realista”118. Ahora es necesario adentrarse en el significado que la palabra “interpretación” tiene en éste contexto. Cada ciencia posee un “vocabulario mínimo”, es decir, el conjunto de palabras más pequeño necesario para definir todos sus conceptos. El vocabulario mínimo de una ciencia puede ser definido más precisamente como aquél que tiene las propiedades siguientes: - Toda proposición de dicha ciencia puede expresarse mediante palabras pertenecientes al vocabulario mínimo – Ninguna palabra de este vocabulario puede definirse en términos de otras palabras pertenecientes a él (es decir, las palabras del vocabulario mínimo no son interdefinibles)119. Evidentemente, a medida que el vocabulario mínimo se hace más pequeño, una mayor cantidad de palabras se hacen teóricamente innecesarias. Antes, la palabra “hierro” era necesaria en el sentido de que se la debía incluir dentro del vocabulario mínimo de la ciencia. Pero luego se vio que era definible en términos de protones, como “el elemento que se compone de 26 protones” o “el elemento que tiene número atómico 26”. Por lo tanto, la única palabra indispensable era “protón”, y “hierro” dejó de formar parte del vocabulario mínimo. Esto ocurre cuando se descubre que las cosas poseen estructura. La estructura de una cosa consiste en sus partes y las relaciones que existen entre ellas120. El concepto de estructura es importante para la presente discusión porque un vocabulario mínimo “no puede contener nombres para

118

Tully, Robert, “Three Studies of Russell’s Neutral Monism”, The Journal of Bertrand Russell Studies, Vol. 13, 1993, p. 5: “…the most fruitful way to accommodate the perspectives of both science and first person experience within a metaphysical framework of realism”. 119 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, Barcelona, Orbis, 1983, p. 267. 120 Cfr. Ídem, p. 260.

37

complejos cuya estructura se conoce”121. Volviendo al ejemplo anterior, “hierro” no puede ser vocabulario mínimo pues el hierro es un objeto complejo con una estructura conocida de protones, electrones y neutrones (es decir, tiene partes). Lo que hay que hacer es definir el complejo hierro en términos de sus partes. Es más, hoy se sabe que los protones, electrones y neutrones pueden, a su vez, ser definidos en términos de su masa y de su carga eléctrica (y la masa como energía, según Einstein). Todo átomo, sea de hierro o de cualquier otro elemento, puede ser definido en términos de esos elementos “simples”. Por eso Russell escribe que “todo descubrimiento de una estructura nos permite disminuir el vocabulario mínimo requerido para una disciplina dada”.122 Por último, nunca hay razón para suponer que el análisis estructural llegó a su fin: “Si debe haber unidades que no se puedan analizar porque carecen de partes, es una cuestión que, al parecer, no hay manera de decidir”. 123 Por eso, decir que tal o cuál aspecto de la realidad es “simple” puede considerarse sólo como una forma conveniente de hablar. Ésta es una tesis acerca de los límites del análisis sobre la cual el Russell temprano vacilaba, pues aunque no la consideraba verdadera, la veía como altamente probable, hasta que finalmente la aceptó abiertamente en su metafísica madura124.

Todo esto es importante para comprender en qué consiste una interpretación empírica de la ciencia. Toda ciencia puede entenderse desde dos puntos de vista: como un sistema de proposiciones, algunas de las cuales son axiomas y otras son teoremas, o como una descripción de la realidad.

121

Ídem, p. 267. Ídem, p. 267. 123 Ídem, p. 262. 124 Cfr. Russell, Bertrand, The philosophy of logical atomism, Chicago, Open Court, 1985, p. 31: “I think it is perfectly possible to suppose that complex things are capable of analysis ad infinitum, and that you never reach the simple. I do not think it is true, but it is a thing that one might argue, certainly. I do myself think that complexes—I do not like to talk of complexes—are composed of simples, but I admit that that is a difficult argument, and it might be that analysis could go on forever”. Traducción: “Yo creo que es perfectamente posible suponer que los complejos son susceptibles de un análisis ad infinitum, y que tú nunca alcances el simple. Yo no creo que esto sea cierto, pero es algo que se podría argumentar, ciertamente. Por mi parte, pienso que los complejos – no me gusta hablar de complejos – están compuestos de simples, pero admito que esa es una discusión difícil, y bien podría ser que el análisis siga para siempre.” 122

38

En el primer caso, lo que importan son las relaciones deductivas entre las proposiciones, no su verdad ni su falsedad. En el segundo caso interesa saber, además, si hay objetos que las hacen verdaderas (las satisfacen) o no. Consiguientemente, Russell piensa que la física puede ser entendida como un sistema axiomático-deductivo de proposiciones, disociado de la experiencia y la realidad, considerando sus términos como si tuviesen un carácter puramente matemático: “…la energía, la carga eléctrica y las coordenadas espaciotemporales son todo lo que la física necesita…las coordenadas pueden ser puramente hipotéticas…la energía y la electricidad sólo necesitan ser cantidades cuyo modo de cambio en la distribución esté sujeto a ciertas leyes particulares. Cuando la física llega a este grado de abstracción se convierte en una rama de la matemática pura, que puede ser desarrollada sin referencia al mundo real y no requiere ningún vocabulario aparte del de la matemática pura”125. Por supuesto, también puede ser considerada como ciencia descriptiva. Es posible ilustrar la diferencia entre ambos enfoques con un ejemplo simple. Considérense los dos enunciados126: - “Si la gravitación variara de manera directamente proporcional a la distancia, los planetas (si hubiera alguno) girarían alrededor del Sol (si existiese) en elipses de las que el Sol ocuparía el centro, no uno de los focos” - “La gravitación varía de manera directamente proporcional a la distancia, por lo tanto los planetas giran alrededor del Sol en elipses de las que el Sol ocupa el centro, no uno de los focos”. Desde el punto de vista lógico, el primer enunciado es condicional o hipotético, mientras que el segundo no, pues afirma tanto el antecedente como el consecuente. El primero afirma lo que ocurriría dadas ciertas circunstancias, mientras que el segundo afirma lo que de hecho ocurre. “Lo que le permite hacerlo, es la apelación a la observación”127. ¿En qué consiste, más precisamente, esa “apelación a la observación”? Consiste, simple y llanamente, en la inclusión, en el vocabulario mínimo, de términos empíricos (u “observacionales”, como solían decir los positivistas lógicos), palabras que se refieran a la experiencia sensible, a los sucesos llamados 125

Cfr. Russell, Bertrand, El Conocimiento Humano, pp. 257 – 258. Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 256. 127 Ídem, p. 257. 126

39

“perceptos”, o “datos sensoriales”. Escribe Russell que “todos los términos no matemáticos usados en la física, considerada como una ciencia experimental, tienen su origen en nuestra experiencia sensible, y es sólo por esto por lo que la experiencia sensible puede confirmar o refutar leyes físicas”128. Incluir términos empíricos en el vocabulario mínimo de una teoría científica significa indicar aquellas experiencias que constituirían su verificación. Ejemplos de términos empíricos son nombres de cualidades sensibles como “rojo”, “duro” y “caliente”, y nombres para relaciones experimentadas como la relación de “copresencia”129. No hace falta nombres para objetos, pues éstos pueden ser considerados como agregados de cualidades ordenados de acuerdo a las relaciones de copresencia, translapamiento y precedencia

130

(por ejemplo, una mesa puede ser

definida como un agregado de cualidades de “dureza” y “marrón”, ordenadas de acuerdo a las relaciones “precede a”, “es contiguo a”, etc.). Todo esto es muy similar a lo que proponía Carnap en su trabajo Sobre la tarea de la física y la aplicación del axioma de simplicidad (1923). En esa obra, Carnap divide la física en tres partes: la primera es un sistema axiomático no interpretado (es lo que Russell llamaría “ciencia pura”); la segunda consiste en todo el vocabulario de términos empíricos o de sensaciones; y la tercera contiene una descripción del estado físico del universo dentro de un intervalo de tiempo131. La primera y la tercera parte “…permiten la derivación del estado físico del mundo para cualquier punto temporal”132. Ese estado puede ser “…traducido…al vocabulario de la sensación. Por lo tanto, ésta física completa es capaz de predecir qué experiencias sensibles tendremos en cualquier punto espacio-temporal”133. Ambos filósofos trataban de encontrar un puente entre la física y la experiencia, aunque de maneras ligeramente distintas134. 128

Ídem, p. 259. Cfr. Ibíd. 130 Ídem, p. 275. 131 Cfr. Richardson, Alan W., Carnap’s construction of the world, Cambridge, Cambridge University Press, 1998, pp. 162 – 163. 132 Ibíd. 133 Ídem, p. 164. 134 Carnap no hablaba todavía en ese entonces de “construcciones lógicas”, como sí lo hizo en su trabajo del año 1928, La construcción lógica del mundo. Cfr. Carnap, Rudolf: The logical structure of the world, Chicago, Open Court, 1969. 129

40

2.2 Definiciones ostensivas y definiciones estructurales

El vocabulario mínimo está compuesto por cierto tipos de palabras que adquieren significado de dos formas distintas, relacionadas a diversas formas de adquirir conocimiento. Supóngase que se desea definir un término cualquiera. Se puede poner de ejemplo el término “Torre Eiffel”. Hay dos formas en las que éste término puede adquirir significado. Se lo puede definir mediante descripciones definidas como: “La estructura más alta de la ciudad de París”135, o “El el monumento más visitado del mundo”, o “El monumento presentado por la compañía de Gustave Eiffel para la Feria Universal de 1889”, etc. O simplemente puede pararse uno frente a la torre Eiffel, señalarla con el dedo índice y pronunciar las palabras “Esto es la Torre Eiffel”. La diferencia entre ambas es epistemológica, pues en el primer caso se tiene lo que Russell llamó un “conocimiento por descripción” de la Torre Eiffel, mientras que en el segundo se tiene un conocimiento directo (acquaintance) de la misma. Son formas distintas en que una palabra puede adquirir significado, de acuerdo a la forma en que el referente es conocido. Siguiendo a Russell, se puede llamar al primer método de definición “verbal”, porque define las palabras en términos de otras palabras. Al segundo método se lo llama “ostensivo”. Es evidente que las definiciones ostensivas son empíricas en el sentido de que dependen de la experiencia sensible. ¿Qué quiere decir Russell cuando habla de éste “conocimiento directo”? El Russell temprano lo definía como una relación cognitiva entre un sujeto y un objeto, en la que un objeto se “presenta” a un sujeto, y éste se hace consciente de él136. En realidad, las relaciones de “conocimiento directo” y “presentación” son interdefinibles: la relación de sujeto y objeto, que constituye el conocimiento directo, es simplemente la conversa de la relación entre objeto y sujeto que

135

De acuerdo a la famosa teoría de las descripciones, se podría expresar formalmente ésta proposición como: . Cfr. “On Denoting“ (1905), En Logic and Knowledge, Nottingham, Spokesman Books, 2007. 136 Cfr. Russell, Bertrand, Knowledge by Acquaintance and Knowledge by Description, Actas de la Sociedad Aristotélica, 1910 – 1911. Reimpreso en Mysticism and Logic, New Yersey, Barnes & Noble, 1951, p. 152.

41

constituye la presentación. Esto es, decir que S tiene conocimiento directo de O es esencialmente lo mismo que decir que O se le presenta a S. Sin embargo, su conversión al monismo neutral, que elimina la distinción entre sujeto y objeto, le hizo desechar esa teoría. Ahora el conocimiento directo es simplemente definido como aquél que no es inferido. Sería el conocimiento de sucesos llamados “perceptos”, que ocurren en el cerebro137. Russell deja en claro que no es posible que todas las palabras de una ciencia empírica tengan definiciones verbales. Esto equivale a decir que no todos los términos científicos son definibles en términos de otras palabras. Esto lo pone de manifiesto al discutir la propuesta de Carnap de definir los nombres propios en términos de coordenadas espacio-temporales. Según Russell, Carnap propone que los nombres propios son palabras que designan “…cualquier porción continua de espacio-tiempo que nos interese”138. Desde éste punto de vista, los nombres propios podrían ser reemplazados por coordenadas espacio-temporales. Por ejemplo, en lugar de Azul(a), Carnap diría “La posición (

) es Azul”139. El problema es que las coordenadas espacio-temporales

se definen en relación a un origen y, sin embargo, éste origen no puede ser definido a su vez por coordenadas espacio-temporales. “Las coordenadas describen un punto por su relación con el origen y los ejes. Pero debemos poder decir ‘éste es el origen’”140. De modo que, aunque se pretenda definir verbalmente todos los nombres propios como coordenadas espacio-temporales, habrá todavía un nombre que necesariamente estará definido ostensivamente, en éste caso “origen”. Russell ilustra la noción de la indispensabilidad de las definiciones ostensivas mediante el ejemplo del meridiano de Greenwich141: no es posible definir Greenwich como “longitud 0, latitud 52”, pues esto supone que se sabe cuál es la longitud 0 y, sin embargo, las longitudes se definen en relación a Greenwich.

137

Éste tema será estudiado con detalle más adelante. Cfr. Infra, p. 79. Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 87. 139 Ídem, p. 89. 140 Ídem, p. 90. 141 Cfr. Ibíd. 138

42

Un tipo de definición verbal es la definición estructural, es decir, cuando se define una entidad A en términos de las partes que la componen (o, mejor dicho, se define el nombre de A en términos de los nombres de las partes que la componen). En éste caso es obvio que A no debe ser simple, es decir, A debe poseer estructura. Por ejemplo, si se define la palabra “átomo” en términos de otras palabras como “protón” y “electrón”, es porque la entidad definida, el átomo, se compone de partes, el protón y el electrón. Y, como se ha puesto de relieve en la sección 1.1 de éste capítulo, mediante el descubrimiento de una estructura se puede reducir el vocabulario mínimo. Pero las partes que pueden ser llamadas (provisionalmente) “simples”, y que conforman la estructura del definendum, son definibles sólo ostensivamente. Por supuesto, es posible dar una descripción de una entidad simple, y llamarla definición. Pero ésta descripción, a su vez, haría uso de palabras que necesitarían una definición ostensiva, y no sería, por lo tanto, una verdadera definición en el sentido de un “análisis”142. Esto sucede, por ejemplo, en el caso de las cualidades como el “rojo”. Uno podría intentar definirla como “la sensación causada por la luz de tal rango de longitud de onda”. Pero ésta descripción, aunque verdadera, no es una auténtica definición. La gente ya sabía lo que era el color rojo mucho antes de que se descubriera que es causado por ondas de luz de tales longitudes de onda. Un sujeto puede conocer la proposición “el rojo es causado ondas de luz de determinado rango de longitud de onda”, sin conocer la proposición “eso es rojo”. Si un físico ciego recupera la vista, conocería una proposición que antes no conocía, a saber, “eso es rojo”143. Las cualidades son el tipo de palabra que debe ser definido ostensivamente. La conclusión de todo esto es que, en el vocabulario mínimo de toda ciencia

empírica,

tomada

como

ciencia

descriptiva,

habrá

términos

necesariamente definidos en forma ostensiva.

142

Cfr. Russell, Bertrand, The philosophy of logical atomism, p. 23: “Analysis is not the same thing as definition. You can define a term by means of a correct description, but that does not constitute an analysis”. Traducción: “Análisis no es la misma cosa que definición. Tú puedes definir un término mediante una descripción correcta, pero aquello no constituye un análisis”. 143 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 94.

43

2.3 Nombres propios

En las secciones precedentes se ha establecido que una interpretación empírica consiste en la inclusión de términos empíricos dentro del vocabulario mínimo de la teoría, y que el significado de tales términos empíricos, para que tenga alguna conexión con la experiencia sensible, debe ser definido ostensivamente. Ahora bien, de acuerdo a Russell, los únicos términos que tienen una conexión directa con la experiencia son lo que él llama nombres propios lógicos. En conexión con lo anterior, en ésta sección será analizada la teoría russelliana de los nombres propios, tratando de responder a dos preguntas: ¿Qué es un nombre propio lógico? ¿Es necesario incluir nombres propios lógicos en el vocabulario mínimo de la física? La noción de nombre propio debe ser esclarecida dentro del marco metafísico de Russell, el llamado “atomismo lógico”. El filósofo expone la teoría principalmente en su obra The Philosophy of Logical Atomism (1918), aunque ésta se modificó en su metafísica madura, pues al principio Russell aceptaba la existencia de particulares, cosa que negó a partir de Significado y Verdad (1940). El objetivo de Russell es descubrir, mediante el análisis, cuáles son los constituyentes fundamentales de la realidad. Para ello, parte de la premisa wittgensteiniana de que hay un isomorfismo entre el lenguaje y el mundo144. Debe haber una “correspondencia” entre la forma en que se divide el lenguaje (y se está hablando aquí de un lenguaje ideal y perfecto, que se pretendía encontrar en la lógica matemática), y la forma en que se divide la realidad145. Si en el lenguaje se encuentran elementos simples e inanalizables, de los cuáles se compone todo el discurso, la realidad tendrá sus correspondientes elementos, o “átomos lógicos”146, como los llama Russell. De acuerdo a ésta doctrina, si en el ámbito de la lógica el discurso se compone de nombres propios (o “términos”), predicados y relaciones n-ádicas, 144

Cfr. Pears, David, Prólogo a Russell, Bertrand, The philosophy of logical atomism, Chicago, Open Court, 1985, p. 2. 145 Cfr. Ibíd. 146 Cfr. Russell, Bertrand, The philosophy of logical atomism, p. 37.

44

que se unen para formar proposiciones atómicas, que a su vez componen proposiciones moleculares, en el ámbito de la metafísica el mundo se compone fundamentalmente de particulares, relaciones y cualidades (consideradas relaciones monádicas147), que se unen para formar hechos atómicos, que a su vez forman hechos moleculares. Si en lógica se habla de nombres propios, predicados y relaciones, en metafísica se habla de particulares, sus cualidades y sus relaciones; y si en lógica hay proposiciones, en metafísica se encuentran hechos148. Si se quiere llegar a los constituyentes últimos del mundo, se debe analizar lógicamente el lenguaje hasta encontrar nombres propios inanalizables. De hecho, Russell hace una distinción entre nombres propios ordinarios (analizables) y nombres propios lógicos (inanalizables)149. Inmediatamente surge un par de preguntas: ¿En qué consiste, exactamente, el análisis de un nombre propio? Y ¿Cómo se sabe que el atomismo lógico es verdadero? En cuanto a la primera de éstas preguntas, es posible responderla considerando la idea de que definición no es lo mismo que análisis. Como se ha puesto de manifiesto al final de la sección anterior, una cualidad como el color rojo, por ejemplo, puede ser definida como la luz de cierta longitud de onda, pero esto no constituye un análisis. La cuestión es que, para Russell, el verdadero análisis de cualquier complejo (sea un nombre propio, un predicado, etc.), debe ser capaz de dar conocimiento150 acerca del referente del nombre151. Lo anterior no constituye un verdadero análisis de la palabra “rojo” porque es posible conocer la proposición “el rojo es una onda de luz de cierta longitud de onda” sin conocer la proposición “eso es rojo”. Es decir, es posible conocer la definición de “rojo” sin conocer el objeto al cuál esa palabra se refiere. 147

Ídem, p. 60: ”…it would be very convenient…to call a quality a ‘monadic relation’…” (“…será muy conveniente…llamar a las cualidades “relaciones monádicas”…”). 148 Cfr. Warnock, Geoffrey: English philosophy since 1900, New York, Oxford University,

1966, p. 23. 149

Cfr. Pears, David, Prólogo a Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 14. Cfr.Ídem, p. 10. 151 Cfr. Russell, Bertrand, The philosophy of logical atomism, pp. 55-56: “You understand a proposition when you understand the words of which it is composed, even though you never heard the proposition before…this characteristic…is absent from the component words when those words express something simple”. Traducción: “Tú entiendes una proposición cuando entiendes las palabras de las que está compuesta, aunque nunca la hayas oído antes…ésta característica…está ausente en las palabras componentes cuando esas palabras expresan algo simple”. 150

45

En cuanto a la segunda cuestión, David Pears observa que hay dos posturas (approach) posibles a asumir al respecto, ambas compatibles con las premisas y la conclusión del atomismo lógico152: la postura racionalista y la postura empirista. Según la primera, es autoevidente (self-evident) a priori que debe haber entidades simples, aunque no se haya llegado a ellas por análisis lógico (o, inclusive, aunque esto último sea imposible). De acuerdo a la segunda, esto solo se puede saber a posteriori, aplicando la técnica del análisis lógico hasta llegar a verificar empíricamente que existen entidades simples. Ésta es la diferencia entre el atomismo lógico de Wittgenstein y el de Russell, pues el primero adoptó una postura racionalista, mientras que el segundo ligó el atomismo lógico a un empirismo153, adoptando la segunda postura154. Ya se ha establecido establecido el trasfondo teórico desde el cual Russell desarrolla su teoría de los nombres propios, por lo cual se puede pasar directamente al tema. Éste será abordado principalmente desde el punto de vista lógico, sin descuidar las conexiones que tiene con los ámbitos epistemológico y metafísico. Las proposiciones atómicas son aquellas en las que no hay conectivas lógicas. Se componen de términos y relaciones, que pueden ser monádicas, diádicas, triádicas, etc. Estos términos designan objetos particulares155. Los nombres propios se definen luego como nombres de particulares. Ahora bien, ocurre que muchas veces en la vida diaria se utilizan como nombres de particulares términos que en realidad no lo son, en un estricto sentido lógico156. Ocurre que, de acuerdo a la Teoría de las Descripciones 157, todos los términos cuyo significado se conoce por descripción, y no por conocimiento directo, son analizables. Sócrates, por ejemplo, es un nombre propio que se conoce sólo por descripciones como “el maestro de Platón”. Todos los nombres propios de éste tipo (“ordinarios”), son en realidad descripciones disfrazadas y, 152

Cfr. Pears, David, Prólogo a Russell, Bertrand, Op. Cit., pp. 4 – 5. Cfr.Ibíd. 154 De hecho, en el Tractatus Logico-Philosophicus, Wittgenstein habla de objetos en varios lugares, pero nunca da ejemplos de ellos, a diferencia de Russell. 155 Russell, Bertrand, The philosophy of logical atomism, p. 60. 156 Cfr. Ídem, p. 62. 157 Cfr. “On Denoting” (1905). En Russell, Bertrand, Logic and Knowledge. También Cfr. “Descriptions”. En Russell, Bertrand, Principles of Mathematics, New York, W.W. Norton and Company, 1996. 153

46

por lo tanto, analizables. ¿Cuáles son, entonces, los auténticos nombres propios (nombres propios lógicos)? La opinión de Russell sobre este asunto cambió con el tiempo. En un principio afirmó: “Las únicas palabras que uno usa en sentido lógico son palabras como “esto” y “aquello”158; y también: “Un particular se concibe naturalmente como un esto...”159. Éstas palabras son denominadas “particulares egocéntricos”, y todas son (incluyendo “aquello”) reducibles a una sola: “esto”. Por lo tanto, se tendría que “esto” es el único nombre propio en el estricto sentido lógico de la palabra y, todos los conceptos de la ciencia deben ser definidos en términos de él. Sin embargo, en Significado y Verdad, Russell niega que los particulares egocéntricos como “esto” sean nombres propios. Esto se debe a que, en dicha obra, la ontología de Russell experimenta un cambio, pues termina negando la teoría de que existen substancias particulares, por un lado, y cualidades por otro. Todo lo que hay son cualidades, y éstas son, propiamente hablando, los únicos particulares160. Su argumento parte de supuestos empiristas y de economía ontológica: todo que la experiencia revela son haces de cualidades universales copresentes. Por lo tanto, si hay un particular substancial que sostiene a las cualidades, es algo que escapa a la experiencia y que, según el Russell maduro, no hay razón para asumir. Russell elimina, entonces, la noción de una substancia distinta de sus cualidades, y adopta la idea de que un objeto no es otra cosa que un complejo de cualidades. Ésta es la famosa “teoría del haz” (bundle theory), y se llama así porque, según ella, las “cosas” son haces de cualidades copresentes, no substancias particulares portadoras de cualidades. Volviendo a la esfera del lenguaje, se tiene que los particulares egocéntricos son totalmente dispensables, pues son definibles en términos de nombres de cualidades161. Éstos últimos serían, entonces, los auténticos nombres propios lógicos. Esto implica que el vocabulario mínimo necesita sólo nombres de cualidades y relaciones, mas no es necesario que incluya nombres para los complejos que éstas forman. 158

“The only words one does use as names in the logical sense are words like ‘this’ or ‘that’”. Russell, Bertrand, The philosophy of logical atomism, p. 62. 159 “A particular is naturally conceived as a ‘this’”. Russell, Bertrand, Logic and Knowledge, p. 109. 160 Cfr. Ayer, Alfred, Russell, Chicago, University of Chicago Press, 1988, pp. 106 – 107. 161 Cfr. Ídem, p. 98.

47

Se puede decir que el primer Russell sostenía que “esto” es un nombre que se refiere a una substancia particular, el suceso, y “rojo” es un predicado que se refiere a una cualidad poseída por esa substancia. Cuando Russell adopta la teoría del haz, concluye, en cambio, que la proposición “esto es rojo” no tiene la forma sujeto-predicado, sino la forma todo-parte, pues expresa la relación entre un todo (el suceso denotado por “esto”162), y una de sus partes (la cualidad de la rojidad). “Rojo” es un nombre propio lógico, no un predicado. En palabras del propio Russell: “Quisiera sugerir que “esto es rojo” no es una proposición de sujeto-predicado, sino que es de la forma ‘la rojidad está aquí’, que ese ‘rojo’ es un nombre, no un predicado; y que lo que comúnmente se llamaría ‘cosa’ no es sino un haz de cualidades, tales como la rojidad, la dureza, etc.”163. Los sucesos serían, en suma, analizables como complejos de cualidades.

Ésta teoría tiene cuatro consecuencias importantes: -

En

palabras

de

Russell,

su

teoría

“…nos

desembaraza

de

un

incognoscible”164, o sea, hace innecesario postular la existencia de una misteriosa substancia particular incognoscible, y ahí radica su mayor fuerza. -

La ley de Leibniz165 se hace analítica, pues, si una cosa no es más que el conjunto de sus cualidades (incluidas sus cualidades espacio-temporales), y hay dos cosas que comparten exactamente y solamente las mismas cualidades, entonces se sigue analíticamente que no son dos cosas, sino una sola. Es decir, son idénticas166,167.

162

Russell lo llama “complejo completo de copresencia”. Se trata de un suceso empírico compuesto por cualidades copresentes, es decir, experimentadas simultáneamente. Cfr. Russell, Bertrand, El Conocimiento Humano, p. 304 163 Russell Bertrand, Significado y Verdad, p. 100. 164 Ídem, p. 101. 165 Cfr. “Indiscernibles (principio de los)”. En Ferrater Mora, Diccionario de filosofía de bolsillo, Madrid, Alianza, 1983. 166 Ésta visión es la contraria a la sostenida por Wittgenstein, quien rechazaba el concepto de “identidad” por considerar que la ley de Leibniz es contingente. Cfr. Wittgenstein, Ludwig, Tractatus Logico-Philosophicus, Madrid, Alianza, 1973, proposición 5.5302 167 De hecho, el propio Leibniz defendía una versión de la teoría del haz, pues el filósofo afirmaba que la noción individual de una cosa (es decir, el concepto de una cosa) es la suma de todas sus cualidades pasadas, presentes y futuras. Es decir, la cosa es la suma de sus cualidades. Leibniz se da cuenta, además, de que su famosa ley de la identidad de los indiscernibles es una consecuencia necesaria de la teoría del haz. Cfr. Leibniz, Gottfried, Discurso de Metafísica, Buenos Aires, Aguilar, 1955, parágrafo 9

48

-

Se vuelve lógicamente posible que las relaciones espacio-temporales como la precedencia, la sucesión y la contigüidad pueden aplicarse a una sola cosa. De acuerdo a esto, es lógicamente posible que los hechos históricos se repitan, pues un haz de cualidades puede precederse a sí mismo (y una “cosa”, según la teoría, no es más que un haz de cualidades). Y, de acuerdo a la ley de Leibniz, no se tendrían dos hechos históricos iguales, sino idénticos.

-

Lo anterior tiene como consecuencia que los haces de cualidades no son lógicamente suficientes para una construcción lógica de las series temporal y espacial, pues éstas deben ser transitivas y asimétricas (lo cual no se consigue si uno de los miembros de la serie se repite). Russell explica, sin embargo, que esto tiene poca importancia práctica, pues aunque sea lógicamente posible que una cosa se preceda a sí misma, o esté al lado de sí misma, es muy improbable que algo así ocurra, desde el punto de vista físico168.

Lo importante es comprender que las palabras que se refieren directamente a la experiencia sensible son los nombres propios lógicos, y éstos se refieren a cualidades sensibles (experimentadas empíricamente). Los nombres propios ordinarios son descripciones disfrazadas que brindan un conocimiento meramente indirecto de la realidad y se refieren, en cambio, a complejos de cualidades. Si se quiere que el conocimiento científico esté basado en la experiencia, es necesario incluir términos empíricos no-interdefinibles dentro de su vocabulario mínimo, en base al cual se emprende luego la tarea de definir todos los conceptos científicos, y los únicos términos que cumplen con éste requisito son los mencionados nombres propios lógicos. En ésta tarea consiste la construcción lógica de los conceptos fundamentales de la ciencia, que será emprendida en la siguiente sección.

168

Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 106: “…una recurrencia exacta a gran escala es improbable”.

49

2.4 Construcción lógica de los conceptos fundamentales de la física

Para lograr una interpretación empírica de la física, se necesita definir sus conceptos fundamentales en términos de ciertos sucesos empíricos, los perceptos, a su vez analizables como complejos de cualidades. La metafísica madura de Russell establece una interacción complementaria entre los métodos de construcción lógica e inferencia. En ésta sección será construido el “espacio-tiempo perceptivo”, compuesto por perceptos y relaciones empíricas como la copresencia, el translapamiento y la precedencia. De ésta forma, la ciencia física, como sistema de enunciados, queda ligada a la experiencia. El espacio-tiempo físico, compuesto de sucesos que no son perceptos, es luego inferido (no construido) a partir de aquél. Cada objeto y relación en el espacio perceptivo tiene su equivalente físico: la relación de copresencia tiene su correlato físico en la relación de contigüidad, por ejemplo169. Lo que ésta inferencia conserva del espacio-tiempo perceptivo es un conocimiento de carácter puramente estructural. En otras palabras, a partir del espacio-tiempo perceptivo es posible inferir la estructura abstracta del espacio-tiempo físico, más no sus propiedades cualitativas: “…hay ciertos elementos que pasan sin cambio del mundo de los sentidos al mundo de la física. Ellos son: la relación de copresencia, la relación de antes y después, algunos elementos de estructura y las diferencias en ciertas circunstancias,

o

sea

cuando

experimentamos

diferentes

sensaciones

pertenecientes al mismo sentido, podemos suponer que sus causas difieren. Este es el residuo de realismo ingenuo que sobrevive en la física”170. Al terminar la construcción lógica del espacio perceptivo, se tendrá todavía una física puramente fenomenalista. El salto al realismo viene recién con la inferencia al espacio físico, cuya naturaleza y justificación serán objeto principal de los capítulos III y IV.

169 170

Cfr. Ídem, p. 338. Russell, Bertrand, El conocimiento Humano, p. 340.

50

2.4.1

El tiempo

En física se utiliza la variable “ ” para representar al tiempo. Los valores de ésta variable se suponen continuos, y a cada uno de ellos se los llama “instante”. Si un cuerpo cambia de posición durante el intervalo de tiempo comprendido entre

y

, cada uno de los valores que

adquiere esa variable a medida que el cuerpo se mueve se puede llamar un instante. Cuando Russell habla de hallar una interpretación empírica del tiempo, se refiere, más específicamente, a elaborar construcción lógica de “instante” en términos de ciertos sucesos llamados perceptos. En su obra Our Knowledge of the External World (1914) Russell escribe, además, que “los sucesos de los que somos conscientes no tienen una duración de un mero instante matemático, sino que siempre duran un tiempo finito, por más corto que sea”171. En la experiencia no hay instantes, pues todos los sucesos tienen una extensión finita en el tiempo. Pero si los instantes no son un dato de la experiencia, esto significa que deben ser inferidos o construidos. Naturalmente Russell, siguiendo su lema de la navaja de Ockham, prefiere la última opción. Además, Russell nota que la palabra “instante” no puede tener una definición ostensiva, pues esto presupone que existe un tiempo absoluto que uno puede señalar y decir “he aquí el tiempo absoluto”. Los instantes deben ser definidos estructuralmente, y esto brinda, entonces, otro motivo por el cual los instantes deben ser construidos.

Las construcciones lógicas de instantes deben satisfacer, de acuerdo a Russell, ciertas propiedades si es que pretenden ser útiles para la física. En primer lugar, deben formar una serie ordenada que posea ciertas propiedades lógico-matemáticas. En segundo lugar, todo suceso debe encontrarse en cierto número de instantes. 171

Russell, Bertrand, Our knowledge of the external world, Chicago, Open Court, 1914, p. 116: “Events of which we are conscious do not last merely for a mathematical instant, but always for some finite time, however short”.

51

Por último, la serie temporal formada por los instantes ordenados debe ser “compacta”, es decir, que dados cualesquiera dos instantes, debe haber uno que se encuentre entre ambos172. Más adelante se verá por qué cree Russell que sus instantes satisfacen éstas propiedades173. En 1908, el idealista escocés McTaggart escribió su ensayo titulado “Sobre la irrealidad del tiempo”. En él distingue dos formas en que pueden ser ordenadas las posiciones temporales: la serie A y la serie B. El filósofo concluye que ambas encierran contradicciones y, por lo tanto, el tiempo no es real. Hoy en día, los filósofos rechazan la conclusión de McTaggart, pero aceptan su distinción entre la serie A y la serie B, y se plantean el problema de cuál, entre ambas, es más fundamental174. La serie A divide el tiempo en pasado, presente y futuro. Esto significa que hay un sentido absoluto en el que un suceso es, por ejemplo, pasado. La serie B, en cambio, no divide el tiempo en forma absoluta, sino relacional, de acuerdo a las relaciones diádicas de “anterior a”, “simultáneo con”, y “posterior a”. Según esta postura, no es un hecho absoluto que un suceso

sea pasado. Todo lo que se puede decir es que es anterior al

momento en el que se está hablando de él. De hecho, los que abogan por la serie B piensan que las propiedades de pasado, presente y futuro son reducibles a las mencionadas relaciones diádicas. Por eso Russell, que defiende la teoría B del tiempo, escribe: “Debe observarse que no podemos dar lo que podríamos llamar fechas absolutas, sino solamente fechas determinadas en base a sucesos. No se puede señalar al tiempo mismo, sino solo a algún suceso que ocurre en cierto momento. No hay por lo tanto ninguna razón empírica para suponer que hay tiempos

172

Cfr. Ídem, pp. 118 – 119. Cfr. p. 59 174 Cfr. Markosian, Ned, “Time”, sección cinco: “The A Theory and The B Theory”. En la Stanford Encylcopedia of Philosophy [en línea]. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/time/#TheBThe (consultado el 10/12/14) 173

52

además de sucesos: los sucesos, ordenados por las relaciones de simultaneidad y sucesión, son todo lo que la experiencia provee”175. De ésta forma, el tiempo tiene sentido sólo como una relación entre sucesos, no como algo absoluto. La física relativista176 también provee también argumentos para preferir la serie B177. La diferencia entre el enfoque newtoniano y el relativista es que para Newton existía un tiempo absoluto que fluye uniformemente (también llamado “cósmico” o “matemático”) en relación al cual es posible definir el tiempo “aparente” o “relativo”. Para Leibniz, en cambio, el tiempo se define de forma exclusivamente relacional. Por ejemplo, el tiempo transcurrido desde que un cuerpo dotado de movimiento rectilíneo uniforme estaba en el punto alcanzó el punto

hasta que

se define en relación al movimiento de otro

objeto, como las manecillas de un reloj, por ejemplo, o el movimiento de rotación de la tierra (así se definen los días). La física relativista lleva todo esto aún más lejos, pues relativiza también el concepto de simultaneidad178. Esto significa que para un observador, situado en determinado marco de referencia, pueden ser simultáneos dos sucesos que para otro observador, situado en un marco de referencia distinto, son el uno anterior al otro. Es obvio que para que una concepción como ésta sea posible deben cumplirse ciertas condiciones: - Debe existir al menos dos sucesos. En otras palabras, debe haber diversidad numérica. – Debe haber cambio o, como escribe Russell, “…es lógicamente imposible que el mundo permanezca inmutable durante un tiempo finito”179. Si se adoptase el tiempo absoluto, habría tiempo aunque no hubiese cambio. Éste 175

“It is to be observed that we cannot give what may be called absolute dates, but only dates determined by events. We cannot point to a time itself, but only to some event ocurring at that time. There is therefore no reason in experience to suppose that there are times as opposed to events: the events, ordered by the relations of simultaneity and succession, are all that experience provides”. Russell, Bertrand, Our knowledge of the external world, p. 117. 176 Cfr. Markosian, Ned, Op.Cit. 177 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 277. 178 Cfr. Landau y Rumer, Qué es la teoría de la relatividad, Madrid, Ricardo Aguilera, 1972, p. 43. 179 Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 281.

53

seguiría fluyendo uniformemente. Sin embargo, se debe recordar que decir que el tiempo es relacional equivale a decir precisamente que el tiempo es la medida del cambio que experimenta un trozo de materia respecto a otro Antes de pasar a la definición russelliana de “instante”, es mejor exponer a grandes rasgos cuál es la idea general que está detrás de ella. Russell parte del hecho de que todo suceso tiene una extensión finita en el tiempo. Ahora bien, imagínese que se tienen dos sucesos A y B, y que ambos se translapan en parte, es decir, que hay un momento en el que ambos coexisten. Supóngase también que A termina antes que B. Si es que el tiempo es compacto, debe existir, mientras A y B se translapan, un suceso C que sea simultáneo a ambos, pero que termine antes que ellos. Esto puede ilustrarse de la siguiente forma:

A B C Nuevamente, como el tiempo es compacto, debe haber también un suceso D que sea simultáneo a A, B y C, mientras éstos se translapan, y que termine antes que A, B y C. Y así sucesivamente. Con cada suceso que se agrega al conjunto, se tienen sucesos cada vez más cortos y, por lo tanto, más instantáneos. De a poco, siguiendo éste proceso, el conjunto se va acercando más y más al instante180. Se pasará, ahora, a exponer la definición más formal y precisa dada por Russell del concepto de “instante”. Se cuenta, en primer lugar, con los siguientes conceptos primitivos para elaborar las definiciones: 

Relaciones de translapamiento, precedencia y sucesión: éstas son relaciones temporales y se definen ostensivamente. No obstante, es posible dar una descripción informal de éstas relaciones, aclarando que no se trata de una verdadera definición. Así, se puede decir que la relación de translapamiento se da entre dos sucesos cuando uno de

180

Cfr. Russell, Bertrand, Our knowledge of the external world, p. 118.

54

ellos empieza cuando el otro todavía no terminó, es decir que coexisten. Si un suceso A termina cuando empieza un suceso B, se dice que A precede a B, y si un suceso A empieza cuando termina un suceso B, se dice que A sucede a B. 

Suceso: es algo que precede a, sucede a, o se translapa con algo.



Biografía: la biografía de un suceso se define en base a las mencionadas relaciones temporales. Consiste en todos los sucesos con los cuales aquél tiene algunas o todas esas relaciones.

A partir de estos elementos se puede dar una definición de instante: 

Instante: un instante se define como una clase de sucesos pertenecientes a una biografía. Dicha clase tiene las siguientes propiedades: - Dos sucesos cualesquiera de un instante se translapan entre sí. Esto es, un suceso se translapa con

de un grupo compuesto por (es decir, con todos los

demás) – Ningún suceso exterior (no perteneciente) al grupo se translapa con todos los sucesos de ese grupo181. Se puede llamar al primero un “criterio de inclusión”, pues define qué sucesos están incluidos dentro del grupo. Al segundo se lo puede llamar “criterio de exclusión”, pues establece qué sucesos quedan fuera del grupo. Evidentemente, si dos sucesos cualesquiera del grupo se translapan entre sí, habrá un momento, por más corto que sea, en el que todos los sucesos existen simultáneamente. Éste es el instante.

181

Esto es consistente con las afirmaciones empíricas de la física relativista según la cuál las relaciones de precedencia y sucesión se mantienen, en cierta forma, a pesar de la relatividad del concepto de simultaneidad. Son, también, conceptos relativos, pero esa relatividad tiene un límite. Como dicen Landau y Rumer: “…no es admisible…que un niño nazca antes que su madre…las relaciones espacio-temporales entre los acontecimientos pueden ser de tres tipos: absolutamente antes, absolutamente después y ‘ni antes ni después’, mejor dicho, antes y después, según cuál sea el laboratorio desde el cual se observan éstos acontecimientos.” Nota: estos autores utilizan el término “acontecimiento” en lugar de “suceso”, pero debe recordarse que es solo una diferencia terminológica sin mucha importancia. Por otra parte, hay que aclarar que están haciendo uso de la palabra “laboratorio” para fines didácticos, pero lo que quieren decir en realidad es “marco de referencia”. Cfr. Landau, L. y Rumer, Y., Qué es la teoría de la relatividad, pp. 49 – 50.

55

Ahora bien, hay una serie de postulados que sostienen está definición y aseguran que sea adecuada, en el sentido de satisfacer las propiedades enumeradas más arriba182, a saber: que formen una serie (la serie temporal), que todo suceso esté en un instante, y que la serie temporal sea “compacta” (es decir, que entre todo par de instantes haya otros instantes). El filósofo C. Anthony Anderson ha publicado una versión formalizada de aquellos postulados183. Se la adopta en éste trabajo para lograr una mayor claridad y precisión en la exposición184. Se toman, primero, las relaciones de precedencia y solapamiento 185 como conceptos primitivos: -

Solapamiento: Se lee186: “

e

son sucesos187 y los momentos en los que existe

coinciden (en parte o completamente) con los momentos en los que existe” -

Precedencia: Se lee: “Todo momento en el que

existe es temporalmente precedente a

cualquier tiempo en el que exista ” Luego, se define “suceso” en términos de esos conceptos: Se lee: “ es un suceso si existe un

tal que

se solapa con ”

En base a esto, es posible expresar los postulados de la siguiente manera: 1 – Postulados que aseguran que los instantes forman una serie: 1.1 – 182

Cfr. pp. 52-53 Cfr. “On Order in Time”. En C. Walde Savage y C. Anthony Anderson (eds.), Rereading Russell: Essays in Bertrand Russell's Metaphysics and Epistemology, Minnesota, University of Minnesota Press, 1989 184 Se aclara que Anderson utilizó la vieja notación empleada por Russell y Whitehead en los Principia Mathematica. En ésta tesina se emplea la notación moderna. 185 Durante este período Russell hacía uso del término “solapamiento” en lugar de “translapamiento”. 186 Como dice Anderson, éstas explicaciones semi-formales que se dan de los conceptos primitivos no son definiciones (pues son conceptos primitivos) sino una “ayuda a la intuición” 186. Cfr. On Order in Time. C. Walde Savage y C. Anthony Anderson (eds.), Op. Cit., p. 250. 187 Anderson utiliza el término “suceso” (event). 183

56

Se lee: “Si

no se precede a sí mismo”.

es un suceso, entonces

1.2 Se lee: “Si ,

y

son sucesos y x precede a

y

precede a , entonces

precede a ”. 1.3 – Se lee: “Si

no se solapa con ”.

e

son sucesos y

precede a , entonces

e

son sucesos y

no se solapa con , entonces

1.4 – Se lee: “Si

precede a

o

precede a ”.

2- Postulados que aseguran que los contemporáneos iniciales de un suceso deben formar un instante: Primero se define la noción de “contemporáneo inicial” de un suceso: Se lee: “El suceso

es contemporáneo inicial del suceso

y no existe un suceso

tal que preceda a

si

se solapa con

y se solape con ”188.

En base a eso, se elabora el postulado: Se lee: “Si existe un

e

son sucesos, y

tal que

se solapa con

y z precede a y, entonces precede a ”.189

es contemporáneo inicial de x y

3- Postulados que aseguran que la serie de instantes sea compacta: Se lee: “Si

e y son sucesos y

que z es un suceso y

precede a , entonces existe un

precede a

y

precede a

y

y un w tal

es simultáneo con

”190.

188

Es decir, si no hay un suceso z “entre medio” de x e y, entonces x es contemporáneo inicial de y. Intuitivamente, se puede decir que, si un suceso es contemporáneo inicial de otro, ésto significa que existe en el momento en que el otro comienza a existir y, obviamente, no empieza a existir después de que el primero haya comenzado a existir. La clase de todos los contemporáneos iniciales de un suceso forma un instante. 189 Cfr. Russell, Bertrand, Our knowledge of the external world, p. 120.

57

Por último, se debe explicar por qué cree Russell que éstos postulados, y la definición de instante que elabora a partir de ellos, están justificados. Recuérdese que había tres propiedades que los instantes deben satisfacer: -

Deben formar una serie ordenada: Russell cree que es posible establecer un orden serial por el hecho de que la relación de precedencia es asimétrica191 y transitiva192,193.

-

Todo suceso debe estar contenido en cierto número de instantes: se ha visto que todo suceso tiene una clase de sucesos que son simultáneos con él y no suceden a nada que sea simultáneo con él. Se llama a éstos sucesos “contemporáneos iniciales”. Ésta clase de sucesos forma un instante, el “primer instante durante el cual el suceso dado existe”194, en palabras de Russell. Por lo tanto, todo suceso se encuentra en al menos un instante (su instante inicial).

-

La serie temporal de instantes debe ser compacta: Russell no da una prueba de ésta proposición. Más bien, la toma como postulado (se trata del postulado Nº 3). Simplemente lo asume como verdadero por cuestiones empíricas195.

190

Ídem, p. 120. Russell lo formula con otras palabras: “…given any two events of which one wholly precedes the other, there are events wholly after the one and simultaneous with something wholly before the other”. Trad.: “Si un suceso precede a otro, hay sucesos que suceden al primero y son simultáneos con algo que precede al otro”. 191 Ídem, p. 119: ”Now we know that of two events which are not simultaneous, there must be one which wholly precedes the other, and in that case the other cannot also wholly precede the one”. Trad.: “…sabemos que de dos sucesos que no son simultáneos, uno debe preceder al otro, y en ese caso, el otro no puede a su vez preceder al primero”. 192 Ídem, p. 119: ”if one event wholly precedes another, and the other wholly precedes a third, then the first wholly precedes the third”. Trad.:“…si un suceso precede a otro, y el otro precede a un tercero, entonces el primero precede al tercero.” 193 Es obvio que sólo puede haber orden si hay una relación asimétrica involucrada. Supóngase, por ejemplo, que se necesita ordenar a los alumnos de un colegio de acuerdo a su edad. Se puede elegir la relación de “mayor que”, y ordenarlos de mayor a menor, colocando al mayor a la izquierda del menor. A cada alumno le corresponderá un lugar definido en el orden, pero esto es posible sólo porque la relación es asimétrica: si fulano es mayor que mengano, mengano no puede ser, a su vez, mayor que fulano. Mengano siempre quedará a la derecha de fulano, pero no viceversa. Además, el orden establecido por la relación se “traspasa”, por ser transitiva: si fulano es mayor que mengano, y mengano es mayor que zutano, entonces fulano es mayor que zutano. 194 Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 120 195 Cfr. Ibíd.

58

“De ésta forma”, escribe Russell, “nuestra definición de instantes asegura todas las propiedades requeridas por la matemática, sin tener que asumir la existencia de entidades metafísicas sospechosas196.” Así se concluye la construcción lógica del tiempo.

2.4.2

El espacio

Newton tenía la idea de un espacio absoluto que contiene a los cuerpos materiales en reposo o en movimiento como si aquél fuese una caja, y los últimos, canicas. Leibniz se opuso a Newton con argumentos a priori basados a principios lógicos, como el de razón suficiente y la identidad de los indiscernibles197. Para Leibniz, el espacio era simplemente un sistema de relaciones198 entre puntos materiales199. Muchos físicos abandonaron el espacio absoluto sin abandonar la técnica matemática newtoniana, que define al espacio como un conjunto de puntos, dentro de los cuáles se sitúan los cuerpos. Para tener un verdadero espacio relativo, hace falta eliminar los puntos, y dejar sólo los cuerpos200, y la forma de hacerlo es analizándolos lógicamente en términos de sucesos, es decir, siguiendo el método de la Navaja de Ockham en su versión russelliana. Si esto se logra, se tendrán buenas razones para creer que los puntos no tienen realidad, siendo meras ficciones lógicas. Esto, además, conectará la experiencia sensible con el concepto fundamental de “punto”. Como en el caso del tiempo, Russell construye los puntos como clases, o complejos, de sucesos. 196

Ibíd. Cfr. McDonough, Jeffrey. K, “Leibniz’s Philosophy of Physics”, sección 5.1: “Against Absolute Space and Time”. En Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Disponible en internet:http://plato.stanford.edu/entries/leibniz-physics/#AgaAbsSpaTim (consulta: 10/12/14). 198 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 287. 199 “Leibniz defending roughly the view that space is an ideal system of relations holding between bodies…”. Trad: “Leibniz defendiendo básicamente el punto de vista de que el espacio es un sistema ideal de relaciones entre cuerpos…”. Cfr. McDonough, Jeffrey. K, Op. Cit., sección 1: “The Historical Development of Leibniz’s Physics”. En Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Disponible en internet http://plato.stanford.edu/entries/leibniz-physics/#HisDevLeiPhy (consulta 10/12/14). 200 Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 287. 197

59

Estas clases deben ser definidas de forma que cumplan con ciertas propiedades matemáticas. La más importante de ellas es la de formar un orden espacial. Según Russell201, el pionero de éste método de construcción lógica de puntos a partir de instantes fue su maestro, Whitehead, pero hay ciertas cosas que le aquél le objeta a éste. Whitehead supone que los sucesos no poseen un límite superior ni inferior de extensión, mientras que Russell considera que hay razones empíricas para hacerlo. En el caso del límite inferior, por ejemplo, se sabe por experiencia directa que todos los sucesos percibidos tienen una duración, por más pequeña que sea202. Por otra parte, la mecánica cuántica establece que no puede haber un suceso de extensión menor a la constante de Planck203. El argumento para asumir un límite superior no es empírico, sino lógico. Es conveniente, desde el punto de vista lógico, tomar sucesos que, hasta donde se sabe, carecen de partes, para, a partir de ellos, realizar construcciones lógicas. Un suceso muy grande tendría obviamente partes, pero no es necesario hablar de ese tipo de sucesos, sino solamente acerca de sus partes204.

Los puntos se definen de la siguiente forma: Conceptos primitivos: -

Copresencia205: Se lee206: “x e y son sucesos y los lugares en los que existe x coinciden (en parte o completamente) con los lugares en los que y existe”

-

Suceso. Luego, es posible definir un punto como toda clase de sucesos

copresentes que cumplan las siguientes condiciones, análogas a las que Russell propone en su construcción lógica de los instantes: 201

Cfr. Russell, Bertrand, Análisis de la materia, Madrid, Taurus, 1969, p. 335. Cfr. Ídem, p. 337. 203 Cfr. Ídem, p. 338. 204 Cfr. Ídem, pp. 338 - 339. 205 Si bien en Análisis de la Materia, p. 340 Russell la llama “copresencia”, en El Conocimiento Humano p. 289, la llama “traslapamiento”. Pero se trata solo un cambio terminológico. 206 Ésta explicación es análoga a la de la relación de translapamiento. 202

60

-

Criterio de inclusión: todos los sucesos de la clase son copresentes entre sí.

-

Criterio de exclusión: ningún suceso exterior (no perteneciente) al grupo es copresente con todos los sucesos de ese grupo. Si se quiere definir un espacio unidimensional, debe suponerse que la

copresencia se da entre sólo dos sucesos. Sin embargo, el mundo físico descrito por la teoría de la relatividad utiliza una geometría de cuatro dimensiones. En general, el número de sucesos necesarios en cada grupo de sucesos, según el número de dimensiones con el que se quiera trabajar, es igual al número de dimensiones más uno: n+1207. Por lo tanto será necesario, para definir el espacio relativista, que los sucesos se agrupen en grupos de cinco208. Es importante tener en cuenta que Russell está interesado en delimitar el problema al analysis situs209. En otras palabras, está interesado en definir solo un espacio topológico, no métrico210. En realidad, Russell nunca define un espacio métrico, limitándose a afirmar simplemente que éste podrá ser más adelante “…introducido en virtud del teorema de Urysohn”211. Para ello, debe definir no solo la noción de “punto”, sino también la noción topológica de “cercanías de un punto dado”212. Ésta última es definida como una clase de puntos213. La forma en que estos puntos dan lugar a un orden espacial que satisfaga las propiedades requeridas por las matemáticas es muy complicada y no será expuesta aquí con detalles, pues el autor de ésta tesina considera que mediante la construcción lógica del orden temporal ya se ha ejemplificado lo

207

Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 290. Ibíd. 209 Cfr. Russell, Bertrand, Análisis de la Materia, p. 341. 210 Cfr. Ídem, p. 343. 211 Que establece las condiciones suficientes para que un espacio topológico sea metrizable. 212 “En el analysis situs partimos de dos concepciones: la de un punto y la de las “cercanías de un punto dado”. Ídem, p. 341. 213 : “Tenemos que asignar a nuestros acontecimientos propiedades tales que nos permitan definir los puntos de un espacio topológico como si fueran clases de acontecimientos, y las cercanías de un punto dado como si fueran clases de puntos”. Cfr. Ídem, p. 344. 208

61

suficientemente bien el método russelliano de análisis lógico214. No es necesario para la discusión, por lo tanto, detenerse en una cuestión de semejante complejidad. Se dirá simplemente que el orden espacial se deduce de una definición de la relación “entre”215, algunos supuestos, como que la copresencia es simétrica216, y un conjunto de tres axiomas217. Así termina la construcción lógica del espacio. Los puntos son, en resumen, clases de sucesos empíricos agrupados según la relación de copresencia, y se ordenan serialmente, formando un orden espacial. Ésta reducción de los puntos en términos de sucesos implica que cualquier afirmación que se haga acerca de puntos puede ser traducida a una afirmación sobre sucesos. El concepto de “punto”, al igual que el de “instante”, es una mera conveniencia, una forma abreviada de hablar.

2.4.3

El espacio-tiempo

Hasta ahora se ha hablado del espacio y el tiempo como conceptos separados. Pero en la física relativista, estos dos conceptos se unen en el llamado espacio-tiempo218, compuesto de puntos-instante219, o “puntos-demundo”, como los llamaba Minkowski. La razón por la cual hizo falta una unión del espacio y del tiempo es que la relatividad reemplaza la relación temporal de “lapso” y la relación espacial de “distancia” por una sola relación entre sucesos llamada “intervalo”, que toma en cuenta tanto el lapso como la distancia.

214

Sin embargo, se deriva al lector interesado en estudiar el tema con mayor profundidad a Russell Bertrand, Análisis de la Materia, capítulos XXVIII y XXIX. 215 Cfr. Ídem, p. 354. 216 Cfr. Ídem, p. 355. 217 Cfr. Ídem, p. 356. 218 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 296. 219 Ídem, pp. 339 - 340: “Pero en física lo que tenemos que definir es el “punto-instante”, es decir, una posición completamente definida en el espacio-tiempo, no únicamente en el espacio o únicamente en el tiempo”.

62

Los intervalos, sin embargo, pueden clasificarse todavía en temporales y espaciales. Si el lapso temporal entre dos sucesos es mayor que su distancia espacial, el intervalo es temporal. Pero si la distancia espacial es mayor que la distancia temporal, el intervalo es espacial. En éste último caso no puede haber relación causal alguna entre ambos, pues no hay tiempo suficiente como para que la relación causal recorra la distancia a la velocidad de la luz y ejerza su influencia220. No es necesario construir el concepto de intervalo, pues depende de conceptos ya interpretados como construcciones lógicas: el tiempo y el espacio (representadas en física-matemática por las variables “puntos-instantes”

tampoco

necesitan

ser

definidos,

y

pues

221

). Los

consisten

simplemente en la correlación de un punto con un instante, ambos definidos ya en las secciones anteriores. El ajuste que se debe realizar aquí para adaptar a la teoría de la relatividad las definiciones de las secciones precedentes tiene que ver más bien con el concepto de sustancia. Russell rechazaba el concepto de sustancia, como se vio en la sección 2.3 cuando fue discutida su teoría de los nombres propios. Aunque el de sustancia es un concepto requerido por el espacio newtoniano, que veía las partículas como sustancias persistentes y en movimiento a través del espacio absoluto, es innecesario en la física relativista, que solo ve una multiplicidad cuatridimensional de sucesos. Las cosas materiales no son unidades, sino que están formadas por una multiplicidad de sucesos222. En éste sentido se puede decir que una persona, por ejemplo, es un conjunto de sucesos situados en todos los puntos en los que esa persona se encuentra, y en todos los instantes temporales en los que esa persona existe, existió y existirá. En otras palabras, los objetos materiales tienen, no solo partes espaciales, sino también partes temporales.

220

Cfr. Ídem, p. 298. Cfr. Ibíd. 222 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 299. 221

63

Ésta posición filosófica se conoce como “cuatridimensionalismo”223. Para Russell, lo importante aquí es indicar cómo es posible hablar de esa multiplicidad de sucesos como pertenecientes a un mismo objeto material: “…se hace necesario hallar una manera de definir qué queremos decir cuando afirmamos que dos sucesos son parte de la historia de un mismo trozo de materia”224. El conjunto de los sucesos que conforman la historia de un objeto material se llama “biografía” del objeto, y están unidos por la siguiente ley causal: “…dado un suceso de cierto género en cierta región espacio-temporal, habrá sucesos vecinos en regiones vecinas que estarán relacionados con el suceso dado de maneras específicas. Decimos que una serie de sucesos relacionados entre sí de estas maneras específicas debe ser llamado un trozo de materia en tiempos diferentes”225. Sin embargo, deja en claro que relacionar sucesos de ésta forma es un proceso que tiene sus límites: “…solo es parcial y aproximadamente posible. Cuando se presenta un átomo con un núcleo con electrones planetarios, después de una transición cuántica no podemos decir que tal o cual electrón en el nuevo estado ha de ser identificado con tal o cual electrón en el viejo estado”226. Esto es así porque el electrón no pasa continuamente de un orbital a otro, sino discretamente, de acuerdo a múltiplos de la constante de Planck227. En resumen, todos los sucesos se encuentran (es decir, se translapan con, o son copresentes con) tanto en un instante temporal como en un punto espacial. Algunos de ellos se relacionan de acuerdo a ciertas leyes causales específicas, formando lo que se conoce cotidianamente como un trozo de

223

Cfr. Markosian, Ned, Op. Cit., sección 8: “The 3D/4D controversy”. En Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 10/12/14. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/time/#3D4Con 224 Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 299. 225 Ídem, p. 299. 226 Ídem, p. 300. 227 Cfr. Ídem, p. 36.

64

materia en tiempos diferentes (y lugares diferentes también, si es que está en movimiento).

CONCLUSIÓN DEL CAPÍTULO En éste capítulo se ha logrado establecer una relación entre la ciencia y la experiencia. En primer lugar, se ha identificado a los nombres propios lógicos como aquélla clase de palabras que tiene relación directa con la experiencia, pues denotan cualidades sensibles como la rojez y la dureza. Luego, se definió el vocabulario mínimo de la física, compuesto de los términos “punto” e “instante”, en términos de éstas palabras. Esto no es otra cosa que una reducción de la física a la experiencia: en lugar de hablar de puntos e instantes, se puede hablar simplemente de ciertos sucesos empíricos (los datos sensoriales o perceptos), pues el lenguaje de la física es “traducible” al lenguaje de la experiencia. Y, en lugar de hablar de objetos físicos, se puede hablar en cambio de haces de cualidades sensibles. Se puede decir, por lo tanto, que la física resultante de éste análisis es de carácter fenomenalista: los objetos físicos no existen sino en cuanto son percibidos empíricamente, o son posibilidades de percepción. Pero detenerse aquí sería dejar el trabajo a medias: recuérdese que Russell desea sostener una postura realista, y esto implica afirmar que existe una realidad independiente de la experiencia sensible. Se puede concluir, por lo tanto, que éste capítulo deja todavía abierta la tarea de explicar cómo se conecta la experiencia sensible con el mundo externo.

65

CAPÍTULO III El alcance y los límites de nuestro conocimiento del mundo externo: realismo estructuralista epistemológico

En éste capítulo será estudiada la relación entre la experiencia sensible y el mundo externo. El análisis se limitará a explicar la naturaleza de ésta relación, ignorando, por el momento, si la creencia en ella está justificada o no. De acuerdo con la Teoría Causal de la Percepción de Russell, que será tratada en la sección 3.3, la relación entre experiencia y mundo externo es, a nivel ontológico, de naturaleza causal: los objetos físicos causan datos sensoriales. Ahora bien, sólo estos últimos se conocen directamente, es decir, sin mediación de razonamiento alguno. Los objetos físicos se conocen indirectamente, mediante el conocimiento de aquéllos. En otras palabras, la experiencia sensible representa al mundo externo, y es indirectamente, mediante ésta representación, que el mundo externo es conocido. Esto es posible porque, a nivel gnoseológico, hay una relación de identidad de estructura entre la experiencia sensible y el mundo externo. En la sección 3.2 se ofrece una definición formal de “identidad de estructura”, y se la aplica luego, en la sección 3.3, al plano epistemológico, en relación a la Teoría Causal de la Percepción. La teoría del conocimiento resultante se llama “realismo estructuralista”. Ahora bien, cuando sea habla de “experiencia” es patente que uno se está refiriendo a un fenómeno que, al menos desde los tiempos de Descartes, nadie dudaría en llamar mental. El mundo externo sería, por otra parte, material. Ahora bien ¿Es la mente realmente distinta de la materia? Y si lo es ¿Cuál es la relación

66

entre ambas? Como es bien conocido, desde una filosofía de la mente dualista, sería muy difícil establecer una relación causal entre mente y materia228. Es por ello que el capítulo empieza con una exposición de la filosofía de la mente de Russell, el “monismo neutral”, que se propone a disolver el dualismo mentemateria, aunque sin caer en el idealismo ni el materialismo, pues Russell defiende, como se verá, que éstos son incompatibles con la ciencia. Por último, se estudiará, en la sección 3.4, una forma diferente de analizar el realismo estructuralista, mediante el uso de una herramienta formal llamada “Oración de Ramsey”. La importancia de esto es, en primer lugar, que muchos autores contemporáneos como Maxwell y Friedman formulan la teoría en éstos términos. Por otra parte, el realismo estructuralista tiene como consecuencia que el contenido cognoscitivo de una teoría científica se reduce a sus ecuaciones matemáticas, y la formulación en términos de oraciones de Ramsey pone de manifiesto éste hecho.

3.1. La teoría del monismo neutral

La teoría de la mente defendida por Russell, el llamado “Monismo Neutral”, tiene sus orígenes, como lo explica el propio Russell, en un artículo de William James titulado Does consciusness exist? (1904)229. Fue defendida asimismo por realistas norteamericanos como R.B. Perry230, aunque un prototipo de ella se encuentra presente ya en Spinoza, según escribe Subenberg231. En un principio, Russell rechazaba la teoría, pero terminó aceptándola definitivamente a partir de su obra Analysis of Mind (1921)232.

228

Cfr. Robb, David y Heil, John, “Mental Causation”, sección 2: “The Problem of Interaction”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 16/05/15. Disponible en internet http://plato.stanford.edu/entries/mental-causation/#ProInt 229 Cfr. Russell, Bertrand, Fundamentos de filosofía, Barcelona, Plaza & Janes, 1975, p, 617-618. 230 Cfr. Ibíd. 231 Cfr. Subenberg, Leopold, “Neutral Monism”, sección. 9.4: “Neutral Monism and the Dual Aspect Theory”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 16/05/15. Disponible en internet: -http://plato.stanford.edu/entries/neutral-monism/#9.4 232 Cfr. Tully, Robert, “Russell’s Neutral Monism”, The Journal of Bertrand Russell Studies, Vol. 8, 1988, sección I.

67

La esencia del monismo neutral es la afirmación de que la realidad consiste en un solo tipo de entidad que no es mental ni material. Como explica el mismo Russell: “Se verá que la opinión que defiendo no es ni materialismo ni mentalismo, sino lo que (siguiendo la sugestión del doctor H.M. Sheffer) se llama ‘monismo neutral’. Es monismo en el sentido de que considera al mundo compuesto de una sola especie de materiales…”233. Russell considera que la mente y la materia no son más que construcciones lógicas a partir de aquél material “neutro”. Se comenzará la exposición, por lo tanto, explicando en qué consiste ese material neutro, para explicar, luego, cómo Russell cree que es posible que la mente y la materia no sean más que ficciones lógicas. El mundo, en el fondo, no consiste más que en lo que Russell llama “sucesos”234. Los sucesos son, en sus palabras, “…algo que tiene una pequeña duración finita, y una pequeña extensión finita en el espacio; o mejor, en vista de la teoría de la relatividad, es algo que ocupa una pequeña porción finita de espacio-tiempo”235. Lo primero que se debe aclarar es que los sucesos russellianos no tienen las propiedades que comúnmente se le atribuyen a la sustancia. De hecho, una de las ideas más persistentes a lo largo de la obra de Russell es el rechazo frontal al concepto de sustancia, y se debe tener esto en cuenta para no caer en malentendidos. Según el filósofo, el concepto de sustancia aparece en el pensamiento occidental como producto de un engaño del lenguaje236. La estructura sujetopredicado, favorecida por las lenguas europeas, da la sensación de que debe existir una entidad, denotada por el sujeto de las oraciones, la sustancia, de la cual se prediquen propiedades. Por ejemplo, tómese el siguiente conjunto de oraciones: “Sócrates es sabio”, “Sócrates es humano”, “Sócrates es bajo”, “Sócrates es feo”. Se tiene, entonces, que existe un conjunto de propiedades: la 233

Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 596. Cfr. Ídem, p. 585. Esto es un poco obscuro, sin embargo. Recuérdese que, a consecuencia de la bundle theory, Russell parece dar a entender implícitamente que el mundo se compone de cualidades neutras, no sucesos neutros. Cfr. Supra, p. 48. De todas formas, se tomen sucesos o cualidades, la construcción lógica es básicamente la misma. 235 Ibíd. 236 Cfr. Ídem, p. 517. 234

68

sabiduría, la humanidad, la bajedad, la fealdad, étc. Se tiene, así mismo, una palabra que todas las oraciones tienen en común, “Sócrates”. El sentido común infiere, entonces, que debe existir una entidad que posea dichas propiedades y persista idéntica a sí misma a través del tiempo, la sustancia Sócrates. Russell, como se ha visto en la sección 2.3 del Capítulo II, sostiene que existen propiedades, pero no hay necesidad de postular la existencia de una sustancia. Una cosa es simplemente un agregado237 de propiedades (bundle theory)238. Los sucesos no hacen más que suceder, sin que “le sucedan a” alguna “cosa” o sustancia239. Ahora bien ¿qué motivos hay para creer que el material neutro de que se compone la realidad tiene la naturaleza de lo que Russell llama “suceso”, y no otra? Sobre éste punto Russell ofrece argumentos basados en la física y la psicología, por un lado, e invoca el principio de continuidad, por otro. i) Argumento desde la ciencia: de acuerdo a Russell, la ciencia moderna ha hecho de la materia algo más mental, y de la mente algo más material. Mente y materia no son ya tan diferentes como se creía 240. En otras palabras, la mente y la materia han dejado de tener las propiedades que tradicionalmente se les atribuían. La física moderna ha cambiado radicalmente las ideas que se tenían acerca de la materia. La mecánica cuántica posee dos ideas diferentes de materia, aunque matemáticamente equivalentes, una debida a Heisenberg (mecánica matricial), y otra mentada por Schrödinger (mecánica ondulatoria). De acuerdo a la primera, la materia no es más que un centro del que emanan radiaciones. En realidad, ese centro es simplemente una ficción matemática postulada para ayudar a formular las ecuaciones241. Lo que se sabe empíricamente es que hay emisiones de energía, y no hace falta suponer la existencia de alguna entidad de la cuál emane la energía. Se tienen sucesos, pero éstos no “le suceden” a nada.

237

Cfr. Ídem, p. 252. Cfr. Russell, Bertrand, Significado y Verdad, Barcelona, Ariel, 1983, p. 101: “…la colección de cualidades…termina por reemplazar a la ‘cosa’”. 239 Cfr. Priest, Stephen, Teorías y Filosofías de la Mente, Cátedra, 1994, p. 199. 240 Cfr. Russell, Bertrand, The Analysis of Mind, Spokesman Books, Notthingham, 2009, Prefacio, p. 3. 241 Cfr. Priest, Stephen, Op. Cit., p. 198. 238

69

La teoría de Schrödinger explica la materia como un conjunto de movimientos ondulatorios. Pero no hace falta suponer la existencia de algo que ondula. Además, estos movimientos no lograrían explicar la materia si fuesen a su vez materiales242. Nuevamente, entonces, la materia se ve reducida a sucesos. Por otra parte hay, según Russell, una idea diferente de materia más adecuada a la teoría de la relatividad. Ésta caracteriza a la fuerza gravitacional como curvaturas en el espacio-tiempo. Pero, según se mostró en la sección 2.4.3 del Capítulo II, es posible construir lógicamente el espacio-tiempo a partir de sucesos. De hecho, de acuerdo a esa definición, el que una “cosa” esté en un lugar significa simplemente que forme parte del grupo de sucesos que constituyen dicho lugar, y un objeto es simplemente un conjunto de sucesos conectados causalmente. Por lo tanto, no hay necesidad de suponer la existencia de “algo” que curve el espacio-tiempo. Ahora bien, los sucesos no son permanentes, pues tienen una duración finita243. No son impenetrables, ya que dos sucesos pueden superponerse244. Tampoco son indestructibles, pues pueden cesar de “suceder”245. En síntesis, siendo la materia no más que sucesos, ésta pierde sus propiedades tradicionales. Por otra parte, la psicología conductista ha hecho ver que la mente es más parecida a la materia de lo que en la cotidianidad se cree, al definir los conceptos de percepción246, deseo247, memoria248 y lenguaje249 en términos del comportamiento públicamente observable de un organismo.

242

Cfr. Ídem, pp. 198 – 199. Cfr. Russell, Bertrand, Fundamentos de Filosofía, p. 587. 244 Cfr. Priest, Stephen, Teorías y Filosofías de la Mente, p. 200. 245 Cfr. Ídem, p. 199. Priest destaca la compatibilidad de ésta idea con la física moderna, según la cual dos partículas subatómicas pueden aniquilarse mutuamente. 246 Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 135. 247 Cfr. Ídem, pp. 79 – 80. 248 Cfr. Ídem, pp. 168 – 169. 249 Cfr. Ídem, p. 102. 243

70

Además, Russell argumenta que la mente ha perdido su tradicional propiedad distintiva de “consciencia”250. ii) Argumento de la continuidad de las series causales: ¿Qué es lo que sucede, según la ciencia, cuando uno tiene experiencia de un objeto? Lo que se dirá a continuación se aplica a todos los sentidos, aunque la presente exposición se limite al sentido de la vista. Considérese como ejemplo el caso de un individuo que observa una mesa. Lo que sucede aquí es más o menos lo siguiente: el Sol emite ondas electromagnéticas que viajan a la velocidad de la luz y, luego de ocho minutos aproximadamente, llegan hasta mesa. La mesa las refleja hasta que llegan a la retina, para luego transformarse en impulsos eléctricos hasta que finalmente terminan excitando el nervio óptico. De modo que el conocimiento del mundo físico es sumamente indirecto: en efecto, cuando uno cree observar una mesa en realidad está observando sucesos que ocurren dentro de su propio cerebro (es decir, se observan los efectos, no las causas). Ahora bien, Russell afirma que ésta serie causal consiste en una cadena causalmente continua251 de sucesos en el espacio-tiempo. Por lo tanto, no hay, en realidad, ninguna razón para afirmar que los sucesos que se producen dentro de uno sean tan diferentes de los que tienen lugar fuera de uno252. En otras palabras, si se asume la continuidad de las series causales, no hay razón para defender la idea de que lo material es cualitativamente diferente de lo mental. Si lo material está constituido por sucesos, lo mental

también,

y

los

sucesos

materiales

no

se

distinguen

cualitativamente de los sucesos mentales (aunque esto último nunca se sabrá con seguridad, pues el conocimiento del mundo físico es indirecto. Solo los sucesos mentales son conocidos directamente y en forma

250

Cfr. Russell, Bertrand, The Analysis of Mind, p. 27: “…whatever may be the definition of ‘consciousness’, ‘consciousness’ is not the essence of life or mind”. Trad.: “…cualquiera que sea la definición de ‘consciencia’, ‘consciencia’ no es la esencia de la vida o de la mente”. 251 La continuidad de las series causales se estudiará con detenimiento en el Capítulo V, sección 4.3, al examinar el postulado III. 252 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 494.

71

cualitativa). En todo caso no hay razón positiva para suponer que se distinguen cualitativamente. Los argumentos de Russell se oponen radicalmente a la tradición de Descartes, para quien lo mental y lo material eran cualitativamente diferentes: lo mental tenía esencialmente la cualidad distintiva del pensamiento y lo material la cualidad distintiva de la extensión. Ésta idea fue llevada al extremo por Leibniz, quien negaba toda interacción entre la mente y la materia, por considerarlas de naturaleza demasiado diferentes253.

Ahora ¿si no hay una cualidad intrínseca que distinga la mente de la materia, cómo se las puede definir? ¿Qué es lo que caracteriza a cada una y las diferencia? La respuesta de Russell es que los sucesos son mentales o materiales de acuerdo a: a- ) La forma en que se agrupan entre sí b- ) Según las leyes causales que los rigen c- ) De acuerdo a la forma en que se conocen

En lo que sigue, serán analizadas cada una de estas tres formas de entender la distinción entre mente y materia: a- ) La idea de Russell es que hay dos espacios: el espacio privado y el espacio público254. Russell llama “perspectiva” al conjunto total de las sensaciones de un hombre, en un momento y lugar dado. Esto es lo que Russell llama espacio privado, y se trata de un espacio de tres dimensiones. Ahora, si se toma el conjunto de todas las perspectivas, relacionadas tridimensionalmente, se obtiene lo que Russell llama espacio público (o espacio de perspectivas), tomando a cada perspectiva como un punto de ese espacio.

253

Cfr. Wilson, Thomas A., Russell’s Later Theory of Perception, The Journal of Bertrand Russell Studies, Vol. 5, 1985, Nº1, p. 29. 254 Cfr. Para un estudio más detallado de ésta cuestión, Cfr. Bayne, Steve, Russell-Space and the Elusive Self, Acta de la conferencia Russell-Wittgensten, American University, 2000.

72

El espacio público está, entonces, formado por puntos, y cada punto es un espacio privado diferente, formado a su vez por tres dimensiones. Por ese motivo, explica Russell, el espacio público tiene seis dimensiones. Hay que aclarar que no hace falta que cada perspectiva esté compuesta de sensaciones sentidas por algún sujeto observador, sino simplemente observadores hipotéticos. El lugar de la mesa en el espacio privado es el conjunto de todas las sensaciones, no sólo actuales, sino también posibles, que se tienen o se tendrían en los lugares desde los cuales la mesa puede ser observada. Un observador puede ver a una de las estrellas de Alfa Centauri, pero se podría prescindir de él y poner en su lugar una placa fotográfica obteniendo el mismo resultado, por lo cual es de suponer que, aunque no haya un observador O en cierto lugar L desde el cual se puede observar un objeto C, de todos modos están ocurriendo eventos en L tales que, si hubiese un observador, éstos serían sensaciones de ese observador. Ésta posición, como el propio Russell admite255, es muy parecida a la defendida por Leibniz en su Monadología, obra en la que afirmaba que cada mónada refleja al mundo desde su perspectiva (espacio privado), y el conjunto de esas perspectivas constituye el espacio físico256. Supóngase que se observa una mesa. Supóngase, además, que un observador va dando vueltas alrededor de ella mientras la observa. Lo que sucede es que, conforme éste se mueve en torno a la mesa, va teniendo diferentes sensaciones de ella. Cada sensación que tiene equivale a una apariencia distinta de la mesa, y por ende, cada sensación se encuentra en una perspectiva diferente. Es posible agrupar las sensaciones de dos formas diferentes: a -) tomando todas

255

Cfr. Russell, Bertrand, My Philosophical Development, Unwin Paperbacks, 1985, pp. 17 - 18: “I think perhaps I can best make my own views clear by comparing them to those of Leibniz…There are for Leibniz (though he was never quite clear on this point) two kinds of space. There is the space in the private world of each monad…But there is also another kind of space. The monads, Leibniz tells us, reflect the world each from its own point of view, the differences of points of views being analogous to differences of perspective…in this public space, each monad occupies a point…”. Trad. “Creo que quizá puedo esclarecer mis propias ideas comparándolas con las de Leibniz…Hay para Leibniz (aunque él nunca fue muy claro sobre éste punto) dos clases de espacio. Está el espacio en el mundo privado de cada mónada…Pero hay también otra clase de espacio. Las mónadas, Leibniz nos dice, reflejan el mundo desde su propio punto de vista, siendo las diferencias entre los puntos de vista análogas a las diferencias de perspectiva…en éste espacio público, cada mónada ocupa un punto…”. 256 Cfr. Leibniz, Gottfried, Monadología, Buenos Aires, Aguilar, 1964, parágrafos 7, 51 y especialmente el 62.

73

las sensaciones que constituyen apariencias diferentes del mismo objeto observado desde varios lugares b -) tomando las apariencias de todos los objetos observados desde un lugar.

a- )

b- )

En las figuras, cada línea representa una perspectiva, y cada círculo un objeto. Como se ve, la primera es una relación de uno a muchos, mientras que la segunda es una relación de muchos a uno. La primera forma de agrupar las sensaciones es propia de la física, mientras que la segunda es propia de la psicología. Es más, para Russell, el conjunto de todas las apariencias de un mismo objeto observado desde diferentes lugares es el objeto. Ésta forma de distinguir lo mental de lo material tiene mucha afinidad con el proyecto russelliano de aplicar la Navaja de Ockham, pues se trata de reducir los objetos materiales y mentales a meras construcciones lógicas. Éste método parece acercar a Russell a una especie de fenomenalismo, pues la materia prima de las construcciones lógicas russelianas son las sensaciones (sense-data) y los sensibilia, objetos que se considerarían normalmente como mentales, lo que sería extraño, considerando que Russell fue un ferviente oponente del idealismo, por lo menos en su vertiente hegeliana. ¿Acaso era una idealista empirista al estilo de Berkeley después de todo? Russell defiende éste enfoque con mayor énfasis en Our Knowledge of the External World y Analysis of Mind, y parece asignarle un lugar con suerte secundario a partir de Análisis de la Materia. Tanto así que el respetado

74

comentarista Alfred Ayer257 no dudó en decir que aquí hubo un cambio en la posición filosófica de Russell, pasando de un fenomenalismo a un realismo científico. La presente tesina, en cambio, se adhiere a la postura presentada por Jim Hamilton258 en su tesis doctoral, que afirma que Russell no volvió a cambiar de posición después de su adopción del monismo neutral, y que la visión de los objetos físicos como construcciones lógicas es perfectamente compatible con la teoría de que son entidades inferidas259. Un texto260 que escribió el mismo Russell comentando acerca de un artículo suyo titulado The relation of sense-data to physics, que vale la pena reproducir en su totalidad, dará una idea de su opinión acerca del fenomenalismo: “Si la física ha de ser verificable, nos enfrentamos al siguiente problema: la física exhibe los datos sensoriales como funciones de objetos físicos, pero la verificación sólo es posible si los objetos físicos pueden ser exhibidos como funciones de datos sensoriales. Debemos por lo tanto resolver las ecuaciones que nos dan datos sensoriales en términos de objetos físicos para que nos den, en cambio, los objetos físicos en términos de datos sensoriales”261. Hasta aquí, Russell ha enunciado el programa fenomenalista, y sus motivos para hacerlo. Pero luego escribe: “Pronto, sin embargo, me persuadí de que es éste un programa imposible y que los objetos físicos no pueden ser interpretados

como

estructuras

compuestas

257

de

elementos

actualmente

Cfr. Ayer, Alfred, Russell, Chicago, University of Chicago Press, 1988, p. 84. Cfr. Hamilton, Jim, Russell: The Development of a Neutral Monistic Metaphysics [en línea], Tesis Doctoral, Universidad de Cardiff, 2012, capítulo IV. Consultado el 16/05/15. Disponible en internet: http://orca.cf.ac.uk/46483/1/JHamiltonThesis.pdf 259 Se señala, de todos modos, que ésta es una cuestión controvertida. Como explica Robert Tully, algunos comentadores, como Ayer, creen que Russell abandonó el monismo neutral por el realismo científico, y otros defienden la idea de que Russell simplemente llegó a una versión más madura de la teoría. Los primeros identifican al monismo neutral con la idea de que lo mental y lo material es una construcción lógica a partir del material neutro de la sensación. Dado que Russell, a partir de su Análisis de la Materia, se permite caracterizar a los objetos físicos como entidades inferidas, éstos comentadores acusan a Russell de abandonar el monismo neutral. Los segundos, en cambio, afirman que la única diferencia es que Russell ahora considera que las entidades neutrales son “sucesos”, no sensaciones. Algunos de esos sucesos son sensaciones, o “perceptos”, y otros no. El único cambio realmente importante es a nivel gnoseológico, no ontológico, con la introducción de la Teoría Causal de la Percepción: algunos sucesos se conocen directamente, y otros por inferencia. La presente tesina se adhiere a la segunda interpretación. Cfr.: Tully, Robert, Op. Cit., p. 209. 260 Cfr. Ídem, p. 79. 261 Ibíd.: “If physics is to be verifiable we are faced with the following problem: Physics exhibits sense-data as functions of physical objects, but verification is only possible if physical objects can be exhibited as functions of sense-data. We have therefore to solve the equations giving sense-data in terms of physical objects, so as to make them instead give physical objects in terms of sense-data”. 258

75

experimentados. En el mismo artículo, en un pasaje posterior, explico que me permito dos tipos de inferencia: (a) los datos sensoriales de otras personas y, (b), lo que yo llamo “sensibilia”, que supongo que son las apariencias que presentan las cosas en los lugares en los que no hay mentes para percibirlas”262. Y he aquí el pasaje clave: “llegué a afirmar que me gustaría poder deshacerme de éstas dos clases de inferencia ‘y así establecer la física en una base solipsista…’…pero luego abandoné mi intento de construir la ‘materia’ a partir de datos experimentados solamente…”263. Russell cree, pues, que dar una formulación de la física que sea no sólo fenomenalista, sino más aún, solipsista, sería satisfactorio debido a su fundacionalismo, así como también por motivos de economía ontológica, pues el mundo físico podría ser interpretado en su totalidad como una construcción lógica a partir del sólido fundamento de las sensaciones, y esto, además, ayudaría a disolver el sisma entre mundo físico y percepción, que se puede formular así: ¿Cómo es posible que la física, siendo objetiva, pueda ser verificada por la experiencia, de naturaleza subjetiva? Lo que sucede es que, a su pesar, no le es posible construir lógicamente ni las sensaciones de otras personas, ni los sensibilia (las sensaciones presentes en lugares en los que no hay ninguna mente para percibirlas). Éstas entidades no pueden ser construidas, sino sólo inferidas: escapan al intento russelliano de reducir la materia a sensaciones. Por otra parte, Russell explica, en The Anaylisis of Mind, que las sensaciones no son ni mentales ni materiales. En primer lugar, porque la mente y la materia son construcciones lógicas a partir de ellas. En segundo lugar, porque las sensaciones no son ni mentales ni materiales. Son eventos que están sujetos

262

Ibíd.:“I son, however, became persuaded that this is an imposible programme and that physical objects cannot be interpreted as structures composed of elements actually experienced. In this same paper, in a later, passage, I explain that I allow myself two shorts of inferences: (a) the sense-data of other people and, (b), what I call “sensibilia”, which I suppose to be the appereances that things present in places where there are no minds to percieve them.”. 263 Ibíd.: “I go on to say that I should like to be able to dispense with these two kinds of inferences “and thus establish physics upon a solipsistic basis…”…but then I gave up my attempt to construct “matter” out of experienced data alone…”.

76

tanto a leyes psicológicas como físicas, siendo neutrales en éste sentido 264. Las sensaciones son, por ende, más fundamentales y, sin ellas, no se puede siquiera comenzar a hablar de una distinción entre lo material y lo mental. Decir que Russell fue idealista al querer construir la materia en términos de sensaciones, por ser éstas mentales, sería, por lo tanto, erróneo. b- ) A partir de Análisis de la Materia, Russell formula su monismo neutral de forma ligeramente diferente, pues se permite una inferencia más: postula la existencia de objetos físicos como causas de las sensaciones, y la existencia de éstos sólo puede conocerse por inferencia. Retorna, así, a la teoría causal de la percepción defendida en Problemas de la Filosofía265. El monismo neutral de Análisis de la Materia y sus obras posteriores se puede resumir así: el mundo se compone de sucesos. Éstos se relacionan entre sí por leyes causales de dos tipos: físicas y psicológicas. Las leyes de la física son varias, como la ley de la gravedad, la segunda ley de la termodinámica, la ley de Ohm, etc. Las leyes psicológicas son básicamente dos: la sensibilidad y la ley de asociación. La primera dice que un órgano sensorial se puede considerar sensible a un estímulo cuando, en presencia de dicho estímulo, se comporta de manera diferente a la cual se comporta en ausencia de él. Por supuesto, los instrumentos científicos también son sensibles en éste sentido. La diferencia entre ellos y las mentes es que en las mentes hay asociación. Watson, citado por Russell, formula la ley de asociación de la siguiente forma: “Cuando el cuerpo de un animal o ser humano se ha colocado lo bastante a menudo bajo la influencia de dos estímulos aproximadamente simultáneos, el primero de éstos, por sí solo, tenderá a producir la reacción ocasionada anteriormente por el otro”266. Russell cree, siguiendo a Semon, que esto da lugar a “fenómenos mnémicos”, es decir, fenómenos que tienen hechos pasados como parte de su

264

Cfr. Russell, Bertrand, Analyisis of Mind, p. 17: “Sensations are subject to both kinds of law, and are therefore, truly “neutral”…”. Traducción: “Las sensaciones están sujetas a ambos tipos de leyes, y son por lo tanto, verdaderamente ‘neutrales’”. 265 Cfr. Grayling, A.C, Russell, Experience, and the roots of science [en línea], sección V. Consultado el 20/10/14.Disponible en internet: http://www.acgrayling.com/russell-experience-and-the-roots-ofscience 266 Cfr. Russell, Bertrand, Fundamentos de Filosofía, p. 80.

77

causa267. Más específicamente, las reacciones adquiridas tienen sus causas en aquéllos hechos pasados que, por repetición, ayudaron a formar el hábito. Por ejemplo, cuando un niño toca el fuego una vez y se quema, y luego ya no lo vuelve a tocar. La causa de que ya no lo vuelva a tocar se encuentra no sólo en el estímulo que tiene enfrente (el fuego), sino en un hecho del pasado, el hecho de haber tocado el fuego y haberse quemado. La reacción del niño ya no puede explicarse sólo por la presencia del estímulo, sino que hace falta recurrir a un hecho pasado para completar la explicación. Las leyes psicológicas tendrían todas las siguiente forma: A, B, C,… en el pasado, junto con X ahora, causan Y ahora268. La formación del hábito sería lo que distingue a la materia inerte de la materia viva269 y, consecuentemente, lo mental de lo material. Esto significa, dicho sea de paso, que la “…mentalidad es una cuestión de grado”270. El hábito ya se encuentra en bacterias y plantas, y por ende la diferencia entre éstos organismos y el hombre es sólo de grado. Se puede decir, en fin, que cuando los sucesos se relacionan de acuerdo a leyes físicas, son materiales; cuando se relacionan de acuerdo a leyes psicológicas, son mentales. Pero los sucesos en sí no se distinguen por una cualidad intrínseca, o al menos no hay motivo para creerlo así. La distinción entre mente y materia no es cualitativa sino causal (o, más precisamente, relacional). Se puede aclarar todo el panorama con un ejemplo: supóngase que uno está viendo una estrella lejana. Esa estrella es un conjunto de sucesos. Luego, un conjunto de sucesos causalmente conectados a ella (ondas electromagnéticas) viaja a la velocidad de la luz hasta que llegan a su retina y, finalmente, al nervio óptico. En ésta etapa se puede decir que los sucesos se encuentran literalmente

267

Cfr. Russell, Bertrand, The Analysis of Mind, p. 56: “Following a suggestion derived from Semon…we will give the name of ‘mnemic phenomenon’ to those responses of an organism which, so far as hitertho observed facts are concerned, can only be brought under causal laws by including past occurrences in the history of the organism as part of the causes of the present response”: “Siguiendo una sugerencia derivada de Semon…daremos el nombre de ‘fenómenos mnémicos’ a aquellas respuestas de un organismo que, hasta donde llegan los hechos observados, solo pueden ser subsumidas bajo leyes causales incluyendo ocurrencias pasadas en la historia del organismo como parte de las causas de la presente respuesta”. 268 Cfr. Ídem, p. 63. A, B, C,…son llamadas por Russell “causas mnémicas”. 269 Cfr. Russell, Bertrand, Fundamentos de Filosofía, p. 454. 270 Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 454.

78

“en” el cerebro271. Pero si se recuerda bien, decir que un suceso “está en” un punto equivale a decir que éste forma parte del conjunto de sucesos copresentes que constituyen el punto. En otras palabras, los sucesos físicos, una vez en el cerebro, se hacen copresentes con sucesos cerebrales y, en verdad, no hay razón para no considerarlos como parte del cerebro mismo. Y si se recuerda que el cerebro no es sino un conjunto de sucesos relacionados entre sí por las leyes de la sensibilidad y la asociación, se llega a la conclusión de que los sucesos que eran materiales, al llegar al cerebro, se hacen mentales. Fuera del cerebro, se rigen de acuerdo a leyes físicas; y dentro de él, por leyes psicológicas. c- ) Para finalizar, se debe señalar que los sucesos se pueden distinguir también de acuerdo a la forma en que son conocidos. La cuestión es que, como los sucesos físicos se conocen sólo indirectamente, por inferencia, esto brinda así mismo un criterio para distinguirlos de los sucesos mentales, que se conocen, en cambio, directamente. Y, una vez más, la distinción entre mente y materia no es aquí una distinción cualitativa, sino relacional.

Hasta ahora se ha hablado de “sensaciones”, pero el término preferido por Russell a partir de “Análisis de la Materia” es “percepto”, y éste no es un simple cambio terminológico. Durante el período de Our Knowledge of the External World, Russell defendió una teoría de los “datos sensoriales” (sense-data), basada en la psicología de la escuela de Brentano y Meinong. Éstos filósofos pensaban que la característica principal de los fenómenos mentales es que están dirigidos intencionalmente a un objeto, es decir, que la característica fundamental de lo mental es su poder de representar objetos. A partir de ahí, distinguían entre el acto mental, el contenido del pensamiento y el objeto del pensamiento. El acto mental es el mismo para cualquier pensamiento. El contenido es lo que le da al pensamiento su carácter particular. Por último, el objeto es aquello con lo cual el pensamiento tiene una relación, que se llama “intencionalidad”. Russell rechaza este esquema272.

271

Cfr. Priest, Stephen, Op. Cit., p. 203 Cfr. Tully, Robert, “Three Studies of Russell’s Neutral Monism”, The Journal of Bertrand Russell Studies, Vol. 13, 1993, pp. 19 – 20. 272

79

En primer lugar, el acto mental le parece superfluo y gratuito: no se observa empíricamente, y tampoco es indispensable desde el punto de vista teórico. Este es uno de los motivos que le lleva a rechazar la noción de sujeto: “El ‘acto’ de Meinong es el fantasma del sujeto”273, escribe. En segundo lugar, la relación de intencionalidad le parece derivada de otra más fundamental, la creencia274. La teoría de los datos sensoriales defendía que las sensaciones son objetos percibidos por un sujeto mediante un acto mental. Cuando no hay un sujeto que las perciba, se tiene lo que Russell llamó sensibilia, o (por paradójico que suene) sensaciones no-sentidas. Pero, con la adopción del monismo neutral y su rechazo al esquema de acto-sujeto-objeto, esa distinción se derrumba. Para Russell sólo hay ocurrencias llamadas perceptos, y la idea del conocimiento como una relación entre un sujeto y un objeto, así como la distinción entre lo mental y lo material, desaparecen por completo.

3.2. Identidad de estructura

De lo dicho más arriba, Russell extrae interesantes conclusiones epistemológicas. En resumen, Russell defiende la idea de que: - el conocimiento del mundo externo se fundamenta en las percepciones que se tienen de él – los perceptos son causados por eventos que no son perceptos – el conocimiento del mundo externo es inferido a partir de los perceptos – de los perceptos se puede conocer su estructura y sus cualidades intrínsecas - del mundo externo se puede inferir sólo su estructura abstracta, pero siempre se estará en la ignorancia en lo que se refiere a sus cualidades intrínsecas. Ésta posición es una instancia de lo que en la filosofía de la ciencia contemporánea se conoce como realismo estructuralista epistemológico 273

Russell, Bertrand, Analysis of Mind, p. 11: “Meinong’s “act” is the ghost of the subject”. Cfr. Ídem, pp. 11-12. El argumento de Russell es que cuando se piensa en algo, se tiene la creencia de que ese pensamiento está relacionado a ese algo. Pero, teóricamente, se podría tener ese pensamiento sin la creencia y, en ese caso, se tendría contenido sin objeto. Además, es posible también tener el objeto sin el pensamiento: es el caso de las sensaciones. 274

80

indirecto. Se hablará de él con mayor detalle en la última sección, pero antes es necesario introducir ciertas nociones preliminares, tarea que será llevada a cabo en ésta sección y en la siguiente. En primer lugar, debe tenerse en mente que la posición de Russell es una forma de estructuralismo. Votsis y Friggs definen una perspectiva estructuralista como la que toma las características estructurales de un dominio de interés como el principal objeto de investigación275. Por lo tanto, el presente análisis debe comenzar definiendo el concepto de estructura. Para hacerlo, se hará uso de la teoría de conjuntos, como de hecho hizo el mismo Russell en Análisis de la Materia276, aunque la presente exposición ha de basarse principalmente en la moderna formulación de Votsis y Frigg277. Para que haya estructura, se necesita, en primer lugar, un conjunto de objetos. Se llama a éste conjunto el “dominio de la estructura”, y se lo simboliza como . En segundo lugar, debe haber relaciones entre estos objetos. Se define entonces un conjunto R de relaciones en

, que pueden ser monádicas o

poliádicas. Se establece, además, que los elementos de R están “indexados”, es decir, que forman una lista ordenada. Se define, entonces, un estructura S como un par ordenado: S=< , R>. La tesis de Russell es que los perceptos y los objetos que los producen tienen la misma estructura abstracta. Por lo tanto, el siguiente paso es definir qué es lo que se significa con “identidad” o “isomorfismo” de estructura278. Russell explica el concepto de la siguiente forma: “dadas dos relaciones triádicas R y S y dadas dos clases campo279 de R mientras que

y , de las cuales

está contenida en el

lo está en el campo de S, diremos que

por R tiene la misma estructura que

275

ordenada

ordenada por S si hay una manera de

Cfr. Votsis, Ioannis y Frigg, Roman, “Everything you always wanted to know about structural realism but where afraid to ask” [en línea], En European Journal for Philosophy of Science, Vol. 1, 2011, p. 228. Consultado el 20/10/14. Disponible en internet: http://www.Votsis, Ioannis.org/PDF/Frigg, Roman_Votsis, Ioannis_Everything.PDF 276 Cfr. Russell, Bertrand, Análisis de la Materia, Madrid, Taurus, 1969, Capítulo XXIV. 277 Cfr. Votsis, Ioannis y Frigg, Roman, Op. Cit., p. 229. 278 Para una discusión técnica del concepto matemático general de isomorfismo, que está relacionado con el aquí expuesto. Cfr. Etayo, José Javier, Conceptos y métodos de la matemática moderna, Barcelona, Madrid, 1972, Parte II, sección 7: Isomorfismos. 279 El “campo” de una relación es su extensión. Cfr. Introducción a la filosofía matemática. En Russell, Bertrand, Obras Escogidas, Madrid, Aguilar, 1962, p. 105.

81

correlacionar un miembro de

con un miembro de

y viceversa, de modo que,

si a1, a2, a3 están correlacionadas respectivamente con b1, b2, b3, si R relaciona a1, a2, a3 (en ese orden), entonces S relaciona b1, b2, b3 (en ese orden), y viceversa.”280. Lo que esto significa es simplemente que: hay dos conjuntos de elementos y , y dos relaciones miembros de por

y .

se aplica a los miembros de , y

se aplica a los

. Hay igualdad de estructura si a cada miembro de

le corresponde un miembro de

ordenando

ordenado por .

Intuitivamente, se podría pensar en un mapa de un vecindario: cada dibujo del mapa corresponde a cada objeto del terreno, y las relaciones espaciales que hay entre los dibujos del mapa son análogas que hay entre el mapa y el terreno. Por ese motivo es posible afirmar que hay una identidad de estructura entre uno y otro281. Si se quisiese, se podría “parear” los dibujos del mapa con los objetos del terreno que éstos representan (por ejemplo: a cada dibujo-casa del mapa le correspondería un objeto-casa del terreno, y a cada relación del mapa le correspondería una relación del terreno). Es obvio, asimismo, que ambos conjuntos deben tener la misma cardinalidad pues, como es habitual en lógica matemática, se define a las relaciones extensionalmente282, pues las propiedades lógicas de las mismas (simetría, asimetría, reflexividad, etc.), dependen sólo de su extensión283, y son, naturalmente, las que interesan al lógico. Es menester detenerse sobre éste punto por un momento. ¿Qué es una relación, para la lógica matemática? Una relación se define como un conjunto ordenado de elementos, también conocido como tupla284. Una relación diádica entre

y

puede ser representada por la tupla

triádica entre ,

y

, mientras que una relación

puede ser representada por la tupla

. Obviamente,

aquí está implicada sólo la extensión de la relación, es decir, los elementos a los

280

Russell, Bertrand, El conocimiento humano, Barcelona, Orbis, 1985, p. 265. Cfr. Ibíd.. 282 Cfr. Sider, Theodore, Logic for Philosophy, Oxford, Oxford University Press, 2010, p. 14 283 Cfr. Russell, Bertrand, Introducción a la Filosofía Matemática, Capítulo V. En Obras Escogidas, Madrid, Aguilar, 1962. 284 Cfr. Sider, Theodore, Op. Cit., p. 14. 281

82

cuáles se aplica. Pero no se tiene en cuenta su intensión285, es decir, su significado o, como diría Frege, su “sentido”286. Ahora, si todo lo que se sabe acerca de una relación es su extensión, entonces se dice que se conocen sus propiedades abstractas. Pero si, aparte de su extensión, es conocida su intensión, esto significa que se conoce algo acerca de las propiedades intrínsecas. Por ejemplo, si se tiene

, sólo se conoce la

extensión de la relación. Pero si se dice que aquélla relación es la relación de “paternidad”, o la relación de “antes de”, etc., se tiene también la intensión de la relación. Hay tres puntos que deben extraerse de la precedente discusión: - Varias intensiones pueden corresponder a una misma extensión (la relación “hermano mayor de Pedro” y la relación “hijo mayor de José” tienen intensiones diferentes, pero la misma extensión, si se supone que el Pedro es hijo de José y tiene un hermano mayor) - No es posible conocer la intensión de una relación conociendo sólo su extensión - La intensión de una relación es cognoscible sólo empíricamente (teniendo experiencia sensible de la relación). Saber todo esto será de gran ayuda para comprender la posición de Russell cuando sea discutida a fondo en la última sección del presente capítulo.

3.3. Teoría causal de la percepción y realismo estructuralista epistemológico

Habiendo esclarecido la naturaleza de lo mental y su relación con lo material, se debe proceder a estudiar el fenómeno mental que interesa primariamente en éste capítulo, a saber, la percepción y su relación con el conocimiento. Se empezará considerando lo que es la percepción desde el punto de vista metafísico. Debe recordarse que la tesis de Russell es que hay dos formas de

285

Observación: no confundir con el concepto fenomenológico de intencionalidad. La intensión y la intencionalidad son cosas totalmente distintas. 286 Cfr. “Sobre Sentido y Significado”. En Frege, Gottlob, Escritos lógico-semánticos, Madrid, Técnos, 1974.

83

agrupar los perceptos: se pueden agrupar todas las apariencias actuales o posibles de un solo objeto, o se pueden agrupar las apariencias de varios objetos desde un solo lugar. En el primer caso se tiene una “cosa”, y en el segundo, una “perspectiva”. El conjunto de todas las perspectivas, ordenadas de acuerdo a la relación “antes” y “después”, constituye una “biografía”. Es necesario recordar, también, que no es esencial a una biografía el que haya o no una mente: basta con que haya sucesos que, de haber una mente, darían lugar a apariencias de objetos desde un determinado lugar, como lo comprueban los ejemplos de la placa fotográfica y el gramófono287. La percepción de un objeto consiste, entonces, en “…la apariencia del objeto desde un lugar en el que se encuentra un cerebro (o, en los animales menos evolucionados, una estructura nerviosa adecuada), con órganos sensoriales y nervios formando parte del medio interviniente. Tales apariencias de objetos se distinguen de las apariencias en otros lugares por ciertas peculiaridades, a saber: - Dan lugar a fenómenos mnémicos – Son ellas mismas afectadas por fenómenos mnémicos288.” El “medio interviniente” consiste simplemente en algo que altera, desde el punto de vista físico, los sucesos que constituyen la percepción. Por ejemplo, cuando alguien ve a través de unos lentes de vidrio azulado, la luz que llega hasta la retina es alterada y tiene una percepción diferente de la que tendría si no estuviese usándolos. Interesantemente, para Russell, los órganos sensoriales y los nervios también cuentan como medio interviniente. Esto es evidente cuando se tiene en cuenta que la luz ya no es la misma cuando tiene contacto con el nervio óptico, desde el punto de vista físico, pues se transforma en impulsos eléctricos. Por otra parte, Russell dice que los perceptos son caracterizados por ser causas y efectos de fenómenos mnémicos, es decir, de fenómenos cuya explicación radica en un estímulo presente y en un estímulo pasado, de acuerdo a la ley conductista de asociación. De hecho, para Russell es el carácter mnémico el que distingue a las percepciones de las sensaciones: “La esencia de la sensación, de acuerdo al punto de vista que defiendo, es su independencia de la

287 288

Cfr. Russell, Bertrand, Análisis de la Materia, p. 261. Cfr. Russell, Bertrand, Analysis of Mind, p. 95.

84

experiencia pasada”289. La percepción implicaría expectaciones generadas por asociación, como cuando alguien ve una mesa y espera una sensación de dureza si se la toca, y éste es claramente un fenómeno mnémico. Ahora bien, dejando de lado el punto de vista metafísico, pareciera que lo único relevante en la percepción para la teoría del conocimiento es su componente de sensación, dejando de lado las expectaciones, pues éstas, habiéndose formado durante una etapa pre-científica, pueden estar equivocadas y conducir a conclusiones falsas. Russell explica que dichas expectaciones habituales pueden eliminarse con una teoría que vaya más allá del sentido común, a través de un proceso de deducción: por ejemplo, si la física dice que cierta expectación es falsa, ésta es omitida y queda sólo la sensación. El problema es que si hay un razonamiento deductivo de por medio, ya no se puede decir que se tiene un genuino “dato” para fundamentar el conocimiento, que es lo que Russell busca, pues éste debe ser inmediato, no mediado por un razonamiento. Su respuesta a ésta cuestión es que la mayoría de las veces uno no necesita una teoría complicada para hacerse consciente del elemento de expectación presente en las percepciones y, consecuentemente, en éste caso, no hay una deducción, sino un simple “darse cuenta de”, un hacerse consciente. Las sensaciones que son abstraídas de ésta manera pueden legítimamente incluirse entre los datos. En otras ocasiones, sin embargo, es necesaria una teoría para darse cuenta del elemento de expectación presente en la percepción. “Diré, pues, que una gran parte de la interpretación que normalmente acompaña a la percepción puede hacerse consciente por mera atención, y que ésta parte no debe incluirse en aquélla. Pero sí se debe hacerlo con aquella otra parte que solamente puede descubrirse por una teoría minuciosa y que nunca puede hacerse introspectivamente evidente290.” Se procede ahora a estudiar cuál es el papel del percepto o sensación en el conocimiento. La teoría de Russell tiene dos partes: “la primera es la repudiación de la idea de que la percepción da un conocimiento directo de los objetos 289

Ídem, p. 105: “The essence of sensation, according to the view I am advocating, is its Independence of past experience”. 290 Russell, Bertrand, Análisis de la Materia, pp. 223 - 224.

85

exteriores; la segunda es la aserción de que hay causas externas de las cuales podemos obtener algunas deducciones”291. Respecto al primer punto, hay que comenzar señalando que el sentido común tiene la creencia de que los objetos físicos son tal y como se aparecen. Ésta doctrina se llama a veces “realismo directo”. Como escribe Daniel Tarr, el realismo directo defiende que “…nuestra percepción ordinaria de los objetos físicos es directa, sin mediación alguna de entidades subjetivas y, en condiciones perceptivas normales, éstos objetos tienen las propiedades que parecen tener”292. Generalmente, en filosofía, se afirma que cualidades como el color, el sabor, el olor, etc., llamadas “secundarias” por Locke, se encuentran sólo “en la cabeza” del perceptor. El realismo directo niega esto. Según éste punto de vista, si la manzana sabe dulce y se ve roja, es porque efectivamente es dulce y es roja. Las cualidades secundarias no son una simple representación subjetiva de las cualidades primarias, supuestamente más objetivas293. Russell rechaza el realismo ingenuo y adopta lo que se llama un “realismo indirecto”. En contra del realismo directo se suele argumentar que muchas de las percepciones son ilusorias, en lo que se conoce como “argumento de la ilusión”294. Russell también se vale de una versión de éste argumento. Comienza por considerar que distintos observadores tienen distintas apariencias del mismo objeto. Concluye luego que, si esto ocurre, debe ser porque el objeto no es igual a lo que se les aparece. Además, las diferencias de apariencia entre uno y otro observador deben ser atribuidas a la mente del mismo, pues es el estado observador el que varía de apariencia a apariencia, y no el objeto.

291

Ídem, p. 231. Tarr, Daniel, The Theory of Direct Realism [en línea], 2001, p. 1. Consultado el 20/10/14. Disponible en internet: www.tarrdaniel.com/documents/Filozofia/Realism(Direct)-Perception2.doc: “…our ordinary perception of physical objects is direct, unmediated by awareness of subjective entities and, in normal perceptual conditions, these objects have the properties they appear to have”. 293 Cfr. Ibíd. 294 Cfr. Ídem, p. 3. 292

86

El argumento tendría validez inclusive cuando se habla de un solo observador, pues éste puede moverse de lugar o interponer un medio interviniente entre sus órganos sensoriales y el objeto observado, y en ambos casos lo que varía no es el objeto sino algo en el observador295,296. Por otra parte, según la física y la fisiología, las percepciones son efectos causados por objetos físicos que están separados espacial y temporalmente del cuerpo humano (incluido el cerebro). Lo que se observa no son las “cosas”, sino los efectos que éstas causan en los órganos sensoriales. Por lo tanto, los perceptos nunca podrán brindar un conocimiento directo del mundo externo (o sea, de todos los sucesos que no son perceptos). Esto conduce a la segunda parte de la teoría: ¿cómo se sabe que existen objetos físicos causantes de la experiencia sensible? Y ¿qué es lo que se puede conocer acerca de aquéllos? La primera pregunta tiene que ver con el concepto de causa y con la validez de la inferencia no-deductiva, y será el tema principal de todo el Capítulo IV. Aquí se dará una respuesta a la segunda pregunta. De acuerdo a Russell “…los sucesos exteriores se conocen sólo en lo que respecta a sus características matemáticas abstractas”297, y también “no podemos…suponer que el suceso externo sea exactamente lo que vemos u oímos; en los mejores casos puede semejarse a nuestra percepción sólo en ciertos respectos de carácter estructural298”. Russell cree, pues, que sólo es posible conocer la estructura lógica abstracta de la materia, más no sus cualidades intrínsecas. Si la manzana física realmente tiene las cualidades intrínsecas de la manzana que se percibe, como la rojedad, es algo imposible de saber. Obviamente, esto supone una inferencia que va de los perceptos hasta los objetos físicos, es decir, una inferencia del efecto a la causa. Ésta inferencia se apoya, según Russell, en tres principios: - Las diferencias en los perceptos implican diferencias en los estímulos299 (llamado “Principio de Helmholtz-Weyl” 295

Cfr. Russell, Bertrand, Los problemas de la filosofía, Barcelona, Labor, 1953, p 11, 13 y 15. Cfr. Daniel Tarr, Op. Cit., p. 10. 297 Russell, Bertrand, Fundamentos de filosofía, p. 454. 298 Ídem, p. 621. 299 Cfr. Russell, Bertrand, Análisis de la Materia, p. 264. 296

87

por Votsis y Frigg300) – Hay continuidad espacio-temporal entre la percepción y el estímulo301 - Las relaciones que hay entre los perceptos se corresponden con las relaciones que hay entre los objetos que los causan, de forma que preservan sus propiedades lógico-matemáticas302. Éste último principio puede interpretarse como afirmando identidad de estructura entre los conjuntos de perceptos y los conjuntos de objetos. Se tratará, en lo que sigue, de iluminar este punto a la luz de la discusión de la sección precedente303: Supóngase que momento, y

es el conjunto de todos los perceptos en un determinado

es el conjunto de todos los objetos físicos que causan que esos

perceptos. Supóngase, además, que ambos conjuntos poseen identidad de estructura: es decir, se definen dos relaciones todos los miembros de miembro de

,

y , y se dice que

se aplica a

se aplica a todos los miembros de

, y a cada

le corresponde un miembro de .

La noción de identidad de estructura puede hacerse más intuitiva si se piensa en un mapa de las casas de un vecindario: el mapa tiene dibujos de casas, mientras que el vecindario tiene casas reales. Sin embargo, los dibujos del mapa tienen entre sí las mismas relaciones espaciales que las casas del vecindario. Es por ello que uno puede ser representación del otro, y es ésta una palabra clave para la presente discusión. Los perceptos pueden entenderse como una representación de los objetos físicos. No es posible saber si los perceptos poseen las mismas cualidades intrínsecas que los objetos físicos. Pero eso no importa, pues hay identidad de estructura entre unos y otros, y esto posibilita que uno pueda ser representación del otro. Se debe hacer aquí una observación extremadamente importante, sobre la cual llaman también la atención Votsis y Frigg304.

300

Cfr. Votsis, Ioannis y Frigg, Roman, Op. Cit., p. 9. Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 264. 302 Cfr. Russell, Bertrand, Significado y Verdad, pp. 237 - 238. 303 Cfr. Supra, pp. 81 – 82. 304 Cfr. Votsis, Ioannis Frigg, Roman, Op. Cit., p. 236. 301

88

El realismo estructuralista de Russell afirma que no es posible un conocimiento directo de los objetos físicos, esto es, de sus cualidades intrínsecas. Pero se debe recalcar que, además de eso, afirma que las relaciones tampoco son cognoscibles intrínsecamente. Todo lo que se puede conocer acerca de ellas son sus propiedades abstractas (transitividad, reflexividad, etc.) que dependen sólo de su extensión. Por ejemplo, cuando se dice que “el protón es más masivo que el electrón”, no se conoce la intensión de la relación, o sea, lo que ella es intrínsecamente. Todo lo que se conoce es su extensión, y las propiedades abstractas derivadas de ella305. De los objetos físicos se conocen tan sólo dos cosas: su cardinalidad, y que son objetos diferentes el uno del otro (diversidad numérica)306. Se debe, asimismo, evitar confundir el realismo russeliano con la filosofía trascendental de Kant, pues alguien podría verse tentado a comprar los perceptos de Russell con el fenómeno, y los objetos físicos que los causan, con el noúmeno. Como explica Russell: “La cuestión planteada no es en absoluto la de la Ding-anSich kantiana, que está fuera del tiempo; el tipo de ocurrencias acerca de las que estamos indagando se hallan por cierto en el tiempo, y se hallan en una suerte de espacio, si bien no en esa suerte a la que estamos acostumbrados en los perceptos”307. Precisamente, uno de los atractivos de la teoría de la percepción de Russell es, en opinión del autor de ésta tesina, que establece un puente armonioso entre el mundo de los perceptos y el mundo de la física sin dejar por eso inexplicadas las particularidades de uno y otro. Ambos mundos son, en el fondo, uno solo: el de los sucesos. Ahora toca repasar algunas de las consecuencias de ésta teoría. 305

Cfr. Russell, Bertrand, Análisis de la Materia, pp. 292 - 293: “Mi tesis es que las relaciones, que la física supone, al asignar coordenadas angulares, no son idénticas a las que nosotros percibimos en el campo visual, sino que únicamente corresponden con ellas de tal modo que la ley permite conservar sus propiedades lógicas (matemáticas)”. 306 Algunos críticos, comenzando por el matemático M.H.A. Newman, alegan que ésta información estructural abstracta constituye una base demasiado precaria como para brindar algún conocimiento no trivial acerca del mundo externo. Éste es el famoso “Problema de Newman”, y ha sido contestado de varias formas que son, a juicio del autor de esta tesina, satisfactorias, aunque el debate continúa. Cfr. Votsis, Ioannis, Frigg, Roman, Op. Cit., sección 3.3. 307 Russell, Bertrand, Significado y Verdad, p. 280.

89

En primer lugar, Russell admite, en contra de los conductistas, que hay un conocimiento en primera persona, subjetivo y privado, que se puede llamar autoobservación. En segundo lugar, los objetos físicos se hacen inobservables 308. En tercer lugar, se admite, contra el escéptico, que existen entidades independientes de la mente, y que esas entidades son conocidas aunque sean inobservables. En lo que sigue, será considerado cada punto por separado: -

Primer punto: el conductismo o “behavorismo”309, como ontología,

sostenía que solo existen datos públicos y objetivos, susceptibles de ser conocidos por observación externa. Esto implica la negación de cualquier conocimiento obtenido por introspección310, diferente del conocimiento de hechos externos. El conductismo como método, sin embargo, se limitaba a afirmar que los únicos datos relevantes para la ciencia empírica son aquellos que pueden ser observados públicamente, y se abstenía de afirmar o negar la existencia de datos privados. La opinión de Russell sobre el conductismo es que éste vale como postulado metodológico, y que los resultados obtenidos por ese método se bastan a sí mismos (siempre y cuando se admita la validez de la física). Como ontología, sin embargo, es falso: “…sostengo…que hay una especie de conocimiento que depende de la introspección. Y, lo que es más, creo que esta clase de datos, de ella derivados, son precisos para la exposición de la física, que el behaviorismo da por sentada”311. Para probar su punto, Russell esgrime un argumento que, podría decirse, se anticipa al famoso experimento mental de la “habitación de Mary”, propuesto por Frank Jackson312. Russell plantea la cuestión desde un punto de vista gnoseológico: “¿Conocemos en nosotros algún hecho que no pudiera incluirse en un conocimiento absolutamente completo de la 308

Grice explica que es probable que la razón por la cual la Teoría Causal de la Percepción atrajo el rechazo de muchos filósofos es debido a ésta consecuencia, que consideraron “inaceptable”, y critica esta actitud llamándola “injusta” (unfair). Cfr. Grice, H.P, The Causal Theory of Perception, Actas de la Sociedad Aristotélica, Vol. 35, 1965, p. 121. 309 Del inglés “behaviour”, comportamiento. 310 Obs.: la instrospección no es otra cosa que la observación, por parte de una persona, de sus propios estados mentales de carácter subjetivo y privado. 311 Russell, Bertrand, Fundamentos de filosofía, p. 156. 312 Cfr. Nida-Rümelin, Martine, “Qualia: The Knowledge Argument”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 16/05/15. Disponible en internet:: http://plato.stanford.edu/entries/qualia-knowledge/

90

física?”313. Si no se tratase de un anacronismo, uno podría atreverse a decir que lo que Russell pregunta es si las propiedades fenomenales son supervenientes a las propiedades físicas314. La respuesta de Russell es que “Un ciego de nacimiento podría conocer toda la física, pero nunca sabría de qué forma aparecen las cosas a quienes las ven ni qué diferencia ofrecen a la vista el rojo y el azul”315. -

Segundo punto: ésta cuestión será analizada con más detalle en la

siguiente sección, a la luz de las llamadas “Oraciones de Ramsey”, pero se adelantan aquí sus generalidades. Como explica Carnap, la palabra “observable” tiene un significado diferente para los filósofos del que tiene para los físicos. Para el físico la palabra denota simplemente todo aquello que puede medirse. El filósofo, sin embargo, incluye como “observables” solo aquéllas “…propiedades que se perciben directamente a través de los sentidos…un filósofo podría objetar que no se observa realmente la intensidad de una corriente eléctrica. Sólo se observa la posición de un indicador. Se introdujo un amperímetro en el circuito y se observó que la aguja señalaba la marca 5,3. Ciertamente, no se observó la intensidad de la corriente, sino que se la infirió a partir de lo observado”316. Un físico, sin embargo, incluiría la corriente eléctrica entre los observables, por ser ésta medible. Según esto, Russell diría que sólo los perceptos son observables (en el sentido filosófico del término), mientras que los objetos físicos no lo son317: “…lo inobservado no se limita solo a cosas tales como el otro lado de la luna, sino que también son inobservados gatos, perros y seres humanos distintos de nosotros”318, y también “Cuando digo “el sol es caliente”…trasciendo mi

313

Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 156 Cfr. McLaughlin, Brian, “Supervenience”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 16/05/15. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/supervenience/ 315 Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 371. También Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 94 316 Carnap, Rudolf, Op. Cit., p. 193. 317 Claro está que ésta no era la posición de Carnap, para quien sólo algunos objetos físicos, como los electrones, son inobservables. 318 Cfr. Russell, Bertrand, Significado y Verdad, p. 243. 314

91

experiencia, puesto que “caliente” significa ahora no ya “calor”, que es lo que yo había experimentado, sino “causa de calor”, que no he experimentado”319. De ahí que Russell distinga entre lo que una oración “expresa” y lo que “indica”. Una oración indica un hecho, y expresa un estado del hablante320. Cuando alguien se refiere a sus propios perceptos, no hay diferencia entre lo que la oración indica y lo que expresa. Pero cuando se habla de algo que trasciende la experiencia321 perceptual, lo que la oración expresa ya no es lo mismo que lo que ésta indica. De acuerdo con Russell, uno no puede denotar objetos físicos con nombres

propios,

sino

con

variables

“aparentes”322

cuantificadas

existencialmente323. -

Tercer punto: esta cuestión tiene que ver con la posición realista de

Russell y su teoría de la verdad como correspondencia. En la sección 4.4 del Capítulo IV serán expuestos los argumentos russellianos a favor de los postulados que sostienen su realismo científico, pero por el momento se explicarán simplemente las razones que él tenía para rechazar tendencias antirrealistas como el fenomenalismo y el solipsismo. Ya se ha hablado más arriba del fenomenalismo. Ésta parece ser la mejor teoría desde el punto de vista de la economía lógica, puesto que reduce la necesidad de inferencias dudosas y, en consecuencia con la Navaja de Ockham, elimina las entidades innecesarias de nuestra ontología. Se podría decir que las entidades no percibidas son simples ficciones introducidas por conveniencia “…para simplificar las leyes de la percepción”324 pero, desde el punto de vista lógico, no hay ninguna necesidad de asumir que existen. La lógica de ésta posición parece impecable, pero Russell encuentra que no es plenamente consecuente consigo misma. Después de todo, el 319

Ídem, p. 230. Cfr. Ídem, pp. 213 - 214. 321 Cfr. Ibíd. 322 El término “variable aparente” se utilizaba para referirse a lo que contemporáneamente se llama “variable ligada”. 323 Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 234: “Las creencias que trascienden la experiencia, como, por ejemplo, ‘tienes calor’, implican siempre variables en su expresión”. También Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 221. 324 Cfr. Russell, Bertrand, Fundamentos de filosofía, p. 611. 320

92

fenomenalismo admite la existencia de otras mentes. ¿Por qué no habríamos de llevar “…nuestra precaución lógica un poco más lejos”325? ¿Por qué rechazar la existencia de objetos físicos y no la de las demás mentes? Al fin y al cabo, la física se confirma por las experiencias de uno mismo, no las de otra persona326. El fenomenalismo no es lógicamente consecuente con sus propias premisas. Pero si se niega la existencia de otras mentes se cae en un solipsismo. Sin embargo, Russell muestra que no puede haber una física solipsista, pues si hubiese un verdadero solipsista327 éste debería admitir que no es posible conocer ni el futuro ni el pasado328, pues éstos son inobservables y para conocerlos hay que admitir postulados de inferencia cuya evidencia va más allá de la experiencia presente329. Esto destruye cualquier posibilidad de formular leyes científicas y predicciones. Por supuesto, Russell admite que estos argumentos en contra del solipsismo del momento no son lógicamente concluyentes. El solipsismo sigue siendo lógicamente posible330. Lo que hacen dichos argumentos es, a lo sumo, restarle plausibilidad331. Sin embargo, si se rechaza el solipsismo se debe admitir que son conocidos sucesos no experimentados, y se hace necesario explicar cómo un enunciado acerca de éstos puede ser verdadero332. Russell defiende una teoría de la verdad como correspondencia, que debe cumplir dos condiciones: - La verdad de las proposiciones básicas depende de su relación con cierta ocurrencia extra-lingüística – La verdad de las demás proposiciones dependen de sus relaciones sintácticas con las proposiciones básicas333.

325

Ídem, p. 612. Cfr. Ibíd. 327 Cfr. Russell llama a ésta posición “solipsismo del momento”. 328 Cfr. Ídem, p. 613. 329 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 189. 330 Cfr. Russell, Bertrand, Fundamentos de filosofía, pp. 613 – 614. 331 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 190. 332 Cfr. Russell, Bertrand, Significado y Verdad, p. 301. 333 Cfr. Ídem, p. 286. 326

93

Sostiene, sin embargo, que hay dos variedades de teorías de la correspondencia: una epistemológica y otra lógica. La diferencia es que la primera rechaza la ley del tercero excluido y ésta última no lo hace 334. En efecto, según la teoría epistemológica, una proposición no es ni verdadera ni falsa si no hay evidencia a favor o en contra de la misma335. Se puede decir que iguala la verdad a la verificación. Según ésta teoría, por lo tanto, el conjunto de proposiciones verdaderas es igual al conjunto de proposiciones verificadas. Según la teoría lógica, sin embargo, el conjunto de las proposiciones verdaderas es más grande que el conjunto de las proposiciones verificadas: una proposición puede ser verdadera independientemente de nuestro conocimiento de ella. Russell defiende ésta última posición. Las oraciones siempre indican un hecho y expresan un estado del hablante. Si decimos “hay un perro”, la oración expresa la creencia de que hay un perro, e indica el hecho de que hay un perro. Todas las oraciones tendrían lo que llama un “verificador”: “Una creencia…tiene una u otra de diversas relaciones causales posibles con una cierta ocurrencia ajena; esta ocurrencia es llamada “verificador” de la creencia”336. La palabra “verificador” puede ser engañosa, pues puede inducir a pensar en el verificacionsimo de los positivistas lógicos, pero Russell la utiliza para denotar el hecho que hace verdadera una creencia. A veces no hay diferencia entre lo que una oración expresa y lo que indica. Es el caso de las proposiciones que hablan de perceptos. Si uno dice “tengo calor”, la oración expresa el estado psicológico de observar perceptos de calor copresentes con su cuerpo, e indica el mismo hecho. En éste caso, lo que la oración expresa es también su verificador. Se puede decir que el verificador es percibido, se tiene conocimiento directo de él, y éste conocimiento se puede expresar por

.

En las situaciones en las que lo que la oración indica es diferente de lo que expresa, sin embargo, este no es el caso: hay conocimiento directo de un 334

Cfr. Ídem, capítulo XXI. Cfr. Ídem, p. 287. 336 Ídem, p. 225 335

94

percepto causado por el objeto verificador, pero no se posee un conocimiento directo de éste último. En estos casos, Russell cree que el conocimiento tiene la forma:

, o sea, “existe un x tal que x es un

”337. Lo que se sabe es

que hay al menos un verificador de la oración, aunque no se posible decir cuál y, por lo tanto, no es posible nombrarlo. Como dice Russell: “…cuando tratamos de pasar de la sensación a la física, atribuimos predicados hipotéticos a sujetos hipotéticos”338. En éste caso, el conocimiento depende del supuesto de que “…hay una propiedad tal que, cada vez que veo rojo hay algo339 que tiene la propiedad

”340.

Hay un pasaje que condensa de forma clara y contundente este aspecto tan sorprendente del realismo de Russell: “…si se interpreta el enunciado “hay un perro” a la manera del realismo ingenuo, es falso, mientras que si se lo interpreta de tal modo que pueda ser verdadero, el perro se ha transformado en una variable aparente y ya no es parte alguna de lo que se expresa en lo que digo”341. Estrictamente hablando, “conocer” un verificador es percibirlo. Pero “…si no queremos que nuestro conocimiento sea increíblemente vacío342” o, dicho de otra forma, si se desea mantener la creencia en un mundo externo independiente de las sensaciones, que constituye el núcleo del realismo, se debe admitir que se conoce la verdad de muchos enunciados cuyos verificadores no son percibidos343,344. Desde el punto de vista de la filosofía del lenguaje, esto significa que “…estas oraciones contienen siempre una variable donde el nombre del verificador tendría lugar si nuestras facultades perceptivas fueran los suficientemente amplias”345.

337

Ídem, p. 221. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 219 339 Un . 340 Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 219. 341 Ídem, p. 220. 342 Ídem, p. 223. 343 Cfr. Ídem, p. 223. 344 En éste aspecto yace la diferencia clave entre Russell y los positivistas lógicos. 345 Ídem, p. 223. 338

95

3.4. Oraciones de Ramsey

Carnap, quien era un positivista lógico, se preguntó cómo era posible conocer el significado de lo que llamó “términos teóricos” de una teoría, o sea, aquellos términos que se refieren a entidades no observables en el sentido científico del término (o sea, no medibles). Aquí quedan incluidos los electrones, protones, etc. Las leyes que contienen éstos términos se llaman leyes teóricas. Ahora bien, Carnap se pregunta: “¿Cómo puede obtenerse el tipo de conocimiento que permitirá justiticar la afirmación de una ley teórica? Una ley empírica puede ser justificada haciendo observaciones de hechos particulares. Pero, no es posible hacer observaciones similares para justificar una ley teórica, porque las entidades mencionadas en las leyes teóricas son inobservables”346. Debe haber, sin embargo, alguna conexión, aunque sea indirecta, entre los términos teóricos y la experiencia sensible, puesto que de lo contrario aquéllos serían términos metafísicos (la clase de términos que Carnap se dispone a eliminar), y esto sería inaceptable. Según la teoría verificacionista del significado propuesta por los positivistas lógicos, el significado de una oración equivale a sus condiciones de verificación empírica. El Círculo de Viena hizo uso del verificacionismo como criterio de demarcación entre enunciados metafísicos y enunciados científicos, y esto se derrumbaría si entre las leyes científicas hubiese enunciados metafísicos. Además, como explica Carnap, las leyes teóricas tienen poder predictivo, y esto no sería posible si no tuviesen algún vínculo con la experiencia. La solución de Carnap consiste en definir implícitamente los términos teóricos. Se toma una teoría

formada por una conjunción de todos sus términos

teóricos y observables:

Siguiendo al filósofo y matemático Frank P. Ramsey, Carnap propone convertir los términos teóricos de la teoría en variables, y cuantificarlos existencialmente. Así se obtiene la oración de Ramsey de la teoría ( 346

Carnap, Rudolf, Op. Cit., p. 196.

96

:

Ahora bien, es sabido que definir los términos teóricos en

implica lógicamente a

. Esto permite

como cualesquiera entidades que satisfagan

.

De esa forma, se puede definir implícitamente el término teórico “electrón”, por ejemplo, como cualquier entidad que satisfaga cierta oración “ramseyficada”. Por otra parte, como explica Carnap: “Lo que es importante observar es que en la oración de Ramsey los términos teóricos han desaparecido. En su lugar hay variables347.” Y las variables no se refieren a ninguna cosa en particular. Carnap pone de manifiesto la importancia muy especial que esto tiene para su proyecto positivista cuando dice que “El hecho importante es que ahora podemos evitar las inquietantes cuestiones metafísicas que infestan la formulación original de las teorías y podemos introducir una simplificación en esta formulación. Antes teníamos términos teóricos, tales como “electrón", de dudosa realidad porque estaban muy lejos del mundo observable”348. Debe agregarse que es necesario, además, establecer “reglas de correspondencia”349 entre términos teóricos y términos observacionales. Una de éstas reglas podría ser, por ejemplo, “cuando ondas electromagnéticas de cierta longitud de onda llegan a una retina, se observa una mancha de color azul”350. Otra forma de decirlo es que los términos teóricos necesitan una interpretación empírica, cuestión que ya se ha discutido en la sección 2.1 del Capítulo II. Russell se dio cuenta de esto cuando afirmó que debe asumirse un principio de la forma “…hay una propiedad algo que tiene la propiedad

tal que, cada vez que veo rojo hay

”351. Lo que Russell trataba de hacer era establecer

una interpretación de la variable “

, en términos del término observable “rojo”.

347

Cfr. Ídem, p. 214. Cfr. Ídem, p. 215. 349 Ídem, p. 199. 350 Idem, p. 310. 351 Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 219. 348

97

No es de interés para la presente tesina, sin embargo, estudiar la importancia de la oración de Ramsey para el proyecto positivista, sino su rol en relación al realismo estructuralista russelliano. Su importancia en éste sentido fue notada por primera vez por un destacado seguidor de Russell, Grover Maxwell352, y algo parecido fue al menos intuido por el propio Russell cuando decía que el conocimiento de entidades inobservables se representa por oraciones con variables existencialmente cuantificadas, y cuando distinguió entre conocimiento directo y conocimiento por descripción (debe recordarse que las descripciones contienen variables ligadas a un cuantificador existencial). Será efectivo utilizar un ejemplo de Votsis y Frigg353 para comprender mejor cómo funciona la oración de Ramsey: “todos los cuerpos de carga opuesta se atraen”. Es posible formalizar ésta ley científica de la siguiente forma: . “P” es el predicado “carga positiva”; “N” es el predicado “carga negativa”; y “A” es el la relación diádica de atracción. Se cuantifican existencialmente los predicados y se obtiene la oración de Ramsey: .

Todo lo que se ha afirmado en ésta oración es que hay ciertas relaciones y que ciertas entidades las satisfacen. No se puede decir de qué relaciones y entidades se habla, pues no se sabe. En resumen, se afirma algo acerca de cierta estructura abstracta, pero se permanece en el agnosticismo en cuanto a las cualidades intrínsecas de las entidades que la satisfacen. Se ha creído importante, en ésta tesina, examinar la teoría de Russell modelada desde el punto de vista de la lógica de las oraciones de Ramsey, pues desde éste ángulo se configura una filosofía de la ciencia según la cual el contenido de una teoría científica son sus ecuaciones, que pueden ser representadas, como se vio, por una oración de Ramsey, omitiendo las

352 353

Cfr. Votsis, Ioannis y Frigg, Roman, Op. Cit., p. 247. Cfr. Ídem, p. 231.

98

características intrínsecas de las entidades involucradas, pues éstas serían irrelevantes para la ciencia. En

resumen,

las

oraciones

de

Ramsey

permiten

entender

el

estructuralismo como la idea de que el contenido fáctico de la ciencia consiste en su estructura matemática. De hecho la oración de Ramsey tiene las mismas consecuencias empíricas que la teoría “no-ramseyficada” y, para algunos filósofos contemporáneos, esto es prueba contundente que lo relevante en la ciencia es la estructura y nada más. Ya no se trata simplemente de que es imposible conocer las características intrínsecas de los objetos físicos, sino que, además, éstas son totalmente irrelevantes para la ciencia, pues ese conocimiento es innecesario para la predicción. Como escribe Psillos: “Creo, entonces, que el realismo

estructuralista

debe

entenderse

como

imponiendo

un nuevo

constreñimiento epistémico sobre lo que puede ser conocido y sobre qué es lo que las teorías científicas pueden revelar. En otras palabras, el realismo estructuralista…de alguna forma restringe el contenido cognitivo de las teorías científicas a su estructura matemática junto con sus consecuencias empíricas”354. Pero el mérito principal de la teoría del conocimiento de Russell es que permite reconciliar la física y la percepción sin abandonar el realismo. El problema es que, según la ciencia, las cosas no son como se aparecen en la experiencia y, sin embargo, es ésta última la que justifica a las teorías científicas. Se podría rechazar el mundo de la física y decir que sus objetos son simples ficciones matemáticas. Según esto, la ciencia no describe la realidad, y se limita a ser un instrumento para realizar predicciones. Ésta es una forma de antirealismo. Pero, como Russell muestra, no es esta la única solución posible, ni la más deseable. Se puede afirmar que existe un mundo externo y la ciencia lo describe: lo que sucede es que ésta se limita a describir su estructura abstracta. De ahí las discrepancias entre el mundo de la percepción y el mundo de la física.

354

Psillos, Statis, Is Structural Realism the Best of Both Worlds?, Dialéctica, Vol. 49, Nº1, 1995, p. 20.

99

CONCLUSIÓN DEL CAPÍTULO

En éste capítulo se ha pretendido establecer la naturaleza de la relación entre la experiencia sensible y el mundo externo, tanto a nivel ontológico como a nivel gnoseológico. A nivel ontológico se puso de manifiesto, en primer lugar, que hay una relación causal entre ambos. En segundo lugar, se mostró que tanto la experiencia sensible como el mundo externo están constituidos por una misma clase de entidades llamadas “sucesos” que no son intrínsecamente mentales ni materiales, siendo neutrales en éste sentido, por lo que tanto el dualismo cartesiano como el idealismo y el materialismo se disuelven y los típicos problemas relacionados a la eficacia causal de lo mental sobre lo material, y viceversa, no aparecen. A nivel gnoseológico, se encontró que hay una identidad de estructura entre la experiencia sensible y el mundo externo, en virtud de la cual la primera puede ser representación del segundo. El conocimiento de la experiencia sensible es directo, sin inferencia. El conocimiento del mundo externo, en cambio, está mediado por las representaciones sensibles. En último término, se vio que la relación gnoseológica entre ambos es mucho más débil de lo que se cree: el conocimiento de la experiencia sensible es cualitativo y estructural, pero del mundo externo se puede conocer sólo su estructura. En suma, la naturaleza del conocimiento del mundo externo (eso es, de la relación gnoseológica entre éste y la experiencia sensible) consiste en que éste conocimiento es puramente estructural. De ésta forma quedan delimitados su alcance y su límite. A pesar de todo esto, el cuadro todavía está incompleto, pues la presente investigación simplemente se ha limitado, hasta el momento, a definir la naturaleza de la relación gnoseológica entre la experiencia sensible y el mundo externo, sin detenerse a considerar su validez. Es todavía una tarea pendiente explicar cómo se justifica el razonamiento que va del conocimiento de datos sensoriales hasta el conocimiento de objetos físicos.

100

Dicho de otra forma, se debe indagar en cuanto a la validez de la presunta relación gnoseológica entre la experiencia sensible y el mundo externo.

101

CAPÍTULO IV La justificación de nuestro conocimiento del mundo externo: los postulados de la inferencia científica

Como se ha dicho en la conclusión del capítulo anterior, cabe preguntarse, ahora, qué fundamentos se tienen para creer en la validez de la inferencia que va de los perceptos al mundo externo. Russell explica que ésta inferencia no es deductiva, pues lleva a conclusiones que no son demostrativas, sino solo probables. Uno podría verse tentado a asumir que, como la inferencia no es deductiva, ésta debe ser inductiva. Sin embargo, Russell rechaza ésta idea: la inducción, por sí sola, lleva más a menudo a generalizaciones falsas que verdaderas. Por estos motivos, en la sección 4.1 se estudia el concepto de probabilidad, se lo pone en relación al principio de inducción, y se exponen los problemas de los que éste principio adolece. Russell afirma que el principio de inducción puede, sin embargo, validarse. Para que esto sea posible es necesario que éste se encuentre, de alguna forma, en relación con lo que de hecho ocurre en la naturaleza. Por ese motivo, Russell lo complementa con cinco postulados que afirman que habitualmente se dan ciertas conexiones entre ciertos tipos de hecho. Éstos postulados son conocidos a priori, a pesar de ser, sin embargo, contingentes. Los cinco postulados se analizan en la sección 4.3. Ahora bien, los postulados, al afirmar que hay habitualmente conexiones entre ciertos tipos de hechos, dependen todos del concepto de causalidad. Es por

102

ello que la sección 4.2 está dedicada a estudiar el concepto russelliano de causalidad. Sin embargo ¿cómo es posible conocer postulados que no son cognoscibles empíricamente pero tampoco son necesarios? Russell trata de responder a ésta pregunta proponiendo una definición no tradicional del conocimiento, cercana al naturalismo e inspirada por el evolucionismo, que será estudiada en la sección 4.4. Finalmente, en la sección 4.5, se explica cómo los cinco postulados ayudan, según Russell, a resolver el problema de la justificación del conocimiento del mundo externo.

4.1. Inducción y probabilidad

La lógica deductiva estudia razonamientos en los que la verdad o falsedad de las premisas implica necesariamente la verdad o falsedad de la conclusión. Sin embargo, de afirmaciones relativas a datos sensoriales no se concluyen necesariamente afirmaciones relativas a objetos físicos, pues es concebible que las primeras sean verdaderas sin que lo sean las segundas. El razonamiento que conduce de la experiencia sensible al mundo externo es, pues, no deductivo. En los razonamientos no deductivos, la relación de implicación no es necesaria, sino sólo probable. Esto significa que si las premisas son verdaderas, la conclusión es probablemente verdadera. Para entender lo que esto significa, y cómo funciona, es necesario definir el concepto de probabilidad, y es por ello que Russell dedica una sección entera de El Conocimiento Humano a tratar ésta cuestión355. Además, en la inferencia no deductiva, se parte de hechos particulares para llegar a leyes generales. Si éste movimiento de lo particular a lo general ha de ser válido “…esto debe ser porque, como principio general, ciertos tipos de hechos particulares son prueba de leyes generales”356.

355 356

Russell, Bertrand, El conocimiento humano, Barcelona, Orbis, 1985, p. 344. Ídem, Parte V.

103

Se necesitan, por lo tanto, entre las premisas del conocimiento, no sólo hechos particulares, sino también un principio o principios generales que justifiquen la inferencia de hechos particulares a leyes generales. Éste principio o principios deben garantizar que ciertas premisas aumenten o resten probabilidad a las conclusiones de los argumentos no deductivos. Hablando específicamente del método científico, esto significa que se necesita un principio o principios que aumenten o disminuyan la probabilidad de las leyes científicas de acuerdo a la evidencia disponible (y la “evidencia” no es otra cosa que nuestro conocimiento de hechos particulares). Se adelanta aquí que Russell tiene una tesis positiva y otra negativa: la tesis positiva dice que hay cinco postulados sin los cuales sería imposible convalidar las inferencias no deductivas de la ciencia; la tesis negativa dice que la inducción no se encuentra entre ninguno de esos postulados, de modo que ésta no se encuentra entre las premisas de nuestro conocimiento científico, como normalmente se cree. Se comenzará por analizar el concepto de probabilidad. La probabilidad puede ser estudiada como un cálculo matemático no interpretado. En éste caso se estaría hablando de la teoría matemática de la probabilidad. Como tal, la teoría se compone de tres axiomas, propuestos por primera vez por el matemático Ruso A. Kolmogorov357, y una noción indefinida . Por otro lado, también se puede llamar “probabilidad” a los “grados de credibilidad racional” que tiene una proposición en relación a cierta evidencia. Éste concepto es, ciertamente, susceptible de manipulación matemática hasta cierto punto, pero es aún más amplio que el concepto matemático de probabilidad, pues no todos los casos de credibilidad racional son expresables en términos matemáticos. Como escribe Russell: “…hay dos conceptos diferentes que, sobre la base del uso, tienen igual derecho a que se los llame ‘probabilidad’.

357

Es necesario aclarar, sin embargo, que Russell utiliza la formulación de C.D. Broad, que se basa en seis axiomas (Cfr. Ídem, p. 352). Aquí se hace mención de la teoría de Kolmogorov por ser la más aceptada hoy en día (Cfr.:Papineau, David, Philosophical Devices, Oxford, Oxford University Press, 2012, p 89 – 90).

104

El primero de ellos es la probabilidad matemática, que es numéricamente mensurable y satisface los axiomas del cálculo de probabilidades…éste tipo de probabilidad se relaciona siempre con clases, no con casos aislados…pero hay otro tipo, al que llamo ‘grado de credibilidad’. Éste tipo se aplica a proposiciones aisladas, y siempre toma en cuenta todos los elementos de juicio atinentes a la cuestión”358,359. Además agrega que “es este tipo de probabilidad, no matemático, el que tiene importancia cuando se dice que todo nuestro conocimiento es sólo probable, y que la probabilidad es una guía para la vida”360. Mientras que hay consenso acerca de la validez del cálculo de probabilidades, hay muchos debates acerca de su interpretación. El problema puede formularse así: ¿Cuál es el significado de la noción indefinida

? En

otras palabras ¿cuál es el significado de “probabilidad”? Según Russell, cualquier concepto que satisfaga los axiomas del cálculo de probabilidades tiene derecho a ser llamado una “interpretación” del mismo. Pero, de la misma forma que hay interpretaciones imprácticas de la aritmética (como aquélla en la que la serie de los números naturales comienza con 100), también hay interpretaciones imprácticas del concepto de probabilidad. Se debe elegir la que sea más conveniente según el caso. Russell examina varios conceptos de probabilidad, pero en esta sección serán analizadas solamente la interpretación de la teoría de la frecuencia finita (probabilidad objetiva) y la interpretación de Keynes (probabilidad subjetiva), en la medida en que ésta es susceptible de tratamiento matemático. Se debe tener en mente que la teoría de la frecuencia finita es una interpretación puramente matemática de la probabilidad, mientras que la teoría de Keynes entiende la probabilidad como “grados de credibilidad” y, por lo tanto, no todos sus casos son cuantificables. Por el pasaje citado más arriba 361, queda claro que, para Russell, la interpretación de Keynes es la más importante.

358

Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 350. Ayer, Alfred, Russell, Chicago, University of Chicago Press, 1988, pp. 95 – 96. 360 Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 350. 361 Cfr. Supra, p. 105, nota al pié Nº 358. 359

105

El propósito de la presente discusión consiste, en síntesis, en entender qué es lo que se quiere decir cuando se afirma que, en un razonamiento no deductivo, la conclusión es sólo probable. Se pasa, ahora, a discutir ambas interpretaciones de “probabilidad”. De acuerdo a la interpretación frecuentista, “probable” significa “lo que realmente ocurre”, y esto es muy importante si se quiere que el principio de inducción sea verdadero: de lo contrario “…nos vemos obligados a admitir que lo improbable puede ocurrir, y que, por ende, una proposición de probabilidad no nos dice nada sobre el curso de la naturaleza…el principio inductivo puede ser válido, pero toda inferencia efectuada conforme a él puede ser falsa…en consecuencia, un mundo en el cual la inducción sea verdadera es empíricamente indistinguible de otro en el que sea falsa”362. En resumen, la teoría de la frecuencia finita establece que los juicios de probabilidad afirman hechos, y éstos (los juicios) pueden ser verdaderos o falsos. Hablando con más detalle, la teoría de la frecuencia finita dice que, dadas dos clases A y B, la probabilidad no es otra cosa que el número de Bs que son As, dividido por el número total de Bs, y esto se denota por A/B. Por ejemplo, se tira un dado y se desea saber cuál es la probabilidad de que salga un seis. Como el dado tiene seis caras, hay seis resultados posibles del tiro. Ésta es la clase B. Ahora bien, de esos seis posibles resultados, sólo uno es un seis. Ésta es la clase A. La probabilidad de que salga un seis es entonces de 1/6, o sea 0,166. Poniendo otro ejemplo, supóngase que se quiere saber la probabilidad de que un adulto paraguayo sea fumador. Dicha probabilidad es simplemente el número de adultos paraguayos que son fumadores dividido por el número total de adultos paraguayos. De ésta forma, la probabilidad como frecuencia da “…un recuento de los miembros de una clase B y una determinación de la proporción de ellos que también pertenecen a una clase A”363.

362 363

Ídem, p. 408. Ídem, p. 363.

106

Evidentemente que aquí se está hablando de clases finitas, de las que es posible conocer todos sus miembros. Pero en la vida real raras veces se encuentran clases finitas, o se conocen todos sus miembros. Además, en la práctica los casos no aparecen todos de una vez, como miembros de una clase, sino sucesivamente, como miembros de una serie: la serie temporal. Entonces ¿Es posible extender esta interpretación de la probabilidad de manera que cubra series infinitas? Russell, siguiendo a Reichenbach y Mises, cree que sí, con ayuda de la noción de límite: se ordenan los miembros del conjunto A en una serie pertenecen a B hasta

y se llama

. Si, a medida que

al número de As que

aumenta,

tiende a un límite,

entonces ese límite es la probabilidad de que un A sea un B. Ya teniendo la teoría de la frecuencia finita como marco, se puede definir, con su ayuda, el principio de inducción por enumeración simple de la siguiente manera: “Habiéndose hallado un número sea , los dos enunciados: a) “el próximo

de

que son , y ninguno que no

será un ” b) “todos los

son ”,

tienen ambos una probabilidad que aumenta a medida que aumenta n y se acerca a la certeza como límite a medida que

se acerca al infinito”364. Russell llama al

primer caso “inducción particular”, y al segundo, “inducción general”365. Se pasará, ahora, desde éste marco teórico, a examinar las críticas russellianas al concepto de inducción. Una de las tesis principales de Russell es que el principio de inducción, por sí solo, puede conducir a generalizaciones falsas: “Es obvio que, si se nos permite elegir nuestra clase

como queramos, podemos fácilmente asegurar que

nuestra inducción fracasará. Sean

los miembros observados hasta

ahora de , con respecto a los cuales hemos hallado que todos son miembros de , y sea

el miembro siguiente de . En lo que concierne a la lógica pura,

podría consistir solamente en los términos

364 365

Ídem, p. 407. Ídem, p. 407.

107

; o podría consistir en toda

cosa del universo excepto

; o podría consistir en cualquier clase intermedia

entre las dos. En cualquiera de los dos casos, la inducción a

sería falsa”366.

En otras palabras, siempre que se encuentre que todos los As observados hasta ahora sean Bs, es posible “manufacturar” una clase B’ que atribuya a los casos observados la misma propiedad que B, pero no a los casos todavía no observados. Éste es el famoso problema de Goodman367. Éste filósofo hablaba de un “nuevo problema de la inducción”368, y lo formulaba de la siguiente manera: supóngase que todas las esmeraldas observadas hasta el tiempo t han sido verdes. Se concluye mediante el principio de inducción que, probablemente, todas las esmeraldas que serán observadas en el futuro también serán verdes. Ahora bien, considérese un hipotético predicado, llámeselo “verzul”369. Éste predicado se aplica a todas aquéllas cosas que son verdes hasta el tiempo t, y a todas aquéllas cosas que son azules pasado el tiempo t. En éste caso, la evidencia justifica tanto la hipótesis de que “Todas las esmeraldas son verdes” como la de que “Todas las esmeraldas son verzules”. Y, sin embargo, una de ellas debe ser falsa, pues son incompatibles. Por supuesto que en la práctica nunca se generalizan proposiciones con predicados como “verzul”, que Goodman llama “no proyectables”370 y Russell “manufacturados”. Es obvio, pues, que inconscientemente hay un criterio por el cual los seres humanos distinguen los predicados proyectables de los no proyectables. Y, sin embargo, como se ha dicho, hasta el tiempo t había tanta evidencia para aceptar tanto una hipótesis como la otra. Por lo tanto, el principio

366

Ídem, p. 410 Cfr. Goodman, Nelson – “A Query on Confirmation” [en línea]. En Journal of Philosophy. Vol. 43, No. 14, (1946). Consultado el 16/05/15. Disponible en internet: http://wordsmatter.caltech.edu/~franz/Confirmation%20and%20Induction/PDFs/Nelson%20Goodman %20-%20A%20Query%20on%20Confirmation.pdf 368 Cfr. Rossberg, Marcus, “Nelson Goodman”, sección 5.3: “The New Riddle of Induction”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 16/05/15. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/goodman/#NewRidInd 369 En inglés, “grue”. 370 Cfr. Goodman, Nelson, Op. Cit., p. 383: “Induction might roughly be described as the projection of characteristics of the past into the future”. Traducción: “La inducción puede ser caracterizada como la proyección de características del pasado al futuro”. 367

108

de inducción, por sí sólo, no permite distinguir las buenas generalizaciones de las malas371. La conclusión es que, si existe un criterio para distinguir los predicados proyectables de los no proyectables, éste ha de ser de carácter extralógico: debe estar fuera de la teoría de la matemática de la probabilidad. Russell dirá, luego, que éste criterio lo proveen sus cinco postulados de la inferencia científica. Hablando en términos russellianos, dicho criterio debería rechazar las generalizaciones con lo que Russell llama clases “manufacturadas”, es decir, clases definidas “…indicando que tal o cual término es, o no es, miembro de ella”372. La clase

sin

, que fue mencionada más arriba en una cita de

Russell, es un ejemplo de clase manufacturada, pues se la ha definido indicando que el término

no forma parte de ella. “Toda la humanidad excepto

Sócrates” también sería una clase manufacturada. Otra forma de decirlo es que no se debe definir las clases extensionalmente, sino intensionalmente: “Las clases

y

deben ser definidas

por comprensión, no mencionando sus miembros. Cualquiera que sea la relación que justifique la inducción, debe ser una relación entre conceptos”373. Russell indica que esto se explica por el hecho de que dos conceptos pueden tener la misma extensión y estar relacionados inductivamente, tanto como pueden tener la misma extensión y no estar relacionados inductivamente: “…puesto que diferentes conceptos pueden definir la misma clase, puede ocurrir que haya un par de conceptos que estén inductivamente relacionados y definan respectivamente

y , mientras que otros pares, que también definen

y , no se

hallen inductivamente relacionados”374. Por ejemplo, supóngase que las siguientes clases son coextensivas: la clase de los bebedores sociales, la clase de los actores canadienses, y la clase de los que viven menos de 100 años. Ahora supongamos que ser bebedor social 371

Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 421: “En la práctica, consideramos ciertas inducciones merecedoras de que se las someta a prueba, y otras no, y al parecer nos guía una intuición sobre los tipos de comprensiones que probablemente estén conectadas”. 372 Ídem, p. 420. 373 Ídem, p. 421. 374 Ibíd.

109

aumenta las probabilidades de morir antes de los 100 años, pero ser un actor canadiense no. Entonces, la clase de los bebedores sociales está inductivamente relacionada con la clase de los seres humanos que murieron antes de llegar a los 100 años, mientras que la clase de los actores canadienses no lo está375, a pesar de que, como se ha estipulado, ambas (la clase de los actores canadienses y la clase de los que mueren antes de llegar a los 100 años) tienen la misma extensión. Por otra parte, es esencial a la inducción que no sean conocidos todos los miembros de las clases involucradas, porque la utilidad de la inducción yace precisamente en el hecho de que permite realizar predicciones, es decir, permite conocer los eventos que todavía no han sido observados. Por eso Russell escribe que “el problema de la inducción…exige un tratamiento basado en la comprensión”376. Tampoco es posible aplicar la teoría matemática de la probabilidad al propio principio de inducción para tratar de concluir, en base al éxito que tuvo éste principio en el pasado, que éste es el principio más probablemente verdadero: supóngase que A es la clase de todas las inducciones que han sido realizadas en el pasado de acuerdo a ciertas reglas, y B es la clase de las inducciones que han sido confirmadas por la experiencia. La probabilidad de que una inducción realizada de acuerdo con esas reglas haya sido confirmada por la experiencia es, entonces, de A/B. Pero si se quiere afirmar que esa es la probabilidad de que una inducción sea confirmada por la experiencia en el futuro, se realiza un paso ilícito. Éste intento de justificar la inducción fracasa porque presupone el mismo principio de inducción que trata de justificar. El hecho de que las inducciones realizadas de acuerdo a ciertas reglas hayan sido confirmadas por la experiencia en el pasado, no significa que lo mismo ocurrirá en el futuro. La teoría matemática de la probabilidad (en su versión frecuentista), al menos, no lo garantiza377.

375

Pues, como se supuso en el ejemplo (que, por cierto, no pretende tener exactitud médica), ser un actor canadiense no tiene relación con vivir o no 100 años. 376 Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 421. 377 Cfr. Ídem, pp. 366 – 367.

110

Otro problema es que hay muchos casos en los que la teoría de la frecuencia finita da probabilidades diferentes de que un A sea un B, de acuerdo a cuál sea la clase B. Por ejemplo, la probabilidad de que el eminente actor William Shatner viva hasta los 100 años depende de si se lo considera como miembro de la clase de actores canadienses, como miembro de la clase de los bebedores sociales, como miembro de la clase de los actores que interpretaron el rol del Capitán Kirk, etc. Si se lo considera como miembro de la clase de los bebedores sociales ciertamente la probabilidad se resta, y de hecho, de las clases que se acaban de mencionar, ésta es la única relevante en relación a aquello que se quiere saber, es decir, la probabilidad de que viva 100 años. Un investigador se concentraría en el hecho de que el actor es bebedor social, e ignoraría el hecho de que sea un actor canadiense, pues el primer factor es relevante al problema, mientras que el segundo no lo es. Pero la teoría de la frecuencia finita, por sí sola, no da ningún criterio para distinguir un caso de otro. Esto lleva a probabilidades que se contradicen entre sí: la probabilidad de que William Shatner viva hasta los 100 años cuando se lo considera como miembro de la clase de los bebedores sociales podría ser 0.8, mientras que cuando se lo considera como miembro de la clase de los actores canadienses podría ser de 0.3 (es decir, mucho menor). Entonces, la probabilidad de que William Shatner viva hasta los 100 años es de 0.8 y de 0.3 al mismo tiempo, ambos resultados son válidos, y la teoría de la frecuencia finita, por sí sola, no dice cuál de los dos es el más relevante para el problema. Por lo tanto, si hay un principio que permita decidir entre ambos, éste debe encontrarse fuera de la probabilidad matemática. Escribe Ayer “…la probabilidad matemática no se aplica a casos individuales. Un juicio de probabilidad de ésta clase, que parece ser acerca de un individuo, debe ser construido siempre como un juicio acerca de alguna clase a la cual el individuo pertenece. Y no sólo eso, sino que cuando se trata de aplicarla a un individuo, se obtienen resultados contradictorios, según que el individuo sea

111

asignado a diferentes clases”378. Como bien observa Ayer en la cita anterior, el problema se debe a que la probabilidad matemática lidia con clases, no individuos. Llegó el momento de examinar la interpretación “bayesiana” de Keynes. También Keynes fracasa en su intento de establecer la inducción en términos puramente matemáticos. Éste famoso matemático y economista fundaba su interpretación de la probabilidad en la noción de “grados de credibilidad racional” que, como se ha dicho, es un concepto más amplio que el de probabilidad matemática, y no siempre es susceptible de tratamiento matemático. La idea de Keynes es que la probabilidad es una relación entre una hipótesis general que

y un conjunto de evidencia , y se denota

aumenta, aumenta la probabilidad de

. A medida

.

En la medida en que los grados de credibilidad racional son susceptibles de medición, su tratamiento matemático, según Keynes, se basa en el principio de que, si aparece un número lo suficientemente grande de evidencia favorable a la hipótesis, ésta adquiere una probabilidad que tiende a 1 (la certeza) como límite. Éste se podría considerar como la versión keynesiana del principio de inducción. Para que esto ocurra, explica Kenyes, deben cumplirse dos condiciones: la hipótesis debe tener una probabilidad a priori finita por sí sola, es decir, antes de haber observado alguna evidencia favorable a ella – si la hipótesis es falsa, la probabilidad de que se encuentre sólo evidencia favorable a ella a medida que aumentan nuestras observaciones tiende a 0 (es decir, a la imposibilidad379) como límite380. Éste principio tiene, así mismo, semejanza con el teorema de Bayes, pues ambos describen la forma en que cambian los grados de credibilidad racional de una hipótesis general con cierta probabilidad a priori a medida que la evidencia a su favor aumenta381. Ahora bien, Russell explica que cualquiera de las condiciones mencionadas puede fallar. 378

Cfr. Ayer, Alfred, Op. Cit., p 97. Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., pp. 414 - 415. 380 Cfr. Ayer, Alfred, Op. Cit., p. 98. 381 Cfr. Joyce, James, “Bayes Theorem”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 16/05/15. Disponible en internet: http://plato.stanford.edu/entries/bayes-theorem/ 379

112

La segunda de ellas falla, por ejemplo, en el caso de la generalización “todos los números naturales son no-primos”. La hipótesis es falsa, pero a medida que uno se adentra en la serie de los números naturales, los números primos (es decir, las instancias en su contra) se hacen más raros, y la cantidad de números no primos (las instancias a su favor) se hacen más comunes. Por lo tanto, la probabilidad de que el siguiente número sea no primo aumenta a medida que aumentan las instancias a su favor en vez de disminuir, aunque la hipótesis sea falsa382. La primera hipótesis, sin embargo, es la más problemática en opinión de Russell: ¿Cuál es, por ejemplo, la probabilidad a priori de la hipótesis “todos los cisnes son blancos” para una persona que jamás vio un cisne?383 Ayer, en cambio, le objeta a Russell que ambas condiciones se cumplen si se asume que la cantidad de objetos del Universo es finita384: la primera condición se cumple, pues la posibilidad de que la hipótesis sea verdadera es una de un número finito de posibilidades. Si el número de objetos del Universo es esto significa que, a priori, se tiene

,

de probabilidades de que la hipótesis sea

verdadera. La segunda condición se satisface porque, si la hipótesis es falsa y no todos los As son Bs, entonces, a medida que el tamaño de nuestra muestra (es decir, de los casos observados) aumenta, habrá, por lógica, una cantidad cada vez menor de posibles As que sean Bs. El mismo Russell considera el postulado de que el Universo contiene un número infinito de objetos como una posible solución al problema de la probabilidad a priori, y menciona al astrofísico Arthur Eddington, quien propuso la tesis de que el número de protones y electrones en el universo es finito385, e incluso estimó una cifra386. Pero la desecha, por considerarla impráctica para la ciencia: “…si

es tan grande como creía Eddington, el número de casos

382

Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 415. Cfr. Ídem, p. 415. 384 Cfr. Ayer, Alfred, Op. Cit., p. 99. 385 Cfr. Ídem, pp. 415 – 416. 386 Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., pp. 27 – 28. 383

113

favorables requeridos para hacer probable una generalización inductiva en un grado elevado superaría con mucho lo que es prácticamente alcanzable”387. La conclusión general de ésta larga discusión es que “en la teoría matemática de la probabilidad no hay nada que nos pueda justificar cuando consideramos probable una inducción particular o una inducción general, por grande que sea el número comprobado de casos favorables”388. Si hay una justificación para la inducción, ésta se encuentra fuera de la teoría matemática de la probabilidad, en “…alguna ley, o leyes, de la naturaleza que formule una propiedad sintética del mundo real, o varias propiedades”389. Si se confirma la expectativa de que el próximo A será un B, esto no es en virtud de la validez de un principio matemático, pues la matemática, al enunciar sólo tautologías, sería verdadera también en un mundo en el que dicha expectativa no se confirmase390. Por un lado, se debe limitar el principio inductivo de forma a evitar predicados no proyectables como “verzul” (en términos de Russell, se debe evitar generalizar con clases “manufacturadas”); por otro, como se desprende del análisis de la teoría del Keynes, deben seleccionarse sólo aquéllas hipótesis que tengan una probabilidad a priori finita (y hallar una forma de determinar ésta probabilidad), así como también garantizar que la evidencia favorable haga que la probabilidad de una hipótesis tienda a 1 si es verdadera, y a 0 si es falsa. Debe ser posible, también, poder distinguir cuál es la evidencia relevante para una hipótesis de la que no lo es. Todo esto puede ser logrado sólo en un mundo en el que sea verdadero un principio o varios que enuncien que hay ciertas regularidades en el curso de la naturaleza. Ahora bien, si estos principios son verdaderos o no es algo nunca podrá ser descubierto empíricamente, puesto que los principios serían generales, pero, como se ha visto, toda generalización empírica presupone la verdad de esos principios. Se está hablando, entonces, de principios generales sintéticos a priori. 387

Ídem, p. 416. Ídem, p. 423. 389 Ibíd. 390 : “…si la inducción sólo afirma probabilidades, entonces, cualquier cosa que pueda ocurrir es lógicamente compatible con la verdad y con la falsedad de la inducción. Por lo tanto, el principio inductivo no tiene contenido empírico. Ésta es una reductio ab absurdum y muestra que debemos vincular lo probable con lo real más estrechamente de lo que se hace a veces”. Cfr. Ídem, p. 375. 388

114

Es menester aclarar, sin embargo, que no lo son en el sentido de Kant, puesto que no son verdaderos necesariamente, sino contingentemente391. Son los famosos cinco postulados de la inferencia científica de Russell, de los que se hablará con detalle en la sección 4.3. Se finalizará ésta sección explicando qué exactamente es un “dato” o “evidencia”. Russell explica que en la historia de la filosofía se han defendido dos teorías acerca de los datos: la primera dice que los datos son premisas evidentes por sí mismas, sobre las cuales se fundamenta el conocimiento; la segunda dice que ninguna premisa es evidente por sí misma, de modo que no hay datos, y el conocimiento forma un sistema cerrado en el que cada parte justifica a la otra. En la filosofía actual se llama fundacionalismo a la primera posición, y coherentismo a la segunda. Russell defiende un punto medio entre ambas teorías 392. Su posición es que hay datos, pero ninguno está libre de algún grado de incertidumbre. Los datos son aquellas proposiciones que tienen un grado de credibilidad por sí mismas, independientemente de cualquier argumento a su favor. Russell clasifica así a las proposiciones de un cuerpo total de conocimiento393: - Aquéllas que tienen un grado de credibilidad por sí mismas – Aquéllas que tiene un grado de credibilidad derivado de otras proposiciones – Aquéllas que son creíbles por tener un grado de credibilidad por sí mismas, y también por ser conclusiones derivadas de otras proposiciones que otorgan su grado de credibilidad. Sus argumentos para defender la incertidumbre de los datos son los siguientes394: - Es posible tener percepciones dudosas, como cuando despega un avión. Al principio, uno está seguro de oírlo y, al final, está seguro de no oírlo, pero en el ínterin hay un momento en el que no está seguro de oírlo o no. Sin embargo, las percepciones pueden tener un grado de credibilidad por sí mismas (de lo contrario, no sería posible el conocimiento empírico) – A veces los

391

Cfr. Ídem, p. 510. Cfr. Ídem, p. 397. 393 Cfr. Ídem, p. 398. 394 Cfr. Ídem, pp. 398 – 401. 392

115

recuerdos también son inciertos, aunque se los pueda hacer más ciertos mediante evidencia adicional. Sin embargo, también poseen cerito grado de credibilidad intrínseca – La consciencia de conexiones lógicas presentes entre las premisas de un argumento deductivo también son datos, pues llega un momento en que uno debe “ver”395 la conexión con el “ojo de la mente”, sin que haya posibilidad de justificar esa conexión mediante argumentos. Pero estas conexiones pueden ser inciertas, pues, hasta los mejores matemáticos se equivocan. Lo que se puede afirmar es que el conocimiento se compone de proposiciones de diverso grado de credibilidad racional. Las proposiciones con mayor grado de credibilidad racional intrínseca están en los fundamentos de ese conocimiento, pero ninguna proposición es sólo una premisa: todas son también conclusiones, pues todas pueden reforzarse una a otra. Russell describe su postura con una magnífica analogía: “El edificio del conocimiento puede ser comparado con un puente que reposa sobre varios pilares, cada uno de los cuales no sólo sostiene la calzada, sino que ayuda a los otros pilares a mantenerse firme, gracias a las vigas que los unen. Los pilares son los análogos de las proposiciones que tienen alguna credibilidad intrínseca, mientras que las partes superiores del puente son los análogos de lo que sólo es inferior. Pero aunque cada pilar pueda ser reforzado por los otros pilares, es el suelo sólido lo que sustenta todo el edificio del conocimiento”396. El sistema de Russell es coherentista en tanto que afirma que todos los datos son inciertos y que todo el cuerpo de proposiciones que constituye nuestro conocimiento se refuerza mutuamente. Pero continúa siendo un fundacionalista al afirmar que hay datos, y que éstos tienen un grado de credibilidad racional intrínseca.

395 396

Cfr. Ídem, p. 400. Ídem, p. 401.

116

4.2. Causalidad e inducción

En la sección 3.3 del capítulo III se ha hecho énfasis en que, si la teoría causal de la percepción es verdadera, la validez del conocimiento del mundo externo depende de la validez de la causalidad. Si no se puede defender la causalidad, el realismo se desploma. Como escribe Russell, “lo que experimentamos directamente podría ser todo lo que existe, si no tuviéramos razones para creer que nuestras sensaciones tienen causas externas”397. Aunque quedó claro, de la sección anterior, que la inducción no es válida por sí sola, Russell afirma que ésta puede convalidarse mediante la causalidad: la inducción es verdadera si, y solo si, existen, de hecho, ciertas conexiones causales en la naturaleza, aunque sea sólo habitualmente. Por lo tanto, en ésta sección será examinado el concepto russelliano de causalidad y su relación con la inducción y el conocimiento del mundo externo. De acuerdo a Russell, lo que el sentido común entiende por “causa” no es otra cosa que “antecedente invariable”, es decir, que todo suceso de la clase A es seguido, necesariamente, por un suceso de la clase B. El sentido común rechaza la visión humeana de que “causa” significa “concomitancia”398: es un hecho que al descenso en el número de misas en latín en el mundo ha seguido un aumento en la temperatura global. Pero nadie afirmaría que el descenso en el número de misas en latín sea causa del calentamiento global. El sentido común rechaza, asimismo, la creencia de que la causalidad no es necesaria, sino sólo probable. Por eso escribe Russell: “Sea por puro prejuicio, sea por influencia de la tradición, sea por alguna otra razón, es más fácil creer en la existencia de una ley de la naturaleza por la cual las causas son siempre seguidas por sus efectos que en otra por la cual esto sólo ocurra habitualmente”399.

397

Ídem, p. 320. Cfr. Ídem, p. 460. 399 Ídem, p. 458. 398

117

Sin embargo, el sentido común se equivoca en esto último, pues en la naturaleza, las secuencias causales son “…raramente invariables”400. Es fácil imaginar circunstancias en las que una generalización causal no se cumple. Russell da el siguiente ejemplo: “tomemos una generalización del sentido común según la cual A causa B…que las bellotas dan origen a encinas. Si hay un intervalo finito de tiempo entre A y B, puede ocurrir algo en ese lapso que impida B, por ejemplo, todos los cerdos pueden comerse las bellotas…por lo tanto, nuestra ley se convierte en la siguiente: “A causará B si no ocurre nada que impida B”401. Por éste motivo, la ciencia reemplaza la noción de sentido común por aquélla de “ley causal”402. Una ley causal es simplemente “…un principio en virtud del cual, con suficientes datos acerca de ciertas regiones del espacio-tiempo, es posible inferir algo sobre otras regiones del espacio-tiempo”403. Estas leyes, además, no son necesarias, limitándose a enunciar lo que probablemente ocurre. De acuerdo a Russell, hay dos tipos de causalidad, o más bien de leyes causales: una causalidad intrínseca y una causalidad extrínseca, y ambas forman la “…trama y la urdimbre del mundo”404. La causalidad intrínseca está destinada a reemplazar el concepto tradicional de “sustancia”. Por ese motivo, Russell la conoce también como “ley de cuasi permanencia”405. Russell la enuncia de la siguiente forma: “Dado un suceso en un cierto tiempo, hay un suceso muy similar en cualquier tiempo un poco anterior o un poco posterior en un lugar cercano”406. Para captar lo que el filósofo quiere dar a entender con ésta ley, debe recordarse el cuatridimensionalismo russelliano, al que se ha aludido en la sección 2.4.3 del Capítulo II de ésta tesina407. La idea clave es que lo que el sentido común llama “cosa” no sólo tiene partes espaciales, sino también partes temporales, pues un objeto “está ubicado” en el espacio-tiempo. En realidad, esto 400

Ídem, p. 324. Ídem, p. 461. 402 Cfr. Ídem, p 461. 403 Ídem, p. 317. 404 Russell, Bertrand, Análisis de la Materia, Madrid, Taurus, 1969, p. 367. 405 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 462. 406 Ídem, p. 462. 407 Cfr. Capítulo II, sección 2.3.4, p. 68 401

118

último requiere de alguna precisión, pues de acuerdo a la física relativista, los sucesos “son” el espacio-tiempo: decir que hay un espacio-tiempo, por un lado, y sucesos que están contenidos en él como si fuesen pelotas en una bolsa, por otro, equivale a decir que hay un espacio-tiempo absoluto, que es igual para todos los sucesos, cosa que la teoría de la relatividad niega. Por eso Russell escribe: “Es poco correcto decir que una partícula se mueve en una geodésica; más lo sería decir que una partícula es una geodésica (aunque no todas las geodésicas sean partículas)”408. Y también: “La gravitación…se reduce a ‘sinuosidades’ del espacio-tiempo. Como quiera que éste es...un sistema de sucesos, las ‘sinuosidades’ que hay en él se derivan asimismo de sucesos. No hay necesidad de suponer que exista una “cosa” en el lugar en el que la ‘sinuosidad’ es más sinuosa”409. Ahora bien, la posición de Russell es que lo que el sentido común llama “cosa” no es sino un conjunto de sucesos conectados causalmente. Por eso, si un suceso es una porción finita de espacio-tiempo, se tiene como resultado la conclusión de que una “cosa” ocupa varios puntos del espacio-tiempo. De acuerdo a esto, cuando se percibe a una persona en un tiempo

y un espacio

determinados, no se está percibiendo la totalidad de la persona, sino sólo una parte de ella. La persona es, en realidad, y hablando toscamente, la suma de todos los sucesos que formaron y formarán parte de ella en todos los tiempos y lugares en los que esa persona existió. Éstos sucesos están interconectados causalmente, en el sentido de la ley de cuasi permanencia. Russell llama a ésta serie de sucesos “línea causal”: “Una ‘línea causal’, según deseo definir el término, es una serie temporal de sucesos relacionados de tal modo que, dados algunos de ellos, puede inferirse algo acerca de los otros que puedan estar ocurriendo en otra parte”410. Además, como se deduce de la ley de cuasi permanencia, estos sucesos deben ser similares y deben estar ubicados en puntos no muy lejanos entre sí del espacio-tiempo. Por eso, “una línea causal siempre puede ser considerada como la persistencia de algo”411.

408

Russell, Bertrand, Análisis de la Materia, p. 363. Russell, Bertrand, Fundamentos de filosofía, Barcelona, Plaza & Janes, 1975, p. 590. 410 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 463. 411 Ídem, p. 463. 409

119

Russell afirma que la noción de materia se reduce así a la noción de línea causal: “…cada unidad material es una línea causal, cuyos puntos cercanos están conectados entre sí por medio de una ley diferencial intrínseca”412. Luego agrega que la forma más sencilla de esa ley es la primera ley del movimiento, que generaliza en el siguiente principio conjetural: “yo creo…que dado un acontecimiento cualquiera, situado en cualquier región del espaciotiempo, existe, generalmente, algún acontecimiento cualitativamente muy semejante en una región cercana del espacio-tiempo, y que si existe alguna relación mensurable entre los dos acontecimientos, la “velocidad” del cambio variaría de un modo continuo, de tal manera que en un tercer punto cercano habrá otro acontecimiento, que diferiría del segundo en casi la misma magnitud que la que diferenciaba el segundo del primero…”413,414. Russell explica, además, que la ley de cuasi permanencia es sólo probable415, y de hecho parece violarse en ciertos casos como en el de las transiciones cuánticas, que son discretas, no continuas. La física clásica y el sentido común presuponen ésta cuasi permanencia cuando afirman, por ejemplo, que un mismo objeto es el que se mueve de un lado a otro416. Además las líneas causales son especialmente importantes para que la versión estructuralista de la teoría causal de la percepción sea válida. No sería posible tener conocimiento del Sol, por ejemplo, si no existiese una línea causal que vaya desde sucesos ubicados en el Sol hasta sucesos ubicados en el nervio óptico. Además, si no hubiese líneas causales separables, el principio de Helmholz-Weyl que dice que “a diferentes efectos, diferentes causas”417 no sería 412

Cfr. Russell, Bertrand, Análisis de la Materia, p. 374. Ídem, p. 374. 414 Ídem, pp. 284 - 285. 415 Recuérdese que para Russell las leyes causales son todas meramente probables, y la ley de cuasi permanencia es una ley causal. 416 Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 286: “Nosotros podríamos formar series continuas de acontecimientos, en que no pertenecieran todos estos a una misma porción de materia; por tanto, el cambio de uno a otro no constituiría un ‘movimiento’. Un “movimiento” es una serie de acontecimientos relacionados entre sí, según las leyes del movimiento…lo que afirmamos es que existen conjuntos de acontecimientos en que estos últimos están relacionados entre sí según las leyes del movimiento; un conjunto tal recibe el nombre de porción de materia, y la transición de un acontecimiento del conjunto a otro se llama movimiento.” 417 Cfr. Votsis, Ioannis y Frigg, Roman, “Everything you always wanted to know about structural realism but where afraid to ask”. En European Journal for Philosophy of Science [en línea], Vol. 1, 413

120

verdadero y no sería posible obtener un conocimiento estructural del mundo físico. Son las líneas causales y el principio de Helmholz-Weyl los que permiten un conocimiento estructural del mundo externo: las líneas causales garantizan la validez de la inferencia que va de la experiencia sensible al mundo físico, mientras que el principio de Helmholz-Weyl permite relacionar cada percepción diferente con un objeto diferente, lo cual permite inferir la estructura abstracta de los perceptos (por ejemplo, si se tiene un percepto azul encima de un percepto amarillo, se puede inferir que, correspondientemente, en el mundo físico, hay un objeto encima de otro)418. Las líneas causales permiten, además, atribuir el mismo origen causal a varios perceptos de personas distintas. En la sección 3.1 del capítulo III419 se había hablado de la doctrina de Russell según la cual hay dos formas en las que los perceptos pueden agruparse: es posible tener todos los perceptos de un mismo objeto observado desde varios lugares; o se pueden tener los perceptos de varios objetos observados desde un solo lugar. En el primer caso se tiene un espacio de perspectivas, y en el segundo, una perspectiva individual. Russell explica que, en el primer caso, hay una similitud de estructura entre los perceptos de cada perspectiva, y éstas pueden ser ordenadas de acuerdo a las leyes de la perspectiva, en torno a un centro420. En estas situaciones se puede decir que, habitualmente, se da el caso de que los perceptos de cada perspectiva tienen un origen causal común, y ese origen es un objeto ubicado al centro en torno al cual están agrupadas. Éste principio es necesario para la ciencia por dos motivos: simplifica las leyes científicas421 – explica el carácter público de la ciencia422.

2011, p 235. Consultado el 20/10/14. Disponible en internet: http://www.Votsis, Ioannis.org/PDF/Frigg, Roman_Votsis, Ioannis_Everything.PDF 418 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 339. 419 Cfr. Capítulo III, sección 3.1, p. 79 420 Cfr. Ídem, p. 495. 421 Cfr. Ídem, p. 475. 422 : “Decir que muchos “observadores” pueden observar el “mismo” suceso debe significar que este suceso tiene sobre los diversos “observadores” efectos que poseen algo en común. Para que la ciencia tenga el carácter público que le atribuimos, lo que esos efectos tengan en común debe ser algo que

121

Las leyes extrínsecas, por otra parte, son todas aquellas en las que una porción de materia ejerce su influjo sobre el comportamiento de otra423. Es el caso en el que una línea causal se interseca con otra424. Pero, según Russell, las leyes extrínsecas son, en el fondo, reducibles a leyes intrínsecas: para explicar las interacciones, todo lo que se necesita es asumir la causalidad intrínseca y la inducción425. Éste es un rasgo sumamente interesante de la noción russelliana de causa, pues cuando el sentido común habla de “causa”, se refiere exclusivamente a interacciones, no a una persistencia (o cuasi persistencia, en este caso). En Russell, al contrario, la causa adquiere primariamente el significado de una cuasi persistencia. Debe considerarse, ahora, la relación que tiene la causalidad con la inducción. Se ha visto, en la sección anterior, que la inducción no es válida como principio puramente lógico. Debe haber una ley, o leyes, de la naturaleza que garantice que nuestras inducciones se verifiquen en la experiencia. Si el principio de la inducción afirma que es probable que el siguiente A sea un B, y luego esa expectativa es confirmada por la experiencia, esto es en virtud de que en la naturaleza, de hecho, hay una ley causal que garantiza que sea así. Existen, entonces, leyes causales, y son éstas las que hacen que una inducción sea verdadera. En otras palabras, las inducciones se justifican porque dicen lo que realmente ocurre, y lo que realmente ocurre es que hay regularidades en la naturaleza, en forma de ciertas leyes causales muy generales. A éstas, Russell las llama “postulados de la inferencia científica”. Ellos brindan, además, el criterio para distinguir las inducciones buenas de las malas, dando una probabilidad a priori finita a ciertas hipótesis, y no a otras. (dentro de ciertos límites) permitan su descripción con las mismas palabras”. Russell se refiere aquí a la estructura abstracta. Ídem, p. 467. 423 Cfr. Russell, Bertrand, Análisis de la Materia, p. 377. 424 Cfr. Eames, Elizabeth, “Cause in later Russell”, p 270. En C. Walde Savage y C. Anthony Anderson (eds.), Rereading Russell: Essays in Bertrand Russell's Metaphysics and Epistemology, Minnesota, University of Minnesota Press, 1989. 425 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 480.

122

Resumiendo: la inducción no forma de las premisas del conocimiento humano, y entre los postulados que buscaba Russell para validar la inducción deben figurar ciertas leyes causales. Como escribe Russell: “Yo creo que el concentrarse en la inducción a obstaculizado mucho el progreso de toda la investigación concerniente a los postulados del método científico”426. De la discusión anterior es posible extraer cinco postulados causales de los que se hablará con detalle en la siguiente sección.

4.3. Los postulados de la inferencia científica

Russell llega a cinco postulados que él cree suficientes (aunque no necesarios) para “…brindar las probabilidades previas que se requieren para justificar las inducciones”427. Son suficientes, pues bastan para cumplir su cometido, pero no son necesarios, pues “…probablemente no estén formulados en su forma más sencilla…”428. Russell cree, pues, que se los podría simplificar, y reducir su número. Deben tenerse presente dos cosas: en primer lugar, los postulados no están destinados a justificar las inducciones de la ciencia avanzada, sino las del sentido común. Como escribe Russell “…la ciencia avanzada se construye sobre la ciencia elemental, y ésta se construye sobre el sentido común”429. Russell parece tener en mente el siguiente esquema del origen y el progreso del conocimiento: el sentido común realiza ciertas generalizaciones toscas como “Los cuerpos no sustentados en el aire caen”. Éste tipo de generalizaciones se caracterizan por ser imprecisas y estar sujetas a excepciones (los dirigibles, por ejemplo, serían una objeción a nuestro ejemplo). Sin embargo, tienen ya un cierto grado de probabilidad a priori, pues son realizadas de acuerdo a los postulados de Russell, si bien de forma inconsciente y vaga. Esto las

426

Ídem, p. 465. Ídem, p. 491. 428 Ídem, p. 497. 429 Ídem, p. 498. 427

123

distingue de generalizaciones malas (eso es, no proyectables) como “Todas las esmeraldas son verzules”, o “Todos los actores canadienses viven hasta los cien años”. Existe siempre un número infinito de hipótesis compatibles con los hechos pasados. Esto significa que todas tienen la misma cantidad de evidencia a su favor. Pero solo algunas de ellas seguirán siendo compatibles con los hechos en el futuro, y éstas son consideradas más probables que las primeras, no porque la evidencia las favorezca más, sino porque se realizan, inconscientemente, de acuerdo a ciertos postulados que les confieren una probabilidad a priori finita mayor. Con el desarrollo de la ciencia, las generalizaciones se hacen más precisas y menos sujetas a excepciones, aunque siempre se mantienen probables, sin nunca llegar a la certeza. Por éste motivo, la ciencia trata de conservar, siempre que sea posible, las nociones del sentido común. El progreso científico es simplemente el camino a la certeza, a la cual el hombre nunca llega, sino que tiende incesantemente a ella como límite. En segundo lugar, los postulados no afirman lo que ocurrirá, y tampoco afirman necesidades. Lo único que hacen es afirmar qué es lo que de hecho habitualmente ocurre430, y que por lo tanto, en ciertas circunstancias, la expectativa de que ocurra tiene cierto grado de credibilidad racional431. Son asimismo leyes causales, pues en virtud de ellos es posible, habitualmente, inferir lo que ocurre en una región del espacio-tiempo a partir de lo que ocurre en otra, siempre y cuando haya suficiente información relevante sobre la primera. Se pasará ahora a hablar de cada uno de ellos:

430

Cfr. Ídem, p. 491. Se podría afirmar, con Sainsbury, que los postulados tienen una “tarea descriptiva” por un lado, y una “tarea justificativa”, por otro. Cfr. Sainsbury, R.M., “Induction and Russell’s postulates”, p. 112. En C. Walde Savage y C. Anthony Anderson (eds.), Rereading Russell: Essays in Bertrand Russell's Metaphysics and Epistemology, Minnesota, University of Minnesota Press, 1989. 431

124

I.

Postulado de la cuasi permanencia Como se ha dicho más arriba, el propósito de éste postulado es el de reemplazar los conceptos de “cosa” y “persona” sin caer en la idea de sustancia. Lo que está aquí en juego es la noción de identidad. La idea tradicional era que hay algo, la sustancia, que se mantiene idéntico a sí mismo a pesar del cambio. La sustancia sería, además, indestructible y no tendría partes (sería una unidad). La relatividad, en cambio, parece indicar que lo que hay es una multitud de sucesos similares colocados en regiones espaciotemporales cercanas entre sí, y conectados por una ley causal intrínseca. Lo que el sentido común llama “cosa” no es una sustancia, sino el aludido conjunto de sucesos. No se puede decir que un suceso está un lugar A, luego en un lugar B, y luego vuelve a A: en cada caso se trata de diferentes sucesos conectados entre sí causalmente. Además, los sucesos tienen partes, pues tienen duración finita. La identidad depende, para Russell, de la vaga noción de “similitud” entre sucesos y de una ley causal intrínseca que no se cumple siempre, sino sólo habitualmente (recuérdese de nuevo el caso de los saltos cuánticos).

II.

Postulado de las líneas causales separables Una

“cosa”

es

simplemente

una

serie

de

sucesos

interconectados causalmente. La serie ordenada de todos esos sucesos forman lo que Russell llama una “línea causal”, o la “historia” de un trozo de materia. Las líneas causales son “separables” en el sentido de que, conociendo algo acerca de uno de los sucesos de la serie, es posible conocer algo acerca de otro suceso de la serie, sin tener que saber algo acerca de un suceso externo a ella (es decir, un suceso del “ambiente”). Esto es posible porque los sucesos están conectados por una ley causal intrínseca432. 432

Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 493.

125

El concepto de línea causal es la piedra angular de la teoría causal de la percepción, pues permite asociar cada percepto con un objeto físico diferente (“a efectos diferentes, causas diferentes”), e inferir que los cambios en los perceptos equivalen a cambios en los objetos que los causan. Cuando alguien ve una estrella, la percepción de la estrella es el último suceso de una línea causal que va de la estrella hasta el nervio óptico. A partir de la percepción de la estrella, es posible inferir algo acerca del objeto físico que la causa (recuérdese que es esencial a una línea causal que, a partir de uno de los sucesos de la serie, se pueda conocer algo acerca de otro suceso de la serie). Si los sucesos no estuviesen ordenados en líneas causales, el conocimiento del mundo externo sería imposible.

III.

Postulado de la continuidad espacio-temporal de las líneas causales Un problema conectado con la percepción y el realismo es el de la existencia de sucesos inobservados. Si uno es fenomenalista y afirma que existen sólo perceptos, sin objetos físicos que los causen, debe admitir que, cuando se percibe un objeto, ese objeto existe; cuando no se lo ve, no. Es el esse est percipi de Berkeley433. Éste filósofo trató de resolver el problema postulando la existencia de un observador omnisciente y eterno, Dios434. Ésta solución era, sin embargo, incompatible con el naturalismo de Russell, quien adopta, entonces, el postulado de la continuidad espacio-temporal de las líneas causales435, que afirma que “…cuando hay una conexión causal entre dos sucesos que no son contiguos, debe haber eslabones intermedios en la cadena causal tales

433

Cfr. Berkeley, George, A treatise concerning the principles of human knowledge, Cambridge, MA, Hackett, 1982, Parte I, parágrafo 3, p. 24. 434 Cfr. Ídem, parágrafo 70, p. 53. 435 Se puede decir, en verdad, que dentro del naturalismo russelliano, éste postulado viene a “reemplazar” al Dios de Berkeley.

126

que cada uno sea contiguo al siguiente, o (alternativamente), que haya un continuo en el sentido matemático”436. Supóngase, entonces, que se observa una mesa, se cierran los ojos, y luego se los vuelve a abrir. Es evidente que, si el postulado es verdadero, no se puede afirmar que la mesa haya existido y dejado de existir, para luego existir de nuevo, pues se perdería la continuidad. Las dos percepciones de la mesa en los dos momentos diferentes en los que se han abierto los ojos son dos sucesos diferentes que no son contiguos. Debe haber, por lo tanto, “eslabones intermedios en la cadena causal” del tipo descrito más arriba. Por último, debe observarse, como lo hace Russell, que éste postulado es sólo aplicable a las líneas causales y, por lo tanto, las presupone437.

IV.

El postulado estructural El propósito de éste postulado es el de asegurar la publicidad y la objetividad a la ciencia. Supóngase que varios observadores observan la misma manzana. Las cualidades que perciben son privadas y subjetivas, pues pueden variar de persona en persona. La cualidad de la rojez no es la misma para un daltónico que para un observador normal. Además, las cualidades sólo son cognoscibles por el observador: no hay forma de que alguien más tenga la sensación de color rojo de una persona, por eso se dice que la sensación pertenece a esa persona: es su sensación de color rojo. Lo único objetivo y público que es posible conocer son las estructuras abstractas de los complejos de sensaciones. En otras palabras, Russell hace depender la objetividad científica de la estructura.

436 437

Russell, Bertrand, Op. Cit. p. 494. Cfr. Ibíd, p. 494.

127

La afirmación principal del postulado es que, si hay varias percepciones de estructura abstracta similar agrupadas alrededor de un centro (de acuerdo a las leyes de la perspectiva), se puede decir que tienen un origen causal común438. No sólo eso, sino que también es posible inferir que ese origen causal común tiene la misma estructura que las diversas percepciones, de modo que éste postulado es esencial para el realismo estructural que Russell defiende. Los

observadores

que

observan

la

manzana

tendrán

percepciones ligeramente diferentes, con una estructura abstracta muy similar. Es concebible que se dé, además, el caso de que tengan perceptos muy diferentes, pero aún así tendrían estructura abstracta muy similar: no importa si se da el caso que uno es daltónico y el otro no, o algo parecido, pues aunque dos complejos de percepción sean cualitativamente diferentes, pueden tener una estructura en común que garantice la objetividad de las observaciones. En resumen, la ciencia es objetiva y pública porque es un tipo de conocimiento puramente estructural. El postulado puede formularse así: “Cuando una cantidad de sucesos complejos estructuralmente similares están ordenados alrededor de un centro en regiones no muy separadas, habitualmente se da el caso de que todos pertenezcan a líneas causales que tienen su origen en un suceso de la misma estructura que se produce en el centro”439. Al igual que con el resto de los postulados, se afirma ocurre sólo “habitualmente”. Sin embargo, hay situaciones que aumentan la probabilidad del postulado: - sí la estructura de los sucesos es muy compleja – si hay una cantidad enorme de sucesos440.

438

Cfr. Ídem, p. 496. Ibíd. 440 Cfr. Ídem, p. 496. 439

128

El primer caso, está el ejemplo de dos ejemplares de un mismo libro. Cada ejemplar tiene una estructura demasiado compleja como para suponer que han sido producto de causas diferentes, y que por pura coincidencia tengan, de todos modos, la misma estructura. Cabe atribuirles, entonces, un origen causal común: el autor441. El segundo caso puede ser ejemplificado por el caso de millones de personas escuchando una transmisión en vivo por radio442.

V.

El postulado de la analogía El último postulado hace referencia a los casos en los que se tienen dos sucesos A y B, de los cuales el primero es la causa del segundo y, por algún motivo, se observa B pero no es posible para observar A. Sería el caso, por ejemplo, de que alguien esté frente a una habitación cerrada y oiga el sonido de la voz de un amigo suyo. Infiere, entonces, que su amigo está dentro de la habitación. Pero la aplicación más importante del principio es en relación al problema de nuestro conocimiento de otras mentes: se ha observado repetidas veces que, si uno pone su mano en el fuego, siente una sensación de dolor. Luego, se observa a alguien colocando su mano en el fuego, y se infiere que ésta experimenta una sensación muy similar a la que uno ha experimentado en el pasado en la misma situación. La mente de los demás sería, pues, una habitación cerrada, cognoscible sólo mediante analogías. Nótese que, para Russell, la analogía supone la causalidad, pues es aplicable sólo a sucesos entre los cuales se da una relación causal. La formulación precisa del postulado es: “Dadas dos clases de sucesos, A y B, y suponiendo que, toda vez que es posible observar A

441 442

Cfr. Ídem, pp. 470 – 471. Cfr. Ídem, p. 496.

129

y B, hay razones para creer que A causa B, entonces, si en un caso dado se observa A, pero no hay ningún modo de observar si se produce o no B, es probable que B se produzca; y lo mismo si se observa B, pero no es posible observar la presencia o ausencia de A”443. Por último, debe observarse que para que el postulado funcione, A debe ser la única causa posible de B, al menos en la mayoría de los casos444.

4.4. El conocimiento como expectación animal

En las secciones precedentes se ha estudiado cuáles son los postulados de la inferencia científica y el propósito de cada uno dentro del conocimiento, así como también se ha establecido el papel que cumplen para la justificación de la inducción, que es el de brindar una probabilidad a priori finita a ciertas generalizaciones inductivas. Ahora queda responder a la pregunta más crítica: ¿En qué sentido es posible afirmar que éstos postulados son conocidos? ¿Qué derecho tienen los postulados a ser llamados “conocimiento”? Russell se encuentra aquí con un dilema: si afirma, como Kant, que los postulados de la inferencia científica son necesarios, es fácil concluir que son cognoscibles para la mente humana, pues su verdad sería evidente a priori. En ese caso, sin embargo, se debe admitir también que, “…si el curso de la naturaleza es independiente de nuestro conocimiento…entonces hay una posibilidad, de la cual el escéptico dirá que es epistemológica, de que los postulados que hasta ahora nos han llevado a la verdad, dejen de hacerlo”445. En otras palabras, los postulados no pueden ser necesarios porque de una verdad necesaria no puede deducirse una verdad contingente, y los hechos del mundo

443

Ídem, p. 496. Cfr. Ídem, p. 489. 445 Sainsbury, R.M., Op. Cit., p. 217. 444

130

real son contingentes. El curso de la naturaleza sería independiente del conocimiento humano446. Pero si se admite, con Russell, que son contingentes, su verdad no es evidente a priori, y debe reconocerse que hace falta recurrir a la experiencia para conocerlos. Pero, como se ha visto, ésta vía no es lícita, pues los postulados son de carácter general, y todo conocimiento de proposiciones generales presupone la verdad de los mismos postulados que se trata de justificar. La conclusión es que, si los postulados son conocidos, son conocidos a priori. Pero inmediatamente surge la pregunta: ¿cómo puede una verdad contingente ser conocida a priori? La estrategia de Russell es debilitar la noción de “conocimiento”. Él cree que el conocimiento es una cuestión de grado, en el sentido de que el término “conocimiento” es muy vago: no está claro qué entra y qué no entra dentro de su extensión. Russell llega a comparar el concepto de “conocimiento” con el concepto de “calvicie”: “¿qué entendemos por conocimiento no es una pregunta para la que haya una respuesta definida y sin ambigüedades, como no la hay a la pregunta “¿qué entendemos por “calvicie”?”447 Y en el mismo texto escribe: “Todo conocimiento es en algún grado dudoso, y no podemos decir qué grado de duda lo hace dejar de ser conocimiento…”448. El conocimiento, para Russell, es una función de adaptación al ambiente que ha ido evolucionando, y se encuentra tanto en las personas como en los animales449. Ahora, si organismos inferiores como las amebas poseen o no conocimiento es algo que no se puede decidir tajantemente. Popper cita a H.S. Jennings, quien en 1906 estudió el comportamiento de las amebas, para defender la posición de que las amebas poseen conocimiento, aunque en una forma muy 446

Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 408: “Si se toma la probabilidad como indefinible, nos vemos obligados a admitir que lo improbable puede ocurrir, y que, por ende, una proposición de probabilidad no nos dice nada acerca del curso de la naturaleza…”. Éste argumento es muy similar al esgrimido en Hume, David, An Inquiry Concerning Human Understanding, Indianápolis, Hackett, p. 22. 447 Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 169. 448 Ídem, p. 500. 449 Cfr. Russell, Bertrand, Fundamentos de Filosofía, pp. 192 – 193.

131

primitiva y falible450. Pero la mayoría de las personas negaría que un organismo tan bajo en la escala evolutiva posea conocimiento. Sea como sea, Russell habla de la existencia de una forma de inferencia muy primitiva, presente ya en los animales, que llama “inferencia animal” o “inferencia fisiológica”: “Dado un estímulo S, al cual reaccionamos corporalmente mediante un acto reflejo R, y un estímulo S’ con una reacción R’, si los dos estímulos se producen frecuentemente juntos, S llegara con el tiempo a producir R’”451. Podría ponerse de ejemplo a un perro que recibe dos estímulos: la voz de su dueño en un tono agudo, y un suculento arroz con carne molida, su comida favorita. Con el tiempo, el animal terminará asociando la voz aguda de su dueño con su comida y, aunque la comida esté ausente, el animal reaccionará como si la comida estuviese presente. Aquí el animal posee una creencia que, si pudiese hablar, expresaría diciendo “La voz de mi amo es causa de que yo reciba comida”, o más generalmente, “Sucesos de la clase A son causa de sucesos de la clase B”. El animal ha llegado aquí a una generalización inductiva muy primitiva y sujeta a varias excepciones. La ciencia va refinando éstas inferencias animales, y se puede decir que hay tres etapas dentro de éste proceso: - En la primera etapa, se cree que A causa la expectación de B, pero no hay consciencia de esa relación – En la segunda etapa, ya hay una consciencia explícita de esa relación (cada vez que el animal ve A, espera B, y es consciente de esto) – En la última etapa, se generaliza la creencia en forma de un enunciado hipotético de la forma “Si A está presente, B lo estará”452. Para poseer ésta creencia, el sujeto no necesita que el estímulo A esté presente, pues el enunciado es hipotético. Es la clase de enunciados que hizo posible la astronomía453. La idea de Russell es que los postulados se conocen en el mismo sentido en el que se dice que los animales “conocen” proposiciones de la forma “A es

450

Cfr. Popper, Karl, Objective Knowledge, Oxford, Oxford University Press, 1972, p. 183. Russell, Bertrand, Fundamentos de Filosofía, p. 38. Nota: las negritas son del autor de ésta tesina. 452 Cfr. Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 432. 453 Cfr. Russell, Bertrand, Significado y Verdad, p. 248 – 249. 451

132

causa de B”: “…sólo necesitamos conocer más o menos nuestros postulados; subjetivamente, pueden ser sólo ciertos hábitos según los cuales hacemos inferencias; sólo necesitamos conocer sus casos, no su forma general…”454. El argumento de Russell podría formularse así: P1: Todo hábito de adaptación al medio ambiente es conocimiento. P2: Los postulados son hábitos de adaptación al medio ambiente. C: Los postulados son conocimiento. Lo qué hay que preguntarse aquí es por qué se habría de considerar los hábitos como conocimiento. Russell admite que su visión del conocimiento no tiene absolutamente nada que ver con la visión tradicional: “¿qué tienen que ver los hábitos de los animales con el conocimiento? Según la concepción tradicional del “conocimiento”, nada; según la concepción que quiero defender, todo”455. Russell no brinda una razón positiva para decir que los hábitos son conocimiento; más bien critica la concepción tradicional del conocimiento, que ve la relación entre el sujeto y el objeto como si fuera “pura”, clara y distinta. La ciencia da motivos de más para pensar que ésta concepción del conocimiento es falsa. La percepción, por ejemplo, no es un espejo puro de la realidad: la ciencia conductista prueba que esta se encuentra entremezclada con los hábitos. La creencia puede ser explicada simplemente como un hábito, y muchas veces es vaga e inconsciente. Y así sucesivamente. Por supuesto, si un hábito es falso (o sea, lleva a expectaciones que no se cumplen), no se puede decir que éste sea conocimiento. Tampoco puede ser llamado conocimiento un hábito injustificado: las creencias deben tener un grado de credibilidad que aumenta o disminuye de acuerdo a la evidencia disponible (es decir, de acuerdo a lo que realmente ocurre). Como escribe Russell: “Si creo que A casi siempre va seguido por B, y por lo tanto, habiendo visto A, espero B, y si de hecho A raramente va seguido

454 455

Russell, Bertrand, El conocimiento humano, p. 508. Ídem, p. 435.

133

por B, pero ocurre que éste es uno de los raros casos en que eso sucede, entonces, mi expectación verdadera de B no puede contar como conocimiento”456. Russell trata de evitar, con esto, casos en los que se tiene una creencia verdadera no justificada: si ésta resulta ser verdadera, es por pura suerte457. No se puede, entonces, decir que el animal posee conocimiento. El conocimiento sería, de ésta forma, una “creencia verdadera justificada”458. Ésta es una visión bastante tradicional del conocimiento459, y es discutida ya en el Teeteto de Platón460. Pero en Russell, adquiere una forma mucho más débil: el conocimiento puede ser simplemente un hábito (creencia) verdadero (pues afirma lo que verdaderamente ocurre, dado que se cumplen las expectaciones que genera) al cuál se llega mediante ciertos elementos de juicio que confieren a la creencia un grado suficiente de credibilidad racional (justificación), y es sólo probable y falible, pues siempre tiene un grado de incertidumbre. Muchas de las inferencias animales cumplen con éste requisito. Por lo tanto, deben ser aceptadas como conocimiento. Y es en éste sentido en el que Russell piensa que los postulados son conocidos. Son hábitos de generalización que se han ido perfeccionando a medida que la humanidad creció en inteligencia461. Existen sólo como propensiones “…a hacer inferencias del género que ellos justifican”462. Cumplen, entonces, el requisito de ser creencias. ¿Son verdaderos? A propósito, Russell escribe: “En virtud de que el mundo es como es, a veces ciertos sucesos son, de hecho, prueba de ciertos otros; y puesto que los animales están adaptados a su ambiente, los sucesos que son de hecho prueba de otros tienden a despertar expectaciones de estos otros.

456

Ídem, p. 434. A veces se llama a éste fenómeno “suerte epistémica”. Cfr. Pritchard, Duncan, What is that thing called knowledge? Canadá y USA, Routledge, 2009, p. 5 – 7. 458 Cfr. Ídem, p. 23. 459 Cfr. Ibíd. 460 Cfr. “Teeteto, o de la ciencia”. En Platón, Obras completas, segunda edición, Madrid, Aguilar, 1981, p. 934: “…la opinión verdadera acompañada de razón constituye la ciencia…”. 461 Cfr. Russell, Bertrand, Op. Cit., p. 510. 462 Ídem, p. 510. 457

134

Reflexionando sobre este proceso y refinándolo, llegamos a los cánones de la inferencia inductiva.463” Y debe aclararse que no es necesario conocer si los postulados son verdaderos: basta sólo con que lo sean464. ¿Se encuentran justificados? Russell parece creer que sí, puesto que no contradicen la experiencia y son auto-confirmatorios pues, si estuvieran errados, la humanidad se hubiese extinto hace mucho tiempo465. Sin embargo, Russell parece caer en una confusión entre verdad y justificación, de la que no se percató. Pareciera, más bien, que la creencia en los postulados no está justificada pues, al ser éstos producto de la aleatoriedad de la evolución, se asemejan más a casos de suerte epistemológica que de creencia verdadera justificada. Se puede entender la posición de Russell como una versión evolucionista del clásico “argumento de ningún milagro” en defensa del realismo científico466. Dicho argumento parte de la premisa de que las teorías científicas son exitosas realizando predicciones y retrodicciones increíblemente precisas. ¿Cuál es la explicación de éste éxito? Los realistas responden que la única explicación posible es que la ciencia es verdadera: existe un mundo externo, y la ciencia describe el mundo como es en realidad. Los animales no utilizan teorías científicas para realizar sus predicciones, por lo que el argumento no es directamente aplicable a la inferencia animal. Pero la intuición es la misma: si las inferencias animales son exitosas (en vista de que éstos no se extinguen) ¿de qué otra forma se puede explicar éste hecho si no es aceptando que sus inferencias son verdaderas? Esto prueba que los postulados son verdaderos. Sin embargo, por lo dicho más arriba, no prueba que estén justificados.

463

Ídem, p. 499. Cabría preguntar, aquí, como Russell sabe que sus postulados son verdaderos (pues afirma que son conocimiento, y para afirmar esto, Russell debe saber que cumplen con el requisito de ser verdaderos). En éste punto, no hay una forma lógicamente satisfactoria de refutar el solipsismo, y es plausible pensar que Russell estaría de acuerdo. 465 Cfr. Ídem, p. 498. 466 Cfr. Chakravartty, Anjan, “Scientific Realism”, sección 2.1: “The Miracle Argument”. En la Stanford Encyclopedia of Philosophy [en línea]. Consultado el 16/05/15: http://plato.stanford.edu/entries/scientific-realism/#MirArg 464

135

4.5. Causalidad, inducción y nuestro conocimiento del mundo externo

Es posible, a ésta altura, hacerse una idea completa y resumida de la justificación del conocimiento del mundo externo dentro del realismo científico de Russell: -

El conocimiento del mundo externo depende de la experiencia sensible, pero no sólo de ella, pues si existe un mundo externo, éste no es lo que se observa en la experiencia sensible.

-

El mundo externo es algo inferido. Ésta inferencia es no deductiva y, por lo tanto, sólo probable.

-

El conocimiento del mundo externo dependerá, por lo tanto, de un principio general que permita convalidar éstas inferencias no deductivas.

-

La inducción no puede ser éste principio pues, como un examen de la teoría de la probabilidad revela, ella no garantiza que las inferencias sean verdaderas.

-

Lo que se necesita son leyes de la naturaleza que afirmen lo que realmente ocurre en la mayoría de los casos. Éstos son los cinco postulados de la inferencia científica. Popper resuelve el problema de la inducción diciendo que es inválida,

pero que la ciencia no depende de ella. Russell acepta que la inducción es importante para la ciencia, y resuelve el problema diciendo que, por si sola, la inducción es inválida, pero hay principios que la convalidan, y cuyo conocimiento trasciende la experiencia. Todos los postulados de Russell son causales, pues establecen conexiones regulares entre hechos. Se puede afirmar, entonces, que lo que se necesita para justificar la creencia en el mundo externo es la validez de la causalidad o, mejor dicho, de los cinco postulados. Russell explica que los postulados existen como hábitos mentales: propensiones a realizar ciertas inferencias y no otras. Son, además, verdaderos, pues de lo contrario la supervivencia de la especie humana sería un milagro.

136

Russell cree, además, que el conocimiento es sólo una cuestión de grado, y que los hábitos verdaderos son también una forma de conocimiento, ya presente en los animales. Los postulados son, por lo tanto, conocidos por los seres humanos, aunque en un sentido muy débil del término. Russell admite que la forma más extrema del solipsismo, el “solipsismo del momento”, no es posible de refutar lógicamente, mediante argumentos deductivos, y si se acepta la hipótesis empirista de que el único conocimiento es el conocimiento empírico. Sin embargo, la hipótesis empirista no sería ella misma un conocimiento, de acuerdo a su propio criterio, pues no es posible confirmarla o refutarla mediante la experiencia. Esto no basta para refutar la doctrina empirista, pero prueba que “…no tenemos ningún derecho para afirmarla”467. Es lícito, por lo tanto, aceptar la idea de que es posible conocer proposiciones que trascienden la experiencia. Un ejemplo de ésta clase de proposiciones son las proposiciones generales. Pero, si se acepta el conocimiento de proposiciones generales, deben aceptarse también los postulados que las justifican. Y, si esos postulados son aceptados, se tendrán buenas razones para aceptar la existencia de un mundo externo. Como se ve, aunque no sea lógicamente posible refutar el solipsismo, hay buenas razones rechazarlo y adoptar el realismo468.

467 468

Ídem, p. 190. Cfr. Ídem, p. 510.

137

CONCLUSIÓN DEL CAPÍTULO

En éste capítulo se ha buscado el principio según el cual la inferencia que va desde las percepciones al mundo externo es válida. Se ha rechazado la idea de que éste principio es la inducción pues ésta, por sí sola, lleva más a menudo a conclusiones falsas que verdaderas. El principio de inducción, según la versión de Keynes que Russell acepta, explica en forma efectiva cómo varía la probabilidad de una hipótesis respecto a la evidencia (en éste caso, la hipótesis de que existe un mundo externo que tiene ciertas características). Sin embargo, esto no es suficiente porque hay un número infinito de hipótesis que son compatibles con la evidencia disponible hasta la fecha, pero son falsas en el sentido de que serán refutadas por la evidencia futura, todavía no observada. En su lugar, Russell propone cinco postulados a priori y contingentes. De ésta forma queda resuelto el problema del conocimiento del mundo externo: -

El postulado de la continuidad espacio-temporal permite inferir que las cosas siguen existiendo cuando no son observadas. Esto implica que existe un mundo externo independiente de la mente.

-

El postulado de las líneas causales separables, junto con el postulado de la cuasi-permanencia, hace posible que se pueda inferir cambios en los objetos físicos (que constituyen el comienzo de la línea causal) a partir de cambios en los perceptos (que conforman el final de la línea causal).

-

El postulado estructural hace posible atribuir las experiencias sensibles a un origen causal común en un objeto físico, y permite también inferir la estructura del objeto físico a partir de la estructura de los perceptos. Por ejemplo, si uno da vueltas alrededor de una mesa, tendrá diferentes perceptos de estructura similar (la mesa vista desde distintos ángulos). Es lícito, según el postulado, inferir un origen causal común a todos ellos y, además, inferir que hay una identidad de estructura entre ellos y dicha causa. Sin éste postulado, la experiencia sensible no podría ser representación del mundo externo.

138

-

El postulado de analogía, por último, permite inferir la existencia de otras mentes similares a la propia. La inducción queda, asimismo, validada por estos cinco postulados, pues

éstos dan una probabilidad a priori a ciertas hipótesis (aquéllas compatibles con los postulados) y no a otras, lo cual permite descartar de antemano generalizaciones absurdas, aunque éstas sean compatibles con la evidencia disponible hasta la fecha. Desde el punto de vista gnoseológico, que es lo que interesó en este capítulo, los postulados posibilitan conocer algo acerca del mundo externo. Éste conocimiento es sólo probable y, según el principio de la inducción, su probabilidad aumenta o disminuye en base a la evidencia disponible. La justificación última de estos cinco postulados depende de una concepción débil del conocimiento, según la cuál los hábitos también son conocimiento. Los postulados de la inferencia científica serían conocidos en éste sentido. No hace falta, de acuerdo a ésta concepción, que se conozca el hecho que los postulados son verdaderos. Basta con que lo sean y, según Russell, sería difícil explicar el éxito de supervivencia de la especie humana si no lo fuesen. Como la verdad de los postulados presupone la existencia de un mundo externo, se debe concluir, adicionalmente, desde el punto de vista ontológico, que éste existe. Ésta es una variante evolucionista del “argumento de ningún milagro” para la defensa del realismo. El realismo de Russell se fundamenta últimamente en él.

139

CONCLUSIÓN GENERAL

En lo que sigue, se enumerarán las principales ideas del realismo russelliano halladas a lo largo de la presente investigación: 1- Relación entre ciencia y experiencia sensible: hay dos hechos que el realismo científico acepta, pero que parecen entrar en conflicto entre sí. Por un lado, la descripción científica de la realidad es muy diferente de la descripción de la realidad tal como se aparece en la experiencia sensible, y a veces, inclusive, ambas se contradicen entre sí. Por otro lado, la verdad de las hipótesis científicas debe apoyarse en la experiencia sensible, que las verifica, o al menos las hace más probables. En Our Knowledge of the External World, Russell propone una reducción de la ciencia a la experiencia, consistente en definir todos los conceptos científicos en términos de conceptos empíricos. A estas definiciones las llamó construcciones lógicas. De lograrse éste objetivo, todos los enunciados científicos podrían ser traducidos a enunciados empíricos, es decir, enunciados referentes a la experiencia sensible. En términos más técnicos, ambas clases de enunciados serían lógicamente equivalentes. De ésta forma quedaría completamente clarificada la relación entre la experiencia y la ciencia, pues se tendrían las condiciones

140

de verificación para cualquier enunciado científico: bastaría simplemente con traducirlo a un enunciado empírico. No habría, además, necesidad de asumir la existencia de entidades que no sean perceptos. Esto tiene la consecuencia de volver más fiable al conocimiento científico, pues el conocimiento de la existencia de los perceptos es, de acuerdo a Russell, el conocimiento más seguro que hay. A partir de Análisis de la Materia, la filosofía de Russell cambia a nivel ontológico, pues abandona ésta forma de fenomenalismo puro, y termina defendiendo la existencia de otras entidades aparte de los perceptos: el mundo externo. A nivel epistemológico, sin embargo, sigue defendiendo la postura de que es necesaria una reducción de enunciados científicos a enunciados empíricos, pues de lo contrario no sería posible una interpretación empírica de la ciencia. Russell mantiene, en resumen, que a nivel ontológico existen entidades inobservables, y la existencia de estas entidades es independiente del conocimiento que se tenga de ellas. Pero a nivel epistemológico, la experiencia sensible sigue siendo necesaria para la verificación de los enunciados científicos, y ésta se hace posible mediante las construcciones lógicas, que eliminan la brecha entre la ciencia y la experiencia sensible. 2- Relación entre experiencia sensible y mundo externo: un segundo problema que debe enfrentar el realismo científico es el de explicar cuál es la conexión entre el conocimiento empírico y el conocimiento de las entidades no experimentadas que constituyen el llamado mundo externo. La solución de Russell tiene tres pasos: primero, niega la idea de que es posible un conocimiento completo del mundo externo, pues sólo su estructura es cognoscible, más no sus cualidades intrínsecas. Ésta es una forma de realismo indirecto. La tarea de la epistemología se reduce a encontrar una justificación para éste conocimiento parcial de la realidad. En segundo lugar, Russell investiga cual es el mínimo de supuestos suficientes para lograr ese conocimiento. Russell se da cuenta de que la experiencia y el razonamiento deductivo no son suficientes, de

141

modo que en éste caso no tiene cabida el método de construcciones lógicas. Su conclusión es que, para conocer el mundo externo hacen falta, mínimamente, cinco postulados de carácter contingente, acompañados del principio de inducción. Por último, debe explicar cómo se justifica la creencia de que esos cinco postulados son verdaderos. Al respecto, Russell explica que los hábitos también son conocimiento, y que los postulados existen primeramente como hábitos de inferencia. El hecho de que las inferencias realizadas de acuerdo con ellos han sido efectivas para la preservación de la especie humana, prueba que son verdaderos. 3- Economía ontológica: detrás toda la filosofía de Russell subyace el principio de que el conocimiento más seguro es el conocimiento sensible, y que lo ideal es, siempre que sea posible, definir cualesquiera entidades en términos de perceptos. De ésta forma, la probabilidad de error se reduce, y el conocimiento se hace más fiable. Éste principio se refleja claramente en su teoría del monismo neutral, que no es más que una reducción de la mente y la materia a sucesos, y en su afán de definir los conceptos científicos en términos de conceptos empíricos. 4- Lógica y Filosofía: la lógica tiene un rol preponderante en la filosofía de Russell. En Our Knowledge of the External World, Russell expresa su deseo de dar un tratamiento más científico469 a los problemas filosóficos470, y defiende la idea de que la lógica es la clave para lograrlo. No se trata de la lógica aristotélico/escolástica, sino de la moderna lógica matemática de Frege y Peano. Al parecer de Russell, la lógica moderna cumple, en primer lugar, una función negativa: la eliminación de confusiones, problemas y teorías filosóficas ocasionadas por el lenguaje natural y la defectuosa lógica aristotélica. Ésta cuestión se expresa claramente en su artículo On

469

Aquí “científico” significa objetividad, rigurosidad y, sobre todo, un rechazo a la creación de sistemas filosóficos que tratan de abarcar la totalidad de lo real, prefiriendo la investigación de problemas más específicos. 470 Cfr. Russell, Bertrand, Our Knowledge of the External World, Lecturas I y II.

142

Denoting, en el que argumenta, entre otras varias cosas, que el problema de los negativos existenciales surge de una ambigüedad del lenguaje natural, y que ésta desaparece con ayuda del lenguaje preciso de la lógica matemática471. Pero la lógica cumple también funciones positivas. En primer lugar, ante cualquier problema filosófico, la lógica provee un armazón de conceptos que ayudan a formular hipótesis, manifestando las posibles formas en las que el mundo podría ser. El hombre puede tratar de llegar a hipótesis mediante la mera asistencia de la imaginación, pero la imaginación humana es limitada y subjetiva. La lógica ayuda a liberar la imaginación, guiando al pensamiento hacia conceptos que serían humanamente impensables sin su ayuda, de una manera objetiva472 y, por ende, más cercana al ideal de la ciencia. Como escribe Russell, la lógica “…agranda nuestra imaginación abstracta”473. Además, la lógica hace que el tratamiento de problemas abstractos sea más fácil. Por otra parte, Russell parte del supuesto de que los hechos del mundo real poseen una estructura lógica de carácter general. La función de la filosofía científica, defendida por Russell, consiste en hallar la estructura lógica de los hechos, mediante el análisis de los mismos en términos de sus “átomos lógicos”. De éste supuesto se deriva su atomismo lógico. En síntesis, la lógica habla de las formas en que el mundo podría ser. El filósofo debe luego aplicar la lógica con el fin de hallar, mediante el análisis lógico de los hechos, cuál de estas posibilidades corresponde la estructura lógica del mundo tal cual es. Todos estos elementos se combinan para lograr una visión del mundo que integra experiencia y mundo externo, soslayando los

471

Cfr. Russell, Bertrand, Logic and Knowledge, p. 54 Russell cree que muchos sistemas metafísicos del pasado están sesgados inconscientemente por un deseo subjetivo de encontrar orden y armonía en la realidad. El filósofo lamenta ese estado de cosas y, como antídoto, propone la lógica matemática aplicada como método filosófico. Cfr. Russell, Bertrand, Our Knowledge of the External World, pp. 26-30 473 Russell, Bertrand, Our Knowledge of the External World, p. 58 472

143

problemas asociados al realismo ingenuo sin caer en el escepticismo extremo. La epistemología de Russell tiene, además, la virtud de ser compatible con la ciencia moderna. Esto, en opinión del autor de ésta tesina, no la hace verdadera, pero la hace menos propensa al error en relación a otros sistemas filosóficos, pues la función de la filosofía no es contradecir a la ciencia: cada una tiene su propio dominio y, por ende, aquello sería una intrusión ilícita de la filosofía en el terreno de la ciencia. El sistema total del conocimiento humano, como tal, no puede ser incoherente, y si la filosofía desea formar parte de él, no puede contradecir a las demás áreas del saber. Por último, se debe destacar el método lógico-analítico de Russell como una contribución importantísima al desarrollo de la filosofía del siglo XX. No todos los detalles del método son aceptables. Pero el autor de ésta tesina cree firmemente que la idea central de utilizar la lógica matemática como herramienta de la filosofía aporta mucha más claridad, objetividad, facilidad, eficacia y potencia al razonamiento filosófico de las que nunca antes tuvo. Probablemente el método analítico no sea la panacea de la filosofía, pero es difícil negar que haya sido un progreso. Esto es importante para el problema tratado en ésta tesina, pues el hecho de que la epistemología de Russell haya sido formulada en términos de éste método le confiere, para el autor de ésta tesina, aún mayor credibilidad. El autor de ésta tesina desea señalar, ahora, ciertas falencias dentro de la teoría russelliana, a fin de sugerir un programa para encaminar futuras investigaciones sobre el tema: -

El isomorfismo de estructura parece no ser lógicamente

suficiente para que haya representación: una cosa puede poseer la misma estructura que otra y, sin embargo, no ser representación de ella (es el caso, por ejemplo, de varias cámaras que están filmando un mismo suceso: todas las filmaciones tendrían la misma estructura pero una no

144

sería representación de otra). Al parecer, para que haya representación debe haber, aparte de isomorfismo de estructura, algo así como una relación

de

intencionalidad.

Se

sugiere

enfocar

las

siguientes

investigaciones hacia la determinación de un criterio suficiente para que una estructura pueda ser representación de otra. -

Russell habla de una ontología de sucesos, pero nunca explica

lo suficientemente bien la naturaleza de aquéllos. Además, no es muy obvio que tenga sentido hablar de sucesos que no le suceden a nada. Es ésta una cuestión que debe ser argumentada, y Russell no lo hace. Un tratamiento adecuado de la cuestión probablemente requiera de una ramificación del problema hacia la filosofía del lenguaje, con el fin de hallar una adecuada teoría de los verbos. -

Aunque Russell critica la concepción clásica de la causalidad,

y pone un adecuado énfasis en la idea de que ésta establece sólo probabilidades, nunca explica bien su naturaleza ontológica. De hecho, su definición de ley causal es puramente epistemológica (una ley causal es todo principio que permita saber algo acerca de una porción de espaciotiempo, en base a lo conocido en otra porción de espacio-tiempo). Clarificar la noción de causa es vital para el programa realista russelliano, pues el conocimiento del mundo externo dependería de ella. -

Algunos, comenzando por el matemático M.H.A. Newman474,

han argumentado, por cuestiones técnicas, que el conocimiento de estructuras abstractas no es suficiente para brindar un conocimiento notrivial de la realidad. La teoría de Russell necesita ser inmunizada contra éstas objeciones si se espera que sea viable. El autor de ésta tesina defiende, no obstante, que ninguna de estas objeciones es fatal para la teoría russelliana pues, a excepción del problema de Newman, todas son simplemente carencias de la teoría, no defectos inherentes a ella. Ellas prueban que la teoría está incompleta en su forma actual, no que sea falsa o trivial.

474

Cfr. Votsis, Ioannis y Frigg, Roman, Op. Cit., pp. 250 - 251.

145

Respecto a la objeción de Newman, se señala que ésta ha sido contestada de varias maneras475 que, a juicio del autor de ésta tesina, son satisfactorias. Se concluye, a partir de la presente investigación, que, con todo, la teoría del conocimiento de Russell ofrece una solución prometedora a los problemas que se plantea, a saber: ¿Existe un mundo externo? ¿Qué se puede conocer acerca de él? Y ¿Cómo se sabe que éste conocimiento es válido? Se recomienda, por

lo

tanto, trabajar

en dirección

a

su

perfeccionamiento, atendiendo a las críticas realizadas más arriba. Se finaliza emitiendo un breve juicio acerca del valor que tiene la presente tesina para la sociedad paraguaya actual. En efecto, se podría preguntar cómo es que un tema en apariencia tan técnico y esotérico como la teoría del conocimiento pueda ser de pertinencia para el público en general. Se podría hincar la daga aún más profundamente y preguntar qué importancia tiene reflexionar sobre el conocimiento científico en un país en el que la investigación científica está casi ausente. Quizá sea pertinente pedir al filósofo que abandone estas minucias académicas, y se concentre en cuestiones más urgentes y cercanas a la realidad social. Sin embargo, un examen concienzudo hace patente que la teoría del conocimiento no podría ser más importante para el progreso de una sociedad democrática, y mucho más para una sociedad como la paraguaya. En primer lugar, la sociedad paraguaya actual, por efecto de la globalización, se encuentra inundada de información, y una gran parte de ella puede considerarse conocimiento. Pero una porción aún mayor consiste en opiniones falsas o infundadas. Paradójicamente, el alto desarrollo experimentado por los medios de comunicación en las últimas décadas puede conducir tanto a la información como a la desinformación o, mejor dicho, a la mal-información. Ésta mal-información puede ser intencional o no. Pero sea 475

Véase, por ejemplo, Vostis, Ioannis, “Is structure not enough?”, pp. 870 – 890. En Philosophy of Science Vol. 70, Nº5 (Dic. 2002).

146

cual sea el caso, lo cierto es que puede provocar que los grandes debates de la sociedad se conduzcan en la ignorancia, corroyendo la calidad de la democracia. Es importante que se sepa distinguir el conocimiento del pseudoconocimiento. En segundo lugar, los discursos políticos están cargados de retórica vacía, aserciones injustificadas, falacias lógicas, tergiversaciones de los hechos, sesgos, etc. Es evidente que si la sociedad no sabe distinguir la dóxa de la epistéme en el lógos político, ésta será fácilmente seducida y manipulada por caudillos oportunistas. En tercer lugar, es patente que una sociedad democrática y pluralista se fundamenta en el diálogo y el consenso. Pero es evidente que un diálogo se hace insostenible si las afirmaciones de cada parte no son justificadas racionalmente, o si éstas no comparten un mismo concepto de verdad, o si la confianza en sus creencias no varía de acuerdo a la evidencia, encerrándose en un dogmatismo acrítico. Pero ¿Qué son la justificación, la verdad y el grado de credibilidad sino nociones gnoseológicas? La cuestión de fondo es que es esencial a la democracia que haya un espíritu crítico en la sociedad, y la teoría del conocimiento puede contribuir a desarrollarlo, pues ésta es un antídoto para los factores que la corrompen, como la demagogia, la mal-información y el dogmatismo intolerante. En conexión con lo anterior, ésta tesina pretende ser, en último término, un aporte a la construcción de una sociedad más democrática. El autor de la misma considerará logrado dicho objetivo si sus páginas logran estimular el pensamiento crítico cuando menos en algunos de sus lectores. La lección más general que puede ser extraída de ésta tesina, y que permea en toda la obra de Russell, es que el conocimiento humano tiende a la verdad, más nunca la alcanza: éste es falible, incierto e incompleto. Los miembros de la comunidad democrática deben darse cuenta de esto antes de poder alcanzar, al decir de Kant, la “mayoría de edad”, y aprender a pensar

147

por sí mismos, rompiendo así las ataduras de sus idola mentis, y alcanzando el goce de la verdadera libertad en toda su plenitud.

148

BIBLIOGRAFÍA

1. Bibliografía completa del autor: a. En inglés: -

-

-

-

-

German Social Democracy, London: Longmans, Green, 1896. An Essay on the Foundations of Geometry, Cambridge: Cambridge University Press, 1897. A Critical Exposition of the Philosophy of Leibniz: With an Appendix of Leading Passages, Cambridge: Cambridge University Press, 1900, Republ. como The Philosophy of Leibniz, New York: Macmillan, 1937. The Principles of Mathematics, Cambridge: Cambridge University Press, 1903. Philosophical Essays, London: Allen & Unwin, 1910, Republ. como Mysticism and Logic and Other Essays, 1918. Principia Mathematica / Alfred North Whitehead, Bertrand Russell, Cambridge: Cambridge University Press, 1910-1913, 3 vol. The Problems of Philosophy, London: Williams & Norgate, 1912 Our Knowledge of the External World as a Field for Scientific Method in Philosophy, London: Allen & Unwin, 1914. Justice in War-Time, Chicago: Open Court, 1916. Principles of Social Reconstruction, London: Allen & Unwin, 1916, Republ. como Why Men Fight; A Method of Abolishing the International Duel, New York: Century, 1917. Political Ideals, New York: Century, 1917. Roads to Freedom: Socialism, Anarchism and Syndicalism, London: Allen & Unwin, 1918.– Republ. como Proposed Roads to Freedom: Socialism, Anarchism and Syndicalism, New York: Holt, 1919. Introduction to Mathematical Philosophy, London: Allen & Unwin, 1919. The Practice and Theory of Bolshevism, London: Allen & Unwin, 1920, Republ. como Bolshevism: Practice and Theory, New York: Harcourt, Brace & Howe, 1920. The Analysis of Mind, London: Allen & Unwin, 1921. 149

-

-

-

-

Free Thought and Official Propaganda, New York: Huebsch, 1922. The Problem of China, London: Allen & Unwin, 1922. The Prospects of Industrial Civilization / Bertrand Russell, Dora Russell, New York: Century, 1923. The ABC of Atoms, New York: Dutton, 1923. Icarus; or, The Future of Science, New York: Dutton, 1924. How to Be Free and Happy, New York: Rand School of Social Science, 1924. What I Believe, New York: Dutton, 1925. The ABC of Relativity, London: Harper, 1925. On Education, Especially in Early Childhood, London: Allen & Unwin, 1926, Republ.as Education and the Good Life, New York: Boni & Liveright, 1926. Why I Am Not a Christian, London: Watts, 1927. The Analysis of Matter, New York: Harcourt, Brace, 1927; London: Kegan Paul, Trench, Trubner, 1927. An Outline of Philosophy, London: Allen & Unwin, 1927, Republ. como Philosophy, New York: Norton, 1927. Selected Papers of Bertrand Russell, New York: Modern Library, 1927. Sceptical Essays, New York: Norton, 1928. Marriage and Morals, New York: Liveright, 1929. Has Religion Made Useful Contributions to Civilization?: An Examination and a Criticism, London: Watts, 1930. The Conquest of Happiness, New York: Liveright, 1930. The Scientific Outlook, New York: Norton, 1931. Education and the Social Order, London: Allen & Unwin, 1932, Republ.as Education and the Modern World, New York: Norton, 1932. Freedom and Organization 1814-1914, London: Allen & Unwin, 1934, Republ.as Freedom versus Organization 1812-1914, New York: Norton, 1934. Religion and Science, New York: Holt, 1935. In Praise of Idleness and Other Essays, New York: Norton, 1935. Which Way to Peace?, London: Joseph, 1936. Power: A New Social Analysis, New York: Norton, 1938. An Inquiry into Meaning and Truth, New York: Norton, 1940. A History of Western Philosophy: Its Connection with Political and Social Circumstances from the Earliest Times to the Present Day, New York: Simon & Schuster, 1945. Physics and Experience, London: Cambridge University Press, 1946. Philosophy and Politics, London: Cambridge University Press, 1947. Human Knowledge: Its Scope and Limits, London: Allen & Unwin, 1948. Authority and the Individual, London: Allen & Unwin, 1949. Unpopular Essays, London: Allen & Unwin, 1950. New Hopes for a Changing World, London: Allen & Unwin, 1951. The Impact of Science on Society, London: Allen & Unwin, 1952. Dictionary of Mind, Matter, and Morals, New York: Philosophical Library, 1952. Satan in the Suburbs and Other Stories, New York: Simon & Schuster, 1953.

150

-

-

-

Nightmares of Eminent Persons and Other Stories, London: Lane, 1954. Human Society in Ethics and Politics, London: Allen & Unwin, 1954. Logic and Knowledge, London: Allen & Unwin, 1956. Portraits from Memory and Other Essays, London: Allen & Unwin, 1956. Understanding History and Other Essays, New York: Philosophical Library, 1957. Why I Am Not a Christian and Other Essays on Religion and Related Subjects, London: Allen & Unwin, 1957. The Will to Doubt, New York: Philosophical Library, 1958. Common Sense and Nuclear Warfare, London: Allen & Unwin, 1959. My Philosophical Development, London: Allen & Unwin, 1959. Wisdom of the West: A Historical Survey of Western Philosophy in Its Social and Political Setting, editado por Paul Foulkes, London: Macdonald, 1959. Bertrand Russell Speaks His Mind, Cleveland & New York: World, 1960. The Basic Writings of Bertrand Russell / editado por Robert E. Egner and Lester E. Denonn, London: Allen & Unwin, 1961. Fact and Fiction, London: Allen & Unwin, 1961. Has Man a Future? – London: Allen & Unwin, 1961. Essays in Skepticism, New York: Philosophical Library, 1963. Unarmed Victory, London: Allen & Unwin, 1963. War and Atrocity in Vietnam, London: Bertrand Russell Peace Foundation, 1965. War Crimes in Vietnam, London: Allen & Unwin, 1967. The Autobiography of Bertrand Russell, London: Allen & Unwin, 1967-1969, 3 vol. The Art of Philosophizing and Other Essays, New York: Philosophical Library, 1968. Russell's Logical Atomism / editado por David Pears, London: Fontana , 1972. The Life of Bertrand Russell in Pictures and His Own Words / editado por Christopher Farley and David Hodgson, Nottingham, U.K.: Bertrand Russell Peace Foundation, 1972. My Own Philosophy, Hamilton, Ont.: McMaster University Library Press, 1972 Atheism, New York: Arno Press, 1972. The Collected Stories of Bertrand Russell / editado por Barry Feinberg, London: Allen & Unwin, 1972. Essays in Analysis / editado por Douglas Lackey, London: Allen & Unwin, 1973 Mortals and Others: Bertrand Russell's American Essays 1931-1935 / editado por Harry Ruja, London: Allen & Unwin, 1975. Theory of Knowledge: The 1913 Manuscript / editado por Elizabeth Ramsden Eames in collaboration with Kenneth Blackwell, London & New York: Routledge, 1992. The Collected Papers of Bertrand Russell / editado por Kenneth Blackwell, London, 1983- , 28 vol. The Selected Letters of Bertrand Russell / editado por Nicholas Griffin; assisted by Alison Roberts Miculan, London: Routledge, 2001.

151

b. En castellano: -

Ensayo sobre los fundamentos de la geometría. En Obras completas, Vol. II, Madrid, Aguilar, 1973. Exposición crítica de la filosofía de Leibniz. En Obras completas, Vol. II, Madrid, Aguilar, 1973. Los principios de la matemática. En Obras completas, Vol. II, Madrid, Aguilar, 1973. Ensayos filosóficos. En Obras completas, Vol. II, Madrid, Aguilar, 1973. Principia Mathematica (prefacios). En Obras completas, Vol. II, Madrid, Aguilar, 1973. Los problemas de la filosofía. En Obras completas, Vol. II, Madrid, Aguilar, 1973. Nuestro conocimiento del mundo externo, Buenos Aires, Losada, 1946. Principios de reconstrucción social, Madrid, Espasa, 1975. Ideales políticos, Madrid, Aguilar, 1967. Misticismo y lógica y otros ensayos. En Obras completas, Vol. II, Madrid, Aguilar, 1973. Los caminos de la libertad, Madrid, Técnos, 2003. Introducción a la filosofía matemática. En Obras completas, Vol. II, Madrid, Aguilar, 1973. Teoría y práctica del bolchevismo, Barcelona, Ariel, 1969. Análisis de la mente, Buenos Aires, Paidós, 1962. El ABC de los átomos, Buenos Aires, Imán, 1945. Perspectivas de la civilización industrial, Madrid, Aguilar, 1959. Ícaro, o el futuro de la ciencia, Caracas, Monte Ávila, 1998 El credo del hombre libre y otros ensayos, Madrid, Cátedra, 2013. El ABC de la relatividad, Barcelona, Ariel, 1978. Sobre la educación, especialmente en la infancia temprana, Madrid, Espasa, 1931. Análisis de la materia, Madrid, Taurus, 1969. Fundamentos de filosofía, Barcelona, Plaza & Janes, 1975. Por qué no soy cristiano, Barcelona, Edhasa, 1983. Ensayos escépticos, Barcelona, RBA libros, 2011. El matrimonio y la moral, Madrid, Cátedra, 2001. La conquista de la felicidad, Madrid, Espasa, 1989. La perspectiva científica, Barcelona, Ariel, 1969. Libertad y organización 1814 – 1914, Madrid, Espasa, 1934 Elogio de la ociosidad, Barcelona, Edhasa, 2004. Religión y ciencia, Madrid, Fondo de cultura económica, 1956. El poder: un nuevo análisis social, Barcelona, RBA libros, 2010. Significado y Verdad, Barcelona, Ariel, 1983. Historia de la filosofía Occiental. En Obras completas, Vol. I, Madrid, Aguilar, 1973. El conocimiento humano, Barcelona, Orbis, 1983. Autoridad e individuo, Madrid, Fondo de cultura económica, 2013. Ensayos impopulares, Barcelona, Edhasa, 1985.

152

-

Nuevas esperanzas para un mundo cambiante, Barcelona, Hermes, 1964. El impacto de la ciencia en la sociedad, Madrid, Aguilar, 1957. Satán en los suburbios, Barcelona, Caralt, 1979. Sociedad humana. Ética y política, Madrid, Cátedra, 1990. Pesadillas de personas eminentes, Barcelona, Edhasa, 1989. Retratos de memoria y otros ensayos, Madrid, Alianza, 1960. Lógica y conocimiento, Barcelona, RBA libros, 2013. La evolución de mi pensamiento filosófico, Madrid, Alianza, 1982. La sabiduría de occidente, Madrid, Aguilar, 1964. Hecho y ficción, Madrid, Aguilar, 1967. ¿Tiene el hombre un futuro?, Barcelona, Bruguera, 1982. Victoria pacífica, Madrid, Aguilar, 1964. Crímenes de guerra en Vietnam, Aguilar, 1980 Autobiografía, Barcelona, Edhasa, 2010. Análisis filosófico, Barcelona, Paidós, 2000. Sobre dios y la religión, Barcelona, Martínez Roca, 1992. Sobre la ética, el sexo y el matrimonio, Barcelona, Martínez Roca, 1993.

2. Bibliografía sobre el autor: - Ayer, Alfred, Russell, Chicago, University of Chicago Press, 1988. - Bayne, Steve, “Russel-Space and the Elusive Self”, Acta de la conferencia Russell-Wittgensten, American University, 2000. - Grayling, A.C, Russell, Experience, and the roots of science [en línea]. Consultado el 20/10/14. Disponible en internet: http://www.acgrayling.com/russell-experience-and-the-roots-of-science - C. Walde Savage y C. Anthony Anderson (eds.), Rereading Russell: Essays in Bertrand Russell's Metaphysics and Epistemology, Minnesota, University of Minnesota Press, 1989. - Tully, Robert, “Russell’s Neutral Monism”, The Journal of Bertrand Russell Studies, Vol. 8, 1988. - Tully, Robert, “Three Studies of Russell’s Neutral Monism”, The Journal of Bertrand Russell Studies, Vol. 13, 1993. - Warnock, Geoffrey, English philosophy since 1900, New York, Oxford University, 1966. - Wilson, Thomas A., “Russell’s Later Theory of Perception”, The Journal of Bertrand Russell Studies, Vol. 5, 1985, Nº1. 3. Bibliografía secundaria: a. Filosofía analítica: - Carnap, Rudolf, The logical structure of the world, Chicago, Open Court, 1969. - Carnap, Rudolf, Empirismo, semántica y ontología [en línea], Revue Internationale de Philosophie 4 (1950): 20-40. En Meaning and Necessity: A Study in Semantics and Modal Logic, edición ampliada (University of

153

Chicago Press, 1956). Consultado el 14/12/14. Disponible en internet: http://www2.warwick.ac.uk/fac/soc/philosophy/undergraduate/modules/ph25 1/2014-15/carnap_-_empiricismsemanticsontology.pdf - Frege, Gottlob, Escritos lógico-semánticos, Madrid, Técnos, 1974. - Frege, Gottlob, Foundations of Arithmetic, New York, Basil and Harper, 1950. - Hamilton, Jim, Russell: The Development of a Neutral Monistic Metaphysics [en línea], Tesis Doctoral, Universidad de Cardiff, 2012. Consultado el 16/05/15. Disponible en internet: http://orca.cf.ac.uk/46483/1/JHamiltonThesis.pdf - Richardson, Alan W., Carnap’s construction of the world, Cambridge, Cambridge University Press, 1998. - Weitz, Morris, Twentieth-century philosophy: The analytic tradition, New York, Free, 1966. - Wittgenstein, Ludwig, Tractatus Logico-Philosophicus, Madrid, Alianza, 1973.

b. Filosofía griega: - Kranz, Walter, I presocratici, Milano, Bur, 2008. - Platón, Obras completas, segunda edición, Madrid, Aguilar, 1981. c. Empirismo británico: - Berkeley, George, A Treatise Concerning the Principles of Human Knowledge, Cambridge, MA, Hackett, 1982. - Hume, David: An enquiry concerning human understanding/A letter from a gentleman to his friend in Edimburgh, Indianápolis, Hackett, 1977. d. Lógica, filosofía del lenguaje y teoría de conjuntos: - Etayo, José Javier, Conceptos y métodos de la matemática moderna, Barcelona, Madrid, 1972. - Frigerio, Aldo, Filosofia del linguaggio, Milano, Apogeo, 2011. - Papineau, David, Philosophical Devices, Oxford, Oxford University Press, 2012. - Sider, Theodore, Logic for Philosophy, Oxford, Oxford University Press, 2010. - Tarski, Alfred, La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica, Buenos Aires, Nueva Visión, 1972. e. Filosofía de la ciencia: - Carnap, Rudolf, Fundamentación lógica de la física, Barcelona, Orbis, 1985.

154

- Grice H.P, The Causal Theory of Perception, Actas de la Sociedad Aristotélica, Vol. 35, 1965. - Goodman, Nelson – “A Query on Confirmation” [en línea]. En The Journal of Philosophy, Vol. 43, No. 14, (1946). Consultado el 16/05/15. Disponible en internet: http://wordsmatter.caltech.edu/~franz/Confirmation%20and%20Induction/PD Fs/Nelson%20Goodman%20-%20A%20Query%20on%20Confirmation.pdf - Hull, L.W.H., Historia y filosofía de la ciencia, Barcelona, Ariel, 1981. - Popper, Karl, Objective Knowledge, Oxford, Oxford University Press, 1972. - Psillos, Statis, Is Structural Realism the Best of Both Worlds?, Dialéctica, Vol. 49, Nº1, 1995. - Tarr, Daniel, The Theory of Direct Realism [en línea], 2001. Consultado el 20/10/14. Disponible en internet: www.tarrdaniel.com/documents/Filozofia/Realism(Direct)-Perception2.doc - Votsis, Ioannis y Frigg, Roman, “Everything you always wanted to know about structural realism but where afraid to ask” [en línea]. En European Journal for Philosophy of Science, Vol. 1, 2011. Consultado el 20/10/14. Disponible en internet: http://www.votsis.org/PDF/Frigg_Votsis_Everything.PDF - Vostis, Ioannis, “Is structure not enough?”, pp. 870 – 890. En Philosophy of Science Vol. 70, Nº5 (Dic. 2002). f. Otros: - Descartes, René, El Discurso del Método/Meditaciones Metafísicas, Buenos Aires, Gradifco, 2004. - Gilson, Etienne, La filosofía en la Edad Media, Madrid, Pégaso, 1946. - Landau, L. y Rumer, Y., Qué es la teoría de la relatividad, Madrid, Ricardo Aguilera, 1972. - Leibniz, Gottfired, Monadología, Buenos Aires, Aguilar, 1964. - Leibniz, Gottfried, Discurso de Metafísica, Buenos Aires, Aguilar, 1955. - Pritchard, Duncan, What is that thing called knowledge?, Canadá y USA, Routledge, 2009. - Priest, Stephen, Teorías y Filosofías de la Mente, Cátedra, 1994. - de la Torre, Alberto Clemente, Física Cuántica para Filó-sofos, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000. 4. Diccionarios técnicos, enciclopedias e historias de la filosofía: - Copleston, Frederick, Historia de la filosofía, Madrid, Ariel, 1972. - Ferrater Mora, Diccionario de filosofía, Madrid, Alianza, 1983. - Milletti, Domenico, Manomix di Filosofía, Vol.1, Castello, Vestigium, 2010. - Stanford Encyclopedia of Philosophy. Disponible en internet: plato.stanford.edu

155

Lihat lebih banyak...

Comentários

Copyright © 2017 DADOSPDF Inc.