Enrique Semo: “México está en decadencia, hasta dejamos de ser simpáticos”

June 30, 2017 | Autor: Israel Covarrubias | Categoria: Democracy, México, Enrique Semo
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Foto: © Everardo Rivera, 2009

Enrique Semo: “MÉXICO ESTÁ EN DECADENCIA, HASTA DEJAMOS DE SER SIMPÁTICOS” Entrevista realizada por Israel Covarrubias* y Ricardo Moreno Botello**

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istoriador, polemista, intelectual de izquierda, Enrique Semo es hoy por hoy una figura central de la vida académica, cultural y política de nuestro país. Como político ha sido una importante personalidad de la izquierda comunista y de su vertiente renovadora en los años ochenta. Reconocido de igual modo como uno de los fundadores y promotores de la historia económica en México, le debemos algunas de las obras cruciales en esa materia. De origen búlgaro, su formación académica está marcada por sus estudios en la Universidad de Tel Aviv, UNAM y la Universidad Humboldt de Berlín. En innumerables ocasiones ha sido profesor invitado en distintas universidades nacionales y extranjeras entre las que se cuentan, en México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla —donde fundó a finales de los años setenta el Centro de Estudios Contemporáneos—, Universidad Autónoma de Sinaloa y Universidad Autónoma de Ciudad Juárez; en el extranjero: Universidad Humboldt de Berlín, Universidad Libre de Berlín; Universidad de Texas en Aus*Director Editorial de Metapolítica. **Director General de Metapolítica.

tin, Universidad de Chicago, Universidad de California, Universidad de Florencia. Enrique Semo es Investigador Nacional Nivel III, Maestro Emérito del Colegio de Jalisco, de la Universidad de Nuevo México y de la UACJ; así como Doctor Honoris Causa por la BUAP, entre otros reconocimientos por su trayectoria académica. Como autor, ha publicado una infinidad de trabajos sobre historia económica y política, entre los cuales podemos mencionar: Historia del capitalismo en México. Los inicios 1521-1763 (México, Era, 1973); México: Un pueblo en la historia. VIII tomos (México, Nueva Imagen, 1980); La búsqueda I. La izquierda mexicana en los albores del siglo XXI (México, Océano, 2003); La búsqueda II. La izquierda y el fin del régimen del partido de Estado, 1994-2000 (México, Océano, 2005). Con este diálogo, Metapolítica inaugura una serie de entrevistas que tienen el objetivo de retratar la época contemporánea de nuestro país, sus nudos históricos, sus pasiones, sus extravíos, sus cabotajes. Todo ello a partir de un conjunto de voces relevantes y axiales de nuestra cultura. Qué mejor ocasión para inaugurarla con la charla que sostuvimos con el doctor Enrique Semo. METAPOLÍTICA

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SOCIEDAD ABIERTA | ISRAEL COVARRUBIAS Y RICARDO MORENO BOTELLO —Hay un elemento que nos llama poderosamente la atención porque articula una gran parte de la época en la que vivimos. Por un lado, podemos decir que México vive hoy en una situación permanente de crisis en el ámbito económico, social, político; incluso en ámbitos como la cultura y las ideas. Sin embargo, por otro lado vivimos un momento histórico en el que existe un carácter abiertamente celebratorio de la historia “oficial” de México, ya que nos encontramos festejando tanto el centenario de la Revolución como el bicentenario de la Independencia. Así, pues, desde su mirada como intelectual e historiador, ¿qué si tendríamos que estar celebrando de las llamadas revoluciones de México? Pero también, ¿qué no necesitamos celebrar, sino más bien reelaborar de la historia de México en función de construir un soporte frente a la situación actual de nuestro país? —Bueno, uno de los temas históricos sobre los cuales, en modo considerable, he trabajado y publicado durante mi vida intelectual es el de las tres revoluciones mexicanas vistas como un proceso único. Y digo tres porque comprenden la Independencia, la Reforma y la Revolución de 1910-1940. En ese sentido, debemos preguntarnos: ¿por qué el pueblo mexicano eligió la revolución como forma fundamental de cambio hasta 1940? A partir de 1940 parece que estamos en presencia de otro tipo de cambio que llega hasta el presente. Pero cabe decir que el pueblo mexicano no escogió otras formas de cambio, por ejemplo, la vía de la reforma (a veces desde abajo, a veces desde arriba). No hay que olvidar que siempre han existido en el mundo poderes francamente de derecha que han sabido incluir procesos y fenómenos revolucionarios para hacer cosas, y que cuentan con apoyos fundamentales que les permiten hacer cambios muy importantes. Los mexicanos nunca hemos tenido una derecha que sepa hacer esto. Si pensamos en los periodos de predominio de la derecha, como el que va de 1824 hasta 1857 cuando pierde la guerra civil, incluso el periodo de la Intervención, veremos una época tremendamente gris. De igual manera, si pensamos en la derecha de los últimos veinticinco años en México, aparece este mismo carácter gris. No hay que olvidar que Díaz no entra en esta cuenta porque es un hijo del liberalismo que se adaptó a una época muy diferente; es un hijo del liberalismo que creció e hizo su fama dentro del campo liberal. Por lo tanto, no hemos tenido realmente una derecha reformista. Diré también que en la época contemporánea, cuando la izquierda ha estado cerca de tener mucho poMETAPOLÍTICA

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der, quizá demasiado, tampoco ha mostrado capacidades reformistas importantes. Por consiguiente, una lección de nuestra historia es que los cambios importantes en este país han sucedido a través de la revolución. Por cierto, cambios a medias, siempre frenados, pero que han venido de la revolución. Es necesario comenzar a pensar en otras formas de cambio, porque la revolución resulta muy costosa en vidas humanas y destrucción. Yo celebro que hayamos tenido esas revoluciones, pero desearía que el cambio sucediera ahora de otra manera. —Después de un periodo de varias décadas (quizá las últimas cuatro) convulsas, políticamente hablando, México ha vivido un cambio menos revolucionario y más gradualista —si lo queremos ver de esa forma—, donde aparece la bandera de la democratización. Al final, la democracia llegó formalmente con la salida del PRI de Los Pinos, y es ahí donde surge una doble paradoja histórica: la primera, llegamos en 2000 al primer puerto efectivo de la democracia por la derecha, con las implicaciones históricas que acaba de comentar; la segunda, el carácter celebratorio de los fenómenos revolucionarios en un Estado derechizado. En este sentido, ¿cuál es el papel que está jugando en todo ello —desde el punto de vista histórico— la élite política?, ¿hacia qué lugar están llevando al país? —Son preguntas muy importantes. Me parece que México ha vivido dos cambios importantes en los últimos 35 años. El primero fue la reforma neoliberal con el ánimo de hacer un país más cercano al modelo norteamericano, con un capitalismo de libre empresa, de competitividad entre los ciudadanos, de desigualdad pero con eficiencia, que llevaría a ciertas ventajas. Este cambio sucedió. Sin duda alguna, el ingeniero principal de ello ha sido Carlos Salinas de Gortari. Ahora bien, podríamos hablar de ese cambio económico, social, cultural de México y preguntarnos: ¿qué nos ha traído?, ¿qué futuro nos ha prometido? El segundo cambio es uno sobre el cual se acostumbraba hablar mucho. Hay que recordar que había politólogos —que casi podemos llamar teóricos de la transición— que nos decían una y otra vez que México transitaba a la democracia. Nadie habla hoy de transición a la democracia. La transición no comenzó mal; en muchos sentidos, comenzó bien, impulsada por infinidad de movimientos, en especial por el 68, y luego la reforma electoral, etcétera. En fin, ya conocemos esa historia. Después vendría el fraude electoral; era posible sentir el fraude

ENTREVISTA A ENRIQUE SEMO | SOCIEDAD ABIERTA electoral en la vida cotidiana. Finalmente, llegamos a elecciones más o menos decentes. Todo eso ha naufragado. Los dos gobiernos del PAN han traicionado al país. Los pusimos ahí —digo los pusimos no porque haya votado por ellos, pero la mayoría de los mexicanos sí lo hizo—para que terminaran la transición, para que aseguraran el pluripartidismo real, para que usaran la democracia creciente en el control de la corrupción, para que anularan algunos de los aspectos más flagrantes de la antidemocracia que existe en nuestras prácticas (en menor medida en las leyes, ya que muchas de ellas no son malas, pero la práctica es muy distante de ellas). Ahora bien, nos encontramos que en estos nueve años, el PAN ha traicionado completamente al país, se ha insertado en el pasado, ha tomado todos los defectos del régimen político anterior y no sus cualidades. Por ejemplo, el saber hacer de los priistas, eso no lo tomaron. En cambio, los defectos de los priistas están muy presentes: están todos; y han culminado con el fraude electoral de 2006. Si en algo contribuyó el PAN a la realidad mexicana fue con su lucha desde los años cuarenta del siglo pasado —y durante más de cuarenta años— por el respeto a los resultados electorales; su lucha por el derecho de expresión, con toda clase de medios, al grado que podemos identificar en su seno a personas con las que no estoy de acuerdo, pero que eran respetables, porque las convicciones eran claras. Bien, eso desapareció y el PAN se convirtió en un partido y en un gobierno que practica todos los defectos del PRI, menos el saber cómo gobernar. —En este sentido, tal parece que lo que tenemos por parte del gobierno panista y también de los gobiernos perredistas y priistas es, aunado a la incompetencia en muchos campos del gobierno, una determinada tendencia que reproduce, en modo abierto, una noción y un entendimiento de la política como lugar de ascenso social para algunos, para hacer “carrera”, lejos de la vocación por la política. ¿Qué tipo de efectos ha provocado el pragmatismo rampante de la clase dirigente? —Sí, definitivamente este elemento es también muy importante. Daniel Cosío Villegas escribió y dijo en 1947: “la revolución ha muerto”. Él hacía un balance de las fuerzas en el país y decía —en ese entonces— que lo que había que hacer con la derecha era darle un tiempo el poder para que el pueblo mexicano viera que no tiene ninguna propuesta, que lo único que tiene es

un “no”. Un “no” que significa: “eso no cambiará”, “eso no se toca”, sin que lo acompañe ninguna propuesta. Me parece que se cumplió uno de los pronósticos de Cosío Villegas. Creo que el voto de este año hace referencia a ello, pues fue un voto que preguntaba por una propuesta que no estaba presente. Agregaría que este problema también toca a la izquierda. Había hasta los años 1979-1980 dos izquierdas. La primera, era una izquierda que se llamaba independiente, autónoma. Por ejemplo, se hablaba de movimientos sindicales independientes, de partidos independientes, donde lo independiente radicaba en su lejanía con el partido de Estado. Además de que era realmente representativa del pueblo, esta izquierda, con sus defectos y cualidades, supo mantener viva una ética común a todos ellos: no importaba si uno era comunista o PMT, o lo que fuera, existía una ética determinada. La política no estaba pensada para hacer dinero y hacerse famoso, sino para cambiar al mundo, cambiar a México. Por último, esta izquierda siempre mostró una actitud muy valerosa frente al Estado, al grado de obligarlo, con frecuencia, a retroceder. La otra izquierda fue aquella que se desarrolló en el interior del PRI. También fue considerable. O quizá más considerable que la independiente, pero era una izquierda que, cuando intervenía el factor “presidente de la república”, siempre acababa plegándose. Esa era su tarea en el interior del PRI: inclinar el barco según el momento político. Ahora bien, quisiera dejar en claro que todos esos señores que, en la actualidad, están en el PRD, comparten mucha de la responsabilidad del PRI represor, del PRI girando hacia la derecha; pero también son responsables, y hay que decirlo, de haber intervenido para frenar cosas peores que hubieran podido suceder. Ahora bien, a través del resurgimiento del cardenismo, la izquierda unió las dos alas. Por su parte, sucedió algo parecido con el PAN en el momento de su legalización, y después en su época de socio del PRI cuando participa en la aprobación de todas las reformas de Salinas. Sin embargo, esto cambiará radicalmente, ya que fueron invadidos por empresarios, por gente que quiere hacer carrera. En este sentido, también el PRD representa un cambio de situación de la izquierda. Yo creo que a partir de entonces la izquierda es una de las responsables del fracaso de la transición a la democracia, porque en lugar de haberla garantizado institucionalmente, lo que se dijeron fue: “Cárdenas en el poder, yo diputado, tú senaMETAPOLÍTICA

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SOCIEDAD ABIERTA | ISRAEL COVARRUBIAS Y RICARDO MORENO BOTELLO dor, nosotros empleados de gobierno”. Hubo miles de gentes modestas que usaron al PRD como vehículo de movilidad social, como vehículo para hacer carreras personales y para formar parte de la clase política actual de México que, dicho sea de paso, es una de las clases políticas más lastimosas que jamás hayamos tenido. Ahora bien, también hay diferencias de fondo. No todos son iguales. Por ejemplo, el PRD en el Distrito Federal luchó por el derecho al aborto y el PAN se opuso, eso hace ya una diferencia. Sin embargo, todos participan de la falta de alternativa. —Si la izquierda partidistas es, en gran medida, una de las autoras del fracaso de democratización, ¿dónde quedaron los intelectuales de izquierda no partidista?, ¿dónde podríamos encontrar un elemento mínimo de ese pensamiento critico e independiente hoy en día? —Bueno, hay que pensar objetivamente. En México, tuvimos una izquierda durante los años ochenta y noventa que sufrió una enorme derrota histórica. Todos en la izquierda —sobre todo la intelectual— criticábamos, de alguna manera, a la extinta URSS y al mundo socialista. Es decir, hablábamos de la falta de libertades, del estancamiento de ese mundo en muchos aspectos, etcétera. Ahora bien, vino la caída de ese mundo, y en su caída arrasó con todos. ¡Hasta los trotskistas se acabaron! (Por ahí andan, pero ya nadie les hace caso.) Las izquierdas europeas, esas nuevas izquierdas que eran interesantísimas, desaparecieron. El caso de Italia es un buen ejemplo de lo que sucedió. No se hundió un país, un ejército, una potencia atómica, se hundió un mundo, una concepción del mundo y un poder detrás de esa concepción. La izquierda y el pensamiento de izquierda aún no se levantan, ya que los rasgos novedosos de la época que vino después han sido muy difíciles de aprehender. ¿Qué es la izquierda hoy y cómo está organizada? En primer lugar, tenemos la confusión que se produjo en la última década del siglo XX. En segundo lugar, la intelligentsia mexicana tiene dos niveles. Desde arriba, el más profesional, y desde abajo, los maestros de escuela que son intelectuales maravillosos. Los de arriba se transformaron en académicos, dejaron de ser intelectuales, dejaron de tener un pie en el pueblo, en sus luchas, y ellos mismos dejaron de vivir como el pueblo. Comenzaron a elevarse, se academizaron; y con esa academización, muy conocida en Estados Unidos, la intelectualidad se aisló y perdió influencia. METAPOLÍTICA

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En tercer lugar, se comenzó a especializar a tal punto que sabía todo de su tema pero se negaba a preguntarse o tomar responsabilidad por el país. Porque es muy cómodo: nadie sabe más que un especialista sobre su especialidad; siempre puede citar el último artículo escrito en Tanzania o los últimos resultados de investigación hechos en un laboratorio en Marsella. Con ello, le calla la boca a cualquiera y se niega a hablar de otras cosas. Al ser tomada así, la especialización es perniciosa. Entonces, tenemos la derrota del socialismo existente, malo pero ahí estaba. Academización y especialización, aunadas a un sistema en que la mediocridad sale premiada y permite a muchas personas navegar con una cantidad de puntos que lo pueden volver loco. La intelectualidad mexicana, con la excepción de individuos muy valiosos, ha desaparecido, y a la que ha quedado nadie le hace caso después del silencio de tantos años. —México fue respetado durante el siglo XIX por sus decisiones liberales, por su combate al Imperio, por su necedad republicana. Ya en el siglo XX, México se posiciona como una nación que contribuye (hacia mediados de siglo) a una idea de Latinoamérica. Pareciera que es una continuidad que hemos perdido, más aun cuando observamos a los demás países de la región que están buscando nuevas fórmulas en Brasil, Chile, Argentina, pero también en Ecuador, Bolivia, Venezuela, etcétera. ¿Qué impresión tiene sobre la posición de México en el mundo actual? Es decir, ¿qué lugar está ocupando actualmente en el concierto de las naciones? —En primer término, es necesario anotar el fracaso total del ensayo por transformar nuestra sociedad en un capitalismo individualista, como el de Estados Unidos. Quiero subrayar, por su parte, que hay muchos capitalismos, no un único capitalismo. El capitalismo francés es muy distinto al de Estados Unidos y al de Japón, por ejemplo. En nuestro país, se trató —a partir de los años ochenta con Miguel de la Madrid— de encaminarnos hacia el modelo norteamericano. Lo que quisiera decir es que el fracaso ha sido muy grande: el país no crece —no es necesario citar nombres, todo el mundo lo sabe—; el país no adquiere una ciencia y una tecnología pujante, acorde con los tiempos; la división social de la nación en dos naciones es brutal: hay una nación que come bien y otra que no come lo suficiente; no se ha resuelto este problema, no se ha tocado. Estamos prácticamente igual que antes. Treinta y cinco años son de-

ENTREVISTA A ENRIQUE SEMO | SOCIEDAD ABIERTA masiados para probar un modelo. Estoy convencido de que no están resueltos todos los problemas anteriores. Ojalá hubiese alguien que pudiera sostener que estamos en camino de resolver algunas de esas cosas. Por ello, tenemos un fracaso gigantesco en la práctica y en la teoría. Pensemos, por ejemplo, en la economía, en la capacidad de prever la crisis actual, de diagnosticarla, de proponer cambios adecuados. El hecho es que los neoliberales, con su idea de la especulación, causaron esta crisis; hay, por lo tanto, un fracaso muy grande. En segundo término, tenemos un fracaso en el tránsito a la democracia que es muy complicado remontar, ya que todos se ensuciaron. En este sentido, quisiera decir algo que no resulta muy popular: así como las culturas tienen periodos de nacimiento, auge y decadencia, también las naciones. Hay muchos ejemplos —y los mexicanos nos hemos olvidado de eso—; pero lo peor es que la decadencia surja antes del auge. Más aún, cuando nuestro periodo de auge ha sido muy breve, tal y como lo vivimos en los años cincuenta y sesenta. Hay que decirlo: México está en decadencia, y sólo a partir de un gran suceso y un gran esfuerzo del pueblo surgirá algo que lo saque de esa decadencia y lo ponga otra vez en el camino que siguen, por diferentes vías, países como Brasil, China, India, Corea, etcétera. Por distintos caminos, estos países nos demuestran que cada uno tiene que encontrar un campo acorde a lo que es. Los caminos no se copian. —¿Esto sugiere que vivimos una suerte de fractura del tiempo en términos históricos? —Incluso, como cultura, ¡hasta dejamos de ser simpáticos! —¿Quiere decir que estamos en un momento donde se dejó de crecer como sociedad?, ¿cuál es, por consiguiente, la situación del Estado mexicano en la actualidad? —Yo creo que el Estado mexicano en los últimos veinte o treinta años se ha debilitado fuertemente, sin fortalecer de manera paralela a la sociedad civil. Cuando uno va a países como Estados Unidos o Suecia, uno dice “bueno, no veo mucho Estado aquí”; sin embargo, tienen una sociedad civil sumamente viva. Viva en el sentido de que se permite formar sus organizaciones y tiene confianza en su sistema económico. Por ejemplo, hace poco tiempo, al principio de la crisis, le pregunta-

ba a un abogado norteamericano: ¿qué piensas de esta crisis?, y me respondía: “la necesitábamos, nos hemos vuelto menos trabajadores, más flojos, más consumistas, la necesitábamos para recobrarnos”. Esta respuesta nos da ya una idea de sociedad; nunca me habló del Estado, habló de los norteamericanos. Esto significa una confianza en su sociedad. En México hubo un debilitamiento muy grande del Estado, pero no veo que se haya consolidado la sociedad civil. Bueno, estamos en la época post-Foucault, sabemos que el poder no se da nada más en el Estado y que hay muchas formas de poder, por ejemplo, los medios de comunicación que ahora le hacen sombra incluso al Estado. Sin embargo, lo que ha pasado es que le han quitado muchas cosas al Estado. Primero, legitimidad. El Estado mexicano vivió muchos años del mito de la revolución mexicana; no de la revolución propiamente, sino de la idea que decía encarnar. Se hacía pasar por el portador de muchos cambios que realmente acaecieron en este país, tenía legitimidad; estoy convencido de que el PRI ganaba muchas elecciones. Era también un empresario, y llegó un momento en que 40 por ciento de la inversión del país era inversión estatal. Tenía además una posición internacional labrada a punta de guerras alrededor de unos principios que lo identificaban internacionalmente con determinadas posiciones, incluso para gente que no sabía donde estaba México. Hay que recordar que México, en la Sociedad de Naciones, fue el único país que se opuso a la expulsión de Libia cuando sucedió la guerra con Italia. Y hay muchos otros momentos. Por ejemplo, el apoyo a Cuba y a la revolución nicaragüense. Teníamos un capital político muy grande. Todo eso se fue. Todo. Se volvió un Estado débil, que se ha vuelto más débil por un hecho que nadie puede negar: el ejército mexicano fue sacado a la calle durante tres años —y da la impresión de que seguirá ahí—, y ha sido completamente derrotado por el narcotráfico. Hoy no tenemos menos narcotráfico que hace tres años, pero si tenemos un cuerpo extraño que puede decir: “a mí, el ejército, no me preocupa”. La última vez que sucedió esto en la historia de México fue con la derrota del ejército porfiriano, que fue destrozado completamente por las tropas de Villa. Después, el ejército mexicano no había sido derrotado jamás, era un prestigio del Estado. En la actualidad, con dos o tres años más de eso, ¿quién le tendrá miedo? El Estado está —como lo decía nuestro enemigo del norte— en disolución, o al menos algo hay de eso. METAPOLÍTICA

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SOCIEDAD ABIERTA | ISRAEL COVARRUBIAS Y RICARDO MORENO BOTELLO —A partir de lo que ha venido comentando, ¿es posible bosquejar un horizonte desde el cual se pueda indicar una probable salida a la crisis en los próximos años? —Miren, yo creo que cuando hablo de decadencia, no hablo de crisis, hablo de decadencia. La salida de la decadencia tiene algunos parámetros que no son tan oscuros. Sin embargo, no puedo imaginar una solución porque no veo a los sujetos. La solución no es tan complicada. Pero, repito, no veo a los sujetos que podrían llevar a buen término cierto tipo de decisiones. Por ejemplo, la lucha contra el narco. Primero, combatir al narco con el ejército es imposible, porque no está hecho para operaciones de inteligencia. Por su propia naturaleza, el ejército no puede tampoco luchar contra el terrorismo. Por consiguiente, tendríamos que sustituir esa lucha por una serie de medidas: una estructura de inteligencia que revele las condiciones de los líderes del narcotráfico, no de la tropa, para hacer que los líderes sean atacables. En el esquema actual creo que esto no es posible, pues hay mucha gente comprada. Segundo, combatir sus operaciones de lavado de dinero sin las cuales no pueden existir. Hay que decir una cosa obvia: el lavado de dinero no lo hacen organismos criminales, sino organismos completamente legales, empresas, bancos, grupos financieros. Si Estados Unidos no quiere eliminar la prohibición de la droga, nosotros podemos por lo menos legalizar ciertas drogas y acabar con esa parte del negocio. Las medidas existen, no todas se tomarán, sólo algunas, pero con el ejército no. Únicamente con el ejército no vamos a salir a ninguna parte. Además, entre otras cosas que habría que hacer para recuperar el crecimiento es mirar lo que están haciendo India, China, y muchos otros países en desarrollo; o bien, lo que hicimos nosotros en los años treinta del siglo XX: invertir en nosotros, hacia adentro, porque hacia afuera no se puede, pero hacia adentro tenemos mucho que hacer.

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Sin embargo, éste es un viraje en nuestras concepciones y en las concepciones de quienes que están en otra situación (en especial nuestros socios comerciales: Canadá y Estados Unidos). Las salidas son posibles, pero no se ven a los sujetos que puedan llevarlas a la acción. —Usted habla de reconstruir las estructuras sociales y políticas, ¿quién va a decidir esto? —Algunos fenómenos recientes nos enseñan que los partidos de izquierda están de salida y las redes de izquierda están entrando. Por ejemplo, tenemos el caso de la oposición a la guerra de Irak, o bien, los movimientos que ha habido a lo largo del mundo y que se organizan en manifestaciones contra el G-8, etcétera. Estas redes se organizan por interés, por compromiso. Cualquier persona, a quien la gente le tiene confianza sin conocerla porque su contacto con ella es a través de internet, puede decidir: “hay que ir a Suiza porque los poderosos van a reunirse otra vez”; y quizá alguno le contesta: “sí, pero los boletos cuestan tanto”. Y como respuesta podríamos tener: “organícense, es lo que hay que hacer”. Esta es una nueva forma de socialización política: la red que sustituye al partido. —¿Son esas redes las que llevaron a Obama al triunfo? —Sí, definitivamente. Esos miles de activistas que nadie organizó. Iban además de casa en casa. Hay muchas cosas nuevas, pero, ¿dónde está México? ¡Esta es la gran interrogante! Siendo sincero, por primera vez en mi vida, soy pesimista respecto al futuro tanto inmediato como mediato de nuestro país. No es que lo lamente por mí, pues ya no hago planes tan lejanos, sino por la gente joven en la que observo un sentimiento de depresión total. Y no es que todos ellos estén deprimidos, sino que su visión sobre su vida y la vida del país está perdida. I

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