Ensayo analítico: Imágenes, poder y dolor

September 1, 2017 | Autor: J. Bataller Cebrian | Categoria: Walter Benjamin, Susan Sontag, Fotografia
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IMÁGENES, PODER Y DOLOR

JOAQUIM BATALLER CEBRIAN

Es innegable que la fotografía sirve como medio testimonial de las imágenes del horror, la destrucción y la consternación producidos por los enfrentamientos bélicos y otros sucesos pavorosos los cuales son observados por el espectador a través de este soporte. Esta coyuntura puede llevarnos a plantear el problema de la influencia que estas imágenes ejercen sobre el espectador. Para la consecución de tal propósito, un buen recurso es acudir a los autores clásicos que han tratado el tema en detalle, entre ellos cabe destacar a la ensayista norteamericana Susan Sontag, la cual en su libro Ante el dolor de los demás elaboró una profunda reflexión sobre la fotografía como representación del dolor sufrido e inflingido por los seres humanos.

Cuando nosotros, personas occidentales alejadas por ahora del ambiente conflictivo pero al mismo tiempo descendientes de hombres que no hace tanto sufrieron la crueldad de la guerra en sus propias carnes, observamos fotografías del horror, las entendemos como un elemento repulsivo cuyo contenido es muestra de algo que debe ser paliado y detestado sin reticencias. En el momento en el que nos encontramos ante estas imágenes, únicamente vemos en ellas la representación de la guerra en términos generales sin entrar en detalles.

Desde nuestra perspectiva desvinculada de los sucesos entablamos una postura pacifista, no obstante, estas imágenes no son interpretadas por todos de esta misma forma. Hay que tener en cuenta que las fotografías del horror serán entendidas de diferente manera dependiendo de quien las mire, es decir, no resulta lo mismo que una persona aliena a un conflicto vea una imagen de un desastre en la que sólo encontrará "guerra en general" que una persona que esté intrínsecamente ligada a ese conflicto; bajo su percepción estos sucesos serán entendidos como algo concreto e individualizado, es decir, existirá un posicionamiento hacia un bando u otro y se buscarán culpables.

Las imágenes pueden ser interpretadas de diferentes formas e incluso su simbolismo puede verse trastocado dependiendo de los intereses que se busquen en ellas, además de la lectura pacifista que normalmente se toma desde el exterior del conflicto, existen muchas otras como la partidista con contenido propagandístico implícito, que se suele emprender desde el interior.

Desde su creación, la fotografía siempre ha constituido un recurso utilizado por los diferentes organismos de gobierno en favor de la exaltación del potencial nacional de cada país. A lo largo de la historia, cualquiera de las naciones de gran repercusión existentes en todo el mundo han hecho uso de la fotografía a sabiendas de que ésta constituye un medio de gran repercusión, por ejemplo, para la domesticación de la masa popular.

Como bien dijo Walter Benjamin en su escrito La obra de arte en la época de su reproducibilidad técnica, la fotografía como herramienta documental se está prestando en la época contemporánea a una praxis política. Son infinitas las imágenes del horror que han sido utilizadas al servicio de las diferentes naciones con la finalidad de dar muestra de su potencial y al mismo tiempo amedrentar al oponente. Un claro ejemplo lo tenemos con la conocidísima imagen, ya casi convertida en un icono, de la nube en forma de hongo resultado del estallido de la bomba atómica en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Esta instantánea, cuyo ejemplo de repercusión queda reflejado en la reproducción seriada realizada por el artista Andy Warhol, muestra esa diversidad de interpretación que pueden adquirir las fotografías. Por una parte, ha servido a Estados Unidos para reforzar su imagen de nación con la que no es conveniente contraer conflicto, y al mismo tiempo, ha servido a Japón para entender y conocer cuales son las consecuencias de la guerra.

Por lo que respecta al nivel de repercusión que adquiere cada medio en su tarea como instrumento de difusión de noticias puede que hoy en día exista una supremacía de la fotografía respecto a la crónica escrita o el resto de medios de comunicación, por el hecho de que esta tiene un lenguaje visual universal lo cual facilita su entendimiento y le libra de las reticencias que sí comparten el resto de medios. Hay que tener en cuenta que en esta nueva era en la que hay sobrecarga informativa, una noticia captada desde el televisor tiene un carácter perenne, pues no acaba de recalar en la mente del espectador en cambio, la fotografía, gracias a su naturaleza universal y facilidad de memorización penetra con mayor profundidad y por más tiempo.

En un principio las posibilidades que ofrecía este nuevo medio eran muy limitadas a causa de la escasa evolución técnica de los aparatos, sin embargo, con el paso del tiempo las máquinas fueron adquiriendo un mayor perfeccionamiento y esto provocó que la imagen de batalla se hiciera mucho más explícita. Una de las mayores consecuencias de esta liberación a la hora de visualizar los acontecimientos bélicos fue la recreación de estos mismos sucesos en el medio televisivo pero entendidos ahora como entretenimiento doméstico. Esto ha provocado que, cuando en la actualidad el dolor se refleja en televisión desde un punto de vista ocioso, la gente empatiza con él, pero cuando ocurre en la realidad esto no sucede, por lo tanto con el avance de los medios de comunicación de masas estamos asistiendo a una especie de normalización o habituación a la guerra y al desastre.

Existen diversas formas de enfrentarse a una fotografía, por una parte, podemos entenderlas como manifestación artística, pero por otra, también cumplen una función documental. Cuando el espectador se enfrenta a una fotografía entendida bajo el segundo concepto que hemos nombrado, es decir, como testimonio de los sucesos, ésta según las convenciones tiene que perder toda relación con la artisticidad. Con esto lo que queremos decir es que cuando una imagen es comprendida como revelación, por ejemplo de sucesos atroces, el público busca en ella una sensación de verosimilitud total; quiere tener la impresión de que lo que está viendo es una instantánea y de que ésta ha sido realizada por un voayeur, es decir, su propósito es dar un efecto de imagen no manipulada aunque realmente si lo esté.

Sin embargo, la fotografía indistintamente de que sea utilizada como elemento artístico o documental cuenta de antemano con la manipulación, puesto que como dice Susan Sontag

. Esto

quiere decir que el simple hecho de encuadrar una imagen eligiendo una escena concreta y descartando el resto ya es una forma de adulteración de la realidad, por lo tanto se nos muestra una realidad sesgada. Son muchas las críticas que se alimentan de los ataques a la manipulación, pero nosotros nos planteamos la siguiente cuestión: si los fotógrafos profesionales no manipularan las imágenes según las técnicas aprendidas y se limitaran a plasmar instantes inesperados, ¿qué diferencia habría entonces entre un artista y un aficionado? Y lo que todavía es más

importante ¿cómo podrían reflejarse sin artificios los grandes instantes que tanto gustan al espectador?

Parece insólito que todavía en el siglo XXI nos sorprenda y decepcione que la mayoría de las imágenes que observamos han estado sometidas a algún proceso de trucaje. Respecto a esta cuestión, lo que sucede es que en la mente del espectador se entiende una imagen realista sin trastoques, es decir, reflejo de la realidad. Queremos "seguir viviendo en la ignorancia" de que esa imagen se ha cogido por sorpresa porque en nuestra mente asociamos fotografía como reflejo documental de objetividad y verosimilitud. En este contexto también hay que tener en consideración el buen hacer del fotógrafo que consigue el efecto que pretende, a través de la manipulación física in situ en el pasado y la manipulación electrónica en el presente.

Respecto a la cuestión del aumento de verosimilitud de las fotografías como plasmación del desastre, un paso importante en la consecución del mayor impacto sobre el espectador llega con la aparición de la imagen en color. Claros ejemplos se han visto a lo largo de la historia en medios como el cine en los que la censura de imágenes impactantes ha actuado mediante la eliminación del color. Quizás uno de los ejemplos más contemporáneos lo tenemos en la película Kill Bill vol.1 en la que el director Quentin Tarantino tuvo que convertir al blanco y negro las escenas más sanguinarias para evitar que fueran desaprobadas.

Cuando hablamos de política, la manipulación de las imágenes en favor de los objetivos

que

se

pretenden

transmitir

se

convierte

en

una

constante.

Acontecimientos concretos del pasado y del presente, de diversos tipos y sucedidos en diferentes contextos, no cesan de confirmarnos el alto grado al que llega el poder de la imagen. A partir del momento en el que se produjo el primer debate político televisado de la historia entre los oponentes Nixon y Kennedy nos dimos cuenta de la fuerza de repercusión que pueden tener las imágenes sobre cuestiones de trascendencia pública. En este caso concreto, la diferente puesta en escena de ambos contrincantes hizo que Nixon, en teoría más fuerte y curtido en el mundo de la política, sucumbiera ante el joven J.F.Kennedy, quien puso mayor confianza en el efecto que puede producir una imagen, cuidando más su aspecto e insistiendo en

los detalles trascendentales que emergiendo del campo visual se reflejan sobre la opinión del espectador.

Claro está que los políticos apuestan por la manipulación de las imágenes porque saben de su importancia. En el mundo de la fotografía existen infinidad de recursos técnicos que permiten dar preponderancia a aquello que se quiere transmitir. Por ejemplo, existen diversos enfoques como el picado y el contrapicado que permiten rebajar o, por contra, ensalzar la jerarquía de cierta figura representada dependiendo del papel que se quiera jugar y la importancia que se le quiera dar.

En la actualidad, todos los gobiernos en general siguen haciéndose servir de la manipulación ahora digital de las imágenes documentales, puesto que ello les permite manejar la información a su antojo. El líder norcoreano Kim Jong-un está siendo últimamente muy criticado por sus principales rivales EEUU y Corea del Sur por la adulteración de imágenes en favor de su nación. La última de las noticias sobre esta cuestión nos revela cómo el régimen de Corea del Norte manipuló con Photoshop unas imágenes en las que se mostraba la llegada a la playa de una media docena de vehículos anfibios durante la ejecución de unas maniobras militares, sin embargo, sólo la mitad eran verdaderos mientras que el resto fueron clonados digitalmente. No es la primera vez que se acusaba al gobierno norcoreano de la manipulación de imágenes pero lo cierto es que ninguna nación se salva respecto a la utilización de este recurso. En un contexto de tensión y rivalidad nadie se permite el lujo de dejar de usar este juego estratégico consistente en el reflejo de poder.

Cambiando totalmente de tercio vamos a centrarnos ahora en la diferencia existente entre la visión de un suceso atroz plasmado a través del medio fotográfico o, por contra, pasado por la mácula de las artes plásticas. Es importante saber que a lo largo de la historia del arte ha existido una clara propensión hacia la temática del desastre y el sufrimiento. Parece ser que en estas imágenes los seres humanos encontramos

una

especie

de

belleza

desafiante.

Esta

concepción

está

intrínsecamente ligada con lo que se ha entendido a lo largo de la historiografía por sublime. Mucho antes de que empezara el romanticismo como movimiento estético, el escritor inglés Joseph Addison ya había sentado las bases del movimiento

hablando del concepto de lo sublime como aquello que provocaba en el espectador atractivo placer y miedo al mismo tiempo, él hablaba de un "agradable horror".

Este tipo de imágenes en las que el deleite y el pavor confluyen en un mismo punto son las que se han visto tan repetidas veces en las obras de pintores como el paisajista David Caspar Friedrich o el suizo Heinrich Füssli, sin embargo, cuando estas escenas en las que las ruinas lo inundan todo se dan en el soporte fotográfico ¿son entendidas de la misma forma por el espectador en cuanto a belleza se refiere? En la mayoría de ocasiones cuando nos enfrentamos a fotografías de este tipo nos horrorizamos y encontramos en ellas de todo menos belleza, este efecto se produce por lo que anteriormente habíamos destacado. Cuando observamos imágenes realizadas manualmente por el hombre en referencia a las artes plásticas no encontramos en ellas la verosimilitud y el realismo que sí observamos cuando nos posicionamos ante una fotografía. Un aspecto muy curioso que también merece la pena analizar es el de la limitación informativa. Cuando hablamos de conflictos o guerras normalmente las naciones se atribuyen una autocensura impuesta por los propios organismos de gobierno. Son muchos los casos en los que la sociedad es inducida a ser partícipe de unas disputas en las que no ha tenido capacidad de elección, por lo tanto al pueblo no le gusta que una vez convencido se le muestren imágenes que moralmente dicen poco a su favor, esto ha provocado que en muchas disputas se haya limitado la capacidad de cubrición informativa. ¿Cómo fue posible entonces que el pueblo americano viera con malos ojos la guerra de Vietnam a través de los periódicos? Quizás en este caso el gobierno estadounidense no supo dominar su autocensura.

Entiendo que el hecho de que en los medios actuales se elija lo que se sabe que es conveniente transmitir y lo que no, contribuye de manera definitiva a no dar un enfoque totalmente objetivo de lo que sucede; por lo tanto es una visión sesgada y subjetiva la que nos transmiten los medios de comunicación. El interés mundial suscitado hace unos años por los papeles publicados a cargo de la organización mediática internacional WikiLeaks se entiende porque éstos mostraban a todo el mundo hasta que punto nos habían estado ocultando información los gobiernos occidentales.

Existe una clara problemática respecto al papel que cumple la fotografía como documento utilizado para observar el dolor ajeno, y es que cuando nosotros (cuando hablo de nosotros me refiero al hombre occidental) vemos las imágenes de nuestros propios fallecidos por causas vinculadas con el belicismo siempre imponemos unas restricciones que no aplicamos cuando observamos el dolor de los demás (con demás me refiero a los pueblos del oriente asiático e islámico subdesarrollados). La causa que personalmente atribuyo a este fenómeno está vinculada con la deshumanización. Cuando el hombre occidental no impone limitaciones a la hora de visualizar una calamidad infligida a otro es porque lo ve como algo lejano sin posible repercusión. El exotismo en este sentido actúa como aislante emocional como ocurría con los desnudos romanticistas en el contexto de las artes plásticas (véase: Gran Odalisca, Ingres) donde se convertía en una excusa para mostrar la desnudez.

Sin embargo, la libertad de visión parece cortarse de raíz cuando el mal que se observa ha sido inflingido por nuestra propia nación. En este mundo nadie está libre de pecado, todos estamos dispuestos a dar valor y repercusión a las imágenes del mal cometido por los demás pero nunca tenemos tendencia a reconocer el que nosotros mismos hemos provocado en algún momento.

En cuanto al grado y tiempo de conmoción que puede provocar el efecto de los distintos medios de comunicación en el espectador una cosa parece estar clara; la fotografía constituye una vía de plasmación de la realidad que produce un nivel mucho más elevado de impacto respecto al que podrían ofrecer los medios escritos, esto explica en gran parte que los sucesos atroces que no han sido registrados en nuestra mente mediante imágenes, o de los que tenemos pocas referencias, hayan tenido menor repercusión respecto a la que han conseguido otros acontecimientos con mayor cubrición fotográfica. Sin embargo, hay que plantearse si la conmoción que las fotografías imprimen sobre el público tiene un plazo limitado, o por contra, un efecto indeleble. En la actualidad existen muchas campañas televisivas contra las grandes lacras sociales. El gobierno pone su empeño en difundir publicidad en contra de la drogadicción, del tabaco o de los accidentes de tráfico, pero cuánto

tiempo dura el efecto de estas imágenes sobre el espectador, si es que verdaderamente producen alguno, es una cuestión todavía por resolver.

Otro asunto importante a tratar nos remite al aspecto de la moralidad humana a la hora de visualizar las fotografías que representan sucesos funestos. En estos nuevos tiempos constituye una constante el hecho de que se quieran difundir imágenes que muestran el horror del pasado como ejemplo ético de lo que no ha de volver a suceder nunca más, sin embargo, parece ser que detrás de este pretexto existe otra causa y es el simple hecho, quizás mórbido, de observar sucesos ajenos y al mismo tiempo atractivamente horribles.

Cuando las imágenes del horror muestran algo respecto a lo cual todavía hay capacidad de reacción, sirven de referencia para estudios forenses o a través de ellas se puede impartir justicia, tienen una justificación. Pero estas mismas fotografías expuestas en el presente, ¿verdaderamente tienen un uso lícito? Puede que hoy en día la visión instructiva de estas imágenes y la curiosidad actúen a partes iguales.

En el presente, a causa del carácter fugaz que contiene implícito la televisión como nuevo y principal medio transmisor de noticias, quizás las imágenes están perdiendo la fuerza y perdurabilidad que habían adquirido tiempo atrás con la llegada del soporte fotográfico. Las causas de la habituación al ver los resultados de sucesos terribles pueden residir en que la superabundancia de imágenes a la que estamos sometidos permite mantener la atención en lo superficial pero no en el contenido de lo que se ve. Lo que ocurre en la televisión es que al tener la posibilidad de elección (zapping) los espectadores se desaniman y necesitan estímulos constantes, esto conlleva que no se preste la suficiente atención a lo que se mira. Todo esto supone que cuando nosotros estamos mirando la televisión nos atendemos a lo superficial pero no a lo intrínseco.

Ver y reflexionar sobre lo visto en la actualidad son dos conceptos que andan por caminos diferentes. Vemos sentados en nuestro sofá ante el televisor una serie de imágenes de un conflicto pero no nos interesamos en ahondar en las posibles causas que lo han propiciado. "Nueva revuelta en la plaza Tahrir de El Cairo" reza la

barra de títulos del noticiario televisivo pero, ¿qué revuelta?, ¿quién participa en ella?, ¿por qué se ha producido?

Dentro del ámbito cultural occidental en el que coexisten las diferentes naciones llamadas desarrolladas estamos empezando a tener la mala costumbre de creer que todo lo que está sucediendo fuera de nuestros confines es ficticio, o lo que es peor simplemente no nos interesa. La auténtica problemática reside en que cada vez nos insensibilizamos más ante el dolor ajeno y en esto tiene parte de culpa la televisión, o mejor dicho, el uso que estamos haciendo de la televisión como principal medio transmisor de noticias.

Puede que para las sociedades occidentales las imágenes del dolor sean vistas como un entretenimiento pero no para el resto del mundo, no se puede aceptar que la forma de ver los sucesos de la gente acomodada que los observa desde fuera es la manera universal de entenderlos. Los palestinos, los afganos o los somalíes que actualmente están sufriendo las atrocidades que nosotros vemos a través de las imágenes saben muy bien que esa realidad que viven es auténtica. Los espectadores que miramos los sucesos desde una situación lejana a los conflictos somos gente que no esta curtida en la guerra pero algún día podríamos vernos en situación, por lo tanto deberíamos empezar a estar alerta e intentar no obviar la realidad.

Las fotografías dentro del contexto del horror constituyen un medio que centra la atención en un suceso concreto, aún así éstas deben ser tomadas como un documento social puesto que aunque sólo sean muestras específicas permiten dar una visión general de los acontecimientos sucedidos, es decir, de lo que los seres humanos son capaces de hacer.

Es evidente que las fotografías han constituido un invento vital como herramienta documental utilizada para cubrir un uso social, pero puede que en ocasiones le atribuyamos más poderes de los que verdaderamente tienen. Lo cierto es que creo ciegamente en el poder de la imagen, pero merece la pena entender que por mucho que se bombardee a los espectadores con fotografías o instantáneas televisivas nunca una imagen podrá actuar por el hombre. Como bien explica Sontag en su libro

Ante el dolor de los demás, las imágenes que tantas veces se utilizan para mermar, conmover, perturbar o exaltar al destinatario

, es

decir, pueden constituir un primer paso hacia la reflexión sobre una cuestión determinada pero únicamente es responsabilidad del ser humano actuar al respecto.

No podemos esperar que únicamente concienciándonos a través de las imágenes resolvamos conflictos como el de Palestina e Israel. La fotografía no deja de formar parte de un ciclo comunicativo transmisor de noticias determinadas por impactantes que sean; la respuesta que se genera en torno a esas noticias ya no es responsabilidad suya sino de nosotros.

La fotografía como medio ha conseguido el gran logro de proporcionar al ser humano la realidad a su alcance, sin embargo, siento defraudar al lector pues la magia no existe. La fotografía como cualquier invento científico tiene sus ventajas, en este caso la de facilitarnos la vida en el sentido de que permite captar instantes y guardarlos para siempre, sin embargo, nunca una imagen fotográfica podrá desbancar la auténtica realidad. Por mucho que intentemos desde lejos y a través de este soporte llegar a conocer el dolor y sufrimiento que se padece cuando se produce una guerra nunca llegaremos a experimentar las sensaciones que han vivido las gentes que la han sufrido en sus propias carnes.

Un aspecto que hay que tener en cuenta para entender toda esta cuestión es cómo afecta a cierta persona o sociedad ver el dolor sufrido por otros y cómo cambia esta percepción cuando el dolor es vivido por uno mismo. Una cosa es ver las imágenes que representan un suceso atroz y otra muy diferente interesarse por la historia intrínseca que éstas llevan consigo. En la actualidad cuando los espectadores observan las noticias en los medios de comunicación evitan pensar en las adversidades que viven los otros seres mientras ellos se sientan seguros en sus casas, por lo tanto, existe cierta indiferencia hacia aquello ajeno, no únicamente por falta de sensibilidad sino también por miedo; este último agente se da sobre todo si influye el factor de proximidad al conflicto. De esta forma se entiende que exista una relación de poder entre los que miran de lejos un suceso atroz y las personas que han vivido en directo ese sufrimiento.

A mi entender no hay que olvidar que, aunque tenemos la tendencia de ver con sensación de lejanía aquellos sucesos terribles y dolorosos que aparecen en los medios de comunicación, éstos mismos forman parte de nuestro propio mundo e incluso pueden llegar a afectarnos, por lo tanto hay que intentar recapacitar y no mirar los acaecimientos funestos que ocurren en otros lugares con desinterés y apatía sino con implicación y reflexión.

Hay que confiar en que, a pesar de las críticas, las fotografías siguen cumpliendo su verdadero objetivo que no es otro que advertir al espectador reposado de que lo que está viendo en imágenes es auténtico, que estos acontecimientos suceden en realidad y que por lo tanto hay que tenerlos en cuenta.

Bibliografía

- SONTAG, Susan: Ante el dolor de los demás, Madrid, Alfaguara, 2003.

Páginas WEB:

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/27/internacional/1364385850.html http://www.abc.es/20121004/elecciones-estados-unidos/abci-kennedy-nixon-debate201210041220.html http://www.elpais.com/articulo/internacional/verdad/ocultan/Gobiernos/elpepuint/2010 1218 elpepuint 23/Tes

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