Ensayo sobre \"La Mascara de Tekum\", por Luis Enrique Sam Colop

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Ensayo sobre ese libro por Luis Enrique Sam Colop, en diez columnas en el diario impreso Prensa Libre entre marzo y abril de 2006. Columnas compiladas por Popol Mayab’ para el blog de Ucha'xik.

En todo caso, el “héroe nacional” y “paladín del Ejército” debería ser el “Pegre de Alvarado”.

Hace unas semanas, se presentó el libro La Máscara de Tekum, Ri Uk’oj Tekum del economista y sociólogo Guillermo Paz Cárcamo. La publicación estuvo a cargo de la editorial Cholsamaj y contó con el apoyo de la Fundación Soros. La “homologación de palabras mayas” de Pakal B’alam Rodríguez Guaján y la “Asesoría, revisión y reconocimiento lingüístico conceptual” a cargo del licenciado Martín Chacach Cutzal. Antes de concretar si estamos o no de acuerdo con que Tekum Umam sea el “héroe nacional” de esta patria racista, el punto central es su propia existencia, asunto que tendrán que establecer historiadores que sepan leer los textos indígenas en los idiomas que fueron escritos. De mi parte no estoy de acuerdo en que Tekum Umam sea ese “héroe nacional” y menos “paladín del ejército”. En todo caso, ese “héroe nacional” debería ser el “Pegre de Alvarado” como cita en su chiste ladino, el autor de este libro. Por aparte, hay que decir que los “títulos mayas” contienen referentes históricos que por supuesto no constituyen la última palabra. Tampoco la llamada Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo conforma la verdad histórica. Solo un descerebrado creería eso. Ramón Iglesia en su libro Cronistas e Historiadores de la Conquista de México (Fondo de Cultura Económica, 1942), es claro al escribir que Bernal “no era precisamente un dechado de desinterés, y que tampoco tenía escrúpulo en falsear la verdad”. Otro asunto a anticipar, es ¿por qué los textos mayas no han sido debidamente estudiados en Guatemala? En la introducción del libro de Bernal Díaz, publicada por la Sociedad de Geografía e Historia en 1933, se dice que los “acontecimientos de la conquista y el periodo de la

colonia” es un asunto que compete directamente a los guatemaltecos; mientras que el estudio de la cultura maya “pertenece a la humanidad”. De esa cuenta, la mayoría de los documentos mayas han sido estudiados y mejor traducidos en idiomas extranjeros. Dicho lo anterior, paso a señalar lo siguiente: para comenzar, se discute la cantidad de los guerreros k’iche’ que enfrentaron al contingente comandado por Pedro de Alvarado. Conforme las fuentes españolas, se habla de hasta una cantidad de 232,000 y conforme a la traducción del Título Coyoy citado en el libro en cuestión, habrían sido 30,240. He aquí un problema, esa traducción del Título Coyoy está basada en la transcripción que realizó Robert Carmack y que publicó en 1973. En el manuscrito k’iche’, se habla de una cuenta de 10 x 400 = 4,000 y de una cuenta de 11 x 400 = 4,400; por eso Carmack traduce que los guerreros k’iche’ habrían sido 8,400 y “entre ellos” 39 “portaestandartes e instrumentos de percusión…” (continúa)

En el Tesoro de las lenguas de Francisco Ximénez se traduce ese término como “ciertas cigarras”

Para negar la existencia del nombre Tekum, se cita al asesor lingüista Martín Chacach quien dice: “En palabras originales (sic) no se encuentra el nombre de Tekum Umam, lo que sí se encuentra es umam con el significado de ‘su abuelo’ (sic)… Se sabe que en el Popol Wuj, en ningún párrafo aparece este nombre, ni en los títulos de los señores de Totonicapán (sic), ni en las Crónicas Indígenas de Adrián Recinos aparece el nombre de Tecún Umán (sic)”. Con esto, el autor del libro en cuestión afirma: “Queda claro así, que la palabra Tecún, o Tecum, o Tekum no existe en los idiomas utilizados ahora y en aquella época”. Como nombre compuesto, por supuesto que no aparece en el Popol Wuj, pero sí como Tekum y se le identifica como miembro dirigente en la novena y décimotercera generación, sin que esto signifique que sea la

misma persona. En El Título de Totonicapán se le nombra de nuevo junto a Tepepul y en las Crónicas Indígenas también. En los Títulos de la Casa Ixquin-Nehaib. Señora del Territorio de Otzoya citado varias veces en el libro que se comenta, se le identifica como “Tecún-Tecum, nieto de Quicab, cacique”. En la Historia Quiché de don Juan de Torres, hay un Tekum Balam; en el documento titulado Guerras Comunes de Quichés y Cakchiqueles y conforme a la traducción de Recinos se habla incluso de “un hijo pequeño de Tecum” y se le vuelve a mencionar en el Título de los Indios de Santa Clara la Laguna. Es decir, la palabra Tekum no es ajena a los idiomas mayas como se quiere hacer creer. Con relación a que la palabra “no existe en los idiomas utilizados ahora”, habría que preguntarse ¿dónde quedan entonces los apellidos Tecum o Tecún? Siempre hablando de ese nombre, Paz Cárcamo dice que “es una palabra o frase que no quiere decir nada como nombre de persona y por consiguiente… es un personaje que históricamente nunca existió”. Aquí, este autor, mejor niega lo que no entiende con base a lo dicho por su desinformado asesor lingüista. En el Vocabulario en lengua quiche de Fermín Tirado (1787), está la palabra tecum y eso ha dado como resultado que Dennis Tedlock (1996) en su versión al inglés del Popol Wuj, lo traduzca como “Black Butterfly”. En la Primera parte del Tesoro de las lenguas Cakchiquel, Quiché y Zutuhil de Francisco Ximénez, esa palabra se traduce como “ciertas cigarras”. Por aparte y siempre con el ánimo de negar la existencia del personaje, se dice que los nombres en la cultura maya siempre estaban ligados “a los signos del calendario, al número del día de nacimiento”. Luego se afirma que Tekum Umam “no es un nombre calendárico de numeral y signo”; como si los nombres K’otuja, Kawisimaj, Tepepul, por mencionar algunos, sí lo fueran. (Continúa).

La palabra mam puede significar tanto abuelo como nieto y bisnieto.

Para negar el significado de la palabra umam, como “nieto de” o “su nieto” se acude a un libro de geonimias, al diccionario yucateco y a una traducción del asesor lingüista. Luego se dice, “la frase: ‘su nieto’ o su ‘abuelo’;… no tiene ningún sentido bajo la normativa con la cual se nombra a las personas en los idiomas mayas”. Páginas más adelante, se asegura: “la palabra UMAM (sic) usada en la escritura del nombre, no existe” (sic). Lo menos que puede decirse ante semejante aseveración, es que cuanta gente ha estudiado y escrito en esos idiomas, al menos del siglo 16 para acá, se ha equivocado. Pero veamos algunas de esas fuentes. La palabra mam como “nieto” se encuentra en el Compendio de Nombres en Lengua Cakchiqvel, de Pantaleón de Guzmán; en el Calepino en Lengua Cakchiquel y en el Diccionario Cakchiquel-Español, de Sáenz de Santa María. En el Vocabulario Kaqchiquel, de Thomas de Coto, incluso se dice que la palabra la usan los ancianos para referirse a jóvenes aunque no sean sus nietos. También se encuentra en un diccionario Tz’utujil del Proyecto Francisco Marroquín, como en el diccionario q’eqchi’ de Haeserijn. En el Tesoro de las Lenguas Cakchiquel, Quiché y Zutuhil, de Francisco Ximénez, se traduce como “nombre de dos meses; el nieto, el abuelo”; en el Diccionario Preliminar del idioma Quiché, de Xec y Maynard, también se traduce como “abuelo” o “nieto”; en el QuicheEnglish Dictionary, de Edmonson, como “grandfather, man’s grandson” y en el Vocabulario Quiché-Castellano, de Domingo Basseta, se traduce como el “nieto” y también el “bisnieto”. De esa cuenta, tiene razón Carmack, en la Historia Social de los Quichés, cuando escribe: “Debe recordarse que dentro del sistema patrilineal de los quichés, todos los jóvenes de la tercera generación de

un linaje, podían ser llamados ‘nietos’ (umam). Tal vez Tecum no fuera así el nieto del rey, literalmente hablando, sino un pariente en la generación nieta del linaje de éste”. En el Popol Wuj, cuando los héroes gemelos recuperan el brazo de Junajpu que Wuqub Kak’ix había arrancado, van acompañados de un par de ancianos que al verlos, Wuqub K’aq’ix los llama qamam, “abuelos”. Luego, ante la pregunta de si aquellos jóvenes son sus hijos, los ancianos contestan: e qamam, que Recinos traduce “son nuestros nietos”. Aquí vemos de nuevo que la palabra mam puede significar tanto abuelo como nieto y aún más, en ninguno de los dos casos implica filiación. En la Historia de los Xpantzay de Tecpán Guatemala, hay un pareado que Recinos obvia y traduce: “Somos los nietos de los abuelos Abraham, Isaac y Jacob”. Esto no es literal y para ilustrarlo en contexto actual, no creo que José Obispo Rodríguez y Martín Chacach, colaboradores en el libro en cuestión, se asuman descendientes de Abraham; aunque en estos asuntos de fe, uno nunca sabe. (Continúa).

La palabra que antes se dijo no existe, aparece de pronto con otro significado; pero equivocado.

Para terminar con este punto sobre la palabra umam. A Paz Cárcamo le parece gramaticalmente inverosímil que pueda significar tanto su abuelo como su nieto y como cité en el artículo anterior, asegura que esa palabra usada en la escritura del nombre no existe y esto de no existe lo pone en negrillas. Sin embargo, páginas más adelante dice: la palabra mam tiene otra acepción: y recurre al mismo diccionario en el que se basa para negar la

existencia de la palabra. Así agrega: es acá donde se aclara la clave del enredo, o misterio, o enigma de Tekum Umam. Al unir los significados de: Tecum, U y Mam, sería: El señor del mal … Es la representación de un Señor indígena que habita debajo de la tierra, (un señor de Xibalba) que solo (sic) sale en los días de crisis. Ante esto, se podría decir que Paz Cárcamo ha agregado un Señor más a aquellos Señores, con la novedad que es un solitario, porque los Señores de Xibalba tenían oficios asignados en pares. Antes se afirmó que Tekum Umam es un palabra o frase que no quiere decir nada como nombre de persona, que la palabra umam no existe y de pronto le encuentra un sentido; pero equivocado. El problema aquí, es que busca el significado de una palabra k’iche’ en un diccionario yucateco y esto es como buscar el significado de una palabra en español en un diccionario rumano. Por supuesto que entre esos idiomas hay cognados. Si se tomara en serio lo escrito por Paz Cárcamo, habría que corregir a cuanto traductor de textos mayas ha habido. En el Popol Wuj habría que corregir a Recinos cuando dice: Estos que nos acompañan son nuestros nietos por Estos que nos acompañan son nuestros señores del mal y donde se dice, Son nuestros nietos; pero les tenemos lástima por Son nuestros señores del mal; pero les tenemos lástima. En la Historia Quiché de don Juan de Torres habría que rectificar la frase son los nietos de los Señores por son los señores del mal de los Señores. La frase citada en el artículo anterior de la Historia de los Xpantzay de Tecpán Guatemala, habría que cambiarla a: Somos los señores del mal de los abuelos Abraham, Isaac y Jacob, etcétera. Paz Cárcamo también impone una nueva regla literaria maya. Al hablar de Huitzitzil Tz’unun, dice que la reiteración del mismo significado en dos idiomas indígenas, es un absurdo y no cabe dentro de ninguna de la reglas para designar el nombre a una persona en la cultura maya. Los pareados bilingües que reiteran el mismo significado por supuesto que existen y son derivados de la fuerza del verso paralelo. Lo absurdo no está en los textos mayas, sino en quien no entiende cómo funcionan esos pareados. (Continúa).

Esos curas habrían ido en contra de la corriente de su época y hasta habrían sido críticos de su fe.

Dado que el objetivo del autor de La Máscara de Tekum es negar, a como dé lugar, la existencia de Tekum Umam, la emprende también en contra del Título Coyoy. Entre otras cosas, afirma que en su redacción fue “determinante la participación de curas españoles”. Si esto hubiera ocurrido, aquellos curas habrían sido grandes conocedores de la cultura maya, del calendario solar, de las danzas, etcétera. También habrían tenido acceso al manuscrito k’iche’ del Popol Wuj escrito por los tres Nim Chokoj por la información que aparece en ambos textos. Aquí hay que recordar que Ximénez sólo tuvo acceso a ese documento siglo y medio después. Esos curas hipotéticos habrían ayudado a redactarlo en k’iche’; pero lo extraordinario, es que habrían ido contra de la corriente de su época al tolerar prácticas antiguas, incluido ciertos sacrificios que se identifican en ese Título. Esos curas hasta habrían sido críticos de su propia fe, ya que siguiendo la traducción en español empleada en el libro de Cárcamo, se dice: “Los extraños nos pusieron Dioses extraños de palo”. Lo inverosímil de esto, es que ningún cronista, ni misionero posterior da cuenta de ellos como se hace, por ejemplo, con de Vico. Pero usando el mismo artificio de Cárcamo, cuando dice que si el nombre de Tekum Umam no está consignado en El Título de Yax, “es porque no constó históricamente. Si no consta, es porque no existió”. Lo mismo puede decirse de sus curas fantasmas. La diferencia es que a Tekum, sí se le nombra en otros documentos.

Para ajustar el tiempo de autoría del Título Coyoy a los propósitos de Cárcamo, se cita a Carmack donde dice: “El texto quiché fue escrito en una letra muy legible con un uso casi perfecto de los caracteres de Parra”. Luego a Jorge Luján Muñoz: “El uso tan perfecto de esos caracteres hace pensar que el documento puede (sic) ser un poco posterior a lo propuesto por Carmack”. Nótese que de “casi perfecto” se pasa a “tan perfecto”. En seguida se dice que en el Título Coyoy aparece la palabra “chirimía”, para luego concluir: “Según dice el antropólogo Carlos García, la chirimía… se introdujo muy avanzado el período colonial; o sea, esto indica que el título K’oyoy (sic) fue redactado muy posteriormente a los años indicados por Carmack”. Nótese de nuevo que de “un poco posterior”, se pasa a “muy posteriormente”. Lo que desarticula esto último, es nada más un asunto de traducción. En el texto k’iche’ del Título Coyoy se habla del instrumento su’, que en el Popol Wuj y otros textos se traduce como “flauta”. La palabra chirimía, sí se encuentra en la Historia de los Xpantzay de Tecpán Guatemala como “cherimiyas”. Es decir, una traducción equivocada en el Título Coyoy no constituye fundamento histórico, al menos para un investigador serio.

Lo irrisorio en todo caso, como hemos estado viendo, está en el contenido de La Máscara de Tekum.

Siempre hablando del Título Coyoy se dice que es “una destemplanza dar razones” por las cuales Adrián Recinos no lo incluyó entre las Crónicas Indígenas; pero de todos modos se afirma: “lo cierto es que conociendo el título no lo creyó, o vío con suficiente importancia como para ponerlo a la par de los otros documentos constitutivos de su famoso libro”. Luego se agrega: “sin embargo, otros, tiempo después le han querido dar una categoría tal, que lo ponen a la par del Popol

Wuj y de los Anales de los kaqchikeles. ¿Irrisorio?, si, pero allí está impreso en letras de molde”. Lo irrisorio en todo caso, como hemos estado viendo, está en el contenido de La Máscara de Tekum. Lo que se ignora del Título Coyoy es el estado del manuscrito y la dificultad que hay para leerlo. Para ilustrar el problema de lectura, de las dos primeras páginas solo quedan fragmentos que equivalen a 30 ó 40 por ciento. De las páginas 47 a la 56 sólo por especulación se asume su contenido. Carmack, quien ordenó las páginas fragmentadas y con el conocimiento de otros documentos, se siente seguro de la secuencia; pero admite que puede haber una o dos transposiciones. En su traducción reconoce que hay palabras que no son k’iche’, sino náhuatl y hace una glosa diciendo que un especialista podría mejorarlas. En la fuente “histórica” en español de Paz Cárcamo; sin embargo, no hay palabra intraducible y así se traduce parte de una frase náhuatl como “le pusieron alicates como almohada”. En otra parte se dice que como al Título no se le encontró por tres siglos, eso hace dudar de su veracidad. Lo mismo se repite con base a la traducción en español que se contrapone a la de Carmack. Lo que Paz Cárcamo oculta, es el traslape de datos de la versión k’iche’ a la traducción en español, aun así afirma: “hay un sesgo hermenéutico sobre los datos consignados”. También dice que en el Título Coyoy, es una forma artificial como se inserta el tema de Tekum Umam: “de repente corta el hilo del discurso e introduce abruptamente el episodio de la invasión española perfilando en el papel a Tekum… Luego, así como se introdujo el tema, así se abandona”. Esto de abrupto sólo evidencia una lectura superficial de ese Título porque si bien, en las primeras 34 páginas se habla de la mitología e historia k’iche’, en la página 15 se nombra ya a Alvarado. De la página 35 a la 42 se habla de Tekum y Alvarado. Luego las consecuencias de aquella invasión, se identifican límites territoriales y en las páginas finales vuelve aparecer el nombre de Alvarado. Así que eso de “artificial” sólo se encuentra en la historieta llamada La Máscara de Tekum. (continúa)

En una lectura literal, podría asumirse que los castellanos eran caníbales.

Antes de pasar al último tema, es necesario hablar un poco sobre la muerte de Tekum. Se cuestiona si pudo o no cortar la cabeza del caballo de Alvarado. Esto se cuenta en el Título Coyoy como en la versión al español del Título de la Casa Ixquin-Nehaib, Señora del Territorio de Otzoyá (no Otzayá como escribe Cárcamo). De este documento Recinos dice: “Es una lástima que no se haya encontrado hasta ahora el original en lengua quiché de esa crónica, para obtener la mayor exactitud de las noticias y nombres indígenas que contiene”. Sobre la muerte de Tekum y conforme a la versión en español del Título Coyoy que Cárcamo utiliza, se dice: “Tecún venido del cielo sólo fue para venir a entregarse… y el capitán cayó en manos de la gente castellana… Tecún fue víctima de mordidas…”. En una lectura literal, podría asumirse que los castellanos eran caníbales; pero el asunto es otro. Carmack, comenta que eso de la “mordida”, podría interpretarse como que fue “atravesado” o “punzado” por Alvarado; pero reconoce que eso es estirar demasiado el significado de la frase k’iche’. Un punto claro en el Título Coyoy es que se dice que fueron “ellos”, no una sola persona, quien mató a Tekum. En relación con el vuelo del quetzal, esa era una forma de expresión que hay que ver dentro de su contexto cultural. En las fuentes españolas también se habla de apóstoles al frente de su tropa. Por aparte, Bernal no presenció los hechos ocurridos aquí. En sus palabras: “y más cumplidamente lo dice en una historia que de ello tiene hecha un vecino de Guatemala deudo de los Alvarado, que se dice Gonzalo de Alvarado, lo que verán más por extenso, y si yo faltare, y esto digo porque no me hallé en estas conquistas…”. Ese texto desaparecido de Gonzalo de Alvarado, podría aclarar la historia a quienes toman como única “verdad” lo escrito por sus ancestros españoles. Como Bernal dice que en Quetzaltenango “habían muerto dos capitanes, señores de Utatlán”, se cita una hipótesis de Jorge

Luján Muñoz quien dice “de haber sido así… el jefe que murió en El Pinar debe haberse llamado Ahau Cotuhá. Si no hubiera sido éste, puede haber sido el otro ‘señor’… que de acuerdo al Popol Vuh se llamaba Vinac Bam”. En seguida Cárcamo agrega que esto “es más plausible”; sin embargo, más adelante afirma: “Históricamente está comprobada la muerte de los dos señores de Utatlán: K’otuja, el Ajaw Q’alel y Winaq B’am, el Ajitz (sic) Winaq Ajaw”. Después añade que los dos Señores muertos “según Bernal Díaz” fueron “los capitanes K’otuja y Winaq B’am… Este es un hecho histórico, el otro, una fantasía, una entelequia”. A Cárcamo sólo le faltó agregar aquí que el libro de Bernal Díaz, ha sido ampliado y corregido por un historiador contemporáneo. (continúa).

Es el imaginario del autor de La Máscara de Tekum donde este hecho es real.

La mayor falacia de Guillermo Paz Cárcamo es hacer creer que todo el tema de Tekum se deriva del Baile de la Conquista. Para el efecto, se cita a Daniel Contreras quien dice: “Barbara Bode, escribió que en San Juan Obispo (sic) existió entre el pueblo la tradición de que la primera presentación del baile de la conquista fue en 1542… Por su parte Kelsey y Osborne dijeron que en 1942 (sic) un religioso escribió el Baile de la Conquista” Aquí se corta convenientemente la cita. Contreras, sin embargo, continúa diciendo: “lo cual pone en duda Bode, quien sostiene que el Baile de la Conquista había sido escrito no más allá de 100 años (de 1961). Bode creía que el error se debía a que confunden el Baile de la Conquista con la Fiesta del Volcán”. A propósito de este baile, en el texto de Bode se hace mención de la “leyenda Marroquín” donde se dice, incluso, que fue el mismo obispo quien lo escribió.

Contreras, en su trabajo citado en el libro en cuestión, agrega: “Creo que el error… está en no considerar al Baile del Volcán como el original y verdadero Baile de la Conquista de Guatemala, el cual dejó de representarse, posiblemente porque era un evento oficial y no folclórico; perdiéndose también el manuscrito…” Siguiendo el argumento de Conteras, el héroe caído en ese baile habría sido Kaji’ Imox, porque se representaba en territorio kaqchikel; pero es diferente el baile donde se hace referencia a Tekum. El mismo Contreras dice: “Es posible que el moderno Baile de la Conquista haya surgido como Baile de la Conquista de Quetzaltenango, para representarlo durante las festividades religiosas, como es el caso de éste, y en fecha reciente, como supone B. Bode, pues nadie conoce un manuscrito de este baile antes del siglo XIX”. Nótese aquí otro punto interesante: el historiador Contreras introduce estas frases diciendo: “Creo que el error…”, “Es posible que el moderno Baile…”; pero en el libro de Paz Cárcamo, éstas y otras citas, son utilizadas para afirmar: “lo anterior quiere decir que el Baile de la Conquista, es la primera referencia existente sobre la figura de Tekum Umam”. Aquí sólo habría que preguntarse: ¿de cuál baile se habla, del “original y verdadero” o del “moderno” como los identifica Contreras? Paz Cárcamo después arremete contra los textos indígenas diciendo: “Llegado el momento o tiempo, los redactores los títulos ni lerdos ni perezosos, además de colar nombres de su tronco familiar en el respectivo alegato judicial, incorparan figuras, escenas y parlamentos del Baile de la Conquista —en esos años ya fijado en el imaginario como si fuera un hecho real—” Tal como estamos viéndolo, es en el imaginario del autor de La Máscara de Tekum donde ese hecho es real. (Continúa)

Esto es de antología: no existe pero es auténtico.

Sobre el Baile de la Conquista supuestamente escrito en 1542, Guillermo Paz Cárcamo reconoce que “no existe un libreto fechado en la primera mitad del siglo XVI que pueda decirse sea el original escrito por el cura anónimo, por el momento. No obstante la autenticidad de su contenido es incuestionable”. Esto es de antología: no existe; pero es auténtico. Antes se cuestionó la autenticidad del Título Coyoy porque no se sabe de su paradero por más de tres siglos; en el caso del Título Ahpop Queham, del cual da cuenta Fuentes y Guzmán, se dice que como solo él lo vio “es muy dudosa su identidad, por no decir tajantemente que no haya existido tal título”. En cambio, de un texto que nadie ha visto, resulta que “su contenido es incuestionable”. Para dar validez a esta si, entelequia, se cita un texto de René García Escobar, para luego decir: “Como lo demuestran estudios científicos al pasar de ‘textos orales’ a ‘textos escritos’ no se transforman los ‘contenidos originales’, la ‘autenticidad comprobada’ del drama puede comprobarse hoy día…”. El sofisma no se consuma ahí. También se dice que los redactores de los Títulos se “fusilan” una parte de ese baile. Si hablamos del supuesto texto de 1542 donde el personaje histórico habría sido Kaji’ Imox, ¿quiénes se habrían “fusilado” esa parte del baile en su documento histórico? Si hablamos del texto del siglo XIX donde se nombra a Tekum, los autores k’iche’ habrían sido prodigiosos para haber podido leer un texto con siglos de anticipación. Por aparte, los textos de esos bailes fueron escritos en español y si a finales del siglo XVI, como Paz Cárcamo escribe, pasar de un idioma maya al español era toda una complicación. ¿Cómo explicar ese “fusilamiento” a los idioma mayas? Para rematar, se señala que “en los títulos, Tekum Umam es una necesaria y ladina ficción jurídica que bien servía a casi todos: corona, curas, comerciantes e indígenas prebendarios…” ¿Quiere esto decir que “el cura autor del original del Baile de

la Conquista” como los que supuestamente ayudaron a escribir el Título Coyoy, eran ladinos? El contenido de La Máscara de Tekum, entonces, se reduce a tomar como fuentes históricas y verdaderas, varios de los textos españoles. Aquí hay que recordar de nuevo a Ramón Iglesia cuando dice: “Si en Gómara hay omisión, en Bernal hay deformación”. Y con respecto de la negación de la capacidad de autoría por parte de los mayas para escribir su historia, hay que recordar lo escrito por la antropóloga kaqchikel Irma Otzoy en un trabajo inédito sobre este mismo tema: “Pese a cualquier circunstancia, los españoles no podían ‘perder’ su cultura e historia; a los indios en cambio había que inventárselas”.

Como no le funcionó un diccionario yucateco, ahora acude a una referencia q’anjobal.

Había pensado dejar hasta aquí el tema de Tekum Umam, pero ante una nota de Guillermo Paz Cárcamo se hace necesario otro artículo. Para comenzar, el desenmascarado autor de La Máscara de Tekum, publicado por la editorial Cholsamaj con el apoyo de la Fundación Soros, cree ofenderme al escribir “Tekum Colop“. Más bien, le agradezco el cumplido. Asimismo dice que soy un k’iche’ que defiendo a “ultranza el invento español de Tekum”. Aquí debo decir que mi identificación lingüística siempre la he mantenido. Respecto de eso del “invento español” solo le faltó agregar que la palabra Tekum que aparece en distintos documentos mayas, también fue invento de sus ancestros. En su manera de manipular lo dicho por otros, Paz Cárcamo asegura que yo dije que es un descerebrado “quien cite a Bernal Díaz”. Escribí que el libro de Bernal, tampoco “conforma la verdad histórica. Solo un descerebrado creería eso”, e identifiqué un texto donde se analiza aquel

libro. Al referirme a su asesor lingüista, licenciado Martín Chachach, escribí “desinformado”; no “ignorante” como él dice; pero Paz Cárcamo, que lo conoce mejor, ha de tener sus razones para asignarle ese adjetivo. Como el propósito de su “investigación” es negar la existencia de Tekum Umam, recurre a un término contemporáneo para tratar de demostrar que el significado de la palabra mam usada hace cinco siglos en manuscritos k’iche’ no existe. En lo que él llama “ocho exhaustivos capítulos”, no pudo encontrar esa palabra ni su significado en los manuscritos indígenas ni en distintos diccionarios k’iche’ o en los de esa rama lingüística. Aquí debo acotar que al hablar de los significados de las dos palabras Tekum y Umam, cito documentos, no defiendo suposiciones. La desfachatez de Paz Cárcamo llega al punto que como no le funcionó un diccionario yucateco, ahora acude a una referencia q’anjobal. Luego atribuye a Nora England y a Terrence Kaufman algo que ellos no han escrito. Afirma que si se toma en cuenta lo que ambos han dicho sobre que “el q’anjobal sea la madre de los idiomas, entraríamos en contradicción”. Asumo que se refiere a los idiomas mayas, que tampoco es cierto. Kaufman propuso que el protomaya se habló en el área de los Cuchumatanes antes de 2200 aC y que alrededor del año 1000 aC los que quedaron en esa región hablaban lo que en términos lingüísticos se conoce como q’anjobal mayor. Esto es muy distinto a decir “madre de los idiomas”. Nora England, en correo personal, me escribe que sobre ese punto: “no hemos dicho, ni él [Kaufman] ni yo, que los idiomas mayas se originan del q’anjob’al”. Por último, la promoción que hace de su libro, creo haberla hecho mejor yo través de estos artículos y me disculpo de los lectores, porque su adquisición equivale a ser estafado con plena conciencia.

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