Esto no es natural

August 20, 2017 | Autor: Dácil Melgar | Categoria: Feminismo, Monarquía, las monarquías del siglo XVI
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ESTO

NO

ES

NATURAL

Dácil Melgar Pérez de Guzmán

 

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Índice

Imágenes…………………………………………………………………… p. 3-5 Esto no es natural………………………………………………………….. p. 6-10 Bibliografía………………………………………………………………… p. 11

 

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María Tudor

María Tudor, reina de Inglaterra, segunda mujer de Felipe II Antonio Moro 1554 Museo del Prado

 

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Isabel I

Isabel I en su coronación Anónimo Hacia 1600 National Portait Gallery of London

 

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María I Estuardo

Mujer desconocida, formalmente conocida como María Estuardo Anónimo Hacia 1570 National Portait Gallery of London

 

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Esto no es natural

María Tudor

(1516-1558):

Inglaterra e Irlanda

desde 1553

Isabel I

(1533-1603):

Inglaterra e Irlanda

desde 1558

Escocia

desde 1542 hasta 1567

María Estuardo (1542-1587):

Mientras los pilares políticos de Europa se tambaleaban a raíz de la lucha religiosa entre católicos y protestantes, en el siglo XVI subían al trono tres reinas, tres mujeres cuyas ideas políticas y religiosas primaron quizás frente a las condiciones que se contemplaban en cuanto a su sexo. En el pensamiento social de aquella época predominaba la asociación de debilidad y sentimentalismo con el sexo -y la mentefemenino. Y sin embargo, las tan polémicas normas de sucesión dinástica hicieron que en estos tres casos, y en muchos otros, prevaleciera el derecho al trono por la sangre sobre el género, legitimando el gobierno de tres mujeres plenamente justificado por encima de todos los hombres del reino. Estas reinas que escogemos para hablar sobre el “monstruoso régimen de mujeres”, como lo denominaba el calvinista escocés John Knox en 1558, son María Tudor, Isabel I y María Estuardo. Y no es casual que las tres gobernaran en países nórdicos: en esta época convivían en Europa sistemas políticos republicanos -como en la Florencia del primer renacimiento, los cantones suizos, las ciudades imperiales alemanas o Venecia- y monarquías tradicionales -como en Inglaterra, Francia, España, los principados alemanes y la Florencia ducal del Renacimiento-, y mientras que en el sistema electivo el acceso de una mujer al gobierno o a cualquier institución política era impensable, porque nunca sería voluntariamente elegida para este fin -solo ejercían influencia indirectamente-; en el sistema tradicional monárquico no solo existían espacios dedicados a la mujer dentro del engranaje político -hablamos, por ejemplo, de las cortes, conformadas por personas de ambos sexos; o de las reinas como compañeras de los reyes-, sino que incluso se podían dar ciertas circunstancias que sentarían a una mujer de sangre real sobre el trono sin un rey a efectos prácticos junto a ella.

 

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Existían diferencias dentro de las monarquías europeas: por ejemplo, en Francia la Ley Sálica limitaba el papel de la reina -visiblemente diferenciado desde el momento de la unción por medio de la estética y las precedencias en la ceremonia-; en cambio, en lugares como Inglaterra o Escocia las reinas podían gobernar plenamente por derecho propio en ausencia de un heredero masculino de línea directa. Estas tres reinas serían recordadas como Bloody Mary -María Tudor-, la Reina Virgen -Isabel I- y la Reina de los Escoceses -María Estuardo-. Sus apodos son consecuencia del modus operandi que decidieron asumir. El siglo XVI fue muy convulso a nivel político y religioso, y la herencia que había dejado Enrique VIII con su ruptura con Roma y las dificultades de justificación de la legitimidad por los problemas dinásticos de las tres reinas les obligaron a afirmarse con una personalidad definida. María I de Inglaterra, conocida como María Tudor, fue reina de Inglaterra e Irlanda desde 1553, siendo la tercera mujer en acceder al trono inglés y recordada por abrogar las reformas religiosas introducidas por su padre Enrique VIII -que había roto con Roma y había instaurado el protestantismo- y por someter a Inglaterra de nuevo a la autoridad del Papa. Durante el proceso condenó a casi trescientos protestantes a morir en la hoguera en las conocidas como Persecuciones Marianas, recibiendo por ello el apodo de Bloody Mary. Esta férrea voluntad de restablecer la “verdadera religión” en su reino está quizás relacionada con la educación que recibió de su madre -primera mujer de Enrique VIII- y de Luis Vives, el erudito que escribió “Instrucción de la mujer cristiana”. Tomaremos a María Tudor como mujer que pudo reinar: la sucesión dinástica le otorgó la posibilidad de hacerse cargo de toda Inglaterra e Irlanda -pues los matrimonios concertados durante su infancia se habían anulado-, pero viendo su posición poco asegurada ante la posibilidad de que su hermanastra protestante Isabel le arrebatara el trono decidió casarse a los treinta y siete años con Felipe II. Fruto de este acontecimiento, María Tudor fue retratada por Antonio Moro en el retrato que nos ocupa. En él la reina aparece hierática, con mirada severa y los labios apretados, dando la impresión de mujer fuerte y plenamente asentada en su posición, siendo la imagen dulcificada y “feminizada” con la flor y los guantes que sostiene. Es una mujer fuerte que sin embargo ha tenido que casarse como vía para evitar que otra mujer le arrebate el trono. Se dice que ella estaba enamorada de Felipe II, pero que éste había dejado claro que el matrimonio se basaba  

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únicamente en la conveniencia política. Este matrimonio no fue considerado conveniente por su pueblo, y tras dos falsos embarazos quedó patente que la posibilidad de reafirmar su posición por este medio había sido en realidad perjudicial para su figura. Aunque el poder de Felipe estaba muy limitado -por ejemplo, Inglaterra no tenía obligación de apoyar militarmente a Carlos V, padre de Felipe II- éste firmaba como Rey de Inglaterra. En su testamento, María dejó escrito que Felipe sería su sucesor, pero finalmente Isabel se hizo con el trono, y la reina fue enterrada en la Abadía de Westminster, que más tarde compartiría con Isabel I. Cuando la reina murió, Felipe, que había pasado la mayor parte del tiempo gobernando sus territorios en Europa continental, pretendió a Isabel I, pero ésta sería una reina muy diferente. María Tudor había renunciado a una soberanía únicamente femenina y había acudido a la tradicional forma de asentar su poder -el matrimonio-, dejándose dominar por las necesidades políticas de su esposo. En cambio, Isabel, su hermanastra, reinaría en Inglaterra e Irlanda durante cuarenta y cuatro años sirviéndose de otras vías para hacer del suyo un trono sólido. Cuando en 1558 Isabel accede al trono, se enfrenta a las tradicionales sospechas sobre un gobierno femenino, proclive según estas opiniones a someterse a sus favoritos varones y a ser voluble e irracional. A los tres años la madre de Isabel, Ana Bolena, fue mandada decapitar por su padre, Enrique VIII, siendo declarada, como María Tudor, hija ilegítima. Sin embargo, acabaría ocupando el trono tras la muerte de su hermanastra María. Así como ésta había revocado las medidas protestantes de su padre, Isabel devolvió a Inglaterra el protestantismo, independizándose de Roma y convirtiéndose en la máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra. Aunque se esperaba que contrajese matrimonio, finalmente no lo hizo -las razones son debatidas-. Estas dos circunstancias -la instauración del protestantismo y su mítica virginidad- fueron precisamente las armas que Isabel utilizó para reforzar su figura. Su estrategia consistió en alzarse como la imagen de Reina Virgen casada con su pueblo, proyectándose esta idea en las ceremonias, vestimentas y retratos. Hizo de su cuerpo un escudo de ropas muy almidonadas y ornamentadas, cargadas de perlas.  

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Cuando era menester, la Reina Virgen parecía una figura masculina capaz de dar valor a sus soldados, pero al mismo tiempo era una imagen icónica, sustituta de la imagen católica Virgen María. En su condición de Virgen, podía proclamarse madre, esposa y señora del pueblo de Inglaterra y su corte. Aunque el reinado de Isabel estuvo lleno de habladurías sobre sus amantes e hijos ilegítimos y su malformación física, en general desarrolló un estilo de autodominio femenino que sostenía la autoridad real dentro del marco de pensamiento jerárquico del siglo XVI. La representación de su imagen era a la vez origen, muestra y confirmación de su poder, una forma de hacerse valer, respetar y querer. La decisión de Isabel de no contraer matrimonio volvió a complicar la sucesión, y a falta de heredero, se presentó como candidata María Estuardo, descendiente de la hermana mayor de Enrique VIII, que era católica. María había ascendido al trono de Escocia con nueve meses de edad por una serie de accidentes sucesorios y con una semi Ley Sálica presente. Jacobo V de Escocia exclamó en su lecho de muerte ante la noticia del nacimiento de su hija "¡El diablo me lleve! ¡Comenzó con una mujer, terminará con una mujer!”: la familia Estuardo había ascendido al trono gracias a una mujer, y Jacobo pensaba que el nacimiento de una niña marcaría el fin de su dinastía, pero esta niña tempestuosa llevaría a la familia Estuardo a su cenit uniendo los reinos de Inglaterra y Escocia gracias a su hijo Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra. La relación de María Estuardo con sus pretendientes y maridos es muy peculiar: con dos años su madre tuvo que esconderla para que Enrique VIII no la secuestrara para casarla con su hijo y unificar así a la fuerza ambos reinos; con cinco años fue prometida con el Delfín de Francia y enviada a su corte; con dieciséis años se casó con Francisco II de Francia, y con dieciocho quedó viuda; más tarde Isabel I le propuso nombrarla heredera de Inglaterra si dejaba que ella eligiera su matrimonio, pero María declinó la oferta a pesar de que ansiaba el trono inglés; luego se casa con su primo hermano católico, que acabaría asesinando al secretario de la reina por celos y provocándole un aborto tras divorciarse por no conseguir el título de “rey” -María finalmente lo asesinaría presuntamente con la ayuda de su siguiente marido incendiando su casa y poniendo así en contra a gran parte de la población-; su matrimonio con el asesino de su primer marido pasa por un rapto voluntario o no y una posible violación, y es tan mal visto por toda la nobleza escocesa que encarcelan a la reina en un castillo -donde sufre otro aborto de  

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gemelos- y le obligan a abdicar en favor de su hijo de apenas un año de edad. María Estuardo había formado parte presuntamente de varias conspiraciones para asesinar a Isabel I, sublevar el norte católico de Inglaterra y apoderarse del trono, por lo que finalmente fue acusada de traición por una corte de unos cuarenta nobles protestantes y católicos y fue decapitada con cuarenta y cinco años declarándose mártir católica y vestida de rojo. Las tres reinas del norte, María Tudor, Isabel I y María Estuardo fueron irónicamente enterradas en la Abadía de Westminster, a unos pocos metros de distancia entre ellas. En vida se caracterizaron por una fuerte rivalidad, disfrazada de religión –en el bando católico o protestante- y con muchas intrigas matrimoniales implicadas –y no es de extrañar, pues el matrimonio era una de las principales vías de diplomacia del momento-. María Tudor había sido férrea católica, asesinando a decenas de protestantes; Isabel I había utilizado el protestantismo para independizarse de la autoridad del papa de Roma y alzarse como una Virgen casada con su pueblo; y María Estuardo, que había tenido corazón católico pero había tolerado el protestantismo incluso en su familia, había sido finalmente condenada por católicos y protestantes. Enrique VIII había inaugurado el siglo rompiendo con Roma y casándose seis veces, asesinando a varias de estas mujeres en el proceso. Sin embargo, en la siguiente generación tres mujeres monopolizaron los tronos de Inglaterra e Irlanda y Escocia, desarrollando su propio modus operandi. Podríamos concluir que estas mujeres no se dejaron llevar por sus pensamientos y pasiones, acusaciones usuales en la época, sino que utilizaron la religión y el matrimonio –dos cuestiones aparentemente pertenecientes al alma y no a la cabeza- para justificarse y condenar a los enemigos, una costumbre muy extendida desde el principio de los tiempos entre aquellos que han de gobernar un pueblo.

 

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Bibliografía https://www.museodelprado.es/coleccion/galeria-on-line/galeria-on-line/obra/mariatudor-reina-de-inglaterra-segunda-esposa-de-felipe-ii/?no_cache=1 (consultado 24 marzo 2014) http://www.npg.org.uk/collections/search/portrait/mw02070/Queen-ElizabethI?LinkID=mp01452&search=sas&sText=elizabeth+i&role=sit&rNo=12 (consultado 24 marzo 2014) http://www.npg.org.uk/collections/search/portraitLarge/mw04279/Unknown-womanformerly-known-as-Mary-Queen-of-Scots (consultado 24 marzo 2014) Historia de las mujeres en Occidente. Tomo 3, Del Renacimiento a la Edad Moderna. Bajo la dirección de Georges Duby y Michelle Perrot. Traducción de Marco Aurelio Galmarini. Madrid: Taurus. 1992 María I de Inglaterra: ¿La sanguinaria?: Reina de España. Félix de Llanod y Torriglia. Madrid: Espasa-Calpe. 1946 Isabel I de Inglaterra. Michel Duchein. Buenos Aires: Javier Vergara. 1994 María Estuardo. Stefan Zweig. Barcelona: Acantilado. 2013

 

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