Falsa y auténtica autoestima

July 22, 2017 | Autor: Juan Oyuela | Categoria: Autoestima
Share Embed


Descrição do Produto

Falsa y auténtica autoestima1 Autoestima es un término ambiguo, acuñado por William James en 1890. A pesar de ser muy utilizado, no existe un consenso claro sobre su significado. Puede llegar incluso a significar cosas opuestas. Casi todos están de acuerdo que forma parte de la salud mental y espiritual de una persona, sin una sana autoestima es difícil contar con una personalidad equilibrada y madura. «Quien entra hoy en día en cualquier librería americana —cuenta un autor—, encuentra enseguida toda una sección muy bien surtida de bestsellers bajo la sigla autosuperación. [...] En el fondo, lo que ponen en relieve dichos libros es que, antes de poder ayudar a los demás, es preciso llegar a ser uno mismo. Dicho de otro modo: que ante todo hay que encontrar, aceptar y desarrollar la propia identidad»2. Sin duda varios de estos libros estarán guiados por el sentido común. Sin embargo, la gran desorientan e incluso pueden resultar perjudiciales. Hablando de autoestima pueden distinguirse dos corrientes. Unos identifican la autoestima exclusivamente con una visión positiva sobre uno mismo, sin tener demasiado en cuenta la realidad. En esta línea son frecuentes los libros para impresionar a los demás y lograr una influencia positiva sobre ellos. Es posible encontrar en estos la necesidad de fomentar un “sano egoísmo”. En el fondo de esta postura existe la búsqueda hedonista de la propia excelencia rehusando conocer nuestra propia realidad y evitando sacrificios a toda costa. En esta corriente la autoestima se consigue dando la espalda a lo negativo, automotivándose y programando de forma positiva nuestra forma de pensar. “recuerdo que, visitando la casa de un amigo bastante inseguro, me enseñó una compleja —y cara— instalación estereofónica capaz de enviarle mensajes subliminales, apenas perceptibles, durante sus horas de sueño. Dormía con unos cascos, oyendo una serie de cintas con sugestivas frases de este estilo: «Eres formidable, vales mucho, eres único; aunque otros no se den cuenta, eres genial...»”3 Lo nocivo de este enfoque es evitar a toda costa el sentimiento de culpabilidad haciendo creer a la gente que no tienen defectos: se les intenta inculcar autoestima a costa de la verdad sobre sí mismos4. En Estados Unidos, desde hace varios decenios, se ha intentado fomentar a toda costa la autoestima de los jóvenes. Pero ¿no es mejor ayudarles a asumir la verdad sobre sí mismos? ¿De qué sirve hacerles creer que son mejores de lo que son? La psicología del “ante todo, cueste lo que cueste, siéntete bien contigo mismo” dificulta la percepción de la realidad. Tarde o temprano ésta se impone y la frustración es mayor. En un estudio realizado en 1989, 1

Existe abundantísima bibliografía sobre el tema. Los libros más acertados, en los que se basa el artículo son: Michel Sparza, La autoestima del cristiano. Iván Pittaluga, Saberse amado, saberse capaz. Stanley Coopersmith, The antecedents of Self Steem. Quitando algunos planteamientos anticristianos puede ser útil también Nathananiel Branden, Los seis pilares de la autoestima. 2 H. Arts, Zelfontplooiing en spiritualiteit, Davidsfonds, Lovaina 1994, p. 11. 3 Michel Sparza, La autoestima del Cristiano 4 Véase por ejemplo la crítica del sociólogo americano Christopher Lasch, La rebelión de las élites. Y la traición a la democracia, Paidós, Barcelona 1996.

se compararon las destrezas matemáticas de estudiantes de ocho países. Los estudiantes Norteamericanos sacaron los peores resultados y los Coreanos fueron los mejores. Los investigadores evaluaron también la autoestima de esos mismos estudiantes y les preguntaron qué pensaban de sus propias aptitudes matemáticas. El resultado subjetivo resultó ser contrario a la realidad objetiva: los Norteamericanos se creían los mejores y los Coreanos pensaban que eran los peores5. Conviene hablar de autoestima para evitar su carencia, pero si se exagera, se puede caer en el polo opuesto. La otra carencia notable es que este planteamiento es marcadamente individualista. La otra corriente sobre la autoestima pone el acento en la realidad, en la aceptación de sí mismo, en la educación del carácter, en la búsqueda del sentido de la vida y el aporte que damos a los demás. Después de algunos años de experiencia en tratar este tema puedo decir que no se puede hablar de autoestima sin relación con la realidad, incluidas nuestras relaciones con las demás personas. La auténtica autoestima necesita del propio conocimiento y la responsabilidad de hacernos cargo de nuestra mejora personal. Aunque no se trata solamente de una cuestión intelectual. Implica también el ejercicio de la voluntad, educada mediante hábitos que nos ayuden a ejercitar virtudes que nos ayuden a crear el clima propicio para crecer en la escuela del auténtico amor. Solamente la verdad es garantía de libertad. Si la autoestima hunde sus raíces en la verdad sobre uno mismo, se evita tanto el complejo de superioridad como el complejo de inferioridad. No se trata de «pensar que todo lo que se hace está bien por el mero hecho de que lo hacemos nosotros, sino de no tratarse demasiado duramente. Somos quienes somos, y al final debemos ser nuestro mejor amigo. No cerraremos los ojos a todo cuanto hay en nosotros algo que podría o debería mejorar, pero no nos obligaremos a esa mejoría mediante el castigo o el menosprecio. [...] Reconozcamos lo bueno que hay en nosotros sin estridencias ni entusiasmos desaforados, pero si hay motivos para estar orgullosos, pues vamos a estarlo, qué caramba»6. Al final, hablar de una buena o mala autoestima, es decidir fomentar una de estas dos actitudes respecto a nosotros mismos: un orgullo bueno (humilde autoestima) y otro malo (egoísmo del yo). La actitud hacia uno mismo es como una una autopista entre el amor que recibimos de otros y el amor que les damos. Cuanto más y mejor amor recibo, más y mejor me amo a mí mismo y a los demás. Por una parte, me amo a mí mismo en la medida en que soy amado; como afirma Pieper, «sólo por la confirmación en el amor que viene de otro consigue el ser humano existir del todo»7. Por otra parte, amo bien a los demás en la medida en que me amo a mí mismo; «si no sabes amarte a ti mismo, tampoco sabrás amar de verdad

5

Cfr. P. C. Vitz, The Problem with Self-Esteem, enwww.catholiceducation.org. P. Gómez Borrero, La alegría, Martínez Roca, Barcelona 2000, pp. 12 y 13. 7 J. Pieper, El amor, Rialp, Madrid 1972, p. 58. 6

a los demás», sentencia San Agustín8. Quien se siente despreciado por otros, es posible que desarrolle una actitud conflictiva hacia ellos y hacia él mismo. ¿Qué es la autoestima? Es la confianza en nuestra capacidad de enfrentarnos a los desafíos básicos de la vida. Confianza que nace de sabernos amados incondicionalmente. Amor que solamente podemos experimentar en primer lugar de Dios, de nuestra familia y nuestros verdaderos amigos. Por otra parte la autoestima nace de sabernos capaces de llevar a cabo el sentido de nuestra existencia. ¿Tener mucha o poca autoestima? es como el sistema inmunológico del cuerpo. Proporciona resistencia, fuerza, capacidad de recuperación. Nos ayuda a enfrentar las dificultades y a recuperarnos con prontitud de los fracasos. También, la sana autoestima nos facilita ser objetivos respecto a nosotros mismos; no exagerar nuestras cualidades, tampoco exagerar nuestros defectos. Por si sola no es suficiente. No se puede hablar de ella como un producto de laboratorio obtenido de forma individual. Para lograrla es necesario amar y saberse amado por un amor incondicional. Saberse poseedor gratuito de muchos talentos y gracias a estos sentirnos capaces de hacerlos fructificar con responsabilidad. En este sentido, siempre me llamó la atención la siguiente cita del libro de C. S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino: «Para anticiparnos a la estrategia del Enemigo [Dios], debemos considerar sus propósitos. [...] Quiere que cada hombre, a la larga, sea capaz de reconocer a todas las criaturas (incluso a sí mismo) como cosas gloriosas y excelentes. Él quiere matar su amor propio animal tan pronto como sea posible; pero Su política a largo plazo es, me temo, devolverles una nueva especie de amor propio: una caridad y gratitud a todos los seres, incluidos ellos mismos; cuando hayan aprendido realmente a amar a sus prójimos como a sí mismos, les será permitido amarse a sí mismos como a sus prójimos»9. La persona con sana autoestima es capaz de maravillarse al descubrir en sí mismo la mano de Dios que no deja de adornarle con toda clase de bienes y regalos. La autoestima aparece cuando aprendemos a amarnos a nosotros mismos sirviendo a los demás. Crece en nosotros una adecuada autoestima cuando nos olvidamos de pensar tanto en ella y aprendemos a darnos con generosidad. Como dice el dicho popular: “hacer el bien y no mirar a quien”. De esta forma, casi sin darnos cuenta crecerá en nosotros la paz y la alegría que son señales inequívocas de ir en el camino correcto. Tegucigalpa, 26 de abril de 2015 @jcoyuela www.eticaysociedad.org

8 9

A. de Hipona, Sermo 368, Migne, Patrologia Latina, 39, p. 1655. C. S. Lewis,Cartas del diablo a su sobrino, Rialp, 4ª ed., Madrid 1994, pp. 70-71.

Lihat lebih banyak...

Comentários

Copyright © 2017 DADOSPDF Inc.