Figura de Santidad y Vida Monacal

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Silvia Méndez Méndez
Reflexión de la figura de Santidad Bizantina y la Vida monacal
Salirse de los parámetros ideológicos establecidos en la enseñanza de la religión moderna en la sociedad actual, sobre los monjes o santos, es algo que a cualquier creyente o no, sorprende; que actuaban con locura, convivían en la prostitución, y otros excesos, no es algo que nos venga en primer plano en la mente sobre ellos; aunque sí tenían cuestiones que respetaban, como la alimentación, rutinas de vida, sacrificios que consideraban ellos mismos necesarios para alejarse de todo pecado: como el montarse en pilares, algunos andar desnudos, y recibir alimentos de aquellos que los seguía e incluso había algunos que no permitían que se usaran las escalinatas para recibir alimento, pero tampoco explica en el texto de que otro modo se les alimentaba estando en las alturas. Se habla de los monjes que, si no eran visitados, no comían, es decir, no tomaban nada que Dios no les ofreciera mediante sus fieles.
Los santos eran personas que solían ser enterrados con respeto y en lugares sagrados, en caso de no ser así, también hay relatos que describen sucesos poco agradables; otros simplemente esperaban ser encontrados para su correcto enterramiento, y otros entran de la predicción de su muerte. Hay de igual manera historia de quienes exorcizaban y eran exorcizados.
El libro de Nuevo Jardín (llamado igualmente El Prado) tiene relatos en relación a situaciones que explican las creaciones de determinados recintos en lugares poco comunes, como cuevas, la eliminación de recompensas por falta de lucha contra los deseos, algunos presbíteros que auguran su muerte o personas que hacen una buena voluntad, de aquellos que hacen penitencia o algo parecido y de aquellos que se arrepienten. También están aquellos que defienden su honor –las mujeres- mediante la palabra correcta, por medio de la reflexión de la castidad.
Son pequeñas narraciones, algunas graciosas y otras un tanto crueles, pero que cumplen el mismo fin de enderezar y guiar al alma par con Dios.
Los castigos que recibían los herejes eran humillantes la mayoría de las veces, poco reales y sólo en caso de haber arrepentimiento tenían una muerte serena. Los castigos sobresalientes eran el: morir de cabeza en la letrina llena de excremento con los pies al aire; ser mutiladas las extremidades por la Madre de Dios, o en su defecto quedar dejar ciego ya sea por intento de asesinato o robo.
Es evidente que la madre de Dios en este libro, no pretende ser una cuidadora clásica de amor y palabras, como hoy día se pone, sino una mujer un tanto extremista en sus castigos, para poner ejemplo del mal que han hecho los hombres. Estar a su cuidado, sin duda era lo mejor que recibir sus castigos.
De la Vida y conducta de Simeón, se diferencia claramente explicando por segmentos las situaciones de vida en las que se encontraba. Nada que ver con la parte del libro anterior. Las coincidencias que tienen es el regirse por el buen camino de acuerdo a las creencias y los lineamientos para salvar sus almas. Ambos son libros de moralidad y ética religiosa explicados a partir de la vida de las personas, de las narraciones y sus vivencias, y que para alguien que no es creyente, puede pasar momentos entretenidos, y otros, atrapados por las historias crueles de dichos personajes.
En cuanto a la escritura, no es compleja ni el entendimiento del texto, en realidad es bastante ameno y. su formato de redacción es el del cuento actual.


Historias bizantinas de locura y santidad. Sólo comió tres veces, p. 121
Ibídem. Pasó treinta y cinco años desudo p.114
Ibídem. Si alguien no iba a verlos, no comían, P.86
Ibídem. La tierra la vomitó p.112 en el que eran expulsadas las mujeres muertas de su entierro, y epitafio p.111
Ibídem. Como el de coge un pico y una pala y ven conmigo p.113
Ibídem. Fue a ver a Simeón el Estilista,p.137. ¡reza! P.138
Ibídem. Más grande que el monte Sinaí, p. 49
Ibídem. Bautismo de una hermosa persa, p.50
Ibídem. Le devolvió las monedas, p.76
Ibídem. Más pobre todavía, p. 54
Ibídem. Cuando más sufre el hombre por fuera, p. 54; De joven había sido mulero,p.122
Ibídem. Abuso de hospitalidad, p.72
Ibídem. El hereje de conducta intachable,p.126, Lo metió en una cárel para clérigos,p.129
Ibídem. Los tres ciegos, que fue el mismo cadáver quien lo dejó ciego. P.102



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