Fuerzas Especiales: útiles, pero no para todo

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FUERZAS ESPECIALES: ÚTILES PERO NO PARA TODO
Guillermo Lafferriere
Mientras usted está leyendo esta nota, en muchos lugares del mundo, grupos muy pequeños, altamente entrenados, empleando costosísimos equipos y bajo un altísimo nivel de secreto; están observando un blanco a ser bombardeado en Siria, Afganistán, en algunas de las agencias de los territorios federales en Pakistán; quizá en Malí siguiendo el rastro de un fracción de tuaregs en pleno desierto africano o más al sur en Nigeria persiguiendo a Boko Haram. Otros pueden estar lanzándose desde un avión empleando equipos de respiración autónoma por la altura en que se lanzan, para luego de navegar por varios minutos, abrir sus paracaídas y descender silenciosamente en algún paraje donde tienen planeado destruir una instalación donde se aloja la cabeza de una organización enemiga; y quizás algunos estén saliendo desde los tubos de torpedo de un submarino dirigiéndose bajo el agua a reconocer una instalación portuaria en Corea del Norte. Ellos pertenecen a lo que genéricamente se denominan "fuerzas especiales", un término que engloba muchas organizaciones militares en diversos países. Todas ellas hacen un culto al profesionalismo, al entrenamiento llevado a los extremos y a un espíritu extremadamente agresivo para llevar adelante las misiones que se les encomienden.
Desde el 2001, estas tropas han estado a la vanguardia de muchas de las operaciones militares que se han desarrollado, aunque vienen desempeñándose desde hace ya mucho. Países como el Reino Unido, Francia, EE.UU., Rusia, China, Alemania y también la Argentina, cuentan con personal de alta capacitación y esos países poseen también experiencia de guerra concreta, más lejana o reciente de su empleo. Sin embargo, esas fuerzas, tan útiles, no son en modo alguno una herramienta que puede satisfacer todas las necesidades que las operaciones militares demandan. Veamos por qué.
Cuentan con aptitud para llevar adelante operaciones muy puntuales contra instalaciones o personal en zonas alejadas y bastarse por sí mismas por un tiempo relativamente cortos antes de ser evacuadas. Sin embargo por la naturaleza de sus misiones, no pueden operar con equipos pesados ni sus efectivos son numerosos. Ello hace que no estén en condiciones de asegurar terrenos por tiempos prolongados.
Las mismas consideraciones antes mencionadas hacen que su empleo sea siempre sobre objetivos que no estén en condiciones de aplicar toda su capacidad militar en su contra. En términos directos: una tropa especial jamás se empleará para destruir una división blindada.
Tampoco pueden emplearse durante lapsos prolongados como si lo hacen otro tipo de fuerzas. Al carecer de capacidad de sostenimiento logístico sostenido, son incapaces de operaciones que requieran tiempos extensos para su concreción.

Pero estas condiciones que afectan a las fuerzas especiales en la mayoría de los casos, son precisamente la condición general que les permite ejecutar sus operaciones de manera subrepticia, rápida y fulminante. Esta última condición ha hecho que en no pocas ocasiones, se empleara a las fuerzas especiales en la ejecución de tareas que son responsabilidad de las tropas regulares; como por ejemplo realizar patrullas adelantadas, dirigir los fuegos de apoyo o bien ser empleados como tiradores especiales. Ello se ha hecho por lo general por no haber capacitado adecuadamente a las tropas regulares para desempeñar acabadamente sus tareas. Tal empleo de las fuerzas especiales es un verdadero dispendio de un recurso normalmente escaso, al tiempo que se las coloca en situaciones donde se lo expone a condiciones operativas para las cuales no han sido capacitadas.

Las fuerzas especiales presentan a los decisores políticos herramientas diferentes para hacer uso del poder militar, no pocas veces de manera encubierta, y generar así ciertos efectos que jamás podrían hacer sin que mediara una situación de guerra. Es por lo tanto en ese sentido una herramienta delicada, que no puede emplearse sino bajo muy determinadas condiciones y con la autoridad necesaria que respalde ese tipo de operaciones encubiertas. Esto último puede parecer algo inimaginable para países donde los temas militares carecen de relevancia para la política, pero no lo es así en otras naciones, y en modo alguno está reservado ese empleo a las grandes potencias.

Es más que probable que los próximos años reserven a las fuerzas especiales escenarios diversos para su empleo. Y también esos tiempos por llegar serán unos donde los planificadores estratégicos deberán calibrar con mayor precisión la cantidad de esas fuerzas respecto al resto de su instrumento militar. Ese delicado balance en general ha estado acompañando las visiones que sobre el futuro de las guerras se ha tenido. En algunos casos, importantes naciones perdieron el rumbo con ese delicado balance. Una lección que debieran aprovechar aquellos que alejados de las demandas del empleo del recurso militar, deben pensar en la adecuación de sus propios instrumentos militares para hacerlos aptos a los desafíos que el futuro, incierto desde nuestra perspectiva, puede reclamar un día.







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