FUNDAMENTOS ARQUITECTÓNICOS PARA UN TURISMO SOSTENIBLE
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Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
©2009, Benito Sánchez‐Montañés Macías EDITORIAL ARTE‐FACTO, Colectivo de cultura contemporánea ISBN:
978‐84‐613‐5195‐4
Queda prohibida, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, tales como la reprografía o el tratamiento informático, siempre que no exista una autorización previa de los titulares del copyright. Impreso y encuadernado en España por Milhojas Servicios Editoriales
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Benito Sánchez‐Montañés
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A los que preguntan, mis mejores maestros.
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Prólogo de José María Cabeza Laínez....................................................... 8 Introducción ....................................................................................... 23 1. arquitectura, turismo y medio ambiente ........................................... 29 1.1. arquitectura y turismo.......................................................... 32 1.2. arquitectura y medio ambiente ............................................. 49 1.3. turismo y medio ambiente .................................................... 78 2. Reunión de conceptos..................................................................... 113 3.Datos sobre el turismo en España ..................................................... 123 4.Instrumentos de control ambiental................................................... 145 5.Decálogo ........................................................................................ 167 6.Estudio empírico ............................................................................ 209 protocolo de monitorización ...................................................... 219 estudio de los datos obtenidos / proceso ..................................... 222 estudio analógico de un modelo ................................................ 266 estudio comparativo de datos obtenidos..................................... 271 conclusiones del estudio empírico .............................................. 300 7. proposición de un prototipo ............................................................ 305 8. Otros campos de desarrollo del prototipo........................................ 369 9. Conclusión .................................................................................... 389 corolarios .......................................................................................... 391 bibliografía........................................................................................ 395 Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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PRÓLOGO ©2009 José María Cabeza Lainez El escrito que, contra pronóstico, ha caído en sus manos marcará el fin de un milenio para el pensamiento arquitectónico, si es que éste aún existe. La industria turística como es bien sabido es ya la más importante del mundo, y seguirá siendo así hasta que las arenas del tiempo se agoten y el sol cese de brillar. Un instante no tan lejano como usted piensa. Sin embargo, poco o nada se habrá hecho por trasladar la cuestión a un terreno científico. Las Facultades que se crearon ex profeso en los últimos años se han centrado casi exclusivamente en la atención al visitante o turista, y en el modo altamente comunicativo e inter‐subjetivo de satisfacer sus dese‐ os más superficiales e inmediatos. 8
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Sin embargo se le atribuye a Paul Bowles, en su obra The Sheltering Sky de 1949, la siguiente e importante distinción: Mientras que el turista por lo general se apresura a Volver a casa tras unos pocos días o semanas, el viajero no pertenece ni a éste lugar, ni al próximo ni tampoco al anterior, se mueve con parsimonia durante años, yendo de una parte del mundo a otra, sin saber si algún día Volverá ni 1
adónde1.
Whereas the tourist generally hurries back home at the end of a few weeks or months, the traveller belongs no more to one place than to the next, moves slowly, over periods of years, from one part of the earth to another, knowing not when and where to return.
Traducido este fragmento a términos de Ecología, el turista vendría a significar un depredador. En cambio el viajero, fundiéndose con la Natu‐ raleza, se ocuparía de regenerar su hábitat temporal, tanto física como culturalmente, igual que hacían los antiguos monjes giróvagos de Asia. La Vida es la Vía, se dice en el Dao que luego se tornó Zen y llegó cami‐ nando hasta Machado. Nuestra exangüe disciplina Arquitectónica ha sido, como en el Burlador de Sevilla, una suerte de convidado de piedra que, al no intervenir ape‐ nas en el proceso turístico, se limitaba a recoger algún eco de vagas en‐ soñaciones folklóricas, no necesariamente españolas sino también afri‐ canas, centroeuropeas, polinesias, filipinas o caribeñas, semblanzas de etnicidad y paraísos artificiales con alcohol y viandas a bajo precio en cuanto a lo confesable.
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Hasta que apareció uno de los pocos arquitectos interesantes que que‐ dan en España, el pionero de la arquitectura bioclimática Benito Sán‐ chez‐Montañés, para poner voz, en este campo, a aquello de lo que la Arquitectura de hoy no habla: el Medio Ambiente; tan precario y exiguo que uno está tentado de sustituir la palabra “medio” por “miedo”, y pro‐ ferir así el “miedo ambiente”, que sería una especie de versión cósmica del deportivo “miedo escénico”. Sánchez‐Montañés hace frente a esta trivial panoplia de historicismo moderno y artisticidad secularizada, mediante el carácter igualitario y la objetividad de la Ciencia. Diseño Científico En efecto, el premio Nobel neozelandés Rutherford, dejo dicho que la Física que no se le puede explicar al camarero de un bar, no es buena Física. Ninguna otra actividad o faceta humana parece secundar o, al menos, apreciar tal axioma y por supuesto la Arquitectura no es ninguna excep‐ ción. Con ese punto de partida, las ansías de objetividad nunca se agotarán en la Ciencia; a su vez en la actividad arquitectónica, sostiene Sánchez‐ Montañés, debería iniciarse esa difícil senda. Por ello, en la presente obra, el umbral de la objetividad es hollado cabe dos columnas: Monito‐ 10
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rización o conocimiento instantáneo de la realidad espacial a través de sus sensaciones, y Simulación o sondeo del comportamiento futuro de los fenómenos de la arquitectura. La opción que este texto nos presenta supone introducir la ciencia en los procesos de concepción arquitectónica, es decir una nueva alianza entre filosofía y ciencia. A su vez la operación se ejecuta con un doble objetivo: re‐culturar la Na‐ turaleza y re‐naturalizar la Cultura. Esto conduce a un sistema de Composición que hemos dado en llamar Diseño Científico. Nunca anteriormente se había abordado ese proceso conscientemente en la arquitectura. Si hubo algún tímido intento fue inmediatamente condenado al ostracismo o a la marginalidad (por ejemplo en los casos de Yona Friedman y Christopher Alexander), como conoce por propia experiencia el autor. Su aplicación consciente permitirá generar una nueva poética que acep‐ te y asuma requerimientos desde todos los campos de la actividad, de la comprensión y de la sensibilidad humana, sin exclusión posible. Esta poética debe entenderse como un potencial que aspira a satisfacer las más amplias expectativas de todos los seres humanos y, al mismo tiempo, producir el más alto nivel de emoción estética entre las perso‐ nas. Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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Las estrategias que aquí se desarrollan, han dejado de ser proyectivas para convertirse en trayectivas, el diseñador y el usuario, como sugería Bowles, no serán ajenos al medio o al proceso productivo, sino que se complementarán con éste en una relación emotiva y simbiótica. Debemos recordar al efecto, que el conocimiento fue y es sobre todo aisthesis, es decir sensación, y los estímulos sensoriales que conducen a la creación de un conocimiento son los mismos que favorecen su trans‐ misión. Ante éste y otros aires de objetividad, ambientalistas conversos procla‐ man a los cuatro vientos: “la sostenibilidad no es sólo cuestión de cien‐ cia ni menos aún de energía, consiste sobre todo en la concienciación ciudadana” (que en este contexto lamentablemente, debe leerse como “manipulación”); con ello, simplifican tanto los hechos que todos que‐ dan contentos y pueden volver a sestear, sobre todo los muy perspica‐ ces políticos, aunque el problema, claro está, sigue sin resolverse. Lo cuentan como si la cuestión científica y energética estuviera ya re‐ suelta hace largos años o fuera alguna divina ocurrencia. Lo dicen tam‐ bién como si quisieran olvidar que cada vez que la ciencia o la tecno‐ logía, producen un avance el mundo cambia permanentemente para mejor y ya nadie se acuerda de cantinelas como el éter, el flogisto o la clorosis. 12
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Por el contrario, las teorías expuestas en la siguiente obra, podrán estar equivocadas, pero al menos se han llegado a formular y a probar. El pro‐ blema, es que no hay otra teoría alternativa para contestar o negar és‐ tas. Los ambientalistas de moda, que pueden perfectamente presidir alguna ONG mundial con sede en New York o Paris y ser (per)seguidos por mi‐ les de personas, no construyen teorías sino propaganda y no pueden demostrar ni experimentar absolutamente nada con su sarta de vague‐ dades, incertidumbres y medias verdades, tal vez leídas en alguna parte y justificables, pero nunca medidas por ellos mismos ni sus colaborado‐ res. Por eso les profetizo lo siguiente: cuando la cuestión energética esté verdaderamente resuelta o sea una veleidad del subconsciente, nadie volverá a hablar jamás de la “sostenibilidad” (punto). Ya lo cinceló el poeta William Blake al escribir: “Divinidad disfrute de In‐ agotable Energía”, o sea el fin de toda tragedia, consiste en que el ser humano llegue a ser inmortal y se una con la tierra y el cielo. Benito Sánchez‐Montañés nos propone penetrar en un Dominio donde las manipulaciones resulten difíciles si no imposibles, y donde todas las creencias sean igualmente respetables y por la misma razón (sin entrar a enjuiciarlas) nunca puedan convertirse en justificación o fin último. Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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Es decir, un lugar donde sea posible demostrar todo aquello que se ex‐ pone y el acuerdo o la alianza puedan darse en función de la inteligibili‐ dad y la objetividad. Terra Incognita En el Libro XIV de Zhuangzi (400 A.C.) encontramos: “¿Acaso el cielo se encuentra en perpetuo giro? ¿Y la tierra mora en reposo? ¿El sol y la luna se persiguen mutuamente? ¿Quién dirige y guía estos movimientos? ¿Quién los sostiene y los conecta? ¿Quién es tal que sin tensión ni esfuerzo, los produce y mantiene? ¿Existe quizás un proceso desconocido por el cual no podrían ser de otro modo? ¿O bien se mueven y giran por incapacidad de detenerse ellos mismos?” “Wuxian Shao dijo: “Ven y aprende. En el cielo hay seis direcciones y cinco elementos. Cuando los emperadores y los regentes actúan de acuerdo con aquellos, surge el buen gobierno. Cuando los de‐ safían, cunde la degradación. Observa los preceptos de los Nueve Hexagramas Luo, por los cuales el gobierno puede guiarse y la vir‐ tud se expande. Busca e ilumina todo aquello que hay bajo el cielo y todo cobrará vida. Es esto lo que otorgan los regentes augustos” El daoísta nos alerta para recuperar la dimensión primigenia de un lugar por encima de nostalgias del pasado u otra consideración costumbrista. 14
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El único método eficaz y digamos que real para lograrlo, descartada la imitación mimética de la naturaleza, es el método científico. Por eso Benito Sánchez‐Montañés, a pesar de la incomprensión que es‐ to le genera, mide con sensores las variables ambientales de los edifi‐ cios destinados al Turismo, examina su comportamiento mediante mo‐ delos térmicos o bien simula las condiciones predecibles a partir de complejos programas informáticos, para producir un progreso real y tangible que sirva a ésta sociedad poliédrica. El ambiente es luz, color y sonido. Como en el Dictum del Sutra del Lo‐ to, “el vacío son formas y las formas son vacío”. Las operaciones con el espacio no pueden ser otra cosa que operaciones con el ambiente. El le‐ gado de la historia, incluso dentro de la rama tectónica, no será sino la panoplia de soluciones ambientales que se han querido ver, con más o menos buena intención, bajo la forma de estilos. En la antigua China el bandido Zhi asombró a Confucio al decirle: “La Tierra y el Cielo son ilimitados y eternos pero para los hombres, la muerte es inevitable.” Habrían de pasar 2.500 años hasta que el arqueólogo Kanellopoulos identificase esta sentencia con el deseo por la Arquitectura, limitar lo In‐ finito, superar lo Inevitable, sublimar la Majestad de la Muerte.
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Mientras que bajo esas sobrecogedoras ideas subyace un entendimien‐ to de la Arquitectura como modo de dotar de expresión arquitectónica a las leyes comunes de la Naturaleza y la Colectividad, en la actualidad, más se diría con Eladio Dieste, que hemos confundido lo infinito con lo indefinido. Llegados a este punto, lo consecuente sería devolver esos mismos prin‐ cipios a la Arquitectura del porvenir. Es en ese proceder, como ya hemos anunciado, donde tendrán cabida los quehaceres de la ciencia. Arquitectura y Turismo Fue Geoffrey Bawa, el arquitecto de Sri Lanka quien hacia 1980 se ocu‐ pó en primer lugar de las cuestiones del Turismo Ecológico, su Hotel Kandalama cerca de Dambulla, en el triángulo de oro del Patrimonio Mundial de aquella isla bendita y hoy atribulada, se yergue cubierto de vegetación como un referente incontestable frente a la ciudadela en la roca de Sigiriya. Había tenido eso sí, el formidable precedente del Ashram de Sri Auro‐ bindo, terminado en los 40s en Pondicherry y construido por Antonin Raymond frente a las ignotas playas del golfo de Bengala; en el legen‐ dario último refugio del apóstol Santo Thomma. La única mano de obra de la que dispuso fue la de un puñado de discípulos tamiles del gurú, que no eran ni tan siquiera obreros y no sabían nada de hormigón, he aquí la Ecología. 16
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Recientemente, el arquitecto Justo García Rubio declaraba en cuanto a la Terminal de autobuses en Casar de Cáceres, que su premiado edificio quería ser una metáfora del Viaje. Entonces, ¿qué es verdaderamente necesario trasmitir mediante nues‐ tra arquitectura para inducir deleite? Una vez más el pensamiento oriental viene en auxilio: “Zhuangzi y Huizi paseaban por un río en la comarca de Liang cuan‐ do Zhuangzi dijo: los peces acuden a jugar alegremente, así es co‐ mo ellos se contentan. Huizi respondió: si no sois un pez, ¿cómo sabéis que los peces están contentos? Zhuangzi replicó: vos no sois yo ¿cómo sabéis que yo no sé si los peces están contentos? A lo que Huizi dijo: Yo no soy vos y admitiendo que no os conozco del todo, resulta claro que no sois un pez, lo que hace que esté se‐ guro de que no sabéis si los peces están contentos. Volvamos al origen de la cuestión, pidió Zhuangzi, vos me habéis preguntado cómo yo sé que los peces están contentos, así que al Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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preguntar eso, sabíais bien que yo conozco la respuesta: lo sé por‐ que yo mismo he acudido a solazarme a este río.” Es cierto, lo mejor que tenemos para ofrecer y disfrutar es nuestra pro‐ pia Tierra, Ambiente, Naturaleza, o como dije en otro escrito sobre As‐ tronomía, la capacidad de Aposentarnos y Habitar el Tiempo; el único fin posible para la Arquitectura. Viaje a ninguna parte El corolario de este libro es que el paradigma de producción espacial en el Mundo ha de ser paulatinamente ampliado hacia un concepto más científico de habitabilidad que recupere el espesor antropológico de lo construido y la comunicación entre el hombre y su entorno del mismo modo que ocurriera en la antigüedad. Hoy se hace patente que no es viable un sistema planetario de urbaniza‐ ción que ha sido consecuencia de la cultura mediática del consumo, la globalización económica y la crisis de la política. La red turística que se genera globalmente es insostenible desde la pro‐ pia perspectiva ecológica y social por lo que han de ser orientadas las prácticas colectivas e individuales hacia la búsqueda de nuevas solucio‐ nes, aquí desglosadas.
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Se propone ensayar nuevos conceptos territoriales que contemplen la participación ciudadana desde el momento de su generación, procedi‐ mientos que tengan como contenido la diversidad social, que cumplan con la calidad medioambiental y la economía ecológica, y que finalmen‐ te cobren sentido dentro de un concepto global de planificación a fin de ser capaces de impulsar una cultura poética. Ha de ser recuperada una noción para la planificación integradora de múltiples factores en el proyecto arquitectónico. No basta con estable‐ cer el índice de impacto ambiental de ciertas actividades de construc‐ ción. En el entendimiento de la Arquitectura y el Turismo como procesos holísticos, siempre será prioritario restaurar, intervenir sobre el patri‐ monio existente, antes que el crecimiento o la creación indiscriminada de nuevos territorios, que además ya no es posible. Esta obra resulta eficaz para propulsar una cultura ambiental crítica. Su‐ perar la versión productivista y consumista, a través de una nueva visión poética y reflexiva, una metamorfosis especulativa que encontrase ele‐ mentos válidos en el pensamiento y en la experiencia histórica y a la que podemos llamar “lógica social del espacio”. La sociedad occidental valora el territorio de manera lábil, inútil e irre‐ flexiva a partir de unos baremos mezquinos, promulgados por la cultura
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de los medios de masas, que además presentan el concepto de vacío o de naturaleza como algo desdeñable, cuando es justo al contrario. Eventualmente se ha de buscar el equilibrio entre cultura, naturaleza, sociedad y tecnología, el Ekumene que el orientalista Ernest Fenollosa expresó así: “A lo largo del siglo que viene la fuerza combinada del análisis cien‐ tífico y la sabiduría espiritual deberán unir para la eternidad la gracia entrelazada de la síntesis estética y el amor espiritual”. Las herramientas científicas y arquitectónicas que se han desarrollado en este escrito van sin duda a generar una nueva sintaxis espacial. Pues‐ to que ésta procede únicamente de la experiencia ontológica del medio ambiente, es posible traducirlas en aplicaciones tecnológicas e informá‐ ticas de aplicación inmediata , extensiva e intensiva. Saludamos este tipo de iniciativas pues contribuirán a conocer mejor y a corregir los desequilibrios que se han venido produciendo en el hasta ahora errático devenir del género humano. De su brillante potencial depende en gran medida la esperanza de la Humanidad Aquí, Benito Sánchez‐Montañés Macías puede parangonarse a un post‐ rer Goethe que explicó, 20
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“Alguien dijo: ¿por qué os empeñáis tanto en Homero, si después de todo no le entendéis? A lo que yo respondí: tampoco entiendo el Sol, la Luna o las Estrellas pero éstas pasan por encima de mi cabe‐ za y en ellas me reconozco. Mientras las observo y contemplo su maravilloso curso regular, medito acerca de si, también de mí, algo bueno habrá de surgir.” © 2009 Kyoto
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Introducción El presente libro parte de una base concreta: una investigación ejecuta‐ da como Tesis que en el año 2000 se presentó con el título Arquitectura para un Turismo Sostenible. Este estudio se realizó tras largos años de experiencia entendiendo la arquitectura bajo un enfoque medioam‐ biental en general y bioclimático en particular. Hoy, biográficamente comprometido con una arquitectura que trata de ser lo más respetuosa posible con el medio en la que se enmarca, es difícil obviar la importan‐ cia que el discurso de la sostenibilidad ha adquirido en la tarea de cons‐ truir espacios. Lo observo a diario en las aulas en las que intento ense‐ ñar los rudimentos del binomio Arquitectura y Medio Ambiente a los fu‐ turos arquitectos que se forman en la Universidad de Sevilla. A medida que ha ido surgiendo más conocimiento en esta disciplina, han apareci‐ do también numerosos afluentes que alimentan ese gran río cuyo nom‐ bre –discutible, no obstante‐ es el de sostenibilidad. Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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Este es el motivo principal del libro, actualizar lo investigado hasta el momento, todo aquello que es usado como fundamento y herramienta para una arquitectura más respetuosa con el entorno, más inteligente. Se pretende recopilar los fundamentos de la sostenibilidad en arquitec‐ tura, aplicados específicamente al sector del turismo, junto a reflexio‐ nes que han surgido al hilo de la investigación. Mucho de lo que se dice, como no puede ser de otra forma, es extensible a la arquitectura en ge‐ neral, por lo que el interés del presente escrito no está restringido al mundo turístico. Efectivamente, el turismo es, por su impacto tanto económico como ecológico en países como España, un asunto de urgencia para los pro‐ fesionales de la arquitectura. Es éste un amplio universo, con numero‐ sas ramificaciones, con miles de matices, que tendrán que ser aparca‐ dos en este momento en aras de la claridad conceptual dentro del cam‐ po teórico concreto al que nos referimos. La divagación podría ser un enemigo para nuestro objetivo primordial: llegar a una comprensión nítida de los fundamentos de la técnica bioclimática en arquitectura y en qué medida es una herramienta útil para la arquitectura turística. Esto no significa que este libro contenga una estructura cerrada, todo lo contrario. Trato de animar, de inspirar al lector, de obligarle a re‐ flexionar y de provocar en él una reacción activa. Pretendemos sentar las bases teóricas e instrumentales que permiten enmendar un desencuentro clamoroso. La experiencia profesional y de 24
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investigación con la que cuento dentro de la arquitectura medioam‐ biental y de la arquitectura turística me permite constatar que, pese a la pujanza del turismo ambiental y la gran preocupación de la industria por el turismo sostenible, la ignorancia del parámetro arquitectónico en el fenómeno es casi total. Hay un acuerdo generalizado sobre la importancia de conseguir que la actividad turística se desarrolle de forma sostenible, en armonía con el medio, dado su volumen e importancia, su consecuente capacidad de influencia (positiva o negativa) y su dependencia de la calidad de ese mismo medio para existir. Sin embargo, no hay que confundir aquellos edificios enmarcados en lugares de interés ecológico adaptados en ma‐ yor o menor grado, con el estudio científico y la actuación exhaustiva que propone este libro. Veremos algunos ejemplos de edificios en los que hemos realizado cuantificaciones y tipificaciones con las que des‐ cubrimos el impacto real de las ideas de la sostenibilidad en la industria turística. Hemos de advertir también sobre la laguna que encontramos en el bi‐ nomio arquitectura y sostenibilidad dentro de los estudios turísticos. Es‐ to hace más urgente la aparición de este libro, no como última solu‐ ción, claro, sino como pulsión inicial que dé lugar a un número mayor de estudios y actuaciones dentro del mismo campo. Uno de los objeti‐ vos principales sería remover conciencias a favor de una arquitectura dedicada al turismo (o no) más respetuosa con nuestro entorno. Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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Esta aproximación a la sostenibilidad del fenómeno turístico no se pue‐ de producir sino desde un concepto multidisciplinar, donde la arquitec‐ tura es una invitada de relativa importancia, además de todas las inge‐ nierías, técnicas turísticas, la economía, la biología, etc. Operamos aquí desde la arquitectura, pero la práctica de los procedimientos que se propondrán es estéril sin el concurso de las otras disciplinas a la conse‐ cución de un fin común. Avanzaremos por el campo teórico de esta disciplina, tratando de des‐ cifrar los principios de la sostenibilidad, para posteriormente aprender a actuar con herramientas propias, a nuestro alcance, que nos lleven a una arquitectura más inteligente (al modo de la inteligencia intempo‐ ral). En este recorrido, comenzaremos por entender la relación entre los conceptos Arquitectura, Turismo y Medio Ambiente, a los que dedica‐ remos un primer capítulo en el que trataremos de proyectar lo más re‐ levante de cada uno, así como de su relación, dentro del objetivo co‐ mún de una arquitectura turística sostenible. El siguiente apartado será una reunión de conceptos imprescindible dentro de la estructura de esta obra, oportuno y necesario para continuar discurriendo cómo‐ damente en el espacio de este estudio. Una vez analizados algunos conceptos básicos para nosotros, pasaremos, brevemente, a compro‐ bar una serie de datos globales sobre el impacto de la industria turística en España, como ejemplo concreto y justificación del tipo de arquitec‐ tura que defendemos. 26
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Continuaremos, una vez preparados tras la reflexión que habremos realizado en los capítulos anteriores, con una serie de apartados que nos ofrecerán un método para la acción, con un capítulo en el que pro‐ pondremos una serie de instrumentos de control ambiental cuya validez ha sido comprobada empíricamente. Cualquier estrategia que desarro‐ llemos en un proyecto, sin embargo, será fútil si no adoptamos tam‐ bién una serie de medidas que atañen tanto al arquitecto y al construc‐ tor, como al usuario y al gestor de cualquier complejo que aspire a ser sostenible. Por ello, el siguiente paso será un decálogo que debería ser tenido en cuenta, según nuestra experiencia, en cualquier proyecto que quiera identificarse como verde, es decir, respetuoso con el medio am‐ biente. Todo lo expuesto en este libro no sería digno de ser tenido en cuenta si no estuviese respaldado por la experiencia. En este sentido, veremos, de manera resumida, eso sí, todo lo relevante sobre el estudio empírico que se realizó hace algunos años con motivo de la tesis. Los datos ob‐ tenidos del estudio científico sobre tres ejemplos concretos de Andalu‐ cía, nos darán pie para hacer la proposición de un prototipo, perfecta‐ mente aplicable a nuestros proyectos sostenibles, así como a otros campos sobre los que hablaremos en un capítulo posterior. Finalizaremos el estudio con unas conclusiones que deben servir como principios básicos y punto de partida de un compromiso con nuestro lugar y nuestro tiempo, en el que el hombre comienza a reconocer la necesidad dialogar constructivamente con su entorno. Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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Arquitectura, Turismo y Medio Ambiente El ser humano, su entorno, y la arquitectura que crea y habita en el mismo, no son elementos ignorantes unos de otros. Muy al contrario, la historia nos ha enseñado que se trata de realidades interdependientes. Más allá, conviene re‐ cordar que la esfera física y la biológica, están conectadas indefectiblemente con la antropo‐sociológica, tal como defendía el maestro Edgar Morín. Sin áni‐ mos de ser dogmáticos en este punto, proponemos un conjunto que debe ser entendido con un carácter cíclico, a modo de espiral integradora.
Por ello, debemos comenzar explicando brevemente todas las implicaciones que tienen tres elementos que, por tanto, interaccionan igualmente entre sí, a saber: Turismo, Arquitectura y Medio Ambiente. Son los cimientos de una in‐ vestigación realizada durante años. Aparecen, por tanto, en este libro como elementos principales que debemos tener siempre presentes, y a ellos dedica‐ remos los próximos subcapítulos. La conexión de estos sujetos sucede de manera natural, espontánea. Son in‐ dependientes, pero juntos forman un organismo: es la “salud” de éste la razón de ser de estas líneas.
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Durante casi una década, la reflexión sobre estos temas ha llevado a su puesta en relación, limitándose a considerarlos por parejas; esta simple combinatoria de tres elementos tomados de dos en dos, ha originado tres conceptos ya con‐ solidados: • Arquitectura turística • Turismo medioambiental • Arquitectura medioambiental Estos elementos serán analizados posteriormente en este libro, junto a las im‐ plicaciones pertinentes de cada uno de los conceptos. La combinación final de los tres elementos iniciales ha producido ya cierta de‐ manda social, desde la creciente sensibilidad ecológica, junto a la idea de que no es pensable un turismo verde en instalaciones agresivas con el medio. Fal‐ taba sin embargo, que se afrontase de forma seria, produciendo una reflexión documentada, que aporte pautas y mecanismos de actuación, sobre el tema resultante: • Arquitectura turística medioambiental Este nuevo argumento nace lleno de posibles enfoques; era preciso determi‐ nar cuál de ellos cobraba razón de ser en función de su pertinencia e interés. La amplitud del campo que se quisiera enfocar era otro factor determinante. Finalmente, de entre las muchas componentes que aportaban cada uno de los tres campos concurrentes (funcionalidad, negocio, creatividad, cultura, aho‐ rro, comodidad, descanso, naturaleza...) una dio la pista: el medio ambiente ofrecía el concepto de sostenibilidad. 30
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Todo lo expuesto anteriormente tiene como objetivo conducirnos a una hipó‐ tesis que constituye, en parte, el núcleo mismo de este libro, en el que se abar‐ can los distintos aspectos donde los tres elementos de partida (arquitectura, turismo y medio ambiente) se dan cita. Podemos decir por tanto que: Para que la actividad/industria turística sea sostenible deberá aplicar criterios medioambientales a los edificios que la albergan. Esta hipótesis, en puridad, no necesitaría demostración, apelando a la correc‐ ción formal del silogismo que lleva implícito, y que da origen a la obviedad de la afirmación: Si para que una actividad sea sostenible, todos los elementos que la componen deben respetar el medio ambiente, y si la edificación es un elemento fundamental de la actividad turística, entonces, para que el turismo sea sosteni‐ ble, sus edificios deben de respetar el medio ambiente. A pesar de lo cual, nos importa poner de manifiesto hasta qué punto esta afir‐ mación no sólo es cierta sino, además, trascendente. Nos empeñaremos a lo largo del libro en un proceso de demostración que, pudiendo ser redundante, aporta como novedad la cuantificación y ejemplificación de las cuestiones y situaciones que constituyen la razón de ser de este libro, y que queda recogida en la sentencia ya expuesta.
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Arquitectura y turismo1 Son múltiples las actividades que aglutina esa vasta dedicación humana que conocemos como turismo. Y múltiples por tanto los lugares y los contenedores en los que se desarrolla. De entre todas 1 El desarrollo de este capítulo se soporta sobre la combinación de los elementos de la tríada que constituye la esencia de este libro, tomados de dos en dos. Además de una forma de exposi‐ ción elemental, que está en el más remoto princi‐ pio conceptual del traba‐ jo, quiero pensar que también se trata de algo más que de una feliz coincidencia con el pri‐ mer capítulo del libro Rehabilitación ambiental con métodos tradiciona‐ les; que se estructura, en su campo, de forma análoga y ha sido escrito por mi buen amigo y compañero Antonio Ceresuela, que me ha precedido en tantas cosas.
las actividades asociadas, son muchas las que necesitan o prefie‐ ren edificios para albergarse (el descanso, la comida y el deporte en ocasiones, ciertos espectáculos, etc.) como otras usarán de ve‐ hículos, instalaciones al aire libre o incluso la misma naturaleza, intacta en mayor o menor medida. El binomio que proponemos en primer lugar (arquitectura y turis‐ mo), centrará nuestra atención en las implicaciones y modos de relacionarse de estos conceptos y, fundamentalmente, en cómo el turismo necesita a la arquitectura, siendo ambos sectores en ele‐ mentos complementarios.
Usos turísticos y tipologías arquitectónicas asocia‐ das Estableceremos una sucinta panorámica sobre los distintos usos par‐ ticulares que constituyen el uso global que conocemos como turis‐ mo. La lista no es fácilmente agotable, y menos en la medida en la que la concepción del fenómeno turístico mismo puede ser polimorfa y sufrir ramificaciones en múltiples niveles. Nos limitaremos a las grandes familias funcionales, que deben bastar para definir la impor‐
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tancia de lo edificado en la actividad. Cada uno de estos usos es sopor‐ tado por una o varias tipologías arquitectónicas, dentro de un abanico más amplio de infraestructuras, que sirven, genérica o específicamen‐ te, al turismo. Enumeraremos cada una de ellas, entre las más habitua‐ les de la edificación que las acompaña o provoca.
Desplazamiento El origen literal del movimiento turístico, su primer gesto, se re‐ laciona con los medios de transporte, aunque la funcionalidad del uso ha provocado desde muy antiguo su vinculación a infra‐ estructuras fijas en las que la arquitectura cobra gran importan‐ cia. Tipologías: Terminales de transporte de todo tipo (estaciones de ferrocarril, autobús o marítimas, aeropuertos, etc.), edificios de control (torres de agujas, de control aéreo, oficinas centrales, etc.), estaciones de servicio.
Alojamiento El otro gran uso esencial, el hospedaje del viajero, sin el cual el turismo limitaría su radio de acción o impondría incomodidades no asumibles por la mayoría. Genera las tipologías quizá más ca‐ racterísticamente turísticas, y las que más se repiten. Tipologías: Todas las que podemos entender como categorías o variantes de las arquitecturas para hospedarse o pernoctar Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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(suma de habitaciones dormitorio, con espacios y servicios co‐ munes, reunidas en un edificio o entorno delimitado), entre ellas el hotel, con todas sus variantes, que habrá momento de anali‐ zar, la hospedería, el albergue, la residencia, la pensión, la fonda, el parador o el motel. Una prolija terminología de límites no siempre definidos, que define un vasto panorama de edificios complejos. Aparte de las derivaciones singulares y con frecuen‐ cia regionales del mismo concepto de alojamiento: La casa rural o el “bed & breakfast”, la casa de huéspedes, etc. Sin olvidar los edificios de apoyo a infraestructuras cuyo origen no es construc‐ tivo, como el camping.
Deporte Como los otros usos que enumeramos, el deporte contempla un gran número de implicaciones fuera del turismo, mayor incluso si cabe que los otros reflejados. Pero es igualmente innegable que se hace turismo para practicar un deporte, y que el deporte es una oferta complementaria que abarca numerosos proyectos turísticos compuestos. Los desplazamientos específicos para la práctica del deporte vie‐ nen provocados por la necesidad de disfrutar de condiciones ge‐ ográficas o climatológicas específicas, o bien por necesitar insta‐ laciones o infraestructuras poco comunes. La industria ha cons‐ truido paquetes y destinos turísticos basados en estas activida‐
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des. Es el caso del esquí o del golf, entre los fenómenos turístico‐ deportivos más extendidos, pero puede serlo de los deportes de aventura, acuáticos o de casi cualquier otro practicado en insta‐ laciones no particulares. Otro fenómeno habitual es el de grandes desplazamientos de es‐ pectadores, debidos a acontecimientos deportivos. Si estos acontecimientos tienen la suficiente magnitud (Juegos Olímpi‐ cos, campeonatos mundiales de deportes populares), pueden configurar el centro de una oferta turística en toda regla, con sus tiempos y componentes comerciales, y no provocar solamente un desplazamiento específico. Los eventos deportivos son en su mayoría importantes generadores y fomentadores del turismo en un lugar determinado por un espacio de tiempo concreto. Co‐ mo ejemplo cercano tenemos las olimpiadas de Beijing en 2008, o las de Barcelona en 1992, que fueron el germen de una renova‐ ción en la ciudad condal. Tipologías: No podemos hablar de ninguna específica, como se comprenderá, puesto que cualquier deporte se puede practicar sin necesidad de hacer turismo (es una cuestión geográfica). Pe‐ ro de igual forma podemos decir que cualquier instalación depor‐ tiva, y sus construcciones de apoyo (estadios, graderíos, puertos deportivos, clubes, etc.) son susceptibles de servir al turismo. La cuestión es en qué porcentaje el uso de procedencia turística ex‐ plota una determinada infraestructura, o en que medida es la po‐ Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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tencialidad de ese uso la que hace levantar una instalación deter‐ minada, en un paraje en el que, de otro modo, no existiría. Estamos por tanto ante un enfoque complejo, en el que el turis‐ mo modifica, condiciona o distorsiona un uso a priori indepen‐ diente, y a sus instalaciones derivadas. Las implicaciones aquí no girarían tanto en torno a la pertinencia y concepción de la edifi‐ cación, cuanto al control de la incidencia sobre la actividad gené‐ rica, sus umbrales de rentabilidad social y la capacidad de carga del entorno. Se debe mencionar, por pura notoriedad del fenómeno, la reper‐ cusión ambiental de las infraestructuras de dos deportes típica‐ mente ligados a la oferta turística: el esquí y el golf. Es motivo de continuo debate y denuncia la capacidad de impacto, potencial o real, que presentan. Como toda actividad que acerca al hombre a la Naturaleza, es susceptible de agredirla si se produce fuera de control y de determinadas pautas. Siendo posible hoy día reducir grandemente la huella humana, e incluso generar un impacto positivo, se hace necesario actuar con mentalidad integradora y comprensión del medio, vislumbrando, una vez más, la contra‐ dicción fundamental que supone agredir a la estructura que te soporta.
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Conocimiento Conocer ha sido siempre una de las fundamentales motivaciones del viajero. Conocer lugares, ciudades, monumentos, gentes, culturas, lenguas, naturalezas, etc. Esta curiosidad ha sido una de las bases del desarrollo humano, y su trasunto se ha perpetua‐ do en el menos exigente planteamiento del turista. Se produce como motivación fundamental en el llamado turismo cultural, con todas sus variantes, desde el tour de Europa (cuya parodia encontramos en el film de 1969 Si hoy es martes, esto es Bélgica) hasta el viaje de estudios; también motiva cierto tipo de turismo de naturaleza, distinto al meramente deportivo; así también es complemento que en mayor o menor medida está presente en los planteamientos de cualquier turista. Tipologías: Como pasa en el caso mencionado del deporte, pero desmesuradamente, todo, por el hecho de ser distinto, es sus‐ ceptible de llamar la atención de un turista que desea conocer un lugar. Desde la catedral hasta un árbol, incluyendo a los nativos. La cuestión es centrarnos en arquitectura y, más precisamente, en la creada a ese fin. De forma específica podemos hablar de centros de interpretación e información y parques temáticos; pe‐ ro, también, análogamente con otros casos, criterios más am‐ plios nos permiten plantearnos museos, monumentos, teatros etc. como edificios dedicados a la función turística, en la medida en que son monopolizados por ella. En el extremo, ciudades en‐
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teras han quedado al servicio casi completo de este tipo de turis‐ mo; Venecia es un ilustre ejemplo de un fantástico cadáver em‐ balsamado legado al museo de cera de la cultura.
Gastronomía Aunque en pocos casos es la justificación última de un viaje, es un soporte importante del conjunto de una oferta turística com‐ pleja. Tipologías: Si individualizamos aquí este apartado es por la rela‐ tiva importancia dimensión constructiva y definición tipológica del lugar donde se come. Tipificado como el restaurante, multi‐ tud de espacios cumplen esta función: restaurantes, comedores de banquetes, casas de comidas, ventas, bares, cafeterías, tascas y tabernas, bodegas, establecidos de forma independiente o co‐ mo parte de la infraestructura de un hotel, museo o instalación cualquiera. son tipologías de uso que no siempre cuentan con un trasunto arquitectónico unívoco; también en esto la tradición re‐ gional tiene un peso importante. En cualquier caso su trascendencia e impacto son indudables, en función del volumen que suponen y de la capacidad de agresión proporcional, debida a la intensidad en el consumo de energía y producción de residuos que tienen en potencia.
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Turismo y hogar
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Recordamos, al leer El Espíritu de la Tragedia (v. Bibliografía) la definición de viajero como aquél que nunca sabe si algún día regresará (según la acepción que propone Paul Bowles). No es el caso del turista habitual, cuyas pautas se estanda‐ rizan mucho más y vie‐ nen caracterizadas fuer‐ temente por los perio‐ dos preestablecidos en los que se produce, en mayoría estadística aplastante (fin de sema‐ na, semana, quincena, mes...).
El turismo se dedica, y en eso consiste una de sus esencias, a desplazar a quienes lo practican. Pocos kilómetros o muchos meridianos, unas horas o años sabáticos, el turista se mueve fuera de su entorno habitual para desarrollar, en un lapso de tiempo determinado2, una vida otra, compuesta por actividades diferentes en entornos distintos al habitual. La arquitectura asociada al turismo se convertirá en un sustitutivo de los espacios donde realizamos nuestra vida habitualmente, siendo, por supuesto, un lugar de paso.
Relación entre el habitar permanente y el habitar temporal En esa vida prestada el turista reproducirá, sin embargo, buena parte de los ritos que estructuran su vida cotidiana, por imperati‐ vo físico y psíquico. Básicamente comerá, dormirá, se aseará y disfrutará de cierta intimidad. Funciones que son, en esencia, domésticas. La industria turística se ha visto en la necesidad de dar respuesta a esta demanda, y, de hecho, se ha consolidado como tal en la medida que lo ha hecho. De otro modo: el viajero de Bowles bus‐ ca por sí mismo la satisfacción de sus necesidades elementales, que no tiene en absoluto garantizada; la aventura que acomete es esencialmente la de la supervivencia y, aunque en ocasiones el Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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riesgo sea mínimo, no deja de existir aún en el concepto. En la medida en la que las comodidades están aseguradas y se puede programar cómo, cuándo y dónde se obtendrán, nace el turista, y la estabilidad y estructura de la industria turística se consoli‐ dan. Éste y no otro es el nacimiento del hotel y de todas las de‐ más instalaciones que nos ocupan, contemporáneo, por tanto, al nacimiento del turismo como concepto (la idea de viaje es mucho anterior).
Diversidad de pautas de comportamiento Siendo que el sujeto reproduce en esencia las actividades que hemos llamado domésticas, la forma y matices en que lo hace co‐ mo turista pueden llegar a variar sustancialmente. Factores psi‐ cológicos y educacionales, así como de hábito intervienen en es‐ 3
CALLS y GÜELL, J. El turisme y la segunda residencia Departamento de Economía Aplicada. Universidad Autónoma de Barcelona. 1985. (Ver bibliografía).
ta mudanza, a decir de los expertos3. Mudanza, que sin ser mate‐ ria de nuestro estudio, debemos de tener presente a la hora de considerar la respuesta esperada del usuario, respecto al uso pa‐ ralelo en la vivienda habitual. Esta diferencia, presidida proba‐ blemente por un sentimiento de liberación respecto a la cotidia‐ neidad, tiene una componente de despreocupación económica con un efecto negativo que nos atañe: estribaría esencialmente en un mayor descuido a la hora del trato con todo lo que nos ro‐ dea. Así, en instalaciones turísticas se verifica un inusual desgas‐ te y fatiga de los materiales e instalaciones, así como un alto
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consumo de recursos per cápita, respecto a una vivienda habi‐ tual. La “robustez”4 debe ser por tanto una componente esencial en la 4
Nos gusta pensar en este concepto en el sentido ambi‐ guo que produce la traducción del inglés “robustness”, y que permite alternativamente la acepción de “versátil”, tal y como lo usan Bentley et al en Responsive Environments (Ver bibliografía); en cierto modo, es “robusto” al paso del tiempo aquello que por “versátil” puede adaptarse a los cambios y no queda obsoleto.
concepción de las instalaciones turísticas, pero veremos que no se trata tan sólo de esto; en lo que se refiere a los recursos, el mal uso se produce por un descuido, producto de una conciencia de tratarse de “cosa ajena”. La conciencia ecológica viene a corregir en parte este desorden, puesto que propone que los recursos globales son de todos, y su valor dinerario no es ni mucho menos la componente más importante de su auténtico valor, que reside más bien en la perentoria urgencia de su escasez insustituible, y en el impacto global que su consumo implica. Siendo materia de otro apartado, apuntamos ya aquí la posibilidad de que una ar‐ quitectura con capacidad de ejemplificar y fomentar el respeto al medio, puede representar un papel relevante en la integración del turista en una filosofía general de respeto al entorno, hacien‐ do que lo sienta como “cosa propia”. Otro papel no menos interesante sería el de mostrar sistemas y pautas de ahorro que el individuo pueda importar a su propio hogar, con un fuerte potencial pedagógico.
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5 Literalmente sagrado en multitud de religiones, algunas tan próximas como el Islam, ha consti‐ tuido uno de los arqueti‐ pos de la cultura semíti‐ ca‐mediterránea. El con‐ cepto se consolida en Roma, pero lo avala una prosapia inmemorial. Incluso el cristianismo juega continuamente con el concepto de la casa de Dios (templo/alma) para referirse al recinto más sagrado. El concepto CASA reviste de mayor dignidad al más simple de “lugar”. 6
Sólo el imperio de la estética del kitsch, (en el sentido que Eco le confie‐ re en “Apocalípticos e Integrados”) ha permiti‐ do la falsificación de ambientes supuestamen‐ te muy “característicos y personales”, que en reali‐ dad reproducen estánda‐ res banalizados por la industria editorial de la decoración, destinados a segmentos de público concretos pero suficien‐ temente amplios para sostener determinada oferta turística, apuntala‐ da por el gran “prestigio estético” que transfieren de forma automática a sus complacidos usuarios. Relais Chateau contra Adolf Loos, y ganan. 7
Vastedad que hace incluso tambalearse la pertinencia de definir la actividad turística en su conjunto como un uso, en el sentido funcionalista del término.
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La casa otra Edificio paradójico en el que realizamos casi todas las funciones que caracterizan ese núcleo cordial en la identidad del hombre que es lo doméstico5, el domus, pero que es en esencia muy otra cosa, lugar de paso que debe caracterizarse universalmente por la impersonalidad, al servicio de cualquier persona6. Con suficientes datos morfológicos y tipológicos de cómo se es‐ tructura, al igual que tenemos un conocimiento avanzado de có‐ mo se comportan frente al medio otros edificios, otras casas, es nuestra tarea aunar ambos campos para una mejor comprensión y posterior reinvención de esta arquitectura, caracterizada por la función y el usuario a los que sirve.
Peculiaridades del uso turístico ¿Por qué hablamos de “peculiaridades”? La vastedad del uso turístico7 permite atribuirle una gran complejidad estructural y funcional. Resulta complicado hacer referencia a unas singularidades concretas en el uso turístico de la arquitectura, pero trataremos de facilitar algunas claves. Nos centraremos, por tanto, en los aspectos más relevantes para el presente libro: ‐ El primero es el propio medio ambiente. La relación del medio en el que se realiza la actividad turística y la interacción de otras activida‐ des.
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‐ El segundo es la repetición de pautas y actividades usuales dentro del uso turístico (aspectos no específicos del uso, como habitar una ar‐ quitectura concreta o realizar una actividad dentro de ese espacio – habitación de hotel, usar un restaurante o volar en avión). Vemos que con estas referencias podemos comenzar a discernir deter‐ minados aspectos que singularizan el uso turístico. De forma singular, el comportamiento del usuario (turista en este ca‐ so). Es notorio que la nueva aproximación al medio ambiente que expe‐ rimenta nuestra sociedad, como signo de los tiempos, bascula en torno al individuo; a la nueva mirada que éste proyecta sobre su entorno, la sensibilidad que la filtra y, consecuentemente, a su capacidad de com‐ prometerse con pautas de respeto y acción positiva para con el medio. Si esto es así, descubrir que ese individuo verifica comportamientos sensiblemente diversos (cuando no opuestos) ante situaciones análo‐ gas, por el mero hecho de quedar encuadradas dentro de usos o activi‐ dades distintas (ducharse en casa o ducharse en la habitación de un hotel), es claramente revelador, toda vez que está descubriendo que la piedra angular de la estructura –el individuo‐ puede presentar caras distintas. Nos remitimos sobre esta cuestión a lo ya dicho en turismo y hogar: di‐ versidad de pautas de comportamiento. Además haremos alguna otra reflexión: Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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Relativa porque, aunque paga, lo hace de forma genérica, no discreta. Esto es, el cliente paga el precio de una habitación de hotel, con indepen‐ dencia de la electricidad, calefacción o agua que consuma. El caso extre‐ mo es el de los resort all inclusive, los sistemas de vacaciones con todo incluido, donde hasta el más extravagante despil‐ farro se incluye en el precio pactado. Esta filosofía tiende claramen‐ te a minusvalorar la signi‐ ficación de las cosas, fomentando la incons‐ ciencia acerca de su valor y el consecuente derro‐ che.
Por inmediato no debe dejar de considerarse que la gratuidad relativa del uso de los servicios turísticos para el usuario8, es un factor funda‐ mental en el despilfarro o falta de consideración habitual que, frente a situaciones domésticas, se puede observar en el comportamiento es‐ tadístico del cliente medio. Cabe plantearse si, frente a determinadas actitudes flagrantes y bajo ciertas circunstancias, se puede introducir una tasa ambiental9, que pe‐ nalice determinados excesos con coste económico para el usuario. Este tema puede presentar una imagen negativa, a no ser que se enfoque correctamente desde el tan correcto prisma medioambiental. Algunas cadenas hoteleras (Ibis, por ejemplo) ya incluyen avisos y consejos so‐
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Concepto plenamente aceptado por la sociedad para empresas e institu‐ ciones, que deberá exten‐ derse entre los particula‐ res.
bre el uso responsable del agua y la electricidad. Podría pensarse en cuestiones como pagar un extra en el precio de la habitación de un hotel, por acondicionamiento extraordinario, por enci‐ ma de determinados límites de confort preestablecidos; podría anun‐ ciarse al cliente que el importe de ese extra se destinará a financiar las iniciativas de un parque natural o la nueva depuradora de residuos de la ciudad. Transmitiendo de forma muy clara que no se cobra por un ser‐ vicio “debido”, sino que se penaliza por un impacto innecesario. Todo hace pensar que nuestra sociedad, cada vez más implicada con el medio a tenor de sus manifestaciones verbales, abandona la conciencia ecológica en vacaciones. La cuestión de la huida de la propia ética como condición para descansar de la realidad cotidiana es tan antigua, al me‐
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nos, como occidente, y tiene una prestigiosa raíz indoeuropea avalada por la épica del clasicismo griego. Definir la genealogía del problema es otro de los interesantes temas que dejamos al margen de nuestro rigu‐ roso discurrir por la disciplina en la que nos mantenemos. En cualquier caso y sean cuales sean los componentes (económicos, culturales, psi‐ cológicos) de esta pérdida de conciencia, el caso es que debemos de contar con ella a la hora de sentar las bases de nuestro trabajo como planificadores o diseñadores del entorno en el que van a desarrollarse esas actividades y actitudes. Ya podemos anunciar que esta distinta pauta del individuo frente a si‐ tuaciones análogas exigirá interfaces distintas frente a ese usuario. Cuando hablamos de interfaces (arquitectónicas o de otra naturaleza), nos estamos refiriendo al conjunto de los elementos que constituyen la capacidad de interacción y control de ese individuo sobre determina‐ dos sistemas que influirán en la medida del impacto. Mientras que fren‐ te a un individuo muy consciente de su papel en la sostenibilidad del 10
Estos sistemas abier‐ tos, responsablemente gestionados, son los que minimizan al máximo el calibre del impacto.
medio, la interfaz puede ser muy abierta y flexible10, frente a un usuario impersonal y previsiblemente menos concienciado, la interfaz debe ne‐ cesariamente cerrarse, a costa de no optimizar la reducción del impac‐ to. Por la naturaleza de esta industria, debemos tener siempre en cuen‐ ta que ese control sobre la capacidad de toma de decisiones del turista, no puede disminuir su bienestar; para lo cual hay que definir qué cam‐ pos son generalizables para el conjunto y sobre cuáles hay que dejar rangos de personalización. Ejemplos: Habrá que permitir que el cliente de un hotel abra y cierre la ventana de su habitación a su antojo, pero
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hay que disponer interruptores de la climatización en el bastidor de esa ventana. Igualmente, será difícil controlar la preselección de determi‐ nados residuos por el cliente; hay en consecuencia que minimizar los desperdicios en la composición del artículo, y evitar los gravemente contaminantes. Y así sucesivamente. Ya que se habla de peculiaridades del uso turístico, una fundamental, y de graves repercusiones a los efectos que nos importan es la estacio‐ nalidad. Hay que valorar la influencia de las masificaciones turísticas estaciona‐ les sobre estructuras preparadas para intensidades de uso muy inferio‐ res. Es un caso característico de sobredimensionado de sistemas para flujos punta, gravemente desaprovechado en los momentos valle, que con frecuencia son los más extensos en el ciclo de servicio. El fenómeno tiene tales costos estructurales para un sistema, que cual‐ quier compañía suministradora de los más diversos servicios, desde electricidad hasta telefonía, pasando por transporte o información, re‐ 11
Al fin y al cabo, esta‐
mos frente a una modali‐ dad de la ley de la oferta y la demanda, aplicada a los sistemas. La infradi‐ mensión en nodos de servicio puede interpre‐ tarse como escasez y la sobredimensión abun‐ dancia. Una vez más las leyes de mercado permi‐ ten
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gula sus tarifas para incentivar el consumo en horas valle, y limar las puntas de servicio. Tanto es así que puede llegar a tarifar por debajo de su umbral teórico de costo, admitiendo “pérdidas parciales”, que se traducirán en ganancias si con ello consiguen reducir la dimensión de las infraestructuras11. Qué duda cabe que, cuando la gran industria adopta estas medidas, la repercusión de costos de la sobredimensión en el conjunto de una actividad debe de ser enorme. Benito Sánchez‐Montañés
Debemos pensar que esos costos estructurales se traducen casi lineal‐ mente en costos ambientales; en forma de impacto de diversa natura‐ leza, según el campo del que hablemos. En implantación urbanística o de infraestructuras, el problema se tra‐ duce, de forma muy intuitiva, en la inviabilidad de adoptar métodos de gestión ambiental de energía y residuos para las grandes afluencias es‐ tacionales, con los recursos que serían apropiados sin embargo para la población residencial estable. Además de, por supuesto, del “desperdicio social” que supone implementar enormes medios artifi‐ ciales (núcleos habitables), de gran impacto, para usarlos sólo durante cortas temporadas del ciclo anual, por grupos de población que no se renuevan a lo largo del año. La estacionalidad, al margen incluso de la cuestión ambiental, es uno de los grandes problemas de la industria turística, contra el que luchan todos sus estamentos y profesionales, debido al coste residual econó‐ mico que produce, fundamentado en la menor retroinversión de los pa‐ sivos invertidos y en el menor rendimiento de las estructuras, además de otros problemas de índole laboral y de estabilidad en el servicio, así como los de reiniciación anual de las instalaciones. Aprovechemos que en este caso (contra lo que sucede a menudo) el enemigo es común, y aprovechemos esta sinergia de intereses para equilibrar los flujos turís‐ ticos, haciendo decrecer la estacionalidad de los flujos.
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Mientras, en cualquier caso, es un factor peculiar con el que se debe contar y que, de otro lado no es probable que sea totalmente elimina‐ 12
No es pensable, por mucha promoción que se haga, que la afluencia a una playa o a una esta‐ ción de esquí sea igual en cualquier época del año.
do 12. Habrá que prever, en cada caso, las condiciones mayoritarias de uso para diseñar los contenedores arquitectónicos de manera que mini‐ micen al máximo el impacto en la estación predominante. Estamos an‐ te un planteamiento de diseño asimétrico en el que se puede plantear la conveniencia de penalizar el comportamiento ambiental en la esta‐ ción secundaria, a cambio de apurar al máximo las condiciones favora‐ bles de la época con más repercusión.
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Arquitectura y Medio Ambiente
“Los antiguos poetas escandinavos llamaron al fuego sol de las casas”13
Una constante siempre presente en la conciencia de las sociedades, propone la arquitectura como signo visible, perdurable y último de
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Citado por , José María Cabeza Lainez, en El Espíritu de la Tragedia, Pg 69. (Ver bibliografía).
la cultura de cada época. Las implicaciones de este concepto desde el paradigma ambientalista que puja dentro de la cultura de nuestra época son claras. En esta ocasión el milenarismo nos ha cogido mi‐ rando al sol, al valle, al mar. La ecología y, en general, la vuelta de nuestra conciencia a la naturaleza, marcan la senda del paradigma que está construyendo la conciencia colectiva de nuestra sociedad occidental contemporánea. Proponemos que esta tendencia, constituida en arquetipo de ten‐ dencias e ideas, es algo radicalmente novedosa, característica de esta época y no otra. Porque hasta ahora, la mirada del hombre hacia la naturaleza tenía mucho de necesidad, de dependencia más inevitable que deseada. No es nuestro propósito hacer antropología dentro de este estudio, pero no es cuestionable que nuestra civiliza‐ ción occidental, y muy particularmente la mediterránea, se desarro‐ lla contra la naturaleza, pretendiendo superar la dependencia a la
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que se estaba sujeto liberarse de sus designios. En este sentido, el paradigma universalista, que niega el entorno por medio del olvido, es el vuelo de Ícaro de esta pretensión (vuelo que, una vez más, ter‐ mina en la caída que estamos padeciendo).
Todo esta concepción antinatural se enroca en torno al concepto de urbe (romano, típicamente mediterráneo), el lugar de la escuadra y la piedra tallada, en el que el occidental se refugia de la naturaleza desde hace cuatro mil años. Siguiendo a Ortega en sus Notas del Va‐ go Estío: “En la ciudad, la lluvia es repugnante, porque es una injustificada in‐ vasión del cosmos, de la naturaleza primigenia en un recinto como el urbano, hecho precisamente para alejar lo cósmico y lo primario, fabricando un pequeño orbe extranatural. Lo que más nos sorpren‐ de del salvaje es que pueda, sin asco, vivir adherido a la naturaleza, tumbado en el lodo, en contacto con la sierpe y el sapo. [...] La ciu‐ dad es un ensayo de secesión que hace el hombre para vivir fuera y frente al cosmos, tomando de él sólo porciones selectas, pulidas y acotadas”. Fragmento que es lo bastante explícito como para ahorrarnos co‐ mentarios y dibujar por sí solo un cuadro que refleja suficientemen‐ te la idea que pretendíamos plasmar.
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Sin embargo, pese a una y otra actitud del pasado, por encima de todas las demás tendencias, conocidas y manifestadas en diversa medida con anterioridad, ésta de hacer del medio natural (que es lo externo, lo otro), el centro de nuestra preocupación, constituye el más sustancial giro de la conciencia de nuestra sociedad, acaso des‐ de el renacimiento. Una vez más, la arquitectura que la sociedad se dé a sí misma ven‐ drá a dejar una marca de esta forma de situarse la especie humana en su universo físico.
El valor revolucionario de la tradición Según una parábola iniciática que se repite en los antiguos ritos paga‐ nos, el discípulo de la sapiencia saíta recorre el mundo en busca de la verdad; desesperado y rendido, vuelve al templo de Sais, se acerca al lugar del santísimo, rasga el velo que cubre el secreto de Isis, y encuen‐ tra su propia imagen, recibida por un espejo. Análogo periplo ha recorrido la arquitectura, desde que las vanguardias de comienzos del siglo XX decidieron echar por la borda buena parte del bagaje de las arquitecturas vernáculas y tradicionales, sin aparente‐ mente evaluar que junto a lastres indeseados se perdían saberes acu‐ mulados por la experiencia. Entre estos conocimientos olvidados du‐ rante casi un siglo habrá que destacar, por sus dramáticas consecuen‐ cias, el saber aprovechar las condiciones del clima y la construcción pa‐ Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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ra conseguir un hábitat confortable a muy bajo coste energético. Olvi‐ dados los métodos y soluciones tradicionales, su sustitución por nuevas fórmulas se hacía compleja, cuando no inviable, ya que las condiciones de contorno de la interfaz entre los medios externo/interno eran difícil‐ mente sintetizables mediante las herramientas que el método científi‐ co ponía al alcance de los proyectistas de la época. Ni que decir tiene que ese problema se les presentaba a los que mantenían alguna pre‐ ocupación por el confort pasivo; mayoritariamente, el paradigma de la modernidad, ante una energía barata y accesible, optó por los sistemas activos de acondicionamiento, aspirando solamente a cumplir criterios 14
Entre las muchas
referencias posibles sobre lo que ya es un lugar común en el estado de la cuestión medioambiental, con‐ sidérese lo dicho por Federico BUTERA en Ecologia e tecnologia fra uomo e ambiente y también por López de Asiáin y Glez. Sandino en Arquitectura, ener‐ gía y medio ambiente. 15
El plural no se trata aquí de una licencia poética. Estas arquitec‐ turas se caracterizan por su multiplicidad, como múltiples son los climas, las geografías y las culturas que las construyeron. Su valor universal se basa preci‐ samente en esto, en que todas por igual se adaptan a todas esas condiciones diversas.
higienistas que buscaban la luz natural a cualquier precio (la expresión es aquí precisa), en una actitud fotófila que denuncia su génesis sep‐ tentrional. Los problemas derivados de esta corriente se han analizado profusamente por la tratadística arquitectónica medioambiental14 y no insistiremos en ellos. No obstante, con este libro pretendemos reivindi‐ car la recuperación de antiguos conocimientos aún válidos para produ‐ cir buena arquitectura contemporánea. Estas ideas siguen siendo uni‐ versales por estar inspirados en el medio más próximo, que derivaron en las arquitecturas vernáculas15, también conocidas como arquitectu‐ ras sin arquitecto. Pasaremos a valorar las actitudes e invariables de la tradición que hoy en día pueden volver a inspirar el trabajo del arquitecto: Estas actitudes se fundamentaban en la profunda experiencia del me‐ dio y de las condiciones finales de habitabilidad que se pretendían con‐
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seguir, en base a las funciones que se debían desarrollar. El estudio de las condiciones climáticas, psicofísicas y funcionales de partida es una premisa elemental. El riguroso dominio de los materiales y las técnicas de aplicación de los mismos (de origen empírico en su caso), es de igual importancia. Si bien no se trata de reproducir sistemas constructivos pretéritos, el nivel de compromiso y el conocimiento de la respuesta de los actuales (ahora a través de una información sistematizada) es otra de las premi‐ sas. Más allá de este principio general, se debe extraer de cada lugar, clima y tradición, los medios que se proponían para filtrar las condiciones de contorno. Así por ejemplo, una arquitectura vernácula con envolvente tectónica de gran peso y masa, está revelando la necesidad de masa térmica que aquélla le proporciona; debemos obtener como enseñanza la necesidad de inercia térmica, esto es, ser capaces de retardar la onda térmica en el material un cierto margen de tiempo, adecuado en cada caso a la necesidad de gestión de esa energía calorífica. Disponer téc‐ nicas y medios contemporáneos adecuados, que nos permitan obtener este efecto, será fruto de otra fase del trabajo, variable según el estado de la técnica en cada momento, pero la enseñanza se mantiene aplica‐ ble en el tiempo. No se trata por tanto de caer en la imitación acrítica de soluciones constructivas típicas de la arquitectura vernácula, totalmente inadapta‐ Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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das a las exigencias contemporáneas, como ya a sucedido. “Lo verná‐ culo es bueno” no puede ser admitido como filosofía general, aunque es cierto que muchas de las enseñanzas derivadas del análisis de la ar‐ quitectura sin arquitectos son transferibles (con las debidas adaptacio‐ nes) a las metodologías y a los modelos proyectuales de hoy día.
Influencia de lo edificado en el medio No estamos separados del medio natural. Las políticas de conservación no responden hoy a un mero interés paisajístico, sino que tienen una profunda relación con nuestra propia vida. Debemos alejarnos del anti‐ guo lema urbanita que reza que “el campo es una cosa verde que queda lejos”. Sería un caso grave de miopía. La física de partículas, la biología molecular y el teatro de Bertold Bretch nos enseñan que el medio es un continuo interrelacionado que no genera compartimentos estancos espontáneamente, y que difícil‐ mente mantiene en equilibrio los que le vienen impuestos. Así, la reali‐ dad es que el medio físico constituye un entramado complejo, en el que el dentro y el fuera son conceptos alambicados, imprecisos y, sobre to‐
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Que postula el
principio de conserva‐ ción de la energía, según el cual, ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, en cual‐ quiera de sus manifes‐ taciones (calor, traba‐ jo...)
do relativos. Es por tanto incoherente conceptualmente suponer que podemos mantener un medio externo intacto y en equilibrio mientras que intentamos crear artificialmente un medio interno, con indepen‐ dencia de las situaciones y pautas del otro. El fracaso del experimento es inevitable, uno sufrirá el desequilibrio impuesto por el otro, según el primer principio de la termodinámica clásica16, para restaurar el equili‐
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brio en el balance de los dos medios. Se entenderá fácilmente lo que se pretende expresar con un ejemplo extremadamente reduccionista pero verificado por cualquiera: el de los aparatos de aire acondicionado, que expulsan al exterior todo el calor del interior que “acondicionan”, agra‐ vando fantásticamente las condiciones de malestar en el exterior. Este fenómeno es ya reconocido como un problema grave en los centros de las ciudades de cierto tamaño, generando puntas de calor locales des‐ conocidas en la historia meteorológica, y multiplicando el temido efec‐ to el heat bubble (isla de calor) en las zonas urbanas. Las secuelas del desequilibrio, claro, tienen multitud de otros matices aparte del calor, pero nos basta como ejemplo para este caso. El edificio forma parte del medio, como su interior, su exterior y sus usuarios. En realidad, la naturaleza fragmentaria del lenguaje nos trai‐ ciona al obligarnos a enumeraciones yuxtapuestas que transmiten, de forma automática, una idea de discontinuidad contraria a la que se pre‐ tende expresar, más próxima a un gradiente lineal de elementos con distinta densidad. Esta idea nos debe transmitir un concepto de interdependencia absolu‐ ta (donde ningún movimiento es gratuito) probablemente más fácil de asimilar por una mentalidad oriental que por la nuestra. En este marco se encuadran con naturalidad los conceptos que proponemos como punto de partida de nuestra concepción de la arquitectura:
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La interdependencia entre lo edificado y el medio ambiente y la concep‐ ción del edificio y de la urbe como medio ambiente en sí mismos. Esta nueva inteligencia del medio que proponemos produce inevitable‐ mente el concepto novedoso de preservar el medio ambiente interno (que sería, más propiamente, una implicación de preservar el medio am‐ biente integral). Se trata ahora de conseguir mantener un interior en armonía con el exterior, conservando, o mejorando, al mismo tiempo, 17
Aunque el hilo del
razonamiento nos obliga a referirnos a ella, el análisis de la cuestión del confort se aborda con mayor detalle en capítulo propio, donde se revi‐ san las implicaciones objetivas – magnitudes físicas‐ y subjetivas – culturales, de hábito, emocionales...‐ que componen esta com‐ pleja materia.
las condiciones de bienestar que nos ofrece el medio. Esta idea tras‐ ciende el sentido clásico de la palabra confort17, que remite exclusiva‐ mente a las condiciones de contorno de un punto de estudio determi‐ nado, para integrarlo en una malla de relaciones mucho más compleja y rica, según la concepción totalizadora descrita. Hemos llegado a un nudo donde conviene que pongamos de manifies‐ to dos aspectos que lo dicho implica:
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En otro caso, el hecho de tener que estar continuamente haciendo referencias cruzadas entre confort e impacto, podría identificarse como falta de claridad en el discurso, y debería preocupar a quien lo redacta. Aquí es una saludable consecuen‐ cia de la íntima impli‐ cación entre los con‐ ceptos, que hace muy difícil exponer uno sin referirse al otro.
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‐ aprovechar los inputs del medio para mantener el equilibrio, en lugar de agredirlo, dándole la espalda y articulando medios ‐ aplicar los sistemas y procedimientos que consigan que el ambiente interior que se crea dentro de la arquitectura sea agradable, saludable y rico en experiencias ambientales. Sobre esta dimensión del bienestar, como estar en y con el medio, volveremos en el capítulo del confort 18.
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La primera de estas cuestiones tiene una clara repercusión positiva en el impacto ambiental causado, en función del principio genérico que inspira la arquitectura bioclimática, este tema es el núcleo del presente capítulo; la segunda cuestión se tratará referencialmente en varios ca‐ pítulos, pero volveremos específicamente en el de intervención de la arquitectura en el turismo sostenible. La relación que exponemos entre arquitectura y medio no se limita a una relación psicofísica, no se basa exclusivamente en la idea de con‐ fort o, más genéricamente, de sensaciones experimentadas dentro y fuera de los límites físicos del edificio. Fundamentalmente, el establecimiento de relaciones físicas, tal y co‐ mo se han descrito, trasciende al terreno del impacto. Es, en definitiva, la razón del concepto de impacto ambiental, que surge de la evidencia de la verificación del mencionado primer principio de la termodinámi‐ ca, en forma de exteriorizaciones de las variaciones que se producen en el sistema, para restablecer el equilibrio perdido con la acción del edifi‐ cio. Pasando al segundo principio de la termodinámica, (según el cual, un sistema aislado evoluciona hacia estados de mayor entropía) con‐ viene recordar que todas las situaciones, espontáneamente, o están en equilibrio o tienden a él. El equilibrio que enuncia la termodinámica no implica ninguna cualidad a priori, en el extremo, la exterminación del planeta sería una situación de máxima entropía y, en consecuencia, de equilibrio total; se utiliza en este momento el término en puridad física,
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y no con los matices biológicos que habitualmente recibe, que parecen expresar una situación ideal de naturaleza intacta.
Desde este punto de vista, entendemos la noción de impacto ambien‐ tal de un edificio que pretendemos manejar. Y con esa noción, pode‐ mos encuadrar cada uno de los efectos en los que podemos descompo‐ ner19 el impacto que produce el edificio en el medio.
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Siempre virtualmen‐ te y a efectos del análi‐ sis. También en este aspecto conviene sub‐ rayar la unitariedad y coherencia del impacto como un efecto indivi‐ sible. Que lo dividamos taxonómicamente para mejor estudiar su pro‐ ceso y consecuencias no contradice la idea principal de este libro.
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Ver el desarrollo que de los mismos se hace en el capítulo de instru‐ mentos de control am‐ biental.
Tradicionalmente, se ha hablado de residuos/contaminación, ruptura de equilibrio ecológico y gestión de recursos, como elementos clave del impacto ambiental. Este impacto se debe de controlar mediante los mecanismos que prevea el correspondiente ESTUDIO DE IMPACTO AMBIENTAL20 que toda industria turística de una mínima envergadura debe implementar en sus presupuestos de partida. Esta previsión es fundamental en instalaciones turísticas de cierto nivel o extensión, o aquellos cuya actividad específica sea susceptible de producir un im‐ pacto extraordinario, así como aquellas que, por pequeñas que sean, se enclavan en entornos naturales de especial interés o con un equilibrio ecológico particularmente precario. Por poner algunos ejemplos de lo dicho, sería el caso de grandes complejos turísticos residenciales, aso‐ ciables en tamaño a una población pequeña o mediana; un parque acuático, por su gran consumo de agua; o un hotel cualquiera instalado en un parque natural. El control de impacto se hace absolutamente necesario, toda vez que en un proyecto de esta naturaleza se corre el serio riesgo de producir
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un grave impacto ambiental en la zona donde se ubica. No sólo a través de sus propias instalaciones, sino también mediante las actividades que se asocian a él y que genera más o menos espontáneamente (sean turísticas a su vez o de soporte), las redes que lo sirven, las vías que lo comunican, el tráfico que genera en ambas, etc. Evitarlo es una de las claves de la SOSTENIBILIDAD de una instalación en su desarrollo futuro; así como una garantía irrenunciable en la con‐ cepción medioambiental de la misma. Un Estudio Medioambiental Inte‐ gral debe de sentar las bases para que se puedan realizar los sucesivos ESTUDIOS DE IMPACTO AMBIENTAL, que exigirán cada uno de los su‐ cesivos proyectos de urbanización, tendido de redes, edificación e ins‐ talación de cualquier tipo.
Confort, arquitectura y usuario El ser humano puede ser visto como un convertidor de energía. A partir de la alimentación, produce trabajo y calor, en cantidad dependiente de la actividad desarrollada. Con el fin de mantener lo más constante posible la temperatura del cuerpo, el calor producido debe igualar al cedido al ambiente. Sólo si esta condición (equilibrio térmico) se satis‐ face es posible (no seguro) que el individuo se encuentre en condicio‐ nes de bienestar térmico. Fanger ha hipotetizado que “el disconfort es tanto mayor cuanto mayor sea la carga o estrés al cual sean sometidos los mecanismos de termoregulación”. Lo que significa que, por ejem‐ plo, el disconfort es mayor cuanto más copiosa sea la sudoración (en Fundamentos arquitectónicos para un turismo sostenible
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ambiente cálido) o, viceversa, la vasoconstricción (en un ambiente frío). Los Diagramas Bioclimáticos permiten comparar las condiciones del medio y las condiciones deseables de confort. A su vez, esta relación también indica los posibles recursos de modificación que se pueden in‐ corporar o aplicar en el HÁBITAT construido. Distintas escalas de confort fueron desarrolladas para distintas condi‐ ciones climáticas, actividades y aplicaciones. Muchas de ellas tuvieron su origen en aplicaciones militares, en fábricas y oficinas, donde la fal‐ ta de confort tiene consecuencias económicas vitales. Varias de las escalas tienen su origen en las mediciones de las condiciones térmicas. El cuerpo humano funciona como un termómetro integrado, con las características del termómetro de bulbo seco, bulbo húmedo, globo negro y kata. Hoy día, los “comfort meters” con integración electróni‐ ca permiten obtener una indicación de los niveles de confort térmico según los registros de las condiciones ambientales. También los orde‐ nadores para el control de instalaciones de acondicionamiento pueden incorporar criterios de confort térmico. Dado el carácter subjetivo de la sensación de confort que varía según las personas, resulta estéril definirlo con precisión. El "confort” depen‐ de de muchas variables, aunque generalmente se consideren los dos factores principales para simplificar el análisis y permitir su grafismo
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(con dos ejes). Por tal razón las escalas gráficas de confort indican tem‐ peratura y humedad absoluta (o relativa en el caso de Olgyay) del aire. Varios gráficos y escalas también suponen un nivel de actividad y una categorización de la vestimenta. En la mayoría de los casos se supone una actividad sedentaria y ropa liviana de oficina con condiciones aptas para la evaluación de confort en viviendas, escuelas, oficinas, consul‐ torios médicos, comercios, etc. Estos gráficos normalmente suponen que la velocidad del aire es baja, normalmente (=
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