Habilidades conceptuales en criaturas no linguísticas

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HABILIDADES CONCEPTUALES EN CRIATURAS NO LINGÜÍSTICAS

MARIELA AGUILERA Doctoranda

SILVIA CAROLINA SCOTTO Directora

DOCTORADO EN FILOSOFÍA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA

CÓRDOBA

DICIEMBRE DE 2011

LUGAR Y FECHA DE DISERTACIÓN : Córdoba, 26 de marzo de 2012 T RIBUNAL: Diana Inés Pérez, José Luis Bermúdez, Patricia Brunsteins C ALIFICACIÓN: sobresaliente

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CONTENIDO AGRADECIMIENTOS .............................................................................................. 5 INTRODUCCIÓN ..................................................................................................... 8 PRIMERA PARTE CONCEPTOS. CONCEPCIONES FILOSÓFICAS Y TEORÍAS PSICOLÓGICAS ............. 16 CAPÍTULO 1 1. TEORÍAS PSICOLÓGICAS Y CONCEPTOS ANIMALES .................................. 17 1.1. El argumento de Chater y Heyes ........................................................ 18 1.1.1. Problemas del argumento de Chater y Heyes ............................ 23 1.2. Teorías psicológicas ............................................................................ 27 1.3. Pluralismo semántico, el debate ......................................................... 30 1.4. Conceptos animales, teorías psicológicas, pluralismo y división de problemas ....................................................................................................... 35 CAPÍTULO 2 2. CONCEPTOS. CONCEPCIONES FILOSÓFICAS ............................................. 40 2.1. ¿Hay una noción filosófica de concepto? .......................................... 41 2.2. Enfoques cartesianos (TRM) .............................................................. 45 2.2.1. La hipótesis del lenguaje del pensamiento (HLP)...................... 47 2.2.2. Algunos problemas de la teoría de Fodor .................................. 49 2.3. Enfoques pragmatistas ........................................................................ 51 2.3.1. Variedades de pragmatismo, habilidades conceptuales y representaciones mentales ........................................................................ 52 2.4. Conceptos animales: cuestiones filosóficas ...................................... 56 SEGUNDA PARTE HABILIDADES CONCEPTUALES

Y SUS CONDICIONES DE POSESIÓN : ENFOQUES

INTELECTUALISTAS Y MINIMALISTAS

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CAPÍTULO 3 3. INTELECTUALISMO : CONCEPTOS, JUICIOS, RACIONALIDAD .................... 62 3.1. Intelectualismo ..................................................................................... 64 3.2. Sensibilidad racional ........................................................................... 72 3.3. Posesión de conceptos y la tesis de la dependencia lingüística ....... 76 3.3.1. Sobre el carácter reflexivo del pensamiento conceptual ........... 80 3.3.2. Ascenso semántico ........................................................................ 83 3.4. Problemas del argumento de Bermúdez ............................................ 87 CAPÍTULO 4 4. ENFOQUE MINIMALISTA ........................................................................... 91 4.1. Habilidades para identificar ................................................................ 92 4.2. Clasificar e identificar: diferencias y relaciones ............................... 94 4.3. Animales racionales .......................................................................... 102

4.3.1. Tipos de racionalidad ................................................................. 103 Criaturas popperianas con representaciones pushmi-pullyu ............... 104 Criaturas popperianas con representaciones proposicionales ............ 107 4.3.2. Racionalidad práctica y RPP ..................................................... 110 4.4. Alcances y límites del modelo de Millikan ..................................... 112 TERCERA PARTE BASES PARA UNA TEORÍA PRAGMATISTA , PLURALISTA Y GRADUALISTA DE LOS CONCEPTOS ....................................................................................................... 116 CAPÍTULO 5 5. PENSAMIENTO DE PRIMER ORDEN .......................................................... 117 5.1. Identificación ..................................................................................... 119 5.1.1. Contenidos no conceptuales, identificación e integración cognitiva ..... ............................................................................................ 119 5.1.2. Conceptos, reidentificar y coidentificar ................................... 124 5.2. Los conceptos de sustancias y el requisito de generalidad ............ 128 5.2.1. El requisito de generalidad: una lectura no intelectualista .... 130 5.3. Contenidos no conceptuales, generalidad e identificación............. 134 CAPÍTULO 6 6. FLEXIBILIDAD COGNITIVA E INFERENCIA .............................................. 136 6.1. Independencia de estímulo y flexibilidad conductual .................... 137 6.2. Razonamiento instrumental y flexibilidad cognitiva ...................... 139 6.3. Razonamiento e inferencia sin lenguaje: aportes empíricos y filosóficos ............................................................................ .........................142 6.3.1. Razonamiento instrumental y comportamiento animal: algunos ejemplos........ ........................................................................................... 146 6.3.2. Cognición social y conductas políticas ..................................... 149 6.3.3. Uso, construcción y localización de objetos: cognición espacial y causal ..................................................................................................... 153 6.4. Conclusión ......................................................................................... 157 CAPÍTULO 7 7. SISTEMATICIDAD E INFERENCIA SIN LENGUAJE ..................................... 159 7.1. Lenguaje natural, lenguaje del pensamiento e inferencias ............. 162 7.2. Oraciones, íconos y mapas ............................................................... 164 7.2.1. Mapas: partes y estructura ........................................................ 168 7.2.2. Vehículos lingüísticos vs. vehículos cartográficos .................. 172 7.3. Contenidos: habilidades representacionales y combinatorias ........ 177 7.3.1. El requisito de generalidad reinterpretado .............................. 184 7.4. Observaciones finales........................................................................ 185 CONCLUSIÓN ..................................................................................................... 187 BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................. 190

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AGRADECIMIENTOS Agradezco especialmente a Laura Danón, amiga y compañera de rutas filosóficas, con quien en los últimos años compartimos intereses teóricos, discusiones y proyectos filosóficos que volvieron más interesante, más alegre y más productiva mi vida académica. Por otro lado, ha mostrado hasta último momento una entera disposición para leer y discutir numerosas partes de esta tesis. He recibido el soporte entusiasta de Inés Crespo quien, pese a la distancia espacial y algunas veces temporal me animó a ir siempre más allá y embarcar proyectos más osados. También Nicolás Venturelli y Alba Masolo me apoyaron de diferentes maneras en distintas etapas de esta tesis. El grupo de conceptos y percepción ha sido un excelente espacio para abordar, discutir, cultivar, corregir y desarrollar ideas y problemas filosóficos que constituyen el eje de esta tesis. En esta última etapa, ha sido muy importante el apoyo y la colaboración de Daniel Kalpokas, Claudio Viale y Nahuel Recabarren quienes se prestaron a leer y cuestionar partes de esta tesis. También el respaldo y la confianza de Itatí Branca en el dictado de clases han sido muy importantes en estos años. El papel y el afecto de cada una de estas personas ha sido imprescindible para conservar un equilibrio y llegar finalmente hasta esta instancia. A todas, les expreso mi gratitud. A lo largo de estos años, el intercambio con personas de distintas universidades me ha resultado muy fructífero. Entre ellas, quisiera destacar especialmente a Liza Skidelsky, por su ojo crítico; también a Daniel Weiskopf, Mariela Destéfano, Elisabeth Camp, Diana Pérez, Jorge Morales Ladrón de Guevara, Laura Duhau, etc. Quisiera agradecer también a mi directora, Carolina Scotto, quien me animó a explorar estos temas y quien además se prestó a escuchar, debatir, criticar y orientar muchas cuestiones filosóficas de esta tesis; como así también por brindarme su apoyo, confianza y estímulo para concretar diferentes proyectos académicos que formaron parte de esta investigación. Finalmente, quisiera manifestar un cálido agradecimiento a mis padres y, sobre todo, a Hugo, por su amor y confianza desmesurada, y a Catalina, por su infinita alegría.

No puedo dejar de mencionar y agradecer a CONICET por su apoyo financiero, sin el cual no podría haber concretado esta tesis. Similarmente, conté con el apoyo económico como integrante de proyectos de investigación de SECYT, MINCYT, FONCYT. Es mi deseo que estas instituciones sigan creciendo y apoyando la investigación.

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Para mi nena.

INTRODUCCIÓN ¿Piensan los animales? ¿Tienen conceptos? ¿Qué son los conceptos y cuáles son sus condiciones de posesión? ¿Qué tipo de competencias posee una criatura que tiene conceptos? ¿Es el lenguaje una condición necesaria para el pensamiento? ¿Cuál es el “formato” del pensamiento animal? ¿Qué tipo de contenido tiene el pensamiento animal? Éstas son algunas de las preguntas sobre las cuales girará esta tesis. Las mismas constituyen el eje de diversos debates contemporáneos acerca de los conceptos: el debate metodológico sobre la relación entre teorías psicológicas y teorías filosóficas, el debate en psicología entre eliminativistas y pluralistas, el debate entre cartesianos y pragmatistas, la discusión entre enfoques intelectualistas y minimalistas –entre quienes consideran que el lenguaje es condición necesaria del pensamiento conceptual y los que niegan esta conexión– el debate acerca de la naturaleza del contenido pensamiento animal: ¿el pensamiento animal es conceptual o no-conceptual?, ¿tiene una estructura proposicional o no-proposicional?, el debate acerca de los vehículos del pensamiento conceptual y del pensamiento animal: ¿los conceptos requieren vehículos lingüísticos o pueden ser implementados por representaciones no-lingüísticas? Las concepciones filosóficas contemporáneas que han teorizado sobre la posesión de conceptos normalmente han aceptado –a veces sin discusión– que el lenguaje es una condición necesaria para el pensamiento. En consecuencia, se ha inferido que los animales no pueden pensar, por un lado, ni tener conceptos, por el otro. La dependencia entre lenguaje y conceptos puede rastrearse ya en los escritos de Descartes, quien en el siglo XVII afirmó que el empleo creativo del lenguaje era la marca de las criaturas pensantes. Siguiendo a Frege, la tradición analítica a la cual debemos gran parte de la teorización sobre conceptos ha supuesto que la posesión de conceptos involucra capacidades que sólo podría adquirir alguien con competencia lingüística e incluso ha llegado a suponer que el rango de pensamientos que una criatura puede tener está determinado por la capacidad para la expresión lingüística de esos pensamientos. Más recientemente, algunos filósofos neofregeanos han usado la noción de contenidos no-conceptuales para explicar aquéllas conductas de animales que no pueden ser incluidas dentro de un marco conductista (Bermúdez, 1998; Peacocke, 2001;

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Evans, 1982). Al igual que sus predecesoras, sin embargo, esta propuesta adhiere al supuesto de que el lenguaje es condición necesaria para la posesión de conceptos. La existencia de una conexión íntima entre lenguaje y pensamiento también ha sido supuesta por algunas teorías provenientes de la psicología y las ciencias cognitivas. Teorías psicológicas sobre conceptos –como la teoría de prototipos, la teoría de ejemplares y la teoría de la teoría presuponen que la noción de concepto se encuentra inevitablemente ligada al lenguaje natural (Chater & Heyes, 1994). De este modo, tanto desde un punto de vista filosófico como psicológico, se ha supuesto que el comportamiento animal –incluso en sus manifestaciones más complejas– puede ser explicado en forma completa dentro de un marco conductista, en términos de procesos asociativos. Dentro de las ciencias cognitivas, en cambio, se ha asumido que el pensamiento conceptual es lingüístico en virtud de su estructura sintáctica, pues se considera que involucra un sistema interno de vehículos quasi lingüísticos, es decir, no un lenguaje natural sino un lenguaje del pensamiento (Fodor, 1975, 2008, Fodor & Pylyshyn, 1988). Hay, por otro lado, concepciones minimalistas de los conceptos. Estas concepciones pueden verse como el resultado de un fuerte rechazo a la superintelectualización de lo mental así como a la reducción del quehacer filosófico al análisis conceptual. Sin embargo, las motivaciones teóricas y metodológicas son sólo una parte de la historia. Otra fuente de motivación proviene de estudios recientes de disciplinas tales como la psicología comparada, la etología cognitiva, así como por la antropología y la psicología evolutiva. En contra del paradigma conductista previo, numerosos estudios realizados desde los años 70 han puesto de manifiesto la necesidad de explicar el comportamiento y los procesos de aprendizaje animal en términos de capacidades cognitivas. El minimalismo surge, entonces, como una propuesta lo suficientemente inclusiva como para incluir ciertas formas de cognición animal dentro del espacio de los conceptos (Carruthers, 2009; Allen & Hauser, 1991; Allen, 1998; Millikan, 2000, 2006). Por lo general, quienes defienden este enfoque sostienen que tener conceptos involucra competencias cognitivas relativamente básicas, que no requieren un lenguaje natural. Esta propuesta descansa en la idea de que no es posible trazar un corte nítido entre percepción, acción y cognición (Gibson, 1979; Noë, 2004, Hurley, 2003, Millikan, 1996). Por consiguiente, han concluido que las habilidades P á g i n a |9

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conceptuales revisten un carácter gradual y poseen además un valor adaptativo (Millikan, 2000; Camp, 2009). Ahora bien, a los fines de minimizar las condiciones para la posesión de conceptos, este enfoque tiende a despojar a los conceptos de algunas de sus funciones cognitivas centrales. Esta tesis puede ser entendida como un esfuerzo filosófico y metodológico, por un lado, para deslindar dos fenómenos comúnmente pensados de un modo compacto: el pensamiento conceptual y la competencia lingüística y, por el otro, para generar un espacio teórico para elucidar si el pensamiento conceptual se extiende y de qué modo más allá de la especie humana, a animales de distintas especies. Tomando como punto de partida la teoría de Millikan de los conceptos –un exponente del minimalismo– e intentando, al mismo tiempo, no descuidar algunos de los aportes teóricos centrales de la filosofía analítica ni de las disciplinas científicas cercanas, he elaborado una propuesta teórica sobre la posesión de conceptos extensible a animales no humanos, carentes de lenguaje. Para ello, he adoptado una concepción de los conceptos como habilidades, esto es, como un tipo especial de capacidad cognitiva y epistémica. A diferencia de otros enfoques, este tipo de aproximación al problema de los conceptos animales tiene las siguientes ventajas: en primer lugar, al considerar los conceptos en términos de las capacidades y cosas que una criatura puede hacer, ofrece recursos epistémicos propicios para abordar el problema de la posesión de conceptos por parte de animales. En segundo lugar, puede articularse con diversos estudios de la etología cognitiva y la psicología comparada que, por lo general, apuntan a dar una explicación de patrones conductuales en términos de las competencias y los procesos cognitivos requeridos para su desempeño. En tercer lugar, provee un nivel de generalidad suficiente como para resaltar similitudes entre el pensamiento animal y humano permitiendo, al mismo tiempo, explicar algunas de sus diferencias. En particular, la concepción aquí defendida de los conceptos como habilidades puede articulase con un pluralismo de vehículos, de acuerdo con el cual las mismas habilidades conceptuales pueden ser desarrolladas por distintitos tipos de sistemas de representaciones. Las particularidades de cada tipo de sistema, a su vez, permiten explicar diferencias cognitivas relevantes entre animales y humanos y, en particular, diferencias estructurales entre el pensamiento de animales y

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humanos, dentro de una teoría unificadora de los conceptos y las habilidades requeridas para su posesión. Al haber adoptado esta perspectiva metodológica, he dejado de lado el problema epistémico de cómo determinar y especificar el contenido del pensamiento animal en casos particulares. Ya que el problema de la posesión de conceptos es una cuestión más básica que el problema de determinar cuál es el contenido de pensamientos particulares, el mismo se puede tratar de forma independiente. Debido a que, posiblemente, el fenómeno de la intencionalidad se encuentra más extendido que el pensamiento conceptual, la atribución de contenidos mentales específicos deja abierta la cuestión acerca de la naturaleza de ese contenido, que puede ser tanto conceptual como no conceptual. Tampoco me ocuparé de cuál es la estructura semántica de los conceptos de los animales. Pues determinar si los conceptos animales son prototipos, teorías o ejemplares, es una cuestión empírica que excede los límites de este trabajo; por otra parte, dado que las mismas estructuras pueden ser tanto conceptuales como no conceptuales, el hecho de que una criatura tengan tal o cual tipo de representación no es un indicador de que la criatura tenga conceptos. Para justificar esta elección metodológica, en la primera parte, diferencio las teorías psicológicas de las teorías filosóficas sobre conceptos y, dentro de estas últimas, distingo el enfoque cartesiano del enfoque pragmatista. Mi tesis es que cada uno de estos enfoques y teorías se distingue no sólo en virtud de sus compromisos ontológicos, sino además por el hecho de perseguir objetivos explicativos propios heterogéneos: las teorías psicológicas se ocupan de la estructura semántica de las representaciones involucradas en el uso y la adquisición de conceptos, mientras que las teorías filosóficas se ocupan de las condiciones de individuación y posesión de conceptos. La diferencia los cartesianos y los pragmatistas radica en el tipo de explicación que consideran prioritarias dentro de una teoría de conceptos. Mientras los cartesianos priorizan la explicación de las condiciones de individuación de conceptos, los pragmatistas, en cambio, priorizan la explicación de sus condiciones de posesión. En el capítulo 1, sostengo que las teorías psicológicas sobre conceptos –teoría de prototipos, teoría de ejemplares y teoría de la teoría, entre las más destacadas son inadecuadas para dirimir la cuestión acerca de la posesión de conceptos por parte de los animales. Para ello, presento el reciente debate entre eliminativismo y pluralismo de P á g i n a | 11

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conceptos y sostengo que la evidencia empírica indica que ninguna de estas teorías psicológicas puede, por sí misma, dar razones en contra de la tesis de que animales de algunas especies tienen conceptos. En el capítulo 2, discuto y redefino la distinción propuesta por Fodor (2004) entre enfoques cartesianos y pragmatistas. Sostengo, por otra parte, que el enfoque cartesiano es inadecuado para tratar el problema de la posesión de conceptos por parte de criaturas sin lenguaje. Dado que este enfoque está centrado en las condiciones de individuación de conceptos, no proporciona criterios para evaluar si una criatura tiene conceptos. Sostengo, en cambio, que el enfoque pragmatista proporciona el marco teórico y metodológico apropiado para dicha cuestión, pues este enfoque se caracteriza por brindar condiciones para la posesión de conceptos. Esta hipótesis es de carácter tentativo y heurístico, pues considero que la aclaración de los objetivos explicativos de los distintos enfoques sobre conceptos como así también cuál de ellos tiene prioridad metodológica para el problema de la posesión de conceptos por parte de animales sin lenguaje, es el primer paso para establecer qué relaciones guardan entre sí cada una de estas teorías y enfoques y de ese modo sacar el mejor provecho de cada uno de ellos para la cuestión que aquí me ocupa. La segunda parte está dedicada a distinguir y caracterizar algunas variantes que coexisten dentro del pragmatismo filosófico: el intelectualismo y el minimalismo. Estos enfoques se distinguen en virtud de las habilidades que consideran inherentes a la posesión de conceptos como así también en las condiciones requeridas para su posesión, esto decir, respecto de las condiciones que se deben satisfacer para que dichas habilidades sean genuinamente conceptuales. En el capítulo 3, caracterizo el intelectualismo y presento la concepción de los conceptos ofrecida por Bermúdez (1998, 2010), un claro exponente de este enfoque pero que, a diferencia de otros autores, ha ofrecido además una teoría sobre el pensamiento animal (2003). Bermúdez sostiene que la posesión de conceptos involucra habilidades para clasificar y hacer inferencias y que, para tener conceptos, es necesario tener pensamiento de segundo orden. A partir de estos supuestos, ha concluido que para poseer conceptos se necesita competencia lingüística. Pese a promover una visión integradora del pensamiento, al adoptar la tesis intelectualista sobre el carácter reflexivo de los conceptos, esta teoría excluye del espacio de los conceptos una buena porción de pensamientos que merecen ser llamados conceptuales.

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Como exponente del enfoque minimalista, en el capítulo 4 reconstruyo la teoría de Millikan (2000) de los conceptos. Esta teoría considera que tener conceptos es tener habilidades para identificar sustancias. Estas habilidades pueden manifestarse de un modo enteramente práctico y con independencia de la competencia lingüística. En consecuencia, esta teoría admite que las habilidades conceptuales son extensivas a criaturas sin lenguaje, pues para tener conceptos basta con dar respuestas conductuales apropiadas, en virtud de reconocer cuándo distintas parcelas de información pertenecen a un mismo objeto o entidad. Si bien la teoría de Millikan resulta atractivamente inclusiva, abandona algunos requisitos inherentes a la posesión de conceptos, como el requisito de generalidad. Hacia el final, en la tercera parte, argumento que tanto la teoría de Millikan como la teoría de Bermúdez resultan inadecuadas para explicar ciertos comportamientos de animales, que involucran procesos de razonamientos e inferencia mediata. Allí desarrollo una propuesta sobre los conceptos, extensible a animales. Esta propuesta se inscribe dentro del pragmatismo y constituye una variante gradualista y pluralista. De acuerdo con esta propuesta, la posesión de conceptos involucra distintos tipos de habilidades, cuya posesión presenta diversos grados y matices: la habilidad para identificar y la habilidad para hacer inferencias. Estas habilidades, por otra parte, permiten dar cuenta de dos condiciones inherentes al pensamiento conceptual, el principio de Russell y el requisito de generalidad. En el capítulo 5, defiendo que las habilidades para identificar son constitutivas de la posesión de conceptos. La identificación es imprescindible para dar cuenta del Principio de Russell, esto es, de la idea de que una criatura deber tener un acceso epistémico a los objetos de su pensamiento. Por otra parte, la identificación es imprescindible para la realización de inferencias mediatas. Sin embargo, sostengo que la habilidad para identificar es insuficiente para dar cuenta del requisito de generalidad. Este requisito exige que el pensamiento tenga una estructura combinatoria que incluya componentes predicativos. Este tipo de estructura puede ser garantizada cuando una criatura posee además habilidades inferenciales capaces de formar parte de razonamientos prácticos. Finalmente, en contra del intelectualismo, he defendido que ni la co-identificación ni el requisito de generalidad involucran pensamiento de segundo

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orden. Esto permite debilitar el argumento, presentado en el capítulo 3, a favor de la dependencia entre competencia lingüística y posesión de conceptos. De acuerdo con Camp (2009), una de las razones por las cuales algunos autores han defendido que el pensamiento conceptual es esencialmente reflexivo radica en el supuesto de que para tener conceptos es necesario que exista una separación entre el pensamiento y el mundo, esto es, entre las representaciones y las cosas representadas. Camp denomina este requisito independencia de estímulo. En el capítulo 6, diferencio distintos grados de independencia de estímulo que no dependen de la metarepresentación ni de la competencia linguística. En un primer nivel, la independencia de estímulo se encuentra ligada a la flexibilidad conductual. Para este nivel, es suficiente contar con habilidades identificatorias. En un segundo nivel, la independencia de estímulo da lugar a la flexibilidad cognitiva, esto es, a una ampliación del repertorio de contenidos en los que una criatura puede pensar. Siguiendo a Camp, he sostenido que este nivel puede ser alcanzado por medio del razonamiento instrumental. Finalmente, a partir del análisis de ciertos estudios de la etología cognitiva y la psicología comparada, presento algunos argumentos empíricos que muestran que primates de diversas especies son capaces de razonar y hacer inferencias mediatas. El análisis realizado permite además extraer una conclusión esperada, a saber, que a medida en que aumenta el conocimiento que una criatura tiene de su entorno, natural o social, se vuelve más evidente la necesidad de apelar a procesos de inferencia para explicar su conducta. Muchos filósofos han sostenido que la realización de inferencias involucra vehículos lingüísticos, ya sea un lenguaje natural o bien un lenguaje del pensamiento. Por consiguiente, el hecho de que animales de diferentes especies pudieran razonar pondría en evidencia que el pensamiento animal envuelve un lenguaje del pensamiento. Esta hipótesis, sin embargo, no permite explicar la especificidad de dominio de las habilidades conceptuales de los animales ni algunas diferencias sustantivas en el rango de contenidos que un animal puede pensar y en el modo en que puede relacionarlos. Atendiendo a ello, en el capítulo 7, defiendo una concepción pluralista según la cual procesos como la categorización, la co-identificación y la realización de inferencias pueden ser realizadas por medio de distintos formatos representacionales. En particular, sostengo que el razonamiento animal puede ser explicado en términos de vehículos cartográficos. Esta hipótesis permite además capturar diferencias entre el pensamiento

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animal y humano. A diferencia del contenido de las representaciones lingüísticas, que tienen una estructura proposicional, los mapas tienen lo que denomino contenidos cartográficos. De cualquier manera, los contenidos cartográficos, al igual que los proposicionales, pueden estar constituidos por conceptos, siempre y cuando la criatura que los piensa tenga habilidades conceptuales.

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PRIMERA PARTE CONCEPTOS. CONCEPCIONES FILOSÓFICAS Y TEORÍAS PSICOLÓGICAS

CAPÍTULO 1

1. TEORÍAS PSICOLÓGICAS Y CONCEPTOS ANIMALES

1

En la actualidad coexisten diferentes teorías y enfoques acerca de los conceptos. A decir verdad, la noción de concepto sufre cambios en el interior de cada disciplina, e incluso existen tensiones dentro de cada una de ellas. Es necesario, por ello, trazar una especie de geografía lógica de las distintas concepciones, filosóficas y psicológicas, acerca de los conceptos y ubicar, por otra parte, el territorio en el que se inscribe el problema de la atribución de conceptos a animales no humanos, al menos, en virtud del estado del arte en la actualidad2. En este capítulo, evalúo cuál es o debería ser el papel de las teorías psicológicas al abordar el problema de la atribución de conceptos a animales. Para ello, analizo un argumento, presentado por Chater y Heyes, según el cual las investigaciones sobre conceptos animales fracasan debido a que no pueden articularse con ninguna de las teorías psicológicas sobre conceptos, a saber, teoría de prototipos, teoría de ejemplares y teoría definicional. Luego, caracterizo algunos de los rasgos de las teorías psicológicas sobre conceptos que las distinguen de las teorías filosóficas y sostengo que, dada la naturaleza de sus objetivos explicativos, las teorías psicológicas son por sí mismas

Parte de los capítulos 1 y 2, que siguen a continuación fue publicada en “Conceptos animales: teorías psicológicas, pluralismo y división de problemas” (Aguilera, 2011). Dicho trabajo también fue presentado en Cognitio 2011: Nonhuman Minds: Animal, Artificial or Other Minds, Montreal, julio de 2011; y en el II Encuentro de filosofía y ciencia cognitiva, Buenos Aires, noviembre de 2010. Agradezco a Mariela Destéfano, Fernando Martínez Manrique, Ángeles Eraña, y demás participantes, por sus comentarios, pero muy especialmente a Daniel Weiskopf, por sus entusiastas respuestas y buena predisposición a compartir y discutir sus ideas. También agradezco a los integrantes del grupo de conceptos, y en especial Laura Danón y Claudio Viale por sus atentas lecturas y sugerencias. 2 El hablar de la atribución de habilidades conceptuales puede llevar a pensar –confusamente– que he adoptado un punto de vista interpretacionista acerca de los conceptos (Dennett, 1987), o al menos acerca de los conceptos animales (Davidson, 1982). Pero, por el contrario, el objetivo de esta tesis es elucidar si los animales satisfacen –en un sentido literal y realista– los requisitos de posesión de conceptos. En este sentido, usaré “atribución” y “posesión” indistintamente. Trataré de usar mayoritariamente la noción de posesión. Usaré la noción de atribución cuando quiera subrayar el aspecto epistemológico del problema, a saber, si nosotros, las personas, estamos justificados a afirmar que una criatura tiene conceptos. No obstante, cambiar el foco hacia el problema epistemológico de la posesión de conceptos no implica un cambio de perspectiva (de la primera a la tercera persona) ni un cambio de ontología (del realismo al instrumentalismo). Ahora otra nota terminológica: por cuestiones de estilo, cuando diga “animales” de aquí en más me estaré refiriendo a animales no humanos carentes de lenguaje. 1

Capítulo 1

inadecuadas para decidir si los animales tienen –o pueden tener– conceptos; por esta razón, el argumento de Chater y Heyes fracasa. Finalmente, presento el debate reciente entre eliminativismo y pluralismo. En esta disputa se pone juego la necesidad de preservar una noción de concepto, además de las nociones de propuestas por cada una de las teorías psicológicas; a saber, prototipos, ejemplares, teorías, ideales, etc. Más allá de sus desacuerdos, ambas partes de la disputa acuerdan en que la noción de concepto incluye las distintas estructuras mentales postuladas por las teorías psicológicas –prototipos, ejemplares y teorías pues todas estas estructuras son usadas en la psicología para explicar los distintos procesos cognitivos de nivel superior, tales como la inferencia y la categorización, entre los más destacados. Esto pone de manifiesto, concluyo, que ninguna de las teorías psicológicas particulares puede decir, de modo independiente, qué es un concepto ni puede, por tanto, dar las condiciones de individuación de un concepto.

1.1.

El argumento de Chater y Heyes

En el artículo “Animal Concepts: Content and Discontent”, Chater y Heyes (1994) sostienen que el estudio psicológico sobre conceptos animales no tiene sentido debido a que no puede articularse con ninguna de las teorías psicológicas disponibles sobre conceptos. Los autores se refieren a la teoría definicional, la teoría de prototipos y la teoría de ejemplares3; sin pérdida, las consideraciones que siguen a continuación podrían extrapolarse a la teoría de la teoría. En particular, Chater y Heyes aducen que la idea de concepto no ha sido exitosamente separada de la idea de lenguaje natural, por lo que no hay una explicación coherente acerca de qué son los conceptos animales. Sostienen que si bien la teoría de prototipos admite una formulación no-lingüística, los prototipos animales no podrían diferenciarse de la generalización de estímulo, por lo que no podría testearse empíricamente si un animal sin lenguaje tiene conceptos. La crítica de Chater y Heyes se distingue de otras líneas argumentativas por centrarse no en la complejidad del fenómeno sino más bien en la oferta teórica disponible. Esta crítica no se apoya en la idea, común dentro de la filosofía, de que

3

Para un análisis crítico y compendio de dichas teorías, ver Margolis & Laurence, 1999; Murphy, 2002; Prinz, 2002; Machery, 2009; Weiskopf, 2009. P á g i n a | 18

Teorías psicológicas

poseer conceptos es un logro cognitivo superior, al que los animales sin lenguaje no pueden acceder (Bermúdez, 1998; Davidson, 1982), sino más bien en que no tenemos una explicación de los logros cognitivos involucrados en la posesión de conceptos que no presuponga un lenguaje. Por esta razón, concluyen, no se podría elucidar si un animal tiene conceptos o no (p. 210), pues si –como ellos sostienen– la idea de concepto no se ha separado de la idea de lenguaje natural, la misma idea de conceptos animales carece de sentido (p. 210, 212). En dicho artículo, Chater y Heyes se centran en los estudios sobre formación de conceptos categóricos realizados en la psicología comparada entre los años 70 y los 804. Un modo natural de interpretar estos estudios, sugieren, sería suponer que las conductas discriminatorias que dan cuenta de la formación de categorías están mediadas por estructuras mentales del mismo tipo que las postuladas por las teorías de conceptos humanos –definiciones, ejemplares o prototipos. Consideran, sin embargo, que ésta es una posibilidad que se ve impelida debido a que dichas teorías atan los conceptos al lenguaje natural. Si bien reconocen que la teoría de prototipos admite una formulación no-lingüística, sostienen que esta teoría es insatisfactoria por otras razones: los prototipos animales no podrían diferenciarse de la generalización de estímulo. De hecho, hay prototipos perceptuales o no-conceptuales (Weiskopf, 2010)5. Por tanto, concluyen, no podría testearse empíricamente si un animal sin lenguaje tiene conceptos. Por otra parte, arguyen que la investigación empírica sobre conceptos tampoco provee métodos que puedan ser aplicados a otras especies no humanas dado que el repertorio de conceptos es considerado como algo dado por los predicados del lenguaje natural y no como algo que pueda ser objeto de investigación, como sucede en las investigaciones sobre conceptos animales (Chater & Heyes, 1994, pág. 212). Antes de reconstruir el

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Ver, por ejemplo, Hernstein, Loveland, & Cable, 1976. Es cierto que Chater y Heyes citan otros tipos de estudios más recientes (algunos sobre otro tipo de conceptos: conceptos relacionales, otros con otro tipo de enfoque: estudios observacionales en ambientes naturales). Debido a que las críticas que ofrecen contra ellos son de otra índole, no vinculadas con las teorías psicológicas, no me remitiré a ellos aquí. 5 Mucha de la experimentación en la teoría de prototipos es realizada con estímulos no lingüísticos (en general, estímulos perceptuales correspondientes a categorías artificiales, no a clases naturales); ésta es la razón por la cual se dice que la teoría de prototipos admite una formulación no lingüística. Por ejemplo, Vauclair toma la noción de prototipos para probar que los animales tienen conceptos (Vauclair, 2002). El problema es que la formación de prototipos a partir de dichos estímulos perceptuales no garantiza la formación de conceptos. P á g i n a | 19

Capítulo 1

argumento de Chater y Heyes, a continuación presento brevemente las teorías psicológicas en la que éste descansa: La teoría definicional, también conocida como teoría clásica de los conceptos, sostiene que la mayoría de los conceptos –específicamente los léxicos son representaciones mentales complejas que codifican condiciones necesarias y suficientes para su aplicación (Laurence & Margolis, 1999, pág. 9). El concepto de SOLTERO, por ejemplo, está compuesto por un conjunto de representaciones como NO ESTÁ CASADO, ES UN ADULTO, ES UN HOMBRE. Cada una de estas representaciones representa una condición que debe ser satisfecha para que algo cuente como soltero. La teoría de ejemplares sostiene que los conceptos son un conjunto de representaciones de instancias particulares de una categoría. Así, por ejemplo, mi concepto de PERRO estaría compuesto por representaciones de los perros particulares con los que me he topado en el pasado: Fonta, Anto, Piru, Diana. De acuerdo con esta teoría, un ítem –el perro de Malcom, por ejemplo es considerado bajo el concepto PERRO debido a ser lo suficientemente similar a las representaciones de instancias de perro almacenadas. Para la teoría de prototipos, los conceptos son representaciones complejas cuya estructura codifica información estadística acerca de las propiedades que tienden a poseer los miembros de una categoría (Chater & Heyes, 1994, pág. 217; Laurence & Margolis, 1999, pág. 27). Si, por ejemplo, PÁJARO está compuesto de rasgos como VUELA, CANTA, ANIDA EN ÁRBOLES, PONE HUEVOS, etc., luego los gorriones están en la extensión de PÁJAROS en virtud de tener todos esos rasgos, mientras que el avestruz también, pues tienen un número relevante de ellos. En la actualidad, contamos con otras teorías psicológicas sobre conceptos. A las teorías mencionadas por los autores se suman la teoría de la teoría (Spelke, 1990; Baillargeon, 1987; Carey, 2009), la teoría de ideales (Barsalou, 1985), la teoría de proxitipos (Prinz, 2002), etc. Es dudoso, por otra parte, que la teoría definicional se encuentre en pie de igualdad con las teorías de prototipos y de ejemplares. Para ser precisos, la teoría definicional es una teoría filosófica que no ha tenido una formulación

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Teorías psicológicas

concreta dentro de la psicología6. La teoría psicológica más cercana a la teoría definicional es, tal vez, la teoría de la teoría. Sin embargo, por mor del argumento, aceptaré que la teoría definicional es una teoría psicológica empírica. En tanto consideran que la teoría definicional “se centra en la relación entre ítems léxicos del lenguaje natural y un supuesto lenguaje del pensamiento humano (Chater & Heyes, 1994, pág. 214)”, Chater y Heyes concluyen que la misma no puede ser aplicada a animales no humanos. Dado que los animales no tienen lenguaje, no surge la cuestión sobre la relación entre lenguaje natural y lenguaje del pensamiento7. Sostienen, en cambio, que la teoría de ejemplares tiene una formulación análoga en la psicología comparada, bajo la forma de generalización de estímulo. Pero la generalización de estímulo es una explicación de los procesos de categorización que no supone conceptos. La razón es que la generalización de estímulo involucra el almacenamiento de representaciones nucleadas exclusivamente por medio de una respuesta común o premio particular. Pero este tipo de vínculo es inadecuado para explicar el papel inferencial de los conceptos así como el hecho de que un mismo ítem pueda ser considerado como un ejemplar de distintas categorías. Las representaciones almacenadas por medio de la conceptualización, en cambio, comparten el hecho de ser consideradas como perteneciendo a una misma categoría. Esto permite explicar, por un lado, el papel de estas representaciones en la inferencia y, por el otro, la posibilidad de pensar un mismo ítem bajo distintas categorías. “Por ejemplo, dos ejemplares pueden ser representados como siendo ambos instancias de ANIMAL, PERRO y PELUDO, pero como diferentes en relación a FEROZ” (Chater & Heyes, 1994, pág. 216). En suma, no se puede dar cuenta del carácter simbólico de los conceptos ni de sus funciones inferenciales en términos de la generalización de estímulo, por lo cual el

Ver, sin embargo, Poirier & Beaulac (2011), donde –a partir de la teoría de procesos duales y teniendo en cuenta su rol en nuestras prácticas científicas– el papel de las definiciones en la psicología es reivindicado. 7 Esta crítica adolece de otra confusión, pues la teoría definicional es una teoría según la cual los conceptos reúnen un conjunto de condiciones necesarias y suficientes que debería cumplir un ítem para la correcta aplicación de un concepto. La hipótesis del lenguaje del pensamiento no es –como la teoría definicional– una teoría sobre la estructura semántica de los conceptos, sino sobre los rasgos estructurales sintácticos del pensamiento conceptual. Además, Fodor, el principal defensor de esta hipótesis, sostiene que, por el contrario, los conceptos son representaciones atómicas, no-estructuradas semánticamente (Fodor, 2004). 6

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Capítulo 1

paradigma de explicación de la psicología comparada no es extensible a los conceptos (humanos) 8. Chater y Heyes reconocen que la teoría de prototipos admite una formulación no-lingüística. Pues, por un lado, hay ciertas categorías cuyas instancias se agrupan en un espacio de rasgos perceptuales con independencia de que un ítem léxico se corresponda con el grupo. Por otro lado, hay estudios que evalúan la categorización de estímulos perceptuales artificiales que se han aplicado tanto a humanos como a animales (Chater & Heyes, 1994, pág. 218; Vauclair, 2002). Sin embargo, según Chater y Heyes, la teoría de prototipos es insatisfactoria por otras razones, a saber, los prototipos animales no podrían diferenciarse de la generalización de estímulo, la cual –como vimos arriba– no involucra conceptos (1994, pág. 219). A esto se añade que los test hechos con animales son, precisamente, sobre prototipos perceptuales. Por tanto, tampoco la teoría de prototipos permitiría testear empíricamente si un animal sin lenguaje tiene conceptos. Se puede formular un argumento análogo a partir de la teoría de la teoría. De acuerdo con esta teoría, los conceptos son representaciones cuya estructura consiste en sus relaciones con otros conceptos especificados por la teoría (mental) en la que están incrustados (Laurence & Margolis, 1999, pág. 45)9. La categorización en estos modelos es considerada un proceso explicativo: así, por ejemplo, un ítem es categorizado como BORRACHO porque su estado de ebriedad explica su conducta; i. e. lanzarse vestido a

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Es importante notar que hay estudios sobre cognición social en primates que muestran, por un lado que, para categorizar a sus pares conforme relaciones sociales y de parentesco, no hay un único indicador o propiedad común sino diferentes patrones de agresión, reconciliación, espulgamiento y proximidad (Cheney & Seyfarth, 1990; 2007; Seyfarth & Cheney, 2001). Por otro lado, un mismo individuo pertenece a múltiples clases simultáneamente y hay evidencia de que los primates pueden reconocer este hecho. De modo tal que la conexión entre los miembros de una misma clase social es mucho más compleja que la conexión que habría entre los miembros de clases artificiales, unidos por una respuesta positiva común (Seyfarth & Cheney, 2001, pág. 160). Y, lo que es tal vez más importante, fuera del laboratorio, los primates no reciben recompensas por comprender redes sociales. De aquí se sigue que la conclusión del argumento de Chater y Heyes tiene una aplicación más restringida, pues no es cierto que la generalización de estímulo sea “el paradigma” de las explicaciones sobre cognición animal. 9 Hay quienes sostienen que los conceptos son teorías mentales mientras que otros en cambio dicen que los conceptos son como los términos teóricos de una teoría. Susan Carey, por ejemplo, sostiene que los conceptos son como términos teóricos cuya naturaleza depende de estructuras teóricas (Margolis & Laurence, 1999, pág. 44). Machery (2009) y Weiskopf (2009), en cambio, han adoptado una noción de concepto como teorías mentales. P á g i n a | 22

Teorías psicológicas

una pileta durante una fiesta (Weiskopf, 2009, p. 155). Al igual que la teoría de prototipos, la teoría de la teoría también admite una formulación no-lingüística. La psicología del desarrollo presenta numerosos estudios que sugieren que los infantes prelingüísticos que se comportan de manera apropiada en conductas de deshabituación emplean teorías (Perner, 1994; Spelke, 1990; Baillargeon, 1987; Carey, 2009). Sin embargo, el que tengan “teorías” no implica por sí mismo que tengan conceptos. De hecho, este tipo de estudios suele ser citado para ejemplificar la tesis de que los niños pre-lingüísticos, si bien no tienen conceptos, pueden tener pensamientos con contenido no-conceptual (Bermúdez, 1998, pág. cap. 3). De acuerdo con estas observaciones, al parecer, no hay una alternativa teórica dentro de la psicología para estudiar si los animales tienen conceptos. Ya que, aun cuando se pudiera comprobar que tienen prototipos, ejemplares e incluso teorías, ello no significaría que tienen conceptos. Por esta razón, Chater y Heyes concluyen que cualquier estudio orientado a los conceptos animales está mal encaminado. 1.1.1. Problemas del argumento de Chater y Heyes Es importante señalar que hay una tensión o ambivalencia en la estructura argumentativa desarrollada por Chater y Heyes. Los autores parecen oscilar entre un argumento a priori, centrado en el análisis de la noción de concepto, y un argumento empírico, centrado en lo que sabemos de los conceptos a partir de las teorías psicológicas disponibles. Si se ha de considerar como un argumento a priori, el mismo debería ser acompañado de un cauteloso análisis filosófico que muestre por qué la idea de lenguaje y la de concepto son inescindibles10. Si, por otro lado, se considerara como un argumento empírico, pues bien, no es suficiente para concluir que los animales sin lenguaje no tienen conceptos. Esto es así ya que lo que sabemos a partir de dichas teorías psicológicas es cómo se estructuran las representaciones mentales involucradas en nuestras competencias conceptuales, es decir, en las competencias conceptuales de

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La impresión del carácter a priori proviene de que los autores no están analizando un fenómeno en función de una teoría sino más bien están analizando un programa de investigación en función de un grupo de teorías. Sin embargo, no es más que una impresión ilusoria ya que esto no es equivalente a un análisis a priori. Ahora bien, analizar la posibilidad de que las competencias lingüísticas no sean co-extensivas con las habilidades conceptuales a la luz de teorías desarrolladas para explicar la capacidad de conceptualizar de humanos hablantes es un modo de presuponer la cuestión. P á g i n a | 23

Capítulo 1

humanos con competencia lingüística. Ahora bien, la atribución de conceptos a animales pone en cuestión precisamente la idea de que las habilidades conceptuales son co-extensivas con las habilidades lingüísticas, lo cual es presupuesto por las teorías psicológicas a las que Chater y Heyes se refieren. Es, por tanto, una cuestión más básica y de carácter general que no puede ser respondida conforme dichas teorías. Aceptaré, momentáneamente y por mor del argumento, que tanto los ejemplares como las definiciones y prototipos conceptuales involucran de una u otra forma un lenguaje natural. Ahora bien, el hecho de que la noción de concepto presupuesta por estas teorías no se haya separado de la idea de lenguaje natural deja abierta la posibilidad de desarrollar otras teorías empíricas donde la noción de concepto se encuentre independizada de la idea de lenguaje natural. Si se trata de un argumento empírico, y no de un análisis conceptual de la noción de concepto, no hay nada contradictorio en esta idea. Sin embargo, a esto se puede responder –como lo hacen Chater y Heyes– que nuestra comprensión actual de los conceptos no es independiente de las teorías psicológicas disponibles (DEP) –no tenemos, por caso, una noción de concepto intuitiva o pre-teorética– razón por la cual no podemos formarnos una idea de qué sería una teoría psicológica de conceptos no-lingüísticos. Además si, como señalan Chater y Heyes, los experimentos sobre formación de conceptos categoriales en animales no van más allá de la generalización de estímulo y la generalización de estímulo no es equivalente a la posesión de conceptos, la noción de concepto presupuesta por las investigaciones de la psicología comparada es inadecuada. En particular, no es una “que se aplique a humanos y asigne conceptos correspondientes a términos del lenguaje natural” (Chater & Heyes, 1994, pág. 210), pues la generalización de estímulo no puede dar cuenta del carácter simbólico de los conceptos ni de sus funciones inferenciales. Ahora bien, aun cuando aceptemos que no haya una noción pre-teórica de conceptos, esta línea de crítica deja traslucir la existencia de una noción de concepto independiente de las nociones psicológicas. En particular, se está suponiendo que los conceptos, a diferencia de otras entidades y procesos cognitivos, tienen un rol inferencial y una estructura jerárquica. Similarmente, para distinguir –al igual que Chater y Heyes prototipos conceptuales de prototipos no-conceptuales (o perceptuales) o bien –como sugerí teorías conceptuales de teorías no-conceptuales, es preciso contar P á g i n a | 24

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con una noción de concepto, o un marco teórico, que permita hacer esta distinción al margen de las nociones mismas de prototipos y teorías. Dicho de otro modo, la noción de concepto es en este sentido más restrictiva que las nociones de prototipos y teorías, ya que este tipo de estructuras representacionales pueden ser tanto conceptuales, como no-conceptuales o perceptuales11. Por otro lado, el hecho de que las teorías psicológicas sobre conceptos no sean extensibles a animales, ¿implica que los animales no tienen conceptos? Mi estrategia argumentativa será indirecta, no diré que las estructuras psicológicas internas involucradas en la categorización animal son del mismo tipo que las involucradas en los procesos humanos de categorización. Es decir, no es mi intención mostrar que los estudios empíricos recientes sobre cognición animal son compatibles con la noción de concepto presupuesta por las teorías definicionales, de prototipos y de ejemplares. Mi impresión es que si nos quedamos en este nivel, el de las teorías psicológicas particulares sobre conceptos, puede resultar difícil desembarazarse de la crítica formulada por Chater y Heyes. Sostengo, en cambio, que el enfoque adoptado por Chater y Heyes no es el adecuado para elucidar si los animales poseen conceptos. Entonces, si contra lo que Chater y Heyes sugieren tiene sentido preguntarse por los conceptos animales, necesitamos apelar a una noción de concepto i) diferente a la presupuesta por las teorías psicológicas vigentes (DEP), ii) y que al mismo tiempo permita distinguir procesos que involucran conceptos y procesos que no lo hacen, como la generalización de estímulo, por ejemplo. A los fines de justificar esta decisión metodológica y ampliar mi respuesta contra la crítica de Chater y Heyes, a continuación presento dos estrategias argumentativas diferentes: En primer lugar, el argumento de Chater y Heyes falla debido a la naturaleza de las teorías en las que se apoya. Como sostengo más adelante, el problema de la atribución de conceptos a animales –en su estado actual debe ser abordado desde un punto de vista filosófico. Esto es así en tanto es una cuestión ligada al problema

En un sentido diferente, como señalo más adelante en 1.3, es una noción más amplia, en tanto puede ser instanciada por teorías, prototipos y ejemplares. 11

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Capítulo 1

de la posesión de conceptos, problema para el cual las teorías psicológicas no tienen una respuesta. Machery (2009) sostiene que si la noción filosófica de concepto difiere de la noción psicológica, los argumentos filosóficos en contra de las teorías psicológicas serían bloqueados. Siguiendo la misma estrategia, sostengo que, a la inversa, dado que las teorías psicológicas y las teorías filosóficas persiguen objetivos explicativos diferentes, los argumentos basados en las teorías psicológicas son inadecuados para abordar el problema de los conceptos de los animales. En segundo lugar, para quien el argumento anterior no resulte persuasivo, ofrezco un argumento empírico a favor de la naturaleza filosófica del problema de los conceptos animales. Esta vía argumentativa se apoya en el debate reciente entre eliminativistas y pluralistas. De acuerdo con este debate, la evidencia empírica muestra que las distintas estructuras representacionales postuladas por las teorías psicológicas son todas ellas necesarias para explicar las distintas competencias cognitivas que involucran conceptos. En consecuencia, ninguna de las nociones psicológicas es por sí misma adecuada para explicar el rol que cumplen los conceptos en la cognición. Como ponen al descubierto las dos caras de este debate, la evidencia empírica muestra que un mismo concepto puede involucrar diferentes estructuras representacionales. En consecuencia, diferentes criaturas –e incluso una misma criatura en momentos diferentespueden tener un mismo concepto que involucre, en cada caso, diferentes estructuras representacionales. Por ejemplo, una niña puede tener un concepto AGUA qua ejemplar, mientras que un químico que tiene un concepto AGUA qua teoría, puede usar además representaciones de agua qua ejemplares o prototipos. Esto pone de manifiesto que las teorías psicológicas sobre conceptos resultan inadecuadas para el problema de la posesión de conceptos, en general, y para el problema de la atribución de conceptos a animales, en particular. En lo que resta de este capítulo, me ocupo de estos dos argumentos. No es mi intención hacer una presentación detallada de cada una de las teorías psicológicas sobre conceptos (teoría de prototipos, teoría de ejemplares y teoría de la teoría, etc.) ni analizar la evidencia empírica recopilada en este debate. Sólo me interesa explorar de modo general y esquemático la relación entre teorías psicológicas y concepciones filosóficas de los conceptos, i. e. respecto de sus objetivos explicativos, y más específicamente la relación entre dicho tipo de teorías y el problema de la atribución de P á g i n a | 26

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conceptos a animales. A continuación, en la sección  1.2, doy una caracterización de algunos presupuestos comunes de las teorías psicológicas sobre conceptos, dentro de las cuales se incluyen las teorías a las que hace referencia el argumento de Chater y Heyes. En la otra sección, 1.3, presentaré el debate entre eliminativismo y pluralismo, en el cual se apoya mi segundo argumento. El objetivo de ambas secciones es mostrar las limitaciones de abordar el problema de los conceptos animales sobre la base de teorías psicológicas. No obstante, mi argumentación no estará completa sino hasta el capítulo 2, donde me ocupo de las teorías filosóficas.

1.2.

Teorías psicológicas

El objetivo de esta sección es caracterizar algunos de los rasgos distintivos de las teorías psicológicas de conceptos a los fines de dar el primer paso para bloquear la crítica de Chater y Heyes, presentada en la sección anterior. Las teorías psicológicas suponen, por lo general, que un concepto es una entidad mental particular (Laurence & Margolis, 1999), esto es, una representación interna, que cumple ciertas funciones en la economía cognitiva de una criatura (Weiskopf, 2009; Rives, 2009). Según Weiskopf (2009), las teorías psicológicas conciben los conceptos en términos de su papel causal/explicativo. De acuerdo con este tipo de teoría, los conceptos son representaciones mentales empleadas en la categorización, capaces de combinarse en estructuras más amplias y complejas de modo productivo y sistemático. Machery (2009, p. 10), por su parte, sostiene que para las teorías psicológicas, los conceptos son cuerpos de conocimiento almacenados en la memoria de largo plazo, usados por defecto en los procesos cognitivos que subyacen a las competencias de orden superior, tal como categorización, inducción, deducción, realización de analogías, comprensión lingüística, planificación, etc.12. Y sostiene que las teorías de conceptos elaboran hipótesis específicas acerca de las propiedades de esos cuerpos de

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Así caracterizadas, se pueden hacer algunas comparaciones entre las teorías psicológicas y los enfoques filosóficos que veremos a continuación, en el capítulo 2. Las teorías psicológicas comparten con el enfoque cartesiano la tesis de que los conceptos son representaciones mentales internas aunque, a diferencia de este enfoque para el cual los conceptos son representaciones atómicas, sostienen que los conceptos tienen una estructura semántica. Con el enfoque pragmatista comparten la tesis de que los conceptos se individúan en virtud de su función cognitiva, aunque difiere del pragmatismo en virtud de los compromisos epistémicos de éste. Volveremos sobre este punto en el próximo capítulo. P á g i n a | 27

Capítulo 1

conocimiento, en particular, acerca de la naturaleza del conocimiento almacenado en los conceptos, acerca de cómo éste es usado en los procesos cognitivos, etc. (2009, p. 12). En términos generales, estas teorías asumen que los conceptos son representaciones mentales, esto es, entidades particulares internas de tipo psicológico, tal como se asume en el actual paradigma en ciencias cognitivas13. Estas teorías serían, entonces, teorías acerca de la estructura psicológica de los conceptos: acerca de cómo se estructuran y son procesadas las representaciones mentales involucradas de un modo relevante en los procesos cognitivos que subyacen a las competencias cognitivas complejas de humanos hablantes, tales como la categorización, la realización de inferencias, la comprensión lingüística, etc. Cada una de estas teorías, por su parte, difiere en el modo en que considera que se estructuran dichas representaciones mentales14, esto es, en el modo en que se estructura y organiza la información representada por los conceptos sobre una categoría y, en virtud de ello, en el tipo de entidades que consideran que cumple el rol causal/explicativo de los conceptos. Conforme estos criterios, se pueden distinguir la teoría de prototipos (Rosch, 1978), la teoría de ejemplares (Medin & Schaffer, 1978), la teoría de la teoría (Murphy & Medin, 1985), la teoría de los ideales (Barsalou, 1985), entre las más destacadas. Cada una de estas teorías, a su vez, pretende dar una explicación completa y excluyente acerca del modo en que están estructurados y son procesados los conceptos. Por esta razón, se ha considerado que la verdad de una teoría implica la falsedad de las rivales restantes. Es así que, durante los últimos 40 años, se viene desarrollando una discusión cuyo eje consiste en cuál es la teoría mejor equipada para dar cuenta de la

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Este modo de entender los conceptos es neutral respecto de hipótesis específicas sobre la arquitectura mental. Según Machery (2009), es perfectamente compatible con la IA clásica y también debería serlo para el conexionismo. Martínez Manrique (manuscrito), en cambio, sostiene que mientras la teoría de la teoría y el atomismo de Fodor son reducibles a los modelos clásicos, la teoría de prototipos y la teoría de ejemplares son reducibles a los modelos conexionistas. 14 Hay otros aspectos en los cuales difieren estas teorías. Según Weiskopf (2009), qué representan, cómo son adquiridas y procesadas estas representaciones mentales, son algunos de tales aspectos. Martínez Manrique (manuscrito) sugiere que las diferencias relevantes se dan a nivel de la arquitectura mental, esto es, si son implementadas en sistemas conexionistas o en modelos computacionales clásicos. Machery (2009) las distingue en virtud de las siguientes propiedades: tipo de conocimiento almacenado por los conceptos, formato, uso en los procesos cognitivos, localización neural, además de la adquisición (p. 16). Creo sin embargo, que cuál es la estructura semántica de los conceptos, según cada una de estas teorías, es un criterio suficiente para hacer una distinción esquemática, como la que pretendo trazar aquí. P á g i n a | 28

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categorización, el razonamiento, la adquisición y combinación de conceptos, entre otras competencias cognitivas humanas que involucran conceptos. Según Weiskopf, esta discusión presupone lo que denomina una concepción monolítica de los conceptos, que descansa en los siguientes supuestos (Weiskopf, 2009, p. 149): Tesis de la singularidad (TS): para toda categoría que pueda ser representada conceptualmente, hay algo así como el único concepto de dicha categoría. Tesis de la homogeneidad (TH): todos los conceptos pertenecen a una clase psicológica singular. Sin embargo, más recientemente, muchos autores acuerdan que ninguna de estas teorías puede dar, por sí misma, una explicación completa de dichos fenómenos (Machery, 2009; Weiskopf, 2009, 2010; Martínez Manrique, manuscrito; Poirier & Beaulac, 2011). La evidencia empírica, argumentan estos autores, ha puesto de manifiesto que una misma persona utiliza alternativamente prototipos, ejemplares, teorías y demás, tanto en la categorización y realización de inferencias como en los demás procesos que involucran conceptos. Por otro lado, se ha evidenciado que una misma persona posee distintos conceptos qua representaciones acerca de una misma categoría, lo cual se suma a las variaciones que se dan entre distintas culturas e incluso entre distintas comunidades. Éstas son conocidas como tesis de la heterogeneidad (Machery, 2009) y tesis de la pluralidad (Weiskopf, 2009), respectivamente. A partir de estas observaciones, se puede concluir que ninguna de estas teorías brinda una explicación completa acerca de la naturaleza de los conceptos ni de sus mecanismos psicológicos. Esto ha dado lugar al surgimiento de variantes pluralistas, dualistas y eliminativistas sobre la estructura semántica de los conceptos. Para el pluralismo, la noción de concepto tiene un nivel de generalidad mayor que las nociones psicológicas, e incluye los diversos tipos de estructuras mentales postuladas por las diferentes teorías psicológicas (Weiskopf, 2009). Para el dualismo, la noción de concepto abarca dos tipos de entidades representacionales que suponen, a su vez, dos tipos de procesos psicológicos (Martínez Manrique, manuscrito; Poirier & Beaulac, 2011). Para el eliminativismo, en cambio, no hay una noción de concepto científicamente relevante, pues las subclases de entidades que entran en la noción de

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Capítulo 1

concepto no poseen propiedades comunes y carecen, por tanto, de potencial inductivo (Machery, 2009). Tomando como punto de partida el debate, tal como fue planteado por eliminativistas y pluralistas, en la próxima sección presento la objeción empírica al argumento de Chater y Heyes. Mi argumento se apoya en la tesis, compartida por ambas posiciones extremas, de que la noción de concepto subsume las distintas estructuras representacionales postuladas por las teorías psicológicas. Sin embargo, a partir de esta premisa podrían formularse dos respuestas a la crítica de Chater y Heyes. La primera, radica en decir que no sólo la investigación sobre conceptos en la psicología comparada carece de sentido, sino también el estudio sobre conceptos en la psicología humana tiende a fracasar, pues la propia noción de concepto no tiene valor científico. La segunda –que es la que desarrollo aquí– consiste en afirmar que, en tanto ninguna teoría psicológica puede dar una explicación completa de los fenómenos cognitivos que involucran conceptos, hace falta una noción de concepto no-psicológica para decidir si los animales tienen conceptos.

1.3.

Pluralismo semántico, el debate Si una palabra mental para una sustancia tiene que servir para ciertas funciones, el sistema cognitivo que la usa debe tener ciertas habilidades (Millikan, 2000, pág. 2).

Recientemente, Machery (2009) y Weiskopf (2009) han señalado que las investigaciones empíricas de la psicología evidencian que los distintos tipos de estructuras mentales postulados por las teorías psicológicas vigentes –prototipos, ejemplares y teorías, entre otros, (de aquí en más, PET) – son capaces de cumplir el rol causal y explicativo desempeñado por los conceptos y resultan todos ellos necesarios para explicar nuestros procesos cognitivos de orden superior. En consecuencia, la noción de concepto designaría una clase heterogénea, que reuniría los distintos tipos de estructuras psicológicas utilizadas para explicar tales procesos (PET), las cuales comparten pocas propiedades entre sí. La idea es entonces que, para cada categoría, un individuo tiene distintos tipos de representaciones que difieren en el modo en que son estructuradas y procesadas, etc. Este diagnóstico iría en contra del presupuesto de homogeneidad adoptado por psicólogos y filósofos, según el cual la verdad de una

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teoría particular –teoría de prototipos, de ejemplares o de teorías– implica la falsedad de las restantes. Machery, por su parte, considera que ésta es una razón para eliminar la noción de concepto de la psicología. Dado que incluye representaciones sin propiedades comunes científicamente relevantes, la noción de concepto no designa una clase natural. Weiskopf, en cambio, concluye que la noción de concepto designa una súper-clase funcional, compuesta por diversos sub-tipos de entidades que constituyen el dominio de las teorías psicológicas mencionadas. A diferencia de Machery, Weiskopf sostiene que hay importantes propiedades de nivel superior, compartidas por las distintas clases de entidades que caen bajo la noción de concepto. A diferencia de una clase natural, las clases funcionales se individúan conforme su papel causal y explicativo dentro de un dominio. De acuerdo con Weiskopf, los conceptos son una clase de este tipo, que operan dentro de un sistema cognitivo y sirven para representar categorías, tienen la capacidad para combinarse en estructuras más amplias y juegan un rol en la categorización (Weiskopf, 2009; manuscrito). Sin embargo, según el argumento de Machery, esta caracterización no parece suficiente para preservar una noción de concepto, además de las nociones psicológicas de prototipos, ejemplares y teorías. Partiendo de las mismas o similares premisas y aceptando esta caracterización, Machery podría insistir en suprimir la noción de concepto de la taxonomía científica pues una condición para preservar dicha noción es que tenga una base causal que dé lugar a generalizaciones empíricas científicamente relevantes (Machery, 2009). Weiskopf acepta esta condición y defiende que existe un nivel de teorización en el que la clase de conceptos admite un número de generalizaciones empíricas, además de las analíticas, en las que están involucrados cada uno de tales tipos de estructuras. En particular, Weiskopf sostiene que se necesita una noción de concepto de orden superior para explicar ciertos procesos y fenómenos psicológicos. Weiskopf reconstruye el argumento central del pluralismo del siguiente modo (2009, p. 146): 1.

Las teorías psicológicas sostienen que los conceptos juegan cierto rol causal/explicativo en la cognición.

2.

Los conceptos deben ser identificados con cualquier entidad o estructura que mejor desempeñe ese rol.

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Capítulo 1

3.

Diversas clases de estructuras psicológicas satisfacen el rol

causal/explicativo de los conceptos. 4.

Los conceptos están constituidos por diversas clases de

estructuras psicológicas. Según la premisa (1), los conceptos son una entidad teórica funcionalmente individuada que, conforme la premisa (2), merece ser estudiada empíricamente al igual que cualquier otra clase funcional. La premisa (3) se asienta en las investigaciones empíricas de la psicología que evidencian que una variedad de estructuras mentales efectivamente desempeñan el rol de los conceptos. Finalmente, (4) depende de encontrar un conjunto de generalizaciones empíricas bajo las cuales se subsuman cada una de tales estructuras psicológicas (PET). En particular, Weiskopf (2009) propone las siguientes categorías:  Forma lógica: los procesos de inferencias formales son insensibles a las clases de estructura representacional subyacentes a los conceptos. En todos los HOMPBRES son MORTALES, HOMBRE puede ser un ideal, mientras que en SÓCRATES es HOMBRE, HOMBRE puede ser un ejemplar; pero ello es indistinto para la conclusión SÓCRATES es MORTAL.  Combinación conceptual: la combinación de conceptos involucra procesos que descansan en múltiples subclases de conceptos. Esto permite explicar los rasgos emergentes de conceptos complejos, como PEZ MASCOTA, compuesto por conceptos qua ejemplares y teorías. Los pez-mascota son pequeños y viven en peceras, pero generalmente ni las mascotas ni los peces viven en peceras. Para construir este concepto, se puede utilizar el conocimiento almacenado sobre peces-mascotas e inferir que son pequeños y, dado que necesitan vivir en el agua, concluir que viven en peceras.  Modos comunes de adquisición: diversas (sub)clases de conceptos (PET) comparten procesos comunes de adquisición. Por otro lado, la adquisición de una clase de conceptos (por ejemplo, prototipos) por lo general involucra otra clase de conceptos (por ejemplo, ejemplares). Esto sugiere que las diferentes subclases de conceptos pertenecen a un mismo subsistema que incluye mecanismos y procesos que les permiten interactuar, y no a distintos subsistemas no relacionados.  Procesos de memoria de largo plazo: los conceptos son almacenados, vinculados y recuperados por un conjunto de procesos de memoria que son indiferentes P á g i n a | 32

Teorías psicológicas

a las subclases a las que pertenecen. Esto sugiere que deben ser vistos como clases superordinadas. No me detendré en los pormenores de la discusión entre pluralismo y eliminativismo, tampoco pretendo ponderar las generalizaciones empíricas sugeridas por Weiskopf, pues no es claro que las mismas sean imprescindibles para sus objetivos15. Mi propuesta es, en cambio, extraer algunas de las consecuencias del pluralismo para el problema de los conceptos animales y, en general, para el estudio de las condiciones de posesión de conceptos. Mi intención es usar el pluralismo para formular un argumento empírico contra la crítica de Chater y Heyes y, en general, contra el representacionalismo o el psicologismo. Pasemos al argumento. La tesis pluralista se asienta en la premisa empírica, 1, de que para explicar los distintos procesos cognitivos de orden superior, la psicología tiende a postular cada una de las estructuras psicológicas propuestas por las teorías de prototipos, ejemplares, teorías, etc.16 A partir de ello y de las premisas 2 y 3 mencionadas arriba en este apartado, concluye 4, que la noción de concepto abarca las distintas entidades psicológicas postuladas por la psicología: prototipos, ejemplares, teorías, etc. De acuerdo con el pluralismo, un mismo concepto involucra distintos tipos de representaciones o estructuras psicológicas, por lo cual los conceptos no pueden identificarse con ninguna estructura psicológica particular. De esta manera, el pluralismo pone de manifiesto que ninguna teoría psicológica particular puede explicar de manera completa los fenómenos psicológicos de orden superior. Por el contrario, el

15

La distinción entre generalizaciones empíricas y analíticas, común al eliminativismo y al pluralismo, se asienta en la criticada distinción entre analítico y sintético. Debido a las dificultades inherentes a tal distinción, Weiskopf propone una caracterización de las capacidades conceptuales según la cual, los conceptos son entidades abstractas, causalmente autónomas y libremente recombinables. De acuerdo con esta nueva propuesta, la noción de concepto ha de jugar un rol explicativo en modelos de una variedad de capacidades y sistemas. Para que K sea una clase funcional, se requiere entonces que haya un modelo (o conjunto de modelos Mi) M que está empíricamente bien confirmado, donde K juegue un rol causal explicativo (Weiskopf, manuscrito). Esta nueva propuesta y caracterización de los conceptos está mucho más cerca de la concepción filosófica de conceptos que yo misma defiendo. De todos modos, en lo que sigue seguiré refiriéndome a la versión original del pluralismo de Weiskopf. 16 Hay distintas variantes de pluralismo de conceptos. El pluralismo de Weiskopf es un pluralismo semántico –acerca de los distintos modos en que se estructura la información que forma parte de los conceptos. Este pluralismo debe distinguirse del pluralismo sintáctico, acerca de los distintos formatos representacionales que pueden ser vehículos de los conceptos, y del pluralismo funcional, respecto de las distintas funciones que han de cumplir los conceptos. P á g i n a | 33

Capítulo 1

pluralismo sostiene que los conceptos deben ser individuados en virtud del rol funcional que cumplen en un sistema cognitivo17. A partir de ello, el pluralismo promueve un nivel de teorización sobre conceptos independizado de las teorías psicológicas particulares. Más específicamente, propone una teoría más abstracta y abarcadora que sea capaz de decir cuál es el rol cognitivo y explicativo de los conceptos y cuándo una entidad mental está cumpliendo ese rol. Una de las virtudes explicativas de esta caracterización funcional de los conceptos es que permite discernir cuándo una estructura representacional es conceptual. En particular, podría ofrecer criterios para decidir si las representaciones prototípicas y teóricas de los animales son conceptuales o no, algo que vimos que ni la teoría de prototipos ni la teoría de la teoría permiten hacer. De acuerdo con esta teoría, una entidad mental es conceptual siempre y cuando desempeñe el papel correspondiente a la clase de conceptos: que represente una categoría y sea capaz de combinarse sistemáticamente, que cumpla ciertos roles inferenciales, etc. A partir de la tesis de que la noción de concepto involucra las distintas estructuras representacionales postuladas por las teorías psicológicas y del supuesto de que hay un nivel de teorización independiente de las teorías psicológicas, se puede sacar una conclusión adicional, no explorada por Weiskpof: a saber, que ninguna teoría psicológica particular caracteriza adecuadamente la noción de concepto ni, por tanto, puede decir por sí misma qué son los conceptos, cuáles son sus condiciones de individuación, ni cuáles sus condiciones de posesión, etc. En este sentido, el pluralismo provee un soporte empírico a la tesis proveniente de la concepción fregeana del pensamiento de que los conceptos no se identifican con entidades representacionales de una clase particular18.

17

Más específicamente, si el concepto C puede estar ejemplificado por las representaciones conceptuales CP, CE, CT, sus condiciones de individuación no pueden estar dadas por el modo en que están estructurados CP, CE, CT; sino por el rol que C desempeña en un sistema cognitivo su referencia. 18 En sentido estricto, mientras el pluralismo semántico sigue manteniendo que los conceptos son representaciones mentales, las teorías centradas en la posesión de conceptos consideran, en cambio, que los conceptos son habilidades. Aun así, lo que hace que una representación sea un concepto es la función que ejerce en un sistema cognitivo. P á g i n a | 34

Teorías psicológicas

Ahora bien, Weiskopf sigue considerando los conceptos qua entidades representacionales funcionalmente individuadas. Para lograr el vínculo deseado entre el pluralismo y la tesis fregeana, propongo el siguiente supuesto adicional, a saber: si una entidad representacional cumple una función en un sistema cognitivo, entonces el sistema cognitivo ha de tener ciertas habilidades (Millikan, 2000, pág. 2)19. A mi modo de ver, este supuesto no resulta problemático si se acepta que no hay una dicotomía entre representaciones y habilidades sino, en cambio, que se trata de diferentes perspectivas en torno a los conceptos: por un lado, cuál es la función de los conceptos en un sistema cognitivo y, por otro, qué hace un sistema que tiene y usa conceptos. Finalmente, el hecho de que ninguna teoría psicológica sea capaz de brindar las condiciones de individuación de conceptos indirectamente respalda la diferenciación y preservación de dos espacios de investigación interdisciplinar, con objetivos teóricos diversos: la investigación psicológica acerca de cómo se estructuran y son procesados los conceptos, por un lado, y la elucidación filosófica sobre las condiciones de individuación y posesión de conceptos, por el otro. De hecho, la posibilidad de distinguir prototipos y teorías conceptuales y no conceptuales es una cuestión normativa, que depende de imponer algunas constricciones sobre la noción de concepto, pues para que una habilidad cognitiva sea conceptual se requiere que satisfaga condiciones, como generalidad, independencia de estímulo, flexibilidad conductual, flexibilidad cognitiva, etc. En otras palabras, se requiere que sea capaz de combinarse sistemática y promiscuamente, independizarse del entorno, generar respuestas flexibles, etc., independientemente del modo en que la representación involucrada está semánticamente estructurada. En este sentido, desde el punto de vista filosófico, qué es un concepto o qué es tener un concepto no son cuestiones estrictamente empíricas.

1.4.

Conceptos animales, teorías psicológicas, pluralismo y división de problemas

Con el objeto de evaluar el papel de las teorías psicológicas sobre conceptos en el debate filosófico sobre la posesión de conceptos por parte de animales, en 1.1, he

19

No hay que confundir la concepción fregeana de los conceptos según la cual éstos son sentidos o modos de presentación (ni funciones proposicionales) con la tesis fregeana, a la que aludimos aquí, de que los conceptos no son entidades psicológicas particulares. P á g i n a | 35

Capítulo 1

presentado la objeción de Chater y Heyes (1994). Según estos autores, la idea de conceptos animales no tiene sentido debido a que no se ajusta a ninguna de las teorías psicológicas sobre conceptos. En contra de esta objeción, he presentado distintos argumentos. En primer lugar, he mostrado que el propio argumento de Chater y Heyes presupone una noción de concepto, transversal a las nociones psicológicas. Si como ellos sostienen hay prototipos que no son conceptuales –como los prototipos animales o no-lingüísticos (y similarmente, hay teorías no-conceptuales, como las prelingüísticas), entonces hay una noción de concepto diferente a la noción de prototipo (y teoría). Por otra parte, en 1.2, he sostenido que las teorías psicológicas se centran principalmente en cuál es la estructura semántica de los conceptos, esto es, cómo se estructura la información representada en los conceptos. El debate filosófico sobre los conceptos animales, en cambio, debe centrarse en cuáles son las condiciones requeridas para la posesión de conceptos, qué tipo de habilidades debe ejercer una criatura para tener conceptos. De acuerdo con las ideas presentadas en estas secciones, el argumento de Chater y Heyes fracasa debido a la naturaleza de las teorías en las que se apoya. En esta dirección, en 1.3, he defendido, además, que las teorías psicológicas son inadecuadas para dar cuenta de las condiciones de individuación de conceptos. En particular, apoyándome en una variante de pluralismo semántico, propuesta por Weiskopf, he presentado una objeción empírica: a) al

estar

basado

en

teorías

psicológicas de los conceptos y b) éstas son inadecuadas para decir siquiera qué son los conceptos, c) el argumento de Chater y Heyes no es adecuado para dirimir el problema de la posesión de conceptos por parte de animales. En síntesis, dado que las teorías psicológicas son inadecuadas, primero, para decir cuáles son las condiciones de individuación de conceptos; segundo, para evaluar cuándo una criatura tiene conceptos, las mismas resultan inadecuadas para dirimir el problema de la posesión de conceptos por parte de animales. Para ello, se necesita una teoría de nivel superior, que permita distinguir qué tipo de entidades representacionales son conceptuales y cuáles no. El pluralismo de Weiskpof ofrece una teoría de este tipo. Según esta teoría, los conceptos se individúan funcionalmente, conforme su rol explicativo/causal dentro de un sistema cognitivo. Como he argumentado, este pluralismo puede ser articulado con una concepción noP á g i n a | 36

Teorías psicológicas

psicológica de los conceptos, para la cual los conceptos no se identifican con representaciones mentales sino que se individúan en virtud del tipo de cosas que permiten hacer: categorizar, identificar, hacer inferencias, clasificar, etc. Pues si una entidad mental tiene ciertas funciones en un sistema cognitivo, entonces dicho sistema debe tener ciertas habilidades. El estudio de las condiciones de posesión de conceptos tiene entre sus representantes a filósofos post y neo-fregeanos, tales como Davidson, Evans, Peacocke, Bermúdez, Millikan, Glock y McDowell, entre otros. Sin embargo, este tipo de estudio es a veces ignorado o bien rechazado por gran parte de la reciente literatura filosófica sobre conceptos, pues desde hace unos años, ésta se ha centrado fundamentalmente en las teorías psicológicas de conceptos (Chater & Heyes, 1994; Murphy, 2002; Prinz, 2002; Laurence & Margolis, 1999). Tal vez una de las razones por las cuales la investigación sobre los criterios de posesión de conceptos goza de escaso prestigio en el marco de las discusiones actuales sobre conceptos es la marcada tendencia apriorista adoptada por sus precursores. Por ejemplo, Peacocke (1992), en A Study About Concepts, defiende lo que denomina la explicación simplista, que alienta la prioridad metodológica de la investigación filosófica por sobre las ciencias cognitivas. Como señala Fodor (1998b), esta tesis proviene de la idea de que la filosofía es análisis conceptual y que el análisis conceptual es fundamentalmente a priori. Las razones en contra este tipo de práctica filosófica son bien conocidas, por lo cual no me detendré aquí en ellas20. Por otra parte, de acuerdo con Machery, el modelo simplista “no dice nada respecto de la colaboración entre la psicología actual sobre conceptos y la filosofía de los conceptos” (2009, p. 39).

20

La falta de una distinción nítida y fundamentada entre analítico y sintético, central para darle sustento a la idea de análisis filosófico a priori, es tal vez una de las razones más consolidadas contra dicha práctica filosófica (Fodor, 2004; Margolis, 2009; Machery, 2009). Otro tipo de críticas tiene que ver con la falta de plausibilidad psicológica de los modelos desarrollados sobre bases exclusivamente analíticas (Margolis & Laurence, 1999). Machery, por su parte, señala que además de no decir nada respecto de la colaboración entre las teorías psicológicas y filosóficas sobre conceptos (p. 39), la explicación de Peacocke subordina la psicología a un campo específico de la filosofía (p. 47). Por otro lado, también cuestiona la idea –presupuesta por ese tipo de enfoque– de que haya un sólo modo de individuar un concepto (2009, p. 34), como así también la metodología sugerida para descubrir las condiciones de posesión de conceptos. Tal como Machery señala, el programa interdisciplinario de investigación propuesto por Peacocke aun no ha visto la luz (p. 47). P á g i n a | 37

Capítulo 1

Ahora bien, las críticas esgrimidas en contra la explicación simplista no deberían alentarnos a abandonar el estudio de las condiciones de posesión de conceptos. Lo que estas críticas dejan ver es la necesidad de tomar en consideración las investigaciones psicológicas actuales sobre conceptos para la teorización filosófica, por un lado, y de articular la labor de ambas disciplinas, sin confundir por ello el objeto de cada una de ellas, por el otro lado. En esta dirección, he presentado algunas razones empíricas para afirmar que se necesita un enfoque filosófico para dirimir la cuestión de los conceptos animales. Si la propuesta presentada es siquiera plausible, es de esperar que entre la teorización filosófica sobre las condiciones de posesión de conceptos, por un lado, y el desarrollo de modelos psicológicos, por el otro, emerjan interesantes relaciones. En este sentido, mi apuesta es fundamentalmente metodológica, pues lo que sugiero es que diferentes teorías tienen una relativa –y tal vez provisoria prioridad metodológica local, respecto de ciertos problemas. En particular, el debate filosófico sobre los conceptos animales, en su estado actual, es un problema que cae fuera del alcance de las teorías psicológicas existentes, centradas en el modo en que se estructura el contenido de los conceptos. Para completar mi argumento, en el siguiente capítulo ofrezco una caracterización de las concepciones filosóficas a los fines de mostrar sus diferencias con la psicología de conceptos. Esta diferenciación evidencia que las concepciones filosóficas de los conceptos, y en particular la concepción de los conceptos como habilidades, no pueden reducirse a las teorías psicológicas pues difieren respecto de éstas no sólo en virtud de objetivos metodológicos sino también de sus compromisos ontológicos. Sostengo, además, que un enfoque pragmatista es el más adecuado para el problema de los conceptos animales, pues a diferencia de un enfoque cartesiano, éste se centra en las condiciones de posesión de conceptos, esto es, en el tipo de habilidades requeridas para poseer conceptos. Este marco, además, ha sido presupuesto en los debates actuales sobre conceptos animales21. Cabe decir que, a diferencia de las tendencias filosóficas precedentes, el estudio actual de los conceptos de los animales no sólo cuestiona el supuesto filosófico previo de que no hay pensamiento sin lenguaje sino

21

Entre quienes defienden una concepción de los conceptos que abarque el pensamiento animal, pueden citarse a Duhau, 2010; Millikan, 2000; Glock, 2000; Lurz, 2007; Newen & Bartels, 2007; Allen, 1999. Para una lectura crítica, dentro de esta línea filosófica, ver Davidson, 1982; Bermúdez, 1998, 2010. P á g i n a | 38

Teorías psicológicas

también que, lejos de caer en una labor estrictamente conceptual, se viene llevando a cabo de la mano de distintos desarrollos de la etología cognitiva, la psicología comparada y la antropología evolutiva, entre otras disciplinas empíricas. Estos trabajos descansan en una concepción de los conceptos y sus condiciones de posesión independiente de las nociones psicológicas de prototipos, ejemplares, teorías y definiciones.

P á g i n a | 39

CAPÍTULO 2

2. CONCEPTOS. CONCEPCIONES FILOSÓFICAS1 En gran parte de la literatura y de la discusión actual sobre conceptos resulta difícil distinguir y separar las teorías filosóficas de las psicológicas. Cuestiones como la naturaleza y la estructura de los conceptos, su origen y modos de adquisición, su arquitectura mental, su formato, en qué consiste tener un concepto, la relación entre lenguaje y pensamiento conceptual, la naturaleza de los contenidos mentales, etc., no poseen una clara relación de pertenencia exclusiva ya sea a uno u otro ámbito. Ahora bien, a partir del hecho de que los límites entre estas disciplinas son difusos, al menos en lo concerniente a esta área, y de que las mismas cuestiones se plantean en ambos frentes, algunos autores han defendido ciertas variantes reductivas que intentan subsumir las cuestiones y teorías filosóficas a las investigaciones en psicología cognitiva. En esta línea, Laurence y Margolis en su libro Concepts: Core readings dejan de lado la concepción fregeana de los conceptos y la concepción de los conceptos como habilidades argumentando que o bien éstas son compatibles con la concepción de los conceptos presupuesta en ciencias cognitivas, según la cual los conceptos son entidades representacionales particulares o bien son, en última instancia, dependientes de ella2. Similarmente, vimos que Chater y Heyes se expresan en contra de la tesis de que los animales sin lenguaje pueden tener conceptos debido a la imposibilidad de articular las investigaciones psicológicas sobre cognición animal con las investigaciones psicológicas sobre conceptos. Machery, en cambio, sostiene explícitamente que las teorías filosóficas y las teorías psicológicas tienen objetivos enteramente diferentes (2009, p. 34). Sin embargo, él mismo equipara las teorías filosóficas centradas en la individuación de conceptos (por ejemplo, Fodor, 1998a) con

1

2

Parte de este capítulo fue publicado en Aguilera (2008).

El intento de reducir las teorías filosóficas (fregeanas y pragmatistas) a las teorías psicológicas vigentes se articula con el posterior análisis de estas últimas en términos filosóficos. Haciendo alusión a esto, Machery incluye a Laurence y Margolis dentro del grupo de filósofos que “ponen a las teorías filosóficas de los conceptos y a las teorías psicológicas de los conceptos en pie de igualdad filosófica, y evalúan sus virtudes respecto al mismo conjunto de criterios” (Machery, 2009, p. 34).

Concepciones filosóficas

aquéllas centradas en su posesión (por ejemplo, Peacocke, 1992). Pero una cuidadosa lectura de la literatura filosófica deja advertir sus diferencias (ver especialmente la discusión Fodor, 2004; Peacocke, 2004; Prinz & Clark, 2004, Rives, 2009). Al igual que Machery y Peacocke, pienso que hay importantes diferencias entre las teorizaciones psicológicas y filosóficas y, lo que es más importante, hay fuertes razones para rechazar aquéllas formas de reduccionismo. En este capítulo brindaré una caracterización de las concepciones filosóficas sobre conceptos. Si bien pretendo reconstruir el modo en que los filósofos de hecho teorizan sobre conceptos, mi caracterización puede tomarse como normativa y esquemática, pues consideraré que una teoría filosófica es aquélla que tiene tales y cuales características y que una noción filosófica es aquélla que emerge de dichas teorías. No obstante, sostengo que al interior de las concepciones filosóficas coexisten importantes diferencias. Para marcar estas diferencias, tomaré la distinción propuesta por Fodor entre enfoques pragmatistas y enfoques cartesianos de los conceptos. Si bien esta distinción permite diferenciar de un modo fructífero las teorías filosóficas, Fodor confunde las teorías pragmatistas de corte filosófico con las teorías psicológicas. Mi tesis es que las concepciones filosóficas se diferencian entre sí, así como de las teorías psicológicas, en función de problemas y objetivos explicativos propios. En el apartado 2.2, presento el enfoque cartesiano. Luego, en el apartado 2.3, presento el enfoque pragmatista. Finalmente, sostengo que desde un punto de vista metodológico, las concepciones pragmatistas constituyen el marco adecuado para abordar el problema de los conceptos animales. No obstante, una concepción pragmatista de los conceptos no necesita rechazar completamente la concepción representacional de los conceptos, por el contrario, podría verse ampliamente beneficiada por ella.

2.1.

¿Hay una noción filosófica de concepto?

En Doing Without Concepts, Machery se compromete con la reconstrucción de la noción de concepto usada por los filósofos. Sin embargo, como muestro a continuación, no está claro que haya sólo una noción empleada por los filósofos. Por eso, mi sugerencia es separar heurísticamente diferentes teorías y enfoques

P á g i n a | 41

Capítulo 2

sobre conceptos en virtud de sus objetivos explicativos, compromisos ontológicos y generalidad. La literatura filosófica contemporánea entiende, por lo general, que los conceptos son los constituyentes que componen los contenidos de estados mentales completos tales como creencias, deseos, intenciones, temores, etc. Más aún, por lo general, se acepta que el contenido de dichos estados mentales está determinado por el contenido de los conceptos que los constituyen. Así, el pensamiento los perros son mamíferos está constituido por los conceptos PERRO y MAMÍFERO y su contenido está determinado por el contenido de tales elementos constituyentes. Pero para que ese contenido sea conceptual, se supone que ha de estar constituido por habilidades –para pensar en perros y mamíferos capaces de combinarse sistemática e indefinidamente en otros contenidos completos. En la actualidad, la mayoría de los autores tienden a aceptar que para explicar ciertas propiedades de los conceptos se requiere, además, apelar a un sistema de vehículos internos, funcionalmente individuados, esto es, representaciones mentales. Dentro de este esquema, se asume por lo general una concepción de los conceptos como unidades subproposicionales. Las diversas teorías difieren, no obstante, en lo que consideran que son esas unidades. Hay, por ejemplo, algunas que consideran que los conceptos son representaciones mentales (Fodor, 1995), mientras que otras los consideran habilidades cognitivas (Evans, 1982). Existen diferencias también en los rasgos que las distintas teorías consideran que de hecho tienen los conceptos como así también respecto de las condiciones que se deberían satisfacer para su posesión. Me centraré en ellos en la segunda parte de la tesis. Por ahora, basta con decir que la mayoría de los filósofos acuerda en que los conceptos no son si no constituyentes suboracionales o subproposicionales de las actitudes proposicionales o, al menos, de una extensa porción de ellas (Machery, 2009; Margolis & Laurence, 1999; Peacocke, 1992; Prinz, 2002) 3. De modo más general, los conceptos serían parte de los contenidos de los estados doxásticos y motivacionales, como deseos, creencias, intenciones, etc. En este sentido, esta

3

Vale aclarar que autores como Peacocke, Bermúdez y Evans, admiten que algunas actitudes proposicionales no están constituidas por conceptos. Las mismas tendrían lo que ellos denominan “contenidos no conceptuales”. P á g i n a | 42

Concepciones filosóficas

noción de concepto se encuentra fuertemente arraigada a la psicología de sentido común (Fodor, 1985). No puede haber nada más en la naturaleza de un concepto que aquello determinado por una correcta explicación de la capacidad de una criatura pensante que ha dominado el concepto, para tener actitudes hacia contenidos que contienen ese concepto (una correcta explicación de comprender ese concepto) (Peacocke, 1992, pág. 5). Al formular una condición de posesión, estamos apuntando a una correcta caracterización constitutiva de una estructura actual y pre-filosóficamente empleada en nuestra atribución ordinaria de estados mentales con contenidos (Peacocke, 1992, pág. 8).

Machery (2009) sostiene que ésta es la noción filosófica de conceptos. Sin embargo, no todos consideran que los conceptos son unidades subproposicionales. Frente a esta concepción ampliamente extendida de los conceptos, Millikan (2000) defiende que hay un tipo especial de conceptos, los conceptos de sustancias, que no necesariamente forman parte de una estructura proposicional4. Similarmente, Glock (2000) propone que los conceptos pueden ser parte de estados mentales subdoxásticos. Ambas teoría admitirían, entonces, la posibilidad de tener conceptos sin actitudes proposicionales. Una tercera alternativa –que defiendo en el último capítulo– consiste en suponer que los conceptos forman parte de contenidos dotados de una estructura cartográfica y no de estructuras proposicionales5. Así pues, es posible aislar una noción de concepto no asociada con una estructura proposicional. Teniendo en cuenta estas diferencias, hay que admitir que dentro de la filosofía no hay una única noción de concepto sino varias. Pero, si aceptamos que la noción de concepto es un constructo teórico cuyo significado está al menos parcialmente determinado por una teoría o modelo, y existen, por otra parte, algunas invariancias entre las teorías de tipo filosófico, todavía se podría señalar un componente común a las nociones filosóficas de concepto. No me ocuparé aquí de elucidar cuál es la naturaleza de la labor filosófica per se, sino sólo en relación con el problema de la atribución de conceptos a animales. Considerando esta salvedad, mi tesis es que las diversas teorías

4

Trabajé sobre este tema en Aguilera (2009). Entre quienes defienden esta posición podría citarse a Braddon-Mitchell & Jackson (1996). Gran parte de la discusión sobre mapas cognitivos elude la discusión sobre la naturaleza de los conceptos así como la naturaleza de los contenidos; por ejemplo, Rescorla (2009) y Camp (2007). 5

P á g i n a | 43

Capítulo 2

contemporáneas sobre conceptos se distinguen en virtud de sus problemas y objetivos explicativos. Desde este punto de vista, pueden distinguirse de modo genérico el enfoque cartesiano y el enfoque pragmatista (Fodor, 1995; 2004; Rives, 2009; Weiskopf & Bechtel, 2004; Peacocke, 2004; Prinz & Clark, 2004; Rey, 2004), los cuales a su vez se distinguen de las teorías psicológicas analizada en el capítulo 1 (Peacocke, 1992; Machery, 2009). Mientras las teorías psicológicas se centran en el problema de la estructura semántica de las representaciones mentales, el enfoque cartesiano se ocupa del problema de la individuación de conceptos y el pragmático, del problema de su posesión. Por otra parte, es común –aunque no determinante– que las teorías filosóficas adopten un nivel de abstracción superior. Esto no significa que las teorías filosóficas se separen abiertamente de las cuestiones empíricas, si no tan sólo que la taxonomía filosófica, por un lado, permite recortar de un modo más grueso los fenómenos estudiados por disciplinas como la psicología y, por otro lado, suelen incluir algunos aspectos normativos que exceden a las teorías psicológicas 6. A continuación, diferencio estos enfoques filosóficos teniendo en cuenta las siguientes preguntas: a) cuál es el objeto de una teoría filosófica de los conceptos; cuáles sus objetivos explicativos [cuestiones metodológicas]; b) qué es un concepto, qué es tener un concepto [cuestiones ontológicas]. Luego, sostengo que frente al cartesianismo, el enfoque adecuado para abordar el problema de los conceptos animales es el enfoque pragmatista. Finalmente, analizo algunas relaciones entre ambas concepciones y, en particular, si la atribución de habilidades conceptuales puede prescindir de la atribución de representaciones mentales. Finalmente, sugiero que la postulación de representaciones mentales es adecuada para explicar ciertas habilidades cognitivas complejas que requieren que las respuestas conductuales del organismo tengan mayor independencia del entorno.

6

No obstante, autores como Fodor sostienen que sus tesis son descripciones empíricas acerca de la cognición humana. En esto se diferencian de otros, como Evans, que se centran en los ideales a los que una criatura debería aproximarse para tener conceptos. P á g i n a | 44

Concepciones filosóficas

2.2.

Enfoques cartesianos (TRM)

Fodor es, sin dudas, el principal exponente de este tipo de enfoque. Su teoría de los conceptos –también llamada teoría representacional de la mente, TRM– es la forma que el cartesianismo ha adoptado en la actualidad, tras el impacto del funcionalismo en la psicología cognitiva y, en particular, del paradigma clásico de inteligencia artificial. En este apartado, me centraré en su teoría sobre los conceptos y, en particular, en ciertos aspectos ontológicos y metodológicos que considero pertinentes a mi argumentación. Para Fodor, tener un concepto es tener una representación mental. Las representaciones mentales son entidades particulares (esto es, unidades espaciotemporales) e internas, que exhiben propiedades semánticas y causales. Mientras las propiedades semánticas son sensibles a, y llevan información sobre, los rasgos del ambiente, las propiedades causales determinan el curso de los procesos mentales y eventualmente la conducta. Los conceptos, por su parte, serían las entidades más básicas que exhiben ambos rasgos. Las creencias, deseos y demás actitudes proposicionales son representaciones complejas cuyos constituyentes son los conceptos de los cuales, a su vez, heredan sus propiedades causales y semánticas (Fodor, 1995, pág. 2)7. Por otra parte, al suponer que pensar pertenece al orden de lo causal, Fodor considera que no hay nada normativo en el hecho de pensar acerca de algo. Al concebir los conceptos como representaciones mentales, la teoría de Fodor presenta algunas similitudes con las teorías psicológicas. Esto es lo que el mismo Fodor sostiene explícitamente (1995, pág. 5). Sin dudas, a qué ámbito pertenece esta teoría es un asunto discutible y es una cuestión que puede parecer fútil, sobre todo considerando que los límites disciplinares son borrosos y superpuestos. Sin embargo, en virtud de sus problemas y objetivos explicativos, ubicaré a la TRM dentro del esquema filosófico. Por empezar, para la TRM, los

7

Quisiera hacer una aclaración terminológica: mientras para la TRM, los conceptos son las unidades representacionales más básicas, las actitudes proposicionales también constituyen representaciones mentales complejas. En consecuencia, la tesis de que las representaciones mentales complejas tengan una estructura interna no implica que los conceptos –las representaciones mentales primitivas– tengan una estructura interna. Trataré de usar mayoritariamente los términos pensamiento y conceptos para evitar esas ambigüedades. P á g i n a | 45

Capítulo 2

conceptos son considerados unidades sub-proposicionales que juegan un papel relevante en nuestras atribuciones doxásticas. Por otra parte, Fodor considera que una teoría de los conceptos es básicamente una teoría sobre las condiciones de individuación de conceptos, esto es, una teoría acerca de las condiciones de identidad de un concepto 8. En términos generales, para Fodor, lo que individua al concepto X es el hecho de ser acerca de Xs. Y un concepto X es un concepto de Xs en virtud de una relación nomológica entre la mente –qua representaciones mentales– y el entorno. Tener el concepto PERRO es ser capaz de pensar en perros, y el concepto PERRO tiene ese contenido en virtud de haber sido causado por perros. Es por este modo de entender la individuación de conceptos que la teoría de Fodor adscribe a una visión cartesiana de la mente: “…los Cartesianos…. comprenden la posesión de conceptos no-epistémicamente. … sostienen que la posesión de un concepto es un estado intencional pero no uno epistémico. No es el saber (cómo o qué) lo que determina qué concepto tienes; es lo que eres capaz de pensar” (Fodor, 2004, pág. 31).

Dado

que

considera

que

los

conceptos

se

individúan

intencionalmente,

exclusivamente en función de su referencia al mundo, para la TRM los aspectos epistémicos y pragmáticos quedan excluidos de las explicaciones sobre conceptos 9.

8

Esto no quiere decir que Fodor no cuente con una teoría acerca del modo en que se estructuran y son procesados los conceptos. El atomismo defendido por Fodor constituye una alternativa rival a las teorías de prototipos, ejemplares y teorías, todas ellas, no-atomistas (Fodor, 2004). De hecho, así lo presentan otros autores (Margolis & Laurence, 1999; Martínez Manrique, manuscrito; Prinz & Clark, 2004). Sin embargo, no creo que la propuesta general de Fodor (atomismo+la hipótesis del lenguaje del pensamiento+TRM) se encuentre al mismo nivel de las teorías psicológicas mencionadas. En particular, creo que responden a intereses explicativos diferentes, además de descansar en diferentes tipos de metodologías (especulativas en el caso de Fodor; experimentales en las demás). Similarmente, Weiskopf opone el atomismo de Fodor al pluralismo, y no a las teorías psicológicas mencionadas (Weiskopf, 2009a). 9 Esta tesis está sujeta al problema de los casos de Frege, generalmente encarnada por las teorías de la referencia directa. Si dos conceptos son correferenciales, se sigue –para estas teorías– que son sinónimos (o que tienen el mismo contenido). Fodor salva a su teoría de este problema al considerar que dos conceptos correferenciales pueden estar mediados, sin embargo, por dos representaciones diferentes. Dichas representaciones son los vehículos de dichos conceptos y son parte de sus condiciones de individuación. De este modo, dentro de la teoría fodoriana, dos conceptos correferenciales se diferencian en virtud de su vehículo o modo de presentación (Rives, 2009; Duhau, manuscrito). Fodor, entonces, niega que los modos de presentación sean los sentidos fregeanos y sostiene, en cambio, que son los vehículos representacionales del pensamiento, individuados por propiedades puramente sintácticas (Rives, 2009). P á g i n a | 46

Concepciones filosóficas

Por esta razón, la TRM considera que tener un concepto es algo que permite fundamentalmente pensar acerca de cosas o estados de cosas, en contraste con hacer o saber cómo hacer ciertas cosas. Más aun, no hay nada que se necesite saber ni hacer para tener un concepto. Tampoco se requiere tener concepto alguno para tener un concepto de los que Fodor considera primitivos. Todo lo que se necesita es una relación nómica con aquello representado. En estrecha relación con estos puntos, la TRM asume que la explicación de la posesión de conceptos es parasitaria de la explicación de la individuación de conceptos. Es decir, una explicación de qué es un concepto X antecede la explicación sobre qué es tener un concepto X. En esto contrasta con los enfoques de corte pragmatista, que invierten el orden de explicación partiendo de las condiciones de posesión de un concepto para luego dar una explicación de las condiciones de individuación de conceptos (Fodor, 1995, pág. 4; 2004, pág. 29). 2.2.1. La hipótesis del lenguaje del pensamiento (HLP) Otro de los presupuestos del cartesianismo adoptados por la teoría de Fodor es la idea de que el pensamiento involucra lenguaje. Por supuesto que el modo en que Fodor entiende esta tesis difiere bastante de las ideas de Descartes. Fodor se aleja de éste, al menos, en dos puntos: por un lado, él no está pensando en el lenguaje natural sino más bien en un lenguaje del pensamiento, del cual puede decirse que es lingüístico únicamente en virtud de su forma, en otras palabras, el pensamiento es lingüístico o cuasi-lingüístico en virtud de su estructura sintáctica. Por otro lado, a diferencia de Descartes, Fodor está dispuesto a aceptar que los animales piensan, pues la ausencia de un lenguaje natural no implica la ausencia de un lenguaje del pensamiento (Fodor, 1994a, págs. 152-3; Tetzlaff & Rey, 2009). La hipótesis del lenguaje del pensamiento (HLP) descansa, según Fodor, en el carácter sistemático, productivo y en la coherencia inferencial del pensamiento. A continuación, reconstruyo el argumento basado en la sistematicidad que es, según Fodor, uno de los más fuertes: 1.

El pensamiento es sistemático, esto es, hay relaciones sistemáticas entre los contenidos de las actitudes proposicionales.

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Capítulo 2

2.

Si el pensamiento es sistemático, hay relaciones sistemáticas entre las habilidades representacionales que una criatura puede tener.

3.

Las relaciones sistemáticas entre las habilidades representacionales requieren que haya relaciones estructurales entre las representaciones correlativas a tales habilidades, esto es, presuponen un sistema de vehículos

representacionales

compuesto

de

partes

discretas

y

recombinables conforme con reglas sistemáticas. 4.

:. Si esto es así, las representaciones mentales tienen una estructura interna y hay, por tanto, un lenguaje del pensamiento (Fodor & Pylyshyn, 1988, pág. 39).

Para Fodor es una verdad empírica que el pensamiento sea sistemático. Esto implica, por un lado, que hay relaciones estructurales entre los contenidos en los que una criatura puede pensar: “no hay gente que pueda tener el pensamiento de que Juan ama a la chica pero no pueda tener el pensamiento de que la chica ama a Juan” (Fodor & Pylyshyn, 1988, pág. 39). La sistematicidad del pensamiento tiene implicancias en la capacidad de comprensión de una criatura. Quien pueda comprender el pensamiento aRb tiene los recursos conceptuales para entender también bRa. Estas propiedades estructurales, en el nivel de los contenidos, son responsables también de ciertas propiedades del razonamiento, como la preservación de la verdad y las relaciones de justificación (Camp, 2007, pág. 147). La posibilidad de aplicar un mismo predicado a distintas instancias y que éste mantenga su significado en cada una de sus ocurrencias permite hacer cierto tipo de inferencias y generalizaciones: a partir de predicar ser feliz de distintos particulares, tales como Ana es feliz, Diego es feliz, Cata es feliz, podemos inferir que al menos tres individuos son felices. Por otro lado, la existencia de relaciones sistemáticas entre los contenidos implica finalmente que hay relaciones estructurales en el nivel de los vehículos. Siguiendo con el ejemplo de Fodor, esto significa que tanto las representaciones mentales que corresponden al pensamiento Juan ama a la chica como las representaciones mentales que corresponden al pensamiento la chica ama a Juan “están

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Concepciones filosóficas

hechas de las mismas partes” (Fodor & Pylyshyn, 1988, pág. 39)10. De acuerdo con esto, las representaciones mentales tienen una estructura interna combinatoria (Fodor & Pylyshyn, 1988, pág. 39). Esto implica que los conceptos qua representaciones son símbolos discretos que operan conforme a reglas sintácticas, lo cual equivale, para Fodor, a un lenguaje; más específicamente, a un lenguaje del pensamiento. 2.2.2. Algunos problemas de la teoría de Fodor A continuación, presentaré breve y rápidamente algunos grupos de críticas que han recibido tanto la HLP como la TRM en general. Un primer grupo de críticas cuestiona el compromiso de la teoría fodoriana con las representaciones mentales. Estas críticas tienen motivaciones heterogéneas. Desde un punto de vista epistemológico, hay enfoques instrumentalistas que consideran cuestionable o innecesaria la postulación de representaciones mentales para dar cuenta de las habilidades mentalistas presupuestas por la psicología ordinaria (Dennett, 1987)11. Desde las ciencias cognitivas, la postulación de representaciones mentales también ha sido puesta en duda por nuevas propuestas teóricas acerca de la cognición. Entre ellos se destacan la Nueva Inteligencia Artificial, los enfoques ecológicos, la hipótesis de la mente extendida y la teoría corporizada (Brooks, 1991; Calvo Garzón, 2008; Van Gelder, 1995; Venturelli, 2008)12. Otras teorías, en cambio, han cuestionado que el cerebro humano opere con ese tipo de representaciones. Éste es el caso del conexionismo que, entre otras cosas, ha cuestionado la idea de que las representaciones mentales complejas tengan una estructura interna, esto es, que estén constituidas por partes discretas sistemáticamente recombinables (Prinz & Clark, 2004; Clark, 1995; 2002). Lo que estas críticas niegan es que la arquitectura cognitiva deba ser isomórfica a la estructura de los contenidos mentales, atribuidos desde la psicología ordinaria. Las teorías psicológicas de los

10

En realidad, este argumento está formulado contra el conexionismo, para el que las representaciones mentales sólo tienen entre sí relaciones causales (Fodor & Pylyshyn, 1988, pág. 88). La tesis fodoriana es entonces que, además, se dan entre ellas relaciones estructurales, esto es, sintácticas. 11 Trabajé sobre la discusión Dennett-Fodor en mi tesis de grado. Mucha de esta discusión pasa no por la teoría fodoriana de conceptos sino por cuál es la concepción y el empleo adecuado de la psicología popular. 12 Trabajé sobre estas críticas en Aguilera (2008). P á g i n a | 49

Capítulo 2

conceptos, en cambio, se oponen principalmente al atomismo de la TRM, en tanto consideran que los conceptos –y no sólo el pensamiento– están estructurados semánticamente13. Esta tesis es defendida por la teoría de prototipos, la teoría de ejemplares y la teoría de la teoría. Las críticas filosóficas formuladas en especial por los enfoques pragmatistas son numerosas. Entre ellas se destacan los problemas de la TRM para abordar aspectos epistémicos del problema de los conceptos animales, en particular, las dificultades para dar cuenta de las condiciones de atribución de conceptos así como para la determinación de los contenidos mentales (Bermúdez, 2003). En relación con este punto, algunos sostienen que la teoría de Fodor es inadecuada para dar cuenta de la publicidad de los conceptos (Glock, 2006) así como para enfrentar el problema de los casos de Frege (Rives, 2009; Duhau, manuscrito). Se han formulado también algunas objeciones contra el principio de composicionalidad (sistematicidad + productividad) (Prinz & Clark, 2004; Travis, 2008) etc. 14. Un segundo grupo de críticas, al interior de la TRM, se ha focalizado en la HLP. Como señalé arriba, Fodor considera que el lenguaje del pensamiento se extiende más allá de las criaturas con lenguaje natural. Sin embargo, dada la relación entre contenidos y vehículos y teniendo en cuenta las diferencias en las capacidades para representar y razonar de animales y humanos hablantes, es debatible que los vehículos representacionales del pensamiento animal tengan el mismo formato que los vehículos del pensamiento humano. En esta dirección, recientemente algunos autores han propuesto que algunas variedades de sistemas no-lingüísticos poseen también una estructura interna combinatoria (Camp, 2007; Rescorla, 2009; Camp, 2009a; Aguilera, 2010). Discutiré esta posibilidad en el capítulo 7. No es éste el lugar de ponderar cada una de estas críticas. En su debido tiempo, me detendré en aquellas objeciones que resulten centrales al problema de los conceptos

13

Pues para Fodor, vimos, los conceptos primitivos son representaciones que carecen de estructura semántica. 14 Un grupo minoritario de autores ha argumentado directamente contra la tesis de que el lenguaje natural es sistemático. Dado que la HLP descansa en una analogía entre el pensamiento y el lenguaje natural, arguyen que se ve debilitado el argumento fodoriano a favor de que el pensamiento es sistemático (Johnson, 2004). P á g i n a | 50

Concepciones filosóficas

de los animales. Si bien hay razones para pensar que un enfoque pragmatista proporciona mejores recursos teóricos para el estudio de los conceptos animales, el debate sobre los vehículos del pensamiento (animal) puede resultar no sólo interesante sino también provechoso para explicar el ejercicio de ciertas habilidades conceptuales. En particular, la realización de inferencias y la combinación de conceptos son cuestiones que conducen a este tipo de discusión. Sin embargo, es posible que un sistema de tipo lingüístico no sea el más apropiado para explicar algunos rasgos del pensamiento animal (Camp, 2009a; 2007; Rescorla, 2009; 2009a). Tampoco creo que un vehículo de tipo lingüístico sea necesario para tener conceptos. Por el contrario, en el capítulo 7, defiendo un pluralismo de vehículos, pues –sostengo– distintos tipos formatos representacionales pueden cumplir el rol desempeñado por los conceptos.

2.3.

Enfoques pragmatistas

Los enfoques pragmatistas abarcan diversos tipos de propuestas que, pese a sus diferencias, comparten la idea de que tener un concepto equivale a tener algún tipo de capacidad epistémica o habilidad cognitiva. Esto es, tener un concepto es igual a saber o ser capaz de hacer ciertas cosas –tal como inferir, clasificar, identificar, reflexionar, generalizar, etc.– en contraste con meramente poder pensar en cosas. Tener un concepto, entonces, involucra algún tipo de conocimiento, implícito o explícito, o habilidad, teórica o práctica. Bajo esta caracterización general, autores con teorías muy heterogéneas, como Evans, Peacocke, Millikan, Brandom, Bermúdez, pueden ser subsumidos bajo este enfoque. De acuerdo con Fodor, ésta ha sido la concepción dominante en el siglo XX. Sin embargo, esta situación se ha revertido con el resurgimiento de nuevas variantes de reduccionismo en las teorías de conceptos y la generalizada aceptación del enfoque computacional de la mente. En este contexto, las teorías pragmatistas de los conceptos – o como prefiero llamarlas, las teorías de los conceptos como habilidades– han sido ampliamente ignoradas, al menos en los últimos 15 años. La diferencia entre mi diagnóstico y el de Fodor radica en que él considera que las teorías psicológicas de conceptos son variaciones del pragmatismo (1995, pág. 7). Por el contrario, pienso que –más allá de sus posibles parecidos y parentescos– hay importantes diferencias entre las teorías psicológicas y el pragmatismo filosófico. Son esas diferencias las que me

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Capítulo 2

interesan destacar aquí, en particular, las diferencias en relación con los objetivos explicativos de cada una de ellas resultan de central importancia para el problema de la atribución de conceptos a animales. Por esta razón, es valioso hacer una distinción no sólo entre enfoques cartesianos y pragmatistas, sino entre teorías filosóficas y teorías psicológicas de los conceptos. En esta dirección, Rives (2009) traza una división dentro de lo que Fodor entiende por pragmatismo y distingue el pragmatismo inferencial (judgement pragmatism) del pragmatismo epistémico (knowledge pragmatism), ubicando a los psicólogos dentro del primer grupo y a filósofos como Peacocke dentro del segundo. Mientras los primeros sostendrían un pragmatismo moderado según el cual los conceptos se individúan en términos de su rol cognitivo, los segundos defenderían la tesis más fuerte de que el conocimiento y la racionalidad son parte de las condiciones de individuación de conceptos (Rives, 2009, págs. 3,4). Mientras el pragmatismo inferencial adopta una perspectiva psicológica, el pragmatismo epistémico, no. En este sentido, las teorías psicológicas (o el pragmatismo inferencial) compartirían ciertos intereses con el enfoque cartesiano. Pero, más allá de sus posibles convergencias, al igual que Rives, sostengo que hay que separar cuidadosamente estos tipos de teorías. En consecuencia, pese a Fodor, las teorías psicológicas quedarán excluidas de mi propia caracterización del pragmatismo. En lo que sigue, caracterizo algunos de los rasgos más destacados de los enfoques filosóficos de corte pragmatista, que se diferencian tanto de los enfoques cartesianos como de las teorías psicológicas. 2.3.1. Variedades de pragmatismo, habilidades conceptuales y representaciones mentales De manera general, este enfoque concibe a los conceptos en términos de habilidades. Esto es, tener un concepto es tener una habilidad o complejo de habilidades cognitivas. A diferencia de las representaciones mentales, las habilidades cognitivas no son episodios mentales. Son, en cambio, capacidades epistémicas, de carácter flexible,

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Concepciones filosóficas

normativo y propositivo (Millikan, 2000, pág. 14; Peacocke, 2004)15. En virtud de estos rasgos, las habilidades se diferencian también de las disposiciones conductuales simples, las cuales consisten en la propensión a dar respuestas rígidas, automáticas y carecen de rasgos normativos (Ryle, 1949; Millikan, 2000; Noë, 2004; Glock, 2000; 2006). Dentro de esta caracterización general, coexisten distintas variantes. Hay por ejemplo, concepciones atomistas, para las cuales la individuación de un concepto –al menos de algunos conceptos– no está determinada por otros conceptos (Millikan, 2000); también hay concepciones holistas para las cuales los conceptos se individúan en virtud de sus relaciones inferenciales con otros conceptos (Peacocke, 1992; Evans, 1982). Existen, por otra parte, desacuerdos respecto del conjunto de habilidades que se consideran genuinamente conceptuales como así también respecto del tipo de conocimiento necesario para tener conceptos. Las distintas variedades de pragmatismo difieren en el tipo de habilidades que consideran necesarias para tener conceptos, pues hay, entre otras, habilidades para hacer inferencias, clasificar e identificar. Y mientras algunos consideran que un conocimiento proposicional –un saber qué o que– es una condición necesaria para individuar un concepto (Brandom, 2000, Peacocke, 1992, Evans, 1982), otros consideran que basta con un conocimiento práctico, o saber cómo (Ryle, 1949; Noë, 2005; Toribio, 2008). En este sentido, tomando la distinción ryleana, se pueden identificar enfoques intelectualistas y naturalistas. A estos desacuerdos, se agrega otro punto de divergencia de central importancia. Me refiero a los criterios o condiciones que deben ser cumplimentados para tener las habilidades consideraras necesarias para tener conceptos. Por otro lado, hay enfoques gradualistas (Millikan, 2000; Camp, 2009) para los cuales las habilidades conceptuales son habilidades perfectibles con manifestaciones graduales, y enfoques para los cuales la posesión de conceptos es una cuestión de todo o nada (McDowell, 1994; Bermúdez, 1998). Existen enfoques pluralistas, para los cuales

15

Fodor considera que el que sean capacidades epistémicas implica que los conceptos son intérprete-dependientes. Sin embargo, esto no es cierto, pues que sean capacidades epistémicas implica que involucran algún tipo de conocimiento y esto no es lo mismo que decir que dependen –en algún sentido u otro– de la tercera persona. Tal vez la acusación de Fodor apunta a que los pragmatistas no son realistas en tanto niegan que la noción de concepto refiera a una entidad concreta particular. Aun así, la posesión de habilidades conceptuales es una cuestión objetiva. P á g i n a | 53

Capítulo 2

distintos tipos de conceptos suponen distintos tipos de habilidades no reducibles entre sí (Millikan, 2000), aunque la mayoría de los enfoques tiende a asumir que todo tipo de concepto involucra habilidades sin diferencias significativas (Evans, 1982; Peacocke, 1992)16. Hay enfoques lingüísticos para los cuales las habilidades conceptuales dependen del dominio de un lenguaje (Bermúdez, 1998; Brandom, 2000; Davidson, 1999) y otros que consideran que la competencia lingüística no es necesaria para tener conceptos (Glock, 2000; Millikan, 2000; Newen & Bartels, 2007; Camp, 2009), y así sucesivamente. Cualquiera sea la variante de pragmatismo adoptada, la concepción de los conceptos como habilidades no implica necesariamente negar la existencia de las representaciones mentales. Hay, por supuesto, quienes rechazan la postulación de representaciones mentales. En este grupo se encuentran Davidon, Brandom y McDowell, por mencionar sólo algunos. Pero, por el contrario, algunos defensores de este punto de vista se mantienen neutrales respecto del compromiso con este tipo de entidades (Evans, 1982; Peacocke, 1992) y otros defienden explícitamente versiones compatibilistas, según las cuales la postulación de representaciones mentales es absolutamente compatible con concebir a los conceptos como habilidades (Millikan, 2000). Otros autores, por su parte, sostienen directamente, que la diferencia entre los enfoques centrados en las habilidades y los centrados en las representaciones no es ontológica sino metodológica (Glock, 2006). Pero por lo general, todos consideran que la taxonomía adecuada para hablar o teorizar sobre conceptos se encuentra en el nivel de las habilidades y no en el nivel de las representaciones mentales. En relación con este último punto, de acuerdo con Fodor (1998; 2004), los enfoques pragmatistas invierten el orden de explicación de los cartesianos, y parten de las condiciones de posesión de un concepto para luego y a partir de allí dar una explicación de las condiciones de individuación de conceptos. Es decir, consideran que la explicación de qué es tener un concepto es prioritaria respecto a la explicación de qué es un concepto. Dentro de mi argumentación, éste es un aspecto central de los enfoques que consideraré pragmatistas. Pero, en contraste con Fodor, sugiero que la elucidación

16

Puntualmente, Millikan considera que la distinción metafísica entre sustancias y propiedades se corresponde con una distinción análoga en relación con las habilidades conceptuales. Otros, en cambio, tienden a explicar los conceptos de sustancias en términos de conceptos de propiedades. P á g i n a | 54

Concepciones filosóficas

de las condiciones de posesión de conceptos es un problema filosófico para el cual las teorías psicológicas no tienen una respuesta, porque –como vimos en el capítulo 1– las teorías psicológicas se han centrado en otro tipo de problemas; son teorías acerca del modo en que se estructuran y se procesan los conceptos qua representaciones mentales17. Es importante señalar otro punto de divergencia entre estos enfoques. Para los cartesianos i) el contenido de un concepto está determinado por su referencia y ii) la función de los conceptos se reduce a pensar en dichos referentes como tales (i. e. pensar en perros como PERROS). Los pragmatistas, en cambio, consideran que los contenidos mentales dependen del tipo de cosas que una criatura puede hacer (Prinz & Clark, 2004), ya que presuponen que tener un concepto es tener un complejo de habilidades y conocimiento que no sólo se encuentran al servicio de la acción sino que están constituidos, al menos parcialmente, por ciertas acciones (Millikan, 2000; Prinz & Clark, 2004)18. Desde esta perspectiva, “… aquello que uno tiene que saber a los fines de tener un concepto, ipso facto, constituye el contenido de ese concepto” (Fodor, 2004, pág. 29). Así, por ejemplo, para algunos pragmatistas, tener el concepto de perro consiste en saber identificar perros. Es por esto también que suponen que los conceptos tienen un carácter normativo; por ejemplo, tener el concepto de gorrión involucra generalmente estar en lo correcto acerca de si los gorriones son pájaros como acerca de si este pájaro es un gorrión. De acuerdo con esta caracterización, desde el punto de vista ontológico, la concepción pragmatista considera que los conceptos son un complejo de habilidades. Desde el punto de vista metodológico, el pragmatismo está centrado en las condiciones de posesión de conceptos. Como sostengo a continuación, esto hace del pragmatismo un

17

Debe distinguirse el problema de la estructura de las representaciones mentales del problema de la estructura de los contenidos mentales. El primero, se centra en cómo se estructura el conocimiento almacenado sobre una categoría, por ejemplo, PERRO. El segundo, se centra en cuáles son los componentes y cómo es la estructura de pensamientos completos, tales como “ese es mi perro” o “el perro está contento”. Cf. nota 7 de este capítulo. 18 Qué actividades formen parte de un concepto dependerá del tipo de habilidad que se considere inherente a los conceptos. Para alguien como Peacocke, por ejemplo, el contenido de un concepto dependerá de las inferencias que una criatura se siente compelida a hacer. Para Millikan, en cambio, dependerá de las sustancias que permite identificar. P á g i n a | 55

Capítulo 2

enfoque adecuado para una aproximación al problema de la atribución de conceptos a criaturas no humanas, carentes de lenguaje.

2.4.

Conceptos animales: cuestiones filosóficas

En este capítulo, he tomado la distinción fodoriana entre enfoques pragmatistas y cartesianos. He sostenido que, desde un punto de vista metodológico, si se tienen en cuenta los objetivos explicativos de las distintas teorías sobre conceptos, conviene separar las teorías pragmatistas de corte filosófico de las teorías psicológicas (ver tabla 1). Mientras las primeras se centran en las condiciones de posesión de conceptos, las segundas se ocupan de cómo se estructura la información contenida en los conceptos. Por otra parte, mientras que las teorías psicológicas identifican los conceptos con representaciones mentales, para el pragmatismo filosófico, en cambio, los conceptos son habilidades epistémicas. A diferencia de ambos tipos de teoría, el enfoque cartesiano por su parte, se ocupa fundamentalmente de las condiciones de individuación de conceptos. Y, al igual que las teorías psicológicas, para la concepción cartesiana los conceptos son representaciones mentales. Teniendo en cuenta estas distinciones y como adelanté en el capítulo 1, en lo que sigue adoptaré un enfoque pragmatista de los conceptos. Mi tesis es que para elucidar si los animales tienen –o pueden tener– conceptos necesitamos una teoría acerca de la posesión de conceptos. Pues tanto para el enfoque cartesiano como para las teorías psicológicas, tener un concepto equivale a tener una representación mental. Pero este criterio es inadecuado para determinar si una criatura no lingüística tiene conceptos ya que, por un lado, la postulación de vehículos representacionales depende de observar ciertos patrones en los contenidos que una criatura puede pensar; por otro, para determinar si los constituyentes de tales contenidos son conceptos es necesario saber si la criatura tiene las competencias cognitivas requeridas para la posesión de conceptos. Para ello, necesitamos saber qué cosas debe ser capaz de hacer una criatura, qué habilidades se necesitan para tener conceptos, cuáles son los indicadores del pensamiento conceptual. Por consiguiente, al igual que las teorías psicológicas, el cartesianismo tampoco es apropiado –desde un punto de vista metodológico– para

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Concepciones filosóficas

abordar el problema epistémico de la posesión de conceptos y determinar si una criatura los tiene19. Tabla 1 Conceptos

Pragmatismo

Psicología

Cartesianismo

Ontología

Habilidades

Representaciones

Representaciones

Metodología

Condiciones de posesión

Estructura semántica

Condiciones de individuación Condiciones de posesión

Conocimiento + rol inferencial Tener una habilidad

Rol inferencial

Condiciones de individuación Formato representacional

Tener una representación

Tener una representación

Para finalizar, al concebir los conceptos en términos de habilidades, el pragmatismo permite vincular fácilmente la problematización filosófica sobre conceptos con diversos estudios sobre cognición animal, provenientes de la etología cognitiva y la psicología comparada20. En primer lugar, en estos estudios es común explicar el comportamiento y la cognición animal en términos de conocimiento, creencias, intenciones, deseos, aprendizaje, inferencias, etc. Por su parte, como vimos en 2.1, los pragmatistas generalmente consideran que la posesión de conceptos se halla presupuesta en las atribuciones doxásticas21. En segundo lugar, muchos estudios sobre primates se han focalizado en la capacidad para razonar, categorizar, predecir conductas y leer otras

Debe distinguirse este argumento –focalizado en las habilidades conceptuales– de otro argumento más específico contra el cartesianismo –centrado en la determinación del contenido. Según este segundo argumento, el cartesianismo tiene problemas epistémicos para determinar el contenido del pensamiento sin lenguaje, en casos particulares (las teorías de Millikan (2004) y de Bermúdez (2003) se ocupan de esta cuestión). Aunque estos dos problemas están conectados, son cuestiones diferentes. Mi preocupación es mucho más general y radica en determinar si una criatura tiene las capacidades o los recursos cognitivos mínimos para tener pensamientos con contenidos conceptuales. 20 Hay importantes diferencias entre la etología cognitiva y la psicología comparada. Para ver una caracterización detallada, ver Danón (manuscrito-a). En términos generales, la primera se caracteriza por el estudio de la conducta animal en entornos naturales, haciendo referencia a estados doxásticos y afectivos (de Waal, 1996; Byrne & Whiten, 1988; Whiten & Byrne, 1997; Jamieson & Bekoff, 1996). La segunda, por lo general, realiza estudios experimentales lo cual permite estudiar de modo más preciso capacidades específicas. A menudo, las explicaciones psicológicas utilizan un vocabulario sobre los procesos y mecanismos cognitivos subyacentes a las tareas evaluadas (Tomasello, 1999; Call, 2006a). No obstante, muchas veces, tanto el vocabulario como las metodologías usadas son híbridas, en entornos naturales se utilizan procedimientos experimentales (Cheney & Seyfarth, 1990; 2007), como así también hay psicólogos que hacen trabajo de campo, en entornos naturales (Boesch & Boesch, 1984; 1990; Parker, 2002; Matsuzawa, Tomonaga, & Tanaka, 2006). 21 No obstante, los no conceptualistas consideran que las actitudes intencionales/proposicionales podrían tener contenidos no-conceptuales (Bermúdez, 1998; Heck Jr., 2007). 19

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Capítulo 2

mentes, resolver problemas, etc. En términos generales, estos estudios suponen una concepción de la cognición orientada a la acción, esto decir, al tipo de cosas que una criatura con mente puede hacer, como razonar, usar herramientas, planificar, categorizar, navegar en el tiempo y el espacio, etc. Y, lo que es muy importante, todos ellos se apoyan en estudios observacionales y experimentales basados en el comportamiento animal y no –al menos no de manera excluyente– en estudios sobre el cerebro y la fisiología animal. Por este motivo, es natural que en la reflexión filosófica se haya intentado formular también algún tipo de criterio conductual no verbal, y no sólo cognitivo, para la atribución de conceptos (Allen, 1999; Camp, 2009). Es decir, no sólo se ha tratado de esclarecer qué tipo de habilidad se requiere para la posesión de conceptos sino también qué tipo de evidencia se necesita para su atribución. En este sentido, el pragmatismo filosófico y algunos estudios sobre cognición animal convergen en un nivel de generalidad y abstracción, independiente de las nociones psicológicas de prototipos, ejemplares, teorías y definiciones, y desligado de la discusión –más específica– sobre vehículos representacionales. La idea es que si una criatura posee un subconjunto importante de habilidades conceptuales (generalización, identificación, inferencia, razonamiento, etc.), se puede concluir que dicha criatura tiene conceptos, con independencia del tipo de vehículo y del tipo de estructura representacional subyacente. Es importante notar que la aclaración de los objetivos explicativos de las distintas teorías –filosóficas y psicológicas– sobre conceptos, constituye un primer paso para establecer qué relaciones guardan entre sí cada una de ellas. Por empezar, la atribución de habilidades conceptuales, ¿puede prescindir de la atribución de representaciones mentales? Mi intuición es que en la medida en que un organismo adquiere mayor flexibilidad conductual y cognitiva, se vuelve más necesaria la postulación de representaciones mentales (Aguilera, 2008). Más aún, pienso que las propiedades formales de los vehículos del pensamiento permiten dar una explicación causal del tipo de contenido y del tipo de relaciones entre contenidos que una criatura puede pensar22. Como veremos en los próximos capítulos, una habilidad conceptual

22

En este sentido, aun cuando resulte inadecuada para determinar si una criatura tiene conceptos y para determinar el contenido del pensamiento animal en casos particulares, la TRM o alguna de sus variantes ofrece herramientas conceptuales de gran valor causal y explicativo en relación con el tipo o rango de contenidos que una criatura puede tener y el modo en que estos contenidos pueden ser P á g i n a | 58

Concepciones filosóficas

como la realización de inferencias parece exigir algún tipo de sistema representacional capaz de explicar las transiciones entre contenidos, que preserven la verdad y mantengan relaciones de justificación. Asimismo, la habilidad para identificar puede ser explicada como la integración de representaciones mentales nucleadas en virtud de referir a una misma categoría o sustancia. No obstante, desde esta perspectiva, una representación es conceptual en virtud de ser usada por un sistema para la realización de ciertas habilidades (identificar, hacer inferencias, clasificar, categorizar, etc.). En relación a este punto, no sólo me inclino por un pluralismo semántico, como el de Weiskopf, sino que también creo que hay razones para adoptar un pluralismo de vehículos. Como argumento en el capítulo 7, otros formatos representacionales –no sólo aquéllos de tipo lingüístico– son adecuados para cumplimentar roles cognitivos de los conceptos y, por consiguiente, para explicar procesos como la realización de inferencias, la identificación y la categorización. La segunda parte de esta tesis está dedicada a la diferenciación de dos variedades de pragmatismo, que denomino enfoques intelectualistas y enfoques minimalistas23. Como veremos a continuación, estos enfoques no sólo difieren en el tipo de habilidades que consideran constitutivas de los conceptos, sino también en las condiciones exigidas para su posesión. En la tercera parte, defiendo una variante pluralista y gradualista: pluralista, en tanto considero que se pueden diferenciar distintas variedades de conceptos. En particular, siguiendo a Millikan, sostengo que se pueden diferenciar dos grandes grupos de conceptos, los conceptos de sustancias y los de propiedades. Cada uno de éstos, por su parte, requiere distintas habilidades cognitivas para su posesión: la habilidad para identificar y para hacer inferencias, respectivamente. Pero también se trata de una variante pluralista en tanto considero que estas habilidades pueden ser vehiculizadas por distintos tipos de representaciones mentales. En particular, ciertas variedades de mapas pueden explicar el rol inferencial de los conceptos. Dado que la

combinados. En efecto, algunos etólogos cognitivo ya han explorado este terreno (Cheney & Seyfarth, 2007). 23 Bermúdez (2003) también distingue entre enfoques intelectualistas y enfoques minimalistas. Pero su caracterización difiere de la presentada aquí en tanto su uso de estas denominaciones depende de las exigencias impuestas a los animales para tener pensamientos. Camp (2009), en cambio, las usa para valorar el tipo de exigencia requerida para tener conceptos. Éste es el uso que adoptaré aquí. La expresión “intelectualismo” fue propuesta por Gilbert Ryle (1949), quien la usa para referirse a las concepciones para las cuales el pensamiento es una actividad teórica e intelectual. P á g i n a | 59

Capítulo 2

posesión de habilidades conceptuales no es una cuestión de todo o nada, y animales de diversas especies poseen habilidades representacionales con distintos grados de separación del entorno en el que se encuentran, la propuesta defendida aquí encarna una variante de gradualismo. En el capítulo 7, sostengo que estos “grados de separación” pueden ser modelados apelando a distintos sistemas de vehículos.

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SEGUNDA PARTE HABILIDADES CONCEPTUALES Y SUS CONDICIONES DE POSESIÓN: ENFOQUES INTELECTUALISTAS Y MINIMALISTAS

CAPÍTULO 3

3. INTELECTUALISMO: CONCEPTOS, JUICIOS, RACIONALIDAD Como sostuve antes, para los enfoques pragmatistas tener un concepto involucra tener ciertas habilidades que, a su vez, están asociadas a distintos tipos de conocimiento. En este sentido, la noción pragmatista de concepto (en sus distintas variantes) es una noción normativa y epistémica. Esto implica, entre otras cosas, que la correcta aplicación de un concepto –por ejemplo, PERRO– depende de lo que sabemos acerca de la categoría mentada –en este caso, de lo que sabemos acerca de perros. Dentro de las concepciones pragmatistas, ha primado un enfoque proveniente de la tradición analítica. Este enfoque ha recibido el nombre de intelectualismo. El rótulo “intelectualista” fue originalmente propuesto por Ryle (1949) para referir a aquellas teorías que sostienen que las actividades propiamente mentales se distinguen por estar dirigidas a la aprehensión (evaluación, articulación) de proposiciones verdaderas. Desde entonces, ha sido empleado para aludir a aquellas teorías o filósofos que consideran que el pensamiento y más aún el pensamiento conceptual es un logro cognitivo elevado, exclusivamente humano (Bermúdez, 2003; Camp, 2009; Hurley, 2003). Este enfoque también ha sido denominado “enfoque lingüístico” o lingualismo (lingualism) (Glock, 2000), pues por lo general ha asumido que “las capacidades conceptuales están constitutivamente ligadas a las capacidades lingüísticas de un modo tal que las capacidades conceptuales no pueden ser poseídas por criaturas no lingüísticas” (Bermúdez, 1998, pág. 42). Bermúdez denomina esta tesis principio de prioridad. De acuerdo con este principio, hay un vínculo conceptual entre la competencia lingüística y la posesión de conceptos. Este principio descansa, a su vez, en el supuesto de que una teoría de los conceptos ha de descansar en ciertas concepciones sobre la justificación, la racionalidad, el conocimiento, etc. (Peacocke, 2004; Rives, 2009)1. Dentro de este

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El principio de prioridad suele ser articulado con la tesis de que la capacidad para pensar un rango particular de pensamientos tiene que ser analizada en términos de la capacidad para la expresión lingüística canónica de esos pensamientos. Sobre esta tesis descansan ciertas imposiciones metodológicas que incluyen, además de la correcta identificación de las expresiones lingüísticas canónicas que expresan tales pensamientos, la explicación de las habilidades que se requieren en un sujeto para el dominio de tales expresiones.

Intelectualismo

enfoque se pueden ubicar filósofos como Evans, Peacocke, Davidson, Geach, Brandom, McDowell, y Bermúdez, entre los más destacados. Los filósofos intelectualistas, por lo general, han considerado que tener un concepto equivale a tener habilidades inferenciales y clasificatorias. Se ha supuesto además que estas habilidades dependen de la capacidad para juzgar y dar justificaciones, de modo tal que tener un concepto, tener actitudes proposicionales y ser una criatura racional son distintas caras de un mismo fenómeno. La noción de justificación presupuesta por este enfoque exige, por otra parte, que para ser capaz de pensar, una criatura debe estar dotada de capacidades reflexivas que, al parecer, sólo pueden ser garantizadas por medio de algún tipo de vehículo lingüístico. Sobre la base de este conjunto de presupuestos, se ha dado por sentado a priori que el comportamiento animal –incluso en sus manifestaciones más complejas– sólo puede ser explicado en términos conductistas, pues fenómenos como la intencionalidad y los conceptos serían, para este enfoque, privativos de las criaturas lingüísticas (Brandom, 2000; Davidson, 1997; McDowell, 1994)2. Sin embargo, más recientemente, algunos filósofos neofregeanos han usado la noción de contenido no-conceptual para explicar aquellas conductas animales que no pueden ser incluidas dentro de un marco conductista (Bermúdez, 1998; Peacocke, 2001). De acuerdo con los no-conceptualistas, no todo el pensamiento está constituido por conceptos, esto decir, ciertos contenidos mentales no involucran los conceptos utilizados en la especificación de dichos contenidos (Evans, 1982; Peacocke, 1992; Bermúdez, 1998). Por medio de esta noción, entonces, podemos atribuir legítimamente estados mentales con contenido a los animales sin comprometernos con la tesis más fuerte de que –por ello– tienen los conceptos que nosotros usamos para su caracterización. Ahora bien, mientras admite que puede haber pensamiento (no-conceptual) sin lenguaje, esta nueva propuesta hereda

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Como vimos en secciones previas, la existencia de una conexión íntima entre lenguaje y pensamiento también ha sido supuesta por aquellas vertientes filosóficas contemporáneas que caen bajo el enfoque cartesiano. Desde una perspectiva más cercana a las ciencias cognitivas, este enfoque ha asumido que el pensamiento tiene una estructura lingüística (Fodor & Pylyshyn, 1988; Tetzlaff & Rey, 2009; Fodor, 2008). Incluso, las teorías psicológicas más recientes sobre conceptos –salvo algunas excepciones, como la teoría de prototipos y la variante propuesta por Prinz, la teoría de proxitipos– presuponen un paradigma lingüístico (Machery, 2009; Prinz, 2002; Chater & Heyes, 1994). Una de las diferencias entre estas teorías es que mientras los psicólogos, al igual que los filósofos intelectualistas, están pensando en el lenguaje natural, el cartesianismo contemporáneo, en cambio, piensa en un lenguaje del pensamiento. P á g i n a | 63

Capítulo 3

de la tradición analítica el supuesto de que la posesión de conceptos depende de la competencia lingüística (Bermúdez, 1998). Consecuentemente, los no conceptualistas adhieren a la visión tradicional de que el pensamiento conceptual es un logro exclusivo de las criaturas lingüísticas, una clase sólo co-extensiva con la especie humana3. A continuación, caracterizo el intelectualismo teniendo en cuenta las habilidades que dicho enfoque exige para la posesión de conceptos, explicitando cómo este enfoque llega finalmente a la conclusión de que la posesión de conceptos requiere lenguaje. Para ello, reconstruyo el argumento basado en la tesis de que el pensamiento conceptual es esencialmente reflexivo, centrándome en la versión propuesta por Bermúdez (1998; 2010). Por último, señalo algunos de los principales problemas de este argumento, inherentes al enfoque intelectualista.

3.1.

Intelectualismo

Denominaré intelectualismo a aquellos enfoques filosóficos pragmatistas que han sostenido las siguientes tesis: i.

Los

conceptos

se

individúan

en

virtud

de

habilidades

inferenciales y/o clasificatorias. a. :. Las habilidades conceptuales presuponen la capacidad para juzgar. ii.

La noción de concepto debe ser explicada en el marco de una concepción de la justificación epistémica. a. :. Los conceptos presuponen, por ii, capacidades reflexivas (pensamiento de segundo orden).

iii.

:. Las habilidades conceptuales son privativas de las criaturas con lenguaje natural.

A continuación, explicitaré cómo se entrelazan dichas tesis. En esta primera sección, me centraré fundamentalmente en la propuesta de Peacocke (1992) por ser, tal vez, quien más radicalmente encarna esta posición y porque pienso que además

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Esto es así siempre y cuando se omita el hecho de que algunos animales en cautiverio parecen dominar un lenguaje (Savage-Rumbaugh, Shanker, & Taylor, 1998). P á g i n a | 64

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permitirá entender las motivaciones inherentes a la propuesta de Bermúdez, cuyas tesis sobre el pensamiento animal serán discutidas en más detalle. Sin embargo, algunas de las tesis presentadas por Peacocke también pueden ser atribuidas de modo general – aunque no sin cierta imprecisión– a otros exponentes del intelectualismo como Davidson

y

McDowell

entre

otros.

Haré

las

menciones

correspondientes

oportunamente, atendiendo a los parecidos y dejando de lado sus divergencias. Premisa i De acuerdo con Peacocke, uno de los principales y más radicales exponentes del enfoque pragmatista, “para cualquier enfoque bajo el cual los conceptos sean individuados por sus condiciones de posesión, la individuación de conceptos involucrará la noción de juicio” (Peacocke, 2004, pág. 87); pues para los filósofos intelectualistas como Peacocke, los conceptos son los constituyentes de contenidos proposicionales completos, esto es, de pensamientos estructurados proposicionalmente. Sin embargo, no debe entenderse esta afirmación como suponiendo que los conceptos componen un pensamiento del mismo modo que una entidad particular es parte de una entidad más compleja (esto es, del mismo modo en que una silla es parte del amoblado de una casa). Por el contrario, Peacocke considera que un concepto es un constituyente de un pensamiento en el sentido de que incolucra una habilidad cuya posesión es requerida para tener pensamientos cuyos contenidos lo involucran. Peacocke denomina esta tesis principio de dependencia: no hay nada más en la naturaleza de un concepto que una correcta explicación de la capacidad de una criatura pensante que ha dominado el concepto para tener actitudes proposicionales hacia contenidos que contengan ese concepto (una correcta explicación de “comprender el concepto”) 4 (Peacocke, 1992, pág. 5. Las cursivas son mías) .

Entonces, decir que una criatura tiene un concepto particular es tomar un compromiso respecto del tipo de contenidos acerca de los cuales dicha criatura puede pensar, esto es, acerca de los cuales puede tener actitudes proposicionales (Peacocke, 1992, pág. 55). La relación entre hacer juicios y tener conceptos surge, finalmente, a partir de: i) considerar que los conceptos son los constituyentes sub-proposicionales del pensamiento; ii) entender los conceptos como capacidades o habilidades, es decir, como

Traduzco “thinker” como criatura pensante ya que se ajusta más al significado que “pensador”, que en español puede ser asociado con “intelectual”, “filósofo”, etc. 4

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un hacer antes que como una entidad. Dicho de otro modo, los contenidos completos, como las creencias, se componen de habilidades que pueden formar parte de otros contenidos completos. Conforme con esta visión, “el reconocimiento de que algo es una instancia de C involucra la aceptación de un contenido que involucra tal concepto, la habilidad para juzgar x es C” (Duhau, manuscrito). Para explicar qué es un concepto, Peacocke propone el siguiente esquema general: Formulación simple: el concepto F es el único concepto C para cuya posesión una criatura pensante debe satisfacer la condición A(C) (Peacocke, 1992, pág. 6).

Donde A(C) puede entenderse en términos de habilidades clasificatorias o inferenciales. Peacoke sostiene que los conceptos fenoménicos, como ROJO, involucran habilidades clasificatorias5. Y define los demás tipos de conceptos en términos inferenciales. Así por ejemplo, el concepto de conjunción es definido como el único concepto C para cuya posesión una criatura debe encontrar las siguientes transiciones inferenciales como primitivamente convincentes6: p, q  p C q; p C q  p; p C q  q

En términos generales, para poseer un concepto C, una criatura debe ser capaz de hacer o aceptar algunas de las inferencias que se siguen de ciertos pensamientos, en virtud de contener el concepto C. Sistematizando esta posición, Bermúdez sostiene: La maestría de un concepto está ligada a la comprensión de su rol inferencial, donde el rol inferencial de un concepto puede ser entendido en términos de su contribución al poder inferencial de las proposiciones en las que aparece (Bermúdez, 1998, pág. 67).

Posiciones como éstas también son denominadas concepciones inferencialistas. De acuerdo con una concepción inferencialista, un concepto se individua conforme a diversas relaciones inferenciales que comparte con otros conceptos. Por ejemplo, el pensamiento de que Fonta es un PERRO se relaciona inferencialmente con el pensamiento de que Fonta es un ANIMAL en virtud de las relaciones lógicas entre el concepto PERRO y el concepto ANIMAL. En este sentido, cualquier concepto se

Me remito nuevamente a los conceptos clasificatorios en el capítulo 2. Encontrar una transición “primitivamente convincente” (primitively compelling) es, para Peacocke, i) encontrarla convincente; ii) que no se la encuentra convincente porque se las ha inferido de otras premisas y/o principios; iii) que para la posesión del concepto C en cuestión, no se necesite considerar la corrección de la transición como responsable de nada más (Peacocke, 1992, pág. 6). 5 6

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encuentra anclado en una red de conceptos más amplia y la aplicación de un concepto presupone la aceptación de un buen número de inferencias. En tanto la posesión de un concepto supone la posesión de otros conceptos y, por tanto, supone la capacidad para tener diversas actitudes proposicionales, las concepciones inferencialistas se ven comprometidas con alguna variante de holismo (Davidson, 1982, págs. 142, 145; Peacocke, 1992, pág. 52). En esto contrastan fuertemente con las variantes atomistas defendidas por Fodor y por Millikan7. Davidson, por ejemplo, sostiene que el contenido de un concepto está determinado por una amplia red de actitudes proposicionales (creencias, deseos, intenciones, etc.). Peacocke, por su parte, al negar que los conceptos se individúen por las creencias de un sujeto, rechaza esta forma de holismo global implicado por la concepción davidsoniana. Sin embargo, al mantener que la comprensión de un contenido conceptual supone la capacidad para comprender muchos otros contenidos conceptuales, su teoría también representa una forma de holismo: Lo que está involucrado en la posesión del concepto F necesariamente sitúa a quien lo comprende en una posición para comprender los contenidos Fa, Fb, Fc,…para conceptos de nivel inferior a, b, c,…extraídos de su repertorio conceptual. Similarmente, lo que está involucrado en la posesión del concepto de nivel inferior a necesariamente sitúa a quien lo comprende en posición de comprender el contenido Fa, Ga, Ha,… para los conceptos predicativos apropiados extraídos de su repertorio (Peacocke, 1992, pág. 52)8.

En síntesis, si las condiciones de individuación de los conceptos se identifican con la contribución inferencial que hacen en otros pensamientos, ha de haber un vínculo conceptual entre tener conceptos y tener actitudes proposicionales, en el sentido de que la aplicación de un concepto P a un objeto a involucra la creencia de que a es P (aunque no a la inversa9) y, por tanto, involucra la realización de un juicio. Pasemos ahora a la siguiente premisa, que implica que la noción de concepto involucra la noción de justificación epistémica. Premisa ii

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Ver capítulo 4. En realidad, esta cita alude al requisito de generalidad, tal como es interpretado por Peacocke. Nos centraremos en este requisito, más adelante en el Capítulo 5. 9 Para Bermúdez (1998), el contenido de las actitudes proposicionales puede ser no conceptual y, por tanto, tener actitudes proposicionales no necesariamente entraña la capacidad de juicio en el sentido en que él la entiende. 8

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Tanto si los conceptos son entendidos en términos de habilidades inferenciales como habilidades clasificatorias, para esta concepción tener un concepto requiere la capacidad para juzgar; pues la aplicación de un concepto particular equivale a hacer un juicio categórico, tal como x es C. ….tener un concepto es clasificar objetos, propiedades, eventos o situaciones… (Davidson, 1997, pág. 24). … no hay distinción entre tener un concepto y tener pensamientos con contenido proposicional, dado que uno no puede tener el concepto de mamá a menos que uno pueda creer que alguien es (o no es) una mamá, desear que ella esté presente o enojarse porque no le satisface algún deseo. Subrayo la conexión entre conceptos y pensamientos sólo para hacer notar que la formación de conceptos no es un punto intermedio entre las meras disposiciones (sean éstas complejas o aprendidas) y los juicios (Davidson, 1997, pág. 25).

¿Cuál es la particularidad de este tipo de juicios? En primer lugar, en los juicios categóricos un ítem (un objeto, una propiedad o un evento) es subsumido bajo una categoría. En segundo lugar, este tipo de juicio debe estar respaldado por razones de modo tal que la correcta aplicación de un concepto, C, sobre un ítem, a, supone que el juicio categórico correspondiente, a es C, está justificado (Bermúdez, 1998)10. Ahora bien, hay al menos dos sentidos en que podríamos pensar que estos juicios están justificados. Desde una perspectiva externista, podría haber causas o razones para creer que a es C, de modo tal que un sujeto, S, está justificado en creer que a es C pese a no ser capaz de reconocer las razones ni, mucho menos, de justificar su creencia que a es C (Eraña, 2009a)11. Desde una perspectiva internista, en cambio, “sólo las creencias u otros estados internos al sujeto sirven para determinar cuándo está justificada una creencia” (Eraña, 2009, pág. 47). Para esta última concepción, entonces, la justificación de un juicio categórico exige el reconocimiento por parte de S de las razones o causas que justifican su juicio, a es C. Estos sentidos se corresponden con una distinción, tomada de la epistemología, entre estar justificado a tener una creencia y ser capaz de justificarla. Mientras que para estar justificado a tener una creencia basta con una

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Si esto es así, la proposición en la que aparece un concepto dado puede funcionar o bien como premisa o bien como consecuencia de otras proposiciones (Brandom, 2000). 11 Otro modo de caracterizar el externismo es sosteniendo que “lo que garantiza la verdad de las creencia es la confiabilidad del proceso que la produjo (donde un proceso es confiable sólo si produce una mayor proporción de creencias verdaderas que falsas)” (Eraña, 2009a). P á g i n a | 68

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noción externista de justificación, ser capaz de dar justificaciones, en cambio, requiere una noción de justificación epistémica o interna12. Los intelectualistas, por su parte, consideran que para hacer un juicio se requiere ser capaz de proveer justificaciones y suscriben, por tanto, a una variante internista de la justificación (Bermúdez, 1998). Una explicación aceptable de qué es poseer un concepto no sólo tendrá que especificar las circunstancias en las cuales es apropiado para un sujeto aplicar tal concepto, sino también que parte de lo que es tener un concepto es ser capaz de reconocer las circunstancias que dan buenas razones para tener actitudes particulares ante contenidos que contienen tal concepto. Más aún, la competencia conceptual también se evidencia en la disposición a hacer, y aceptar como legítimas, ciertas transiciones inferenciales entre juicios (Bermúdez, 1998, pág. 53).

Por esta razón, no basta con que una criatura se encuentre justificada a hacer ciertas transiciones inferenciales para decir que está aplicando un concepto13. Proveer justificaciones es una cuestión de identificar y articular las razones para una clasificación, inferencia o juicio (Bermúdez, 1998, pág. 71).

En otras palabras, no sólo debe haber razones –flotando libremente que respalden los juicios clasificatorios de una criatura que utiliza conceptos; es necesario además que dichas razones sean accesibles a ella, en tanto puedan ser reconocidas y usadas para sus fines epistémicos14. Esto no significa, claro está, que la criatura debe brindar una justificación cada vez que utiliza un concepto. Lo que se exige, en cambio, es que debe

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Contra muchos filósofos de su misma tradición, Bermúdez sostiene que los animales sin lenguaje pueden tener actitudes proposicionales, como creencias y deseos. De acuerdo con esto, se puede afirmar que un mono, por ejemplo, podría estar justificado a creer que está en peligro tras haber escuchado el grito de alarma de uno de sus congéneres aun cuando él mismo no sea capaz de justificar activamente su creencia ni la conducta motivada por la amenaza en cuestión. Pueden encontrarse innumerables ejemplos de este tipo en Cheney y Seyfarth (1990). Los chimpancés, por su parte, son capaces de inferir ciertas propiedades funcionales de algunos objetos, tal como se manifiesta en la modificación y uso de objetos como herramienta. No obstante, aunque ello dé cuenta que estos simios son capaces de razonar no muestra en lo absoluto que sean capaces de justificar (Boesch y Boesch, 1990); Ver Glock (2000); Aguilera (2010). 13 Según mi lectura, Bermúdez adscribe a una noción internista de justificación; en particular, una variante accesibilista de la misma, en tanto exige que un juicio debe ser respaldado por razones de las cuales la criatura pensante ha de ser consciente. Tal como Eraña (2009) la define, para esta variante, “un estado o factor es interno a un sujeto (S) si S puede acceder a él a través de la reflexión… La idea de fondo es que los factores que determinan la justificación de una creencia son condiciones a las cuales el sujeto (S) tiene (o puede tener) acceso cognitivo directo” (p. 49). 14 Esta última condición muestra cuán exigente y, por tanto, controvertida resulta ser la noción de concepto defendida por Bermúdez, en tanto que vuelve la atribución de conceptos muy dificultosa incluso respecto de los humanos lingüísticamente competentes. P á g i n a | 69

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ser capaz de hacerlo al menos algunas veces (Davidson, 1982). Conforme con estos supuestos, el intelectualismo sostiene que una teoría de los conceptos ha de descansar en nociones de tinte epistémico, como la noción internista de justificación (Peacocke, 2004, pág. 86). Ahora bien, ¿por qué debemos incorporar una noción de justificación epistémica en una teoría sobre conceptos? Para responder esta pregunta debemos dirigirnos a la concepción de racionalidad presupuesta por este enfoque. En general, los filósofos intelectualistas entienden la racionalidad en términos de conocimiento (Rives, 2009) y no, como los cartesianos, en términos puramente sintácticos. Así, pues, la sensibilidad racional implica cosas tales como reconocer las razones para una inferencia o juicio, conocer las condiciones de aplicación de un concepto dado, etc. La noción de conocimiento, por otra parte, es entendida en términos de la aprensión explícita de proposiciones verdaderas (Stanley & Williamson, 2001; Ryle, 1949). De este modo, las nociones de conocimiento y verdad aparecen como definitorias de la noción de concepto. Veamos. Vimos que, para el intelectualismo, la aplicación de un concepto C a un objeto cualquiera, a, equivale a la realización de un juicio categórico, en el que C es uno de los componentes del contenido completo del juicio, a es C (Peacocke, 1992, pág. 16). Un contenido de este tipo, por su parte, es potencialmente evaluable como verdadero o falso. De acuerdo con Peacocke, es parte de la naturaleza de este tipo de juicios dirigirse a la verdad. Por esta razón, para cada concepto, hay una teoría de la determinación de la referencia. Una teoría de la determinación de la referencia de un concepto dado le asigna a éste un valor semántico: así pues, un concepto de objeto, tendrá como valor semántico su referente, mientras que un concepto predicativo, tendrá una propiedad como valor semántico. En consecuencia, la aceptación de los contenidos mencionados en sus condiciones de posesión –por ejemplo, A, del concepto de conjunción, A&B– resulta correcta. Consecuentemente, las prácticas de formación de creencias devienen en creencias verdaderas y, en el caso de los principios de inferencia, resultan en inferencias que preservan la verdad (Peacocke, 1992, pág. 19): Los conceptos se individúan por sus condiciones de posesión; las condiciones de posesión mencionan juicios con ciertos contenidos que contienen los conceptos; los juicios necesariamente tienen a la verdad como uno de sus fines; y la verdad de un contenido depende de la referencia de los conceptos que lo componen (Peacocke, 1992, pág. 17).

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Resumidamente, una teoría de las condiciones de posesión de conceptos va de la mano de una teoría de la determinación de la referencia, en el sentido de que las condiciones de posesión de un concepto fijan su referencia. En consecuencia, poseer un concepto, C, involucra una comprensión de qué es que algo sea su valor semántico, es decir, qué es para cualquier objeto ser una instancia de C. Dado que los juicios que forman parte de las condiciones de posesión de un concepto deben o bien ser verdaderos o bien preservar la verdad y dado que, junto con el mundo, dichas condiciones fijan un valor semántico, la comprensión de un concepto involucra conocer cuál es su valor semántico. Es a partir de esta relación entre condiciones de posesión de conceptos y conocimiento que debe entenderse la noción de racionalidad adoptada por el intelectualismo. La noción de saber qué es que algo sea el valor semántico de un concepto es importante de diversas maneras. Es importante para elucidar qué hace que una transición en el pensamiento sea racional, desde la perspectiva de la criatura pensante. Una transición es racional, desde la perspectiva de la criatura pensante, cuando ella está en posición de saber que preserva la verdad, sobre la base de su conocimiento de qué es que algo sea el valor semántico del concepto crucial o de los conceptos involucrados en la transición (Peacocke, 2004, pág. 96).

Para el intelectualismo, entonces, la noción de racionalidad no puede ser elucidada sin alusión al conocimiento. Conforme con ello y tal como lo exige la noción de justificación internista o epistémica, las razones o causas que justifican un juicio categórico deben ser conocidas por la criatura que aplica el concepto. Parafraseando a Peacocke (2004), lo que es racional depende de lo que uno sabe y parece saber. De lo anterior, se siguen dos importantes consecuencias. En primer lugar, que una criatura que posee conceptos ha de ser capaz de reconocer y evaluar sus propios estados epistémicos. En consecuencia, un requisito para la posesión de conceptos es la capacidad de tener pensamientos de segundo orden o competencias reflexivas. En segundo lugar, que el tipo de conocimiento involucrado en la posesión de conceptos ha de ser un conocimiento general acerca de las categorías conceptualizadas, que se puede separar de sus instanciaciones particulares. Dicho de otro modo, la comprensión de un concepto predicativo P involucra una comprensión de la relación de instanciación y, por consiguiente, de la cuantificación, esto es, de qué es, para cualquier objeto x, ser un caso de P o tener las propiedades referidas por P.

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Comprender la relación de instanciación involucra la noción de cuantificación: que algún x es F, o ningún x es F, o bien algún o ningún x es F. es comprender, para cualquier x, x es F si y solo si tal y tal es caso (Gibson M. I., 2004, pág. 41).

Esto brinda un gran potencial para realizar generalizaciones y para comprender y realizar transiciones inferenciales entre pensamientos sin tener en cuenta los contenidos particulares. Este modo de entender los conceptos expresa con nitidez la tesis, defendida por el intelectualismo, de que el pensamiento conceptual y la posesión de conceptos suponen contenidos mentales con una estructura proposicional. El único modo de expresar una propiedad común de modo general es decir que una propiedad común de un número de objetos es una función proposicional que se vuelve verdadera cuando cualquier de esos objetos es tomado como el valor de la variable (Russell, 1920, pág. 156. Extraída de Gibson, 2004. Las cursivas son mías).

Por último, la idea de que los conceptos involucran un conocimiento general estructurado proposicionalmente, se conecta con un modo robusto de entender un segundo requisito, conocido como el requisito de generalidad. A partir de estos dos requisitos, los intelectualistas han propuesto diferentes argumentos a favor de que (iii) las habilidades conceptuales son privativas de las criaturas lingüísticas, de modo tal que los animales no humanos terminan siendo excluidos del espacio de las razones y, por ende, del espacio de los conceptos. Ahora bien, para alcanzar la conclusión de que el lenguaje es una condición necesaria para la posesión de conceptos hacen falta aún otros pasos argumentativos. Más adelante, reconstruyo el argumento de la dependencia entre lenguaje y conceptos basado en el carácter reflexivo del pensamiento conceptual. En el capítulo 7, me ocupo de la tesis de que el requisito de generalidad sólo puede ser satisfecho por pensamientos con una estructura proposicional. Allí sostengo que este requisito puede ser satisfecho por otro tipo de estructuras que no presuponen un formato lingüístico. A los fines de ampliar mi análisis acerca del papel de la justificación epistémica en una teoría intelectualista sobre conceptos, a continuación presento con algo más de detalle la concepción de la racionalidad presupuesta por dicho enfoque.

3.2.

Sensibilidad racional “ser un animal racional es solamente tener actitudes proposicionales” (Davidson, 1982, pág. 142).

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“La mera sensibilidad a la verdad de las transiciones inferenciales que involucran a un concepto dado no es suficiente para la posesión de ese concepto. Se requiere sensibilidad racional, y la sensibilidad racional viene únicamente con la competencia lingüística” (Bermúdez, 1998, pág. 71).

Como vimos atrás, el intelectualismo se compromete con la tesis de que la posesión de conceptos requiere competencia lingüística, de modo tal que una criatura sin lenguaje no puede poseer conceptos (principio de prioridad). Esta tesis se desprende del supuesto de que tener un concepto equivale a tener habilidades clasificatorias y/o habilidades inferenciales, las cuales a su vez necesitan la capacidad para realizar juicios, particularmente, juicios categóricos. Para el intelectualismo, por otra parte, la capacidad para juzgar supone cierta sensibilidad racional, esto es, la capacidad para reconocer las razones que respaldan una inferencia o juicio. De este modo, la noción intelectualista de concepto no puede separarse de la noción de justificación epistémica. En consecuencia, la sensibilidad racional no sólo requiere que una criatura se muestre sensible hacia ciertas transiciones inferenciales sino que exige, además, que esté dispuesta a proveer, al menos algunas veces, justificaciones. Y, como “proveer justificaciones es una práctica paradigmáticamente lingüística” (Bermúdez, 1998, pág. 71), los intelectualistas concluyen que el tipo de evidencia requerida para la atribución de conceptos es fundamentalmente evidencia lingüística. Por otro lado, conforme con este enfoque, ser racional o tener sensibilidad racional equivale a ser capaz de evaluar el valor de verdad de contenidos proposicionales completos como así también el modo en que se articulan inferencialmente distintos contenidos entre sí, preservando la verdad, esto es, ser racional descansa en la capacidad para desarrollar y comprender razonamientos. Este modo de entender la racionalidad no se ve restringido a la noción de racionalidad teórica sino que se replica en la noción de racionalidad práctica, de modo tal que una acción es racional en la medida en que la criatura que la ejecuta sea –en principio capaz de dar una justificación de su conducta por medio de algún razonamiento, como el silogismo práctico aristotélico (Davidson, 1982; Brandom, 2000). Bajo este enfoque, en consecuencia, para ser racional no basta con estar provisto de actitudes proposicionales sino que hace falta, además, volverse reflexivamente sobre las proposiciones P á g i n a | 73

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involucradas15. En otros términos, el intelectualismo mantiene que, para ser racional, una criatura debe tener pensamientos de segundo orden, esto es, pensamientos sobre otros pensamientos. Entre otras cosas, ello garantiza una adecuada diferenciación entre las actitudes proposicionales mismas y los estados de cosas a los que se refieren (Camp, 2009), o bien, parafraseando a Davidson (1982), una distinción entre lo objetivo y lo subjetivo, entre el mundo y las creencias acerca de él. Esta condición impone ciertas restricciones formales, pues para dar cuenta de las relaciones inferenciales y las relaciones de justificación entre los contenidos de los juicios que una criatura puede hacer, son requeridos vehículos formalmente estructurados (Camp, 2007, pág. 147). Se ha supuesto, además, que las representaciones lingüísticas constituyen el único tipo de vehículo capaz de desempeñar este rol. Ya que, en primer lugar, se ha sostenido que sólo un lenguaje es capaz de garantizar las relaciones sistemáticas entre los contenidos mentales que son requeridas a la hora de explicar el razonamiento. Y, en segundo lugar, se ha defendido que sólo un lenguaje natural es capaz de garantizar capacidades meta-representacionales o pensamiento de segundo orden, considerados inherentes a la posesión conceptos16. Por último, se ha sostenido que sólo un lenguaje posee los elementos requeridos para la referencia objetiva o bien para individuar objetos en el pensamiento, tales como cuantificador, conectivas y predicados (Davidson, 1997; 1999; Fodor, 2008). En consecuencia, los filósofos intelectualistas han concluido que para ser racional hace falta dominar un lenguaje natural, porque sólo por este medio se puede dar cuenta tanto de las restricciones formales como de las relaciones de verdad inherentes a esta concepción de la racionalidad (Davidson, 1982).

15

Bermúdez, por su parte, separa la noción de racionalidad teórica de la noción de racionalidad práctica; la cual a su vez admite diferentes niveles, ninguno de los cuales precisa pensamiento de segundo orden ni competencia lingüística. Y considera que sin lenguaje no es posible realizar inferencias, en un sentido genuino; por lo cual los animales no humanos tendrían una proto-lógica. Sin embargo, sostiene que el tipo de sensibilidad racional requerida para tener conceptos sí es de índole intelectualizada. 16 Davidson sostiene que el lenguaje es el único medio conocido para tener conceptos de segundo orden, como el concepto creencia y el concepto de verdad, los cuales son requeridos para asegurar la separación –inherente a los conceptos– entre el pensamiento y el mundo (Davidson, 1982). Bermúdez, en cambio, defiende que el lenguaje es el único tipo de vehículo que da lugar al pensamiento de segundo orden, en tanto capaz de representar los rasgos estructurales del pensamiento, esto es, su estructura canónica (Bermúdez, 2010; 2006). P á g i n a | 74

Intelectualismo

Es importante notar que quienes adhieren a este enfoque consideran que hay un vínculo conceptual entre lenguaje y conceptos, no en el sentido de que el único tipo de evidencia que da cuenta de la satisfacción de estas condiciones es lingüística, sino en el sentido de que no es posible tener conceptos a menos que se tenga un lenguaje. A continuación, me centraré en uno de los argumentos destinado a mostrar que el lenguaje es una condición necesaria para la posesión de conceptos. Éste descansa en la tesis de que para tener pensamiento conceptual, una criatura debe ser capaz de pensar en sus propios pensamientos, esto es, debe tener pensamientos de segundo orden. Existen diferentes variantes de este argumento (Davidson, 1982; Brandom, 2000; McDowell, 1994). En lo que sigue, me focalizaré en una versión reciente, propuesta en diversos lugares por José Luis Bermúdez (1995, 1998, 2010). Según este autor, el pensamiento de segundo orden requiere ascenso semántico, esto es, pensar acerca de nuestras palabras. Por lo cual, si el pensamiento conceptual es esencialmente reflexivo, el contenido conceptual depende de dominar un lenguaje natural. Los intelectualistas han defendido la tesis de la dependencia lingüística de los conceptos a partir del carácter sistemático y el carácter reflexivo del pensamiento conceptual. Pese a ello, en lo que sigue, me ocupo separadamente del argumento basado en la reflexividad. En efecto, de la sistematicidad se sigue una tesis –en cierto sentido mucho más débil, a saber que para tener conceptos o hacer inferencias se necesita de algún tipo de vehículo estructurado constitutivamente, pero ello puede ser independiente de la competencia lingüística. Alguien que defienda alguna variante de la hipótesis del lenguaje del pensamiento podría negar que la reflexividad es un rasgo esencial del pensamiento y, por tanto, podría separar las nociones de conceptos y justificación epistémica y mantener, al mismo tiempo, que sólo un lenguaje puede dar cuenta de la “promiscuidad inferencial” propia del pensamiento conceptual17.

17

Me centraré en esta última alternativa recién en el capítulo 7.

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Capítulo 3

3.3.

Posesión de conceptos y la tesis de la dependencia lingüística18 Solo podemos pensar acerca de pensamientos pensando acerca de palabras. Dado que el pensamiento conceptual es fundamentalmente reflexivo, esto establece la conclusión deseada de que el contenido conceptual es dependiente del lenguaje (Bermúdez, 2010, pág. 45).

La existencia de una relación de dependencia entre lenguaje y conceptos ha sido defendida por muchos filósofos a lo largo de la historia. A su favor se han formulado diversos tipos de argumentos. En esta sección, me centro en una de las tesis en las cuales se han apoyado numerosos filósofos defensores del enfoque intelectualista, a saber, la tesis de que para tener pensamiento conceptual una criatura debe ser capaz de volverse sobre sus propios pensamientos, esto es, debe tener pensamientos de segundo orden. En particular, me focalizaré en una versión propuesta por José Luis Bermúdez en “Two Arguments for the Language-Dependence of Conceptual Thought”. Una de las razones para centrarme en la propuesta de este autor es que, si bien encarna una concepción intelectualista de los conceptos, al mismo tiempo, posee una teoría del pensamiento animal. Pues, como ya lo he mencionado, Bermúdez es un defensor de la noción de contenidos no-conceptuales y de su aplicación a criaturas no-lingüísticas. La propuesta general de Bermúdez intenta nuclear –no sin algunas tensiones– dos perspectivas aparentemente divergentes sobre el pensamiento: una, de corte naturalista, compatible con desarrollos empíricos de las ciencias cognitivas y otra, que puede ser entendida en términos de un fuerte compromiso con el intelectualismo. Conforme con ello, la tesis de que el pensamiento animal es no-conceptual depende de aceptar simultáneamente: a) la tesis de que la atribución de estados mentales es imprescindible para explicar la conducta animal (Bermúdez, 1998; 2003); b) el principio de prioridad, según el cual “las habilidades conceptuales no son accesibles a criaturas sin lenguaje” (1998, pág. 192) y c) el principio de autonomía, que dice que los contenidos no-conceptuales son independientes de la posesión de conceptos (Bermúdez,

Parte de las ideas aquí expuestas fueron desarrolladas en “Posesión de conceptos y su dependencia del lenguaje”, presentado en el I° Coloquio sobre conceptos y percepción. Villa General Belgrano, 26 de noviembre de 2010. 18

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Intelectualismo

1998)19. De esta manera, Bermúdez rechaza la tesis –ampliamente aceptada por la tradición analítica– de que la atribución de estados mentales es inseparable de la atribución de conceptos, manteniendo al mismo tiempo la tesis de que la posesión de conceptos depende de tener lenguaje (Davidson, 1982; Brandom, 2000; McDowell, 1994). Originalmente, la noción de contenido no-conceptual fue propuesta para dar cuenta de ciertos rasgos fenoménicos del contenido la experiencia perceptual, como la fineza de grano, que parecían avalar la tesis de que el contenido de la percepción no estaba determinado por los conceptos poseídos por el perceptor (Heck Jr., 2007; Bermúdez, 2007; Peacocke, 2001; 1992). Sin embargo, Bermúdez propone extender su uso para dar cuenta del contenido representacional de diversos estados y procesos, como la experiencia de los niños pre-lingüísticos, la experiencia perceptiva, los procesos subpersonales y el pensamiento animal. Para justificar un rango de aplicaciones tan heterogéneo, Bermúdez propone una noción de representación, aplicable tanto a los contenidos conceptuales como a los no-conceptuales (1995; 1998). De acuerdo con esta propuesta, la atribución de estados representacionales es inherente a la explicación de conductas intencionales, aquéllas en las que la conexión entre los estímulos sensoriales y las respuestas conductuales no puede ser subsumida bajo una explicación nómica. Por otra parte, para que un estado sea representacional debe satisfacer el “criterio de integración cognitiva”, esto es, su contenido debe integrarse con el contenido de otros estados cognitivos de la criatura, ya sean representacionales y/o motivacionales. Esta condición exige además que el contenido tenga una estructura composicional, esto es, que pueda descomponerse en elementos constitutivos que luego puedan ser recombinados con elementos de otros estados representacionales. Por último, para que un estado mental sea genuinamente representacional debe ser susceptible a la representación errónea.

19

Si bien, en un primer momento, Peacocke (1992) negó que los contenidos no conceptuales pudieran darse con independencia de los conceptuales, posteriormente admitió junto a Bermúdez que los animales podían tener contenidos metnales no-conceptuales, adhiriendo de esta manera al principio de autonomía (Peacocke, 2001). P á g i n a | 77

Capítulo 3

Dado que la noción de contenido descansa en una noción de representación lo suficientemente general y abstracta como para abarcar fenómenos mentales tan variados, la noción de contenido no-conceptual ya no puede ser definida en términos fenoménicos20. Se define, en cambio, negativamente, en contraposición a los contenidos conceptuales: mientras que los contenidos conceptuales son estados representacionales complejos constituidos por conceptos, los contenidos no-conceptuales, en cambio, no necesitan estar constituidos por los conceptos involucrados en la especificación de dicho contenido. En consecuencia, dado que la posesión de conceptos requiere lenguaje, el contenido del pensamiento animal es no-conceptual, en virtud de no satisfacer los requisitos para la posesión de conceptos, tales como la reflexividad y la recombinabilidad global21. Bermúdez ha presentado razones a favor de la tesis de que la posesión de conceptos requiere competencia lingüística en diversos lugares (Bermúdez, 1995, 1998). En “Two Arguments for the Language-Dependence of Conceptual Thought”, Bermúdez presenta un argumento a favor de la dependencia entre lenguaje y conceptos que consta de dos premisas: primero, la posesión de conceptos requiere pensamientos de segundo orden; segundo, el pensamiento de segundo orden requiere un lenguaje natural. Estas premisas conducen finalmente a la conclusión de que la posesión de conceptos depende de tener competencia lingüística. Las motivaciones para aceptar la primera premisa pueden rastrearse en su libro The Paradox of Self Consiousness, TPoSC. Sin embargo, las razones allí presentadas a favor de la conexión entre el carácter reflexivo del pensamiento conceptual y el lenguaje natural no son muy claras. La segunda premisa se articula con sus intentos por caracterizar el pensamiento animal y, al mismo tiempo, delimitar su alcance y diferenciarlo del pensamiento humano. En Thinking without

20

En la misma dirección que Bermúdez, Heck distingue los contenidos no-conceptuales a partir del tipo de vehículo representacional y sostiene que el argumento de la riqueza, comúnmente usado por los no-conceptualistas, no permite diferenciar adecuadamente los contenidos conceptuales de los no conceptuales (Heck Jr., 2007, pág. 119). Similarmente, Fodor ancla la noción de contenido no conceptual a la distinción entre representaciones lingüísticas y pictóricas (Fodor, 2008). Sin embargo, como sostengo en la tercera parte de esta tesis, la noción de conceptos es transversal a la distinción entre contenidos proposicionales y no proposicionales así como a la distinción entre representaciones lingüísticas y nolingüísticas. 21 Podría suponerse que esta tesis nos compromete con una concepción instrumentalista o intérprete-dependiente del pensamiento animal. Sin embargo, la atribución de contenidos no conceptuales debe ser entendida de modo realista. Aun cuando el contenido atribuido no está constituido por conceptos, implica literalmente que los animales tienen estados representacionales. P á g i n a | 78

Intelectualismo

Words, TwW, y “Mindreading in the Animal Kingdom”, el autor admite que en tanto puedan

tener

representaciones

del

entorno,

los

animales

tienen

actitudes

proposicionales, no obstante, sostiene que la capacidad para pensar acerca de otros pensamientos es exclusiva de las criaturas con lenguaje natural. Esta segunda línea argumentativa se apoya en un modo de entender las habilidades inferenciales y la capacidad para leer de mentes, tal como éstas se manifiestan en criaturas con lenguaje. En TwW, Bermúdez sostiene explícitamente que su teoría del pensamiento animal (así como esta segunda línea argumentativa) es independiente de la distinción, propuesta en TPoSC, entre contenidos conceptuales y contenidos no-conceptuales. Sin embargo, en su trabajo de 2010, estas dos líneas argumentativas se fusionan, otorgándole mayor precisión a la tesis de la dependencia entre lenguaje y conceptos. No obstante, es posible que esta fusión se encuentre lejos de ser llevada a cabo sin ningún tipo de inconveniente. Lurz, por ejemplo, en relación con el argumento a favor de que las criaturas sin lenguaje son incapaces de tener pensamientos de segundo orden, señala que se puede construir un argumento paralelo contra la idea, defendida por Bermúdez (2003), de que los animales sin lenguaje pueden entablar formas rudimentarias de razonamiento (Lurz, 2007). De cualquier modo, aun cuando desde el punto de vista formal el argumento resulta incuestionable, las premisas resultan controvertidas para quien no comparte la concepción general de los conceptos, defendida por Bermúdez. Esto es así incluso para aquéllos que, como Bermúdez, defienden la existencia de una dependencia entre lenguaje y conceptos. Si bien muchos autores coinciden en que los conceptos requieren vehículos lingüísticos no todos están dispuestos a aceptar que esos vehículos puedan ser personales y pertenezcan al lenguaje natural (Fodor & Pylyshyn, 1988). Hay, por otro lado, autores que defienden una dependencia entre conceptos y lenguaje natural, pero movidos por razones diferentes a las de Bermúdez (Davidson, 1982; Brandom, 2000; Clark, 1998; Dennett, 2000)22.

22

Davidson, por su parte, sostiene que sólo en una comunidad lingüística tenemos acceso a los conceptos de verdad y falsedad, requeridos por el carácter normativo de los conceptos. Brandom considera que sin “llevar la cuenta discursiva”, es decir, sin volverse reflexivamente sobre las prácticas discursivas mismas, los contenidos proposicionales no podrían tener condiciones de verdad objetivas. P á g i n a | 79

Capítulo 3

Por último, resulta mucho menos claro que debamos aceptar la premisa, sobre la cual éste se asienta, de que el pensamiento de segundo orden es un requisito para poseer conceptos. En otras palabras, aun cuando se conceda que “el ascenso intencional requiere una forma de ascenso semántico” (Bermúdez, 2010, pág. 6), ¿por qué aceptar el mismo punto de partida adoptado por Bermúdez? Sin embargo, Bermúdez no parece estar interesado en defender esta premisa. En efecto, recientemente ha sostenido que quien no esté convencido de que el pensamiento conceptual es esencialmente reflexivo puede relativizar su argumento a las formas más elevadas de pensamiento conceptual (Bermúdez, 2010, pág. 44). Pero, en tal caso, la adopción de esta condición podría considerarse, cuando menos, arbitraria si lo que nos interesa es la posesión de conceptos per se (y no sólo sus manifestaciones más elevadas). Sostiene, sin embargo, que su caracterización delimita una importante clase natural epistémica, sin importar si refleja el uso filosófico habitual de “concepto” ni qué otro tipo de etiqueta le adosemos. Pero entonces habría que ver si esta caracterización resulta lo suficientemente inclusiva e iluminadora respecto del papel cognitivo de los conceptos o bien si, por el contrario, excluye buena parte de nuestros pensamientos conceptuales. Reconstruyo el argumento de Bermúdez en las siguientes secciones. Primero, presento el argumento global, mostrando las motivaciones de cada una de sus premisas. Luego, en la otra sección, me centro en el argumento según el cual el pensamiento de segundo orden requiere vehículos lingüísticos. 3.3.1. Sobre el carácter reflexivo del pensamiento conceptual El argumento de Bermúdez (2010) puede reconstruirse del siguiente modo: 1. El pensamiento conceptual es esencialmente reflexivo. a. Si el pensamiento conceptual es esencialmente reflexivo, involucra pensamientos de segundo orden, esto es, pensamientos que tienen como objeto otros pensamientos.

Clark y Dennett, por su parte, sostienen que por medio de las palabras nuestro pensamiento cobra el carácter de objeto saliente de modo tal que podemos volvernos sobre él (Dennett, 2000; Clark, 1998). P á g i n a | 80

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2. Sólo podemos pensar acerca de otros pensamientos pensando acerca de palabras. El pensamiento de segundo orden –o ascenso intencional requiere una forma de ascenso semántico. a. :. Para tener pensamiento conceptual debemos ser capaces de pensar acerca de palabras de un lenguaje natural. 3. :. El pensamiento conceptual depende de la competencia lingüística. La premisa 1 establece que las criaturas con pensamiento conceptual tienen que ser capaces de reflexionar sobre sus propios pensamientos. Esto es, deben ser capaces de tener pensamientos que tengan como objeto otros pensamientos. De acuerdo con Bermúdez, esto significa que es necesaria una comprensión reflexiva de a) las relaciones lógicas entre pensamientos, b) las relaciones de evidencia entre creencias, percepciones y pensamientos y c) las relaciones de justificación entre pensamientos y acciones (Bermúdez, 2010, pág. 44). Esta exigencia, así especificada, pone de manifiesto el compromiso de Bermúdez con el enfoque intelectualista, tal como ha sido caracterizado en secciones anteriores. De acuerdo con la concepción de los conceptos defendida por este autor, i) los conceptos se individúan –al menos parcialmente– en virtud de su rol inferencial, esto es, en virtud de la contribución al poder inferencial de las proposiciones en las que aparece (Bermúdez, 1995) y ii) la maestría en un concepto involucra la comprensión de su rol inferencial (Bermúdez, 1998, pág. 67; 2010): La maestría de un concepto está ligada a la comprensión de su rol inferencial, donde el rol inferencial de un concepto puede ser entendido en términos de su contribución a los poderes inferenciales de las proposiciones en las que aparece (Bermúdez, 1998, pág. 67).

La tesis (i) evidencia el compromiso de Bermúdez con una concepción pragmatista de los conceptos, según la cual un concepto se individúa conforme sus condiciones de posesión, esto es, en términos de las capacidades requeridas para su posesión. En particular, conforme la teoría de Bermúdez, las condiciones de individuación de un concepto no están dadas –al menos no exclusivamente por los objetos a los que el concepto refiere. Por el contrario, un concepto se individúa conforme a su papel inferencial en el contenido de los pensamientos en los que aparece. La condición (ii), por otra parte, exige algún tipo de acceso epistémico a las condiciones de individuación de los conceptos, esto decir, que la criatura tenga algún tipo de comprensión del rol P á g i n a | 81

Capítulo 3

inferencial de los conceptos que forman parte de los contenidos de sus juicios. No es, sin embargo, en sentido estricto, solamente la condición (ii) la que pone de manifiesto el compromiso con una variante pronunciada de internismo. Mi hipótesis es que el fuerte internismo adoptado por este autor proviene de su compromiso con una noción intelectualista de justificación epistémica (Destéfano, 2009). Bermúdez entiende las capacidades inferenciales, mencionadas en la condición (i), en términos de la capacidad para brindar justificaciones. Y proveer justificaciones involucra el reconocimiento explícito de las razones o causas de los juicios o inferencias que se realizan. Los casos paradigmáticos de inferencia son actos conscientes y reflexivos, y aunque muchas de las inferencias que hacen los usuarios maduros de conceptos son inconscientes e irreflexivas, son ejercicios de capacidades que podrían ser conscientes y reflexivas (Bermúdez, 1998, pág. 70). Proveer justificaciones es una cuestión de identificar y articular las razones para una cierta clasificación, inferencia o juicios (Bermúdez, 1998, pág. 71).

Pero el reconocimiento de las razones o causas que habilitan un juicio es necesario siempre y cuando aceptemos que hay un fuerte vínculo entre la realización de inferencias y su justificación epistémica. En tanto, la noción de justificación epistémica implica que “sólo las creencias u otros estados internos al sujeto sirven para determinar cuándo está justificada una creencia” (Eraña, 2009, pág. 47), la misma presupone una concepción internista de la justificación. Por otra parte, si los conceptos se individúan conforme el papel que juegan en juicios o en pensamientos es decir, en contenidos completos y su posesión requiere ser capaz de hacer las transiciones inferenciales adecuadas, es claro que su carácter reflexivo implica tener pensamientos de segundo orden. Pues, la reflexividad aquí implica que para poseer y usar conceptos una criatura debe conocer las relaciones inferenciales entre los contenidos completos en los que el concepto aparece y otros contenidos proposicionales. Por ejemplo, una criatura que posea el concepto PERRO debe ser capaz de inferir que si x es un PERRO, x es un MAMÍFERO o x es una MASCOTA; si posee el concepto SILLA y reconoce que z es una SILLA, se sienta en ella (si así lo desea), etc. En otras palabras, la reflexividad implica que, para tener conceptos, una criatura debe ser capaz de representar sus pensamientos y sus relaciones inferenciales. Esto da lugar a la premisa 2. Sintetizando, la premisa 1 se asienta en la concepción de los conceptos inferencialista e internista presupuesta por Bermúdez. En tanto esta concepción supone que la “genuina” realización de inferencias involucra la capacidad para su justificación P á g i n a | 82

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epistémica y, por tanto, la capacidad para volverse reflexiva y conscientemente sobre los juicios realizados, tener un concepto involucra la representación explícita de sus condiciones de individuación, lo que finalmente da lugar a la premisa 2. Este es el modo en que, a mi entender, hay que leer el argumento propuesto en Bermúdez (2010). En TPoSC, Bermúdez da por sentado que el carácter reflexivo y consciente de las capacidades inferenciales que forman parte de las condiciones de posesión de conceptos es suficiente para determinar un “vínculo constitutivo” entre la competencia lingüística y la posesión de conceptos: Una clara comprensión de la base para trazar un contraste nítido entre las genuinas inferencias y la sensibilidad a la verdad de las transiciones inferenciales soporta la idea de que hay un vínculo constitutivo entre el dominio lingüístico y el dominio conceptual (Bermúdez, 1998, pág. 70).

Este vínculo se asienta en el supuesto de que la justificación verbal es la única evidencia que puede dar cuenta de que una criatura reconoce explícitamente las razones o causas de los juicios e inferencias que realiza. Sin embargo, se necesitan otras razones para pasar del reconocimiento de las razones que justifican un juicio o transición inferencial –es decir, de la justificación epistémica a la justificación verbal. A continuación, veremos el argumento diseñado por Bermúdez para mostrar que el pensamiento de segundo orden requiere competencia lingüística. 3.3.2. Ascenso semántico La tesis de la dependencia lingüística de los conceptos descansa en una serie de subargumentos destinados a probar que “el ascenso intencional requiere ascenso semántico”, esto es, que el pensamiento de segundo orden requiere pensar acerca de palabras de un lenguaje natural. Bermúdez ha desarrollado esta vía argumentativa en distintos lugares, a los fines de mostrar el alcance y los límites del pensamiento animal, por un lado, y la importancia cognitiva del lenguaje, por el otro (Bermúdez, 2003; 2009). Si el argumento de Bermúdez es correcto, tener un lenguaje natural sería una condición necesaria no sólo para la posesión de conceptos sino también para otras competencias cognitivas que en principio también involucran pensamiento de segundo orden en el sentido explicitado arriba. La tesis de Bermúdez de que el ascenso intencional requiere ascenso semántico cuestiona numerosas investigaciones en psicología comparada que sugieren que algunos P á g i n a | 83

Capítulo 3

primates son capaces de realizar lectura de mentes, es decir, que pueden leer estados mentales de otros individuos (Call & Tomasello, 2008; Call, Hare, Carpenter, & Tomasello, 2004; Hare, Call, Agnetta, & Tomasello, 2000). A la inversa, la credibilidad de estas investigaciones debilitaría la tesis de que el pensamiento de segundo orden requiere competencia lingüística. Pero el argumento de Bermúdez parece impermeable a este tipo de crítica, pues niega a priori que sin lenguaje se pueda pensar acerca de actitudes proposicionales. En consecuencia, quien quiera defender que los animales tienen la capacidad de leer otras mentes tendrá que obturar la conclusión de su argumento, pues la presentación de evidencia empírica no parece suficiente para mostrar que los animales pueden tener pensamientos de segundo orden23. Este argumento, que va del pensamiento de segundo orden al ascenso semántico, puede reconstruirse del siguiente modo: 1. Para tener pensamientos acerca de otros pensamientos debemos ser capaces de representar un pensamiento de primer orden, que es objeto del pensamiento de orden superior. a.

Un pensamiento de segundo orden involucra una comprensión explícita de las condiciones de individuación del pensamiento de primer orden hacia el cual se dirige (Bermúdez, 2010, pág. 47).

b.

Para representar un pensamiento de primer orden necesitamos un vehículo de nivel personal (Bermúdez, 2010, pág. 45; 2003, pág. 159).

2. El pensamiento se individúa, al menos parcialmente, por su rol inferencial. 3. El rol inferencial de un pensamiento depende de sus rasgos estructurales. 4. :. La representación del pensamiento sobre el cual versa el pensamiento de segundo orden debe ser de nivel personal y debe reflejar de un modo perspicuo la estructura del pensamiento de primer orden. En particular, debe tener una estructura canónica (Bermúdez, 2010, págs. 45, 47; 2003, pág. 159). Por 2, 3 y 4. 5. Un vehículo de nivel personal puede ser lingüístico o analógico.

23

Nótese que el que la evidencia empírica sobre lectura de mentes no resulte suficiente para refutar el argumento de Bermúdez no significa que sea irrelevante e inocua a la hora de ponderar dicho argumento. No obstante, quiero acentuar que la misma debe ser respaldada por desarrollos conceptuales. P á g i n a | 84

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6. Dado que las representaciones analógicas no tienen una estructura canónica, entonces no pueden reflejar adecuadamente la estructura de un pensamiento. 7. :. Sólo los enunciados del lenguaje natural pueden hacer accesible la estructura canónica de un pensamiento de modo tal que permita comprender su rol inferencial. De acuerdo con 1 y 2, el tipo de pensamiento al que Bermúdez se refiere debe reflejar lo que denomina una “dinámica cognitiva de segundo orden”, DC2O, expresión que toma de Andy Clark (1997): Los pensamientos reflexivos consisten en tener en la mente pensamientos como objeto– contemplarlos conscientemente y considerar cómo se relacionan entre sí lógica y evidencialmente (Bermúdez, 2003, pág. 159). Por dinámica cognitiva de segundo orden, me refiero a un manojo de capacidades poderosas que involucran auto-evaluación, auto-crítica y respuestas correctivas finamente elaboradas. Esto incluye: reconocer un error en nuestro propio plan o argumento y dedicar más esfuerzo cognitivo para arreglarlo, reflexionar sobre la poca fiabilidad de nuestro propio juicio inicial en ciertos tipos de situaciones y, como resultado, proceder con especial precaución, vislumbrar por qué llegamos a una conclusión particular apreciando las transiciones lógicas en nuestro propio pensamiento, pensar acerca de las condiciones bajo las cuales pensamos mejor y tratar de reproducirlas (Clark, 1997, págs. 208. Extraída de Bermudez, 2003, pág. 166).

Ejemplos paradigmáticos de una DC2O son “aquéllos [pensamientos] en los que se consideran y evalúan de modo consciente inferencias deductivas o inductivas, en términos de validez y soporte probabilístico” (Lurz, 2007, pág. 276). Involucran una “regulación y control consciente de los propios pensamientos” (Bermúdez, 2003, pág. 159). A favor de esta tesis, Bermúdez alude a la idea de que el pensamiento requiere tener un acceso epistémico a los objetos a los cuales se dirige: Cualquier criatura pensante capaz de tener un pensamiento de orden superior dirigido a un pensamiento particular debe tener alguna comprensión de las condiciones de individuación del objeto de su pensamiento (Bermúdez, 2010, pág. 46). Este requisito no es en sentido alguno peculiar a los pensamientos de orden superior. Es sólo una aplicación del requisito general de que para pensar acerca de algo uno debe tener algún tipo de ‘acceso cognitivo’ que le permita elegir esa cosa. Uno debe ser capaz de individuarla en el pensamiento (Bermúdez, 2010, pág. 46).

Esta tesis ha sido bautizada por Evans como principio de Russell. Si bien originariamente fue formulado para pensamientos de primer orden acerca de particulares e individuos, no hay razones para suponer que este principio no pueda extenderse también a los pensamientos de segundo orden:

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Capítulo 3

Los requisitos sobre los pensamientos de orden superior no son diferentes en cuanto a su motivación o interés de los requisitos sobre los pensamientos de orden inferior. En ambos casos, provienen del requisito de que uno debe tener un acceso epistémico a qué es aquello en lo que uno piensa. Lo que es diferente en los dos casos es simplemente el objeto del pensamiento. En un caso es un estado de cosas en el mundo. En el otro caso es un pensamiento acerca de ese estado de cosas (Bermúdez, 2010, pág. 46).

De acuerdo con la lectura de Evans, este principio exige que para tener pensamientos particulares es necesario tener un conocimiento discriminador del objeto al que el pensamiento se refiere, que permita distinguir el objeto al que se dirige el pensamiento de cualquier otra cosa (Evans, 1982, pág. 89)24. Bermúdez, por su parte, considera que este principio exige una representación explícita de las condiciones de individuación del objeto sobre el cual versa el pensamiento (2010, pág. 47). La exigencia de que el pensamiento reflexivo involucra una DC2O depende, por otra parte, del modo en que Bermúdez considera que se individúa el pensamiento. Dado que, tal como sostiene la premisa 2, Bermúdez considera que el pensamiento se individúa en términos inferenciales, luego, por el principio de Russell, debemos tener un acceso epistémico (o conocimiento discriminador) acerca del rol inferencial del pensamiento de primer orden sobre el cual versa el pensamiento de segundo orden. En otras palabras, debemos tener un “acceso directo y consciente” a las relaciones lógicas y evidenciales que individúan el pensamiento de primer orden. Dado que no hay un sentido en el que seamos conscientes de los vehículos subpersonales del pensamiento – salvo cuando teorizamos sobre ellos, el pensamiento de primer orden debe ser representado por un vehículo personal (Bermúdez, 2010, pág. 45; 2003, pág. 159; 2009, pág. 163). La premisa 3, por su parte, recoge la idea de que “entendemos las inferencias en términos formales –en términos de reglas que operan sobre representaciones en virtud de su estructura”

(Bermúdez, 2003, pág. 111). En principio, esta tesis no es

problemática, pues supone que el razonamiento –por ejemplo, AB; A, entonces B– preserva la verdad teniendo en cuenta reglas sintácticas de transformación y sin importar los contenidos específicos –en este caso, de A y B respectivamente. 4 es una

24

Algunas de las ideas presentadas en relación al inferencialismo y el principio de Russell fueron gestadas durante diferentes discusiones con Darío Scattolini. Cualquier superposición con su trabajo, entonces, no es casual. Ver Scattolini (manuscrito). P á g i n a | 86

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consecuencia de las anteriores premisas: 1 a 3 implican que el pensamiento de segundo orden debe representar explícitamente su objeto de pensamiento, esto es, la estructura del pensamiento de primer orden que representa. El problema es que 3 y 4 implican que para tener pensamientos de segundo orden, y por tanto conceptos, una criatura debe tener un conocimiento explícito no sólo del rol inferencial de un pensamiento sino también de las reglas de inferencia: Trazar inferencias requiere comprender las reglas generales de inferencia y reconocer que su aplicación es apropiada en una situación dada (Bermúdez, 1998, pág. 70).

La premisa 6 niega que los sistemas analógicos puedan representar los rasgos estructurales del pensamiento y, por tanto, resultan inútiles para representar las condiciones de individuación de otros pensamientos. Además, las premisas 2, 3 y 6 tienen implicancias para los pensamientos de primer orden, pues Bermúdez sostiene que “no tenemos una teoría de transiciones inferenciales entre pensamientos que no tengan vehículos lingüísticos” (Bermúdez, 2003, pág. 111). Es decir, según este autor, no se pueden explicar las propiedades estructurales del pensamiento –ya sea de primer o segundo orden por medio de vehículos no lingüísticos. Siguiendo a Fodor (1975, 2008) y a Braddon-Mitchell y Jackson (1996), Bermúdez argumenta que las representaciones pictóricas no tienen una estructura canónica, mientras que las representaciones lingüísticas, sí. El argumento finalmente conduce a la conclusión de que los vehículos necesarios para tener pensamientos de segundo orden deben pertenecer a un lenguaje natural, puesto que sólo el lenguaje natural provee vehículos lingüísticos y, a la vez, personales. Si bien el argumento es correcto, las premisas no tienen todo el respaldo que Bermúdez necesita para que resulte persuasivo. A continuación, presento algunas líneas de crítica. No obstante, no desarrollaré mi argumento principal sino hasta los capítulos 5 y 7.

3.4.

Problemas del argumento de Bermúdez

Uno de los rasgos más atractivos de la propuesta de Bermúdez radica en que, en contraste con otros exponentes del intelectualismo, ella resulta permeable a investigaciones de las ciencias cognitivas sin abandonar, por ello, los recursos explicativos ofrecido por la tradición analítica; por otro lado, no sólo ofrece una teoría P á g i n a | 87

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completa del pensamiento animal sino también provee recursos de diversa índole para diferenciar formas no lingüísticas de pensamiento de las manifestaciones más complejas del pensamiento humano. No obstante, el equilibrio entre esta doble apuesta se vuelve precario, en mi opinión, debido al sólido apego a una concepción de los conceptos fuertemente intelectualista. Para concluir con este capítulo, a continuación, presento algunas líneas de crítica contra el argumento de la dependencia lingüística de los conceptos, tal como ha sido formulado por Bermúdez: En primer lugar, la premisa 4, entendida en términos del principio de Russell, supone que debemos tener un acceso epistémico esto es, debemos ser conscientes a los objetos de nuestro pensamiento. Bermúdez admite que, cuando pensamos, “todo tipo de cosas suceden fuera del umbral de la consciencia”. En particular, admite que alguna versión de la hipótesis del lenguaje del pensamiento podría ser verdadera. Bermúdez sostiene, sin embargo, que hay una diferencia entre pensar acerca de pensamientos y pensar acerca de la “maquinaria” o vehículos sub-personales del pensamiento. El problema es que, esta diferencia no implica además que necesitemos vehículos externos o personales para tales pensamientos. Se sigue, en cambio, que el contenido de lo que pensamos ha de ser consciente y de nivel personal. Pero si esto es así, como bien señala Lurz (2007), el argumento de Bermúdez incurre en una confusión entre vehículos y contenidos. Por otro lado, el principio de Russell podría ser leído de otra manera, pues si un conocimiento implícito de los objetos de nuestros pensamientos [de primer orden] es suficiente a los fines de pensar en ellos, no es necesario ingresar en una dinámica cognitiva de segundo orden a los fines de tener pensamientos reflexivos. En segundo lugar, hay razones empíricas para pensar que algunas criaturas incluso lingüísticas, aun cuando son incapaces de leer otras mentes, realizan inferencias e incluso reflexionan sobre sus propios razonamientos sin un conocimiento explícito de las reglas de inferencias ni tampoco son conscientes de las transiciones inferenciales que realizan. En esta dirección, Burge distingue una competencia mínima para pensar y conectar pensamientos en una estructura lógica y una competencia metarepresentacional para entender lo que uno está haciendo cuando está razonando: Para que un individuo entable un razonamiento proposicional deductivo, el razonamiento del individuo debe depender de la forma y el contenido del pensamiento del individuo. El razonamiento debe instanciar patrones de inferencia deductiva y ha de ser explicado correctamente en términos de esos patrones. Pero tener conceptos de verdad, ser capaz de pensar P á g i n a | 88

Intelectualismo

acerca de los contenidos y ser capaz de pensar una semántica para los razonamientos propios son otras cuestiones (Burge, 2010, pág. 55). Para entablar inferencias proposicionales... es suficiente que las transacciones psicológicas del individuo sean correctamente explicadas como inferencias proposicionales bajo principios lógicos y reglas de inferencia (Burge, 2010, pág. 56).

Bermúdez debilita su posición y dice que lo que en realidad se requiere es que dichas prácticas puedan ser explicitadas en forma consciente (2009). Pero, al sostener que el conocimiento implícito de las reglas lógicas y sus condiciones de aplicación depende de su conocimiento explícito, debilitar su posición de esta manera no permite sortear este problema (Bermúdez, 1998, pág. 70). Si este argumento es correcto, se puede aceptar que tener un concepto es tener habilidades inferenciales y negar que los conceptos involucren pensamientos reflexivos. En tercer lugar, hay sistemas no lingüísticos que, sin embargo, tienen una estructura formal capaz de explicar ciertos tipos de transiciones inferenciales. Los sistemas cartográficos y los diagramáticos, por ejemplo, comparten algunas propiedades estructurales con los sistemas lingüísticos. Estos sistemas son sistemas isomórficos pero, a diferencia de las representaciones icónicas, el parecido con lo representado es formal y abstracto. No me interesa defender la tesis de que este tipo de vehículos sea adecuado para tener pensamientos de segundo orden. Sin embargo, creo que si nos restringimos al pensamiento de primer orden, no habría razones a priori para concluir que requiere vehículos lingüísticos, ni personales ni subpersonales. Mucho más problemática resulta la tesis acerca del carácter reflexivo del pensamiento conceptual, que es la que permite ensamblar la concepción de Bermúdez de los conceptos (1998) con el argumento sobre la dependencia lingüística del pensamiento de segundo orden. Aunque aceptemos que el pensamiento de segundo orden involucra competencia lingüística, ¿por qué habríamos de aceptar que la posesión de conceptos requiere pensamiento de segundo orden? En el capítulo 5 me ocupo de esta cuestión. En primer lugar, propongo dos condiciones para tener conceptos, ninguna de las cuales requiere tener pensamientos de segundo orden. En segundo lugar, sostengo que la concepción de Bermúdez tiene algunas dificultades o al menos algunas carencias para dar cuenta del principio de Russell. Paralelamente, sostengo que la caracterización del pensamiento animal en términos de contenidos no-conceptuales es incompatible con abundante evidencia empírica que muestra que los primates son capaces, por ejemplo, P á g i n a | 89

Capítulo 3

de identificar a sus congéneres y, por consiguiente, pueden almacenar información sobre un individuo y utilizarla de un modo flexible y novedoso en posteriores encuentros con el individuo. Finalmente, en el capítulo 7, sostengo que algunos sistemas cartográficos pueden servir para dar cuenta de ciertas características formales del razonamiento animal. En suma, hay una manera alternativa de entender la realización de inferencias –y por consiguiente, el rol inferencial de los conceptos– que no presupone pensamiento de segundo orden ni vehículos lingüísticos.

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CAPÍTULO 4

4. ENFOQUE MINIMALISTA Denominaré concepciones minimalistas de los conceptos a aquéllos enfoques que afirman que tener conceptos involucra habilidades representacionales muy básicas, 1

que no necesariamente requieren lenguaje (Millikan 2000) . Este enfoque ha sido motivado, en parte, por diversas teorías e investigaciones empíricas realizadas en los últimos años en disciplinas como la biología, la etología cognitiva, la psicología comparada, la psicología del desarrollo, la antropología evolutiva, etc., las cuales han puesto de manifiesto la necesidad de explicar el comportamiento animal y los procesos de aprendizaje infantil en términos mentalistas, haciendo referencia a capacidades cognitivas subyacentes (Cheney y Seyfarth 1900, 2007, Spelke 1990). Entre otras fuentes de influencia, se destacan ciertos desarrollos teóricos provenientes de teorías psicológicas de la percepción que han enfatizado que no es posible trazar un corte nítido entre percepción y cognición (Gibson J. J., 1979; Noë, 2004; Millikan, 1995; Hurley, 2001; 2001a); así como algunas teorías de la racionalidad, provenientes de la filosofía, la biología y la economía, que ofrecen distintas alternativas no intelectualistas para entender la racionalidad (Hurley, 2003; Millikan, 1995; Hurley & Nudds, 2006; Kacelnik, 2006). Puede decirse, entonces, que este enfoque no sólo difiere del intelectualismo respecto del modo de concebir los conceptos, sino también en aspectos metodológicos centrales. En particular, el enfoque minimalista es permeable a la investigación empírica de las ciencias pertinentes, a diferencia del intelectualismo cuya metodología es mayoritariamente a priori. De manera general, aquellas teorías psicológicas sobre la percepción y la cognición animal compatibles con la tesis de que los conceptos no

1

Mi caracterización del minimalismo difiere de la de Camp (2009). Esta autora considera como minimalistas aquellas teorías que consideran que las habilidades representacionales que satisfacen una versión débil del requisito de generalidad son suficientes para la posesión de conceptos. Ver, por ejemplo, (Carruthers, 2009). Si bien la autora no lo menciona, tal vez Fodor podría ser incluido dentro de esta caracterización. Mi caracterización también difiere de la de Bermúdez (2003) quien usa el rótulo de minimalismo para referirse a enfoques sobre el pensamiento animal que consideran que las habilidades cognitivas de los animales no humanos son muy básicas.

Capítulo 4

suponen competencia lingüística son exponentes del minimalismo. No obstante, como sostuve anteriormente, esta tesis adopta un enfoque pragmatista de los conceptos. Por este motivo, reservaré el rótulo de minimalismo para aquellas teorías que consideran que la posesión de conceptos está ligada a habilidades cognitivas que no dependen de la competencia lingüística. En particular, me centraré en la teoría de los conceptos propuesta por Ruth Millikan en On clear and confused ideas, pues esta propuesta comparte con el intelectualismo la tesis de que los conceptos son habilidades, aunque difiere de aquél respecto del tipo de habilidades y conocimiento necesarios para tener conceptos. En este sentido, al igual que las teorías intelectualistas, supone que los conceptos involucran capacidades epistémicas aunque de una naturaleza diferente a las postuladas por el intelectualismo. Conforme lo anterior, la teoría de Millikan puede verse como un ambicioso intento filosófico por ofrecer una concepción del pensamiento extensible a las criaturas sin lenguaje. Ofrece, además, una visión filosófica renovada del lenguaje, los conceptos, la intencionalidad y la racionalidad, históricamente considerados como logros mutuamente dependientes y exclusivamente humanos.

4.1.

Habilidades para identificar Es apenas concebible que podamos hacer juicios o contemplar una suposición sin saber acerca de qué es el juicio o la suposición (Russell, 1912, p. 58. Extraído de Millikan, 2000).

La teoría de los conceptos de Millikan constituye una variante de pluralismo según la cual cabe diferenciar distintos tipos de conceptos en virtud de sus funciones y las habilidades requeridas para su posesión2. En este sentido, Millikan no pretende desarrollar una teoría general, aplicable a todo tipo de conceptos; en cambio, propone estudiar un subtipo que –en honor a Aristóteles– denomina conceptos de sustancias.

2

Es importante diferenciar el pluralismo de Millikan del pluralismo de vehículos y del pluralismo semántico. El pluralismo semántico sostiene que hay distintos tipos de estructuras representacionales que pueden cumplir el rol cognitivo de los conceptos. El pluralismo de vehículos sostiene que distintos tipos de formatos representacionales –lingüísticos, cartográficos, diagramáticos, imaginísticos– pueden vehiculizar los conceptos. P á g i n a | 92

Minimalismo

Millikan incluye bajo la noción de sustancia a individuos, clases naturales y estofas, es decir, a aquéllas entidades que mantienen sus propiedades relativamente estables a lo largo del tiempo. Sustancias son aquellas cosas acerca de las cuales a partir de un encuentro se puede aprender algo de lo que esperar en otros encuentros, donde esto no es accidental sino el resultado de una conexión real (Millikan, 2000, pág. 15).

Sustancias son, entonces, aquellas entidades sobre las cuales un organismo puede adquirir conocimiento a partir de experiencias previas y aplicarlo en ocasiones posteriores. Debido a que el conocimiento que se puede obtener de las sustancias no es accidental sino que, por el contrario, se apoya en “una base ontológica de conexión real”, el mismo mantiene su validez a lo largo del tiempo (Millikan, 2000, pág. 2). En otras palabras, las sustancias tienen un rico potencial inductivo, producto de algún tipo de necesitad natural (Millikan, 2000, pág. 33). Los conceptos de sustancia, entonces, no dependen de las palabras que usemos para referirnos a ellas, sino más bien del tipo de entidad a las que refieren y del tipo de conocimiento que un organismo puede tener sobre ellas. A la inversa del intelectualismo que ha procurado consolidar el vínculo entre lenguaje y conceptos, Millikan ha hecho esfuerzos semejantes para quebrarlo: Los conceptos de sustancias son, en primer lugar, cosas que usamos para pensar antes que para hablar (Millikan, 2000, pág. 1). la tarea de los conceptos de sustancia es permitirnos reidentificar una sustancia a través de diversos medios y bajo diversas condiciones; y permitirnos acumular destrezas prácticas y conocimiento teorético acerca de tales sustancias y usar lo que hemos aprendido (Millikan, 2000, pág. 2).

Pero para poder almacenar conocimiento de una sustancia a lo largo del tiempo y a través de los diferentes encuentros con ella y aplicarlo en ocasiones posteriores, es esencial que la criatura comprenda que es una misma cosa aquella sobre la cual versan esos diferentes trozos de conocimiento (Millikan, 2000, pág. 6). He propuesto una teoría que dice cuál es la función más general de los conceptos de sustancia. Su tarea es hacer posible utilizar las sustancias tal como éstas están objetivamente definidas en la naturaleza a los fines de capturar y aplicar información. A tales fines, deben incluir habilidades para reidentificar sustancias (Millikan, 2000, pág. 50).

Esta capacidad es necesaria debido a que una misma sustancia puede exhibir diferentes propiedades en distintas ocasiones o desde diferentes ángulos, e incluso una misma propiedad puede revelarse de diferentes maneras en distintas ocasiones. En

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Capítulo 4

consecuencia, los conceptos de sustancia involucran la habilidad para reidentificar sustancias, de un modo eficiente y confiable, en diversas condiciones. Esto marca una profunda diferencia entre la teoría de Millikan y el intelectualismo, para el cual los conceptos eran considerados como habilidades para clasificar o para hacer inferencias. La literatura filosófica ha tendido a minimizar –o en su defecto, ha pasado por alto– las diferencias entre la habilidad para identificar y la habilidad para clasificar. Diversos filósofos han reconocido –al igual que Millikan– las diferencias entre dos tipos de conceptos, los conceptos de individuos o particulares, y los conceptos de propiedades. Sin embargo, han sostenido que los conceptos de particulares involucraban el mismo tipo de mecanismo cognitivo que los conceptos de propiedades. Por otra parte, dentro de la psicología y la etología, las nociones de identificar, discriminar, reconocer, categorizar, clasificar, conceptualizar, etc., son usadas de un modo indistinto. Sin embargo, una cuidadosa diferenciación de estas habilidades y capacidades puede resultar aclaratoria tanto para el estudio de las competencias cognitivas de los animales, como así también para una teoría de los conceptos en general. En 4.2, explicitaré algunas de las diferencias más relevantes entre las habilidades para identificar y clasificar, pues optar por la prioridad de una u otra noción tiene consecuencias teóricas y explicativas importantes para los estudios filosóficos sobre la cognición animal. Al igual que otras variantes de pragmatismo, la teoría de Millikan se articula con una teoría acera de la racionalidad. A los fines de presentar de un modo más completo su concepción del pensamiento animal y de los conceptos en general, hacia el final, en 4.3, presento su concepción de la racionalidad, enfatizando qué tipo de representación es usada en cada una de las variantes de racionalidad.

4.2.

Clasificar e identificar: diferencias y relaciones 3

La distinción entre clasificar, identificar y discriminar ha permanecido, con frecuencia, inadvertida dentro de la literatura sobre conceptos, tanto en psicología, filosofía como en etología cognitiva4. Esto se debe a que se ha supuesto que tener

3

Parte de esta sección fue publicada en Aguilera (2009). En diferentes estudios sobre conceptos en animales, muchos psicólogos han confundido la capacidad de tener conceptos con la capacidad para discriminar (Hernstein, Loveland, & Cable, 1976; Schusterman & Kastak, 1998; 1993). Así, se han desarrollado experimentos que muestran que un animal 4

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Minimalismo

conceptos, categorizar y clasificar no son sino caras de un mismo fenómeno (Davidson, 1997; Bermúdez, 1998; Rosch, 1978; Vauclair, 2002; Glock, 2000). En On clear and confused ideas Millikan ofrece razones de peso en favor de una diferenciación de estas nociones y de la prioridad de la identificación por sobre la clasificación (Millikan, 2000; 2005). Algunos filósofos analíticos propusieron con anterioridad algunas distinciones en relación a los distintos componentes de la proposición (Gibson M. I., 2004). Así, por ejemplo, Frege distinguió los nombres de las funciones, reservando sólo para este último caso la noción de concepto. Russell, por su parte, distinguió nombres de predicados y sostuvo que los principios para comprender cada uno de estos componentes de la proposición eran diferentes, pues unos referían a particulares y otros a universales. Más recientemente, Evans ha diferenciado los conceptos (de propiedades) de las ideas (de objetos), pero ha considerado que las ideas se individúan por medio de conceptos de propiedades5. Entre los neofregeanos, en general, la noción de concepto ha sido entendida en términos de la noción de sentido. Dado que tanto los nombres como las funciones tienen un sentido, no es extraño que se haya pasado por alto –sino rechazado una diferencia sustantiva entre estos componentes del pensamiento. La propuesta de Millikan guarda, en este aspecto, un fuerte parentesco con la teoría de Russell. Sin embargo, a diferencia de aquél, Millikan no sólo se separa de su teoría del conocimiento sino también del presupuesto –común dentro de la filosofía analítica de

puede agrupar cosas en clases especificadas (X y no-X), pero sólo gracias a que las cosas poseen propiedades accidentalmente coextensivas (como puede ser su conexión con una recompensa). Pero esta capacidad para discriminar está lejos de la aplicación de un concepto. Para una lectura crítica, ver (Allen & Hauser, 1991). Otros estudios, en cambio, equiparan la noción de concepto a la noción de clasificación; razón por la cual luego les resulta difícil explicar algunas especificidades de los conceptos animales (Allen & Hauser, 1991; Vauclair, 2002; Cheney & Seyfarth, 1990). Cheney y Seyfarth, por ejemplo, han presupuesto que tener conceptos consiste en clasificar objetos, propiedades o eventos. Por otra parte, han entendido la noción de saber cómo en términos de la capacidad (no intencional) de discriminar, concluyendo que para tener conceptos es necesario contar con el tipo de conocimiento involucrado en el saber qué. Dentro de la filosofía también se ha considerado que hay una dicotomía entre la capacidad de discriminar y la de tener conceptos, a la que han entendidos en términos de representaciones abstractas, no perceptuales (Allen & Hauser, 1991). 5 Dicho de otro modo, Evans considera que las ideas se individúan en términos proposicionales. El conocimiento de objetos particulares involucra comprender lo que implica que una proposición determinada sea verdadera (Evans, 1982); algo que Russell exigió para la comprensión de los predicados (Gibson M. I., 2004). Similarmente, Strawson sostuvo que los individuos son, desde un punto de vista epistémico y ontológico, más básicos que otros tipos de entidades; no obstante, supone que el criterio de identidad de tales objetos es también proposicional (Strawson, 1959). P á g i n a | 95

Capítulo 4

que el lenguaje refleja la estructura del pensamiento (y de la naturaleza), pues considera que muchos predicados del lenguaje natural refieren a clases naturales, las cuales constituyen un tipo de sustancias. La estructura ontológica de las clases naturales, así como las habilidades cognitivas requeridas para su conocimiento, espara Millikan mucho más similar a la estructura ontológica de los individuos (i. e. particulares) que a la de las propiedades6. De acuerdo con Millikan, la diferencia entre identificar y clasificar radica en el propósito y en la estructura psicológica de cada una de estas habilidades. En primer lugar, para Millikan, un buen sistema de clasificación permite almacenar, recuperar y transmitir información de modo eficiente, así como también almacenar y recuperar efectivamente los objetos clasificados y, en cierta forma, sirve para una comunicación exitosa. Tal es la función de diccionarios, enciclopedias, guías telefónicas, etc. La clasificación serviría entonces para sistematizar aquello que ya conocemos. De aquí que, antes de realizar una clasificación, se debe determinar si las propiedades relevantes para la clasificación están presentes o ausentes en cada objeto del dominio correspondiente (Millikan, 2000, pág. 36). Si esto es así, dado un sistema de clasificación particular, a partir de saber que un ítem pertenece a una clase determinada, podemos inferir algunas de sus propiedades relevantes, en función de ese sistema. Por otra parte, la mayoría de las propiedades de un objeto no será relevante para un sistema de clasificación. Por tanto, a partir de saber que un ítem pertenece a una clase determinada no se pueden inferir otras propiedades que no sean las que definen el sistema de clasificación7. En este sentido, los conceptos clasificatorios si bien son útiles

Por sustancias Millikan entiende no sólo objetos e individuos –particulares concretos sino también clases naturales y estofas (lo cual incluye, hechos históricos, especies biológicas, sustancias como el agua, etc.). No obstante, el uso de su teoría para caracterizar un tipo especial de habilidad conceptual no requiere tomar una posición expresa sobre qué tipo de entidades son conceptualizadas mediante ella. Basta con distinguir dicha habilidad de las habilidades clasificatorias e inferenciales, que sí parecen más adecuadas para explicar la conceptualización de propiedades y las habilidades predicativas. Para una extensión del uso de las habilidades identificatorias para rastrear propiedades, ver Danón (manuscrito). 7 Esto pasaría, por ejemplo, con las clases artificiales usadas en los experimentos psicológicos sobre prototipos. Si Xs es una clase artificial, la discriminación de objetos Xs de los no Xs, no permite hacer generalizaciones acerca de los miembros de Xs. En relación con este punto, Millikan resalta el hecho de que en los experimentos sobre categorización, las propiedades que determinan el sistema de clasificación son claramente expuestas a los sujetos testeados (Millikan, 2000, pág. 37). 6

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Minimalismo

para recuperar y sistematizar conocimiento sobre una clase determinada, no permiten adquirir nuevos conocimientos sobre ella. La identificación, en cambio, sirve primariamente para la adquisición y la utilización de información. Dado que la identificación sirve para llegar a conocer las propiedades de las sustancias, no requiere conocer ni percibir previamente un conjunto particular, nítidamente determinado, de sus propiedades. Por ejemplo, puedo inferir que un libro es de historia a partir de saber que se encuentra en un anaquel determinado, aquél destinado a los libros de historia8. Sin embargo, debido a que “libro” designa una sustancia, puedo recurrir a mi conocimiento sobre libros (sobre su formato, material, textura, función, etc.) y aplicarlo a un caso particular: exactamente porque la palabra “libro” no es meramente clasificatoria sino que se corresponde a una sustancia, también puedes recuperar de la memoria lo que sabes acerca de libros en general y aplicarlo a este caso (Millikan, 2000, pág. 37).

En tanto LIBRO designa una clase natural y tiene, por tanto, potencial inductivo, se puede inferir que ese libro tiene ciertas propiedades no previstas por el sistema de clasificación. En segundo lugar, Millikan sostiene que “clasificar requiere reconocer que un predicado se aplica a un sujeto definido” (2000, pág. 41). No podemos clasificar sin una comprensión de aquello que estamos clasificando. Debemos ser capaces de pensar independientemente en aquello que queremos clasificar antes de que podamos clasificarlo. Por otro lado, la clasificación no sólo requiere identificar previamente los miembros del dominio a identificar, sino también una comprensión separada del predicado o de la propiedad en cuestión. En este sentido, la habilidad para clasificar supone la capacidad de abstraerse de las instancias particulares de una propiedad. Por esa razón, quien clasifica ha de poseer un conocimiento general y abstracto de las propiedades definitorias de la clase en cuestión. Justamente, gracias a poseer un conocimiento general y abstracto de las propiedades definitorias de una clase es que se puede pensar separadamente en ellas.

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Dicho en términos lógicos, las propiedades no determinan la extensión. Por ello, el conocimiento de un conjunto de propiedades definitorias no conduce necesariamente a la extensión de un concepto. P á g i n a | 97

Capítulo 4

Por otra parte, dado que clasificar consiste en localizar un objeto bajo una clase en virtud de reconocer ciertas propiedades del objeto, para clasificar se necesita tener tanto conceptos de sustancias como de propiedades (Millikan, 2000). Se necesita una estructura psicológica que permita combinar sujetos y predicados. En otras palabras, para pensar que “x posee las propiedades relevantes para ser P”, hay que ser capaz de hacer un juicio categórico, “x es P”. En consecuencia, a diferencia de los conceptos identificatorios, los conceptos clasificatorios necesariamente forman parte de una estructura proposicional. Como vimos en el capítulo anterior, de acuerdo con el intelectualismo, la comprensión de predicados involucra la comprensión de una función proposicional, x es P, donde x puede ser reemplazado por cualquier sustantivo que pueda cumplir el rol de sujeto (Gibson M. I., 2004, pág. 40). Este modelo permite explicar nuestra capacidad para usar términos generales. En primer lugar, se ha considerado que para comprender el predicado P, hay que entender qué sería para cualquier cosa ser una instancia de P, qué es que algo sea P (Evans, 1982). En segundo lugar, este requerimiento involucra la comprensión de la cuantificación o generalización: que algún x es P, que algún y no es P, etc. Por esta razón, se ha argumentado, para predicar es necesario contar con algún tipo de lenguaje, que provea de los elementos necesarios para la cuantificación (Davidson, 1999; Fodor, 2008, pág. 176). Ahora bien, la capacidad de abstracción y generalización supuesta en la clasificación es, desde la perspectiva de Millikan, una capacidad compleja y subsidiaria. En contraste, para identificar un objeto no siempre se requiere algo conceptualmente previo: “la capacidad para pensar en los miembros del dominio que vamos a clasificar es más fundamental que la habilidad para clasificarlos” (Millikan, 2000, pág. 41). Por esta razón, la adquisición de conceptos de sustancia precede a la adquisición de conceptos de propiedades. En consecuencia, no sólo hay que distinguir la habilidad para identificar de la habilidad para clasificar, sino que también hay que aceptar que la capacidad para identificar precede a la capacidad para clasificar, dado que para reidentificar una sustancia no siempre es necesario contar con conceptos de propiedades (Millikan 2004, pág. 55). Identificar un objeto, por otro lado, no siempre requiere algo conceptualmente previo. … es verdad que la identificación de sustancia para usos teóricos requiere que tengas algunos conceptos de predicados, unos que puedas comprender como aplicables a –sean verdaderos o falsos de la sustancia. No estoy afirmando que lo único que identificamos sean sustancias. Sea lo que sea lo que uno clasifica, está claro que la capacidad para pensar en los miembros de un dominio a

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clasificar es más fundamental que la habilidad para clasificar. Identificar es una destreza previa a clasificar (Millikan, 2000, pág. 41).

Esto no quiere decir que la identificación no suponga un componente atributivo, pues la identificación de una sustancia depende del reconocimiento de algunas de sus propiedades (Burge, 2010). No obstante, la capacidad para detectar propiedades no equivale a tener conceptos de propiedades, mucho menos si se encuentra al servicio de los conceptos de sustancias usados –como en el caso de los animales– para fines totalmente prácticos: El concepto de una propiedad es, presumiblemente, el tipo de cosa que puede jugar un rol en los juicios proposicionales y en la inferencia mediata, y no hay razones para suponer que simples detectores-de-propiedades sean empleados con tales fines (Millikan, 2000, pág. 174)

Conforme con lo anterior, Millikan distingue dos funciones de la identificación. Por un lado, una criatura puede identificar sustancias para acumular habilidades prácticas y, por el otro, puede hacerlo para acumular conocimiento teórico. En el segundo caso, ella admite que se necesitan conceptos de predicados que se puedan aplicar a la sustancia y que puedan ser verdaderos o falsos acerca de ella. Sin embargo, incluso en estos casos, la habilidad para identificar sigue siendo prioritaria. En el primer caso, en cambio, la criatura sólo debe contar con conceptos de sustancias puesto que para identificar sustancias no se requiere otro tipo de conceptos. Identificar una sustancia como lo hacen los animales, meramente por objetivos prácticos, sólo requiere que las respuestas conductuales que el animal está dispuesto a aprender empleando el concepto sean las apropiadas a esa sustancia, esto es, deberían ser respuestas efectivas en virtud de las propiedades o disposiciones de dicha sustancia (Millikan, 2000, pág. 41).

Es cierto que se requiere el reconocimiento de ciertas propiedades, ciertamente la retención de propiedades a lo largo de los diversos encuentros es esencial para que algo pueda ser identificado como una sustancia. Pero mientras que un niño puede identificar a su mamá por el olor o por la voz no necesita, sin embargo, el concepto de olor ni el de voz para hacerlo. Análogamente, las propiedades por las cuales una sustancia se manifiesta no necesitan ser clasificadas para identificar la sustancia. Ello implicaría o bien que la criatura puede rastrear la propiedad a lo largo del tiempo y tal como se instancia en diversos individuos o bien que la criatura sea capaz de decidir para cualquier ítem si tiene la propiedad en cuestión, y esto es mucho más de lo que la

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Capítulo 4

habilidad para identificar sustancias puede garantizar9. En tanto no requieren ser combinados con conceptos de predicados, los conceptos de sustancias no involucran necesariamente la capacidad de juicio ni tampoco una estructura combinatoria proposicional. Para tener este tipo de conceptos, en cambio, basta con ser capaz de dar respuestas conductuales apropiadas, conforme las propiedades que la sustancia posea10. Puede resultar aclaratorio explicar estas diferencias utilizando la distinción entre saber qué y saber cómo, formulada por Ryle (1949). El saber-que (know that) constituye un conocimiento general y teórico, dependiente de la facultad para conocer el valor de verdad de ciertas proposiciones o para evaluar las relaciones lógicas que las proposiciones guardan entre sí o bien con algunos estados de cosas (Davidson, 1999; Bermúdez 2000; Brandom, 2000). Este tipo de conocimiento implica, por un lado, la capacidad para evaluar juicios e inferencias y, por otro lado, un conocimiento abstracto de las propiedades generales de las cosas. Podría decirse, entonces, que este tipo de conocimiento es el que se encuentra comprometido en las habilidades clasificatorias o bien en las identificatorias, cuando éstas se encuentran dirigidas a fines teoréticos. Cuando tiene un objetivo solamente práctico, la identificación puede ser entendida, en cambio, bajo la noción de saber cómo (know how). Para ver por qué la identificación constituye un tipo de conocimiento puede resultar útil compararla con la discriminación. El saber-cómo suele ser definido como la habilidad para comportarse de un modo específico de acuerdo al reconocimiento de estímulos particulares. Debido a su carácter fundamentalmente práctico, no supone una estructura proposicional (Ryle, 1949; Hurley, 2001; Noë, 2005)11. Pero, en tanto constituye un tipo de habilidad y un tipo de conocimiento, tampoco es equiparable a la capacidad de discriminar. La capacidad de discriminar, en cambio, suele ser entendida como la capacidad para dar respuestas conductuales de un modo automático y uniforme en virtud del reconocimiento de un único estímulo particular. Para identificar, en cambio, una criatura

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Para esta tesis, Millikan (2000) se apoya en estudios en psicología del desarrollo que muestran que las primeras palabras de los niños son nombres concretos (“mamá”, “papa”, “leche”), mientras que los adjetivos y los nombres abstractos vienen después. 10 Para Millikan, son conductas apropiadas aquellas que resultan efectivas por una razón y no accidentalmente (Millikan, 2000). Sin embargo, que ello sea así no implica, como sostienen Allen y Hauser (1991), que el animal tenga una representación abstracta que oriente su conducta, sino únicamente que sea capaz de hacer las inferencias apropiadas de acuerdo a sus anteriores encuentros con la sustancia. 11 Ver, no obstante, Stanley & Williamson (2001) y Brandom (2000). P á g i n a | 100

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debe ser capaz de reconocer en diversas circunstancias, por medio de las distintas propiedades y disposiciones que la sustancia presente, que se encuentra ante la misma sustancia. Además, debe ser capaz de utilizar la información acumulada en futuros encuentros con ella. Al poder integrar la información sobre una misma sustancia, almacenada a lo largo del tiempo y poder utilizarla posteriormente, las respuestas conductuales de la criatura que identifica no están determinadas por un único estímulo ni por los estímulos inmediatos. La identificación, en consecuencia, le permite a la criatura comportarse de un modo variado y flexible ante un mismo tipo de estímulo. Además, al poder integrar información sobre una misma sustancia y al ser capaz de comportarse de una manera flexible ante ella, es posible que la criatura pueda modificar y corregir con el tiempo sus respuestas conductuales. Es cierto que tanto la identificación como la discriminación dependen del reconocimiento de estímulos particulares. Sin embargo, mientras la discriminación es una disposición rígida y supone brindar un mismo tipo de respuesta ante el mismo tipo de estímulo, la identificación, en cambio, no puede ser entendida en términos meramente disposicionales; por el contrario, es un subtipo de integración cognitiva e implica la posibilidad de efectuar respuestas diferenciadas aun frente al mismo tipo de estímulo, como así también dar respuestas similares ante distintos estímulos12. Mientras la identificación supone aprendizaje a partir de la experiencia, la discriminación no. Por eso, reaccionar del mismo modo ante una misma sustancia no es un signo de identificarla (Millikan, 2000, pág. 143). En consecuencia, los conceptos de sustancias, cuando se encuentran al servicio de la acción, pueden ser considerados como un tipo de conocimiento o habilidad práctica. Su aplicación no debe ser entendida, entonces, como la realización de un juicio que puede ser verdadero o falso, sino más bien en términos del éxito o fracaso de la acción realizada. No obstante, los conceptos de sustancia tienen un carácter referencial o contenido objetivo, del cual se deriva en último término su carácter normativo13. En tanto pueden ser perfeccionadas a lo largo del tiempo partir de

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A diferencia de Millikan, Ryle, conforme con el conductismo, entiende al saber cómo en términos de disposiciones complejas, de múltiples vías. 13 Cussins también ha utilizado la noción de saber cómo, pero para caracterizar la noción de contenidos no-conceptuales. Se trata de un contenido experiencial, vinculado directamente a la acción, que no necesita de la mediación de inferencias. Este tipo de conocimiento es no proposicional y es acerca de situaciones específicas, no tiene generalidad, objetividad ni puede ser transportado de una situación específica a otra (Cussins, 1990, pág. 151). En esto, la posición de Cussins contrasta con la de Millikan, P á g i n a | 101

Capítulo 4

la experiencia, las habilidades para identificar no pueden reducirse a capacidades discriminatorias, las cuales pueden ser no cognitivas, carecen de fuerza normativa y son incapaces de modificarse a través de la experiencia. Sin dudas, el único tipo de función que podrían darle los animales a los conceptos de sustancia es de carácter exclusivamente práctico. Si en su uso teórico los conceptos de sustancias involucran pensamientos con una estructura proposicional, ¿qué tipo de estructura –si es que alguna– involucran en sus manifestaciones más básicas? A los fines de analizar la respuesta de Millikan a este interrogante, a continuación presento su concepción de la racionalidad animal. Esto me permitirá, en capítulos posteriores, ampliar el análisis del alcance y las limitaciones de la teoría de los conceptos de sustancias, para una caracterización de la cognición animal.

4.3.

Animales racionales

Al igual que el intelectualismo, la teoría de Millikan de los conceptos puede articularse con una teoría acerca de la racionalidad, pues las criaturas que tienen habilidades identificatorias son también criaturas racionales14. En “Styles of rationality”, Millikan ofrece una teoría sobre la racionalidad en términos de modelos mentales. La función de estos modelos es la de testear mentalmente diferentes cursos de acción, algo mucho más elemental que la evaluación de relaciones inferenciales y relaciones de justificación, centrales en la concepción intelectualista (Millikan, 2006). Dentro de esta teoría, Millikan distingue dos variantes de racionalidad: una de carácter práctico, extensible tanto a humanos como a animales, y otra de carácter teórico, sólo atribuible a humanos. Esta distinción descansa en el tipo de representación disponible para la construcción de modelos mentales. En particular, Millikan considera que la racionalidad animal es eminentemente práctica y se encuentra constreñida por modelos mentales constituidos por un tipo especial de representaciones perceptuales.

para quien el contenido de los conceptos de sustancias, y de las representaciones perceptuales en general, es objetivo (Millikan, 2004). 14 No obstante, a diferencia de gran parte de la tradición filosófica, Millikan ha sostenido que una teoría de la intencionalidad no necesita una teoría de la racionalidad; pues, la intencionalidad es un fenómeno mucho más básico y extendido que los conceptos (2004, pág. 84). P á g i n a | 102

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En la siguiente sección, presento la distinción propuesta por Millikan entre racionalidad teórica y práctica. Luego, me ocupo de la estructura de las representaciones que Millikan considera que determinan el alcance de la racionalidad animal. Hacia el final, evaluo la teoría de Millikan teniendo en cuenta no sólo su alcance respecto de la cognición animal sino también en relación con algunas desiderata que, pienso, deberían ser contempladas por una teoría de conceptos. 4.3.1. Tipos de racionalidad Para caracterizar la noción de racionalidad, Millikan toma la noción de “criaturas popperianas”, propuesta por Dennett. Una criatura popperiana es aquella que se sirve de “modelos mentales” para testear diferentes cursos de acción (Dennett, 1996). A diferencia de otras criaturas y organismos, en lugar de ponerse a prueba en carne propia, las criaturas popperianas primero testean mentalmente cursos de acción hipotéticos: una criatura popperiana descubre los medios para alcanzar sus propósitos por ensayo y error con representaciones internas. Prueba cosas en su cabeza, lo cual es más rápido y seguro que probarlas en el mundo (Millikan, 2006, pág. 118)15.

Millikan sostiene que ser una criatura popperiana equivale a ser un animal racional, dicho de otro modo: un animal racional es aquel que testea un curso de acción posible en el pensamiento, antes de hacerlo en el mundo real. Si bien esta noción de racionalidad es aplicable tanto a personas como a animales, como Millikan reconoce, hay importantes diferencias en el tipo de racionalidad que exhiben humanos y animales. A los fines de explicar estas diferencias, Millikan señala que los modelos mentales de los animales están compuestos de representaciones del entorno inmediato, es decir, representaciones de objetos, hechos, estados y situaciones accesibles por medio de la percepción. Los modelos mentales de las personas humanas son, en cambio,

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El uso de la noción de criaturas popperianas hecho por Millikan no es totalmente fiel a la caracterización dada por Dennett. Mientras que para Millikan la criatura popperiana actúa por ensayo y error, para Dennett el hecho de poseer representaciones mentales posibilita acceder a otro tipo de aprendizaje. Si a la caracterización de animal racional dada por Millikan le añadimos, como condición, que éste sea capaz de realizar razonamientos instrumentales (sugerencia que presentaré más adelante), obtenemos como resultado una caracterización de las criaturas popperianas más acorde con la de Dennett.

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mucho más ricos y complejos, ya que nosotros disponemos de capacidades representacionales que nos permiten trascender la percepción y pensar en cosas lejanas en el tiempo (situaciones pasadas, futuras) y el espacio, en cosas absurdas o ficticias, irrelevantes, improbables o novedosas, innecesarias y abstractas, etc. A partir de estas diferencias en las capacidades representacionales, Millikan traza una distinción entre una racionalidad práctica, extensible a personas y animales, y una racionalidad teórica, exclusiva de las personas. Criaturas popperianas con representaciones pushmi-pullyu Para Millikan, gran parte de las criaturas popperianas posee modelos internos compuestos exclusivamente por un tipo de representaciones muy básicas que reciben el nombre de “pushmi-pullyu”, RPP, (Millikan, 1995; 2006; 2004, cap. 13). Tradicionalmente, se han distinguido las representaciones informacionales de las motivacionales. Entre las primeras, se encuentran las representaciones de tipo doxástico (o subdoxástico), que tienen como función proveer información acerca del entorno. Entre las otras, en cambio, se encuentran los deseos, las intenciones y las expectativas, etc., cuya función consiste en proyectar estados de cosas posibles, cómo debería ser el entorno a los fines de ajustarse al contenido de esas representaciones. De acuerdo con este esquema, la acción se ha explicado como el resultado de la interacción entre estos dos tipos de representaciones, ninguno de los cuales puede faltar para que la criatura actúe intencionalmente (Bermúdez, 2003). Las representaciones pushmi-pullyu, en cambio, se caracterizan por englobar dos rasgos diferentes: son simultáneamente indicativas e imperativas16. De esta manera, son representaciones que se conectan directamente con la acción. Las RPPs tienen tanto una función descriptiva como directiva, sin embargo no son equivalentes a la mera conjunción de una representación puramente descriptiva y una puramente directiva sino que son más primitivas que aquéllas. Las representaciones puramente descriptivas y las puramente directivas son formas cuyo uso requiere un aparato cognitivo más sofisticado , que el necesario para estas representaciones primitivas. Las representaciones puramente descriptivas deben ser combinadas con representaciones directivas por medio de procesos de inferencia

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Millikan adopta esta noción de The story of doctor Dolittle, de Hugh Lofting. Un pushmipullyu es una criatura que en vez de tener cabeza y cola, tiene dos cabezas, cada una de las cuales tiende hacia una dirección opuesta cuando la otra intenta moverse.

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práctica, para ser usadas por los sistemas cognitivos. Similarmente, las representaciones puramente directivas deben ser combinadas con descriptivas. El empleo de RPPs es un asunto mucho más simple (Millikan, 1995, pág. 186).

Muchas representaciones externas son RPP, pues ejercen una doble función, descriptiva y directiva: la danza de las abejas informa dónde hay néctar y al mismo tiempo indica a las abejas exploradoras hacia dónde tienen que volar; un grito de auxilio indica que alguien está en peligro y funciona simultáneamente como un pedido de ayuda. El grito de la gallina es, por un lado, directivo, pues significa algo como “vengan y coman” y es descriptivo, por el otro, pues también significa algo como “acá hay comida”. Su función es mediar la producción de cierto tipo de conducta de modo tal que varía como una función directa de ciertas variaciones del entorno, traduciendo directamente la forma del entorno a la forma de cierto tipo de acción ajustada: dónde la gallina encuentra comida, el pollo irá (Millikan, 1995, pág. 190).

Pero las RPP también forman parte de los entornos internos de muchos organismos. Para caracterizar las RPP internas, Millikan usa el concepto de “affordances” del psicólogo James Gibson. Las affordances son “oportunidades” para actuar ofrecidas por el entorno –oportunidades para escalar, trepar, esconderse, jugar, comer, cazar, aparearse, etc.– conforme el tipo de organismo y los intereses que éste tenga en un contexto determinado (Gibson J. J., 1979)17. En la percepción de un árbol una criatura por ejemplo, un gato no ve el objeto sólo como árbol sino como algo sobre lo que trepar. En términos generales, según este modelo, el entorno es percibido como un complejo de posibilidades para la acción: no representamos, por un lado, la presencia de objetos y propiedades y, por otro lado, nuestros deseos, para luego hacer una inferencia práctica y luego actuar en el entorno (Millikan, 1995, pág. 191). Por el contrario, en la percepción nos percatamos simultáneamente del entorno y de las oportunidades para intervenir en él (Clark, 1995). Una ventaja importante de las RPP es que permite al organismo responder de modo adecuado y eficaz al entorno sin demasiado esfuerzo cognitivo, pues el organismo no tiene que procesar información y

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Es cierto que los gibsonianos, al concebir la percepción en términos de affordances han negado, por lo general, que se necesiten representaciones que medien la percepción del entorno y las respuestas conductuales. Ahora bien, las representaciones propuestas por Millikan son mucho más básicas que el tipo de representación que éstos rechazan: “la tesis de que la percepción básica es percepción de affordances es separable de sus tesis de que la percepción es “directa”. La percepción básica podría involucrar inferencia y aun sería percepción de affordances” (Millikan, 2004, pág. 159). P á g i n a | 105

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combinarla con sus propósitos ya que, por medio de una RPP, sabe cómo es el mundo y qué hacer en él, sin necesidad de detenerse a considerar cursos de acción alternativos. Conforme lo anterior, las RPP son representaciones perceptuales cuya función es guiar la acción inmediata. Por consiguiente, el tipo de racionalidad que pueden manifestar las criaturas cuyos modelos mentales contengan sólo RPP tiene un carácter eminentemente práctico, ya que su comportamiento está determinado por la representación de cosas que puede percibir de forma inmediata. Por otra parte, en algunas criaturas, las RPPs poseen funciones cognitivas: sirven para el reconocimiento de objetos y propiedades; por esta razón, pueden tener contenido conceptual. Claramente, si este tipo de representaciones posee contenido conceptual, el mismo estará constituido por conceptos fundamentalmente prácticos, conectados directamente con la acción inmediata. De aquí se sigue que el criterio de identidad para la identificación de sustancias y, en general, para el reconocimiento de objetos y propiedades, cuando están orientados a actividades prácticas es casi operacional, pues descansa en el éxito obtenido en tales actividades. Por ejemplo, el reconocimiento de un escondite para una liebre es correcto en virtud de haber servido para evitar ser capturada por una fiera. Para el animal cuyo único criterio de identidad es práctico, reconocer correctamente el objeto que está allí, en tal y cual dirección, simplemente equivale a saber cómo responder a o usar tal objeto, dado éste o aquel interés práctico.... Qué es lo mismo que qué, cuándo te has encontrado con la misma cosa de nuevo, es enteramente una cuestión práctica para el animal práctico, quizá para todos los animales excepto los humanos. Pues estos animales perciben el mundo sólo como un asunto de interés práctico, no como un asunto de juicios teóricos (Millikan, 2004, pág. 219).

Esto introduce un amplio margen de equivocidad en los conceptos de sustancias al alcance de los animales, pues para un animal cuyas habilidades identificatorias son meramente prácticas, si dos objetos funcionan del mismo modo cuando son usados de la misma manera, son la misma cosa (Millikan, 2004, pág. 219)18. Millikan sostiene que las RPP son las representaciones más comunes en el interior de los organismos y constituyen la totalidad de ellas en el caso de los animales.

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Millikan concluye a partir de esta tesis, que los animales no distinguen individuos de clases naturales. Sin embargo, hay estudios sobre cognición social en primates que muestran que éstos pueden diferenciar relaciones de parentesco y relaciones sociales preservando la diferenciación de los individuos que forman parte de esas relaciones (Seyfarth & Cheney, 2001). P á g i n a | 106

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Al tener sólo RPP, las acciones de los animales se encuentran determinadas por la representación de estímulos inmediatos, ya sea del entorno externo (la presencia de un depredador, por ejemplo) como del entorno interno del animal (hambre, dolor, etc.). El hecho de que la conducta deba ajustarse de este modo a la percepción inmediata impide, entre otras cosas, planificar el futuro y tener conductas previsoras e inventivas. Un animal cuya conducta está enteramente gobernada por RPPs, internas y externas, sólo puede explotar cadenas de affordances (Millikan, 2004, pág. 165). El animal PP sólo representa situaciones que mantienen ciertas relaciones con él mismo. Pues, por un lado, este tipo de criatura sólo representa cosas y situaciones que sabe cómo usar y las representa en el contexto de su uso. No cuenta con información extra para emplear en situaciones para las cuales no está programado genéticamente o entrenado por condicionamiento. Y, por otro lado, la cara descriptiva de la RPP interna tiene que representar la relación de la affordance o del objeto con el animal mismo. Por tanto, las acciones del animal tienen que ser iniciadas a partir de la localización en la que el animal se encuentra (Millikan, 2004, págs. 168-9). Por último, dado que las RPP no pueden separarse y combinarse como los estados motivacionales e informacionales, los animales no pueden representar simultáneamente cursos de acción alternativos y compararlos, ni comprender que para lograr un objetivo puede ser necesario realizar pasos previos, que no están evidentemente conectados con el objetivo final. Según esta teoría, tampoco necesitan hacerlo, pues la representación de una situación externa o de un estado interno indica qué acción realizar. Criaturas popperianas con representaciones proposicionales Ahora bien, ni la noción de RPP ni la noción racionalidad práctica bastan para dar cuenta del comportamiento ni de las habilidades representacionales e inferenciales humanas, que con frecuencia trascienden la esfera de lo práctico. A diferencia de los animales, las personas somos capaces de pensar y proponernos medios y fines que no necesariamente están insertos en el entorno familiar o inmediato: podemos pensar en objetos, lugares y hechos lejanos, desde el punto de vista temporal como espacial; podemos planificar y coordinar acciones futuras, podemos inventar historias, formular objetivos novedosos, crear objetos y herramientas inéditas, razonar y debatir sobre cuestiones abstractas, compartir sueños imposibles, así como también plantear problemas con un alto nivel de abstracción, hacer suposiciones, formular contrafácticos,

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etc. etc. Las habilidades para desarrollar estas tareas necesitan de otro tipo de representaciones, que dan lugar a un segundo tipo de racionalidad: la racionalidad teórica. Dado que la incidencia práctica de este tipo de racionalidad es nula o a lo sumo remota, no es atribuible a animales no humanos. Millikan sostiene que, a diferencia de la racionalidad práctica, esta forma de racionalidad requiere representaciones con una estructura proposicional. Este tipo de estructura, por un lado, resulta apropiada para la realización de juicios, tales como x es P y, por otro lado, es sensible a la negación interna (x es Q), esto es, una operación sobre el predicado lógico de un enunciado. Ejemplos de este tipo son “Juan no es alto”, “El rey de Francia no es pelado”. La negación interna permite reconocer y representar de modo explícito contradicciones entre predicados (P y P). Ello posibilita tener un criterio objetivo para el reconocimiento de hechos, propiedades y objetos inaccesibles a la percepción inmediata ya sea objetos que se encuentran ausentes, o bien son ficticios, imaginarios, irrelevantes, novedosos, o que se remontan al pasado o al futuro: (x es P si y sólo si x es distinto de P; si P implica Q, Q implica R, y x es P, entonces x no es R; etc.). Dicho de otro modo, mientras que el criterio para el reconocimiento de objetos dependientes de la percepción radica en el éxito alcanzado al realizar una acción, el reconocimiento de los objetos inaccesibles a la percepción –que Millikan llama hechos muertos– depende de las relaciones inferenciales entre las proposiciones involucradas para identificar tales objetos. Somos capaces de hacer esto [reunir una enorme variedad de representaciones de hechos del mundo que no se usan en la práctica que, además, son muy distantes en el tiempo, espacio y magnitud] porque podemos testear cada método de reunir información sobre algún asunto contra su uso en otras ocasiones y contra métodos alternativos de reunir la misma información, usando el acuerdo en los juicios para confirmar nuestras habilidades para reidentificar objetos u propiedades. Un acuerdo consistente en los resultados es evidencia de que estos varios métodos para hacer el mismo juicio están todos enfocados en el mismo hecho distante, rebotando en el mismo objetivo, por decirlo de algún modo (Millikan, 2004, pág. 222).

El uso de la negación interna para identificar objetos distantes, por otro lado, involucra una comprensión del espectro de contrarios que se relacionan con cada tipo de sujetos. De esto se sigue que la habilidad para reconocer lo contrario de una propiedad y darse cuenta de su incompatibilidad es un requisito para testear la habilidad para identificar el sujeto de un juicio teorético y viceversa (Millikan, 2004, pág. 224).

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En contraste, las representaciones PP no pueden contradecirse entre sí ni tampoco pueden tener como referencia objetos ausentes, pues son representaciones perceptuales acerca de objetos y situaciones que se relacionan de un modo e inmediato con la criatura, en un aquí y un ahora19. Por ejemplo, dos danzas diferentes de abejas no brindan información contradictoria entre sí, en todo caso, brindan información sobre dos lugares diferentes donde se puede encontrar néctar. Tampoco esta danza provee los recursos elementales para afirmar que en tal o cual lugar no hay néctar, pues la ausencia de la representación de un hecho determinado no equivale a la representación de que el hecho no ocurrió (Millikan, 2004, pág. 224). Similarmente, muchos gritos de alarma no se contradicen entre sí sino que indican que hay muchos focos de peligro. Asimismo, a través de la percepción sólo se puede representar a los individuos por medio de ciertas propiedades, como así también las propiedades pueden ser representadas siempre y cuando estén incrustadas en instancias particulares y en relación con el organismo que las percibe. Esto es, si vemos un gato en el comedor, éste se nos presenta como pardo o blanco, delgado o robusto, cerca o lejos nuestro, etc. Análogamente, si bien podemos ver cosas rojas, como sombreros rojos, zapatillas rojas, frutas rojas, no podemos “ver” la rojez separada de sus ejemplificaciones singulares (podemos, sin embargo, “pensar” en la rojez en términos de una propiedad cromática que puede ser instanciada indefinidamente por muy diversos objetos, pero para ello necesitamos representaciones estructuradas en sujeto y predicado). Podemos ver que para caracterizar la noción de racionalidad teórica, Millikan reutiliza gran parte de los elementos que forman parte de la noción intelectualista de racionalidad. En particular, ella incorpora la tesis de que los predicados, y los conceptos de propiedades a los que ellos refieren, forman parte de contenidos proposicionales20. Con ello, adhiere a la idea de que el razonamiento y los procesos de inferencia práctica son exclusivos de la racionalidad humana. Pero, mientras filósofos como Davidson derivaron la noción de racionalidad práctica de la noción de racionalidad teórica; en el

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Bermúdez discute estos puntos, pues sostiene que los animales pueden hacer proto-inferencias, las cuales descansan en la capacidad para representar conceptos contrarios, como PRESENCIA/AUNSENCIA, BUENO/MALO, ARRIBA/ABAJO, etc. (Bermúdez, 2003; 2006). 20 Para más detalles sobre este tipo de estructura, ver el apartado sobre sensibilidad racional, capítulo 3.2 de esta tesis. P á g i n a | 109

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modelo de Millikan lo teórico y lo práctico aparecen, en cambio, como dominios claramente diferenciados. Ahora bien, la noción de RPP ¿es lo suficientemente elástica como para representar las distintas formas de racionalidad práctica, manifiestas por animales y humanos? 4.3.2. Racionalidad práctica y RPP En The varieties of meaning, Millikan traza interesantes gradaciones entre las variantes más primitivas de representaciones PP y las representaciones con contenidos proposicionales (Millikan, 2004; Duhau, manuscrito)21. Se trata de una propuesta evolutiva, sobre la filogénesis de nuestras capacidades representacionales. Millikan considera que, para el desarrollo de estas capacidades, la estrategia evolutiva es la siguiente: “separe, ajuste las partes separadamente y recombine” (Millikan, 2004, pág. 171). De este modo, el pensamiento humano ha de explicarse en términos de la separación y combinación a partir de RPP, la variante más primitiva de representación. En los casos más básicos, las representaciones PP sólo dan lugar a conductas bastante rígidas, en tanto su acción se origina como una reacción o respuesta automática a la detección de ciertos estímulos. Millikan llama a las criaturas que sólo tienen este tipo de representaciones “animales-PP” (pure PP animals). Un ejemplo de este tipo es la gallina cuyo grito se conecta directamente con la acción. Otros animales pueden percibir, en cambio, cadenas de RPP, de modo tal que la percepción de una RPP puede inhibir la respuesta prescrita por otra. Por ejemplo, durante sus primeros días de vida, una rata cuyo hocico entra en contacto con una tetilla cubierta de saliva, agarra la tetilla y succiona, tenga o no tenga hambre. Pero días después, esta reacción es inhibida excepto cuando tienen hambre (Millikan, 2004, pág. 164). Según Millikan, la cría se vuelve sensible a una nueva RPP, que indica la disminución de su estado nutritivo y a la vez dirige una respuesta (comer). En animales más complejos, motivaciones como hambre o miedo potencian la percepción de affordances. Estas criaturas flexibilizan de este modo su repertorio conductual

La propuesta de “Styles of rationality” difiere en importantes aspectos de la presentada en The varieties of meaning. Mientras en el primero sostiene que tanto animales como humanos somos criaturas popperianas, en el segundo dice, en cambio, que solo las personas somos criaturas popperianas. Por otro lado, llamativamente, la versión presentada en 2004, resulta mucho más elástica que la versión de 2006. 21

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generando, a la vez, un orden de prioridades. Una affordance conduce a la probabilidad de encontrar una u otra affordance que conduce a la probabilidad de encontrar una u otra affordance y así sucesivamente. Estos animales siguen siendo, no obstante, animales-PP. Una importante limitación de las criaturas-PP es que no son lo suficientemente sensibles ni a los procesos que ejecutan ni, por tanto, a sus errores, de modo tal que no pueden representar sus objetivos como para saber si –o cuándo– éstos han sido alcanzados (pág. 169). En consecuencia, como en el caso de la avispa (digger wasp) divulgado por Dennett, estas criaturas pueden repetir un ciclo incansablemente. Similarmente, no pueden combinar varios segmentos de conductas de modos novedosos, para alcanzar nuevos objetivos (Millikan, 2004, pág. 168). Millikan sostiene que en algunas criaturas, el lado descriptivo (pushmi) de la RPP se separa y puede combinarse con varias directrices (pullyu). Esto se produce a partir de la capacidad para representar propiedades forma, color, tamaño, textura, cualidad, dirección, identidad de sonido, solidez, peso, etc. bajo diferentes circunstancias y en relación con diferentes propósitos. De este modo, la capacidad de reconocer estas propiedades se vuelve más general, pues ya no está atada al reconocimiento de una única clase de objeto ni dice qué hay que hacer. Por medio de esta capacidad, las criaturas se vuelven capaces de representar objetos y no sólo de detectar y responder a rasgos aislados que éste pudiera tener y tienen, por tanto, conceptos de sustancia. No obstante, aun en estos casos, los objetos son percibidos como affordances parciales o potenciales que se actualizan en virtud de los proyectos y necesidades actuales del animal. Esta capacidad general para reconocer propiedades, por otra parte, es acompañada por la capacidad de reconocer la relación que tiene la criatura con el objeto o la situación representados, lo cual le permitirá explotar el lado directivo de la RPP. Estas dos capacidades de propósito general pueden ser aprendidas y ejercitadas por separado y luego combinadas, permitiendo al animal comportarse de un modo flexible y adaptativo (Millikan, 2004, pág. 180). Así, por ejemplo, ante el mismo grito de alarma, los monos verdes pueden trepar, correr, ocultarse entre los arbustos, dependiendo de la situación en la que se encuentren (Cheney & Seyfarth, 1990). Otra manera interesante en que las PP se separan es por medio de la representación de hechos futuros. En este sentido, un animal PP puede navegar tanto por

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el espacio como por el tiempo, anticipando los eventos que tendrán lugar22. Ahora bien, los signos que aluden a hechos futuros son tomados por el animal como affordances actuales, esto es, como guía para la acción inmediata. Por ejemplo, las noches frías son signos (descriptivos) de la llegada del invierno (en el futuro) y conducen (en el presente) al animal a emigrar. Un ejemplo es el de los cascanueces de Clark, que responden a la representación de la llegada del invierno almacenando nueces (Millikan, 2004, pág. 197). En términos generales, aun cuando las RPP no tienen una estructura predicativa no significa, sin embargo, que no puedan descomponerse en forma alguna. En los casos más simples, las variables significativas son a menudo meramente el tiempo y/o el espacio. Pero a medida que la representación se va complejizando se van sumando otras variables que permiten aumentar la productividad y, por tanto, la capacidad representacional de la criatura. Sin embargo, las RPP no pueden articularse de modo tal que la representación de un objeto pueda combinarse con la representación de cualquier otra propiedad ni viceversa. Esto es, en una RPP, las variables pueden ser “saturadas” únicamente con información proveniente de un dominio muy restringido; por ejemplo, la danza de las abejas tiene variables que indican tiempo, espacio, distancia y dirección del néctar así como de la distancia y de la dirección que tomarán las abejas; pero las variables tiempo, espacio, dirección, etc., no pueden llenarse con información sobre otra clase de objetos. No obstante, este tipo de representación se ve restringida a lo que el animal puede percibir y determina inflexiblemente la acción del animal. Las affordances, sean estas parciales o se encuentren encadenadas, suponen que el animal puede tomar distintos cursos de acción, sin embargo, cuál de éstos va a tomar se encuentra indicado por lo que percibe.

4.4.

Alcances y límites del modelo de Millikan

Si aceptamos, con Millikan, que los conceptos –al menos un tipo de ellos constituyen habilidades para identificar, pueden ser bloqueados algunos argumentos a

22

Debe entenderse por representación de hechos futuros el aprendizaje de contingencias temporales (probabilidades temporales contingentes, relaciones de causa y efecto); por ejemplo, las noches frías son un signo de la llegada del invierno. Similarmente, lo que ha sido conocido como condicionamiento operante puede interpretarse en estos términos. El perro que babea al escuchar un timbre lo hace porque ha aprendido que el timbre es sucedido por comida. P á g i n a | 112

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favor de la dependencia entre lenguaje y conceptos. La tesis según la cual la posesión de conceptos involucra vehículos lingüísticos se apoya en los siguientes supuestos: i) los conceptos son componentes subproposicionales de contenidos con una estructura composicional; ii) el pensamiento conceptual es esencialmente reflexivo. A partir de i), se ha concluido que el pensamiento conceptual involucra vehículos lingüísticos (Fodor & Pylyshyn, 1988; Bermúdez, 2010). A partir de ii), se ha concluido que la posesión de conceptos requiere competencia lingüística, esto decir, que requiere vehículos de nivel personal y, por tanto, que la criatura sea usuaria de un lenguaje natural (Davidson, 1982; Bermúdez, 2010)23. Ahora bien, dado su carácter práctico, los conceptos de sustancias no requieren pensamiento de segundo orden ni presuponen una estructura proposicional; por consiguiente, tampoco involucran vehículos lingüísticos, ya sea un lenguaje natural o un lenguaje del pensamiento24. Por otro lado, la teoría de Millikan puede dar cuenta de una función de los conceptos de central importancia, puesta de manifiesto en el principio de Russell. Por un lado, los conceptos de sustancia tienen la función de integrar información acumulada sobre una misma sustancia, por lo cual resultan fundamentales a la hora de “atar” el pensamiento al mundo: la idea de que puedes coleccionar información acerca de una cosa sin comprender que era la misma cosa acerca de la cual eran algunas de estas varias piezas de información, no es obviamente coherente (Millikan, 2000, pág. 6). Esta capacidad [la capacidad para reidentificar] es central para mantener un sistema de representaciones internas coherente, no equívoco, no redundante; esto significa…. que es esencial para representar algo en el pensamiento (i. e. conceptualmente) (Millikan, 2000, pág. 7). Las habilidades reidentificatorias les dan a los pensamientos de sustancias sus contenidos referenciales, sus valores representacionales (Millikan, 2000, pág. 13).

Conforme esta teoría, los objetos a los que se refieren los conceptos forman parte de sus condiciones de individuación. Esto es así en virtud del compromiso de Millikan con una

23

Si bien Davidson no habla en términos de vehículos, sostiene que sólo el lenguaje natural posee los elementos necesarios para una teoría de la verdad, esto es, para dar cuenta del pensamiento objetivo (Davidson, 1999). 24 Pese a estas ventajas y a ofrecer interesantes recursos conceptuales para una teoría de la cognición animal, la teoría de los conceptos de Millikan no es muy popular en la etología cognitiva. Pues no sólo los filósofos y psicólogos presuponen una concepción de los conceptos como habilidades clasificatorias, sino también muchos etólogos cognitivos presuponen una concepción de los conceptos basada en la falsa dicotomía entre clasificar y discriminar (Aguilera, 2009). P á g i n a | 113

Capítulo 4

concepción externista del significado (meaning externalism), pues de acuerdo con esta concepción, el contenido de un pensamiento está determinado –al menos parcialmente por los objetos que causan dicho contenido. Pero, por otro lado, el principio de Russell exige además que la criatura comprenda cuáles son esos objetos. Más específicamente, según este principio, una criatura debe tener un conocimiento discriminador del objeto de su pensamiento a los fines de poder, precisamente, tener pensamientos conceptuales (Evans, 1982). La respuesta de Millikan a este requerimiento es que los conceptos de sustancias consisten precisamente en tener la habilidad para identificar un objeto como el mismo objeto, pues tener un concepto de sustancia consiste en nuclear distintos trozos de información representada en el sistema cognitivo en virtud de referirse a un mismo objeto, y utilizarla para hacer proyecciones en otros encuentros con el objeto. Sin embargo, lejos de requerir necesariamente un conocimiento proposicional, la identificación de sustancias puede estar constituida únicamente por un conocimiento práctico e implícito del objeto de nuestro pensamiento25. Por esa razón, a diferencia de la habilidad para clasificar y hacer inferencias, la habilidad para reidentificar no depende de la capacidad para realizar juicios ni, por tanto, de usar un lenguaje. Depende, en cambio, de capacidades representacionales más primitivas, específicamente, reconocer una misma sustancia en una variedad de condiciones diferentes (Millikan, 2000, pág. 33)26. Pese a sus virtudes explicativas para abordar el problema del pensamiento animal y en particular, de los conceptos animales, la teoría de Millikan tiene importantes limitaciones. En primer lugar, los conceptos de sustancias son insuficientes para satisfacer el requisito de generalidad. Pero alguna versión de este requisito debería ser contemplada por cualquier teoría de conceptos. En segundo lugar, la noción de racionalidad que Millikan está dispuesta a atribuir a los animales no permite dar cuenta

25

Los neofregeanos, por el contrario, han sostenido que este principio exige un conocimiento proposicional y libre de contexto. Sin embargo, al desensamblar las habilidades clasificatorias de las identificatorias no hay razones para adoptar esta lectura, más intelectualista. Similarmente, Burge sostiene que la percepción pre-lingüística tiene elementos referenciales singulares, que individúan particulares sin que ello envuelva pensamiento proposicional (Burge, 2010, pág. 49). 26 Posteriormente, en el capítulo 5.2, presento una variante extendida de este argumento, que articulo con una objeción a la comprensión del pensamiento animal en términos de contenidos noconceptuales. P á g i n a | 114

Minimalismo

de algunas conductas animales que presuponen capacidades representacionales e inferenciales complejas e involucran procesos de razonamiento. En consecuencia, aun cuando permita explicar la función representacional de los conceptos, de un modo compatible con el principio de Russell, la posesión de habilidades identificatorias es insuficiente para tener conceptos. Desarrollo este argumento en los siguientes capítulos.

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TERCERA PARTE BASES PARA UNA TEORÍA PRAGMATISTA, PLURALISTA Y GRADUALISTA DE LOS CONCEPTOS

CAPÍTULO 5

5. PENSAMIENTO DE PRIMER ORDEN Uno de los argumentos a favor de la dependencia entre lenguaje y conceptos descansa en la premisa de que la posesión de conceptos involucra pensamientos de segundo orden y éstos, a su vez, requieren lenguaje. En contra de este argumento, en este capítulo, sostengo que aun cuando el pensamiento de segundo orden involucre competencia lingüística, no es necesario aceptar que el pensamiento conceptual es esencialmente reflexivo ni, por tanto, que involucre pensamientos de segundo orden. En el capítulo 3.2, señalé que este supuesto se asienta en una concepción intelectualista de los conceptos, según la cual hay una conexión entre la posesión de conceptos y la capacidad para la justificación epistémica. En particular, sostengo que la evaluación epistémica no debería ser pensada como inherente a la posesión de conceptos. De este modo, una teoría general de conceptos no debería depender de una teoría de la justificación. Rives diferencia el pragmatismo epistémico del pragmatismo inferencial (Rives, 2009). Y considera que aun cuando ambos compartan la tesis de que los conceptos se individúan por su rol inferencial, mientras el primero pretende integrar una teoría de los conceptos con la epistemología, el segundo persigue intereses meramente psicológicos. En este sentido, al desvincular la noción de concepto de aspectos epistémicos, el pragmatismo inferencial estaría en el mismo nivel que el enfoque cartesiano. No es mi intención defender una concepción psicológica de este tipo. En particular, considero que la posesión de conceptos está íntimamente vinculada con capacidades epistémicas, pues las capacidades inferenciales de una criatura aumentan en la medida en que se enriquecen sus capacidades representacionales y varían en virtud del tipo de conocimiento que la criatura posee sobre su entorno. Pese a aceptar una concepción epistémica de los conceptos, sostengo que la tesis de que el pensamiento conceptual involucra pensamiento de segundo orden, por un lado, excluye buena parte de nuestro pensamiento conceptual y, por otro lado, no debe ser considerado como un aspecto constitutivo de los conceptos, aun cuando pueda caracterizar ciertas competencias cognitivas. En otras palabras, la tesis de que el

Capítulo 5

pensamiento conceptual es reflexivo no es iluminadora respecto del papel que cumplen los conceptos. Mi tesis es que la posesión de conceptos involucra habilidades para identificar. Como lo desarrollé en el capítulo anterior, siguiendo a Millikan, sostengo que la habilidad para identificar precede a los pensamientos con una estructura predicativa. La identificación, además, resulta indispensable para dar cuenta de un modo satisfactorio del principio de Russell, al que el mismo Bermúdez recurre en uno de sus argumentos a favor del principio de prioridad. La identificación, por otra parte, resulta imprescindible para dar cuenta de la capacidad –ampliamente extendida entre los primates– de hacer inferencias. No obstante, a diferencia de Millikan, sostengo que, para que un sistema cognitivo sea conceptual, se requiere satisfacer el requisito de generalidad. Del enfoque intelectualista, entonces, preservo la idea de que el pensamiento conceptual está constituido por una estructura predicativa. En este sentido, adopto la idea de que los conceptos se individúan parcialmente en virtud de su rol inferencial, al mismo tiempo que niego que las capacidades inferenciales deban ser explicadas en términos de la justificación epistémica. Conforme esta idea, para que ciertas relaciones entre pensamientos constituyan transiciones inferenciales sólo es necesario que instancien un patrón de relaciones formales y puedan ser explicadas en términos de ellas1. Finalmente, como muestro a continuación, ninguna de estas condiciones involucra necesariamente pensamientos de segundo orden. No obstante, en forma conjunta, expresan de un modo iluminador importantes aspectos del pensamiento conceptual y, en particular, ponen de manifiesto el papel cognitivo que comporta la realización de inferencias. Si para tener conceptos basta con satisfacer estas condiciones, se vería debilitado el argumento basado en el carácter reflexivo del pensamiento conceptual. Ello mostraría, además, que la concepción intelectualista de los conceptos excluye buena parte de los pensamientos conceptuales, en particular, aquéllos que sin ser reflexivos sirven para identificar, hacer inferencias y satisfacen el requisito de generalidad.

1

Profundizo este argumento en el capítulo 7.

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5.1.

Identificación

La concepción de Bermúdez de los conceptos pierde de vista un importante logro cognitivo resultante de la adquisición de conceptos, a saber, la capacidad de reconocer que distintos trozos de información no pertenecen sino a un mismo objeto (Camp, 2009; Duhau, 2010; Millikan, 2000; Danón, manuscrito). Esta habilidad se denomina identificación de sustancias (Millikan, 2000). Mi tesis es que esta capacidad, y no la de volvernos epistémicamente sobre nuestro pensamiento, a) hace justicia al principio de Russell y b) recoge de modo significativo uno de los papeles centrales que cumple la capacidad para realizar inferencias para quien posee conceptos. Sólo cuando una criatura puede reconocer que distintas representaciones son, con todo, sobre un mismo objeto se puede decir que tiene un conocimiento acerca del objeto de su pensamiento. En otras palabras, no es la meta-representación sino la co-identificación, la que dota a los conceptos de un importante rol cognitivo. El problema no es que Bermúdez no pueda ulteriormente dar cuenta de dicha función –la de identificar, sino que no la considera dentro de los aspectos centrales de su teoría. Como muestro a continuación, si se tiene en cuenta esta función, el carácter explícito y reflexivo del pensamiento no sería considerado como un rasgo constitutivo de los conceptos. 5.1.1. Contenidos no conceptuales, identificación e integración cognitiva Tal como muchos filósofos lo reconocen, la representación es una de las funciones cognitivas básicas de los conceptos. Cualquier teoría del pensamiento debería empezar con la tarea básica del pensamiento: representar el mundo. Las creencias representan el mundo como siendo de una cierta manera, mientras que los deseos lo representan del modo en que el mundo debería ser, a la luz de una criatura pensante…. Estos criterios básicos para el pensamiento nos brindan una comprensión de las tareas básicas de los conceptos. Donde una creencia o deseo representa un estado de cosas completo, y es típicamente especificado por un enunciado completo, como “Esta manzana es roja”, un concepto representa una cosa particular o un modo de ser particular de algo y, por tanto, es típicamente especificado solo por una palabra o frase como “esta manzana” o “es roja” (Camp, 2009, pág. 276). Los conceptos refieren a, recogen, denotan o bien tienen una relación intencional con individuos o conjuntos de entidades, eventos, estados, propiedades, etc. (Weiskopf, 2009, p. 147)

Ahora bien, no es la representación por sí misma sino la integración de diversas representaciones sobre un mismo objeto y su uso en diferentes circunstancias lo que P á g i n a | 119

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dota a una criatura con conceptos de una importante herramienta cognitiva. Más específicamente, la habilidad para identificar objetos cumple un importante rol en la facilitación y explotación de las diversas interacciones de una criatura pensante con su entorno. De hecho, un sistema podría ser representacional y, no obstante, carecer de conceptos. Esto es algo que la noción de contenidos no-conceptuales parece suponer. Veamos. Bermúdez admite que, sin lenguaje y sin conceptos, una criatura puede integrar información relevante del ambiente. Es sabido que este autor es un defensor de los contenidos no-conceptuales y de su atribución a criaturas no-lingüísticas. Los contenidos no conceptuales –al igual que los conceptuales– tienen una estructura composicional. Al tener una estructura composicional, los contenidos no conceptuales son aptos para la integración cognitiva, esto es, para la interacción entre estados representacionales y motivacionales, así como de estados representacionales entre sí. representar un rasgo particular del entorno no tiene efecto en la conducta sólo cuando la criatura es confrontada por el rasgo mismo. También puede ser efectivo cuando la criatura es confrontada por algo que es similar de manera relevante al rasgo representado, o cuando el rasgo es está ausente y no hay nada relevantemente similar en el entorno (como cuando una criatura determina dejar su cueva porque no puede detectar un predador ni nada parecido en las cercanías (Bermúdez, 1998, pág. 91). parte de lo que está involucrado en la integración de estados representacionales es que una criatura que represente el entorno debería ser capaz de registrar cuándo el entorno es relevantemente similar a lo largo del tiempo. El ejemplo más simple sería cuando el entorno actualmente representado es idéntico en todos los aspectos al entorno previamente representado. Pero el tipo apropiado de flexibilidad requiere ser capaz de registrar en qué aspectos hay una coincidencia en el modo en que es representado el entorno y en qué aspectos no hay tal coincidencia, de manera tal que una respuesta adecuada pueda ser determinada integrando las coincidencias relevantes con la experiencia previa y los estados motivacionales actuales (Bermúdez, 1998, pág. 101).

A través de la integración cognitiva una criatura puede, por un lado, modificar creencias y demás actitudes proposicionales en virtud de otras actitudes, y, por otro, reconocer lo similar y lo diferente de distintas situaciones. Gracias a ello, una criatura puede comportarse de un modo plástico y flexible así como también puede aprender a partir de experiencias pasadas. Ahora bien, la noción de contenido no-conceptual no permite explotar la potencia explicativa de la integración cognitiva cuando ésta se encuentra al servicio de la identificación de objetos, esto es, para identificar un objeto como el mismo, una y otra vez. La habilidad para identificar, por otra parte, resulta necesaria para la P á g i n a | 120

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realización de inferencias. Por consiguiente, la noción de contenido no-conceptual tampoco alcanza para explicar los procesos inferenciales realizados por animales. Para la identificación no basta con agrupar las coincidencias o semejanzas relevantes de una situación. Al contrario, la identificación consiste en nuclear en un mismo concepto un conjunto de representaciones heterogéneas en virtud de referir a una misma sustancia. De este modo, la discriminación e integración de representaciones sobre rasgos similares y diferentes son potenciadas con un nuevo uso: el reconocimiento de lo idéntico a partir de lo diferente. Así entendida, la identificación constituye un importante logro cognitivo, extendido en primates –humanos y no humanos– aves y mamíferos, pues da lugar a la capacidad de rastrear y reconocer una misma sustancia como la misma cosa aún cuando, en distintas circunstancias, se presente bajo distintas propiedades y, finalmente, amplía de este modo el repertorio conductual de la criatura. Este reconocimiento permite, entre otras cosas, comportarse de acuerdo con la información acumulada en experiencias previas de modo tal que la conducta de una criatura en un momento dado no depende de los estímulos ambientales inmediatos sino de la información recolectada y almacenada en situaciones anteriores. La reutilización de información obtenida previamente se torna realmente útil si se tiene en cuenta que generalmente tenemos un acceso epistémico parcial a los objetos en los que pensamos: Note que si todas las propiedades de una sustancia estuvieran inmediatamente manifiestas cada vez que nos encontramos con ella, no habría necesidad de aprender y recordar qué propiedades eran (Millikan, 2004, pág. 4). Llevar conocimiento acerca de una sustancia es útil sólo porque la mayoría de las propiedades de una sustancia no están manifiestas sino escondidas de nosotros la mayoría del tiempo (Millikan, 2000, pág. 4).

En consecuencia, la reidentificación explica por qué se pueden usar de manera eficaz representaciones de rasgos y propiedades que, en un momento dado, se encuentran ausentes o fuera del alcance de la percepción, por qué respondemos de manera determinada en ausencia de los estímulos relevantes o bien por qué inhibimos ciertas respuestas aun cuando los estímulos relevantes han sido registrados. Esto es algo que la noción de integración cognitiva contempla pero, por sí sola, no explica.

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Por otra parte, al reconocer que dos grupos de propiedades no son sino del mismo objeto, una criatura puede integrar dos cuerpos de información previamente separados para la generación de nuevo conocimiento y/o para su posterior uso en nuevas situaciones. Supongamos que una criatura dotada de la facultad para representar es incapaz, sin embargo, de vincular diferentes representaciones, F(a), G(b), que tiene de un mismo objeto. Pero en tal caso, diremos que si esta criatura descubriera posteriormente que ambas representaciones refieren a lo mismo, (a=b), habría aprendido algo nuevo acerca de dicho objeto, G(a). Este nuevo conocimiento le permitirá exhibir un comportamiento más flexible frente al mismo objeto, pues ahora sabe que éste se manifiesta a través de estas dos propiedades, F y G, cada una de las cuales puede formar la base para inferencias, respuestas conductuales y expectativas, heterogéneas. Pensemos en una niña que sabe que el pequeño gatito mullido, recostado sobre el sillón, es además el animal furioso que clavó las uñas sobre sus manos el día anterior. El comportamiento cauteloso de la niña frente a este animal recostado sobre el sillón habrá de explicarse no en virtud de las propiedades observadas en el animal en ese preciso momento, sino más bien en virtud de la identificación del animal como el núcleo de ambos conjuntos de propiedades. La noción de identificación, finalmente, permite explicar los procesos inferenciales postulados para explicar la conducta de algunos animales, dado que la realización de inferencias, sobre todo de aquéllas que forman parte de razonamientos, presupone alguna comprensión de la identidad2. De este modo, la noción de identificación resulta necesaria para explicar, por ejemplo, conductas de reciprocidad, como alianzas y agresiones redirigidas, observadas en primates3. En efecto, hay abundante evidencia de que los primates tienen un conocimiento de las relaciones sociales entre sus pares y de que ese conocimiento afecta su conducta y es usado, por ejemplo, para predecir el comportamiento de terceros. Para ello, los individuos deben observar interacciones sociales de las que ellos mismos no forman parte y hacer las

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En sentido estricto, la noción de contenido no-conceptual también parece inadecuada para explicar los procesos que Bermúdez denomina “proto-inferencia” (Bermúdez, 2006), pues éstos también requieren alguna comprensión de la identidad, algo que –como argumenté más arriba– la noción de integración cognitiva no permite explicar. 3 Cf. de Waal (1996), Cheney & Seyfarth (1990; 2007), Seyfarth & Cheney (2001), Byrne & Whiten (1988), Whiten & Byrne (1997). P á g i n a | 122

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inferencias correspondientes. Un primate, Z, en un momento t, puede reconocer a X como amigo de Y, aun cuando en t no haya dado manifestaciones de amistad entre X e Y. En virtud de ello, el comportamiento de Z en t respecto a X puede ser explicado a partir del reconocimiento de la amistad entre X e Y. Así, por ejemplo, los machos se abstienen de atacar a las crías de aquellas hembras que se encuentran bajo la protección de un macho dominante; luego de una pelea entre dos individuos, A1 y B1, un tercer primate, A2, pariente de A1, suele desafiar a B2, pariente de B1, etc.4. De aquí se sigue que la habilidad para identificar parece suficiente para tener conocimiento de los objetos a los cuales refiere el contenido del pensamiento. Siguiendo la teoría de Millikan, a continuación sostendré que la habilidad para identificar en relación con algunos conceptos de sustancias –conceptos empíricos– puede ser entendida en términos de un conocimiento práctico e implícito de las condiciones de “individuación de objetos en el pensamiento”5.

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Algunos han sugerido que este tipo de comportamiento puede explicarse en términos asociativos (Schusterman & Kastak, 1998). Según esta explicación, los primates no conocen el rango de sus compañeros ni la estructura jerárquica a la que pertenecen, sino que meramente asocian ciertos comportamientos con ciertos otros y ciertos grupos de individuos con otros grupos. Sin embargo, este tipo de explicación es ineficiente para dar cuenta de relaciones sociales en grupos muy numerosos, dónde hay múltiples interacciones diádicas y tríadicas, y donde además cada individuo ocupa diferentes roles y rangos y mantiene distintos tipos de relaciones con otros compañeros del grupo. Por esta razón, mientras las categorías que pueden explicarse dentro del modelo asociativo pueden constituir clases de equivalencia, las relaciones sociales, no. Es importante notar que aun cuando los primates reconocen el parentesco y las relaciones sociales de sus pares, no obstante, diferencian a los individuos que forman parte de esas relaciones (Seyfarth & Cheney, 2001, pág. 159 especialmente). Esto abona la tesis de que las relaciones sociales no constituyen clases de equivalencia en virtud de compartir una propiedad homogénea (ni pueden –por tanto– ser explicadas en términos de generalización de estímulos ni de procesos asociativos). Por ejemplo, a menudo las hembras se alían a un macho, buscando proteger a sus propias crías del infanticidio. Sin embargo, este lazo de amistad no se extiende ni a otros jóvenes, hijos de la misma madre, ni a otras hembras de la misma línea materna. Por otro lado, estudios con grabaciones muestran que otras hembras reconocen la relación madre-hijo, cuando ésta es instanciada en terceros. Así, por ejemplo, al escuchar el grito de la cría miran inmediatamente a su madre. Sin embargo, el grito es vinculado en primer lugar con el hijo y sólo de modo derivado con la madre. Lo que esto muestra es que aun cuando los primates reconocen el parentesco y las relaciones sociales de sus pares, no obstante, diferencian a los individuos que forman parte de esas relaciones (Seyfarth & Cheney, 2001, pág. 159 especialmente). 5 Esto es, cuando las habilidades identificatorias son usadas para identificar “hechos vivos”, para los cuales contamos con métodos operacionales y empíricos para su reconocimiento. Cf. Millikan (2006). P á g i n a | 123

Capítulo 5

5.1.2. Conceptos, reidentificar y coidentificar Millikan denomina a la integración de diferentes representaciones sobre un mismo objeto actos de coidentificación. La coidentificación da lugar a actos de reidentificación, en los que se manifiesta la identidad de contenidos (de las representaciones coidentificadas). Y, dependiendo del tipo de representaciones empleadas, la coidentificación puede dar lugar a la realización de inferencias mediatas, otros procesos de información ampliativos y respuestas conductuales flexibles y apropiadas. Cada acto de identificación es entonces implícitamente un acto de reidentificación, consistente en el uso conjunto de dos o más representaciones o piezas de información. Descripto en el nivel del contenido involucrado en el nivel de percibir* o creer-que, los llamamos actos de “identificar” o “reidentificar”. Descripto en el nivel de los vehículos o portadores mentales de información involucrados, los podemos llamar actos de “coidentificar”. En un acto de coidentificar, dos vehículos representacionales son empelados conjuntamente de una manera que asume, esto es, requiere para su corrección, una superposición o identidad parcial en el contenido, haciendo efectivo así un acto de reidentificación de contenidos (Millikan, 2004, pág. 144)6. reidentificar algo SÓLO ES estar dispuesto a, o que un subsistema esté dispuesto a, emparejar representaciones de esa cosa en la percepción y/o en el pensamiento como un término medio para la inferencia mediata, u otro procesos de información ampliativo, y/o para guiar la acción (Millikan, 2000, pág. 144).

En criaturas que poseen tanto conceptos de sustancias como de propiedades, y que tienen por tanto habilidades predicativas, el reconocimiento de que diferentes trozos de información son sobre un mismo objeto permite usar la información representada en inferencias mediatas. Para realizar este tipo de inferencia, es necesario que al menos un elemento se repita y conserve su significado en cada ocurrencia (Millikan, 2000, pág. 142). Como por ejemplo en: Cicerón era pelado; Tulio = Cicerón; Tulio era pelado. La identificación es entonces una precondición para la realización de al menos algunas variedades de inferencia mediata, i. e. aquéllas que amplían el conocimiento de individuos o clases naturales, por ejemplo7. Al mismo tiempo, permite explicar uno de

Por tratarse de un uso que no tiene traducción al castellano, traduzco “visaging” por “percibir*”. Visaging se relaciona con la percepción (verídica) del mismo modo que las creencias se relacionan con conocimiento (Millikan, 2000, pág. 111). 7 Se podría objetar que el término medio en razonamientos donde sólo hay términos generales no presupone habilidades identificatorias, sino clasificatorias. No obstante, al incluir dentro de la noción de sustancias estofas, clases naturales, históricas y sociales, además de individuos, la identificación parece ser un requerimiento también en estos casos. 6

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los papeles centrales de la realización de inferencias para quien posee conceptos: la ampliación de conocimiento. Además, la coidentificación da lugar a la ampliación de conocimiento por medio de procesos subpersonales o perceptuales que son utilizados para guiar la acción. En el caso de criaturas que sólo tienen conceptos de sustancias, la reidentificación involucra sólo un conocimiento práctico (know-how) e implícito de sustancias que, sin embargo, da lugar a un comportamiento guiado y flexible a partir de la información integrada: una criatura que percibe un objeto y lo reconoce como el mismo que vio el día anterior, puede integrar la información que recolectó en ambas ocasiones y usarla de un modo novedoso para guiar su conducta. Así, por ejemplo, un animal que no ve un predador pero puede olerlo o sentir su bramido, no saldrá de su nido a menos que las señales de peligro desistan. La comprensión de la identidad es el eje sobre el cual debe girar cada ejercicio de la percepción y el pensamiento que agrupa diferentes piezas de información a partir de diferentes modalidades perceptuales, o a partir de diferentes contextos, o a lo largo del tiempo, y efectúa su interacción (Millikan, 2000, pág. 144).

En síntesis, la integración cognitiva cuando es articulada con la comprensión –ya sea implícita o explícita de identidad de contenidos –es decir, con la identificación de sustancias y no se reduce, por tanto, a la mera yuxtaposición de propiedades similares y diferentes, amplía el conocimiento y guía la acción. En este sentido, Millikan sostiene que los conceptos de sustancias, resultantes de la habilidad para identificar, son “conceptos sintéticos”. En contraste, los conceptos provenientes de la capacidad para volverse reflexivamente sobre el pensamiento podrían ser llamados “conceptos analíticos”, pues no brindan nueva información sobre el mundo sino sobre los rasgos estructurales del pensamiento o bien sobre las condiciones necesarias y suficientes que constituyen la identidad de un concepto. En consecuencia, la co-identificación parece indispensable para dar cuenta del principio de Russell, esto es, para tener un conocimiento discriminador acerca de los objetos de los pensamientos sobre particulares. Recordemos que el principio de Russell (PR) exige que, para tener pensamientos conceptuales, una criatura debe tener un acceso epistémico al objeto de su pensamiento. Es decir, debe saber acerca de qué está pensando, cuál es el contenido de su pensamiento. Para ello, el pensamiento debe estar constituido por elementos referenciales que permitan identificar particulares. Por P á g i n a | 125

Capítulo 5

supuesto que podría estar equivocado acerca del objeto de su pensamiento y por supuesto que dicho objeto podría no existir, podría ser un objeto imaginario, ficticio, etc. El principio de Russell no nos compromete con la tesis de que hay elementos referenciales inmunes al fracaso. Por su parte, Bermúdez muestra su adhesión a este principio, sin embargo, no explica cómo son individuados los objetos de nuestro pensamiento de primer orden8. En ciertos lugares, él reconoce que el rol inferencial juega sólo un papel parcial en la individuación de conceptos. Sin embargo, qué otros aspectos forman parte de las condiciones de individuación de conceptos no es una cuestión desarrollada por este autor (Bermúdez, 1998; 2010). Tal como Evans lo formula, este principio exige un conocimiento proposicional de las condiciones de individuación de los objetos9. En contra de esta lectura, a continuación sostengo que la habilidad para identificar sustancias constituye otro modo de individuar los conceptos para cuya comprensión no es siempre imprescindible el conocimiento explícito y con estructura proposicional, requerido por el inferencialismo que Bermúdez y otros defienden. La reidentificación, en primer lugar, cumple un papel primordial en la adquisición de conceptos, pues justamente se define en términos de la acumulación e integración de información acerca de un mismo objeto (Millikan, 2000). La comprensión explícita de las condiciones de individuación de un concepto presupone la

En “Two Arguments for the Language-Dependence of Conceptual Thought”, sostiene: “uno debe tener un acceso epistémico a aquello acerca de lo que uno está pensando. Lo que es diferente en los dos casos es simplemente el objeto del pensamiento. En un caso es un estado de cosas en el mundo. En el otro es un pensamiento acerca de ese estado de cosas.... uno debe tener algún tipo de “acceso cognitivo” que le permita elegir esa cosa. Uno debe ser capaz de individuarlo en el pensamiento” (Bermúdez, 2010, pág. 46). 9 Como ya he señalado, Evans y Peacocke reconocen la importancia de la identificación en el pensamiento conceptual. Evans (1982) sostiene que el principio de Russell exige un conocimiento discriminativo acerca de los objetos en los que pensamos y distingue tres posibilidades: por identificación, por reconocimiento, y por el conocimiento de hechos distintivos acerca del objeto. Al igual que Strawson, Evans considera que este conocimiento es proposicional (Evans, 1982; Strawson, 1959). Peacocke, por su parte, señala que las condiciones de posesión de un concepto fijan una referencia. En particular, sostiene que “Poseer un concepto es saber qué es que algo sea su valor semántico”, y denomina esta tesis “tesis de la identificación” (1992, pág. 23). No obstante, ambos autores se comprometen con un modelo intelectualizado de los conceptos y con una concepción de los conceptos como habilidades clasificatorias. En contra de este modelo intelectualista, Burge sostiene que la aplicación de conceptos puramente clasificatorios no supone una función referencial (Burge, 2010, pág. 41), en contraste con los conceptos identificatorios. 8

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posesión del concepto en cuestión, pues la adquisición de conceptos es previa a su evaluación epistémica. Se puede decir, entonces, que los infantes (humanos) comienzan a usar los conceptos e, incluso, les dan una expresión lingüística mucho antes de comprender explícitamente cuáles son sus condiciones de individuación. Esto no significa que desconocen cuál es la referencia de dichos conceptos, implica, más bien, que esa comprensión es implícita, práctica y, posiblemente, defectuosa (aunque perfectible). Cuando está guiada por objetivos estrictamente prácticos, la reidentificación simplemente involucra la capacidad para dar respuestas conductuales confiables y flexibles –aunque falibles– en los diversos encuentros con un mismo objeto y, para esto, sólo se requiere que la criatura sea capaz de integrar la información representada y usarla conforme sus metas y los encuentros previos con el objeto (Millikan, 2000). En este sentido, la criatura tendría un conocimiento práctico o implícito acerca de las condiciones de individuación de los conceptos. A los fines de lograr este tipo de identificación, no es necesario exigir que la criatura reconozca explícitamente las razones inherentes a la identificación sino simplemente que tenga la sensibilidad práctica para hacerlo. Tampoco se necesita ser capaz de dar justificaciones porque tener un concepto sobre un objeto es saber identificarlo, y no ponderar explícitamente las razones conducentes a dicha identificación10. Finalmente, la identificación incluye un importante componente normativo, pues al integrar información sobre una misma sustancia, una criatura se vuelve capaz de modificar y corregir sus conductas, eliminar contradicciones y modificar sus creencias y deseos en la medida en que incorpora nueva información sobre el referente de la identificación y en virtud de su propio éxito y fracaso en encuentros previos con la sustancia, como así también, en virtud de las relaciones inferenciales entre los pensamientos acerca de la sustancia. Podemos preguntar, sin embargo, si esta condición es suficiente para el pensamiento conceptual. De hecho Bermúdez podría conceder el punto y admitir que la

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Así como la identificación no implica evaluar la relación lógica entre razones ni involucra juicios de identidad, tampoco implica evaluar “cuán confiables” son los medios empleados para la identificación, como sostendría una posición confiabilista. P á g i n a | 127

Capítulo 5

identificación de objetos es un importante rasgo de los conceptos, pero insistir en que la capacidad de identificar sin la de reflexionar no basta para tener conceptos. La estrategia argumentativa que desarrollaré aquí es indirecta: a continuación, en el siguiente apartado, sostendré que la habilidad para identificar no basta para tener conceptos pues no satisface el requisito de generalidad. Ahora bien, la generalidad y el principio de Russell conjuntamente constituyen efectivamente dos condiciones centrales para la posesión de conceptos que, por un lado, i) no requieren ascenso intencional y, por otro lado, ii) ponen al descubierto aspectos significativos del pensamiento conceptual. Si, como sostengo, estas condiciones ponen de manifiesto importantes aspectos y funciones de los conceptos y, en su conjunto, brindan condiciones necesarias y suficientes para su posesión, no habría razones para aceptar –como el enfoque intelectualista al que Bermúdez y otros adhieren que el pensamiento conceptual requiere la capacidad para pensar explícitamente en las relaciones inferenciales entre distintos pensamientos.

5.2.

Los conceptos de sustancias y el requisito de generalidad

Una de las desiderata que debería regir para toda teoría filosófica acerca de conceptos es brindar una explicación del requisito de generalidad, RG. De acuerdo con este requisito, la habilidad para pensar que a es F debe descomponerse en la habilidad para pensar en a y en la habilidad para pensar que algo es F, “habilidades que son lo suficientemente distintas de modo tal que ser capaz de pensar que a es F podría ser explicada por ser capaz de pensar en a y ser capaz de pensar en algo como F” (Heck Jr, 2007, pág. 9). Esto podría formularse del siguiente modo condicional: REQUISITO DE GENERALIDAD: si S tiene la habilidad para pensar que a es F S tiene la habilidad para pensar en a y la habilidad para pensar que algo es F, las cuales pueden ser aplicadas en otros pensamientos y combinadas con otros conceptos, G, que S pueda tener y que serían suficientes para comprender el pensamiento a es G. Ahora bien, una criatura que no posea conceptos de propiedades, no podrá combinar sus conceptos para hacer un juicio categórico, pues éstos suponen una estructura predicativa. En consecuencia, satisfarán el requisito de generalidad pero sólo trivialmente, pues siempre que el antecedente es falso el condicional es verdadero. Con razón, alguien podría decir que la identificación de una sustancia, x, depende de la P á g i n a | 128

Pensamiento de primer orden

detección y discriminación de algunas de sus propiedades, por ejemplo, P, Q, R. Pero si la criatura que identifica no es capaz de conceptualizar las propiedades detectadas –no tiene un concepto de P y no es, por lo tanto, capaz de pensar en P como una propiedad separada de x, no podrá satisfacer el requisito, pues para ello debería ser capaz de pensar en P instanciada en otros objetos. Por el contrario, parece más adecuado entender los conceptos de sustancia…. como habilidades no estructuradas para detectar patrones de manera holista, respondiendo a ciertos rasgos de los objetos, pero sin poder pensarlos como propiedades separadas del conjunto global en el que 11 aparecen (Danón, manuscrito) .

En consecuencia, parece más adecuado decir que el requisito de generalidad no puede ser satisfecho por una criatura que sólo tenga conceptos identificatorios. Habría que admitir, en cambio, que la concepción de los conceptos defendida por Millikan –al menos, en lo que respecta a los animales– es incompatible con el requisito de generalidad, pues este requisito presupone que los conceptos involucran una estructura predicativa, mientras la teoría de Millikan defiende que esto no es necesario 12. Y cualquier otra interpretación de este requisito que niegue esta tesis se encontrará con importantes dificultades para explicar ciertas generalizaciones psicológicas observadas propias del pensamiento humano: Sería un misterio total por qué –cayendo mágica o divinamente en una armonía preestablecida una criatura semejante, luego de adquirir la habilidad para tener el pensamiento de que a es G, debería adquirir también la habilidad para pensar que b e G, que c es G, y así sucesivamente. Y, si las capacidades cognitivas de una criatura no tienen ese tipo de estructura, luego tampoco tendríamos razones para considerar que el contenido de sus pensamientos está estructurado (Heck Jr., 2007, pág. 9).

Teniendo en cuenta esta dificultad, mi tesis es que si bien las habilidades identificatorias resultan indispensables para dar cuenta del principio de Rusell así como también de la adquisición de conceptos, no son suficientes para tener conceptos. En consecuencia, si se quiere mostrar que los animales sin lenguaje pueden tener conceptos, habrá que mostrar que de alguna manera satisfacen el requisito de generalidad.

Danón, sin embargo, defiende una variante “interpretativista” del requisito, que opera sobre nuestras atribuciones doxásticas. Por ello, sostiene que los conceptos de sustancia satisfacen el requisito de generalidad. 12 Otros autores han defendido interpretaciones más débiles del requisito de generalidad (Carruthers, 2009; Camp, 2009; Duhau, manuscrito; Beck, en prensa). Para ver críticas a tales interpretaciones (Heck Jr., 2007). 11

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Capítulo 5

5.2.1. El requisito de generalidad: una lectura no intelectualista El requisito de generalidad, ¿no nos compromete con la tesis de que el pensamiento conceptual requiere pensamiento de segundo orden? El requisito de generalidad es considerado como un “explanandum” de la posesión de conceptos. Se considera que espeja una generalización de tipo psicológica o bien que refleja el tipo de capacidad cognitiva que debería exhibir una criatura con conceptos13. Así como no hay gente que pueda entender el enunciado ‘Juan ama a la chica’ pero no el enunciado ‘la chica ama a Juan’, tampoco hay gente que pueda pensar el pensamiento de que Juan ama a la chica pero no pueda pensar el pensamiento de que la chica ama a Juan (Fodor & Pylyshyn, 1988, pág. 39).

En su versión original, el requisito de generalidad implica que el contenido del pensamiento conceptual está esencialmente estructurado y se compone de distintas habilidades que son constitutivamente recombinables de modo indefinido en distintos pensamientos. cualquier pensamiento que podamos interpretar como teniendo el contenido de que a es F involucra el ejercicio de una habilidad –el conocimiento de qué es para algo ser F– que puede ser ejercitada indefinidamente en muchos pensamientos distintos y que sería ejercitada, por ejemplo, en el pensamiento de que b es F. Similarmente para el pensamiento de que a es G (Evans, 1982, pág. 103).

Si bien, como muestra esta cita, la propuesta de Evans se restringe a las habilidades que constituyen el contenido de ciertos juicios, la literatura actual se compromete además con una explicación que apela a los vehículos representacionales subyacentes de nivel subpersonal, que harían factible el carácter composicional del pensamiento conceptual (Camp, 2007; Heck Jr., 2007; Carruthers, 2009): Cuando están estructuradas, las habilidades representacionales requieren un sistema de vehículos representacionales compuestos de partes discretas y recurrentes, combinadas de acuerdo con reglas sistemáticas (Camp, 2007, pág. 146).

En otras palabras, para explicar el tipo de relaciones y generalizaciones que se dan en el nivel de los contenidos mentales, se exige, por un lado, que éstos se compongan de habilidades estructuradas (Evans, 1982; Peacocke, 1992) y, por otro lado, se postula un

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Para ser más exacta, el requisito de generalidad ha sido propuesto para distinguir dos tipos de contenidos: los contenidos conceptuales y los no-conceptuales. De acuerdo con él, un contenido es conceptual si está compuesto de habilidades estructuradas, recombinables sistemáticamente, es noconceptual si no presenta este rasgo. P á g i n a | 130

Pensamiento de primer orden

sistema de representaciones internas, sistemáticamente recombinables, que vehiculicen dichos contenidos (ver tabla 2). El requisito de generalidad puede ser usado como criterio para determinar si un contenido es conceptual (o no conceptual). El mismo exige que los contenidos sean sistemáticamente recombinables, que estén estructurados, etc. La hipótesis acerca de los vehículos del pensamiento, en cambio, pretende explicar por qué se da ese tipo de relación a nivel de los contenidos, por qué un sistema puede satisfacer el requisito de generalidad. En ese sentido, debe ser entendida como una explicación de tipo causal para dar cuenta de ciertas generalidades psicológicas. Tabla 2 July es feliz

Contenido Habilidades Vehículos

July

ser feliz

JULY

FELIZ

En síntesis, el requisito de generalidad supone la existencia de relaciones sistemáticas entre los contenidos que una criatura puede pensar. Esto requiere, por un lado, que el pensamiento esté estructurado y se componga de habilidades representacionales recombinables sistemáticamente. Si, en cambio, los contenidos no estuvieran estructurados, sería muy difícil explicar nuestra capacidad para realizar inferencias y razonamientos. Ya que, para realizar inferencias, los contenidos deben ser sistemáticos y para ello, un mismo concepto debe hacer la misma contribución semántica en cualquier pensamiento del que forme parte. Por otro lado, a los fines de explicar el carácter estructurado de las habilidades conceptuales, autores como Fodor, Heck Jr., Camp y otros, han propuesto un sistema de vehículos, compuesto de representaciones mentales discretas sistemáticamente recombinables. Las diferencias entre los fodorianos –que bajan al nivel de los vehículos– y los neofregeanos –que se centran en las habilidades– no constituyen sólo diferencias de “énfasis” respecto de dónde situar la carga de la explicación. Como vimos en el capítulo 3, para autores como Evans y Peacocke, el requisito de generalidad es también una constricción de tipo epistémica. De acuerdo con esta acepción, el requisito de generalidad implica que la posesión de conceptos involucra un conocimiento general y abstracto acerca de su referente. Por ejemplo, la habilidad para pensar de un individuo que es feliz, que compone el pensamiento Juan es feliz, debe poder ser predicada de cualquier individuo del que la criatura tenga un concepto. Es decir, la criatura que P á g i n a | 131

Capítulo 5

realiza el juicio Juan es feliz debe saber qué es ser feliz para cualquier objeto del que SER FELIZ pueda predicarse. Ahora bien, las teorías que explican el requisito de generalidad a partir del tipo de vehículo representacional consideran, en cambio, que el requisito de generalidad implica que un sistema conceptual debe ser productivo y sistemático, de modo tal que garantice combinaciones múltiples entre sus componentes, y que tenga una estructura predicativa (Fodor, 2008). Pero estas propiedades pueden garantizarse por medio de reglas sintácticas. Dichas reglas no necesitan de un sistema que opere de modo consciente ni reflexivo, sino que pueden ser ejecutadas por procesos psicológicos subpersonales. De acuerdo con esta acepción, entonces, la generalidad es explicada causalmente en término de vehículos y procesos subpersonales. Una posible objeción consiste en decir que no basta con una explicación sintáctica; pues se requiere además que los contenidos estén estructurados. Esto es, la generalidad debería explicarse no sólo en términos de reglas sintácticas sino también en términos del modo en que la criatura puede combinar sus representaciones mentales y dar lugar a nuevos contenidos completos. Sin embargo, esto es precisamente lo que pretenden explicar los defensores del lenguaje del pensamiento: “¿por qué hay relaciones sistemáticas entre los contenidos que una criatura pueden pensar?” (Camp, 2007; Fodor & Pylyshyn, 1988; Heck Jr., 2007). En otras palabras, semejante objeción estaría confundiendo el explanans con el explanandum. Por otra parte, la idea de Fodor es que la sintaxis refleja las propiedades semánticas de las representaciones (Fodor, 1994). Pero dado que la causalidad es sensible únicamente a las propiedades sintácticas, son éstas las que interesan a la hora de brindar una explicación de los procesos inferenciales. Hay diversas razones a favor del requisito de generalidad. Desde un punto de vista metodológico, provee un criterio relativamente claro para la atribución de conceptos. Pero hay razones más profundas para su aceptación. En primer lugar, si no estuviera constituido por partes recombinables, sería extraño hablar de “pensamiento conceptual”, pues la recombinabilidad es lo que garantiza un grado interesante de separación entre una representación y lo representado o, en términos davidsonianos, entre los objetivo y lo subjetivo, como así también una diferenciación entre el pensamiento conceptual y la percepción. Me refiero al hecho de poder “separar” un concepto por, ejemplo ROJO de un contenido completo de la manzana es roja

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Pensamiento de primer orden

para formar parte de otros contenidos –como en las casas son rojas. Esto depende de la posibilidad de separar la representación –ROJO– de la situación representada –la manzana roja sobre la mesa– y usarla en otros contextos, alejados de dicha situación –al recordar por ejemplo, que había una manzana roja sobre la mesa–. En segundo lugar, la satisfacción del requisito de generalidad garantiza un enriquecimiento significativo del repertorio conceptual de una criatura que tiene habilidades para identificar, pues ésta ha de poder combinar en una estructura predicativa las habilidades para identificar con otro tipo de habilidades representacionales (habilidades clasificatorias, por ejemplo). Finalmente, la recombinabilidad permite explicar la capacidad para utilizar información obtenida en un contexto y aplicarla en otro, como sucede tanto en la realización de inferencias como en la realización de metáforas, etc. Ahora bien, nada de lo anterior implica que la generalidad suponga pensamientos de segundo orden. Salvo que aceptemos que las capacidades para hacer inferencias y realizar juicios estén ligadas a la capacidad para su justificación epistémica, este requisito no parece involucrar ascenso intencional. Así como para integrar cierta información con la representación previa de un objeto no se necesita pensar acerca del concepto sino sólo acerca del objeto (por ejemplo, cuando pensamos “La niña rubia es la hija de Ana”), del mismo modo, no necesitamos pensar en los conceptos de MANO ni de PÉTALO (sino en manos y pétalos) para entender la metáfora “sus manos se abren como pétalos”. Por supuesto, las personas participamos de muchas prácticas reflexivas en las que nuestra preocupación está centrada en los conceptos, en el uso de conceptos, en las relaciones lógicas con otros conceptos y con la evidencia, en las relaciones de jerarquía, en las relaciones inferenciales entre pensamientos, etc. La teorización filosófica y científica, la modelización, la revisión de creencias, etc., son ejemplos de ello, al igual que las demás prácticas incluidas dentro de la dinámica cognitiva de segundo orden (Bermúdez, 2003). Lo que quiero señalar es que para combinar conceptos –algo que muchos niños comienzan a hacer desde muy pequeños– no necesitamos pensar explícita y reflexivamente en ellos14.

14

Mientras Bermúdez diría que el uso habitual de conceptos no involucra ascenso intencional, mi tesis es que tampoco lo requiere la adquisición temprana de conceptos además de su uso habitual, en el sentido de que es el ascenso intencional lo que depende de la posesión de conceptos y no a la inversa. P á g i n a | 133

Capítulo 5

5.3.

Contenidos no conceptuales, generalidad e identificación

En contra de la tesis de que el pensamiento conceptual es esencialmente reflexivo, en este capítulo he defendido que el principio de Russell y el requisito de generalidad son dos condiciones que, en forma conjunta, garantizan la posesión de conceptos. He argumentado, además, que ninguna de estas condiciones requiere necesariamente pensamiento de segundo orden. Por otra parte, ambas condiciones deben ser satisfechas para explicar el rol inferencial de los conceptos y, por otro lado, para dar cuenta de la función cognitiva que ese rol comporta, a saber, la ampliación de conocimiento acerca de sustancias. Por otra parte, he argumentado que la identificación puede dar cuenta del rol referencial de los conceptos y –entendida en términos de la habilidad para identificar sustancias– ofrece un modo plausible de entender el principio de Russell en términos de un conocimiento implícito y práctico, de carácter no proposicional. De aquí se sigue que hay una diferencia sustantiva entre la coidentificación, presupuesta en la habilidad para identificar sustancias, y la integración cognitiva, presupuesta en la noción de contenidos no-conceptuales. Esto deja sin efecto la posible objeción de que la disputa sobre la distinción entre contenido conceptual y contenido no-conceptual no es más que una disputa verbal, pues la identificación resulta imprescindible para explicar aspectos centrales del pensamiento conceptual y, en particular, de la cognición animal. Me refiero, por ejemplo, al conocimiento de vínculos sociales y la diferenciación de individuos cruzados por tales vínculos manifiestos en los primates y, en general, a la capacidad de realizar inferencias, lo cual no puede ser explicado con la noción de contenido no-conceptual. Ahora bien, que el requisito de generalidad no involucre pensamientos de segundo orden no es suficiente para afirmar que puede ser satisfecho por animales sin lenguaje. En esta dirección, en los siguientes capítulos defiendo que la capacidad de hacer razonamientos, una de las motivaciones para adscribir a dicho requisito, se extiende más allá de las criaturas lingüísticas y es desarrollada por distintas clases de primates. Para ello, en el capítulo 6, defiendo que estos animales realizan inferencias que forman parte de razonamientos instrumentales. Por esta razón, sostengo que la teoría de Millikan, aun cuando resulte sumamente iluminadora, es inadecuada para

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Pensamiento de primer orden

caracterizar ciertas formas de racionalidad animal. En el capítulo 7, defiendo que para explicar el tipo de inferencias involucradas en el razonamiento instrumental se requiere suponer una estructura composicional predicativa, que satisfaga el requisito de generalidad. Finalmente, propongo un modelo no-lingüístico de inferencia que, mantengo, refleja algunas de las limitaciones propias del pensamiento animal.

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CAPÍTULO 6

6. FLEXIBILIDAD COGNITIVA E INFERENCIA Siguiendo a Millikan, en el capítulo anterior sostuve que la habilidad para identificar sustancias era una condición necesaria para la posesión de conceptos. Por un lado, esta habilidad es necesaria para cumplimentar el principio de Russell y, por otro lado, es imprescindible para explicar la realización de inferencias mediatas. Sin embargo, a diferencia de Millikan, sostuve que la identificación de sustancias, por sí misma, es insuficiente para tener conceptos, pues no garantiza la satisfacción del requisito de generalidad. La razón es que el requisito de generalidad supone conceptos de propiedades, cuya aplicación involucra –a su vez– pensamientos con una estructura predicativa. Más aun, la combinación predicativa es inherente a los conceptos de propiedades y es requerida para hacer inferencias mediatas. En este capítulo, sostengo que una variedad de comportamientos de primates de diferentes especies presuponen procesos de razonamiento e inferencias mediatas, por lo cual no pueden ser adecuadamente explicados por la concepción de Millikan del pensamiento animal. Millikan sostiene que cuando la identificación se encuentra al servicio de la acción, como sucede en el caso de los animales, involucra únicamente un tipo muy básico de representación, que puede consistir en la percepción de affordances o bien en representaciones que conducen a la detección de affordances. Este tipo de representación permite ampliar y flexibilizar el repertorio de conductas de un animal, sobre todo cuando éste es capaz de usarlas para reidentificar sustancias. Sin embargo, la detección de affordances no basta para explicar comportamientos que involucran procesos de razonamiento e inferencia mediata. Estas últimas clases de comportamiento requieren un nuevo tipo de representación que da lugar a una segunda forma de flexibilidad, que no sólo se da a nivel de la conducta sino además de la cognición. Como sostengo aquí, este tipo de flexibilidad se requiere para la posesión de conceptos. A diferencia de la meta-representación, esta condición no requiere lenguaje. En respaldo de esta línea argumentativa, en 6.1 distingo dos maneras en que las capacidades representacionales de una criatura pueden independizarse del entorno, y diferencio la flexibilidad conductual de lo que denomino flexibilidad cognitiva. En 6.2,

Flexibilidad

cognitiva

e inferencia

sostengo que el razonamiento instrumental da lugar a la flexibilidad cognitiva y, en ese sentido, a un nuevo tipo de representación, independizada de la percepción. Pero, aunque se tome a la flexibilidad cognitiva como requisito para la posesión de conceptos, podría objetarse que los animales no realizan ese tipo de razonamiento. En 6.3, reconstruyo dos posibles objeciones contra la tesis de que el comportamiento animal presupone procesos de razonamiento e inferencia mediata. Luego, ofrezco una serie de criterios para determinar qué tipo de conductas suponen dichos procesos y finalmente analizo algunos ejemplos y estudios sobre cognición animal y sugiero que primates de diversas especies tienen los recursos representacionales mínimos para entablar procesos de inferencia mediata. Si finalmente los animales fueran capaces de identificar y realizar razonamientos e inferencias deductivas, estaríamos en condiciones de suponer que tienen conceptos.

6.1.

Independencia de estímulo y flexibilidad conductual

La existencia de una separación entre la representación y lo representado es considerada una condición inherente a los conceptos (Camp, 2009; Weiskopf, manuscrito; Martínez Manrique, manuscrito; Gärdenfors, 2005). En otras palabras, para que un contenido mental esté constituido por conceptos, debe poder descomponerse en partes que puedan ser separadas de la situación representada y luego ser combinadas en nuevos contenidos. Cuando las capacidades representacionales de una criatura están determinadas por el contexto o la situación en la que ella se encuentra, entonces no posee habilidades conceptuales. Muchos autores consideran que una separación significativa de la representación y lo representado sólo se alcanza a través del dominio de un lenguaje. En esta dirección, Davidson ha propuesto el siguiente argumento: quien aplica un concepto y ejecuta, por tanto, un comportamiento normativo debe ser capaz de reconocer que podría estar equivocado, de percatarse y corregir su error. Por otra parte, sostiene que el concepto de error requiere los conceptos de verdad y de falsedad, los cuales nacen en el seno de una comunidad lingüística (Davidson, 1982). Más precisamente, autores como Davidson, Bermúdez y McDowell, consideran que sólo se alcanza esta separación de modo significativo cuando la criatura tiene meta-representaciones, esto es, cuando es capaz de volverse sobre su propio pensamiento (Davidson, 1982; McDowell, 1994; Bermúdez, P á g i n a | 137

Capítulo 6

1998). En este sentido, sostienen, una criatura con conceptos debe manejar el contraste entre objetivo y subjetivo, entre correcto e incorrecto, entre lo que cree y lo que es realmente el caso (Davidson, 1982). Hay, no obstante, suficiente espacio lógico para pensar en diferentes grados de separación entre la representación y lo representado que no dependen exclusivamente de la posesión de un lenguaje y que podrían, por tanto, ser alcanzados por animales no humanos. Un primer paso hacia la separación de la representación y lo representado se da por medio de la integración cognitiva, esto es, cuando una criatura es capaz de combinar información proveniente de distintas vías sensoriales y usar esta nueva combinación para guiar su conducta. En virtud de la integración cognitiva una criatura puede ampliar el espectro de respuestas ante la detección de un mismo estímulo. En este sentido, la integración cognitiva conduce a un primer grado de flexibilidad conductual y da lugar a una relativa independencia de estímulo (Perner, 1994). Sin embargo, esta forma de integración cognitiva aun se encuentra fuertemente ligada a la situación en la que se encuentra la criatura y puede ser lograda por criaturas con una cognición relativamente pasiva (Camp, 2009). La necesidad de apelar a cómo son consideradas las cosas aparece sólo cuando se rompe la correlación nómica entre estímulo y respuesta. Esto puede suceder cuando la respuesta ocurre en la ausencia del estímulo o cuando el estímulo ocurre y es registrado sin la respuesta correspondiente (Bermúdez, 1998, pág. 88).

En esta dirección, Millikan admite que muchos animales tienen la habilidad para navegar en el tiempo y el espacio, representando objetos lejanos o situaciones futuras. Aun así, considera que la representación de situaciones lejanas o futuras sólo tiene lugar cuando es “disparada” por estímulos inmediatos, ya sean provenientes del entorno o bien de estados internos propios (2006; 2004). Los pájaros que representan que se avecina el invierno a partir de percibir la extensión de las noches ilustran esta idea. En este

sentido,

la

relación

entre

la

situación

inmediata

y las

capacidades

representacionales sigue siendo bastante rígida. Por esta razón, ella niega que el comportamiento de los animales involucre complejos procesos de razonamiento, pues considera que éste puede ser explicado en términos perceptuales1. La detección de affordances y la reidetificación de sustancias, por otra parte, involucran capacidades

1

Ver 4.4 de esta tesis.

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Flexibilidad

cognitiva

e inferencia

generales para discriminar y representar propiedades, como color, tamaño, y forma, etc. Claramente, estas capacidades también amplían el espectro de respuestas posibles ante la detección de una misma propiedad. No obstante, la capacidad general para discriminar propiedades tampoco es suficiente para tener conceptos de propiedades, pues un concepto de propiedad es algo que puede jugar un rol en juicios e inferencias mediatas “y no hay razón para suponer que simples detectores de propiedades sean empleados para tales fines” (Millikan, 2004, pág. 175). Recientemente, Camp (2009) ha sugerido que el razonamiento instrumental permite localizar un punto intermedio entre la independencia de estímulo obtenida gracias a la integración cognitiva y el pensamiento de segundo orden, alcanzado por medio del lenguaje. Luego, si el razonamiento instrumental pudiera ser desarrollado con independencia de un lenguaje, el requisito de independencia de estímulo también podría ser satisfecho de un modo “significativo” por animales no humanos. Lo interesante es que si tomáramos el razonamiento instrumental como uno de los criterios para determinar si una representación está lo suficientemente separada del entorno, no se supondría a priori que el lenguaje es una condición necesaria para tener conceptos.

6.2.

Razonamiento instrumental y flexibilidad cognitiva

El razonamiento instrumental es un tipo de razonamiento orientado a encontrar el medio adecuado para la consecución de un objetivo dado. El razonamiento instrumental no es la única forma en la que se manifiesta la racionalidad de medios y fines2. A diferencia de otras variantes de racionalidad que no involucran procesos de razonamiento, el razonamiento instrumental exige una apropiada sensibilidad a las relaciones de contingencia entre medios y fines. Hay distintas formas de entender en qué consiste dicha sensibilidad; por ejemplo, podría entenderse en términos de un ajuste

2

Hay distintas formas de entender la racionalidad instrumental (Hurley & Nudds, 2006). Algunas concepciones suponen que una conducta es racional en virtud de los patrones de conducta que han dado lugar a ella (racionalidad conductual); mientras que otras consideran que una conducta es racional en virtud de los procesos que la generaron. Esta variante, a su vez, admite dos posibilidades, pues los procesos pueden ser procesos de razonamiento o bien pueden ser procesos cognitivos más básicos. La teoría de Millikan es un exponente de esta última variante, pues afirma que la conducta racional no es producida por procesos de razonamiento sino por procesos consistentes en la percepción y el uso de affordances (Millikan, 2006). Similarmente, para las teorías de Hurley y Dretske, la racionalidad puede ser también entendidas en términos de procesos cognitivos no inferenciales (Hurley, 2003). P á g i n a | 139

Capítulo 6

adecuado entre percepción e intenciones (Hurley, 2003; Dretske, 2006), pero esto no es equivalente al razonamiento instrumental. Este proceso involucra la posibilidad de representar estados de cosas combinados entre sí de una manera novedosa, pues a menudo las relaciones de contingencia no son evidentes. En tanto la representación del modo en que se relacionan estados de cosas no está determinada por la percepción, el razonamiento instrumental garantiza una pronunciada autonomía de las capacidades representacionales y los estímulos del entorno. De acuerdo con Camp: Cuando una criatura razona instrumentalmente reconoce un modo de alcanzar un objetivo que no puede alcanzar directamente, por medio de la generación de un estado de cosas subsidiario. Para ello, debe representar ese estado de cosas subsidiario y, al mismo tiempo, darse cuenta de que éste no se da actualmente pero que su obtención ayudaría a alcanzar el objetivo original. Para que cuente como un caso de razonamiento genuino, el reconocimiento de la conexión entre los dos estados de cosas deber ser establecida por una “comprensión” (insigth) espontánea: esto es, no debe ser directamente provisto por su entorno ni establecido por ensayo y error ni condicionamiento operante. Si la criatura satisface estos requerimientos, entonces, su representación del estado de cosas intermedio es genuinamente instrumental (2009, pág. 292).

Al exigir la proyección de un objetivo intermedio que a su vez sirve como medio para el objetivo final deseado, esta condición excluye aquéllos casos de racionalidad instrumental en los que tanto los medios como los fines son percibidos por la criatura. Los chimpancés observados por Wolfgang Köhler, que apilaron cajas para alcanzar bananas localizadas por encima de sus cabezas (Köhler, 1925), ilustran este último tipo de caso. Es cierto que en este ejemplo el animal necesita representarse un estado de cosas futuro que se seguiría de apilar las cajas. Pero, como explica Millikan, el animal percibe las cajas como affordances –i. e. como objetos que pueden ser apilados– cuyo resultado es un patrón que puede ser trepado (2004, pág. 205). Se puede insistir, entonces, que la representación que guía la conducta del individuo está rígidamente determinada por lo que percibe, pues la acción de apilar las cajas es disparada por la percepción de las cajas y la representación de las cajas como algo que se puede trepar es disparada por la percepción de las cajas qua affordances de algo que se puede apilar, y esto se puede explicar por la historia previa del individuo. En consecuencia, en este caso no tiene sentido decir que el animal evalúa cuál será –entre diferentes alternativas– el camino que lo llevará a su objetivo.

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Flexibilidad

cognitiva

e inferencia

A diferencia de otros procesos cognitivos como la detección de affordances o el uso de heurísticas, el razonamiento instrumental reviste un carácter general. Vimos que, en la detección de affordances, las RPP tienen a la vez una cara descriptiva y directiva3. En consecuencia, en la percepción de affordances la relación entre medios y fines es mucho más rígida, pues la percepción de un estado interno, como deseo/temor, rápidamente indica al animal qué hacer, o bien conduce a la percepción de otra affordance (de algo que satisfaga ese deseo o eluda el objeto temido) que finalmente le indica al animal qué hacer. En este sentido, en los animales-PP la representación de un objetivo está rígidamente ligada a una acción determinada4. El razonamiento instrumental, en cambio, presupone una separación entre los estados doxásticos y motivacionales. La separación entre percepciones y creencias, por un lado, y deseos e intenciones, por el otro, implica –entre otras cosas– que la relación entre medios o conducta operante y fines no está rígidamente determinada, pues un mismo estado motivacional puede combinarse con distintos estados doxásticos y viceversa. Por esta razón, quien razona instrumentalmente debe ser capaz de representar más de una alternativa para alcanzar el mismo fin. Dado que la compresión de contingencias entre medios y fines amplía el espectro de representaciones sobre cursos de acción posibles para una criatura, el razonamiento instrumental presupone un proceso de elección del medio. Este proceso selectivo involucra un conocimiento general acerca del dominio en cuestión y no sólo la capacidad de reaccionar uniformemente ante estímulos semejantes. Este tipo de conocimiento posibilita pensar acerca de diferentes cursos de acción no-actuales y sus posibles resultados, es decir, supone pensamientos contra-fácticos. Se puede decir, entonces, que quien razona instrumentalmente no sólo exhibe mayor flexibilidad conductual sino además mayor flexibilidad cognitiva. Esto es, el razonamiento

Capítulo 3 de esta tesis. La percepción de affordances se diferencia, no obstante, de la mera discriminación de estímulos. En primer lugar, porque –tal como Millikan –aunque no Gibson– la concibe– la percepción de affordances es representacional e implica –al menos– independencia de estímulo e involucra, cómo mínimo, integración cognitiva. Precisamente, al ser representacional, la detección de affordances da lugar un tipo de racionalidad instrumental entendida como proceso (Hurley & Nudds, 2006). En segundo lugar, como Bermúdez (2003) señala, la racionalidad correspondiente a este nivel supone la existencia de diferentes cursos de acción, aunque no involucra toma de decisiones. La idea es que los detectores de affordances son capaces de seguir distintos cursos de acción; aunque cuál de ellos ha de tomar –qué affordance han de detectar– depende de los intereses del momento y de su condicionamiento previo. 3 4

P á g i n a | 141

Capítulo 6

instrumental no sólo amplía el repertorio de respuestas conductuales de una criatura en circunstancias similares, sino también amplía el repertorio de contenidos, pensables por ella. Sin embargo, para llevar esta línea argumentativa al puerto deseado y concluir que animales de diferentes especies tienen habilidades conceptuales, habría que analizar si la racionalidad animal involucra este tipo de proceso. Una primera objeción proviene del supuesto, defendido en la literatura filosófica, de que la capacidad para razonar es neutra respecto de los contenidos, es decir, se ha supuesto que quien es capaz de razonar en un dominio de conocimiento debe ser capaz de razonar en cualquier otro. Junto a este supuesto se ha sostenido que la neutralidad de contenido y la generalidad ponen de manifiesto que el razonamiento instrumental presupone pensamientos con una estructura lógica (Hurley & Nudds, 2006, pág. 11). Atenderé esta objeción en el capítulo 7, donde defiendo que algunas estructuras cartográficas sirven para entender las capacidades inferenciales presupuestas en el razonamiento animal. Mi tesis es que la generalidad y la neutralidad pueden presentar diferentes matices y gradaciones, siguiendo a Hurley (2003), “no son una cuestión de todo o nada”. En las siguientes secciones doy algunas razones a favor de la tesis de que ciertos tipos de comportamiento de animales de distintas especies suponen procesos de razonamiento e inferencia. Primero, caracterizo de modo general qué tipo de conductas involucran los procesos de inferencia que garantizarían la flexibilidad cognitiva que estamos buscando. Luego, analizo algunos casos que parecen presuponer algún tipo de razonamiento instrumental y, finalmente, amplío mi argumentación mediante la presentación de algunos estudios de la etología cognitiva.

6.3.

Razonamiento e inferencia sin lenguaje: aportes empíricos y filosóficos

La tesis de que ciertas conductas animales presuponen procesos de razonamiento e involucran, por consiguiente, esquemas inferenciales similares a los usados por humanos, ha sido criticada tanto desde un punto de vista filosófico como psicológico. Por un lado, el intelectualismo, para el cual la racionalidad involucra procesos inferenciales, niega que dichos procesos puedan ocurrir en ausencia de lenguaje. Por otro lado, un enfoque inclusivo como el de Millikan supone que la racionalidad animal P á g i n a | 142

Flexibilidad

cognitiva

e inferencia

puede ser explicada en términos de un proceso de búsqueda y error, no mediada por procesos de razonamiento. En este sentido, este enfoque presupone, junto con el intelectualismo, que sin lenguaje no hay razonamiento y, consecuentemente, que la capacidad para razonar es una competencia estrictamente humana. En esta dirección, se han dado numerosas objeciones, entre las cuales se destacan dos importantes líneas argumentales. La primera línea argumental se apoya en el supuesto de que no es posible explicar los procesos inferenciales a menos que presupongamos vehículos lingüísticos y capacidades meta-representacionales. En esta línea argumentativa se sitúan –no sin algunas divergencias– las posiciones de Davidson, McDowell, Fodor y Bermúdez5. Según la segunda línea argumentativa, no es necesario presuponer procesos inferenciales ni de razonamiento para explicar la conducta animal. Distintas variantes de esta línea argumentativa han sido desarrolladas por Millikan, Dretske, Hurley y Kacelnik6. El supuesto es que la conducta animal es lo suficientemente simple como para requerir ese tipo de proceso, pues los animales se ven limitados a responder a los estímulos presentes en el entorno o bien a los deseos y necesidades básicas del animal. En otras palabras, esta objeción asume que la conducta animal podría explicarse enteramente por medio de la percepción y propiocepción. Muchas conductas, animales y humanas, se ajustan perfectamente bien a la caracterización de Millikan de la racionalidad práctica. Como ejemplos, se pueden citar: los golpes de peligro de los conejos, los cuales significan peligro para conejos y al mismo tiempo ordena a los conejos cercanos a guarecerse. Los gritos de alarma de los monos verdes que indican dónde se ha visto cierta clase de predador –ya sea una serpiente, un leopardo o un águila, etc. y señalan qué tipo de conducta es apropiado para evitarlo, también pueden ser enmarcados dentro de esta caracterización. Similarmente, los gruñidos de los animales, sus movimientos de colas, sus señales de apareamiento, sus invitaciones a jugar (como el saludo de juego de los perros (Smith, 1996)) son todos PP. También ciertos usos de herramientas también podrían ser

5

Me ocuparé de esta objeción en el siguiente capítulo. En importante notar que mientras Millikan, Dretske, Hurley sostienen que la racionalidad se explica en virtud de procesos cognitivos más básicos que el razonamiento, Kacelnik (2006), en cambio, considera la racionalidad animal en términos de patrones conductuales propios de la especie. 6

P á g i n a | 143

Capítulo 6

explicados en términos de affordances, pero siempre y cuando el medio y el objetivo se encuentren al alcance de la percepción inmediata (Millikan, 2004, pág. 158). Algunos chimpancés, por ejemplo, usan ramitas para conseguir comida o bien utilizan piedras y ramas para espantar a sus enemigos (Vauclair, 1996). Lo que tienen en común estos casos es que el animal no necesita representar una situación hipotética donde el objeto es usado como medio o herramienta, pues ese uso está sugerido en la percepción misma. Ahora bien, numerosos estudios desarrollados en etología cognitiva y piscología comparada, sobre todo a partir de los 90, sugieren que efectivamente animales de diversas especies son capaces de sumergirse en procesos de inferencia y razonamiento instrumental7. En efecto, en ciertos tipos de uso y construcción de herramientas como así también en ciertos tipos de interacciones sociales, el objetivo y el medio no son percibidos simultáneamente por el animal, ni hay tampoco una relación rígida entre ellos (Boesch & Boesch, 1984; 1984; Ohashi, 2006; Weir & Kacelnik, 2006). Por lo general, en estos casos la consecución del objetivo deseado suele requerir dar una secuencia de pasos previos, de modo tal que la acción puede descomponerse en pasos intermedios. Estas conductas parecen requerir procesos de inferencia que aumentan el grado de separación entre las representaciones de la criatura y los objetos del entorno. Esto se hace visible en la medida en que las capacidades representacionales así como la conducta del animal se vuelven más flexibles y variables y, por tanto, menos dependientes de la situación concreta en la que el animal se encuentra. Para avanzar con esta hipótesis, se necesita precisar mejor de qué modo se puede distinguir la mera flexibilidad conductual de la flexibilidad cognitiva. Para ello, puede resultar útil discernir qué tipo de conductas involucran procesos de inferencia8. En esta dirección, Call (2006) sostiene que la realización de inferencias es necesaria en aquellas

7

Ver Cheney y Seyfarth (1990, 2007), sobre inferencias transitivas en primates. Dentro de los estudios experimentales, ver Call (2006, 2006a, 2004), Boysen & Berntson (1995), Köhler (1925); Bond, Kamil, & Balda (2003) y Paz-y-Miño, Bond, Kamil, & Balda (2004) sobre inferencias transitivas en aves. Entre los aportes filosóficos pueden citarse a Allen (2006), Vigo & Allen (2009), Morales Ladrón de Guevara (2011), Bermúdez (2006), Glock (2010, 2009). Hurley y Nudds (2006), Watannabe y Huber (2006), ofrecen un panorama general sobre la racionalidad y el razonamiento en animales no humanos. 8 Millikan (2000) no niega que los animales no humanos puedan hacer inferencias; de hecho, los conceptos de sustancia que ella les atribuye descansan en la capacidad de hacer inferencias inductivas sobre las correspondientes sustancias. Sin embargo, ella niega que los animales puedan hacer el tipo de inferencia requerida para hacer razonamientos instrumentales y deductivos (Millikan, 2007, pág. 670). Es precisamente éste el concepto que me interesa caracterizar aquí. P á g i n a | 144

Flexibilidad

cognitiva

e inferencia

ocasiones en las que el animal no cuenta con la información completa, imprescindible para actuar de un modo dado. Pero con este criterio se corre el riesgo de suponer procesos inferenciales incluso en aquellos casos de condicionamiento clásico, que podrían ser explicados simplemente en términos asociativos. Por ejemplo, el perro que babea al escuchar la campana con la cual se lo ha habituado a comer, no necesita percibir el plato de comida. Por el contrario, asocia el sonido de la campana con la presencia de alimento. ¿Pero cómo nos damos cuenta de que una conducta involucra procesos inferenciales y no (sólo) procesos asociativos? Muchos autores acuerdan, acertadamente, que hace falta además que el animal se comporte de un modo flexible; que, por ejemplo, cambie de comportamiento cuando la relación entre el sonido de la campana y la presencia de alimento ha sido quebrada (Hurley 2003)9. El hecho de ser insensible a este tipo de variaciones permite descartar que el condicionamiento clásico presuponga inferencias. Muchos casos de condicionamiento instrumental, en cambio, son sensibles a las correlaciones entre medios y fines y exhiben por tanto, esta forma de flexibilidad. Un experimento conocido de condicionamiento instrumental, desarrollado por Rescorla y Skusy (1969), es de las ratas entrenadas para presionar una palanca para obtener comida pero que dejan de hacerlo si obtienen comida presionen o no la palanca, esto decir, cuando la rutina es alterada10. Sin embargo, cuando la flexibilidad es meramente conductual tampoco basta para la noción de inferencia que estoy buscando, pues a menudo estos casos pueden ser explicados como el mero ajuste entre percepción e intenciones (Hurley, 2003) o bien en términos de cadenas de affordances (Millikan, 2004). Y estos procesos a lo sumo requieren que el animal sea capaz de integrar nueva información del entorno. Hay que reconocer que, aun en los casos básicos, el condicionamiento instrumental involucra alguna sensibilidad a la información instrumental acerca de la contingencia entre la acción y el objetivo deseado. No obstante, esta información puede estar enteramente provista por lo que el animal

9

Siguiendo a Perner, para la integración cognitiva basta con un modelo único de la realidad, actualizado conforme los cambios ambientales. Podría suponerse que para la realización de razonamientos se necesiten modelos múltiples, que permitan representar a la vez situaciones actuales e hipotéticas (Perner, 1994). Ver también Suddendorf y Whiten (2001). 10 Para otras lecturas de este experimento, ver Hurley, 2003, pág. 236; Millikan, 2004, pág. 188; Bermúdez, 2003, pág. 126. P á g i n a | 145

Capítulo 6

percibe. En consecuencia, si bien la integración cognitiva permite al animal cambiar de conductas y modificar sus expectativas a partir de incorporar nueva información, no involucra el “traspaso” de información requerido para el pensamiento inferencial ni es suficiente para lograr la flexibilidad cognitiva que estamos buscando. A modo de ensayo, podríamos decir que nos encontramos con conductas mediadas por procesos de inferencia cuando el paso de una información a otra no puede ser explicado en forma completa por la percepción ni tampoco por el condicionamiento previo en la historia del individuo (Allen, 2006). A continuación, presento algunos ejemplos tomados de la etología cognitiva y la psicología comparada que parecen presuponer algún tipo de razonamiento instrumental. Ya que para que un proceso constituya una instancia de razonamiento instrumental debe presuponer algún tipo de conocimiento general, sobre un dominio, en 6.3.3, amplío mi argumentación mediante la presentación de algunos estudios de la etología cognitiva sobre cognición social, causal y espacial. 6.3.1. Razonamiento

instrumental

y

comportamiento

animal:

algunos ejemplos Un ejemplo obtenido en condiciones de laboratorio es el de los chimpancés de Boysen y Bernston (1995), extraído de (Brinck & Gärdenfors, 2003). En una serie de experimentos, los experimentadores colocaban frente a dos chimpancés dos recipientes, uno con nueces y otro vacío. Se le pedía a uno de ellos que señalara un recipiente. Naturalmente, éste señalaba el que contenía las nueces, pero cuando lo hacía, el recipiente lleno era entregado al segundo chimpancé. Luego de repetidos intentos, el chimpancé caía en el mismo error, quedándose sin recompensa. En una segunda etapa, estos chimpancés fueron re-entrenados para conectar numerales con cantidades: así aprendieron que “5” correspondía a una mayor cantidad de dulces que “3”. En estos experimentos, se les daba a elegir entre dos numerales y se le entregaba la pila de dulces correspondiente al numeral a otro chimpancé, mientras que el que realizaba la elección recibía la pila de dulces correspondiente al numeral no elegido. Los resultados esta vez fueron mejores: aprendieron a elegir aquellos numerales que les permitían recibir la mayor cantidad de dulces. La hipótesis de los investigadores es que en los primeros experimentos la presencia de la comida deseada los hacía incapaces de prever el futuro cercano. En los segundos experimentos, en cambio, al carecer de valor intrínseco para P á g i n a | 146

Flexibilidad

cognitiva

e inferencia

los chimpancés, los numerales no ocasionaban conflicto entre lo directamente percibido y el objetivo deseado. En mi opinión, en esta segunda versión, el experimento podría ser interpretado en términos de razonamiento instrumental. La razón es la siguiente: en primer lugar, el objetivo final –la ración de alimento– sólo es conseguido mediante la consecución de un objetivo previo –la elección de un numeral. En segundo lugar, es cierto que las conexiones entre, por un lado, mayor numeral y mayor cantidad de alimento y, por el otro, señalar un numeral y recibir como respuesta la cantidad correspondiente al numeral no elegido, pueden ser explicadas en términos de condicionamiento operante. Sin embargo, la conexión entre la elección del menor numeral con la obtención de una mayor recompensa es una conexión para el cual el animal no ha sido entrenado y puede, por tanto, ser considerado como una comprensión espontánea. Por otro lado, la razón por la cual el animal elige el menor numeral es que quiere obtener la mayor cantidad de comida, y esta no es una relación que él perciba sino que es algo que proyecta a partir de saber que obtendrá la comida correspondiente al numeral no elegido. Esta interpretación es respaldada por el hecho de que no hay una conexión evidente entre el numeral y la comida. El uso de numerales, precisamente, asegura que el animal manipule una representación con un alto grado de independencia del entorno y pueda realizar la elección más adecuada. Es posible que los casos más interesantes de razonamiento se den en el contexto de interacciones sociales espontáneas. Veamos un ejemplo de una colonia de chimpancés del zoológico de Arnhem: Un día, dos madres, Jimmie y Tepel, estaban sentadas bajo la sombra de un roble mientras sus dos crías jugaban a sus pies en la arena… Entre ambas madres, la hembra más vieja, Mama, yacía durmiendo. De repente las crías empezaron a gritar, golpeándose mutuamente y tirándose del pelo. Jimmie las amonestó con un suave gruñido y Tepel, nerviosa, cambió de posición. Las crías siguieron peleando y eventualmente Tepel despertó a Mama golpeándola varias veces en sus costillas. Cuando Mama se despertó, Tepel señaló las crías en conflicto. Tan pronto como Mama dio un paso amenazante al frente, sacudió su mano en el aire y ladró fuertemente, las crías dejaron de pelear. Mama se acostó nuevamente y continuó su siesta (de Waal, 1996, pág. 47).

Esta escena se comprende si se tiene en cuenta que, en primer lugar, Mama es una hembra de alto rango y, en segundo lugar, los conflictos entre las crías generan tensiones entre sus respectivas madres, consecuencia que Tepel evitó solicitando la P á g i n a | 147

Capítulo 6

ayuda de Mama, quien supo comprender su rol como árbitro (Vauclair, 1996, pág. 94). ¿Cómo podría interpretarse este ejemplo? De acuerdo con una interpretación deflacionaria, el objetivo de Tepel podría ser explicado en términos de una affordance negativa. Millikan sostiene que en los animales con RPP la percepción de una condición negativa conduce a conductas evasivas o escapistas (2004, págs. 164-5). Entonces, así como una criatura evita los lugares donde pueda haber un predador, la percepción del conflicto induce a conductas que aseguren su disolución. Esta interpretación no deja de ser forzada, pues no es Tepel sino su cría la que está directamente involucrada en el conflicto. Sin embargo, es posible que para explicar esta conducta sea necesario postular representaciones cuyo contenido excede la situación concreta en la que transcurre la escena: el cese del conflicto y la inhibición de otro no son algo que formen parte de la escena, tampoco lo es el arbitraje de un mediador. En este sentido, la representación exhibe un buen grado de autonomía respecto al contexto. Además, el contenido representado tampoco parece exhibir el carácter indicativo e imperativo que caracteriza las representaciones PP: la disparidad del comportamiento de ambas madres da cuenta de la flexibilidad como así también de la falta de automaticidad de las respuestas dadas ante la misma situación11. De modo que si se ha de entender la riña como una affordance negativa, al menos su cara pushmi debería poder combinarse con diferentes pullyu. Sin embargo, incluso esta última interpretación se ve bloqueada en relación con el medio, pues no hay un sentido claro en que Mama pueda ser vista como una affordance. A continuación examino por qué. Para diluir el conflicto, Tepel recurrió al arbitraje de Mama, una hembra con un alto estatus social. En primer lugar, este arbitraje no fue espontáneo pues Tepel despertó intencionalmente a Mama. De modo tal que para lograr su cometido, Tepel debió satisfacer un objetivo intermedio, que Mama se despertara e interviniera en la pelea.

11

Si la representación de la riña entre las crías tuviera un carácter descriptivo y directivo a la vez (como el de las RPP) el contenido de la misma sería el de la existencia de una riña que vendría acompañado de la ulterior intervención de las madres dando, por ejemplo, un grito amenazante. Esta alternativa sería análoga al modo en que la danza de las abejas tiene por contenido la ubicación espacial de alimento y la orden de acudir al lugar señalado. En este último ejemplo no hay muchas más chances que ir tras las flores, por la ruta indicada: difícilmente las abejas pongan en discusión rutas alternativas para llegar al objetivo. P á g i n a | 148

Flexibilidad

cognitiva

e inferencia

Ahora bien, podríamos suponer que la representación de la presencia de Mama “disparó” el pedido de ayuda. Las expectativas de Tepel se explicarían a partir de situaciones previas, en las que Mama hubiera otorgado su ayuda. Pero no es claro cómo la representación del estatus social pueda reducirse a una RPP, pues un individuo de rango superior cumple varias funciones y genera distintos tipos de relaciones dentro de un mismo grupo. Por tal razón, la representación de Mama en distintas ocasiones y para distintas criaturas no sólo despierta múltiples conductas sino también múltiples representaciones12. Por otra parte, las expectativas sobre el comportamiento de Mama son de carácter muy general, por lo cual, debido a la particularidad del caso, la conexión entre el apoyo de Mama en conflictos anteriores y el conflicto entre las crías parece novedosa. Por estas razones, es plausible que el papel de Mama en el conflicto fue “supuesto” o proyectado por Tepel –y no disparado– en base a expectativas generadas a partir de situaciones previas. Esta actitud, la de suponer o proyectar, involucra menos constricciones que las que intervienen en la percepción o

propiocepción

respectivamente (Camp, 2009; Perner, 1994). En otra ocasión, argumenté que en la medida en que se enriquecen las capacidades representacionales de una criatura, más grande se vuelve la necesidad de apelar a procesos de inferencia y razonamiento para explicar su conducta (Aguilera, manuscrito). Precisamente, el hecho de presuponer un conocimiento general acerca de un dominio es lo que permite diferenciar a menudo los casos de inferencia y razonamiento de los casos de asociación condicionada. Atendiendo a este punto, en la siguiente sección, presento algunos estudios sobre primates que sugieren que estos animales tienen una comprensión general acerca de distintos dominios, la cual es usada de un modo tal que puede ser explicado en términos de procesos de razonamiento. 6.3.2. Cognición social y conductas políticas Al igual que los grandes señores de la sociedad neoyorquina de la época de Edith Wharton, los monos y los

12

La presencia de un superior puede dar lugar a diferentes conductas, dependiendo de los intereses propios del individuo: éste podría tanto buscar su protección como provocarle una emboscada. En este sentido, el contenido de las representaciones sociales no es –al menos no puramente– perceptual y, lo que es más importante para el argumento, pueden combinarse con diversos estados motivacionales. P á g i n a | 149

Capítulo 6

simios deben dominar un cálculo social formidable para sobrevivir y reproducirse (Seyfarth & Cheney, 2001, pág. 145).

Los contextos sociales son un ámbito en el que la capacidad para hacer inferencias resulta muy útil, pues relaciones sociales como la dominación no se manifiestan de modo directo en la percepción. Se trata de propiedades relacionales para las cuales no hay un único patrón conductual que indique los lazos sociales (Aguilera, manuscrito; Allen, 2006; Seyfarth & Cheney, 2001; 2002). Además, cuando se trata de poblaciones muy numerosas y socialmente complejas, la comprensión de estas relaciones tampoco parece ser explicable por medio de procesos asociativos, pues ello requeriría que un individuo rastree y registre numerosas interacciones entre cada miembro de su grupo, lo cual es muy dificultoso cuando el número de miembros e interacciones es muy alto (Camp, 2009; Cheney & Seyfarth, 1990; Seyfarth & Cheney, 2001). Así, pues los animales que viven en grupos sociales estables enfrentan demandas cognitivas sustanciales (Cheney & Seyfarth, 1990; Bond, Kamil, & Balda, 2003). Por ejemplo, los babuinos viven en grupos de alrededor de 80 individuos, que incluyen entre siete y ocho líneas maternas, estructuradas en órdenes jerárquicos lineales. En este tipo de grupos, cada individuo está expuesto a 3160 posibles combinaciones diádicas diferentes y 82,160 combinaciones tríadicas diferentes. Por consiguiente, parece que para tener un conocimiento de la estructura social en la que habita –y no sólo de las relaciones de dominancia que lo involucran particularmente– un primate debe ser capaz hacer inferencias transitivas, tales como si A es superior a B y B es superior a C, entonces A es superior a C. Como señalo a continuación, diversos estudios etológicos muestran que los primates tienen este tipo de conocimiento, el cual sólo puede ser explicado en términos de procesos de inferencia. Muchos estudios empíricos sostienen que primates de diferentes especies, como monos, macacos, babuinos, chimpancés, etc., son capaces de detectar relaciones de dominancia (subordinados, dominantes) y filiación (relación madre-cría, linaje) que mantienen con otros miembros de su grupo. Además, un individuo también reconoce este tipo de relaciones entre terceros aun sin estar directamente involucrado (Cheney & Seyfarth, 1990; de Waal, 1996; Kummer, 1967). Este conocimiento es utilizado, por ejemplo, en la distribución de comida y atención, en la formación de alianzas, en las agresiones y la toma de represalias, casos en los cuales un individuo necesita saber qué miembros –además de los directamente involucrados– saldrán en su defensa y cuáles lo P á g i n a | 150

Flexibilidad

cognitiva

e inferencia

atacarán en eventuales conflictos. De acuerdo con diversos estudios empíricos una hembra no sólo reconoce a su cría sino también identifica cuáles son las crías de otras hembras13. Las agresiones redirigidas hacia familiares, frecuentes en distintos grupos de macacos y monos verdes, evidencian que los agresores reconocen los lazos de parentesco de sus enemigos14. El conocimiento de las relaciones sociales también es de central importancia, pues las relaciones de dominancia estructuran los grupos de gran parte de los primates no humanos, generando órdenes transitivos. En el caso de los monos, babuinos y macacos, este orden es más estable entre las hembras y más variable entre los machos, pues en este último caso la jerarquía depende de la edad y el desempeño en las peleas. Abundante evidencia sugiere que los monos no sólo saben cuál es su propio estatus sino también cuál es el estatus de otros individuos y cómo se relacionan entre sí jerárquicamente. Este conocimiento además conduce las distintas interacciones entre los individuos. Por ejemplo, si dos hembras de diferente rango se están acicalando y se acerca una hembra superior a ambas, la hembra de rango superior se quedará sentada mientras la de rango inferior será quien abandone la escena. Ello da cuenta de que aquélla hembra sabe no sólo que se aproxima una de rango superior, sino también que

13

Hay evidencia que los monos verdes (Cercopithecus aethiops) reconocen el parentesco entre otros miembros de su grupo. Es posible que, por ejemplo, antes de acudir al grito de su cría, una madre verifica el rango de la madre del individuo con el que su cría está peleando; si pertenece a un rango inferior o semejante, es posible que la madre interceda; pero si es de rango superior, se abstiene de ello evitando posibles conflictos con miembros de un grupo dominante (Cheney & Seyfarth, 1990). Casos como éstos no sólo parecen involucrar procesos de categorización, en los que –por ejemplo– un mono identifica el rango de un tercero, sino también presuponen la capacidad de utilizar dicha información – esto es, de inferir qué consecuencias cabe esperar de posibles conductas. Esta hipótesis ha sido testeada en experimentos con grabaciones de voces. Éstos han mostrado que las hembras no sólo reaccionan ante escuchar el grito su propia cría, sino también que otras hembras miran a la madre de la cría que está gritando atestiguando que conocen la relación madre-cría incluso entre terceros (Seyfarth & Cheney, 2001, pág. 148; 2007, pág. 96). Experimentos similares fueron replicados con babuinos (Papio cynocephalus ursinus) y macacos (Macaca mulatta, Macaca fascicularis), obteniendo los mismos resultados. Cheney y Seyfarth entienden que estos experimentos sugieren que los monos infieren a partir de interacciones observadas entre distintos miembros del grupo qué tipo de relación tienen entre ellos. De acuerdo con los autores, los monos forman una categoría abstracta, análoga a nuestra categoría MADREHIJO, que puede ser aplicada a distintos pares de individuos (pág. 149). 14 En los casos más simples, la agresión es redirigida a un tercero, previamente no involucrado en una pelear. Pero también se ha observado que luego de una contienda entre dos individuos, A1 y B1, otro individuo, A2, perteneciente al mismo linaje materno que A1, ataque a otro, B2, como si se diera cuenta que la relación entre B1 y B2 fuera análoga a la relación que tiene con A1. (Seyfarth & Cheney, 2001, pág. 150). P á g i n a | 151

Capítulo 6

ella misma es superior a la desertora15. Se ha observado también que en una pelea, los machos buscan como aliados aquéllos que no sólo los han vencido a ellos mismos sino también a su rival. Al incorporarse un nuevo macho y convertirse rápidamente en un alfa dominante, las hembras suelen buscar la amistad de otros machos, quienes a su vez intercederán en eventuales conflictos, reduciendo de este modo las posibilidades de infanticidio. Si otros machos subordinados son agredidos por su “amigo”, tras reconocer el vínculo de amistad, éstos suelen dirigir sus agresiones a la hembra amiga del agresor, y no al agresor mismo (2001, pág. 155). En suma, estos estudios sugieren que distintas variedades de primates reconocen a sus propios parientes, en virtud del trato diferenciado que tienen hacia ellos. Por otra parte, a partir de observar interacciones entre distintos individuos, infieren qué tipo de relación –social o de parentesco– hay entre terceros aun cuando no estén directamente involucrados. El conocimiento de la trama de relaciones que se da entre los distintos miembros de un grupo es presupuesto en la generación de expectativas –infiriendo qué consecuencias se siguen de ciertas acciones– que luego son usadas para guiar la conducta. ¿Puede esta información encontrarse directamente en la percepción? La respuesta parece ser negativa. Por un lado, el reconocimiento de las relaciones sociales y de parentesco entre distintos individuos depende de observar sucesivas interacciones, en tal caso, se trata de información heterogénea, recabada a través del tiempo. Por otro lado, las expectativas generadas a partir de reconocer que individuos particulares mantienen ciertos tipos de relaciones no están generadas por la percepción. Dependen, en cambio, de un conocimiento general del tipo de conducta asociada a cada tipo de

15

En distintos tipos de primates, se han registrado numerosas situaciones en las que uno provoca la intromisión de un tercero para sacar distintos tipos de provecho, como la solución de una disputa o la provisión de alimento, etc. (Vauclair, 1996; de Waal, 1996; Byrne & Whiten, 1988; Whiten & Byrne, 1997). Un ejemplo de conducta manipuladora, registrado en el Zoológico de Madrid por Franz de Waal, es el caso de una madre babuino que sujetaba a su hijo de la cola mientras éste jugaba cerca de un macho dominante que se encontraba comiendo. Cada vez que la cría recogía un trozo de comida para jugar, la madre lo atraía hacia ella, arrebataba y comía el alimento, y luego dejaba que la cría reanudara su juego cerca del macho (de Waal, 1996, pág. 112). Lo llamativo de esta conducta es que la madre no robó directamente el alimento, sino que usó a su cría como medio para hacerlo, sobre la base de su creencia de que los adultos son más condescendientes con las crías que con los otros adultos. No obstante, cuando el macho finalmente notó el patrón, amenazó a la madre y no al hijo, dando por sentado que sabía que ella era la verdadera ideóloga. Es cierto que, en un primer momento, la madre pudo haberse aprovechado de una situación que no previó. Pero ni bien comprendió la conexión entre permitir a su cría robar alimento y la provisión de alimento, en lugar de lanzarse directamente sobre la comida, hizo que esta situación se repitiera. P á g i n a | 152

Flexibilidad

cognitiva

e inferencia

relación social o de parentesco, acerca de cómo se comportan e interactúan los miembros de un rango determinado. Por otra parte, dado que un mismo individuo pertenece simultáneamente a distintos rangos y mantiene diferentes relaciones con otros miembros de un mismo grupo, los rangos sociales y los lazos familiares no constituyen “clases de equivalencia”, pues cada individuo es identificado como tal y distinguido de los demás16. Por esta razón, los procesos de categorización subyacentes a las conductas sociales no pueden ser explicados en términos de generalización de estímulo17. 6.3.3. Uso, construcción y localización de objetos: cognición espacial y causal Desde los 70, el uso de herramientas y sus diferencias en distintos grupos de primates ha sido ampliamente estudiado por etólogos cognitivos. Se considera que el mismo constituye una manifestación primitiva de cultura en los primates (Boesch y Boesch, 1984, 1990; Ohashi, 2006). En la actualidad, también abundan estudios sobre algunas especies de pájaros como los córvidos, que también se han mostrado sensibles a las propiedades causales de los objetos (Weir & Kacelnik, 2006; Clayton, Emery, & Dickinson, 2006). El uso de herramientas reviste un especial interés ya que muestra que el animal se da cuenta de que ciertos objetos (o bien ciertas acciones) servirán para alcanzar un fin deseado, esto es, muestra cierta sensibilidad hacia las contingencias entre medios y fines. Hay que notar, no obstante, que no todo uso de herramientas envuelve necesariamente procesos de inferencia, pues aun cuando el reconocimiento de que un objeto observado servirá para alcanzar un fin disponible sea una competencia bastante sofisticada, la misma podría estar constreñida y respaldada exclusivamente por la experiencia perceptual o bien por la experiencia previa del individuo18.

16

Volveremos sobre la cognición social más adelante, en el próximo capítulo. Cf. capítulo 1 de esta tesis. 18 Hay que notar que aun en estos casos, como los de Köhler (1925), se puede hablar de procesos de racionalidad instrumental. La construcción de nidos y diques, extendida en aves y mamíferos, en cambio, exhibe un grado de complejidad inferior en tanto no descansa en ningún tipo de comprensión de contingencias instrumentales. Son, por el contrario, tropismos, esto es, conductas programadas genéticamente. 17

P á g i n a | 153

Capítulo 6

Otros casos, sin embargo, se resisten a este tipo de análisis. Los chimpancés de Bossu y Tai, por ejemplo, trasladan piedras de un sitio a otro, donde las usan como yunque o martillo para cascar nueces de cáscara dura, que obtienen de los escasos árboles Panda que hay en el territorio. Dada la escasez de piedras en la región y la lejanía de los árboles Panda, es muy plausible que el animal que traslada una piedra sepa de antemano cuál era su localización o bien se proponga con anticipación, al toparse con una piedra, buscar un árbol Panda. Pero ello requiere capacidades cognitivas (o representacionales) que van más allá de la percepción inmediata. En esta dirección, Boesch y Boesch (1984) han afirmado que los chimpancés cuentan con mapas cognitivos en los que localizan tanto los árboles como las piedras, y comparan las distancias que hay entre ellos. Esta representación es usada para optimizar sus acciones, por ejemplo, levantando la piedra más cercana al árbol escogido (Boesch & Boesch, 1984; Vauclair, 1996, pág. 59)19. Un chimpancé que levanta una piedra en a y se dirige a 174, sabe que allí encontrará nueces (ver figura 1). Sin embargo, la localización de objetos y la distancia entre ellos no son el único tipo de información

usada

por

los

chimpancés a los fines de comer nueces. Por el contrario, para realizar esta acción necesitan comprender Figura 1: Imagen extraída de Boesch & Boesch (1984, pág. 164). Las letras representan la localización de las piedras mientras que los números, los árboles Panda.

también que las piedras son un medio adecuado para cascar nueces.

Las piedras no son la única clase de objeto que los chimpancés usan como herramienta. Los chimpancés de Tai utilizan otros tipos de objetos para cascar otras variedades de nueces. Por ejemplo, para las nueces Coula, utilizan materiales livianos, como ramas o palitos (Boesch & Boesch, 1984; 1990). Tanto los chimpancés de Tai como de Bossou, usan pequeñas ramas que introducen en túneles subterráneos para pescar hormigas (dorylus); de manera similar, usan tallos para pescar termitas

19

Una cuestión interesante, pero no explorada por estos autores, es qué tipo de inferencia realizan utilizando estos mapas. Sin embargo, al parecer, la realización de inferencias espaciales no ha sido específicamente estudiada en los chimpancés. Sobre procesos de razonamiento espacial, ver (Rescorla, 2009). P á g i n a | 154

Flexibilidad

cognitiva

e inferencia

(macrotermes) de los árboles. De este modo, se aseguran una buena cantidad de alimento y evitan picaduras. En todos estos casos, es común que el objeto usado como herramienta sea alterado –modificando su forma y/o tamaño– de manera previa a su uso (Boesch & Boesch, 1990; Ohashi, 2006). Tanto los chimpancés de Tai como los de Bossou suelen hacer de 3 a 5 modificaciones en un objeto antes de usarlo como herramienta. En estos casos, el chimpancé no sólo tiene que darse cuenta de que un objeto sirve para alcanzar un fin deseado. Debe darse cuenta, además, de las propiedades causales que necesita para su funcionamiento, de los rasgos que éste tiene que alcanzar para explotar dichas propiedades, como así también de las acciones que tiene que realizar para que el objeto alcance la forma deseada20. El hecho de que estas prácticas no estén distribuidas en forma homogénea en las distintas comunidades de chimpancés, aun cuando las condiciones ambientales sean muy similares, refuerza la hipótesis de que este comportamiento no puede ser explicado al nivel de la especie, sino del individuo21. Por otra parte, dada la variedad de objetos usados como herramientas y los distintos procesos de acondicionamiento que realizan los chimpancés, estos casos sugieren, en primer lugar, la existencia de un proceso de selección en virtud de los objetos dispuestos en el entorno y el objetivo deseado (termitas, nueces, hormigas, también miel, médulas óseas, agua, etc.). En segundo lugar, evidencian una comprensión general de la contingencia instrumental, así como de las propiedades causales de los objetos, que no puede ser explicado en términos de condicionamiento operante, puesto que los chimpancés parecen tener una idea clara de

20

El conocimiento de propiedades causales y su uso en inferencias también ha sido estudiado bajo condiciones de laboratorio (Allen, 2006; Call, 2006). Apoyándose en una serie de experimentos, Call sostiene que los simios razonan y usan operaciones lógicas basadas en la inferencia por exclusión para localizar comida escondida. Además, el autor sostiene que estos animales se desempeñan mejor en la comprensión de relaciones causales entre fenómenos que en la asociación de estímulos arbitrarios. En un experimento, se le presentaban a un sujeto dos recipientes opacos de los cuales sólo uno tenía comida. Se agitaba el recipiente vacío mientras que se levantaba el lleno. Lo que sucedió es que los sujetos escogían el recipiente levantado porque el recipiente sacudido no producía ruido. Call mantiene que, para explicar este resultado, hay que admitir que los sujetos hacen una inferencia por exclusión y comprenden que la comida es la causa del ruido (Call, 2006, pág. 222). 21 Hay sólidas evidencias de que los primates son incapaces de imitar la conducta de los demás (Tomasello 1998). Pero, si esto es así, el uso y la construcción de herramientas parecen depender tan sólo de la inventiva individual de su ejecutor y de los recursos ambientales disponibles. Por tal razón, sería extraño asumir que este tipo de comportamiento se asienta en procesos asociativos. P á g i n a | 155

Capítulo 6

las propiedades funcionales que el objeto necesita tener para poder alcanzar finalmente su meta. Se puede decir, entonces, que el chimpancé que traslada una piedra hacia un árbol Panda está guiado por algún tipo de estado motivacional, y por la comprensión de ciertas contingencias, como del tipo de herramienta que necesita para obtenerlas así como del lugar donde se encuentran las nueces. Este comportamiento presupone un proceso complejo de razonamiento instrumental, es decir, el reconocimiento de que la realización de ciertas acciones le permitirá alcanzar un objetivo al que no puede acceder directamente (Camp, 2009). Ello podría entenderse –si quiera análogamente– bajo el silogismo práctico aristotélico: -

X quiere A

-

X sabe que:

B es un medio para conseguir A C es un medio para conseguir B

-

Luego, hace C,

-

consigue B y finalmente A Millikan, sin embargo, podría intentar explicar este tipo de comportamiento en

términos de cadenas de affordances. De acuerdo con esta explicación, la percepción de la piedra dispara la representación de las nueces, al mismo tiempo, hace que el animal se traslade hasta los árboles en donde éstas se encuentran. Luego, para explicar el uso de la piedra como herramienta deberíamos decir que la piedra dispara también la acción de martillar. Pero si decimos que la percepción de la piedra produce la representación de las nueces y, por ella, el traslado, y finalmente la acción de martillar, va perdiendo sentido decir que todo el patrón conductual pueda ser explicado en términos de affordances, puesto que éstas se caracterizaban por inducir a una acción determinada. Por el contrario, el traslado de objetos y su uso como herramienta, al requerir la concatenación de pasos intermedios para llegar a la meta determinada, involucra la combinación de diferentes representaciones, perceptuales, doxásticas y motivacionales, por un lado, y la combinación de dichas representaciones con diferentes acciones, por el otro. En consecuencia, parece requerir una manipulación flexible de representaciones con un alto grado de autonomía causal respecto del entorno. En otras palabras, cuando una acción requiere para su consecución una secuencia de pasos diferentes e independientes unos de otros, resultan mucho más débiles y difusas las constricciones P á g i n a | 156

Flexibilidad

cognitiva

e inferencia

del entorno. Por el contrario, al menos en ciertos casos, el uso de objetos como herramientas involucra mucho más equipamiento cognitivo que la mera detección de affordances. Presupone lo que Camp denomina “una cognición activa y auto-motivada” (Camp, 2009, pág. 293).

6.4.

Conclusión

En este capítulo he diferenciado la flexibilidad conductual, lograda a partir de la integración cognitiva, de la flexibilidad cognitiva, lograda a partir del razonamiento instrumental. Si se adopta la flexibilidad cognitiva como criterio para la posesión de conceptos –en lugar de la reflexividad– no se excluye a priori a los animales sin lenguaje del espacio de los conceptos. Sobre la base de algunos estudios provenientes de la psicología comparada, la psicología evolutiva y la etología cognitiva, he sostenido que el uso, la localización y la construcción de herramientas, así como algunas conductas sociales, muchas veces involucran procesos de inferencia, en algunos aspectos muy similares al razonamiento humano. En primer lugar, estas conductas se caracterizan por su carácter intencionado, aprendido, flexible y por explotar –a veces de modo novedoso– la integración de información obtenida a partir de la experiencia tanto del entorno natural como social e incluso, en algunos casos, del entorno “cultural” del animal. En segundo lugar, estas conductas no pueden ser explicadas haciendo referencia únicamente al impacto del entorno correspondiente sino que requieren una interacción activa y mediata del animal con su entorno. Por esta razón, las representaciones perceptuales y la propiocepción resultan insuficientes para su explicación. Esto es evidente, por ejemplo, en la selección y el uso de herramientas, la formación de alianzas, etc. Este tipo de comportamiento presupone capacidades cognitivas complejas, tales como el conocimiento de la localización de objetos en el espacio y de la distancia que separa distintos objetos entre sí, la generación de expectativas sobre el posible comportamiento de terceros ante distintas circunstancias, el conocimiento de roles sociales, la anticipación de las consecuencias de ciertas acciones, etc. Este tipo de conocimiento, a su vez, requiere que el animal sea capaz de representar objetos ausentes, situaciones posibles, como así también propiedades no observables, de carácter relacional, tales como propiedades P á g i n a | 157

Capítulo 6

sociales, causales e inclusive propiedades funcionales y, finalmente, contingencias instrumentales. En todas estas clases de comportamientos, el animal pasa mentalmente de un objeto o situación percibida a un objeto o situación posible o hipotética. Esto es, realiza una inferencia.

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CAPÍTULO 7

7. SISTEMATICIDAD E INFERENCIA SIN LENGUAJE Buena parte de la filosofía analítica ha supuesto, por un lado, que la posesión de conceptos involucra pensamientos de segundo orden y, por el otro, que no es posible tener este tipo de pensamiento a menos que se posea un lenguaje. En oposición a esta tradición y tomando algunos desarrollos teóricos recientes, en los capítulos 5 y 6 sostuve que el principio de Russell y la generalidad constituyen conjuntamente dos rasgos inherentes a la posesión de conceptos. Ninguno de ellos, por su parte, nos compromete con la tesis de que la posesión de conceptos supone pensamiento de segundo orden. En consecuencia dejan abierta la posibilidad de que la posesión de conceptos no dependa de un lenguaje. La teoría de Millikan junto con diferentes estudios provistos por la etología cognitiva y la psicología comparada brindan buenas razones para pensar que muchos animales no humanos, como distintos primates, aves y mamíferos, pueden tener habilidades para identificar. Por otro lado, como sostuve en el capítulo 6, animales de diferentes especies exhiben habilidades inferenciales. Ahora bien, ¿hay razones para pensar que una criatura sin lenguaje puede satisfacer el requisito de generalidad? ¿No es el requisito de generalidad lo suficientemente fuerte como para excluir a los animales sin lenguaje del espacio de los conceptos? En primer lugar, a diferencia de una criatura que sólo posee habilidades para identificar, quien además satisfaga el requisito de generalidad, habrá ampliado su repertorio de habilidades representacionales, pues la generalidad requiere tanto conceptos de sustancias como conceptos de propiedades. En segundo lugar, el requisito de generalidad supone la capacidad de realizar juicios y, por tanto, implica que el pensamiento tiene una estructura predicativa. En tercer lugar, la generalidad implica que los contenidos tienen una estructura composicional, esto es, que están constituidos por habilidades que se recombinan entre sí sistemáticamente. El carácter composicional de los contenidos conceptuales, finalmente, supone un sistema de vehículos, compuesto de partes discretas que se combinan conforme reglas sistemáticas (Fodor, 2008; Fodor & Pylyshyn, 1988). Entendido así, los conceptos de sustancias son insuficientes para satisfacer el requisito de generalidad.

Capítulo 7

Si bien el costo cognitivo de la generalidad es alto, los beneficios valen la pena. Un sistema representacional que cumpla con esas condiciones: que tenga una estructura predicativa capaz de combinar sistemáticamente conceptos de sustancias y conceptos de propiedades, garantiza que los contenidos de nuestros pensamientos tengan cierta independencia del entorno en el que son pensados. Esta independencia del entorno permite combinar conceptos de modos novedosos para dar lugar a nuevos pensamientos. Por otra parte, un sistema con estas características es indispensable para dar cuenta de la capacidad para razonar y, en particular, para explicar transiciones inferenciales entre nuestros juicios. Ahora bien, a partir de estos supuestos, filósofos provenientes de distintos enfoques han concluido que la capacidad para realizar inferencias requiere vehículos lingüísticos. Pero, mientras los neofegeanos generalmente sostienen que se necesita un lenguaje natural1, Fodor y sus seguidores sostienen que se necesita un lenguaje del pensamiento2. Como vimos en el capítulo 3, el argumento por el cual Bermúdez sostiene que para tener conceptos se requiere un lenguaje natural descansa en la adopción de una noción de justificación epistémica (Bermúdez, 1998). A partir de adoptar esta noción, Bermúdez infiere que el pensamiento conceptual es “esencialmente reflexivo”, esto es, que requiere pensamiento de segundo orden. Dado que considera que el pensamiento de segundo orden supone representaciones “personales” que sean capaces de reflejar los rasgos estructurales del pensamiento, concluye que el medio adecuado para tener pensamientos conceptuales es el lenguaje natural. En contraste, quienes adhieren al enfoque cartesiano tal como fue caracterizado en el capítulo 2, consideran que las nociones epistemológicas resultan irrelevantes para una teoría acerca de la naturaleza psicológica de los conceptos (Fodor, 2004). En consecuencia, no se comprometen con la tesis de que la noción de concepto se encuentre vinculada a la noción de justificación ni con la tesis de que el pensamiento conceptual sea esencialmente reflexivo. Por el contrario, Fodor y compañía consideran que los procesos de inferencia pueden ser explicados causalmente en términos sintácticos o formales para lo cual no sólo es

1

No obstante, algunos neofregeanos también adhieren a la HLP. Ver, por ejemplo, (Davies,

2

Ver capítulos 3 y 2 de esta tesis, respectivamente.

1998).

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Sistematicidad

suficiente sino también más apropiada una explicación en términos de vehículos subpersonales. Habiendo adoptado una concepción de los conceptos como habilidades, estoy dispuesta a aceptar que ciertas capacidades epistémicas cumplen un papel constitutivo en la posesión de conceptos. Sin embargo, como he argumentado, no creo que la capacidad para justificar explícitamente nuestros juicios e inferencias sea una de estas capacidades. Pero una vez que se niega que el pensamiento conceptual sea esencialmente reflexivo, se ve bloqueado el argumento a favor de que el lenguaje natural es una condición necesaria para tener conceptos. Ahora bien, si tener un lenguaje natural no es necesario para hacer inferencias, ¿estamos justificados a afirmar que algunos animales tienen habilidades inferenciales? Suponiendo que algunos animales sean capaces de realizar inferencias, ¿tienen, por ello, un lenguaje del pensamiento? ¿La realización de inferencias presupone que el pensamiento tiene una estructura proposicional? En este capítulo, propongo un modelo no lingüístico para dar cuenta de la generalidad y de la habilidad para hacer inferencias, tal como se manifiesta en criaturas no lingüísticas. En 7.1, presento algunos de los argumentos que han llevado a explicar la capacidad de hacer inferencias en términos de algún tipo de vehículo lingüístico. En contra de la hipótesis del lenguaje del pensamiento, en 7.2, sostengo que ciertas variedades de sistemas cartográficos permiten explicar algunas formas de razonamiento animal. Podría suponerse que, en virtud de ser estructuras propicias para la realización de inferencias los mapas son equiparables o reducibles a representaciones lingüísticas. Sin embargo, siguiendo a Camp y otros, sostengo que los principios sintácticos y semánticos de los mapas tienen propiedades que permiten diferenciarlos de los sistemas lingüísticos. Mi hipótesis es que el rango de contenidos pensable por una criatura está causalmente determinado por el tipo de vehículo mental subyacente. En consecuencia, si hubiera diferencias importantes en las habilidades inferenciales y representacionales propias de las criaturas sin lenguaje, estas diferencias deberían ser explicadas a nivel de los vehículos. En 7.4, defiendo que el contenido de los mapas no tiene una estructura proposicional. Esto me permite reforzar el argumento, iniciado en las secciones previas, de que pese a tener una estructura propicia para la realización de inferencias, los mapas no son reducibles a representaciones lingüísticas.

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Capítulo 7

7.1.

Lenguaje natural, lenguaje del pensamiento e inferencias

En el capítulo 6, defendí que una variedad de conductas animales presuponen razonamientos instrumentales que involucran procesos inferenciales. Sin embargo, analizar estos ejemplos en términos de inferencias sigue siendo problemático, ya que se puede formular una objeción basada en el tipo de vehículos requerido para hacer transiciones inferenciales. De acuerdo con esta línea argumentativa, encarnada por autores como Davidson, Bermúdez y McDowell, la realización de inferencias requiere vehículos lingüísticos: Nosotros entendemos las inferencias en términos formales –en términos de reglas que operan sobre representaciones en virtud de su estructura. Pero no tenemos una teoría de transiciones inferenciales entre pensamientos que no tengan vehículos lingüísticos (Bermúdez, 2003, pág. 111).

Esta misma vía argumentativa ha llevado a muchos a pensar que el razonamiento animal supone un lenguaje del pensamiento, esto es, un sistema interno de símbolos que opera con reglas sintácticas (Fodor, 1994a; Tetzlaff & Rey, 2009; Fodor & Pylyshyn, 1988; Cheney & Seyfarth, 2007)3. Por supuesto, el aya tiene la opción de argumentar a favor de la hipótesis empírica de que el pensamiento es sistemático sólo para las criaturas que hablan un lenguaje. Pero piénsese lo que significaría que esto fuera así. Tendría que ser completamente usual encontrar, por ejemplo, animales capaces de aprender a responder selectivamente a situaciones tales que a R b, pero completamente incapaces de aprender a responder selectivamente a situaciones tales que b R a…. No me puedo poner en el lugar de las ratas y de las palomas, pero una vez asistí a un curso de psicología comparada y estoy dispuesto a asegurar que la mente de los animales no se parece, en general, a esto (Fodor, 1994a, pág. 214).

De acuerdo con Fodor y Pylyshyn, la racionalidad de las inferencias requiere que el pensamiento tenga una estructura interna y esto ha de ser explicado en términos de las propiedades sintácticas del pensamiento, a las cuales la causalidad es sensible (1988, pág. 26). Dado que, según esta teoría, las propiedades sintácticas reflejan las propiedades semánticas, se ven aseguradas las relaciones de consistencia entre los contenidos. Sin embargo, para pasar del carácter estructurado del pensamiento a la

3

Hay, por supuesto, diferentes tipos de explicaciones acerca del razonamiento. En términos generales, se pueden distinguir explicaciones semánticas, basadas en modelos mentales, y explicaciones sintácticas, basadas en rasgos estructurales y reglas lógicas. Al igual que Fodor y Bermúdez, y para proseguir con el argumento, adoptaré un enfoque sintáctico. P á g i n a | 162

Sistematicidad

hipótesis del lenguaje del pensamiento hace falta un paso intermedio. Camp reconstruye del siguiente modo el supuesto en el que se apoya dicho argumento: Cualquier sistema de vehículos representacionales compuesto de partes discretas recurrentes combinadas de acuerdo con reglas sistemáticas es un lenguaje (Camp, 2007, pág. 146).

En consecuencia, aun cuando por esta vía argumentativa se admita que el pensamiento conceptual no depende de un lenguaje natural, todavía se puede insistir en que requiere vehículos lingüísticos, pero subpersonales. Esta hipótesis no sólo ha sido defendida por los filósofos sino también por etólogos, tales como Cheney y Seyfarth, quienes en Baboon Metaphysics sostienen que el conocimiento social de los babuinos presupone un lenguaje del pensamiento (2007). Ahora bien, hay ciertas diferencias interesantes entre el pensamiento animal y el pensamiento humano, puestas de manifiesto en los contenidos que una criatura puede tener y en el modo en que dichos contenidos se relacionan. Esto constituye un problema a la hipótesis de que el pensamiento animal involucra vehículos lingüísticos, pues resulta extraño suponer que los principios sintácticos que operan en el lenguaje del pensamiento no se manifiestan del mismo modo en el nivel de los contenidos. Como defiendo más adelante, las habilidades representacionales e inferenciales de los animales muestran especificidad de dominio, limitaciones en las posibilidades combinatorias y dependencia del contexto4. Entonces, si las propiedades estructurales de los contenidos mentales dependen (como sostienen los fodorianos) causal y explicativamente de los vehículos mentales subyacentes, ¿cómo se explican las diferencias entre el tipo de contenidos en los que pueden pensar humanos y animales? ¿Cómo se explica que el mismo tipo de vehículos produzca propiedades estructurales

4

Distingo dependencia del contexto de dependencia de estímulo. Mientras los contenidos de los mapas exhiben la primera, no están constreñidos por la segunda clase de dependencia. La dependencia de estímulo se da cuando las respuestas de un organismo se encuentran determinadas rígidamente por un único tipo de estímulo, por ejemplo, las hormigas que reaccionan ante la segregación de un ácido producida por hormigas muertas, expulsando los cadáveres del hormiguero. Si una hormiga viva fuera rociada con dicha sustancia, pese a manifestar signos vitales, sus compañeras igualmente la expulsarían (Allen, 1998). No habiendo encontrado una mejor expresión, uso la noción de dependencia del contexto (o estar ligado a un contexto) para referirme al hecho de que los predicados que se pueden aplicar a partir de un mapa siempre se encuentran ligados a un particular o conjunto de particulares. Esto es, a partir de los mapas no se puede pensar en propiedades en abstracto, no instanciadas en particulares. Esta limitación, por otra parte, no impide tener representaciones de objetos ausentes, es por eso que las representaciones cartográficas tienen un alto grado de independencia de estímulo. P á g i n a | 163

Capítulo 7

significativamente diferentes en el nivel de los contenidos? Este problema se hace más evidente, a mi entender, si se tiene en cuenta que las hipótesis acerca del tipo de vehículo involucrado en el pensamiento dependen de la observancia de ciertos patrones o ciertas generalizaciones psicológicas –tales como el requisito de generalidad en los contenidos mentales (Camp, 2009a; Heck Jr., 2007). Si esto es así, las diferencias entre los contenidos mentales pensables por animales y humanos deberían estar ligadas a diferencias en sus respectivos vehículos. Sobre la base de esta hipótesis, a continuación, voy a defender que algunas variedades de pensamiento animal, en particular, aquéllos que toman la forma de razonamiento instrumental, pueden entenderse en términos formales, esto es, en términos de sistemas representacionales compuestos de partes discretas que operan conforme reglas sistemáticas. Esto refuerza la tesis, defendida a lo largo de este capítulo, de que las habilidades inferenciales no son privativas de las criaturas con lenguaje. Siguiendo la propuesta de Camp (2007) y de otros autores, sostengo, que no todo sistema representacional compuesto de partes discretas que operan conforme reglas sistemáticas es un lenguaje. Por el contrario, ciertos sistemas cartográficos y diagramáticos brindan una explicación formal de ciertas transiciones inferenciales y, por otra parte, permiten explicar ciertos rasgos particulares del razonamiento animal. Para ello, del mismo modo que los defensores del mentalés han tomado el lenguaje natural como modelo para explicar ciertos rasgos de la cognición, la propuesta es explorar algunos rasgos de la cognición animal a partir de ciertas analogías con los mapas corrientes.

7.2.

Oraciones, íconos y mapas

Psicólogos y filósofos provenientes de distintas tradiciones comparten la tesis de que el único tipo de sistema representacional adecuado para explicar las transiciones inferenciales entre pensamientos es lingüístico. Esta tesis, sin embargo, parte de una falsa dicotomía entre representaciones lingüísticas o cuasi-lingüísticas, por un lado, y representaciones icónicas, por el otro (Fodor, 2008; Heck Jr., 2007) y descansa en una concepción incorrecta o parcial acerca de las distintas variedades de representaciones no lingüísticas. Más específicamente, muchas de las discusiones al respecto han supuesto

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Sistematicidad

que toda representación no lingüística no es más que una representación icónica (Braddon-Mitchell & Jackson, 1996). Entonces, “icónico” y “discursivo” denotan modos de representación mutuamente excluyentes; que una representación es de un modo implica que no es del otro (Fodor, 2008, pág. 171).

Esto resulta más llamativo si se tienen en cuenta los desarrollos en lógica sobre inferencia heterogénea, pues los sistemas diagramáticos son un claro exponente de representaciones que no son ni discursivas ni icónicas (Barwise & Etchemendy, 1999). Es cierto que las representaciones icónicas difícilmente puedan garantizar las propiedades formales del razonamiento. Por empezar, a diferencia de las representaciones discursivas, los íconos no tienen una estructura “canónica” y son sintáctica y semánticamente homogéneos. Es decir, cualquier parte de un ícono es una parte constitutiva y cumple la misma función que cualquier otra. Por eso, los íconos no tienen una forma lógica, no tienen cuantificadores ni pueden predicar ni tienen condiciones de verdad, etc.5. De este modo, al considerar que toda representación nolingüística incluyendo en este grupo mapas y diagramas es de carácter icónico, se ha concluido que los únicos vehículos representacionales que podían dar lugar a la realización de inferencias son lingüísticos (Bermúdez, 2003; 2010; Fodor, 2008). Esta dicotomía entre representaciones discursivas y representaciones icónicas ha dado lugar, por otra parte, a una diferenciación entre dos tipos de contenidos, conceptuales y noconceptuales (Heck Jr., 2007; 2000). En tanto se ha considerado que los contenidos perceptuales, a diferencia de los contenidos doxásticos, están vehiculizados por representaciones icónicas, se ha concluido que los estados perceptuales tienen contenido no-conceptual. Dado que las representaciones icónicas carecen de estructura canónica, se ha concluido finalmente que las relaciones de justificación racional son exclusivas de los contenidos doxásticos, cuyo contenido es conceptual. A partir de aquí, algunos han

5

Autores como Davidson, Quine y Fodor, sostienen que para tener condiciones de verdad se necesitan cuantificadores, conectivas lógicas y predicados. Pues sólo estos elementos permiten individuar objetos y realizar algún tipo de compromiso ontológico en una representación. Sin embargo, otros autores entienden que cualquier tipo de representación, en tanto puede ser correcta o incorrecta, tiene condiciones de verdad (Rescorla, 2009). Ver nota 21. P á g i n a | 165

Capítulo 7

excluido a la percepción (Fodor & Pylyshyn, 1988) y otros, al pensamiento animal, del “espacio de las razones”6. Sin embargo, diversos sistemas representacionales no-lingüísticos, como ciertos mapas, exhiben las mismas propiedades sobre las cuales se han apoyado los argumentos a favor de que el pensamiento requiere vehículos lingüísticos, tales como la sistematicidad y la productividad. En primer lugar, dichos sistemas tienen una estructura composicional, esto es, su contenido depende del contenido de las partes que lo constituyen. Siguiendo a Fodor: Una representación es composicional si y sólo si su estructura sintáctica y su contenido semántico están ambos determinados por la estructura sintáctica y el contenido semántico de las partes que la constituyen (Fodor, 2008, pág. 171).

En segundo lugar, a diferencia de las representaciones estrictamente pictóricas o icónicas, algunas clases de mapas –al igual que los sistemas lingüísticos– cuentan con elementos discretos que pueden ser separados y recombinados entre sí de modo sistemático y productivo7. Si esto es correcto, los mapas –a diferencia de otras representaciones icónicas– serían adecuados para dar una explicación formal, pero no lingüística, de la articulación racional de las transiciones entre los contenidos representados. El punto es ver qué se entiende por formal en estas discusiones. Veamos. Diversos autores sostienen que lo que diferencia las representaciones icónicas de las representaciones lingüísticas es lo que denominan estructura o descomposición canónica (Fodor, 2008, pág. 173; Bermúdez, 2010, pág. 47; Braddon-Mitchell & Jackson, 1996; Heck Jr., 2007). En otras palabras, estos autores suponen que no hay un

6

Otros como McDowell, en cambio, sostienen que la percepción es parte del espacio de las razones y, por tanto, del espacio de los conceptos. Sin embargo, niega que los animales tengan estados genuinamente perceptuales (McDowell, 1994). 7 En “Thinking with maps”, Camp sostiene que el argumento a favor de la hipótesis del lenguaje de pensamiento prueba en realidad algo mucho más débil que lo que se pretende. Según esta autora, el argumento a partir de la sistematicidad y la composicionalidad implican –a lo sumo– un sistema de vehículos con partes discretas que se combinan de modo sistemático. Pero otros sistemas no-lingüísticos compartirían también dichas propiedades. En virtud de ello, Camp asume que tales sistemas satisfarían el requisito de generalidad (Camp, 2007, pág. 154). Sin embargo, quienes defienden la dependencia lingüística de los conceptos, piden más que esto. En particular, exigen, por un lado, que el sistema tenga una estructura canónica y, por el otro, que tenga una estructura predicativa. Si bien su teoría provee elementos centrales para afrontar estas exigencias, Camp misma no se detiene en estos dos aspectos. P á g i n a | 166

Sistematicidad

modo natural de descomponer un mapa en partes que tengan una interpretación semántica intrínseca, es decir, que “no hay un modo privilegiado de dividir el mapa en unidades representacionales básicas” (Braddon-Mitchell & Jackson, 1996, pág. 171). De acuerdo con Fodor, a diferencia de lo que sucede con las representaciones discursivas, cada parte de una representación icónica es una parte constitutiva. Así, por ejemplo, “María”, “es feliz”, son partes constitutivas de “María es feliz”; pero ni “María...... feliz” ni “María es” tienen una interpretación semántica. En cambio, cualquier parte de una fotografía representa una parte de lo fotografiado. En consonancia con lo anterior, las partes de las representaciones icónicas –ya sean sintácticas o semánticas– son homogéneas, esto es, hacen el mismo tipo de contribución semántica. En cambio, las partes de las representaciones lingüísticas son semántica y sintácticamente heterogéneas, así por ejemplo, los nombres son términos singulares y denotan individuos, los adjetivos tienen una función predicativa y denotan propiedades. Por esta razón, las representaciones lingüísticas tienen una forma lógica, la cual hace explícita la estructura composicional de una representación y le otorga condiciones de verdad. En síntesis, un sistema tiene una estructura canónica siempre que posea: 

una estructura composicional constitutiva



constituyentes sintácticos y semánticos heterogéneos



forma lógica



condiciones de verdad.

Las representaciones icónicas, como las fotografías, carecen de estas propiedades. Pero habría que ver en detalle si los mapas caen dentro de esta categoría. Por otro lado, si los mapas tuvieran una estructura canónica, ¿serían por ello representaciones cuasi-lingüísticas? En esta dirección, Casati y Varzi sostienen que el hecho de contar con una semántica formal para los mapas los hace mucho más similares a las proposiciones que lo que se ha pensado (1999, pág. 188). Por ahora, sugiero evitar esta conclusión, pues hay razones para negar que los mapas sean un subtipo de representación lingüística. En primer lugar, hay interesantes diferencias entre los principios sintácticos y semánticos de mapas y lenguajes. En segundo lugar, estas diferencias se ven reflejadas en la naturaleza de los contenidos a los que dan lugar distintos tipos de vehículos. En particular, mi hipótesis es que la naturaleza de los contenidos mentales depende de la estructura de los vehículos representacionales P á g i n a | 167

Capítulo 7

subyacentes. Si, como defiendo más adelante (apartado 7.4), a diferencia de lo que sucede con los vehículos de tipo lingüístico, el contenido de los mapas no está estructurado proposicionalmente, por consiguiente, los mapas no podrían ser representaciones lingüísticas ni cuasi-lingüísticas8. En consecuencia, la satisfacción del requisito de generalidad puede desvincularse de los pensamientos con contenidos proposicionales. 7.2.1. Mapas: partes y estructura Volvamos a la pregunta original, acerca del tipo de estructura que tienen los mapas. ¿Tienen los mapas las propiedades requeridas para tener una estructura canónica? Heck da una respuesta negativa y sostiene que los mapas cognitivos son representaciones “unificadas” y “orgánicas”, “que no se descomponen en partes de un modo determinado” (Heck Jr., 2007, pág. Figura 2: parte de la Ciudad Universitaria, UNC.

125). Sin embargo, los mapas al igual que los enunciados de un lenguaje, obedecen a un mecanismo composicional: el contenido del mapa

depende

de

las

partes

que

lo

constituyen; un cambio en la relación de estas partes altera el contenido del mapa. Por otra parte, a diferencia de otras representaciones no-lingüísticas, los mapas no son puramente perspectivísticos. Por el contrario, pueden ser objetivos y tienen, por tanto, condiciones de corrección: si en la figura 2 se intercambia Casa de Gobierno por el Pabellón Argentina, el mapa será incorrecto. En este sentido, los mapas cognitivos pueden ser representaciones

8

Algunos autores entienden que las proposiciones son simplemente representaciones de estados de cosas (Bermúdez, 2009). De acuerdo con esta noción, tanto un ícono como un mapa podrían tener contenido proposicional. Este no es, sin embargo, la noción de proposición que se está usando aquí. Pues, no permite reflejar las diferencias que existen distintos tipos de representaciones ni las distintas maneras en que éstos representan el mundo. Según la noción que he adoptado, las proposiciones tienen una estructura predicativa y pueden descomponerse conforme el cálculo de predicados (ver capítulo 3.1). P á g i n a | 168

Sistematicidad

alocéntricas (Evans, 1982; Millikan, 2004; Casati & Varzi, 1999; Camp, 2007; Rescorla, 2009b): es de esperar que las relaciones espaciales entre los objetos y lugares se preserven ante los cambios de ubicación del sujeto. En otras palabras, la idea de que una criatura tiene mapas cognitivos supone que puede usarlos para navegar en el espacio teniendo en cuenta la localización de objetos que no necesariamente percibe. Bermúdez (2010), Braddon-Mitchell y Jackson (1996, pág. 171) admiten que los mapas son representaciones estructuradas, pero consideran que no tienen una estructura canónica: “su estructura puede ser analizada de varios modos diferentes (....), pero ninguno de éstos puede ser adecuadamente descrito como dando la estructura del estado de

cosas

[representado]”

(Bermúdez, 2010, pág. 47). Dado

que,

representaciones

icónicas como las fotografías descansan en un isomorfismo directo

entre

vehículos

y

contenidos (de modo tal que cada parte de una fotografía brinda

información

visual

acerca de la apariencia visual de la situación representada) es Figura 3: mapa isotópico. Extraído de http://makingmaps.net/

comprensible por qué no tienen una

estructura

explícita.

Siguiendo a Fodor, cada parte de la representación representa una parte de lo representado, cada una de sus partes hace el mismo tipo de contribución semántica. En una fotografía, una zona coloreada de verde representa una región verde; en un gráfico que representa la distribución de una propiedad en una población, cada parte de la curva representa la distribución de la propiedad en una parte de la población. Sin embargo, a medida que un mapa incorpora elementos discretos, resulta mucho menos arbitrario el modo en que han de explicitarse cuáles son sus unidades representacionales básicas. Estos elementos pueden bien explotar algún tipo de parecido con los objetos o propiedades representadas, como los isotipos (figura 3), o bien pueden ser altamente arbitrarios y abstractos, como las palabras (figura 5). Sin embargo, en

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Capítulo 7

ambos casos, su ocurrencia en un mapa sigue explotando un isomorfismo espacial (Camp, 2007, pág. 158). Una zona coloreada de verde con triangulitos negros, en el mapa de arriba representa una región forestada con pinos, mientras que las zonas que presentan rayas paralelas representan una región sembrada. Una raya roja en un mapa de metro (figura 4), en cambio, indica el recorrido de una línea; dos rayas paralelas indican que dos líneas pasan por las mismas estaciones; dos rayas paralelas contiguas indican que dos líneas no sólo pasan por las mismas estaciones sino que comparten Figura 4: mapa topográfico de estaciones de metro londinenses.

un mismo trayecto; la intersección de una línea roja con una verde representa la intersección de

dos líneas de subte; similarmente, el nombre “Lancaster Gate” representa la localización de dicha estación. Esto se ve mucho más claro en el mapa de la ciudad de Chicago (figura 5), diseñado a partir de los nombres de las calles, cuya tipografía refleja el trayecto y las relaciones de las mismas. Allí, “Chicago ave” se comporta obedeciendo un principio de isomorfismo espacial. La incorporación de estos elementos y sus variaciones permite diferenciar los principios sintácticos de los semánticos más nítidamente. Mientras los principios sintácticos de semejantes mapas descansan en algún tipo de isomorfismo espacial, topológico, geométrico, etc., “los principios semánticos que conectan estos componentes a objetos y propiedades del mundo pueden ser bastante indirectos y arbitrarios (Camp, 2007, pág. 158)”9. De este modo, se enriquece la capacidad expresiva y la capacidad de abstracción del sistema permitiendo, entre otras cosas, la generación de nuevos significados por medio de la combinación de elementos recurrentes, altamente simplificados. Además, no sólo es posible distinguir las reglas sintácticas de

9

Camp (2007) sostiene que si las representaciones lingüísticas preservan algún tipo de isomorfismo, éste es mucho más abstracto: la aplicación de un predicado a un nombre refleja la relación metafísica de acuerdo con la cual una propiedad es un atributo de una sustancia. P á g i n a | 170

Sistematicidad

Figura 5: Mapa de calles de Chicago con tipografía. Extraído de http://makingmaps.net/

las semánticas, sino que distintas partes pueden hacer distinto tipo de contribución al contenido del mapa: por ejemplo, un ícono/palabra puede representar un objeto o situación, mientras que un color puede representar una propiedad determinada. Se puede decir, entonces, que ciertas variedades de sistemas cartográficos a diferencia de los íconos tienen una estructura constitutiva y pueden descomponerse en componentes básicos que se combinan de modos sistemáticos conforme principios sintácticos y semánticos heterogéneos. Por otra parte, los mapas también parecen tener condiciones de verdad: Al igual que un enunciado, un mapa representa el mundo como siendo de una cierta manera. Al igual que un enunciado, el mapa es correcto sii el mundo es como el mapa lo representa. Me referiré a los mapas como “verdaderos” o “falsos” conforme representen correcta o incorrectamente el mundo. Algunos filósofos podrían cuestionar este uso, mencionando las diversas diferencias entre mapas y enunciados. Pero incluso estos filósofos deberían aceptar que alguna noción de corrección representacional se aplica a los mapas. Estos filósofos pueden reemplazar mi discurso sobre “verdad” con un discurso acerca de “corrección representacional” o “verosimilitud”. Similarmente, diré que los componentes de un mapa “denotan” objetos y propiedades en el mundo físico. Las semánticas cartográficas deben develar los mecanismos composicionales de los mapas, esto es, los mecanismos por los cuales elementos con una cierta denotación se componen para darle a un mapa una condición de verdad determinada (Rescorla, 2009b, pág. 178).

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Capítulo 7

Resulta mucho más problemático decir que los mapas tienen una forma lógica, pues no tienen cuantificadores ni conectivas ni demás elementos de los sistemas lógicos (Rescorla, 2009)10. Aun así, en tanto poseen una estructura composicional constitutiva y condiciones de verdad, no habría razones para pensar que los mapas no garantizan transiciones entre contenidos, que preserven la verdad, lo cual sería suficiente para tener una explicación formal de la inferencia. 7.2.2. Vehículos lingüísticos vs. vehículos cartográficos Ahora bien, ¿se puede decir –a partir del análisis previo– que los mapas son equiparables a representaciones lingüísticas? La respuesta es no. Mi hipótesis es que ciertas limitaciones en las capacidades combinatorias, puestas de manifiesto en el rango de contenidos que una criatura puede pensar, pueden ser explicadas en términos del tipo de vehículo representacional subyacente. Una de las diferencias entre los sistemas cartográficos y los sistemas lingüísticos radica en el grado de generalidad con el que operan las reglas formales: mientras que las reglas de un lenguaje son puramente sintácticas y, consecuentemente, sumamente abstractas y generales, las reglas de los mapas tienen contenido semántico y resultan, por tal razón, más específicas. Esta diferencia impone algunas restricciones en la capacidad expresiva de los sistemas, como así también en sus posibilidades combinatorias. Puede resultar ilustrativo analizar el modo en que los primates representan el conocimiento que tienen acerca de sus organizaciones sociales. Los primates viven en una estructura social compleja, relativamente estable (de Waal, 1996; Byrne & Whiten, 1988; Whiten & Byrne, 1997). Cheney y Seyfarth han señalado, particularmente, que monos, babuinos y macacos se agrupan en órdenes lineales. Específicamente en estos primates, dichos órdenes se mantienen estables en el caso de las hembras e infantes, mientras que en el caso de los machos cambian regularmente, en función de peleas habituales (Seyfarth & Cheney, 2001, pág. 171; Cheney & Seyfarth, 2007). Los etólogos sostienen que estos primates representan el conocimiento de estas relaciones en

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Rescorla, por su parte, sostiene que los mapas tienen una estructura geométrica (Rescorla, 2009). Sin embargo, dado que he usado la noción de mapa de un modo más amplio, introduciendo estructuras arbóreas, su caracterización resulta inadecuada para mi posición. Camp, en cambio, propone distintas estrategias de complementar los mapas con tales elementos (Camp, 2007). P á g i n a | 172

Sistematicidad

estructuras jerárquicas arbóreas, donde cada grupo es “nucleado” en un nodo, lo que les permite facilitar la recuperación de información y la predicción de conductas. (Seyfarth & Cheney, 2001, pág. 171; Cheney & Seyfarth, 2007)11. los primates no humanos están innatamente predispuestos a agrupar a otros individuos en clases jerárquicas. Buscan activamente modos de agrupar a sus compañeros en grupos gobernados por reglas. Una vez formados, tales grupos son, de alguna manera, etiquetados como nodos de orden superior en un árbol de memoria, tanto para recordar como para facilitar las predicciones de conducta (Seyfarth & Cheney, 2001, pág. 173).

Esta hipótesis se ve reforzada por el hecho de que los primates viven en poblaciones muy numerosas. Las comunidades de babuinos, por ejemplo, cuentan con unos 80 individuos, cada uno de los cuales mantiene –a su vez– distintos tipos de relaciones,

Figura 6: Relaciones jerárquicas de dominancia en babuinos (Camp, 2009a, pág. 117).

diádicas, tripartitas, etc. La información relativa a este tipo de relaciones sería muy difícil de manipular –ya sea para la predicción de conductas, la formación de alianzas, el redireccionamiento de agresiones, etc.– sin la ayuda de procesos de categorización, que permitan diferenciar individuos y agruparlos simultáneamente en diversas categorías. A diferencia de los mapas analizados arriba, que preservan un isomorfismo espacial, los mapas arbóreos (similares a los árboles genealógicos) explotan relaciones espaciales para representar relaciones de jerarquía, de mayor grado de abstracción, lo

11

No obstante, los etólogos mismos concluyen que los babuinos tienen un lenguaje de pensamiento. Camp distingue la hipótesis fuerte del lenguaje del pensamiento de la hipótesis débil del lenguaje del pensamiento (Camp, 2007, pág. 152). Y sostiene que los principales argumentos a favor de la versión fuerte prueban a lo sumo la versión débil; éste sería el caso de Seyfarth y Cheney (2007). En su versión fuerte, esta hipótesis se compromete con vehículos cuasi-lingüísticos. En su versión débil, en cambio, sólo con vehículos con una estructura combinatoria sistemática. Pero bajo esta última categoría pueden ser incluidos distintos tipos de vehículos. P á g i n a | 173

Capítulo 7

cual los hace muy similares a algunos diagramas. En este sentido, el isomorfismo entre vehículo y contenido es muy indirecto. En particular, las reglas de los mapas babuinos representan dominancia y parentesco, son estructuras que permiten representar el parentesco y la jerarquía de distintos miembros de un grupo, y relaciones como pariente, subordinado y superior, e incluso –si se organizaran los nodos y ramas correspondientes, podrían representarse relaciones más específicas, como madre y cría. Más allá de la arbitrariedad y abstracción de los contenidos representados, estos mapas no permiten representar propiedades de otra índole, por ejemplo, propiedades espaciales, como la localización territorial de las diferentes familias. Ello explica algo ya observado por la etología cognitiva y la psicología comparada: por qué los babuinos –al igual que otros animales– pueden detectar relaciones transitivas en relación al rango social o filial de otros miembros de su grupo pero no en relación a otros dominios nosociales, mucho menos cuando estos dominios son artificiales (Cheney & Seyfarth, 1990; 2007; Hurley, 2003). En relación con este punto, la hipótesis de fondo es que la cognición se ve afectada por las presiones ambientales12. En consecuencia, las demandas cognitivas de los animales que viven en grandes grupos sociales estables incrementan un elevado desarrollo de las habilidades cognitivas sociales13. En esta dirección, psicólogos y etólogos han señalado que los animales, por lo general, se desempeñan mejor en la comprensión de relaciones causales que se producen de forma natural que en la asociación de estímulos arbitrarios (Call, 2006; Seyfarth & Cheney, 2001). Por el contrario, los mapas cognitivos comúnmente atribuidos a animales que exhiben capacidades para la navegación espacial –entre ellos, primates, aves, murciélagos, ratas y abejas– pueden representar propiedades espaciales y/o geométricas, como la localización de objetivos así como la distancia y dirección en relación con un punto de partida determinado (Clayton, Emery, & Dickinson, 2006; Tolman, 1948; Boesch & Boesch, 1984; Gould, 1990; 2002; Kamil & Jones, 1997; Gallistel, 1990).

12

Puede parecer que la idea de que la cognición se ve afectada por presiones ambientales está en conflicto con la idea –también defendida aquí– que los patrones de contenidos que una criatura puede pensar están constreñidos por el tipo de vehículo representacional que da lugar a ellos. Sin embargo, la idea es que el tipo de sistema representacional que posee una criatura responde a presiones evolutivas. 13 Esta hipótesis no se restringe a los primates sino también a otros mamíferos y aves. Ver (Bond, Kamil, & Balda, 2003) P á g i n a | 174

Sistematicidad

Más aún, permiten combinar distintos tipos de información para su uso en la navegación. De acuerdo con experimentos llevados a cabo por Gould: las abejas pueden computar la orientación del curso que deberían seguir a partir de estimar su posición actual en su mapa y la posición de su objetivo –una instancia de una operación combinatoria que involucra dos representaciones de posiciones métricas (Gallistel, 1990, pág. 11)

Pese a su potencial representacional y combinatorio, que permite, por ejemplo, representar propiedades y objetos no inmediatos y hacer inferencias, estos mapas no son aptos para representar –como las estructuras arbóreas– estructuras jerárquicas ni, por tanto, relaciones de dominancia14. Las limitaciones inherentes a cada tipo de sistema harían comprensible por qué los animales sin lenguaje no pueden extender las habilidades representacionales e inferenciales que manifiestan dentro de un dominio a otros dominios diferentes, esto es, darían cuenta de la especificidad de dominio, característica de las habilidades cognitivas de los animales. Así, por ejemplo, la capacidad para hacer inferencias transitivas en contextos sociales no habilita a un primate a hacer inferencias transitivas en contextos simbólicos (Cheney & Seyfarth, 1990)15. Sintetizando, los desarrollos teóricos recientes sobre mapas permiten formular una alternativa a la hipótesis del lenguaje del pensamiento y a su aplicación a todo tipo de sistema cognitivo, pues permite entender de qué modo podrían producirse procesos de inferencia en ausencia de lenguaje. Al mismo tiempo, estos aportes teóricos sobre los sistemas cartográficos ofrecen un modo de caracterizar el pensamiento animal conforme la evidencia provista por la etología. Consecuentemente, tendríamos una razón adicional contra la tesis defendida por el intelectualismo de que la capacidad para hacer inferencias depende de la capacidad para justificar verbalmente tales inferencias. Hay que admitir, sin embargo, que tanto la evidencia empírica como la caracterización de los

14

Esto no significa que la criatura misma no tenga esa capacidad; sino más bien que dicha capacidad debería ser explicada en términos de otro sistema representacional. 15 Esto, sin embargo, no es privativo de los chimpancés. Los experimentos de Wason por ejemplo evidencian que las personas generalmente fallamos en aplicar instancias del modus ponens y tollens en contextos simbólicos pero que no manifestamos dificultades semejantes cuando se trata de problemas sociales. De todos modos, la especificidad de dominio en los animales es un fenómeno mucho más extendido: los monos verdes, por ejemplo, usan gritos de alarma específicos para alertar sobre la presencia de distintos tipos de predadores, como águilas, serpientes y felinos. Sin embargo, no cuentan con signos semejantes para referirse a otras clases de objetos (Cheney & Seyfarth, 1990). P á g i n a | 175

Capítulo 7

mapas aquí propuesta, ponen de manifiesto que las facultades inferenciales de las criaturas sin lenguaje son limitadas, en tanto –a diferencia de nuestras capacidades inferenciales– no pueden ser transpuestas a diferentes dominios16. Ahora bien, ¿es la especificidad de dominio suficiente para suponer que el razonamiento animal no involucra un lenguaje del pensamiento? No necesariamente, pues alguien como Fodor podría sortear esta objeción argumentando que el lenguaje del pensamiento animal, a diferencia del nuestro, es modular17. Esto es, es cognitivamente impenetrable a otros sistemas representacionales que pudiera tener el animal. Pero esta respuesta tiene algunos problemas: i) se supone que, para Fodor, la centralidad es la propiedad que diferencia los sistemas cognitivos de los demás sistemas, que él denomina periféricos. En consecuencia, deberíamos aceptar ad hoc que esto no es así respecto de la cognición animal18. ii) Aun si aceptáramos que Fodor puede dar cuenta de la especificidad de dominio, hay otras propiedades del pensamiento animal que no pueden ser explicadas por medio de vehículos lingüísticos. Me centraré en ellas en el siguiente apartado, donde me focalizo en una línea de crítica según la cual el pensamiento animal no satisface el requisito de generalidad.

16

La tesis sobre la especificidad de dominio debe ser matizada, pues los grandes simios, por ejemplo, exhiben habilidades inferenciales –como la exclusión– en distintos tipos de dominios: permanencia de objeto, causalidad y localización espacial (Call, 2006; Boesch & Boesch, 1984; Burge, 2010). 17 Agradezco a Liza Skidelsky por presentarme esta objeción. Cito: La especificidad de dominio de un módulo consiste en la especial interacción entre la información y los mecanismos (o reglas). Es muy probable, según Fodor, que un módulo tenga la regla del Modus Ponnens (MP) que sólo se aplique a determinado tipo de información. Por ejemplo: 2 es F; si 2 es F, entonces 2 es G, por lo tanto 2 es G. Dado que hay una relación intrínseca entre el dominio inferencial y la disponibilidad del MP, el módulo sólo tiene acceso al MP para razonar acerca de su dominio, que sería el número 2. Así, las reglas del LDP también serían contextuales, en el sentido de que dependerían de la información que se computa (Skidelsky, manuscrito). 18

Claramente, la especificidad de dominio no sería un problema para quienes defienden alguna variante de la hipótesis de la modularidad masiva (Carruthers, 2006). P á g i n a | 176

Sistematicidad

7.3.

Contenidos:

habilidades

representacionales

y

combinatorias19 En los capítulos previos, vimos que uno de los argumentos a favor de la tesis sobre la dependencia entre lenguaje y conceptos –lo que Bermúdez denomina principio de prioridad– descansaba en el supuesto de que los conceptos se individúan en virtud de su rol inferencial. Puntualmente, este principio se apoya en el argumento de que la posesión de conceptos requiere pensamiento de segundo orden y el pensamiento de segundo orden requiere lenguaje natural, pues sólo el lenguaje natural puede hacer accesible la estructura canónica de un pensamiento de modo tal que permita comprender su rol inferencial. Ahora bien, en el capítulo 5, he ofrecido una manera plausible de entender los conceptos que niega que la posesión de conceptos requiera pensamiento de segundo orden. En este capítulo, por otro lado, he defendido que algunos sistemas no lingüísticos –como ciertos mapas– son aptos para entender ciertas variedades de inferencia, en particular, permitirían dar una caracterización formal de algunos tipos de razonamiento que son capaces de realizar animales de diferentes especies. Sin embargo, aun cuando se acepten las críticas ofrecidas a la exigencia general de que las habilidades inferenciales requieren necesariamente vehículos lingüísticos, se podría insistir que el tipo de inferencia que pueden hacer los animales son inadecuadas para tener conceptos. En efecto, la especificidad de dominio puede ser tomada como un impedimento para la atribución de habilidades conceptuales a criaturas sin lenguaje y, al mismo tiempo, para consolidar una distinción entre contenidos conceptuales y no conceptuales. Esta segunda línea argumentativa depende de una interpretación robusta del requisito de generalidad. Vimos que, según este requisito, el pensamiento conceptual está esencialmente estructurado y se compone de distintas habilidades que son constitutivamente recombinables de modo indefinido en distintos pensamientos: cualquier pensamiento que podamos interpretar como teniendo el contenido de que a es F involucra el ejercicio de una habilidad –el conocimiento de qué es para algo ser F– que puede ser ejercitada indefinidamente en muchos pensamientos distintos y que sería ejercitada, por ejemplo,

19

Parte de estas secciones fueron presentadas en Coloquio Sadaf: Metafísica, argumentación y acción (Córdoba, 2009) y publicadas en (Aguilera, 2010). Agradezco enormemente a Liza Skidelski, Jorge Morales Ladrón de Guevara, Laura Danón y Nahuel Recabarren; cuyas discusiones me resultaron desafiantes para la versión final de este capítulo. P á g i n a | 177

Capítulo 7

en el pensamiento de que b es F. Similarmente para el pensamiento de que a es G (Evans, 1982, pág. 103).

A partir de la tesis de que el pensamiento está estructurado, se ha presupuesto que el requisito de generalidad sólo puede ser satisfecho por criaturas lingüísticas; ya sea que posean un lenguaje natural (Bermúdez, 1998; Peacocke, 1992; Evans, 1982) o bien un lenguaje del pensamiento (Fodor, 2008; Heck Jr., 2007; Fodor & Pylyshyn, 1988)20. No obstante, el carácter estructurado no basta para distinguir dos tipos de contenidos, puesto que la composicionalidad es una propiedad que comparte un amplio espectro de representaciones, tales como las representaciones lingüísticas, cartográficas, diagramáticas e icónicas. A tales fines, diferentes autores han propuesto una interpretación del requisito de generalidad que introduce una condición adicional, a saber, que el pensamiento conceptual, además de poseer una estructura composicional y constitutiva, debe descomponerse en partes globalmente recombinables (Bermúdez, 1998, pág. 93). Dado el carácter limitado que, según la evidencia etológica, tienen las habilidades inferenciales no-lingüísticas, el

pensamiento animal sólo podría

estructurarse en partes que sólo pueden recombinarse en dominios muy restringidos. En consecuencia, prosigue el argumento, el pensamiento animal sería incapaz de satisfacer el requisito de generalidad. El hecho de que ciertos mapas y no el lenguaje nos proporcionen un modelo para este tipo de pensamiento respalda esta hipótesis. Ahora bien, ¿por qué habríamos de aceptar esta condición? A mi entender, a menos que aceptemos que el pensamiento conceptual involucra vehículos lingüísticos, no contamos con razones concluyentes para aceptar la tesis sobre la recombinabilidad global. En otras palabras, la recombinabilidad global debe ser entendida como una característica emergente de sistemas estructurados lingüísticamente. Por lo tanto, no puede apelarse a ella para probar que el requisito de generalidad sólo puede ser satisfecho por sistemas cognitivos lingüísticos –ni para reforzar el argumento a favor del principio de prioridad– sin riesgo de caer en una petición de principio. La razón es la siguiente: para ser capaces de re-combinar globalmente nuestros repertorios conceptuales necesitamos habilidades inferenciales aplicables en una multiplicidad de dominios, con independencia de los contextos particulares de aplicación. Estas

20

Esto exceptúa a Camp (2009) y Carruthers (2009), que han propuesto una lectura no lingüística del requisito de generalidad. P á g i n a | 178

Sistematicidad

habilidades involucran reglas de inferencia generales, de carácter formal y abstracto. Siguiendo a Bermúdez, el único tipo de vehículo que conocemos para explicar esta clase de transiciones inferenciales es lingüístico. Precisamente, gracias a suponer que nuestro pensamiento está estructurado lingüísticamente es posible explicar la libertad con la que podemos combinar nuestros conceptos y realizar inferencias, atravesando repertorios conceptuales

heterogéneos.

Por

otra

parte,

la

capacidad

de

descomponer

cuantificacionalmente nuestros pensamientos de un modo análogo a como se descompone una oración en el cálculo de predicados permite pensar en una entidad (objeto, evento o clase) abstraída de sus propiedades particulares, como así también pensar en propiedades con independencia de sus instanciaciones particulares. Por otra parte, el carácter formal y abstracto de las reglas combinatorias propias de los sistemas lingüísticos posibilita aplicar estos pensamientos en contextos novedosos e inusuales, como cuando aplicamos la propiedad de amarga a una pena. En esta dirección, Hurley sostiene: Si la información de que un objeto tiene cierta propiedad es conceptualizada, satisface el principio de generalidad: tiene una estructura proposicional de grano fino que le permite al sujeto descomponer y re-combinar sus elementos promiscuamente y transferirlos a otros contextos, generalizar y hacer inferencias estructuradas cuantificacionalmente (Hurley, 2003, pág. 232).

Dicho de otro modo, nuestro pensamiento tiene una estructura proposicional. Esto supone que la comprensión de un predicado, P, implica comprender qué sería para cualquier entidad ser una instancia de la propiedad P, comprensión que sería suficiente para comprender cualquier proposición en la que P aparezca (Evans, 1982, pág. 109). En otros términos, la posesión de un concepto P involucra conocimiento acerca de qué es, para cualquier objeto a, que la proposición “a es P” sea verdadera (Peacocke, 1992, págs. 22, 44, 232). La noción de instanciación, por su parte, involucra la comprensión de la generalidad: esto es, una concepción general del modo en que son los P que puede ser separada de la atribución de la propiedad P a un individuo determinado, y de la cuantificación: que algún x es P o que ningún x es P, etc. (Gibson M. I., 2004, pág. 41). Los sistemas cartográficos, en cambio, están regidos por reglas que, por involucrar información más específica, resultan mucho menos abstractas y generales que las reglas de los sistemas lingüísticos. Ello explicaría por qué las habilidades representacionales de criaturas sin lenguaje tienen mayores constricciones. Es cierto que los mapas poseen reglas semánticas bastante arbitrarias, en tanto pueden representar casi

P á g i n a | 179

Capítulo 7

cualquier tipo de situación u objeto. No obstante, las reglas sintácticas preservan algún tipo de isomorfismo, por más indirecto y formal que éste sea. Así, por ejemplo, en los mapas de ruta, la distancia y relación espacial entre los vehículos representa la distancia de los objetos representados y sus relaciones espaciales en el mundo (Camp, 2007, pág. 158). En consecuencia, el contenido de los mapas se encuentra siempre ligado a un contexto, ya sea percibido o supuesto: una criatura que pensara usando mapas no podría pensar en entidades a menos que tuvieran una localización en el espacio, ni tampoco en propiedades no-espaciales como separables de instanciaciones particulares: la danza de las abejas sirve para representar la localización de polen y el trayecto para llegar a él desde el panal, sin embargo, no sirve para representar la propiedad de ser polen excepto que se encuentre instanciada en ciertas coordenadas espaciales. Similarmente, una criatura que pensara usando una estructura arbórea no puede representar la propiedad de ser “superior” a menos que ésta se encuentre instanciada en un individuo determinado. En este sentido, la comprensión de este tipo de predicado si bien es general en tanto puede ser aplicado a diferentes individuos –P(individuo1), P(individuo2), P(individuon)– no es lo suficientemente abstracto como para asegurar la capacidad para pensar en la propiedad misma de ser superior en abstracto ni como para asegurar la capacidad de pensar en cualquier objeto que es superior, como por ejemplo “esa ración de comida es superior”. Dicho de otro modo, sin lenguaje no es posible pensar en individuos salvo bajo algún conjunto de propiedades ni en propiedades no instanciadas en algún objeto o conjunto de objetos21. Esta importante restricción impide, además, combinar categorías de un modo promiscuo. Si una criatura pensara usando mapas, pese a poder reconocer que algo tiene

21

Algunos autores sostienen que la identificación de objetos requiere también pensamientos con una estructura proposicional. Siguiendo a Quine, Fodor, sostiene que la individuación de objetos requiere cuantificadores, variables, términos singulares, predicados sortales, etc. (Fodor, 2008, pág. 176). En “The Emergence of Thought”, Davidson ofrece un argumento similar al de Quine y Fodor. Evans, por su parte, sostiene que la individuación de objetos requiere un criterio de identidad y un conocimiento individualizador de tipo proposicional (Evans, 1982). Sin embargo, niego que semejante equipamiento sea necesario para identificar objetos. La teoría de Millikan constituye una promisoria alternativa según la cual es suficiente tener un conocimiento práctico de las condiciones de individuación de un objeto (Millikan, 2000). Similarmente, Burge sostiene que la percepción presupone elementos referenciales singulares (Burge, 2010). Los mapas en los que me he centrado, por su parte, contienen los recursos simbólicos para la representación de individuos. P á g i n a | 180

Sistematicidad

la propiedad de ser panal, no podría “escindir” esta propiedad para “transponerla” a otros rango de objetos que, de hecho, no manifestaran dicha propiedad. Es decir, no podría aplicar el repertorio conceptual correspondiente a un dominio a otro ámbito diferente, salvo que estuviera equivocada y confundiera, por ejemplo, la localización de unas flores con la localización de algo que envía el mismo tipo de estímulo sin ser una flor. Es en este sentido que debe interpretarse la tesis de que el pensamiento de los animales está estructurado en partes localmente re-combinables. Pues una criatura que empleara mapas cognitivos tendría habilidades representacionales que podrían lograr una significativa independencia de los estímulos inmediatos, en tanto dichas habilidades representacionales podrían separarse de los contenidos representacionales complejos de los que forman parte para combinarse con otros contenidos representacionales, permitiendo por ejemplo representarse objetos que de hecho no está percibiendo: las abejas [...] tienden a ignorar a las [abejas] exploradoras que señalan néctar un lugar “imposible” como el medio de un lago. Esto sugiere que las abejas integran representaciones de estímulos de propiedades radicalmente diferentes, adquiridas en diferentes momentos y de diferentes maneras (observación directa vs. la danza de la exploradora que regresa) por medio de señales espaciales, esto es, por medio de la posición asignada a la fuente distante –su supuesta localización en el mapa cognitivo (Gallistel, 1990, pág. 11).

Sin embargo, sólo podrían realizar combinaciones concernientes a las relaciones espaciales y métricas dentro de un dominio determinado de objetos y propiedades. Por su parte, Bermúdez admite que el pensamiento animal está estructurado en partes recombinables siquiera localmente; sin embargo, considera que las limitaciones en las capacidades re-combinatorias son lo que diferencia el pensamiento animal del pensamiento conceptual, que considera exclusivo de las criaturas lingüísticas. Pero, como lo sostuve arriba, ésta no puede ser la razón sobre la cual descansa la exclusión de los animales sin lenguaje del “espacio de los conceptos” ni la propia distinción entre contenidos conceptuales y no-conceptuales. A partir de lo anterior, se puede decir que el contenido de los mapas no es proposicional ni, por tanto, puede descomponerse cuantificacionalmente. Por esta razón, el contenido cartográfico se restringe a pensamientos sobre particulares o conjunto de particulares. Esto no significa, sin embargo, que carezca de una estructura predicativa si por ello se entiende la función de combinar conceptos de propiedades con conceptos de individuos o particulares. Ahora bien, algunos autores sostienen que operadores como la negación o el condicional, usados en esquemas de razonamiento como el modus tollens P á g i n a | 181

Capítulo 7

o la inferencia por eliminación, sólo pueden ser aplicados internamente en estructuras proposicionales, que pueden descomponerse de manera análoga al cálculo de predicados (Millikan, 2006). Habría que ver en detalle cómo podrían ser incorporados estos operadores en los mapas. Podríamos pensar en mapas que, para la negación se usara una cruz o un color determinado; así, por ejemplo, una cruz sobre un ícono en un mapa de metro podría significar que la estación señalada está cerrada. Para el condicional, Camp sugiere utilizar distintos colores; por ejemplo, un azul para el antecedente y otro azul para el consecuente (Camp, 2007, pág. 164). Otra posibilidad es la aplicación de estos operadores mediante la adopción de distintos tipos de actitudes (suposición, aceptación, rechazo) sobre estructuras cartográficas completas. En cualquier caso, el uso de mapas en esquemas de razonamiento permite aumentar el grado de separación entre la representación y lo representado; pues en los contenidos negados o bien en los contenidos condicionales –como cuando las abejas desestiman la señal de que hay polen en el lago– los predicados no se consideran verdaderos de ninguna entidad en particular22. En síntesis, la hipótesis de los mapas cognitivos no sólo explica la especificidad de dominio, propia de las habilidades cognitivas animales, sino también ciertas

22

Rescorla, en cambio, sostiene que los mapas no tienen una estructura predicativa. Para ello, el autor se apoya en las semánticas desarrolladas por lógicos como Tarski (Machery, 2009). Su argumento es que los mapas no pueden representar la negación, un operador lógico central usado en las inferencias por exclusión, el modus tollens, etc. Camp, por su parte, ofrece una ingeniosa propuesta que permite introducir en las semánticas cartográficas operadores como la negación, el condicional y los cuantificadores por medio de la adición de símbolos que operan en mapas dinámicos (Camp, 2007). De acuerdo con ella, las diferencias más importantes entre mapas y lenguajes se muestran en la economía computacional del sistema: los mapas ofrecen simultáneamente mucha información pero a un alto costo computacional, mientras que los lenguajes ofrecen información precisa con una carga computacional mínima. Personalmente, acuerdo con Morales en que para explicar el concepto de ausencia o negación en criaturas sin lenguaje se necesita postular un conjunto de expectativas. Así, por ejemplo, el pensamiento “el león no está” o “el león está ausente” debe ser vinculado a una expectativa previa de que “el león está presente” (Morales Ladrón de Guevara, 2011). Esto, llevado a los mapas, se traduce en la idea de que para negar un contenido cartográfico se necesita introducir un mapa donde dicho contenido se encuentre afirmado. La representación de que “en el lago no hay flores” debe entenderse a partir de una representación previa (la señal de la abeja libadora) que exprese que “en el lago hay flores”. La idea es que para explicar el razonamiento en términos cartográficos no debemos pensar en mapas aislados, sino en un conjunto articulado de ellos. En este sentido, operadores como la negación y el condicional podrían ser explicados en términos cartográficos. Reconozco que estas ideas necesitan de un desarrollo ulterior. Me centraré en ellas en sucesivas investigaciones. Por ahora basta con haber mostrado que los mapas tienen una estructura constitutiva y condiciones de verdad, adecuadas para garantizar distintos tipos de razonamiento. P á g i n a | 182

Sistematicidad

restricciones en el rango de contenidos que una criatura con mapas puede pensar y en el modo en que puede combinarlos: la dependencia de contexto y las constricciones en las reglas combinatorias y, por tanto, las limitaciones en el tipo de contenido que se pueden combinar23. En este sentido, mientras las criaturas lingüísticas tienen pensamientos con una estructura proposicional, las criaturas sin lenguaje tendrían lo que propongo denominar “contenidos cartográficos” (ver tabla 3). Es difícil ver cómo se podrían explicar estas diferencias en los contenidos y su estructura, sin suponer diferencias en el tipo de vehículo representacional subyacente. En otras palabras, alguien como Fodor debería explicar por qué, si el pensamiento animal supone vehículos lingüísticos, un animal no puede teorizar acerca de propiedades tales como la felicidad, la democracia, la rojez, la hermandad, sin que éstas se encuentren instanciadas de alguna manera en particulares concretos. Tabla 3 VEHÍCULOS

LENGUAJE

MAPAS

Reglas

Dominio general

Dominio específico

CONTENIDO

PROPOSICIONAL

CARTOGRÁFICO

Combinaciones

Promiscuidad inferencial

Inferencias en contextos locales

Predicados

Libre de contexto

Ligado a un contexto

Es importante recordar que es una cuestión empírica qué tipos de sistemas representacionales son los más adecuados para representar la cognición de cada especie de animal y cómo se relacionan entre sí los distintos tipos de sistemas –si los tuviera–. De hecho, es posible que un mismo animal cuente con distintos modos de sistematizar la información que obtiene del entorno: una abeja, por ejemplo, podría usar mapas para localizar alimentos y retornar al panal pero podría codificar el rango y la función que otras abejas desempeñan –como ser reina– en otros formatos representacionales. Similarmente, es muy probable que los primates también cuenten con más de un tipo de

23

Sin comprometerse con la hipótesis del lenguaje del pensamiento, Burge sostiene que las inferencias deductivas suponen contenidos proposicionales. Por esa razón, piensa que el pensamiento proposicional se extiende a animales no humanos. Su argumento es que los primates son capaces de utilizar sus habilidades para hacer inferencias en diferentes dominios –permanencia de objeto, causalidad, localización, etc. (Burge, 2010, pág. 62). Por tanto, concluye que el pensamiento animal no es de dominio específico. Dado que la generalidad de dominio es el rasgo de la inferencia lógica, el pensamiento animal tiene contenidos proposicional. Sin embargo, esta posición no permite explicar las otras dos propiedades atribuidas al pensamiento animal (limitaciones combinatorias y dependencia de contexto). P á g i n a | 183

Capítulo 7

sistema para estructurar conocimiento acerca de diversos ámbitos24. Suponer que ciertos dominios son representados usando árboles o mapas cognitivos explicaría las capacidades combinatorias asociadas al modo de representar dichos dominios y el grado de separación entre de las habilidades representacionales y lo representado, dentro de ese dominio de objetos y propiedades. 7.3.1. El requisito de generalidad reinterpretado A partir de lo anterior, estamos a un paso de justificar la atribución de contenidos conceptuales a animales no-humanos. Si, por un lado, se admite que la promiscuidad inferencial es una propiedad emergente de los sistemas lingüísticos, ya no habría razones para sostener que el requisito de generalidad sólo puede ser satisfecho por criaturas con lenguaje (so pena de incurrir en una petición de principio). Pues, sostener que el lenguaje es necesario para la posesión de conceptos en virtud de una propiedad paradigmáticamente lingüística, presupone la cuestión. Como consecuencia, un sistema cognitivo con una estructura constitutiva que admita recombinaciones –ya sean globales o locales– entre las partes que lo componen logra satisfacer el requisito de generalidad. Entendido así, es fácil ver cómo el requisito de generalidad podría ser satisfecho por animales sin lenguaje. La hipótesis de que el pensamiento animal tiene una estructura cartográfica, por otro lado, permite entender el modo en que se producen transiciones inferenciales sin la ayuda de vehículos lingüísticos. Esta hipótesis, además, captura importantes diferencias entre la cognición humana y animal, al mismo tiempo que se ajusta a la evidencia empírica obtenida por la etología cognitiva y la psicología comparada. Al suponer que – a diferencia de los sistemas lingüísticos– las reglas inherentes a los sistemas cartográficos tienen algún tipo de contenido, la hipótesis da cuenta de rasgos típicos de la cognición animal como la especificidad de dominio de las habilidades cognitivas y la dependencia de contexto y las restricciones en las posibilidades combinatorias de los

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En el capítulo 6, sostuve que el uso y localización de herramientas de los chimpancés de Bossou y Tai presupone un esquema de razonamiento práctico que integra distintos dominios de información, causal y espacial respectivamente. Los psicólogos consideran que estos primates tienen un mapa cognitivo que les permite tener un registro de la localización y la distancia de piedras y árboles de nueces. Ahora bien, cómo es estructurada el conocimiento acerca de las propiedades causales de estos objetos es una cuestión abierta que habría que analizar con detenimiento. P á g i n a | 184

Sistematicidad

contenidos pensables por la criatura, aspectos que la hipótesis del lenguaje del pensamiento no puede explicar. De aquí se sigue la posibilidad de distinguir distintos grados de generalidad en virtud del grado de independencia o separación de las habilidades representacionales y los objetos o propiedades representadas25. Según la propuesta desarrollada, el alcance de las habilidades combinatorias exigidas por el requisito de generalidad estará supeditado a las reglas de inferencia que operen en cada tipo de sistema, siendo más abstractas y liberales en sistemas lingüísticos, y menos generales y permisivas en sistemas cartográficos. Dada la conexión existente entre dichas reglas y las habilidades representacionales de una criatura, bajo esta lectura, el requisito de generalidad admitirá habilidades representacionales que logran distintos grados de independencia de estímulo, y adquieren una generalidad plena en el pensamiento proposicional. Conforme a esta propuesta y las razones dadas contra el principio de prioridad, se diluye la distinción entre contenidos conceptuales y contenidos no-conceptuales defendida por Bermúdez. En lugar de ella, emerge un espacio continuo entre las habilidades conceptuales de dominio específico de ciertos animales y las habilidades conceptuales plenas de los usuarios de un lenguaje.

7.4.

Observaciones finales

En este capítulo, he propuesto un modelo no lingüístico de la inferencia y el razonamiento animal. En particular, he defendido que distintas formas de razonamiento animal podrían ser caracterizadas en términos de vehículos cartográficos. Esta hipótesis permite explicar ciertos rasgos propios de las habilidades cognitivas de los animales y

25

Como me señaló Nahuel Recabarren, conversando, se podría objetar que al admitir que la generalidad admite tanto recombinaciones globales como locales ya no tiene sentido preservar el requisito de generalidad propiamente dicho; pues la composicionalidad –sin generalidad– podría ser suficiente. Pero, por un lado, al igual que Fodor, creo que hay que distinguir estructura composicional de estructura constitutiva. Y sólo un sistema con el segundo tipo de estructura puede cumplimentar el antecedente del requisito de generalidad: si alguien pueden pensar en a es F, donde a corresponde a un concepto de individuos –o siguiendo a Millikan, de sustancias– mientras que F corresponde a un concepto de propiedad, siendo ambas representaciones sintáctica y semánticamente heterogéneas. Por otro lado, de la tesis de que la generalidad admite gradaciones no debe seguirse que la generalidad no es necesaria para la posesión de conceptos.

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Capítulo 7

del rango de contenidos que las criaturas sin lenguaje pueden pensar. Me refiero a la especificidad de dominio y a ciertas limitaciones en las habilidades combinatorias y representacionales. En virtud de estas diferencias, he sugerido además que el pensamiento animal no tiene una estructura proposicional. Por el contrario, la hipótesis de los mapas cognitivos implica que los animales tienen lo que he denominado contenidos cartográficos. Por otro lado, he defendido una versión gradualista de la generalidad, según la cual el requisito de generalidad exige una estructura predicativa con distintos niveles de permisividad en las reglas combinatorias y admite representaciones con diferentes grados de separación de lo representado. Puede parecer que al proponer una distinción entre contenidos proposicionales y cartográficos, he introducido de modo encubierto una distinción entre contenidos conceptuales y no conceptuales. Sin embargo, las razones para defender que el pensamiento animal puede ser conceptual tienen que ver con la satisfacción de requisitos inherentes a la posesión de conceptos: como el principio de Russell, la independencia de estímulo y la generalidad. En virtud de ello, se puede decir que el pensamiento animal posee una estructura predicativa adecuada para procesos como la co-identificación, la categorización y la realización de inferencias. Cómo se estructura el contenido depende, en cambio, del tipo de vehículo representacional subyacente a tales procesos. En otras palabras, la distinción entre proposicional y no-proposicional no se superpone con la distinción entre conceptual y no-conceptual y es la primera –en lugar de la segunda– la que permite caracterizar las diferencias entre las distintas formas del pensamiento animal y el pensamiento humano, lingüísticamente articulado.

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CONCLUSIÓN A lo largo de esta tesis he defendido una concepción de los conceptos extensible a criaturas sin lenguaje. Para ello, he argumentado en contra de la idea, adoptada por una extensa tradición filosófica, de que la posesión de conceptos involucra competencia lingüística. Estos argumentos me han permitido afirmar que no hay razones conceptuales para negar a priori que animales de diversas especies no humanas tengan algunos conceptos. En primer lugar, he sostenido que el enfoque adecuado para estudiar si los animales tienen conceptos es un enfoque de los conceptos como habilidades. Sin embargo, esto no me ha impedido servirme de algunos elementos conceptuales y explicativos de otros aportes teóricos, que resultan fructíferos para explicar algunos de los rasgos característicos de la cognición animal. En segundo lugar, he defendido una concepción mixta de las habilidades conceptuales, según la cual la posesión de conceptos involucra habilidades para identificar y hacer inferencias. Siguiendo a Millikan, he sostenido que cada una de estas habilidades realiza un aporte distintivo, así como también cada una de ellas envuelve representaciones cuyos contenidos difieren en el tipo de estructura. A diferencia de lo que han sostenido otros autores, pienso que se necesitan ambas habilidades para que una criatura pueda tener conceptos, pues mientras la identificación es imprescindible para la realización de inferencias, no proporciona los recursos cognitivos mínimos para la satisfacción del requisito de generalidad. Este requisito exige que el pensamiento tenga una estructura predicativa que puede ser garantizada cuando una criatura adquiere además habilidades para razonar y hacer inferencias mediatas. En este sentido, la identificación y la realización de inferencias sólo en forma conjunta dan lugar al pensamiento conceptual. Por otro parte, he defendido una manera plausible de entender cómo se pueden dar estas habilidades aun en ausencia de lenguaje. Por un lado, la identificación consiste en la integración de representaciones heterogéneas, nucleadas por el hecho de referir a una misma sustancia o entidad. Entendida de esta manera, la identificación constituye un primer paso hacia la independencia de estímulo, requerida para la posesión de conceptos, y aumenta el

Conclusión

repertorio de conductas de una criatura, dando lugar a una forma de flexibilidad conductual. Por el otro, la realización de inferencias mediatas aumenta el repertorio de conceptos de una criatura, pues exige además conceptos de propiedades capaces de ser combinados en una estructura predicativa. De esta manera, la realización de inferencias da lugar a lo que he denominado flexibilidad cognitiva, que no solo amplía el espectro de respuestas conductuales, sino también el espectro de contenidos en los que una criatura puede pensar. En contraste con la meta-representación, la co-identificación y la flexibilidad cognitiva no requieren competencia lingüística. En tercer lugar, a partir de estudios y ejemplos provistos por la etología cognitiva y la psicología comparada he sugerido que primates no humanos de diferentes especies son capaces de razonar y realizar inferencias. Esto se pone de manifiesto en distintos tipos de dominios, entre los cuales se destacan los contextos sociales así como ciertos usos y construcción de herramientas, sobre los cuales los primates muestran tener un conspicuo conocimiento. Esto abona la idea de que en la medida en que la capacidad de un animal para representar situaciones y contingencias del entorno aumenta y se vuelve más independiente del contexto, se hace más evidente la necesidad de apelar a procesos de inferencia para explicar su conducta. La realización de inferencias, así como la satisfacción del requisito de generalidad imponen algunas constricciones formales al pensamiento. Por lo general, se ha asumido que el razonamiento presupone contenidos con una estructura proposicional cuyas relaciones inferenciales son explicadas, posteriormente, en términos de vehículos lingüísticos o cuasi-lingüísticos. Ahora bien, esta hipótesis pasa por alto ciertas limitaciones observadas en las habilidades cognitivas así como en los contenidos y en el modo en que estos se relacionan, en el razonamiento animal. Atendiendo a ello, he elaborado una propuesta que, por un lado, tiene en cuenta las constricciones formales y, por otro lado, contempla algunos rasgos distintivos del pensamiento animal. Específicamente, he argumentado a favor de un pluralismo de vehículos, según el cual distintos tipos de sistemas representacionales son aptos para la realización de inferencias y satisfacen, por consiguiente, el requisito de generalidad. Bajo el supuesto de que el tipo de vehículo determina el rango de contenidos que una criatura puede pensar y el modo en que puede relacionarlos, he sostenido que las limitaciones

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Conclusión

inherentes al pensamiento animal pueden ser explicadas en términos de vehículos cartográficos. A diferencia de lo que sucede con los lenguajes, las reglas de los mapas son de dominio específico. Por otro lado, el contenido que puede ser representado por los mapas siempre está ligado a un contexto, por más hipotético que éste sea, y sólo admite cierto tipo de combinaciones. Esto impide extender las habilidades cognitivas de un dominio de entidades a otro, combinar conceptos de una manera promiscua y pensar en propiedades con independencia de instanciaciones particulares. En este sentido, el contenido de los mapas no tiene una estructura proposicional; por lo cual, si el razonamiento animal involucra mapas cognitivos, debe ser entendido en términos de transiciones entre –los que he denominado– contenidos cartográficos. Conforme esta propuesta, el requisito de generalidad puede ser satisfecho por distintas clases de sistemas de representaciones, que dan lugar a habilidades cognitivas con diferentes grados de generalidad y de independencia de estímulo. Por tal razón no debe pensarse que la distinción entre contenidos proposicionales y no proposicionales es análoga a la distinción entre contenidos conceptuales y no-conceptuales sino que, por el contrario, es transversal a ella. En este sentido, la tesis de que el pensamiento animal es conceptual no nos compromete con la tesis, mucho más específica, de que la cognición animal supone tal o cual tipo de vehículo. Implica, en cambio, que se compone de distintas habilidades identificatorias e inferenciales, que pueden ser combinadas de diversas maneras para dar lugar a nuevos pensamientos. Finalmente, si bien comparto con una minoría filosófica en crecimiento que el problema de los conceptos animales es una cuestión que merece una cuidadosa investigación empírica, considero que para su abordaje es imprescindible un inmenso trabajo conceptual y metodológico. Entiendo que los esfuerzos aportados aquí pueden resultar insuficientes. No obstante, espero en este trabajo haber dado un paso en esta dirección.

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