Héroes urbanos

July 7, 2017 | Autor: P. Ce | Categoria: Estudios Culturales
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Los narcotraficantes y su búsqueda de aceptación en la sociedad
colombiana: la vía económica, la vía política, la vía violenta y la vía
social.

Patricia Cardona.
Contacto [email protected]

Historiadora, magíster en Historia
Profesora Universidad Eafit. Medellín. Colombia.

ABSTRACT.
El narcotráfico ha sido el fenómeno de mayor incidencia en Colombia en las
últimas décadas, la vida social se transformó en su conjunto y los
narcotraficantes, sus prácticas, sus gustos, sus gestos, poblaron la vida
colombiana en todos sus ámbitos, no obstante ésta integración fue lenta y
no siempre benévola: de la tradición oral en la que los narcos se
constituyeron en héroes, al discurso mediático que redujo el narcotráfico a
lo exclusivamente delincuencial, los narcotraficantes intentaron incluirse
dentro de ciertos ámbitos representativos del poder en Colombia, se verán a
continuación algunos de sus recorridos.

Introducción
Aunque mucho se ha hablado sobre el negocio de las drogas en Colombia, y la
importancia que este tomó en la década de los ochenta, este había surgido
antes, en los años sesenta, se inició el procesamiento de drogas para la
exportación a los Estados Unidos. Sin embargo, más recientemente, la
marihuana cultivada en la Sierra Nevada de Santa Martha, impulsó la
comercialización e incentivó la acumulación de grandes fortunas.

No obstante, hay informes que apuntan a considerar que el negocio de las
drogas se inició en Colombia a mediados de los años 50, cuando algunos
comerciantes antioqueños, iniciaron sus vínculos con grupos vinculados con
el mercado de la heroína. Mercado, que a pesar de los inconvenientes
provocados por la II Guerra Mundial, había desplazado su eje de producción
y comercialización de Asía y Europa, hacia América, contando con los
puertos del Caribe y con el papel creciente de Cuba como centro de acopio y
de circulación de las mercancías ilícitas que entraban al mercado
Norteamericano

Durante la Segunda Guerra Mundial el mercado de los estupefacientes se
había desplazado hacia Cuba, la guerra afectó el negocio de la heroína
porque perturbó los centros de producción en Europa y Asia. El vacío de
este mercado, empezó a ser colmado por los cubanos, vinculados
comercialmente con algunos antioqueños, dueños de las rutas del contrabando
de licores y cigarrillos. Promediando los años 50 los contrabandistas
ingresaron al negocio de los estupefacientes aprovechando los nexos con los
cubanos, el conocimiento de rutas ocultas para las autoridades, para sacar
la droga y los vínculos con grupos encargados directos de la
comercialización.

En Colombia la crisis derivada de la violencia partidista de finales de los
años 40 e inicios de los 50 y el consecutivo golpe militar, mantuvieron
ocupadas a las autoridades civiles y militares en contrarrestar los efectos
de los grupos armados de uno y otro lado (liberales, conservadores,
oficialistas y bandoleros) que asolaban el campo, para ello dispusieron de
todos los recursos. Sólo cuando la violencia menguó, las autoridades del
país empezaron a centrar su interés en la persecución de grupos delictivos
no asociados con la violencia política, entre ellos, los primeros
fabricantes y distribuidores de alucinógenos, de los cuales se tienen
noticia desde finales de los años 50.

Desde 1958 agentes del FBI detectaron la existencia de un grupo denominado
la Medellín-Habana Connection, develado en 1959, cuando las autoridades
colombianas, asesoradas por el FBI, encontraron en el Barrio el Poblado de
Medellín un laboratorio para procesar heroína, morfina y cocaína para ser
exportadas a Cuba. A partir de 1955 varios contrabandistas antioqueños
que operaban a través de Panamá y el Caribe, descubrieron el negocio de los
narcóticos y se aventuraron en él. Conocían rutas seguras, tenían dinero
suficiente para invertir, mantenían contactos con la mafia cubana y estaban
relacionados con químicos en condiciones de ayudar en el montaje de
laboratorios para producir heroína, morfina y cocaína. A expensas de la
violencia política y de la dictadura militar, que constituían la principal
preocupación de la opinión pública, se fueron organizando aquellos grupos
para la producción de drogas alucinógenas e hicieron de Medellín su
epicentro.

Caída la dictadura militar en 1957, la opinión pública empezó a agitarse
con nuevos problemas para ella desconocidos. En mayo de 1959 llegaron a
Colombia agentes del FBI para investigar en Medellín actividades del
narcotráfico internacional, encontrando un laboratorio en El Poblado en
donde se transformaba coca procedente de Tierradentro y El Paso en el
departamento del Cauca y goma de opio procedente de Ecuador. Operaban como
una fábrica de muebles y se dirigían los operativos desde una vivienda
cercana. Además disponían de un laboratorio legal, que servía para la
importación de las materias primas empleadas para el efecto. En el
laboratorio se fabricaban anualmente 5 libras del producto (heroína) a
razón de US$ 70.000 la libra, obtenían una ganancia de US$ 350.000, no
trabajaban sino una vez al año, con el fin de evitar peligros. Pero en
vista de que los dueños del laboratorio eran miembros de prestantes
familias de la ciudad, la prensa local calló el hecho, que sólo fue
publicado en los periódicos de Bogotá. Nos dimos a la tarea de mirar el
Colombiano de Medellín del año 58 y no logramos encontrar ninguna
referencia sobre este asunto. (El Espectador, 22 de mayo de 1959. p. 3
Corresponsal. Federico Montoya).

Uno de los precursores del laboratorio "se enorgullece de haber abierto el
camino internacional a la droga colombiana", no obstante manejaba
diferencias considerables con quienes en los años 80 monopolizaban el
tráfico de drogas:

yo era narcotraficante cuando era una actividad decente. Hoy no puedo ser
colega de estos negros que están metidos en el negocio (Arango Jaramillo,
El Espectador. Julio 25 de 1984. Pg. 12 A).


La búsqueda de reconocimiento: la vía económica

Después de dos décadas de silencio sobre el asunto, fue la bonanza
marimbera de la Sierra Nevada de Santa Marta, la que convirtió al país en
un centro de cultivo importante de marihuana destinada al mercado
norteamericano, hasta donde se exportaba por medio de una flotilla de
aviones, piloteados por veteranos excombatientes de la guerra de Vietnam.
Finalizando la década de los setenta, el cultivo y transporte de marihuana
decayó, entre otras razones porque en California y la Florida empezó a
cultivarse y también por la dificultad que ocasionaba el transporte por su
gran volumen y la dificultad para camuflarla. Pero sin dudas, la marihuana
preparó el camino y en el contexto de la crisis financiera desatada en el
país en los inicios de los años 80, concretamente en Medellín donde grandes
compañías financieras como Furatena cayeron en la quiebra, con lo que se
produjo un colapso económico que afectó a las compañías textileras, uno de
los más importantes sectores económicos en Antioquia.

Dicen Dario Betancourt y Martha García, autores s del libro
contrabandistas, marimberos y mafiosos, que el nacimiento de los diversos
grupos dedicados al narcotráfico en el país, coincide con la crisis
económica que azotó a las cinco regiones del país: en la Costa Atlántica la
crisis del algodón, en Antioquia la textilera, en el Valle del Cauca, la
azucarera, en la zona Central del país la crisis esmeraldífera de Boyacá y
Cundinamarca y en la zona Oriental en los límites con Venezuela la caída
del bolívar que afectó de manera considerable el comercio de la región
(Betancourt y García. 1994).

Durante dos décadas, los narcotraficantes gozaron de una relativa
tranquilidad, producto de la connivencia que alcanzaron en la sociedad
colombiana, que en términos generales no veía sus actividades como producto
de complejas relaciones "delincuenciales" entre el cultivo, el
procesamiento y la comercialización de las drogas, sino que se veían estas
actividades con cierta admiración, producida por la visibilidad de los
dividendos, representados en las grandes cantidades de dinero que abrían
puertas, compraban tierras, permitían lujos y reconocimiento social que se
alcanzaba mediante la prodigalidad: la repartición de dinero, la puesta en
público y la creación de lazos de admiración y afecto, que se mantenían
sólidos, gracias a que frecuentemente eran alimentados por objetos, dinero,
o favores.

La búsqueda de reconocimiento: la vía cívico política

Sólo hasta 1984, el problema de la presencia del narcotráfico en todos los
ámbitos de la vida colombiana empezó a ser tratado de manera sistemática
por los medios de comunicación. La gota que rebosó el vaso fue la elección
en 1982 de Pablo Escobar como representante a la Cámara, segundo renglón
de Jairo Ortega Ramírez, ambos con el aval Alberto Santofimio Botero, uno
de los más reconocidos políticos del país, con amplia trayectoria y
respetado orador. En ese momento el Partido Liberal estaba dividido en: el
Oficialismo encabezado por Alfonso López Michelsen y el Nuevo Liberalismo
presidido por Luis Carlos Galán, este último movimiento lideraba una
cruzada anticorrupción con la que pretendía erradicar los viejos vicios de
la politiquería, el clientelismo y la persecución de dineros calientes que
desde hacia más de veinte años financiaban las campañas políticas en
Colombia. Galán expulsó a Ortega y Escobar por dudas sobre la procedencia
de sus respectivas fortunas y les acusó públicamente de ser el brazo
político de la mafia colombiana, tal expulsión conllevó a Escobar y a su
padrino político a fundar un movimiento cívico que enarbolaba las banderas
ecologistas y sociales. La propuesta cívica tuvo como vitrina una
importante campaña, centrada en una propuesta patriótica, amparada en una
fundación sin ánimo de lucro en la que participaban los sacerdotes Elías
Lopera y Hernán Cuartas, además de Pablo Escobar y Jairo Ortega entre
otros, esta fundación propendía por cubrir con servicios básicos como
viviendas, escenarios recreativos y asistencia social a sectores marginados
de la ciudad, hasta donde el Estado no había llegado. Con tendencia
populista y demagógica la fundación fue llamada "Medellín sin tugurios" y
sirvió a Pablo Escobar y a varios socios como camino para hacerse
conocer, respetar y querer en muchas zonas de la ciudad. Miremos como se
definieron los principios cívicos del movimiento según un panfleto que
reposa en la Biblioteca Pública Piloto:

la fundación no tiene interés político porque.
1. La junta está formada por sacerdotes que no tienen interés político ni
partidista de ninguna clase.(…)
2. El señor Pablo Escobar, su presidente, lleva más de doce años vinculado
a programas cívicos y sociales, como lo demuestra haber sido secretario
de la Junta de Acción Comunal del barrio La Paz de Envigado en el año de
1968" ( Medellín sin tugurios. Sin fecha. Biblioteca Pública Piloto.
Sala Antioquia)

Sin embargo, no puede olvidarse que el populismo, fue una salida importante
en la legalización de millones de dólares y en las operaciones de lavado de
dineros que posteriormente habrían de denunciar los diversos medios de
comunicación, en especial los de los Estados Unidos.

El movimiento político de Escobar- Ortega no fue único en el país, en
Armenia, Carlos Lehder dirigía desde 1980 el Movimiento Latino Nacional, y
pagaba de su bolsillo cuantiosas sumas de dinero en publicidad en medios de
comunicación para difundir boletines contra la extradición. El movimiento
de Lehder es definido como una combinación extraña entre nazismo, populismo
y nacionalismo. Tomemos una crónica de los principios que lo regían:

" En resumen el Movimiento Latino Nacional se presentaba como regionalista,
nacionalista, latinoamericanista, bolivariano, católico, apostólico y
romano, respetuoso de las costumbres y principios republicanos, no
alineado, ecologista, indigenista, partidario de la moralización, opositor
furibundo a la extradición" (CROMOS. Febrero 10 de 1987. Pg. 18

La organización del movimiento programaba jornadas semanales que Lehder
llamó "sábados patrióticos", reunía a más de 10.000 personas para recibir
adiestramiento militar, cursos agrícolas, de primeros auxilios, de artes
marciales y billetes de $ 500 que el propio Lehder repartía generosamente.
Todas las actividades del movimiento eran difundidas por el periódico,
fundado también por Lehder, "Quindío Libre", que según informes de prensa
alcanzó a sacar 18 ediciones.

El trasegar de los narcos colombianos en la sociedad, se puede mirar en
tres momentos; el primero a finales de los años 70 y principio de los 80,
cuando buscaban integrar sus ganancias al flujo de la economía y pertenecer
a las juntas directivas más importantes del sector financiero colombiano,
al grupo Grancolombiano y la Corporación Financiera Furatena, que entraron
en quiebra en 1982, donde no fueron aceptados, luego buscaron legitimarse
socialmente por medio de la participación en movimientos políticos de corte
populista, que se convirtieron en tema álgido en las elecciones
presidenciales del año 82, con lo que buscaban concitar la opinión pública
en contra de la extradición, mostrándose como benefactores, hombres de bien
y ciudadanos comprometidos con el desarrollo económico del país. Estos
movimientos, aparte de hacer manifestaciones públicas, editar periódicos y
promover asuntos sociales, también tuvieron una particular formas de
alistar a sus partidarios: repartían regalos, ofrecían dinero en efectivo,
sembraban árboles, brindaban vivienda, etc. Tal vez, con el ánimo de
mostrar la operancia efectiva y la preocupación permanente de sus líderes,
mucho más eficaces para solucionar problemas inmediatos de sus
copartidarios, que la clase política tradicional o que el Estado mismo. De
hecho, en aras del reconocimiento político, un grupo de narcos colombianos
se reúnen en 1984 con el expresidente Alfonso López Michelsen en Panamá. De
este encuentro dice López :

me sorprendió porque realmente tenían un plan coherente, tratándose de
una propuesta tan sui generis, en medio del ambiente que reinaba
como consecuencia del asesinando de Lara, se podía esperar mucha
improvisación y emotividad. No fue así: tenían su exposición bien
preparada. Desarrollaron de forma sistematizada durante los
cuarenta y cinco minutos tres temas: Su posición frente al asesinato
de Rodrigo Lara, su posición frente al ejército y su posición frente
al gobierno. Comenzaron afirmando que la organización que ellos
representaban era algo de la importancia y de la magnitud de la
Federación Nacional de Cafeteros. (…)Ellos dijeron que representaban
a unas cien personas, que constituían la cúpula de la organización
de la cocaína, una organización que según ellos había tomado diez
años en formarse y que trabajaban en coordinación con gentes del
Brasil. Bolivia, Perú y Ecuador y con cómplices en los Estados
Unidos. Según ellos, esa organización se forjó al imponerse el
espíritu empresarial antioqueño, sobre las otras regiones y otros
países (…)(El tiempo. Bogotá 9 de julio de 1984. Pg. 8A)

La búsqueda de reconocimiento: la vía armada

Una vez deslegitimados políticamente estos movimientos y sus líderes
judicializados, se inicia otro momento en el proceso de reconocimiento de
los narcos: este tiene que ver con la organización militar y el
enfrentamiento con el Estado, por está vía buscaron ser reconocidos como
parte política del conflicto. Este período se divide en dos: el primero se
desata con la muerte del entonces Ministro de Justicia, Rodrigo Lara
Bonilla, que muestra a la opinión pública que los narcos colombianos no son
solamente folclóricos ricos recién llegados, sino que son una organización
con gran capacidad de organización militar y con injerencia directa en los
asuntos políticos de y seguridad nacional. El segundo momento, que desata
todas las fuerzas tanto por parte del Estado como por parte de las mismas
organizaciones de narcotraficantes, fue el asesinato del candidato liberal
a las elecciones presidenciales de 1990, Luis Carlos Galán, acribillado en
una manifestación pública en las afueras de Bogotá en Agosto de 1989,
asesinato del que se sindicó al Cartel de Medellín y directamente a Pablo
Escobar. Se inició en el país una lucha sin tregua en la que se
sofisticaron de manera nunca antes vista las técnicas de destrucción:
carros bomba, atentados contra medios de comunicación, asesinato selectivo
a personalidades de la vida política del país, pugnas internas entre las
organizaciones de tráfico de drogas, atentados contra aeronaves, asesinato
de policías. Período que sin lugar a dudas fue uno de los más violentos de
la historia del país y que provocó un miedo generalizado en las grandes
ciudades, que se convirtieron en objetivo de guerra por parte de las
organizaciones militares de los narcos, utilizando la estrategia
militarista como una vía para presionar al Estado y entrar a negociar la no
extradición y algunos beneficios jurídicos.


La búsqueda de reconocimiento: la vía del espectáculo

La búsqueda de aceptación dentro de los grupos tradicionales a nivel
social, económico y político del país, puede evidenciarse también en los
frecuentes lazos de amistad que hicieron con personajes conocidos de la
vida política del país o con aquellos que por su procedencia social o por
el papel simbólico dentro de los grupos reputados, entre ellos cabe señalar
los personajes de farándula, los jugadores de fútbol y especialmente las
reinas de belleza.

No es un secreto que el Reinado de Belleza de Cartagena jugó un papel
preponderante en la consolidación de los imaginarios que las clases altas
del país tenían en torno a sí mismas, y en relación con lo que pensaron
como nación: la concreción de los valores y las prácticas que las
distinguían como élites; en función del rango, el prestigio y el poder,
elementos que a la vez se convertían en piezas diferenciadoras con respecto
los demás grupos.

En el reinado de Belleza de Cartagena se daban cita cada año, las niñas
representantes de las élites más acendradas de las diversas zonas del país,
en especial de aquellas que habían hecho parte de lo que desde la
constitución de 1886 se pensó como nación, es decir el territorio andino y
los departamentos de mayor tradición blanca de la Costa Atlántica. En tal
sentido, el reinado de belleza funcionó desde la lógica de la creación de
lazos sociales entre las élites regionales del país, que designaban las
representantas que encarnaban los ideales "aristrocratizantes" de tales
grupos. Así la mayoría de reinas tuvieron la misión de poner en el
escenario los valores morales, "el deber" ser que caracterizaba las clases
altas a las cuales pertenecían, y mostrar la capacidad adquisitiva de los
hombres del grupo.

Responsables de mostrar socialmente la riqueza y el poder de los hombres
del grupo, las reinas también deben representar los valores femeninos que
la "buena" sociedad, supone, deben poseer, estos valores femeninos buscan
también la creación de marcadas diferencias entre las damas de sociedad;
que no tienen la obligación de trabajar para vivir, en cuyos cuerpos no se
delatan las marcas de los trabajos pesados, de los sufrimientos productos
de la pobreza y el abandono y las mujeres de los sectores menos favorecidos
que carecen de tiempo y recursos para ocuparse de las vicisitudes del
cuerpo o del aprendizaje de técnicas útiles en materia simbólica, pero
inútiles en la vida práctica.

Las técnicas aprendidas por las mujeres de clase alta son elementos
inseparables de la retórica del prestigio: tocar el piano, hablar varias
lenguas, conocer las normas de la etiqueta, etc., son indispensables en su
desenvolvimiento cotidiano; estas técnicas hacen parte del entramado
cotidiano que teje los lazos de las sociabilidades de las clases altas.
Para las mujeres de otras procedencias sociales, estos aprendizajes son
absolutamente obsoletos, por cuanto las técnicas que deben dominar tienen
que ver con la solución la supervivencia que no da tregua.

Por lo tanto los cuerpos de las reinas son entendidos como la expresión
del imperativo categórico de las clases altas, basadas en el mantenimiento
de las tradiciones y la perpetuación "idealizada" y hasta anacrónica de
ciertos valores, entendidos como privilegios de clase: pureza, sumisión,
belleza, delicadeza, obediencia, sutileza, recato, distinción, prudencia,
clase, etc. Siguiendo este argumento, en el reinado de belleza, por los
menos hasta los años 80 se privilegió un tipo virginal de mujer, que diera
claras pruebas de la capacidad de control moral y social de los hombres y
la diferencia de la clase alta de las clases bajas abocadas al madre
solterismo, la prostitución y las relaciones sexuales por fuera de la
institución matrimonial, (lo cual no implica que las clases altas no
corrieran los mismos riesgos, pero en términos ideales se pone que no
sucede de la misma manera); por lo tanto se privilegia el prototipo de la
niña recatada, inocente y virginal, nada incisiva en asuntos políticos,
nada polémica y poco dada a la coquetería y a la sensualidad.

El reinado de belleza fue además una cortina de humo durante los años de
la violencia y de la dictadura militar, se recuerda por ejemplo que en
1953, año de ascenso del dictador Gustavo Rojas Pinilla, para congraciarse
con las élites del país que le respaldaban, asistió a la ceremonia de
coronación de la reina nacional de la belleza, cuyo título ostentó ese año
la representante del Valle de Cauca, Luz Marina Cruz, que además, por
efecto de la crisis, desatada en diversas regiones, por la violencia,
llevaba la representación de tres departamentos más (Antioquia, Cauca, y
Nariño), la reina fue coronada por el propio dictador, que con ello se
acercó de manera tangible a los grupos altos que estaban representados en
el reinado por las candidatas al certamen. La presencia del Rojas Pinilla
puso en evidencia los lazos existentes entre belleza y política, ambos
rangos ligados íntimamente en nuestro país con el poder, regentado por las
clases sociales altas.

Desde sus inicios el reinado de belleza estuvo hecho por y para las élites,
fue el evento en el que se desplegaban las formas civilizadas de la
sociedad colombiana: buenas maneras, sobriedad, decoro, buen gusto,
elegancia, clase, y tradición, elementos que designaron el "deber ser" de
la alta sociedad colombiana, que sí bien en el reinado encontraba el
espacio de diferenciación regional, también se concretaba un espacio de
homogenización de los grupos reputados como élites en función de los
valores, del "deber ser" que se imponía a todos como característica de
grupo; es decir, pese a las diferencias regionales, el reinado de Cartagena
creó un espacio homogeneidad cultural en cuanto al estilo y el "deber ser"
que encarnaban las élites que a tal evento asistían.

Ingrid Bolívar en su trabajo sobre el reinado de belleza en Colombia,
(2002) sostiene que desde sus inicios en los años 40, este certamen se
direccionó en tres vías: como un evento de élites regionales, que concretó
formas de diferenciación social y regional; la segunda vía tuvo como ver
con la belleza como forma específica de distinción social y diferenciación
regional, especialmente porque se ligó con elementos que a pesar de ser
entendidos como "naturales" (el glamour, la clase, la distinción, el buen
gusto, la prudencia, el recato y la cultura), no son más que adquisiciones
posibles dentro de ciertos contextos sociales, que tienen la capacidad de
formar bajo tales preceptos a una mujer. La tercera vía, es la
configuración de una geografía nacional promovida a través del turismo, de
la exhibición de aquellos lugares, pensados desde los discursos históricos
y mediáticos como dignos de preservación mental y discursiva. El reinado
se convirtió en vitrina para exhibir aquellos lugares que desde la
perspectiva de la tradición fueron tenidos como referentes de identidad
cultural y regional.

Desde la perspectiva corporal, el reinado de belleza se convirtió en
escenario, no sólo de las disciplinas necesarias para construir de manera
racional el cuerpo, sino en el espacio de las innovaciones en materia de
cirugía estética, grandes inversiones en términos económicos para
"construir" cuerpos según las reglas establecidas por la modernidad:
delgados, perfectos, resultado de la voluntad personal, y el sacrificio
para lograr un bien supremo: la belleza.

La belleza es pensada como un fin que sólo puede conquistarse mediante la
realización de innumerables sacrificios que van desde la adopción de
códigos higiénicos, pasando por el aprendizaje de técnicas corporales,
siguiendo con las rutinas disciplinarias que se encierran en la dietética y
la nutrición y las largas jornadas en los gimnasios. De otro lado, tales
rutinas y aprendizajes en relación con la construcción de un cuerpo bello,
requiere además de gran inversión en términos monetarios. Esta inversión
se entiende en dos niveles, el primero, tiene que ver con la imagen de
mujeres que no tiene otra actividad que la construcción de su propia
belleza, es decir y siguiendo las tesis de Thorstein Veblen, son mujeres
ociosas pero en el sentido de la representación, es decir, su ocio
socialmente se convierte en significante del poder adquisitivo del hombre
(novio, padre, o benefactor) que sufraga tales gastos. En un segundo
nivel, estas mujeres representan un ideal de vida de ciertos grupos de
élite que ven en la belleza la posibilidad de construir redes semánticas y
de prestigio en función no sólo de la construcción de la belleza y de su
mantenimiento, es decir, las mujeres bellas se convierten en muchos casos
en la posibilidad de establecer alianzas políticas, comerciales y sociales
para los grupos, a la vez que se insinúan como valores agregados en la
carrera por el prestigio y el poder. Esto ha sido aún más fuerte en la
instauración del orden moderno, en la medida en que en él el cuerpo es
parte central de la subjetividad, es materia de quien se es, de quien se
quiere ser y de quien se puede ser, es prueba de la capacidad de
autogestión del sujeto, de su inserción a los ordenes de la civilización y
la cultura, de la capacidad de asimilar las novedades disciplinarias y
tecnológicas y la manifestación de la vida interior evidente en la
disposición del cuerpo.

La sumatoria de las semánticas del reinado de belleza, lo convirtieron en
un evento de élites ligadas al poder económico, político y a la distinción
social, y aunque no todas las reinas belleza coronadas en Cartagena,
pertenecían a grupos sociales altos, el hecho de que niñas "pobres" fueran
Señorita Colombia, posibilitó la narración de una especie de cuento de
hadas con un dejo democrático que sostenía la democracia de la sociedad
colombiana: una niña pobre, mientras fuera bonita y distinguida podía ser
reina, y de otro lado el ascenso social que podía dar la belleza, lo cual
fue difundido por los cuentos rosas de las reinas pobres casadas con
acaudalados hombres. El reinado de Cartagena se convirtió en un certamen
que facilitaba el ascenso social y el ingreso a los grupos reputados del
país. Así, para las niñas pobres, como para los hombres adinerados y sin
prestigio, el reinado nacional representó vínculos y relaciones con las más
tradicionales clases del país, gracias a la asistencia al evento, en el que
se visibilizaban todos los incluidos dentro de los grupos de prestigio. El
reinado entonces sirvió pretexto para abrirse campo en el mundo de los
prestigiosos y tradicionales grupos sociales colombianos.

La presencia de los narcotraficantes en el reinado de belleza no está muy
documentada, sin embargo se señala que desde 1980 se empezaron a ver
grandes inversiones en la publicitación de determinadas candidatas, en los
trajes para este evento, en la asistencia a las fiestas privadas y a las
veladas exclusivas y excluyentes del reinado. Para mediados de los años
80, la presencia de los narcotraficantes en el reinado y sus relaciones con
las candidatas era un hecho. Relación fortalecida por los altos costos que
representaba para una candidata asistir: cirugías estéticas, trajes,
maquilladores, souvenires, esteticistas, diseñadores, en fín todo un
batallón de "expertos" en asuntos de belleza.

Que se dispararon los costos fue el hecho clave que convirtió al
reinado en un certamen diferente, en sueño irrealizable de muchachitas
con apellidos sonoros, pero sin la solvencia económica para gastarse
(...) millones de pesos en quince días. (...) al concurso de
Cartagena comenzaron a llegar otro tipo de candidatas, sin muchos
apellidos, pero con buenos `patrocinadores`(Cettina 1994, p. 49).



Los narcos colombianos vieron en el reinado nacional de la bellaza un medio
excepcional para lograr la aceptación social dentro de los grupos
tradicionales del país, y una vía segura para dar salida a importantes
flujos de dinero, utilizados para patrocinar los costos de representación
de las candidatas. El papel social jugado por las reinas, la incidencia
política del reinado de belleza, el hecho de ser considerado el primer
certamen social del país, al que asisten todas las personalidades que
tienen figuración mediática y política, y la visibilidad que otorga el
reinado en términos sociales, en el sentido en que se ha convertido en un
importante medio de ascenso y reconocimiento social para las candidatas,
las familias, los grupos sociales y las regiones que representan,
convirtieron al reinado de belleza en un foco interesante sobre el cual se
volcaron los narcos con el ánimo de lograr ser reconocidos y aceptados
socialmente. En un ambiente carnavalesco de fiestas privadas, disfraces
excéntricos, desfiles benéficos, fiestas galantes, carrozas, trajes de gala
y grandes agasajos, el gasto se convirtió en una medida de la calidad de
quienes asistían a él, lo que quiere decir, que para ingresar en los altos
niveles de la sociedad asistente a Cartagena, la mejor manera de mostrarse
públicamente era gastando dinero, mostrando públicamente su posesión.
Evidentemente se trata de un ambiente carnavalesco, que aunque apela a la
sobriedad aristocrática, se articula con la transgresión del orden en tanto
la fiesta admite ciertos desenfrenos en cuanto a la bebida, los atuendos
llamativos y caros y los altos niveles de gasto. El reinado se convirtió
entonces en un espacio ideal para exhibir el dinero, no ya con efectos de
crear lazos de solidaridad e identidad con respecto a los grupos de origen,
sino con la finalidad de acercarse a los grupos sociales altos de los
cuales los narcotraficantes estaban excluidos, el reinado permitía una
desaforada actividad social que servía como vehículo para exhibir
públicamente el poder adquisitivo y simbólico alcanzado. A tal punto llegó
el magnetismo de reinado y lo que este evento significaba cultural y
simbólicamente para los grupos de narcos del país, que se ha hablado de las
apuestas de millones de dólares que hacían los carteles de Medellín, Calí y
la Costa, patrocinando a una candidata, comprando jurados y realizando
todos los trucos posibles para ganar los "corona", símbolo, en el contexto
narco" de riqueza y poder, vía de consecución de estatus dentro de los
suyos y admiración por parte de los otros.

También está de por medio la rivalidad entre uno y otro grupo: qué mejor
trofeo que una reina de belleza. Entonces invierten grandes sumas de
dinero con el fin de obtener una corona que les dé estatus dentro del
grupo ( el tiempo. Noviembre 21 de 1993)


Para las "reinas" la compañía de narcos fue una opción ventajosa, en la
medida en que estos abrían puertas pagando grandes sumas de dinero a
periodistas, medios de comunicación, preparadores de reinas, diseñadores,
cirujanos, etc., para llevar a una candidata al certamen y sufragar, por
todo lo alto, sus gastos. La unión entre reinas y mafiosos fue pues una de
las variantes más reiteradas en el ascenso social de los narcos y en
mecanismo de consolidación de su estatus como hombre acaudalado con la
posibilidad de sostener una mujer en el mejor sentido del consumo vicario,
es decir, en este contexto la reina, patrocinada por el mafioso tiene la
función de consumo vicario: de la obtención y uso de bienes que muestran,
de manera explícita el poder económico del hombre. Se ve entonces un tipo
de relación ventajosa para las dos partes, tanto para la reina que se
beneficia de los dineros que pueden abrirle la puerta de la sociedad
mediática que se instala en los reinados, como para los narcos que buscaron
a través de ellas, la creación de lazos sociales con las clases socialmente
establecidas y tradicionales y el afianzamiento simbólico con relación al
poder y al estatus entre los mismos grupos de narcotraficantes.

El tipo que da la plata primero tiene la novia segura, la aventurita, el
placer de decir que es novio de la señorita X. Además Pablo Escobar
no era el único mafioso de este país, hay muchos que todavía poseen
una red grandísima de patrocinio y trata de reinas, así como los que
patrocinaban equipos de fútbol. Ellos, además de tener novia segura,
hacen grandes rumbas y competencias que se establecen entre los
carteles de Calí y Medellín que tienen novias reinas (Cettina. 1994.
p.51).

Es evidente entonces, que los narcos se mantuvieron en pos de ser
reconocidos por la oficialidad colombiana. Podemos decir no buscaron crear
poderes alternos, sino que los crearon como mecanismo de presión en la
consecución del reconocimiento social, político y económico y en el ingreso
de sus integrantes a los grupos tradicionales del poder. Bien fuera a
través de s integración en la economía legal, por medios de partidos que
buscaban el reconocimiento políticos de sus dirigentes, a través de la
guerra y el terrorismo como camino para ser aceptados como políticamente, o
bien a través de reinados y eventos sociales con los que buscaban
visibilizarse dentro de los grupos socialmente reconocidos.

Valga, a modo de ejemplo, el hecho de que la familia de Pablo Escobar, en
el exilio, haya cambiado de identidad y tomado el apellido Marroquín, uno
de los más tradicionales de la sociedad bogotana o la campaña que incluyó
ofertas al Estado colombiano para pagar la deuda externa a cambio de ser
integrados en la vida social del país.


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