HOMILIA A PARA EL DOMINGO DE RAMOS

May 22, 2017 | Autor: Ricardo Gonzalez | Categoria: Theology, Historical Theology
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HOMILIA A PARA EL DOMINGO DE RAMOS
Abril 9, 2017
El Domingo de Ramos, la puerta de entrada en la Semana Santa, reúne dos motivos en apariencia contradictorios: por un lado, la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén; por el otro, el fracaso de su trágica muerte en la cruz. El triunfo y la derrota.
El Salvador del mundo no aceptó la aclamación de las multitudes que pretendían hacerlo rey después de ver sus asombrosos milagros, como en el Evangelio según San Juan después de la multiplicación de los panes "Jesús se dió cuenta de que iban a tomarlo por la fuerza para proclamarlo rey, y nuevamente huyó al monte El solo".
Pero hubo un día en que aceptó el aplauso y no huyó de la ovación de su pueblo. Un día Cristo aceptó ser rey, y selló su destino, cambió la historia y abrió un futuro para el universo entero: Jesús, el Nazareno, es el Rey, y manso entra en la ciudad de David rodeado de humilde corte.
¿Por qué esta vez el Señor aceptó lo que antes rechazaba? ¿Por qué nos parece que se deja envolver en el entusiasmo de aquellas multitudes que por fin puede dar rienda suelta a su afecto y emoción? Es que bien sabía Jesús qué le esperaba después de esos aplausos y cuánto cambiarían esas voces en cuestión de horas.
¿Para qué empañar este momento de Gloria, aunque efímero, bajo la sombra del fracaso de la cruz?
No se trata de una mera comprensión teórica, sino vital: la liturgia nos va introduciendo en el misterio mismo de Cristo, ayudándonos a hacerlo parte de nuestra vida, a "entrar" literalmente en El.
Hace algunos años, decía el titular de un periódico: "Ministro de defensa pide aumentar el gasto militar y bajar la inversión social". Y esto es lo que logran los enemigos de Jesús, la ley del Talión: ojo por ojo y diente por diente, como si la violencia se pudiera combatir con la violencia.
El silencio de Jesús, la actitud paciente frente a la burla, la difamación, el insulto, los golpes, la tortura, la muerte violenta, todavía nos escandalizan. Con razón El decía: "Todos ustedes van a perder su fe en mí esta noche". Y fue cierto: "Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron". Ojalá pudiéramos tener la dicha de no escandalizarnos de la Pasión del Señor.
Y me pregunto: ¿Estaremos dispuestos a no dejar solo a Cristo esta semana?
Y aquí quedan bien las palabras de la primera lectura del libro del profeta Isaías: "Ofrecí la espada a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos".
Y me pregunto: ¿Estamos dispuestos a poner la espalda, la mejilla y el rostro ante nuestros enemigos siguiendo el ejemplo del Señor Jesús?
La liturgia de hoy, por medio del contraste de los dos evangelios leídos, nos invita sabiamente a acoger con júbilo a Cristo como un rey humilde y pacífico, montado sobre un pollino. Nos invita a acoger y aceptar el camino de Jesús, Mesías e Hijo de David, ha elegido para su definitiva victoria: el camino del amor, del perdón, de la entrega de la propia vida, el camino de la Cruz. Nos invita, además, a no dejarnos seducir por victorias engañosas basadas en la fuerza o el éxito social. Y cuantas veces nos acercamos a la religión buscando sobre todo relevancia social y poder para conformar nuestra posición social según nuestros valores.
Y me pregunto: ¿Cuántos de nosotros esperamos que Cristo nos ayude a escalar en nuestra posición social sin tener en cuenta nuestro cambio interior hacia Jesús?
La Segunda lectura de la carta del apóstol San Pablo a los filipenses nos muestra ese cambio interior que debemos tener: "Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz".
Y aquí queda bien recordar las palabras que escuchamos en la lectura de la Pasión de parte de los sumos sacerdotes viendo a Jesús colgado de la cruz: "Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en El".
Que no pasaría por la mente del Mesías: "Me bajo y se los pruebo". Pero no. Por eso el Papa Francisco escribió: "Se trata de la dignidad de quien se abandona obedientemente a la voluntad del Padre, de quien acepta de esa voluntad también el modo de realizarse y –a la vez- todo esto lo hace en suma libertad."
Cuantos de nosotros cuando vemos las cosas difíciles abandonamos nuestras metas de seguir a Cristo porque es difícil y decimos: "Luego Señor cuando tenga más fuerzas o cuando tenga tiempo".
Terminemos recordando las palabras de una homilía del Domingo de Ramos del ahora beato Juan Pablo II el 8 de abril de 1979: "Estemos plenamente conscientes de que el encuentro de los corazones humanos con Jesús no sucederá mediante los "hosannas", sino mediante la cruz".
Y hagamos la oración con que terminó su homilía el Papa Karol Wojtyla: "Y nosotros hoy llevamos en nuestras manos los ramos de olivo. Sabemos que después estos ramos se secarán. Con su ceniza cubriremos nuestras cabezas el próximo año, para recordad que el Hijo de Dios, hecho hombre, aceptó la muerte humana para merecernos la Vida".
Amén. Amén.





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