Homo mensura

June 1, 2017 | Autor: Santiago Garmendia | Categoria: Ethics, Moral Relativism, Realismo, Relativismo Sofistico Ri, Relativismo Axiológico
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DRAFT Dr. Santiago Garmendia UNSa-UNT El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto son, y de las que no son en tanto que no lo son (o algo así). Comencemos señalando que es claro que no se puede transitar el problema de la existencia y la realidad en un sentido absoluto, sino siempre en la trama de un universo de sentido no completamente explicitable por ser dinámico, pero que tampoco es oscuramente indefinible. Vamos a expresar esto del siguiente modo: la duda por la realidad de algo es siempre una disyunción. Preguntar si esto es un aula real es plantear si no es otra cosa (que no estoy hablando en una cocina que han acondicionado a los fines del simposio, que no es parte de un sueño, que no es una imagen virtual, etc.). Pero no puedo negar que esta situación es real. Los disyuntos son potencialmente infinitos, pero sabemos que la fórmula es verdadera. Es de notar que la posibilidad de que nos preguntemos si no estamos en el orden de una realidad virtual hace referencia a un término impensable hace no muchos años. Preguntamos por la realidad de algo desde un sistema cultural y un mundo histórico determinado (ningún campesino medieval podría elaborar un sistema categorial como el antes propuesto). Ahora bien, en un sentido importante las posibilidades de clasificación –nuestra disyunción- son determinantes de lo que reconozcamos como verdadero, y cabe suponer, como señalamos, una variedad de sistemas diferentes (algunos de ellos inaccesibles si llevamos el argumento hacia el futuro). Mi tesis (crítica de Davidson a la idea de mirar a través del lenguaje) es que esto no conspira contra una imagen objetiva de la realidad. Que haya distintas formas de medir (siguiendo la consigna de la Homo Mensura) no cuestiona necesariamente la veracidad de la medición. Concuerdo con el dictum protagórico en que pueden surgir distintos modos de clasificación; pero no si se interpreta que pueden ser todos válidos y a la vez absolutamente inconmensurables y totalmente inconsistentes. Si dos individuos están en desacuerdo sobre alguna cuestión, si se encuentran ante una disyunción excluyente (no siempre es así), antes que llamar válidas a ambas posturas es más lógico considerar que uno de ellos está en o cierto y el otro no, o que ambos están equivocados con respecto a algunas de sus creencias, (y quizás acertados en otras tantas). La tendencia a pensar que todo el mundo tiene la razón se funda en que muchas veces tenemos en mente un “modelo instantáneo de conflicto” donde buscamos una resolución inmediata y monolítica de las oposiciones. Como esto no ocurre para la mayoría de los casos, consideramos rápidamente que es un asunto sin solución y repartimos una verdad (la que elijan) a cada postura (esto, además, es sólo concebible si el filósofo no está inmerso en la disputa, ninguno de los contendientes puede abonar el relativismo sin caer en contrasdicción performativa). Pero que dos personas tengan opiniones distintas sobre un asunto no prueba que no haya una verdad al respecto, más bien lo contrario: una disputa es

un buen indicio de que algo de lo real está en juego. Esto me parece cierto tanto para cuestiones “fácticas” como las morales1. Ahora bien, podemos incluso llevar la formulación “El hombre es la medida de todas las cosas” al límite y mantener nuestra postura. Podemos reprocharle que es demasiado rígida acerca de la escuadra que mide. Si es el hombre individual la medida de las cosas, ¿no tiene ese individuo una densidad intrasubjetiva, no es en ningún sentido contradictorio? Si aludimos a que cada cultura o forma de vida determina lo real, ¿es una sociedad sin fisuras, sin críticas, sin márgenes? La escala con que se mide es una en permanente cambio. Pero no en un devenir sin sentido. Este se produce en la interacción creativa y ontogenética (el hombre se hace o deshace) con las cosas: el hombre no es el mismo a partir de su historia (personal y social) en el mundo fluctuante y viceversa. No se puede bañar dos veces en las mismas aguas, pero (para peor) el río está también en el que nada, como dice Borges, “yo soy el río". Pero aceptar esto no quiere decir que el conocimiento sea imposible, el hecho de que sea siempre situado, que involucre un momento del sujeto y del mundo, no implica que no sea objetivo, o que haya inconmensurabilidad alguna. Los hombres pensamos el mundo desde una época, pero también podemos trascenderla, podemos cuestionar la manera en que concebimos las cosas. Podemos evocar los mundos pasados en la medida en que somos nosotros también una invocación suya. Somos capacesde proyectarnos racionalmente desde este mundo porque somos capaces de descubrir potencialidades en nosotros y en las cosas. Esta operación no se puede explicar sin suponer que hay una sustancia en lo real que el sujeto no puede determinar, y que el objeto tiene una oscuridad latente contra la que nos enfrentamos y a la que iluminamos (progresivamente?) desde distintas perspectivas (¿cómo explicar distintas perspectivas si no hay una sustancia en lo real a la que aluden?). Mi crítica a la lectura relativista de la Homo Mensura es (la de Marcuse a la racionalidad instrumental): olvida la relación fundamental de oposición entre el hombre y el mundo, una contradicción sin la cual es impensable e indescifrable la historia. Creo que hay un falso humanismo detrás del relativismo (y del pragmatismo?), debajo de la idea de que el mundo y lo verdadero no está regido por la sustancia de las cosas y que por lo tanto se puede moldear –porque es una plastilina que no opone mayor resistencia- a imagen y semejanza del hombre. Una realidad (y un sujeto) sin sustancia, desprovista de la noción de potencialidad cualitativa y cuantitativa, es una imagen que, paradójicamente, no deja lugar a una transformación de la existencia humana.

1

“No me gusta la nuez” es un enunciado que no cabe refutar, pero no forma parte de una disyunción excluyente. “La nuez es apetitosa” es un juicio en el que cabe el disenso, al cual es ridículo negar o pretender resolver. (Ahora: sostener que el gusto por la nuez es exclusivamente subjetivo e irracional también es falso, hay una infinitud de factores históricos y sociales detrás de él –además de una inclinación individual). De todos modos, extrapolar el relativismo culinario (esto de relativismo culinario lo leí en algún lado) a las cuestiones morales es un perversidad. También lo es pretender que una lista de leyes universales determinen los casos de lo bueno y lo malo. Pienso que los supuestos de la trinidad y el egoísmo innato del hombre son falsos e ideológicos, y no que vivo en un mundo distinto que aquellos que los sostienen. Se pueden suceder razones (y hasta luchas sangrientas en la medida en que se cuestionan intereses materiales en las consignas) a favor y en contra. Es posible demostrar su falsedad, pero no es una refutación desde la experiencia individual sino desde la contrastación empírica crítica que es conciente de sus supuestos ontológicos y políticos (por ejemplo el valor emancipatorio de la técnica). Por otro lado puedo convivir con altos grados de antagonismos, pero esto no quiere decir que considere que no se van a resolver a favor de alguno de los extremos.

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