imagonautas 8 (2016): Obesidad mórbida, conducta alimentaria, salud mental, homosexualidad, petróleo, barroco

May 27, 2017 | Autor: I. [Revista inter... | Categoria: Social Imaginaries, Imaginarios sociales, Imaginário social
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imagonautas Revista Interdisciplinaria sobre Imaginarios Sociales

Núm. 8 (2016)


ISSN: 0719-0166
 http://imagonautas.webs.uvigo.gal/

EQUIPO EDITORIAL Director Dr. Juan-Luis Pintos, Universidade de Santiago de Compostela, Galicia, España Editor responsable Dr. David Casado Neira, Universidade de Vigo. Galicia, España Comité editorial Dra. Laura Susana Zamudio Vega, Universidad Autónoma de Baja California, México Dr. Juan R. Coca, Universidad de Valladolid, España Dra. Leticia Arancibia Martínez, Pontificia Universidad Católica de Valparaiso, Chile Comité científico Dr. Michel Maffesoli, Université René Descartes, Paris V, Francia Dr. Manuel Antonio Baeza, Universidad de Concepción, Chile Dra. Martine Xiberras, Université Paul-Valéry, Montpellier 3, Francia Dr. Alain Basail Rodríguez, Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA), Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), México Dr. Alicia Lindon, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, México Dra. Lidia Graciela Girola Molina, Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, México Dr. Stephen Wiley, North Carolina State University, Estados Unidos Dr. Manuel Torres Cubeiro, IES Campo San Alberto/Universidade de Santiago de Compostela, Galicia, España Dr. Angel Enrique Carretero Pasin, IES Rosalía de Castro/Universidade de Santiago de Compostela, Galicia, España Dr. Emmánuel Lizcano Fernández, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), España Dr. Felipe Andrés Aliaga Sáez, Universidad Santo Tomás, Colombia Dra. Fátima Braña Rey, Universidade de Vigo, Galicia, España Dr. Óscar Basulto Gallegos Patrocinadores GCEIS [Grupo Compostela de Estudios Sobre Imaginarios Sociales] Departamento de Sociología de la Universidade Santiago de Compostela, Galicia, España Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Concepción, Chile

Edita Departamento de Sociología, Ciencia Política y de la Administración y Filosofía
 Universidade de Vigo, Galicia, España


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Índice

La imagen del cuerpo como imaginario plasmado por pacientes con obesidad mórbida Edith Gerardina Pompa Guajarro, Martha Leticia Cabello Garza, Walter Daniel García Cantú ..........................................................................................................................1-26 La evolución de la percepción social de los trastornos de la conducta alimentaria, y de la imagen, de los trabajadores/as sociales y su influencia en la práctica profesional Juan José Labora González ........................................................................................27-49 Alfabetización en salud mental, estigma e imaginarios sociales Manuel Torres Cubeiro ..............................................................................................50-63 La percepción de la homosexualidad entre estudiantes de trabajo social en México Luis Manuel Rodríguez Otero, José Manuel Peixoto Caldas .......................................64-81 El petróleo en el imaginario social mexicano a 75 años de la expropiación petrolera Josafat Raúl Morales .................................................................................................. 82-97 El imaginario barroco en Bolivia Samuel Arriarán Cuéllar ..........................................................................................98-113 Recensiones: The Radical Luhmann, de Hans Georg Moeller Manuel Torres Cubeiro ..........................................................................................114-117 Entre la insignificancia y la creación. Subjetividad y política en el pensamiento de C. Castoriadis, de César Marchesino Emiliano Aldegani .................................................................................................118-121

Imagen de la portada: Venus y Cupido (fragmento). P. P. Rubens, 1650-1700.
 Fotografía de Jean-Pol Grandmont
 Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File%3A0_V%C3%A9nus_et_Cupidon_-_P.P._Rubens__Mus%C3%A9e_Thyssen-Bornemisza_(4).JPG

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La imagen del cuerpo como imaginario plasmado por pacientes con obesidad mórbida Social imaginery of the body among morbid obesity patients

Edith Gerardina Pompa Guajarro, Martha Leticia Cabello Garza, Walter Daniel García Cantú Universidad Autónoma de Nuevo León
 [email protected], [email protected], [email protected]

Resumen Este estudio tiene como propósito analizar el significado que mujeres con obesidad mórbida le dan a su propio cuerpo, a través de la valoración de dibujos de sí mismas, donde ellas expresan su sentir acerca de su padecimiento, así como también su dificultad para el manejo y liberación de sentimientos de desesperanza asociados al acto de comer. Este trabajo es parte de los resultados de una investigación cualitativa con un diseño interpretativo aplicado a un grupo de ayuda mutua conformado por 8 mujeres que presentan obesidad mórbida, es decir, un Índice de Masa Corporal mayor a 40, de edades entre 25 y 55 años, todas con un estrato socioeconómico similar, todas también residentes del municipio de San Nicolás de los Garza, México. La colecta de datos fue realizada en el periodo comprendido entre octubre y diciembre del año 2015, y se realizó utilizando la técnica de grupos focales, solicitando que las mismas participantes se dibujaran con la siguiente consigna: Esta soy yo el día de hoy. La interpretación de los dibujos se realizó tomando como base los tres registros que, de acuerdo con Zukerfeld, componen la imagen corporal. Sobre esto, encontramos que en el registro Forma existe una distorsión en cuanto al tamaño corporal, insatisfacción y preocupación con su apariencia física; el registro Contenido denota gran dificultad para percibir y discriminar sus sensaciones interoceptivas y sus sentimientos; el registro Significado muestra una sobre preocupación de su apariencia física, percibiéndose menos atractivas, carentes de voluntad y denotando una insatisfacción con la imagen corporal. Siguiendo el planteamiento de Castoriadis acerca de los imaginarios sociales, se hace hincapié en la manera como estos inciden en la imagen corporal de las personas con obesidad mórbida, y de las problemáticas surgidas a partir de la posesión de un cuerpo valorado negativamente por la sociedad. Palabras clave: alimentación; imaginarios sociales; obesidad mórbida; imagen corporal; interaccionismo simbólico; salud.

Abstract This collaboration aimed to analyze the meaning given by a group of morbidly obese women to their own bodies. This was done by evaluating draws done by themselves, in which they expressed their feelings about their disease, as well as their difficulty to manage and express their feelings of helplessness associated with the act of eating. This work is part uses the results from a wider qualitative study with an interpretive design applied to a mutual-help group formed by 8 morbidly obese women, that is, women with a Body Mass Index above 40, of ages ranging from 25 to 55 years, all of them from similar socioeconomic background, and all of them living in the city of San Nicolás

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de los Garza, México. Data was collected on the period from october to december, 2015, using the focal group technique and asking the participants to draw themselves with the instruction: This is me today. The drawings were interpreted from the three registers that, according to Zukerfeld, form a person’s body image. We found that in the Form register there is a distortion in the participant’s perception of their own body size, dissatisfaction and worry about their physical appearance; the Content register showed great difficulty to perceive and distinguish their interoceptive sensations and feelings; the Meaning register shows great concern about physical appearance, as these individuals perceive themselves as less attractive, lacking willpower, and being dissatisfied with their own body image. Also, following Castoriadis’ theory of social imaginary, we explore the way in which these concepts act upon the body image of the morbidly obese individual, and the problems arisen from having a body that is considered negative by society. Key Words: eating; social imaginaries; morbid obesity; body image; symbolic interactionism; health.


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Introducción La obesidad es una condición médica caracterizada por exceso de grasa corporal que, dependiendo de su magnitud y distribución, es causante de diversos efectos adversos sobre la salud del individuo que la padece (American Obesity Treatment Association, 2009). Esta enfermedad ha alcanzado proporciones epidémicas que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (2016), la han llevado a ser considerada como la epidemia del siglo XXI. El sobrepeso y la obesidad en México, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Gutiérrez et al., 2012), se ha visto en aumento en el periodo comprendido entre los años 1988 y 2012, principalmente en mujeres de edades que van de los 20 a los 49 años de edad, en quienes el sobrepeso aumentó de 25% a 35%, y la obesidad de 9.5% a 35.2%. Esto quiere decir que la obesidad en México aumentó un alarmante 25.7% en 24 años. Sin embargo, la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición también señala una reducción en la velocidad de aumento cercana al 0.35%, si bien esto no es suficiente para reducir los riesgos de comorbilidades asociadas a estas enfermedades. Existen diversos factores que inciden en la instalación de la obesidad en las personas, los cuales pueden dividirse en 3 categorías: físicos, psicológicos y socioculturales. Es importante señalar, que estos tres tipos de factores no se presentan nunca por separado, sino que se trata de un conjunto de dimensiones que afectan de distinta forma al sujeto en sus diferentes dimensiones y desde diferentes frentes. Los factores físicos se refieren a aquellas situaciones asociadas con el cuerpo y el funcionamiento fisiológico de la persona, tales como su actividad física, el tipo y cantidad de alimentación que lleva, su genética, metabolismo y situación hormonal (Mitchel et al., 2011; Marks et al., 2008); los factores psicológicos son aquellos asociados a las emociones y a los pensamientos, los cuales predisponen a ciertos comportamientos que pueden llevar a la persona a convertirse en un obeso, y entre los que podrían mencionarse la depresión, la falta de autoestima, ansiedad, trastornos alimenticios de índole psicoafectivo, y trastornos de la imagen corporal (Ruiz-Prieto et al., 2010; Van Hout et al., 2004); finalmente, los factores socioculturales consisten de aquellas imágenes e ideas que bombardean al sujeto con concepciones acerca de los ideales de belleza y éxito que son preponderantes en una cultura y época dada, y que determinan el cómo la persona se concibe a sí misma, así como también el cómo serán las interacciones con los demás (Vigarello, 2010). Los efectos de la obesidad y la obesidad mórbida pueden categorizarse en estas tres clasificaciones ya mencionadas: en el aspecto físico, la obesidad trae como consecuencia problemas tales como hipertensión, diabetes y problemas de articulaciones, así como también cansancio general (Albala y Reyes, 2011); en el aspecto psicológico, Lorence-Lara (2008) señala que en las personas obesas puede encontrarse una personalidad dependiente y compulsiva, señalando también la importancia de la edad en que el sujeto comienza a presentar el cuadro de obesidad, conformando así una estructura de personalidad poco favorable para la adherencia a un tratamiento médico o psicológico contra esta condición; en el aspecto social, el obeso

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mórbido es a menudo víctima de discriminación, especialmente en el ámbito laboral, debido a la percepción social de la obesidad como enfermedad padecida por personas carentes de voluntad suficiente para regular su alimentación y su actividad física, entre otras (Ogden y Clementi, 2010). En un estudio realizado por Cabello-Garza (2010) a personas con obesidad mórbida, se señala que la mayoría de ellos saben lo que necesitan hacer para bajar de peso, como la reducción de calorías o el practicar algún tipo de ejercicio físico, pero se enfatiza que las actitudes y sentimientos, la familia y las redes sociales de apoyo, son factores que inciden en la aceptación y apego al nuevo estilo de vida, el cual incluye a menudo una nueva dieta y mayor actividad física, conclusión a la que también llegan Lecaros-Bravo et al. (2015). Si bien mantener un peso saludable es importante para el bienestar orgánico corporal, se vuelve imprescindible generar una armonía total en la que también participa el proceso mental (CofréLizama et al., 2014). A través de la mente se ponen en juego sentimientos y emociones que repercuten sobre aspectos como la autoestima, la autoimagen, el control y canalización de alteraciones emocionales. Estas situaciones pueden, en algunos casos, generar conductas como la ingesta excesiva de alimentos, de manera que no se puede lograr una armonía corporal duradera, traducida en una incapacidad para mantener un peso adecuado por un periodo prolongado (Bresh, 2006). Es probable que una razón por la que los intentos para perder peso fracasen, sea debido a la falta de equilibrio entre cuerpo y mente.

La imagen del cuerpo como imaginario La realidad es imaginaria, en el sentido que está construida por figuras, formas e imágenes a las cuales se les adscribe un significado. Esta realidad es construida, interpretada y leída por cada sujeto dentro de su contexto social e histórico específico, a través del cual cada individuo se convierte en creador y participante de su propia realidad (Velázquez, 2011). Los elementos que construyen esta realidad subjetiva (como valores e ideologías) derivan de ésa otra realidad colectiva que da un sentido de unicidad a una sociedad que se transforma a través del tiempo. En conjunto, Castoriadis (1993) llama a estos elementos "significaciones imaginarias sociales". Entre los numerosos elementos que conforman la realidad social imaginaria, encontramos el concepto de imagen del cuerpo. Dolto (1986) distingue dos conceptos cercanos a la corporalidad del sujeto: esquema corporal e imagen del cuerpo. Para esta autora, el esquema corporal es aquél elemento que, desde un punto de vista social, hace real al sujeto, puesto que "permite la objetivación de una intersubjetividad, de una relación libidinal fundada en el lenguaje". Esto quiere decir que es a través del esquema corporal que la imagen del cuerpo, elemento subjetivo que consta de una re-presentación imaginaria de lo que se percibe como el propio cuerpo aunado a los afectos y

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simbolizaciones del individuo, se vuelve objetiva, esto es, se vuelve real desde la perspectiva del otro, permitiendo así el surgimiento y desarrollo de interacciones entre los sujetos. El sujeto se origina antes del nacimiento, puesto que los padres ya conciben al niño como un proyecto a futuro, un ideal asociado a un deseo que posibilita un futuro para el neonato (Franco et al., 2010). El niño recién nacido es un organismo que es prácticamente una tabula rasa la cual, a través de las relaciones afectivas con los padres y cuidadores, irá constituyendo una imagen corporal mediante la internalización de las significaciones imaginarias constituyentes de la subjetividad de sus progenitores, de tal manera que, en un futuro, el sujeto en formación pueda desenvolverse apropiadamente en el orden de lo humano (Velázquez, 2011). Es a través de estas interacciones tanto conscientes como inconscientes, que los elementos del imaginario colectivo inciden y se instalan en el inconsciente de los sujetos. Como se mencionó anteriormente, parte de los elementos que conforman al imaginario social son los valores. En el caso de la obesidad, los valores que se encuentran asociados a esta enfermedad son por lo general negativos. Las personas obesas son percibidas socialmente como menos atractivos, carentes de disciplina, perezosos y menos activos, inteligentes, trabajadores, exitosos, atléticos y populares que las personas delgadas (Ogden y Clementi, 2010). Esta asociación entre el éxito y una figura esbelta trae como consecuencia que, como señala Herrera-Ramos (2011), la persona obesa tienda a rechazarse a sí misma, puesto que la idea del cuerpo perfecto que sostiene la sociedad y es perpetuada por los medios de comunicación dista mucho del cuerpo que la persona tiene, generando así insatisfacción constante. El obeso se ve a sí mismo como fuera de lugar en una realidad cuyo ideal de belleza y éxito está asociado con un cuerpo esbelto o musculoso, creando, además de las comorbilidades que pueden manifestarse en la obesidad, una insatisfacción con la propia imagen corporal. Esto trae como consecuencia la instalación de cuadros psicológicos tales como depresión y ansiedad por ser poseedores de una figura concebida como indeseable, así como también culpa al asociarse con el estereotipo de alguien que no puede regular su consumo alimenticio, un "esclavo de la comida". Todo esto vendría a reducir aún más la calidad de vida de estas personas. Así la imagen corporal consiste no solamente de la manera como el sujeto se percibe, sino que es el sitio de las representaciones, recuerdos y afectos de cada persona, sitio cuyo contenido está determinado primeramente por el otro a través del lenguaje, permitiendo así la pertenencia al orden social, pero también el conflicto con éste orden cuando el deseo del sujeto se contrapone con el ideal de belleza sostenido por los demás. Es este conflicto interno el que queda plasmado por medio de representaciones y expresiones tales como el discurso y el dibujo.

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La imagen corporal en el dibujo de la figura humana La prueba conocida como Dibujo de la Figura Humana (DFH) fue diseñada por Karen Machover en 1949, a partir de una prueba similar desarrollada por Florence Goodenough en 1926 para medir inteligencia. El DFH fue concebido como una prueba proyectiva, puesto que Machover encontró que los dibujos realizados por los sujetos también mostraban aspectos de su personalidad. El supuesto básico de esta prueba es que la persona que dibuja proyecta de manera simbólica e inconsciente aspectos de sí mismo sobre el dibujo, realizando no un dibujo de sí mismos tal cual son, sino de cómo ellos mismos se perciben (Handelzalts y Ben-ArtzyCohen, 2014). Para Machover (1987), la figura dibujada por el sujeto está ligada a sus deseos, ansiedades, conflictos y compensaciones; la figura dibujada es el individuo, y el papel representa a su ambiente. El DFH permite conocer la experiencia subjetiva que la persona tiene acerca de su propio cuerpo, incluyendo cómo éste es vivenciado en casos de enfermedad psíquica o daño orgánico (Daniele et al., 2012). El DFH permite una comprensión de la realidad psíquica de la persona, relacionando al dibujo con el valor funcional de cada parte del cuerpo, miembro u órgano, siendo también de importancia para la interpretación los estereotipos sociales y elementos culturales que pueden verse reflejados en el dibujo (Mirotti, 2008). La interpretación del dibujo toma en cuenta gran variedad de aspectos, que pueden dividirse en dos grupos generales: tamaño, que se relaciona principalmente con la autoestima; y la omisión o inclusión de detalles, que pueden manifestar desde una falta de energía hasta anormalidades o puntos de preocupación para el sujeto. La posición del dibujo en la hoja, el tamaño del dibujo, si el dibujo es mostrado haciendo alguna actividad, los rasgos faciales, accesorios, ropa, sexo, tipo de trazo, borrones, orden en que se realiza el dibujo, todo esto es tomado en consideración a la hora de realizar el análisis del contenido del dibujo (Portuondo, 2012). El DFH es una herramienta que permite conocer la percepción que la persona tiene de su propia imagen corporal y la manera como este es re-presentado en su mente. Para hablar de la representación de un cuerpo, partimos del concepto de imagen corporal como la describe Zukerfeld (2011): esta es la imagen consciente e inconsciente del propio cuerpo, y que se expresa con base en tres registros: forma, contenido y significado. La forma corresponde al esquema corporal, y hace referencia a las percepciones conscientes vinculadas al tamaño y límites corporales; el contenido se refiere a las percepciones interoceptivas preconscientes que tienen qué ver con el hambre y la saciedad, la tensión, distensión, frío y el calor, dolor y cansancio, etc.; y el significado, que corresponde al concepto de cuerpo erógeno, incluye las representaciones inconscientes del deseo y sus vicisitudes, con la capacidad de comunicar, simbolizar y crear relaciones vinculadas. Sin embargo, esta representación del cuerpo está distorsionada por un conjunto de factores inconscientes, que en conjunto son llamados "fantasma". El fantasma es la conjunción de tres

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factores enraizados en el psiquismo: sentimientos inconscientes, experiencias infantiles, y el Otro (entendido como la presencia interiorizada de la influencia social, económica y cultural del mundo) (Nasio, 2008). Así, el fantasma constituye un elemento que se interpone entre el yo y la percepción directa del propio cuerpo, puesto que este fantasma determina que lo que experimentamos como nuestro cuerpo es una imagen distorsionada por juicios y valores enraizados en conceptualizaciones sociales asimiladas a través de las interacciones con los elementos del ambiente circundante, tanto de manera consciente como inconsciente. Esto concuerda con lo señalado por Castoriadis (1997), quien expresa que la socialización es un proceso que implica la interacción directa entre la subjetividad del individuo y la realidad exterior que lo rodea, proceso en que el elemento subjetivo es alterado y transformado. Esto hace que el DFH resulte un medio idóneo para explorar los elementos imaginarios que inciden sobre la imagen corporal, incluyendo la experiencia de los sujetos con obesidad mórbida y aquellos afectos y experiencias que yacen detrás de su condición.

Lo imaginario y la imagen corporal en la clínica psicoanalítica del obeso En el abordaje terapéutico de la obesidad hay que tomar diversos aspectos del paciente, como su genética, condición hormonal y metabolismo, así como también su Índice de Masa Corporal (IMC), siendo un hecho ineludible que es también necesario considerar los factores culturales como elementos primordiales en la configuración psicológica de los individuos. Esto nos lleva a analizar las estructuras del lenguaje dentro de contextos específicos, ya que es este lenguaje y sus significados lo que determina las formas de pensar y su consecuente actuar. Los sujetos obesos engordan contra su voluntad consciente, expresando que se sienten incapaces de no saber cómo enfrentar las dificultades que la vida les impone, sintiéndose impotentes, débiles e inconformes con ellos mismos (Chiozza, 1997). Este autor señala también que el sujeto con obesidad se siente incapaz de llevar a cabo acciones eficaces para remediar su condición, por lo que experimenta frustración, desencadenando un conflicto interior que se traduce en un sentimiento de impotencia y manifestado en la expresión "no poder por no saber cómo" y "no poder por no tener con qué" por lo que requiere acumular energía como si esta fuese sabiduría. Esta situación refleja la manera cómo la obesidad afecta la percepción de sí mismo, y por tanto la manera en que uno mismo se experimenta como individuo a través de ése fantasma. El presente estudio tiene por objetivo analizar el significado que 8 mujeres con obesidad mórbida le dan a su propio cuerpo, valorado a través de dibujos sobre sí mismas donde ellas expresan su sentir y padecer, y de algunos de sus discursos, referentes al mismo, relacionados con su dificultad para el manejo y liberación de sentimientos de descontrol asociados al acto de comer.

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El interaccionismo simbólico Para esta investigación se decidió partir desde el paradigma interpretativo, el cual se centra en la necesidad de comprender la realidad desde la perspectiva de los participantes (Vasilachis, 2006). Uno de los supuestos sobre los cuales se sostiene este paradigma, es que requiere de la participación de un intérprete que vuelve explícitos los significados que los participantes dan a sus experiencias por medio del lenguaje. De esta manera, se da una importancia central al significado que subyace al discurso, así como también al proceso mismo de significación de los elementos del mismo. Este paradigma supone la existencia de una multitud de realidades construidas por los participantes en relación con la realidad social en que están inmersos (Martínez-Rodríguez, 2011). Así, no es posible hablar de una única realidad, sino de realidades subjetivas construidas sobre la base de la interacción entre diferentes actores dentro de un marco social. Es debido a esta concepción, que el paradigma interpretativo no se enfoca en la generalización, sino en la comprensión profunda de esta realidad subjetiva a través del análisis de las maneras por medio de las cuales los individuos expresan su experiencia. Este paradigma busca develar lo que yace detrás del devenir específico de un fenómeno dado (González-Morales, 2003). Para esto, la atención se centra en describir lo individual, lo distintivo de los hechos estudiados, reflejados en las expresiones de los participantes. En el caso de la presente investigación, esto significa ahondar en los particulares acerca de cómo ha venido a instalarse la obesidad en las personas entrevistadas, así como también la manera en que esta enfermedad es experimentada desde la perspectiva personal de cada individuo. El interaccionismo simbólico comparte las ideas básicas del proceso hermenéutico o interpretativo, y su propósito es comprender el proceso de asignación de significados al lenguaje hablado o escrito y al comportamiento en la interacción social (Martínez-Miguélez, 2006). En el abordaje hermenéutico, la realidad está constituida no sólo por hechos observables y externos, sino también por significados, símbolos e interpretaciones elaboradas por el propio sujeto a través de una interacción con los demás (Pérez-Serrano, 2004). A través de esta teoría se busca entender la relación entre la sociedad y el individuo, es decir conocer las relaciones de unos con otros y aprehender los significados y símbolos que se dan en situaciones concretas como lo es "su" obesidad, tal como viven esta problemática de salud y como se sienten y visualizan el entorno que las rodea (Fiorito et al., 2006). Esta postura teórica asume que las personas definen e interpretan hechos y acontecimientos en el entorno o ambiente en el que tienen lugar (Giddens, 1991). El comportamiento humano desde este punto de vista es entendido como una función de la habilidad de las personas para pensar de forma crítica y analítica previa a la acción social, asumiendo la naturaleza reflexiva de las personas.

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Metodología La muestra se conformó por 8 mujeres, todas ellas con obesidad mórbida (IMC>40) cuyas edades fluctuaron entre 25 y 55 años, con un similar estrato socioeconómico (medio, medio bajo), viviendo todas en el municipio de San Nicolás de los Garza, en el estado de Nuevo León, México, y con la intención de mejorar su calidad de vida. Respecto al nivel de escolaridad, una de ellas tiene nivel de secundaria no terminada, cuatro de ellas estudiaron hasta el nivel técnico, una con preparatoria terminada, otra con licenciatura y una última con estudios de maestría. La presente investigación fue realizada con miembros del círculo de ayuda mutua "Sanando la obesidad", quienes, como parte de un conjunto de actividades enfocadas a la reducción de peso, estaban siendo monitorizadas por un equipo multidisciplinario que incluía a psicólogos, nutriólogos, médicos y trabajadores sociales. Al momento de realizar esta investigación, el grupo ya había estado reuniéndose de manera semanal por aproximadamente un año, habiendo comenzado en el mes de octubre de 2014. El valor registrado como peso inicial, es aquel con el que las participantes llegaron al grupo, el cual fue comparado con el peso con el que contaban al momento de realizar el presente estudio. La técnica utilizada en esta investigación fue a través de la conformación de grupos focales, en la cual la discusión grupal se utiliza como un medio para generar un entendimiento profundo de experiencias y creencias de aquellos que lo conforman. Morgan (1998) plantea tres elementos para su planificación: a) la exploración y descubrimiento, que son usados para obtener información acerca de las opiniones o comportamientos, o sobre aspectos de los que se sabe poco; b) contexto y profundidad, que son medios para poder comprender el trasfondo que existe detrás de las actitudes de los participantes; c) la interpretación, que permite dar a conocer formas de pensar, así como también poder hacer comparaciones entre las de los diferentes participantes, lo que permitirá elaborar interpretaciones propias sobre el tema a discutir. Además de la formación del grupo focal, se utilizó una variación del Test proyectivo de la figura humana de Machover (1987), el cual a través del análisis del dibujo permite evaluar impulsos, ansiedades, conflictos y características de la personalidad. Es por medio de los indicadores emocionales como signos objetivos que se puede evaluar el dibujo, aclarando que un solo indicador no es suficiente como signo de perturbación emocional. La modificación realizada a este test consistió en cambiar la consigna: "Esta soy yo el día de hoy", de manera que por medio de estos dibujos se pudiera capturar el punto de vista individual en su propio contexto social, para permitir develar cuales son aquellos fenómenos o hechos ocultos que se esconden tras ese cuerpo, es decir los significados no manifiestos acerca del mismo. La interpretación de esta variante del Test de la figura humana se realizó tomando como punto de apoyo los tres registros que Zuckerfeld (2011) señala como componentes de la imagen corporal, con énfasis en la búsqueda de patrones que denotaran alteraciones del esquema corporal de las participantes.

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Esto debido a que la presente investigación tuvo como meta el análisis de la imagen corporal de las personas desde su subjetividad. Posteriormente, se realizó la evaluación e interpretación de la información arrojada por las pruebas aplicadas, relacionándolas con el discurso obtenido a través de una entrevista semiestructurada acerca de la condición anímica de las participantes, en conjunto con el historial clínico de éstas. Cuidando el aspecto ético, todas las participantes firmaron un formato de consentimiento informado tomando en cuenta las recomendaciones hechas por la Sociedad Mexicana de Psicología (2007), especificando que la confidencialidad y la identidad de cada una de las participantes sería respetada, las entrevistas y sesiones quedarían siempre bajo resguardo del investigador principal. Con fines de cuidar la identidad de las participantes y conservar el secreto profesional se utilizaron nombres ficticios y de esta manera proteger su confidencialidad. Este trabajo presenta los resultados derivados de la interpretación de algunos de estos dibujos y discursos, en donde las participantes plasmaron su imagen corporal.

Resultados Tomando en consideración los tres registros propuestos por Zukerfeld (2011), podemos señalar lo siguiente acerca de las participantes: el registro forma muestra que en las mujeres con obesidad mórbida existe una distorsión en cuanto al tamaño corporal, insatisfacción y preocupación con su apariencia física; en el registro contenido, se aprecia gran dificultad por parte de las participantes para percibir y discriminar sus sensaciones interoceptivas y, más importante, sus sentimientos, debido a que les resulta muy difícil poder expresar lo que sienten (siendo esto muy probablemente obstruido con la comida), a la vez que muestran alteraciones en las sensaciones de hambre y saciedad; en el registro significado, que va más en relación con el aspecto social, se muestra en ellas una sobre preocupación acerca de su apariencia física, percibiéndose como poco atractivas y carentes de voluntad, todo esto se traduce en insatisfacción con la imagen corporal. En la conformación de este grupo de mujeres con obesidad mórbida, se enfocó en el sentir y el pensar, poder re-aprehender opiniones o comportamientos con respecto a la comida, qué simbolizaba para ellas el alimento, que tanto valor estimativo le daban y su gran dificultad a la hora de decidir qué comer y cuánto comer, y algo muy significativo saber distinguir cuando era hambre o ansiedad lo que decían que generaba el acto de comer. Esto permitió iniciar una exploración acerca de este tema tan controvertido y crucial en el manejo del peso, lo cual permitió comprender el trasfondo que existe detrás del acto de comer donde todas ellas refieren a la comida como la mejor amiga que calma, tranquiliza y sirve como un refugio. En los dibujos se plasma la dificultad de poner en palabras aquellos afectos que les resultan displacenteros, es decir son acallados, como aliviar su sentimiento de descontrol asociado al acto de comer,

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reconocimiento y expresión de sus emociones en especial aquellas que fueron negadas y en consecuencia simbólicamente tragadas. Las participantes presentan un sentimiento de inseguridad personal, de desconfianza en sí mismo, y de incertidumbre de lo que pudo y debe hacer. A continuación se mostrará un análisis de los materiales plasmados por las participantes, e interpretados de acuerdo con el modelo teórico expuesto previamente. La información básica de las participantes se encuentra resumida en la tabla 1. Sujeto

Edad

Estado civil

Peso inicial

Peso posterior

Jenny

33

Divorciada

101

71

Carmen

46

Casada

113

102

Mary

53

Viuda

102

92

Odette

52

Casada

115

109

Viviana

47

Casada

100

94

Ana

53

Casada

103

94

Tania

50

Casada

100

90

Lila

50

Viuda

100

98

Tabla 1. Datos básicos de las entrevistadas.

Análisis de los dibujos Jenny de 33 años de edad, tuvo un peso inicial de 101 kg. En su dibujo muestra un contacto social evitativo, deducido por el encubrimiento del cabello y la presencia de lentes, lo que indica gran dificultad para relacionarse, así como una tendencia a aislarse del mundo y ser evasiva en sus relaciones interpersonales. Hallazgos similares reporta Lorence-Lara (2008), quien refiere un patrón de personalidad fóbico-evitativo que se relaciona con una falta de seguridad y habilidad para establecer relaciones sociales. Asimismo, en su dibujo muestra una expresión facial de tristeza; las manos las dibuja en forma de guante, lo que se asocia con impulsos agresivos reprimidos o signos de evasión; los hombros son anchos: expresión de poder y perfección física. En su discurso ella manifiesta lo siguiente: Estoy muy enojada porque mi esposo me pidió el divorcio, ¿cómo es posible que sólo se fije en mi cuerpo? Entonces ¿dónde quedó el amor que decía tenerme? Esto me hace llorar, estoy muy triste y enojada, me dejó sola.

La ropa en el dibujo es significativa, pues dibujó un cerdo en su blusa, símbolo asociado con la gordura y el consumo excesivo de comida. La lágrima en el rostro es concordante con lo expuesto en su discurso acerca de su situación marital, pues refiere que su esposo le pidió el divorcio debido a su condición de obesidad, quedándose sola con sus dos hijos. Cabe señalar que ella logró bajar 30 kg, llegando a un peso de 71 kg, pudiendo reincorporarse a su vida

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laboral, así como también reactivar su vida social al interactuar más con sus amistades (Imagen 1).


 Imagen

1*.

Dibujo de Jenny: el cabello cubre el rostro, ojos cubiertos por lentes, lágrima debajo del

ojo izquierdo, énfasis en los labios; manos sin dedos; dibujo de un cerdo en la ropa.

Carmen de 46 años de edad, casada con dos hijos ya independientes, tenía un peso inicial de 113 kg. Ella refiere que cuando se casó pesaba 57 kg, y gracias a la intervención del grupo había logrado bajar hasta 102 kg, al momento de la toma de datos. Su obesidad le ocasionó problemas de salud como diabetes e hipertensión, razones por las cuales ingresa al grupo. En su dibujo muestra caderas grandes, indicando una madre productiva, aunque también podría tratarse de un rasgo propio de su persona, puesto que esta participante mostraba amplias caderas; la boca reforzada señala una tendencia a tener problemas con la regulación del consumo alimentario; en la ropa dibuja botones, lo cual simboliza dependencia; el dibujo muestra líneas muy sombreadas que denotan ansiedad y una figura pequeña que denota inseguridad y baja autoestima (Imagen 2).

* Véase

la Imagen 9 para comparar el tamaño original de los dibujos.

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 Imagen 2. Dibujo de Carmen: figura pequeña; caderas amplias y remarcadas; botones en la ropa; labios remarcados.

En su discurso refiere: Desde que me casé, dejé de trabajar, me dediqué al cien en atender a mi marido y la casa, después a mis hijos. Yo era muy activa, vino el primer embarazo y engordé mucho, como 30 o más, no me acuerdo. Bajé como 10 pero quedé gorda y así me embaracé de mi segundo hijo. Comía todo lo que te puedes imaginar, con eso de que no te debes quedar con el antojo, ya que la gente te dice: Sino va a salir con cara de… Jajaja y claro, ahora veo no era lo más sano lo que me comía, y ahora veme. Eso me pone muy ansiosa y no sé qué hacer, necesito que me ayudes.

En el discurso de esta participante, podemos apreciar cómo ella, tras contraer matrimonio, pasó a ocupar un rol tradicional de ama de casa, lo que la llevó a realizar menos actividad física. Asimismo, y por comentarios de otras personas, no llevó un régimen alimentario apropiado para regular su peso durante el embarazo. Esto denota una influencia por parte de los imaginarios asociados a la maternidad en la cultura mexicana, algo que es una problemática en tanto pone en riesgo la salud de las personas, y que hay que combatir desde una perspectiva multidisciplinar debido a la complejidad de esta situación (Medina et al., 2014). Esto también se apoya en lo propuesto por Ruiz-Moreno et al. (2002), quienes señalan la importancia de considerar factores socioculturales y psicológicos a la hora de crear modelos preventivos de la obesidad.

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Mary de 53 años, es viuda con 4 hijos, todos ellos con problemas de obesidad, como el resto de su familia. Tenía un peso inicial de 102 kilos, e ingresa al grupo por problemas de salud como diabetes, hipertensión, siendo lo más grave un problema en sus rodillas que le impedía en muchas ocasiones el poder trasladarse debido al dolor provocado. Al momento de la recogida de datos, Mary había bajado a 92 kilos. En su dibujo muestra rasgos sociales de preocupación; el énfasis en la boca denota depresión, dificultades sexuales, infantilidad; los ojos muy oscurecidos y remarcados, alerta a todos los detalles acerca de ella: y lo más significativo: la omisión de piernas y pies que denota ansiedad y depresión, además de representar su problema de salud, simbolizando asimismo su sentimiento de no sentirse sostenida, pues refiere que su marido murió hace dos años de un infarto fulminante. Así, la ansiedad y depresión que muestra en sus dibujos habla probablemente de un duelo no elaborado aún (Imagen 3). Desde que murió mi esposo mi vida cambió, no he podido reponerme, fue tan rápido que no me dio tiempo de nada. Sólo lo que me consuela es mirar sus fotos, y cuando menos pienso estoy comiendo sin hambre, como si con eso tratara no sé de qué, bueno eso es algo que en mi familia es muy común. Mi mamá decía: Las penas con pan son menos. Pero creo que no, pues eso me ha traído problemas con mis piernas, no puedo caminar mucho, tengo miedo de que no me sostengan. Mi abuelito y mi mamá igual, yo creo que lo heredé, por eso vine aquí.

Ríos-Martínez et al. (2008) encontraron que los pacientes con obesidad presentan niveles de ansiedad y depresión altos, además de insatisfacción con su peso, principalmente en el género femenino, señalando también que conforme aumenta el grado de depresión, el bienestar físico disminuye, apareciendo insatisfacción en áreas relacionadas consigo mismo y el ambiente. En el discurso de esta participante, se observa también la influencia de la cultura a través de las palabras de la madre, específicamente en la frase "Las penas con pan son menos" que refleja la idea que la comida ayuda a sobrellevar periodos estresantes o angustiosos. Asimismo aquí se ve manifestado lo señalado por Daniele et al. (2012), pues la participante omite las piernas en su dibujo, que en su discurso señala como fuente de problemas y malestares.

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 Imagen 3. Dibujo de Mary: énfasis en la boca, la cual parece estar haciendo una mueca; ojos oscurecidos y remarcados; manos ocultas; omisión de piernas.

Odette de 52 años, casada y con tres hijas, es enfermera jubilada. Ella refiere que cuando se casó pesaba 63 kilos, inicia en el grupo con 115 kilos y llega a bajar a 109 kilos. Ingresa al grupo por problemas de salud y para recibir ayuda en su deseo por bajar de peso, siguiendo la recomendación de su médico. También menciona que el trabajo que realizaba le ocasionaba mucho estrés y recurría a la comida para reducirlo, señalando que "para cuando me di cuenta ya había engordado mucho". Su dibujo muestra una cabeza pequeña, indicando dificultades relacionadas con los impulsos corporales; el rostro tiene una expresión facial de tristeza; hay énfasis en la boca, lo cual está ligado al capricho de los alimentos; ojos cerrados con el propósito de aislarse del mundo (Imagen 4). En su discurso, ella manifiesta: Mi trabajo era muy estresante, ya que era enfermera en cuidados intensivos, por eso me generaba mucho estrés y la manera que calmaba mi ansiedad era comiendo lo que fuera, lo que encontrara. En ése momento no me detenía para saber si eso era de mi agrado o no, sólo devorar, así lo sentía, y cuando menos pensé estaba muy gorda.

Esta persona manifiesta en su discurso que el comer servía como un método para reducir los niveles de ansiedad provocados por su trabajo, y que incluso comía sin importar si el alimento era o no de su agrado. Esto se apoya en lo propuesto por Silva (2009) quien, a partir de un modelo psicobiológico, señala que la sensibilidad ante situaciones de estrés puede traer como consecuencia una predisposición biológica a desarrollar alteraciones en los mecanismos de regulación emocional, pudiendo provocar como resultado patrones de sobrealimentación.

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Además, este tipo de comportamiento alimenticio es consistente con la descripción del trastorno por atracón, desglosado anteriormente en este escrito.


 Imagen 4. Dibujo de Odette: cabeza pequeña, ojos cerrados, énfasis en la boca; botones en la ropa; brazos en jarra.

Viviana, ama de casa con 47 años, pesaba 61 kilos al contraer matrimonio, llega al grupo con 100 kilos, alcanzando los 94 kilos. Tiene un hijo con problemas de obesidad, razón que la impulsó a entrar al grupo, pues deseaba saber si lo podría ayudar a perder peso. Ella refiere que se siente física y anímicamente muy mal por su problema de obesidad. En su discurso manifiesta No me gusta cómo me veo, cómo estoy, me siento mal, además de que mi hijo es el que me preocupa más, lo veo y digo: Es mi culpa, lo llené de comida. No dejaba que me pidiera nada, solo le daba y le daba y ahorita ya no lo puedo parar, bueno ni a mí. Por ejemplo, si abrimos un paquete de galletas [comemos] hasta que no dejemos nada. Me resulta difícil el dejar de comer, es algo muy fuerte, un impulso, bueno, en fin, por eso vengo aquí, y eso mismo me hace que me sienta muy mal, sin ganas de nada, triste, apachurrada.

Su dibujo, a pesar de ser muy básico, provee de elementos importantes para el análisis: hay un énfasis en la cabeza, expresado por las líneas dibujadas encima de ésta, lo cual aunado a su omisión del cuello (elemento que simboliza la comunicación entre cuerpo y cabeza), denota dificultad en el control de los impulsos corporales, lo cual corrobora sus palabras acerca de no poder parar de comer; la boca remarcada y sombreada señala denota capricho por los alimentos; ojos remarcados que indican alerta a todos los detalles acerca de ella (Imagen 5).

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Ruiz-Prieto et al. (2010), en una búsqueda de trabajos relacionados con los signos, síntomas y trastornos psicopatológicos de personas con obesidad, refieren que la aparición de cuadros de depresión puede asociarse a un nivel educativo bajo, y con la presencia del trastorno por atracón; asimismo, estos autores asocian estos síntomas mayormente con el género femenino. El cuadro de depresión puede relacionarse con lo antes expresado acerca de la culpa que pueden manifestar estas personas al tener introyectado un ideal de éxito asociado con una figura esbelta, la cual implica un correcto control de los impulsos alimenticios.


 Imagen 5. Dibujo de Viviana: figura pequeña; cabeza pequeña, ojos oscurecidos, boca remarcada; ausencia de cuello; brazos y piernas cortas.

Ana, de 53 años, casada y con dos hijos, dedicada al hogar, y con problemas de salud que la han llevado a realizarse cirugías de vesícula y de rodillas, esta última como consecuencia de su obesidad. Cuando ingresa al grupo llega con un peso de 103 kilos, llegando a pesar 94 kilos. Dos de sus hermanos murieron a edades de 45 y 48 años, por complicaciones derivadas de la obesidad que padecían. Ella refiere que padece de depresión crónica, lo cual la ha llevado a consumir gran cantidad de alimentos, afirmando que la comida es su refugio. Su depresión probablemente tenga su origen en el hecho de que fue violada por un tío cuando tenía 7 años, edad a la que empezó a engordar. En su dibujo muestra figura pequeña, denotando inseguridad y baja autoestima; brazos abiertos: necesidad de aceptación, timidez; no dibuja pies, lo que muestra dificultad en el contacto con la realidad e inseguridad (Imagen 6).

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 Imagen 6. Dibujo de Ana: figura pequeña; brazos abiertos; piernas delgadas, omisión de pies. Toda mi vida ha sido triste, muy mala. No sé por qué a mí me pasó eso, ¿qué hice? Yo no entiendo, yo solamente quiero que me quieran, entonces lo único que me calma es la comida, es mi refugio, como y esa tristeza se va por un tiempo. Claro eso fue lo que ocasionó que engordara desde niña, veo las fotos y era delgadita, ingrese a la primaria y de allí me fui para arriba. Mi esposo así me aceptó, y aún así me siento mal.

El discurso de esta paciente es muy significativo, y puede asociarse con su dibujo. El tamaño pequeño del dibujo señala baja autoestima; los brazos abiertos, como si a través de su dibujo expresara ése deseo de recibir afecto que plasma en la entrevista. Noll et al. (2007) señalan que las mujeres que fueron víctimas de abuso sexual durante la infancia tienen casi el doble de probabilidad de padecer de obesidad durante la edad adulta; además de esto, Cabello-Garza y Zúñiga (2007) señalan que el inicio de la obesidad puede coincidir con eventos de alto estrés en la vida de la persona. Esto concuerda con el caso de Ana, quien expresó haber comenzado a subir de peso al entrar a la escuela primaria, evento que ocurrió en la misma época que el abuso reportado por ella de parte de su tío. Ella también habla acerca de cómo su vida "ha sido triste", así como también no comprender el porqué de las situaciones de su vida, además de manifestar sentirse mal a pesar de haber sido aceptada por su marido, lo que podría estar relacionado con una falta de elaboración acerca del evento traumático de su niñez. Tania, casada y con tres hijos, tiene 50 años de edad. Es ama de casa, se casó pesando 47 kilos e ingresa al grupo con 100 kilos, llegando a pesar 90 kilos. Ella empieza a aumentar de peso por los embarazos de sus hijos, pues subía alrededor de 20 kilos en cada uno, de los cuales

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lograba bajar 10; con su último hijo tuvo problemas de presión alta. Tania refiere que padece de diabetes, hipertensión e hígado graso, por lo que el médico le dijo que tenía que bajar de peso. Mi salud está muy deteriorada por causa de la gordura, lo sé, pero no sé cómo hacerle. Empiezo muy bien el lunes por la mañana y en la noche a la hora de la cena me dejo caer, luego me enojo conmigo misma. No tengo fuerza de voluntad, ya no sé qué hacer, por eso vine aquí, a lo mejor sí me pueden ayudar. Es una mezcla de rabia y mucha tristeza y así es siempre. Yo era muy delgada, pero con los embarazos de mis hijos me fui quedando cada vez con más kilos, y míreme como estoy ahorita, me da mucha rabia no tener fuerza de voluntad.

En su dibujo muestra cuello corto y grueso, simbolizando dificultad en el control de los impulsos y arranques de mal humor; dedos en forma de garra, que significan agresividad; boca remarcada que podría señalar necesidad de aceptación y capricho por la comida. El dibujo muestra un tipo de línea peluda que denota ansiedad y conflicto con el cuerpo, ensimismamiento; al poner saga en pantalón denota algún trastorno de tipo sexual (Imagen 7).


 Imagen 7. Dibujo de Tania: trazo peludo; ojos remarcados, énfasis en la boca; cuello corto y grueso; manos en forma de garra; detalle en área genital.

Korbman (2014) afirma que la depresión es un síntoma común en los pacientes con obesidad, ya que al no alcanzar la meta de bajar de peso, se resignan a seguir siendo obesos, generando culpa y ansiedad por no lograr alcanzar el ideal de belleza que se han propuesto. Aunado a esto se encuentra la estigmatización de la que son objeto estas personas, puesto que son señalarlos como faltos de la voluntad necesaria para mantener un régimen de dieta y ejercicio, dejando de

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lado factores ambientales y sociales que también contribuyen en la aparición y desarrollo de la obesidad. Lila, de 50 años, jubilada, viuda con tres hijos, se casó con 62 kilos, inicia al grupo con 100 kilos y bajó sólo a 98 kilos. Tiene problemas de salud como diabetes, hipertensión y problemas articulares, principalmente de la rodilla. En su hogar, hay conflicto con su hijo menor puesto que no estudia ni trabaja, lo que le causa problemas. En su dibujo pone botones en la ropa, denotando dependencia; los ojos están cerrados, simbolizando cómo ella se niega a ver una realidad que le provoca tristeza y depresión; la boca está remarcada, revelando problemas con su alimentación, caprichos con los alimentos; las manos enguantadas señalan agresión reprimida; el cuello corto y grueso expresa impulsividad y dificultad para controlar el consumo de la comida (Imagen 8).


 Imagen 8. Dibujo de Lila: cabeza pequeña, ojos cerrados, énfasis en la boca; hombros anchos; manos enguantadas; botones en la ropa. Nomás murió mi esposo y todo se me vino abajo. Me hace mucha falta, yo sola con los muchachos no puedo, sobretodo el más chico, ya no sé qué hacer con él. Eso me trae muy nerviosa, le doy vueltas y vueltas y no sé qué hacer con él, por eso me jubilé, para estar más al pendiente de él, y bueno mi salud estoy muy mal, me duelen mucho las rodillas, las articulaciones. Yo siempre fui gordita pero nunca como ahora. Cuando trabajaba siempre había comida, claro, chatarra, qué rica, y mi marido era muy antojado, pues imagínese. Todavía lo extraño mucho, lloro y voy al panteón a hablar con él para que me ayude a saber qué hacer. Se me hace muy difícil [estar] yo sola, así me siento, no me gusta salir a ningún lado, no me gusta que me vean así como estoy.

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En este caso volvemos a encontrar el patrón de la pérdida del cónyuge, la cual desencadena un sentimiento de incapacidad para lidiar efectivamente con los hijos. La participante señala haberse jubilado para poder dedicar más tiempo a su hijo menor, fuente especialmente poderosa de ansiedad y preocupación para ella. Asimismo, señala que en su antiguo trabajo siempre tuvo comida chatarra a su alcance para satisfacer sus antojos, y que su esposo era también ávido de consumir este tipo de comida. Lecaros-Bravo et al. (2015) sostienen que la dinámica familiar es un aspecto muy importante tanto en la instalación como en la prevención de la obesidad. Asimismo, la participante refiere sentirse sola y angustiada, indicando un proceso de duelo aún no elaborado del todo. Ríos et al. (2008) señalan que algunas de las tendencias asociadas con la obesidad mórbida son la depresión (principalmente en el género femenino), así como también manifestaciones ansiosas, un auto concepto negativo y menor interacción social. Además de esto, se ha encontrado que los procesos de duelo no elaborados adecuadamente pueden desencadenar trastornos alimenticios y enfermedades psicosomáticas, posibilitando así el surgimiento del cuadro de obesidad mórbida (Herrera-Herrera et al., 2011).


 Imagen 9. Imágenes de 1 a 8 en comparación por tamaño original.

Discusión y Conclusiones Estos son algunos de los elementos más sobresalientes que quedaron plasmados a través de los dibujos de algunas de las participantes. Pudieron identificarse dos elementos comunes a todas las participantes: sentimientos de tristeza o depresión, y comportamientos que concuerdan con el trastorno por atracón. Asimismo, otros elementos encontrados fueron problemáticas relacionadas con las dinámicas interpersonales, baja autoestima, autoimagen negativa y

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sentimientos de incapacidad para alcanzar logros y metas. Además de esto, muchas de las participantes cargan con un historial de fracasos en su intento por reducir su peso, situación que provoca sentimientos de culpa. En muchas de ellas se expresa un sentimiento de inseguridad y desconfianza en sí mismas, así como también incertidumbre acerca del futuro. El principal motivo por el que las participantes buscaron ayuda en el grupo, fue la presencia de enfermedades crónicas asociadas con una obesidad padecida por años, las cuales se presentaron como una amenaza a su vida, la cual depende de aspectos comportamentales y actitudinales, en donde cada caso implica un cierto estilo de vida particular que debe ser abordado desde su contexto específico (Reilly et al., 2003). De acuerdo con los resultados encontrados, podemos señalar que en todas las participantes existen alteraciones en las áreas de cognición y afecto, de lo cual se deriva una autoestima baja y la imagen corporal negativa. Esto se relaciona con lo plasmado por Korbman (2014), quien apunta que la obesidad en el género femenino se ve afectada debido a los cánones de una belleza delgada que impone la sociedad actual. La obesidad obliga a quienes la padecen a confrontar los estereotipos y preconcepciones que la sociedad posee hacia esta enfermedad, provocando, como se ha mencionado anteriormente, que estos sujetos sean objeto de discriminación y burla, debido a no poseer un cuerpo acorde al ideal asociado con lo bello y lo exitoso. Esto pone a las personas obesas en un estado de decepción constante por su incapacidad de entrar en ése ideal de belleza, generando a menudo culpa y resentimiento hacia sí mismos, situación que a su vez dificulta la toma de responsabilidad hacia este problema de salud, cuyo control recae únicamente sobre la propia persona (Bernal-Velázquez, 2009). Es importante resaltar que a través de la resignificación de creencias y la liberación de emociones, aspectos que se consideraron en este grupo, se trató de romper con el círculo vicioso entre atracón, culpa y sentimiento de ineficacia, aliviando ésa sensación de descontrol asociada al acto de comer. Este espacio les proporcionó un lugar dónde expresar sus pensamientos, sentimientos, descubrir sus actitudes, temores y deseos no expresados, lo cual fue descrito en sus discursos. Sin embargo, en este trabajo se resalta lo no expresado con palabras, pero que está plasmado en sus dibujos a través de la consigna: Esta soy yo el día de hoy. Esta dinámica también sirvió para conocer sentimientos acerca de sí mismas, de su imagen corporal, y de sus inconformidades. Estos sentimientos e ideas son el resultado de la interacción entre las experiencias individuales de cada sujeto con los valores sostenidos y perpetuados por la sociedad a través de los diversos imaginarios. Los dibujos que estas participantes realizaron acerca de sí mismas, son reflejo de cómo ellas mismas perciben su propia imagen corporal como producto de esta interacción entre la realidad imaginaria, en la que los ideales de belleza, éxito y poder están asociados con una figura esbelta, así como también la imagen del cuerpo obeso como carente de control y voluntad, se contraponen a la realidad corporal del sujeto obeso, provocando así desasosiego y decepción dirigida hacia sí mismas.

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Para estas personas, la obesidad les ha servido como una especie de oportunidad para encerrarse en sí mismas y de abandonar relaciones familiares insatisfactorias, exigentes o frustrantes, dándole a la comida un valor importante como elemento compensatorio. Al respecto, Minuchin (1997) expresa que existe una alta incidencia de inmadurez y conflictos en las relaciones interpersonales e intrafamiliares de las personas con obesidad, y que estas personas tienden a emplear patrones de comunicación pobres, lo que impide expresar eficazmente sus emociones e ideas a otros. Es debido a estas relaciones deficientes en el ámbito familiar y social, que viene a instalarse una relación afectiva compensatoria con la comida. Por otra parte, se observó que en muchos casos se presentan duelos no elaborados, es decir, la falta de toma de conciencia de la realidad como lo que es, a diferencia de lo que nos gustaría que fuera y que nos hace engordar; en otras palabras, se manifiesta un aspecto psicológico en presencia de un problema emocional, generando angustia, tristeza o ansiedad, además de una tendencia a comer más como medida compensatoria, visualizando el valor simbólico de la comida (Ogden, 2005). La comida no es solamente un acto de consumo, sino que está asociado a pautas sociales de comportamiento que dictan qué se debe comer, con quién, y en qué momentos (Sánchez-Martínez, 2006). En el caso de la sociedad mexicana, la comida está estrechamente ligada con todo tipo de situaciones, tales como nacimientos, bautizos, bodas, festividades religiosas y celebraciones fúnebres, mostrando asimismo que el consumo de alimentos más allá de la necesidad fisiológica, es algo que está enraizado fuertemente en el imaginario del mexicano. Con respecto al problema de la obesidad, Gracia (2010) resalta la importancia de enseñar hábitos de vida saludables, ya que las personas pueden adquirir conocimiento adecuado sobre el aspecto nutricional; pero no se puede dejar de lado los aspectos psicológicos y sociales, por lo que resulta importante tener un punto de vista más comprensivo considerando ambos aspectos (Medina et al., 2014). Para concluir es importante mencionar que una mayor comprensión del problema de la obesidad, es verla desde una concepción holística e integradora de la salud ya que de esta manera se podrá tener un mayor conocimiento, pues de acuerdo a los resultados, esta se nos muestra de muchas diferentes caras, por lo que es importante abordarla desde un enfoque multidisciplinario.

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Recibido: 4.7.2016 Aceptado: 5.8.2016

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La evolución de la percepción social de los trastornos de la conducta alimentaria, y de la imagen, de los trabajadores/as sociales y su influencia en la práctica profesional The eating and image disorders social perception's evolution of social workers and its influence on professional practice

Juan José Labora González Universidade de Santiago de Compostela
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Resumen Este trabajo expone, como fruto de una investigación de carácter cualitativo y dentro del marco de la teoría sistémica, cómo la percepción de los trastornos de la alimentación y de la imagen, de los/as profesionales del Trabajo Social está determinada por el imaginario del llamado modelo médico. Por lo cual esos trastornos son percibidos desde un punto de vista empirista y reduccionista, adoleciendo de un bajo nivel de complejidad. Tal percepción, por otro lado, estaría cargada de nociones de carácter moral (culpa, voluntad…). Asimismo, se expone la influencia de esa percepción sobre la práctica profesional, la cual puede ser gravemente sesgada. Se compara a los estudiantes con profesionales en activo que muestran una percepción con un mayor nivel de complejidad de estos trastornos. Palabras clave: percepción; imaginarios sociales; complejidad; teoría sistémica; trastornos alimentarios.

Abstract Using a qualitative methodology within a framework of systems theory this paper presents an investigation on the perception of eating and image disorders among Social Work in the USC and social workers in active. The research discloses a predominant biomedical model on student´s perception of those disorders. Therefore, students perceive these conditions with a reductionist perceptive, suffering a lack of complexity somehow loaded with moral social bias. This paper compares these students´ perceptions with a group of social workers. Our research shows how actual professional social workers present a more complex view of those diseases, fixing somehow that simplistic view of students. Key Words: perception; social imaginaries; complexity; systemic theory; eating disorders. .


imagonautas. Revista Interdisciplinaria sobre Imaginarios Sociales. ISSN 0719-0166

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Por obra de nuestros imaginarios ya sedimentados estamos demasiado inclinados
 a percibir la enfermedad como un fenómeno exclusivamente biológico e individual
 y a omitir la manera en que las desigualdades sociales, las estructuras de poder
 y los modelos culturales afectan y determinan la salud.
 Ángel Martínez Hernáez

Introducción Como afirma Lisón Tolosana (1981: 189) si nos preguntamos: ¿qué es la enfermedad?, la respuesta parece obvia pero no lo es. Ni siquiera en el interior de nuestra propia cultura". Para, a continuación, explicar que la enfermedad es una construcción social. Esta consideración de la enfermedad como realidad social se vuelve más llamativa en el caso de la enfermedad mental. Algunas culturas incluyeron a los enfermos mentales en los imaginarios sociales del chamanismo, o de la iluminación. Mientras que la cultura occidental tendió, y tiende, a la estigmatización y exclusión de las personas con trastornos mentales, sean del tipo que sean. Foucault (2006, 2007a) dedicó una de sus más conocidas obras al análisis de la genealogía de la categoría de locura en la sociedad occidental moderna, aunque él mismo la corrige un poco más adelante en un curso impartido en el Collège de France el curso 1973-74 (Foucault, 2005). En ella distingue tres grandes épocas en la historia de la enfermedad mental: el Renacimiento, la época clásica y la modernidad. Durante el Renacimiento la locura estaría ligada a la experiencia del otro mundo, y por tanto, permanece ligada a lo sagrado. En la época clásica se inicia la separación de las esferas de la razón y la sinrazón. La locura se vincula a la pobreza, a personas con comportamientos sexuales distintos, y evoluciona de estar ligada a lo sagrado a estar ligada a la moral. Es el momento de los grandes centros de internamiento como lugares que fomentan el control social sobre lo distinto, lo otro. Surge entonces lo que Foucault (2005) denomina poder disciplinario, que se caracteriza por una aplicación del tipo de poder que el ejército venía utilizando desde el siglo XVII. Durante la modernidad predomina el proyecto diagnóstico ligada a un proceso de objetivación del cuerpo mediante el uso de la llamada mirada médica (Foucault, 2007b). Se acaba generando el poder psiquiátrico que "es el complemento del poder en virtud del cual lo real se impuso a la locura en nombre de una verdad poseída de una vez por todas por ese poder con el nombre de una ciencia médica, psiquiatría" (Foucault, 2005: 137). Por otra parte, los trastornos de alimentación tendrían sus antecedentes más remotos en la antigüedad clásica. Así en Grecia ya encontramos relatos de la realización de ayunos de tipo ritual. El propio término bulimia procede etimológicamente del griego (boul/limos), significando hambre de buey. Se pueden localizar relatos de prácticas bulímicas por parte de los soldados griegos (Jenofonte, 2001) y críticas a los persas por el hecho de haber perdido la costumbre de abstenerse de comer y beber durante las marchas militares (Jenofonte, 1987). E Hipócrates (2007) diferencia el hambre normal del hambre excesiva o boulimos.

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Trastorno

Antigüedad

Edad Media

S. XVII-XIX

S. XIX

S. XX-XXI

ANOREXIA

Ayuno ritual

Anoréxicas santas

Secularización

Casos clínicos

Anorexia nerviosa

BULIMIA

Prácticas bulímicas

El vómito como penitencia

Kynorexia y Bulimia emética

Casos clínicos

Bulimia nerviosa

Figura 1. Evolución histórica de los trastornos de la conducta alimentaria, adaptado de Calado y Lameiras (2014).

En la literatura científica, se examina el fenómeno de las anoréxicas santas durante la Edad Media (Bell, 1985; Calado y Lameiras, 2014; Hinojosa, 2009). Se pueden encontrar relatos de esa época sobre mujeres que practicaban el ayuno (o que sólo se alimentaban de la hostia consagrada). Y que buscaban alcanzar la purificación mediante la práctica de la penitencia. Aunque para alguna autora "los comportamientos anoréxicos de estas mujeres tenían como finalidad redimir su indignidad e inferioridad, pero al mismo tiempo liberarlas de su habitual estado de sumisión respecto al hombre" (Calado y Lameiras, 2014: 35). En cuanto a los trastornos de la imagen corporal nos encontramos con el complejo de Tersites, en referencia a este personaje que se definía como el más feo de los griegos de Troya. Aunque se sugiere que podría derivar del denominado complejo de Quasimodo en referencia al personaje de Víctor Hugo, y que originaría síntomas como: ansiedad, hostilidad, aislamiento social. El DSM-IV vincula este tipo de trastornos a trastornos de tipo delirante que deben de implicar un cierto deterioro en el funcionamiento psicosocial de las personas. El CIE-10 los clasifica como trastornos de tipo hipocondríaco, reconociendo un subtipo de trastorno delirante persistente. Aunque de nuevo encontramos autoridades que señalan que: "la aparición en escena de los trastornos alimentarios aportó un grupo considerable de pacientes de los que se dice que están padeciendo "trastorno dismórfico corporal" (de hecho algunos consideran que este es el síntoma central) (Berrios, 2013: 353). De nuevo los difusos límites entre los trastornos de alimentación y los de la imagen corporal hacen aparición. En cualquier caso, Berrios (2013: 353) considera que el punto de interacción entre ambos tipos de trastornos se encontraría en la categoría de las "actitudes patológicas hacia si mismo". Ahora bien, si hablamos de percepción Pintos (1995: 11) señala que "los imaginarios sociales tienen una función primaria que se podría definir como la elaboración y distribución generalizada de instrumentos de percepción de la realidad social construida como realmente existente". Así pues, los imaginarios se convierten en los marcos de referencia que originan, informan y delimitan las percepciones que se tienen en la sociedad de este tipo de trastornos, de ahí su importancia. En el caso de los trastornos de alimentación algún autor ha defendido que su percepción bascula entre "una visión puramente médica-endocrina –más o menos ligada a la genética-, en

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un extremo, y una concepción culturalista, impregnada de una psicología dinámica que prescinde de todo factor biológico, en el otro" (Hinojosa, 2009: 67). Para mencionar a continuación una postura de tipo ecléctico. Torres (2012), recoge una clasificación de los modelos de los trastornos mentales de Tyrer y Steinberg (1987), para identificar cuatro tipos de imaginarios en relación a la enfermedad mental: 1) La enfermedad mental como enfermedad objeto de estudio y tratamiento por parte de la psiquiatría, convertida en objeto de estudio positivo por la ciencia médica. Este imaginario se conoce con el nombre de modelo médico, asignado por Cockerham (1996). Partiría de la definición de enfermedad establecida en su momento por Hipócrates, y transmitido, a través de su influencia a toda la corriente de pensamiento occidental. Este imaginario asimilaría la enfermedad mental a cualquier otra enfermedad. Ahora bien, este modelo adolecería de dos debilidades: Primera, que el modelo se centra casi exclusivamente en el control de los trastornos y no en su cura definitiva. E ignora los factores ambientales externos. Segunda, este modelo no fue capaz de explicar la causa de los trastornos mentales (Cockerham, 1996). Este sociólogo señala como actualmente este modelo se convirtió en predominante dentro de la psiquiatría a pesar de sus limitaciones, algo con lo que coincide Pérez (2014).
 2) La enfermedad mental como objeto de estudio de la psicología, con ayuda de su batería de pruebas y test.
 3) La imagen de la enfermedad mental construida a partir de su situación social, o la sociedad como creadora de la propia enfermedad.
 4) El psicoanálisis como teoría explicativa a través del complejo de Edipo. En el triunfo actual del imaginario médico, pueden estar influyendo tres tendencias que señaló Fukuyama (según González y Pérez, 2014: 1). El deseo de la gente de medicalizar su conducta, ya que así reduce su responsabilidad sobre sus actos, 2. La presión de los grupos sociales (profesores, médicos, compañías farmacéuticas…) debido a intereses económicos y 3. El intento de medicalizarlo todo. Intentando producir explicaciones médicas que lo alcancen todo. Los imaginarios sociales nos ayudarían, y posibilitarían, el manejo de los contextos de alta complejidad en los que nos movemos en las sociedades posmodernas. A través de la selección simplificamos la sociedad, y perfilamos su realidad y percepción. Pero, los imaginarios sociales no son coherentes, sino que son contradictorios, sencillamente funcionan (Torres, 2012). El mundo posmoderno se caracteriza por la caída de las grandes cosmovisiones articuladas en forma de sistemas teóricos cerrados en sí mismos. La nueva situación reclama análisis de carácter complejo (Morin, 2007), en los que se puedan explicitar las grandes paradojas o contradicciones de la nueva racionalidad local y de carácter restringido. Luhmann (1998: 9) dice: "Una teoría sociológica que pretenda consolidar las relaciones propias de su campo, no

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solo tiene que ser compleja, sino mucho más compleja comparada con lo que intentaron los clásicos". Por otra parte, la propia percepción de estas enfermedades pueden sufrir ciertos cambios o evolución a lo largo de los años de formación de los futuros profesionales que van a trabajar con las personas con este tipo de diagnósticos, pudiendo influir en la posterior intervención que se realice con ellas. Es necesario, pues, tener una idea correcta de la percepción social de las enfermedades mentales que se transmite a estos profesionales. Ya que, yendo un poco más allá, determinadas ideas preconcebidas, opiniones, prejuicios o falta de complejidad puede introducir sesgos o distorsiones en las intervenciones que se lleven a cabo. Así lo demuestran fenómenos estudiados por parte de los terapeutas como las profecías que se autocumplen, que pueden beneficiar o perjudicar a la persona con la que se interviene, o los llamados efecto Pigmalión o efecto Barnum (González y Pérez, 2014; Sirigatti et al, 2011). A lo explicado se puede añadir la importante polémica que ha generado la reciente publicación por parte de la American Psychiatric Association de su último manual diagnóstico (DSM-V). El cual se puede decir que nace herido de muerte, dado que dos de las más prestigiosas instituciones relacionadas con las enfermedades mentales y la investigación sobre estos asuntos (National Institute of Mental Health –NIMH– e International Critical Psychiatry Network – ICPN–), lo desautorizaron. El NIMH abandonó su uso debido a su "falta de validez y señalando además que los pacientes se merecen algo mejor" (Pérez, 2014: 38). Y la ICPN solicitó su abolición.

Metodología Los grupos de discusión Se llevaron a cabo dos grupos de discusión con alumnado de primero del grado de trabajo social de la Universidad de Santiago de Compostela (uno el año escolar 2013-14 y otro el 2014-15). Se realizó otro grupo con el alumnado de tercero, de esa misma universidad, ya que en ese curso existe una asignatura llamada Trabajo social en el ámbito de la salud mental. En el caso de estos grupos se aplicó un muestreo de tipo no probabilístico por cuotas para la elección de los/las participantes (Ruíz, 2012). La distribución de la muestra se hizo en función de los criterios de: sexo, edad, tamaño del hábitat y el hecho de tener, o no, algún familiar o persona cercana con este tipo de diagnósticos1. Se hizo un cuarto grupo con profesionales del trabajo social que acabaron la carrera hace años2, para indagar las posibles influencias de la práctica en la percepción de este tipo de

1

En el caso del alumnado de tercero del grado se suma el hecho de haber elegido, o no, la mencionada asignatura. 2

Una persona acabó la carrera hace tres años, otra hace catorce y el resto hace más de veinte años.

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enfermedades y viceversa. En este caso se aplicó un muestreo de tipo no probabilístico, de tipo intencional o dirigido para seleccionar a los miembros del grupo (Ruíz, 2012). Los criterios de distribución de la muestra fueron: la experiencia profesional, o carencia de ella -en Servicios Sociales o campos afines-, el hecho de tener formación específica en campos relacionados con los trastornos objeto de estudio, o haber trabajado con personas con este tipo de diagnósticos, y, de nuevo, el tener o no un familiar (o persona con una relación muy cercana) con estos diagnósticos y los años que hace que obtuvieron la titulación. Para la realización de los grupos de discusión se ha utilizado una guía temática articulada sobre cinco grandes áreas de exploración en relación a los trastornos de la conducta alimentaria y las personas diagnosticadas de ellos: 1. Definición, características y síntomas, 2. Relaciones familiares (posible existencia de conflictos, dinámica relacional, etc.), 3. Percepción de las posibles diferencias según sexo, orientación sexual y/o edad, 4. Sociedad y medios de comunicación (posible papel de los medios, aspectos laborales, estigma, patrones de belleza, etc.), 5. Intervención profesional (roles del profesional, tipos de intervención, etc.). Durante la realización de los grupos se iban formulando preguntas de tipo abierto, y lo más generales posibles, para despertar la participación de los/las participantes, permitiendo la evolución posterior del discurso de los mismos a partir de ese momento. El análisis de las transcripciones de los grupos se llevó a cabo a través de la técnica del análisis de contenido desde un punto de vista sintáctico, semántico y pragmático. Y se llevó a cabo la categorización utilizando los criterios propuestos por Bardin (1996): presencia, frecuencia, frecuencia ponderada, intensidad, dirección, orden y contingencia.

Abordaje teórico Se hizo uso de la teoría sistémica, y en concreto de su vertiente constructivista. Este paradigma se caracterizó desde sus inicios por poner el foco sobre las relaciones humanas como objeto de intervención, que llegan a configurar y co-crear a las personas. Lo que imponen una mirada sobre la enfermedad mental y, en concreto, los trastornos de alimentación y la imagen, como constructos de carácter histórico social, lo que, a su vez, difumina los límites entre las definiciones de las enfermedades y la propia percepción social de las mismas (González y Pérez, 2014). Surgiendo una causalidad circular en la cual el sistema científico determina una definición, que, a su vez, se ve reformulada por la percepción social y los imaginarios que la informan. Todo esto enfocado desde el punto de vista de los imaginarios sociales como estructuras que configuran una semántica que explica la enfermedad mental, o cuando menos, nos permiten asignarle significados diversos y compartidos por la sociedad, y que determinan e informan, la percepción social de los trastornos.

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Tales análisis se enriquecieron con las teorías de autores que se consideran pertinentes, como Michel Foucault o Erving Goffman, o las aportaciones hechas desde la antropología y la sociología. Tendientes a formar una red teórica, lo suficientemente trabada y compleja, como para que permita un análisis desde un punto de vista integrador de un fenómeno complejo como es el de este tipo de trastornos y la percepción que de ellos tenemos y genera la sociedad.

Aspectos éticos Antes de la realización de los grupos se llevó a cabo una reunión con cada uno de los cursos para llevar a cabo una presentación de la investigación, dando la información a los posibles participantes sobre la misma. Se realizó la recogida de los datos de las personas interesadas en participar y antes de la realización de los grupos se les pasó un consentimiento de participación, que debieron firmar, en el que se les informaba del motivo de investigación, Departamento de realización, para qué se iban a utilizar los resultados de la misma y el compromiso por parte del investigador de someterse a la legislación vigente en materia de protección de datos y a la ética de la investigación.

Análisis de resultados El significado de la enfermedad: del modelo médico a la complejidad comprensiva El alumnado de primero muestra una percepción de los trastornos objeto de estudio de carácter empirista, reduccionista y con falta de complejidad. Percepción que incluye nociones como la culpa, la capacidad de control de las personas y los complejos personales de fondo; con significados ligados a la invisibilización, aislamiento y exclusión. La mencionada percepción se podría considerar pues influida por el imaginario del modelo médico. Una de las participantes comenta: "Una enfermedad nos toca lo físico" (Participante 4)3, mientras que se usa el término trastorno para referirse al componente psicológico que pueda tener una posible enfermedad. "Para mí una persona que tiene un trastorno alimentario no tiene una enfermedad. Una persona que tiene una enfermedad necesita un tratamiento médico" (P3), hasta el punto que se llega a diferenciar lo que es una enfermedad de lo que no lo es, debido a que las enfermedades se tratan con pastillas. Así toda enfermedad mental tratada con psicoterapia dejaría de serlo utilizando este tipo de criterios de definición. Aparece, eso sí, un cierto asomo de lo que se considera el estigma de la enfermedad, pero tematizado de una manera muy rudimentaria y falta de forma profesional. Así, exponen cómo el uso de los términos enfermedad mental y trastorno pueden sonar despectivos para la persona a

Las citas de lo dicho por las personas participantes en los grupos se insertan literalmente respetando posibles errores, para facilitar la lectura aquellas intervenciones en gallego se han traducido aquí al castellano. Con el ánimo de respetar su anonimato se identificarán a cada persona con el número de participante asignado (Pn). 3

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la que se le dirigen, exponiendo como ejemplos situaciones de la vida personal de las personas participantes, pero sin exponer las consecuencias que esto arrastra. En este sentido, sólo se puede vislumbrar un cierto asomo de conciencia del estigma cuando se menciona que estas personas se sienten rechazadas por la sociedad. Destacar el uso de expresiones como "personas que padecen de nervios" (P1). Concepción típica de determinado imaginario social, predominante incluso hoy en día en el ámbito rural gallego. Aunque cabe preguntarse qué tipo de influencia se puede producir sobre la intervención si un profesional que va a intervenir con una persona con un trastorno de alimentación o de la imagen, se dispone a hacerlo con este imaginario de fondo, informando y manteniendo una percepción de la situación por la que está pasando la persona usuaria con la que va a intervenir. La simplificación en la percepción de este tipo de enfermedades llama la atención a la hora de hablar de los síntomas de estas enfermedades. Sólo se menciona el "no comer" (P5) como síntoma que muestran las personas con estas enfermedades. Esto conduce a la consideración de estas enfermedades a partir de las categorías de "adicción" (P2) y "obsesión" (P5). Por otra parte, la propia enfermedad formó parte durante mucho tiempo del imaginario social de las personas en situación de pobreza, y de la percepción social que de ellas se tenía (Geremek, 1991; Gondar, 1999). Algo que parece validar algunas investigaciones (Muñoz et al., 2003). A su vez, ambas situaciones se caracterizan por un estigma social que produce exclusión y aislamiento. Aunque en este caso las personas de este grupo cargan sobre las personas con trastornos de alimentación o de la imagen la responsabilidad, caracterizándolas como personas que se ponen a la defensiva y que se ponen un escudo. A esto se puede añadir el hecho de que en ambos casos (en los trastornos de alimentación, de la imagen y en las personas con determinadas adicciones), se puede observar un cambio físico que permite su identificación por parte de las personas que las rodean como afectados por una de las situaciones que se acaban de mencionar. Esos cambios físicos (pérdida de peso, ojeras, aspecto demacrado, etc.) que se producen en algunos casos, facilitarían el que se pudiese discriminar más fácilmente a estas personas, ya que permitiría una identificación que no producen o provocan otras enfermedades (Goffman, 2012), aumentando su visibilización o visibilidad. En este sentido, el alumnado de primero introduce una noción sorprendente si vamos a hablar de los trastornos de alimentación o de la imagen, como es la noción de culpa. La culpa es un concepto religioso que está relacionado con la noción de causa. Quién tiene la culpa de algo provocó u originó algo. Así, pues, deducir que se está asignando la causa de la enfermedad a estas personas (a través de una noción con connotaciones morales), debido a su capacidad de control sobre la situación que no son capaces de poner en marcha.

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En el caso del grupo del alumnado de tercero sigue presente la noción de enfermedad ligada al imaginario del modelo médico. Por ejemplo, se comenta "Enfermedad es algo como más… de parte biológica" (P5). Y también asignan connotaciones negativas a los conceptos de trastorno y síndrome. Aunque, en este caso, el nivel de complejidad va en aumento. Así, otro participante dice: "el trastorno de la imagen corporal se refiere al significado que le das a tu cuerpo" (P4), a partir de aquí perciben como causas de estas enfermedades una idea de la delgadez, ligada al éxito social a través de la labor llevada a cabo por los medios de comunicación de masas. Aunque, de nuevo, la explicación de la labor de los medios de comunicación se simplifica al máximo al argumentar que los medios de comunicación influyen debido a que tienen que vender los productos de belleza, ligados a los cuerpos perfectos. Sin explicar, en todo caso, qué tipo de procesos están en la base de tales tipos de influencias, es decir, los medios de comunicación como agentes de socialización, o en palabras de Luhmann (2000), como creadores de realidad. También en este caso hace aparición la obsesión y la culpa como significados ligados a este tipo de enfermedades. Y, en este caso, incluso podemos encontrar mencionada explícitamente la falta de control de las personas que padecen estas enfermedades, llegando a decir que tienen estas enfermedades porque "comen de más y quieren vomitar" (P2). El uso del verbo querer deja bien a las claras la determinación de las responsabilidades de las conductas. Los alumnos/as de tercero introducen la carga personal de las personas con este tipo de trastornos mencionando los sentimientos de incomprensión que sufren. El hecho de pensar que hacen algo malo. El hecho de no sentirse integrados, y de que todo eso provoca que no se gusten. Lo que, al fin y al cabo, acaba generando sufrimiento en las personas con este tipo de enfermedades y en sus familiares. Es en este momento cuando se introduce una idea muy destacable: el cuerpo como signo de aceptación social. En una sociedad dominada por la imagen, que a su vez, está enmarcada en una concepción del cuerpo humano dominado por patrones de belleza imposibles, estereotipos sexistas y patrones inalcanzables de perfección, "la belleza se busca que sea algo inaccesible, se busca la exclusividad" (P5). Por todo eso, caracterizan a este tipo de enfermedades como prevalentes en las capas de nivel sociocultural superior, ya que, según las personas participantes las familias de clase media o baja le darían importancia a otras cosas, estando dedicadas a la cobertura de otro tipo de necesidades más acuciantes. Este tipo de argumentos que caracterizan la alimentación como marca de nivel social y como método de alcanzar diferenciación social y cierta exclusividad, ya fue defendida por Veblen (2002). Herrera (2010) avanza un paso más y le asigna a la alimentación la categoría de hecho social total. Para ello define el hecho de comer, ya no por el hecho de tener lo suficiente para alimentarnos, sino por la necesidad de basarnos en las características dietéticas de lo que comemos. Según ella se produciría en la modernidad un "deslizamiento del significado de lo

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que es una dieta, que pasa de su acepción tradicional como régimen […] a connotar 'horror', 'sufrimiento', y 'tortura' para quien, cuando comen, lo que comen son proteínas […] en aras de conseguir una 'alimentación saludable'" (Herrera, 2010: 300), consumiendo ya no platos sino abstracciones. En este sentido los miembros del grupo argumentan que las dietas tienen un lugar de importancia en el origen de los trastornos de alimentación ya que se corre el riesgo de empezar una dieta, y debido a la falta de control al querer adelgazar rápidamente, se puede acabar teniendo alguna de estas enfermedades. Por otra parte, es muy importante la idea apuntada por P4 que señala la necesidad de introducir la individualización en la percepción de la situación diciendo "quizás también depende de las personas concreta de la que estemos hablando. Las hay más autónomas, con una personalidad más fuerte. Quizás otras más débiles". Esto estaría en la línea de la teoría expuesta por algunos autores en el sentido de considerar todos los diagnósticos psiquiátricos como diagnósticos de síndromes, es decir, de listas de síntomas, que se encarnan en una situación y en una persona concreta (González y Pérez, 2014). Esto permitiría hablar, ya no de enfermedades sino de enfermos. Es decir, nos permitiría observar a cada persona con las peculiaridades e idiosincrasias que le produce su enfermedad, que sería diferente en cada caso. Todo esto nos posibilitaría un acercamiento a las áreas o capacidades de las personas que no están afectadas por la enfermedad o que simplemente, aunque estén afectadas no están anuladas por el trastorno. Lo que nos da acceso a una persona con sus limitaciones y capacidades más allá de la enfermedad (que tiende a inundarlo todo y ocultar lo que esté enmascarado por ella). Aunque P3 contesta "que si ya tienen un trastorno de alimentación, una personalidad fuerte o muy fuerte no tienen". Pero es en el grupo de profesionales donde se alcanza un mayor nivel de complejidad al hablar de los significados de estas enfermedades. En este caso, surge la noción de enfermedad mental como etiqueta o construcción que puede etiquetar y estigmatizar. Se señala que "el discurso crea realidades" (P3). Se introduce, pues, una idea constructivista de la enfermedad mental. Así "los trastornos mentales lejos de ser las supuestas entidades naturales de base biológica que buena parte de la clínica actual […] pretende hacer creer, serían entidades construidas de carácter histórico-social, más sujetas a los vaivenes de la vida que a los desequilibrios de la neuroquímica […] más del orden de los problemas de la vida que de la biología y de la persona que del cerebro" (P3). En este sentido las profesionales introducen una distinción que iría en la línea de la cita anterior, cuando distinguen los malestares de la vida, de los trastornos. Unas participantes argumentan: Una cosa son trastornos y otra cosa son malestares. A lo largo de la vida tenemos momentos de malestares. Yo, por ejemplo, acabo de pasar una situación de mi vida que se manifiesta físicamente con sofocones. Yo no me siento una trastornada, pero sí sé que tengo malestares. (P1) La cuestión es cómo lo asumes. (P2)

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Para acabar por matizar, por parte de P4 que "trastorno es aquello que no te permite avanzar en una vida normalizada". Incidir en que, en este caso, frente al resto de los grupos se utiliza el adjetivo normalizada, y no la palabra normal. El término normal suele asimilarse a la normalidad o media estadística, lo que tiende a estigmatizar a todas las personas que no se identifican con las posiciones medias de las distribuciones estadísticas. Todo esto permite la interpretación de determinadas conductas, como las conductas de engaño de estas personas, como "juegos" que utilizan a la hora de "construir estos mundos diferentes que dificultan el que puedan integrarse" (P1). Hacen su aparición, pues, nociones que tienden a no culpabilizar las personas con enfermedad mental, y en concreto con trastornos de alimentación o de la imagen. La realidad no es lo que vemos, sino lo que pensamos que es, es cómo la vivenciamos. Ante una misma situación una persona puede desarrollar un trastorno y otra no. Ya que, como decía P2 en la cita anterior, todo depende de cómo se asuman las situaciones por parte de las distintas personas. Estos planteamientos crean un marco que permite la introducción y el uso de modelos y técnicas profesionales que trabajen desde la capacidad de resistencia y de resiliencia 4, de las personas. Se trata de un cambio de foco desde el déficit y el problema, a la capacidad y la habilidad y, en definitiva, a la posibilidad de cambio. Algo que debe de iniciarse desde la propia percepción del profesional. Siguiendo con la argumentación se introduce la noción de factores, o indicadores de riesgo. Así pues, desaparece la tentación de buscar una única causa, simple, e inconexa, que acabe generando la aparición del trastorno. P3 dice que "El problema es cuando los factores se encadenan y se convierten en desencadenantes". Los modelos explicativos de los trastornos objeto de esta investigación tienden a proponer modelos multifactoriales basados en la interacción de factores de riesgo de tipo: fisiológico, biológico, evolutivo, psicológico y socioculturale (Calado y Lameiras, 2014; Sadock y Sadock, 2009). Se considera interesante señalar la aparición en el grupo de profesionales de la noción del miedo ligado a este tipo de enfermedades. P2 atribuye una noción mucho más naturalista y desestigmatizada de la enfermedad mental al hábitat rural, en la que la cercanía permite la convivencia y la integración de las personas con enfermedades mentales. La argumentación se basaría en que la cercanía permite el conocimiento del otro y evita que surja el miedo hacia esa persona. Algo muy importante ya que "mientras no estén, creo, integrados o normalizados en la comunidad, no se acabará con el tema del estigma, por mucho que trabajes con la persona o la familia" (P2). Se pueden distinguir dos campos semánticos organizados dicotómicamente en los

La resiliencia puede definirse como los “factores observados en personas que les permiten afrontar, resistir y superar la adversidad con más recursos y mejores resultados que la mayoría de las personas”(Fernández et al., 2012: 448). 4

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que se organizan los significados asociados a los trastornos de alimentación y de imagen desde estos dos ejes interpretativos. Tenemos, pues, la cercanía, que implicaría una mayor complejidad y una mayor posibilidad de comprensión de las personas. Por otro lado, la lejanía podría derivar en cierta falta de complejidad que genere falta de conocimiento de estas personas, y que acaben generando incomprensión y, en último extremo miedo (en este caso, signo y símbolo del estigma asociado a estas enfermedades). En relación a determinados prejuicios que suelen ir asociados a determinados diagnósticos, en el caso de los trastornos de alimentación y la imagen, hace tiempo que una investigadora (Bruch, 2013) señaló el peligro de asignar determinados prejuicios asociados de significados como: anorexia-adelgazamiento-hiperactividad o polifagia-obesidad-pasividad. Ya que como escriben unas investigadoras comentando esta idea "se podría llegar a estigmatizar al/a la paciente asumiendo que posee determinados rasgos de personalidad que teóricamente no se modificarían; al contrario de lo que ocurriría cuando se tiene una visión de la sintomatología 'modificable' en función de la evolución de la enfermedad y no exclusivamente de la forma de ser del/de la paciente" (Calado y Lameiras, 2014: 60). Este tipo de posicionamientos o percepciones prejuiciosas pueden llegar a funcionar como dicen las autoras como profecías que se autocumplen. Lo que, es claro que suele ejercer una nefasta influencia en la intervención con las personas usuarias con las que se interviene.

De la culpa al estigma En los grupos de discusión realizados con el alumnado, como ya se comentó, hace aparición la noción de culpa. Sin embargo, en el caso del grupo de profesionales la culpa no aparece, y gran parte del discurso se articula alrededor de la noción de estigma. El estigma en cuanto significado, y maneras de evitarlo y prevenirlo. El estigma puede considerarse un atributo que desacredita a quién lo posee. El estigma es poseído por personas alrededor de las cuales "construimos una teoría del estigma, una ideología para explicar su inferioridad y dar cuenta del peligro que representa esa persona, racionalizando a veces una animosidad que se basa en otras diferencias" (Goffman, 2012: 17). En el caso del alumnado de primero se menciona la discriminación que pueden sufrir las personas, y del sufrimiento que esto puede comportar. Pero, esto se explica por el nivel de complejidad que justifica y explica ese proceso. Así, por ejemplo, en los tres grupos de estudiantes se menciona la posible discriminación que pueden sufrir las personas con trastornos de alimentación en el acceso al empleo. Pero en ambos casos se defiende el argumento aduciendo como única causa de discriminación el que las secuelas físicas que pueden causar estas enfermedades limitarían el acceso a empleos que sean de cara al público. Ahora bien, las profesionales hablan de menos oportunidades y de discriminación en el acceso al empleo debido a los posibles efectos producidos por los prejuicios de los empresarios/as.

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Las profesionales hablan de: carga, etiqueta, estigma, que marcan y delimitan una realidad que dificulta el acceso a determinados campos, o áreas de la sociedad. Una "carga que tiene que llevar el enfermo" (P1) y que está "implícita" (P2). Pero una carga con la que se puede trabajar buscando cómo prevenirla, o limitar sus efectos. Siendo conscientes, eso sí, como señala una de las profesionales que participan en el grupo que "yo misma formo parte de ese proceso que estigmatiza como profesional" (P3). Para quien la estigmatización sería un engranaje complicado al que para llegar hay que excavar en las profundidades, pero que sí es posible. Hay que ir con más cuidado. Hay que cuidar más el lenguaje, Se puede comunicar las cosas de muchas maneras. Se puede transmitir a los medios de comunicación de otra manera. Se puede también trabajar con las familias de muchas maneras, porque aquí vemos a las personas con el trastorno, pero ¿qué hay detrás de todo eso?¿Qué recorrido hay detrás de esas personas?¿por qué en estos momentos se encuentra en esta situación?

Este planteamiento permite relativizar la posición de la enfermedad dentro de la vida de una persona. La enfermedad, o el trastorno, pasan a ser una característica más de esta persona, al igual que puede llevar gafas o tener ojos negros. La enfermedad deja de invadirlo todo hasta llegar a inundarlo con sus significados, para dejar abierta una grieta por la que entre un poco de luz y aire fresco, que permita considerar a la persona como válida y competente en alguna de las áreas de su vida. En caso contrario, podemos tener una visión de una persona con psicosis que "parece el típico 'loco' que va asesinando. Y vas a trabajar y dices, uy déjame separarme que no quiero estar al lado de esta persona" (P2). El estigma es un proceso complejo en el cual todos participamos y mediante el cual la sociedad genera una serie de etiquetas que se proyectan sobre los imaginarios que determinan nuestras percepciones. Y que, a posteriori, influyen en las conductas y los comportamientos que llevamos a cabo en nuestro día a día. Una de las participantes del grupo de profesionales introduce una idea a tener en cuenta al señalar que los estigmas suelen estar asociados a conductas, características o situaciones que suelen considerarse típicas de las personas de bajo nivel socioeconómico. Lo cierto, es que las personas sin hogar y las personas con enfermedad mental vienen siendo dos de los sectores poblacionales caracterizados por un estigma más fuerte y duradero a lo largo de la historia. De hecho, en algunos momentos de la historia ambas situaciones sociales se consideraban unidas, tanto en su consideración de problemas, como en las soluciones a aplicar. Intentos de solución que se concretizaban en el encierro, algo que se mantuvo, con sus altos y bajos, hasta la época de la desinstitucionalización promovida por la antipsiquiatría en los años setenta del siglo XX. Ambos sectores de población comparten algunas características de su estigma como es la invisibilización, aislamiento, percepción de peligrosidad por parte de la población, exclusión social, discriminación, menos oportunidades, etc.

Los medios de comunicación de masas: la realidad y la imagen Si en algo coinciden los participantes en los grupos de discusión que se llevaron a cabo es en la consideración de la función, e influencia de los medios de comunicación de masas en los

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trastornos da alimentación y la imagen, y en su percepción social. Ahora bien, los matices y precisiones realizadas por los participantes son importantes, e introducen diferencias en los acercamientos realizados al asunto. Los alumnos/as inciden en la influencia de los medios y cómo estos están movidos por intereses económicos. En el caso de los estudiantes de primero, el argumento es que los medios de comunicación ejercen una presión sobre los miembros de la sociedad debido al intento de imposición de un canon de belleza, que de no ajustarse a lo que uno es, puede derivar en discriminación, o en que la sociedad no nos acepte. O que mediante un proceso de comparación con los demás nos lleve a una bajada de autoestima, con lo que eso puede producir en las personas. En el caso de los estudiantes de tercero, se habla ya de ideal de belleza. Importante por la connotación que introduce el término ideal como marca de algo alejado de la realidad. Se cita a los medios como causa de este tipo de enfermedades por la manera en que venden los productos de belleza. Una participante comenta que los medios de comunicación vienen asumiendo el papel socializador que en otras épocas asumía el arte. Esta persona argumenta que en su momento en China existía la costumbre de vendar los pies de las muchachas para reducir su tamaño y que se ajustasen así al prototipo de belleza de la época. A lo que otra participante añade una nueva dimensión al decir que la dinámica cambió estando antes ligada al aspecto físico y actualmente ligada a la comida. P3, exponiendo un conocido argumento antropológico, comenta que los patrones de belleza cambiaron porque en un momento de dificultad económica se buscaba una mujer entrada en carnes porque eso significaba que estaba "bien mantenida, que tenía dinero. Hoy en día como todo el mundo tiene acceso a la comida, se van buscando otro tipo de patrones de belleza". Pero, en este grupo hace aparición una importante muestra de complejidad, ya que no solo mantienen que los medios influyen en la sociedad sino que, a su vez, defienden que la sociedad influye en los medios de comunicación. En concreto, este grupo menciona el tipo de dibujos animados que ven las niñas, y que influirían sobre ese concepto ideal de cuerpo que se transmite. Una reciente investigación, dada a conocer en abril de 2014 y elaborada por la Universidad de Granada (Alonso y Pertiñez, 2014), basándose en el análisis de 163 dibujos animados, y un total de 621 personajes concluye que el prototipo de imágenes de personajes se correspondería con el de personajes femeninos excesivamente delgados, y excesivamente preocupados por su imagen. Transmitiéndose estereotipos de género como el hecho de que las mujeres suelen ser delgadas, menos en el caso de algunas mujeres mayores que tienen sobrepeso, algo que no ocurre en el caso de los hombres. Los profesionales destacan el "papel perverso" (P2) de los medios de comunicación que visibilizan continuamente el prototipo de belleza. Tendríamos, pues, un mensaje que, hablando de la televisión, "llega a todos los lados […] Dice siempre lo mismo. Y entonces está marcando" (P4). El problema sería, pues, la saturación del mensaje y los prototipos que crea, ya

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que, en este caso se deja claro que el patrón de belleza dejó de ser real. Vivimos sumidos en la "búsqueda de la perfección" (P4), promovida por los medios. A lo que se suman las posibilidades de inmediatez y saturación que permiten, y posibilitan, las nuevas tecnologías de la información. El problema no está tanto en el patrón de belleza, que según los participantes siempre existió. Como en que el estereotipo de la modernidad se fijó en una perfección imposible de alcanzar y que viene santificada por un culto al cuerpo que excede el saludable autocuidado para convertirse en un "objetivo que ha invadido tu vida" (P3). Este planteamiento sería compatible con el papel de construcción de la realidad que asigna a los medios de comunicación Luhmann cuando dice que los medios de comunicación "se ven obligados a construir la realidad y, a decir verdad, a construir una realidad distinta frente a la propia realidad" (Luhmann, 2000: 7). La función de los medios de comunicación de masas es decirle a la sociedad hacia dónde hay que mirar, construyendo un presente que permita seleccionar un pasado y generar expectativas futuras, lo que genera un sentido común de amplia aceptación social, lo que en una sociedad compleja y policontextural asegura la estabilidad del sistema (Torres, 2008). En el grupo de profesionales una participante expone que cree que los medios "están transmitiendo una posibilidad de triunfo y éxito en un paquetito de regalo con una imagen muy determinada. Y si te alejas de esa imagen no puedes obtener, y ser tan aceptada" (P1). Se liga, pues, la imagen al éxito social, lo cual puede alcanzarse de manera sencilla y sin gran esfuerzo. En relación a la imagen, se considera importante destacar que en análisis por campos semánticos, en todos los grupos se puede destacar el formado por la familia de prototipo, estereotipo, o canon de belleza. Asimismo, en el caso de los grupos de primero se pudo comprobar la existencia de una serie de términos relacionados con el sentido de la vista 5(mirar, entrar antes por los ojos, mirar a los ojos, mirar polos ojos, cuatro ojos…), este tipo de análisis se pueden vincular de nuevo a los procesos de estigmatización a través de la mirada (invisibilización), de los que se habló con anterioridad.

La información Los estudiantes de primero apuntan que creen que existe suficiente información sobre este tipo de enfermedades. Esto contrasta con los resultados de una investigación sobre las necesidades de información de la juventud en Galicia (CFXDV, 2005). Esta investigación ponía de relieve el hecho de que algo más del 27% de los jóvenes, reconocían tener baja o nula información sobre la anorexia y la bulimia. Los propios entrevistados (83%) reclaman más información sobre estas enfermedades. Por otra parte, estas enfermedades se sitúan como el quinto problema, según el nivel de importancia, en relación a los problemas de salud de la juventud. Se cita, además, la

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Algunos autores han destacado la preeminencia de la vista sobre el resto de los sentidos todo a lo largo de la civilización occidental, incluso asignándole una función de carácter negativo en la actualidad (Duch y Mèlich, 2005).

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mala alimentación como un problema de salud de los que más preocupan a este sector de población. El alumnado de tercero expone que creen que no existe suficiente información. Se tienen en cuenta que muchas veces el problema no es la propia falta de información sino el hecho de que no sea fácil de encontrar, que sea comprensible y que llegue a tiempo. Asimismo, tienen en cuenta que muchas veces la información se tiene pero no influye en el proceso que conduce a la enfermedad. Consideran que la televisión es el medio más influyente, justificando esa influencia por el hecho de utilizar como instrumento la imagen. Aunque según los participantes en esta investigación los medios de comunicación tienen como fin último alcanzar grandes audiencias, y no informar. Se señala el peligro que supone hoy en día internet, sobre todo cuando se busca información sobre asuntos relacionados con la imagen y con los trastornos de la conducta alimentaria. Por su parte los profesionales señalan que "Vivimos en la sociedad de la imagen y el cuidado del cuerpo" (P4). Ahora bien, el quid de la cuestión sería para las participantes "si la imagen se ha convertido en el fin de todo" (P3). Se vende pues una imagen irreal e inalcanzable que provoca una presión en las personas para acercarse y adecuarse a ese ideal imposible, persiguiendo promesas de éxito y triunfo. Se reclama que "tenemos que ser realistas […] porque podemos pedir a las personas, o a las familias, realidades difíciles de resistir o de construir" (P1). Destacar que todos los grupos señalaron la televisión como el medio más influyente en la sociedad. A pesar de que los participantes reconocen la influencia de internet, siguen creyendo que la televisión coincide más con las condiciones sociales que reclaman una imagen ajustada a los prototipos existentes y permite una mayor saturación de los mensajes y una mayor cercanía e inmediatez. Las investigaciones vendrían a validar el hecho de que los medios que ejercen una mayor influencia en los jóvenes son la televisión y las revistas. En concreto, los jóvenes de entre 14 y 19 años ven la televisión un punto y medio por encima de la media (92,4%). Situándose los jóvenes de esta misma franja de edad como el sector de población con un mayor porcentaje de personas que leen revistas (72,2%) (Calado y Lameiras, 2014).

La influencia de la percepción en la práctica profesional Esta influencia se muestra claramente si tenemos en cuenta, por ejemplo, la postura de parte del alumnado de primero. El hecho de aferrarse a un modelo médico que perfila una percepción de la enfermedad mental como otro tipo cualquiera de enfermedad, permitiría que el trabajador social no pudiese intervenir con estas personas. Ya que son profesionales del área social y no son médicos. Esto puede producir que la función de este profesional sea derivar el caso a un médico/psiquiatra/psicólogo. Se produce, pues, una amputación del campo de trabajo de los Servicios Sociales cuya área de influencia, parece quedar definida por el campo de trabajo que no es ejercido por un médico/psiquiatra/psicólogo. En el mencionado grupo, dos participantes

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coinciden en decir que las personas con trastornos de la imagen o de alimentación no presentan demandas en Servicios Sociales diciendo: "Yo sigo sin ver que vayan al trabajador social. Yo es la primera vez que escucho esto" (P2). A partir de aquí, la única opción posible es la de derivar a un especialista (médico/psiquiatra/psicólogo). Todo esto provoca que se diga que "puedo ayudarla con su entorno, su familia…Pero no con su enfermedad" (P6). Así, la percepción que se tenga de la enfermedad puede dañar o sesgar terriblemente la posible intervención que se pueda, o se deba llevar a cabo, con las personas de referencia. Pudiendo llegar a hacerla imposible, al colocar a las personas con este tipo de enfermedades más allá de los límites profesionales de los trabajadores/as sociales. En el caso de los estudiantes de tercero, la intervención que presentan está en correlación con una percepción de la enfermedad mucho más compleja y ajustada. En este caso se presenta el entorno como el principal foco de acción del trabajador o trabajadora social. Consideran necesario aumentar la información y la formación del entorno para reducir los sentimientos de incomprensión que pueden provocar estas enfermedades. Creen necesaria la prevención y reforzar la autoestima. Todo eso basado en la empatía y el principio de no juzgar a la persona usuaria. Los profesionales consideran que los casos llegarían a Servicios Sociales caracterizados por una situación de desborde personal y familiar, y por el conflicto familiar. Se debería, pues, llevar a cabo labores de orientación, asesoramiento, apoyo psicológico y mediación. Se establece una situación definida por la sensación de fracaso de los familiares de estas personas, el descontento permanente, los problemas convivenciales, los síntomas físicos y la desestructuración en diversas áreas. No se debe subestimar la influencia de la falta de complejidad en la intervención, ya que como escriben Calado y Lameiras (2014: 63): Parece que la necesidad de clasificar y poner nombre a todo puede acabar por hacer que se fomente un pensamiento dicotómico, en el que se tiene un trastorno de la conducta alimentaria cuando se tiene Anorexia nerviosa o Bulimia nerviosa. Este afán de simplificar puede generar mayor desconcierto a las personas que padecen un Trastorno de la conducta alimentaria y que no se ajustan a estos diagnósticos menos frecuentes, pero socialmente son más difundidos. Y es que entre los propios profesionales los esfuerzos comprensivos pueden propiciar un pensamiento dicotómico y reduccionista que las/los propias/os pacientes aplican para sí mismas/os con respecto a su imagen corporal, la comida o a su vida en general. Una visión tremendamente simplista y reduccionista de la realidad que tanto daño les hace.

En el grupo de tercero aparece la noción de control, siendo utilizada en dos sentidos. Los participantes hablan del control que los familiares suelen intentar ejercer sobre las personas con este tipo de enfermedades. Y, por otro lado, la necesidad de que los profesionales ejerzan labores de control, sobre todo en la primera fase de la intervención debido a que las personas que tienen estas enfermedades son, según los participantes, muy mentirosas y habría que vigilarlas. Se considera que es evidente que si un profesional se enfrenta a la intervención con

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estos parámetros en su mente, esto va a influenciar su práctica profesional de manera negativa. El concepto de control ya fue introducido y tematizado por Foucault (1988; 2007b). Frente a estas prácticas implementadas desde el poder, desde el propio trabajo social se elaboraron modelos de intervención que promueven el protagonismo de la persona usuaria, en los que se asume la idea de la persona usuaria como experta en su propia vida (Healy, 2001). De ahí la necesidad de no inhibir las iniciativas del usuario/a, sino respetar sus objetivos de trabajo, a riesgo de que si no se hace así generaremos más dependencia en el mismo, a lo que se une la consideración del usuario/a como un agente activo en su propio proceso de cambio (Richmond, 1996).

La influencia de la práctica profesional sobre la percepción Si partimos de la aportación de P2 señalando la influencia del contacto y la cercanía sobre el estigma de las personas con enfermedades mentales. Ya en ese momento se decía que el contacto con las personas de un sector poblacional concreto (personas con trastornos de alimentación, personas con diversidad funcional, personas con adicciones, transeúntes, etc.), puede provocar que vayan desapareciendo determinados prejuicios, y que se vayan perfilando las percepciones que tenemos de determinados asuntos. Así, la influencia sería no tanto de la intervención profesional -que también-, sino del contacto tú a tú con personas con una determinada característica. El hecho de que es el contacto directo con las personas lo que perfila la percepción, puede explicarse ya que en los grupos de alumnos/as (ninguno con experiencia profesional en intervención social), las personas que se seleccionaron por el hecho de tener familiares o personas muy cercanas con trastornos de alimentación, se observa que muestran unas características en el discurso que no muestran el resto de los participantes. En concreto, muestran una mayor sensibilidad, y un interés, incluso explícito en algún caso, en que no se juzgue a las personas con un diagnóstico como de los que nos venimos ocupando. Además, explican y argumentan desde un mayor nivel de complejidad, lo que se considera que facilita la empatía y la identificación con el otro (en este caso otro significativo, por cercano). Ahora bien, la propia intervención profesional modela la percepción de los trastornos a través de una serie de impactos que ejercen su influencia sobre las emociones y las vivencias del profesional (Guy, 1995). Se percibe, en el caso de los profesionales, una corrección de la percepción en el sentido de incluir elementos positivos de las personas al considerar la enfermedad o el trastorno como una característica más del individuo. Lo que puede evitar, como se dijo, sobredimensionar los aspectos negativos o deficitarios de las personas; corrigiendo, al mismo tiempo, planteamientos que fomentan la percepción del otro como totalmente alejado y recluido en un universo de sentido diferente al que ocupa uno. Estableciéndose una ruptura entre yo y el otro lo que facilita la falta de comprensión hacia el otro, que se convierte en un caso para medir, pesar o

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diseccionar, aplicándose lo que puede considerarse un proceso de deshumanización que facilita el manejo del caso, pero dificulta la comprensión de la persona. Ya que, a partir de ahí, la persona se convierte en alguien a "encauzar o corregir, a quien hay que clasificar, normalizar, excluir, etcétera" (Foucault, 1988: 196).

Percibir y juzgar En el grupo de estudiantes de primero, al hilo de la conversación una persona define la percepción como "una impresión que te llevas de una persona", mientras que define el juicio como "cuando empiezas a decir o pensar algo que no ves" (P6). Se pone de manifiesto la falta de complejidad de estas definiciones. La definición de la percepción vendría a responder a la teoría del conocimiento del realismo más ingenuo en el que el ser humano percibe sin ningún tipo de interferencia ni elaboración una realidad que está más allá del sujeto. Hoy en día, tanto la psicología como la sociología pusieron de manifiesto la concepción de la percepción como un proceso en el que se construye la realidad mediante la aportación de uno mismo y la intermediación de los otros. La sociología del conocimiento destacó los procesos de construcción social de la realidad en la que nos movemos (Berger y Luckmann, 1984). Proceso en el cual los imaginarios, y las percepciones que generan, se constituyen como herramientas fundamentales para la construcción y justificación de la complejidad social en la cual nos movemos en la actualidad, y de la que no está de más que seamos conscientes.

Conclusiones En relación al nivel de complejidad de la percepción de los trastornos de la conducta alimentaria, y de la imagen, por parte del estudiantado objeto de estudio, se puede concluir que la percepción de estos trastornos muestra un gran nivel de simplificación. Destaca la asignación de la causa de la existencia de este tipo de trastornos a la presión social, pero sin incidir en un modelo explicativo multifactorial articulado a partir de indicadores de riesgo, de carácter genético, social y ligados al entorno (Calado y Lameiras, 2014; Sadock y Sadock, 2009). Así como percepciones como la de que estas personas tienen una personalidad que "no es fuerte o muy fuerte" (P3). Asimismo, destaca la creencia de que existe suficiente información sobre estos trastornos cuando los propios alumnos/as en los grupos muestran una cierta falta de información acertada y suficiente. Algo que, por otro lado, viene siendo negado por parte de algunas investigaciones que se citaron en este trabajo. Sorprende, en este sentido, la falta de una noción de estigma, realmente elaborada en los grupos de estudiantes (esta solo aparece en el grupo de discusión de los profesionales). Se considera que esta noción es de suma importancia para la comprensión del significado de los trastornos de alimentación, y de la imagen (o cualquier otra enfermedad mental). Además, de introducir importantes precisiones a la hora de iniciar la práctica profesional con estas personas,

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permitiendo un mayor nivel de empatía y comprensión de las mismas; y, permitiendo la corrección de determinados sesgos. Por otra parte, los significados asignados a este tipo de trastornos incluyen categorías como el aislamiento, la exclusión, el sufrimiento, tener sentimientos de incomprensión, o no sentirse integrados, el creer que hacen algo malo, la enfermedad como adicción y obsesión6 . Todo ello enmarcado en un imaginario de la enfermedad mental de carácter médico, que puede amputar gravemente el tipo de intervención a realizar dada la falta de conciencia de algún problema o situación susceptible de intervención por parte de los trabajadores/as sociales. Además de ser de signo negativo y que deberían ser complementados con la parte positiva (capacidades, habilidades, y demás aspectos no afectados o no totalmente ausentes). Destacar el manejo de la noción de culpa en la atribución de significados a este tipo de enfermedades, algo que abunda en la idea de la falta de complejidad en la percepción de este tipo de trastornos. A la noción de culpa (de raíz religiosa), se unirían categorías como las de culto al cuerpo. Podría ser interesante sumergirse en la comprensión de este tipo de nociones e investigar si sigue existiendo algún componente religioso que pueda servir de substrato a la percepción de la enfermedad mental (como ocurrió ya en el pasado). En cuanto a la influencia de la práctica profesional en la percepción de la enfermedad se puede decir que se basa en el contacto personal con las propias personas diagnosticadas que provoca una ampliación del nivel de comprensión y un aumento del nivel de complejidad de las percepciones de estos trastornos. Todo esto acaba por producir la conciencia de la necesidad de cuidar elementos como el lenguaje, los términos, y los instrumentos profesionales utilizados, ya que son herramientas que conforman y crean la realidad. Situando como fin último el intento de salir del proceso de estigmatización en el que nos vemos incluidos como miembros de la sociedad, y, en este caso concreto, como profesionales que, de no tener cuidado, podemos convertirnos en piezas del engranaje que produce y reproduce la estigmatización de las personas con enfermedades mentales. En cuanto a la percepción del profesional del trabajo social se puede destacar un proceso evolutivo en el que se van perfilando las funciones de estos profesionales, configurando así su rol profesional. A la par que van apareciendo la conciencia de la necesidad de cumplir algunos requisitos como la necesidad de formación y de adquisición de información constante, asumiendo que hay que llevar a cabo un trabajo personal para facilitar las intervenciones y evitar las resonancias de experiencias personales que pueden molestar a la hora de realizar el trabajo.

En el caso de los profesionales se suman a estos el miedo, el estigma, la carga que supone la enfermedad… así como la conciencia del propio profesional de formar parte del proceso de estigmatización de la persona con este tipo de enfermedades. Surge, pues, la existencia de un problema que trabajar, prevenir, y, a ser posible, eliminar. 6

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Destacar el hecho de que se pudo detectar en los estudiantes con familiares o personas muy cercanas con trastornos de alimentación, una diferencia en la percepción de este tipo de enfermedades mostrando una mayor capacidad de empatía hacia estas personas y una mayor comprensión de la situación de las mismas; huyendo del juicio fácil, y mostrando un mayor nivel de complejidad en la percepción de estos trastornos. Si en algo coinciden todos los grupos es en la influencia de los medios de comunicación sobre la percepción de los trastornos de alimentación y de la imagen. Se destacan en este caso, los intereses económicos que marcan y dirigen las informaciones y planteamientos presentados por los medios. Se habla, en varios lugares, y por parte de varios participantes, de presión, de machaque, miedo al rechazo, necesidad de encajar, de influencia. Pero se echa en falta una argumentación y explicación científica de cómo se lleva a cabo este tipo de procesos por parte de los medios. El conocer este tipo de teorías proporciona un marco explicativo que puede ayudar a diseñar campañas, y a entender los procesos psicosociales que se desatan en las personas y que pueden acabar –coadyuvados por otros factores-, por precipitar la aparición de alguno de estos trastornos. Se puede señalar que pasamos desde la explicación del alumnado de primero que dice que "Para mí una persona que tiene un trastorno alimentario no tiene una enfermedad. Una persona que tiene una enfermedad necesita un tratamiento médico" (P3). A las posturas definidas en el grupo de alumnos de tercero que evoluciona desde el cuerpo como signo de aceptación, a la comprensión de las diferentes presentaciones de las enfermedades en función de las diferencias individuales de cada persona. Y, por fin, se llega al grupo de profesionales que gira en torno a la clave de bóveda del estigma, a partir de una postura constructivista resumida por una de las participantes en la frase al final el discurso crea realidades [por lo tanto] Hay que ir con más cuidado. Hay que cuidar más el lenguaje. Se pueden comunicar las cosas de muchas maneras. Se pueden transmitir a los medios de comunicación de otras maneras. Se puede también trabajar con las familias de muchas maneras, porque aquí vemos a las personas con el trastorno, pero ¿qué hay detrás de todo eso?¿Qué recorrido hay detrás de esas personas?¿Por qué en estos momentos se encuentran en esta situación? (P3).

A partir de lo dicho, se muestra claramente que la percepción de los trastornos examinados en esta investigación tendrán una influencia directa sobre la práctica profesional. Ya que la propia práctica variaría en función del concepto y significado de enfermedad que se maneje por parte del profesional de referencia. Es más, en el caso de los alumnos/as de primero, dada la percepción del trastorno manejada, y que subyace al discurso, puede acabar provocando que se entienda como única función del profesional la derivación a los servicios de salud de referencia, o en el mejor de los casos, a atención psicológica.

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Alfabetización en salud mental, estigma e imaginarios sociales Mental Health Literacy, Stigma and Social Imaginaries

Manuel Torres Cubeiro IES Campo de San Alberto / GCEIS
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Resumen Una asunción no cuestionada relaciona el aumento de la cultura adquirida con la disminución de los prejuicios. Si aceptamos este presupuesto al aumentarse la alfabetización en temas de salud, disminuiría el estigma asociado a la dolencia mental. Pero, esta intuición del sentido común, ¿es acertada? El objetivo de este artículo es describir el concepto de alfabetización en salud mental [ASM] acuñado por Jorm en 1997 y ver su relación con los imaginarios sociales. Vemos como la investigación muestra qué, con diferencias por grupos, las tasas de ASM son tan bajas entre los docentes y el personal médico como en la población en general. Además, tras la realización de campañas de alfabetización, aunque en algunos ítems aumenta, el estigma asociado a las dolencias mentales severas permanece estable. Se mantiene el deseo de distancia social frente a los diagnosticados con una dolencia mental severa tanto en la población en general como entre los profesionales de la educación y la sanidad. Constatamos que en España no se han realizado ningún estudio sobre la ASM. Por lo tanto, si la prevalencia de la enfermedad mental es constante y las mediciones del estigma asociado a ella se mantienen entre profesionales de la salud y de la educación, sería conveniente investigar más la relación entre alfabetización y estigma y los factores sociales que parecen explicar ese mantenimiento contradiciendo la intuición. Sería beneficioso incorporar el concepto de ASM en los estudios periódicos que sobre percepción de la salud se realizan en España, especialmente en los realizados por el INE como en otros países. Palabras clave: alfabetización; salud mental; estigma; medicina; educación; sociología de las dolencias mentales; imaginarios sociales.

Abstract A common intuition based on a socially build common sense states that if literacy improves the consequence would be an automatic decrease of discrimination and stigma, thanks to the increase of knowledge among people. But, it this common sense intuition right? This article explores what the scientific scholarship has discovered about this. In 1997 Jorm coined the concept of Mental Health Literacy (MHL) and the research that came later shows that MHL is low among medical and educational staff. Even more, investigation on public stigma by Pescosolino and her group, shows that after MHL public campaigns stigma stays mainly stable. Given that around a 25% of the population would suffer a mental disorder, we conclude that the complexity of mental disorder; educators and medical personal should take scientific discoveries about the social complexity implicated in MHL campaigns seriously. We propose in consequence that the concept of MHL must be included in research periodically in public opinion state pools. Key Words: literacy; mental health; stigma; medicine; education; medical sociology of mental illnesses; social imaginaries.


imagonautas. Revista Interdisciplinaria sobre Imaginarios Sociales. ISSN 0719-0166

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El sentido común es la cosa mejor repartida del mundo
 pues todo el mundo cree poseerlo en cantidad suficiente.
 Rene Descartes

Introducción La ciencia, como el mismo Descartes argumenta, no surge del sentido común sino de su cuestionamiento. Es la sociedad en el proceso de socialización la que construye este sentido común o intuición, incluyendo en él, imágenes o proyecciones de la propia sociedad a través de imaginarios sociales (Pintos, 1995). La labor de la sociología como ciencia no es repetir o confirmar lo que nuestro sentido común afirma sobre las comunidades humanas, sino más bien comprender los procesos por el que esta intuición crea y reproduce descripciones de la sociedad. Un ejemplo de esta asunción del sentido común es la de que al aumentar la educación disminuye la incultura y se reduce el analfabetismo. Por lo tanto, se asume que cuanta más alfabetización más descenderán la discriminación social y el estigma. Es decir, la sociedad ha instalado en nuestra intuición la asunción de que la desaparición del analfabetismo traerá consigo la erradicación de la discriminación y del estigma de aquellos percibidos como diferentes. Pero, ¿es esto cierto? Si una campaña de alfabetización aumenta la capacidad de leer de una población dada: ¿disminuye el estigma asociado a los inmigrantes?, o una campaña de educación en salud mental, ¿haría disminuir o desaparecer el estigma asociado a los que viven con un diagnóstico de una dolencia mental severa, como la esquizofrenia, la enfermedad bipolar o la depresión clínica? Para contestar está pregunta revisamos la investigación en sociología médica de las dolencias mentales. Comenzamos con unos datos de la incidencia de las dolencias mentales. Después nos centramos en el concepto de alfabetización en salud mental [ASM] acuñado por Jorm (1997). Haremos a continuación una revisión de los resultados en la literatura científica sobre cómo afectan las campañas de salud mental al estigma asociado a las dolencias mentales. Introducimos luego el concepto de imaginarios sociales para concluir con una petición.

Discrepancias de sentido común: epidemiología de las dolencias mentales, primeras consultas psiquiatras y gasto público en psiquiatría. La Organización Mundial de la Salud [OMS] señala que un 25% de la población está en riesgo de padecer una enfermedad mental (Sturgeon, 2006: 37). Un 25% de las familias tienen un miembro con una persona con una dolencia mental (Jorm, 2012). Al mismo tiempo, los trastornos mentales suponen un 17% de la discapacidad a nivel mundial según esta misma fuente (OMS, citada por Alonso et al., 2013). Un informe de 2010 sobre “enfermedades del cerebro” eleva a un 33% el riesgo en Europa de padecer estas dolencias (Olesen et al. 2012: 160). En España (Parés-Badell et al., 2014) el impacto económico de los trastornos relacionados

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con el cerebro ronda el 8% del PIB suponiendo un gasto de unos 1700 euros per capita anuales y unos 2500 anuales para cada persona afectada (Olesen et al., 2012: 160). Según la OECE en países desarrollados el impacto de costes directos e indirectos asociados a las dolencias mentales es superior al 4% del PIB (OECD, 2014). Con esta cifras de prevalencia resulta significativo constatar que sólo una minoría de los afectados por dolencias mentales severas buscan ayuda el primer año de la aparición de los síntomas (Jorm, 2012: 1-2). Los estudios indican que se tarda una media 15 años en reconocer y/u obtener un diagnóstico para las enfermedades mentales (Jorm, 2012: 1-2; Torres, 2009). Lo cual conlleva un retraso en la búsqueda de tratamientos o terapias (Jorm, 2012: 2), aumentando riesgos y costes. Dado que el desarrollo de las dolencias mentales es mayoritariamente en la primera juventud y la adolescencia, pero tienden a convertirse en condiciones crónicas, la incidencia y coste se multiplican (Alonso, et al., 2013). En España, según datos del Banco Mundial (2016), el gasto en general en salud (privada y pública) era del 9.6% del PIB en 2010, bajando hasta el 8.9% en 2013. La media de la Unión Europa ronda el 10% del PIB en las mismas fechas (Banco Mundial, 2016). Del montante total del gasto sanitario en Europa, el 10% se destina a programas de salud mental, bajando en España hasta un 5% del gasto sanitario (MEC, 2014: 10-19). Como vemos existe un contraste entre los datos epidemiológicos, y, como indica Jorm (2012), el gasto en salud mental. Pues éste gasto no se corresponde con el impacto de estas dolencias en la población. La discrepancia entre el impacto de las dolencias mentales y el gasto del Estado en las dolencias mentales severas es grande. Mientras que la prevalencia es del 25 % población con unos gastos de las familias con una dolencias mentales severas del 4% PIB, el estado invierte sólo entre un 5% y un 10% del gasto total sanitario. Todo esto lleva a Jorm a acuñar el concepto de ASM (Jorm et al., 1997).

El concepto de alfabetización en salud mental: Anthony F. Jorm. En salud pública, tras el higienismo y la beneficencia del siglo XIX, aparece en los años setenta del siglo XX (Simonds, 1974) el concepto de alfabetización en salud. Se había constatado entonces la relación entre la alfabetización en lecto-escritura y la salud en general (Nutbeam y Kickbusch, 2000). Así los datos indicaban que el 50% de la población de EE.UU. presenta dificultades graves para tomar decisiones en temas de salud (Sorensen et al., 2012: 2). En este contexto (Tones, 2002: 287), la OMS recoge este vínculo entre alfabetización lecto-escritora y salud definiendo la alfabetización en salud como: "las habilidades sociales y cognitivas que determinan el nivel de motivación y la capacidad de una persona para acceder, entender y utilizar la información de forma que le permita promover y mantener una buena salud" (citado en Fallon y Luna, 2012: 92).

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La OMS señala la alfabetización lectora como uno de los determinantes sociales de la salud (Kutcher et al., 2016: 154). Asimismo, para la Comisión Europea la alfabetización en salud es: “la habilidad de leer, filtrar y comprender información sobre salud para ser capaz de formarse opiniones juiciosas” (Sorensen et al., 2012: 2). En los años noventa el concepto se generaliza y se aplica entonces a las dolencias mentales. Jorm define ASM bajo varias dimensiones: los conocimientos y las creencias sobre desórdenes mentales que ayudan a su reconocimiento, manejo y prevención. La ASM incluye: la habilidad para reconocer desórdenes específicos; el conocimiento sobre cómo buscar información en salud mental; el conocimiento de los riesgos y las causas, y de los posibles tratamientos tantos profesionales como de auto ayuda; y las actitudes que promueven el reconocimiento de búsquedas adecuadas de apoyo. (Jorm et al., 1997: 3 –traducción propia)

Jorm presenta en este artículo una encuesta realizada en Australia, la primera de una larga serie sobre ASM. Para esta encuesta, usa descripciones breves o viñetas basadas en el Manual Estadístico de Diagnóstico Psiquiátrico de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM V) y su equivalente de la OMS (CIE-10). Las viñetas describen los síntomas de personas con un diagnóstico: Depresión y Esquizofrenia1. Tras leerlas el encuestado responde a unas cuestiones para evaluar su ASM. Extrae dos conclusiones de su investigación. La mayoría de los encuestados reconocen la presencia de algún tipo de dolencia mental pero pocos asignan la etiqueta diagnóstica correcta. Entre la medicaciones los encuestados prefieren las vitaminas a los psicofármacos, encontrando a éstos generalizadamente más dañinos que beneficiosos (Jorm et al., 1997: 186 y 182). Por lo tanto, la visión del público en general no coincide con la de los especialistas ni con la evidencia clínica contrastada. Una segunda conclusión es que “el nivel de alfabetización en salud mental debe aumentarse” (Jorm el at., 1997: 182). El objetivo sería mejorar la salud mental de la población. El mismo autor publica en 2000 un artículo donde perfila su definición e introduce el estigma asociado a las dolencias mentales (Jorm, 2000: 398) como contexto de la escasa ASM de la población. Las conclusiones son similares al artículo anterior, pero ahora subraya la necesidad de diseñar campañas de alfabetización (Jorm, 2000: 400)2. Jorm apunta la relación con el estigma en otra publicación posterior: Aunque se ha detectado una mejora en las escalas que miden la alfabetización en salud mental, esta mejora no va asociada con una reducción de la percepción de peligrosidad o imprevisibilidad percibida en las personas con un diagnóstico de dolencia mental, ni se ha reducido el deseo de distancia social respecto de la dolencia mental. (Reavley y Jorm, 2014: 68 –traducción propia)

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Posteriormente los amplia en otras encuestas con cuatro diagnósticos psiquiátricos más: depresión con ideación suicida, esquizofrenia temprana, trastorno de stress postraumático y fobia social. Véase al amplia bibliografía de este autor: Jorm, 2015a, 2015b; Dey et al., 2016; Reavley et al., 2016; Yoshioka et al., 2015. 2

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En una publicación reciente Jorm (2015a) describe cómo desde 1995 ha habido en Australia sucesivas campañas en las que se ha buscado incrementar la alfabetización del público en general en temas de salud mental. Alude a una campaña centrada en la depresión, Beyond Blue, (Jorm, 2015a: 1167), y otra centrada en mejorar las actitudes de la población en general para ayudar en casos de dolencia mental Mental Health First Aid (Jorm 2015a: 1167). Apunta la escasa eficacia de las campañas no diseñadas sin un previo estudio de la población y de aquellas no pensadas para atajar dimensiones específicas (no generalistas) de la ASM (Jorm, 2015a: 1160). Indica además la importancia de ese trabajo de diseño para no incrementa, como veremos, el estigma asociado a las dolencias mentales severas. En 2000 Jorm generaliza el uso del concepto de ASM en las encuestas en Australia; y se comienza a generalizar el uso del concepto: EE.UU., Reino Unido y Canadá (Whitley et al., 2013). Simultáneamente se emprenden campañas de información inspiradas en el concepto de ASM en Australia (Mental Health Australia, Sane), Nueva Zelanda (Like Minds, Like Me), Estados Unidos (National Institute of Mental Health; Open Minds), Canadá (Face Mental Illness, Transforming Lives; Kids mental health), Reino Unido (See Me, Rethink, Shift; Time to Change), Alemania (Irrsinning Menschlich; Basta) o Francia (Et si votre voisin voit). En España, sin una previa investigación sobre el grado de ASM de la población se inician también campañas de información, tanto estatales (Zeroestigma; Todos somos parte del tratamiento; Toda una vida para mejorar) como autonómicas: Castilla y León (Mentalízate), Madrid (Chamberlin; Participa y comprende), Andalucía (1decada4; No decidas por la cara), Cataluña (Las etiquetas son para la ropa; Obertament), Extremadura (Refresca tu mirada), Euskadi (Libera tu mente) y Canarias (Los restos se miran de frente). Tampoco se ha publicado ningún estudio evaluador de las estas campañas en España.

El estigma asociado a las dolencias mentales: Bernice A. Pescosolido. En 1992 Pescosolido3 publica un artículo titulado: Beyond rational choice: the social dynamics of how people seek help. En él construye un modelo teórico para comprender cómo se decide qué ayuda médica buscar. Con datos de encuestas norteamericanas Pescosolido muestra como la asunción del sentido común que atribuye a una elección racional esta decisión, es errónea. El sentido común sobre como toman las personas sus decisiones se demuestra equivocado. Pescosolido

(1992: 1096) indica que son los “patrones construidos socialmente para tomar

decisiones” de salud los que explican el comportamiento individual. Con esta publicación inicia Pescosolido una larga carrera de investigación sobre cómo el estigma asociado a las dolencias mentales media en la percepción que tenemos de ellas, influyendo también en las campañas diseñadas, como veremos, para paliarlo.

Véase la amplia literatura publicada por esta autora: Barry et al., 2014; Perry et al., 2016; Pescosolido, 2013, 2015, 2016; Pescosolido y Martin, 2015. 3

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De la amplia literatura publicada por Pescosolido a lo largo de los años sobre el estigma asociado a las dolencias mentales citamos cuatro artículos relevantes para nuestra argumentación. En un artículo de 1998 titulado How people get into mental health services: Stories of choice, coercion and "muddling through” from “first-timers” (Pescosolido et al., 1998) introduce el concepto de muddling through frente los modelos de elección racional o de coerción que predominaban en la investigación de sociología médica. Muddling through (improvisando a duras penas) se refiere a un proceso por el que los posibles futuros usuarios de salud mental: "merodean en torno a las circunstancias y los otros que los rodean, mientras procuran encarar los problemas enganchándose en alternativas sucesivas sin compararlas entre sí [...]. No consiguiendo así ni resistir, ni buscar o encontrar tratamiento" (Pescosolido et  al., 1998: 275 –traducción propia). Pescosolido describe cómo éste proceso de improvisación esta socialmente guiado. Así en 1999 publica un artículo titulado Public conceptions of mental illness: labels, causes, dangerousness, and social distance (Link et al., 1999). Apunta una conclusión que va a ser una de las guías de su investigación futura: “los síntomas de enfermedad mental se mantienen fuertemente conectados para el público con temores sobre su potencial violencia y con deseos de distancia social” (Link et al., 1999: 1328). No desaparecen los efectos negativos para los diagnosticados con estas dolencias: difícilmente buscarán a un psiquiatra por temor al estigma asociado (Link et al., 1999: 1332-1334). En una publicación posterior apunta también una característica del estigma: aquellos que atribuyen los problemas mentales a causas estructurales, no a causas genéticas o biológicas, tienen más probabilidad de desear una mayor cercanía con ellos (Martin et al., 2000: 208). En consecuencia, propone que las campañas de educación en salud mental tengan en cuentas estos datos contrastados. Su trabajo posterior busca, primero, entender científicamente cómo media el estigma en la toma de decisiones; y segundo, con una orientación práctica lucha contra contra el estigma y sus consecuencias. Así Pescosolido (2013) analiza las relaciones entre alfabetización y estigma, concluyendo con esta afirmación: "la percepción de la violencia como algo esencial y asociado a la Dolencia Mental no ha disminuido, sino que si algo sugieren los datos es que esa asociación persiste en el tiempo y ha aumentado". Las conclusiones se ven resumidas en esta cita sobre la temática centrado en Cánada: “la ausencia de conocimiento [sobre dolencias mentales] es considerada como un factor conducente al prejuicio (actitudes negativas) que posteriormente influye en los comportamientos (discriminación)” (Kutcher et al., 2016: 155). 4

Existe una amplia bibliografía académica indicadora de la relación entre analfabetismo en salud mental y el estigma (Angermeyer et al., 2016; Angermeyer y Matschinger, 1994, 1997; Evans-Lacko et al., 2010; Griffiths et al., 2008, 2009; Hadlaczky et al., 2014; Kelly et al., 2007; Pescosolido et al., 2001; Thornicroft, 2006; Thornicroft et al., 2007; Thornicroft et al., 2010). 4

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Alfabetización en salud mental en los sistemas de educación y de salud. Las actitudes, conocimientos y habilidades en salud mental, y con ello nuestro sentido común o intuición, son adquiridas en el proceso de socialización. Dado el desarrollo propio de las dolencias mentales, con sus primeros pasos en la juventud y adolescencia, es en la escuela donde su reconocimiento debería darse. Pero los datos apuntan una discrepancia entre la incidencia de esta dolencias y el número de casos que acuden a los especialistas (Jorm, 2000; Jorm et al., 1997). Y aunque la literatura señala un aumento en el número de diagnósticos entre los jóvenes no va asociado a un incremento en el número de tratamientos ni de la calidad de los mismos (Whitley et al., 2013: 57-58). Las creencias sobre salud mental y dolencias mentales están presentes en el público en general pero también entre los profesionales de la salud y educación (Martin et al., 2000): compartiendo actitudes negativas, mitos y estigmatización (Whitley et al., 2013: 59). Los estudios sobre ASM coinciden en señalar la necesidad de aumentar la alfabetización dado el aumento de los casos entre la juventud y el escaso diagnóstico precoz (Whitley et al., 2013: 59). Sobre todo, teniendo en cuenta que los educadores dudan sobre su rol en salud mental así como sobre cómo actuar. Veamos unos ejemplos ofrecidos en la literatura. En una investigación sobre bulling entre estudiantes y profesorado en Canadá, Whitley señala que, aunque un 50% de los diagnósticos de dolencia mental dicen haber sufrido acoso escolar, sólo el 20% reciben algún tipo de atención o tratamiento. Termina Whitley su estudio con esta conclusión: “los profesores tienden a adoptar soluciones que casan con los relatos anecdóticos de sus colegas antes que apoyarse en evidencia científica” (Whitley et al., 2013: 65). Dada la relación entre acoso y primeros síntomas de dolencia mental severa en la juventud y adolescencia (Whitley et al. 2013: 59), la dificultad que los profesores encuentran para identificar el acoso entre sus alumnos señala que la alfabetización entre los docentes no sólo es deficiente, sino que dificulta la detección, el diagnóstico y el tratamiento adecuados. Un estudio sobre ASM entre estudiantes de medicina en México muestra que el 98% reconoce la dolencia mental correctamente (Fresán et al., 2012), pero sólo el 44% piensan que la psiquiatría sería la mejor forma de atajar esta problemática. Además, el 83% atribuyen agresividad al comportamiento de esta dolencia. Aunque la ASM ha mejorado según el estudio, el estigma asociado no lo ha hecho. En una encuesta a 4938 jóvenes portugueses realizado por la Universidad de Coimbra (Loureiro et al., 2013a) Loureiro señala que una cuarta parte de los jóvenes no reconoce la depresión, ni tiene conocimientos sobre las ayuda disponible y valora como mejor terapia la proporciona por un posible amigo o familiar (Loureiro et al., 2013a: 2)5. En este sentido Romaní (2010), en un estudio sobre la percepción de los riesgo en jóvenes de Barcelona (España), describe también que la primera recomendación en salud mental es la de

Véase la prolija investigación realizada por este autor y su equipo en Portugal: Loureiro et  al., 2013a, 2013b, 2015. 5

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acudir a “hablar con los amigos”. Una publicación reciente sobre un estudio en institutos de secundaria en Ottawa (Canadá) ejemplifica tanto los aspectos positivos como los negativos del estigma asociado a las dolencias mentales severas y las campañas para combatirlo (Milin et al., 2016). Trece de veintiséis escuelas secundarias de Ottawa (Canadá) recibieron formación sobre salud mental por sus profesores habituales, las otras trece no tuvieron ningún tipo de formación adicional a la dada en el currículo. Todos los alumnos de entre 16 y 18 años de ambos grupos de escuelas respondieron a dos encuestas, una previa a la formación y otra posterior. Los resultados mostraban una clara mejoría en la ASM del grupo que recibió formación frente a ausencia de cambios en aquellos estudiantes que no la recibieron. La literatura señala que se pueden diferenciar tres componentes esenciales en el diseño de campañas para incrementar la ASM en la población: el conocimiento en temas de salud y dolencias mentales, las actitudes en torno al estigma, y finalmente las estrategias usadas en la búsqueda de ayuda en salud mental (Kutcher et al., 2016: 155). La literatura sobre esta temática coincide en que deben ser campañas diseñadas en estos tres niveles para ser eficaces, pero además deben específicamente diseñadas de acuerdo con tres parámetros (Kutcher et al., 2016: 155). En primer lugar, deben centrase en contextos concretos, usando situaciones de la vida cotidiana. En segundo lugar, tienen que crearse tiendo en cuenta los diversos niveles de desarrollo y edades a las que van orientadas. Finalmente, deben llevarse a cabo utilizando estructuras institucionales ya existentes: colegios, hospitales, institutos, etc… Como señala Pescosolido (2016: 354): mientras no se encuentra una cura definitiva a las dolencias mentales severas sería inteligente tener en cuenta la bibliografía en sociología médica para “combinar los esfuerzos de científicos médicos y sociales para mejorar la vida de los niños y adolescentes que se han de enfrentar a los desafíos de las dolencias mentales en sus vidas. El tema es tanto un asunto sólo médico o de salud pública, sino más bien un problema sociológico complejo. Pues es la definición social compartida de dolencia mental la que interfiere con un tratamiento basado en evidencia científica. Por lo tanto, por mucho que se aumente el conocimiento médico sobre las dolencias mentales, sino aumenta la comunicación en la sociedad sobre éstos, difícilmente se podrá detectar, tratar o prevenir de forma adecuada. En esto los imaginarios sociales juegan un papel relevante.

Imaginarios Sociales: complejidad social y dolencias mentales severas. La sociedad contemporánea es compleja. En ella múltiples sistemas conviven sin poder ofrecer una descripción completa de sí misma (Luhmann, 2007; Pintos, 2015; Torres, 2013). Los imaginarios sociales son simplificaciones construidas socialmente en esa complejidad. Ofrecen imágenes de la sociedad como algo estable y con sentido. Su misión es simplificar la comunicación haciendo probable lo improbable. Pintos (2015: 156) los define como: "Los imaginarios sociales están siendo esquemas construidos socialmente que orientan nuestra

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percepción, permiten nuestra explicación y hacen posible nuestra intervención en lo que en diferentes sistemas sociales sea tenido por realidad". Con los imaginarios sociales la sociedad crea una herramienta para construirse en los procesos comunicativos que la constituyen. Pues los imaginarios edifican el sentido común: construyen la intuición compartida en la comunicación. Son los imaginarios el instrumento adecuada para describir el funcionamiento del sentido social compartido en la sociedad en su constante creación (Aliaga y Pintos, 2012). La realidad, en este caso de las dolencias mentales severas, es un efecto de la construcción social de la comunicación porque “la sociedad es un efecto de la construcción social de la realidad a través de la comunicación” (Moeller, 2013: 8). Pero los imaginarios sociales son elementos obviados u opacos en todo proceso comunicativo. Funcionan sin percatarnos de su uso, lo hacen al funcionar como suposiciones del sentido común. Los imaginarios sociales construyen simplificaciones de la realidad social sobre una diferencia 6 erigida socialmente. Pintos (1995) apunta que el imaginario social centra el foco sobre algo, elemento relevante, obviando el elemento convertido en opaco. La diferencia en la que se genera el imaginario es la de algo relevante frente algo opaco. Así, por ejemplo, al señalar algo como sano se obvia su contrario, la enfermedad. En otro lugar presentamos ya cuatro elementos de los imaginarios sociales de la dolencia mental (Torres, 2012): uno biológico predominante, otro social, otro psicoanalítico y otro psicológico. La sociedad se construye ofreciendo sentido en la comunicación, simplificando la complejidad de la dolencia mental: los imaginarios sirven para pensar, actuar y comprender la dolencia mental. Uno de ellos es el dominante, el construido sobre el modelo de enfermedad como entidad mórbida subyacente. Sociológicamente no es relevante si el IS aporta verdad o no, sociológicamente describimos cómo sirve para construir sentido comunicativo donde no lo había. Pues un sistema social no se arriesga en una única apuesta, sino que los IS de la dolencia mental siguen siendo múltiples e incoherentes. De ahí que la labor del sociólogo sea explicar porque al comprar en el supermercado de ideas seleccionamos para nuestro hermano, paciente o familiar, un imaginario y no los otros. La semántica social ofrece un amplio universo de significado donde comprender lo incompresible en su complejidad. El estigma asociado a las dolencias mentales, la discriminación surgida en el comportamiento en ese entorno adquieren sentido (o no) en este universo de los imaginarios (Torres, 2012). Las campañas de alfabetización mental encuentran su significado (o no) al ser diseñadas teniendo este universo de sentido. Un ejemplo sería la investigación de Pintos sobre el significado del término paciente entre los distintos grupos implicados en salud mental (Pintos y Marticorena, 2012).

Pintos (1995) construye su concepto de imaginario social a partir del concepto luhmaniano de diferencia –basado en la epistemología de Spencer-Brown (1979)–, véase al respecto: Torres (2013). 6

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Discusión. Alfabetización en salud mental: una verdad contra la intuición. Hemos visto cómo las dolencias mentales afectan directamente a un cuarto de la población, tocando indirectamente a un porcentaje alto de cualquier grupo humano. La epidemiología psiquiátrica señala que la primera incidencia de estas enfermedades se da en la juventud, recomendando un tratamiento temprano. Sin embargo, el gasto público es inferior a estas cifras. Hemos descrito además cómo el conocimiento general sobre estas dolencias es escaso y los prejuicios negativos asociados a ellas son altos. Tanto el personal médico como el del sistema educativo comparten una baja ASM. Ambos grupos, médico y educativo, son claves en la detección y tratamiento de las dolencias mentales en la juventud. Finalmente, hemos constatado que la bibliografía señala la necesidad de utilizar la comprensión sociológica de la complejidad para diseñar campañas de alfabetización adecuadas, pues de no hacerlo los resultados se han comprobado contraproducentes. La asunción que señalábamos al principio no parece funcionar en temas de salud mental, pues, aunque aumente la ASM, este incremento no conlleva asociada una disminución en el estigma. Ni la violencia atribuida a la dolencia mental ni el deseo de distancia social atribuido a ellas, disminuyen al acrecentar la alfabetización, ni siquiera entre aquellos que se deberían encargar de detectarla: personal médico y de educación. La ASM no es un asunto médico, económico, psicológico o político, aunque, tenga repercusiones en todos estos campos. Es un asunto social. Por ello, la comprensión y la planificación de su abordaje debe basarse en los datos de la ciencia de la sociedad. Porque, aunque se aumente el conocimiento médico experto no va aumentar el diagnóstico precoz, dado que los médicos, educadores o trabajadores sociales y docentes se han socializado en los mismos contextos que la población en general. Tampoco va a cambiar el grado de alfabetización las muchas veces que los medios de comunicación han convertido en escándalo y denunciado reiteradamente los diversos fracasos asociados a las dolencias mentales. Sólo una adecuada comprensión de las formas de comunicación social desde estudios sociológicos rigurosos puede ayudar a planificar la mejora de la salud mental, tal y como lo demuestras los estudios generados desde la aparición de la noción en las publicaciones de Jorm. Así como las publicaciones sobre el estigma público y su complejidad de Pescosolido. Sería necesario pues analizar y cuestionar nuestro sentido común. La investigación nos muestra que sería forzoso generalizar encuestas para establecer un diagnóstico de nuestra ASM en cada país. Detectando así todas sus complejas dimensiones (Torres, 2009, 2013, 2014). Una vez realizado y generalizado se podrán diseñar campañas específicamente diseñadas sobre los resultados obtenidos. Pero estas campañas deben basarse en los descubrimientos ya descritos en la bibliografía sobre el complejo social del estigma (Pescosolido y Martin, 2015). De no hacerse así, se llevarán a cabo campañas voluntariosas, pero como ya se ha demostrado poco eficaces o efectivas. Pues como consecuencia seguramente no deseada esas mismas campañas mantienen,

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cuando no alimentan, tanto la discriminación como el estigma asociado a las dolencias mentales severas.

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La percepción de la homosexualidad entre estudiantes de trabajo social en México Homosexual perception among Social Work students In Mexico

Luis Manuel Rodríguez Otero, José Manuel Peixoto Caldas Universidad Autónoma de Nuevo León, Universidade do Porto
 [email protected], [email protected]

Resumen La homosexualidad es la orientación sexual en la que una persona siente atracción, deseo o amor afectivo-sexual hacia personas de su mismo sexo. En un entorno heterosexista, existen diversos procesos que promueven el rechazo y/o actitud hostil hacia quienes no siguen el patrón mayoritario (heterosexual). No existiendo estudios cualitativos que analicen las actitudes del alumnado de Trabajo Social respecto a la homosexualidad, se plantea una investigación cualitativa desde el paradigma fenomenológico-hermenéutico con el objetivo de identificar la percepción que poseen estudiantes de trabajo social sobre la homosexualidad. Se ha aplicado un instrumento formado por cuestiones abiertas a 51 estudiantes de Trabajo Social de la Universidad Autónoma de Nuevo León (México). El análisis de contenido realizado revela que existe una pluralidad de acepciones sobre la homosexualidad y sus causas. Siendo las acepciones en quienes se identifican con ideologías conservadoras, mujeres y practicantes de alguna religión con mayor nivel de fobia, mitos y estereotipos hacia lesbianas, gays, transexuales, transgéneros, bisexuales e intersexuales (LGTTBI). Dado que el calado de estos imaginarios y actitudes pueden contribuir a la victimización de LGTTBI, se considera necesario promover medidas educativas y de formación entre dentro del trabajo social, tanto entre profesionales y como entre estudiantes. Palabras clave: homosexualidad; sexualidad; trabajo social; educación; estigma.

Abstract Homosexuality describes a sexual orientation in which a person feels attraction, desire or emotionalsexual love towards people of his/her same sex. There are several processes that promote rejection and/or a hostile attitude towards those who do not follow the heterosexual dominant pattern. There are not qualitative studies analyzing Social Work students attitudes on homosexuality. This article describe a qualitative research on this topic from a phenomenological hermeneutical paradigm with the objective of  covering this blind spot on specialized literature. Using a 51 open ended questions questioner Social Work students from the University of Nuevo Leon (Mexico) have been interviewed. This article describes the results of content analysis conducted on those students answers. Our analysis shows how homosexuality and its causes are understood with a wide plurality of meanings. But our study also has discovered higher levels of negative stereotypes, myths and phobias against LGBTQ members (lesbian, gay, bisexual, transgender and queer) among three collectivities: those with a conservative ideology first, women second, and believers of any religion third. Because those imaginaries and attitudes may also lead LGBTQ individuals into victimization, we point out the need of preventive educational and training programs among social worker as well as among social work students. Key Words: homosexuality; sexuality; social work; education; stigma.


imagonautas. Revista Interdisciplinaria sobre Imaginarios Sociales. ISSN 0719-0166

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Introducción Nuestra sociedad está estructurada en un mundo a través del cual se etiquetan las conductas, las características, las acepciones y las expresiones humanas. Desde que un niño nace, a través distintos procesos de socialización primaria, se internaliza en los menores ideas preconcebidas por las generaciones adultas. Las cuales son reforzadas por procesos posteriores de socialización secundaria (Berger y Luckman, 2003). A través de estas etiquetas se divide a la sociedad en diversas clasificaciones dicotómicas excluyentes tales como la diferenciación entre: hombre/mujer, gordo/delgado, alto/bajo o guapo/feo (De Barbieri, 2013; Rubin, 1986). Los cuales prefiguran determinados roles y estereotipos que la población asume de forma naturalizada, especialmente respecto al género, y son reproducidos (Shibley y DeLamater, 2006). En este sentido, Pérez Guirao (2014) señala que la identidad del individuo (la cual puede ser personal y subjetiva o social y cultural) implica el reconocimiento entre iguales y la diferenciación respecto a quienes no lo son (alteridad antropológica). Así mismo señala que se ejerce mediante un proceso socialmente construido, que es dinámico y variable (dependiendo del tiempo y espacio) y que está compuesta por tres elementos interrelacionados: el género, la etnicidad y la case social. Como señalan Storms (1980) o Hyde y Jaffe (2000) en referencia a los roles de género, estos están estructurados en un sistema heterocentrista, entendido como sistema a partir del cual una sociedad organiza un tratamiento segregacionista según la orientación sexual. Estas ideología heteronormativa hace que vivamos en una sociedad homófoba que obliga a los homosexuales –lesbianas y gays– a vivir escindidos, separados. Desde pequeños los homosexuales aprenden a vivir como si fueran heterosexuales lo que provoca que se internalice la homofobia asimilando los prejuicios sociales que existen contra la homosexualidad en los propios sentimientos de autovaloración. (Maroto, 2006:4)

Así se etiqueta como transgresor y estigmatiza a quienes no se encuadran dentro de tales estereotipos. Es por ello que se puede afirmar que una de las acepciones dicotómicas imperantes en la sociedad es la que deriva de la orientación sexual (Otero, 2016). Hablar de orientación sexual lleva implícito la definición de otro concepto íntimamente relacionado, la diversidad sexual; el cual está construido desde una perspectiva heterosexual. Hecho que, como indica Mogrovejo (2008), pierde el sentido crítico de la heterosexualidad obligatoria al plantearse bajo los derechos sexuales y reproductivos. Por otro lado también existen autores como Núñez (2005) que afirman que esta definición se trata de una forma disfrazada de referirse a un grupo estigmatizado sin que suene políticamente incorrecto.

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Conjunto amplio de conformaciones, percepciones, prácticas y subjetividades distintas asociadas a la sexualidad, en todas sus dimensiones biológicas, psicológicas y sociales. Dicho conjunto resulta de la combinación en cada persona y en cada cultura de factores biológicos, preceptos culturales y configuraciones individuales, en relación con todo lo que se considere sexual. Ello nos puede llevar a entender, desde una perspectiva amplia, a la diversidad sexual como la multiplicidad de deseos y de los modos de resolución en las relaciones afectivas y eróticas existentes en la humanidad. (García, 2007:25)

Con base a este concepto surge el relativo a la orientación sexual; el cual puede ser identificado como: “la orientación erótica y emocional de una persona hacia miembros de su propio género o del género opuesto […] se define según las personas hacia quienes nos sentimos sexualmente atraídas y a quienes potencialmente podemos amar” (Shibley y DeLamater, 2006:359). Produciéndose una clasificación a través de la cual surgen las categorías relativas a: la homosexualidad (gay/lesbiana), la heterosexualidad y la bisexualidad (COGAM, 2013). No obstante autores como Blake (2011) señalan que también debería incluirse otras como la asexualidad o la monosexualidad. En referencia a la homosexualidad, es decir la orientación sexual en la que una persona siente atracción, deseo o amor afectivo-sexual hacia personas de su mismo sexo (COGAM, 2007; Shibley y Delamater, 2006), se observa que a lo largo de la historia se ha producido un proceso de aceptación-negación en base a ciertas características sociodemográficas, políticas y económicas (Baile , 2008; Fuentes et al., 2001; Otero, 2016, Toscani, 2005). Es por ello que cabe destacar que no es hasta 1973 cuando la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) decide despatologizar la homosexualidad, ya que hasta ese momento era considerada una psicopatología. Hecho que culmina a pesar de la presión ejercida por distintas instituciones y asociaciones, así como por la evidencias de los estudios del psiquiatra sobre las consecuencias negativas de la homofobia en la salud mental de los homosexuales (ÁlvarezGayou, 2000; Campo-Arias y Herazo, 2012; Fone, 2009; Herek, 2007; Lozano y Rocha, 2011). Este proceso histórico en relieve montañoso ha promovido que en base a distintas disciplinas y en función al contexto espacio-temporal surgieran distintas teorías que intentasen explicar el origen o causa de la homosexualidad. Así podemos encontrar teorías explicativas biologicistas, psicológicas y/o psicosociales (Boscan, 2008; Baile, 2008; Crooks y Baur, 1996); o biológicas (genética, neuronal o neutómicas), biopsicosociales (hormonal y sociocultural), conductuales (aprendizaje social) e intrapsíquicas (Alario-Bataller en Soriano, 2002). En referencia a las de cohorte biologicistas existen distintas teorías a su vez. Por un lado, las que identifican como causas de la homosexualidad cuestiones genéticas. Otras que referencian como causante aspectos hormonales y por otro lado teorías que identifican la estructura cerebral como diferencia entre homosexuales y heterosexuales (Boscan, 2008; Giraldo, 1971; Rodríguez-Larralde y Paradisi, 2009). También se identifican estudios que se apoyan en las teorías del aprendizaje o influencia del entorno socio-familiar (Baile, 2008; Boscan, 2008;

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Giraldo, 1971; Soriano, 2002) y otras que derivan de teorías psicológicas o psiquiátricas, las cuales identifican a la homosexualidad como una psicopatología o consecuencias de procesos psicológicos, etapas psicosexuales, el aprendizaje y procesos evolutivos de interacción social (Ardila, 1998, 2007; Baile, 2008; Bieber et al., 1962; Boscan, 2008; Hooker, 1956; Socarides, 1995; Soriano, 2002; Spitzer, 1981). También es necesario poner de manifiesto que los estudios sobre la diversidad sexual se han abordado cronológicamente desde distintas perspectivas (Careaga, 2004; Hernández, 2004). Así los estudios basados en el feminismo y la perspectiva de género fueron los pioneros. Tras esta primera generación surgen otros a los que Careaga identifica como “estudios lésbico-gay” y a continuación los “estudios de la teoría Queer”. Dando énfasis al sexo y la sexualidad como categorías de la realidad social en las que las minorías con subculturas específicas y propias promueven el impulso político reivindicativo y visibilizador. Así mismo Hernández (2004) destaca la “perspectiva inglesa de la sociología de la sexualidad” construccionista de autores como Weeks (1993) y Plummer (1992). La cual introduce las variables contextuales (tiempo y espacio), morales, científicas y políticas en su análisis. Para finalizar con la irrupción de los denominados y más actuales “estudios interdisciplinarios”. Finalmente es necesario tomar en cuenta que existen investigaciones que relacionan la homosexualidad con factores como la vivencia de situaciones traumáticas durante la niñez, la soledad, la tristeza, sentimientos de inadecuación, la falta de auto-aceptación, el narcisimo, la desconfianza, el miedo y el excesivo sentido de responsabilidad (Boscan, 2008; Fitzgibbons, 1997; Harvey, 1996). Así como otras que conjugan tanto acepciones biologicistas con psicológicas (Baile, 2008; Giraldo, 1971). No obstante cabe señalar que estas teorías no tienen sustento metodológico ni están ni comprobadas ni contrastadas. Por lo que a día de hoy no podemos afirmar que exista una teoría que pueda ser universalizable a la hora de explicar la causa o causas de la homosexualidad (España et al., 2001; Santiago y Toro-Alfonso, 2010; ToroAlfonso, 2005, 2008). Así mismo, es necesario señalar que la forma de entender o la representación social de la orientación sexual, depende del contexto desde el que se analice. En este sentido, Pérez Guirao (2014) realiza un recorrido etnográfico a través de diferentes estudios en los que se visibilizan tribus o culturas en las que se reconoce al menos un tercer sexo o diversos géneros y otras en las que el género varía a lo largo del ciclo vital gracias a ritos, acuerdos y costumbres. Cuestionando así el sistema binario occidental y poniendo de manifiesto que tanto el género como la orientación sexual se tratan de construcciones socioculturales en la que no en todas las culturas sirven como elementos estigmatizantes (Bolin, 2003), y donde la sexualidad desde una perspectiva antropológica a demás de ser un acto biológicamente natural es cultural (Pérez Guirao, 2014). Siendo a lo largo de la historia representada como una perversión, desviación, degeneración, patología, pluralidad sexual, etc (Weeks, 1993). Aspecto que como describe

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Otero (2016) en el caso de la homosexualidad su permisividad y/o permisividad históricamente ha estado fuertemente relacionada con cuestiones religiosas, políticas y sociodemográficas. Así mismo, es necesario tener presente que las representaciones sociales producen y reproducen modelos sociales que pueden favorecer lo que Goffman (2003) denomina identidades sociales devaluadas (estigmas). Los cuales, como señala Parker (2012) favorecen la jerarquización y discriminación social y se justifican con objeto de preservar el orden social. Favoreciendo como señala Otero (2016) la victimización secundaria cuanto tienen cabida en profesionales del ámbito social -como los trabajadores/as sociales-, personal sanitario y/o de ámbito jurídico.

Justificación Se observa que en los estudios referentes a la percepción que poseen estudiantes de Trabajo Social sobre la homosexualidad se utilizan metodologías cuantitativas en las que, en su mayor parte, las escalas que miden los niveles de homofobia y/o lesbofobia son los instrumentos más utilizados (Lim y Johnson, 2001; Newman et al., 2002; Otero, 2014, 2015; Swank y Raiz, 2007; Toro-Alfoso, 2015; Toro-Alfonso y Varas-Díaz, 2004). A través de estos estudios se identifica que existe un nivel medio de actitudes hostiles hacia la diversidad sexual. No obstante, no existiendo estudios cualitativos al respecto, se considera que serían de especial importancia para profundizar en esta temática. La importancia del estudio de este tipo de actitudes en futuros trabajadores/as sociales radica en la premisa que introducen en el estudio del estigma (cf. Parker, 2012). A través de la cual su identificación se relaciona con un proceso social contextualizado, histórico y estratégico mediante el cual se producen y reproducen las relaciones sociales y la desigualdad. Favoreciendo jerarquizaciones y la exclusión social. Es por ello que, siendo las intervenciones profesionales de los trabajadores/as sociales elementos a través de los cuales se puede victimizar, la prevención de estas y de los estigmas son de especial interés. determinadas situaciones pueden originar procesos de victimización que causan cambios relacionados con el bienestar económico, político, social, psicológico y/o biológico de las personas y dan lugar al sufrimiento, afectando tanto a la propia persona como a su círculo socio-comunitario y familiar […] que dejan las relaciones de la víctima con el sistema jurídico, sanitario y de servicios sociales y de los medios de comunicación (de forma particular o institucional) por motivo de una mala o inadecuada atención a la víctima, lo cual genera un choque frustrante entre las expectativas de la víctima y la realidad institucional o asistencial. (Otero, 2015:27)

Es por ello que se plantea esta investigación con el objetivo de identificar la percepción que poseen estudiantes de trabajo social sobre la homosexualidad. Para ello se propone como objetivos específicos: analizar cómo definen la homosexualidad, identificar si consideran que existe alguna causa para la homosexualidad y analizar si se producen diferencias en las manifestaciones de la muestra respecto a las variables relativas al sexo y las prácticas religiosas.

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Metodología Tomando como punto de partida el paradigma fenomenológico hermenéutico, se propone una investigación cualitativa a través de la aplicación de un cuestionario socio-demográfico semiestructurado y la formulación de preguntas abiertas sobre experiencia y valor, mediante un muestreo intencional a 51 estudiantes de trabajo social del estado mexicano de Nuevo León (Montero y León, 2007; Sandín, 2003). El cuestionario aplicado fue de tipo personal, anónimo y formado por preguntas tanto cerradas como semi-abiertas, las cuales hacían referencia a identificar en cada participante: la edad, el sexo, el municipio, la ideología política, el nivel económico, las prácticas religiosas, los estudios y el semestre que cursa y el estado civil. Siendo en las cuestiones referentes a la ideología política (izquierda, derecha, centro, ninguna y no sabe) y el nivel económico (alto, medio y bajo) autoidentificativas. Las dos preguntas de tipo abierto realizadas fueron sobre experiencia y valor. Las cuales se plantearon de la siguiente forma ¿cómo definirías la homosexualidad? y ¿cuáles consideras que son las causas de la homosexualidad? Para el tratamiento de los datos se realizó una transcripción literal en documento Word de las respuestas y se procedió al análisis de contenido para categorizar de forma inductiva las distintas manifestaciones expuestas por la muestra a través de las siguientes fases: (i) codificación, (ii) definición del sistema de categorías y (iii) análisis e interpretación de datos. En la codificación en cada una de las categorías se han indicado: el número de participante (P), sexo (H –hombre– y M –mujer–) y la edad, y la práctica de alguna región (Rsí y Rno). Respecto a la fase de análisis e interpretación de datos se tomó como referencia el procedimiento de Colás (1998): (i) reducción de los datos, (ii) disposición y (iii) transformación de los datos, obtención y verificación de conclusiones. Una vez obtenidas las categorías emergentes en cada cuestión se realizó un análisis general y otro posterior comparando las variables relativas al sexo y las prácticas religiosas de la muestra. El contacto con los participantes se realizó a través de un docente, el cual impartía clase en dos grupos de segundo semestre. Este docente durante el mes de enero de 2016 explicó a al alumnado el motivo, procedimiento y uso de datos de forma anónima en la investigación y los invitó a participar. Se aplicó de forma voluntaria el instrumento y firmaron un consentimiento informado. Para garantizar la calidad de la información obtenida se ha utilizado los criterios de confirmabilidad y neutralidad: transcripciones textuales de las entrevistas y contrastación de los resultados con la literatura existente (Noreña et al., 2012).

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Resultados Perfil socio-demográfico de la muestra La muestra que formó parte de este estudio fueron 51 estudiantes, todos de 2º semestre de la Licenciatura de Trabajo Social y Desarrollo Humano de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). Respecto al sexo 3 eran hombres (5.9%) y 48 mujeres (94.1%), en referencia a la edad tenían edades comprendidas entre los 17 y los 20 años (media 18.08 años) y en función a la práctica de alguna religión 23 señalaron que si (45.09%) y 28 que no (54.91%). Se observa que 2 se identifican con una ideología de centro (3.9%), 9 de derechas (17.6%), ninguno de izquierdas, 20 con ninguna (39.2%), 2 con otra no especificada (3.9%), 15 no saben (29.4%) y 3 no contestan (5.9%). Así mismo cabe destacar que 48 participantes manifiestan poseer un nivel socioeconómico medio (94.1%) y 3 bajo (5.9%). Por otro lado se observa que 22 participantes tienen pareja (43.13%) –de los cuales 3 están casadas– y 29 no (56.87%).

Definición homosexualidad Ante la cuestión referente a cómo define la muestra la homosexualidad se han identificado 4 categorías referentes a: (i) acepciones del mismo sexo, (ii) prácticas sexuales, (iii) estilos de vida y (iv) patologías psiquiátricas asociadas a la disforia de género. Acepciones del mismo sexo Atracción Relación Gustos Amor Preferencias Prácticas sexuales Comportamiento sexual Gustos sexuales Gays y lesbianas Solo gays No especificada sexualidad Estilo de vida Psicopatologías-Disforia de género Cuerpo equivocado

Inconformidad cuerpo

Tabla 1. Categorías identificadas en la muestra respecto al concepto de la homosexualidad.

En relación a la categoría “acepciones del mismo sexo”, la cual hace referencia a manifestaciones a través de las cuales los/as estudiantes identifican la homosexualidad con la vinculación psico-afectiva entre personas del mismo sexo, se devengan 4 subcategorías relativas a: (a) la atracción entre gays o lesbianas, es decir el hecho de sentirse atraído/a hacia personas del mismo sexo, (b) las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo, (c) los gustos o preferencias de hombres hacia hombres o mujeres hacia mujeres, (d) el proceso de enamoramiento entre personas del mismo sexo y (e) a las preferencias hacia personas del mismo sexo. Dentro de esta categoría se identifican manifestaciones del tipo: “Como que

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sientes atracción por personas del mismo sexo” (P2-M18-Rsí); “parejas del mismo sexo” (P9H18-Rsí); “Gustos e intereses por alguien del mismo sexo” (P43-M18-Rsí); “Es el enamoramiento de alguien de tu mismo sexo” (P18-M18-Rno) o “La defino como el gusto o preferencia del mismo sexo” (P50-M18-Rno). Por otro lado respecto a la categoría “prácticas sexuales”, a través de la cual se agrupan manifestaciones que vinculan la homosexualidad a la inclinación sexual de hombres y/o mujeres hacia personas de su mismo sexo se identifican 2 subcategorías. Una relativa a la identificación de la homosexualidad con determinados comportamientos sexuales y otra que la vincula a gustos sexuales, es decir acepciones específicas que manifiestan las preferencias tanto de gays como lesbianas hacia personas de su mismo sexo, solamente en relación a los gays o en las cuales no se especifica la sexualidad de las personas. Expresando los participantes definiciones del tipo: “comportamiento sexual entre miembros del mismo sexo” (P34-M19-Rno); “distintos gustos sexuales, ya sea hombre con hombre o mujer con mujer, que en algunos casos es mal visto por la sociedad” (P7-M21-Rno); “Son las personas que tienen preferencias por su mismo sexo (hombres)” (P23-M18-Rsí) o “Como un gusto sexual diferente de las personas, algo que muchos lo tomarían como aberración, pero yo tomaría como elección sexual de cada quien, ya que, es el derecho y libertad de elegir que rol sexual tomar” (P16-H18-Rno). La tercera categoría identificada en una de las participantes manifiesta que identifica la homosexualidad con un estilo de vida, el cual relaciona con una elección que desea tomar entre una pluralidad de posibilidades. Así indica: un estilo de vida, que decide cualquier persona y por lo tanto se respeta. (P39-M17-Rsí)

Finalmente también se observa que existe parte del estudiantado que considera que la homosexualidad es una psicopatología asociada a disforia de género. Dentro quienes manifiestan esta acepción se puede distinguir entre quienes consideran que las personas homosexuales se encuentran en cuerpos equivocados (“como personas que nacieron en un cuerpo equivocado, aclaro no es una deformalidad, creo que se va mas al organismo y sentimientos” P15-M18-Rsí) y quienes indican que los homosexuales sienten inconformidad con su cuerpo (“o alguien que no está a gusto con su género” P43-M18-Rsí). Se observa por tanto que, este tipo de acepciones, hacen referencia a lo que los estudios lésbico-gays descritos por Carreaga (2004) o Hernández (2004). A través de los cuales se identifica la homosexualidad con el sexo y la sexología. Así mismo, también se constata que las cuestiones o explicaciones biologicistas o psico-afectivas son las que tienen un mayor calado en la muestra. Aunque también se identifican acepciones relacionadas con la Psiquiatría y el conductismo. Aspecto que podría tener explicación, desde la perspectiva socio-antropológica; debido a la relativamente reciente despatologización de la homosexualidad y los discursos explicativos de la homosexualidad desde distintas disciplinas (Boscan, 2008; Herek, 2007; Hernández, 2004; Toro-Alfonso, 2008).

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Causas homosexualidad La segunda cuestión planteada al estudiantado solicitaba que indicasen cuáles consideraban que eran las causas de la homosexualidad. A través de las manifestaciones expuestas se han identificado un total de 7 categorías referentes a: (i) desconocer la causa, (ii) ser una opción diversidad sexual, (iii) causas sociales, (iv) causas psicológicas, (v) causas biológicas, (vi) el deseo de experimentar y (vii) una características con la que se nace. Desconoce las causas Opción diversidad sexual No especificado Sentimientos Atracción Gustos Social Educación Crianza Falta/búsqueda de figura materna o paterna Influencia No comprensión sexo opuesto Moda Psicológicas No especificado Problemas infancia Traumas Experiencias Confusión Rechazo Falta evolución Falta estabilidad Biológicas Naturaleza Hormonales Genética Celular Deseo de experimentar Nacimiento Tabla 2: Categorías identificadas en la muestra respecto a las causas de la homosexualidad.

En la primera de las categorías emergentes se han incluido aquellas manifestaciones en las que la muestra señalaba que desconocía o no sabía cuáles eran las causas de la homosexualidad. Respecto a la categoría identificada como “opción sexual”, se han aglutinado las manifestaciones a través de las cuales los/as participantes consideraban que la homosexualidad deriva de una opción relacionada con la orientación sexual. Dentro de esta categorías se identifica 4 subcategorías: (a) una en la que se muestra utiliza la expresión opción o diversidad sexual sin añadir explicaciones, (b) así como otras en las que se mencionan la diversidad sexual y los sentimientos hacia personas del mismo sexo, (c) la diversidad sexual y la atracción homosexual y (d) la diversidad sexual con los gustos hacia personas del mismo sexo. Así se identifican citas tales como: “No lo sé” (P2-M18-Rsí); “Por la diversidad, hoy en día ya hay más

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expresión” (P19-M18-Rsí); “Por el sentimiento, la libertad de amar a quien quieras” (P14-M18Rno); “Porque no les atraen las personas del sexo opuesto” (P30-M18-Rno) o “Por diferentes gustos” (P29-M18-Rno). Por otro lado existen manifestaciones que asocian la homosexualidad a causas derivadas de distintas cuestiones sociales o contextuales. Dentro de esta categoría se identifican subcategorías relativas a: (a) cuestiones formativo-educativas que aceptan la homosexualidad, (c) la crianza familiar, (d) la falta o la búsqueda de la figura materna o paterna, (e) la influencia del entorno social, (f) la no comprensión por parte del sexo opuesto, (g) la existencia de modas sociales que positivizan la homosexualidad. Siendo ejemplos de este tipo de manifestaciones en la muestra: “Pienso que por (…) y la educación” (P6-M41-Rsí); “Porque las personas se van dando cuenta que lo que dice la sociedad no es necesariamente lo que deben de hacer o sentir. A lo mejor fueron creados de diferente manera o desde pequeños tenían diferentes preferencias” (P47-M18-Rno); “La persona se siente rechazada por el sexo distinto se busca una figura paterna/materna ya que está ausente. Incluso por moda” (P22-M17-Rsí); “hasta que les hizo falta ver una figura paterna en casa” (P24-M18-Rsí); “o por encontrarse en un círculo social con personas de estas preferencias” (P21-M17-Rno); “Porque algunas veces los sexos opuestos no se logran entender” (P26-M18-Rsí) o “Por moda. Hay personas que nacen con gustos diferentes, pero los demás sólo lo hacen por moda” (P17-H18-Rno). En referencia a la identificación por parte de la muestra como causa de la homosexualidad cuestiones de tipo psicológico se observa que se identifican una pluralidad de subcategorías referentes a: (a) cuestiones psicológicas no especificadas, (b) problemas que las personas tuvieron durante la etapa de la infancia, (c) traumas vividos en el pasado, (d) experiencias sexuales negativas en el pasado, (e) la existencia de un proceso de confusión personal o de identidad de las personas, (f) sentimientos de rechazo, (g) la falta o no culminación del proceso evolutivo/madurativo y (h) la ausencia de estabilidad. Así se pueden observar manifestaciones en la muestra tales como las siguientes citas: “Por diferentes mentes, ideales, experiencias, por muchas razones pueden existir” (P5-M18-Rno); “Creo, que solo son personas que sufrieron un acontecimiento en su pasado, o sus cualidades y virtudes, algunas no se han desarrollado” (P39M17-Rsí); “Tal vez algún trauma los lleva a elegir por mismo género” (P43-M18-Rsí); “Por moda. Hay personas que nacen con gustos diferentes, pero los demás sólo lo hacen por moda” (P17H18-Rno); “La persona se siente rechazada por el sexo distinto se busca una figura paterna/ materna ya que está ausente. Incluso por moda” (P22-M17-Rsí) o “Porque las personas no tenemos estabilidad” (P38-M18-Rno). Otras de las categorías identificadas hacen referencia a cuestiones consideradas como biológicas. Dentro de esta categoría se agrupan cuestiones en las que la muestra asocia como motivos de la homosexualidad: (a) la intervención de la naturaleza humana, (b) cuestiones hormonales, es decir variaciones o descompensaciones hormonales, (c) motivos derivados de aspectos genéticos, es decir la existencia de un gen que predispone a la homosexualidad y (d)

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motivos en los que se identifica la función o tipo celular como causante. Así se pueden identificar expresiones como: “Pienso que por la naturaleza y la educación, influencias genéticas hormonales y ambientales” (P6-M41-Rsí); “Por que nacen con células del diferente sexo” (P2-M18-Rsí) o “Algunas personas ya nacen con sus genes más desarrollados a lo opuesto de su estado físico, otras de las ocasiones suelen suceder de manera emocional o por encontrarse en un círculo social con personas de estas preferencias” (P21-M17-Rno). Finalmente a través del análisis realizado emergen otras dos categorías, una a través de la cual la muestra considera que la causa no es psicológica o social, sino que es una característica con la que se nace y otra a través de la cual los/as participantes manifiestas que se debe a sensaciones de curiosidad hacia la homosexualidad o hacia mantener/experimentar relaciones sexuales transgresora. Identificando expresiones como: “Es algo con lo que se nace” (P1-M18Rno), “Por nacimiento sienten atracción y otras por curiosidad sienten la necesidad de hacerlo” (P31-M18-Rno), o “y nos gusta probar cosas nuevas” (P38-M18-Rno). A través de esta investigación se pone de manifiesto que existe un discurso muy heterogéneo en el estudiantado de Trabajo Social respecto a las causas de la causas de la homosexualidad. A pesar de que existe una amplia literatura que analiza los motivos del origen de la homosexualidad, no es posible universalizar las conclusiones a las que se llegan en los mismos (Toro-Alfonso, 2008; Santiago y Toro-Alfonso, 2010). Este aspecto que se constata en la heterovisión que posee el estudiantado, en el cual tienen cabida las teorías biologicistas, sociológicas, psicológicas y conductuales que la literatura relaciona con esta temática (Baile, 2008; Campo-Arias y Herazo, 2012; Otero, 2016). Así mismo también ponen de manifiesto que algunos estudios aúnan sus bases científicas en mitos, estereotipos y elementos contaminados por la LGTBI-fobia, lo cual provoca un sesgo invalidante (España et al., 2001; Santiago y Toro-Alfonso, 2010; Toro-Alfonso, 2005, 2008). Aspecto que en las manifestaciones del alumnado también se pude identificar cuando dan explicaciones basadas en cuestiones sociales no constatadas (búsqueda de figura ausente, influencia, no comprensión, moda…). Así como psicológicas (problemas infancia, traumas, rechazo, falta evolución o estabilidad) e incluso biológicas.

Comparación resultados según variables relativas al sexo y prácticas religiosas Realizando un análisis comparativo respecto a cómo definen los hombres y las mujeres participantes la homosexuales se observan que se producen diferencias significativas. Antes esta cuestión en el grupo formado por las mujeres se identifican todas las categorías y subcategorías anteriormente descritas. Sin embargo en los hombres solamente emergen dos categorías: una relativa a “acepciones del mismo sexo” (en la que se identifica solamente la subcategoría de “relación”) y otra en referencia a las “prácticas sexuales”, dentro de la cual se identifican las subcategorías “gustos sexuales” y “no especificada sexualidad”.

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Estos resultados revelan por tanto que las mujeres poseen una definición más amplia y heterogénea de la homosexualidad respecto a los hombres. Así mismo también destaca el hecho de que solamente en las mujeres se identifica a la homosexualidad con acepciones negativas tales como: la identificación de la homosexualidad como una psicopatología o disforia de género y como un estilo de vida. Por otro lado, tomando en consideración la variable relativa a las prácticas religiosas, se observa que en quienes no practican alguna religión se identifica un menor número de categorías y subcategorías que en quienes si la practican. Así mismo se evidencia, al igual que sucede con las mujeres, que quienes practican alguna religión identifican a la homosexualidad con acepciones negativas como: psicopatología, disforia de género y estilo de vida. Religión Si

Religión No

Acepciones del mismo sexo Atracción Relación Gustos Amor Preferencias

Acepciones del mismo sexo Atracción Gustos Amor Preferencias

Prácticas sexuales Comportamiento sexual Gustos sexuales Gays y lesbianas Solo gays

Prácticas sexuales Comportamiento sexual Gustos sexuales Gays y lesbianas No especificada sexualidad

Estilo de vida

— —

Psicopatologías-Disforia de género Cuerpo equivocado Inconformidad cuerpo Tabla 3. Categorías identificadas en la muestra respecto a la definición de la homosexualidad según variable prácticas religiosas.

Respecto a la cuestión relativa a las causas de la homosexualidad se observa que, tomando como análisis la variable relativa al sexo de la muestra, los hombres solamente refieren su identificación como una opción dentro de la diversidad sexual motivada por los gustos que tiene cada persona. Sin embargo, en el grupo de las mujeres emergen todas las categorías y subcategorías expuestas con anterioridad. Las cuales refieren a la diversidad sexual y causas: sociales, psicológicas, biológicas, experimentar/curiosidad y al hecho de nacer así. No obstante cabe destacar que existe en ambos grupos un significativo número de participantes que indica que desconoce las causas que tiene la homosexualidad. Por otro lado, tomando en consideración la variable relativa a las prácticas religiosas, se observa que, como indica la siguiente tala, en ambos grupos se identifica una pluralidad causal.

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Religión Si

Religión No

Desconoce las causas

Desconoce las causas

Opción diversidad sexual No especificado Atracción Gustos

Opción diversidad sexual No especificado Sentimientos Atracción Gustos

Social

Social Educación Falta/búsqueda de figura materna o paterna No comprensión sexo opuesto Moda

Crianza Influencia Moda

Psicológicas Traumas Experiencias Rechazo

Psicológicas No especificado Problemas infancia Experiencias Confusión Falta evolución Falta estabilidad

Biológicas Naturaleza Hormonales Genética

Biológicas Genética Celular



Experimentar/curiosidad



Nacimiento

Tabla 4. Categorías identificadas en la muestra respecto a las causas de la homosexualidad según variable prácticas religiosas.

No obstante cabe señalar que a pesar de que las dos primeras categorías están presentes de forma equitativa en ambos grupos (no saber y “opción diversidad sexual”), se observa que en quienes practican alguna religión las causas de tipo social y biologicistas son las que tienen un mayor calado. Mientras que en quienes no practican religión son las de tipo psicológico, conductuales (experimentar/curiosidad) y de nacimiento. Estando estas dos últimas categorías presentes en este grupo. Estos resultados revelan que las distintas teorías que explican las causas de la homosexualidad (biológicas, psicológicas, sociales y/o mixtas), tienen un gran calado en el estudiantado de Trabajo Social (Baile, 2008; Boscan, 2008; Crooks y Baur, 1996; Soriano, 2002). Siendo las de tipo estigmatizante, conservador y pologizador más comunes en quienes practican alguna religión. Aspecto que concuerda con estudios previos sobre actitudes LGTTBI-fóbicas (CampoArias y Herazo, 2012; Otero, 2016). No obstante destacan las manifestaciones que consideran que la diversidad sexual es algo elegible y modificable. Ya que son acepciones que denotan el calado de mitos en los futuros profesionales. Especialmente en los que se vinculan a alguna religión. Aspecto que también se constata en investigaciones cuantitativas al respecto, en la que también se observan en quienes

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se autoidentifican con ideologías políticas conservadoras (Lim y Johnson, 2001; Newman, Dannefelser y Benishek, 2002; Otero, 2014, 2015; Swank y Raiz, 2007; Toro-Alfoso, 2015; Toro-Alfonso y Varas-Díaz, 2004). Sin embargo destaca que es la literatura científica existente se identifican dichas actitudes en mayor medida en hombres. Aspecto que, como se ha señalado en apartado anterior, mediante este análisis cualitativo se asocia mayoritariamente en las mujeres. Lo cual contradice a dichos estudios, poniendo de manifiesto que la variable contextual pudiera ser determinante.

Conclusión A través de esta investigación se ha podido observar que la percepción que posee el estudiantado de trabajo social regiomontano sobre la homosexualidad, a pesar de que mayoritariamente es positivo, refleja ápices estereotipados, estigmatizantes y multidimensionales. Así se observa que la forma a través de la cual la muestra define la homosexualidad hace especialmente hincapié en bases biologicistas y psicológio-conductuales. No obstante también se evidencian manifestaciones acrónicas a la situación actual, estando la patologización aún presente en el constructo social. Lo cual pone de manifiesto que la identidad y la orientación están construidas también de aspectos socioculturales en los que las condiciones históricas, sociales, políticas y contextuales son determinantes (Hernández, 2004; Parker, 2012; Pérez Guirao, 2014). También destaca que parte de la muestra expresa su consideración respecto a la existencia de causas determinadas y concretas de la homosexualidad (biológicas, psicológicas, sociales y/o mixtas). Siendo en algunos casos estigamtizante y pologizador. Finalmente se ha podido constatar que quienes practican alguna religión y las mujeres identifican a la homosexualidad con acepciones negativas tales como: la identificación de la homosexualidad como una psicopatología o disforia de género y como un estilo de vida. Así mismo evidencian acepciones más conservadoras, estigmatizantes y con mayor calado de mitos. Es por ello que, mediante esta investigación, se ha podido constatar que se producen diferencias significativas en las manifestaciones de la muestra respecto a las variables relativas al sexo y las prácticas religiosas. Siendo el colectivo de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgéneros e intersexuales (LGTTBI) y sus miembros posibles usuarios/as del Trabajo Social, cobra especial importancia el calado de estas barreras de intervención, puesto que pueden ser generaciones de victimización y exclusión social (Otero, 2016). Es por ello que se considera necesario realizar medidas destinadas tanto a prevenir que se puedan generar dichos procesos como crear equipos específicos de intervención/información. Así mismo sería conveniente realizar acciones destinadas tanto al alumnado como a los profesionales con objeto de capacitar en la intervención con problemáticas vinculadas a las personas LGTTBI. Siendo necesario realizar

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cursos de especialización y revisar los planes docentes universitarios para que incluyan en su formación dichos aspectos.

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El petróleo en el imaginario social mexicano a 75 años de la expropiación petrolera Oil in the Mexican social imaginary after 75 years of the oil expropriation

Josafat Raúl Morales Rubio Universidad Iberoamericana Ciudad de México
 [email protected]

Resumen En México, el petróleo tiene un lugar especial dentro del imaginario social a consecuencia del desarrollo histórico de la industria petrolera a partir de la expropiación de 1938, momento clave en la historia moderna de México. Desde esa época, el petróleo se entiende como algo ligado a la nación mexicana, llegando a ser caracterizado como un producto "de todos los mexicanos ", y así sentido por una parte importante de la población del país. En este texto se presenta un breve recorrido histórico de lo que ha sido el petróleo dentro del imaginario social desde esa fecha hasta la actualidad, pasando por momentos históricos claramente diferenciables, para concluir con una aproximación de lo que es hoy, a más de 75 años de la expropiación, el petróleo dentro del imaginario. Para lograrlo, se utilizan las conceptualizaciones que hicieran Cornelius Castoriadis y Charles Taylor del imaginario social. Palabras clave: imaginario social; petróleo; nacionalismo; México; expropiación petrolera.

Abstract In Mexico, oil has a special place in the social imaginary as a result of the historical development of the oil industry from the 1939 expropriation, key event in Mexico´s modern history. Since that time, oil is understood as something linked to the Mexican nation, becoming characterized as "all mexicans product" and so felt by a large part of the population. In this paper is presented a brief historical overview of what has been the oil within the social imaginary from that date to the present time, through clearly different historical moments is presented, concluding with an approximation of what it is today, more than 75 years after the expropriation. To achieve this, it is used Cornelius Castoriadis and Charles Taylor's conceptualization of social imaginary. Key Words: social imaginary; oil; nationalism; Mexico; oil expropriation.


imagonautas. Revista Interdisciplinaria sobre Imaginarios Sociales. ISSN 0719-0166

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Introducción En México el petróleo se encuentra íntimamente ligado al nacionalismo. Dicho producto, que para otros países es solamente un commodity, es considerado por una parte importante de la sociedad mexicana como un elemento propio, como algo que es "de todos los mexicanos", aunque nunca obtengan ganancias de manera directa por su venta. Dicho sentir no es producto de la mera casualidad, sino del proceso histórico que tiene su momento fundacional en la expropiación petrolera de 1938. Ante esta situación, resulta importante comprender el lugar que tiene el petróleo dentro del imaginario social mexicano, pues sólo así se puede comprender lo ocurrido durante la llamada Reforma Energética de 2013, que abrió por primera vez en mucho tiempo el sector petrolero a la inversión privada, aún a pesar de una importante oposición dentro del país. En este texto se propone presentar un breve recorrido histórico de lo que ha sido el petróleo dentro del imaginario social desde 1938 hasta la actualidad, para concluir con una aproximación a lo que es hoy en día. Pero antes de iniciar dicho recorrido, resulta de mucha utilidad dedicar algunas líneas al propio concepto de imaginario social, empezando por la propuesta de Cornelius Castoriadis (2013). De acuerdo con Castoriadis, el imaginario social se da en lo histórico-social, pues toda sociedad vive una serie de procesos históricos y lo histórico se da siempre dentro de la sociedad. Así, para él Lo "histórico-social" no es ni la adición indefinida de las redes intersubjetivas (aunque también sea eso), ni, ciertamente, su simple "producto". Lo histórico-social, es lo colectivo anónimo, lo humano-impersonal que llena toda formación social dada, pero que también la engloba, que ciñe cada sociedad entre las demás y las inscribe a todas en una continuidad en la que de alguna manera están presentes los que ya no son, los que quedan fuera e incluso los que están por nacer. Es, por un lado, unas extructuras [sic.] dadas, unas instituciones y unas obras "materializadas", sean materias o no; y, por otro lado, lo que estructura, instituye, materializa. En una palabra es la unión y la atención de la sociedad instituyente y de la sociedad instituida, de la historia hecha y de la historia que se hace. (Castoriadis, 2013: 172)

En otras palabras, lo que Castoriadis propone con lo histórico-social es la unión de elementos ya constituidos y aquellos que se van constituyendo. El imaginario social no es algo formado únicamente por elementos previamente dados y estáticos sino un proceso en cambio constante que se va elaborando y modificando, por lo que es central conocer lo que pasó en el pasado, pero al mismo tiempo lo que se va construyendo en el presente. Ahora, a la pregunta cómo es lo histórico-social, Castoriadis responde con una imagen central en su trabajo: el magma de significaciones. Un magma, de acuerdo con Castoriadis, "es aquello de lo cual se puede extraer (o, en el cual se puede construir) organizaciones conjuntistas en cantidad indefinida, pero que jamás puede ser reconstruido (idealmente) por composición conjuntista (finita ni infinita) de esas organizaciones" (Castoriadis, 2013: 534). Si se atiende a la

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imagen del magma volcánico se puede entender lo que el autor quiere decir. No se trata de algo estático, de una teoría, sino de una serie de elementos que van surgiendo, que se mezclan entre sí y que forman una masa casi líquida. Dichos elementos se van a presentar a través del teukhein (hacer social) y el legein (representar, códigos del lenguaje). Así, el imaginario se encuentra formado de acciones sociales y del lenguaje. Por su parte, Charles Taylor (2006) nos presenta la siguiente diferenciación entre imaginario social y teoría social: Existen importantes diferencias entre un imaginario social y una teoría social. Adopto el término imaginario 1) porque me refiero concretamente a la forma en que las personas corrientes "imaginan" su entorno social, algo que la mayoría de las veces no se expresa en términos teóricos, sino que se manifiesta a través de imágenes, historias y leyendas. Por otro lado, 2) a menudo la teoría es el coto privado de una pequeña minoría, mientras que lo interesante del imaginario social es que lo comparten amplios grupos de personas, si no la sociedad en su conjunto. Todo lo cual nos lleva a una tercera diferencia: 3) el imaginario social es la concepción colectiva que hace posible las prácticas comunes y un sentimiento ampliamente compartido de legitimidad. (Taylor, 2006: 37)

En esta diferenciación es donde encontramos el concepto que tiene el filósofo canadiense de imaginario social. No se trata de una teoría lógica sino lo que las personas imaginan. Además, dice que no es algo privado de las élites, sino que es compartido por toda la sociedad, y más importante todavía, que permite un sentido amplio de legitimidad. Así, el imaginario social es precisamente lo que va a permitir que ciertas prácticas (teukhein) tengan sentido. Siguiendo a estos dos autores, propongo la siguiente definición de trabajo del imaginario social: Un imaginario social es la unión de ciertos pensamientos, conceptos, palabras e imágenes compartidos por una sociedad que permiten la comunicación y la práctica de ciertas actividades compartidas, dotándolas de sentido. Dicho imaginario no va a tener un sentido teórico-racional y muchas veces no es consiente, por lo que resulta muy compleja su representación.

Así, si pensamos en el caso mexicano, el imaginario social son precisamente aquellos elementos que, unidos, dan sentido a la comunicación y a ciertas prácticas comunes que tendrían los mexicanos. El tequila, los mariachis y el cielito lindo, serían algunos de los elementos que unidos dan sentido a la mexicanidad, que facilitan la comunicación entre los mexicanos y permiten llevar a cabo ciertas practicas comunes como, por citar un ejemplo, el festejo del día de la Independencia. Por su parte, el petróleo también se encuentra presente dentro de este imaginario, pero contrario a los ejemplos antes citados no es un elemento que salga a relucir en las fiestas, sino que acalora el debate político nacional. Dado que el imaginario social no es, como lo proponen ambos autores, una teoría estática, sino una suerte de magma de significaciones, es posible que sea compartido por la sociedad mexicana en su conjunto. Si, por regresar al ejemplo anterior, vemos las festividades del día de la independencia en la Ciudad de México y las comparamos con las que se llevan a cabo en

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algún municipio del Estado de Oaxaca, podremos ver que tienen elementos en comunes, pero que no son idénticas. Cada población reinterpreta aquellos elementos que se encuentran dentro del imaginario y los hace parte de sus propias prácticas. Esto resulta, como veremos más adelante, muy útil para el caso del petróleo en México, pues al abarcar una temporalidad tan amplia como la que aquí se plantea, casi 75 años, y la gran cantidad de personas que habitan México, con especificidades regionales y otras muchas de índole demográfica, hablar de un imaginario estático sería francamente risorio. Una vez hechas estas breves puntualizaciones teóricas, pasemos a hablar concretamente sobre el petróleo en el imaginario social mexicano.

El punto de partida: la expropiación (1938) El 18 de marzo de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas anunció por radio al pueblo mexicano su decisión de expropiar la industria petrolera, mayoritariamente en manos de empresas extranjeras. Dicha decisión, consecuencia del desacato de las petroleras a una resolución de carácter laboral del máximo tribunal del país, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, recibió el apoyo masivo por parte de la población mexicana, e incluso de grupos tradicionalmente opuestos al régimen, como la Iglesia Católica y los jóvenes. Entre las muestras de apoyo que recibió el gobierno de Lázaro Cárdenas tras la expropiación, sobresale la manifestación organizada por la oficialista Central de Trabajadores de México (CTM), a la cuál asistieron alrededor de 250 mil personas entre agremiados, miembros del partido oficial e incluso ciudadanos sin afiliación al mismo, haciendo que el presidente permaneciera en el balcón central del Palacio Nacional de las 11 a.m. a las 3 p.m. Poco tiempo después, el Palacio de las Bellas Artes de la Ciudad de México se convirtió en el sitio donde las mujeres mexicanas, de todos los grupos sociales, entregaban sus joyas para apoyar la compra de las empresas petroleras, convirtiendo al acontecimiento político en un autentico movimiento social. "Nunca, ni antes ni después, desplegó la nación una solidaridad comparable. Durante un breve periodo el frentepopulismo de la CTM pareció abarcar a toda la población" asegura el historiador inglés Alan Knight (2001: 286). Así, el petróleo se colocó dentro del imaginario social mexicano en un tiempo relativamente corto, convirtiendo a la expropiación petrolera en uno de los acontecimientos más importantes del México posrevolucionario y al General Lázaro Cárdenas en uno de los presidentes más populares de la historia del país. Pero, como comentaba al principio, el lugar que tiene el petróleo dentro del imaginario en la actualidad no es producto de un simple acontecimiento, sino de un complejo proceso histórico que abarca más de 75 años. Para poder caracterizar esta amplia temporalidad, podemos establecer tres periodos, cada uno de los cuales cuenta con características propias como se verá a continuación.

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El periodo nacionalista (1940-1970) En este primer periodo, que abarca desde el gobierno de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) hasta finales del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), el petróleo es considerado como patrimonio nacional, por lo que su venta al extranjero va a ser considerada como "vender la patria". Durante dichos años, la mayor parte de la producción petrolera fue absorbida por el consumo interno, pues la industrialización del país, objetivo principal de los gobiernos de la época, requería de grandes cantidades de hidrocarburos, los cuales contaban con importantes subsidios. Con la llegada de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) a la presidencia en 1940, un hombre más conservador que su antecesor, la figura del ex presidente seguía siendo muy popular entre grupos más radicales, por lo que Ávila Camacho mostró, en principio, un deseo de apartarse un poco de Cárdenas. En sus dos primeros informes de gobierno, el nuevo presidente habló poco sobre la expropiación petrolera, haciendo únicamente anotaciones sobre el deseo de fortalecer el mercado interno y sobre las dificultades a las que se enfrentaba la industria por la Segunda Guerra Mundial. Inclusive, la conmemoración del sexto aniversario de la expropiación petrolera, en 1942, no fue organizada por el gobierno, sino por el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza en el Frontón México. Además de este evento, otros grupos realizaron conmemoraciones similares, con lo que podemos darnos cuenta de la forma en que se encontraba presente la expropiación petrolera en la memoria de los mexicanos, sin la intervención directa del gobierno. Por su parte, Ávila Camacho no se presentó a ninguna de las festividades, y en su lugar asistió a la celebración del 25 aniversario de la cooperativa de vestuario militar (El Universal, 1942: 6) Parece lógico que el presidente hiciera lo posible por desmarcarse de uno de los momentos cumbres del gobierno de su antecesor y del propio Cárdenas, pero esto duraría poco, pues en junio de 1942, México entraría a la Segunda Guerra Mundial a consecuencia del hundimiento de dos de sus barcos petroleros, el Potrero del Llano y el Faja de Oro. Ante la nueva situación que vivía el país, el presidente optó por favorecer la "unidad nacional", por lo que tuvo que recuperar el apoyo del General Cárdenas, a quien nombró Secretario de la Defensa Nacional, al tiempo que se hizo partícipe de la celebración del 18 de marzo. A partir de ahí, y como se puede observar en los siguientes presidentes, todos los jefes del ejecutivo mexicano celebraron la expropiación petrolera, aprovechando la ocasión para realizar una conexión entre ellos y el presidente Cárdenas. Con esto, la figura del ex presidente dejó de ser un símbolo lejano del cual se quería escapar, y se convirtió en un referente del régimen político, muy importante para la unidad de los mexicanos. Todo esto va a tener un impacto positivo sobre el imaginario social, pues al ser conmemorados Cárdenas y la expropiación por los gobernantes en turno, el petróleo va a irse colocando dentro de éste de manera decisiva.

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Por poner un ejemplo de estas conmemoraciones, remontémonos al 18 de Marzo de 1952, en que el gobierno del presidente Miguel Alemán (1946-1952) organizó los festejos en el Palacio de Bellas Artes. Esta conmemoración se convirtió en un doble festejo, pues el gobierno había finiquitado en ese año el pago a las empresas petroleras norteamericanas y había logrado un buen arreglo con las compañías inglesas con lo que, de acuerdo al ejecutivo federal, se podía considerar la "culminación de un largo proceso histórico", la expropiación petrolera. En dicha ocasión, se contó con la participación de varios artistas de teatro, al tiempo que la Orquesta de Miguel Lerdo de Tejada interpretó por primera vez México, himno petrolero escrito por Agustín Lara. Pero las celebraciones en este año no se limitaron a la oficial, sino que alrededor de la República Mexicana, y específicamente en las zonas petroleras del país, existieron diversos festejos. De acuerdo con el líder del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, estas fiestas fueron caracterizadas por su júbilo. En Poza Rica, Veracruz, se realizó la festividad más grande del interior de la república, contando con carros alegóricos y la presencia de alrededor de 30,000 personas. (El Universal, 1952: 12) Como se puede ver con este ejemplo, la conmemoración de la expropiación petrolera se convirtió rápidamente en uno de los eventos más importantes del año, reforzando así la posición del petróleo dentro del imaginario social. Pero el imaginario social no resume únicamente a la acción del gobierno y el gremio petrolero, por lo que resulta importante también revisar actos que no vienen de la cúpula del poder. Así, podemos mencionar el siguiente anuncio publicitario:


 Anuncio publicitario con referencia a la conmemoración de la expropiación petrolera
 (El Universal, 1959).

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Éste nos muestra a una tienda de aparatos electrónicos, la cual anunció que para conmemorar el 18 de marzo se encuentra "expropiando" un 20% de descuento. Mas allá de verlo como un gancho publicitario o como parte de una conmemoración, resulta interesante notar la socialización del término. Con este anuncio podemos darnos cuenta de que al transcurrir 21 años de la expropiación petrolera, no solamente el evento no ha quedado olvidado, sino que es reconocido por la mayoría de la población y no se encuentra del todo apartado de su vida diaria, es decir que forma parte del imaginario social de los mexicanos. La fecha en que el presidente Cárdenas anunciara la expropiación de los bienes de las empresas extranjeras se encontraba ya claramente inscrito dentro del calendario cívico gubernamental, pero más importante aún, dentro del imaginario, ya que se encontraba dentro de las mentes de los mexicanos, desde los publicistas que lo realizaron, hasta los posibles compradores de aparatos electrónicos a quienes el anuncio iba dirigido. Los publicistas, al diseñar el anuncio, estaban seguros de que los lectores del periódico entenderían claramente lo que ellos estaban anunciando, lo que permitía que la comunicación se llevara a cabo. ¿Por qué el 18 de Marzo? ¿Cómo que expropiando un 20% de descuento? ¿Qué hace una torre de perforación petrolera en un anuncio de productos electrodomésticos? Son algunas de las preguntas que un mexicano en 1959 no se hubiera hecho viendo este anuncio, pues la fecha, la palabra "expropiación" y la torre de perforación juntas les expresan algo, gracias a la información que los mexicanos pueden obtener del imaginario social. Aunque más adelante nuevos elementos se van a ir agregando a la idea del petróleo dentro del imaginario social mexicano, la veta nacionalista va a continuar ahí hasta la actualidad. Pero ahora pasemos a un segundo periodo, en donde el petróleo ya no va a ser únicamente un valor simbólico para los mexicanos, sino un auténtico elemento macroeconómico a considerar.

El auge petrolero (1970-1982) En contraste con los primeros treinta años del petróleo en manos del Estado mexicano (1938-1968), en que las políticas económicas fueron muy estables y el mercado internacional de hidrocarburos mantuvo también una relativa estabilidad, los siguientes 20 años fueron de importantes cambios económicos tanto en México como en el mundo y uno de los principales protagonistas de dicho cambio fue precisamente el petróleo. En un primer momento, a inicios del gobierno del presidente Luis Echeverría (1970-1976), el modelo económico nacional mostró su desgaste, cuestión que obligó al gobierno a adoptar medidas de carácter keynesiano, ya por entonces cuestionadas a nivel mundial. En cuanto al petróleo, el modelo de subsidios, utilizados durante los gobiernos anteriores, habían dejado a la industria en una importante posición de atraso tecnológico, convirtiendo al país en importador neto de hidrocarburos. Es decir, aquel baluarte nacionalista, el petróleo, ya no alcanzaba ni siquiera para el consumo interno de los mexicanos.

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Pero esta crisis petrolera duraría poco, pues en 1974 se dio inicio a la explotación del importante yacimiento petrolero Reforma, ubicado en los estados de Tabasco y Chiapas, con lo que México se convirtió de nueva cuenta en un importante productor petrolero. En este año, se alcanzó una producción de 209.8 millones de barriles, la primera en la historia en superar el récord establecido en 1921, es decir más de cincuenta años antes. Pero la situación no se detuvo ahí. En el año de 1976, coincidiendo con la entrada al gobierno de José López Portillo (1976-1982), los ingenieros de Petróleos Mexicanos (PEMEX), confirmaron el hallazgo en la Sonda de Campeche, en el golfo de México, del segundo pozo petrolero más grande del mundo hasta entonces, el cuál en la actualidad lleva por nombre Cantarell. Con dicho pozo, se informó al flamante nuevo presidente, el país contaba con petróleo para los siguientes 200 años. En cuanto a la situación internacional, la Guerra del Yom Kippur (1973) modificó de manera importante la geopolítica internacional, por lo menos en lo que toca al petróleo. Ante la pérdida de los país árabes, muchos de ellos importantes productores petroleros, en dicho conflicto, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) declaró un embargo petrolero en contra de las potencias occidentales que habían apoyado a Israel. Esta situación elevó de manera desmedida los precios internacionales de los hidrocarburos. Así, con grandes reservas de petróleo y precios exorbitantes, el presidente López Portillo aseguró al pueblo de México que su problema a partir de dicho momento sería el aprender a "administrar la abundancia". Sin embargo, y dado al peso simbólico y nacionalista del petróleo en el imaginario social, el gobierno tendría que buscar la manera de convencer a los mexicanos de la conveniencia de regresar al modelo exportador, existente antes de 1938, sin ser tachado de vendepatrias. Para lograrlo, el gobierno caracterizó al petróleo como "palanca del desarrollo", generadora de otras industrias. Así lo dijo el presidente de la república en uno de sus informes ante el Congreso: Pocas cuestiones han apasionado a la opinión pública como el petróleo y el gas. Hemos expresado nuestra satisfacción, porque la participación acredita interés, y mientras más amplia, más nos obliga a meditar para obrar mejor. […] Con esa conciencia, proclamo ante estas generaciones el deber y el derecho de usar desde ahora nuestro petróleo para asegurar el porvenir de la Nación. Lo hacemos no sólo con ese recurso, que aunque abundante, no es renovable, sino convirtiéndolo en generador de otros que sí se renueven y se multipliquen por el trabajo. (Cámara de Diputados, 1985: 590-591)

En esta declaración podemos notar que el propio titular del ejecutivo reconoce que el tema del petróleo ha suscitado la pasión de los mexicanos, precisamente por su importancia en el imaginario social. Sin embargo, el gobierno proclama el deber y el derecho de utilizarlo como palanca del desarrollo nacional. Así, el proyecto del nuevo director de PEMEX, Jorge Díaz Serrano, fue elevar la producción de crudo tres veces, de 700 mil a 2.2 millones de barriles

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diarios para 1882, así como aumentar las exportaciones en 1.1 millones de barriles diarios (Meyer y Morales, 1990: 187) De igual manera, se inició el desarrollo de la industria petroquímica mexicana a gran escala, con 17 complejos petroquímicos, buscando así triplicar su capacidad y conseguir la autosuficiencia. México creció entonces a un ritmo de 7.8% anual entre 1977 y 1981, al tiempo que la inflación fue del 24% en promedio. La inversión pública tuvo aumentos del 22%, mientras que la privada del 13%. El objetivo gubernamental por estos años era aprovechar los ingresos petroleros para desarrollar la industria de manera que el avance fuera sostenible a largo plazo. Para poder aumentar la capacidad productiva de Petróleos Mexicanos, el gobierno destinó una gran cantidad de recursos provenientes de los ingresos generados por el petróleo, al mismo tiempo que se adquirieron préstamos en el sistema financiero internacional y se continuó con la impresión de papel moneda. En esta época, la economía mexicana entró a un proceso de 'petrolización', dado que el 75% de las exportaciones eran precisamente del petróleo, al tiempo que representaban el 38% de los ingresos fiscales. En esta época, el cambio en el petróleo dentro del imaginario social fue muy claro, pues el gobierno buscó cambiar su imagen de "patrimonio nacional", es decir producto cuya venta era irresponsable e incluso antipatriótica, al de "palanca del desarrollo nacional", a través de la exportación. La explotación de este recurso natural no renovable había tenido por objetivo durante los primeros 35 años posteriores a la expropiación el abastecimiento del mercado interno, apoyando el proyecto de industrialización del país, pero a partir de estos años, su objetivo cambió para convertirse en una importante fuente de divisas a través de la venta al extranjero. Para conseguir este nuevo objetivo, el gobierno tuvo que convencer a los mexicanos que el petróleo era tan abundante en México, que su venta no representaba una amenaza para el país, sino una oportunidad, por lo que los datos de las reservas fueron maximizados, aún ante la incredulidad de algunos (Meyer y Morales, 1990: 187). Para el gobierno, el petróleo no era únicamente la respuesta a los problemas internos del país, sino era también el elemento que cambiaría las relaciones de México con el mundo. Con esto en mente, el gobierno propuso ante Naciones Unidas un plan mundial de energía, que buscaba que el petróleo se convirtiera en un instrumento de los países no industrializados para lograr mejores condiciones de desarrollo. Así, se buscaba que México se convirtiera en el nuevo abanderado del diálogo Norte-Sur, que se encontraba prácticamente paralizado desde 1977. Además, México ganó poder político en el continente al, junto con Venezuela, ofrecer petróleo a crédito a países de Centroamérica y el Caribe. Así lo planteó el presidente en su tercer informe de gobierno:

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Las reservas de hidrocarburos –sextas del mundo- confieren a México nuevas responsabilidades a las que no estamos acostumbrados. Tenemos un recurso no renovable, real, valioso y deseado por todos. Es patrimonio exclusivo de la Nación. Ello entraña compromisos y obligaciones con nosotros mismos, pero también solidaridad con una humanidad lesionada por una crisis energética sin precedente. (Cámara de Diputados, 1985: 615)

Esto es llevar al imaginario social mucho más allá de la realidad, y con claros objetivos políticos. La utilización del imaginario hecha durante este sexenio permitió que se tomaran decisiones que a corto y largo plazo afectaron a la economía mexicana. Contrario a lo esperado por el gobierno mexicano, el precio internacional del petróleo disminuyó de manera moderada en 1981, lanzando una clara señal de que la bonanza del petróleo se encontraba cerca de su fin. Aunque la iniciativa privada tomó medidas para evitar, en la manera de lo posible, los efectos de dicha contracción, el gobierno mexicano continuó con su política de crecimiento y endeudamiento, esperando la pronta recuperación de los precios del petróleo, cosa que no pasó. Los problemas estructurales de México, ocultos por la bonanza petrolera, aunados a la corrupción existente durante estos gobiernos, llevaron al país a una situación limite, prácticamente a la bancarrota. Así el petróleo, aquel patrimonio nacional que durante las décadas anteriores había posibilitado el desarrollo estabilizador, pasó de ser la gran solución a los problemas nacionales al principal causante de estos. Aunado a esto, el imaginario social cobró muy cara su factura pues, si como se decía el país era inmensamente rico en hidrocarburos, resultaba altamente cuestionable la mala situación económica por la que se atravesaba. Se debía, claro estaba, a malas decisiones tomadas por el presidente de la República y su director de PEMEX, así como a los altos grados de corrupción que se vivían en la élite gobernante. De este segundo periodo, el del auge petrolero, quedó para la posteridad el hecho de que el petróleo se convirtió en una de las principales fuentes de divisas para el país y de ingresos para el gobierno federal. Esto tuvo también un importante efecto sobre el imaginario, pues el petróleo no era ya únicamente un producto con valor histórico, sino un verdadero elemento macroeconómico para el país. Cuando, aún en la actualidad, en cualquier noticiero mexicano se llega a la sección de finanzas y se presentan los principales indicadores económicos, el precio del barril de la mezcla mexicana de petróleo se presenta junto a datos como el precio del dólar, el euro y los CETES, tasa referencial del banco central. Así, desde esta época el petróleo ha adquirido en el imaginario social una posición aún más importante por el valor macroeconómico que tiene para el país, siendo esto reconocido por prácticamente la totalidad de la población.

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El periodo neoliberal (1982-2012) A la llegada al gobierno del presidente Miguel de la Madrid (1982-188), el país se encontraba en una seria crisis económica. La campaña de éste se basó en una 'renovación moral', puesto que el pueblo mexicano se encontraba cansado de los escándalos de corrupción que rodearon al gobierno de López Portillo. En el caso específico del petróleo, la corrupción era más que evidente, por lo que el gobierno buscó limpiar la imagen de la paraestatal. Así lo dijo el presidente de la Madrid en su primer informe de gobierno: "Reafirmamos el compromiso de renovar el orden administrativo de Pemex para elevar su eficiencia y productividad y vigorizar la honestidad en sus operaciones. El nuevo Pemex, la empresa publica más importante del país, tiene que ser motivo de orgullo para los mexicanos. Así lo exige el espíritu de la nacionalización de Lázaro Cárdenas" (Cámara de Diputados, 1985: 816) Un mes antes Jorge Díaz Serrano, ex director de la empresa, había sido encarcelado por fraude. El petróleo en el imaginario social se encontraba en estos momentos manchado por la corrupción y los malos manejos, por lo que el objetivo del gobierno era cambiar su imagen. Pero a pesar del cambio en imagen, la realidad del petróleo en el orden macroeconómico del país ya era inalterable, aunque su función cambió de "palanca de desarrollo" a sustento económico para el pago de la deuda externa. Durante estos años, el petróleo continuó siendo parte esencial de los ingresos de divisas para el país y de recaudación fiscal para el Estado, el cual recibió en 1985 el 70% de sus ingresos de la paraestatal petrolera (Meyer y Morales, 1990: 228). Así, su lugar dentro del imaginario social no pudo variar mucho a pesar de los cambios en el modelo económico que se presentaron en estos años. Fue a partir de 1982 que en México se empezaría a utilizar el modelo conocido como neoliberal, el cual "implicaba favorecer los mecanismos de mercado en actividades económicas, reduciendo su participación [del estado], regulación y tamaño" (Pardo, 2010: 82). Para lograr esto, se inició un proceso gradual de privatización por parte del Estado. De 1983 a 1985, se cerraron muchas empresas que no resultaban rentables para el gobierno. Posteriormente, de 1986 a 1988 se dio la venta de pequeñas y medianas empresas, para iniciarse en 1988 el proceso de privatización de las grandes empresas, entre ellas Teléfonos de México (TELMEX), la empresa minera Cananea y el sector bancario. En manos del gobierno sólo quedaron aquellas que se consideraban de carácter estratégico, como PEMEX, Luz y Fuerza del Centro y la Comisión Federal de Electricidad, todas ligadas al sector energético. Aunado a esto, a principios de los años noventa se llevaron a cabo las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TELECAN) entre Estados Unidos, Canadá y México, el cual entró en vigor en 1994. Ante su nuevo papel de regulador, el Estado mexicano creó diversas instituciones de tipo regulatorio, ya sea a través de órganos descentralizados, desconcentrados o autónomos, los cuáles buscarían regular la libre competencia y con ello favorecer el equilibrio

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macroeconómico. México pasó en estos años de ser una economía cerrada, en donde el papel del Estado era central, a uno de apertura económica en donde la iniciativa privada era el jugador central. Muchos han criticado esta postura y muchos otros la han defendido hasta sus últimas consecuencias, pero lo más importante para nuestro objetivo es entender que a pesar de estos cambios, PEMEX va a continuar siendo una empresa muy similar a la creada en 1938. Es importante comprender que, a pesar de que PEMEX siguió siendo una empresa paraestatal, con la llegada del Neoliberalismo su existencia se tornó sospechosa, por no decir mal vista, para aquellos que se formaron bajo esta ideología. El hecho de que el gobierno, considerado en la época como poco eficiente, mantuviera en su poder una empresa tan grande, hacía que en la mente de altos funcionarios públicos, portadores de esta nueva ideología, resonaran las sospechas de baja productividad y malos manejos, no sin razón. La idea de privatización de la empresa empezó a correr dentro de algunos funcionarios aunque, por su peso simbólico en el imaginario social, siquiera sugerirlo resultara imposible. En medio de la vorágine de modernización económica, en el año de 1992 el presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) envió al Congreso la propuesta de Ley Orgánica de Petróleos Mexicanos y Organismos subsidiarios. Para estos años, el partido oficial había quedado dividido por la salida de los miembros del llamado Frente Democrático Nacional, que representaban al ala izquierda del partido. Dicho grupo fue encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del ex presidente Lázaro Cárdenas, protagonista de la expropiación petrolera, por lo que el petróleo se convirtió rápidamente en una de sus principales banderas. Gracias a la nueva pluralidad política, durante la discusión en el Congreso mexicano de dicha ley se puede observar el peso del petróleo dentro del imaginario social, pues por primera vez diputados y senadores ajenos al partido oficial pudieron hacer crítica a la propuesta presidencial y fueron escuchados. Pongamos como ejemplo la siguiente intervención de la diputada Gabriela Guerrero del Partido Popular Socialista (PPS): En el marco de privatización de la economía nacional, algunos sectores demandan que la empresa petrolera pase a manos privadas, aunque no se atreven a alzar la voz tan estridentemente, como lo han hecho en el caso de la industria eléctrica nacionalizada, porque en el caso de Petróleos Mexicanos, como todos lo sabemos, hay demasiado peso histórico en su nacionalización. (Cámara de Diputados, 1992)

En esta declaración se nota claramente el reconocimiento de parte de la diputada del imaginario social, aunque no lo llame de esta manera. Para ella, aquellos que están a favor de la privatización del petróleo, no están dispuestos a decirlo en público pues saben que, al ser un tema tan ligado al nacionalismo dentro del propio imaginario, el costo político sería demasiado alto. En este sentido los partidos de izquierda, como el propio Popular Socialista y el recién creado Partido de la Revolución Democrática (PRD), fueron quienes tomaron para sí la bandera de la no privatización del petróleo. Las discusiones dentro de ambas cámaras fue muy acalorado !93

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pues, aunque el presidente y su partido contaban todavía con la mayoría necesaria para llevar a cabo la modificación legal, el Partido Revolucionario Institucional no podía mostrarse en contra de la que fuera durante muchos años su propia bandera. Así, el imaginario social no sería ya utilizado por el gobierno, como en ocasiones anteriores, para su beneficio, sino que sería tomado por la izquierda mexicana. Finalmente, la nueva ley reorganizó a la empresa, pero manteniendo el control total de la industria en manos del Estado. Durante los siguientes años, y en parte gracias al crecimiento sostenido de los precios internacionales del petróleo, la posibilidad de una apertura dentro del sector dejó de ser objetivo de los gobiernos en turno. Se sabía que el peso del petróleo dentro del imaginario social era demasiado fuerte, mientras que los gobiernos de Ernesto Zedillo (1994-2000) y Vicente Fox (2000-2006), primer presidente de la alternancia, no contaban con el peso político requerido para enfrentarse a él. Sin embargo, lo que los gobiernos de esta época continuaron haciendo fue mantener al petróleo como una importante fuente de ingresos para el Estado, cobrando a PEMEX, más del 90% de sus ganancias en impuestos. Finalmente, en 2008, el presidente Felipe Calderón (2006-2012) decidió enviar una iniciativa de ley que permitía la participación de particulares en la industria petrolera, sin embargo el PRI y el PRD bloquearon dicha posibilidad. Aunado a esto, la izquierda organizó diversas marchas y plantones en contra de la reforma, contando con un importante apoyo popular. Sin el apoyo de los partidos políticos y de la población, la propuesta terminó en una modificación menor que brindó cierta flexibilidad administrativa a la paraestatal, pero sin ningún cambio de fondo. La modificación de fondo tardaría cinco años más en llegar.

La reforma de 2013: la apertura El 20 de diciembre de 2013, tras casi cinco meses de discusión en el Congreso, finalmente se aprobó la modificación a los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, permitiendo así la entrada de capitales privados a la industria petrolera, tras prácticamente 75 años de monopolio estatal. Aunque sólo habían pasado 5 años del intento del presidente Calderón, las circunstancias políticas habían cambiado. El PRI, partido que había perdido la presidencia en el año 2000, nuevamente gobernaba y, contrario a lo ocurrido anteriormente, estaba dispuesto a abrir el sector petrolero. Sin embargo, el nuevo presidente y su partido se enfrentaron a una complicada disyuntiva, pues resultaba sospechoso que el partido que en 1938 había llevado a cabo la expropiación petrolera apoyara en esta ocasión la apertura del sector que, por años, había defendido como elemento de la soberanía nacional. La respuesta vino de la mano de una costosísima campaña de mercadotecnia, mil 181 millones de pesos, es decir casi 55 millones de euros (Proceso, 2016), en la que el presidente aseguró que su propuesta retomaba "palabra por palabra" el texto constitucional de la época de la expropiación. Detengámonos en este argumento. Si se revista la propuesta de modificación, resulta que, efectivamente, la redacción constitucional es la misma

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existente en 1938, sin embargo el espíritu de la reforma era contraria al pensamiento Cardenista. Aunque en 1938 se permitía todavía la inversión privada en el sector, la idea del gobierno es que el Estado fuera el centro de la industria, mientras que con la nueva reforma el mercado quedaría al centro. Desde un pensamiento puramente racional, resulta poco entendible que el presidente utilizara como argumento de modificación constitucional el hecho de retomar "palabra por palabra" lo escrito en la constitución 75 años atrás, y más aún en un tema que atañe de manera directa al futuro de una de las industrias más importantes del país. Sin embargo, es precisamente esta actitud la que evidencia el peso que aún hoy, a más de 75 años de la expropiación petrolera, tiene dentro del imaginario social el petróleo. La figura de Lázaro Cárdenas y la importancia de la expropiación petrolera continúa siendo capital para un buen número de Mexicanos por lo que, aún contando con una mayoría legislativa, el presidente tuvo que recurrir a un argumento lo suficientemente poderoso como para llevar a cabo su reforma. En este sentido, en medios de comunicación, redes sociales, e incluso instituciones de alto reconocimiento nacional e internacional como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se abrieron espacios para la discusión del tema petrolero. El Senado organizó por su parte una serie de foros en donde se pudieron ver todo tipo de expresiones, a favor y en contra de la apertura, pero lo que quedó claro en todo momento es que, para los mexicanos, el asunto petrolero seguía siendo uno íntimamente ligado al nacionalismo y a la conciencia nacional.

A manera de conclusión Pero, ¿qué nos dejaron estos 75 años? ¿cuál será el sitio del petróleo en el imaginario social a partir de este momento? A responder estas dos preguntas quisiera dedicar estas últimas palabras. En primer término, y tras haber realizado el breve recorrido de los 75 años que separan la expropiación petrolera de la Reforma Energética de 2013, podemos darnos cuenta que la constante es que el petróleo es un elemento simbólico del nacionalismo mexicano, que hace que importantes sectores de la población lo consideren como algo propio. Por supuesto, la Constitución Mexicana marca que los hidrocarburos, al igual que los minerales por citar un ejemplo, son propiedad de la Nación, sin embargo el sentimiento que existe hacia el petróleo parece ser aún más profundo que un formalismo constitucional. La importancia que durante años atribuyera el gobierno mexicano a la expropiación petrolera a través de diversas conmemoraciones, es sin duda alguna un elemento importante de reforzamiento del petróleo dentro del imaginario social, pero tenemos que ir mas allá. El imaginario social no se encuentra únicamente formado por elementos provenientes del Estado, sino que cuenta con imágenes y conceptos que provienen de muy diversos lados. Sin duda alguna, la educación básica y los medios de comunicación han jugado un papel importantísimo en el fortalecimiento de lo que hoy es el petróleo dentro del imaginario social. De igual manera, la historiografía nacional y la

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opinión de los intelectuales mexicanos con respecto al petróleo han permitido que los mexicanos se formen una idea de lo que ha sido para el país el petróleo. Sin embargo, existen elementos más cotidianos, que han fortalecido el lugar del petróleo dentro del imaginario. Por citar un ejemplo, cuando uno visita cualquier ciudad dentro del territorio nacional en automóvil, puede hace una observación: prácticamente todas las estaciones de servicio (gasolineras) en el país son idénticas, debido a que hasta mediados de 2016 eran concesiones de PEMEX. Por lo tanto, en la gran mayoría seguimos encontrando el siguiente imagotipo:

Detengámonos un momento a analizarlo. Los colores que presenta, son el verde, el blanco y el rojo, los tres colores de la bandera nacional. El logotipo tiene forma de una gota, dentro de la que se encuentra el perfil de un águila, animal que se encuentra dentro del escudo de dicha bandera. Aunado a esto, el nombre de la propia empresa Petróleos Mexicanos, y su acrónimo PEMEX, nos devuelven inmediatamente al sentido de lo mexicano. Si pensamos en que cada vez que un mexicano necesita cargar gasolina para su automóvil se topa con esta carga simbólica, resulta evidente que el imaginario se ve reforzado por aquello que Michael Billing (1995) llama el nacionalismo banal. Ahora, si pensamos que ese mismo mexicano prende la televisión por las noches para ver el noticiario y dentro de la sección de finanzas aparece el precio de la mezcla mexicana de petróleo como uno de los principales indicadores macroeconómicos del país, resulta comprensible que para éste el petróleo sea algo que se encuentra íntimamente ligado a su vida cotidiana. Así, se puede notar que el lugar que tiene el petróleo dentro del imaginario social no es simplemente efecto de un adoctrinamiento ideológico por parte de la élite gobernante, como se podría pensar, sino que es algo que ocurre día con día a los mexicanos sin que siquiera se den cuenta. Mezclando el peso histórico con una relación directa en la vida diaria de las personas, es como se logra que el petróleo siga siendo uno de los elementos más importantes del imaginario social mexicano. El problema al que se enfrenta México tras la reforma es que, en pleno apogeo de la globalización, la soberanía nacional que durante años los gobiernos revolucionarios ligaron al petróleo, sufre de una falta de referentes simbólicos que le den sentido. Si la Nación es una comunidad política imaginada (Anderson, 1983: 23), la pérdida de estos referentes comunes

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hace que, poco a poco, el sentido de Nación también se pierda. La llamada "defensa al petróleo", encabezada por los partidos de izquierda mexicanos ante la reforma, tiene más la pinta de una defensa simbólica de lo nacional que de un proyecto macroeconómico, aunque también sea esto. El imaginario social, por definición, no es una ideología monolítica, sino un magma de significaciones que se modifica constantemente, pero una permanencia que ha caracterizado el papel que tiene el petróleo dentro de éste en México, es su fuerte liga con el nacionalismo. A pesar de las modificaciones legales que son fruto de la reforma, el petróleo sigue íntimamente ligado al nacionalismo mexicano, cosa que difícilmente se modificará en los próximos años.

Referencias Anderson, B. (1983). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica México. Billing, .M.l. (1995). Banal Nationalism. London: SAGE Publications. Castoriadis, C. (2013). La institución imaginaria de la sociedad. México: Tusquets Editores. Cámara de Diputados. (1985). Los presidentes de México ante la nación, 1821-1824. México: Cámara de Diputados, Ed. Quetzal. Cámara de Diputados. (1992). Diarios de debate del Congreso n. 25. Legislatura LV, año I, II Periodo Ordinario, 9 de junio de 1992. México: Cámara de Diputados. El Universal. (19 de marzo, 1942). El presidente Avila Camacho, acompañado de la señora su esposa, concurrio al festival de celebracion del 25 aniversario de la cooperativa de vestuario militar, El Universal, Sec. I, 6. El Universal. (19 de marzo, 1952). Reafirmaciones de nacionalidad. El Universal, Sec. I, 12. Knight, A. (2001). La última fase de la Revolución: Cárdenas. En T. Anna, J. Bazant, F, Katz, J. Womack, J. Meyer, A. Knight y P. Smith, Historia de México (pp. 250-320). Barcelona: Editorial Crítica. Meyer, L., Morales, I. (1990). Petróleo y nación. La política petrolera en México. México: PEMEX. Pardo, M.C. (2010). El estado mexicano ¿de la intervención a la regulación? En S. Loaeza y J-F. Prud'homme (Coord.), Instituciones y procesos políticos. Los grandes problemas de México, tomo XIV (pp. 71-119). México: El Colegio de México. Proceso. (4 de enero, 2016) Gobierno federal gastó mil 181 mdp en promoción de la reforma energética. Proceso online. http://www.proceso.com.mx/?p=425170 Taylor, C. (2006). Imaginarios sociales modernos. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica. Recibido: 16.6.2016 Aceptado: 11.10.2016

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El imaginario barroco en Bolivia Baroque imaginary in Bolivia

Samuel Arriarán Cuéllar Universidad Pedagógica Nacional de México
 [email protected]

Resumen En este trabajo se analiza el problema de la formación de la identidad nacional en países como Bolivia. El autor plantea que dicha identidad no se constituyó solamente durante el proceso ilustrado del siglo XVIII o del XIX con el liberalismo. Antes de estos procesos existió un ethos barroco, es decir un tipo de comportamiento cultural que fusionó la cultura indígena con la española dando por resultado la identidad criolla. Para explicar esto, el autor desarrolla las categorías del imaginario barroco con relación a la colonización occidental y la cristianización, más que con la hispanización. Se ejemplifica con el caso de la ciudad de Potosí, Bolivia durante los siglos XVI y XVII. Finalmente el autor plantea que puede haber otro tipo de modernidad no capitalista: una modernidad barroca que responde al proceso histórico propio de los países de América Latina. Lejos de ser un proyecto pretérito o caduco se trata de un proyecto vivo ya que subsiste como un "imaginario radical" según el concepto de Castoriadis. Palabras clave: Bolivia; modernidad; barroco; América Latina; catolicismo; imaginarios sociales.

Abstract In this paper, the problem of native identity construction in countries like Bolivia is studied. Author sates that such identity was not constructed only during XVIII Enligthing period nor during XIX liberal period. Before these precesses a Baroque ethos occured, that is to say a cultural behavior that marged native with spanish culture, result in creole identity. To explain this satatement, author showns some categories from Baroque imaginary, related more with western colonization and christianization then hispanization. As an example is presented the case of bolivian city of Potosí, during XVI and XVII centuries. Finally, author satates that it can exist another kind of not capitalist modernity: A Baroque modernity in reponse to a historical process of Latin American countries. This paper argues that Baroque modernity is still alive cultural manifestation as a “radical imaginary”, according with the concept created by Castoriadis. Key Words: Bolivia; modernity; baroque; Latin America; catholicism; social imaginaries.


imagonautas. Revista Interdisciplinaria sobre Imaginarios Sociales. ISSN 0719-0166

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Introducción ¿Qué es el imaginario barroco? ¿Cómo se desarrolla en los países de América latina? ¿Hay alguna relación de la modernidad con la colonización del imaginario? ¿La modernidad europea ilustrada es la misma que la de América Latina? Hoy sabemos que no hay una sola modernidad sino varias, como, por ejemplo, la modernidad barroca que es un tipo de organización social específica del siglo XVII novohispano. Para comprender este punto es indispensable repensar la historia. Cierto es que la conquista fue ante todo un proceso de destrucción, pero no se puede insistir sólo en lo catastrófico. Hay que recordar que paralelamente hubo muchos intentos de poner en práctica concepciones utópicas que llevaron a implementar un nuevo tipo de modernidad sobre la base de la yuxtaposición de dioses, ritos, costumbres y símbolos culturales. Esto sucedió no tanto por interés de la corona española, sino por efecto indirecto de las prácticas de los misioneros como los franciscanos y jesuitas que chocaron y se enfrentaron a la lógica militar y económica del colonialismo. ¿Hasta qué punto estas prácticas fueron importantes o profundas? Recientes investigaciones señalan estas que fueron determinantes en la configuración de otra modernidad alternativa al capitalismo: La modernización de la América Latina en la época barroca parece haber sido tan profunda que las otras que vinieron después (la del colonialismo ilustrado en el siglo XVIII, la de la nacionalización republicana en el siglo XIX y la de la capitalización dependiente en este siglo) no han sido capaces de alterar sustancialmente lo que ella fundó en su tiempo. (Echeverría, 1998:57)

Para comprender la importancia y profundidad de esta modernidad barroca latinoamericana, hay que repensar y examinar el significado de la conquista española. En primer lugar debemos replantear el proceso histórico del mestizaje como colonización del imaginario. En segundo lugar ejemplificar con casos concretos como la modernidad barroca en Bolivia y finalmente repensar el concepto de lo imaginario (según Castoriadi, 1994) con relación al barroco. Lo que se intenta en este trabajo es mostrar que la modernidad barroca con su fuerte componente imaginario es un proyecto histórico vigente.

El mestizaje como colonización del imaginario Si el mestizaje no se define únicamente como una mezcla biológica sino de culturas ¿cómo se desarrolló históricamente en los países latinoamericanos? ¿se desarrolló sólo de una manera impositiva? Cierto es que la colonización económica, política y militar se acompaña siempre con una colonización del imaginario. Debemos este concepto a Gruzinski quien lo define como un proceso de occidentalización, es decir, no solo de cristianización o españolización:

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Occidentalización, más que hispanización, pues aquella implica códigos, modelos, técnicas y políticas que rebasan los confines de la península ibérica, trátese de las Luces del siglo XVIII, de la Contrarreforma o de las empresas de misioneros de Carlos V. La occidentalización no podría reducirse a los azares de la cristianización y a la imposición del sistema colonial; anima procesos más profundos y más determinantes: la evolución de la representación de la persona y de la relación entre los seres, la transformación de los códigos figurativos y gráficos, en fin, la redefinición de lo imaginario y de lo real en que los indios fueron destinados a expresarse y a subsistir forzados o fascinados. (Gruzinski, 1991:279)

Es lo que sucedió en el siglo XVI cuando los españoles se afanaron por extirpar a los ídolos indígenas. Hubo aquí un proceso innegable de dominación que buscaba destruir y eliminar físicamente cualquier expresión religiosa distinta de la católica; sin embargo, no se puede afirmar que este proceso duró mucho tiempo. Durante el siglo XVII los españoles conscientes de que la liquidación física de las expresiones culturales iba unida a la liquidación biológica de los indígenas, decidieron utilizar una estrategia más flexible. En vez de eliminar y desaparecer al otro (lo cual implicaba quedarse sin mano de obra barata para la explotación laboral) recurrieron a la política de la sustitución de los dioses, por ejemplo la divinidad del lago de Copacabana en el departamento de La Paz, Bolivia, donde antiguamente había una deidad en forma de pez. Esta deidad fue sustituida por una Virgen; de la misma manera el culto a los astros fue sustituido por el culto a los ángeles: "la difusión de las series angélicas entre los indígenas se debe al deseo de los religiosos de sustituir la adoración que daban los indígenas a los astros y los fenómenos celestes por el culto a los ángeles" (Gisbert, 2012:115). Además de la sustitución de deidades por imágenes de la tradición religiosa católica (otro buen ejemplo es Illapu, el dios del rayo sustituido por el apóstol Santiago), la colonización del imaginario se realizó a través de la reconfiguración simbólica de los espacios geográficos, es decir, de pasados arcaicos occidentales: La iglesia misionera aplicó en el Nuevo Mundo las estrategias que tan buenos resultados le habían dado unos siglos antes en el viejo. Los santuarios de la fe evangélica fueron levantados sobre los cimientos mismos de los templos paganos, y los sobrenaturales cristianos vinieron a sustituir a los prehispánicos gracias a una compleja red de similitudes. (Alberro, 1999:39)

En Bolivia y gran parte de la región andina los símbolos colonizadores se remiten no sólo a figuras medievales. Cierto es que en el arte virreinal hay, junto a los elementos prehispánicos, un trasfondo humanista no totalmente liberado de los valores propios de la Edad Media. Este trasfondo medieval aparece en algunas iglesias de Oruro como Carabuco y Caquiaviri donde los infiernos coloniales tienen muy poco que ver con lienzos de los siglos XVI y XVII, pues no tienen ninguna relación formal con ellos. Nos encontramos ante un arcaismo que responde al deseo de los religiosos de retomar el cristianismo medieval que había sido herido seriamente después de la reforma protestante. Pero no se puede negar que también hay en estas composiciones la complejidad propia de la pintura europea de la Contrarreforma:

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Así se explicaron dogmas como el de la Inmaculada Concepción, la presencia de Cristo en la Eucaristía, la trinidad de Dios, etc. Este mecanismo era complicado pues los medios expresivos respondían a estructuras propias del manierismo y del barroco. Esto permitió presentar a la Virgen como sustituta de la Pachamama o Madre Tierra, a los ángeles como los seres que controlan el universo visible, Santiago como señor del rayo y a las sirenas, deidades del lago Titicaca, como símbolos del pecado. (Gisbert, 2012:170)

Una primera conclusión, por tanto, sería que no podemos comprender el barroco latinoamericano de la misma manera que el barroco europeo que se identifica únicamente con la ideología de la Contrarreforma. En América Latina lo barroco no sólo se define como un estilo artístico sino con un complejo proceso cultural que mezcla símbolos de la Edad Media, del Renacimiento y de la Contrarreforma con símbolos prehispánicos y de otras culturas lejanas como la egipcia o africana. Esto es lo que se observa por ejemplo en la obra de Sor Juana, José Lezama Lima, Severo Sarduy y muchos otros (Arriarán, 2007). Evidentemente resalta un imaginario cristianizado con símbolos como el paraíso: al considerarlo como huerto y ser colocado en las Indias, se buscó en la flora nativa señales de divinidad y se empezó a ver ángeles en los pájaros en las iglesias de Copacabana, de Andamarca, Huachacalla y Curahuara . El paraíso equivalía para los conquistadores a la gran utopía celestial, a la ciudad dorada, que se ubicaba no en el mundo europeo sino en las Indias, de ahí la búsqueda del Gran Paititi. Esta utopía fue alterada al contacto con los indígenas que llegaron a imaginar el paraíso de Adán y Eva con sus huertos poblados de árboles y pájaros portadores de la divinidad: El tema del paraíso al ser tomado por las escuelas andinas, está sujeto inicialmente a los modelos europeos importados, pero sufre alteraciones. Así, por influencia de los franciscanos y de los escritos de María de Agreda se relaciona a la Virgen María con el Paraíso y con el árbol del bien y de mal. La inclusión andina comienza cuando los indígenas identifican los pájaros con los ángeles y cuando se muestra el cielo como huerto. Así mismo, los pájaros parlantes, como los loros, son considerados seres maravillosos y los pájaros en general, como portadores de la voz de la divinidad. (Gisbert, 2012:208)

¿Cuál es el origen de esta visión del paraíso como un lugar maravilloso? Sin duda hay un referente histórico que se relaciona con las concepciones mesiánicas de los misioneros. Pero mucho antes, ya en el mismo Cristóbal Colón encontramos esta búsqueda paradisiaca: Cierto es que lo más notable de las creencias de Colón es de origen cristiano: se refiere al paraíso terrenal. Leyó en la Imago Mundi de Pedro de Ailly que el paraíso terrenal debía encontrarse en una región templada más allá del ecuador…Como Adán en el paraíso, Colón se apasiona por la elección de los nombres del mundo virgen que tiene ante sus ojos. (Todorov, 1991:25)

Dejando a Cristóbal Colón con sus alucinaciones, miremos a otros protagonistas no muy bien valorados como los franciscanos, agustinos y jesuitas. No intentaban tanto castigar sino buscar la reconciliación. Esto explica que pusieran más énfasis en las recompensas en el paraíso. No es casual que haya una semejanza entre las pinturas de ángeles y aves en Huachacalla y

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Curahuara (iglesias de Bolivia) con las pinturas en muchas iglesias de la Nueva España. También se pueden citar muchas iglesias en el estado de Querétaro, México, especialmente las de la Sierra Gorda donde abundan imágenes de ángeles, flores y aves maravillosas1. Hay que hacer notar que paralelamente a las prácticas de los misioneros, ya desde el siglo XVI hubo en varias regiones de Hispanoamérica búsquedas relacionadas con las imágenes paradisiacas. Varias expediciones militares salieron en busca de viejas utopías como la Atlántida o de ciudades doradas. Al parecer estas expediciones estaban inspiradas en el imaginario de la antigüedad greco-latina y de la época medieval. Esto explica que junto a la representación de mundos similares al Occidente europeo, existía en la mente de los conquistadores un imaginario de la otredad como repetición de lo mismo. No se puede dejar de citar a Gruzinski que comparando a Blade Runner con los indígenas señala lo siguiente: "Conflicto de dobles, la América colonial duplica al Occidente por sus instituciones, prácticas y creencias interpuestas" (Gruzinski, 1994:15)2. Y es que efectivamente la imagen del amerindio elaborada por los europeos al enfrentarse con el pasado, con el origen y con la ubicación de éste en el marco del imaginario cristianizado, venía a ser "una imagen refleja, una imagen de alteridad disminuida" (Baudot, 1996:251), porque era indispensable reducir al otro a categorías análogas. Resumiendo hasta aquí podemos decir que la colonización del imaginario se caracteriza como un proceso de reconfiguración y representación de las relaciones entre el colonizador y el colonizado. Lo curioso es que durante el siglo XVI no hubo en este proceso lugar para una representación del otro como diferente sino como lo mismo. Por tanto la colonización del imaginario se originó y desarrolló como un bloqueo de una posibilidad de historia diferente, original y exclusivamente americana. ¿Hasta cuando se desarrolló este bloqueo? Sin duda no pasó del siglo XVII debido a que al no poder desarrollarse por más tiempo la colonización militar y política, tuvo que surgir una conciencia histórica nueva, es decir lo que se conoce como el despertar de una identidad mestiza, barroca o criolla.

La villa imperial de Potosí A continuación vamos a ejemplificar con el caso de una ciudad boliviana: la villa imperial de Potosí. ¿Y por qué este lugar y no otro? Es que aquí, más que en otras ciudades de América

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Observaciones realizadas por el autor durante un viaje a la Sierra Gorda en abril de 2003, incluidas en Arriarán (2007). Es importante hacer notar que cuando en 1990 Gruzinski publica La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a Blade Runner (1492-2019), había una gran hegemonía televisiva. Este autor termina el libro con un ampuloso capítulo titulado "De la Ilustración a Televisa" (Gruzinski, 1994). Hoy se puede decir que estamos ante otra hegemonía de Internet que deja corto su enfoque, ya que la colonización del imaginario es llevada a territorios mucho más amplios. 2

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Latina, el proceso del mestizaje da origen a una identidad barroca, es decir una forma nueva de racionalidad y de organización social. Y esto se debe quizá al hecho de que Potosí fue en el siglo XVI una de las ciudades más importantes por su economía centrada en la explotación de la plata. No es que al agotarse este mineral se haya agotado el barroco (Dussel, 2016). Esta es una explicación que reduce la cultura al valor de cambio. Pese al debilitamiento de la estructura mercantil centrada en la explotación de la plata, existió un ethos barroco que dio origen y continuidad a la nación mestiza. ¿Y por qué el barroco no depende sólo del valor de cambio? Lo que no se toma en cuenta es que el barroco latinoamericano se relaciona estrechamente con el valor de uso. Esto significa que no es un tipo de comportamiento al servicio del capitalismo. Al estar vinculado con el valor de uso constituyó una estrategia de resistencia y oposición al mercantilismo. Hay que recordar que el barroco se asocia con la política de los jesuitas que a lo largo del siglo XVII intentaron organizar una forma de sociedad opuesta radicalmente al modo de producción capitalista occidental basado únicamente en el valor de cambio. Para comprender el origen de la nación mestiza en Bolivia es indispensable leer hoy los Relatos de la Villa Imperial de Potosí (Arzáns, 2012). No siempre estos relatos tienen un final ejemplar o alguna enseñanza moral, razón por la que tienen hoy enorme interés, ya que abren preguntas y plantean problemas sobre el nuevo sujeto mestizo. La mayoría de los relatos son historias de los criollos. Este protagonismo obedece al proceso de creciente diferenciación de los padres, lo que implica conflictos y torbellinos emocionales. La nueva identidad mestiza no parece tener salida alguna, es un laberinto. Arzánz ve cómo este nuevo sujeto histórico se rebela contra las normas de la religión católica y la ideología contrarreformista. Ya sea en el caso de las mujeres o de los hombres, están conflictuados con las leyes y las normas religiosas. Son ofensores de Dios y por tanto candidatos a ser sancionados con el mayor rigor. Aquí se puede mencionar el caso de una pandilla de ladrones que asolaba la región o de las desaveniencias de un corregidor y los oidores del virreinato de La Plata por la ambición y soberbia de un hombre rico. En estos casos la violación de la ley implicaba no reconocer el orden jurídico. El comportamiento desviado se explica por el hecho de la existencia de una enorme competencia en torno a la adquisición de riquezas. De ahí los robos frecuentes o los pleitos para ocupar funciones políticas destinadas a un rápido enriquecimiento individual. Además de abundar en historias de delitos sociales, Arzáns narra la rivalidad de género, como aquella historia de dos mujeres que desde niñas fueron entrenadas en el uso de armas y que cuando crecieron, les gustaba vestirse como hombres y salir en las noches a buscar pelea. Hay que entender estas historias como reacciones ante la violenta dominación a que están sometidas las mujeres en el sistema patriarcal colonial: "los intentos de las mujeres por encontrar un espacio de afirmación como mujeres y criollas también están marcados por la violencia, y su resultado será la destrucción de sí mismas como en casos de locura o su supresión social por su muerte o reclusión en conventos" (García Pabón, 2012: 26).

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El interés de leer hoy a Arzáns reside entonces en que nos muestra el desarrollo de un ethos histórico nuevo, es decir de una modernidad barroca. Se trata de un comportamiento colectivo que surge y se desarrolla como una forma de sobrevivencia cultural: El concepto de ethos barroco hace referencia a una de las cuatro posibilidades que tiene el ser humano en la modernidad capitalista de elaborar una estrategia cotidiana de sobrevivencia que le permita soportar la enajenación, es decir, neutralizar la contradicción inherente al modo capitalista de reproducción social. (Echeverría, 2004:125)

¿Cómo era Potosí en el siglo XVII? Todo parece indicar que se trataba de una sociedad con una estratificación claramente barroca: Lo interesante es esta estratificación horizontal del espacio. Está el centro de la vida social, el espacio de culto, el centro político, la plaza del mercado, el lugar de la vida pública; hacia allá mira la fachada de la casa privada y desde ella es mirada. La fachada de la casa es como la persona, se configura en esa reverberación de las miradas. Está, en el lado opuesto , la periferia del espacio citadino, el lugar por donde lo otro, convertido en naturaleza, penetra en la vida privada. Y lo que principalmente está detrás de la fachada de la casa barroca es el recinto de la fiesta: lo primero que muestran las fachadas barrocas es el lugar de la ceremonia en la que lo privado hace que le invada lo público (Kurnitzky y Echeverría, 1995:58).

La ciudad de Potosí en esa época, todavía dependía del Virreinato del Perú, había entonces una organización política basada en un corregidor y dos alcaldes, dos tribunales, el de la Santa Inquisición y el de la Cruzada. Había seis conventos de frailes, dos monasterios agustinos. En el censo de 1.650 la población era aproximadamente de 160 mil habitantes (Arzáns, 2012:25). En aquellos años Potosí era una de las ciudades más importantes del mundo debido a la enorme riqueza de sus minas de plata. Los españoles llegaban atraídos por la posibilidad inmediata de volverse ricos. En este contexto no podían faltar fuertes rivalidades entre los españoles y los criollos. Se comprende que además de estos grupos, las personas individualmente tenían intereses que chocaban entre sí.

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 Imagen 1. Casa de la moneda en Potosí. Autoría: Valdiney Pimenta de Campinas3

Lo curioso del libro de Arzáns es que al testimoniar el auge de fortunas surgiera una explicación de naturaleza religiosa según la cual la divinidad otorgaba premios y castigos de acuerdo con el comportamiento de las personas. Es así como explica que una gran inundación ocurrida en el año de 1.626 equivale a un diluvio enviado por Dios para castigar a un pueblo que se volvió pecador (Arzáns, 2012:120). En estas páginas describe cómo perecieron los más ricos, ambiciosos y soberbios mientras que la gente pobre se salvaba por la vía de la intervención divina. No se trataba tanto de los bienes acumulados sino más bien de las virtudes de las personas. Quienes murieron a raíz del azote divino eran los más obstinados en pecar, o sea los que no tenían remedio, mientras que se salvaron aquellos pocos arrepentidos. Entre otras historias que hablan de la intervención divina están aquellas donde aparecen milagros. Cuando una persona se arrepiente, motiva la misericordia y por consiguiente la salvación, como en el caso de algunos indios atrapados dentro de una mina. Aparece entonces una virgen que los alimenta y les conduce por una luz. Otra historia de milagros es hacer que nazcan niños en un ambiente helado como era el invierno potosino. Hay que advertir que en estas historias de milagros no existe sólo un imaginario católico occidental, sino que éste se halla mezclado con el imaginario indígena. De ahí que podamos hablar de una especie de catolicismo popular que resulta de una mezcla barroca, es decir de dos religiones con sus respectivas representaciones de lo sagrado: en ciertos registros las culturas indígenas toman elementos del cristianismo y de Occidente, en otros son presa de evoluciones internas. La influencia cristiana y colonial sólo tuvo un efecto indirecto, se limitó a desencadenar un proceso de mezcla interna antes de alcanzar el contenido de nuevas adecuaciones. (Gruzinski, 1991:163)

Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File%3ACasa_de_la_Moneda_de_Potos %C3%AD_(Bolivia).jpg. Licencia: CC BY 2.0. 3

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La abundancia de milagros en el siglo XVII no debe extrañar, ya que es parte fundamental de un tipo de experiencia generalizada que surge como reacción lógica frente a la política de la reforma religiosa. En efecto, los milagros aparecen cuando se pretende hacer de la vida cotidiana un proceso centrado en una fe especialmente intensa que llega a borrar los límites entre lo racional y lo mágico o sobrenatural, como en este caso de sobrevivencia en un ambiente helado. Es interesante comparar lo que sucede en Potosí en aquella época con la situación social en la ciudad de Quito, Ecuador. Aquí también los milagros se asocian con la vida de los santos, como la de Mariana de Jesús que después de un terremoto ofrendó su vida para curar milagrosamente a todos los enfermos de la ciudad. Lo que llama la atención en estos casos es el modo como se propone la santificación. Los santos, por lo general, han sido elevados a esa categoría en virtud de los milagros que han hecho, es decir, de una suma de hechos milagrosos provocados por ellos y comprobados: en el caso de Mariana de Jesús, en cambio, no es importante la cantidad de milagros que pudo haber hecho sino algo de otro orden: ella misma era, en sí misma, un milagro (igual que la Virgen de Guadalupe que no fue pintada por ningún ser humano). Es decir, no era el instrumento del milagro sino la realidad del milagro (Serur, 1994). Esta distinción entre el instrumento y la realidad nos permite comprender el fenómeno del milagro en la ciudad de Potosí. Efectivamente, en la medida en que aparecían hechos sobrenaturales podemos decir que la ciudad misma era un milagro. No era un instrumento sino la realidad misma del milagro.

El imaginario barroco No se puede reducir la literatura barroca en Bolivia a un solo aspecto, a lo que equivale solo a la representación de la muerte, de la fugacidad de la vida, de la nada y del vacío. Esta representación corresponde al concepto europeo cristiano del barroco. Pero ni siquiera se puede asegurar que en todo el barroco europeo existiera esta visión trágica, ya que hay muchos casos donde se presenta un tratamiento más centrado en los goces de la vida. En el barroco andino se señala que predominan imágenes trágicas. Ciertamente en la historia de Potosí encontramos bastantes referencias a los pecados y a la muerte (Arzáns, 2012). Por ejemplo, aquellas pecadoras como Floriana, una mujer bellísima que despertó pasiones en varios hombres, pero que en vez de corresponder se sintió agraviada hasta que no pudiendo contenerse mató a puñaladas a un capitán español. Otra gran pecadora, esta vez por el puro placer de pecar (lo que equivalía entonces a estar completamente loca) es Estefanía, que actúa en forma diabólica o como una viuda negra (la araña que después de copular mata a sus

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amantes). Se trata aquí de una mujer que llega al extremo de asesinar a su hermano y a su padre por el simple motivo de hacerle ver sus pecados y tratar de corregirla.4 Según Arzáns, así como hay grandes pecadoras, también los hubo del sexo masculino como aquel obstinado pecador que al morir sus padres y quedar desamparado es recogido por los jesuitas, que además intentan darle educación; pero en vez de orientarse por el camino de la virtud se fue por el camino del vicio y murió sin arrepentirse: "¡Quién pensara que habiéndose criado y seguido la virtud hasta los 20 años de su edad, después fuese el más malo, escandaloso y enemigo de Dios!" (Arzáns, 2012:152). Otro caso similar es el de Enrique de Linzuela que mató a su amigo Rodrigo quién le ocultó unas monedas, lo que despertó su cólera. Aquí el gran pecado es el asesinato. Igualmente se puede mencionar el caso de aquel individuo que después de matar a su amigo, deambulaba por las calles de Potosí con su calavera en las manos. Pero no todos los relatos de Arzáns son de signo trágico, abundan también los de signo opuesto, es decir, de un imaginario barroco de naturaleza carnavalesca, y eso es lo que efectivamente marca la suspensión de todos los rangos jerárquicos y privilegios, normas y prohibiciones. El alegre relativismo del carnaval popular opuesto a todo lo que está previsto y perfecto, a toda pretensión de inmutabilidad; el lenguaje blasfemo destruye el autoritarismo monológico. Veamos algunos ejemplos. El relato "En que se refieren los sucesos de la vida y muerte de la más rica, noble y soberbia y terrible Magdalena Tellez", es la historia de una bella criolla pero sin juicio, que al ser ofendida por un hombre quiere vengarse. Se casa entonces con alguien que le promete ejecutar su venganza, pero que al no poder hacerlo, la mujer lo mata con ayuda de sus esclavas negras. Esta historia igual que la de otras mujeres ofendidas resultan carnavalescas, como de ópera bufa. El humor proviene de que esas mujeres se sintieran ofendidas por el solo hecho de atraer con su belleza la atención de los hombres. Es el caso de "En la que se cuenta la vida de la hermosa doña Clara Cabanillas de la Rúa, que fue la mujer más opulenta de Potosí", la historia trata de una criolla. Esta mujer del siglo XVII se anticipa a personajes de la literatura boliviana del siglo XX como la Chaskañawi o la chola Claudina que por su sensualidad representa el símbolo de la perdición de los hombres; se trata de un personaje arquetípico de varias novelas bolivianas, no sólo es una mujer que provoca la perdición y la locura de los

Hay que señalar que existe una tradición de autores posteriores a Arzánz que han desarrollado una parte de su obra narrativa en torno de la recreación o reinvención de algunos de estos Relatos de la Villa Imperial de Potosí (como el relato de Floriana). Entre esos autores hay que destacar a Julio Lucas Jaimes (Brocha Gorda), Alberto de Villegas, Abel Alarcón y José Enrique Viaña, (cf. Paz, 2002) 4

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hombres sino que también se constituye en un elemento liberador con relación al fuerte conservadurismo clerical que predomina en el pueblo.5 Contrariamente a la visión trágica del barroco, en estos casos se representa una visión del sexo libre y gozoso, o sea de un barroco festivo. Bajtin (1988) relata que la carnavalización o fiestas populares se relaciona con una visión del mundo al revés, esto significa que se invierten los significados de la vida cotidiana. Po ejemplo, se invierte la parte superior del cuerpo humano; en la fiesta se valoriza los órganos inferiores, de tal manera que se prioriza el comida o el sexo. Igualmente se invierte el mundo del paraíso como el infierno. La tierra es vista como el lugar del purgatorio, como en los cuadros del Bosco. De la misma manera Arzáns cuenta relatos del mundo al revés como la de aquellos adúlteros pegados: ¿qué sucedió? Oh permisión divina, lo que sucedió fue que no pudo apartarse ni levantarse ese hombre de sobre aquella mujer, sino que se halló tan pegado con que aunque con toda su fuerza intentaba apartarse no le fue posible. (Arzáns, 2012:328)

Otras veces, los santos y las divinidades no siempre acuden para castigar por los pecados cometidos, a veces hacen lo contrario como en el caso de aquella mujer adúltera que invoca al demonio y recibe la ayuda de San José. Más que una rivalidad hay aquí una alianza de los santos. Al contrario que en otras historias, la divinidad acude para proteger y hacer que el pecador se arrepienta (en "Como San José favoreció a una adúltera"). Un caso similar es de aquella mujer devota de las almas que hacía muchas misas por los muertos para que le aliviaran de sus penas (en "Benditas almas del purgatorio y una mujer adúltera"). Lo curioso aquí es que se trata del mundo al revés bajtiano, es decir, en realidad el purgatorio es esta vida, de lo que ella se da cuenta cuando las almas se le aparecen para encubrir su adulterio: "la mujer reconoció la misericordia que Dios había usado con ella, y que las ánimas sus devotas serían las señoras que su marido había visto, pues ella no vio nada" (Arzáns, 2012:297). Después de esta mirada sobre algunos casos y situaciones que ejemplifican el imaginario barroco en Bolivia durante el siglo XVII, debemos preguntarnos ahora si ese imaginario se acabó históricamente o presenta alguna continuidad en el presente. Al parecer sigue vigente en innumerables costumbres, rituales y fiestas populares. Esto es lo que veremos a continuación.

En una novela de Adolfo Costa du Rels (1973) Los Andes no creen en Dios, se pone en contra del cura y de su legión de mujeres beatas, siendo por ello estigmatizada como una chola poseída por el demonio. En otra novela de Carlos Medinacelli (1973) La Chaskañawi, representa un alto sensualismo liberador, ya que no acepta las convenciones racionales de la sociedad como el matrimonio, por lo que no quiere quedar encadenada a ningún hombre. Estos símbolos arquetípicos de la identidad cultural se pueden entender como diversas expresiones del imaginario barroco en sus aspectos de etnia, clase, género y religión (Arriarán, 2016). 5

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Imaginario barroco y modernidad andina Las expresiones simbólicas del barroco asociadas con la muerte eran el espejo, las reliquias y los monumentos fúnebres. Son símbolos cristianos occidentales, de ahí la persistencia y abundancia de cruces. Esto explica la carga religiosa exacerbada tal como se manifiesta en las romerías y peregrinaciones a lo largo de los siglos. Hay una fuerte creencia de que la imagen es la cosa, lo real. Este poder de las imágenes hace que lo inanimado se sacralice. Como la virgen de Guadalupe en México, hay en Bolivia la escultura de la virgen de Copacabana, todo eso en un contexto de la gran fiesta religiosa, donde se da la total teatralización del barroco. Los ejemplos más claros son la fiesta de la Diablada en Oruro y del Gran Poder en La Paz.


 Imagen 2. La Diablada de Oruro, Bolivia. Autoría: Abcletras6

Todo este aparato teatral sirve todavía para transmitir los dogmas católicos difíciles de comprender a través de los sermones: "La vivencia de los personajes de la farándula daba una realidad casi tangible a reyes, santos y dioses, de manera que su presencia era tan convincente como lo puede ser el cine en nuestros días" (Gisbert, 2012:280). En este punto cabe señalar la relación del barroco con la vida contemporánea. Esto significa que hay una analogía entre el imaginario del siglo XVII y el imaginario actual dominado por las imágenes del cine, la televisión e internet. Cabe subrayar entonces el concepto del imaginario barroco como continuidad histórica de un proceso de mestizaje incesante.

Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File%3ADiablada_de_Oruro_Bolivia.jpg. Licencia: GFDL o CC BY 3.0. 6

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 Imagen 3. La fiesta del Gran Poder, en La Paz, Bolivia. Autoría:

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Otros ejemplos de fiestas barrocas son la de Corpus Cristi y las mascaradas que eran desfiles nocturnos cuando los grupos se disfrazaban de incas, reyes o personajes mitológicos. La fiesta de reyes o de esclavos (las famosas morenadas). Estas fiestas continúan en la actualidad aunque adquieren diversas formas. Hoy vemos que el presente está más relacionado con el ethos barroco. El pasado colonial se relaciona con lo que hoy somos. Muchas de nuestras percepciones y preocupaciones actuales provienen de sensibilidades y preguntas de aquella época. Esta relación histórica con el pasado y el hecho innegable de la pervivencia de muchos símbolos y rituales nos permiten pensar en otro tipo de modernidad, es decir, en una nueva forma de organización social basada en los elementos de la cultura popular andina, pero sin reducirla al folklore: Las culturas andinas no sólo incluyen las formas milenarias de vivir y organizarse, sino también todos los intentos de establecer nuevas formas híbridas, posmodernas, collas, cambas, juveniles, populares, cibernéticas, etc. En el caso de Bolivia, lo andino repercute prácticamente en todas ellas de manera graduada, en forma abierta o implícita. Lo andino no se repliega exclusivamente a lo tradicional (folklore, ritualidad). Hay una modernidad andina propia. (Estermann, 2009:123)

Esta idea de una modernidad andina, coincide con lo que nosotros planteamos como el imaginario barroco boliviano, es decir, con la mezcla cultural producida entre el catolicismo popular actual con las formas del conocimiento indígena:

Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File %3AFraternidad_Diablada_Eucaliptus_La_Paz_del_G.P._Angel_y_los_Buzos_Dorados_en_la_Fiesta_d el_Gran_Poder.jpg. Licencia: CC BY-SA 4.0. 7

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Gran parte de los santuarios y fiestas patronales católicos está ligada también a las vertientes indígenas religiosas, el culto por ejemplo a la virgen de Urkupiña, a santuarios muy antiguos (por ejemplo, Copacabana). Las fiestas patronales están enmarcadas en el tiempo poscosecha (junio-agosto). Varias fiestas sacramentales tienen que ver con los ritos del ciclo vital en la cultura andina. Las misas de salud y de difuntos son comprensibles dentro de las estructuras y concepciones andinas de salud, enfermedad, curación, vida y muerte. Y se podría ir detallando como lo cotidiano y en lo excepcional el catolicismo no ha logrado desligarse de las creencias y prácticas religiosas de origen andino. (Estermann, 2009:13)


 Imagen 4. La Virgen de Urkupiña. Autoría: Wilmer Rojas8

Conclusión Si bien es cierto que la conquista fue un proceso violento de destrucción, hay que considerar que aquello acabó en el siglo XVII cuando los españoles se dieron cuenta de que para seguir dominando había que inventar estrategias de negociación cultural, es decir, de conversión cristiana pero sobre todo de occidentalización o colonización de lo imaginario. Para esta estrategia fue determinante la construcción de una reconfiguración de imágenes y de códigos de representación. Esto duró varios siglos y sobrevive en la actualidad en forma de imágenes, fiestas y rituales. No se puede afirmar entonces que la modernidad barroca fue algo del pasado y que perdió actualidad. Por el contrario, en algunos países como Bolivia el imaginario barroco continúa funcionando porque sobrevive un importante componente poblacional mestizo. Tenemos entonces un cuadro de mestizaje que reconfigura un imaginario barroco en las antípodas del tipo de modernidad ilustrada, republicana o nacionalista de tipo neoliberal. En palabras de Castoriadis (1994:175):

Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File%3AVirgen_Mar%C3%ADa_de_Urqupi %C3%B1a_Quillacollo.JPG. Licencia: CC BY-SA 3.0 8

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La imaginación es una potencia; su acto mismo es el fantasma… no se deja asir ni en el espacio definido por lo sensible y lo inteligible, lo que es mucho más importante, en el espacio definido por lo verdadero y por lo falso y, detrás de ellos, por el ser y el no ser. Un reconocimiento pleno de la imaginación radical sólo es posible si va acompañado por el descubrimiento de la otra dimensión de lo imaginario radical, la imaginación históricosocial, la sociedad instituyente, como fuente de creación ontológica que se despliega como historia.

Este imaginario barroco no sería posible de no ser que represente aquello que denomina como el imaginario radical que surge como fantasma, es decir como signo social histórico, lo que no se deja asir por lo sensible y lo corporal.

Referencias Alberro, S. (1999). El águila y la cruz. Orígenes religiosos de la conciencia criolla. México: Fondo de Cultura Económica. Arriarán, S. (2007). Barroco y neobarroco en América Latina. Estudios sobre la otra modernidad. México: Editorial Itaca. Arriarán, S. (2016) La representación de la identidad en la literatura boliviana. (en prensa). Arzáns de Orsúa y Vela, B. (2012). Relatos de la Villa Imperial de Potosí. La Paz: Plural. Bajtin, M. (1988). La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. Madrid: Alianza. Baudot, G. (1996). México y los albores del discurso colonial. México: Nueva Imagen. Castoriadis, C. (1994). Los dominios del hombre: las encrucijadas del laberinto. Barcelona: Gedisa. Costa du Rels, A., (1973). Los Andes no creen en Dios. Planeta: Barcelona. Dussel, E. (2016). Filosofía del sur. Madrid: Akal. Echeverría, B. (1998). La modernidad de lo barroco. México: Era. Echeverría, B. (2004). ¿Un socialismo barroco? Diánoia, 53: 125-127. Estermann, J. (2009). La teología andina como realidad y proyecto. Una deconstrucción intercultural. En J. Esterman (Coord.), Teología andina.El tejido diverso de la fe indígena I (pp. 1-18). La Paz: ISEAT. García Pabón, L. (2012). Introducción. En B. Arzáns de Orsúa y Vela, Relatos de la Villa Imperial de Potosí. La Paz: Plural. Gisbert, T. (2012). El paraíso de los pájaros parlantes. La imagen del Otro en la cultura andina. La Paz: Plural. Gruzinski, S. (1991). La colonización del imaginario. México: Fondo de Cultura Económica. Gruzinski S. (1994). La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a Blade Runner (1492-2019). México: Fondo de Cultura Económica. Kurnitzky, H.; Echeverría, B. (1995). Conversaciones sobre lo barroco. México: UNAM. Medinacelli, C. (1973) La Chaskañawi. La Paz: Los Amigos del Libro. Paz Soldán, A.M. (Coord.). (2002). Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia, II. La Paz: PIEB.

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Serur, R. (1994). Santa Mariana de Quito o la santidad inducida. En B. Echeverría (Comp.), Modernidad, mestizaje cultural, ethos barroco (pp. 131-162). México: El Equilibrista. Todorov, T. (1991). La conquista de América. El problema del otro. México: Siglo XXI. Recibido: 30.9.2016 Aceptado: 14.11.2016

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Recensión:
 The Radical Luhmann de Hans Georg Moeller. Nueva York: Columbia University Press, 2015.

por Manuel Torres Cubeiro
 GCEIS – IES Campo San Alberto
 [email protected]

Tras un primer libro sobre Niklas Luhmann (2005) el profesor irlandés Hans George Moeller publica en 2012 una introducción a la obra del sociólogo alemán con el título The Radical Luhmann. En la primera obra de 2005, titulada Luhmann Explained: from souls to systems (Illinos: Open Court Publishing) Moeller explicaba a Luhmann en inglés; dando un paso de por sí ya fundamental al introducir a este sociólogo al mundo. En su nueva obra de 2012, The Radical Luhmann, Moeller da un paso más: nos desvela las intenciones profundas de la sociología de sistemas de Luhmann al presentarla como un cuestionamiento radical del mundo contemporáneo en general y de la sociología como ciencia en particular. En la conclusión de la obra apunta dos elementos clave del pensamiento luhmaniano, su ironía, presente pero pocas veces señalada, y su modestia. Veamos como lo argumenta. El libro comienza con una justificación de su título. Moeller argumenta que Luhmann propone una postura teórica radical. Esto es así porque Luhmann denuncia la tendencia moralizante de la mayor parte de los planteamientos de politólogos y sociólogos, lo cual convierte a Luhmann en radical para la sociología y politología al uso. Pero dado que para Luhmann en la sociedad global no existe la posibilidad de describirla como una totalidad, todo intento de ofrecer una visión total de la misma intentando dirigirla se fundamenta, según argumenta Moeller, en una ceguera teórica que Luhmann no se cansa de denunciar. Habermas, Weber, o los teóricos de la postmodernidad olvidan la complejidad inabarcable contemporánea, ofreciendo solo auto descripciones moralizantes, bien intencionadas en el mejor de los casos, o simplemente mero entretenimiento en competencia con el flujo de noticias de los medios de masas. Por eso, la obra de Luhmann, defiende Moeller, es radical: los planteamientos sociológicos al uso son equivalentes a las predicciones de los meteorólogos. Útiles para una conversación de ascensor, pero no científicos. Luhmann es radical, además, sustenta Moeller, en un segundo sentido. Lejos de caer en planteamientos teóricos nostálgicos de ordenes sociales ordenados, o lejos de caer en sustitutos de la religiosidad, Luhmann construye una nueva perspectiva epistemológica constructivista, darwiniana y además ecológica. Perspectiva vista como radical desde el punto de vista !114

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tradicional, pero modesta construcción desde la que observar seriamente las construcciones sociales contemporáneas. En el cuerpo del libro Moeller argumenta que Luhmann ha sido considerado además radical, y por lo tanto mal interpretado, dentro de la sociología en general, pero todavía más aún en el mundo anglosajón. Radical porque protagonizado un cuarto insulto a los planteamientos clásicos al eliminar al hombre del centro de la sociedad y colocar en su lugar la comunicación (tras los insultos de Galileo, Marx y Freud). A este mal entendido en el mundo anglo parlante puede también haber contribuido el hecho, dice Moeller, de qué sus obras sean mortalmente aburridas, tediosas; Moeller justifica esto, describiendo cómo Luhmann adopta el estilo académico de los años 60 en Alemania para ocultar su radicalismo. Según Moeller, como Marx hiciera con la izquierda hegeliana, Luhmann argumenta desde la izquierda conceptual de Habermas para introducirse como un caballo de Troya en el mundo académico. Con esta base conceptual Luhmann, según Moeller, construye su radicalismo sobre cinco pilares: en primer lugar un anti humanismo (cap. III) y anti dualismo radicales; en segundo lugar, un ecologismo y un constructivismo también radicales; y finalmente, por defender un radicalismo también político. Veamos brevemente que quiere decir Moeller con cada uno de ellos. El radical anti humanismo de Luhmann, dice Moeller (cap. III del libro), se constituye como el cuarto insulto al denegar que los seres humanos sean los elementos constitutivos de las sociedades. Dice Moeller: “los humanos están tan en control de la sociedad como lo están de su cerebro” (p. 23). Porque desde un punto de vista sociológico no se puede pretender delimitar lo que es la sociedad sobre la base de nuestros deseos, ideales o intenciones. Las utopías políticas o sociológicas son productos sociales, pero no pueden considerarse ciencia de la sociedad o ciencia del sistema político. Esas descripciones del propio sistema social no son científicas, sino que se fundamentas sobre las bases de los medios de comunicación de masas. No existen, dice Moeller, meta narrativas. Por ello la filosofía se ha visto desde hace tiempo reducida a comentarios de textos, y los filósofos se an transformado en meros expertos en los dichos o textos de otros (p. 48). Luhmann soluciona también, argumenta Moeller (cap. V), el dualismo platónico defendiendo un anti dualismo radical. El dualismo proviene de una herencia semántica antigua. La semántica según Luhmann nace de cada sistema social. Platón generó el dualismo ontológico, epistemológico y ético en una sociedad ya hoy desaparecida. La sociedad actual está diferencia funcionalmente, no sobre el centro o la periferia de un territorio como la sociedad griega clásica. Por lo tanto, la semántica generada para comprender la sociedad actual exige superar ese dualismo heredado. Luhmann, dice Moeller, define entonces el sistema social no sobre hombres materiales o ideales, sino sobre comunicaciones (p. 59). Así, según Moeller, no hay dualismo, sino diferencias en la observación, tipos de observaciones diferentes donde cada una

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prescribe su ética (p. 67). Observaciones en competición dentro de la sociedad, sin el privilegio de ninguna sobre las otras. El tercer radicalismo de Luhmann (cap. VI) es ecológico. Luhmann aplica la teoría de la evolución darwinista a la sociedad. Los planteamientos habituales en sociología son, según Moeller, secularizaciones del cristianismo, no planteamientos científicos. Sobre la base de la diferencia sistema / entorno, Luhmann introduce la no intencionalidad como elemento constitutivo de la evolución y cambio social. Los sistemas sociales aparecen en la evolución para aumentar la escasa probabilidad de la persistencia de los grupos humanos. Con la repetición y la semántica comunicativa las sociedades aumentan la probabilidad de persistencia en el tiempo de los grupos humanos, pero esto introduce Luhmann la doble contingencia social (p. 77). Pero que la sociedad nazca para hacer perdurar los grupos no implica que sea siempre efectiva. De hecho, Luhmann asume el cambio o emergencia social como constitutivo de la propia sociedad. Un cuarto radicalismo luhmaniano se encuentra en su constructivismo: para Luhmann la realidad es un efecto de la observación (p. 79) para crear sentido y así aumentar la probabilidad de persistencia. La radicalidad de la propuesta constructivista luhmaniana, señala Moeller (cap. VII), se encuentra sobre todo en que este constructivismo se fundamente en el concepto de diferencia. No existe construcción u observación privilegiada, solo observaciones observadas y generalizadas con más o menos éxito en el sistema social. La sociedad construye así la realidad sobre la generalización de diferencias. Quizás el más radical de los planteamientos luhmanianas, y el que haya llevado sus obras a ser tan rechazadas y poco leídas, sea su radicalismo político, apunta finalmente Moeller (cap. VIII). Luhmann defiende que la democracia no es el término adecuado para describir los sistemas políticos contemporáneos. La democracia es una forma de ejercer el poder o de organizar las decisiones colectiva para hacerlas vinculantes. Denota, la democracia, una forma en la que es posible un cambio aparente sin que realmente cambie nada; al mismo tiempo que el término democracia apunta a un simbolismo con el que se colabora a que sistema cumpla su función (pp. 88–89). El radicalismo lleva a Luhmann a considerar con ironía que si la “verdadera” democracia sería algo insoportable para el propio sistema político, pues conllevaría contradictoriamente la caída de la democracia (p.101). Pero, como sistema, permite la estabilidad social (p.105). Para Luhmann, dice Moeller, es ingenuo sorprenderse de lo poco democrático del sistema democrático. Ingenuo por lo menos desde el punto de vista del científico social, no como comunicador o moralizante profesional de los medios de masas. Moeller defiende en la conclusión que Luhmann es modesto. Principalmente frente a la nostalgia que muchos teóricos de la postmodernidad encierran. Pues el optimismo de la ilustración es sociológicamente cuestionable, pues es impensable que la ciencia pueda llegar a hacer lo que la filosofía ilustrada le pedía (p. 107). Por lo tanto el sentido del concepto

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postmodernidad no es científico, sino nostálgico de un ideal de por si inalcanzable. El conocimiento puede hacer funcionar mejor a la sociedad, pero no necesariamente mejora a la sociedad o a al individuo (p. 108).

De ahí la modestia de Luhmann, afirma Moeller. A la

modestia se une la ironía, repite Moeller en la conclusión de su obra. La ironía es la asunción extrema, del carácter contingente (no necesario) de todo. La verdadera ética, argumenta Moeller, es señalar el sentido y el sin sentido de la moralidad dado que son construcciones contingentes, destinadas por lo tanto a cambiar. Y no se pueden tomar nunca demasiado en serio. El libro de Moeller nos ofrece por lo tanto una buena traducción de la densidad teórica luhmaniana para el público académico anglosajón. Para ello hace una simplificación inteligente y bien documentada del difícil teórico alemán. Puede que no sea suficiente para penetrar en las férreas barreras del mundo anglo parlante, pero nos ofrece una lúcida lectura primordial en sí misma del indispensable Luhmann, aún un desconocido en el ámbito castellano. En conclusión, la radicalidad de Luhmann es quizás solo entendible desde la ironía irlandesa del autor del libro que comentamos, donde la literalidad de cualquier planteamiento se desvanece. Luhmann es, por lo tanto, similar al paisano semi-rural gallego que al ser interpelado con una pregunta en la que debe definirse, encuentra siempre una salida no comprometida. Suele atribuírsele el carácter de paleto. Lo que quizás no sepan quienes así lo pretenden insultar, es que la ironía del gallego, así como la del alemán y del irlandés, esconde la sabiduría modesta de quien no quiere desvelar la idiotez de su interlocutor. No vaya a ser que pueda tener razón, o poder.

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Recensión:
 Entre la insignificancia y la creación. Subjetividad y política en el pensamiento de C. Castoriadis, de César Marchesino (prólogo de Julián Ferreyra). Buenos Aires: Prometeo Editorial, 2014.

por Emiliano Aldegani
 Universidad Nacional de Mar del Plata
 [email protected]

La emergencia de la perspectiva teórica de Castoriadis, y el instrumental conceptual que ofrece, constituye sin duda uno de los aportes más significativos a las ciencias sociales de la segunda mitad del siglo XX. Principalmente, si se observan sus estudios sobre el campo histórico-social y de la teoría institucional, pero también en la medida que se presenta como una nueva forma de concebir la filosofía que llega a incursionar en una forma de ontología particular que se articula con otras disciplinas como el psicoanálisis y a teoría política. Sin embargo, la relación que estas ideas mantienen con el resto de la tradición intelectual permanece, quizá por la radicalidad de su perspectiva, como un terreno algo incómodo, que no siempre llega a explicitarse por fuera de la genealogía de su producción teórica y su relación con los autores más significativos con los que éste polemiza en la formación de su perspectiva intelectual. Precisamente, la confrontación de Castoriadis con el marxismo, primero, y finalmente con el propio Marx, constituye un recorrido obligado para los trabajos de interpretación al que se recurre para distinguir un primer período político y militante, de un segundo período en el que Castoriadis se muestra preocupado por un campo de reflexión más general y de un registro marcadamente filosófico. Ciertamente, esta caracterización resulta difícil de sostener tras el trabajo de recopilación y edición de los textos filosóficos inéditos del primer período realizado por Nicolas Poirier, donde se muestra la enorme importancia que Castoriadis otorgaba a la reflexión filosófica en este período inicial. En otras aproximaciones, se insiste también en la referencia a la controversia de Castoriadis con Claude Lefort, con Anton Pannekoek y con el pensamiento de Jacques Lacan, aunque no siempre se explicitan los aspectos particulares de tales controversias, más allá de la reducción de lo imaginario a lo especular en el caso de Lacan, y el abandono de Lefort del grupo y la revista Socialisme ou barbarie. A lo que se suma con frecuencia una reconstrucción de los análisis que el pensamiento castoridiano ofrece de algunos autores que forman el marco inicial de su trabajo, principalmente vinculado a algunas ideas de Aristóteles, Sigmund Freud, Hannah

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Arendt y el propio Marx. Pero el trabajo de pensar al autor en el marco de sus contemporáneos, y el lugar de sus ideas en el contexto actual de las ciencias sociales, es un desarrollo que comienza a elucidarse gradualmente y de forma muy reciente. El libro de César Marchesino constituye sin duda un aporte en esta dirección, cuyo recorrido permite observar vínculos significativos entre la filosofía castoridiana y otras corrientes de pensamiento que estructuraron y orientaron las ciencias sociales del siglo XX. A lo largo del desarrollo de las dos partes que componen el trabajo pueden encontrarse comparaciones, aproximaciones y polémicas recuperando las referencias explícitas de Castoriadis a tales autores y en algunos casos, también de los juicios de estos autores sobre el desarrollo teórico castoridiano. Como anticipa el prólogo de Julián Ferreyra, Marchesino procede explicitando las sucesivas incursiones de Castoriadis en campo intelectual de determinadas corrientes, y la posterior e invariable retirada y crítica del marco conceptual indagado. Esto permite caracterizar el recorrido intelectual del filósofo griego a partir de un movimiento de aproximación y distanciamiento en el que Castoriadis explicita los límites de cada abordaje en relación con su propuesta. Por consiguiente, luego de referir al ingreso y el abandono de Castoriadis a las filas del marxismo, Marchesino aborda el conflictivo vínculo que Castoriadis establece con la fenomenología husserliana, a partir de los manuscritos publicados por Poirier, lo que le permite, aunque de un modo introductorio, establecer una lectura que parta de la crítica que Castoriadis hace de las ideas de Husserl, hacia la revalorización y la particular lectura que presenta de la filosofía de Merleau-Ponty. La importancia que Marchesino otorga a esta reflexión de Castoriadis sobre el pensamiento de Merleau-Ponty es muy significativa, al punto de afirmar que Castoriadis no habría concebido La institución imaginaria de la sociedad, de no haberse abocado a tal reflexión (p. 75) y advierte inclusive la posibilidad de leer la filosofía castoridiana como una radicalización de la concepción ontológica que Merleau-Ponty dejó inacabada (p. 82). A su vez, Marchesino propone recuperar la lectura que Castoriadis establece de la teoría psicoanalítica, a partir de su reflexión previa sobre la fenomenología. En sus palabras, "tanto la de-sustancialización del sujeto que se opera en Castoriadis, como su radical afirmación de que son impensables por separado las perspectivas psicogenética y sociogenética de la subjetividad, son la superación del propio Freud habilitada por la herencia de la fenomenología" (p. 90). De manera que el lugar que Castoriadis otorgará a la dimensión histórico-social de la sublimación buscará superar un punto ciego del pensamiento freudiano que le impide comprender la naturaleza de la imaginación, entendida como imaginación radical, y la historicidad esencial de los objetos de investidura que la sociedad ofrece al psiquismo. La perspectiva de superación de estas limitaciones se vería habilitada, desde la perspectiva de Marchesino, a partir de la reflexión de Castoriadis sobre la fenomenología y de su particular lectura de la herencia ontológica de Merleau-Ponty, con quien comparte tesis fundamentales, tales como la

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historicidad de lo inconsciente, y el carácter de proyecto, de por hacer, de la subjetividad, nunca reductible a una forma determinada o acabada. Ahora bien, el trabajo de Marchesino se estructura a partir de la distinción de dos registros. El primero, al que se dedica algo más de desarrollo, está orientado al registro filosófico del pensamiento castoridiano, y el segundo, al registro estrictamente político. Los primeros dos bloques temáticos que se desarrollan en la primera parte, se centran a su vez, en formar un cuadro general del marco conceptual desde el que trabaja Castoriadis, en el que se desarrollan primero los acercamientos del autor al pensamiento marxista, su lectura de la filosofía clásica, y los contactos con la fenomenología y el psicoanálisis mencionados, y a su vez, en desarrollar una aproximación y una problematización de lo imaginario, en la que se recuperaran algunos aspectos relevantes de sus controversias con Jean-Paul Sartre en relación a el potencial creativo de la imaginación y la reducción a su carácter mimético establecida por la lógica-ontológica heredada. La discusión sobre el estatuto ontológico de la imaginación, conducirá de acuerdo con el recorrido intelectual castoridiano a una discusión sobre la temporalidad, y su caracterización como emergencia de alteridad. En palabras de Marchesino: "negar el tiempo y la imaginación es una y la misma cosa para Castoriadis, ya que ambos implican la creación ontológica y ésta no puede ser tolerada, puesto que la misma no tiene lugar en la filosofía heredada" (p. 112). La explicitación del aspecto creador de la temporalidad y la necesidad de superar el marco conceptual identitario que el pensamiento heredado impone a la temporalidad y lo imaginario, devienen en una reflexión sobre la auto-fundación del campo histórico social, y las dificultades para captar esta especificidad que provienen de la metafísica esencialista que subyace al pensamiento tradicional. A partir del marco conceptual desarrollado, Marchesino propone una sección a la que titula Diálogos imaginarios, donde invita al lector a confrontar algunas tesis de Castoriadis con diferentes filósofos contemporáneos como Toni Negri o Jacques Deleuze, y donde establecerá algunos paralelos entre la noción castoridiana de sujeto y algunas tesis significativas del pensamiento de Spinoza. El desarrollo de estos cruces teóricos constituye probablemente uno de los elementos más originales del trabajo de Marchesino, pues, sin abandonar el estilo claro, y haciendo uso de los conceptos desarrollados en un registro introductorio a lo largo de la primera parte del trabajo, invita a lector a considerar las ideas generales de Castoriadis en fuera del marco conceptual en el que son abordadas con frecuencia. La estructura de la segunda parte del trabajo, dedicada al registro político, no resulta tan orgánica como la primera. El trabajo aborda en un principio la caracterización del proyecto de autonomía, enmarcando los desarrollos de la primera parte del trabajo en una reflexión sobre la praxis, y sobre las prácticas que conducen a la autopoiesis. Para continuar desarrollando diferentes apartados en los que se abordan distintos tópicos del pensamiento político de Castoriadis: las significaciones sociales relativas a la mortalidad, y la necesidad del cuerpo social de asimilar la finitud de sus productos para evitar una clausura sobre sí y poder establecer

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un vínculo reflexivo con la propia herencia cultural; las reflexiones sobre el abandono de los individuos del espacio público a partir de la década del sesenta y el fenómeno que ha denominado como la privatización de la vida; se retoma la discusión sobre el pensamiento moderno pero desde una lectura política; se recuperan los argumentos de Castoriadis en relación al odio, tanto desde una perspectiva ontológica, como en relación al odio a los otros y los vínculos que se establecen entre la heteronomía, el odio y la necesidad imperiosa de toda sociedad de clausurarse sobre significaciones fijas que confronten la emergencia de significaciones o prácticas que no se deriven directamente de ellas. Estos sucesivos abordajes darán lugar a la reflexión sobre el "avance de lo insignificante y la hybris" o los excesos a los que se expone la democracia como dos límites que deben ser confrontados por un trabajo de autolimitación, y por el trabajo intelectual y efectivo de una crítica que conduzca a una verdadera paideia democrática, sin devenir en una relativización de las cosas que se pierda en especulaciones abstractas que sirvan para entorpecer la comprensión de los fenómenos sociales o para legitimarlos. La segunda parte del trabajo concluirá con algunas reflexiones sobre los vínculos entre ontología y política, bajo el título de La política más allá del horror a la indeterminación y algunas consideraciones y conclusiones donde se recuperan las nociones desarrolladas a lo largo del libro. El apartado titulado La imposible soledad ubicado cerca del final del libro recuperará con algunas modificaciones el contenido del artículo Castoriadis, o la (im)posible soledad publicado en la revista Dialéktica (2008), con motivo de la publicación de un dossier especial sobre el autor. Cabe señalar que el potencial del libro, como un material introductorio al pensamiento de Castoriadis, se muestra enriquecido por la posibilidad de abordar, en sus sucesivos apartados, problemáticas muy puntuales y diálogos con otros pensadores contemporáneos que permiten una reflexión sobre el lugar de las ideas de Castoriadis en el marco de las ciencias sociales. La referencia a las fuentes es muy clara a lo largo de todo el trabajo, en el cual pueden encontrarse citas y fragmentos muy precisos en relación con las ideas que son expuestas en el texto. En este sentido, puede encontrarse en el libro de Marchesino una invitación a reflexionar nuevamente sobre las nociones generales del pensamiento de Castoriadis, en la que articulan diferentes momentos y tópicos del pensamiento del autor.

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