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Impuestos para artistas: consecuencias de una campaña fallida.

Por María José Dávila Rivera

El pasado julio de 2016, el Ministerio de Cultura junto con la DIAN publicaron en la red una campaña conformada por videos titulada “Impuestos para artistas”, la cual pretendía, según el mismo Ministerio, “sensibilizar sobre el valor que tiene la contribución en la construcción del país” y “fomentar el conocimiento y la apropiación de los asuntos tributarios”. Sin embargo, desde el primer momento en el que los videos estuvieron disponibles al público, causó polémica entre el sector artístico y creativo generando diversas críticas en torno a la imagen del gremio dentro de la sociedad colombiana y el gobierno. Para ilustrar las buenas intenciones del Ministerio de informar acerca de este tema tan delicado, se optó por hacerlo en forma de situaciones en las que se muestra a un personaje caricaturesco –un artista– quién recibe una beca del Ministerio de Cultura y se entera de que debe pagar una serie de impuestos para que esta sea válida. Finalmente entra en dilemas existenciales acerca del pago de los mismos con los cuales peca de egoísta y hasta de arrogante. Los ánimos se caldearon desde el primer día. Los comentarios negativos inundaron las redes junto con un artículo publicado por esferapública titulado Mincultura y DIAN lanzan Guía de Impuestos para Artistas y Creadores. Las críticas iban desde el argumento y producción de la campaña hasta la mirada profunda sobre la realidad tributaria del sector creativo, que según el artista Darío Ortiz, “no hay ningún tipo de deducción tributaria, o ley de fomento real para la producción y venta de obra en artes visuales por parte del Estado Colombiano”. A pesar de las negativas de la mayoría –si no toda– la población artística, el Ministerio decidió mantener la campaña. No fue sino hasta el 21 de julio que decidió suprimir dichos videos de la página impuestosparaartistas.com y en su reemplazo colocó un comunicado ya publicado anteriormente afirmando que la iniciativa se hizo en forma de ficción humorística o parodia y que “no pretendía representar la esencia del artista colombiano” ,al contrario, buscaba “transmitir una realidad figurada, relacionada con los comportamientos, ideas, prejuicios y prácticas en relación a los impuestos de algunos ciudadanos”. Las declaraciones no cayeron bien entre el público, y al contrario de lo que se esperaba, las críticas se volvieron más crudas hasta el punto de crear peticiones por internet –la más destacada es la escrita por Halim Badawi, Andrés Orjuela y Nadín Ospina– y un derecho de petición radicado por las senadoras Sofía Gaviria y Paloma Valencia firmado por Andrés Forero, Mateo Blanco y Joaquín Restrepo, el cual constaba de 195 preguntas. En ellas se exige la información acerca del presupuesto utilizado en la campaña, su objetivo y el por qué de la elección de la empresa productora. Aun no ha habido respuesta por parte de Mincultura. Es entendible que instituciones como el Ministerio de Cultura y la DIAN quieran exponer temas referentes a los tributos nacionales al público y que traten de buscar maneras en las que

sea fácil de entender un asunto tan complejo como este, sin embargo, es correcto decir que se equivocaron, y que desafortunadamente el mensaje que se quiso dar, no se entendió. Es inevitable afirmar que existe dentro del gremio artístico –e incluso dentro de la sociedad en general– un desconocimiento acerca de las obligaciones tributarias, no obstante, también es importante resaltar que a pesar de ese desconocimiento, es de sapiencia popular que siempre que se haga parte de una sociedad, debe cumplirse con las obligaciones tributarias y que de lo contrario caerá todo el peso de la ley con sus consecuencias, incluyendo artistas o personas creativas, a diferencia de lo que se presenta en uno de los videos –una persona aprovechando su “capacidad artística” para maquillar saldos y evadir impuestos. Otro error, además, fue la manera en la que se presentó al personaje; una imagen ofensiva en la que se exhibió al artista como ignorante, ladrón, mentiroso, egoísta y arrogante. Puede que la intención de Mincultura no haya sido generar una discusión a partir de aquello, sin embargo, no tuvieron en cuenta varios puntos importantes para entender la realidad del artista en Colombia y que contrasta en la mayoría de los casos con lo mostrado en los videos. Estos estereotipos, incluso alimentan de forma negativa la imagen general que tiene el país sobre los artistas. Sin embargo, a pesar de toda la crítica que surgió a partir de los videos, no todo puede considerarse un fallo rotundo. Por ejemplo, la campaña logró uno de sus objetivos principales que fue llamar la atención y generar reflexiones a partir del tema que trataba. Hubo consecuencias negativas, sí, como las mencionadas anteriormente, pero también hubo consecuencias positivas que pueden ayudar a transformar la manera en la que vemos y tratamos la cultura en Colombia. Entre esas secuelas positivas se encuentra el interés general por el tema de los impuestos. Si el Ministerio de Cultura y la DIAN no hubiesen cometido tantos errores a la hora de hacer la campaña, no estaríamos preguntándonos cómo funciona realmente el sistema de impuestos y recursos para el sector artístico y qué falacias existen dentro del mismo, es decir, facilitó la revisión y denuncia de irregularidades en los procesos. También sirvió para que los artistas saliéramos y nos mostráramos al país como realmente somos: mentes pensantes que hacen parte de la sociedad igual que cualquier colombiano, y no bichos raros que andan esperando en su próxima obra un éxito mundial sino que ven cada creación como un aporte a la comunidad. Por último, sugiero que dejemos que esta situación tan incómoda sea una oportunidad, no sólo para artistas y gente creativa, de exigir a las instituciones que protejan cada uno de los campos laborales y que apoyen su desarrollo, que a fin de cuentas, así es como se gesta el progreso de nuestro país, Colombia.