JiménezKaiser. M. Norma. \"La Malinche: figura femenina controversial en la vida y obra de Octavio Paz\". En: Camarena Castellanos, Ricardo (ed.). Octavio Paz: Laberintos del Poeta y Enayista. 15 Perspectivas Críticas. Toronto: Antares Publishing, 2016.

August 11, 2017 | Autor: M. Jiménez Kaiser | Categoria: Octavio Paz, Malinche
Share Embed


Descrição do Produto

1 La Malinche: una figura femenina controversial en la vida y obra de Octavio Paz

M. Norma Jiménez Kaiser University of Ottawa

Resumen

Es manifiesta la pasión de Octavio Paz por la figura de una mujer controversial que tiene una presencia fundamental en El laberinto de la soledad: “La Malinche”. Sus conceptos sobre ella atraen miradas ambiguas al trabajo del escritor. ¿Cómo se relaciona

Paz

con

esta

musa

intelectual?

¿Cómo

adquiere

Malintzin ese lugar tan importante en la Historia? Como traductor y diplomático, se siente atraído a esa mujer dueña de la lengua, encargada de traducir a propios y extraños el lenguaje “nuevo” al lenguaje “viejo” y viceversa. Paz lo hace cuando “traduce” un mundo en prosa a verso: el ser del mexicano. ¿Qué tiene esta figura en común con Paz? Es “metida”, como dice Margo Glantz; es dueña de la palabra hablada. Marina es interlocutora de líderes en

la

Conquista.

Es

su

herramienta

para

transformarse

y

transformar su mundo, y Paz lo comparte. Mediante su trabajo intelectual y la revisión de esta figura emblemáticas de la cultura mexicana, Paz se vuelve intérprete de la cosmovisión de sus compatriotas y “entrega” su pueblo al extranjero al “abrir” la

2 hasta entonces impenetrabilidad del ser del mexicano al mundo, donde tienen cabida su musa inquieta. Al “traducir” al mexicano y su lenguaje secreto y ambiguo, Paz lo exhibe desnudo al mundo, y esto le otorga un poder, al igual que a Malintzin, por medio de la palabra.

Palabras

clave:

La

Malinche,

Malintzin,

Octavio

Paz,

traducción, Conquista, Sor Juana Inés de la Cruz.

Punto de partida

Las declaraciones y ensayos de Octavio Paz han servido y sirven aún como base para reafirmar o entrar en controversia, entre otros temas, el de la condición intelectual femenina en México. En el primer caso, en el capítulo IV de su obra ensayística El laberinto de la soledad, Paz se ocupa de un elemento central: la figura de “La Malinche”.

Existen dos puntos coincidentes entre Paz y Marina, como también es llamada. Él, como traductor, como diplomático, se ocupa de esa mujer dueña de la lengua, encargada de traducir a propios y extraños el lenguaje “nuevo” al lenguaje “viejo” y viceversa. Esto lo hace Paz cuando “traduce” un mundo en prosa a verso en sus reflexiones sobre el ser del mexicano. La

3 problemática

que

planteo

es:

¿Esta

“traducción”

es

una

“traición”? ¿Cómo adquiere Malintzin un lugar tan importante en la Conquista, dentro de la propia Historia de México y dentro de las consideraciones intelectuales de Paz? Sus ideas sobre ella atraen miradas ambiguas al trabajo del escritor. Es importante aclarar que el concepto de “malinchista” no es exclusivo de Paz, ya que él mismo lo señala como de uso popular a mediados del siglo pasado, cuando escribe El laberinto. Y allí lo deja por sentado. Son los tiempos de la llamada “Generación Arielista”, llamada así en referencia a los pensadores mexicanos influenciados por las ideas del ensayo Ariel, del escritor uruguayo José Enrique Rodó. Para entonces, los mexicanos están buscando afirmarse nacionalmente, pero ante un fenómeno migratorio considerado como una “fuga laboral” de multitud de trabajadores mexicanos, estos son llamados por sus connacionales en forma derogativa “braceros” o “espaldas mojadas” (wetbacks), ya que parten a Estados Unidos –legal o ilegalmente– para paliar la escasez de mano de obra del vecino país durante y tras la Segunda Guerra Mundial. Es entonces cuando se populariza el término “malinchismo” para nombrar una forma de abandono o de “dar la espalda” a los graves problemas nacionales por parte de dichos trabajadores migrantes, a cambio de ofrecer en el extranjero su mano de obra. Es considerada de algún modo, en el sentir popular,

4 una “traición a la Patria”, de entreguismo, por parte de quienes permanecen en ella. De allí que la inicial circunstancia, pero sucesiva

vigencia

del

término,

esté

presente

en

las

preocupaciones intelectuales de Paz; lo inspira. Para Sigmund Freud, la inspiración está situada en la propia psique del individuo, y la define como un brote de creatividad irracional e inconsciente.1

Margo Glantz indica que, en el principio, el malinchismo tiene connotaciones exclusivamente políticas, en un contexto donde debe tenerse presente que el nacionalismo, cultural y económico, ya sólido en los posrevolucionarios años 30 del siglo pasado, cobra aún más fuerza en los años 40, tras el impacto sociopolítico de sucesos trascendentales en México, como la expropiación petrolera: “popular en el periodismo de izquierda de la década de los 40 [...] hace su aparición después de la Revolución y se aplica a la burguesía desnacionalizada surgida en ese

período;

para

la

izquierda,

era

entonces

el

signo

de

antipatriotismo.” (2006 b: 4). Es natural que una figura con distintas facetas de representación y símbolo, de equivalencia y

1

Arce,

Martina

Flor.

“¿Dónde

está

la

inspiración?”.

Emprendedores UNL. Internet: 20 de febrero de 2014.

5 de ambivalencia, provoque el interés de un poeta y descifrador de símbolos históricos como lo es Paz.

Es importante entonces analizar las apreciaciones de Paz sobre la labor intelectual de esta mujer intérprete durante el proceso de la Conquista de México por los españoles; una labor que a su vez coadyuva en forma clave a la construcción del discurso crítico del propio Paz como intelectual. Por mi parte, lo llevo a cabo mediante la revisión de trabajos de Glantz, Rosa María Grillo y otros, y agrego la visión de los estudios de género de Sandra Messinger Cypess y de Rubén Medina. Pongo en una tensión discursiva, sobre todo El laberinto de la soledad, con diversos

textos

analíticos

y

ensayísticos,

para

explicar

y

contextualizar las ideas del Nobel Mexicano de Literatura 1990 sobre esta figura femenina emblemática, Malintzin o Marina, popularmente conocida como “La Malinche”.

Cuando el autor, además de teorizar, poetiza sobre su objeto de estudio, se reconoce la imposibilidad de definir dicho objeto de

análisis

dentro

de

una

explicación

estandarizada.

Esta

complejidad es la que producen los continuos trabajos que ha generado la obra de Paz, pues al igual que para sus figuras femeninas nodales en sus estudios, y que menciono en seguida, no basta “una” explicación. Por otro lado, se observa nítidamente

6 su pasión por esta gran figura femenina, “La Malinche”. Para Alfonso Reyes, Paz se consolida como poeta con Libertad bajo palabra (1949), y como ensayista con El laberinto de la soledad. En este grupo de ensayos publicados por primera vez en 1950 las incluye, pero no primicialmente, sino tras una síntesis ensayística previa. Como él mismo dice: “al esculpirlas, se esculpe”, circunstancialmente (29). Sin embargo, sus reflexiones sobre esta mujer

controversial

atraen

miradas

ambiguas,

igualmente

controversiales, a la vigencia de los postulados del trabajo crítico de este escritor, a más de medio siglo de la elaboración de su discurso ensayístico. Estas posturas radicales han hecho de Paz el blanco crítico de investigadores, escritores y feministas que difieren tanto de sus declaraciones sobre su imagen de “La Malinche”. Cabe insertar aquí el concepto Edward Said (1995) de que “una de las tareas del intelectual consiste en el esfuerzo por romper los estereotipos y las categorías reduccionistas que tan claramente limitan el pensamiento y la comunicación humanos” (13). El interés del Nobel mexicano con esta mujer me lleva a preguntarme: ¿Cómo se relaciona el escritor con ella? Porque la identificación, dentro del contexto psicoanalítico, hace referencia a un proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total

7 o parcialmente, sobre el modelo de este. La personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones.

En

El

laberinto,

“malinchista”

para

Paz

hace

explicar

la

uso

del

término

personalidad

del

popular

mexicano

hermético, hijo de una madre violada que “traiciona” a su propio pueblo, a sí misma y al conquistador, posicionándose como “el símbolo de la entrega”, puesto que ella “se da voluntariamente” a Hernán Cortés. Es posible ver en la apreciación de Paz sobre Marina una contradicción en sí misma, pues mientras el poeta reconoce

la

voluntaria.

violación Sin

de

profundizar

la

indígena,

en

asume

estudios

de

una

entrega

género,

puede

distinguirse un discurso parcial que está asumiendo un consenso en la violación misma. Aunque es importante destacar también la insistente bibliografía que demuestra la solidaridad de Marina con Cortés, donde las opiniones se dividen al tratar de explicar el porqué de la conducta de la mujer. Paz sienta el precedente sobre esta

condición

femenina

en

particular,

la

del

contacto

recato

femenino

intercultural:

Sin

duda

en

nuestra

concepción

del

interviene la vanidad masculina del señor –que hemos heredado de indios y españoles. Como casi todos los pueblos, los mexicanos consideran a la mujer como un

8 instrumento, ya de los deseos del hombre, ya de los fines que le asignan la ley, la sociedad o la moral. Fines, hay que decirlo,

sobre

consentimiento

los y

que en

nunca

cuya

se

le

realización

ha

pedido

participa

su sólo

pasivamente, en tanto que “depositaria” de ciertos valores (12). Grillo indica que solo con la obra de Paz, a “La Malinche” se le añade, en definitiva, el atributo sexual: “Se vuelve símbolo de la tierra americana, la Madre-Tierra, ya que toda la Conquista de América ‘fue escenario de violación de mujeres e historia de estupros’. Pero estas mismas mujeres permitieron el nacimiento del mundo mestizo” (22).

Mención aparte de esta lamentable y adversa condición femenina en el violento proceso de la Conquista ¿qué hace tan importante a esta indígena? Según Paz, ella es la madre simbólica del mestizo, contrapuesta a la Virgen Morena, la de Guadalupe; madre también simbólica, pero que es española. Puede aducirse que Guadalupe es la madre que reciben los indígenas a cambio de sus mujeres reales; ambas están incluidas en un triángulo: entre el padre o conquistador, la madre violada o virgen. El hijo mestizo es para Marina y el hijo indígena para Guadalupe, quien por cierto se revela convenientemente ante el indígena Juan Diego. Se

9 subraya así una imagen de amparo, de cura de la orfandad, como una forma común de identificación entre los recién conversos. Volviendo a Paz, no es fortuito que páginas adelante se ocupe del apelativo de una figura derogada, pero de muy dicotómica significación respecto de deidades y entidades reales: como contraposición a Guadalupe, que es la Madre virgen, La Chingada es la Madre violentada, avasallada por el sometedor, al igual que “La Malinche”: los Hijos de la Chingada también son Los Hijos de “La Malinche”. No es tampoco fortuito que así intitule Paz el cuarto de los capítulos de El laberinto. Por extensión, este calificativo

equivaldría

también

a

una

doble

imagen

del

mexicano: hijo huérfano o desamparado e hijo de una madre violada.

Esta contraposición expuesta por Paz reclama un trabajo exhaustivo, crítico y seguramente mucho más controversial, que podría explicar con mayor amplitud la relación entre la identidad de un pueblo, la iglesia y el conquistador. Pero en este caso es Malintzin quien me ocupa. ¿Cómo adquiere ese lugar tan importante en la Historia? Recordemos que, como anota Grillo, hay varios nombres para esta mujer mito, y que dependiendo del nombre que se use y quien lo use, ya se está tomando partido respecto de su figura. Grillo defiende la idea de que, si el autor la llama

con

su

nombre

indígena,

será

una

Malintzin

no

10 culpabilizada y admirada por los indígenas. Si se le llama Doña Marina, aparece como una princesa indígena respetada en el mundo español. Y si se le llama “La Malinche”, nombra a una traidora repudiada por la nación, a la cual “entregó” aún antes de existir como tal.

En México, durante los años 30 del siglo pasado, el retrato de “La Malinche” alcanza una estatura nacional. Lo curioso resulta que es tanto en su aspecto positivo, de heroína nacional, de Madre de la Patria, de mestiza mexicana, como en el negativo, dando origen al término ‘malinchismo’, ‘malinchista’, y sus derivados, y reemplazando el antiguo discurso sobre si “La Malinche” había o no traicionado a su pueblo.

Por otro lado, pero siempre respecto de esta figura femenina que subyuga intelectualmente a Paz, Glantz puntualiza sobre las Cartas de Relación que a las intérpretes les llaman “lengua”; un nombre fragmentario que se da a los traductores de su época. En sus esfuerzos de minimizar su dependencia de Marina, Cortés sólo la menciona una vez, en 1526, en su quinta carta a Carlos V, mucho tiempo después de usar sus servicios. Malintzin, “La Malinche” censurada, disimulada en la historia española y posteriormente

satanizada

en

la

historia

mexicana,

es

una

contradicción en sí misma. En cuanto al concepto de “lengua”,

11 Glantz ha esclarecido la definición de este término. Explica cómo esta habilidad del lenguaje le da a Marina “la libertad” y el “don”. Es también esta misma habilidad la que la obliga a llevar el peso completo de la Conquista sobre sus enaguas. Siendo indígena, y mujer además “de buen parecer y entremetida y desenvuelta”, según la descripción de Bernal Díaz del Castillo, ocupa el puesto de

“faraute

y

secretaria.”2

(51)

Asimismo,

es

definida

contemporáneamente por Glantz como lanzadera, intérprete, espía, modeladora de la trama, entremetida, bulliciosa habladora, comunicadora de lo que otros dicen, mensajera, ventrílocuo,3 entre otras. Es decir que, al ser bilingüe, “La Malinche” se convierte en la intérprete entre indígenas y colonizadores, y adquiere

2

una

innegable

fuerza

política

y

por

así

decirlo,

“Faraute (derivado del francés "héraut" o heraldo)”. Jean

Franco. “La Malinche: del don al contrato sexual”. Debate Feminista, Año 6. Vol. 11. Columbia, NY, enero de 2005, 256. 3

“Si refino estas asociaciones, podría decir que además de tener

que prescindir de su cuerpo -por la metaforización que sufren sus personas al ser tomados en cuenta sólo por una parte de su cuerpoactúan como los ventrílocuos, como si su voz no fuese su propia voz, como si estuvieran separados o tajados de su propio cuerpo”. (Glantz)

12 intelectual, digna de ser estudiada, aun cuando el concepto intelectual no sea estrictamente en el sentido contemporáneo. Considero que, en su labor esencial de intérprete, por sobre la de concubina, “La Malinche” requiere insertar preceptos e ideas propias o equivalentes, en el momento en que la literalidad resulta insuficiente para redefinir y/o nombrar las nuevas cosas de la tierra también nueva para hacerlas inteligibles a Cortés y a sus hombres. Y viceversa: volverlas inteligibles también para los interlocutores aztecas.

Definir el papel de Malintzin en la Conquista es un tema controvertido también. Hay quienes escriben sobre los posibles motivos de Marina para “aliarse” con los españoles y “traicionar” a los indígenas. Tal es el caso del periodista e impresor del Porfiriato, Ireneo Paz, que fantasea sobre el amor incondicional de Marina a Cortés.4 Es un argumento que es seguido entre otros autores por su nieto Octavio Paz, quien enfatiza la rendición de Malintzin y su sometimiento sexual. Es el caso también de escritores como Glantz, que defiende su “no decir” en la escena de la Conquista, entre otros muchos que debaten sobre su papel de víctima o victimaria. En particular, me interesa destacar el factor de “agradecimiento”, como la posibilidad de que Marina se

4

Doña Marina (1883).

13 sienta protegida y valorada después de una larga esclavitud que se demuestra en la misma habilidad lingüística, o incluso, extrapolando lo que actualmente se denomina como “síndrome de Estocolmo”.5 Aun cuando este término se acuña en 1973, aplica a la indígena, esclava, mujer, violada, con historia previa de abuso, quien de alguna manera pudo desarrollarlo. Y entonces podría acuñarse el “síndrome Malinche” que describiría una patología y no una “maldición” (El laberinto 36). La condición del malinchismo, de la entrega entre mustia y violenta, o por pasividad

cultural,

ambigüedad

entre

pero

sobre

traición

y

todo

por

apertura,

una entre

malentendida sumisión

y

ofrecimiento, ha dado lugar a consecuentes malinterpretaciones, a veces desde la perspectiva de los estudios de género, a veces desde el chauvinismo más rabioso, y se condensa en este párrafo clave de Paz en El laberinto sobre este particular: el ideal de la “hombría” consiste en no “rajarse” nunca. Los que se “abren” son cobardes. Para nosotros, contrariamente

5

“Síndrome de Estocolmo”. El término lo acuña el profesor de

medicina Nils Bejerot (1921-1988) para referirse a aquellos rehenes que se sienten identificados con sus captores, que desarrollan una relación de complicidad con ellos y un fuerte vínculo afectivo.

14 a lo que ocurre con otros pueblos, abrirse es una debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse,

humillarse,

“agacharse”, pero no “rajarse”, esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad. El “rajado” es de poco fiar, un traidor o un hombre de dudosa fidelidad, que cuenta los secretos y es incapaz de afrontar los peligros como se

debe.

Las

mujeres

son

seres

inferiores

porque,

al

entregarse, se abren. Su inferioridad es constitucional y radica en su sexo, en su “rajada”, herida que jamás cicatriza (El laberinto 10).

Las últimas frases de este párrafo, evidentemente escritas con un sutil dejo de ironía sobre la tradición opresora del pensamiento

masculinista

mexicano,

más

que

como

una

convicción personal de género, han desatado una lluvia de críticas a esta presunta postura “machista” de Paz, no siempre bien leída por causa misma del empleo no anunciado de la ironía, sobre la condición femenina basada exclusivamente en la fisiología. También Paz reformula la pasividad femenina de la entrega mustia al sometedor –otra significación del malinchismo– pero junto con el lirismo de los conceptos y las severas consideraciones al respecto, el dilema no se resuelve. Por ello, en El laberinto, Paz no interrumpe sus planteamientos sobre la mujer como un ser

15 inescrutable. Para él, “la mujer, otro de los seres que viven aparte, también es figura enigmática.6 Mejor dicho, es el Enigma”. (28)

Sin embargo, ¿es posible ver entonces a esta mujer con un fuerte perfil de abuso justificando al perpetrador como más humano que sus congéneres? Tal vez Cortés no es el primer violador en la vida de una esclava “de buen parecer”. Y aún si lo es, el hecho mismo de humanizarla con un nombre, una religión de la cual se convierte en portavoz, y el poder de ser intérprete entre dos pueblos, sea suficiente causa para obtener fidelidad y apoyo de cualquier esclavo, no importando su género. Paz, en efecto, no expresa su idea de la mujer, sino que emprende una crítica de la mentalidad del mexicano en relación con la mujer; asunto que retoma en el anexo a El laberinto, “Posdata”, en 1970.

6

En El Laberinto, Paz echa mano del afamado poeta nicaragüense

modernista para dilucidar sobre este enigma que representa la mujer: “Para Rubén Darío, como para todos los grandes poetas, la mujer no es solamente un instrumento de conocimiento, sino el conocimiento mismo. El conocimiento que no poseeremos nunca, la suma de nuestra definitiva ignorancia: el misterio supremo. “El misterio es una fuerza o una virtud oculta, que no nos obedece y que no sabemos a qué hora y cómo va a manifestarse.” (29)

16 Considero lo que dice Ana Freud cuando concluye sobre este tipo de comportamiento en el que se observa “el resultado de una inversión de los papeles: el agredido se convierte en agresor” (Laplanche, citado por Freud, Ana 188). Marina definitivamente es una mujer agredida, y su presunta traición puede ser una respuesta defensiva a experiencias pasadas, desde la ventajosa situación que le proporcionó su labor de lengua. La lucha de Malintzin es en defensa del agravio de los suyos, y una lucha racial, la lucha de género compone sólo parte de su problemática, pues el ser mujer la coloca en esa época, en la posición de ser un objeto “regalable”. Esto se agrava por ser indígena, pues las mujeres españolas de la misma época no son regaladas a nadie. En ese sentido, su represión deriva del hecho de ser mujer indígena.

Pero

también

hay

esclavos

hombres,

aunque

únicamente se documenta un caso.

Es

necesario

hacer

aquí

un

paréntesis.

Pocos

se

han

preguntado acerca de la imagen y papel de la mujer en las sociedades

mesoamericanas:

¿Acaso

no

estaban

sometidas?

¿Estarían exentas del ultraje y la violación en sociedades que constantemente hacían la guerra o la padecían? Paz, en el siguiente párrafo, se ocupa sintéticamente del rol de la mujer como entidad de género y como deidad en las civilizaciones:

17 Prostituta, diosa, gran señora, amante, la mujer transmite o conserva, pero no crea, los valores y energías que le confían la naturaleza o la sociedad. En un mundo hecho a la imagen de los hombres, la mujer es sólo un reflejo de la voluntad y querer masculinos. Pasiva, se convierte en diosa, amada, ser que encarna los elementos estables y antiguos del universo: la tierra, madre y virgen; activa, es siempre función, medio, canal. La feminidad nunca es un fin en sí mismo, como lo es la hombría (13).

Cabe preguntarse si desde la perspectiva del feminismo, o desde la de los estudios de género, ¿no se advierte que Paz emprende aquí una crítica? Por otro lado, el ensayista declara que “perder nuestro nombre es como perder nuestra sombra; ser sólo nuestro nombre es reducirnos a ser sombra.” (Traducción 20). Dentro y fuera de todos los roles y etiquetas sociales que los estudiosos de su perfil han establecido, ¿es acaso Marina la sombra de Malintzin? ¿Al perder su nombre perdió también su identidad? Grillo también recalca el factor emocional del cambio de nombre de Malintzin a Marina como una pérdida de identidad. Cabe una disyuntiva: ¿No podría tratarse del abandono de una identidad para adoptar otra? Ante este interesante acercamiento me pregunto: ¿Es este cambio de nombre una forma de disfraz para Malintzin? Por ejemplo, en algunos pasajes de las obras de

18 William Shakespeare, el individuo bajo la máscara actúa cosas que en su “yo” original no haría. Al respecto, Paz anota la siguiente reflexión en el capítulo II de El laberinto, “Máscaras mexicanas”:

La simulación es una actividad parecida a la de los actores y puede

expresarse

en

tantas

formas

como

personajes

fingimos. Pero el actor, si lo es de veras, se entrega a su personaje

y

lo

encarna

plenamente,

aunque

después,

terminada la representación, lo abandone como su piel la serpiente. El simulador jamás se entrega y se olvida de sí, pues dejaría de simular si se fundiera con su imagen (15).

Es probable que la Malintzin bilingüe y la Marina trilingüe sean dos personas distintas para ella misma. Una cristiana, la otra idólatra; una abusiva, la otra abusada. Una reprimida y otra rebelada. En este caso, Daniel Lagache sitúa la identificación con el agresor “en el origen de la formación del yo ideal” (188). Es posible que Doña Marina fuera el “yo” ideal de Malintzin, identificada

con

las

figuras

de

poder

que

la

reprimieron

anteriormente. Considero que, debido a esta identificación de Marina con Cortés, es aceptable la teoría de que Marina poderosa estaba vengando a Malintzin por impotente de defenderse a sí misma con anterioridad. Aclaro que el mismo hecho de ser

19 bilingüe, hablar náhuatl y maya, es probablemente una habilidad aprendida en sus tiempos de esclavitud y no por su supuesta casta noble, relatada muy posteriormente por Díaz del Castillo. Es una referencia un tanto dudosa, según Jean Franco7 (256). Sobre este aspecto cabe destacar que el aprincesamiento de Malintzin es una agresión aún mayor, pues quizá sólo haya sido para justificar el hecho de darle un título nobiliario al hijo bastardo y mestizo que Cortés tiene con ella, así como por la gran deuda que España tiene con una mujer indígena en el éxito de la Conquista. Pero se

7

Hay una ambigüedad al citar el trabajo de Stephen Greenblatt

Maravillosas posesiones: el asombro ante el Nuevo Mundo: Greenblatt observa que “ya en 1492, en la introducción a su Gramática, el primer gramático de una lengua europea moderna, Antonio de Nebrija, escribió que la lengua siempre ha sido la compañera del imperio, y sostuvo que Cortés encontró en Doña Marina a su compañera” (Franco 254). En 1492 Malintzin aún no había nacido. Cortés llega a América en 1519. La cita original del libro de Greenblatt cita a Nebrija cuando dice: “la lengua siempre ha

sido

la

compañera

del

imperio”.

Completa

Greenblatt

diciendo que “Cortés había encontrado en Doña Marina a su compañera” (Greenblatt 297).

20 requiere, sin embargo, ser de sangre noble; quizá de allí surge la posterior versión presunto del origen estamental de Malintzin. Si como dice Paz, “cada lengua es una visión del mundo, cada

civilización

es

un

mundo”

(Traducción

12),

¿a

qué

civilización o mundo pertenece Malintzin? Es interesante analizar cuál de las dos lenguas que habla es la de esclava y cuál es la de la supuesta señora. Pero lo que resulta obvio es que el español es la lengua del poder y de una presunta libertad para ella. En cuanto a su intervención no sólo como traductora sino como ideóloga, el propio Paz advierte, en referencia a la labor de Irving A. Leonard, que “la traducción es una tarea en la que lo decisivo es la iniciativa del traductor” (20). Ante una lengua nueva para ella misma, la iniciativa lo es todo. Esta aprendiente–intérprete construye un discurso desde su propio marco de referencia, sin el protocolo de ética del traductor actual. En este caso no es posible el concepto de ventrílocuo que supone Glantz, a pesar de que ese sea el deseo, de uno u otro bando. Este es, en mi opinión, uno de los puntos de congruencia entre Paz y su musa. Él, en su papel de traductor, de diplomático, se siente atraído a esa mujer dueña de la lengua, la encargada de traducir el lenguaje “nuevo” al lenguaje “viejo” y viceversa. Esto es precisamente lo que hace Paz cuando en parte de su obra nos “traduce” un mundo en prosa a verso, y un mundo entrañable a un mundo comprensible: “cada traducción es, hasta

21 cierto punto, una invención y así constituye un texto único” (13). Paz explica cómo la traducción puede darse aún en nuestra misma lengua. Puede ser de un lenguaje a otro, como el de Marina, o puede ser en la misma lengua, como hace una madre cuando explica a un niño el significado de las cosas. Tal y como lo hace Paz8: “cada texto es único y, simultáneamente, es la traducción de otro texto. Ningún texto es enteramente original porque el lenguaje mismo, en su esencia, es ya una traducción” (12). Para Paz, “traducción y creación son operaciones gemelas” (26). Nos traduce lo que ya teníamos concebido desde su mirada de poeta. Crea conceptos nuevos, nos pone a pelear con nuestros fantasmas y nos enfrenta a nuestras certezas.

Una inserción necesaria

Respecto de una segunda figura femenina, igualmente protagónica en su obra ensayística, Paz declara en una entrevista su pasión por Sor Juana Inés de la Cruz, y la incluye no solo en el mismo libro que Marina, sino que además le dedica alrededor de

8

“Aprender a hablar es aprender a traducir; cuando el niño

pregunta a su madre por el significado de esta o aquella palabra, lo que realmente le pide es que traduzca a su lenguaje el término desconocido.” (Traducción 8)

22 50 años de estudio, reconociéndola como “intelectual”; un concepto que en un mundo todavía heterosexual no logra adjudicarse fácilmente a la mujer. Por ello declara el “tratar de restituirla y a nosotros en su mundo” (Las Trampas 609). En dicho libro, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982) Paz agrupa una serie de ensayos sobre la vida y obra de la monja escritora. Una vez más, su espíritu creativo se ve afectado por la musa. Sor Juana lucha en un mundo de hombres en el que el saber está vedado a la mujer. Su sociedad restringe a las mujeres a “labores propias de su sexo”, pero ella desarrolla un ansia de conocimiento, busca el saber espiritual y el saber secular, ambos prohibidos incluso en la misma Biblia: “Callen las mujeres en la Iglesia” (1ª Corintios 14:33-39). Es un argumento que ella misma aplica y explica en la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691).

¿Qué tienen estas emblemáticas figuras femeninas en común con Paz? Son “metidas”, como ha referido Glantz; son dueñas de la

palabra:

la

una

hablada,

la

otra

escrita.

Marina

como

interlocutora de líderes en la Conquista y Juana de Asbaje, como “interlocutora de virreyes” según Beatriz Mariscal Hay (1993) ¿Es esta característica la que las hace grandes? ¿O es acaso su punto de atracción para el poder y al poder? Su fuerza radica en la palabra, que usan como herramienta para transformarse y

23 transformar su mundo; palabra que Paz comparte. Él, al igual que ellas, parte desde la desventaja de no poseer un título académico. Paz, en particular, siempre bajo la sombra de un padre y un abuelo que ejercen la presión simbólica de seguir la tradición familiar. Es posible ver en la falla académica del escritor una similitud con el mundo femenino, pues como debe recordarse, en México la educación universitaria para mujeres empieza a surgir a fines del siglo XIX y principios del XX. En esa adversidad de la condición femenina de sus inspiradoras, al igual que ellas, lucha y se bate para salir y liberarse por medio de la palabra. Malintzin deja de ser esclava para convertirse en Doña Marina, y Juana de Asbaje deja de ser una criolla bastarda para convertirse en Sor Juana Inés de la Cruz.

Por su parte, Octavio Irineo Paz Lozano deja de ser el hijo y nieto de sus predecesores y se convierte en Premio Nobel de Literatura 1990. Parcializa su identificación masculina con su estirpe para identificarse con la mujer, pero más allá de la guerra de género como ser humano que se abre paso por medio de la palabra que otorga un título a cada uno de ellos. Infiero entonces que la identificación de Paz con estas dos mujeres puede estar vinculada con su admiración y su falla al mismo tiempo. En la teoría freudiana “el ideal del yo se forma por identificaciones con los ideales culturales, que no siempre se hallan en armonía entre

24 sí” (Laplanche 187). La grandeza de estas mujeres, al igual que la del poeta, radica en su misma falla, y no de circunstancias favorables, como se ha insistido en recalcar en los tres casos. Ni fue favorable el ser esclava de los indígenas y españoles, ni el ser bastarda, mujer y monja escritora en la Nueva España, ni el ser hijo y nieto sin estudios de hombres destacados en la historia del México del siglo XX, tan clasista como el resto de su historia. Los tres personajes tienen aspectos represores que impulsan su “yo ideal”: a mayor represión, mayor exposición y alcance del ideal.

Paz, mediante su trabajo intelectual y la revisión de estas dos figuras emblemáticas de la cultura mexicana, se convierte en intérprete de la cosmovisión de sus compatriotas y, de alguna manera, “entrega” su pueblo al extranjero al “abrir” la hasta entonces impenetrabilidad del ser del mexicano al mundo, por medio de sus ensayos en El laberinto, donde desde luego tienen cabida estas dos musas inquietas. Al “traducir” al mexicano y su lenguaje secreto y ambiguo, Paz lo exhibe desnudo al mundo, y esto le otorga un poder, al igual que Malintzin y Sor Juana, por medio de la palabra. Lo escribe Sandra M. Cypess: “It seemed to me that everyone –or perhaps almost everyone– dealing with topic quoted Octavio Paz’s influential essay ‘Los hijos de la Malinche’ to discuss the impact and relevance of that historical figure for Mexican ethnic identity” (78).

25 Conclusión

Investigadores en la búsqueda de reafirmar y refutar teorías, han tenido y tendrán que seguir citando a Paz como punto de referencia, ya sea a favor o en contra de sus ideas, cada vez que sea necesario explicar al mexicano, a la mujer mexicana, a La Malinche, a los malinchistas, a Sor Juana, a la literatura colonial, a los intelectuales coloniales y postcoloniales, etc. Este carácter omnipresente del poeta lo coloca no solo como punto de partida en muchos de estos temas, sino incluso como parte de los escritores que hay que leer para establecer las nuevas teorías de cada generación durante los últimos 64 años. De la misma manera, no se puede hablar de la Nueva España y su literatura sin mencionar a Sor Juana, o estudiar el proceso de la Conquista, sin “La Malinche”.

Obras Consultadas

Cortés, Hernán. Cartas de Relación. México: Editorial Porrúa, 1973. Impreso.

Cypess, Sandra M. La Malinche in Mexican Literature: From History to Myth. Austin: University of Texas Press, 1991. Impreso.

26 ---. Uncivil Wars. Austin: University of Texas Press, 2012. Impreso.

Díaz Del Castillo, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. México: Patria, 1983. Impreso. Franco, Jean. “La Malinche: del don al contrato sexual”. Marcar diferencias, cruzar fronteras. Chile: Cuarto Propio, 1996. Impreso. Glantz, Margo. “La Malinche: la lengua en la mano”. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006. Internet: 30 de enero de 2014. Grillo, Rosa María. “El mito de un nombre: Malinche, Malinalli, Malintzin”

Mitologías

Hoy

4,

Invierno

2011:

15‐26.

Internet: 28 de enero de 2014.

Intersimone, Luis Alfredo. De ogros y laberintos. Modernidad y nación en Octavio Paz. Tucumán: Universidad Nacional de Tucumán, 1999. Impreso.

Laplanche, Jean. Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2004. Impreso. Mariscal,

Beatriz.

“Una

muger

ignorante:

Sor

Juana,

interlocutora de virreyes”. Urrutia, E, y Poot, Sara, eds. Y

27 diversa de mí misma entre vuestras plumas ando. México: El Colegio de México, 1993. Impreso.

Medina, Rubén. Autor, autoridad y autorización: Escritura y poética de Octavio Paz. México: El Colegio de México, 1999. Internet: 28 de enero de 2014.

Paz, Ireneo. Doña Marina, Novela histórica. México, 1883. Impreso.

Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. México: FCE, 1992. Internet: 28 de enero de 2014.

---. Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe. México: FCE, 1982. Impreso. ---. “Traducción: literatura y literariedad”. Cambridge: 15 de julio de 1970. Internet: 23 de agosto de 2013.

Said, Edward. Representaciones del intelectual. Barcelona: Paidós, 1995. Internet. 20 de enero de 2014.

Lihat lebih banyak...

Comentários

Copyright © 2017 DADOSPDF Inc.