La clínica psicológica como praxis

Share Embed


Descrição do Produto

La Clínica Psicológica como
Filosofía en Acto.


Francisco Mora Larch.


El Enfoque Grupal. La familia y la institución.

Una situación fortuita, la incapacidad por embarazo de una psicóloga, y la
invitación de un colega, Director en ese momento de una Institución de
Salud Mental Estatal me llevó a colaborar durante cerca de cinco meses,
como Asesor de Psicología. De esta experiencia surgieron las siguientes
reflexiones en torno a la práctica Institucional de los Psicólogos que
laboraban en esos momentos en un Centro Comunitario de Atención a Niños
Maltratados y sus Familias.

De entrada, y por la relación de camaradería con mi colega, compañero de
formación desde la facultad, tenía puertas abiertas para inmiscuirme en
todos los vericuetos institucionales, no era yo "un psicólogo más", ingresé
como "asesor de psicología" y mi lugar se encontraba en las oficinas de la
Dirección del Centro. Esto me dio pie para observar y reflexionar sobre
todo lo que ahí acontecía y se hacía, esta información la compartía con el
Director a manera de una retroalimentación que a la vez me retro alimentara
y con ello abrí un espacio donde pudiese pensar con otros, sobre este "ser
testigo" de los secretos más recónditos de lo que se vive en la
cotidianidad de una vida institucional y que a veces es necesario expresar,
ya que no se puede intervenir directamente.

Tomaremos como ejemplo esta tarea institucional de un Centro de Salud
Comunitario, dentro del Sistema encargado de la Integración Familiar, cuya
función es enfocarse a la asistencia del resguardo y rehabilitación de
niños objeto de abuso en todas sus formas. Nos referimos principalmente a
la tarea institucional de los psicólogos, partiendo de la tarea más general
y abarcativa del Centro.

Si todo grupo se constituye y se organiza por la índole de su tarea, esto
no es menos cierto para la labor y el trabajo institucional. Así, debemos
encontrar en la estructura y las formas de organización institucional la
riqueza del sentido que posee la tarea de custodia provisional (o
permanente) de un menor en riesgo. Tomamos una línea de análisis que debe
jerarquizar, sin excluirlas, las diferentes funciones que se requieren para
la intervención particular del psicólogo en esa tarea y la de la
institución en sí.

La primera tarea, o la tarea más general que se contempla implícitamente es
la de una substitución provisional de las funciones que cumple o debería
cumplir un grupo familiar con respecto al papel de la paternidad.
Intervención singular que implica una serie de dimensiones que destacan por
su importancia: éticas, jurídico-legales, médicas, sociales y psicológicas
que deberán contemplarse como constituyentes infraestructurales en los que
asienta, desde el equipamiento físico, hasta los actos más sencillos o
complicados del engranaje institucional.

Si bien es cierto que la institución debe tender a la reproducción de una
vida social y afectiva para el infante (desde recién nacidos, a los 6 años
de edad), al interior de sí misma, ello no obsta para reconocer ese
objetivo como algo siempre inalcanzable, como un ideal que incluye la
propia ideología de un mundo regido por los adultos a los que "toca"
organizar la vida infantil. Brecha de generaciones que encuentra su asiento
en la reglamentación de la vida comunitaria con las características propias
que le confiere el tipo de régimen de control al que habrán de sujetarse
todos los ahí incluidos. Entonces, si la institución se define desde la
protección, el cuidado y la custodia provisional de los menores en riesgo,
se sujetará o debería de sujetarse a los condicionamientos de "un lugar
para vivir" (Mannoni, M. 1982) transitorio en condiciones de dignidad
humana, lugar de paso que deberá adoptar entonces caracteres particulares
para esa tarea.

Por otra parte, deberá llamarse la atención hacia el tipo de niño-usuario
(tipo de familia-usuario) del servicio que se brinda, ya que la
intervención institucional se basa en el objetivo fundamental de protección
del menor, que corre no sólo el riesgo en su integridad física sino también
en su integridad emocional. En este caso, el niño maltratado ha sido objeto
por parte de los padres o de uno de ellos, de agresión y de los impulsos
destructivos que ponen en peligro su vida; en otras palabras el vínculo que
el pequeño ha mantenido con los adultos significativos ha sido un vínculo
de abandono, o teñido de sangre, dolor y sufrimiento físico y emocional.
Puede pensarse aquí, ya sea en un vínculo fundamental destructivo en el que
todo nuevo intento de relación afectiva y verdaderamente humana con el
menor, se verá comprometida en relación a este antecedente, o de un vínculo
matizado por la ambivalencia, donde se daña a la vez que se sufre y se
intenta en vano reparar el daño (compulsión repetitiva)

Debemos pensar desde aquí, que la institución se constituye como forma de
dar una respuesta válida a la problemática que en términos muy generales se
plantea. Es decir, si el objetivo es la instauración de un espacio de
restauración de lo dañado en todos los ordenes, la institución se ubica
como dispositivo intermediario, transitorio (yo le llamo espacio de
intermediación) entre el sujeto y su mundo, con vías a incidir sobre ambos:
por un lado, el sujeto, su cuerpo y sus vínculos afectados ("pobres",
destruidos o deteriorados) en un contexto particular que es la institución.
Por el otro, con su mundo familiar, el restringido y el más amplio
(parientes cercanos), y el comunitario (vecinos, organizaciones populares,
etc).

De este modo, el abordaje no puede circunscribirse al ámbito del mundo
interno del sujeto, enfoque parcial, idealista incluso, ya que esta
psicología paga con su fracaso permanente su ingenuidad técnico-
estratégica. Pero tampoco puede hacerse un trabajo sobre la base de una
ideología propagandística de la caridad ante el dolor y el sufrimiento
humano, otorgando compasión por un lado, y condena por el otro, el
moralismo se vuelve en regodeada ingratitud. La consecuencia científico
profesional en avanzada, permitirá resolver los conflictos que parecen
insolubles cuando no se los aborda con la elucidación y la objetividad del
hecho empírico que necesita ser explicado. Dos tareas aparecen de este modo
ante la problemática a enfrentar: una tarea institucional y una tarea
clínico social.

Los Marcos Referenciales.

Al intentar resolver una problemática que difícilmente se deja reducir a
puntos de vista de tipo elementalista, debemos recurrir a una psicología
social que contemple una visión en dos planos: el social y el
psicodinámico. Así, nuestro punto de partida teórico lo constituye una
Psicología Social de Corte que tiene por objeto de investigación lo que
Pichon Rivière, E. (1985) ha planteado con la noción de vínculo e
interacción, refiriendo a Freud y el Psicoanálisis por el desarrollado,
como sustrato teórico conceptual, junto a los desarrollos de la escuela
inglesa de psicoanálisis (M. Klein, 1973; D. Winnicott, 1975; J. Bowlby,
1989 etc.), tratando de articular los conceptos básicos de esta disciplina
con una teoría del cambio social fundamentada en una filosofía y una
sociología dialéctico materialista, que ha sido desarrollada por autores
como K. Lewin, (Schellenberg, J. 1981); G. Lappassade, R. Lourau, (1975),
etc.

Esta descripción de los marcos referenciales pasa por la ubicación de una
problemática que está más acá de los conflictos sociológicos globales,
donde si bien debemos aceptar las incidencias de las determinaciones
sociales más amplias que se expresan en la fragmentación y descomposición
social de grandes grupos humanos, de sociedades enteras, repercute al
interior de grupos pequeños como barrios, conjuntos vecinales, grupos
familiares amplios y restringidos etc.

En estos últimos cobra relieve, no sólo el determinismo social más amplio
(como los bajos salarios, el desempleo, la drogadicción, la marginación
económico-social, la ideología machista), sino también la tradición
familiar, las relaciones-intercambios de parentesco, y en particular la
estructura de personalidad de los progenitores, es decir, su nivel de
salud mental. No es posible realizar un abordaje de esta última si no es a
través de una metodología clínica que pueda brindar las bases conceptuales
conducentes a identificar, valorar y transformar los patrones y
troquelados sociales de relación humano-afectivas productoras de
patología. Cabe resaltar aquí el intento de acceder a una postura teórica
que intentando sobrepasar los reduccionismos biologicistas, psicologistas
o sociologistas, apunta a una estrategia global que incluye los diversos
planos de lo humano, jerarquizando el quehacer conforme a la jerarquía de
las determinaciones del conjunto de la realidad social que se intenta
transformar, conscientes desde ya de las limitaciones que esta última
impone al marco general de la intervención técnica, así evitamos en cierta
medida el desgaste físico-emocional de aquellos que se auto imponen
idealistamente "la lucha contra el mundo".

De esta forma, y tratando de ubicarnos en la realidad de las exigencias de
la sociedad, pero también de la institución, creemos conveniente dar por
sentado que son los grupos humanos los que deben ser el objeto de
intervención por excelencia de nuestro quehacer, en particular si queremos
llevar adelante una propuesta que se inscribe en el terreno de la salud y
la enfermedad mental. Para nosotros, si bien es cierto que la problemática
del maltrato infantil se juega muchas veces en el límite que separa vida y
muerte, lo que apela entonces como urgencia a la intervención técnica
médica, no lo es menos que estos son los efectos y el trabajo sobre los
efectos, antes que la causalidad histórico-estructural de donde provienen.
La patología mental de un infante o de un grupo, como en este caso, debe
leerse entonces como la asunción en un individuo, en un grupo o una
organización familiar, de la "patología comunitaria", que como un complejo
proceso de "elección" determina la aparición de la "enfermedad" a partir de
la propia desorganización del conjunto humano, elección que le permite a
esta organización descompensada desembarazarse de la responsabilidad que le
concierne en la aparición de los conflictos que ella misma genera en su
interior.

La intervención institucional no puede entonces sino atender a una visión
de conjunto (el paradigma de la complejidad, es un buen referente), que
permita ir más allá de una ideología de trabajo que aparece como una labor
de apaga fuegos, de la propedéutica del parche por donde "hace agua" la
barcaza social, de la operación quirúrgica o del enyesado de un brazo,
mucho menos a la búsqueda del castigo jurídico moral o de la indignación
vengativa contra los padres para arrebatarle a los hijos, en todo caso, la
labor del psicólogo parece "atorarse" en una labor de psicoterapia infantil
individual tomando el modelo médico de asistencia, y por otra parte, da
servicio de consulta a padres, (¿psicoterapia de pareja, asesoría a
padres?) sin saber bien a bien hacia dónde va orientada, el desgaste de
este tipo de estrategias cobra también su cuota humana en términos de
patologías físicas y mentales en los agentes de la salud

Entonces, ni reduccionismo sociológico pero tampoco psicológico; la
psicología social a la que tendemos es una psicología de corte analítico
que permite y brinda los instrumentos de análisis de los elementos en
juego, pero también de su visión de conjunto. La práctica del psicólogo
deberá definirse desde el ámbito de una Ciencia Social, con un fundamento
interdisciplinario signado por el Psicoanálisis freudiano y lacaniano, la
psicología de los grupos y una teoría de la enfermedad mental, el análisis
institucional, la sociología materialista, la antropología estructural, la
etnografía, etc..

El Psicólogo en la Institución.

La actividad del psicólogo se define por la teoría y la práctica de la
psicología clínica (psicoanalítica), eje conceptual y metodológico que
define una posición ética ante el hecho humano. Si en un primer momento la
actitud y el desempeño del psicólogo se ha tornado en transparencia casi
fantasmal y no ubicable en los hechos de la vida institucional (hace de
todo y de pronto es ilocalizable), ha sido menos por una posición
metodológica de base que por las distorsiones fantasmagóricas de su propia
identidad y de los hechos a los que debía "inclinación".

La contraparte, abundante por el consenso general de desvalorización socio
profesional ha sido la de "hacer lo que se le manda" y no la de responder,
en cierto modo, a una de-manda, que es algo muy distinto. La apatía,
producto de la desilusión o de la caída de la fe desde un discurso casi
mentiroso, lleva en ciernes lo que no ha sido sino producto de la
mediocridad, del desgano y de la falta de iniciativas ante lo que,
curiosamente, no se sabe como enfrentar: los hechos de la vida cotidiana,
atravesados por la trama de la existencia de los individuos y los
diferentes grupo sociales en que estos conviven. La institución, es el
mejor ejemplo en el cual pueden rastrearse las veredas de un saber que vive
en evanescencia, y no porque a fin de cuentas el producto de una
intervención técnica de un psicólogo se parezca más a un acto
administrativo, político, o de beneficencia humanitaria, sino porque de
todos modos, no se encuentra sustentado por un discurso que normativice sus
actos y les provea de una ética del hacer, que se atenga a una Ley y a una
lógica del fenómeno humano en devenir constante.

En una institución, todo grupo, incluido el de los psicólogos, busca
siempre (-y si puede, construye), el engranaje acorde a la comodidad del
escape, a la des-implicación humana, a la entrega a la inercia instituida y
la resistencia ya no a un deseo, sino a su propia realidad. El agente de
cambio social, como se le identificó en un tiempo al psicólogo, es víctima
de su propia tarea, a la que aborda por fuera y a distancia, antes que
implicarse en ella. No se entrega lo que no se posee y las desilusiones
grupales son el pan cotidiano. E. Jaques fue certero al afirmar que las
instituciones funcionan, a la vez que son producto de la tendencia a
controlar el núcleo psicótico de la personalidad de los sujetos que ahí
conviven, pero cuando se olvida el objetivo de la con-vivencia, lo que toma
el comando de lo institucional es un instituido que melosamente concentra
la actividad en preservar el control y la institución, olvidando la tarea,
a tal punto que la función social es pervertida, la institución está,
existe, para evitar que el objetivo se realice a través de la tarea
cotidiana.


Mi incursión o intervención en un problema clínico.

Me había encontrado desde el inicio de mi llegada con un niño
"diagnosticado" como autista por la mayoría del personal de la institución,
en ese momento el chico tendría cerca de siete años y llevaba los cuatro
últimos en la institución, nadie se hacía cargo de él, nunca se pudo
identificar alguna afiliación, fue encontrado abandonado en un
supermercado; al "recogerlo", vestía ropas "finas", se encontró que llevaba
pegada una tarjeta que decía algo así: "por favor cuiden de él, nosotros no
podemos hacerlo. Gracias". Al empezar a indagar sobre el niño, descubrí
que, primero, no tenía un solo nombre en la institución, luego se fue
precisando el asunto, en realidad tenía dos nombres, en la mañana tenía un
nombre y el personal de la tarde se refería a él con otro.

Cuando pregunté a mi colega, el Director, ¿quién atendía al chico?, me
dice, "nadie le quiere entrar, no hallo qué hacer con él, piensa en algo
para el niño". Unos días después me informa que una nueva psicóloga va a
hacer su servicio social en el área de Psicología; llegará ese día y me
pide que le asigne alguna actividad. Mi respuesta inmediata fue, pedirle
que ella se encargase del niño y que yo supervisaría el trabajo, así, el
chico podría tener una terapeuta que pudiese asistirlo 5 veces a la semana,
por lo menos durante los últimos tres meses de mi estancia. La Psicóloga,
Elisa (la llamaremos) en Servicio Social me fue presentada y la invité a
hacerse cargo de "Jaime", que por las tardes era "Adolfo". El chico
presentaba un cuadro autista con manierismos de tipo catatónico, se
balanceaba durante horas diciendo algunas frases incoherentes, en otros
momentos se sentaba y vuelto hacia la pared permanecía así largos períodos
de tiempo.

Cuando me fue presentada por el Director, pude intercambiar algunos puntos
de vista con "Elisa"; estaba presente el Director, quien le pregunta: ¿has
leído algo de Freud? Y ella responde "¿quién?, no, no se quien es..."
Después de esto, al quedar solos, el Director me pide que reconsidere el
asunto de que se haga cargo de "Jaime", -le contesto que No, que de hecho
es mejor que no sepa nada de Freud, para que no se prejuzgue con algunos
conceptos freudianos, a lo que accede a mi posición de mantenerla a ella
como la terapeuta de "Jaime". Después de dos charlas sostenidas con la
psicóloga, para revisar el expediente del niño, y revisar los aspectos
básicos del inicio de la terapia, pedimos el espacio para su labor. A la
psicóloga se le brindó un consultorio en un horario fijo para atender a
Jaime todas las mañanas, ya que ella cubría servicio en ese horario.
Trabajaría con terapia de juego.

Se inicia la psicoterapia esa misma semana y la psicóloga me trae el
material de sesión para supervisar el caso.

- En la supervisión ella dice que "no sucede nada, el niño no juega, no
juega a nada, sólo está ahí, ¿qué superviso?
- Pregunto, ¿el niño qué hace? – Nada, sólo está ahí..... –
- Le digo: sólo dale tiempo, y checa en ti que es lo que te despierta
emocionalmente, y cuando detectes algo en ti, díselo de la forma más
sencilla posible.
- El niño, después de una semana de trabajo en ese talante, va a la
psicóloga y se trepa en sus piernas buscando ser "sostenido" en
brazos.
- "¿qué hago?, -¿tienes algún problema en sostenerlo y contenerlo en tu
regazo?
- No. - Permite seguir el recorrido del niño. Cada vez que se suba en tu
regazo, contenlo, sostenlo, dale los brazos. Y si intuitivamente crees
que puedes entender lo que le pasa, díselo, de manera sencilla.
- Una semana después, dice la psicología: El niño me empieza a tocar y
me quiere acariciar... – ¿qué hace?. – Me acaricia el pelo, mi ropa,
mi cara.....
- Tienes algún problema con eso.... – creo que no.... –
- Mientras te sientas bien y puedas contenerlo sugiero que lo dejes
hacer... y pon en palabras sus actos y si detectas algo en ti en lo
que el te despierta, díselo, si crees entender lo que él hace, también
coméntaselo...


- La siguiente semana el niño baja del regazo de la terapeuta y empieza
a jugar en presencia de ella....luego sube al regazo y la sigue
tocando, pero ahora el chico va más allá, la toca en sus senos...ella
lo detiene...
- En la supervisión....- me empezó a tocar en los senos y eso me dio
malestar...
- Sugerencia. –Poner límites a su actividad manipulatoria en relación al
cuerpo de la terapeuta, explicándole las razones de esos límites...
- Algo sucede en ese momento....
- La siguiente semana, la cuarta en la terapia, Elisa viene a
supervisión, Jaime ha volteado a verla al rostro y dirigiéndose a
ella le pregunta -¿Quién Soy Yo? Asombrados ambos, revisamos todas las
implicaciones de esta pregunta de Jaime.

Reunidos el Director, la Psicóloga del caso, la Responsable del servicio
interno de la institución y yo como Supervisor, planteo que deberán
tomarse algunas decisiones trascendentales para la vida de "Jaime" y que
esto deberá ser comunicado al niño por su terapeuta....para ese momento, se
le empezó a dar a Jaime la poca información que se tenía sobre él.

En base a la pregunta de Jaime, la idea era que la institución debía llevar
al niño a un registro oficial para asignarle un nombre; quien firmara como
responsable del niño sería el Director de la Institución; Segundo, pido a
la Dirección que gire instrucciones a partir de ahí, para que el niño tenga
un solo nombre y no dos, por lo que todo el personal se dirigirá a Jaime
por el único nombre que le será adjudicado por la Dirección. Las
sugerencias del asesor fueron consideradas, y el niño fue registrado en una
oficialía del registro civil, se le asignó un solo nombre y se giraron
instrucciones a todo el personal para que se dirigieran al niño según su
nuevo nombre oficial.

Pedí que al ser registrado se diera una fecha de "nacimiento" y que
mientras Jaime estuviera en el Centro, se festejará su santo y su
cumpleaños. Yo por mi parte supervisé el caso durante un mes y medio más,
notando una mejoría notable del niño, ante todo en lo que respecta a su
lenguaje y a la apariencia física, de un niño con ojos pero sin mirada,
vimos una pequeña chispa de luz que se iba encendiendo cada vez más en un
proceso que ameritaba tan sólo la labor titánica de sostenerlo
incondicionalmente durante sus primeros tanteos en el mundo de los
intercambios humanos, el acceso a un orden simbólico particularizado en una
experiencia institucional.

Relatar esta experiencia me parece clave en el escrito, ya que si pensamos
que en un mes, un niño diagnosticado como autista y perdido para siempre en
un engranaje institucional que lo fijó en ese rol durante cuatro de sus
siete años de existencia, pudo acceder a la palabra y dirigir su pregunta a
otro, nos puede dar un índice de la eficacia de ciertas intervenciones, que
no tratamientos, si son signadas por una escucha y procesadas desde un
lugar donde la palabra es el pivote sobre el que debe girar todo vínculo
entre humanos.

EL Equipo Interdisciplinario.

El equipo interdisciplinario, como todo grupo, se instaura desde la
propuesta de una tarea común, la que dará cuerpo y determinará
dominantemente las formas de su organización, ya que como ley inherente a
los grupos, no se puede sino re-producir en el contexto, el tipo de
relaciones significantes insertas como elementos y aspectos de la tarea
planteada.

Texto y contexto forman una unidad, negada desde los orígenes de la tarea
comunitaria debido al usufructo, por un reducido número de individuos
pertenecientes a determinada clase económica, de la producción social. La
alineación, como enajenación del vínculo grupal envía a la opacidad del
contexto como forma de encubrimiento de las estructuras de base en que se
originan las relaciones sociales, incluidas las del intercambio afectivo y
las del intercambio socio-profesional. El desarrollo en profundidad, en
formalización, es a cada paso, la nueva forma que cobra vida significante
y reclama para sí su reconocimiento como práctica dentro de las prácticas.
Los "hechos sociales" producto de la "actividad cotidiana", son el reflejo
en este caso de las necesidades enajenantes de una labor que se reconoce
en:




1. Su utilidad práctica, aunque paradójicamente tome tintes de
aberración.
2. En el racionalismo formalista, con justificaciones que toman visos de
exclusión y segregación.
3. En la concreción de la tarea 'realizada', y por esto, 'reconocida por
todos', a pesar de la futilidad del hecho consumado, tomado como
trabajo concreto, como producto.

Ante el panorama de la tarea que se pretende, aparece en perspectiva otra
tarea, la de realizar no ya el mítico vínculo interdisciplinario sino
entre seres que posicionados de antemano, se ven inducidos a aportar los
fragmentos necesarios a un discurso que pareciera no exigir nada más de
ellos. La aportación teórica en este caso puede funcionar en sentido
contrario a lo que se pretende.

Me parece en particular que habría que partir cuestionando siempre los
primeros supuestos, ya que estos son transmisores idóneos de imágenes
distorsionadas de la realidad, de ideologías fundamentales que funcionan
como prejuicios afectivos o lógicas simples y de 'sentido común', que
ocultas en el velo de lo no-dicho dan pie a los malos - entendidos, a los
rumores o a las definiciones políticas, en muchas tomas de decisión que
afectan siempre a más de un grupo humano. Se parte entonces de la
posibilidad de re-unión, unir lo que antes estuvo unido o formó la unidad,
aún en lo diverso. En esta nueva condición, la de unir los elementos que
una vez fueron uno, se da por supuesto que los elementos dispersos no han
perdido la condición antigua anterior. Por último, reconociendo
diferencias y negando matriz común, es decir, origen único con desarrollo
paralelo, se plantea re-unificación mediante una voluntad nunca puesta en
cuestión. La invitación o la voluntad a vincularse desde un aporte inter-
ciencias da pie a las actitudes más diversas. Pero estas últimas están
condicionadas por lo que se juega o habrá de jugarse (fantasmáticamente)
en una reunión que exigirá a cada uno de los convocados, cuentas de su
quehacer especifico.

Aun más, en la ruptura o en el entredicho de un monólogo profesional, el
planteo lleva a diluir los límites de ese quehacer específico en aras de
realizar los intercambios necesarios para una visión mucho más amplia, que
permita el enriquecimiento de los distintos abordajes de operación
conceptual y metodológica. No se trata tanto de difuminar los bordes de
una práctica, sino de posibilitar que las capacidades de intercambio que
cada uno guarda (celosamente), puedan hacerse operativas, sólo a condición
de hacer porosa la membrana defensiva que, aislada de los ejercicios de
evaluación y valoración social, da por sentado su lugar de legitimación
desde adentro y no desde el conjunto de prácticas, que relacionadas
histórica y estructuralmente, dan su sentido y su razón de ser a lo que
incluso aparece como alineación en el rol profesional.

En el campo de las llamadas ciencias sociales y humanas, se ha insistido
en el esquema más general, 'filosófico' y ahora epistemológico de "los
niveles de integración de la materia" (término que ha caído en desuso
desde hace tres décadas). La conjunción de los correspondientes niveles de
análisis para ser aplicados al hombre, se expresó en el acuñamiento del
concepto del ser humano como un ente bio-psico-social (deberíamos
agregarle y parlante). Esta noción no ha dejado de ser en la mayoría de
los casos una declaración de principios o carta de buenas intenciones, de
hecho debería ya tomarse seriamente como un obstáculo epistemológico a ser
superado; en muchos casos, a lo más que ha llevado es que en una
institución, digamos, un hospital, se abra un área o gabinete médico, uno
de enfermería, uno de trabajo social, uno de odontología, uno de
rehabilitación física, uno de psicología y uno de psiquiatría. Las
jornadas comunitarias tienen por fin concreto 'la ayuda' en los diferentes
campos de las disciplinas presentes, se obtienen datos aislados e
inconexos, las correlaciones son manejadas por la técnica estadística,
nunca por las comunidades.

Si en el discurso se refleja en muchos casos la contradicción inherente a
la condición humana en sus distintos registros, no deja de llamar la
atención que a una propuesta que se quiere metodológica en el más amplio
sentido, pierde esto último por la vía de una compaginación ingenua, por
el voluntarismo con sus tintes redencionistas que muchas veces rayan en lo
caricaturesco, por el formalismo metodológico que cuida las formas antes
que las "esencias", con vistas a quedar bien con algún personaje exterior
al grupo o por una alienación mucho más evidente, expresada en la
disociación tajante de una voluntad a la que le falta reflexión, de una
reunión en la que falta apertura, de una 'negociación' donde no hay
renuncias.

La capacidad productiva (teórica, instrumental, transformadora, es decir,
una praxis) ha de rescatar ese ápice de sentido, 'dejándose' guiar por el
movimiento 'natural' de los referentes empíricos, de los objetos del mundo
material, que caracterizados por su riqueza expresiva, no dejan de
insistir desde su maleabilidad y en su consistencia 'gelatinosa' que no se
deja agarrar tan fácilmente; porque para poder operar en una realidad, a
esta hay que tomarla con la fuerza del instrumento que se hace esquema de
pensamiento. Coincido, desde esta óptica, con el criterio científico
–ideológico de Pichón, de que es en la operación, en la praxis concreta de
la intervención psi, donde se corrobora la eficacia del instrumento
conceptual o herramental, para rectificar o ratificar "los niveles de
análisis" que operan en el campo de trabajo.

Lo que así se constituye en objeto de conocimiento hará de cada uno,
sujeto de su disciplina desde el ámbito de lo posible. Desde un proyecto
común que acepta la diferencia primera como forma de llegar a un acuerdo:
primero, de operatividad, operación, acción grupal; segundo, de
construcción del objeto, que en el ámbito de la Ciencia Social exige más
que 'una forma del dar cuenta de'. Lo que reúne al equipo, aunque parezca
alivio, es el objeto de trabajo y no la 'voluntad' de una visión
totalizadora de una realidad cada vez más compleja, debida a la misma
producción social. Así que coincido entonces con los 'nuevos psicólogos
sociales' (Bauleo, A. 2008), no académicos que sustentan abiertamente que
'sin tarea no hay grupo' (o equipo).

Subyace la idea fundamental, si queremos intervenir en la comunidad, el
instrumento debe ser auto aplicado, un equipo interdisciplinario debe
vivenciar la exigencia de su constitución, su experiencia vivida permitirá
el aceptar la necesidad de aplicar a las comunidades una intervención que
presupone el aprendizaje de cómo puede ser investigada la existencia y co-
existencia de una comunidad desde los diferentes aportes que la división
del trabajo impone o permite, sin dividir arbitraria e injustamente los
usufructos del esfuerzo común, en este caso, los conocimientos producidos.

El Reencuentro con un Punto de Urgencia.

¿Por qué re-encuentro?. Hace algunos años, siendo Psicólogo Terapeuta de un
Consejo Tutelar para menores, hice el registro de una situación. Cuando el
menor ingresaba a la institución de tipo carcelario, pasaba más o menos un
mes para el encuentro del psicólogo con el menor infractor, y este
encuentro estaba signado por la necesidad de establecer un diagnóstico
psicológico, en vías de que la Sala del Consejo considerara el estado de
salud mental del menor y en base a ello y a otras evaluaciones se tomara la
decisión de qué hacer con el chico.

Bien, pero ¿y el menor?, ¿qué había pasado con el en todo este tiempo?; ¿y
si era la primera vez que ingresaba?, ¿qué representaba emocionalmente para
él la situación de encierro, la pérdida de libertad? Esto era inédito. En
aquel entonces, me plantee y propuse a la institución que el menor
infractor fuese recibido por el psicólogo y este se encargase de informar
en el nivel correspondiente su condición de encierro; a la vez esto me
llevó a justificar que el psicólogo trabajase esta condición de pérdida de
libertad desde un dispositivo al que llame "el grupo de recepción". El
desarrollo de la experiencia se puede consultar en mi libro Grupos
operativos en educación y salud (Mora Larch, F. 2010). Cuando fui invitado
a colaborar por un corto periodo en la institución que se encarga de los
menores en riesgo, volví a encontrar una situación análoga.

En un recorrido por la institución, soy testigo en ese momento de la forma
en cómo un niño de un año de edad, es traído por el equipo de intervención
comunitaria. Los padres peleaban continuamente y el niño era desatendido
por ambos, así que se les retira la custodia del menor. El niño pasa a la
sala del médico, llevado en brazos por una trabajadora social. Esta lo deja
en la cama de consulta y el médico le hace un chequeo físico; ni
trabajadora ni medico le dicen al niño alguna palabra que explique lo que
esta sucediendo y lo que se hace con él, parece que funcionan en el
supuesto de que "como está muy pequeño para entender lo que pasa, no habría
que decir lo que sucede ni las manipulaciones y revisiones a que es
sometido". Yo observo atento, y luego del chequeo médico, se le pide a la
trabajadora que lo pase a una de las salas internas, donde quedará en
custodia hasta que se aclare la situación.

Pienso entonces en que habría que revisar la forma en que los menores
ingresan a la institución y problematizar su recepción, requiriendo que un
psicólogo clínico se ocupe de ello y pueda irse delineando una normativa
que especifique el procedimiento de ingreso de los menores, y la forma en
que serán recibidos, dándoles un seguimiento cercano a los nuevos ingresos,
en los primeros días de adaptación a la institución.


De la Ética Institucional.

Definimos entonces los términos de una tarea de "esencia" humana, atenida a
una ética ídem, que deberá regirse en las reglas metodológicas propuestas
por el psicoanálisis: lectura sintomática de los haceres, decires, actos y
discursos, donde a cada manifiesto hay un latente estructural, reglas
válidas para un trabajo que sustentado en la fachada, en lo más superficial
y manifiesto de los fenómenos apunta a un interno, a un oculto siempre
presente y productor de efectos visibles-invisibles, refiero a la
diferencia de niveles de lo que expresan los términos: explicito e
implícito; lo que nos conduce a la clínica por la vía del síntoma y del
sentido, información cifrada y mensaje a descifrar, por lo que desde un
trabajo grupal podrá deslindarse como "un proceso de comunicación",
comunicación que es vía de aprendizaje de la realidad social, lo que quiere
decir que todo código de lenguaje se hará símbolo en el grupo humano.

En la tarea de la definición de los roles sociales, volvemos sobre lo que
todo grupo humano se encarga de entramar: omnipotencia-impotencia, demanda
y deseo, fantasía y realidad. De entrada, deberá pensarse en resolver este
tipo de contradicciones o antinomias como parte de la actividad misma, de
la tarea encomendada, la que siempre habrá de requerir una labor de
análisis. El psicólogo no es lo que es (es un síntoma, oculta algo), ni lo
que debiera ser, su única posibilidad de existencia como tal, se juega por
lo menos hasta hoy en el discurso de la negatividad*, en la diferencia con
el otro. ¿Un padre? Si no tal, padre imposible, sí un tercero que apela a
las leyes humanas, sabedor de que sus propuestas están en lo inefable de la
existencia de cada uno.

El saber del psicólogo y en particular, su "lugar" en la institución lo
hacen cómplice permanente de los diferentes grupos que viven en ella,
participando de sus relaciones y tareas y de los juegos, que signados por
el poder, le debilitan o le posibilitan en el compromiso y en la
implicación de sus intervenciones. Su saber, entonces, será ese otro telón
de fondo sobre el cual deberán organizarse sus actividades, donde la
clínica, lugar de encuentro humano, será el espacio donde aquel saber se
hará acto. Apelamos a la clínica, porque ella brinda la posibilidad del
"cara a cara" y de un punto de vista tendiente a una visión totalizadora,
fuera de las propuestas utópicas de lo bio-psico-social con que se trata de
comprender al hombre. La clínica psicológica, es un modelo a ser armado
permanentemente y no puede reducirse a una práctica técnica reparatoria del
hombre lastimado moral, emocional, social o físicamente.

Para nosotros, la esencia misma de la disciplina psicoanalítica, cuando es
tramitada y reconfigurada desde cierta psicología social, es un modo de
pensar que se ensaya en todos los ámbitos del conglomerado humano, porque
aporta una visión nueva a los viejos problemas, lo que implica no
constatación sino redefinición de los términos en los que se plantean esos
problemas. El viejo concepto de método clínico, el estudio de un caso en
profundidad, cede su lugar a un nuevo concepto, como visión integradora del
hombre en situación, donde el sujeto y su contexto se contemplan como
elementos condicionantes de la misma observación clínica, donde ésta
última, condiciona a la vez los elementos del campo que serán posibles de
ser observados, implicación reciproca, tu a tu, pero función diferente,
instrumental (padre o función de un tercero observador participativo). El
psicólogo así, define sus funciones desde una demanda abierta por una
oferta de "lo no pedido y de lo no necesitado". El desencuentro es prólogo,
orígenes de una visión, alumbramiento de lo oculto que será necesario
trabajar desde las más diversas formas a partir de las experiencias humanas
más banales:

Encuentro de grupos o grupos de encuentro.
Entrevistas para llenar requisitos administrativos.
Asesoría o consejo sobre un caso.
Inter-consulta entre los técnicos de la salud.
Visita a una Sala de cuidados a infantes.
Una visita familiar o comunitaria.
Encuentros -apoyos-, Inter-instituciones.
La Consulta o Inter-Consulta médica pediátrica-psicológica.
La práctica clínica individual, de pareja parental, familiar o grupal.
Una charla ante un grupo de padres, etc.

Toda intervención del clínico, vuelto "operador psicosocial" se debería
sustentar en una visión explícita del mundo (una filosofía) dada por su
bagaje teórico, por su experiencia formativa, por su congruencia de ser
íntegro como ser humano. Esta es a fin de cuentas la ética que intentamos
practicar y de igual modo, intentamos transmitir. Su producto, generar
sentido humano-social a las problemáticas aberrantes y excluyentes que
genera un sistema social, ante el que nos posicionamos desde una crítica
constructiva, de cuestionamiento de lo dado, de la necesidad de cambio
eficaz, "radical", de renuncia ante lo que nos genera sufrimiento,
desvalimiento, abandono y muertes evitables.

Asumimos la necesidad de exigirnos una política militante de inclusión de
todo lo humano, de aceptación incondicional de la diferencia, en todos los
órdenes de la existencia, apelando a una racionalidad que dé cabida a los
aspectos irracionales de los procederes humanos, no para asumirlos, sino
para comprenderlos y actuar responsablemente, con conocimiento causal,
desde una ética comprometida en la mejora integral del sujeto social.


Nota.- * Igual experiencia de falta de identidad profesional del psicólogo
encontré en el ámbito de la Educación Especial para el grupo de Psicólogos
que ahí laboraban (cerca de 70), su novela familiar fue bella y
dramáticamente descrita por ellos en ocasión de un Laboratorio Social que
fue armado ex profeso para entrenarlos en el manejo de técnicas grupales.
Véase la referencia.


Bibliografía Mínima.


Assoun, P-L. (2005) Fundamentos del psicoanálisis. Buenos Aires, Prometeo
Libros.
Balint, M. (1989) La falta básica. Buenos Aires, editorial Paidós.
Bauleo, A. (1971) Los Síntomas de la Salud. Ed. Cuarto Mundo. Bs. As.
Bauleo, A. (1978) Ideología, grupo y familia. Buenos Aires, editorial
Kargieman.
Bleger, J. (1966) Psicohigiene y Psicología Institucional. Paidós, Bs.
As.
Bleger, J. (1978) Simbiosis y ambigüedad. Buenos Aires, editorial Paidós.
Bleichmar, S. et al. (2005) Intervención en crisis. Cordova, Editorial
Brujas.
Bowlby, J. (1978) Cuidado maternal y amor. México, Fondo de cultura
económica.
Bowlby, J. (1989) Una base segura. Paidós, editorial, Buenos Aires.
Conde Díaz, M. (2004) Psicoanálisis, medicina y salud mental. Madrid,
Editorial Sintesis.
Dolto, F. (1975) Prefacio. En Mannoni, M. La Primera Entrevista con el
Psicoanalista. Gedisa, Bs. As.
Dolto, F. (1984) Seminario de psicoanálisis de Niños, Tomo I y II, Siglo
XXI Edits, México.
Dolto, F. (1982) La Dificultad de Vivir. 2 Tomos, Gedisa, Bs. As.
Freud, S. (1973) El Malestar en la Cultura. O.C. Tomo III. Biblioteca
Nueva, Madrid.
Klein, M. (1973) Nuevas direcciones en psicoanálisis. Buenos Aires,
Editorial Paidós.
Lacan, J. (1984) Lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real. Rev. La Nave de
los Locos. No. 7, Morelia.
Lappassade, G. (1975) El analizador y el analista. Barcelona, Gedisa.
Lourau, R. (1978) Las Claves de la Sociología. Ed. Laia, España.
Lourau, R. (1975) El análisis institucional. Amorrortu editores. Buenos
Aires.
Mannoni, M. (1975) La Primera Entrevista con el Psicoanalista. Gedisa, Bs.
As.
Mannoni, M. (1982) Un lugar para vivir. Editorial Crítica. Barcelona.
Mora Larch, F. (1987) El Laboratorio Social como Experiencia de
Psicohigiene a Nivel Profesional. XII Semana Psiquiátrica del Norte.
Sociedad de Psiquiatría y Psicoterapia de Monterrey.
Mora Larch, F. (2010) Grupos operativos en educación y salud. Monterrey,
Editorial del Focim.
Osorio, C.A. (1983) El Niño Maltratado. Ed. Trillas, México.
Pichon Riviere, E. (1985) El proceso grupal. Buenos Aires. Editorial Nueva
Visión.
Schellenberg, J. (1981) Los fundadores de la psicología social. Madrid,
Alianza editorial.
Vacarezza, L. 2002) El trabajo analítico. Madrid, Editorial Sintesis.
Zalba, S.R. (1986) El Niño Maltratado. Ed. Humanitas. Bs. As.
Zukerfeld, R. et al (2005) Procesos terciarios. Buenos Aires; Lugar
Editorial.
Lihat lebih banyak...

Comentários

Copyright © 2017 DADOSPDF Inc.