La Do Te

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LA DO TE

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«La herencia es aquello de lo que no puedo apropiarme […] Heredo algo que también tengo que transmitir: ya sea chocante o no, no hay derecho de propiedad sobre la herencia. […] Siempre soy el locatario de una herencia. Su depositario, su testigo o su relevo…» Jacques Derrida

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A las estrellas, a todas.

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Tupinambis

Esto es violencia. Esto es sanación. Esto es violencia. Esto es sanación. Belleza inerte putrefacción del sexo que rae y estalla trémula tímida tácita entre dientes: la palabra. Acaso es entretenimiento: muerte y resurrección, química reversible para que nos den ganas de respirar. Yo pago por respirar la letra. El átomo. La mierda. Pago la pobreza. No consigo explayarme sobre el verde. Es inmenso limbo y estoy descalza. Habito manantiales con música de pigmeos. Los enamoro cuando me calmo. No hay gota que en mí no cante. Soy mis poros. Raja el aire. Cortar el nimbo. Con la guturalidad nos pusimos literales, amarillos. Yo limpio: uso el armamento simbólico hasta desnutrirlo y comer silencio. Amo el vacío. Ser envasada al vacío es quedarse a vivir en ese beso. No quiero otra pasión que nuestro ámbar muy moneda. Vimos cómo salían los envases con espejo a las calles urgentes de comunión. Cómo se iban abrazando: el óxido componía por la vejez del viento ardían llenos… El rumor de las ancianas junto al mar como abanicos. El fin de una era me decías, son del color de la tierra hondura sudor de buena vibra. Me hiciste danzar, encarecidas de nada. Te amé sin reparo al llanto de mil palmeras y de los guanábanos y de la menta. Todos miraron la Despertamos concebidas por un amor de madreselvas. Tu piel de arena, imposible, arrastrando todas las huellas. Tus labios salando el celo y esa canción agridulce llamada pueblo: somos manos. Toda potencia fascina. Fragua la esperanza caminando bípedos tiemblan las cosas sin nombre sin más asueto que el misterio yo me escondo en el harto hoyo porque el primer verbo me partió. Con bendición arremolinada vivo el dolor. Vientre. Resorte prístino. Piedra para picar. Rótulo implícito: yo.

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El amor

Dije que no era peligroso darse, sólo duele. Si estuve en el fragor acuífero, yo se fluir. Yo soy mis fluidos. Y yo soy el peligro cuando me temo. No puedo comerme. No hubo una vez que no me dé. Fingí no saber, no calculé mis giros como arena que se inhala, en la cristalización del ego hubo silencio. Y en el pacto abierto con la Tierra recuperé el alma, el llanto. La sincronía fue descubierta como una raíz del motivo primigenio: estoy amándonos. Los cuerpos son ofrecidos al tiempo para la erosión. Es la tríada prístina: las fibras traman en una danza terrenal replicar el dolor de la unión; el espíritu ruega para elevarse lejos de Saṃsāra; y la mente busca sin voluntad natural un destino válido.

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Variaciones de la tortura. Antes era perfecto Haber nacido me ha estropeado la salud. Clarice Lispector.

Una vez se acercó mi hija. Me besó la espalda, en el punto justo donde me dolía. Su saliva era la melaza misma. Yo la odié por su poder. Supe que al morirme ella sanaría otro cuerpo. Morí y la concebí otra vez. Sin redención, nos seguía doliendo el parto tanto como haber perdido la cura a su vacuidad sin mí.

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Hilacha

Un latido es el instante del primer recuerdo: yo me morí. Todos los días me muero. Vivo descendiendo soy un conductor de polvo. Para perpetuarse en el dolor que sabe. Cuando se logra un círculo se empieza a fundir el próximo. Mi piel de espejo y de lombriz hasta no calar la clara humedad del pozo no vuelve. No podrá olvidar que los días están muertos; pero yo comprendo al vientre sin el aire, y me abro en gajos la sustancia. Conocé la hendidura rápida y feroz. Se prepara la piel para recibir un rostro nuevo. Refractada de placer, a pelo limpio rasca la devoción de pies desnudos. Mecánicamente incorpora lo esencial. Procede al desarraigo de un brote. Lo retrae con los dientes. Momento a momento vibra el cuerpo el flujo de la retribución. Regresa lo simple lo intacto la entrega, el ciego coraje que salva renueva mi amparo soy con vos igual que la unión. Sin separación, dos como uno. Amanece y no sé lo que es esperar. Tengo que escribirte qué es lo que sé: mi ser se purifica en un verso. Te estoy dando lo que llamamos intento. Me estoy curando: como se cura un minero con sol y abrigo, perpendicular al miedo paralelo: pero el miedo es la sal que relamo del vacío, el metal que ha de conseguir un alimento más: no quiero, me alejo porque haber es un mal invento: me estoy yendo del cuerpo, la imagen de lo que duele: esa cicatriz sin edad… Para sus fibras fue como un laberinto de bloques congelados. ¡Si pudieras vivir toda la vida de una palabra! La vida de esa palabra. Lo que hay de vida en la palabra muerta. Yo sé que sí. Vivir cada palabra. Aún amanece. Oigo el repiquetear de tus pies saltando una soga y en ese pequeño mínimo vuelo leo tu círculo. El sonido de lo muerto y lo prístino.

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El sentido de la adhesión

Se perdía tiempo en cualquier disección. Se suponían demasiadas alegorías. Estaba enfrascada, a temperatura termal. Buenas tardes mi casi nombre es. Deme el exceso. En la velocidad de una cresta logró un cómico aliento al destrozar la burbuja. Ya no flameaba más con el aire su travesura. La apatía y la ingeniosa miseria de ignorarse. Eso la inquietaba, pura intriga el descalabro del quedarse apenas. ¿Qué intentaría? ¿Qué elemento la movería? Brillar y temer desde la tierra al cielo era el deseo de la piel, su nariz sería locomoción, las manos el centro del pensamiento a tracción globular, la vista la gracia misma una fe. Ardiendo. Decidió recuperar el abrigo, viajaría hasta amar lo congelado. Todos los choques demás serían regalos de esta profecía estallada a todo color. La cascada apareció súbita y altisonante a recordarle la música del encuentro. Cuencas sus manos le dieron de beber el placer de las piedras y vivió: todo un verano.

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Savia

Se abren los párpados del álamo. Me dice un poco más adentro está el secreto. Rara vez renuncies al estigma. Mejor desanudar un verso. No saludes al extraño, padece aquel linyera. Hace doler, sonreirá una y otra vez como las olas. Presentir el absoluto es realmente todo el hallazgo. No hay quien culpe. El canto nace con forma de lágrima invertida, se ubica a centímetros del esternón como dejándonos hundir. Suavemente en la orilla está el otro, el horizonte del cuerpo. Y lo inexpugnable y lo quístico y lo perenne: este fuego de saber tocarte. El pálpito estrepitoso de un volcán o la desnudez del tiempo. Viene el ritmo, fingiendo sangra su compás de espera. Hasta el impulso es movimiento. Hasta el frío que trae la fatiga de lo completo y circular. Se pliegan las pestañas del álamo. Profesa morir de pie en su propio hueco para poder volver.

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Ser

La impresión conducía a la entrega de lo prístino. Yo no conocía ese desarmado. Creí que el fin era una débil especulación de la profecía, todos los restos óseos y hasta las cenizas habían dejado de poseerme. Principalmente descreía en un milagro para mí. Una paradoja tenebrosa ser salvada tantas veces. Por eso andaba por ahí desatándome, deshilachaba cada principio de sensación y la mantenía todo el viaje congelada para después mostrar cómo era esa estalagmita. Y cómo todas las aguas corrían dentro mío: habitándome. Vuelve a la senda regresa a la vida, esa insistencia. Soportar es tu mejor hábito, la erosión viene a construirte. Cómo me gusta espiar. No se puede, hay que arriesgarse. Pero yo podía adivinar: si vos dibujabas en el pizarrón de tu mente un número de hasta dos dígitos yo lo descubría, y eso que odiaba en profundidad la matemática. Cuando imaginé que todo estaba cubierto y relleno de números, pensé cómo sería ser científico y no ver árboles sino cifras. Ese día supe que yo sentía el mundo en palabras, que un árbol un río una soga también hablaban. Que las paredes no sólo oían. Tuve que abandonar mi caverna de ajedrez. Y empecé a cocinar. Era más fructífero y no me daba dolor de cabeza pelar cortar oler hornear. Todo lo que sintiera sobreviviría. Así amo.

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Tómbolo “Then, I have this dreams That I was sitting on a platform and you keep going by on a train, and you… go by, and you go by, and you go by, and you go by...” Del film “Before sunrise”

Estoy prohibida en sueños. No me habilito a recordarlos. Vedada moraleja, aprendizaje circular que huye. Despertar es siempre desde cero. Pero anoche soñé con vos. Era una oscuridad honda clara ancha estrellada verde. Había un largo tablón sostenido por caballetes. Parecíamos agasajarnos. Yo estaba sentada en la seguridad de una expectativa serena y muda. De pronto te doblaste hasta mi oído derecho como una rama arrimando el fruto. Sentí un istmo. Me recitabas un libro abierto a la mitad, y el lomo de tus labios conjugando el calor del mundo. Yo era abrazada por un aire de aros encendidos. Tu voz, que podía ser en mi ritmo ligazón de todos los contornos. En primer plano veía tus rulos azabache y mi diestra que, en lugar de tocarlos, los continuaba dibujando en la espesura: como acariciando las ondas de tu aura. Vos seguías leyendo cada vez más adentro. Desperté encaramada. La madrugada y su exactitud confusa. La cama ancha y húmeda. La perplejidad de no saber cómo revivir esa dulzura sin extrañarla. Mi pecho palpitando por demás, en un galope hedonista paralelo a lo real. ¿Construye el deseo tu confianza? Lengua de tierra que amarra confines.

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Larga vida

El tiempo que no espero está titubeando en la bisagra del nervio en la invención del valor en la prisión de los humores. Resisto el vaivén grácil con una calma arenal. El poder en la palma es la marca del momento, no los pondero no cuento sus pinzas... Más es menor a lo que entiendo para regalar lo efímero.

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Cauces

Te escribo lo que me diste: un respiro azul, el pecho lleno de sincronías, la mano. El gesto es tan tuyo, tan del hacha que atraviesa el sudor de pesadillas. Yo me despierto para hablarte en sepia de nuestro silencio. También desentierro este cuerpo a diario. Me huelo a puerto viejo y a barco engarzado en la memoria partida por ese elemento que lo domina. Sé que estás derribándote en ese limbo tuyo. Y yo te permanezco. Es la letra durmiente y asesina. No te espanto repitiéndonos. Ya estás casada y vas por el mes del parto comunitario, pero la vanguardia, te cuento, aún es dedicarse a cacerolas y música para cebollas. También a dejarse, roer. Basta de magras. Pero qué bien nos calma el hambre la destinación. Encuentro tanta belleza como vos en lo descompuesto, por eso soporto plástica y plena el vendaval: lo vivo, porque volveré a vivir visceralmente, siempre. Me acompañan una gata que no le teme a las tormentas, y un gato blanco y negro que se babea oyendo el fado: me hacían mucha falta. Ella duerme con la cola a salvo y se rasca hasta sangrar. Y él, se esconde de los varones, o sea, de casi todo. Igual que vos y yo: sobrevivieron a un incendio.

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Partida

Te estoy haciendo carne. Me fui a muchos lados mientras barría la hojarasca en el jardín. El mantillo genera el humus cuando se pudre el verano, traducía. Yo creí. Yo te tuve encima como haciendo cumbre contra las rocas y su altura solitaria. Golpearon los amigos el portón, no puedo él dijo que barriera el precio exacto de la ley o ya no amanecía de ciruelas. Pero busqué las puertas del sol al final de la calle. Vos y yo nunca cerrábamos la mesa, la levantábamos nada más mirarla y levitaba todo podíamos me acuerdo el secreto el rincón murmura doblando la esquina una promesa. No te extraño, sé que estás llena de arena. Pero hoy hice asado para quemar leña y llegar con el humo hasta tu manto dominico. Aún no hay tiempo para amar, hay que pagar por la mano marchita. Aún no estiba mi rastrillo de abecedario, mi mano quiere pintarte pero le digo que me acurruque y me salve del nombre. Yo te encuentro mirándote de orillas a la patria. Te morías al poniente en esa playa alegre. No hay cubata ni mojito que te apague la sed de verdad y de justicia. Viniste a contar conmigo lo enrolado. La historia los giros el acecho lo prohibido las casas en llamas el destiempo el hambre y sus brasas de caña sin azúcar. Anestesiada en los balcones tu sudor te deja entera florecer de cobardía. No podemos reclamar lo que es de otro me decías entre dientes. Yo te comía. Aunque estés cansada de oler a sangre y seas una flor rota salís agrietando la tierra de raíz.

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Descuido

Mi ruptura eran las paredes por qué si ellas te daban la familia yo no podía traspasarlas ni con la seña de tanto silencio ante la congoja bolas de pesado juego rebotan con la tráquea en la carrera remachando el alimento hacia la boca al abolido padrenuestro sal repito un padre muerto es saberse más completo el mandato indivisible de su guarda que otorgaba cada deseo imperial apenas mis cejas como un berrinche de las nenas no lo lloré en ningún cosmético carril óseo en cambio morado escupían las venas esperando que nos alces el castigo de roer versos parecidos a la sutil renuncia que al cabo da siempre más lo que resta ración vital y sumarnos al cielo arañando lo inmundo que no es derrota verte tocar un halo que te rías tanta sangre huele a mar yodo (en esta curva somos muchos) recibo el rumbo migro y al franquear los tilos los rulos propagación de la luz. ¿Ella sabe lo que traigo o suspendo? me pliego como un alga azul sé lo que es del viento su mirada honda que no se asusta de todos nuestros trastos cuerpos ligeros de amparo perseguidos entre las santerías por los efluvios en la largada y nos ve correr en fetas las picadas fúnebres para dejar huir la orquesta que yo te conozco estás adentro sos mi aire soy tu caño humo de tu fulgor sé que estás completo tranquilo ronroneando en mi esternón de fierro es extraño no sentirte encima gato (si no pienso) una rata gris y roja soy disparada desde el pecho por el escape de un eco mineral en tu barrio de losa.

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La caza protegida

El chirrido la llave me llama el tío político me trae hay confianza dilatada el tuerca padre que no se tuvo la mano atenta estanca en la cisterna de la siesta de los otros ayuda siempre la tele puesta bajo la mano enorme mi ciruelita mi carterita todo encastre entraña partes está prohibido estacionar nadie verá el garaje portón de fierro adrenalina aserrín short cortito siempre piernas largas de nueve años saludan corre pero no se salva del botón del cierre relámpago el resbalón de la mano que intenta trepar la ingle del repta y muere del mata cartas del mata higiene del mata mugre del mata grito del mata niña otra vez en el balcón que le da la espalda sosteniendo una cámara su anzuelo yo ajustaba el oráculo de mirar por fuera para jugar adentro

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y él se enderezaba con una desproporción inentendible ¿afanarme la imagen? vino desde atrás estirando sus frenos en mi mano que distorsionaba con el zoom del piso trece panorama y otra vez en el baño la más feroz el peso muerto yo hacía pis y su dedo llegó a la caricia del monoambiente subdivisión de yeso en la raya de atrás sacó el colgante de su pared yo pude empujarlo no toqué nada más que el pectoral tambalearlo hasta la bañadera siempre con suerte etílica suerte otra vez y contra la pesadilla desvelar a su mujer mi tía cuando él entró a la pieza pidió que contara lo veraz se lo dije y no se cómo duermen siguen durando dormidos Yo no se cómo duermo la siesta la noche distraída honda conforme aunque yo hablara en esa casa aunque yo también fuera esa.

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Tiempo de reverberación

No más ruido silencio o palmadas no más arcadas no más entradas ilícitas al campo fértil de mis ojos mutilados por ese bajo vientre o rincón velado somos la luz de lo que duele y lo que se abre y sangra porque sólo hay trizas escamas de vidrio pedacitos de algún espejo perdido que el tiempo rompió por ser nomás sólo apenas un fantasma oliendo el balcón y esas palomas muertas de sal de viento con tanta sal de la sal que saltea la muerte entretanto el sexo gritaba violento la indignación de los niños esperando el sol bajar al mar comer arena revolcarse entre las olas dejar de oír para tragar callar. Pala pico y pala traigo que pesa rápido dale que pesa dios alfombra Arabia rabia arena voces con arena el mal trago la arena en la fricción cosquillas de música muerta aquel sudor. Vuelven a la tierra los pasos podridos. Largo gárgola del espacio de mil madrugadas trémulas que estás quieta ahí sentada igual de silente con esas uñas o garras como las que yo igual de fiera igual de fulera pasáme el tarro gárgola pasáme un cacho de arena ahora la pala el pico la arena el cemento el ojo quedó ciego ese ojo gárgola el escalón. El jardín hoy está precioso oíste tía. Está súper verde el pasto nuevo. El gato se comió una paloma de las de enfrente, esas con el anillo en el garfio. Me van a matar. Me van a matar, tía. Me van a matar. Me voy a morir. Tendría que escapar como el gato de la paloma, qué asco las palomas tía qué asco su nido qué asco todo reventado qué asco el olor del nido me da ganas de vomitar toda esa carne sin saber dónde cagar me muero olor a muerto tía yo ya no huelo, huyo. Pero tengo el pasto brillante. Pero escucho el mosquito el mosquito el mosquito qué asco el mosquito estatua me quedo dura gárgola me toca el asco del mosquito los ojos del mosquito verdes brillantes como el pasto escucho las corridas. Me pudro tía. La paloma y su cogote tonto como el mío tía. Así como la reverberación de lo que hirvió y explota quema y cae con eco la palmada picante en una nalga que no es tuya sino que se encarga de que desembrolles como un látigo las ansias y las cruces. El óvulo transmuta su forma y peso, está por caer y fluir. Es en ese devenir que como una siniestra premonición pregunta por lo no nato de lo neto del espectro apretado del apenas

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todavía. Nunca. Entonces, el agua entró por la nariz y dolía volver a no saber respirar bajo el agua verde en un vientre verde. Este lo quiero parir y matar yo. A correr hasta que caer de rodillas llenas de barrio color sangre raspón pardo pobre espanto levantarse y seguir corriendo o rodando a gritos hasta la avenida. Cruzarla sería el final. Caminaba solo la siesta el calor la vereda que exhala fuego el cemento me la para salió corriendo a los gritos gritando a plena siesta el cemento me la para y yo que estaba ahí me calenté de toque. Así que la agarré a la nena. La que no ve. A mí nadie me explicó tía. Nadie me dijo nada. Nunca, no nunca. Ni vos. Ni nadie. Ninguno. No ni siquiera dios. La pala metiéndose en el barro. No hagamos del cuerpo un plato. Tampoco una palabra bastará ya para sanarme. Con una boca brotada de parásitos sin vida o posta, nace una industria del desapego, producimos en serie la derrota. La baba. La boba y la baba tarda lenta. A la que le das violeta con la mano abierta de tan boba violeta el ojo el escalón en el ojo el ojo del escalón el cosmos y la carne. Tumbada a la manera acostumbrada que es la manera más sensata para no sentir. Así tumbada. Bien parada la cola. Palmadas. Palomas. Batir de alas. A mamá no le duele atrás. Mucha baba. Adelante sí pero atrás no. De blando látex el glande lubricado en el cajón de los zoquetes. Al alcance de las muertes de los niños. La nena no miente. Nadie miente. No, nadie. Nunca. Bóvedas. Por la basura escondida que regresa te suben las napas. Llamemos al atmosférico porque sonidos y sonados somos distraídos los atentos mediocres del medio. Captamos la magia sin tocarla pero aunque sea verla ¿o no? Que la luz no me falte que la luz no me falte aunque sea tibia aunque sea esquiva y a veces me corte, es mía. Que el apagón que sucedió no te flexione. La luz es la luz. ¿Y el tiempo? El tiempo es luz. Y es una mala palabra. Jamás diremos mi edad en la tele tía. Jamás. Masticar de la basura mientras el matón come manzanitas de lustre vía satélite. Qué pasó con mi posibilidad de encastre si ya enterré también al gato con ojos de muñeca con la boca llena de pelo de muñeca de la nena en la muñeca de otro que con

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esa mueca bosteza lo liviano el clasificado. Lo cachito. Lo que siempre acaba por apagarse. Poder ver lo verde en otro. La boca empalada la gruta de todas las risas viejas continúa rebelde. La sangre recorre trepando viaja desde el centro de la tierra hasta mí. Hondo vacío en ronda de enredadera que me embarga un sólo túnel y sabe que voy a tientas totalmente ciega que me desgarra el puño de tanto buscar entre humedades y malezas me deja un hueso que se apaga en polvo. Se va sin maneras sin gracias sin poder decir que conoce la nada. Se lleva una cajita acorde a su tamaño. Lejos me deja la clara la irrevocable transparencia de lo documentado en tretas: quieren estar solos los demonios destruyendo el condenado jardín y yo siempre los voy juntando así de agachada revolviendo humus con la palita cargada de cenizas la espalda rota la pala pesa de demonios. Se la sacó mientras le hacían escupir la frente a la pared o a la falsa alerta de devorar cada instante el tiempo que mate imaginar el escape como una palabra atada o escondida bajo el escritorio o purgatorio de la iglesia, dios mío, salváme, no siento la pelvis. Luego vomitó una manta roja y se tapó la cabeza, los oídos. El plexo solar de tu espanto es quien agita la piel inaudita atada al calibre y al peligro que la sosiega. La vigilia ante el sonido del dolor. A veces olfato. Las inoculaciones de la carencia: esa bala era hacia adentro. Estar viva fue tratar de recortar los verdes. Siempre fui una paloma de ciega. Ciénagas las panzas chatas. Tu vida de chica tachuela. Una carretilla de espaldas. Este cementerio. Palmas de otra batalla el recuerdo que no haya salvado un paraíso. El clavel era comprado condición. Porque se escuchaba a la tía murmurando entre los cajones todas las voces solas.

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Honor

Me froto contra la silla. Se suelta el corpiño. Los pies escalan una promesa ingenua. Que te quedes de este lado del pasamano. Que no vuelvas a traer tu imagen de hielo. Acaso derretida te grito un pueblo asustado, tenebrosa manera al desaparecer tenés. Me rasco el pecho y las marcas son tijeras son agujas son una fábrica con mujeres explotadas. Te dejo de hablar de amor y me seguís. Abro una boca se patina, me doblo el cuello por mi bien. Te dejo espantada. Me pensás ahora descalza y en tinieblas yo te nombro te conjuro que te repito respiro y te pierdo otra vez. Choqué te dije, nos conocemos. A los niños se les tiene mucho miedo. Porque nos van a enterrar y a domesticar y a fusilar. A los niños se nos tiene miedo. Y nuestro año y medio fue la infancia recuperada. Producciones no mediadas tu boca tomando de mí. Hacer del sexo el animal alado. Un dragón. La luz escamándonos. El sabor de ese vacío en pleno vuelo. Las bocas impacientes del desarme. Del paisaje de las manos del ombligo. Choqué sin detención. No puedo entender lo que decís pero me sumerjo con el eco. Ruedo desnuda.

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Bella atormentada

Hace tiempo me anuncié a pesar de que la emoción no tiene tiempo. Por eso es nueva por eso es vieja. Supe que era mía. Para siempre yo era mía. Y sola. Pero llovía y yo manejaba hasta vos. Todo vibraba dentro. Pero la lluvia me llevaba hasta tu lugar que no era tu lugar sino una ocasión un punto en la mitad que dibuja un rayo unión de tierra y cielo. Yo te conocía porque crecíamos en el mismo jardín. Y ardíamos en silencio. Porque amaba el silencio de saberte conmigo. De que podías conmigo. Sé que voy a dejarte porque tenés algo que me. Habíamos montado en la intimidad un ejército de linyeras ocupados en colorear al fin el brillo en nuestros ojos. La única quietud posible era dedicar las horas a la esperanza a la humildad. Quisieras encender el principio de su boca con la palabra que te abriga encender sería esperar la seña de lo abismal para que el cuerpo no estalle con su voz. Valor. Valor no es poder. Poder es perder. Cascabeles y música para calesitas. Me río con el hallazgo porque te pienso entrando. Subiendo a pie la torre. Desmalezando a cada paso nuevos despojos. La ascensión.

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“La niñez es la etapa en que todos los hombres son creadores.” Juana de Ibarbourou.

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Luchador máximo A Bian.

Para que nada y todo sean espuma hay que agitar el humor en la arena. No suspendas la mirada en cada granito como yo. El tiempo te dará el poder del médano para que jamás te pierdas. Tuve suerte. Y la esperanza intacta. El viento me sabe oír. Y cuando nos entendemos, salimos a reconocer los rastros. ¿Viste el color de tu piel esta mañana? Eso ya depende de vos. ¿Recordás cuando lo vimos casarse en la playa aquel domingo? ¿Cuántos domingos tu mamá te contó ese día? Atardecía. Íbamos de la mano. Vos y yo andando por la orilla tan distraídas. Captando. Tu sonrisa brilló: la felicidad en tus ojitos porque estábamos donde teníamos que estar. Al fin. Él era real. Era real su boda. Entendiste que amar es una epifanía. Y que mamá no miente. Peringo. Quisiera que sostengas el sentido hasta librarte de ese dolor. No podemos lastimarnos entre hermanos. La piedra que hoy está en tu zapato mañana será el comienzo de una nueva forma de pisar. Quisiera que camines sabiendo que no hace falta caminar. No hay mejor camino que la limpieza. En la humildad de tu búsqueda sabrás elegir lo irrepetible. Hay molestias siempre. Pero con el pesimismo se tornan condenas. Llenarás la fuente de monedas con deseos a destiempo. Pero cuidado: nunca desees lo posible, sino lo completo. Al verter tu pasión en otra fuente, primero ornamenta la tuya. Con las flores que más te representen. Las fuimos juntando en cada viaje, elegimos sus formas y colores, nos abandonamos durante horas en sus perfumes. Las tatuamos en nuestros cuadernos, recuerda. Recuerda cuando del suelo comimos las más dulces frutillas. Nuestras manos hurgando. Nuestras bocas carmesí. Tu abuela reía con nuestro asombro. Nosotras comprendíamos el sabor y la simpatía de un regalo. Si te entristecen las despedidas es natural, sabés que el cielo es uno solo y que la Tierra que tanto nos entrega, también hará que lo extrañado regrese a su manera: transformado. Encontramos arcilla esa tarde a la orilla del lago. Vos corriste para traer tus moldes de crear. Dos perras enormes te siguieron, alocadas las tres eran un gran equipo. La colina 25

cuesta arriba las hacía más vívidas y mínimas ya al entrar en la casa alpina. Yo te esperaba pensando en nuestra obra de arte secándose al sol. Seguramente tu coraje resolvió regresar al lago por el camino que tanto te asustaba antes de mi llegada: había vacas sueltas y un pequeño bosque de frutales hasta poder verme de nuevo. Tu mirada había cambiado, caminabas como quien derrotó un imposible. Las perras te habían dejado sola. En tus manitos los moldes y un abrigo, con la sonrisa inteligente me dijiste: no me perdí. Un mediodía la mesa estaba dispuesta para el almuerzo y yo me alejé de la casa, había un llanto anudado a mi garganta. Te dije que me iba de paseo y sin preguntarme nada me diste el morral. No sabía cómo disimularte mi tristeza. Tenía miedo de que no quisieses comer, de que me sigas sin que tu mamá te viera. Me fui corriendo hasta que la fatiga me detuvo junto a una gran pila de troncos. Arrumbada como uno de ellos transpiré el llanto hondísimo. No estaba lista para ir a ningún lugar. Pero empecé a no pensar. Recorrí el bosque, me adentraba con la deriva entre las piernas. Atravesando un jardín de espinas logré llegar al borde del acantilado. Eran las rocas y muy muy abajo el lago color turquesa. Tal beldad opacó cualquier impulso de muerte. Inspiré y exhalé profundamente para regresar. Me di cuenta de que el miedo no sabe determinar límites. Aún en esa oscuridad debemos confiar en el instinto, es el sentido más cuerdo. Cuando me encontraste yo reí. Fue emocionante: escalaste la gran pila de troncos con tímido equilibrio y al conquistar el hallazgo en su cumbre gritaste ¡luchador máximo!

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