“La memoria hechizada: Escritoras cubanas”

June 14, 2017 | Autor: K. Sedeño Guillén | Categoria: Cuban literature, Woman Writers
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“LA MEMORIA HECHIZADA: ESCRITORAS CUBANAS”

La antología como ente genérico ha recorrido un largo camino en la historia literaria desde que recibía las denominaciones de cancionero o tesoro. Fragmentos poéticos o de prosa sólo han logrado sobrevivir debido a su inclusión en una recopilación de este tipo, porque una antología siempre es un objeto al servicio de una política de la memoria. Constatación de existencia, La poesía cubana en 1936, en la que Juan Ramón Jiménez juntó paja y trigo, pero más que eso, una recopilación deseosa, porque con Lezama, el andaluz creía que un país puede entrar a la historia a través de la poesía. La memoria hechizada: Escritoras cubanas, no es, ni mucho menos, la primera antología de la narrativa escrita por mujeres nacidas en la Isla; sin embargo marca un momento crucial y no porque dé cuenta de existencias ya reconocidas, por lo general, sino porque los textos aquí incorporados serán en lo adelante leídos de otro modo, como si hubieran entrado a formar parte de un texto mayor del que son sólo piezas, fragmentos literarios de casi doscientos años; porque Madeline Cámara se ha propuesto aquí explorar la relación entre el discurso femenino y la construcción de la nación en la literatura cubana. Experimenta la Condesa de Merlín –María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo (1789-1852)– en su Viaje a La Habana, obra ampliada y publicada en París como La Havane, que la memoria de lo vivido y la vista directa de los escenarios y personajes revisitados, se confunden en este su único viaje de regreso a Cuba. La preocupación política se manifiesta como uno de los ejes temáticos del texto: “No me siento inquieta, me parece que al llegar a mi país

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Madeline Cámara Icaria editorial, Barcelona, 2003, 167 págs.

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llego a mi casa. ¡Que derecho más sagrado que el de vivir en la tierra natal!”. La inquietud social manifiesta en las obras de la Condesa de Merlín, tiene su continuidad en los escritos de una por entonces joven que había prologado uno de sus libros. Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) aparece en la selección de Madeline Cámara con “La dama de Amboto: Tradición vasca”, que parte de un texto tradicional para analizar críticamente la situación económica y social de la mujer en la época de que trata. “La otra isla”, fragmento de Un verano en Tenerife (1958), es el texto de Dulce María Loynaz (1902-1997) incluido en La memoria hechizada. Ella, una de las más notables escritoras cubanas de todo el siglo XX, pareció desconocer las prescripciones vigentes por entonces en torno a la delimitación de los géneros literarios, como en este texto que, sin dejar de ser un libro de viajes, incursiona en la crónica histórica, el análisis mítico y la descripción etnológica, entre otras perspectivas. Siempre en una cuerda absolutamente lírica que no distingue formas ni orígenes de las palabras. Por otra parte, la inclusión de “La laguna sagrada de San Joaquín”, de Lydia Cabrera (1899-1999), quizás sea uno de los más notables logros de esta compilación de textos de escritoras cubanas constituida por Madeline Cámara; esto en razón de que Cabrera no siempre ha sido considerada como parte del canon literario, debido a que su labor se verificará más ampliamente en el campo de la etnología. Sin embargo, el texto en cuestión, que no niega sus marcas orales y tradicionales de la cultura afrocubana, distingue por su notable sensibilidad literaria. Con Nivaria Tejera (1930) vuelve la preocupación política a ser un de los ejes centrales de la obra de las escritoras cubanas, como lo manifiesta el fragmento de la novela de igual título, Espero la noche para soñarte, Revolución (1997). El texto de Tejera revela además el diálogo con los debates formales parisinos del momento: “Se acabó, no se puede crear un lenguaje, no se pueden crear nuevos símbolos y señales, no se puede comunicar más de lo que se ha comunicado... no se puede más volcar el cerebro y los sentidos, explicar todo ceremoniosamente y con significados”... La desesencialización de la temática cubana puede ser una de las interesantes lecturas que propicia “Helen Martins. Nieu Bethesda, Sudáfrica.”, de Mireya Robles (1934). Este texto, resultado de la experiencia de vida de la autora en esa región, revela como el éxodo cubano propició como ganancia el vínculo con lo diferente.

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La única y curiosa marca cubana resulta ser una breve acotación al salfumán, variante insular de la sosa cáustica. “La ciudad”, cuento de Julieta Campos (1932), tomado de su colección Celina y los gatos (1968), reincide en la evocación de la ciudad y de la que lo es por antonomasia en este ámbito: La Habana. Julieta Campos coincide también en su preocupación por el lenguaje con su contemporánea Nivaria Tejera, pero “Madeline contrario a ella parece seguir creyendo en sus Cámara se ha posibilidades, como lo expresa en la cita que propuesto aquí sigue: “Es fácil perderse en las palabras. Sin embargo, hay que hacer un esfuerzo por explorar la recordar que las palabras siempre, aun a nuesrelación entre el tro pesar, significan algo”. Un sombrío ambiente, entre fantasmal y discurso femenino lánguido, fantástico o de ciencia ficción. Un y la construcción amor que intenta sobreponerse a superpuestas dimensiones del tiempo. Una reflexión sobre de la nación en la las confrontaciones tecnológicas y sobre el literatura arte como único testimonio de lo inefable. cubana.” Algo de todo eso evoca “Alondra pasa”, narración de María Elena Llana (1936) tomada de su libro Castillo de naipes (1999), la cual sea quizás una de las más raras piezas de la literatura cubana. Mientras que en “La flor más viva de Port-au-Prince” subyacen varias claves de acceso a las fuentes narrativas de Mayra Montero (1952). Esta crónica literaria, recogida con anterioridad en su libro Aguaceros dispersos (1996), pone en contacto dos espacios narrativos que serían predominantes en la novelística de la autora: la distanciada Cuba y la misteriosa tierra de Haití. La bisagra para comunicar estos mundos es Madame Lulú, francesa trasladada de niña a Haití, donde se ve confrontada con extraños poderes desconocidos. En su interés profundo y respetuoso por las religiones afroamericanas, Mayra Montero continúa una compleja línea iniciada por Lydia Cabrera. Aunque El abrevadero de los dinosaurios (1990) de Daína Chaviano (1957) haya sido leído predominantemente como un texto fantástico, resulta indudable que tras la cortina de humo de esos seres de existencia inverificable, subyace la intención de cuestionar la intolerancia predominante en una sociedad totalitaria, donde la diferencia es recibida como atentado contra la unidad moral exi191 gida en torno al Estado. Verde Verde, el ambiguo dinosaurio que

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no desea ser definido como macho o hembra, no parece un personaje de un libro infantil, sino una metáfora simple que pudiera ser leída más allá de las apariencias. Una cara distinta de la narrativa de Zoé Valdés (1959), se muestra en “Domingo del Monte: La zozobra de la amistad”, texto tomado de Los misterios de la Habana (2005); donde se abandonan “El conjunto de los conflictos contemporáneos, para remonesta antología tarse a otro período dictatorial en la historia de Cuba: el del gobierno de Tacón. Los protacondiciona las gonistas: Domingo del Monte y José María situaciones de Heredia, dos amigos separados por las cirlectura, colocando cunstancias políticas. Así como un ambiente equivalente al de Hombres sin mujer los textos bajo una carcelario (1937), de Carlos Montenegro, pero en cruda nueva perspectiva versión femenina, es presentado por Yanitzia (1967) en “Cárcel”, fragmento de su desterritorializada Canetti libro Al otro lado (1998). La protagonista del y nómada.” cuento es primero confundida con Juana de Arco y luego con la mismísima Virgen de la Caridad del Cobre, bajo estas apariencias atraviesa un mundo de violencia física, amor entre mujeres y enfrentamiento con la represión gubernamental. Madeline Cámara no sólo presenta en La memoria hechizada los textos antologados, enfocándolos desde su particular perspectiva crítica, sino que los ubica en su contexto sociopolítico y cultural, produciendo un juego de luces que intensifican la intelección, no sólo de los textos en sí, sino de sus condiciones espacio-temporales de producción. El conjunto de esta antología condiciona las situaciones de lectura, colocando los textos bajo una nueva perspectiva desterritorializada y nómada –referencia a Deleuze y Guattari que realiza la compiladora– lo que conduce a la necesidad de repensar el concepto de literatura nacional, hasta ahora anclado en el territorio y la lengua, y también en el género, como criterios de inclusión/exclusión. Quizás la pregunta de la escritora Julieta Campos que encabeza estas páginas, no haya alcanzado una respuesta, pero queda como invitación a desechar seguridades ante la posibilidad infinita de la memoria femenina que cuestiona. KEVIN SEDEÑO GUILLÉN

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