La paradójica marcha

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LA PARADÓJICA MARCHA DEL DERECHO Y LA POLÍTICA.

DEMOCRACIA A LA CALLE.


Miguel Angel Herrera Zgaib[1]

Precisiones Iniciales

"El
estado se concibe, sin duda, como un organismo propio de un grupo,
destinado a crear las condiciones favorables a la máxima expansión del
grupo; pero ese desarrollo y esa expansión se conciben y se presentan como
la fuerza motora de una expansión universal, de un desarrollo de todas las
energías "nacionales", es decir, el grupo dominante se coordina
concretamente con los intereses generales de los grupos subordinados, y la
vida estatal se concibe como un continuo formarse y superarse de
equilibrios inestables (dentro del ámbito de la ley) entre los intereses
del grupo fundamental y los de los grupos subordinados, equilibrios en los
cuales los intereses del grupo dominante prevalecen, pero hasta cierto
punto, no hasta el nudo interés económico-corporativo." Antonio Gramsci,
Análisis de situaciones, relaciones de fuerzas, en: Escritos políticos III,
p. 347.[2]

"Considero que
una lectura de los siglos XX y XXI no puede ser otra, precisamente, que la
emergencia –o "el despertar"- de los pueblos y naciones de las periferias
del sistema capitalista/imperialista mundializado. Samir Amín (2012), en:
La ley del valor mundializada, p. 15.

La
presente reflexión tiene como punto de encuentro analítico e
interpretativo la situación colombiana. Ella hacía parte de una original
propuesta de mesa de trabajo del Grupo Presidencialismo y participación,
con asiento en la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad
Nacional de Colombia, la cual no pudo adelantarse, por sustracción de
participantes. Los otros dos colegas no pudieron concurrir al Simposio.

La mesa de trabajo giraba en torno al estudio de los poderes de excepción
y al problema de la hegemonía política, en un tiempo signado por los
extremos de la guerra y la democracia. Allí se fijaban tres lecturas
posibles: hegemonía, contra y anti-hegemonía para pensar la corriente
situación político-jurídica de Colombia, en términos de dirección y disputa
de clases y grupos. Es una pieza componente de un proyecto de investigación
mayor en curso sobre "La paz democrática y la constituyente social," cuyo
primer avance acabamos de entregar.

El antagonismo político y social no resuelto es nuclear para el
entendimiento de la guerra que marca el inicio de una crisis orgánica de
larga duración que signó la historia colombiana desde los años 1946-1948.

Esta crisis orgánica tiene una periodización, que aprehendemos desde la
perspectiva de una historia política y social de la subalternidad, cuyo
último periodo está marcado por la sanción y promulgación de una nueva
Constitución en 1991.

Este periodo, a su vez, está dividido en dos etapas, que marca el tránsito
excepcional de la paz a la guerra, y viceversa. La primera etapa se
extiende desde 1989 hasta 1999, cuyo punto de inflexión es la negociación
de paz que se realizó y fracasó en San Vicente del Caguán. Esta crisis de
las negociaciones de paz en Colombia, dan paso a un tiempo de guerra en
2002.

Con la declaratoria unilateral del fin de la negociación tiene inicio una
segunda etapa, donde la fracción hegemónica del bloque dominante despliega
una estrategia nacional de guerra contra la subversión con la pretensión
explícita de liquidar a los subalternos en armas. Para someter, en primer
lugar, a la dirección de las Farc-ep, que logró contener los embates de los
paramilitares; y, luego seguir con el Eln que fue objeto de duras acciones
en su bases de apoyo civil principal, en el Magdalena Medio, Arauca y
Montes de María, valiéndose del paramilitarismo, obligándolo a sobrevivir,
con un mínimo de operaciones ofensivas.

Esta segunda etapa de-democratizadora,[3] concluye con el viraje político
de 2010, cuando Juan Manuel Santos gana la presidencia en la segunda
vuelta, con el apoyo oficial de los Liberales, Cambio Radical y los
Conservadores.

Es el tiempo de la hegemonía, y lo tiene claro quien fuera antes el
ministro de defensa durante la segunda presidencia de Álvaro Uribe -, al no
prosperar la estrategia de liquidación de las fuerzas insurgentes, luego
del despliegue de casi medio millón de efectivos combinados del ejército y
policía, y la inversión de ingentes recursos económicos, destinados a la
guerra aérea y a la inteligencia en las áreas de asentamientos influidos
por el quehacer colonizador de los alzados en armas.

De manera forzosa, pasado casi un año, el nuevo gobierno abre el proceso
de negociación de paz que tiene por sede a La Habana, con la presencia y
apoyo de tres países, Noruega, Cuba y Venezuela, con una agenda pactada y
acotada con antelación por guerrilla y gobierno, la cual ha cubierto 3 de 6
puntos acordados previamente para ser tratados de manera bilateral y
exclusiva.

Ya se empezó a debatir y discernir lo correspondiente al crucial asunto de
las víctimas de la guerra, los responsables de estos crímenes, la verdad de
la guerra interna no declarada, y la reparación directa de aquellas,
siendo el fenómeno del desplazamiento el componente más visible y
definitivo de esta tragedia.

El presente análisis gira en torno al nuevo proceso de negociación de la
paz en Colombia que arranca en secreto en el año 2011, y que desde entonces
colideran el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc-ep. Es una
propuesta que en las aproximaciones preliminares, siendo este el cuarto
intento de conseguir la paz, perdió a Alfonso Cano.[4]

Este viraje estratégico vino precedido por la que llamo "la democracia a
la calle", cuando fuerzas y organizaciones sociales y políticas rompen el
cerco y la marginación de los espacios de la sociedad civil colombiana.
Exigiendo el fin de la guerra, demandando y practicando la autonomía que
enfrenta al partido de la guerra con sus diversas caras.

Es parte de este despliegue democrático extraordinario la lucha de los
indígenas, los campesinos, los estudiantes, las más de 400 organizaciones
de víctimas, los debates de la izquierda y los demócratas dentro y fuera
del congreso nacional, que adquieren moméntum, concurren a una prueba
sintomática, cuando en las calles de Colombia y el mundo se dividen las
fuerzas antagónicas.

Los dos bloques sociales y políticos en construcción, promueven sendas y
sucesivas movilizaciones; una con el apoyo directo del gobierno de Álvaro
Uribe, y contra la guerrilla de las Farc-ep; y la otra contra-puesta a la
solución militar del conflicto. Mostrando de ese modo, el comienzo de una
puja contra-hegemónica liderada de manera plural por los grupos y clases
subalternas

En el siguiente tránsito a la paz, luego de 8 años de intensas operaciones
bélicas con el apoyo directo del gobierno de los Estados Unidos, que
dispone de asesores, equipos, y recursos, el dirigente más caracterizado
de las Farc-ep, su secretario político, es ultimado por orden presidencial
en una operación comando en el Cauca, que es teatro principal de la
guerra.[5]

Después de la muerte de Manuel Marulanda, el jefe histórico desde la
fundación de esta organización insurgente de los grupos y clases
subalternas, las Farc-ep han insistido y sido capaces de impulsar y
mantener la causa de la paz como una cuestión fundamental, a lo largo de
cinco presidencias sucesivas de Colombia, de su estrategia política.

Hubo el interregno de la ofensiva militar de las Farc-ep, diseñada por el
comandante insurgente Jacobo Arenas; desencadenada por el abrupto e
intempestivo ataque lanzado por el gobierno de César Gaviria contra su
estado mayor, realizado en diciembre de 1990, en simultánea con la elección
de la asamblea de delegatarios a lo que fuera la asamblea constituyente de
1991.

Convocatoria de la cual no se hicieron partícipes las dos principales
organizaciones armadas subalternas, las Farc-ep y el Eln; por lo que se
dispuso en secreto rendir a los primeros en una guerra de movimientos que
no pasaría de 18 meses, a cuya planeación estratégico militar se dispuso el
ministro de defensa civil, Rafael Pardo, quien desde entonces se ha
dedicado a hacer la crónica y el análisis de las guerras de Colombia. Para
pensar, entre otras cosas, el porqué de su fracaso frente a la resistencia
de la insurgencia subalterna.



El tiempo de la paz y la tercera vía

"No es la impunidad, ni el crecimiento de la economía informal, o de la
pobreza y de los niveles de desigualdad. Todos estos problemas, y muchos
otros, no son el origen sino las consecuencias de una crisis profunda en el
funcionamiento del Estado y de sus instituciones.

La crisis del estado tiene que ver, a su vez, con una falta de unidad de
criterio entre los colombianos sobre el destino que pretendemos construir,
el país que queremos. " Juan Manuel Santos. Introducción a "La tercera vía:
Una alternativa para Colombia, ps. 9, 10.

"Me parece que Ilich había comprendido que era necesario pasar de la guerra
de maniobra, aplicada victoriosamente en Oriente en 1917, a la guerra de
posición que era la única posible en Occidente, donde, como observa
Krasnov, en breve lapso los ejércitos podían acumular interminables
cantidades de municiones, donde los cuadros sociales eran de por sí capaces
de transformarse en trincheras muy provistas…

En el Oriente el estado era todo, la sociedad civil era primitiva y
gelatinosa; en Occidente, entre estado y sociedad civil existía una justa
relación y bajo el temblor del estado se evidenciaba una robusta estructura
de la sociedad civil." Antonio Gramsci, Guerra de posición y guerra de
maniobra o frontal, en: Escritos políticos III, p. 339.



Esta lucha
político-militar prolongada que se libra en Colombia, por algo más de medio
siglo, ha contribuido a transformar la dialéctica corriente de los
ejercicios de representación política propios de la democracia liberal que
se aclimató en América Latina después que colapsó la fórmula de las
dictaduras militares.

Durante la que el halcón intelectual al servicio del Pentágono, el
politólogo conservador, Samuel Huntington llamara Tercera Ola democrática,
que produjo la crisis de gobernabilidad de las democracias liberales de
las formaciones capitalistas avanzadas, después de las caídas de las
dictaduras de Grecia, Portugal y España.

Más tardíamente, él advirtió también un proceso similar en América Latina,
y en particular, en Suramérica, que estudiosos como Guillermo O´Donnell
bautizaron como el periodo de las "transiciones democráticas", a la espera
que este paso a la "normalidad civil" se consolidara, sin que la
desigualdad social y la exclusión encontraran una efectiva merma con sendas
reformas económico-sociales, que fueran acompañadas, por supuesto de una
necesaria reforma intelectual y moral. Pero ni una ni otra llegaron en la
siguiente década que se extendió entre el fin de los años 80, y los 90 del
siglo pasado.

Ahora, cuando de manera principal se ha estrenado en América del Sur, en la
subregión Andino amazónica, el llamado proyecto del "Socialismo del siglo
XXI", del que fuera animador principal el fallecido coronel insurrecto,
Hugo Chávez durante 15 años. Este proyecto tiene varios frentes de
aplicación diferenciales en el promisorio laboratorio de América Latina; ha
coincidido con la más severa recesión capitalista, experimentada por los
Estados Unidos en el año 2008/2009, con la crisis inmobiliaria y financiera
juntas, de la cual todavía no se recupera del todo el capitalismo global, y
donde, por lo pronto, Africa y Europa llevan la peor parte.

Bajo este clima de crisis capitalista no resuelta, se añade la situación
estratégica colombiana por analizar. A partir de 2008, la guerra lanzada
por las fuerzas armadas y policiales de Colombia comenzó a naufragar en los
teatros regionales de la guerra interna. Para entonces, la movilización
social y política de los subalternos, empezó a abonar el terreno para darle
inicio tres años después a la fase exploratoria de una nueva negociación
con las Farc-ep.

Ahora, al punto de perder Juan Manuel Santos la reelección contra el
candidato del partido de la guerra, Oscar Iván Zuluaga, empezó la
negociación preliminar con la otra fuerza guerrillera, el Eln que existe
desde los años 60 del siglo pasado. Con ella se había iniciado e
interrumpido la negociación de paz con los Acuerdos de Puerta del Cielo, en
Maguncia, Alemania, durante el gobierno del presidente Ernesto Samper,
afectado por la corrupción política conocida popularmente como el "proceso
8.000".

Esta guerrilla en particular ha estado inspirada desde el comienzo por el
triunfo de la revolución cubana, y el llamado tricontinental lanzado por el
Ché a los cuatro vientos, de crear unos, varios Vietnams; con él sus
fundadores, líderes campesinos, obreros e intelectuales tuvieron
oportunidad de conversar y debatir en La Habana. Tal y como lo han
testimoniado partícipes en aquel comienzo, y de modo elocuente a la vez que
irónico el economista Raúl Alameda, fallecido en fecha reciente.

Después del triunfo de la reelección del presidente Juan Manuel Santos,
desprendido de la lógica de la guerra como única solución al conflicto,
opción esta que lidera Álvaro Uribe Vélez, después que el candidato Oscar
Iván Zuluaga perdiera la segunda vuelta electoral con una diferencia
superior a los 900.000 votos.

Ahora, la negociación de paz se hace posible, a la vez que las tensiones
en el plano político-jurídico resultan mayores por el alcance e
implementación de los acuerdos finales, los que tendrán que ser refrendados
por la vía del referendo o de la constituyente, mecanismo este que el
presidente reelecto rechaza desde el comienzo mismo de las negociaciones
con las Farc-ep.

Así, la democracia en la calle, sabe que habrá una fuerte oposición real,
del bloque contrario a la paz, por primera vez en más de medio siglo,
luego del triunfo gaitanista de 1947. Esta es una oposición, claro está, de
signo reaccionario, y espíritu guerrerista manifiesto, que enfrenta a la
coalición de gobierno, la Unidad Nacional que lidera el partido de la U,
que se verá en la necesidad de pensar incluso en la posibilidad de darle
existencia a la propuesta de frente amplio, con la triple presencia de
fuerza que van desde la izquierda hasta la socialdemocracia.

Podrá ser, a la vez, piedra de toque y punto de encuentro, con los
agrupamientos políticos subalternos que se juntaron en la candidatura de
Clara López y Aída Abella, la alianza PDA/UP, pero que levantan como
bandera otros varios destacamentos políticos y sociales del campo de la
izquierda, y de modo particular, la Alianza Verde y los Progresistas, que
llevaron a Gustavo Petro a la alcaldía de Bogotá. Estos parecen querer
distanciarse ahora de la Alianza que apoyó la candidatura de Enrique
Peñalosa a la presidencia. Está también la Marcha Patriótica, que tiene la
vocería de la exsenadora liberal Piedad Córdoba, que se ha jugado por la
causa de las negociaciones de paz, desde los tiempos de la conflictiva
mediación del Comandante Hugo Chávez, con las Farc Ep.

Estas negociaciones de paz adquieren centralidad. Más aún, se transforman
en una clara situación de disputa por la hegemonía de los subalternos que
la fracción al frente del bloque dominante, que lidera el presidente
reelecto, quien tiene el proyecto de "la tercera vía" en mente, el cual
relanzará con ocasión de su segunda presidencia, y con el apoyo presencial
de figuras del neoliberalismo socializante, Clinton, González, Blair,
Cardoso, Lagos, que lo acompañarán con ocasión de su posesión.

De ese modo, Santos busca resolver a su favor, y agenciar una paz según el
modelo capitalista, y separado del imaginario del socialismo del siglo XXI,
al menos en sus expresiones más radicales y caracterizadas. A su turno, y
en la otra orilla se alinean las organizaciones y partidos de izquierda,
así como las expresiones democrático-liberales, donde se expresan de manera
precaria todavía los grupos y clases subalternas.

Estas manifiestan un compromiso con la solución política del conflicto
armado, y para quienes la paz democrática, no la neo-liberal es una
exigencia fundamental, así como una constituyente de hondo contenido
social, en el espíritu de la Constitución de 1991, y no desarrollado hasta
ahora en la realidad. Me refiero, en concreto, a la construcción de "la
igualdad real y efectiva".



Una disputa por la Paz ad portas

Esta temporalidad,
la actual, la que corre entre los años 2011 y 2014, tiene una específica
significación y sentido, para lo cual me retrotraigo, y reviso en los
términos de Antonio Gramsci, al periodo por él definido como guerra de
posiciones democrática, no solo nacional sino globalmente, y que se
corresponde con una época de crisis orgánica del capitalismo que se intentó
solucionar después de la segunda guerra mundial con la fórmula de raigambre
keynesiana del Estado bienestar/providencia, donde hubo un pacto respaldado
por la mayoría obrera que libró la guerra, con los empresarios capitalistas
para la recuperación europea de la segunda posguerra; y del Japón
reconstruido en Asia con la ocupación estadounidense en cabeza del general
Mac Carthur.

Esta prosperidad capitalista, fruto combinado de la guerra y el pacto de
posguerra entró en barrena, con la llamada "crisis fiscal" del Estado
Bienestar, un cuarto de siglo después; y, por sobre todo, con las demandas
de autonomía de la clase obrera tradicional, en menor medida, y la nueva,
movilizada, animada por el trabajo inmaterial de estudiantes universitarios
y de bachillerato, expectante al tiempo que beligerante; así como segmentos
considerables de desempleados y "los ocupas", orillados por el desmonte de
las estructuras del bienestar.

De ese modo, los años 60 y 70, marcan un periodo de revolución social que
se resuelve a la postre en una victoria capitalista, que en lo económico se
tradujo en un nuevo régimen de acumulación, el posfordismo, con su
acompañamiento ideológico, el neo-liberalismo, en lo político, y el neo-
conservadurismo en materia ideológica y moral.

De los desmanes combinados de neoliberales y neo-cons se pasa a la "Tercera
Vía", que permite, fuerza el regreso del socialismo aconductado que
garantice la reproducción capitalista sin nuevos sobresaltos, que a la vez
precarice al máximo el trabajo, y flexibilice las fórmulas de la
explotación, al tiempo que subsume no solo formal sino realmente el proceso
del trabajo al capital transnacional, global.

Estas son las coordenadas estratégicas, políticas y económicas que marcan a
escala planetaria la relación capitalista que animan en sus extremos la
democracia y guerra en la disputa irreconciliable. Tal relación unos
insisten en caracterizarla todavía como imperialista, mientras que otros
señalan que alumbra, bestialmente, una nueva época de gobierno global, que
Hardt y Negri califican como la era del Imperio.

En Colombia, la disposición estratégica de los subalternos, entre tanto, y
por algo más de una década ha asimilado lo que ocurre después de la
fracasada experiencia ofensiva de las Farc-ep, que desembocó en la tercera
negociación de paz, en San Vicente del Caguán, que quedó suspendida en los
Acuerdos de San Francisco de la Sombra. Para dar paso al más cruento y
abierto periodo de la guerra de los ocho años, donde el ejército y la
policía lanzaron una ofensiva que no pudieron consolidar contra la
resistencia irregular de las Farc-ep, que puso en juego una nueva
estrategia guerrillera exitoso, pero con altísimos costos, esto es, la
pérdida de figuras de la dirección central, y de los mandos medios de su
formación político militar.

Luego de lo cual, su dirección conjunta aprendió y corrigió la lectura de
la situación colombiana, con dolor y pérdida de cuadros dirigentes. Para
iluminar este giro conviene entonces volver a Gramsci, en el periodo
posterior a la primera guerra, y cuando se entroniza la fórmula del
fascismo en Italia, y el Nazismo en Alemania, y la Unión Soviética
experimenta un proceso de colectivización a la fuerza: "El estado sólo era
una trinchera avanzada, detrás de la cual existía una robusta cadena de
fortalezas y casamatas".[6]

El tiempo de la hegemonía

En este
escenario adquiere renovada centralidad y relevancia el espinoso asunto de
la hegemonía, de la dirección política, que es diferente de la dominación,
como se esfuerza en destacarlo Antonio Gramsci, a partir de una primera
mención que él registra en Algunos temas sobre la cuestión meridional
(1926).

En ese escrito, que Gramsci, estaba elaborando al tiempo de su captura por
los servicios secretos fascistas, una vez que se cerró el parlamento,
decía:

"Los comunistas turineses se plantearon concretamente la cuestión de "la
hegemonía del proletariado", o sea de la base social del la dictadura
proletaria y del estado obrero. El proletariado puede convertirse en clase
dirigente y dominante en la medida que consigue crear un sistema de
alianzas de clase que le permita movilizar contra el capitalismo y el
estado burgués a la mayoría de la población trabajadora…lo cual quiere
decir en Italia, en la medida que consigue obtener el consenso de las
amplias masas campesinas."[7]

Luego, en una nota de los Cuadernos de la cárcel, Internacionalismo y
política nacional (1932-33), Gramsci vuelve a tratar el problema de la
hegemonía, así: "El concepto de hegemonía es aquel en el cual se anudan las
exigencias de carácter nacional, y se comprende bien que ciertas tendencias
no hablen de ese concepto o se limiten a rozarlo. Una clase de carácter
internacional, en cuanto guía estratos sociales estrictamente nacionales
(los intelectuales) e incluso, muchas veces, menos aún que nacionales,
particularistas y municipalistas (los campesinos), tiene que nacionalizarse
en cierto sentido, y este sentido no es, por lo demás, muy estrecho, porque
antes de que se formen las condiciones de una economía según un plan
mundial es necesario atravesar múltiples fases en las cuales combinaciones
regionales (de grupos de naciones) pueden ser varias…"[8]
En el texto de Gramsci, Análisis de situaciones, relaciones de fuerzas
(1932-34), donde se enfrenta con el estudio de las relaciones de fuerzas,
luego de dar cuenta de la relación de fuerzas sociales fija su atención en
el momento de las relaciones de fuerzas políticas, que atiende a la
estimación del "grado de homogeneidad, de autoconciencia y de organización
alcanzado por los varios grupos sociales."[9]

Pero este momento tiene varios grados que corresponden a la conciencia
política colectiva. Hay uno en particular, que es relevante para pensar las
relaciones entre política y derecho, sobre el cual Gramsci señala lo
siguiente:

"Un segundo momento es aquel en el cual se conquista la conciencia de la
solidaridad de los intereses de todos los miembros del grupo social. Ya en
este momento se plantea la cuestión del estado, pero sólo en el sentido de
aspirar a conseguir una igualdad jurídico-política con los grupos
dominantes, pues lo que se reivindica es el derecho a participar en la
legislación y la administración, y acaso de modificarlas y reformarlas,
pero en los marcos fundamentales existentes."[10]

La negociación de paz y el horizonte de la guerra

A propósito del estado
actual de la negociación de paz, en la cual se ha involucrado ya la
presencia de las víctimas en la mesa de La Habana, se hace evidente al
fin, la presencia activa, cuando menos aceptada, de la sociedad civil. Es
un actor que a lo largo de estos cincuenta años de su emergencia y
consolidación, en su contradictorio devenir, se ha comportado como un
títere estratégico de los señores de la guerra, en un marco de democracia
deficitaria.

Con la anterior novedad, la disputa estratégica por la hegemonía arroja la
presencia de un tercer actor, las víctimas y con ellas el más amplio
conglomerado, cercano a los 6 millones, los desplazados, quienes reclaman
reparación directa, partiendo de la Ley 975 de 2005, que fue objeto de
control de exequibilidad con la sentencia C-370 de 2006, con la que se
"tomó en serio los derechos de las víctimas y corrigió los diseños
específicos de la Ley…a fin de ajustarlos a los estándares constitucionales
y de derechos humanos y lograr así un mayor equilibrio entre las exigencias
de las negociaciones con los grupos armados ilegales y los requerimientos
normativos que se derivan de las demandas de justicia de las víctimas y de
la sociedad."[11]

Así las cosas, la relación entre derecho y política se hace explícita, y se
convierte también en un espacio de enconada disputa, que en parte se
resuelve con la promulgación de una nueva ley en la presidencia que está
por terminar, la denominada ley de reparación de víctimas y restitución de
tierras, que se encuentra en magra aplicación.

Hay, ahora que enfrentar y comprender, desde la perspectiva analítica
gramsciana, un tercer momento, que él distinguió como el momento
propiamente hegemónico, y así lo expresa:

"…aquel en el cual se llega a la conciencia de que los mismos intereses
corporativos propios, en su desarrollo actual y futuro, superan el ambiente
corporativo, de grupo meramente económico, y pueden y deben convertirse en
los intereses de otros grupos subordinados…tiende a prevalecer a imponerse,
a difundirse por toda el área social, determinando, además de la unidad de
los fines económicos y políticos, también la unidad intelectual y moral,
planteando todas las cuestiones en torno a las cuales hierve la lucha no ya
en un plano corporativo, sino en un plano "universal", y creando así la
hegemonía de un grupo social fundamental sobre una serie de grupos
subordinados."[12]

Bajo estas circunstancias, el bloque de la paz, en el tiempo de las
negociaciones de La Habana, muestra dos campos relativamente definidos, de
una parte, los que se alinderan, y son mayoría, bajo el imaginario de la
paz neoliberal, y de otra, un campo más heterogéneo en trance de
consolidación para el que la paz ha de ser democrática, lo que supone una
participación real de la sociedad civil de los de abajo.

Con ocasión de la dura disputa por la presidencia, en los preliminares de
la elección se consiguió, de parte del presidente y el partido de la U, que
las víctimas fueran incorporadas, y que se reactivara en Consejo de Paz,
con la posible inclusión de nuevos sectores y perspectivas.

A la fecha, en el periodo poselectoral el bloque de la paz exhibe una
corriente neoliberal y otra democrática, que tendrán que cruzar armas
jurídico-políticas en el campo legislativo, y en los espacios municipales y
departamentales con el partido de la guerra, cuya expresión política es el
Centro Democrático, que teniendo como su candidato al conservador Oscar
Iván Zuluaga, consiguió ganar la primera vuelta presidencial.

El bloque político proclive a la guerra está ya preparando la campaña para
las elecciones de gobernadores y alcaldes, buscando consolidar los
espacios de poder que construyó a sangre y fuego en el tiempo de la
"·seguridad democrática", las trincheras y casamatas del régimen para-
presidencial que trabajó en el desmonte de los precarios avances del
Estado social de derecho para poner en su lugar el anclaje cívico-
paramilitar del Estado comunitario corporativo con centro en la gran
propiedad agraria.

A partir del 20 de julio, luego que las denuncias de fraude electoral no
prosperaron, se definirán los asuntos principales de la disputa, y el modo
como las instancias globales del derecho buscarán neutralizar, orillar, o
eliminar en lo posible, la participación política de las Farc-Ep, la
organización subalterna político-militar que es actor principal en la
actual negociación de paz. Alegando contra sus dirigentes el expediente de
los delitos de lesa humanidad.

A la par siguen publicitándose los anuncios del Fiscal General, que no
habrá impunidad; y los mensajes de Humberto de la Calle, cabeza del equipo
negociador del gobierno, dirigidos a las Fuerzas armadas. Todo lo cual
ratificó el presidente reelecto, no se precisa de qué modo serán
sancionados y criminalizados los guerrilleros activos, en particular sus
máximos y más caracterizados dirigentes, de los que hacen parten varios de
los delegados en las deliberaciones de La Habana, tales como Pablo
Catatumbo, Iván Márquez, y el sucesor de Alfonso Cano, Timochenko, para
solo citar a tres de ellos.

Capitalismo global, imperio y democracia

"Desde la perspectiva de las estrategias de contrainsurgencia, hemos visto
cómo han cambiado las formas de la rebelión, la insurrección y la
revolución a lo largo del siglo XX, desde estructuras militares
centralizadas tradicionales a organizaciones de guerrilla y, finalmente, a
una forma compleja de red distribuida…

Esta lógica y esta trayectoria nos ayudarán a reconocer cuáles son hoy y
cuáles serán en el futuro las formas organizativas de rebelión y revolución
más poderosas y deseables. En última instancia, ha de servirnos para
dilucidar cómo plantearnos la tarea hoy más importante para la resistencia,
que es resistir a la guerra." Michael Hardt, Antonio Negri, en Multitud,
ps. 90,91[13]

Esta ponencia, en lo
específico trata la relación entre derecho y política en los tiempos del
capitalismo tardío como lo cartacterizó Ernst Mandel, en términos socio-
económicos; de la posmodernidad como lo definió en clave cultural el
marxista estadounidense Fredric Jameson; o la era del Imperio, en materia
de política global, de acuerdo con la reflexión conjunta de Toni Negri y
Michael Hardt.

Para ellos, en su segundo libro, Multitud, "Ya no existe la posibilidad de
regresar a los modelos de representación de la modernidad para crear un
orden democrático. Necesitamos concebir formas diferentes de
representación, o tal vez nuevas formas de democracia que superen el
paradigma de la representación".[14]

A lo aquí dicho se añade, sin agotar otros estudios, un nuevo trabajo de
Samir Amin, La ley del valor mundializada. Por un Marx sin fronteras.[15]
Los autores de Imperio, y en particular, Negri, desde los años 70, tituló a
sus reflexiones sobre los Grundrisse, "Marx, más allá de Marx". Porque
urge dar respuesta a la crisis del espacio político, y a los fracasos y
estrecheces del socialismo soviético y su derrumbe estrepitoso.

Más aún, ahora, cuando tenemos el laboratorio de América Latina, y sus
gobiernos de izquierda, que recuperan, de algún modo, las claves del estado
ampliado, el estado integral que teorizó Gramsci en las notas que consignó
en Los Cuadernos de la Cárcel, de cara a la construcción socialista bajo la
conducción de Stalin. Así lo ha hecho explícito Álvaro García Linera, en su
discurso como vicepresidente de Bolivia, en el segundo periodo de Evo
Morales.

Amín dice en la Introducción, que "Lejos de abandonar a Marx y de
considerarlo "superado", llegué simplemente a la conclusión que su obra
había quedado inacabada…entre otras cosas debido, por una parte, a la
integración en su análisis de la "dimensión mundial" del capitalismo, y,
por otra, a la articulación sistemática de la cuestión del poder (lo
político) y de la economía (capitalista y precapitalista)…"[16]

Las conclusiones que alcanza Amín, quien no es un marxólogo, se traducen en
materia de entender el rumbo de la economía global, en una "ley del valor
mundializada", que sostiene él es coherente con los fundamentos de la ley
del valor propia del capitalismo descubierto por Marx…y con las realidades
del desarrollo mundializado desigual.

Este es, en síntesis, un paso de la ley clásica del valor a la ley del
valor mundializada que constituye el fundamento de la renta imperialista.
Lo planteado por Amín no está en concordancia con lo que anotan Hardt y
Negri, para quienes esta es la época del imperio, que de hecho implica la
existencia de un orden mundial, con la peculiaridad que este orden se
expresa "como una formación jurídica. Nuestra tarea inicial, dicen, es
comprender la constitución del orden que hoy se está formando."[17]

De este orden mundial hace parte Colombia, y se ha articulado bajo la
hegemonía regional en cabeza de la monarquía imperial que lideran los
Estados Unidos de América. La bisagra que hizo posible tal proceso de
articulación fue el Plan Colombia, que empezó con el gobierno de William
Clinton, que de acuerdo con el presidente Juan Manuel Santos, es un "líder"
de la tercera vía del capitalismo global.

Este poder soberano global se expresa "como una ciencia policial fundada
sobre una práctica de guerra justa para afrontar emergencias que aparecen
continuamente…"[18]Pero, más fundamental es el "confrontar una serie de
explosivas aporías, porque en este nuevo mundo jurídico e institucional en
formación, nuestras ideas y prácticas de justicia y nuestros medios de
esperanza son cuestionados…con la aparición del Imperio ya no confrontamos
con las mediaciones locales de lo universal, sino directamente, con un
universo concreto."[19]

Este universo concreto le define la dimensión al sujeto político plural,
que tendrá en Colombia, la tarea fundamental de hacer posible la paz a
través de un ejercicio de constituyente social que encare y resuelva la
cuestión de la producción del ser social, donde patinan hasta hoy todos los
gobiernos de izquierda del continente. Y en esta exploración teórica
contribuye la obra de Deleuze y Guattari, con "su comprensión
postestructuralista del biopoder que renueva el pensamiento
materialista"[20].

Es el decir de Hardt y Negri, cuando introducen el tópico de la producción
biopolítica en el primer libro de Imperio. El esfuerzo es por "identificar
la nueva figura del cuerpo bio-político colectivo, el que podrá, sin
embargo, permanecer contradictorio, tal como es paradójico."[21] La nueva
figura es la multitud, en la que confluye la potencia constituyente de los
grupos y clases subalternas que son las fuerzas decisivas en el proceso de
la paz democrática en Colombia.

De aquí en adelante, el rompecabezas lo resolverá la estrategia que se
despliegue en la guerra de posiciones democrática que define el curso de la
revolución en Colombia, que ha avanzado a través de una crisis orgánica de
larga duración que se abrió en 1946/1947, y que en resistencia y en procura
de la autonomía de los subalternos ha logrado sobreponerse al periodo de-
democratización,[22] de degeneración democrática que se desplegó entre los
años 2002 y 2010.

Pero, una última mención para lo escrito por Samir Amín, en "La ley del
valor mundializada", quien señala, a contramano de Hardt y Negri, que hay
"una crisis del capitalismo imperialista tardío de los oligopolios
generalizados, financiarizados y mundializados…"[23] Al tiempo, Amín,
reconoce una suerte de protagonismo a América Latina, que había estado
ausente en la era de Bandung, que abrió con Cuba y otras naciones el
horizonte de los no alineados y la tricontinental, de la cual Amín, Ben
Bella, Houtart mantiene el entusiasmo y la vocería.

Él remata diciendo, "que hay buenos motivos para pensar que las naciones de
Asia, Africa y América Latina (¡una "minoría" que constituye el 80 por
ciento de la humanidad!) saldrán adelante y conseguirán, mediante lo que yo
llamo "la segunda ola del despertar del Sur", poner fin a la renta
imperialista."[24]

Sin embargo,él nos advierte que "los movimientos de lucha y de protesta
todavía están fragmentados y a la defensiva, tanto en el Norte como en el
Sur…Pero el optimismo de la voluntad, como decía Gramsci, se basa en la
posibilidad de superar estos estadios primitivos de la confrontación."[25]





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[1] Ex rector nacional de la Universidad Libre de Colombia. Profesor
Asociado, exdirector de Ciencia Política y UNIJUS, Universidad Nacional de
Colombia. Profesor catedrático Maestría de Estudios Políticos, U.
Javeriana, Bogotá. Autor de los libros: La participación y la
representación política en Occidente (2000), Antonio Gramsci y la crisis
de hegemonía. La refundación de la Ciencia Política (2013).

Coautor de Seguridad y gobernabilidad democrática. Neo-presidencialismo y
participación en Colombia, 1991-2003. DIB/Unijus. Universidad Nacional,
Bogotá (2005). Director del Proyecto Seminario Internacional Gramsci en la
subregión Andino-Amazónica. Email: [email protected].
[2] Gramsci, Antonio (1981). Escritos políticos (1917-1933). Cuadernos de
pasado y presente 54. Siglo XXI Editores, México.
[3] Me valgo del enfoque de Charles Tilly, cuando hizo el estudio de las
transiciones democráticas en los socialismos que hegemonizaba la Unión
Soviética, a su caída. Tal teorización está contenida en ensayos
preliminares que se concretan en su libro Democracy
[4] El presidente Juan Manuel Santos, en fecha reciente, reconoció haber
dado la orden al ejército nacional de matar a Alfonso Cano. A contramano de
lo dicho, una figura religiosa del departamento del Valle, hizo saber que
Cano fue asesinado por fuera de combate, de modo similar a como aconteció
con el Ché en Bolivia.
[5] Así lo admitió el presidente Santos, en una de las conversaciones
realizadas durante la pasada campaña presidencial de este año, en presencia
del hermano de líder guerrillero, Roberto Sáenz, comprometido con el actual
proceso de paz.
[6] Gramsci, Antonio, op. cit., p. 340.
[7] Gramsci, Antonio, op. cit, p. 307.
[8] Op. cit., p. 341.
[9] Gramsci, Op. cit., p. 346.
[10] Op. cit., p. 347.
[11] UPRIMNY, Rodrigo et al (2009). Introducción, en: Reapraciones en
Colombia. Análisis y propuestas. Universidad Nacional de Colombia. UNIJUS.
Bogotá, p. 10.
[12] Gramsci, op. cit., p. 347.
[13] HARDT, Michael, NEGRI, Antonio (2004). Multitud. Primera edición.
Argentina.
[14] Op. cit., p. 293.
[15] AMIN, Samir (2012). La ley del valor mundializada. El Viejo Topo.
España.
[16] Amin, Samir, op. cit., ps. 10, 11.
[17] Hardt, Negri (2002). Imperio. Ediciones desde Abajo. Bogotá, p. 49
[18] Op. cit., p. 62.
[19] Ibídem., p. 63.
[20] Ibídem., p. 70.
[21] Ibíd., p. 72.
[22] La de-democratización es una noción propuesta por Charles Tilly en su
último libro, Democracy, donde dio cuenta de la destorcida en las
democracias populares de Europa del Este.
[23] Amin, op. cit., p. 137.
[24] Op. cit., p. 140.
[25] Ídem., p. 140.
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