Leer de todo cuanto llega a manos

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Leer de todo cuanto llega a manos
Fragmento de Caminos de libertad, libro de próxima aparición

Demetrio Ramos Rau

Mi ingreso al mundo de la lectura no ha estado acompañado de la metodología convencional vigente en el sistema educativo y en sociedades urbanizadas, acaso debido a la carencia de fondos bibliográficos en la variedad y cantidad suficientes en las instituciones educativas de mi tránsito, o porque los profesores veían cumplida su función con la sola indicación de la lectura de algún tema de la enciclopedia escolar. Quizás fue mejor así, frente a la direccionalidad u obligatoriedad sobre qué contenidos leer que siguió vigente hasta el último y en los mismos tiempos de la Reforma Educativa 1968-1975. Las mencionadas indicaciones incluían textos u obras de autores nacionales y extranjeros que, muchas veces poco o nada tenían que ver con el interés del educando; el mismo que está centrado más en una preocupación lúdica o está embebido del mundo de la fantasía.
En mi caso, los recuerdos sobre mis inicios "voluntarios" en el mundo de la lectura se remiten a mi encuentro con unos cuadernillos autoeducativos, que distribuía "Escuelas Americanas" o "Hempill School", sobre la especialidad de mecánica, y que un pariente cercano utilizaba como material de trabajo para un curso por correspondencia. Este encuentro me llevó no sólo al conocimiento en líneas generales del funcionamiento de un motor Diesel, sino también a dibujar algunos rodajes o partes, tal como indicaba el mencionado cuadernillo. El contacto con dicho documento impreso coincidía con la cercana culminación de mis estudios del nivel primario, en la escuela 329 de Santo Toribio, Huailas, hacia la segunda mitad de la década de los 50 del siglo pasado.
Eran tiempos y espacios donde escuchar una emisión de radio era un verdadero privilegio, muy lejos de mi alcance; peor aún la de acceder a un medio escrito, a no ser uno que otro ejemplar usado de la enciclopedia escolar Hacia la Cumbre existente en una escuela rural, en los marcos del mensaje global "El que estudia triunfa". Por ello, encontrar algunos cuadernillos sobre el curso de mecánica por correspondencia, era todo un acontecimiento que invitaba a participar inevitablemente. Este atractivo se complementaba muy bien, cuando el pariente conducía un molino que atendía las actividades de panificación y las de transformación primaria de cereales en Santo Toribio. Tenía, por tanto, no sólo la oportunidad de leer hasta memorizar los cuadernillos autoeducativos sino también de ayudar sin mayores compromisos en la molienda de trigo y cebada; actividad que se complementaba con mi participación en las labores de pastoreo, deshierbo y aporque en apoyo a los mayores en tareas de manejo de plantas y animales para la subsistencia familiar.
El ambiente rural descrito y las condiciones materiales del proceso formativo variarán con mi emigración hacia el puerto de Chimbote. Un destino que, desde las primeras décadas del siglo XX se había convertido en el preferido de los ancashinos en busca de mejores niveles de vida, sobre todo cuando había un pariente o contacto que sirviera de "cabeza de puente". En el presente caso, era mi tío Francisco Ferrol, que oficiaba de Escribano de Estado, quien me acogió con el cargo de amanuense. Por lo demás, en todas las regiones del Perú, la costa resulta ser el horizonte ideal cuando se trata de buscar nuevas perspectivas para superar las carencias socioeconómicas del campo.
Ya ubicado como amanuense de escribanía en el puerto de Chimbote y en vista que no tenía otras ocupaciones durante la noche, me dedique a continuar mis lecturas "sin ninguna dirección ni selección", iniciadas precariamente en mi pubertad. Para el efecto resultó de utilidad, la ruma de expedientes de procesos judiciales e instructivos que el tío Escribano tenía en su oficina. En poco tiempo entendí los significados de las palabras "desahucio", diferenciándolos de "por ocupación precaria" y "por casa única"; "interdicto de retener" de "interdicto de recobrar"; "alimentos", "reconocimiento de paternidad", etc.; llegando al dominio de poder tramitar asuntos no contenciosos, como "inscripción de nacimiento" o de "defunción". De este interés, no escaparon procesos sobre "abuso sexual" y otros de carácter penal o instructivo. Todo ello, culminó con la lectura comprensiva del Reglamento de Funciones del Escribano de Estado que, bajo llave guardaba mi tío en uno de los anaqueles.
Junto a la frondosa estantería de expedientes judiciales existía un pequeño librero, igualmente bajo llave. Allí encontré diversas publicaciones que por primera se cruzaron por mi vista, tanto en cantidad como en calidad. Allí estaban 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana de José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Vida y Obra de Luis Monguió, El Indoamericano de Felipe Cossio del Pomar, una colección de tres tomos sobre Sociología de Francisco Ayala y uno de esos libros sobre interpretación de sueños que no falta en una biblioteca familiar, entre otros volúmenes. De esa manera, los mencionados expedientes judiciales y libros se convirtieron en verdaderos incunables que, colmaron mis expectativas por la lectura; permitiéndome contrarrestar la soledad nocturna, durante las noches en que mi tío solterón se perdía en la bohemia porteña, de la que salió sólo cuando la cirrosis había consumido totalmente el hígado.
Mi permanencia en la oficina de mi tío el Escribano tuvo una duración de un poco más de tres años. Mientras ejercía de amanuense, había logrado capacitarme en mecanografía y taquigrafía; procesos instructivos que me permitieron poco después, ingresar como ayudante de costos en la empresa de Coishco, ubicada hacia el norte de Chimbote y dedicada a la producción de harina, aceite y conserva de pescado. Simultáneamente mi ansia de progreso encontró otro espacio de realización en el colegio nocturno Ricardo Palma de Chimbote, donde inicié mis estudios de secundaria. Sobre esta base, en el centro fabril de Coishco, irrumpí con la composición y difusión de una rima satírica dedicada al Contador, que no necesariamente gozaba de simpatía del colectivo. Fue acaso el hito que marcó mi ingreso al mundo de la escritura.
Con todo, mi horizonte migratorio no se detuvo en el bullente puerto. Mi nuevo destino resultó Lima, la ciudad capital; donde paralelo con mis estudios y trabajo, retomé mis lecturas. Para el efecto, fue preciso tener carné de la Biblioteca Nacional. Con la posesión de dicho documento, comencé a frecuentar la casa que en su respectivo momento hicieron suyo Manuel González Prada, Ricardo Palma y Jorge Basadre. La "Sala Perú" fue el ambiente preferido por mucho tiempo. Allí encontré primorosos los incunables que sólo de nombre conocía: El Perú y El Departamento de Ancash y sus Riquezas Minerales de Antonio Raimondi, Pájinas Libres y Horas de Lucha de Manuel González Prada y Las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma, entre otras. Había una sala contigua, donde accedí a la literatura universal. Allí estaban Viaje al Centro de la Tierra y Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne; El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas, así como Los Miserables de Víctor Hugo y la serie de novelas que integran Los Caminos de la Libertad de Jean Paul Sartre. En cuanto se refiere a Literatura Nacional, contacté con las obras La Ciudad y los Perros de Mario Vargas Llosa, En Lima no hay Milagros de Oswaldo Reynoso y Lima La Horrible de Sebastián Salazar Bondy. No sé si por todo ello o el hecho de vivir en Lima, comencé a leer El Comercio, hasta convertirme más tarde, en suscriptor, por un corto período. Los demás periódicos, La Crónica, La Prensa, Última Hora y Expreso, ocupaban un segundo lugar en mi preocupación por la información. La televisión no estaba aún difundida. En todo caso, mis lecturas y ansias de comunicación, además de ampliar mis espacios de intervención, me estaban conduciendo inevitablemente a los fueros del periodismo con el que, débilmente había tomado contacto a través de mi inicial participación en los entusiastas clubes de periodismo escolar en secundaria tanto de Chimbote como de Lima.
Para entonces, me encontraba ya posicionado en el mundo de la lectura. Ya estaba en contacto con bibliotecas, ya podía comprar periódicos y revistas, así como algunos libros de reciente publicación. Mis lecturas, acaso tendían a ser regulares y con un mínimo de organización. La descripción que sigue, por tanto, presenta los progresos alcanzados en dicho campo y a través del tiempo.
LA LECTURA COMO ACTO DE LIBERACIÓN.- En la descripción de mi experiencia de Educación Popular y Educación Permanente existen gratos y diversos momentos de mi involucramiento en el mundo de la lectura. En dicho proceso, existen algunas lecturas que no volvieron a repetirse, así como hay obras a las que he recurrido una y otra vez, no sólo en función de su mayor comprensión, sino también por haber sido atrapado en el manto de su mensaje formativo y liberador. El mensaje formativo se produce a través de la autoeducación a que conlleva el conocimiento de los detalles del contenido de una obra, en base a la lectura; muchas de ellas, aprehendidas y vistas por primera vez. El mensaje liberador, por su parte, se refleja cuando el lector descubre un mundo de posibilidades, que lo sacan más allá de las cuatro paredes de un aula o del ambiente familiar, así como le proporciona una variada información sobre los temas de su interés. El interés por la lectura, no estaba direccionado por profesor alguno, menos de mis tíos tanto en Chimbote como en Lima. Si no leí de buenas a primeras, historietas o cuentos infantiles, fue porque simplemente no me encontré con ellos. Los contenidos de mi preferencia evolucionaron, de los de temática escolar (Hacia la Cumbre) hacia la tecnología (Mecánica Automotriz); para continuar con temas sociopolíticos de periódicos y revistas que mi tío el Escribano tenía en su pequeña biblioteca. Creo, por tanto, que el interés por la lectura es y debe ser voluntario; fruto del convencimiento del sujeto sobre la importancia del aprendizaje y el conocimiento. Porque no hay liberación impuesta u obligada; y la formación integral es genuina, cuando el sujeto establece libremente la relación o conexión, entre sus inquietudes o aspiraciones y las oportunidades o posibilidades del entorno. De esta manera, unos optarán por la formación intelectual, mientras que otros se inclinarán por lo práctico o manual; no faltando aquellos que tratan de combinar ambas opciones o vocaciones. Lo importante en todo caso es tener en cuenta que el autoconocimiento es propio de la condición humana; consecuentemente, los caminos de liberación y formación integral, ya sea en un sentido manual o intelectual, son y deben ser una decisión autónoma del sujeto. El proceso formativo adquiere complejidad, cuando las circunstancias sociales y personales, no proporcionan las posibilidades de acceso equitativo a los servicios de enseñanza-aprendizaje. Por ello, decir que, gran parte de mi vida, leía todo lo que llegaba a manos, no es exagerado. Su explicación está en que no siempre tuve la oportunidad de acceder en el momento debido y cantidad suficiente a la bibliografía deseada. Tampoco es exagerado decir que muchas veces, he llegado a la madrugada, tentado por avanzar la lectura de más páginas de la obra escogida, sin tener motivos para cumplir con una tarea asignada, sino más bien como producto del convencimiento personal sobre la importancia de conocer más de lo que conocía.
REALIDAD DEL BINOMIO LECTURA-ESCRITURA.- Mi optimismo por la lectura se ensanchó cuando encontré la relación directa con la difusión de contenidos a través del periodismo y, de cómo este binomio lectura-escritura me podía conducir a la trascendencia, en tanto superación de los estrechos marcos de lo doméstico y local, e incluso tener una visión intuitiva de espacios y tiempos desconocidos objetivamente. No es arbitrario afirmar, por tanto, que toda lectura, aun siendo desordenada, conduce a un mayor conocimiento no sólo de la realidad, sino también hacia un mínimo o máximo manejo de las reglas y categorías gramaticales en el idioma o lengua correspondiente. En mi caso, es indudable que, las primeras letras o palabras escritas lo logré en el centro educativo del ande huailino y santotoribiano. Avancé, con la trascripción de las resoluciones judiciales como amanuense de escribanía en Chimbote. Supe de la existencia de estilos literarios en el colegio nocturno de la misma ciudad porteña, llegando a pergeñar incluso algunos versos festivos o satíricos en la fábrica pesquera de Coishco donde trabajaba; hasta que estando en Lima, me inicié en el diseño y edición de boletines mimeografiados, la elaboración de artículos para publicaciones escolares y mi osado ejercicio de practicante en un cotidiano de alcance nacional, aunque no hayan llegado a publicarse las crónicas tal como habían sido elaboradas. El ansia de pergeñar palabras encontraron estímulo, qué duda cabe, en la trayectoria de reconocidos autores de mis tiempos como Hemingway con El Viejo y el Mar y Malraux con La Condición Humana; por ello, cuando me preguntaron por qué quería hacerme periodista, siempre respondí sin dudar un instante: quiero escribir. Ubicado en este marco, incubé la misma pasión, tanto por la lectura de libros, revistas, periódicos y otras publicaciones menores, como por escribir en periódicos y otros medios que me lo permitieran. Esta pasión se incrementó, mucho más, con motivo de mi incursión en el campo de la investigación histórica y social.
LA LECTURA COMO HECHO SOCIAL.- Al lado del binomio lectura-escritura existe la relación vendedor-comprador de libros o publicaciones. En una sociedad fuertemente estratificada como la del Perú, es inevitable concebir también la estratificación del proceso lectura-escritura. Si bien las últimas encuestas realizadas en el Perú dan a conocer la disminución de lectores y la afectación de la lectura comprensiva, esto no significa la ausencia del interés por dicho proceso. Al respecto, vale tener en cuenta que, así como en plena crisis económica, existen nichos de productores y consumidores de servicios que no resultan como víctimas en los primeros momentos; también en el mundo de la autoeducación, los espacios de su realización disminuyen pero no desaparecen. Por ejemplo, ante la carencia de libros de calidad, se reimprimen o se piratean, obras de autores famosos para su distribución o puesta en venta en centros informales de los que hacen gala sociedades informales como la nuestra. En este contexto se ubica el funcionamiento de puestos de publicaciones antiguas o librovejeros. Dedicado a este "justo negocio", más de una cuadra de la Avenida Grau de Lima, han funcionado toda una época como centros feriales de libros viejos y lugar de encuentro de muchos escritores y artistas capitalinos y provincianos. Del mismo modo, en cada ciudad, no faltan tiendas y puestos de venta de publicaciones actuales y "antiguas", ubicados estratégica e igualmente concurridos. Mario Vargas Llosa, nuestro Premio Nobel de Literatura, se siente a gusto, visitando la feria de libro de la calle Amazonas o de la calle Quilca de Lima "la horrible". Otro escritor de fama, el farandulero Jaime Bayly, se siente contento que su libro sea pirateado y alcance mayor difusión. Los autores mencionados se sienten satisfechos, no tanto, porque no les queda otra alternativa, sino porque el mundo de la lectura-escritura y la del vendedor-comprador de libros, también funciona en el mundo de la informalidad cual un nicho auto educativo; paradoja que escapa, incluso, al control de las salvajes reglas de juego del mercado neoliberal al que los mencionados escritores admiran.
VALORACIÓN DE BIBLIOTECAS Y ARCHIVOS.- Los lugares predilectos donde se ubican la mejor información o publicación son indudablemente las bibliotecas y los archivos de instituciones o personas notables. En esta mención, están incluidas las bibliotecas nacional, municipal y de las universidades, así como de otras instituciones públicas y privadas dedicadas a esta noble labor. En esta parte no puedo dejar de mencionar la satisfacción que me causó ser lector de la Biblioteca Nacional de Lima, de la Universidad Nacional de Trujillo, de la Liga de Artesanos y Obreros del Perú-Trujillo, los archivos del diario La Industria y el Arzobispado de Trujillo. En cada una de ellos encontré la mayor solidaridad y calidad de servicio, incluso en la del arzobispado a pesar de las exigencias de su reglamento clerical. La Biblioteca Nacional, atendía en su antiguo local de la Avenida Abancay en Lima, con horario ininterrumpido de nueve de la mañana hasta las once de la noche; incluyendo sábados y domingos. En esta casa de estudios y cultura, como no podía ser de otra manera, tuve la satisfacción de encontrar el único ejemplar del periódico El Jornalero de Julio Reynaga Matute. La de la Universidad Nacional de Trujillo, primero en su local central ubicado en el complejo arquitectónico de la Compañía de Jesús y luego en los amplios ambientes de la Ciudad Universitaria. Una institución, donde es posible encontrar la más amplia gama de publicaciones; no sólo dada su condición de ser la primera universidad republicana sino también dado su prestigio a nivel de todo el norte. En ella me atrajo, particularmente, su revista institucional editada en las primeras décadas del 1900, donde encontré un artículo de Horacio Alva Herrera, que por su seriedad e integralidad, corregía al mismísimo Luis Alberto Sánchez, sobre los orígenes y difusión de la poesía dedicada al mar en el Perú. La de la Liga de Artesanos y Obreros, como se menciona con motivo de Mensaje de Trujillo, me proporcionó una grata sorpresa al encontrar los archivos sobre los inicios de la difusión del pensamiento anarquista, nada menos por parte de su fundador, Julio Reynaga Matute. El archivo de La Industria me permitió encontrar los rastros de los integrantes del Grupo Trujillo y Julio Reynaga, así como superar la falacia sobre el supuesto abandono de que fue objeto César Vallejo, por su generación y sus paisanos. Y en el archivo del arzobispado, pude encontrar información sobre el rendimiento académico de los jóvenes Haya De la Torre, Orrego Espinoza, Garrido López, etc.; así como ampliar mi información sobre la trayectoria del histórico Colegio Seminario San Carlos y San Marcelo. Por lo mismo, en mis recurrentes visitas a distintos pueblos del Perú y en lo posible del extranjero, tengo por costumbre visitar sus librerías o bibliotecas; lamentando en algunos casos, el no haber tenido la posibilidad de acceder a toda la amplitud o variedad de fondos, por razones de tiempo o recursos. En este marco se ubica, el temprano encuentro con Ancash y sus Antiguos Corregimientos del Padre Alberto Gridilla; cuyo texto, no recuerdo cómo pudo haber llegado a mis manos, pero que hasta el presente constituye una de las mejores fuentes de información sobre mi región de origen.
LOS FRUTOS DE LA LECTURA.- La continuidad de la lectura tiene inevitablemente frutos evidentes. En efecto, mi opción socialista y andinista se inicia con la lectura de las obras de José Carlos Mariátegui, César Vallejo Mendoza, Ciro Alegría e Hildebrando Castro Pozo; así como, la larga lista de las principales obras de Carlos Marx, Federico Engels, Vladimir Iilich Lenin y Mao Tse Tung. A este mismo propósito concurren igualmente, las obras de Luis Guillermo Lumbreras, Emilio Choy, Pablo Macera y Vere Gordon Childe. De entre estos autores, los únicos con los que he tenido la oportunidad de conversar, son Lumbreras y Macera. Al primero le debo el claro establecimiento de la relación de la Arqueología y Educación Popular, a través del funcionamiento de los museos. El segundo fue quien me alertó sobre los factores contribuyentes de la identidad cultural de los pueblos, los que están no solo en su herencia histórica y cultural sino en los factores concurrentes a su desarrollo.
En los últimos tiempos, tres autores con similar pensamiento pero con aspiraciones de mayor perspectiva como son Mariano Iberico Rodríguez, Jorge Basadre Grohmann y Gustavo Gutiérrez Merino, han derramado su cuota de persuasión, para ratificarme en la vigencia del pensamiento socialista y andinista; complementarios con mi preocupación por comprender y difundir las perspectivas del pensamiento latinoamericano. A este mismo propósito han concurrido también, qué duda cabe, Antenor Orrego Espinoza, Víctor Raúl Haya De la Torre y Augusto Salazar Bondy; así como el cubano José Martí; el ítalo-argentino José Ingenieros; los ibéricos José de Acosta y Bartolomé de las Casas. Con ellos he comprendido que el mito de la integración latinoamericana es una meta alcanzable, aún con la presencia de corrientes divisionistas o excluyentes. Todo ello, sin embargo, requiere un marco cultural-ideológico; construcción que se ha detenido por la envolvente presencia de la globalización de corte neoliberal que ha supuesto la priorización de organizaciones de mercados zonales o regionales con fines mercantilistas. Una respuesta a este fenómeno será tener en cuenta la concurrencia de los inevitables clásicos: Michel de Montaigne, Blaise Pascal y J. J. Rousseau, acaso los más genuinos continuadores de la tradición naturalista iniciada por los estoicos; y sobre todo, por sus aportes a la latencia de la consigna delfiana "Conócete a ti mismo" o la socrática "Sólo sé que nada se". Ya, en términos de difusión del pensamiento moderno, no podría obviar los aportes de Newton, Descartes, Hume, Kant y Hegel, así como Nietzsche, Dilthey, Cassirer, Bergson, Sartre y Freire, entre otros; en torno a la dialéctica, relatividad, diversidad, individualidad y libertad.
Si los autores mencionados en el párrafo anterior, unos más que otros, han concurrido en la creación de más de un proyecto; existen autores, que por el tema expuesto y su estilo persuasivo, o sirven de trasfondo o han contribuido decididamente en el perfil de mis trabajos. En Mensaje de Trujillo, Juan Espejo Asturrizaga, al biografiar a Vallejo describe al Grupo Trujillo y su entorno inmediato. En Pensadores Norteños, David Sobrevilla, el estudioso de la filosofía contemporánea y que al resaltar la personalidad de Mariano Iberico Rodríguez, logra trasladarme a una nueva dimensión del enfoque ideológico de la cultura peruana. En Cultura Andina y Sentido Común, la presencia siempre viva de José Carlos Mariátegui, César Vallejo, José María Arguedas y Ciro Alegría, a través de su decidida filiación andinista y la justa valoración del sentido común. En De la Vida y la Educación en el Norte, dos vertientes grandiosamente convergentes se vislumbraron en el horizonte: el familiar y mi filiación con la Educación Popular. En el familiar, Pablo Aurelio y María Magdalena, en la medida de haber llegado ambos lúcidamente al cenit de su circunstancia vital; cuyas enseñanzas se encuentran más en sus ejemplos de vida que en texto alguno. Y entre los ilustres peruanos que transitaron por las universidades populares, como Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya De la Torre y Antenor Orrego, a nivel nacional y Paulo Freire, a nivel latinoamericano. Todos ellos, a través de su vida ejemplar y creación heroica, han facilitado mi acercamiento al "gran libro del mundo" que alude Descartes y en base a ello, contribuido en la formación de mi autoestima en los marcos de la Autoeducación.
LA AMPLITUD DEL MUNDO DE LA LECTURA.- Sería una soberbia pensar que de todos los autores mencionados en los párrafos anteriores, conozco el conjunto de su vida y obra. De los autores que he leído parte y ojeado casi todas sus obras, cabe destacar a Mariátegui, Haya, Orrego, Vallejo, Basadre, Arguedas, Alegría e Iberico. Y así, puedo ir mencionando a los autores y sus obras que han motivado mi inicial producción intelectual en los marcos de la Educación Permanente y Educación Popular. De los autores mencionados aprendí la valoración de la geografía y la historia, la modestia como ética, el carácter permanente de la creación, la importancia de la documentación (bibliografía), la justa valoración de la andinidad, el reconocimiento de la diversidad cultural y la preferencia por la primera persona en la elaboración de mis ensayos, entre otros tópicos.
Del conjunto de las lecturas mencionadas, acaso incompletas y libres, porque no había tarea asignada por ningún currículo o docente, salieron o brotaron algunas consignas que me han orientado y orientan mi vida de educador y educando popular. La de mi juventud, qué duda cabe es, "Nunca en mi vida he dado una orden sin reír, sin hacer reír; es que no me corroe el chancro del poder: No me enseñaron a obedecer" (Sartre) y "Nadie educa a nadie...los hombres se educan en comunión..." (Freire), y la de mi madurez "No hay vía regia para la ciencia y solo pueden llegar a sus cumbres luminosas aquellos que no temen fatigarse escalando sus escarpados senderos" (Marx).
El retorno múltiple a un autor ha sido también una constante en mi formación, ya sea por la complejidad de su obra o porque tenía necesidad de comprenderlo mejor en función de los proyectos. En este afán, más de un momento ha sido motivo para pensar que ojalá, todos hubieran hecho como Hume y Kant, quienes al comprobar las dificultades en la comprensión y difusión de sus obras Tratado de la Naturaleza Humana y Crítica de la Razón Pura, se vieron obligados escribir Compendio de un Tratado de la Naturaleza Humana y Prolegómenos, respectivamente y que, en efecto, son más entendibles para los que quisieran iniciarse en la teoría del conocimiento. Aun así, existen obras que por su complejidad o densidad, no me han sido entendibles de buenas a primeras. De este aprieto ni siquiera mi "mala manera" de subrayar o resaltar frases, oraciones o párrafos, me han socorrido de inmediato. Para entender muchas de ellas o cuando menos los de mi mayor preocupación, he tenido que recurrir a la entrevista o conversación con familiares, amigos o autores, con mayor recorrido o versados en el tema; así como en algunos casos a la pregunta y repregunta, a riesgo de incomodar al expositor o interlocutor.
En el deseo de conversar con los que más saben, no faltan algunas anécdotas, como aquello que se produjo con un amigo economista, cuando del grupo Apuntes Peruanos le invitamos para que nos orientara la lectura de El Capital. Con dicho motivo, él preguntó: "¿Cuántos de ustedes son economistas?". La respuesta, fue: "Ninguno". Luego, sonriente, comentó: "Qué bien. Así está mejor". En verdad, lo que el amigo nos estaba diciendo era que, poco o nada entenderíamos de El Capital; por cuanto, él, que tenía postgrado en Economía y en La Sorbona de París, no había logrado aún entender el mensaje completo de la obra cumbre del barbudo de Tréveris. Por todo lo dicho debo precisar, si en Pensadores Norteños me he permitido comentar la vida y obra de Castro Pozo, Iberico Rodríguez, Orrego Espinoza y Haya D la Torre; más es con un propósito laudatorio que crítico o estudio integral de los mismos. De allí que, mis obras posteriores, así como tienen algo o bastante del anterior, en lo posible tratan de corregir, complementar o precisar los mensajes de las obras leídas o ideas concebidas.
LEER DE TODO TIENE SUS BEMOLES.- La profesión de "ratón de biblioteca", así como proporciona grandes satisfacciones también tiene sus bemoles. No es posible mantener esta dinámica en el transcurso de toda la vida intelectual. El afán de leer todo cuanto llega a manos, tiene un límite; dado que el campo de la lectura se amplía en similar proporción que el incremento del conocimiento humano. Para el efecto, ya no sólo concurre la imprenta con todos sus adelantos, sino la vastedad de la creación humana. Este proceso que es incontrolable exige una necesaria especialización o priorización. En mi caso, esta evolución está en relación con el desarrollo o definición de mis opciones profesionales y vocacionales, que no siempre anduvieron juntas. Profesionales: Docencia y Comunicaciones; y, vocacionales: Promoción del Desarrollo e Investigación Histórica y Cultural. En este esquema, la práctica sindical y política, ha quedado desplazada no sólo debido a la crisis de paradigmas, sino también por la inevitable evolución de los compromisos vitales, la modificación de la estructuras socioeconómicas y el avance cualitativo en función de las exigencias de mi desarrollo intelectual. Desarrollo que se sustenta en la comprensión de la amplitud del pensamiento socialista por la que he optado, cuyos pilares no sólo se ubican en el nivel político-sindical, sino también en lo cultural-ideológico. De esta manera, la necesaria priorización de contenidos o fondos bibliográficos se hace imprescindible. Esto incluye todos los medios: libros, revistas, periódicos y documentos en general. Incluso la navegación en INTERNET, pese a sus atractivos visuales o quizás por los mismos motivos. En este proceso de selección, he tenido que renunciar al cuidado o posesión de más de un fondo bibliográfico, ya sea obsequiando a un amigo o "depositando" en los anaqueles de la biblioteca del INDES. Un necesario complemento de la priorización es la disciplina y organización del trabajo intelectual. En efecto, el no formar parte de una asignación académica o no ser parte de un compromiso contractual, no significa que puede desarrollarse al margen de un mínimo de organización o planificación. En ese sentido, la mayoría de los que han tramontado la costumbre "leer todo cuanto llega a manos" siempre se han guiado por una agenda, por un objetivo, por una meta. En este sentido, también en el mundo del autodidacto existe un proyecto de estudio, investigación; seguramente sin las exigencias de una academia pero sí del tiempo y el espacio donde se ubica la opción elegida.



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