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October 4, 2017 | Autor: Gabi Orihuela López | Categoria: 2009
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Tiempo de horror, los Cuentos reunidos de Amparo Dávila Érica Lara Romero Amparo Dávila, Cuentos reunidos, México: FCE, 2009.

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orges hablaba sobre la literatura fantástica asegurando que es conformada por “símbolos de nosotros mismos, de nuestra vida, del universo, de lo inestable y misterioso de nuestra vida”, lo que bien puede dirigirse hacia el contexto en el que vive y escribe un autor, independientemente de que éste se dedique o no a la creación de corte fantástico. Abordar entonces, bajo esta primera idea, la raíz del mensaje que nos deja en cada uno de sus cuentos Amparo Dávila, no podría resultar más oportuno y atractivo. Cuatro libros y treinta y siete relatos componen su mundo narrativo —ahora reunido en un solo volumen editado por el FCE—, el cual comienza siendo parte de los llamados escritores del Medio Siglo (Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Guadalupe Dueñas, Vicente Leñero, Jorge López Páez, Sergio Pitol, Emilio Carballido, Sergio Galindo, Juan Vicente Melo, Juan García Ponce, Inés Arredondo, Rosario Castellanos, Emma Dolujanoff, Jorge Ibargüengoitia, Hugo Hiriart,

Eraclio Zepeda, Juan Tovar y Salvador Elizondo), famosos hacedores de un cuento insolente, pleno de análisis e incredulidad; acostumbrados a presentarse como dedo señalador de las problemáticas sociales, además de su profundo esfuerzo por explorar el interior humano “para narrar la sensualidad, el deseo, el erotismo, en tanto ingredientes para la búsqueda o el encuentro, cuando no el desgarre y la caída, del otro y de sí mismo”, en palabras del crítico Alfredo Pavón. Amparo Dávila publica su primer libro de cuentos en 1959, Tiempo destrozado; a éste le siguen Música concreta de 1964, Árboles petrificados de 1977 y Con los ojos abiertos, publicado directamente dentro de sus Cuentos reunidos (2009). El conjunto de sus narraciones mantiene en la superficie una realidad de circunstancias, de lugares comunes, creando en ellos una realidad probable, profunda y casi siempre aterradora. Emanuel Carballo describe sus textos como “escrupulosos en la fidelidad del detalle, despreocupados en la veracidad total de la anécdota. Le dan al lector ‘gato por liebre’: hechos increíbles como creíbles y viceversa. A la postre, el lector no distingue lo

real de lo ficticio: todo para él es posible. Lo desprenden de su mundo y lo instalan en otro maravilloso e ilógico. La realidad de Amparo Dávila es, pues, de esencias y no de circunstancias”. Es por dicha “esencia” que no parece raro que todos sus personajes transiten sin barreras de la realidad que les disgusta a la realidad en que satisfacen sus más íntimos anhelos, como es el caso de “Final de una lucha” o “Música concreta” -por citar algún ejemplo-, donde cada personaje termina por arrebatar aquella paz que por tanto tiempo persigue o espera sin resultado aparente. Este constante deseo nos permite evocar algunos de los elementos configuradores de su obra, como la locura del señor Smith en “Arthur Smith”, de la bella Jana en “La quinta de las celosías” o de la atormentada Alina en “La casa nueva”; la violencia de Óscar hacia la familia que lo tiene cautivo en el cuento del mismo nombre, de la cocinera de “Alta cocina” o del artista del dolor que planea destruir el objeto amado en “Fragmentos de un diario”. La incomunicación y la muerte también se hacen presentes, con más obviedad surgen en “Muerte en

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el bosque” y “Estela Peña”, sin pasar por alto el sueño como tema obligado en “Tiempo destrozado”, “El patio

ción de su vida: “Pinos (pueblo minero), el pueblo donde nací, es el pueblo de las mujeres enlutadas de Agustín

versiones de La Divina Comedia o Don Quijote de la Mancha”, sobre lo que ella misma observa: “sin duda parecerá

cuadrado” y “Árboles petrificados”. Son estos elementos los que con-

Yáñez, es también la Luvina donde sólo se oye el viento de la mañana a

increíble a muchos, como increíble y absurda ha resultado toda mi vida”.

ducen la narrativa de Amparo Dávila a la corriente de ficción catártica que,

la noche y rodeado siempre de nubes, desde lejos parece algo fantasmal”.

En adelante Dávila se dedica a la lectura “desordenada” —como ella le

desencadenada por el horror y el miedo, provoca una serie de emociones

Ya desde la visión que maneja de sus recuerdos pueden sospecharse

llama—, brincando de Dumas a Zola y luego a Bécquer. Cursa la primaria y

contradictorias, al mismo tiempo que atractivas ante los ojos del lector.

aquellas vigilias recurrentes que derivan hacia la muerte o la locura de

la secundaria en conventos de San Luis Potosí, haciendo poemas y cuentos de

En cuanto a sus ambientes, José Luis Martínez Suárez los describe como es-

sus personajes. Si bien el sueño, la demencia, la angustia, rompen con el es-

forma tan natural como algunos otros niños dedicaban tiempo a sus juegos.

trechos, asfixiados, de hombres que viven en soledad, de mujeres que enve-

tatuto de lo fantástico justificando los mundos de extrañeza y sobrenatura-

Del estudio del piano en la adolescencia podemos inferir la influencia de la

jecen sin amor; en una palabra, se penetra directamente en el mal, en la anor-

lidad, temas como el doble en “Final de una lucha”, o configuraciones del

música dentro de sus cuentos (“Música concreta”, “Radio Opus 94.5” y

malidad mental desde un principio, y sus objetos y sujetos entran en un juego terrible que los conduce al fin. ¿Y de qué manera logra la autora que relacionemos sus cuentos con mundos de muerte, locura y caos como principales parajes de su obra? Naturalmente, aguzando los sentidos en cada una de sus narraciones, lo que la convierte en una fabuladora de la vida, donde para torcer la realidad no necesitó alejarse nunca de su diario acontecer. Ella misma aclara sus primeras tendencias y recurrencias narrativas al justificarlas por medio de la proyec-

cuento e incluso narradores deficientes y no confiables como en “Música concreta”, “El huésped” y “El espejo” retoman el camino de lo fantástico al contener un fenómeno insólito o de horror inminente. Su infancia también ha tenido que ver con la configuración de aquellos universos tenebrosos. “Niña solitaria a la que pertenecían varias colecciones de perros, gatos y plantas venenosas con las que ya se ocupaba en formulaciones alquímicas o pasando tardes, e incluso días enteros, leyendo libros de ilustraciones como las viejas

“Con los ojos abiertos” son algunos donde se encuentra mayor dominio del tema), siendo el ínter de su matrimonio y sus hijas el momento preciso para hacer sus primeras publicaciones. Amparo Dávila, con sus tendencias por los parajes oscuros y destinos desoladores de los personajes que crea, nos da la seguridad de que como en sus anteriores publicaciones, la caterva del último apartado que ha decidido integrar directamente a sus Cuentos reunidos no ha desviado el camino de soledad, agonía y confusión. Es así como la autora sugiere que Con

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los ojos abiertos sea como recorramos el trayecto hacia un volumen que vale la pena conocer. En uno de los últimos actos a los que asistió, el Homenaje Nacional en el Palacio de Bellas Artes en 2008, la autora de Cuentos reunidos asegura: “He

vivido el quehacer literario como una parte de mí misma, como una necesidad ineludible de expresión. Nunca

Su última publicación es la que sustenta la fidelidad de Amparo Dávila por la literatura, así como su amor

como una fría y rutinaria profesión, sino como una larga y terca pasión,

por las letras le otorga un lugar en el espacio histórico del hombre.

hacia la cual he sido una amante inconstante, pero fiel”.

Narradoras latinoamericanas: su visión de la realidad Jessica Payno Bello Varias autoras, 17 narradoras latinoamericanas, México: SEP/CIDCLI, 2001.

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ncontré hace poco en la biblioteca escolar de la secundaria donde trabajo un libro que llamó de inmediato mi atención: 17 narradoras latinoamericanas. Se trata de un volumen reeditado por la Secretaría de Educación Pública para la colección Biblioteca para la actualización del maestro, y es una antología de cuentos de autoras latinoamericanas, algunas de ellas con renombre internacional, como Elena Poniatowska o Isabel Allende. Esta compilación pretende ser una muestra de la reciente literatura creada por mujeres en nuestro continente, por lo que, además de los cuentos, incluye una breve semblanza biográfica

y un comentario sobre la obra de cada una de las autoras. También vale señalar que en la contraportada se plantea una pregunta que merece nuestra atención: ¿Se puede hablar hoy de escritura de mujeres, cuando las fronteras entre literatura femenina y masculina se han franqueado? Desde mi punto de vista, el acto de escribir ya constituye en sí mismo un hecho democrático. Todos tenemos acceso a él y carecen de importancia rasgos como edad, clase social, lugar de procedencia, religión o género. Sin embargo, hay quien ha insistido en catalogar lo textos literarios de acuerdo con estas categorías. Esto es así porque las minorías siempre han tratado de expresar sus

problemas, sentimientos, preocupaciones e intereses, a través de la literatura. Pero, ¿es posible que exista tal cosa como la llamada literatura femenina? En tanto grupo discriminado, las mujeres han sobrevivido a siglos de negación. La palabra femenina en la literatura, como en muchos otros ámbitos, fue silenciada durante mucho tiempo hasta que las mujeres empezaron a exigir el derecho a levantar la voz, o la pluma, según sea el caso. Como grupo “distinto” tendrían cosas contrastantes que expresar desde un lenguaje y una estética “distintos”. Pero me pregunto hasta qué punto era, o es, distinta la manera de escribir de las mujeres. ¿No es sexista el tratar de distinguir entre la escritura femenina y la

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masculina? ¿No tenemos hombres y mujeres las mismas capacidades creadoras? ¿Es acaso una determinante

giros al lenguaje para crear inusitadas figuras poéticas. No me parece que exista tal cosa

nador en los textos que componen esta antología. En ella podemos encontrar relatos intimistas como “La

del estilo y la estética el género con el que nacemos? Eso equivaldría a decir que todas las mujeres que escribimos lo hacemos con rasgos comunes, claramente identificables, que los hombres no pueden poseer. Esperaba encontrar en este libro ese rasgo distintivo de la literatura femenina. Sin embargo, cada narración que leí me alejó de ese supuesto. No pude hallar elementos que se repitieran en todos y cada uno de los textos. Lo que encontré en este libro fueron maravillosos relatos que, temáticamente, van desde el despertar sexual de los preadolescentes hasta las peripecias de una abuela guerrillera. En cuanto a la estética y el estilo, tampoco puedo afirmar que haya un común denominador. Los cuentos reflejan desde el pensamiento intimista hasta el sentir colectivo; desde la reproducción fiel de la realidad hasta la más bella intervención de lo fantástico. Algunos explotan de manera sorpresiva el humor, otros, las atmósferas lúgubres; algunos son lacónicos y breves, mientras que otros le dan

como la literatura femenina. Y según podemos observar en este libro, las escritoras (como en cualquier idioma y en cualquier época) principalmente pretenden transmitir la realidad que les tocó vivir. Los seres humanos somos el resultado de nuestras experiencias. Es verdad que todas ellas tienen en común el hecho de ser mujeres, pero también es innegable que comparten rasgos culturales por ser latinoamericanas. Guerrillas, golpes de Estado, revoluciones, pobreza, protestas sociales, la exuberancia del paisaje, las tradiciones prehispánicas, el rezago cultural y educativo, el catolicismo, la complejidad de las relaciones interpersonales, son todas circunstancias que se repiten en las narraciones del continente, empezando por autores tan renombrados como Cortázar, Borges, Rulfo, García Márquez o Arreola. No creo, pues, que el género de un escritor determine en gran medida su estilo o sus temas, como sí lo hacen las circunstancias sociales que le ha tocado vivir. Así, es notorio que los temas latinoamericanos son el común denomi-

siesta”, de Cecilia Absatz, en el que una chica comienza a experimentar un fuerte deseo sexual por su vecino. El cuento es delicioso. La descripción de las sensaciones desde un punto de vista ingenuo resulta provocadora y al mismo tiempo refrescante. La expectativa, el calor, el cuerpo, la piel, la ignorancia de los asuntos de amor carnal son deliciosamente tratados en esta historia. Su contraparte sería “El pueblo de los seres taciturnos”, de la guatemalteca Isabel Garma. La narración inicia en un pueblo desaparecido, que fue arrasado por un poder militar. Allí, un hombre regresa para buscar a su familia y se encuentra con que el lugar ya fue borrado del mapa, el conductor del autobús le anuncia: “¡Qué esperanzas, Don! De aquí a San Jerónimo no queda nada, pero ni siquiera un caserío. Hace rato que Santa María de la Bendición no existe”. El hombre ignora la sentencia y baja del autobús. La injusticia, la guerra, los abusos militares, los fantasmas que se niegan a abandonar su tierra tienen una fuerte presencia

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en este cuento, como en Pedro Páramo o como en ese pasaje de Cien años de soledad, donde una masacre extingue

nado”, de la puertorriqueña Rosario Ferré, que presenta un asesinato atípico. La protagonista muere al darse

en medio de violentas discusiones. La tristeza, la melancolía de Cloti y la esperanza a la que se aferra son una

el movimiento obrero y sólo queda un testigo al que nadie cree. Siguiendo con el tema de las injusticias sociales encontramos cuentos como “Fiesta ajena” de la argentina Lilia Heker. En esta narración, una pequeña, hija de la empleada doméstica, se topa con la realidad como con un portazo en la nariz, frío, duro, injusto, igual que la realidad a la que hace referencia. “Una semana de siete días”, escrito por Magali García Ramis, nos muestra a otra niña bruscamente golpeada por la realidad. Tras la muerte de su esposo, una madre deja a su hija en casa de la abuela que apenas conoce y le dice que volverá en una semana, la abuela le pregunta “¿Sabes cuánto dura una semana?” y ella responde que siete días. Sin embargo, los días avanzan hasta convertirse en semanas, meses y años: la madre se ha perdido tras una protesta reprimida violentamente en la capital y ahora es buscada por las autoridades. También hay en esta antología relatos que mezclan la realidad y la ficción. Es el caso de “Cuento envene-

cuenta de que el cuento que está leyendo es la historia de su vida. Como en el famoso “Continuidad de los parques” de Cortázar, éste es un relato de estructura circular. Elena Poniatowska permite una incursión de la fantasía en su cuento “Cine Prado”, donde narra el peculiar amor de un hombre y una estrella de cine. En este cuento estructurado como una larga misiva somos testigos del reclamo sentimental del protagonista a su amor platónico. El final inesperado nos revela un asesinato que trasciende la pantalla. Pero mi favorito de entre los diecisiete cuentos es “Cuando inventé las mariposas” de Carmen Naranjo. Es un cuento encantador en el que conocemos a través de nuestro narrador a Cloti, una chica empeñada en inventar algo nuevo. A ella la angustia el hecho de que en el mundo ya esté todo completo, y desesperadamente intenta crear algo nuevo; su empeño la lleva a lanzar piedras al aire para que vuelen convertidas en mariposas. Todo esto sucede mientras el narrador intenta besarla y sus padres la colocan

bella combinación. Como también lo es la devoción, la paciencia, la ternura que el narrador siente por esta Clotilde que, ensimismada, prefiere pensaren estas cosas, antes que corresponder a sus inocentes besos en la mejilla. Como dice Andrea Maturana, autora del cuento “Yo a las mujeres me las imaginaba bonitas”: “Para escribir hay que tener cierto morbo: hay que observar demasiado, desmesurar demasiado”. Quienes escriben sabrán que es necesario procesar la realidad para crear literatura. En palabras de Liliana Heker: “fraguaba historias que me volvieran más interesante —o menos intolerable— la realidad”. Escribir consiste en procesar la realidad, moldearla, reconstruirla, para hacerla más tolerable, más interesante, más bella, menos violenta; cosa que ha sido necesaria en Latinoamérica desde hace ya varios años, lo mismo para hombres que para mujeres. Pues esta necesidad es unánime y no aumenta ni se reduce dependiendo del género de cada quien.

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La ciudad, sus personajes y la cultura en Coatzacoalcos Jesús Barbosa Ramírez José Ignacio Ordóñez Rodríguez, Apuntes de endenantes, col. Bicentenario-Centenario, México: IVEC/CONACULTA, 2010.

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a historiografía de Coatzacoalcos no ha dejado de enriquecerse; periódicamente sus cronistas han publicado el relato de los acontecimientos de la ciudad. A las obras de Rodolfo Castro Arana, Abelardo Figueroa y Desiderio Granados, se suma la de José Ignacio Ordóñez Rodríguez: Apuntes de endenantes, libro coeditado por el Instituto Veracruzano de la Cultura y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, en el marco del bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución, que forma parte de una nutrida colección de títulos que el Gobierno del Estado de Veracruz ha publicado para su conmemoración. Ojalá tales textos estuvieran a la disposición del público para su venta si no en todo el país, por lo menos en todas las librerías del estado.

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José Ignacio Ordóñez Rodríguez fue contador público de formación académica; periodista, cronista e historiador por vocación, desarrollada ésta en la práctica del periodismo, desde 1979, cuando empezó a laborar en el diario Matutino; en 1992 inició su labor de historiador y cronista a partir de un concurso de narraciones históricas organizado por el municipio de Coatzacoalcos. Sin embargo, había tenido ya una preparación preliminar en el seno familiar a raíz de la lectura, que hacía a su padre, de todos los diarios y semanarios de la ciudad. A falta de bibliotecas públicas locales, era la única forma de alimentar los intereses intelectuales en esa época. Apuntes de endenantes está organizado en cuarenta y tres episodios de la historia contemporánea de la ciudad, y uno sobre la historia colonial, enriquecido por una gran cantidad de fotografías relativas a los temas tratados. Allí se reflejan los intereses intelectuales del autor y la concepción que tiene de la crónica, género que por tradición narra los sucesos

de manera ordenada, enfocándose al relato de acontecimientos relevantes en la ciudad, según las presidencias municipales. Ordóñez, no obstante, no sigue una narración en disposición cronológica, su preocupación gira más bien en torno a los acontecimientos relacionados con el tema de la cultura en la ciudad en dos sentidos.

* En un primer rubro, se encuentra el efecto que causan las decisiones políticas sobre los aspectos culturales de la ciudad, que unas veces es positivo y otras perjudicial. Por ejemplo, en el primer caso están la formación del comité del archivo histórico y el túnel sumergido, ambos hechos contribuyen a enriquecer la historia de la ciudad. En el segundo, está la destrucción de algunos edificios como el cine Imperial, algunos hoteles, el teatro Carranza, o los bustos de Juárez y Carranza que alteran la imagen urbana histórica. En ese sentido percibimos al intelectual orgánico que

reacciona ante la destrucción que el poder político hace de la cultura. En segundo término tenemos la recreación propia del cronista e historiador. El libro se aparta del relato político, del homenaje a las grandes acciones de líderes políticos o empresarios de la ciudad, para entrar en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana: la historia de los cines, de las escalinatas del malecón antiguo, de las casas, de los edificios, de las torres de la iglesia de San José, de los ferrocarriles, de las escolleras, o la modernización portuaria. Temas que tienen que ver con la historia de la urbanización de la ciudad.

* Otro aspecto es la evocación de personajes de la cultura local como la orquesta Coatzacoalcos, su padre don José Ordoñez, pianista de la iglesia de San José, el cronista Ramón Figuerola Ruiz, las altruistas hermanas Soler, el periodista Mussio Cárdenas Cruz, el revolucionario Benjamín Rodríguez y el intelectual Rubén Salazar Mallén; o sus entrevistas con el torero Silverio Pérez y el escritor Gutierre Tibón. De ellos, más que narrar hechos individuales destaca su labor social en favor

de la comunidad. Otro aspecto cultural son las costumbres, la religión, las festividades como el Carnaval o las Navidades. Los habitantes de la

que no sólo cita fuentes documentales y referencias de don Rodolfo Castro Arana, don Desiderio Cadenas Granados, sino que alude al padrón

ciudad están reflejados en los apartados sobre costumbres istmeñas o

de extranjeros que se encuentra en el Archivo Histórico Municipal de

sobre los inmigrantes. En algunos de estos temas hay un seguimiento cro-

Coatzacoalcos. En este apartado, en futuras ediciones, sería también de

nológico desde los años veinte hasta nuestros días, como es el caso de los

interés desarrollar a cada grupo inmigrante por separado, ya que, en cuan-

cines, de los hoteles, las escolleras o el Carnaval.

to a los nacionales toca, sólo están representados la zapotecos del istmo de

*

Tehuantepec, quedando fuera los yucatecos, los chiapanecos, los veracru-

Las fuentes que utiliza para documentar sus relatos son la convivencia

zanos y los tabasqueños, que también imprimieron rasgos de su cultura a la

con cada uno de sus personajes, entrevistas y testimonios escritos, revistas, periódicos, documentos y libros. Aun cuando no carece de planos, echamos

ciudad.

de menos un mapa de la ciudad con la nomenclatura de calles y avenidas, pues sería de gran utilidad para ubicar los acontecimientos relatados, no sólo para los oriundos del puerto sino también para los visitantes interesados. El plano nos ilustraría de manera gráfica el crecimiento constante de la urbe porteña.

un análisis pormenorizado de un pequeño espacio porteño que refleja en cierta forma a toda la ciudad. En su rúa convivían con gran armonía personas de distintos oficios: el molinero, la peluquera, el tornero, el zapatero; de diferentes niveles económicos o educativos: diputado, petrolero, radiotécnico: un microcosmos urbano

En el capítulo dedicado a los inmigrantes, sus habilidades como histo-

con una estructura ocupacional diversificada, que si no hicieron el sue-

riador son incluso más evidentes, ya

ño del trabajador petrolero, sí logra-

* En la sección relativa a su calle hace

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ron un desarrollo laboral para sí mismos y sus familias. Esta convivencia tan democrática le ha dado al puerto esa alternancia de gobierno desde las

centenario de la Independencia, que culminó con la publicación de más de sesenta obras, en muchos casos de autores que hasta entonces habían

décadas de los treinta, pues partidos de diferentes colores han gobernado a

permanecido inéditos, de todos los géneros académicos, literarios y pe-

Coatzacoalcos. De todo lo anterior se ocupa en

riodísticos. Ésa es la colección Centenario-Bi-

243 páginas este tomo de la historia porteña, obra interesante en que se

centenario, un trabajo que se suma al desde siempre realizado por el IVEC

aprecia una concepción diferente de la crónica y la historia. El libro de

a través de las casas de cultura, ferias de libro, concursos y talleres litera-

Figueroa termina su narración en la década de los sesentas, los temas de

rios, que en este caso permitió el surgimiento no sólo de lectores, sino de

cultura apenas son mencionados; el libro de Ordóñez continúa en donde

casi una generación de noveles escritores veracruzanos.

se quedó Figueroa y profundiza esos aspectos, que sirven en cierto sentido para conocer los rasgos identitarios de los porteños. Apuntes de endenantes

Ya expresado todo lo anterior, cabe hacer la siguiente aclaración: una buena parte del tiraje total de dichos volúmenes sí se encuentra disponible

es una muestra de la riqueza histórica de la ciudad, señalando vetas subyacentes que invitan a explorarlas con mayor detalle.

En la anterior reseña se menciona que la obra comentada pertenece a una colección coeditada por el IVEC

para el público tanto en bibliotecas municipales y escolares como en los distintos espacios que a lo largo del estado mantiene el IVEC para cumplir su objetivo de fomentar la lectura y contribuir a la difusión de la actividad cultural; asimismo todos, o la mayoría de estos tomos, pueden comprarse en las distintas ferias del libro que el Ins-

y el CONACULTA durante 2010, como parte de un proyecto de festejo por

tituto realiza o auspicia. Finalmente, como ejemplo de la

el centenario de la Revolución y bi-

difusión que esta serie de libros ha re-

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cibido, podemos recordar que a principios de este 2011, cuando la Universidad Veracruzana, a través de la Unidad de Servicios Bibliotecarios de Información (USBI), puso en marcha el Programa Universitario de Formación de Lectores para acercar a la comunidad universitaria al hábito de la lectura, un grupo de autores veracruzanos cuyas obras fueron incluidas en la colección Centenario-Bicentenario entregó un paquete de dichos libros para ser incluidos en el acervo de la Unidad de Servicios Bibliotecarios de Información.

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