Los Fundamentos Ideológicos del Sistema Político Chavista

May 23, 2017 | Autor: Guillermo Aveledo | Categoria: Venezuela, History of Political Thought, Venezuelan Politics, Hugo Chávez
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Los Fundamentos Ideológicos del Sistema Político Chavista*
Guillermo T. Aveledo Coll
Universidad Metropolitana

«...ni voy a caer en eso de: preséntame tu proyecto ideológico completo. Creo que es una trampa. No, no me corresponde a mí. Yo prefiero seguir aquello que Alí Primera cantaba: hagamos la historia... que otros la escriban después. Es decir, yo no soy el pensador que va a generar una doctrina original, nueva, total. No. Prefiero hacer.»
- Hugo Chávez, entrevistado por Agustín Blanco Muñoz, abril de 1995.

«Triunfo es unión
Socialismo la liberación
Solidario es el tiempo de vida
Amor la semilla de un mundo mejor

Es la verdad
Una antorcha que enciende la paz
Al PSUV lo encarga el destino
De alumbrar caminos por la dignidad»
- «La Hora del Pueblo», segunda estrofa, Himno del PSUV


A partir de 1999 se produce una ruptura con la tradición político-ideológica iniciada en 1936, que cristalizó en el Estado Social de Derecho establecido en la Constitución de 1961, y en lo que el consenso politológico llamó el Sistema Populista de Conciliación de Élites: es decir, un sistema que, basado en la soberanía popular expresada en última instancia por medio del sufragio en elecciones competitivas, delegaba en representantes provenientes de los partidos políticos la responsabilidad de gestionar mejoras en su vida social y económica, coordinando decisiones con los otros grupos de la élite social (sindicatos y gremios, empresariado, Fuerzas Armadas, Iglesia Católica, funcionarios públicos y cuadros tecnocráticos, etc.). Huelga referirse aquí a la crisis de legitimidad y eficacia en la que decayó ese sistema, salvo para decir que antes de que esta crisis se produjese, este sistema contaba con una serie de adversarios históricos que negaban su legitimidad intrínseca sin importar sus éxitos circunstanciales.
Entre estos adversarios existenciales, que intentaron el desmontaje de tal sistema apelando incluso a la violencia política, tenemos a la izquierda marxista venezolana, eje central de la ideología chavista. Su visión del mundo, las relaciones sociales y la historia venezolana, ha condicionado los modos en que el chavismo en todos sus cuadros ha actuado frente al viejo sistema político. Pese a la existencia de otras fuentes y símbolos -admitimos que el chavismo no es canónica ni ortodoxamente marxista-, la importancia del socialismo marxista al dotar de contenidos y definiciones al crecientemente articulado proyecto chavista es innegable dentro de su organización dominante en la actualidad: el Partido Socialista Unido de Venezuela.
En este breve ensayo nos proponemos mostrar los rasgos fundamentales de la ideología conocida en Venezuela con el nombre de chavismo, así como demostrar que, aunque pueda tener sus orígenes en diversas tradiciones políticas críticas al pensamiento liberal-democrático, es parte del proyecto histórico de la izquierda socialista venezolana, especialmente en su vertiente más autoritaria. Consideramos que la amalgama de voluntarismo popular, personalismo y socialismo que se configura en el Chavismo, se ve oscurecida en su definición por la constante referencia a categorías externas utilizadas frecuentemente como adjetivos y no como medios de descripción. Al anclar a la ideología Chavista dentro de su raigambre intelectual podemos aclarar sus genuinos orígenes y sus rasgos fundamentales, que se convierte en el eje de la estructuración y despliegue del Sistema Político Venezolano vigente.
1. ¿Qué es una ideología política?
En las ciencias sociales y humanas, la voz «ideología» es polisémica y controversial, y no podemos resolverla en este breve espacio. Baste indicar que por ideología asumimos todo cuerpo de doctrina relativamente acabado y sistemático, de fácil referencia por sus seguidores, y coherente entre sus premisas básicas y sus conclusiones, y siendo una ideología política, cuyas conclusiones tienen implicaciones para la apreciación y acción política, es decir, para la acción hacia y desde las instituciones del poder colectivamente vinculante en cualquier sociedad. Toda ideología política, fuera de debates esotéricos y sectarios entre distintas facciones, está constituida por un vocabulario compartido y dota de un significado concreto a palabras de uso común. Por ejemplo, aunque las palabras «democracia» o «pueblo» tienen un significado ordinario, no las usarán en el mismo sentido un socialista, un liberal o un fascista.
Así, una ideología política como cuerpo de doctrina posee unas premisas previas, es decir, un conjunto de consideraciones de valor subjetivas (concepción del ser humano, de los orígenes y funcionamiento de la sociedad, etc.), a través de las cuáles se realiza un diagnóstico sobre la realidad (pasada y presente) que pretende ser objetivo, y unas conclusiones, como unas prioridades de acción para afectar dicha realidad (que pueden ser acciones transformadoras o conservadoras). Las premisas legitiman las acciones derivadas en las conclusiones, y determinan qué medios pueden utilizarse y qué actores han de llevarlas a cabo.
La coherencia de tal ideología no deriva de la verdad extrínseca de sus premisas, sino de la validez y lógica intrínseca de las mismas. El apego de los seguidores a la doctrina pasa por el apego a las premisas, cuya percepción de validez se puede articular, o no, con creencias, mitos y percepciones arraigadas en el conjunto general de seguidores potenciales. Si las premisas no son aceptadas, o son apenas marginalmente aceptadas, es improbable que la ideología se propague exitosamente.
Hay que añadir que la ideología tiene su propia dinámica: las premisas pueden llegar a ser contradichas por cambios en la realidad, lo cual puede retar la coherencia de la doctrina, llevando al replanteamiento de las premisas (emergiendo corrientes y reinterpretaciones) o lo que es más frecuente, a la negación de los hechos objetivos para adaptarlos a las premisas.
Por otra parte, presumimos que los creadores de las ideologías reflejan de manera más o menos honesta su percepción sobre la realidad en dichas premisas, y que los seguidores de la doctrina sienten por éstas un genuino apego al menos de manera inicial, aún si son utilizadas eventualmente como racionalización y justificación de acciones que aparecen como contradictorias con las premisas originales, o que son censurables para el sentido común y la moral ordinaria.
Dicho todo esto, ¿podemos considerar al chavismo como una ideología? No es infrecuente, dados ciertos complejos entre nuestros comentaristas, referirse a cualquier «ismo» en Venezuela como la mera «tropicalización» de un sistema ideológico foráneo más sofisticado: hay un "liberalismo", un «positivismo» o un «socialismo» ideal europeo o anglosajón, y hay versiones imperfectas, adaptaciones subdesarrolladas, de esas ideologías. No sugerimos que en Venezuela el chavismo representa un elevado nivel de sofisticación teórica (eso existe, sin duda, pero dentro de las discusiones de círculos académicas dentro del marxismo y la teoría crítica latinoamericanos y europeos) pero que, aunque no sea sino una versión vulgarizada del marxismo, contiene suficientes premisas y conclusiones regulares que la elevan de meras emanaciones personales de Hugo Chávez. El chavismo pertenece a la historia de las ideologías en Venezuela.
2. ¿Cómo se forma ideológicamente el Chavismo?
Nuestra hipótesis central frente al chavismo como ideología es que es a la vez una manifestación concreta de un proyecto ideológico más amplio (la versión autoritaria del socialismo marxista venezolano, articulado con sus conexiones internacionales y tomando parte de sus debates históricos), y la objetivación de las creencias políticas de Hugo Chávez Frías (como cuadro seleccionado por el socialismo, pero que se convierte en el líder político más exitoso de esta tendencia). En este sentido, no vemos que haya una contradicción entre los aspectos personalistas del sistema político chavista, y el establecimiento de un bloque de poder eventualmente autónomo, sostenible e ideológicamente definido tras el fallecimiento de Hugo Chávez, como ha quedado demostrado en los hechos hasta el presente.
Este proyecto histórico es el de la izquierda socialista insurreccional venezolana. Como ha planteado Luis Salamanca, el socialismo es uno de los grandes lenguajes políticos vigentes en Venezuela, y uno de los de más larga tradición, la cual ha contenido diversas corrientes y vertientes, en ocasiones enfrentadas violentamente entre sí:
«El socialismo ha sido más importante en la historia ideológica del país de lo que a veces creemos. Se puede decir con propiedad que Venezuela entró en la época contemporánea de la mano de la reflexión socialista, cuando en la década de los 20 y 30 del siglo XX surgieron los primeros pensadores y activistas políticos modernos cuyos planteamientos y prácticas iniciales fueron comunistas y socialistas. Del socialismo y contra el socialismo nacieron las principales corrientes ideológicas que darían lugar a los principales partidos políticos venezolanos que marcaron, sin duda, el modelo de país construido en el siglo XX (…) [Las] ideas socialistas han acompañado la evolución histórica del país pero nunca fueron dominantes dentro del sistema político, (…). La experiencia socialista del siglo XX en Venezuela dejó dos grandes corrientes: el socialismo marxista (prosoviético y castrista) y el socialismo democrático (antisoviético y anticastrista), cada uno con sus distintas especies. »
Al ser el chavismo parte del socialismo marxista venezolano, esto implica que contiene una visión marxista de la sociedad venezolana, los conflictos históricos entre sus clases y su rol en la economía mundial; una crítica de la democracia representativa de partidos instaurada a partir del período 1958-1961, juzgándola como la continuación aparentemente popular de los gobiernos autoritarios caudillista-militares, y esencialmente como la versión modernizada del vínculo entre las élites criollas y el capital global imperialista; una noción particular sobre la distribución del poder dentro del Estado dominado por el chavismo, el rol de tal Estado frente a la sociedad y sus relaciones, y el ámbito de autoridad de dicho Estado, dado su objetivo de la transformación radical de la sociedad. Para el PSUV:
«…es tarea fundamental del partido elevar la conciencia revolucionaria de la masa, organizarla y formarla para la lucha por la conquista del poder, elevar su nivel de conciencia filosófica, política, ideológica, moral y organizativa para lograr la transformación de patrones de representatividad en patrones de democracia participativa y protagónica. (…) Bajo estas orientaciones, el partido debe ser un instrumento de lucha para la emancipación, una herramienta política unificadora y un órgano de control político, económico, financiero y social del gobierno en toda su estructura, bajo el fundamento de la concepción socialista del partido. (…) El partido debe tener por objetivo dar poder al pueblo organizado y consciente, socializando el poder político a través del ejercicio directo del poder de las masas en la búsqueda del desarrollo ético, social, científico, artístico y cultural.»
Este proyecto es a la vez popular (por cuanto define su objetivo en la liberación del pueblo «organizado y consciente») y autoritario (por cuanto excluye a todo agente social contrario a esta liberación), y por lo tanto toda contradicción dentro del proyecto se resolverá a favor de su fin último y los riesgos de su resolución histórica.
Las fuentes concretas de la ideología chavista revelan éstos propósitos, y explican de forma clara las acciones políticas que le han caracterizado. El origen intelectual más remoto del chavismo lo encontramos tras el fracaso inicial de la subversión y el estancamiento de la lucha armada, se consolida la pretensión de la extrema izquierda de infiltrarse en las Fuerzas Armadas venezolanas. Los proyectos del Partido Revolucionario Venezolano (PRV), y sus contactos en el sector militar, que pretendieron instrumentalizar a largo plazo con el objetivo de forzar, desde el Estado, una toma del poder revolucionaria. Aunque ya durante la década de los sesentas, la izquierda marxista intentó tomar el poder por medio de alzamientos de militares antiimperialistas -como evidenciaron sucesos como el Porteñazo y el Carupanazo- esta línea de acción fue dejada de lado para dar preeminencia a la lucha armada y el método guevarista de lucha, retomándose en la década siguiente.
Entretanto, se iban forjando logias militares insurreccionales dentro de las Fuerzas Armadas, de carácter genéricamente nacionalista, que eran penetradas por la extrema izquierda. El joven oficial del ejército, Hugo Chávez Frías, ya convencido tempranamente de una visión crítica del sistema democrático, se convertirá en una de las piezas para promover la agenda histórica no resuelta de la izquierda revolucionaria, siendo durante un tiempo apenas uno de tantos; entre 1977 y 1983 se forman grupos similares en el sector militar: Ejército de Liberación del Pueblo de Venezuela, la Alianza Revolucionaria de Militares Activos y finalmente el Movimiento Bolivariano Revolucionario-200, así llamado por conmemorar el bicentenario de Simón Bolívar. El proyecto de estas logias militares insurreccionales evidenciado en los intentos de golpe de 1992 contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez no es similar al de los militarismos de la Doctrina de Seguridad Nacional del Cono Sur, sino más bien al de regímenes militares autodefinidos como revolucionarios (Juan Velasco Alvarado y la Revolución Peruana entre 1968 y 1975, Manuel Torrijos y la Revolución Panameña, entre 1969 y 1981) cuyo poder se desplegó durante la etapa formativa de estos oficiales), pero con énfasis en la agenda histórica no resuelta de la izquierda venezolana, compartiendo su diagnóstico sobre la sociedad y la historia del país.
Paralelamente, la derrota de la insurrección armada la izquierda marxista venezolana, junto con los debates globales del socialismo entre 1960 y 1989 (la ruptura sino-soviética, el tercermundismo, el Mayo Francés, la invasión a Checoeslovaquia, el Eurocomunismo, el Glasnost…), llevaron a la fragmentación del socialismo venezolano, evidente en sus debates internos y sus divisiones partidistas, y su elusiva unidad electoral. Dicha fragmentación gestaría la formación de dos tipos de partido de izquierda:
Los partidos de izquierda electorales, (que se concebían a sí mismos como capaces de llegar a un gobierno o a espacios de poder socialista -ya ortodoxa, ya heterodoxamente- por medio del voto y el crecimiento a expensas de la decepción popular con Acción Democrática y Copei, aunque se vieron crecientemente comprometidos con el Estado Social y Democrático: entre estos partidos estaban, ostensiblemente, el Movimiento al Socialismo (MAS), y en menor medida la Causa Radical, el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP, que no vino de la lucha armada insurreccional) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
Los partidos de izquierda insurreccionales, que se pacificarían muy eventualmente, y que privilegiaban el camino subversivo (aunque usaran la política electoral como modo de supervivencia o para mantener espacios de poder autónomo (especialmente en las Universidades Nacionales)) como parte de un proyecto revolucionario continental, entre los cuales destacan la Organización de Revolucionarios-Liga Socialista, el Movimiento Democrático Popular-Bandera Roja, PRAG, Vanguardia Comunista, el PRV-Ruptura, Tercer Camino, etc.,. El Partido Comunista de Venezuela, dados sus vínculos con la URSS, mantendrá una posición y un prestigio peculiar.
Queremos detenernos en este punto: el proyecto de MBR-200 asume buena parte del diagnóstico histórico de la extrema izquierda en su rechazo a la democracia representativa y al Estado Constitucional establecido a partir de 1959 no porque éste estuviese en crisis o hubiese tenido carencias críticas, sino que se organizaron y armaron contra él desde sus orígenes y cuando gozaba de altísima aceptación social. Es decir, lo rechazaban al considerarlo un falso sistema democrático, ante el cual era legítima la acción violenta, así como el heredero histórico de los autoritarismos venezolanos. Como apuntó Kléber Ramírez, miembro de la Juventud Comunista y del PRV-Ruptura, y a la postre ideólogo del MBR-200 (del cual redactaría los documentos de la insurrección de febrero de 1992), la democracia gestada tras el pacto de Puntofijo no era más que la continuación del estado Gomecista, "centralista, hegemónico, todopoderoso, represivo, dependiente, paternalista, corrupto, corruptor, con un Ejecutivo que interviene de otra manera en otros poderes", lo cual deja en claro en sus documentos revolucionarios:
«La maduración del Estado como institución en nuestro país alcanzó ya un elevado nivel de pudrición. Nada, absolutamente nada de lo que pueda significar deterioro político, social, material y espiritual le es extraño; por el contrario, más bien pareciera que le es consustancial: hambre, desempleo, deterioro de la educación y de la salud, inseguridad social; alto índice de criminalidad hasta en las formas más aberrantes (…). Por otro lado, la corrupción como tromba marina anegó nuestra sociedad, convirtiendo las instituciones del Estado y sus bases de apoyo en desechos políticos y morales; el narcotráfico penetró las estructuras del Estado socavando la propia legalidad de éste (…). Por todas estas razones comenzó a aparecer una manifiesta voluntad de la sociedad venezolana a abrirse paso hacia cambios radicales…»
Tras el cese de las causas penales de los militares y civiles involucrados en los alzamientos de 1992, algunos cuadros son recibidos en la izquierda electoral (la cual, desde 1989, había venido alcanzando espacios de gobierno local y regional, aparte de su presencia parlamentaria). Aunque dicha izquierda electoral llega al gobierno nacional de la mano de la coalición de disidencia socialcristiana y de pequeños partidos liderada por Rafael Caldera (1994-1999), las reformas de mercado eventualmente iniciadas por Teodoro Petkoff, dirigente histórico del MAS, con la Agenda Venezuela (1996-1998) exacerban sus contradicciones internas, acercándola en paralelo hacia Hugo Chávez, quien va formado con elementos malcontentos ante los partidos históricos de la «IV República» (pero especialmente ante las reformas neoliberales desde los años '80) y cuadros de la izquierda insurreccional el Movimiento Quinta República (MVR), fundado oficialmente en 1997.
El MVR articula mucho de su doctrina alrededor del «Libro Azul» de Hugo Chávez Frías, que amalgama el proyecto crítico ante el neoliberalismo de la década de los noventas con símbolos históricos del nacionalismo venezolano, especialmente la asunción del bolivarianismo tradicional y su crítica al pluralismo político. Chávez tiene la conciencia que manteniendo un proyecto aparentemente ortodoxo de izquierda es inconducente a la toma del poder en el contexto de la post-Guerra Fría y la disolución de la URSS, por lo que se enfatiza su carácter personalista y populista, así como cierta indefinición ideológica que no niega su carácter radical radical. Justamente, el grueso de los cuadros civiles de entre los constituyentes y su gobierno vengan de la izquierda insurreccional, o de la fracción de la izquierda electoral frustrada con el reformismo de los noventas, reunidas en la coalición alrededor del MVR: el Polo Patriótico. Por eso emergen en relevancia figuras que no tienen una trayectoria política usual y son poco conocidas para la opinión pública al provenir de grupos clandestinos o muy minoritarios.
Entre 1999 y 2013, la doctrina será esencialmente la palabra de Hugo Chávez, y a partir de la crisis de 2002-2003, todo elemento gradualista o reformista en el MVR será desplazado por la asunción abierta del socialismo como objetivo final de la revolución bolivariana, en tanto los cuadros políticos que dentro de dicho partido vienen del mundo de la izquierda insurreccional tomarán creciente control del movimiento hasta que éste se declare formalmente socialista en el año 2006. Podemos admitir que esto se acelera o ralentiza según lo indiquen las circunstancias, pero el objetivo es claro: desmontar la realidad estatal, social y económica previa a 1999, por medio de tres grandes procesos, hacia el establecimiento de un proyecto socialista de carácter hegemónico:
El Desmontaje Político: La Asamblea Constituyente de 1999, el Plan Bolívar 2000 y el Programa de Gobierno 2001-2007 contienen la reestructuración del Estado concebido entre 1961 y 1989: la toma de los poderes públicos y entes autónomos relevantes dentro del Estado, la erradicación de los cuadros «cuartorrepublicanos» de la dirigencia alta y media de la burocracia estatal, la creación de un estado asistencial paralelo (primero como plan de emergencia, luego a través de las Misiones), la ofuscación de los linderos entre el Ejecutivo y PDVSA, la transformación de la estructura militar, y la disolución efectiva del federalismo.

El Desmontaje Económico: El Primer Plan Socialista 2007-2013, y luego el Plan de la Patria señalan abiertamente la sustitución del modo de producción capitalista por uno que, poniendo al Estado al frente, realice la transición al socialismo. La nacionalización de antiguas corporaciones estadales privatizadas en los noventas, la creciente regulación económica (amparada por las medidas extraordinarias tomadas en 2002-2003), la expropiación selectiva de empresas, es parte de este proceso. Estamos allí actualmente.

La Unidad de la Izquierda Socialista: En el año 2005 se disuelve el MVR para dar paso al PSUV, e inicialmente se esperaba que en el PSUV se disolvieran todos los partidos del Polo Patriótico (lo cual ha funcionado variablemente: algunos partidos reemergen, también lo hace el GPP, según sea necesario). Como fuese, el PSUV es el partido más grande, y es ostensiblemente doctrinario. Su «Libro Rojo» es el proyecto de un partido que se concibe único, y que no se plantea ningún espacio político a su izquierda.
La continuidad de este proyecto en manos de Nicolás Maduro (un cuadro más obviamente ortodoxo en su marxismo-leninismo que el fallecido presidente, ya que viene de la Liga Socialista) y el llamado liderazgo colectivo de la revolución, hace evidente la centralidad del socialismo en su versión más radical. Hugo Chávez fue su agente más exitoso, extraordinariamente carismático, la figura que logra sacarlo definitivamente de la minoría electoral, y quien rompe con el incrementalismo del socialismo democrático electoral, pero el proyecto no podía morir con él. Así, se instrumentaliza su herencia, su figura y, como ocurrió en la campaña de 2012, su vida.
En suma, cada coyuntura importante del proceso chavista, la radicalización ha sido hacia la profundización del proyecto de izquierda revolucionaria. Los sectores que apoyaron el proyecto o usufructuaron el acceso a herramientas de poder durante la etapa personalista del chavismo, se apoyan en la fuerza inercial de su carisma, hasta que el socialismo marxista radical pueda ser autónomo de otras consideraciones, despojándose de los sectores reformistas o revisionistas y, como se suele decirse, «profundizando la revolución».
3. ¿Cuáles son los rasgos ideológicos del proyecto Chavista?
Hemos planteado que no ha habido aún una articulación ideológica acabada del movimiento chavista: incluso hasta la fundación del PSUV en 2007 y la eventual publicación de su «Libro Rojo», emanado del I Congreso Extraordinario del partido en abril de 2010, se establece una definición de principios que si bien es clara no está completamente desarrollada. Como fuese, no es complicado inferir acerca de su concepción general de la política a partir de la esencia ideológica del movimiento, aún considerando su reticencia inicial a declararse abiertamente socialista. Lo complejo es seleccionar en el profuso corpus del chavismo (solamente los discursos de Hugo Chávez ante la Asamblea Nacional, están recogidos en varios volúmenes que suman alrededor de mil páginas, sin contar la transcripción de los centenares de horas de intervenciones públicas), pero esto se simplifica reconociendo el carácter reiterativo de sus argumentos.
Señalamos arriba que toda ideología contiene unas premisas previas, un diagnóstico sobre la realidad, y unas prioridades. Sintetizándolo, la premisa previa es que la vida humana sólo es posible, en su esencia, bajo un arreglo igualitario, y que dicha esencia humana -frágil, corruptible- ha sido afectada por una larga historia de violencia y depredación por parte de sectores explotadores. Dado que esos explotadores no escatiman esfuerzos para imponerse, el único modo de resolver la desigualdad será por medio de una imposición igualmente tenaz. El chavismo proyecta esta fórmula hacia la historia venezolana, asumiendo elementos tradicionales de la historiografía y crítica social de la izquierda: la explotación histórica no sólo sería en torno a las clases sociales, sino el dominio racial y cultural de las potencias imperiales de Occidente y sus aliados locales sobre los sectores del pueblo pobre, el cual es considerado social, cultural y racialmente inferior. Aunque esta explotación habría estado en ocasiones establecida de manera abierta, su etapa cumbre sería la democracia representativa, en la cual se habría llegado a dominar con artimañas populistas al pueblo, haciéndole creer que tenía derechos políticos mientras se le conculcaba su destino. Ante esa circunstancia, para el socialismo chavista cabrían pocos escrúpulos formales a la hora de lograr la emancipación, puesto que el mal es identificable y, por tanto, corregible.
a. El concepto de lo político, una lucha existencial: En ese sentido, la historia venezolana es la historia de la lucha entre explotadores y explotados, de numerosas traiciones a la población explotada, y que tras cinco siglos habría llegado a su máxima corrupción -el gobierno de partidos-, al cual intentó ponérsele fin con las diversas luchas populares de la historia, que habrían sido alternativamente reprimidas por sus enemigos, o traicionadas por sus líderes.
Esta visión implica que la noción de lo político por parte del chavismo ha de ser esencialmente conflictiva, siendo la política una lucha existencial entre quienes desean la perpetuación de la explotación, y los que desean su abolición, sin posibilidad de puntos medios ni de retroceso. No es sólo el origen militar de Hugo Chávez el que predispone el uso de términos bélicos para describir lo político, sino su concepción de la historia, dividida en campos que no pueden conciliar. Como lo describe Sucre, en el chavismo se conciben dos grandes fuerzas de luchan en la humanidad: quienes desean la igualdad, representan verdaderamente al pueblo, y los que desean la desigualdad, los oligarcas.
Se plantea así una lucha existencial implica que «cada oponente ve en el otro la negación de su propio ser», por lo que concebir la política de este modo impide la creación de reglas de mutuo acuerdo, y hacen inconcebible la posibilidad de acuerdos, a menos que el oponente se transforme por completo («…Del otro lado, están los que quieren seguir en este desastre. Ojalá no hubiese nadie allá, entonces no habría conflicto»). Por lo tanto, los principios de alternabilidad, división de poderes y tolerancia quedan relegados a ser considerados como un obstáculo para el despliegue del propio poder y sus legítimos objetivos, así como lo son los intereses del contrario. Como ilustra este comentario de Hugo Chávez, una vez pasada la crisis del 2002-2003:
«En una ocasión yo dije envainaba la espada, y me dijo un buen amigo que está aquí presente hoy, me dijo: ¡No la envaine porque nos envainan! (...) Yo envainé la espada y me equivoqué. Luego me obligaron a desenvainarla de nuevo y más nunca la voy a envainar, esa espada se­guirá desenvainada en defensa de la Patria, en defensa del pueblo venezolano, más nunca voy a envainar mi espada. Porque sólo con coraje, con unión, con decisión y con contundencia nosotros podremos asegurarle el futuro a la Patria y el futuro a nuestros hijos. No es tiempo de blandenguerías, es tiempo de fortaleza, es tiempo de decisiones, es tiempo de avances, es tiempo de coraje, por amor a la Patria. Así que por más chantajes o amenazas que la oligarquía siga lanzando, o apoyos internacionales que anden buscando, no nos importa nada (...) Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad de Venezuela, vacilar es perdernos, no hay vacilaciones en este momento. Por eso es que llamo al pueblo venezolano, si esta oligarquía depredadora y golpista, si estos medios de comunicación desestabilizadores y golpistas ahora pretenden volver por sus fueros, supuestamente porque estamos nosotros ahora atropellando a las pobrecitas o los pobrecitos inocentes, que son los golpistas y traidores, por el solo hecho de que ha sido detenido uno solo de ellos, y ahora están amenazando con trancar las calles y hacer no sé qué cosa, bueno, si quieren háganlo, nos vamos a la calle otra vez a defender esta revolución, a la calle nos vamos, no van a poder con nosotros ni hoy ni nunca, ni en ningún terreno, no van a poder con la fuerza que nos empuja, con la fuerza de Dios que nos lleva, con la fuerza del pueblo que cargamos, nosotros tenemos moral, ellos no tienen moral; nosotros tenemos bandera, a ellos les queda grande la bandera, no tienen bandera; nosotros tenemos Patria, nosotros tenemos sueños, nosotros tenemos amor, ellos tienen odio, y el amor se impone sobre el odio, Dios anda con nosotros porque este es el camino de Dios, el camino de la redención de los pueblos. »
La «redención de los pueblos» del yugo del capitalismo («el principal enemigo de la humanidad») es el objetivo último de la revolución, y por lo tanto el propósito sobre el que se proyectan y justifican sus realizaciones, en el contexto de una concepción general de lo político como conflicto.
b. La caracterización del pueblo, el pueblo-pobreza: El Chavismo declara asumir el conflicto como «un proceso revolucionario que tiene de protagonista al pueblo, con el Comandante Presidente Hugo Chávez a la cabeza». Pero el pueblo no es el conjunto de los habitantes del país, sino un sector muy concreto de la sociedad: consistiría casi exclusivamente en la población de los sectores populares, es decir, aquellos sectores considerados «con especial preferencia de aquellos sectores sociales explotados y excluidos perennemente» por los elementos invasores, colonizadores, ajenos a éste y pertenecientes a «la burguesía, la oligarquía y el imperialismo; el imperialismo y sus mega corporaciones monopólicas transnacionales».
El pueblo es racial y culturalmente distinto a la oligarquía. Esta distinción se refleja en la estructura de clases sociales vigente (campesinos, obreros, habitantes de zonas urbanas no regulares), pero la trasciende puesto que, si un individuo está circunstancialmente en una situación de clase dada, sólo la trayectoria histórica previa refleja su verdadera posición en el conflicto socio-histórico: su pertenencia a sectores "auténticamente venezolanos", racialmente definidos en contraste con la identidad occidental, y culturalmente ubicados en la periferia de tales aspiraciones; es decir, la población afrodescendiente, indígena, mestiza, que habría sido históricamente invisibilizada en sus aspiraciones, luchas y manifestaciones. A partir de la herencia de percibido desprecio y la percepción de amenaza social desde los sectores acomodados, se definiría la «identidad chavista»:
«En el momento en que las élites dominantes decidieron poner fin al ensayo revolucionario, sacaron toda su artillería de odio social contra el pueblo pobre que seguía al Comandante Chávez. Es así como, a la larga e histórica lista de calificativos para criminalizar al pueblo (chusma, hordas, bandoleros, niches, tierrúos, malandros etc.) se le sumaron nuevos epítetos: "Chavista", en lo individual y en lo colectivo "hordas chavistas" o "círculos del terror".
En realidad era un intento para despojarnos de nuestra identidad como Bolivarianos, fue un último esfuerzo de la oligarquía por preservar el término bolivariano en los archivos enmohecidos de las Academias de Historia. Pero no sólo que no pudieron arrebatarnos el sentido nombre de hijos de Bolívar, sino que asumimos el de chavistas y lo re significamos con dignidad».

El chavismo denuncia entonces como imposible y fraudulento el proyecto policlasista de la sociedad expresado por los partidos políticos del viejo orden puesto que aquél incluía a la burguesía (aunque puedan existir circunstancialmente elementos revolucionarios en las clases poseedoras, en tanto estén a favor del pueblo como antes fue definido). La alianza histórica que plantea el PSUV en su programa político: «trabajadores y trabajadoras, campesinos y campesinas, jóvenes, intelectuales, profesionales, artistas, amas de casa, pequeños productores, comerciantes del campo y de la ciudad, pueblos indígenas y afro-descendientes»
En este sentido, sólo son «pueblo» quienes en efecto respalden -o deban respaldar, por propio interés- al proyecto revolucionario. Se establece una diferencia entre quienes podrán o no hacer ejercicio de la soberanía, entre quienes tendrían derechos políticos efectivos y quiénes no: el pueblo y el «no-pueblo». Ya en las rebeliones militares lideradas por Chávez en 1992, los decretos de gobierno indicaban que se limitarían las atribuciones civiles y políticas de aquellos individuos que hubiesen participado en funciones de administración pública en el «sistema anterior», y todos aquellos que hayan sido señalados «como copartícipes del caos en que cayó el país», «como incursos en manejos impropios» o que hayan sido «dirigentes de los partidos que condujeron al país a su ruina material y moral». Aunque en la década de los noventas ése podía ser un número reducido sólo a las "cúpulas podridas" de los partidos esto se fue expandiendo hacia un conjunto social más amplio, sumando a aquella prevención la sospecha sobre los empresarios, los dirigentes gremiales y sindicales, la sociedad civil organizada, las clases medias, etc., quienes son contrarios a la transformación de la sociedad. El PSUV lo define así en su Libro Rojo:
«El enemigo principal de la Revolución Bolivariana es el imperialismo capitalista (…) por una parte, y por la otra, la alta jerarquía eclesiástica contra-revolucionaria, la oligarquía, las burguesías apátridas, así como todo sector social que, al igual que aquellos, le sirva de base social al imperialismo o a cualquier fuerza extranjera para la dominación de nuestros pueblos»
Contra los epítetos raciales y clasistas dirigidos al pueblo verdadero, el chavismo redefine al conjunto social de sus opositores como oligarcas, independientemente de su condición de clase concreta. Es profuso, en sus manifestaciones más informales, a utilizar epítetos que deshumanicen a sus opositores: desde caracterizaciones políticas («apátridas», «fascistas», «la derecha») a sociales y raciales frecuentes («burgueses» y «pequeñoburgueses", «sifrinos», «pitiyanquis», «patiquines», «catiritos») y otros («frijolitos», «escuálidos», «majunches»). El argumento del racismo opositor era revertido al definir de manera racial a este sector, de modo de minimizar su presencia social, lo cual no ha cambiado pese al aumento del caudal electoral de «la derecha». En última instancia, esta base social sería una mera herramienta del imperialismo, carente de cultura propia, apátrida y sin un proyecto histórico de nación autónomo, desconocedor de la venezolanidad. Esta oligarquía es impotente sin la asistencia de potencias extranjeras («¡se lo decimos, se lo decimos, al Comandante no lo tumban los sifrinos!»), y su opinión política sería nula, una impostura frente a la autenticidad del proyecto chavista:
«Aquí tenemos un hombre verdadero, tenemos un programa verdadero, tenemos un discurso verdadero, tenemos un pueblo verdadero, es lo que nos distingue de los otros, porque la política no es improvisación, no es show, la política es una cosa muy seria y el pueblo venezolano lo ha entendido así, por eso las mayorías están con Chávez y están con el cambio socialista en Venezuela. (…) Y aun cuando el majunchismo pretende, pretende lo imposible porque yo creo que los asesores del majunchismo, es decir, de la burguesía, de los cipayos, los asesores de imagen, los que hacen discursos y etc., creo que no conocen la realidad; la verdadera realidad de la Venezuela de hoy no la conocen, y entonces de esa manera estamos viendo al majunchismo con un discurso, si es que se puede llamar discurso eso: inodoro, incoloro, e insípido, el chayotismo, el chayotismo, que no sabe a nada, no huele a nada, no tiene color, no tiene nada pues, es el nihilismo, la nada. Pero más allá de eso lo que pasa es que realmente, les voy a decir esto, no es que ellos no tengan proyecto, no. Lo que pasa es que el proyecto del majunchismo es impresentable ante la Nación, ante el pueblo, y ellos tratan de disfrazarlo pero de manera muy burda, muy burda, ridícula incluso, a través o mediante shows.»
En suma, si se es opositor, si se es escuálido, no se es pueblo, sino que se es el enemigo a vencer. La soberanía del pueblo sólo está vigente en tanto y en cuanto exprese la voluntad histórica de la revolución -genuino interés del pueblo-, colocando así en el Estado la atribución de definir y legitimar lo que se considera como «el pueblo». Naturalmente, esto tiene repercusiones al momento de definir la noción de democracia del chavismo.
Claro está, uno de los grandes retos que se plantea el chavismo es que los sectores mayoritarios pueden no tener conciencia de sí mismos, de su misión histórica, pese a sus sufrimientos pasados y obvias virtudes. La población venezolana habría estado sometida al dominio hegemónico -cultural, social, político, económico- de la de la hegemonía imperialista, lo que habría atrofiado su capacidad de reacción y ha permitido momentos de confusión y depresión. El proceso revolucionario se concibe como pedagógico, debiendo crear un pueblo con conciencia a partir de esas mayorías. Necesita, por lo tanto, un liderazgo que lo ubique ideológicamente, que se ocupe de «la orientación de la sociedad para la construcción del socialismo» facilitada por una «nueva ética socialista» de la cual necesariamente se carece pese a toda intuición. Inicialmente, esa orientación tiene un carácter personalista, dada las deficiencias y la corrupción a la que ha sido sometido este pueblo potencial, teniendo lugar eventualmente el establecimiento de un liderazgo colectivo. Pero, independientemente de la estructura del orientador, lo esencial es una voluntad común, general:
«Así es el pueblo. No todos los tiempos hay pueblo; no basta que vivan 20 millones de habitantes en un territorio de 916.050 kilómetros cuadrados para que haya pueblo. No; es una condición necesaria, mas no es una condición suficiente. Tiene que haber algo más para que ese conglomerado humano, para que esa muchedumbre humana, permítanme la expresión, sea de verdad un pueblo y aquí en Venezuela el pueblo se evaporó un tiempo como el agua se evapora, pero llovió y ha vuelto. Ha vuelto a hacerse presente un pueblo; porque ¿cuáles serían las condiciones necesarias, esenciales, para que un grupo humano pueda ser considerado un pueblo? Al menos dos condiciones esenciales pudiéramos traer aquí, a esta Asamblea. Dos condiciones sin las cuales un conglomerado humano no podemos llamarlo pueblo; una de ellas, es que ese conglomerado tenga y comparta glorias pasadas, comparta las glorias de su pasado, conociéndolas, teniendo conciencia de dónde viene y cuáles son esas glorias que compartimos en común, y por otra parte, para no quedarnos como de espaldas, mirando hacia el pasado sino con una especie de visión jánica, aquel dios Jano de la mitología, que tenía dos caras: una mirando al pasado y otra mirando al futuro, igual debe ser el pueblo. Mirando y sintiendo sus glorias comunes del pasado, pero al mismo tiempo, y es la segunda condición a la que quiero referirme para que una muchedumbre sea pueblo, al mismo tiempo en el presente, debe tener una voluntad común que lo una -diría Bolívar: si no fundimos la masa del pueblo en un todo, si no fundimos el espíritu nacional en un todo, la República será un caos y una anarquía. El pueblo, agregaría yo, dejaría de ser pueblo para convertirse, sencillamente, en sumatoria de seres humanos que viven sin conciencia de su pasado unitario y mucho más grave aún, sin una voluntad común que los una ante la adversidad.»
Las carencias del pueblo en este sentido, su falta de conciencia y precisión ideológica, son las que explican cualquier derrota electoral del chavismo. Esto lo haría potencialmente un "no-pueblo", o un pueblo en condición de suspenso, cuya influencia en los asuntos públicos debe ser discutida. Profundizar la democracia pasa por eliminar la posibilidad de que el pueblo se exprese en contra de su propio interés, por lo que la revolución habrá de defenderlo de sí mismo. Así lo planteó el presidente Maduro tras la derrota en las elecciones parlamentarias de 2015:
«Fue un voto contra ustedes mismos, hermanos, votaron contra ustedes mismos, y ahí están los primeros resultados contra los trabajadores (...) Sí hubo un cambio, pero todo anuncia que el cambio fue para peor, fue para mal. Ya han anunciado que van a derogar las leyes del poder popular (...) particularmente contra los trabajadores. Yo voy a seguir dando la batalla todos los días por la verdad. (...) Es una batalla, se impusieron los malos, ganaron como ganan los malos: con la mentira, con el engaño, con la oferta engañosa, con la estafa, así ganan los malos. Y los compatriotas que creyeron que eso era una solución, ahora reflexionen, saquen sus propias conclusiones. Aquí están las amenazas concretas y apenas está empezando. Pero saben ustedes, trabajadores de mi patria, que ustedes tienen un Presidente llamado Nicolás Maduro, hijo de Chávez, que los va a defender por siempre y con su propia vida si es necesario darla para protegerlos a ustedes. No podrá la derecha con nuestra Patria, ni con ustedes, así hayan ganado la Asamblea Nacional.»

c. El diagnóstico, una sociedad históricamente explotada: Venezuela se habría caracterizado por una explotación económica, que habría sido legitimada ideológica, cultural, e institucionalmente, por parte de los imperios extranjeros y sus aliados locales, los oligarcas. Recurrentemente, el pueblo -definido como los desposeídos y las mayorías- se habría rebelado contra este expolio, sufriendo indecibles vejámenes y represiones. El nuestro sería un país de una riqueza abundante para sostener la vida igualitaria de sus mayorías, pero ha sido despojado de sus riquezas, y lamentablemente por los sectores que han frustrado cada intento revolucionario frustradas, ya reprimiéndolo o ya traicionándolo. Es canónico dentro de la narrativa histórica chavista la enumeración de «cinco grandes revoluciones»:
«En la historia venezolana van cinco grandes revoluciones, la primera fue la revolución india-aborigen ¡Anakarina rote aunucon itoto paparoto mantoro! Gritaba Guaicaipuro en estos mismos valles.
La segunda gran Revolución fue la de Miranda y la de Bolívar, la del pueblo de hace 200 años, que también terminó fracasada. La tercera gran Revolución de nuestra historia fue la Revolución Federal que también terminó fracasada, dirigida como fue por Ezequiel Zamora. La cuarta gran Revolución fue, la Revolución Restauradora dirigida por Cipriano Castro, también traicionada. Cuatro grandes revoluciones, cuatro grandes traiciones, ésta es la que estamos viviendo ahora, la quinta gran Revolución de nuestra historia, y esta Revolución la Bolivariana, no nació para ser traicionada, nació para hacer patria grande, independiente y para recoger los 500 años de batalla.»
Tal explotación tuvo en el régimen de democracia de partidos («…la llamada "democracia representativa" no ha sido más que un artificio a través del cual se ha dominado a nuestros pueblos»), que fue la apoteosis de esta historia de explotación y su crisis definitiva. Su apoteosis puesto que el sistema concebido por Rómulo Betancourt – «uno de los traidores más grandes que tuvo el 23 de enero…»- y acordado en el Pacto de Puntofijo, fue una «falsa democracia»: tras el espejismo de alternabilidad y libertades se escondería la represión y la exclusión hacia sectores verdaderamente alternativos por parte de los partidos y los poderes del Estado, que instrumentalizaban el voto de las masas para su propio beneficio. Dado el pacto de élites, resultaba inevitable la expansión de la corrupción moral y administrativa, puesto que el sistema promovía la compra de conciencias por medio de la distribución de la renta. Esto es crucial: el chavismo no surge intelectualmente por la crisis del sistema populista de conciliación de élites, aunque se haga viable por ésta: la historia acumulada y continua de la corrupción en la «Cuarta República» es la profecía de su propia crisis:
«Antes y después de la aparición del petróleo, la historia de la Cuarta República se caracterizó por la corrupción sistemática y generalizada en todos los niveles; Cuarta República larga, de 1830 a 1998, y en todas sus etapas. El ejercicio del poder y la corrupción vivieron en un maridaje indisoluble. José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Carlos Andrés Pérez, son ejemplo harto elocuente de la más extrema improbidad, de la más aterradora falta de escrúpulos; hicieron uso del presupuesto nacional como si les perteneciera; robaron a manos llenas, cometieron toda clase de ilícitos, como si la corrupción fuese un principio de realidad y no una anomalía. Ese es el patrimonio que marcó la vida del Estado burgués que tenemos que superar definitivamente.»
Esta crisis de la explotación se hace evidente cuando se agota la renta, por lo cual el sistema falsamente democrático habría optado por beneficiar sólo a las minorías dominantes, dejando de lado toda apariencia de autonomía por la agudización de nuestra dependencia con el capitalismo global y el consenso neoliberal. Se habría desenmascarado el sistema, perdiendo toda legitimidad al reprimir a la población necesitada:
«Hace 20 años, la Patria, según los tecnócratas neoliberales, había pasado de moda, por eso perdimos el control del ingreso nacional petrolero con la llamada apertura y vendíamos nuestro petróleo como carbón, eso sí era regalo; por eso nuestra Fuerza Armada libertadora se había convertido en una policía pretoriana para masacrar al pueblo como el 27 de febrero de 1989; por eso de cada 100 venezolanos 60 eran pobres; por eso nos expropiaron la Cantv, Sidor, Viasa, las prestaciones sociales, la salud y la educación gratuitas. Pero también, por eso, nos rebelamos, luchamos y vencimos y seguiremos venciendo».
La alternativa planteada para suprimir esta dominación histórica sería la llegada al poder de los elementos patrióticos -no imperialistas- de la sociedad, que eran su reserva moral: la izquierda insurreccional que no se rindió ni se consideró derrotada tras la lucha armada de los sesenta, las rebeliones cívico-militares de 1992, la alianza de fuerzas contrarias al sistema corruptor que alcanzaría el poder por medio de elecciones a partir de 1998, y «de ahí en delante de batalla en batalla, de victoria en victoria».

d. La acción política y el establecimiento de la democracia verdadera: La democracia no sería «el viejo modelo democrático liberal burgués basado en la democracia formal, representativa y fundamentalmente política» a través de la cual «se facilitaba el proceso de acumulación de capital a favor de unos pocos», sino la democracia socialista:
«El socialismo es la verdadera manera de retomar el profundo significado de la democracia, con el desarrollo del poder popular al máximo, como forma más acabada de la democracia participativa y protagónica, de la participación de las masas populares en la construcción de la nueva sociedad, donde el poder del pueblo organizado legitima y potencia las acciones hacia una sociedad humana y unida, en convivencia amorosa y en paz, en la búsqueda y perpetuación de un mundo en el que prevalezca la justicia e igualdad social como principios básicos para el diseño de la distribución de la riqueza y los beneficios de la sociedad, la ética y moral socialistas como eje fundamental que determine el comportamiento abnegado de los miembros de la sociedad, para la suma felicidad del ser.»
La democracia es, en suma, la ejecución de los intereses del pueblo, la cual alcanzará su plenitud una vez que éste pueblo alcance plena conciencia de sus intereses. ¿Cuál es el interés del pueblo? La «transformación revolucionaria de la sociedad venezolana», que pasaría por aquellos tres propósitos ya establecidos en el «Libro Azul»: el nacionalismo político («elemento Bolivariano»), es decir, el antiimperialismo y la autonomía del Estado venezolano de la injerencia extranjera, transformando la estructura gubernamental y sus relaciones internacionales; el nacionalismo ideológico («elemento Robinsoniano»), es decir, el abandono de las formas políticas y culturales del Occidente democrático-liberal burgués así como de sus patrones culturales y de consumo; y la revolución socio-económica («elemento Zamorano»), es decir, el fin de la explotación con la transformación de las relaciones sociales de producción. Sin el tercer elemento, todas son reformas incompletas.
Esta trasformación sólo sería posible para el chavismo por medio de la instauración de una democracia verdadera por los medios que sean necesarios, que hiciera del Estado el genuino ductor y promotor de los intereses de las mayorías explotadas -preferiblemente por mecanismos de democracia directa (referenda, poder comunal, etc.)-, pero no autónoma durante la transición hacia el objetivo de la revolución: la voluntad de los votantes no es la voluntad del pueblo si está en contra de la revolución. Como hemos señalado, durante su etapa personalista, era Hugo Chávez quien como líder revolucionario encarnaba a ese pueblo, quien era y definía quién era el pueblo, y sólo él conocía y podía defender sus intereses. Tras el fallecimiento del líder -no previsto en la teoría- ya hemos apuntado que el legado del líder es asumido vicariamente por el PSUV y los otros factores de poder dentro del Estado en una especie liderazgo colectivo. De momento esto es más una solución pragmática que teórica, pero no está carente de precedentes exitosos entre regímenes socialistas.
Existe espacio en esta verdadera democracia para alternativas político-ideológicas a la verdadera voluntad del pueblo, sólo si se someten al socialismo, respetando «el establecimiento de las condiciones que garanticen la irreversibilidad de nuestro proceso». Es por eso que los elementos de limitación del poder propios de la democracia liberal (el pluralismo político, la separación de poderes, la rigidez de los lapsos constitucionales), así como la restricción de los medios para el acceso al poder del Estado y su despliegue son rechazados como impedimentos para la misión histórica de la revolución, ante la cual la existencia de una oposición activa es inconcebible. La democracia no sería compatible con la limitación del poder, sino con su uso absoluto para liberar al pueblo-pobreza.

Todos estos principios se reproducen en el aparato ideológico del Estado chavista, de manera tan sofisticada o tan simplificada como fuese necesario. Así, podemos proyectar estas nociones generales podemos hacia elementos más pormenorizados del despliegue de las políticas públicas y la relación del Estado chavista con la sociedad: la concepción chavista de las relaciones internacionales, el papel y atribuciones del sector militar, el rol del gobierno ante la economía y la sociedad, la estructuración y conducta del poder judicial, las relaciones con la oposición, la política petrolera, son contingentes a esta construcción ideológica, y encuentran su justificación última en ella.

Comentarios finales
Podemos decir que la ideología del chavismo, sin aceptar sus premisas, es un conjunto coherente, aunque poco sistematizado, de ideas políticas. Esta sistematización, empero, no se hace necesaria puesto que el lenguaje político chavista se encuadra en la larga tradición del socialismo venezolano, en su corriente marxista insurreccional y autoritaria. Tras la muerte de Chávez, no ha habido un viraje desde esa filiación, sino que se ha reafirmado crecientemente.
Esto implica que, partiendo de una visión de la historia venezolana como un conflicto entre sectores dominados y dominantes, el chavismo se asume como el movimiento histórico capaz de alcanzar la solución definitiva de esta lucha a través del uso del poder para la transformación radical de la sociedad en nombre de las mayorías. Así, se somete a aquellos sectores concebidos como enemigos a sufrir una derrota definitiva, irreversible; «no volverán», se insiste con celo. Naturalmente, la puesta en práctica de esta creencia lleva a abusos y nuevos resentimientos, por lo que cabe preguntarse hasta qué punto la viabilidad de la emergencia del chavismo, como la única manifestación exitosa de una ideología popularmente rechazada, es la consecuencia de conflictos no resueltos por la sociedad venezolana en su desarrollo histórico, especialmente derivados de la frustración por su inacabada democratización.
Como fuese, la legitimidad original del chavismo en su carácter reivindicativo no puede ocultar su incompatibilidad con la democracia pluralista, y en ese sentido, con los límites que aún impone la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, que siguió aferrada al paradigma del Estado Social de Derecho. Las lecturas crecientemente autoritarias del texto constitucional, y la paulatina imposición de normas restrictivas a los derechos políticos muestran no una decadencia de la ideología chavista, sino la conclusión lógica de su necesaria pretensión hegemónica inicial.
Naturalmente, esta pretensión hegemónica choca con las expectativas de participación protagónica del pueblo, así como la práctica política del pluralismo enraizadas ente los venezolanos. Estas contradicciones no eran evidentes cuando las mayorías sociales coincidían con los propósitos del líder y la vanguardia revolucionaria, pero los últimos años han puesto a prueba la concatenación de estos propósitos. Puesto a escoger entre la apertura, la participación y la hegemonía, el chavismo ha escogido la hegemonía una y otra vez, asistido como está en la seguridad de su propósito socialista y su noción del pueblo.
En última instancia, el proyecto histórico del socialismo chavista resulta, en su esencia, incompatible con las prescripciones de la democracia pluralista. Lo que está en juego hoy es si es viable que el chavismo se transformarse en un movimiento social-democrático sin perder sus orígenes justicieros, o si la logrará sobrevivir la democracia liberal a la hegemonía ideológica socialista.




* Para el proyecto sobre el Sistema Político Venezolano Actual, dirigido por Diego Bautista Urbaneja, por publicarse en 2017.
Martínez, Pedro, «Bases Estructurales y Principios Filosófico-Políticos del Orden Constitucional Venezolano», en Politeia, Caracas, Instituto de Estudios Políticos, FCJP-UCV, 1979, N° 8, pp.197-246.
Rey, Juan Carlos, «La democracia venezolana y la crisis del sistema populista de conciliación». En Revista de Estudios Políticos, Madrid, Centro de Estudios Políticos, 1991, Nº 74, pp. 533-578.
La literatura en esto es abundante. Recomendamos, fundamentalmente, Álvarez, Ángel (ed.), El sistema político venezolano: crisis y transformaciones, Caracas, Universidad Central de Venezuela. Instituto de Estudios Políticos, 1997; Kornblith, Miriam, Venezuela en los noventa: las crisis de la democracia, Caracas, Universidad Central de Venezuela/IESA, 1998; Ellner, Steve y Hellinger, David (eds.), Venezuelan politics in the Chávez era: class, polarization, and conflict, Boulder, Lynne Rienner, 2003; McCoy, Jennifer y Myers, David (eds.), The Unraveling of Representative Democracy in Venezuela. Baltimore, Johns Hopkins University Press, 2004;
Salamanca, Luis, «Agendas históricas no resueltas y golpes de estado en Venezuela», en Politeia, N° 15, Caracas, IEP-UCV, 1990, pp. 267-288.
El PSUV, en su declaración de principios, indica: «El Partido se esforzará por formar a sus militantes en el Árbol de las Tres Raíces –el pensamiento y la acción de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora- y rescatará con sentido crítico las experiencias históricas del socialismo, adoptando como guía el pensamiento y la acción de revolucionarios y socialistas latinoamericanos y del mundo, como José Martí, Ernesto Che Guevara, José Carlos Mariátegui, Rosa Luxemburgo, Carlos Marx, Federico Engels, Lenin, Troski, Gramsci, Mao Tse-Tung y otros que han aportado a la lucha por la transformación social, por un mundo de equidad y justicia social, en una experiencia humana que tiene antecedentes remotos, como la cosmovisión indio afro americana, el cristianismo, la teología de la liberación. Se apoyará en los aportes del socialismo científico y en los del Marxismo en tanto a la filosofía de la praxis, herramienta para el análisis crítico de la realidad y guía para la acción revolucionaria» PSUV, 2010: Libro Rojo: Conclusiones del I Congreso Extraordinario del PSUV, Caracas, Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información, 2010, p. 39.
Entre las nociones utilizadas por distintos autores para definir al chavismo tenemos populismo, antipolítica, totalitarismo, fascismo, militarismo, tercermundismo, anacronismo bolivariano, pragmatismo personalista, castro-comunismo, peronismo, caudillismo, antiimperialismo, democracia popular, etc. Cada una tiene elementos descriptivos importantes, y sólo podemos constatar que nunca se ha definido al chavismo como un proyecto de tendencia pluralista o poliárquico, es decir, compatible con la democracia liberal. Aunque suele usarse con frecuencia, incluso en la literatura oficial, la categoría «socialismo del siglo XXI» es imprecisa, y el propio «Libro Rojo» del PSUV sólo menciona esa expresión en una ocasión.
Al respecto de este problema, léase Eagleton, Terry, Ideología, Barcelona, Paidós, 2005, pp.19-57.
«En el marxismo latinoamericano cabe distinguir dos grandes niveles. Un nivel que podemos llamar sofisticado, constituido por profesores de filosofía y ciencias sociales (…) este marxismo elitesco suele quedar a nivel profesoral, su influjo disminuye a medida que la onda de transmisión se aleja del centro (…). Frente a esas interpretaciones (…) nos encontramos con la Vulgata marxista (…). La mayoría de los estudiantes y, habría que añadir buena parte de los profesores marxistas y de los políticos de izquierda están en el nivel de la Vulgata.» García-Pelayo, Manuel, «La Contribución del Marxismo al Subdesarrollo», en Obras Completas, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1991, pp. 3159-3160. Podemos decir, siguiendo a García-Pelayo, que al chavismo se ha acercado mucho del marxismo sofisticado (lo cual se nota en parte de la política editorial del Estado venezolano y formación de cuadros, con trabajos de académicos latinoamericanos Enrique Dussell y Atilio Borón, entre muchos otros), pero el grueso de sus cuadros políticos viene del Vulgarmarxismus. Un ejemplo de esta interacción la tenemos temprano, conmemorando el primer quinquenio del gobierno de Hugo Chávez, con el seminario «¿De dónde viene nuestra revolución?» en el cual participaron figuras de las insurrecciones militares (Wilmar Castro, Florencio Porras), académicos de izquierda (Margarita López Maya, Vladimir Acosta), y militantes de partidos y movimientos de izquierda (Jorge Pino) y figuras que eran a la vez del marxismo académico y militante (Samuel Moncada y Elías Jaua), entre otros (Jaua Milano, Elías (comp.), ¿De dónde viene nuestra revolución?, Caracas, Movimiento Quinta República, Dirección de Ideología y Formación, 2004). No hay aún una filosofía sofisticada del chavismo, sino académicos e intelectuales orgánicos que leen al chavismo desde una perspectiva marxista por su militancia (José Rafael Núñez Tenorio, Luis Cipriano Rodríguez, Luis Britto García, Judith Valencia), mientras chavismo desde el Estado promociona e intenta hacer masiva el pensamiento del marxismo latinoamericano. Véase por ejemplo los materiales de las emisoras de TV estatal ViveTV y CatiaTV en el programa «Escuela de Cuadros», donde se invitan a jóvenes del PSUV y de colectivos sociales a charlas de académicos de distintas corrientes en el socialismo marxista, especialmente extranjeros (https://escuelacuadros.blogspot.com/). Debemos añadir que mucho de la disidencia que ha emergido dentro del chavismo viene del marxismo académico (siendo los casos más notorios los de los profesores Luis Lander y Margarita López Maya), y que en todo caso la línea entre teoría y praxis siempre será borrosa en el marxismo.
Hay que referirse especialmente al vínculo con la República de Cuba, que no sólo es un dato histórico, sino un elemento estructural del chavismo: la fracción de la izquierda marxista venezolana central al chavismo es heredera de la línea pro-cubana de continuación táctica de la lucha insurreccional del Partido Revolucionario Venezolano (PRV). Aunque tanto Cuba como la extrema izquierda venezolana tendrán virajes tácticos que llevarán a divisiones internas, el vínculo formativo y material de dicha izquierda con Cuba es esencial para comprender la formación de la mayor parte de los cuadros dirigentes del PSUV. Como nos apunta Romero: "Hay que recordar también —y esto es algo fundamental para conocer y explicar la relación actual de la dirigencia cubana y la dirigencia venezolana en el poder desde 1999, que la escisión que se negó a deponer las armas dentro del PCV y que fue conocida como "El Douglismo" por ser Douglas Bravo su principal líder, es la cantera, junto con el partido MIR venezolano, de donde se nutre parte de la dirigencia actual del Gobierno de Venezuela y de la dirigencia del partido de gobierno PSUV, junto con sectores que provienen del MIR y sus sucesivas divisiones, junto con viejos dirigentes y otros ex - militantes del PCV que fueron miembros de esa organización pero que no pertenecieron al "Douglismo", más otros militantes que por razones de edad no vivieron esta polémica, o dirigentes que se fueron del PCV y del MIR un poco más tarde y fundaron otras agrupaciones políticas…". Romero, Carlos A., «Cuba y Venezuela: "La génesis y el desarrollo de una utopía bilateral"» en Ayerbe, Luis Fernando, Cuba, Estados Unidos y América Latina frente a los desafíos hemisféricos, Buenos Aires, CRIES/ Barcelona, Icaria Editorial, 2011, p. 167
Tras el fallecimiento de Hugo Chávez, se comparó al Chavismo venezolano con el Peronismo argentino, enfatizando que éste último era un movimiento personalista que tras la muerte de su líder creador dieron abrigo a múltiples tendencias radicalmente opuestas entre sí. Hubo así un peronismo fascista, uno socialista, otro cristiano, otro neoliberal, etc., como verifican los estudiosos de ese movimiento argentino (véase, por ejemplo, De Tito, Ricardo, y Di Tella, Torcuato S., El pensamiento del peronismo, Buenos Aires, El Ateneo, 2010). Sin embargo encontramos que esta no es una comparación correcta, puesto que hay dos diferencias esenciales: por un lado, el arco vital de Juan Domingo Perón fue más prolongando, y estuvo separado del poder, lo que permitió una discusión doctrinaria con diversas tendencias y cierta ambivalencia del líder; por otro lado, el Peronismo no estaba atado claramente a una doctrina precisa anterior a él (aunque pudiera equiparársele en la literatura politológica con el fascismo, dado el momento de su origen). El chavismo carece de ambas condiciones: al fallecer Hugo Chávez en relativa juventud, deja una obra definida ya en un período «clásico», que se hará sin duda canónico (y que dificulta interpretaciones muy heterodoxas). Así mismo, la pertenencia del chavismo a una corriente determinada de socialismo marxista, hace que cualquier discrepancia de criterios sea contrastada con esa tradición ideológica, su literatura y sus debates: podrá haber conflictos, pero serán entre socialistas marxistas. Esto hasta que decaiga la formación de cuadros asentados en las teorías marxistas, o que sea rechazado desde la cúpula del partido, como ocurrió con otros movimientos socialistas democráticos y laboristas.
Salamanca, Luis, «Percepciones sobre el socialismo. Los venezolanos quieren democracia, pero hay matices», en SIC, Caracas, Centro Gumilla. Vol. 73, No. 729, 2010, p.405.
Libro Rojo, op.cit., pp.32-33
García Ponce, Antonio, La guerilla de los años 60: sangre, locura y fantasía, Caracas, Editorial Libros Marcados, 2010; Mondolfi Gudat, Edgardo, Temporada de golpes: las insurrecciones militares contra Rómulo Betancourt, Caracas, Editorial Alfa, 2015.
Refiere Francisco Prada, dirigente del PRV-Ruptura, estas relaciones: «… [En la Universidad de los Andes]contactamos a un sector de profesores que se vinculó con nosotros. (…) Ahí apareció Adán Chávez [hermano mayor de Hugo Chávez], quien era profesor de la Facultad de Ciencias de la ULA y del Colegio La Salle de Mérida. Se estrecharon esos lazos (…). Bien, Adán nos dijo que tenía un hermano teniente y lo relacionó con Douglas [Bravo]. En esos tiempos Chávez era Jefe del escuadrón de Caballería de Elorza (…). Chávez nunca asistió a una reunión de nuestros organismos regulares, pero tenía status de miembro del Comité Central». Francisco Prada entrevistado por Garrido, Alberto, Guerrilla y Conspiración Militar en Venezuela, Caracas, Fondo Editorial Nacional José Agustín Catalá, 1999, pp.108-110. Tras diversas vicisitudes, indica Prada que se rompe la relación organizacional de Chávez con el PRV, pero ya había una conexión ideológica.
En uno de sus primeros libros, Hugo Chávez se refiere a una discusión acaecida en Ayacucho, Perú, durante un encuentro militar de conmemoración del sesquicentenario de la batalla: «El otro tema era más espinoso (…) la participación de los militares en los procesos de los países latinoamericanos. (…) Nosotros (…) adelantamos algunas opiniones sobre el papel de los militares en la sociedad y particularmente, el apoyo incondicional que en Venezuela han prestado las Fuerzas Armadas al sistema democrático (…). Pancho Hernández, cadete peruano del cuarto año, me dijo al final de la amena charla, con su voz de profundo acento indígena, quechua: "verá Ud. como ya algún día se cansarán de esos cabrones". » Chavez Frías, Hugo, Un Brazalete Tricolor, Valencia, Vadell Hermanos Editores, 1992, pp. 22-23.
Martínez, Pedro, «La Unidad de la Izquierda en Venezuela», en Politeia, Caracas, IEP-UCV, n°9, pp. 311-393.
"Durante esos años, si bien el régimen cubano multiplicó las vinculaciones con muchos y variados sectores venezolanos, La Habana no le dejó de prestar atención a las relaciones con sectores de izquierda (…) Cuba siempre fue una retaguardia para aquellos venezolanos que siguieron siendo fieles a la Revolución y entre ellos hubo algunos que comenzaron a comentar en La Habana que, tanto la revuelta social conocida como "El Caracazo", la explosión social venezolana de febrero de 1989, como el movimiento militar revolucionario que se estaba gestando de nuevo y con fuerza dentro de las Fuerzas Armadas venezolanas indicaban que en Venezuela se podía estar viviendo una situación pre-revolucionaria. (…) En ese momento, se creó una plataforma de apoyo a la izquierda venezolana que se manifestó en una de las jugadas políticas más riesgosas, pero de mayor beneficio que hizo Fidel Castro en esos años, al apostar por el liderazgo continental de Hugo Chávez Frías. Chávez fue invitado por el Cronista de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal y fue recibido con honores de Estado en La Habana" Romero, C.A., 2011, op. cit., pp.175-177.
Señala Douglas Bravo, líder del PRV, a finales de los años setenta: «Todo gobierno es, en cierta forma, la expresión de una dictadura de clase. Sería un error gravísimo que nos planteáramos la legalidad o ilegalidad desde un punto de vista personal, cuando de lo que se trata es de establecer qué legalidad existe para el movimiento popular. (…) No funciona el Estado de Derecho para cuatro millones de personas que son la masa trabajadora del país. No funciona tampoco para las masas marginadas (…). El movimiento revolucionario venezolano participó, en la década del 60, en lo que hemos llamado la lucha armada. Hay personas que se han legalizado y que participan en la lucha parlamentaria. Yo reivindico esa gesta revolucionaria que constituyó el intento más serio de disputarle el poder en este siglo, a las clases dirigentes». Douglas Bravo, en Peña, Alfredo, Conversaciones con Douglas Bravo, Caracas, Editorial Ateneo de Caracas, 1978, pp. 166-173.
Ramírez, Kléber, Venezuela: la IVa República (o la total transformación del Estado). Caracas, Cromotip, 1991, p.135.
Ramírez, Kléber, Historia Documental del 4F, Caracas, Ministerio del Poder Popular para la Cultura, 2012, pp. 59-60.
«Estamos unidos hombres y mujeres de todas las tendencias políticas: de izquierda, del centro, de la derecha; gente progresista comprometidos con la necesidad de transformar a Venezuela en una República, en un estado nuevo, que genere una situación de igualdad, de justicia, de ejercicio real de la ley. Todo esto ante el temor (…) de que esto se nos vaya de las manos, porque las tendencias políticas y sociales sigue incrementando la posibilidad no deseada, por nosotros ni por nadie, de que Venezuela vaya a la africanización, o al síndrome de Albania, a una guerra civil, nuevos movimientos insurreccionales que no deseamos… Nosotros, en verdad, estamos dispuestos a empujar hacia una transición pacífica y por eso estamos aquí inscribiendo el Movimiento V República». Chávez, Hugo, «Acto de Inscripción del Movimiento V. República: palabras de Hugo Chávez Frías en el Consejo Supremo Electoral», en V República, Órgano Teórico del MVR, Octubre-Noviembre de 1997, Caracas, S.N., p.84
El «Libro Azul» de Hugo Chávez es un folleto escrito en 1991 contra la desideologización neoliberal, en el cual se describe un proyecto articulado en tres principios -las «tres raíces»- el bolivariano (la emancipación política), el robinsoniano (la emancipación ideológica) y el zamorano (la justicia económica y social), que responden respectivamente a la inspiración, y a una lectura claramente filoizquierdista, del héroe nacional Simón Bolívar (1783-1830), el pedagogo ilustrado Simón Rodríguez y el caudillo liberal de la Guerra Federal Ezequiel Zamora. Explicar si Chávez asume una interpretación fidedigna de las ideas políticas de estos personajes es un desvío innecesario: baste acotar que están adaptadas al servicio del proyecto de la izquierda marxista, la expropiación de los bienes y el derrocamiento de los instrumentos de control de las clases dominantes, en la cual el imperialismo global frente al cual cabría la emancipación política e ideológica, dirige a las clases explotadoras locales, ante las cuales es necesaria la imposición de la justicia social y económica. Sin embargo, el texto no menciona la palabra socialismo (Chávez Frías, Hugo, El Libro Azul, Caracas, Ediciones del Correo del Orinoco, 2013, disponible en: http://www.correodelorinoco.gob.ve/wp-content/uploads/2013/10/Libro-Azul-Web.pdf).
Puede afirmarse que las ideas políticas de Simón Bolívar corresponden a una visión autoritaria y antipluralista, rousseauniana, del republicanismo. Al respecto léase Urbaneja, Diego Bautista, Bolívar: el pueblo y el poder, Caracas, Fundación para la Cultura Urbana, n°24, 2004; Castro Leiva, Luis, 'La Gran Colombia: una ilusión ilustrada', en Obras Completas, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2004; Fernando Falcón, El Cadete de los valles de Aragua: el pensamiento político y militar de la Ilustración y los conceptos de guerra y política en Simón Bolívar, 1797-1814, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 2006.
«Las soluciones [contra el neoliberalismo] para Latinoamérica pasan por la izquierda, tienen que transitar la izquierda, pero no pueden quedarse en el marco de la izquierda, tienen que ir más allá de la izquierda. Porque difícilmente las fuerzas armadas latinoamericanas pudiéramos calificarlas de izquierda. Pretender empujarlas hacia la izquierda por capricho o por interpretar eso como una necesidad, yo creo que sería una utopía. A las fuerzas armadas latinoamericanas, a muchos militares de América Latina, pudiéramos catalogarlos como nacionalistas, en este tiempo de desnacionalización neoliberal. Bueno, hay que pasar por allí también. La solución tiene que pasar por la izquierda, por el nacionalismo, por el patriotismo y lograr una gran alianza de todos estos sectores (...) El apoyo de los militares es vital (...) Muchos intelectuales de izquierda en Venezuela no lo han comprendido (...) Sin embargo, nosotros hemos logrado estremecer el alma nacional (…) logramos poner a Bolívar en el tapete, con otro signo, con un signo revolucionario» (Hugo Chávez, 1996, en entrevista a la revista «Cuadernos para la Emancipación» (Córdoba, Argentina), recogida en la revista trimestral V República, op. cit., p.84).
Parker, Dick, «El chavismo: populismo radical y potencial revolucionario», en Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, Caracas, FACES-UCV, 2001, vol. 7, n° 1, pp. 13-44.
En la Dirección Nacional del PSUV, de entre treinta y ocho miembros, ocho venían de orígenes militares o policiales, trece desde la izquierda insurreccional o el Partido Comunista, diez de partidos de la izquierda electoral, cinco eran independientes, y dos eran muy jóvenes en 1999 para tener militancia política alguna (aunque por relaciones familiares perteneciesen a la extrema izquierda).
"Desde esta perspectiva, la llamada «democracia representativa» no ha sido más que un artificio a través del cual se ha dominado a nuestros pueblos", Chávez, 2013, op. cit., p. 58.
Apunta el filósofo neotomista Yves Simon: «In Marxian communism the philosophy of evil is characterized by a sort of monism which proves very handy when there is a question of stirring men to action; for, if all particular injustices ultimately merge into one absolute injustice, it should be possible to do away with injustice, once and for all, in a Napoleonic victory. Social visions, in the tradition of liberal democracy, lack such tragic and appealing simplicity…». Simon, Yves, Philosophy of Democratic Government, 1993, cap. I, disponible en: https://www3.nd.edu/~maritain/jmc/etext/pdg.htm
«Que Dios tenga en la Gloria a todos nuestros aborígenes que resistieron durante siglos el embate del colonialismo, de la dominación y de la explotación y que hoy están, todavía resistiendo, pero ahora estamos todos nosotros para unirnos a ustedes porque vamos a derrotar el colonialismo, porque hay nuevos colonialismo de otro signo, con otras caras, con otros rostros, pero colonialismo igual, porque hay otras formas de explotación, ya no es el conquistador español, no, pero hay nuevos conquistadores ya no hay cadenas de esclavitud que amarran al indígena o al esclavo pero hay otras cadenas invisibles: el hambre, la miseria, la falta de educación, la falta de trabajo, de vivienda. Esas son cadenas también (...) [A]quí lo que llegó fue una invasión (…) aquí hubo una masacre y la masacre se extendió durante cinco siglos. Así que es una deuda histórica, porque la masacre la continuaron después los criollos también. Ahora estamos recuperando la dignidad, el papel y el rol que ustedes, hermanos aborígenes, (…), todos somos la misma raíz, somos la misma esencia, así que ustedes tienen que unirse». Chávez, Hugo, Palabras del Comandante Presidente Hugo Rafael Chávez Frías, ante las comunidades Indígenas de la Esmeralda, Estado Amazonas, 1999 disponible en http://www.todochavez.gob.ve/todochavez/3634-palabras-del-comandante-presidente-hugo-rafael-chavez-frias-ante-las-comunidades-indigenas-de-la-esmeralda
La narración histórica más elaborada de este argumento en torno a la revolución como continuidad de estas luchas populares, especialmente aquellas producidas desde 1948, es el volumen de Bonilla-Molina, Luis y El Troudi, Haiman, Historia de la Revolución Bolivariana: Pequeña Crónica 1948-2004, Caracas, Ministerio de Comunicación e Información/Universidad Bolivariana de Venezuela, 2004.
Sucre Heredia, Ricardo, La Concepción de la Política en Hugo Chávez: Un análisis de contenido 2001-2004, Caracas, A.C. Liderazgo y Visión, p.84.
Rey, Juan Carlos, «El Sistema de Partidos Venezolano», en Politeia, n°1, 1972, p. 183
Discursos del Presidente Hugo Chávez, Barquisimeto, Municipio Iribarren, Estado Lara, Venezuela,
20 de febrero de 2003; disponible en: http://www.todochavez.gob.ve/todochavez/1911-intervencion-del-comandante-presidente-hugo-chavez-durante-concentracion-popular-en-barquisimeto
PSUV, 2010, "Libro Rojo", op.cit., p. 17.
Ibíd., p. 7.
Ibíd., p. 113.
Ibíd., p. 22.
«… la Revolución Bolivariana es la única que nos ha visibilizado, en la Cuarta República no éramos nadie». Declaraciones del presidente Nicolás Maduro Moros en el acto de conmemoración del Día de la Resistencia Indígena, 12 de octubre de 2016, disponible en: http://www.correodelorinoco.gob.ve/comunicacion-cultura/maduro-se-incorpora-a-concentracion-dia-resistencia-indigena/
No es infrecuente esa autodefinición racial por parte del chavismo («yo vengo de allí, yo nací pata en el suelo y yo con orgullo lo digo: soy campesino pata en el suelo»), celebrada de manera informal o institucional. Como describía Ángela Zago en un texto elegiático sobre la rebelión militar, la «primera impresión de Hugo Chávez es la de un joven alegre, de buen carácter, vivaracho, tranquilo. Alto, de contextura fuerte, pero no gruesa, tiene el tipo del venezolano que en los últimos cien años no ha recibido nuevas mezclas raciales. Pelo ensortijado, ojos achinados, boca gruesa, nariz perfilada. (…) Bromeamos acerca de su repentina popularidad. Le dije que las mujeres viejas, jóvenes, pavas, niñas, gordas, flacas, bellas, feas, casi lo habían convertido en un símbolo sexual. "Todo eso sucediendo afuera y yo aquí", fue su comentario pícaro.» Zago, Ángela, La Rebelión de los Ángeles, Caracas, WARP, 1998, p. 20.
Es necesario advertir que el racismo en Venezuela no es un producto de la imaginación propagandística oficial, sino un hecho histórico constatable en múltiples manifestaciones ideológicas. Si bien la democracia de partidos intentó desmontarlo, repudiando sus manifestaciones formales e informales, las tensiones sociales derivadas de la prolongada crisis del sistema político la hicieron reemerger, manifestándose en la reaparición de epítetos, junto con crecientes llamados a medidas autoritarias. Existe en ese sentido una desconexión entre el proyecto político democrático-representativo y su supuesta base social, toda vez que los grandes partidos históricos perdieron arraigo en las mayorías populares; este es un proceso que felizmente ha comenzado a revertirse. Al respecto del racismo y sus consecuencias, léase Sucre Heredia, Ricardo, La amenaza social y el autoritarismo en Venezuela, Caracas, UCV-FCJP, 1998; Bolívar, Adriana, et al., «Discurso y Racismo en Venezuela: un país "café con leche" », en Van Dijk, Teun (ed.), Discurso y racismo en América Latina, Barcelona, Gedisa, pp. 371-423.
Jaua Milano, Elías, «El Chavismo», en el Blog del PSUV, 31-Dic-2012, disponible en http://www.psuv.org.ve/opiniones/opinion/chavismo/
«… para que sea un proyecto nacional debe ser hecho con la nación. No con toda la nación, porque la unidad de toda la nación es imposible. Hay sectores que no se van a unir nunca a este proyecto, especialmente los sectores dominantes (…) Será difícil que nos tuerzan el brazo, para que el movimiento se vaya a servir intereses que no sean los de esa mayoría, los de ese pueblo-pobreza, de las clases marginales. Hacia allá va dirigido el movimiento…» Hugo Chávez, entrevistado en Blanco Muñoz, Agustín, Habla el Comandante, Testimonios violentos N° 12, Caracas, Cátedra Pío Tamayo/Centro de Historia Actual/ FACES-UCV, pp. 78-80.
PSUV, op.cit., 2012, p. 98.
Ramírez, K., 2012, op.cit., pp. 131-134.
PSUV, op.cit., 2012, p. 86.
«Ustedes no han visto todas las marchas contra mí, todos los que marchan son blancos. Y las marchas a favor de mí zambos, uno que otro blanco también claro, pero yo no siquiera lo había notado y fueron a verme y a viajar.» Chávez, Hugo, «Rueda de Prensa de Comandante Presidente Hugo Chávez con periodistas norteamericanos durante su participación en la Cumbre Extraordinaria de las Américas», en Todo Chávez, Nuevo León (México), 2004, disponible en http://www.todochavez.gob.ve/todochavez/866-rueda-de-prensa-de-comandante-presidente-hugo-chavez-con-periodistas-norteamericanos-durante-su-participacion-en-la-cumbre-extraordinaria-de-las-americas
La propaganda contra la oposición y toda expresión social autónoma es abundante, y programas de televisión estatal como «Los Robertos», «La Hojilla», «Zurda Konducta» y «El Mazo Dando», dedican mucho de su comentario a la crítica despectiva contra la oposición, especialmente de clase media y descendiente de inmigrantes europeos, en sus prejuicios y temores. Para una muestra condensada de este empeño, léase Chávez, Carola, Qué pena con ese señor: Manual de costumbres y procederes de esa clase media, Caracas, Ediciones del Correo del Orinoco, 2011.
Inscripción de la Candidatura de la Patria y entrega del programa de gobierno por parte del candidato Hugo Chávez ante el Consejo Nacional Electoral, 11 de junio de 2016, disponible en: http://www.todochavez.gob.ve/todochavez/205-inscripcion-de-la-candidatura-de-la-patria-y-entrega-del-programa-de-gobierno-por-parte-del-candidato-hugo-chavez-ante-el-consejo-nacional-electoral
Arvelo Ramos, Alberto, El dilema del Chavismo, Caracas, El Centauro, 1998, pp. 58-62.
Maduro Moros, Nicolás, Diálogos con el presidente Nicolás Maduro: ocho entrevistas, Caracas, Ediciones Correo del Orinoco, 2014a, p. 207.
«La plena realización del Socialismo del Siglo XXI que estamos inventando y que solo será posible en el mediano tiempo histórico pasa necesariamente por la refundación ética y moral de la Nación Venezolana. Tal refundación supone un proyecto ético y moral que hunde sus raíces en la fusión de los valores y principios de lo más avanzado de las corrientes humanistas del socialismo y de la herencia histórica del pensamiento de Simón Bolívar. [Esto plantea la] confrontación entre un viejo sistema (el Capitalismo) que no ha terminado de fenecer, basado en el individualismo egoísta, en la codicia personal, y en el afán de lucro desmedido, y un nuevo sistema (el Socialismo) que está naciendo y cuyos valores éticos, la solidaridad humana, la realización colectiva de la individualidad y la satisfacción racional de las necesidades fundamentales de hombres y mujeres, se abre paso hacia el corazón de nuestra sociedad.» Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, Proyecto Nacional Simón Bolívar en su Primer Plan Socialista del Desarrollo Económico y Social de la Nación para el período 2007-2013, Caracas, p. 5, disponible en PDF en http://www.psuv.org.ve/temas/biblioteca/proyecto-nacional-simon-bolivar/#.WEvxKfnhDIU
El apoyo a Chávez «puede ser un producto de esa carga de mesianismo, de creencia ciega, eso es algo que está ahí (...) Para que eso cambie tiene que haber un proceso de revolución cultural y que la gente racionalice las cosas (…). El asunto está (...) en cómo eso se utilice. Ahí está el instrumento, el caso es hacia dónde dirigirlo (...) ese Poder popular no se puede desperdiciar... » Chávez, en Blanco Muñoz, 1998, op. cit., pp. 601-602
Tras el fallecimiento de Hugo Chávez en el año 2013, el presidente Nicolás Maduro planteó que la dirigencia de la revolución pasaba del Comandante pasaba a una alianza del Partido y las Fuerzas Armadas, a un liderazgo colectivo: «Es una revolución dentro de la Revolución. Un cambio profundo en los métodos de dirección de la Revolución Bolivariana, con la construcción de una dirección colectiva, porque sustituir en la conducción de la Revolución un liderazgo tan poderoso, tan convocante como el de Chávez es casi imposible. Y eso solo puede hacerse con una gran fuerza colectiva cívico-militar.» Maduro Moros, op.cit., 2014a, p. 153.
Chavez Frías, Hugo, «No hay revolución sin pueblo…»: discurso con motivo del reconocimiento del Ejecutivo al carácter originario de la Asamblea nacional Constituyente y entrega de propuestas para la nueva Constitución (5 de agosto de 1999), en Hugo Chávez, la construcción del socialismo del Siglo XXI: discursos del Comandante Supremo ante la Asamblea Nacional, tomo 1 (1999-2002), Caracas, EFICEM/Fondo Editorial de la Asamblea Nacional Willian Lara, 2013, pp. 45-46.
Maduro Moros, Nicolás, Rectificación, Rebelión y Renacimiento: La nueva etapa de la Revolución, Caracas, 2015, Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información, pp. 16-17
Hugo Chávez, citado por Jaua Milano, Elías, 5 de julio: ¡Hoy tenemos Patria!: discurso de Elías Jaua Milano en conmemoración de los 202 años de nuestra independencia, Caracas, Fondo Editorial de la Asamblea Nacional Willian Lara, 2013, p. 12.
Libro azul, op. cit., p. 76.
Maduro Moros, Nicolás, ¡Voy a fondo, vamos con todo!: Sesión especial del día 8 de octubre de 2013, fecha en la que el ciudadano Presidente Nicolás Maduro Moros cumpliendo con lo estatuido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela , hace entrega a la Asamblea Nacional en manos de su Presidente, Diosdado Cabello, del Proyecto de Ley sonde solicita autorización para dictar Decretos con Rango, Valor y Fuerza de Ley sobre las materias que estime pertinentes de acuerdo a las necesidades y/o emergencia del país, Caracas, Fondo Editorial de la Asamblea Nacional Willian Lara, 2013, pp. 33-34.
Jaua Milano, 2013, op. cit., p. 52.
Id.
Libro rojo, op. cit., pp. 9 y 43-44.
Ibíd., pp. 35, 59, 93 y 102.
La Unión Soviética sobrevivió casi cuatro décadas tras la muerte de Stalin, lo mismo que la República Popular China tras la muerte de Mao, logrando esta última imponer heterodoxias económicas con un férreo control político; la República de Cuba pasó una década sin contratiempos tras el retiro de Fidel Castro. No sin contratiempos, la supervivencia de la Revolución chavista alcanza los cuatro años sin su líder histórico.
Maduro Moros, Nicolás, La Revolución Bolivariana y el pueblo profundizan la democracia socialista: Mensaje anual a la Nación de Nicolás Maduro Moros Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Caracas, Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información, 2014b, p.12
«…esto que aquí llamamos oposición, un poco dentro de la tradición política, la democracia representativa que hemos conocido, la democracia burguesa (...) donde hay un gobierno y una oposición, eso no existe en Venezuela, no hay una oposición democrática, no existe. Que utilicen la democracia, que hagan campañas electorales es otra cosa, pero la utilizan para un proyecto final que es destruir este modelo inclusivo, este modelo democrático, acabar con esto que está aquí.» «Hay puntos imposibles de ceder en los dos polos que existen: el polo de la patria, el polo del socialismo, y el polo de la oposición, que cree en las ideas capitalistas y del imperialismo. Eso está claro». Maduro Moros, op. cit. 2014a, p. 174 y p. 203.

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