Más allá de la Verapaz: Fray Francisco Morán, O.P., 1590-1664 [2014]

June 13, 2017 | Autor: Stephen Webre | Categoria: Dominican Order, Francisco Morán, Maya Ch'ol, Peten Guatemala, Alta Verapaz
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Primeras Jornadas Académicas

DE HOMBRES DE DIOS Y HOMBRES DE MAIZ: LAS ORDENES RELIGIOSAS EN EL AREA MAYA Y REGIONES CIRCUNVECINAS Instituto Nacional de Antropología e Historia México, D.F., 6 a 8 de octubre de 2014

Más allá de la Verapaz: fray Francisco Morán, O.P., 1590-1664 STEPHEN WEBRE

Louisiana Tech University

Con el presente trabajo pretendemos ir más allá de la Verapaz. Más allá en el sentido estrictamente geográfico, porque el enfoque es sobre el territorio escasamente poblado que los españoles denominaban El Chol, una zona fronteriza ubicada inmediatamente al norte del espacio verapacense. Más allá también en el sentido ideológico, porque el objetivo es examinar de manera preliminar el cambio de presuposiciones y de métodos que hubo de parte de los misioneros de la orden dominicana durante el tiempo entre la gestión de fray Bartolomé de Las Casas y la de sus correligionarios del siglo XVII. Es sabido cómo la Verapaz fue escenario de uno de los experimentos sociales más famosos del padre Las Casas y cómo debido a eso la región ocupa un lugar importante no solamente en la historia colonial de Guatemala, sino también en los anales de la misma Orden de Predicadores.1 Sin embargo, los éxitos tempranos ganados por los dominicos en la evangelización pacífica de los pueblos maya de la Verapaz no se replican con la misma facilidad cuando los misioneros empiezan a penetrar en El Chol. Se trata de una franja territorial que se extiende de la actual frontera sur de Belice hasta la cuenca del río Usumacinta y donde en esa época vivían dos pueblos de habla ch’olti’ (idioma ahora extinto): los manchés tenían sus asentamientos y sembraduras en la parte oriental de la región, mientras que los lacandones concentraban sus actividades en el occidente.2 Desde el punto de vista de las 1

Entre muchos trabajos que uno pudiera citar, es de importancia singular el de André Saint-Lu, La Vera Paz: esprit évangélique et colonisation (París, 1968). 2 Sobre los lacandones de entonces, que no son el mismo pueblo que los lacandones de hoy, es muy recomendable de Jan de Vos, La paz de Diós y del rey: la conquista de la selva lacandona, 1525-1821, 2da edición (México, D.F., 1988. Los manchés no han recibido la misma atención, pero es útil, de Mario Humberto Ruz, “La jaula y los pájaros: notas sobre la cristianización de los manchés”, en Poder y sociedades locales en los altos de Guatemala, coordinación de Gustavo Palma Murga (Guatemala, 1989), 113-123, así como los documentos compilados por Copyright © 2014, Stephen Webre. Favor dirigir preguntas o comentarios al autor a cargo de la casilla [email protected].

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autoridades coloniales, la importancia estratégica de la zona chol se debía a su ubicación entre los pueblos cristianizados de la Verapaz al sur y el Petén al norte, un área extensiva y todavía no conquistada situada entre las provincias españolas de Guatemala y Yucatán y dominada por grupos hostiles de habla yukateka, entre los que los más amenazantes eran los itza’.3 Después del martirio en 1555 de fray Domingo Vico y sus compañeros, los frailes de Santo Domingo abandonaron sus primeros esfuerzos misioneros entre los lacandones.4 Cuando por fin reanudaron las labores en el siglo XVII uno de los protagonistas más importantes era fray Francisco Morán. Personaje controvertido en su propio tiempo así como en nuestro, el padre Morán ha sido calificado por algún investigador reciente como “mentiroso”, mientras que existe duda respecto a si verdaderamente fue autor del diccionario ch’olti’ que lleva su nombre.5 Más importante para fines de este breve relato, en cuanto al método de evangelización más apropiado fray Francisco discrepaba con la tradición lascasiana de su orden, de la que los elementos claves eran el principio de la conversión por medios persuasivos, así como el de la exclusión de las zonas misioneras de españoles y otros elementos no indígenas. Al contrario, el padre Morán abogaba por el empleo de escoltas armadas, dependiendo más de alianzas políticas con las autoridades civiles que de la colaboración de sus propios hermanos de religión. Durante sus años de mayor actividad, que correspondían más o menos al segundo cuarto del siglo XVII, el dominico tomó parte en varios esfuerzos por pacificar la frontera chol acompañado de tropas españolas. Aunque no permita el nivel de generalización que uno tal vez quisiera, el estudio de un solo fraile puede al menos servir para sugerir algunas preguntas importantes, así como para indicar senderos prometedores para futuras investigaciones. Nacido en 1590 en Oña, cerca de Burgos, fray Francisco Morán ingresó en la orden dominicana en Valladolid. En 1618 pasó a Guatemala, donde primero desempeñaba como doctrinero de Sumpango, pueblo kaqchikel situado en el altiplano central. Enviado más tarde a Lawrence H. Feldman, Lost Shores, Forgotten Peoples: Spanish Explorations of the South East Mayan Lowlands (Durham, 2000). 3 Sobre el Petén, sus habitantes y los repetidos intentos por conquistarlos, véanse de Grant D. Jones, Maya Resistance to Spanish Rule: Time and History on a Colonial Frontier (Albuquerque, 1989) y The Conquest of the Last Maya Kingdom (Stanford, 1998). También, de Laura Caso Barrera, Caminos de la selva: migración, comercio y resistencia, mayas, yucatecas e itzáes, siglos XVII-XIX (México, D.F., 2002). 4 Saint-Lu, La Vera Paz, 274-305. 5 Feldman, comp., Lost Shores, 151. Respecto al diccionario, John S. Robertson, Danny Law y Robbie A Haertel, Colonial Ch’olti’: The Seventeenth-Century Morán Manuscript (Norman, 2010), 13-15, reconocen que el trabajo incluye materiales preparados por Morán, pero que al final de las cuentas es obra de muchas personas. Aunque aceptan el uso tradicional de llamarle “diccionario de Morán”, proponen que sería preferible decir “manuscrito de Filadelfia”, por su ubicación en la biblioteca de la American Philosophical Society en esa ciudad norteamericana.

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la Verapaz, en 1622 laboraba en la frontera norte en compañía de fray Gabriel de Salazar. Se reclama que el padre Morán llegó rápidamente a dominar el idioma ch’olti’, pero existe duda respecto a eso. En 1628 el misionero informaba haber reducido un buen número de manchés en cinco pueblos nuevos.6 Al mismo tiempo, fray Francisco organizaba una entrada más allá de la zona manché con el intento de abrir un camino que conectara Guatemala con Yucatán. Como compañero para la citada empresa eligió a otro hijo del convento de Valladolid, el fraile inglés Thomas Gage. Según cuenta Gage en la memoria de sus viajes sacado en Londres en 1648, los dos dominicos entraron en el monte acompañados de una fuerza de cincuenta españoles armados que envió para ese efecto el presidente de la audiencia don Diego de Acuña. También contaban con unos cien auxiliares indígenas, mandados por las autoridades indígenas de San Pedro Carchá y San Juan Chamelco. Sin embargo, debido a las enfermedades y la feroz resistencia que encontraron, después de poco tiempo los frailes se retiraron del campo. Para el padre Gage una tal experiencia ya era bastante, pero fray Francisco Morán estaba determinado a regresar el próximo año. Efectivamente parece que así lo hizo, aunque sin lograr mayor éxito.7 Para dar seguimiento a sus varios planes para la reducción de El Chol, fray Francisco Morán colaboraba cercanamente con las autoridades civiles y militares. Por ejemplo, participaba en algunas entradas encabezadas por Juan Santiago de Velasco, alcalde mayor de la Verapaz.8 Al terminar el plazo de éste, el dominico forjó pronto una relación semejante con su sucesor, don Martín Alfonso de la Tovilla, instalado en Cobán a partir de enero de 1631. Juntando esfuerzos, el fraile y el magistrado elaboraron una propuesta, según la que pretendían establecer en la zona manché un poblado de hasta veinte familias españolas. Según se proponía, los hombres se mantendrían listos a prestar servicio militar en casos de necesidad, recibiendo en compensación un terreno para labrar, los abastos necesarios y una modesta cantidad de dinero en efectivo. Según manifestó Tovilla, una presencia armada permanente entre los manchés serviría para desincentivar la apostasía de parte de los recién cristianizados, mientras que los protegiera contra

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Francisco Ximénez, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala de la Orden de Predicadores, 3 tomos (Guatemala, 1929-1931), II, 337-338. Para el número de reducciones establecidas, Ximénez da siete, mientras que el propio padre Morán reclamaba solamente cinco. Véase “Relación que hace fray Francisco Morán, religioso de la Orden de Predicadores al reverendísimo Padre Maestro del Sacro Palacio, fray Nicolás Ricardi, de la conversión de los indios de la provincia del Manché y de los gentiles de Tayza en las Indias Occidentales”, Roma, Archivio Storico della Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli, Fondo Scriture Originale Referiti nelle Congregazione Generali, vol. 259, fol. 174-180. 7 Thomas Gage’s Travels in the New World, edición de J. Eric S. Thompson (Norman, 1958), 249-255. 8 Ximénez, Historia, II, 210.

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ataques de parte de indígenas no subyugados, específicamente los lacandones y los itza’.9 Para las autoridades coloniales una ventaja importante de este plan era la participación del propio padre Morán, persona muy respetada por su celo misionero, así como por el conocimiento extensivo que tenía de El Chol y sus habitantes. Cualquier diseño de introducir elementos no indígenas permanentemente en una zona de misiones sería contradictorio a la política tradicional dominicana del embargo a los españoles en tales lugares. Por ese motivo, cuando supo del plan fray Juan Jimeno, provincial de la Orden de Predicadores en Guatemala, se opuso firmemente a lo propuesto. En respuesta, fray Francisco Morán expresó su propia renuencia de entrar en zonas fronterizas sin escolta militar. Dijo que por más de dos décadas los frailes se habían vuelto repetidamente a El Chol con el fin de recuperar apóstatas y calmar a rebeldes, durante cuyo tiempo el padre Morán calculaba que los evangelizadores dominicanos habían bautizado hasta dos mil personas. A pesar de esa cifra impresionante, no había ningún beneficio duradero, debido a que sin el efecto intimidante de las armas españolas no había cómo asegurar que los manchés no volviesen a las prácticas prehispánicas. Aprovechándose de su prerrogativa bajo el patronazgo real, el presidente de la audiencia don Diego de Acuña puso cese al debate, ordenando que ningún fraile dominicano fuera retirado de El Chol sin autorización presidencial. Al mismo tiempo señaló específicamente al padre Morán para administrar las nuevas doctrinas creadas para los choles reducidos.10 El episodio de Toro de Acuña, nombre dado al poblado de españoles fundado en la frontera norte por fray Francisco Morán y el alcalde mayor don Martín Alfonso de la Tovilla, se cuenta con detalle en la relación redactada posteriormente por éste. Fechada en 1635 la memoria de Tovilla fue publicada por primera vez solamente a mediados del siglo XX.11 Según este texto, la primera operación militar efectuada por las tropas españolas, fue un asalto contra los pueblos de Yol y Xocmó, en retribución por un ataque reciente a la reducción cristiana de Yaxhá. En ausencia del alcalde mayor, los soldados fueron acompañados por el propio fray Francisco Morán, más un contingente de aproximadamente cien arqueros nativos capitaneados por el gobernador indígena de Cahabón don Miguel Juárez. Cuando llegaron a Yol el Domingo de 9

Don Martín Alfonso de la Tovilla, “Relación histórica descriptiva de las provincias de la Verpaz y de la del Manché”, en Relaciones histórico-descriptivas de la Verapaz, el Manché y Lacandón, en Guatemala, edición de France V. Scholes y Eleanor B. Adams (Guatemala, 1960), 145-148. 10 Tovilla, “Relación”, 147-148, 149-151. 11 Stephen Webre, “El demonio y don Martín Alfonso de la Tovilla: la Relación histórica descriptiva de las provincias de Verapaz y de la del Manché y la retórica del fracaso en la zona chol, Guatemala, 1631-1635” Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, LXXXVIII (2013), 209-226.

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Resurrección de 1631, los soldados encontraron el pueblo medio abandonado.

Llevando

rehenes a un principal y algunas mujeres, se echaron al pillaje de las milpas, quitando todo el maíz que podían llevar. Después de servirse de aquellas cosas útiles que encontraron en las chozas de los habitantes, por último pegaron fuego al asentamiento. Para justificar lo practicado, el padre Morán explicaba que por su rebeldía, los yol merecían el castigo aplicado, y que por demás la toma de cautivos y la destrucción de las milpas los compelerían a acudirse a las misiones para someterse a los españoles.12 A esta distancia, no es fácil valorizar los argumentos de fray Francisco Morán respecto a la necesidad de los medios violentos, excepto para especular que tales procedimientos sólo difícilmente podían ganar la buena voluntad de los indígenas. Es cierto que el pequeño poblado de Toro de Acuña no prosperó y por varios motivos, sólo uno de los cuales era el tratamiento que los choles recibían a manos de los españoles. Poco a poco abandonaban el puesto no solamente los soldados sino también algún fraile, cuyo nombre Tovilla no menciona pero quien instaba a los otros españoles a seguir su ejemplo para no correr riesgo de morirse de hambre.13 Temprano en 1632, al parecer con motivo de animar a aquellos españoles que todavía quedaban, el padre Morán convenció a doce de ellos a acompañarlo en una entrada hasta los mopanes, un grupo de habla yukateka que vivía al norte de los manchés. El objetivo de la expedición fue quitar una cantidad de maíz que los mopanes tenían almacenada en el vecindario, una táctica que fray Francisco había utilizado antes. Igual que en el saqueo de Yol en Domingo de Resurrección del año anterior, encontraron que los hombres estaban ausentes, dejando solamente al cacique y algunas mujeres. Los españoles mataron al cacique y llevaron cautivas a las mujeres. Sin embargo, cuando regresaban a su presidio fueron asaltados por un partido de guerreros mopanes, dejando muertos a dos españoles y lesionados a otros tres. Después de dicho evento, los indígenas de las misiones se levantaron, con que fueron abandonados no solamente el poblado español, sino también las reducciones de San Miguel del Manché, Noxoy, Ahixil, Yaxhá y

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Tovilla, “Relación”, 165-168. Tovilla, “Relación”, 197. En la introducción a su edición de la “Relación” de Tovilla, 12, los profesores Scholes y Adams sugieren que el dominico sin nombre fuera en verdad el mismo Thomas Gage. Aunque el comportamiento descrito por el alcalde mayor esté conforme al carácter del religioso inglés tal y como nosotros lo entendemos, hay evidencia de que en ese momento el padre Gage se encontraba en el altiplano desempeñando como doctrinero de los pueblos de Mixco y Pinula. Thomas Gage’s Travels, 256n. 13

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Pentená.14 En 1634 se informó que quedaba poblada solamente una de las reducciones manchés, la de San Lucas Tzalac que contaba solamente treinta familias.15 Al consultar la versión de estos eventos presentada en la relación de Tovilla, es importante guardar en mente que el citado trabajo es entre otras cosas un ensayo de autojustificación, en el que el autor busca echar a otros la culpa de sus propios fracasos. Para el alcalde mayor, al menos en parte el culpable del desastre de El Chol era el propio fray Francisco Morán. Lo que sí es cierto es que después de ese momento los dos ya no colaboraron.16 En todo caso, el padre Morán no tardaba en buscar otras posibilidades. En 1635 la provincia dominicana lo envió a Madrid como procurador y el fraile se aprovechó del viaje para visitar Roma también, donde en 1636 pudo presentar ante la Congregación de Propaganda Fide una memoria en que solicitaba el apoyo del Vaticano para una ambiciosa ofensiva evangélico-militar, destinada no solamente a la pacificación definitiva de la franja chol, sino también a la conquista de una vez de los itza’, y con ellos de toda la región del Petén. Para realizar esta gran empresa, el dominico pedía también el mando no solamente de los misioneros sino también de las tropas que participaran en la fase militar de la campaña.17

Desde luego, las autoridades romanas no

aceptaron esta pretensión exagerada. Sin embargo, aprobaron para el padre Morán el título de “misionero apostólico a los choles”, que él veía como una concesión monopolista para emprender iniciativas expansionistas en la frontera norte.18 Estando otra vez en Madrid, fray Francisco Morán hizo del conocimiento de un nuevo colaborador, el soldado, poeta y soñador don Diego de Vera Ordóñez de Villaquirán. Persona de alguna influencia en la corte madrileña, don Diego era primo del gran jurista y consejero de Indias, don Juan de Solórzano Pereira, con cuyo apoyo pudo sacar nombramiento como alcalde mayor de Chiapas, así como una capitulación para la conquista de El Chol, que ahora se quería llamar por el nombre más grandilocuente de “reino de El Próspero”.19 Se pretendía utilizar el altiplano chiapaneco como plataforma para lanzar entradas vía Ocosingo hasta el río Usumacinta 14

Tovilla, “Relación”, 233-234; Ximénez, Historia, II, 210. “Fray Lucas González (O.P.) informa de las reducciones del Manché” [1634], Boletín del Archivo General del Gobierno (Guatemala), V, no. 3 (1939-1940), 175-177. 16 Webre, “El demonio y don Martín”. 17 “Relación que hace fray Francisco Morán”. 18 Ximénez, Historia, II, 231. 19 Enrique García Herrán, Consejero de ambos mundos: vida y obra de Juan de Solórzano Pereira, 1575-1655 (Madrid, 2007), 46; “Relación que en el Consejo Real de las Indias hizo el licenciado Antonio de León Pinelo, relator de Su Alteza, sobre la pacificación de las provincias del Manché, y Lacandón, que pretende hacer don Diego de Vera Ordóñez de Villaquirán, caballero de la orden de Calatrava, &c.”, en Relaciones histórico-descriptivas, 268. 15

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y tierra de los lacandones. Que se sepa, las únicas fuentes escritas sobre este episodio son relatos hechos por dos escritores dominicanos, fray Francisco Gallegos y fray Francisco Ximénez. Este último era cronista de la provincia dominicana de Guatemala y decía tener acceso a una memoria escrita por el padre Morán, ahora aparentemente perdida. Hay diferencias entre ambas versiones, pero no son muy importantes.20 Según parece, llegando en Ciudad Real en 1640 don Diego de Vera tuvo el mal juicio de querellar con las autoridades locales de la orden dominicana, cuya colaboración era imprescindible para el éxito de su empresa.21 En todo caso, consta que el alcalde mayor no hizo sino un solo intento de entrada, en 1644 cuando salió de Ocosingo, acompañado de fray Francisco Morán con un gran número de españoles e indígenas. Después de dos días de no encontrar ningún indicio de presencia humana, don Diego de Vera decidió retornar a Ciudad Real y con eso terminó su relación con fray Francisco Morán, así como con la orden dominicana. En 1645, Vera se trasladó a la ciudad de Mérida, Yucatán, donde obtuvo la ayuda de los frailes franciscanos de esa provincia. Sin embargo, al final sus esfuerzos no produjeron mayor resultado y en 1648 murió abandonado en un rincón desconocido de la selva tabasqueña.22 En las últimas décadas de su vida, fray Francisco Morán se encontraba demasiado ocupado en otros asuntos para dedicarse a cuestiones fronterizas con la misma energía que antes, aunque existe noticia de haber hecho en 1641 un recorrido peligroso por el valle del río Usumacinta y la jurisdicción de Campeche.23 Además de ocupar por un tiempo el cargo de doctrinero de Cojutepeque, desempeñaba también como prior de los conventos de Amatitlán y Santiago de Guatemala y fue dos veces electo provincial de su orden. Sin embargo de todas estas dignidades, en palabras de algún biógrafo “su corazón estaba en los Choles”. Aun como anciano seguía ofreciéndose como voluntario para acompañar las entradas nuevamente propuestas. Muy respetado en Guatemala, cuando falleció en 1664 a la edad de setentaitrés años,

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Fray Francisco Gallegos, “Memorial que contiene las materials y progresos del Chol y Manché” [1676], en La iglesia en el área maya: documentos en tres archivos romanos, edición de Mario Humberto Ruz (México, D.F., 1999), 200-201; Ximénez, Historia, II, 250-252. 21 D. Diego de Vera Ordóñez de Villaquirán sobre injuria en sermón, 1642, México, D.F., Archivo General de la Nación, Indiferente Virreinal—Inquisición, caja 1415, no. 22; caja 1366, no. 47. 22 Diego López Cogolludo, Historia de Yucathan (Madrid, 1688), 684-700. 23 Ximénez, Historia, II, 239.

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asistieron al entierro del viejo misionero varios personajes importantes, entre ellos los ministros de la real audiencia.24 A base de este breve bosquejo de la gestión de fray Francisco Morán en la frontera norte guatemalteca, no es fácil sacar conclusiones definitivas. Sin embargo, surgen algunas preguntas para guiar las futuras investigaciones. Por ejemplo, vale preguntar si fray Francisco era caso único. Si no, entonces la pregunta es que si era común en esa época que los frailes dominicanos rechazaran el ejemplo de fray Bartolomé de Las Casas a favor de aproximaciones militares al problema de las áreas periféricas todavía no subyugadas. La oposición del provincial fray Juan Jimeno al proyecto de establecer un poblado de españoles en un distrito de misiones sugiere que la cuestión era todavía tema de debate. Sin embargo, el que el padre Morán seguía siendo tan respetado entre sus correligionarios como para ser electo provincial él mismo, sugiere que no era visto como elemento renegado, sino como persona de mucha confianza. Tal hecho puede verse como evidencia de que la controversia sobre los métodos de conversión ya no le importaba mucho a esa generación de frailes. Alternativamente, puede indicar simplemente que en la mayor parte, en lo que a esa cuestión se refería, sus hermanos estaban de acuerdo con fray Francisco. Estos son interrogatorios que al menos teóricamente son susceptibles a aclaración mediante investigaciones más detalladas, siempre que existan las fuentes documentales necesarias. Más difíciles son cuestiones del carácter y los motivos de fray Francisco Morán, puesto que éstos son asuntos de la vida interior y por lo tanto generalmente inaccesibles para el historiador, aun contando con fuentes de primera mano, de que tenemos muy pocas en este caso. En este respecto juicios negativos no se escasean. Por ejemplo, el antropólogo norteamericano Lawrence Feldman, muy conocedor del legado documental de la época, ha afirmado que en su relación entregada en Roma en 1636, el padre Morán miente cuando reclama crédito para la fundación de misiones que en realidad fueron establecidas por fray Gabriel de Salazar.25 Aun más conocida es la imagen despectiva que se desprende del relato del dominico inglés fray Thomas Gage. Aunque lo llame su “amigo especial”, el padre Gage no duda en acusar a fray Francisco de codiciar las riquezas que supuestamente abundaban en las zonas al norte de la Verapaz. Y si eso no fuera bastante, en otro lugar atribuye el celo religioso del padre Morán al 24

Juan Rodríguez Cabal, “Catálogo de escritores dominicos en la capitanía general de Guatemala”, Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, XXXIV (1961), 141. 25 Lost Shores, 151.

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afán de la celebridad.26 Nos acostumbra pensar que la celebridad es algo que se experimenta sólo después de la introducción de los medios masivos de comunicación, pero en cierta forma siempre ha existido, siendo buenos ejemplos los más famosos frailes misioneros, algunos de los cuales se convirtieron después de su muerte en candidatos a la santidad. Siempre vale tomar en cuenta que la memoria de Thomas Gage fue redactada solamente después de su regreso a Inglaterra.

Como se sabe, en dicho momento abandonó la fe católica para abrazar el

protestantismo y que por consecuencia no le convenía presentar una imagen favorable del papel de la iglesia romana en las Américas. Sin embargo, es innegable que el padre Gage conocía muy bien a fray Francisco Morán, y que por eso estaba en condiciones de saber cosas que para nosotros siempre quedarán ocultadas. Aquí tenemos entonces, una de esas dudas históricas que jamás podrán ser resueltas a la satisfacción de todos.

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Thomas Gage’s Travels, 249, 249n, 255.

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