Monografía Estructuras Narrativas Audiovisuales

June 21, 2017 | Autor: Lucí Casares | Categoria: Cinema
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Universidad de Buenos Aires

Diseño de imagen y Sonido

Estructuras Narrativas Audiovisuales I

Año 2015

Docente: Silvia Costa

Película: Ida. Dir. Paweł Pawlikowski. 2013

Tema: Viaje al exterior y vuelta al origen

Alumnas: Romina Aylen Giménez, Lucía Casares





Ana es una joven novicia que está a punto de tomar los votos en la iglesia
donde se crió tras quedar huérfana de muy pequeña, pero antes debe conocer
a su tía Wanda, el único familiar vivo que le queda. El viaje que ambas
emprenden, el cual implica un paso por la identidad perdida de Ida (nombre
que le dieron a Ana sus padres biológicos), casi necesario, para luego
volver a su identidad de origen, es el factor que atraviesa toda la
estructura de la película, a partir del cual se presentan dos realidades
contradictorias entre sí pero que de maneras distintas le pertenecen a Ida.


Cabe remarcar que el viaje al que haremos referencia en este ensayo supera
la condición de ser simplemente la traslación física de los personajes en
el espacio y va más allá, significando para los mismos una exploración
interior en relación a un mundo exterior, para Ida, y a un mundo pasado
pero con grandes implicancias en el presente, en el caso de Wanda.

Por lo tanto es en torno a esta idea de viaje hacia el exterior y vuelta al
origen que explicaremos cómo funcionan cada uno de estos modelos de
realidad y cómo se relacionan entre sí y con los personajes, identificando
cuáles son los factores que constituyen y actúan en el mundo simbólico de
los mismos y poniendo todo esto en relación con las teorías analizadas en
clase que respecten a la temática que se propone.

Hasta el día en que se vio dispuesta a conocer a su tía, la vida de Ida
transcurrió en un convento, por lo que la constitución de su identidad, y
con esto su concepción moral, se vio determinada por los modelos de
conducta que impone la religión católica. En términos de Freud, es la
iglesia la que resultó adoptar la figura que impone la normativa y
proporciona el contenido simbólico del que estará cargado el super yo de
Ida. Este hecho le otorgó a la espiritualidad y a los comportamientos
míticos un lugar primordial en su vida, al punto que ha decidido
convertirse en monja. Este espacio de fe en el que está inmersa le
proporciona a la protagonista una forma de protección y seguridad respecto
al mundo racional y se manifiesta en un sentimiento de tranquilidad
interior, puesto que, como se explica en "Mito y realidad" de Mircea
Eliade, es en el mundo mítico que el hombre encuentra las respuestas a sus
inquietudes existenciales, ya que el mito, ajeno a todo aquello cotidiano,
se coloca en un lugar sagrado desde donde explica y da sentido a la
realidad. Los mitos revelean el misterio de la actividad creadora que seres
sobrenaturales llevaron a cabo en un tiempo prestigioso, que se distingue
del tiempo cronológico considerado profano, y que a través de la tradición
es reactualizado por el hombre mítico. Esto se puede observar en lo que
conlleva la vida de Ida al ser novicia, por ejemplo el tener que utilizar
un determinado atuendo, rezar o practicar el celibato, entre otras
conductas que responden a los hábitos tradicionales de la iglesia católica.
Según Eliade: "«vivir» los mitos implica, pues, una experiencia
verdaderamente «religiosa», puesto que se distingue de la experiencia
ordinaria, de la vida cotidiana. La «religiosidad» de esta experiencia se
debe al hecho de que se reactualizan acontecimientos fabulosos, exaltantes,
significativos; se asiste de nuevo a las obras creadoras de los Seres
Sobrenaturales; se deja de existir en el mundo de todos los días y se
penetra en un mundo transfigurado, auroral, impregnado de la presencia de
los Seres Sobrenaturales". Esta idea que el autor elabora al rededor del
hombre mítico como ser que se abstrae de la existencia profana, para
reinstalarse en una realidad sagrada, da lugar a considerar el mundo en el
que Ida está inmersa, con el cual media a través de lo simbólico expresado
en tradición, como un mundo "a parte". Es decir, su ubicación establecida
en el plano espiritual y sagrado le marca una brecha que separa un mundo
interior de otro exterior y es este mundo interior impregnado de
simbolismo mítico, el que le pertenece, el cual ella apropió como suyo al
criarse dentro de él, creando de él y apartir de él, su identidad.

Sin embargo, a pesar de la firmeza con que la protagonista lleva a cabo sus
hábitos, pocos días antes de tomar sus votos, esta solidez en su decisión
de convertirse en monja se ve amenazada cuando se enfrenta ante la
situación de conocer a su tía Wanda, aunque la mayor parte del tiempo Ida
se muestre resistente y fiel a sus creencias. Decimos que es una amenaza
en el sentido de que, el mundo que hasta ahora habitó en su consciencia
aparece intimidado por otra realidad distinta y desconocida para Ida, pero
no es que haya una intención perseverante y decidida por parte de fuerzas
externas a que ella abandone su camino de religiosidad y se desvíe en
otra dirección. Pero es este momento el que implica para el personaje
principal un "salir al mundo", la oportunidad de conocer un ámbito
diferente que maneja otras reglas y se desenvuelve con otra dinámica. Y por
más resistencia que Ida oponga, durante el tiempo que comparte con Wanda es
algo con lo que debe lidiar: la ostentación por parte de la sociedad en
general, pero que en este caso, el relato se encarga de concentrar en su
tía, de un modo de vida que ofrece tabaco, vestidos de fiesta, noches donde
el alcohol y la música son protagonistas y formas de relacionarse que la
iglesia consideraría promiscuas, sumados al contexto social-histórico y con
esto, a las condiciones de una historia familiar en particular, la de los
padres de Ida y la de Wanda, que la guerra dejó como consecuencia. De todas
maneras, ante este desfile de situaciones, escenarios y conductas que se le
presentan a Ida en su paseo por la realidad del día a día, que incluso por
momentos hasta resultan ser provocadores generando cierta incomodidad, se
detecta en primera instancia una posición observadora por su parte.

Por otro lado, el personaje de Wanda, osado y tenaz, es en el cual se ponen
en evidencia ciertos comportamientos anteriormente mencionados propios de
lo mundano pero que además, en ella tienen origen en una raíz que se
remonta a las profundidades de su inconsciente. Su actitud ante la vida, la
cual está marcada por una fuerte relación de dependencia con el alcohol,
pone en manifiesto la noción de goce que propone Lacan, ya que a partir del
trauma del asesinato de su familia su vida da un giro radical que la deja a
la merced de sus emociones impulsivas que van incrementándose hasta un
punto intolerable que la lleva al suicidio. En las "Cinco lecciones sobre
la teoría de Jacques Lacan" el autor Juan David Nasio, describe al goce
como una satisfacción que experimenta el inconsciente de manera atemporal
cuando el síntoma se expresa y la energía psíquica se disipa aumentando la
tensión. Pero esta experiencia que representa un alivio para el ello, es
padecido por el yo como un sufrimiento. En este sentido entendemos el
alcoholismo de Wanda y su tendencia autodestructiva como un goce que se
repite, involuntario e incontrolable, a través del síntoma que se libera.
En relación a esto, en "¿Por qué repetimos siempre los mismos errores?"
Nasio afirma: "El pasado traumático y doloroso es un pasado forcluido y
luego reprimido. En consecuencia, solo puede actualizarse tomando la forma
de un síntoma o de un paso al acto". El hecho de que una ex jueza, exitosa
en algún tiempo, pero actualmente venida a menos, que carga con la pérdida
de su hijo y su hermana asesinados durante la guerra, que ahora pasa su
tiempo bebiendo alcohol y teniendo relaciones sexuales de forma aislada que
para ella no significan nada, y que luego decide suicidarse, se presenta
como un caso de repetición patólogica, que en palabras de Nasio "es el
retorno compulsivo de un pasado traumático que estalla en el presente con
un síntoma o una acción impulsiva".

A partir del suicidio de Wanda el mundo de la razón aparece por primera vez
atravesado por Ida en sus acciones, para dejar de ser solo observado, ya
que cuando vuelve al departamento de su tía empieza a realizar todas
aquellas cosas que le son ajenas a la tradición y la religión: abandona el
atuendo característico del noviciado y se viste con la ropa de su tía, bebe
alcohol y prueba el cigarrillo e incluso, luego de encontrarse a Lis, el
músico que había conocido previamente, mantiene relaciones sexuales con él
por primera vez. En esta instancia, Ida experimenta el mundo exterior, y
experimenta también aquella identidad perdida, aquella que pudo haber sido
y no fue, en la que su condición de hija de judíos la despojaría de todo
mandato católico, para permitirse ser, no solo quien no pudo ser, sino
quien no podrá ser luego de tomar los votos. Al comienzo nos referimos al
viaje de Ida como necesario, y esto es porque, en principio esta
"necesidad" se ve plasmada en el hecho de que sea la Madre Superiora quien
le indica a Ida conocer a su tía antes de realizar los votos, de manera que
el viaje inicialmente se plantea casi como un requisito externo a ella para
continuar su camino. Pero este hecho se posiciona en la estructura
superficial de la obra, es decir, termina siendo un factor meramente
anecdótico. No es solo hasta que Wanda se suicida e Ida vuelve, que esta
necesidad se vuelca en ella, hecho que se permite ser analizado desde un
aspecto estructural más profundo. Esta reacción frente a la muerte de su
tía muestra en Ida una forma diferente de descargar su tensión psíquica a
la que describimos en Wanda, ya que Ida realiza sus acciones de manera
consciente y medida en el tiempo. A esta situación en la que es la
consciencia la que se satisface y no el inconsciente Lacan la denomina
placer.

No obstante, tras haber experimentado algunas de las cosas que le son
propias al mundo de la razón, Ida decide volver al convento. Más
precisamente luego de escuchar todo aquello que Lis le ofrece como plan de
vida, plan que llegado a cierto punto se queda en lo incierto dejando en
evidencia sus propias limitaciones y las de un mundo consciente de su
finitud y alejado de la espiritualidad. Este aspecto en el que se reflejan
a través del diálogo entre Ida y Lis las incertidumbres del mundo racional
y que generan en ella un sentimiento de incompletitud e insatisfacción, es
un punto de inflexión clave que deja entrever la presencia de una búsqueda
o aspiración constante de alcanzar la felicidad absoluta: el deseo. Pues,
debido a los aspectos de su inconsciente que se remontan a su infancia y su
crianza en el convento, Ida no puede ubicar, en nada que la realidad
exterior le ofrezca, la búsqueda de su fin absoluto. Por otro lado, hay
otro aspecto de la estructura psíquica que se pone de manifiesto a través
de la vuelta de Ida a su origen, que tiene que ver con la repetición sana

como ya mencionamos, el tránsito de Ida por el mundo racional es temporal.
Esto se debe a que la decisión inconsciente de repetirse a sí misma, para
conservarse, mantener su plenitud y su identidad es fundamental, ya que
valiéndose de su pasado, que se le precipita en sus actos y elecciones
esenciales, incluso habiendo realizado algunas de las cosas que hacia
Wanda, Ida, decide volver al convento.
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