Montanhagol, Guilhem de

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Montanhagol, Guilhem de

Mallo Cored (1955); Endrija de la Gripe, vía Cuerviñán Norte del Mallo Gómez Laguna (1956); vía Serón-Millán del Mallo Pisón (1957); vía Galletas del Mallo Firé (1959); vía de los Cachorros (1958); Endrija por Donde Dios Manda del Mallo Cuchillo (1960); Gran Diedro de Peña Ruaba (1961); el Mango del Cuchillo (1963). Tal sería la actividad de la llamada década prodigiosa de la escalada aragonesa: unos logros sorprendentes a base de tesón, que no de medios materiales. En el territorio de la alta montaña pirenaica, destacaron los éxitos de Montaner hasta 1958: la primera ascensión por el Sur de la Aiguille Petite d’Ansabère, las Frondellas por el Sur, la Montaner-Bescós de la cara Nordeste del Cilindro, la Chimenea Norte de los picos del Infierno, la cara Norte del Piton Carré o la primera nacional de la cara Norte de la Torre del Marboré. Sólo la trágica muerte de Rabadá y Navarro en el Eiger, influiría para frenar esta trayectoria señalada, que se apagó de modo fulgurante a partir de 1963. Además de sus empresas deportivas, Montaner fue el director técnico de la Escuela Nacional de Alta Montaña Aragonesa, miembro de honor del Grupo de Alta Montaña Español y presidente de Montañeros de Aragón (1963-1966). Merece la pena destacar su faceta como escritor de montaña, tras acumular una importante colección de artículos, así como su dilatada dirección del Boletín de Montañeros de Aragón. En 1984, fue coautor de la primera guía sobre Riglos. Desde 2000, existe un Premio Rafael Montaner de Literatura de Montaña, testimonio de sus desvelos por la cultura dentro de este deporte. Obras de ~: con F. Orús, Mallos de Riglos (Escaladas y excursiones), Zaragoza, Montañeros de Aragón y Diputación General de Aragón, 1984. Bibl.: F. Orús, “Riglos, cincuenta años de escalada”, en Boletín de Montañeros de Aragón, n.º 38, 2.ª época (marzo de 1979), págs. 24-32; “Viajamos en el tiempo: Rafael Montaner”, en Anuario de Montañeros de Aragón, n.º 11 (1997-1998), págs. 60-63; F. Martínez de Baños Carrillo, Montañeros de Aragón, 1920-1999 y siempre..., Zaragoza, Montañeros de Aragón e Ibercaja, 1999; VV. AA., Del Teide al Naranjo. Antología literaria de nuestro montañismo, Madrid, Desnivel, 2003; A. Faus, Historia del Alpinismo, II. Montañas y Hombres. De 1900 a 1960, Zaragoza, Barrabés Editorial, 2005; S. Elías, “Pioneros de la escalada en Aragón.  La década prodigiosa (1953-1963)”, en Desnivel, n.º 237 (mayo de 2006), págs. 7480; S. Elías, Rabadá y Navarro. La cordada imposible, Madrid, Desnivel, 2007. Alberto Martínez Embid

Montanhagol, Guilhem de. ¿Toulouse (Francia)?, p. t. s. xiii – ?, 1268 post. Caballero y trovador. Es muy poco lo que se sabe de su biografía, que ha de deducirse fundamentalmente de sus composiciones; la biografía antigua da muy pocos datos e inciertos, procedentes de sólo una de sus obras. La referencia más antigua se encuentra en el sirventés Del tot vey remaner valor, donde critica los excesos de la Inquisición que fue introducida en Tolosa tras la derrota de Raimon VII (a quien va dedicado) por Simón de Montfort; como otros occitanos que se habían enfrentado a los cruzados, debió exiliarse, pues en 1239 Jaime I de Aragón le concedió tierras en Valencia. Aunque se conocen donaciones hechas a juglares, no se puede excluir que hubiera acudido en condición de caballero. Una canción dirigida a una dama de Lunel suele asociarse con el encuentro que en tal lugar tuvieron Jaime I y Raimon VII en 1241; un partimen con Sordel, dedicado a Ramon Berenguer de Provenza puede estar relacionado con el encuentro entre estos tres magnates el mismo año, pues se sabe documentalmente que Sordel estaba al servicio del conde de Provenza; en ninguno de los tres casos se puede afirmar si Montanhagol acompañaba a Raimon VII o a Jaime I, aunque resulta enigmático que a éste nunca le dedique ninguna composición conservada. Sí que pudo estar con Raimon VII cuando en 1242 se rebeló contra los cruzados, pues es el tema de su Bel m’es quan d’armatz aug refrim. Ges per malvastat que eu veya suele vincularse a la Corte tolosana, pues censura a su conde y a Jaime I que no se dirijan contra los franceses a fin de evitar la caída de Provenza; sin duda hace referencia al matrimonio de Carlos de Anjou con Beatriz de Provenza, la muerte de Ramon Berenguer y la sucesión francesa del condado (12451249): ahora bien, el poema va dedicado a Guillem de Montcada, de la alta nobleza catalana, que había participado también en la toma de Valencia, por lo que no puede descartarse que estuviera a su servicio. Algo anterior puede ser una composición dedicada al emperador Federico III, quizá de 1244. Resultan de datación imprecisa cuatro composiciones dedicadas a Alfonso X: en una (Nulhs hom no val...) lo llama “joves de jorns e vielhs de sen” (“joven de días y viejo de juicio”), por lo que pudiera referirse a los principios de su reinado; en otras dos (Ar ab lo coinde pascor y Qui vol esser agradans e plazens) llama “Reys castellas”. Las tres se dedican a la explicitación de los principios de la ética cortés. En la cuarta (Per lo mon fan li un dels autres rancura) se lamenta de la decadencia de los

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Montano de Toledo

tiempos, alerta sobre el avance tártaro y le recuerda a Alfonso que “l’emperi vos aten”, aunque le da el mismo título, “Reys castellas”, y puede datarse hacia 1257 o 1258. Diez años más tarde, en 1268, aparece en los registros de contabilidad de Pedro el Grande de Aragón. A la vista de estos datos, la vinculación de Montanhagol con las Cortes ibéricas fue constante; y podríamos incluso pensar que fue en ellas donde pasó la mayor parte de su vida, puesto que a partir de 1241, cuando en diversas composiciones se ocupa de los problemas occitanos, no se puede desestimar la hipótesis de una vinculación a los círculos aragoneses. Riquer conjetura que “tal vez acabó su existencia en las tierras que Jaime I le asignó treinta años antes”. Sin embargo, su origen provenzal o, más probablemente, tolosano y su preocupación constante por los asuntos de su tierra permiten pensar en él como uno de tantos exiliados que, como los Trencavel, procuraban involucrar a Jaime I en la resistencia contra la cruzada. La poesía de Guilhem de Montanhagol destaca a la vez por una intensa impronta intelectual y cortés; gira continuamente en torno al desarrollo conceptual de los principios corteses, convertidos en principios morales o éticos que han de regir la vida social; más concretamente, en su sirventés contra la Inquisición tolosana (Del tot vey remaner valor) opone conscientemente estos valores (generosidad, sinceridad, proeza y riqueza) contra la falsa pobreza y la adulación que, según él, promueven los dominicos. También juega un papel central en el proceso de espiritualización del amor cortés, que en su obra se aleja definitivamente de las paradojas del período clásico (Ar ab lo coinde pascor): “amor no es peccatz, / ans es vertutz qe·ls malvatz / fai bons (...) e d’amor mou castitatz, / qar qi·n amor ben s’enten / non pot far qe pueis mal renh” (“amor no es pecado sino virtut que a los malvados vuelve buenos (...) y del amor arranca la castidad pues quien se dedica debidamente del amor no puede aplicarse al mal”). Este cambio (hay que recordar que los trovadores de la época clásica no sólo reivindicaban la libertad de amar, sino la posesión física de la amada) suele asociarse con la represión inquisitorial de la cruzada, aunque más bien parece fruto de la incompatibilidad entre la formulación clásica del sentimiento amoroso y las instituciones sociales; lo mismo sucedió en las escuelas francesa, galaico-portuguesa e italiana, que renunciaban expresamente a las manifestaciones físicas o eróticas del amor. En Occitania sería seguido por Guiraut Riquier (que pasó también parte de su

vida en la Corte alfonsí), que llevó hasta el paroxismo la descorporización de la dama y del amor. En este sentido, es dudoso que se deba a mera coincidencia que los poemas donde desarrolla con mayor énfasis estos aspectos sean los que dedicó a Alfonso X, puesto que la descorporeización del sentimiento amoroso es uno de los rasgos fundamentales de la lírica galaicoportuguesa. Tampoco podemos dejar de lado el hecho de que sea Guiraut Riquier, otro asiduo de su Corte, quien llevó este proceso a sus últimas consecuencias. Obras de ~: Les poésies de Guilhem de Montanhagol, troubadour provençal du xiiie siècle, ed. de P. T. Ricketts, Toronto, Pontifical Institute of Medieval Studies, 1964. Bibl.: J. Coulet, Le Troubadour Guilhem de Montanhagol,

Toulouse, Privat, 1898; P.  López Elum, “Contribución al estudio de los juglares en la época de Jaime I”, en Ligarzas (Valencia), 4 (1972), págs. 245-258; M. de Riquer, Los trovadores. Historia literaria y textos, vol. III, Barcelona, Planeta, 1975, págs. 1429-1446; E. Melli, “Interpretazioni di Montanhagol”, en VV. AA., Critica testuale ed esegesi del testo. Studi in onore di Marco Boni, Bologna, Patròn, 1984, págs. 97-142; M. Aurell, “Chanson et propagande politique: les troubadours gibelins (1255-1285)”, en P. Cammarosano (ed.), Le forme della propaganda politica nel Due e Trecento (Atti del Convegno di Trieste 1993), Roma, École française de Rome, 1994, págs. 183-202; S. Vatteroni, Falsa clergia. La poesia anticlericale dei trovatori, Alessandria, Edizioni dell’Orso, 1999; K. Sullivan, Truth and the Heretic. Crises of Knowledge in Medieval French Literature, Chicago-London, University of Chicago Press, 2005. Vicenç Beltran

Montano de Toledo. ?, s. m. s. v – Toledo, 531. Obispo de Toledo, conciliarista. Se desconocen el lugar y la fecha de su nacimiento. Ildefonso de Toledo (fallecido en 667) le consagró una pequeña noticia biográfica en su De uiris illustribus (cap. 2), gracias a la cual se sabe que Montano sucedió al obispo Celso al frente de la sede toledana en el 523 y que ocupó este cargo por un período de nueve años, hasta el 531. Ildefonso destaca las cualidades personales de Montano, señala un hecho de carácter milagroso que se le atribuye e informa de que escribió dos cartas, cuyo contenido describe. Precisamente se han conservado estas dos cartas de Montano. En la primera, dirigida al clero y a los fieles de la región palentina, Montano les reprocha que algunos presbíteros estén usurpando las tareas propias de los obispos, critica que prelados de otras jurisdicciones estén consagrando iglesias y reprueba las simpatías que las prácticas priscilianistas todavía despiertan en

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