No sabemos caminar

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No sabemos caminar

Encontré algo que me molesta, irrita, descorazona, entristece, enoja, amarga, angustia y preocupa en marchas como la del 8 de marzo pasado, y tiene que ver con las violencias de los machos en una movilización de carácter feminista. Podemos discutirlo por arriba y por abajo, podemos pensar que hay personas que tienen su forma de manifestarse y esa explicación es política (y puedo empatizar con esa manifestación), podemos pensar que un camarógrafo está cubriendo un evento o está buscando amarillismo, podemos echarle toda la culpa a "los ultras" pensando que puede ser el comienzo de la criminalización de la protesta, o podemos pensarnos fascistas, o iluminados/as/es, o indiferentes, o cómplices del capitalismo. Pero lo que me jode es ver a tipos, varones, hombres, ejerciendo violencia en una marcha feminista.

Tengo que reconocer que hace un tiempo decidí no ponerme a reproducir el mantra "la violencia está mal venga de donde venga", porque hay veces que una mujer apuñalando un tipo está salvando su vida, porque muchas veces las mujeres y todas las corporalidades asociadas a lo femenino (trans, maricas, tortas, intersex, andróginas, diversas, complejas, hermosas) expresan un dolor de forma vehemente que es un llamado enorme de atención ante un sistema que las exprime y oprime. No justifico las violencias pero intento entender, comprender, conmoverme, con las acciones que puedan ser catalogadas como violencia si no provienen de un hombre. Porque no se trata de compartir si no de entender que la violencia de muchas mujeres en un patriarcado capitalista, es defensiva, pues en este sistema que privilegia lo masculino sobre lo femenino, el primero necesita que el segundo esté subordinado y sumiso.

Hace años que intento, a través de diferentes experiencias (institucionales, territoriales, colectivas, personales), trabajar mis violencias y buscar la forma en que los varones dejemos de ejercerla, ya sea que le digamos masculina, intrafamiliar, machista. Vivir en este sistema con la socialización que tuve, y de la forma en que soy leído por el mundo, me lleva a eso. Tuve experiencias como profeminista en las que me dijeron que al identificarme como varón tenía que escuchar antes de hacer, aprender a dar el paso al costado antes de levantar la pancarta "ni macho ni facho", sin importar mi orientación sexual, mi partido político ni mi agnosticismo. Con el tiempo me di cuenta que, incluso con las mejores intenciones, había sido muy violento y era un racimo de privilegios, y todavía quedan resabios. Había sido violento en las más diversas formas, con amistades, con parejas, con la familia, con gente conocida y desconocida. Me horroriza a veces saber que en un descuido se vaya al abismo todo el compromiso construyéndose, porque fui socializado para ser un hombre, con lo que eso significa en esta sociedad. Por eso me entristece muchísimo ver machos desplegando acciones machistas en una concentración como la del 8 de marzo.

Si hubo mujeres en los altercados no es asunto que sienta que yo tenga que puntualizar, solo que me lleva a reflexionar que si naciste en un sistema que te odia puede ser posible que encuentres formas muy intensas de oponerte a él. Incluso me parece muy soberbio de mi parte juzgarlas, en caso que las hubiera involucradas en situaciones de violencia un 8 de marzo. Pero si te identificás como varón, vas a una marcha feminista y te ponés a golpear gente, ya sea un camarógrafo, un portero de discoteca, un vendedor de churros o un transeúnte despistado, estamos en caída libre. Si vas a golpear gente a una marcha feminista el movimiento feminista te importa muy poco, las mujeres te importan muy poco, ese es mi sentir. Si vas a lanzar todo tu rollo político sin pensar en causas feministas, en un Uruguay que por experiencia se nota que las mujeres sostienen las pequeñas minucias en los partidos mientras los varones ocupan cargos de relevancia, las mujeres te importan solo para la causa que a vos te importa. En momentos asi me gustaría estar soñando y despertarme otra para sentirme menos asqueado de tanto circo de macho temeroso por renunciar a sus privilegios. Pienso que yo también puedo ser uno de los potenciales violentos que andan violentando espacios feministas. Me deprime pensar que una simple excusa baste para habilitar mi explosión y dañe al resto de personas, sobre todo a esas que me dijeron eran inferiores a mí. Si te definís como "hombre" y metés golpes -o ejerces violencia física alrededor rompiendo objetos- ante cientos de mujeres feministas, me das miedo, me das tristeza, me haces cansarme, aún más, del hecho de tener que sentirme avergonzado de nuevo por lo que hacemos los varones, ya que aunque no comparta lo que haces, me termina beneficiando en términos estructurales.

Creo que hay que trascender las fidelidades a las organizaciones sociales, pertenezco solo a una que -de tan hermosa- duda, abraza y aprende intentando no destrozarnos en el intento. Nunca me sentí cómodo en las asociaciones aunque las apoyaba con acciones (hasta que las sentía anquilosadas y me iba). No tengo ganas de tener un puesto con relevancia institucional, no vivo del trabajo en una ONG que trate temas de género, no busco tener prestigio ni dinero. Me da igual que haya que entender a "los compañeros" cuando "actúan". Algunos de esos compañeros son los que están detrás de partidos políticos y asociaciones, muchas veces a costa del trabajo invisible, constante, incansable de las mujeres, y otros pudren la fruta en una marcha del 8 de marzo. Ayer le decía a un amigo "es por el camino de las mujeres", por el camino de todo lo que representa el concepto amplio, intenso, luchador, denso, amoroso, analítico, cuidadoso, generoso, constante de las mujeres. No es por el camino de dejar que los machos compañeros desplieguen su violencia. Es justo en ese día en el que tenemos que estar calladitos, escuchando y abriendo las calles, liberándolas aunque sea por 24 horas de nuestras violencias cotidianas, sintiendo mucha vergüenza. Mucha vergüenza de habernos convertido en lo que desparramamos por la vida. Siento que no vamos a cambiar nada, ya que el patriarcado no se te quita por gritar consignas, tampoco por intentar informar mientras vas provocando, ni por comentar en este medio virtual lo malo que está el mundo con estas feministas que son violentas (mundo virtual en el que parece que hay que opinar de todo para no parecer insensible cuando la vida pasa siempre siempre siempre por otra parte).

El patriarca interno, siento, se muere quedándonos quietos y escuchando, dejando de ocupar espacios de mujeres, mirarnos a los ojos entre varones y, en espacios varoneros, putos, antipatriarcales, anticapitalistas, descoloniales, cuestionarnos todo. Todo. To-do. Desde la heterosexualidad obligatoria hasta la expresión de género, desde la forma de reaccionar a la frustración a la manera en que justificamos las violencias de otros varones, desde el abuso ocultado dentro de una organización de base a la misoginia callada con el compañero de partido, desde el miedo al contacto al miedo a la violación. Y comenzar a entender que quienes son sujetas de opresión en este sistema pueden tener formas no pacíficas de manifestarse y uno puede llegar a entenderlo como liberaciones, resistencias, revoluciones; pero si estás hinchado de privilegios por el solo hecho de vivirte como varón, cada golpe tuyo un 8 de marzo es como tirar mierda sobre un plato de comida. Vivitos y coleando, estamos, y las seguimos matando, porque no sabemos caminar el camino de las mujeres.

11 de marzo de 2016

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