No somos madres ni sabemos tampoco que somos

No somos madres ni sabemos tampoco que somos

Carolina Sanín se presentó en el Hay Festival 2016 en Querétaro, ahí tuve la oportunidad de escuchar todas las opiniones de la propia autora sobre su novela antes de convencerme para leer el libro Los niños. No sé que tanto bien le pudo haber hecho esto a mi lectura porque durante toda la la novela estuve escuchando la voz estricta de Carolina Sanín: "la novela no es sobre una madre, la novela no habla de la maternidad sino de la hospitalidad, las casas no son hogares en el sentido estricto, la relación de Laura y Fidel no es maternal, ni tampoco fraternal ni amorosa; aunque si lo fuera podría serlas todas." Durante toda la lectura me rondaban estas ideas y a la mitad de la lectura (manipulada y sugestionada por las palabras de la autora) me detuve y dije: "¡Es que esta novela no se trata de nada!". Y puede ser que haya tenido razón.
La novela habla de una relación entre Laura y Fidel (que en realidad no se llama Fidel), Laura no es una pésima madre para Fidel ni tampoco una buena porque no es eso. A veces se siente como una hermana, como cuando deja a los dos niños solos en el departamento y regresa corriendo, dándose cuenta que una madre no haría eso. Fidel y Laura juegan a ser madre e hijo, Laura juega a ser una segunda madre para Fidel pero ese juego es intermitente, viene y va.
La novela nos relata esta historia entre dos personas que se necesitan mucho, Fidel necesita alguien que le enseñe el mundo y Laura necesita alguien con quien vivir el mundo para ver si así puede reencontrar una casa. Pero una casa, entendiéndolo como un lugar simplemente en donde habitar, un lugar que no tiene que ser precisamente terrenal.
Laura es rica: no tiene que trabajar y cuando lo hizo fueron trabajos extraños que generalmente no tienen cara, como el de hacer de voz para el conmutador que da la hora nacional o limpiar la casa de una pareja mayor. Laura y Fidel ambos son personajes que navegan en la ambigüedad, que no logran convertirse en mujer y hombre, madre e hijo, guía y pupilo.
Me gusta pensar que Los niños habla de descubrir a las personas, conocer su cara y su mirada pero también de que nos enseñen su mundo las personas: con sus palabras, sus vivencias, su pasado y su presente. Se trata de que nosotros mismos somos el mundo y los escenarios en los que las personas transitan y después, cuando cambiamos de esfera: de día, de país o de circunstancia, nos convertimos en otros escenarios y las personas cambian y se van.
Los niños está escrita para leer una historia larga en poco tiempo, llena de elipsis y momentos poéticos que reflexionan sobre los nombres, los fantasmas, las personas que son fantasmas aunque estén vivas, el lugar a donde van los olvidados y lo que nos hace al final ser quien somos.
Los niños es una novela para leer si se quiere reflexionar sobre la naturalidad con que llamamos a alguien madre, si se es madre primeriza porque habla del temor de querer, tener y cuidar a otra persona, si queremos recordar lo que ser niño y no saber nada sobre los usos del mundo aunque al mismo tiempo se sepa todo lo que hay que saber.