No somos números, somos ciudadanos

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No somos números, somos ciudadanos 07.08.2014 | 04:15

ANTONIO MORIEL FERNÁNDEZ Estos últimos meses no dejan de anunciar a bombo y platillo desde el gobierno que «la recuperación es firme y cada vez más intensa, no es un alarde de optimismo injustificado, ha llegado para quedarse». Afirma el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el balance de la primera mitad del año tras el último Consejo de Ministros que «pisamos terreno sólido». Los últimos datos del Ministerio de Empleo indican que el paro bajó en julio en 29.841 personas con lo que el total de parados registrados se sitúa en 4.419.860 y las afiliaciones a la Seguridad Social, aumentaron en 62.108 por lo que a finales del mes pasado había 16.747.103 cotizantes ocupados. Por su parte, la recién nombrada presidenta del PSOE, Micaela Navarro, declaraba a tenor de estos datos que «el empleo debe ser de calidad y con un salario y condiciones laborales dignas, algo que ahora mismo no se está produciendo». El problema no son las cifras, señoras y señores gobernantes, son las personas con nombres y apellidos. Las cifras se pueden manipular e interpretar de varias formas. Sobre las interpretaciones sobrados ejemplos hay, sobre todo cuando nos acercamos a elecciones (quedan nueve meses) y sobre la manipulación de las cifras tenemos uno ejemplo bien cercano y reciente: La Comisión Europea abre una investigación sin precedentes sobre las estadísticas de la Comunitat Valenciana: «Bruselas acusa a la Generalitat de haber manipulado sistemáticamente y a lo largo de muchos años los datos de déficit y deuda, lo que habría repercutido en las cifras oficiales notificadas por España a la CE en el marco de la aplicación del Pacto de Estabilidad». Esto me parece no solo grave sino indignante. La credibilidad de los datos está en tela de juicio. Otro ejemplo de cifras y de credibilidad política lo tenemos en el caso del expresidente de la Generalitat catalana, el señor Jordi Pujol, el «molt honorable». Permítanme que lo ponga entre comillas, sobran comentarios. A fin de cuentas estamos hablando de cifras (las que tenía que haber declarado a hacienda en su día) y de credibilidad (decir todo lo contrario que hace). Una credibilidad que se pone en tela de juicio una vez más por el caso Gürtel y que afecta al gobierno de la nación. Y por último, quiero recordar que en julio de 2008 la portavoz parlamentaria del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, presentaba por la mañana un decálogo contra la corrupción y pedía «mano dura con los que trincan». Por la tarde, su jefe de filas, Mariano Rajoy, se paseaba por la bahía de Castelló con el entonces presidente de la Diputación Provincial y líder del PP en la provincia, Carlos Fabra, imputado entonces desde 2004 por presunto soborno y tráfico de influencias, entre otros delitos. Noticia que recogía el diario Público (11-07-2008). Dijo entonces Rajoy sobre Fabra: «es un ciudadano y un político ejemplar». ¿Qué nos puede

decir ahora señor Rajoy? Se lo digo pues de todos es conocido: El Tribunal Supremo ha confirmado la pena de cuatro años de cárcel por cuatro fraudes fiscales cometidos entre 1999 y 2003 a su ciudadano ejemplar, expresidente del PP de Castelló y de la diputación provincial. Y ustedes nos hablan de las buenas cifras de que la «recuperación es firme y cada vez más intensa. No es un alarde de optimismo injustificado, ha llegado para quedarse». Le recuerdo dos cosas muy importantes: la primera que según sus datos hay más de cuatro millones de ciudadanos españoles con nombres y apellidos que se encuentran en el paro; sobre todo jóvenes, parados de larga duración y mayores de 45 años. En segundo lugar, ustedes no están legitimados, aunque tengan la mayoría parlamentaria, ante los ciudadanos a que nos creamos nada de lo que dicen, han perdido toda credibilidad. Mientras tengamos una sola persona en paro y sin subsidio no dejaré de preocuparme y buscar soluciones. No es cuestión de cifras sino de ciudadanos y ciudadanas que lo están pasando mal. Es una cuestión de tiempo. Hago esta reflexión porque a la vuelta de la esquina están las próximas elecciones municipales y autonómicas y hay mucho en juego. Si queremos ganar músculo ético para evitar la carencia de confianza que va parejo a la escasa participación, hay que ir en contra de esa maldición que la doctora y catedrática de Ética por la Universitat de València Adela Cortina denomina el cortoplacismo, relacionado con la pérdida de confianza. Todo o casi todo lo hacemos a corto plazo, la necesidad de tomar decisiones a corto plazo que apenas deja tiempo para la reflexión es uno de nuestros males. Esto es otra maldición elaborada a conciencia por la política neoconservadora.

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