No vi doncella mejor que la que temprano casó...

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No vi doncella mejor que la que temprano casó. Las alianzas matrimoniales
en la baja nobleza rural gaditana (Ss. XVIII-XIX)*

Mª Paz del Cerro Bohórquez.
Universidad de Cádiz.


Introducción


Desde la perspectiva de la historia social y de la historia de la
familia, transcurre un nuevo proyecto del cual esta comunicación pretende
esbozar algunos de sus objetivos desarrollados en dos partes bien
diferenciadas. Una primera, en la que se muestran los resultados de una
investigación de mayor envergadura que ha servido de soporte y referencia
del trabajo actual y una segunda, en la que se anticipan algunos de los
resultados obtenidos. Dicho proyecto abordará determinados interrogantes
surgidos a la luz de la que constituyó mi tesis doctoral[1] que versó,
principalmente, sobre los procesos de reproducción y perpetuación en el
seno de la baja nobleza rural de Arcos de la Frontera durante los siglos
XVII y XVIII a partir del estudio de la familia Espinosa Núñez de Prado. El
relato de la trayectoria familiar de este linaje, aportó una visión de la
misma que abarcaba tanto los aspectos económicos, sociales y culturales
como la dinámica de las relaciones de parentesco, las estrategias de
reproducción, el capital simbólico y el lenguaje de los signos externos
bajo el marco cultural del Antiguo Régimen, utilizando como método la
microhistoria, el análisis individual, la genealogía y las biografías
colectivas, a fin de dimensionar o "micro" frente a lo "macro".
Respecto a las fuentes, la mayoría de los documentos proceden de los
protocolos notariales consultados en los archivos nacionales (Archivo
Histórico Nacional), provinciales (Archivo Histórico Provincial de Cádiz) y
municipales (Archivo Municipal de Arcos de la Frontera) además de los
parroquiales conservados en el Archivo Diocesano de Jerez de la Frontera.
La provincia de Cádiz en la época moderna cuenta con numerosos
estudios la mayoría referidos a la capital y otras ciudades del entorno de
la bahía, localidades que estuvieron bajo el influjo comercial como
receptoras del impacto sobrevenido con el traslado de la Casa de
Contratación desde Sevilla a la metrópoli gaditana. Frente a esta
proliferación de trabajos en el ámbito urbano se observa, en
contraposición, un cierto vacío para el medio rural, más apartado de las
gran urbe y en consecuencia, menos expuesto y receptivo a los ecos del
fenómeno indiano que conformaron sociedades más cerradas en las que los
cambios se produjeron con mayor lentitud. En esta dirección han discurrido
otros estudios dedicados al análisis de las prácticas en transmisiones
patrimoniales (del Cerro Bohórquez, 2001) la composición de las dotes
femeninas (del Cerro Bohórquez, 2002), la herencia y matrimonio en las
villas de Alcalá de los Gazules, Chiclana de la Frontera y Medina Sidonia
(del Cerro Bohórquez, 2005) y más recientemente, el destinado al
conocimiento de las estrategias familiares en la baja nobleza rural de
Arcos de la Frontera anteriormente citado.


La baja nobleza rural arcobricense


La localidad de Arcos durante la Edad Moderna, poseyó una entidad
conferida tanto por sus orígenes como por ser territorio del Ducado que le
dio nombre. Su situación geográfica ubicada en la parte central de la
sierra de Cádiz, complicó su conquista y alentó su repoblación con
exenciones y repartimientos que disfrutaron y defendieron sus moradores,
entre los que señalamos un contingente militar compuesto por caballeros de
linaje llegados desde Jerez, que se asentaron en la villa para asegurarla.
Los Valdespino, los Maldonado, los Núñez de Prado, los Yuste de la Torre,
los Ayllón, los Angulo o los Lara -por citar- fueron algunos linajes que
muy pronto se unieron para formar el Concejo de la ciudad al que accedíann
mediante el establecimiento de una rueda[2] -a la que sólo podían
pertenecer las diez familias hidalgas mayores contribuyentes- en la que
anualmente se alternaban las varas de alcaldes ordinarios y demás oficios y
cargos, dinámica que perduró hasta finales del Antiguo Régimen. Este grupo
de "notables" aglutinó a las familias principales detentadoras de los
capitales materiales, inmateriales y simbólicos (Maravall, 1984)
conformando las élites locales, apropiándose y perpetuándose en los
espacios de poder mediante la patrimonialización de los cargos en las
instituciones locales.
La reconstrucción económica de la familia Espinosa Núñez de Prado
desde los años finiseculares del XVII hasta principios del XIX, señala la
explotación de la tierra y la ganadería como fuentes primarias de riqueza a
lo que sumaron algunos bienes inmuebles, censos y un pequeño comercio de
abastecimiento dentro del término y con localidades cercanas en calidad de
ingresos secundarios. Respecto a la ganadería, cabe destacar que los
mayores propietarios procedieron de las filas del grupo nobiliario, los
cuales constituyeron una red de socios, amigos y conocidos en torno a los
negocios, que los vincularon con conocidos criadores y ganaderos de villas
cercanas a la de Arcos e incuso a otras del entorno sevillano, como la de
Morón. Estas relaciones se reforzaron mediante el establecimiento de
alianzas matrimoniales, consolidando así el renombre y fama de sus
ganaderías. Junto a los Espinosa sobresalieron importantes criadores como
los Angulo y los Cabreras[3], cuyas reses se lidiaron en la Maestranza
sevillana e incluso en plazas de la categoría de las Ventas de Madrid. Las
cabañas más importantes del término a mediados del XVIII, según los datos
del Catastro, fueron la de los Espinosa, seguida de los Ayllón de Lara
Angulo y los Fernández Valdespino, por este orden[4].
Junto al capital económico, esta baja nobleza dispuso, igualmente, de
un capital simbólico acorde a su estatus que fue consolidado merced a un
fuerte corporativismo, una alta tasa de uniones endogámicas y consanguíneas
y el uso del celibato como mecanismo corrector, con el objetivo de inyectar
capital para fortalecer las generaciones siguientes. Posicionados y
apropiados de las instituciones y de los espacios públicos de poder, las
élites hicieron gala de los signos externos que los identificaban y
distinguían del resto de la población, cuya parafernalia pusieron de
relieve en todos aquellos actos sociales y culturales a los que asistían en
los cuales hacían alarde de joyas, vestidos y de todos aquellos artículos
de lujo adquiridos para tales eventos y que exhibían asomados a los
balcones o portales engalanados para la ocasión, balcones, ventanas y
puertas de casas que poseían o arrendaban en la plaza del Castillo, desde
los que presidían todos los acontecimientos festivos, religiosos o laicos,
protagonizando una puesta en escena que contó con una gramática propia,
haciendo de la apariencia y la manifestación de los signos externos una
expresión de identidad propia del grupo, pudiendo de este modo afirmar, que
la baja nobleza rural vivió a imagen y semejanza de la alta nobleza cuyo
estilo de vida mimetizaron.




Familiares y cómplices: los Espinosa Maldonado - Núñez de Prado

El estudio de la familia Espinosa Núñez de Prado, ha desvelado pautas
respecto a la economía y modo de vida que podrían extrapolarse al resto
del grupo aunque presentan a la par, peculiaridades derivadas del
posicionamiento de la rama paterna de mayor estatus socioeconómico. Por
esta razón, según se ha podido comprobar, las estrategias familiares se
dirigieron hacia dos objetivos fundamentales: por un lado la consolidación
y perpetuación a nivel local y por otro, la promoción y ascenso a esferas
superiores de poder fuera de la villa gaditana, cosa que sólo era posible
si se contaba con la complicidad o influencia de una amplia red de
parientes cuya colaboración facilitara dicho ascenso. En este caso, ambos
objetivos pudieron alcanzarse gracias a la conjunción y coordinación de las
estrategias paternas a las que sumaron el apoyo de los familiares paternos
vecinos de Sevilla.
Los Espinosa Maldonado gozaban en una inmejorable posición social en la
metrópoli sevillana en la que disfrutaban de altas cotas de poder y
representación tanto en el Ayuntamiento como en el Cabildo catedralicio
(Campese Gallego, 2009; 81-92), posiciones claves e influyentes que
resultaron determinantes en el ascenso personal y profesional de los
familiares de Arcos. En este proceso se observan dos momentos
fundamentales. El primero, protagonizado por los padres, consistió en
efectuar una sólida inversión en la formación universitaria de sus hijos,
facilitando con ello a sus parientes de la capital su apoyo e influencia.
El segundo llegaba de la mano de los familiares, los cuales prestaban su
colaboración y complicidad a fin de apuntalar los pilares que soportaban la
grandeza del linaje. Los intereses particulares siempre estuvieron al
servicio de la casa[5].
A tenor de lo dicho, la foto fija se va transformando en una imagen
dinámica dentro de una trama cuyo argumento fue diseñado con un fin y
ejecutado bajo la dirección de la familia paterna, a la que debemos mirar,
por alusiones, para una mejor comprensión de los hechos. El posicionamiento
social de la rama paterna de Sevilla, podría justificar la salida de la
ciudad de uno de sus miembros debido a las circunstancias desventajosas del
hijo menor frente a sus hermanos[6], siendo necesario la búsqueda de un
escenario más acorde a su situación. Teniendo en cuenta que su padre,
natural de Arcos, conservaba en dicha localidad posesiones y amigos, la
ecuación quedaba resuelta tras el acuerdo matrimonial con los Núñez de
Prado, uno de los más rancios linajes del lugar, acuerdo que resultó
satisfactorio para ambas partes. Los desposorios de celebraron en 1705,
estableciendo los esposos sus casas principales en la calle de los
Maldonado, collación de San Pedro de la dicha ciudad. De esta unión
nacieron ocho hijos, cinco varones y tres mujeres, de los cuales tres
matrimoniaron mediante el establecimiento de alianzas de características
muy diversas, como veremos a continuación.
Mª Antonia, la mayor de las tres hijas, desposó en 1727 en la Iglesia
de San Pedro en Arcos, ceremonia a la que asistió su tío paterno don
Fernando en calidad de testigo[7]. El futuro esposo, don Pedro Mariano de
Angulo Bohórquez, hijo del conocido ganadero don Gerónimo Francisco Angulo
Bohórquez, emparentado con los Angulo de la villa sevillana de Morón, todos
ellos miembros destacados en las respectivas ciudades, regidores y alcaldes
ordinarios, componentes de la corporación municipal. La convergencia en los
espacios de poder y los posibles vínculos establecidos en el ámbito
ganadero y de los negocios, pudieron servir de telón de fondo para el
acuerdo matrimonial que acabaría consolidando a la nueva familia como
propietaria de la mayor cabaña ganadera del término, uniendo las vacadas de
los Espinosa y los Angulo que heredará posteriormente Mª Tomasa como hija
única del susodicho matrimonio.
La personalidad de doña Mª Antonia resulta sumamente interesante pues
en ella concurren múltiples facetas desarrolladas durante una vida muy
longeva -casi 80 años- sobreviviendo a sus padres, a su marido y a tres
hermanos, pérdidas que sin duda le dejaron una profunda huella. Convivió y
compartió viudedad con su madre y su hija, compaginando el cuidado de ambas
y el gobierno de la casa hasta el fallecimiento de su madre. Posteriormente
asumió, también, la administración y negocios de su marido, además de los
suyos propios. Los libros de ganadería de la localidad recogen los hierros
y divisa color negro que lucieron sus reses tanto en la Real Maestranza
como en la Ventas. Fue apoderada y administradora de los censos del
Marqués de Villafranca -su primo- hacendada, ganadera y arriera como consta
en el Libro de lo personal e industrial del Catastro[8]. Mª Antonia muestra
una personalidad multifacética, una mujer incansable que se mantuvo al
frente de sus actividades hasta el final de su larga vida.
Viuda desde 1748, convivió con su hija en la casa materna transformada
en un espacio femenino en el que junto a su madre y hermanos posiblemente
decidieran el desposorio de su hija Tomasa. La situación era delicada pues,
ante la falta de sucesores se depositaban en ella todas las expectativas
para la continuidad del linaje. Tal vez, por esta razón, pudo considerarse
conveniente el matrimonio con su tío materno, don Fernando, militar de
prestigio que ostentaba el grado de Coronel del Ejército de su Majestad. La
unión se celebró en 1758 y no hubo descendencia. En 1782 Tomasa enviudó,
consagrándose definitivamente a sus actividades ganaderas y fundacionales
junto a su madre hasta que ésta falleció en 1792. Doña Mª Tomasa, a quienes
todos en la ciudad conocían como "la Señora", (Mancheño y Olivares, 1892;
404) sobrevivió hasta 1803. Sin sucesores directos, su herencia quedó
repartida entre sus parientes más cercanos paternos y maternos, entre
quienes señalamos a su prima hermana Ana Joaquina de Espinosa Cárdenas
Vargas y a su primo hermano José Rafael de Cabrera, quien le sucedió en el
vínculo de los Angulo. El resto del caudal pasó al hospicio para niñas
huérfanas de la ciudad de Arcos cuya fundación había partrocinado.
La alianza matrimonial de don Antonio de Espinosa Núñez de Prado,
percibe en cirto modo desligada de la casa materna ya que para entonces su
madre había fallecido y él era ya mayor y disponía de sus propios recursos
y capitales, aunque no se descarta la intervención de los parientes
sevillanos interesados en la perpetuación de los apellidos por esta rama
gaditana. Don Antonio de Espinosa, estudió en la Universidad de Salamanca y
en 1734 ingresó en la de Sevilla, en la que obtuvo el grado de Doctor en
Leyes. Fue fiscal en la Real Audiencia de Barcelona desde la que se
trasladó a Granada para desempeñar el cargo de Oidor en la Real
Chancillería. Ya establecido en esta ciudad -en la que su abuelo paterno
había ejercido como veinticuatro y disfrutado de sus casas y heredamientos
(Ramos, 1791)- a sus 53 años, aún no había matrimoniado y la línea de la
casa en Arcos continuaba sin sucesión, una coyuntura en la que no se
descarta el posible debate familiar sobre el futuro del linaje,
apremiéndole para que tomara estado, conscientes de la necesidad de
descendientes directos. En este contexto, apareció como candidata doña Mª
Soledad Cárdenas Vargas, viuda de don Antonio Valenzuela, hija de los
condes de Valhermoso, resultando ser una elección muy acertada pues reunía
requisitos acordes a las circunstancias. Su entrada en escena hace pensar,
por un lado, en una probable mediación de los parientes sevillanos y por
otro, en la posible amistad habida entre don Diego, hermano de la futura
esposa, con don Miguel de Espinosa II conde del Águila[9], primo hermano
paterno de don Antonio quien, por otro lado, pudo tener alguna relación con
su futuro cuñado ya que ambos coincidieron como colegiales en Salamanca,
Universidad en la que estudiaron. La unión, a priori, parecía contar con el
beneplácito de todos. El enlace se celebró en Granada[10] en la Parroquia
del Sagrario el 5 de noviembre de 1765, actuando como testigo don Diego de
Cárdenas Vargas, hermano de la novia, a la sazón Canónigo Lectoral de la
Catedral granadina. Fruto de dicho matrimonio fue doña Ana Joaquina, hija
única de la que hubo descendencia que perpetuara la rama gaditana del
linaje de los Espinosa Núñez de Prado.
El ejemplo de los Espinosa Núñez de Prado, revela la importancia del
patrocinio familiar y el papel de las redes de parentesco, un entramado de
conexiones que influyeron e hicieron posible la promoción de casi todos los
miembros y el ascenso social de la rama afincada en tierras gaditanas.

Un nuevo proyecto: No vi doncella mejor…


No vi doncella mejor que la que temprano casó es un nuevo proyecto con
el cual consolidar esta línea de investigación –iniciada hace algunos años-
en el marco del ámbito rural gaditano, tal y como señalamos al principio.
La historia de la familia ha registrado en las últimas décadas un
fuerte impulso que ha servido para renovar la reciente historiografía
moderna. Los múltiples estudios desde las diferentes disciplinas de las
Ciencias Sociales, han aportado una imagen mucho más clara de su
funcionamiento, estructura y dinámica de las relaciones entre sus
miembros[11] (Chacón Jiménez, 1998; 2009; 2011). Legitimada mediante el
matrimonio, se articula en un contexto de relaciones que han generado
prácticas sociales y culturales propias de la época. Por otro lado, el
matrimonio ha ocupado una dimensión social y económica que trasciende el
ámbito de lo privado, lo que debe tenerse en cuenta para comprender las
alianzas y las relaciones sociales (Chacón Jiménez / Méndez Vázquez, 2007;
62). En esta estructura de relaciones que constituyen la totalidad de las
redes, se establecen vínculos de diversa índole entre los cuales el
matrimonio, representa un potente lazo que garantiza la continuidad de los
linajes mediante la reproducción social y biológica, fin primero y
principal de la unión conyugal, por lo que podemos considerarlo una
estrategia clave dada su finalidad reproductora (Chacón Jiménez, 1995; 82).
La historia de la familia ha traído a primer plano el estudio de las
alianzas matrimoniales como vía para profundizar en el conocimiento de
otros tipos de alianzas como fueron las económicas o las de poder. Es mi
propósito profundizar y analizar en el marco de las estrategias familiares,
la lógica de dichas alianzas en el grupo nobiliario, concretamente en la
nobleza media y baja afincada en varias localidades de la provincia de
Cádiz.
La noción de estrategia, llegada de la mano del sociólogo francés
Pierre Bourdieu (2011), ha suscitado múltiples aportaciones en torno a este
concepto tan complejo como amplio. Francisco García González lo define como
"el conjunto de decisiones conscientes que alimentan la vida familiar en
los límites y en la dirección deseados, lo que no implica en absoluto
asumir que nada queda sujeto al azar o nada escapa al control de la
familia, pero que sí que, nada en realidad sustancial, evita que, en el
tiempo, en la larga duración, se produzca su reproducción". (1999; 195-
226). Por tanto las estrategias, deben contemplarse como un proyecto
conformado por un conjunto de decisiones conectadas e interrelacionadas a
la par que dichas decisiones pueden concebirse como permanencias o también
como cambios. En cualquier caso, aunque aparentemente puedan darnos una
imagen que encuadra tanto a hombres como a mujeres, en la práctica han
revelado un modus operandi que deferencia a unos y a otras, en función de
una serie de intereses en juego. "La subjetivización de estas estrategias
como método de análisis nos conduce a la apasionante aventura de conocer
cómo fueron vividas por parte de los sujetos activos y cómo fueron
percibidas por parte de los sujetos pasivos" (Fargas, 2011; 4).
En la estrategia del matrimonio hay que tener en cuenta una serie de
factores que inciden en la elección del cónyuge como fueron la importancia
de los lazos familiares y las obligaciones creadas por el parentesco, la
consanguinidad o el clientelismo, relaciones establecidas en el seno de la
familia y del grupo. A este respecto, entre los "notables" o "principales",
las alianzas configuraban redes que vinculaban a una parte de las casas más
preeminentes de una comunidad (Imízcoz Beunza, 2009). Estos vínculos
creados se prolongaban a través de determinadas relaciones que a su vez
podían estar integradas en otras de mayor amplitud. En este esquema de
funcionamiento inscribimos las pautas de las familias conformadoras de la
élite local objeto de estudio.
Así mismo, las relaciones de parentesco contienen elementos de
identificación social que comienzan con la impronta del apellido que
anticipa el honor, el prestigio de la estirpe. En este contexto cobra
relieve la genealogía familiar, el conocimiento de quienes durante
generaciones construyeron una memoria común que constituirá un elemento de
diferenciación, una carta de presentación validada merced al peso histórico
y la memoria del linaje. En esta reconstrucción del pasado genealógico,
queremos resaltar la relevancia de las mujeres y su papel activo en el
marco de las alianzas como impulsoras de los intereses familiares,
promotoras de los hijos y parientes, en la movilización de sus propios
lazos y solidaridades (Oliveri Korta, 2010) así como el desempeño de la
autoridad y la presidencia de la casa según se ha comprobado en diversos
estudios (Oliveri Korta, 2001; Echeverría Ayllón, 2014; Ramiro Moya, 2012;
Torras, 2013; Ramírez de Juan, 2007; del Cerro Bohórquez, 2015).
El proyecto tiene por tanto, como eje principal, el análisis de la
arquitectura interna de las alianzas matrimoniales en el seno de la baja
nobleza rural en tierras de Cádiz, a partir del seguimiento de las
trayectorias familiares de otro rancio linaje vinculado al de los Espinosa
Núñez de Prado, los Fernández Valdespino los cuales serán objeto de estudio
en la presente comunicación, lo cuales, como veremos, protagonizaron un
proceso de ascenso que dibuja un circuito geográfico cuyo recorrido partió
de la ciudad de Arcos de la Frontera y pasará por Jerez, Sanlúcar de
Barrameda y a Sevilla capital, lugar en el que culminará su ascenso y
definitiva inserción en la nobleza titulada. Este itinerario geográfico
unirá los diferentes tramos de una trayectoria social ascendente que
sucedió en un tiempo largo, cuyo punto de partida para este estudio,
coincidirá con los primeros años del siglo XVIII, prolongándose hasta
finales del XIX.
La documentación utilizada, procecede igual que el el caso anterior de
los protocolos notariales consultados en diferentes archivos. Es
necesesario señalar las enormes dificultades que ha representado esta
consulta debido tanto a la desaparición de algunas escrituras como a la
repetición de nombres y apellidos, obstáculos que han constituido un
auténtico reto a la hora de identificar algunos de los individuos.
Los resultados y la experiencia de la investigación de los Espinosa
Núñez de Prado referdida en el apartado anterior, ha sido fundamental al
partir de un contexto histórico, geográfico, social de similares
características. Respecto a la ciudad de Arcos, conocemos sus orígenes
históricos remotos y sus particularidades como ciudad de frontera.
Perteneciente a la Archidiócesis hispalense, fue para mediados del
XVIII[12] (Eiras Roel, 2009), una de las ciudades gaditanas más poblada
junto con Jerez, el Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda, en cuya
sociedad encontramos una nobleza media y alta no afincada en la ciudad que
conservó, no obstante, sus vínculos materiales y afectivos, manteniendo en
ella propiedades y una amplia red de familiares y amigos. Conocemos también
la estructura de poder local y su funcionamiento. Hemos cuantificado sus
recursos, bases económicas y valorado los capitales inmateriales y
simbólicos, rasgos que definen a sus élites locales en cuya definición
coincidimos con las que a este respecto, ha señalado Molina Puche (2005;
202-206) a partir de Maravall y otros autores.
Con todas estas referencias como telón de fondo y los primeros
rastreos documentales, se elaboró un perfil inicial de los Fernández
Valdespino, en el que destacan aquellos marcas que constituyeron su
"especie" particular de capital, enfatizado y transformado con el paso del
tiempo, en signo distintivo y de distinción social, así como el espacio en
el que se inscriben sus redes familiares y sociales (Fernández Fernández,
2013; p.36). La fotografía original resulta interesante aunque imprecisa
debido a que este proyecto se encuentra en una fase incipiente, por lo que
los datos expuestos no son en modo alguno concluyente, requiriendo de un
análisis más profundo cuyos resultados serán más precisos a la finalización
del mismo. No obstante, salta a la vista, la sucesión de alianzas
matrimoniales ascendentes efectuadas en un marco caracterizado por la
presencia de miembros pertenecientes al ejército y en general, al ámbito
militar y de los negocios, marco en el que se ubicarán las redes tanto
familiares como sociales, de las que dispusieron. Estas circunstancias
junto con el traslado temporal o definitivo a otras ciudades, fomentarán la
consolidación del estatus económico y la ampliación de vínculos favorables
a las nuevas familias que repercutirán a más largo plazo a la totalidad del
linaje.

En la trastienda de las alianzas: los parientes y amigos.

Los Fernández Valdespino, afincados en Arcos, procedían de una rama
llegada a Jerez en tiempos de la conquista y repoblación de esta zona
andaluza. Al finales del XVI, don Alonso Fernández Valdespino contrajo
matrimonio con doña Catalina de la Cuenca Farfán[13], natural de Arcos,
trasladándose a dicha localidad a unas casas de la calle Boticas[14]
(Delgado Orellana, 1968). De ahí que familiares de la misma rama quedasen
repartidos entre ambas localidades[15] desde las que se expandieron hasta
otras más o menos cercanas, según se ha comprobado. A partir de aquí las
vinculaciones, traslados y cambios de residencias de algunos miembros de
una a otra ciudad, fueron muy frecuentes.
Las primeras pesquisas y rastreos documentales en la localidad
arcobricense, los sitúan entre los diez mayores contribuyentes, requisito
sine qua non para acceder a los cargos del concejo municipal, en el cual
ejercieron diversas regidurías[16] y se turnaron en la rueda las varas de
alcalde ordinario tal y como venía siendo desde la formación de dicho
concejo. Es importante señalar que algunos miembros fueron alcaides del
castillo y fortaleza, nombramiento reservado al Duque por considerarse un
cargo de confianza. Además los Fernández Valdespino contaban con un ilustre
pasado militar, siendo como fueron descencientes y sucesores de los
caballeros repobladores, militares que destacaron por sus continuos
servicios y lealtades a los reyes desde tiempos del Rey Sabio. En general,
observamos la tendencia del grupo a la patrimonialización de los capitales
–materiales e inmateriales- derivados tanto del desempeño de los cargos
públicos como de la carrera militar o de los negocios que, con el tiempo,
transformaron en un signo de distinción social.
Perfil idéntico presentan los varones de la rama jerezana,
descendientes también de insignes militares que sobresalieron en la batalla
de Salado. A igual que sus parientes de Arcos, ocuparon los espacios de
poder acaparando algunas de las veinticuatrías que poseyeron en propiedad
desde su establecimiento en dicha ciudad. Caballeros de órdenes, regidores,
alcaldes y militares de prestigio, completan unos currículums acordes al
capital relacional y simbólico del que fueron portadores los sucesores de
ambas líneas manteniendo entre ellos fluidas y constantes relaciones tanto
familiares como en el marco de los negocios. Dichas relaciones se
reforzaron con repetidas prácticas de alianzas consanguíneas y acuerdos
matrimoniales con miembros de la nobleza o personas muy cercanas a ella,
cuyos frutos se percibirán con mayor claridad tras el acuerdo entre los
Fernández Valdespino, de Arcos y afincados en Sanlúcar y los Miconi
(Micone) Cifuentes de Cádiz, siendo esta unión un punto de inflexión en la
carrera hacia el ascenso definitivo.
Comenzaremos el relato en la ciudad de Arcos a principios del
dieciocho. Don Alonso José Fernández Valdespino, natural de Jerez, desposó
hacia 1710 (¿?) con doña Mª de la Antigua Fernández Valdespino, su sobrina,
natural de Arcos. La familia del cónyuge contaba con una nutrida
representación en las élites locales jerezanas y en la administración
municipal, entre las que podemos citar a modo de ejemplo, la media
veinticuatría de don Juan Fernández Valdespino[17], heredada por su primo
don Alonso. Su pertenencia al ejército vino condicionada por la tradición
de sus antepasados, pues en todas las generaciones algún varón se
incorporaba a la vida militar, profesión que con el paso de tiempo, la
familia transformó en un símbolo de distinción social que utilizaron para
promocionarse.
Los recursos económicos de don Alonso José y su esposa a principios
del XVIII lo conformaban diferentes propiedades de tierra destinadas al
cultivo de cereales y al olivar; tres cortijos en régimen de arrendamiento,
el de San Antón y los Barros[18] en Espera y del Campo de la Verdad en
Arcos y casi el 10% de la producción aceitera[19]del término. (Mancheño y
Olivares, 1895: 28). En cuanto a la cabaña ganadera, segundo gran pilar
económico del grupo, según las comprobaciones del Catastro[20] sumaron
2.334 cabezas, lo que les posicionó como segundos propietarios en el
término por detrás de doña Mª Antonia de Espinosa Núñez de Prado[21]. A
todo ello añadimos el valor de varios censos que ascendieron a 735.00
reales, entre los que destacamos el que don Alonso José impuso sobre el
Concejo, Justicia y Regimiento de la ciudad, todos ellos a un interés del
2,5% de rédito anual[22]. Además, la media veinticuatría[23] ya mencionada
(González Beltrán, 1978), varios inmuebles en la localidad de Arcos, un
mayorazgo de su abuela materna con rentas procedentes de los réditos de dos
censos impuestos sobre una casas principales en la Puerta Zerrada, en la
villa de Madrid[24] y varias capellanías y memorias de misas, fundadas para
beneficio de los familiares clérigos, todo lo cual constituyó, a grandes
rasgos, el caudal económico familiar disponible. Finalmente, don Alonso
José, que ya gozaba del vínculo heredado por línea materna fundó junto con
su mujer, otro mayorazgo con bienes por valor de 40.000 ducados,
solicitando para ello facultad real que le fue concedida con fecha 18 de
diciembre de 1746[25]. De dicho matrimonio hubo cuatro hijos de los cuales
dos casaron y el tercero ingresó en el clero y fue presbítero en la dicha
ciudad. Leonor, la única mujer, doncella, vivió primero bajo la tutela
paterna y después con su hermano clérigo.
Francisco, el hijo primogénito de don Alonso José nacido en Arcos, se
incorporó en el ejército, obteniendo el grado de Alférez de Navío en 1737,
año en el contrajo matrimonio con doña Teresa Peaguda Mendoza. La
documentación encontrada hasta ahora es insuficiente para montar un relato
que se sospecha extenso y gris en este tramo. Sabemos que tras los
desposorios celebrados en Llerena, los nuevos esposos se establecieron en
Jerez hasta 1742, fecha en la que , al parecer, se trasladaron, junto con
sus seis hijos y el servicio, a la localidad de Arcos. Primero residieron
en la casa paterna, sosteniéndose a expensas de su padre con una asignación
diaria entre seis y ocho reales para su manutención[26], además de las las
obras realiazadas , también a costa de su padre, para la reparación de unas
casas, propiedad su hermano don Alonso Nicolás, Presbítero Protonotario de
la dicha ciudad, utilizadas por la familia como almacén de grano, a la que
se mudaron una vez acondicionadas para su habitabilidad[27]. También
sabemos que antes de llegar, en la villa jerezana, habían empeñado algunas
joyas y vestidos de oro y diamantes[28] que más tarde don Alonso José
recuperaría para su nieta Leonor. No contamos con datos que expliquen la
precaria situación económica de la pareja, aunque contemplamos la hipótesis
sobre la posible enfermedad de doña Teresa como la causa que provocara
dicho traslado y apuros económicos. No obstante, habiendo recibido don
Francisco su capital, compuesto por 56.134 reales a cuenta de ambas
legítimas, en cuya cantidad se incluie tambien los gastos quese hizieron en
la dcha ciudad de Xerez por la expresada ntra nuera[29] más la dote de su
mujer, resultando cuanto menos extraño, la escasez de recursos tan sólo
cinco años después, hasta el punto de tener que empeñar las joyas e incluso
pasar a depender económicamente de su padre, que por su testamento fechado
en 1760, señalaba estos hechos, subrayando los gastos originados de esta
situación para que fueran descontados de la hijuela perteneciente a su
hijo, ya viudo en las fechas en que se efectuó dicha partición.
Don Francisco fue nombrado en 1768 por el Conde de Aranda, Capitán
General de los Reales Ejércitos y Presidente del Real Consejo de Castilla,
razón que justifica el traslado de su residencia a Madrid, donde falleció.
También es posible que su presencia en esta villa, con el estatus que el
cargo le había proporcionado, fuera el escenario en el que se decidiera el
matrimonio de su hijo primogénito Alonso Fernández Valdespino Peaguda.
Sucesor del mayorazgo fundado por sus abuelos, don Alonso contaba con el
prestigio que su rango en el ejército le proporcionaba, lo que pudo influir
en la concertación de su matrimonio con doña Isabel Gutiérrez de Armijo,
natural de Sanlúcar de Barrameda, donde desposaron en 1770.
Según declaración de su tía paterna doña Leonor, doncella, en su
testamento otorgado en 1774[30], su sobrino don Alonso, Alférez de Navío,
también residió en Madrid junto con su esposa ya con el rango de Teniente
de Fragata, con el cual se retiraría a la localidad gaditana de Sanlúcar.
De este matrimonio nacieron tres hijos: Pedro, Mª Regla y Mª del Carmen. De
don Pedro, único varón y primogénito, no tenemos aún información. Sabemos
que su padre actuó como curador ad litem en el pleito seguido en 1777
contra sus suegros, por la sucesión al mayorazgo fundado por el capitán don
Juan Pérez de Moreda, bisabuelo paterno. De dicho pleito una copia se
conserva en la Biblioteca de la Universidad de Oviedo[31].
En esta secuencia narrativa, cabe señalar el protagonismo de las hijas
de don Alonso y doña Isabel, comprobando la relevancia que las mujeres
representaron como garantes de la continuidad de la casa, elementos claves
en los procesos de reproducción. Los Fernández Valdespino Gutiérrez de
Armijo estaban bien posicionados y contaban con una red de parientes y
amigos en ámbito militar, una impronta transmitida tanto por la rama
materna como paterna. Los matrimonios concertados para sus dos hijas
representaron la consolidación e inserción definitiva en las filas de la
alta nobleza y un paso de gigante en la carrera hacia el ascenso, pues doña
Mª Regla desposó con don Pedro Manjón, como explicaré a continuación y doña
Mª del Carmen con don Vicente Pomar (1807), VII marqués de Ariño.
Doña Mª Regla, desposó en primeras nupcias en 1801 a los 19 años de
edad con don Pedro Manjón y Miconi, miembro de una familia de la burguesía
comercial naturalizada en Cádiz que destacaron y ejercieron altos cargos en
la Marina, con parientes en puestos relevantes en el seno de las
instituciones encargadas del control y tráfico indiano con base en dicha
ciudad. No podemos perder de vista que ya en la segunda mitad del dieciocho
la burguesía comercial gaditana estaba en auge y que en Sanlúcar de
Barrameda se asentaron familias de rancio abolengo, dedicadas a los
negocios vinateros. Por estas mismas fechas, la capital acogió una numerosa
población foránea atraída por el comercio con el Nuevo Mundo. Algunos de
ellos se vincularon con prestigiosas familias afincadas en esta ciudad como
vía de acceso a las redes mercantiles, afianzando estos lazos mediante
alianzas matrimoniales (Fernández Pérez, 1997). En este marco podría estar
la conexión que facilitó la unión de doña Mª Regla con don Pedro[32],
Comisario de Marina, nieto de don Tomás Miconi Cambiaso, Miembro del
Consejo de Su Majestad y primer Marqués de Méritos[33], una alianza
económicamente sólida que cambiaría definitivamente el rumbo de los
Fernández Valdespino a la par que fortaleció el prestigio y honorabilidad
de los Miconi (Brilli, 2013). Dicho matrimonio tuvo una vida muy corta pues
se efectuó en 1801 y en 1808 doña Mª Regla, viuda y con dos hijos, contrajo
segundas nupcias con su tío materno don Miguel de las Heras y Ferrer, Señor
de Blegua, (luego Marquesado[34]) título que ella ostentó hasta que pasó a
manos de don Juan Mª de las Heras, hijo único de este segundo enlace.
La línea principal sucesoria del primer matrimonio, recayó en la
persona de don Pedro Manjón Fernández Valdespino. Nacido en Sanlúcar en
1803, Caballero de Calatrava, Diputado a Cortes en 1853 y 1857, Caballero
Maestrante, candidato a Senador del Reino en 1860 y alcalde de su ciudad en
la que regentó también algunos negocios. Don Pedro se convirtió desde el
principio en el mejor candidato para desposar con doña Leona de Mergelina
Gómez de la Barreda, hija del Capitán de Navío Joaquín Mergelina y de doña
Eduarda Gómez de la Barreda y Gutiérrez de Henestrosa, sanluqueña, con
quién casó en 1845. Establecidos en esta ciudad, vivieron en la conocida
"Casa Moredas". El matrimonio fundó una empresa vinatera destinada a la
producción de vino manzanilla que doña Leona, ya viuda, se encargó de
comercializar bajo el nombre 'El Rocío'[35] (Gómez Díaz, 2002) con el cual
la dio a conocer tanto en España como en Cuba, Argentina y Londres.
Los Fernández Valdespino habían escalado definitivamente las filas de
la aristocracia incorporándose tanto a los selectos círculos de su ciudad
como a la más refinada sociedad de Sevilla donde poseyeron casa propia, en
la que don Pedro falleció en 1865. Le sobrevivieron su viuda y seis hijos
de los que tres titularon: Eduarda, Marquesa del Valle de la Reina; Mª
Regla, Condesa de Lebrija y Juan Pedro, Marqués de Méritos, cuyos
descendientes ostentan actualmente la titularidad.

Conclusiones

El estado inicial en que se encuentra la investigación justifica la
presentación de un primer relato comprimido y sintético al objeto resaltar
las principales alianzas que constituyen los nudos principales pendientes
de desentrañar más pausadamente a fin de conocer los entresijos, los
intereses puestos en juego por las familias que, finalmente, consiguieron
impulsar el ascenso del linaje. La trayectoria mostrada desvela episodios
que requieren una mayor atención, cuya repercusión no podemos valorar aún.
La limitación a la que estamos obligados por la normativa del Congreso
permite sólo una aproximación a una arquitectura mucho más amplia y
compleja que confiamos vea la luz en un futuro próximo.
Las estrategias de reproducción y perpetuación en el seno de las familias
de la nobleza media y baja en esta zona andaluza, constituyeron un gran
proyecto conformado por un conjunto de decisiones que interactuaban entre
sí. Los destinos elegidos para unos hijos permitían o mejoraban las
posibilidades de otros y siempre, en el horizonte, los intereses de la
casa, del linaje, del apellido. La elección de los candidatos al matrimonio
implicaba una serie de movimientos previos con los que atraer al mejor
candidato, entendiendo que el mejor siempre sería aquel o aquella que
portara la mejor oferta atendiendo las necesidades de la casa. No podemos
dejar de lado el carácter contractual de los acuerdos matrimoniales, ni los
intereses que cada parte ponía en juego. Como en el ajedrez, las
estrategias no concibieron cada movimiento aislado sino integrado en la
totalidad de la partida, teniendo en cuenta las opciones abiertas para sí
mismos, para el contrario y la repercusión de las mismas.
Los Espinosa Núñez de Prado al igual que los Fernández Valdespino,
protagonizaron una carrera ascendente desde la baja nobleza rural afincada
en Arcos, hasta las filas de la alta nobleza establecida en Sevilla,
utilizando para ello la complicidad, la influencia y el apoyo de los
parientes mejor posicionados, acordando uniones endogámicas, consanguíneas
y con miembros pertenecientes al ámbito militar, un espacio en el que
sectores de la nobleza encontrarán un espacio para añadir lustre y dignidad
a determinados miembros y un nuevo marco para acceder al mercado
matrimonial que fue aprovechado por muchas familias a fin de escalar
posiciones en el seno del grupo.






















TABLA ANEXA.-


Matrimonio
(S. XVIII) "Localidad "Nº hijos/as "Casados/as "Clérigos "Religiosos/as
"Porcentaje matrimonios " "Alonso J. Fndez Valdespino-
Mª Antigua Fndez Valdespino.
(1710?) "Arcos "3(os)
1(a) "2(os)


(1 hija no casó) "1 " "50% " "Francisco Fndez. Valdespino- Teresa Peaguda
Mendoza
(1737) "Arcos Jerez
Sanlúcar "3(os)
3(as) "2(o)
1(a)
2(¿?) " "1 "50% " "Alonso Fndez. Valdespino-Mª Isabel Gutiérrez Armijo
(1770) "Arcos
Jerez
Sanlúcar
Madrid "1(o)
2(as) "2(as)


(1 hija no casó y un hijo militar no sabemos) " "1 "75% " "(S. XIX)
Mª Regla Fndez. Valdespino-
1º Pedro Manjón Miconi (1801)
2º Manuel de las Heras (Señor de Blegua)(1808) "
Sanlúcar "
1(o)
1(a)

1(o) "
2(os)
1(a) " " "
100% " "Pedro Manjón Fndez. Valdespino- Leona Mergelina
(1846) "Sanlúcar
Sevilla "2(0s)
4(as) "2(os)
(1 IV M. Méritos)
4(as)
(1 V Msa. Valle de la Reina; 1 VI Csa de Lebrija.) " " "100% " "5 " "22 "15
"1 "2 " " "Tabla 1.- Enlaces, número de hijos y estados. Fuente: AHPC
(Elaboración propia)




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*Este trabajo se desarrolla en el marco del proyecto Construcciones del yo:
narraciones y representaciones del sujeto moderno entre lo personal y lo
colectivo, siglos XVII-XIX, HAR2014-53802-P, financiado por el Ministerio
de Economía y Competitividad.
[1] Familia y reproducción social. Los Espinosa Núñez de Prado: una élite
de poder en tierra de Cádiz y Sevilla. (Siglos XVII-XVIII), Servicio de
Publicaciones de Universidad de Sevilla, Sevilla 2015.

[2] Sostengo la hipótesis sobre la denominación de "rueda" por la
estructura que presentan los Privilegios Rodados El Archivo de ciudad
conserva varios, siendo el más antiguo el de 1256 por el cual don Alfonso X
concede a Arcos el Fuero de Sevilla. Vid. Archivo Municipal Arcos de la
Frontera, en adelante, AMAF, Sección 0, nº 1.
[3] Estas ganaderías fueron las más destacadas en el contexto que nos
ocupa.
[4] Comprobaciones del Catastro. Nº 105-12-438. Año, 1761.
[5] En este caso se utiliza el término "casa" como sinónimo de "linaje".
[6] La situación de don José de Espinosa se vio eclipsada por el
posicionamiento de sus dos hermanos mayores. Don Miguel -Caballero de la
Orden de Santiago, Veinticuatro, sucesor de mayorazgo- y don Fernando
-Caballero de Santiago, Hermano Mayor de la Maestranza y Alcalde Mayor,
también sucesor de mayorazgo y a partir de 1728 Conde del Águila. Ambos
entroncaron con importantes Casas establecidas en Andalucía mediante
acuerdos matrimoniales. El primogénito casó con la hija del I marqués del
Vado del Maestre y el segundo desposó en primeras nupcias con una hija del
marqués de las Torres y en segunda con una sobrina del marqués de
Montefuerte. Se imponía, pues, la necesidad de buscar un marco acorde a su
rango y apellido, al tiempo que apartado de este otro contexto que lo
ensombrecía.
[7] Archivo Diocesano de Jerez de la Frontera, en adelante, ADJF. Libro de
Matrimonio, 12, fol. 152, año, 1727.
[8] Catastro del Marqués de la Ensenada. Libro de lo Personal e Industrial
de seglares. Fol, s/n. Año, 1661.
[9] Archivo Municipal de Sevilla, en adelante, AMS. Papeles del Conde del
Águila. Sección XI. Tomo 4, nº 12.
[10] AHNSN. Luque, 093.026. Año 1765.
[11] Contamos con una extensa historiografía por lo que señalo la más
reciente del panorama Español que compendia así mismo, otros trabajos.
[12] Arcos ocupó el séptimo lugar entre las poblaciones pertenecientes a la
Archidiócesis de Sevilla.
[13] Los Cuenca Farfán de los Godos, fueron igualmente ilustres miembros de
las elites arcobricenses. En la actualidad pueden contemplarse la fachada
de una casa-palacio de que mantuvieron en la ciudad gaditana.
[14] Hoy, casa actual Marqués de Torresoto, que resultará fácilmente
reconocible por el azulejo que luce su fachada, en honor a Ntra. Sra. de
las Nieves. En estas casas, nació en 16891doña Mª de la Antigua Fernández
Valdespino, sobrina nieta de don Francisco Fernández Valdespino que fue
también, su suegro, según veremos.
[15] En Arcos convivieron varias líneas, de las cuales para realizar este
trabajo, nos centramos en la de don Alonso José Fernández Valdespino y doña
Leonor Caballero y Andrade.
[16] AMAF. Actas Capitulares. Sig, 633. Libro, 17. Años (1691- 1708); Sig,
639. Libro, 23. Años (1727-31); Sig, 641, libro, 25. Años (1736-38).
[17]AHPC. Protocolos Notariales Arcos de la Frontera. Sig, 102, Fol, s/n.
Año, 1760
[18] Para el año 1769, este cortijo proporcionó hasta 524.805 reales,
procedentes de 4.964 fanegas de cereales y 1.314 arrobas de aceite, 249.853
reales en ganado y 19.313 reales en el valor de los pertrechos. AHPC.
Protocolos Notariales Arcos de la Frontera. Sig, 102, Fol, s/n. Año, 1760;
Sig, 105. Fol, 59-61. Año, 1765.
[19] Los Fernández Valdespino junto con los Espinosa Núñez de Prado,
sumaron el 27% de la producción de aceite, poseyendo entre las dos familias
un total de 12 molinos, que representa un 23% del total existente en el
término de dicha villa.
[20] Libro de Comprobaciones del Catastro. Números 404-12-438. Año, 1761.
[21] La familia Espinosa Núñez de Prado a la que nos hemos referido en la
introducción, mantuvieron con los Fernández Valdespino fuertes vínculos
tanto familiares como de negocios.
[22]AHPC. Protocolos Arcos de la Frontera. Sig. 111, fol, 79. Año, 1789.
[23] El artículo de González Beltrán sobre los veinticuatro de Jerez de la
Frontera, resulta interesante para enmarcar las características tanto de la
corporación municipal como del grupo nobiliario, parafraseando al autor
este grupo estuvo "más preocupado por las cuestiones de nobleza que por las
económicas". Vid. González Beltrán, J: " Riqueza y patrimonial y rentas de
los veinticuatro de Jerez de la Frentera" Op. Cit.
[24] AHPC. Protocolos Notariales Arcos de la Frontera. Sig, 102, Fol, s/n.
Año, 1760
[25]AHPC. Protocolos Notariales Arcos de la Frontera. Sig, 102, Fol, s/n.
Año, 1760
[26] AHPC. Protocolos Notariales Arcos de la Frontera. Sig, 102, Fol, s/n.
Año, 1760
[27] AHPC. Protocolos Notariales Arcos de la Frontera. Sig, 102, Fol, s/n.
Año, 1760
[28] AHPC. Protocolos Notariales Arcos de la Frontera. Sig, 102, Fol, s/n.
Año, 1760
[29] AHPC. Protocolos Notariales Arcos de la Frontera. Sig, 102. Fol s/n.
Año, 1760.
[30]AHPC. Protocolos Notariales Arcos de la Frontera. Sig, 106. Fol, 169-
174. Año, 1774.
[31] Biblioteca de la Universidad de Oviedo. Nº Amicus: 1105936. Impreso en
Granada en 1779. Vid.

[32]Hijo de doña Mª Teresa Miconi Cifuentes (1743) y de don Francisco
Manjón y Díaz de Posada, Caballero del Orden de Calatrava, Veedor y Oficial
de la Casa de Contratación de Cádiz.
[33]Don Tomás Miconi (Micone) Cambiazo, nacido en Génova, se instaló en
Cádiz a finales del XVII, ciudad en la se naturalizó hacia 1737. (Vid.
AHPC, Not. Cádiz 5079, 1730, ff. 521-522. Poder para testar de D. Tomás
Miconi Cambiazo). Fue miembro del Consejo de S.M. de la Contaduría Mayor de
Cuentas y Marqués de Méritos (Vid. AHPC, Protocolos Notariales Cádiz, Sig.
4507. Fol. 1620-1633. Años, 1769). Contrajo matrimonio con la viuda de don
Agustín de Utrera Arroyo, comerciante de la Carrera de Indias.
[34] El actual titular de este Marquesado ostenta también el de Conde de
Lebrija.
[35] La manzanilla 'El Rocío' pasó a denominarse "Viuda de Manjón".
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