Nota metodológica a \"De Tácito a la AMIA\"

July 8, 2017 | Autor: Carlos Escudé | Categoria: International Relations, Marxism, Argentina, Hannah Arendt, Antisemitism, AMIA 1994
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NOTA METODOLÓGICA A “DE TÁCITO A LA AMIA” Resulta pertinente realizar alguna reflexiones metodológicas referentes a “De Tácito a la AMIA.” Hay historiadores y politólogos que enfatizan la necesidad de “recortar” la historia y objetan a los análisis de tiempo largo (longue durée) de los que fue precursor Fernand Braudel.1 Por cierto, una mayoría de los estudios dedicados al antisemitismo omiten la judeofobia de la Antigüedad, a veces mencionándola sólo de pasada y en ocasiones ignorándola por completo. Comienzan sus análisis en el Medioevo, un período que se presta al facilismo interpretativo debido al surgimiento del mito judeocristiano del deicidio. Aunque los análisis de tiempo corto y mediano resultan adecuados e imprescindibles para comprender un vasto abanico de fenómenos, en este trabajo parto de la premisa opuesta: de que el tiempo largo es indispensable para interpretar el affaire Timerman en el contexto de la gran historia de la diáspora judía y sus interacciones con los Estados que albergan a sus comunidades. Así, adhiero plenamente no sólo a Braudel y su postulación de una “historia de larga duración,” sino también a David Nirenberg. En su obra sobre tres mil años de antijudaísmo occidental, éste señala con acierto que “ningún recorte puede eliminar la necesidad del historiador de generalizar, esto es, de crear conexiones y continuidades entre cosas que no son idénticas.” 2 Nirenberg tiene tanta razón en su señalamiento respecto del tiempo largo, como es grande su descuido al omitir toda mención de Braudel en las 610 páginas de su libro. Nirenberg polemiza con Michel Foucault, quien sostuvo que “la historia es para hacer recortes.” En contraste, el distinguido profesor de la Universidad de Chicago (un norteamericano de padres argentinos) advierte a sus lectores (y especialmente a los historiadores de las ideas) que en esta materia él evitará todo recorte. Su actitud metodológica converge con la que yo aplico en este trabajo. El profesor adhiere a la “escuela crítica” en la opinión puntual de que la historiografía debe propender a la crítica de las estructuras de dominación, no a impedirla. Concuerda con estas escuelas cuando sostienen que la lectura del pasado no debe usarse como una letanía que (evocando tragedias como el Holocausto) suplica evitar las críticas actuales al Estado de Israel. En coincidencia con su actitud, yo agrego que estos temores tampoco deben usarse como moralina para evitar el estudio crítico del tándem geopolítico que a veces se establece entre las instituciones judías argentinas y los gobiernos de Washington y Jerusalén. No obstante los diversos riesgos de apelar a la historia de larga duración para el estudio de este y otros fenómenos, bien dice Nirenberg que “no podemos darnos el lujo de prescindir del largo plazo” si hemos de penetrar en aquello que nos propusimos comprender. No hay que temerle a la analogía. Ni siquiera hay que temerle a la metáfora. 3 1

Braudel, Fernand, “Histoire et Science Sociale: La Longue Durée”, Annales E.S.C., 13:4 Oct.-Déc. 1958, pp. 725-753, y Écrits sur l’histoire. Paris: Éditions Flammarion, 1985, pp. 44-61. 2 David Nirenberg, Anti-Judaism: The Western Tradition, Nueva York y Londres: W.W. Norton, p. 9. 3 D. Nirenberg, op. cit., pp. 3, 9 y 10.

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Por lo tanto, nuestro análisis del affaire Timerman (o por caso, del secuestro de Eichmann en 1960), en conexión con el tiempo largo de los fenómenos que han engendrado antijudaísmo en casi todo el mundo, no cejará por el temor pusilánime de que, potencialmente, pueda ser usado por antisemitas. El conocimiento siempre puede ser mal usado. Pero si por eso cayéramos en la censura de los inquisidores o en la autocensura, el Occidente de la Ilustración perdería su identidad y abdicaría de todo lo que lo hizo grande. Por lo demás, el acierto metodológico de Nirenberg viene acompañado de una enorme debilidad substantiva. Aunque reconoce algunas de las razones de la teoría crítica, carece de su compromiso. Establecida la validez metodológica de su historia de larga duración àla-Braudel, el profesor de Chicago nos narra una historia amena, con un gran aparato erudito, pero eludiendo los puntos oscuros de la problemática del antisemitismo. De última, Nirenberg es un discípulo postmoderno del también judío Carlos Marx. El gran teórico de la sociedad-sin-clases consideraba que el dinero es el dios de los judíos, y que todos los que adoran al dinero son “judíos.” “El judío es permanentemente creado por la sociedad civil desde sus propias entrañas,” escribió Marx en Sobre la cuestión judía.4 En una conferencia reciente, Nirenberg apunta que, coincidentemente, en la opinión de algunos egipcios de la Antigüedad el emperador romano Adriano era un “judío”… aunque nada tuviera que ver con el judaísmo. Era judío porque sus comportamientos coincidían con los atribuidos a los judíos. Y documenta varios casos análogos en la historia, de similar relevancia.5 El estudioso norteamericano se monta entonces sobre este paralelo. Informa que, en su libro, con los vocablos “judío” y “antijudío” no se referirá exclusivamente al pueblo ni a la religión judía, sino a quienes respondan a los estereotipos de “lo judío,” y a las actitudes de repudio hacia dichos estereotipos. Tanto para Nirenberg como para Marx, “lo judío” incluye pero no se limita a los judíos, a la vez que el “anti-judaísmo” no se limita a una actitud social contraria a quienes son étnica o religiosamente judíos. Puede incluir a los bancos, independientemente de quiénes sean sus dueños. Y también a los “fondos buitres.” A partir de allí, Nirenberg relata un best seller que, con espíritu posmoderno, evita las espinosas cuestiones abordadas por un verdadero maestro de la historia del pueblo judío como Salo W. Baron, en quien me he inspirado en este escrito. A saber, Nirenberg no es, como Robert Solomon Wistrich, un mero propagandista erudito del anti-antisemitismo. Pero tampoco es un sabio que se anime con lo que, en este estudio, bautizaremos como la “dialéctica Baron”: un importante concepto proto-teórico que he inferido de la obra del gran polaco-norteamericano de la Universidad de Columbia. En realidad, Nirenberg ni siquiera escribe sobre el “antisemitismo,” sino del “antijudaísmo” en el sentido marxiano. Para la plaga cultural que, convencionalmente, se llama 4

Karl Marx, On the Jewish Question, Ostara Publications, 2014, p. 31. David Nirenberg, conferencia “Does Anti-Judaism Have a History?,” Universität Bern, 18 de noviembre de 2014, descargable desde https://tube.switch.ch/videos/8a481f39 . 5

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antisemitismo, Nirenberg simplemente recomienda leer al propagandista Wistrich, aclarando que “el mío es un proyecto diferente.”6 El mío también. Difiere tanto del proyecto de Wistrich como del de Nirenberg. Está compuesto de dos partes. La primera es un ensayo en sociología histórica que desarrolla la matriz de pensamiento inaugurada por Baron. Y la segunda incluye un experimento en psicología conductista que nutre de datos empíricos al ensayo teórico de la primera parte. Debo confesar que, al comenzar este estudio, no estaba seguro acerca de su eventual publicación. Pero a mediados de 2015 le envié un archivo con su borrador a D.W., un querido amigo no académico de gran cultura que, aunque judeo-argentino, residió casi toda su vida en Oxford. El 28 de junio me dijo: Comprendo que el tema sea apasionante, pero tu texto me provoca una mezcla de revulsión intelectual y moral que me lo vuelve muy penoso. Una tortura. Me parece el resultado de una mente que pasa por una crisis y busca sus respuestas allí donde no están y nunca las podrá encontrar. Te lo devuelvo entonces, (…) pidiéndote que por delicadeza y respeto hacia mí y hacia nuestra amistad, pasada, presente y futura, no insistas más. Y horas más tarde mi amigo regresó al tema diciendo: Querido Carlos, andá por favor a internet ahora mismo y tecleá DAVID NIRENBERG. Lee cuanto antes su Antijudaism, The Western Tradition, 2013, y quemá lo que escribiste, y no cuentes a nadie, nunca, que lo escribiste. Te harás un enorme favor [el énfasis es mío]. Estos correos me hicieron recordar a Yonah Gerondi, el primo de Najmánides que, en 1233, pidió a las autoridades cristianas de Gerona que quemen los libros de Maimónides. Fue complacido, y poco tiempo después las mismas autoridades ordenaron quemar miles de ejemplares de los diversos tratados del Talmud. Gerondi pasó el resto de su vida pidiendo disculpas públicas al ya fallecido Maimónides. También recordé, por supuesto, a la Inquisición y su intento de oficiar de policía del pensamiento. Agradecí, pues, a mi amigo. Su providencial reacción me reveló que pulir y publicar mi ensayo era un deber moral hacia los judíos, los argentinos de todos los credos, y la humanidad entera. Por cierto, si evitamos las preguntas embarazosas, la lucha contra el antisemitismo pierde gran parte de su honestidad y valor moral. El affaire Timerman actualiza y potencia las inquietantes preguntas formuladas por pensadores como Hannah Arendt y las hace pertinentes en el contexto periférico del Cono Sur latinoamericano. ¿Existe alguna cuota de corresponsabilidad judía en el antisemitismo? ¿Puede el antijudaísmo ser agravado por intervenciones como la registrada contra el ciudadano-ministro Timerman, en la que

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D. Nirenberg, Antijudaism…, nota 2 a la Introducción, ubicada en la sección Notas, p. 475.

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autoridades de la comunidad diaspórica local operaron en combinación con un gobierno extranjero? Estas preguntas son incómodas. Bien decía Arendt que “del mismo modo en que es comprensible que los antisemitas busquen escapar a la responsabilidad de sus obras, es aún más comprensible que los judíos, atacados y a la defensiva, eviten bajo toda circunstancia discutir su cuota de responsabilidad.”7 He comprobado a lo largo de esta indagación que el pensamiento de Arendt, en su etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial, tiene mucho en común con las respuestas que mi indagatoria teórica y empírica ha venido generando. Rescato especialmente su crítica de la teoría del “chivo expiatorio” en relación con el papel de los judíos en la historia. Ésta es una teoría cómoda porque sostiene la perfecta inocencia de la víctima judía, a la vez que nada nos dice acerca del porqué de la elección de los judíos para ese papel. Arendt reflexiona que cuando se escarba en la historia de ese porqué, “el llamado chivo expiatorio deja de ser esa víctima inocente a la que el mundo carga todos sus pecados (…), y se convierte en un grupo de gente entre otros grupos de gente, todos involucrados en los negocios de este mundo. Y no deja de ser corresponsable por haberse convertido en la víctima de la injusticia y la crueldad del mundo.”8 En verdad, como también afirmó Arendt, “la persecución de los impotentes o disminuidos puede no ser un espectáculo agradable, pero no surge únicamente de la maldad humana.”9 Hay otras causas. El análisis del affaire Timerman en el periférico ámbito de la Argentina de 2015 nos ayuda a iluminarlas.

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H. Arendt, The Origins of Totalitarianism, Orlando FL: Harcourt Brace & Co, 1951, p. 7. H. Arendt, op. cit., pp. 5-6. 9 Hannah Arendt, op. cit. p. 5. Mi énfasis. 8

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