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Gorgias: “Tratado del no ser o de la naturaleza” y “Encomio de Helena” Notas de lectura por rosario Valdivieso drago Preguntas Considerando la singularidad de la experiencia y la proliferación que de ella hace el lenguaje (en el intento de comunicarla), ¿el no ser puede designarse como una negatividad semántica en que, sin embargo, se afirma la potencia de un lenguaje que, comportando un vacío, es capaz de hablar sobre las palabras? De este modo, en la vuelta del lenguaje sobre sí mismo, lo que quedaría sería precisamente la singularidad de la experiencia y la consiguiente imposibilidad de transferirla sin que se multiplique exponencialmente. De ahí que la concepción del ser y el no ser encierra inevitablemente el problema de la contradicción, y no logra anularlo o superarlo a menos que apele a las singularidades. Si tomamos en cuenta las cosas que son y las cosas que no son, el problema de la contradicción se desplaza. En la esfera de las apariencias o fenómenos, la función semántica es suprimida en tanto trae consigo la contradicción, pero de los fenómenos sí se puede decir que coexisten en la contrariedad que, a su vez, admite que se ejerza una violencia por parte del lenguaje sobre las cosas. Si tomamos en cuenta que la persuasión versa sobre lo no evidente, es decir, acerca de aquello ante lo cual no tenemos certeza, la indiferencia de las cosas recibe una violencia por parte de la palabra, pues el lenguaje vendría a imponer determinaciones que permitirían diferenciarlas y argumentar, en segunda instancia, a favor de proposiciones cuya adecuación es entendida como acuerdo. La determinación de lo indiferente (que tomado en sí mismo nos lleva a la contradicción del ser y el no ser) implicaría que lo que podemos aprehender y comunicar son sólo efectos, tanto en el sentido causal como en el sentido de virtualidad. Estos efectos estarían montados sobre otros efectos, de tal modo que las causas aparecen como tales con posterioridad, solamente posibles si por el lenguaje operan esas interrupciones en el devenir, interrupciones que permiten poner en relación unas cosas con otras como entes diferenciados. Si Helena es culpable o es víctima comporta una relación de contrariedad donde las causas
ordenan efectos que dependen del orden de dichas causas, es decir, de la ficción. El orden de las causas, conforme a la singularidad de la experiencia, no es previsto, sino efecto de la proliferación de la experiencia. ¿Sobre qué se ejerce la violencia del lenguaje? Ese poder actúa invisible produciendo placer, en este sentido, la víctima tiene un doble estatuto, es el violentado por la persuasión y es el que experimenta el placer de ser convencido ante algo que no le resulta evidente. Así, ¿es posible afirmar que el poder de la palabra se reconoce en los efectos (placer, credibilidad, etc.), en que la virtualidad del sentido indica que 1) las causas no son más que efectos de un lenguaje que, volviéndose sobre las palabras, las determina y 2) que la persuasión versa sobre el estatuto de contrariedad de las apariencias y fenómenos? ¿Qué sucede con los géneros y especies cuando los individuos y las cosas son consideradas efectos? Creo que podría pensarse desde ahí el fracaso de Platón para dar con la ascendencia del sofista, porque este mismo estaría en suspenso respecto tanto de la causalidad como del orden que permite incluirlo en un linaje. Su carácter sería precisamente el de algo que se incluye excluyéndose, dando lugar a un movimiento constante y escurrimiento, a un perpetuo vaivén.
Tó gar autó noein estín te kai einai Parménides Notas de lectura por rosario valdivieso drago ¿“Es lo mismo inteligir ‘[(…)]es’ que ‘ser’”? Se entiende/comprende [capta/percibe con el entendimiento] algo, algo es, la relación implica ‘ser’ (en sentido absoluto, a diferencia de la concepción cartesiana de ‘ser’, en que es asumido por la subjetividad, aun cuando esté implicado). Noein: Entender/comprender [captar/percibir con el entendimiento] es referencial, supone la referencia y a ella se atribuye el criterio verdadero/falso de lo que se entiende. Tal criterio sólo puede fundamentarse a partir de ‘ser’, que sustenta en su unidad y totalidad la posibilidad de que tenga sentido lo que se capta con el entendimiento, lo que se comunica. La omisión de un artículo definido antecediendo a ‘ser’ marca su diferencia lógica con ‘el ser’ que no es del tipo gramatical, sino en correspondencia con la distinción entre principio subsistente (como condición de cualquier relación del entendimiento y le lenguaje con lo que es y lo que no es -porque es falso) y algo que no está entre, es regulador y tiene un estatuto aparte. De ahí que ‘ser’ persiste como una especie de función subsistente a la correspondencia entre entender y que hay algo que se entiende. Que se pueda pensar ‘(…) es’, está dado por ‘ser’, lo cual no implica afirmar lo que las cosas son en sí, lo que es, se afirma es ‘ser’. La verdad sería un criterio que no es neutralizada por la falsedad, lo único que puede exceptuarse a ella es otro régimen, el absurdo. Que ‘ser’ sea y ‘no ser’ no sea tiene como correlato y consecuencia lógico-práctica entender y decir algo con sentido, o bien, callar en la absoluta designación. Pensar puede tener un sentido más amplio e indirecto que ‘entender’ respecto de ‘ser’, pues comporta entendimiento e imaginación en todas las posibilidades (la posibilidad absoluta) y, con eso, tiene la capacidad de suspender el criterio verdad/falsedad en la asunción de un régimen de imágenes emancipadas de ‘ser’ (esto no quiere decir que no sean verdaderas, sino que no tienen ‘ser’ como principio, pues producen efectos de ‘ser’ – esto sería Gorgias). El contraste no es del tipo “hay cosas que no son” porque tiene que ver con el lugar de ‘ser’, es decir, si las cosas que no son, son conforme a ‘ser’ (son falsas), o bien, que las cosas sean o no, no sean conforme a ‘ser’, pues ‘ser’ es efecto, es virtual. De otro modo, para que ‘pensar’ corresponda al sentido de ‘entender’, es necesario que pensemos ‘el ser’, que, por lo mencionado, ya no parece una interpretación tan adecuada al Poema. Lo anterior da pie para pensar que Platón en la Idea hace que ‘ser’ tenga un estatuto real, esté y exista como algo inteligible, modelo que asume la imagen, verdad que ya no es mero criterio. Según esto, el problema que surge en el Sofista es la producción de imágenes sin modelo. Una de las tantas pistas sería que ‘ser’ se puede decir en dos voces: nombre y verbo –to men onómata, to de rhemata klethén- (262a, 1). El problema es conciliar estas dos dimensiones si el ser es, es, es unidad, es totalidad. En tanto que
nombre, siendo indivisible sólo puede decirse de algo que es; en tanto que verbo se predica de las cosas, pero si las cosas no son, el ser es no ser.
Ficha El Sofista / Platón Rosario Valdivieso Drago
El diálogo comienza con la pregunta por las definiciones del político, el sofista y el filósofo. El extranjero decide comenzar por el sofista, “con el objeto de buscar y de demostrar, mediante una definición, qué es” (218b-218c). Hay una relación entre indagación y definición que permite demostrar qué es el sofista. “Es probable que cada uno de nosotros lo conciba a su modo” (218c). La multiplicidad de las concepciones se debe superar por medio de la definición, que media el conocimiento de la esencia y restaura el nexo entre la particularidad del sofista y la idea. La demostración debe enfrentarse a la primera dificultad: la multiplicidad; luego lo hará respecto de la variación del sofista, dando por resultado una síntesis: la multiplicidad variable (ver Deleuze). Como la demostración se hace mediante una definición, el método intentará dar con dicha definición, encontrándose con que la división no depura, sino que avanza dispersándose y multiplicando las formas en que podemos concebir al sofista. Acorde al método y contrariando su intención, la indagación acerca de qué es el sofista, termina en pura mediación de definiciones. Si la definición consta de un sujeto y un predicado, el sofista aparece como secuencia no lineal de máscaras. El método se abre con el ejemplo de la caña y la definición se busca en un comienzo en la técnica. De ahí que el método intenta cercar al sofista de un modo indirecto, en el predicado, dividiéndolo en ideas o géneros, moviéndose en dirección a la especie; sin embargo este movimiento es abstracto, es decir, va desde lo general a lo particular, pues la especie sólo puede ser cazada por lo que de ella se predica. En 221b-221c ya podemos advertir que hay un problema correspondiente al método mismo, aquello respecto del ser y el predicado. Si el sofista se basa en que predicar es producir ser, el conocimiento no es sino el procedimiento de producción, operación de inversión del platonismo. Ahora bien, no podemos dividir el verbo ser, supondría afirmar que hay más de un ser y este mismo carecería de algo. Sólo podemos dividir los predicados para determinar qué es, cuestión que implica la evasión del sofista, ya que lo que está en juego es una singularidad respecto de lo general-particular. Distinguimos singularidad de particularidad, mientras la primera se entiende como el falso pretendiente (Deleuze), la
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segunda sigue ligada al modelo en el movimiento de abstracción (ver El Banquete). Ya el hecho de que se haga una analogía del pescador con el sofista nos pone en problemas respecto de la división y subdivisión de las especies. La máscara no es una, sino que se presenta como una trama de máscaras sobre máscaras cuya posición varía según cómo se intente acorralar al sofista, es lo que hace a cada género dar lugar a especies que, a su vez, vuelven a subdividirse en géneros. El método es aparentemente de depuración; no obstante : “El sofista es inaprehensible con una sola mano” (226a), de ahí que el método comienza por la técnica y esto clausura la posibilidad de hallar al sofista. Si es él el que hace de su técnica una producción de imágenes que no comparten semejanza alguna con la Idea, imágenes falsas, entonces, partir por la técnica es dar un paso en falso. Empezar por la técnica del “fabricante de imágenes” no puede sino multiplicar las definiciones, con ello la mediación, y producir el ser (o el no ser) del mismo. Por otra parte, a medida que avanza el diálogo aparece el método mismo de Sócrates en cuestión. Una parte es la ironía, Platón intenta diferenciarla de la refutación sofística y presentarla como un modo de depuración de las opiniones, expulsión de lo que indispone al conocimiento. Aquí nos encontramos con que una vez depurada el alma ha de ser “consciente de que conoce sólo aquello que sabe” (230d), punto que ya indica la relación de la ironía con la mayéutica como purga para reconocer la identidad entre pensamiento y ser. En otras palabras, el verdadero conocimiento es aquel que se identifica con el ser, que ya está en nosotros como unidad y totalidad de lo que es. A partir de la diversidad de las técnicas y el nombre que recibe el que las ejecuta, el extranjero saca a luz un problema (232a): si alguien domina muchas técnicas, denominarlo con un solo nombre sería caer en las apariencias; pero, si alguien domina únicamente una técnica, no se puede percibir adónde se dirige ese conocimiento y tendemos a denominarlo con distintos nombres. De ahí se retoma la afirmación respecto de que el sofista es un contradictor (232b), es decir, tiene una capacidad orientada al cuestionamiento de todas las cosas; sin embargo, ¿es posible que alguien conozca todo? (233a). Como la respuesta es negativa, la argumentación continúa determinando el peligro de que alguien que no sabe cuestione a quien sí sabe, y así hacer creer a los jóvenes que son más sabios pues son llevados por la apariencia de conocer aquello que contradicen.
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He aquí que la relación del discurso con el conocimiento se vuelve una tarea no menos dificultosa por el sólo hecho de poder decir cosas que no son y contradecir las que son, de producir falsas apariencias. Este es el sofista, mago e imitador que hechiza con las palabras, produce efectos en vez de liberar de las opiniones para el conocimiento verdadero. El extranjero se remite a dos tipos de imitación, la figurativa, que se parece al modelo; y la simulativa, que se asemeja a lo bello sólo porque no se puede ver bien (Mito de la Caverna). Esta segunda técnica de hacer imágenes hace a Platón advertir la contradicción cuando se habla de los simulacros: “lo que no es, no se aplica a las cosas que son” (237c). De aquí se desprende que el ser no puede ser predicado como algo distinto de lo que es, ello justifica que todo el método se aplicó basado en la técnica. Asimismo, la identidad entre decir, pensamiento y ser, que viene de Parménides, se ve amenazada por lo que el método mismo va revelando en la serie de subdivisiones, secuencia que se extiende en todas las direcciones en tanto debe decir el ser del sofista. Si la técnica simulativa nos habla de cosas que realmente no son, encontrar el ser del sofista no puede sino incurrir en la contradicción entre buscar el ser de algo cuando lo propio del sofista es producir ser, en tanto cosas que no son (lo cual queda claro en la definición de la ironía simulativa). Así como hay una imitación figurativa y una simulativa, la ironía se divide del mismo modo. La ironía figurativa requiere la mayéutica, y es principalmente negativa y depurativa; la ironía simulativa afirma lo que no es, o bien refuta y dice de lo que es que no es. Mas, ni siquiera dice quien intenta pronunciar lo que no es y al decir “lo que no es” ya estamos cayendo en una contradicción. Ello marca el abandono de la investigación acerca de la teoría del ser, y el extranjero emprende la búsqueda del no ser (239b). El sofista es el fabricante de imágenes que se ven como algo que no son, dichas imágenes no son verdaderas, sino aparentes; de ahí que lo que se parece es algo que no es, pero existe. Aquí surge la multiplicidad de la unidad, pues estas imágenes son lo que no son. Ya internándose en la relación de pensamiento y ser (240d), si decimos que hay pensamientos falsos, afirmamos entonces que pensar lo contrario de lo que es, es pensar el no ser. El extranjero examina a continuación la cuestión de la mezcla a partir de la filosofía de los eleatas. Para ellos la amistad entre dos o más cosas es uno, en cambio, la
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enemistad es múltiple. Según esto lo que es, es un tercero entre contrarios, la unidad, y no hay dos cosas, como se afirma (243e). Además el ser se dice de dos modos, hay uno doble, pero no dos. Que dos sea uno nos pone de frente al problema del método de divisiones, pues para encontrar el ser no hemos de dividir o suponer la multiplicidad del mismo; sin embargo, lo que predicamos del sofista en tanto que técnica, que sí se puede dividir, no se puede aplicar al ser pues se avanza multiplicándolo en sucesivas divisiones. En ese sentido, afirmar que el nombre es diferente de la cosa es afirmar la existencia de dos cosas, o que el nombre sea solamente nombre del nombre (244d). El problema de la singularidad de estas imágenes respecto de lo general que opera en lo particular, se desliza como una unidad; mas, si lo verdaderamente uno es completamente indivisible, el ser no es lo mismo que la unidad y la totalidad es mayor que la unidad (245b). Así, se sigue que el ser carecerá de sí mismo por existir la totalidad. La argumentación prosigue examinando la potencia a partir del materialismo (Demócrito) y el formalismo (Pitagóricos) y de este modo dar cuenta del movimiento. El devenir es percibido y comunicado por la sensación; la esencia, en cambio, por el razonamiento y la capacidad de captar lo inmutable (246e). El devenir, como potencia de padecer y actuar no pertenece a la esencia, pero si es dentro de la totalidad y existe como cambio, es distinto de la esencia, que es inalterable. Según lo anterior, el cambio existe pero suprime el ser. Caemos nuevamente en una contradicción. Al afirmar que el cambio y el reposo existen, el ser es una tercera cosa que no está en reposo ni cambia (250c). De ello se desprende que tanto el ser como el no ser comparten la dificultad de ser nombrados (250e). Por este camino llegamos a la cuestión de la predicación, por la cual una cosa es una y a la vez tiene muchos nombres (251b). La multiplicidad de nombres para una misma cosa da pie para pensar la dificultad de predicar algo de una cosa en función del ser. He aquí que el extranjero se interna en la cuestión de la mezcla en relación con el método de divisiones. Esto se lleva a cabo según la idea de armonía y discordancia. Al haber en el decir géneros que concuerdan con otros y algunos que no se aceptan entre sí, y hay algunos que se extienden a través de todos para hacer posible la mezcla, siendo otros la causa de la división de los conjuntos. No podemos llamar a este procedimiento sino como la ciencia de los hombres libres y los filósofos: la dialéctica (253c-d). Distinguir una forma que se extiende a través de muchas que están entre ellas separadas,
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es admitir que una forma está constituida por muchos conjuntos de la misma; este es el modo de explicar cómo se comunican los conjuntos y cómo no. Este es el punto en que se confunde al sofista con el filósofo. Ahora bien, en caso, si todo está en reposo o en cambio y el ser se mezcla con ellos, ya no son dos cosas sino tres que son diferentes entre sí e iguales a sí mismas. La aparición de lo mismo y lo diferente implica que ya son cinco cosas y no tres (254e-255a). El cambio no es lo mismo que el reposo, pero existe y participa del ser y de lo mismo. Considerando que es diferente respecto de lo mismo, se prueba la existencia del no ser como algo que no es contradictorio con lo que es, sino distinto (256a-b). Por ello la negación alude a algo diferente de los nombres que la siguen y las partes de la naturaleza de lo diferente, que es uno, se comportan del mismo modo en que la ciencia se aplica a un nombre propio, por lo que hay muchas técnicas y ciencias. De ahí que la naturaleza de lo diferente existe y es opuesta al ser, es decir, el no ser existe y tiene su propia naturaleza (258b). Al existir el no ser, lo que no es tiene una forma (258d-e). Desde aquí Platón expone su teoría del discurso, cuyo origen sería la combinación mutua de las formas. ¿Qué es el discurso? ¿Se mezcla el no ser con el juicio y el discurso? Si no se mezcla, todo es verdadero; si se mezcla, el discurso puede ser falso, es decir, podemos juzgar y afirmar el no ser (260a-b). Al existir lo falso, existe el engaño en las imágenes, figuras y apariencias, atributo de la técnica del sofista. Sobre los nombres, algunos se combinan, otros no. Los primeros son aquellos que mencionados en serie significan algo. El ser es nombre y verbo, y el discurso es combinación de nombres y verbos que afirman algo. Pudiendo ser el discurso falso o verdadero acerca de la misma cosa, y habiendo afirmación y negación en ellos, es la imaginación, mezcla de sensación y pensamiento, la que produce estas cualidades de los discursos. Teníamos que la técnica de hacer imágenes podía ser figurativa o simulativa, de aquellas la simulativa hace de quien las produce un instrumento para la imitación. Bien, algunos conocen lo que imitan (imitación erudita); otros, no (imitación conjetural). La segunda puede corresponder a quién cree saber, al ingenuo, por un lado, o a quien se vale de la ironía, por otro. Pero el imitador irónico ignora eso que ante los demás le da el aspecto de ser sabio, y se divide en quien ironiza en público (orador popular), y en quien ironiza en privado y obliga al interlocutor a contradecirse.
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El diálogo termina en el hallazgo del sofista dentro de esta categoría, punto en que Sócrates se encuentra atrapado en las redes que intentaban cazar a su contrario y el sofista se extiende a través de todas las formas. Finalmente el sofista se define sólo por el nombre (y la multiplicidad de imágenes falsas que suscita ese nombre) o bien, tenemos que admitir que en el método de divisiones y definiciones, para demostrar qué es el sofista, Sócrates no se distingue de aquel.
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La representación y la repetición / Notas de lectura por rosario valdivieso drago Deleuze en un primer momento en Diferencia y Repetición, para dar cuenta de la repetición, la opone a la generalidad. Mientras la generalidad se presenta en dos grandes órdenes, el cualitativo de la semejanza y el cuantitativo de la equivalencia, la repetición está del lado de lo que no es semejante, de lo no equivalente y, por tanto, de lo que no puede ser sustituido, y es, por tanto, la diferencia. Por la generalidad el movimiento es abstracto, mediatizado en la representación del mismo; sin embargo, la repetición no comporta una nueva representación del movimiento, se trata de signos directos fuera de toda representación de la diferencia. Entonces, las singularidades no pueden sino repetirse en las potencias infinitas que les son propias cuando no están mediatizadas como particularidades por la generalidad. Cabe destacar que esta oposición entre generalidad y repetición no tiene el carácter de una diferencia exterior entre conceptos equivalentes o sustituibles, sino de una búsqueda que en un primer momento los contrasta para dar con la repetición desde la perspectiva de la negatividad. Pero esta búsqueda no termina aquí, se extiende a la afirmación de la diferencia en la repetición y la repetición en la diferencia, esto es, reconciliándolas. He aquí que, en tanto no se trata de agregar a la primera vez una segunda, sino precisamente en repetir un irrecomenzable, en que la primera vez se eleva a su potencia “n”, la emergencia del fondo indiferenciado a la superficie y la disolución de la forma es lo que marca el contraste entre la repetición y la generalidad. Y es que la repetición no se deja explicar por la identidad en el concepto o en la representación, Deleuze propone el siguiente ejemplo: el procedimiento del artista no consiste en yuxtaponer ejemplares de la figura. Es él el que, cito: “combina, cada vez, un elemento de un ejemplar con otro elemento del ejemplar siguiente. Introduce en el proceso dinámico de la construcción un desequilibrio, una inestabilidad, una disimetría, una suerte de abertura, que no serán conjurados más que en el efecto total” (en Diferencia y Repetición, p. 47-‐48). Este ejemplo da cuenta de un elemento positivo por el cual se desmembra la causalidad y, en vez de dejar subsistir una diferencia exterior, es repetición de una diferencia interna comprendida en cada uno de sus momentos; orden dinámico donde no hay
concepto representativo ni figura representada. De ahí que se afirme que la repetición es diferencia sin concepto, proliferación, polirritmia, y “la generalidad es la máscara de una singularidad que asoma a través de sus interferencias”. La representación es mediación en tanto somete la diferencia a, cito: “la identidad en la forma del concepto indeterminado, la analogía en la relación de conceptos determinables últimos, la oposición en la relación de las determinaciones dentro del concepto, la semejanza del objeto determinado del concepto mismo” (en Diferencia y Repetición, p. 63). De este modo se confunde la determinación del concepto de diferencia (con esto nos referimos a una diferencia interna) con la inscripción de la diferencia en la identidad de un concepto indeterminado (o diferencia externa). Llegamos, entonces, a una distinción que resulta fundamental: la representación como mediación es representación orgánica, por la cual los cuerpos, las singularidades se presentan organizadas según esta cuádruple raíz de la identidad y la analogía, la oposición y la semejanza; pero podemos decir que cuando bajo los límites de lo organizado se descubre la inquietud, la producción de repetición a partir de la diferencia, y selección de la diferencia a partir de la repetición, y es este el sentido del eterno retorno de lo mismo, hablamos de una representación órgica que, como tal, es la representación que descubre en sí lo infinito. Siendo ello posible solamente si la representación órgica deja subsistir la determinación finita, representándola como a punto de desaparecer y como engendrándose en lo infinito, esta es en la medida en que lo infinito está diciéndose de lo finito.
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