NUEVAS ESTRUCTURAS FAMILIARES, NUEVOS DESAFÍOS TERAPÉUTICOS. VIEJAS Y NUEVAS FAMILIAS

May 28, 2017 | Autor: Marcelo Ceberio | Categoria: Psicología, Psicología clínica, Terapia Familiar, Familia, Psicologia
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Ceberio Marcelo R. (2013) “Nuevas estructuras familiares, nuevos desafíos terapéuticos. Viejas y nuevas familias”. En Ceberio M.R y Serebrinsky (2013) “Dentro y fuera de la caja Negra”. Buenos Aires: Psicolibro Ceberio Marcelo R. (2013) “El cielo puede esperar. La cuarta edad, ser anciano en el siglo XXI”. Capítulo “Nuevas y viejas estructuras familiares”. Madrid: Morata

NUEVAS ESTRUCTURAS FAMILIARES, NUEVOS DESAFÍOS TERAPÉUTICOS. VIEJAS Y NUEVAS FAMILIAS Marcelo R. Ceberio Los terapeutas (y no necesariamente terapeutas familiares) cuando trabajamos con familias, parejas e individuos, lo hacemos con ciertos clisé o estereotipos de constitución familiar. Estos modelos imperan a la hora de intervenir llevando el tratamiento en una orientación determinada. Pero, en la actualidad, no encontramos con nuevas estructuras familiares que nos enfrentan con nuestros “viejos” diseños de familia que incluyen padres de la década del ´30, ´40,´ 50 y los consecuentes valores y creencias de una época. Este choque de culturas somete al terapeuta a revisar sus propios esquemas conceptuales en pos de realizar intervenciones más efectivas

La Familia La familia puede ser considerada como la célula nuclear de la sociedad. Y no es para menos. Pautas socioculturales, reglas familiares, códigos comunicacionales de convivencia, sistema de creencias y significados, funciones, escala de valores, figuras identificatorias, tipos de relaciones y vínculos, son los condimentos que se desarrollan en el caldero familiar y que, a posteriori del proceso de individuación, se reproducen por opuesto o similitud- en otros grupos o constituciones de otras familias. Hace más de 10 años que observamos cambios en las estructuras familiares. Cambios que son paralelos a los cambios sociales y socioculturales, ya que la familia reproduce en su microcontexto los avances o retrocesos del macrocontexto al cual pertenece. El pasaje del ser individuo a la condición de persona, revela en el hombre su condición de ser social. Este índice de sociabilidad puede deberse a multiplicidad de factores, aunque más allá de que sea factible debido a su naturaleza, el ejercicio y la

necesidad de integrarse a grupos aparece desde sus primeros momentos de vida, por ejemplo, fruto de la necesidad de alimentación y protección con metas a sobrevivir, hasta las más complejas relaciones que establece con el ambiente en el mundo adulto. De esta manera, se conforman las redes sociales en las cuales circulan códigos comunicacionales compartidos y no, que constituyen los grupos y subgrupos que, unidos, organizarán la estructura total de la sociedad. La introducción de pautas y reglas, permiten tal organización y aseguran la estabilidad del sistema. Claude Levi Strauss (1985), considera que la ausencia de reglas, traza la diferencia entre lo que denomina un proceso natural y el proceso cultural. En efecto, se cae en un círculo vicioso al buscar en la naturaleza el origen de reglas institucionales que suponen -aún más, que ya son- la cultura y cuya instauración en el seno de un grupo difícilmente pueda concebirse sin la intervención del lenguaje. El autor, señala que tanto la constancia como la regularidad, son dos elementos que existen tanto en la naturaleza como en la cultura, pero las que aparecen como dominantes en una, aparecen de un modo más débil en la otra, y viceversa (como si fuese una regla de compensación en pos del equilibrio). En la constancia, representan el dominio de una herencia biológica. Mientras que en la regularidad, una tradición externa, o sea, impuesta desde la estructura social. Ningún análisis real permite, pues, captar el punto en que se produce el pasaje de los hechos de la naturaleza a la cultura, ni el mecanismo de su articulación. [...] En todas partes donde se presente la regla, sabemos con certeza que estamos en el estadio de la cultura. (Levi Strauss.1985) Levi Strauss reconoce en lo universal el criterio de la naturaleza, puesto que lo constante en la humanidad no responde al dominio de las costumbres, de las técnicas y de las instituciones (compuestas por pautas) por las que sus grupos se distinguen y oponen. Sostiene, además, que todo lo universal en el hombre remite al orden de la naturaleza, siendo la característica principal la espontaneidad. Y todo lo que está sujeto a una norma, regla o pauta, corresponde al estadio de la cultura, mostrando los atributos de lo relativo y de lo particular. Estas conceptualizaciones, sirven como base para afirmar que el ritmo de constante transformación de los sistemas (cualquier grupo social, por ejemplo), por evolución o revolución, somete la sociedad a permanentes cambios, productos de la tecnología, ecología, política y economía, que amenazan con desorganizar la estabilidad de su estructura. Desde el pensamiento sistémico, estos cambios no son ni más ni menos que las

crisis a las que debe someterse cualquier sistema que pretende evolucionar. Si por crisis se define a un momento de máxima inestabilidad en el sistema, es esta misma la que posibilita hacer una ruptura de una modalidad, de un estado, de un paradigma, para generar un cambio. Las crisis sociales, entonces, promueven desacomodaciones del sistema, que fomentan la reformulación de reglas, cambios en los estamentos comportamentales, revisionismo de antiguas estructuras, etc., llevando en un proceso paulatino, a una nueva acomodación de dicho sistema a esas nuevas formas, en vías de retornar la seguridad de la estabilidad social. Un sistema -en este caso el social- se va estructurando en función de permanentes intersecciones diacrónicas y sincrónicas. Situaciones presentes que se consolidan en pasadas (inmediatas o mediatas, de acuerdo al tiempo transcurrido desde su inicio) y convergen con las futuras en la medida que no pasaron y tal vez pasarán. Esta amalgama de los tres tiempos, es acompañada por un orden de sucesión y recursión de hechos, con características dinámicas que generan una homeodinamia tal, que hace que la vida sea descripta como activa, fluida y en contante movimiento. Este equilibrio exige para su permanencia, el respeto de las pautas que lo rigen y que pueden ser modificadas cuando el sistema fluctúa y se amplía, hasta el punto de llevarlo a reorganizase en un nivel diferente. En este sentido, nunca se retorna al status quo inicial: cada vez que se produce una crisis, esa desviación del equilibrio lleva a que se ingrese información nueva que rectifique la energía desviada del objetivo. Toda información nueva genera una diferencia (la información que faltaba para acertar al objetivo), y en esa diferencia radica el proceso de aprendizaje. Todos los sistemas humanos, por ejemplo, funcionan bajo el mismo proceso. La familia como matriz de intercambio, se constituye en uno de los pilares principales de la vida psíquica de las personas. Es la base de la constitución de un modelo relacional que permite crear otras relaciones, desde las laborales, de amistad, pareja, hasta la construcción de una nueva familia. Pautas, normas, funciones, mandatos, se encarnan en cada uno de sus miembros que, por oposición o similitud, se identifican con su grupo familiar. Pero los nuevos paradigmas de conocimiento, no permiten analizarla como una suma de componentes individuales sino como un todo organizado, un sistema reglado en el cual todas las partes tienen su importancia en el funcionamiento. Las funciones que desarrollan cada uno de sus miembros, producen un acople estructural del que

deviene la funcionalidad o disfuncionalidad del sistema. Desde esta óptica, numerosas conductas sintomáticas es posible reinterpretarlas a la luz del sistema y no hacer foco en la persona en sus componentes intrapsíquicos individuales. Por supuesto, que esta definición gira copernicanamente las ópticas tradicionales que centralizan la conducta anormal en una persona negando al resto del grupo, para observar el todo, del cual una parte es la emergente, es la evidencia de la disfunción. La familia, como microsistema dentro del sistema social, ha sufrido los cambios de la sociedad en forma paralela, como señala Salvador Minuchin (1982). Las funciones de la familia poseen dos metas diferentes: por un lado, la protección psicosocial de sus miembros, y por el otro, la acomodación a una cultura y a su transmisión. Además, la familia provee a cada uno de sus integrantes un sentimiento de identidad independiente que se encuentra mediatizado, en cierta medida, por el sentido de pertenencia. Es en el proceso de individuación, donde cada uno de los hijos de una familia comienza a ser alguien, más allá de su clan. Es este proceso, la cimiente de la identidad de las personas que, en general, -como señalábamos renglones arriba- se erigen como portavoces de sus familias de origen, tanto en concordancia como en divergencia. Es de remarcar, entonces, que no es necesario reproducir de manera fiel las bases y características de familia de origen, es decir, no es una relación directamente proporcional, puede ser inversa. Aunque, es indefectible que la familia de origen se constituya en el paradigma para la adhesión o el disenso de sus reglas y demás rasgos, que se expresa en las características y estilo de personalidad de cada uno de sus integrantes. Pero tales identificaciones no solo implican a constructos personales y cognitivos, o sea, no solamente demarcan fronteras de estilos de personalidad, sino que también se tienden a reproducir pautas de interacción, juegos relacionales y formas de emocionar y manifestar afectos. En un proceso de socialización, la familia moldea la conducta de un hijo y le otorga un sentido de identidad, y si bien constituye la matriz del desarrollo psicosocial de sus miembros, también debe acomodarse a la sociedad, garantizando de alguna manera, la continuidad de la cultura. En un sentido evolutivo, la familia cambiará en la medida en que la sociedad cambie. O sea, los cambios siempre se orientan desde la sociedad hacia la familia, nunca desde una unidad más pequeña a una mayor. Aunque no se observa con mucha frecuencia, la familia normal puede describirse como un sistema abierto, con flexibilidad de pautas, en constante

transformación y que permanentemente interactúa con otros grupos de la sociedad y se acomoda a sus demandas y propuestas. El requisito de sistema abierto, entonces, sería condition sine qua non para una familia considerada funcional. S. Minuchin (1982), señala que una familia normal se caracteriza por tres componentes. El primero define a la familia como la estructura de un sistema sociocultural abierto en proceso de transformación. El segundo, muestra a una familia que se desarrolla a través de un cierto número de etapas y que se reestructura en cada una de ellas. Por último, la familia normal se adapta a las circunstancias cambiantes. Esta acomodación le permite mantener una continuidad y desenvolver un crecimiento psicosocial en cada miembro. Definimos, entonces, a la familia como un sistema relacional que supera y articula entre sí los diversos componentes individuales. Es un sistema autocorrectivo, autogobernado por reglas que se desarrollan, evolucionan y se instauran a través del tiempo por medio de ensayos y errores. En síntesis, una familia funcional se define como un sistema constituido por varias unidades en relación, que posee una interacción dinámica y constante de intercambio con el mundo externo. Un factor relevante en el crecimiento del sistema, muestra a las crisis como las protagonistas del cambio. Las crisis, no son ni más ni menos que una situación de cambio. Cambios, ocasionados por los problemas que se presentan en los sistemas y que someten a los mismos a incorporar información que posibilite la corrección de la desviación que implica la ruptura del equilibrio. Este estado de máxima tensión que origina la crisis, puede ser ocasionado a través de cambios intrasistémicos. Por ejemplo, los cambios evolutivos, como la adolescencia, nacimiento de un hijo, muertes, separaciones, etc. Mientras que los cambios intersistémicos se refieren a las modificaciones del ambiente, mudanzas, cambios de trabajo, cambios en la escala de valores, etc. Aunque estos son cambios evolutivos y, como tales, esperables, también pueden aparecer situaciones críticas imprevisibles, como enfermedades terminales o incurables en la juventud, accidentes de gravedad, por ejemplo. Estos eventos inciden en el funcionamiento familiar, desarrollando un proceso de adaptación que lleva, por un lado, a transformar reglas capaces de constituir una cohesión de la familia y, por otro, un crecimiento psicológico de sus miembros. Un sistema familiar como todo sistema, está sostenido por reglas inherentes y particulares a cada familia en sí misma. Reglas que se constituyen en código a través del

tiempo, en función de las sucesivas interacciones con otros grupos sociales. Según Mara Selvini Palazzoli (1989), la idea central de esta hipótesis se basa en los modelos que ofrecen la Cibernética y la pragmática de la comunicación humana. Cada grupo -natural, con historia- entre los cuales la familia es uno de los grupos naturales principales (llamamos también grupo a un equipo de trabajo, deportivo, empresario, etc.), se constituye en un tiempo determinado a través de intercambios, ensayos y retroalimentaciones correctivas que conforman una serie de eventos experienciales. El sistema discrimina acerca de lo que está permitido o no en la interrelación, consolidándose así las reglas inherentes al sistema. De esta manera, la familia termina por convertirse en una unidad sistémica original, regida o sostenida por medio de dichas pautas, que son particulares a la misma. Una familia no está compuesta por una realidad simple. Los miembros de una pareja que comienza a conformar una familia, son representantes representativos de un código determinado por las familias de origen de cada uno de los integrantes. En la interacción que desarrollan, los códigos pasados se intercambian, se pactan acuerdos y desacuerdos que concretizan un código actual, recreando las normas que fundamentarán el sostén del sistema y desarrollarán el futuro del mismo. El equilibrio en un sistema funcional, está fundamentado por dos funciones aparentemente contradictorias, la tendencia homeostática y la capacidad de transformación que caracterizan a todo sistema vivo. Esta dinámica, posibilita mantener siempre un equilibrio que permita la creatividad que llevará a evolucionar el sistema y acomodarse a los cambios, por ende a crecer (y estas son condiciones inherentes a la vida misma). En las familias -según Maurizio Andolfi- cuyos cambios de relaciones son advertidos como amenazantes, se determina un congelamiento de los sistemas interactivos presentes y de aquellas funciones desenvueltas por cada uno de sus miembros, que se cristalizan a posteriori, en relaciones estereotipadas que anulan experiencias e informaciones nuevas. Pero la flexibilidad o rigidez de un sistema no son características intrínsecas a su estructura, aparecen ligadas a un dinamismo y a las variaciones de estado en un espacio y en un tiempo definidos, pudiendo ser determinados en base a la capacidad de tolerar una desorganización temporánea en vista de una nueva estabilidad. No obstante, no podemos afirmar que un sistema sea definidamente rígido o inevitablemente flexible. Un sistema que fue flexible puede terminar constituyéndose en rígido y así sucesivamente. En este sentido, la aparición de una patología individual puede emerger en

situaciones de crisis intra o inter sistémicas correspondientes a las fases evolutivas de la familia, y de esta manera se garantiza el equilibrio funcional adquirido. O sea, el sistema puede transformarse pero no cambiar; puede utilizar un input nuevo para operar variaciones que no lleven a la discusión ni modifiquen su funcionamiento. El síntoma, entonces, aparece como forma de resistencia al cambio Más allá de la funcionalidad de una familia, existen sistemas familiares que presentan conductas diagnosticadas como patológicas en uno o más integrantes y se conducen con un tipo de relación o pautas que son peculiares de la patología. Por esta razón, tanto los comportamientos del emisor como los del receptor, tendrán características que permiten mantener las reglas y darán como resultado un tipo de vínculo patológico. Si estas conductas sintomáticas son parte de las relaciones peculiares del sistema, para poder actuar sobre la sintomatología generando una modificación, se debe tratar de cambiar las reglas. Si la familia es tomada como un sistema de interacción, como un instrumento socializante que recrea estilos, formas y códigos peculiares inherentes a cada familia en particular, el sujeto integrante adquiere una identidad prevista de este contexto grupal del cual se constituye en portavoz. La funcionalidad y la movilidad son dos conceptos que introduce Pichon Rivière (1985), que señalan el grado y la naturaleza de adaptación de un sujeto en el contexto del grupo. Cuando en esta estructura de interacción surge la enfermedad como un elemento innovador -por ende perturbador del proceso interactivo, se considera a esta conducta desviada como anómala que afecta el circuito del sistema comunicacional. La enfermedad es la cualidad emergente que lleva una situación implícita, revelando el estilo de comunicación y de interacción que en ese momento es alienante. El enfermo se constituye en el portavoz, mediante el cual comienza a manifestarse el proceso hasta ese momento implícito, causal de la enfermedad. Tanto Mara Selvini (1989) como M. Andolfi (1982), observan que los sistemas patológicos o el comportamiento patológico de algunos de los miembros de la familia, surgen a partir de la repetición casi automática y compulsiva de transacciones dirigidas a mantener las reglas cada vez más rígidas al servicio del equilibrio. Las crisis accidentales y evolutivas, pueden generar síntomas que acarrean disfuncionalidades interaccionales entre los miembros de la familia que permanecen en el tiempo mediante los intentos de solución fracasados. Estas disfunciones crean realidades propias a partir del problema. Se crean reglas, pautas, funciones en torno al síntoma que se erige como un gran general

dominando la situación. El síntoma puede definirse como una conducta anómala, un comportamiento bizarro que sale de los canales esperables y funcionales de respuesta frente a las situaciones. El síntoma puede interpretarse como una denuncia y constituirse en una explicitación, una señal de alarma de que algún tramo del circuito comunicacional se halla disfuncionando. Pero, el fenómeno del síntoma es más complejo. Factores comunicacionales e interaccionales, de experiencia, de historia, determinantes psicoinmunoendocrinos, cognitivos y emocionales, convergen para constituir un trastorno bulímico, de pánico, anoréxico, depresivos, de obesidad, de drogadicción, psicótico, obsesivo compulsivo, etc. Por lo tanto, resulta sumamente difícil entrar en afirmaciones certeras acerca del origen o el objetivo del síntoma, solamente se pueden construir hipótesis desde diferentes modelos teóricos que lo explique de manera aproximada. Desde un meta nivel sistémico-cibernético, se intenta entender todos estos planos de análisis de manera complementaria, que se introducen en un contexto que le otorga ciertos sentidos. Fundamentalmente, comprenden al síntoma como un fenómeno complejo, alostático, poblado de variables múltiples que convergen y se sinergizan. Un terapeuta trabaja con problemas humanos y como facilitador de soluciones, deberá intervenir comprendiendo códigos, ideologías y diversos constructos del sistema, en el intento de desprenderse de sus propias estructuras conceptuales. Desprendimiento entre comillas, ya que resulta imposible disociarse en totalidad (al menos parcialmente), sino simplemente ser más objetivo dentro de la subjetividad relacional del proceso terapéutico. De todas maneras, no es posible dominar ese plano disociativo y es inevitable que al terapeuta se le filtren constructos personales, es decir: siempre estamos expuestos a resonancias personales. Un terapeuta, cibernéticamente, puede ser concebido como un rectificador de desviaciones, un equilibrador de la disfuncionalidad, un ayudador ecológico que corrige los errores de los intentos por solucionar problemas (ya sean problemas propiamente dichos o problemas sintomáticos). Pero esto no implica transitar el terreno de la fría y distante objetividad a la que la ciencia clásica hizo ostentación. Un terapeuta piensa, analiza, reflexiona solo y con otros, confronta sus ideas con superiores de mayor experiencia, pero por sobre todo, siente. El territorio de la emocionalidad, es un campo todavía fértil, al cual le debemos –todavía- mayores desarrollos en el ámbito de la psicoterapia. El uso de las emociones como técnica, el vínculo terapéutico cimentado en la

confianza afectiva, dejaron de ser valores agregados a una estructura racional de la psicoterapia para pasar a un protagonismo relacional, eje del desarrollo del proceso terapéutico. Ejercemos la terapia no solo con todos nuestros conocimientos específicos, sino que vamos a la carga con todas nuestras estructuras conceptuales. Nuestro diccionario cognitivo, lo que los psicólogos cognitivos llaman esquemas (Beck 2000, Risso 2009), se componen de un florido repertorio de valores, creencias, modelos específicos, normas familiares, pautas soci-culturales, entre otros constructos, que en mayor o menor medida se ponen en juego en la sesión, de acuerdo a la persona del paciente, la temática que trae a sesión, sus aspectos relacionales y el contexto. De todas estas conceptualizaciones internalizadas, las estructuras familiares, con todo lo que conlleva (desde estilo relacional, manifestación afectiva, identificaciones relacionales y personales, normas y formas de actuación, valores, etc.), se constituyen en un epicentro del cual resulta imposible desprenderse. He aquí la encrucijada: los terapeutas de una generación que hoy tienen desde 40 a 70 años, heredamos preceptos de pareja de padres de generaciones anteriores (1920, 1930, 1940, 1950) que contrastan y hasta colisionan con las estructuras actuales. Concienciar estas diferencias permite aprender nuevas propuestas que devienen de nuevas estructuras, es incrementar el propio modelo, entrando al compo de la sesión con un mayor grado de permeabilidad.

Antiguas y nuevas estructuras familiares En el ámbito de la investigación en terapia familiar estamos viviendo un momento de transición de paradigmas de estructuras familiares. Como resultado de nuestra investigación con familias en la Escuela Sistémica Argentina (ESA), hemos desarrollado un cuadro de doble entrada que delimita lo que hemos denominado Antiguas y nuevas estructuras familiares. Lo que deja entrever este análisis y, por tanto, debe entenderse que nos hallamos en un período de transición, es que resulta imposible ubicarnos en alguna de las dos columnas: ni nos embanderamos y desarrollamos las pautas de las antiguas estructuras familiares, ni llegamos a consolidarnos en los códigos de las nuevas. En las pautas de distinciones de ambas categorías familiares, se diferencian por mandatos, normas, preceptos, hábitos, funciones de cada uno de los miembros y del

sistema general. Se observan cambios en el subsistema pareja conyugal, pareja parental, funciones de la fratría, características y funciones de cada uno de los miembros. Las que se denominan Antiguas familias, son aquellas estructuras familiares que competen a las concepciones de generaciones de comienzos del siglo XX hasta la década del ’60. Es decir, abarcan hasta los padres nacidos en la década del ’50, que se hallan compenetrados en los preceptos y mandatos de sus propios padres, nacidos a su vez entre los años 1920 y 1930. Mientras que las nuevas estructuras, responden más precisamente a los padres de la generación del ’60 y ’70, que a pesar de ser hijos de padres de la primera columna, tienden a ser más flexibles y adaptados a los cambios que suponen las estructuras modernas de familia, la actitud de los adolescentes, la forma de interacción de pareja, etc. Por tal razón, las dos estructuras se interceptan, hay nuevos padres y madres, revisionistas, flexibles y modernos, pero hay padres y madres que sucumben a las premisas de las antiguas estructuras de familia. Somos una generación de tránsito. Por supuesto, que todas estas apreciaciones poseen su relatividad. Existen padres englobados en la primera columna, que se han dedicado a actualizarse en sus consideraciones acerca de la educación y trato con su esposa e hijos, o sea, su posicionamiento en la familia. Hay mujeres que se han resistido a ejercer el rol de amas de casa y se han desarrollado de manera autónoma liderando la economía familiar. Como señalamos anteriormente, uno de los problemas del trabajo en terapia familiar radica en que en las familias se observa una intersección de pautas de estructura de lo que llamamos viejas estructuras de familia con la convergencia de las reglas de las nuevas estructuras que competen a las diferencias intergeneracionales. Es factible afirmar, que estas mismas diferencias se encuentran en la cognición del terapeuta, elementos ideacionales que pueden entorpecer u obstaculizar la comprensión y resolución de los problemas familiares. Si es cierto que la objetividad debe permutarse por la subjetividad relacional, quiere decir que el terapeuta es portavoz de alguno de estos tipos de familias. O sea, es factible que pueda filtrarse en las intervenciones, sus adherencias y representatividades a cualquiera de los dos paradigmas. Un proceder ético, es reconocerse en esta identificación y poder redefinir las posiciones personales en pos de realizar una intervención profesional un tanto más neutra y referida a las creencias de la familia consultante. Un detalle interesante, como hemos mencionado a lo largo del presente artículo, las familias dan cuenta de los cambios que se producen en la sociedad. La familia revela y vivencia en su seno las diferentes dinámicas sociales, por lo tanto, en la medida que avanza

la investigación, continuamos adicionando diferencias, en relación a los avances de la medicina (como en el caso de reinplante del tejido ovárico) o la oficialización por ley en España del casamiento de parejas homosexuales. Este punto, reafirma la perspectiva de Pichón Riviere (1985), acerca de que la familia es un estructurando: una familia funcional permanentemente debe revisar sus esquemas cognitivos, emocionales y pragmáticos, cuestión de evolucionar como sistema en general y, de manera particular, cada uno de sus integrantes. Por ejemplo, en lo que respecta a la ancianidad en la actualidad, las expectativas de vida se han prolongado en cantidad de años, pero ha decrecido notablemente en la calidad de vida. Se trata de que estamos enfrentándonos como sociedad, con un fenómeno que refiere a que la infraestructura social no se halla preparada para atender a un núcleo de personas que han sobrepasado los 75 años y se encuentran vitales y sumamente activos. Tanto los servicios sociales (en la atención médica a todo nivel) como el estado (en el abastecimiento de asignaciones de pensiones y jubilaciones de manutención económica de los ancianos), sufren una desestabilización dada la extensión en tiempo de vida útil y activa. Se entiende, por supuesto, que resulta paradojal que en tanto se extiende la vida decrece su calidad, pero parece que estas son las reglas de juego. Los avances tecnológicos médicos no son acompañados por el desarrollo de políticas sociales, económicas y sociosanitarias y de aquí semejante incongruencia. La modernización, dice Salvarezza (2006), ha provocado una dislocación social de los viejos. Los roles tradicionales que desarrollaban los ancianos se pierden en la sociedad moderna o más bien postmoderna, y el status social de ser viejo decrece a la luz de las nuevas organizaciones sociales. Por ejemplo, la era moderna alteró notablemente la estructura familiar y la función que ejercían los geronte dentro de ella. La importancia económica de la familia declinó como resultado que la base económica de la producción agrícola pasó a la producción industrial. Pero, además, la producción agrícola llevaba a un mayor afincamiento de la familia, a arraigarse a la tierra y, por tanto, tender a establecerse de manera más estable. Este estado, implicaba que se desenvuelva en la estructura familiar una menor movilidad y con ello, la constitución de roles y jerarquías más rígidamente conformados. La presencia, entonces, de los ancianos, se hacía más pertinente y ejercían una función de poder más notable. Más aún, en familias que se caracterizaban por ser supernumerarias en miembros, además de la cercanía de la casa de los padres que muy normalmente vivían en la misma finca, o en la casa grande compartida.

En cambio, la sociedad industrial, llevó a una mayor movilidad de las familias, deconstruyendo las estructuras de mayor estabilidad que la sociedad agrícola desarrollaba. Las familias, por lo tanto, se reducen en cantidad de hijos y adquieren características migrantes, es decir, se trascienden las fronteras de las ciudades de origen. Por ejemplo, esta sociedad muestra que el profesionalismo es un valor destacado (Mi hijo el doctor), razón por la que surge la necesidad de estudio en los hijos, lo que lleva a que los hijos vayan a estudiar y vivir a ciudades mas desarrolladas. Además, más allá del estudio, los hijos tratan de independizarse de sus padres y el proceso de individuación se ve acompañado del vivir fuera de la casa de los padres. Los padres, entonces, viven alejados de sus hijos y no desenvuelven el contacto con la cotidianeidad. Este tipo de distancia lleva a que tempranamente, se distancien los vínculos padres-hijos y sienten precedentes para lo que en un futuro será la internación en residencias geriátricas. La falta de contacto habitual, en cierta manera, acentúa el desapego que sopesa en el momento de tomar la decisión de internar al viejo. Esta determinación de vivir distante entre padres e hijos ha reducido el contacto e intercambio generacional. Por supuesto que esta pobreza relacional -comparándola con la riqueza de las interacciones de la familia clásica- hace que se pierdan detalles de contenido en la transmisión de costumbres, historia, modelos, etc., patrimonio sociocultural de cada generación. Los ancianos, en la medida que son internados en residencias geriátricas, pierden las funciones tradicionales que ejercían en el núcleo familiar. El status social de los gerontes se ha deteriorado en la medida que han dejado de representar la imagen de autoridad y de pater familia a la que estaban habituados. Por otra parte, el ejercicio de la autoridad posibilitaba a los mayores manipular y mantenerse actualizados en la información como también organizar y decidir sobre los bienes materiales. Los viejos ya no están en casa y se hallan desactualizados en las novedades de la familia. En ocasiones, cuando se encuentran temporáneamente de visita en la

familia,

intentan

recuperar

cierto

mando

y

se

vuelven

anacrónicos

o

descontextualizados, recibiendo la descalificación del entorno. Su capital económico se encuentra fuera de su dominio y son sus hijos quienes comienzan a dirigir compras, ventas, administración de dinero, etc. La modernidad arrasa ferozmente casi con saña a los gerontes. Las funciones familiares y sociales se han modificado de manera sustancial, cuestión que los viejos se encuentran desorientados en el trato que el resto de integrantes jóvenes de la familia le profiere. Los juegos familiares han variado y ciertas premisas de interacción han quedado

fuera de tiempo. Por ejemplo, el trato de tu en contra del Usted es un estilo relacional que acorta distancias asimétrica y genera una cercanía que reduce la autoridad. La tecnología es otro ejemplo relevante. Como parte del proceso de la modernidad, los avances tecnológicos vuelven ignorantes a toda persona que se pierda alguno de los tramos de la cadena de su desarrollo. Y este fenómeno excede a los ancianos. Niños pequeños manejan computadoras, juegos sofisticados y aparatos electrónicos frente a la mirada atónita de los padres. Parece mentira que son esos enanos los que corrigen en el manejo cibernético a los adultos. Ni que decir que les toca a los viejos, si los adultos están desactualizados. Todo este fenómeno, hace que se le restrinja a los mayores cada vez más la participación en el juego social político y económico. En el mercado laboral se busca más junior que personas mayores con experiencia. Se relega así, la gente mayor. Una persona con 40 o 50 años es outh the game laboral, puesto que se privilegia a la juventud sin experiencia. Esta segregación laboral por discriminación por edad, lleva a que los viejos reduzcan sus relaciones sociales y desactiven su movilidad. Esta restricción social, conlleva el bloquear el intercambio que cualquier persona desarrolla en un puesto de trabajo, además, de que tácitamente se les niega a los longevos obtener sus ingresos que generan beneficios sociales, económicos, familiares y personales (como de hecho es que los haberes percibidos también constituyen una fuente de valoración personal). Más allá de las sensaciones de fracaso que acompañan a la decepción de no sentirse reconocidos por su experiencia, los ancianos no logran ingresar en el aparato productivo como productores y se ven reducidos a meros consumidores limitados al estipendio de su jubilación. Esta longevidad trae también modificaciones en el resto de los ciclos evolutivos. Los adolescentes de clase media, se adultizaban más tempranamente hasta hace 20 años atrás. Hoy son pocos los adolescentes de esta clase social que se independizan de sus padres a los 22, 23, 25 años, por ejemplo, viviendo fuera de la casa paterna, estudiando o trabajando. Los matrimonios se formalizan más tardíamente y la llegada de los hijos encuentra a padres más allá de los 30 años. A continuación se discriminarán los datos obtenidos.

Antiguas familias

Nuevas familias

1) Familia numerosa (6, 8, 10 hijos o más).

1) Padre, madre, 1 o 2 hijos.

2) Matrimonios resistentes a la separación.

2) A favor de separación o divorcio.

3) Hipocresía y conservación de apariencias de 3) Abandono de hipocresía y conservación de “familia unida”.

apariencias de “familia unida”.

4) Mujer destinada al trabajo doméstico y 4) Mujer trabaja fuera de casa, organiza además crianza de hijos.

el hogar, atiende a los hijos y es ayudada en algunos casos por la mucama.

5) Hombre trabaja fuera de casa y no atiende 5) hombre trabaja fuera de casa y participa de la tareas domésticas.

organización y tareas domésticas.

6) Hombre en el rol de padre no activo en la 6) Hombre en el rol de padre activo en la atención del hijo en actividades como dar la atención del hijo en actividades como dar la mamadera, cambio de pañales, baño, etc.

mamadera, cambio de pañales, baño, etc.

7) Relacionalmente mayor asimetría por arriba a 7) Relación menos asimétrica y de mayor favor del hombre.

simetría

(que

no

implica

que

no

exista

complementariedad). 8) Hombre autoritario, mujer sumisa.

8) Autoridades compartidas con leve asimetría en up a favor del hombre (depende de cada situación de pareja, por ejemplo, si ella es la que mantiene económicamente al grupo familiar).

9) Hombre con iniciativa y última palabra en la 9) Decisiones compartidas, fruto de discusión; toma de decisiones; mujer que secunda.

mujer con iniciativa.

10) Mayor rigidez en los roles y funciones 10) Mayor flexibilidad de funciones. familiares. 11) Una vez casados se continúa viviendo en la 11) El casamiento implica vivir de manera casa paterna.

independiente. Incluso no hace falta casarse para vivir fuera de la casa de los padres.

12) Casarse es el pasaporte a formar la familia, 12) No hace falta del ritual de casamiento para la vivir juntos en pareja y tener hijos.

convivencia y tener hijos o decidir formar una familia.

13) Mayor distancia relacional entre padres e 13) Menor distancia relacional y menor asimetría

hijos, mayor asimetría.

entre padres e hijos.

14) Expresividad afectiva paterna limitada (por 14) Expresividad afectiva efusiva, mediante el miedo a perder autoridad, por estereotipo cuerpo y la palabra. varonil, etc.) 15) Trato de Ud. como símbolo de la distancia 15) Trato de tu. Se acortan distancias relacional.

relacionales.

16) Mayor sostén de mitos populares y valores, 16)

Menor

énfasis

en

la

transmisión

de

como manifestación de la tradición cultural y mandatos, valores y mitos. familiar, que se transmiten como mandatos (“los hombres no deben llorar”, “ganar el pan con el sudor de tu frente”, etc.) 17)

Noción

de

familia

como

“clan”,

más 17) Menor sentido de clan familiar. Menor

estructurada en jerarquías, normas y tradición pautación y jerarquías. Menor relevancia de la familiar.

tradición familiar.

18) Mayor aglutinación de los miembros de la 18) Mayor disgregación. familia. 19) Familia más ritualista y respetuosa de los 19) Menor relevancia de los rituales familiares. rituales. Por ejemplo, la comida familiar. 20) Familia que transita más en el recuerdo y su 20) Familia centrada mayormente en el proyecto historia.

y el futuro.

21) Sostener a la estructura familiar a pesar de 21) Romper la estructura a pesar del costo la disfuncionalidad.

afectivo.

22) Síntomas de los hijos por la hipocresía 22) Síntomas de los hijos por la separación de familiar de sostener pareja o familia a pesar de los padres. maltrato o desamor. 23) Mayor negación.

23) Mayor explicitación.

24) Predominancia de secretos y oculta-mientos. 24) Mayor posibilidad de denuncia de estos juegos 25) Las parejas se apresuran a tener hijos

25) Las parejas se toman más tiempo para ser pareja conyugal y demoran la venida de los hijos

26) Las parejas se casan entre los 20 y 30 años

26) Las parejas viven juntas o pueden casarse

aproximadamente

superando los 28, 30 años.

27) Hay menos longevidad. Se es mayor (viejo) a 27) Hay mayor longevidad. Se es mayor a los 75 los 60 años.

años.

28) Los abuelos son más jóvenes en edad pero 29) Los abuelos tienen mayor edad. son considerados viejos. 29) La mujer se apresura a tener hijos por la 29) La edad no será problema: las últimas noticias edad y por la connotación social.

científicas afirman que se podrá retirar y congelar tejido ovárico y luego reinplantarlo.

30) La gente está más deteriorada (no existe la 30) Efecto cirugía, medicina, deporte: gente cirugía estética, menos avances de la medicina, mayor más joven. no se acostumbra al deporte) 31) Parejas y casamientos heterosexuales

31) Parejas y casamientos homosexuales

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