Patrimonio Cultural (Dossier). Varios autores

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Patrimonio e identidad Introducción

• Por Rafael Mesa Iturbide, especialista en temas de industrias culturales y creativas

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esde “Nuestra diversidad creativa” (1996), hasta la declaración de Hangzhou (2013), es una constante la necesidad de repensar las políticas culturales para orientarlas hacia la promoción del desarrollo. Las políticas relativas al patrimonio no son la excepción. Tal apertura implica la revaluación de las concepciones que se encuentran detrás de estas políticas, así como la necesidad de reorientar la crítica a estas concepciones.

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Desde una perspectiva histórica, las políticas, principalmente las relativas a la cultura, se han interpretado como expresión de grupos e intereses provenientes de la cultura dominante, de una hegemonía que, en el caso mexicano desde la postrevolución, construyó el sentido del patrimonio cultural en términos de una nación cuya unidad está garantizada por el Estado. Desde ahí, se subrayó que la riqueza histórica de México no hace sino enaltecer los valores patrióticos de una nación que había surgido de sus cenizas, en una guerra cruenta contra la dictadura. Sin embargo, aún en la persona de su principal promotor, Vasconcelos, se advertía la ambigüedad que en tal construcción monolítica está implícita. La lucha por la definición de la identidad de una nación independiente que comienza a darse en un siglo convulso como el XIX y que se extiende durante más de 100 años, no ha dejado de producir concepciones sobre quiénes somos y qué es México. Borges lo dijo con más claridad, para el caso argentino, válido también para el nuestro. “La identidad nacional es un acto de fe”. Actualmente, en tiempos de la democracia, o de la transición hacia ésta, las orientaciones han cambiado. Los procesos de la globalización tales como el reconocimiento del multiculturalismo y la interculturalidad, nos muestran que las identidades son, siguiendo a Bauman, “líquidas”, es decir, no conservan fácilmente su forma. Se puede ser quien se quiera ser, y se puede reconocer el pasado y su patrimonio, desde eso que se quiere ser. Su valoración ha cambiado. El concepto de Patrimonio Mundial de la Humanidad, no hace sino reforzar la idea: es de todos y de nadie. Y es como tal, maleable.

No es posible establecer un diagnóstico en estas breves líneas relativo a las políticas culturales orientadas al patrimonio, especialmente porque se requiere atender a una serie de variables que nos señalen los avances en materia de definición de las nuevas tendencias. Al centrar el tema de la relación entre patrimonio e identidad, tendríamos que considerar un abordaje sobre la interrelación de estos dos términos. Es indiscutible que México cuenta con un acervo patrimonial importante a nivel mundial. Cuenta con 31 centros inscritos en la lista del patrimonio mundial, de los cuales 27 son bienes culturales. Es el país con mayor acervo en el continente. Su riqueza, en ese sentido es espectacular. Pero debemos recordar que forman parte de este patrimonio e inciden de manera más directa en la identidad, la producción y reproducción de acervos culturales, empezando por las lenguas, las experiencias y las prácticas. ¿Hasta qué punto es posible ampliar el espectro del patrimonio, tanto tangible como intangible que nos permita dar cuenta de la riqueza en la diversidad de formaciones y transformaciones de nuestras identidades? La hibridación, por ejemplo, efecto de la interculturalidad, hasta el rescate de lenguas en riego de extinción, forman parte de las políticas culturales. También forman parte de estas políticas el fomento del turismo cultural, y el resguardo de nuestro patrimonio. Desde la perspectiva de políticas patrimoniales orientadas al desarrollo sustentable, ¿qué se ha pensado al respecto? A partir de la declaración de Hangzhou, se ha subrayado la importancia que reviste el reforzar las políticas y programas nacionales que garanticen la protección y promoción del patrimonio, y “de sus sistemas heredados de valores y expresiones culturales” para darles un papel central en la vida de las sociedades. También se ha hecho hincapié en la vida cultural dinámica y en la calidad de los ambientes urbanos históricos, como factores clave de las ciudades sostenibles. Desde esta perspectiva, también se habla de ciudades con identidad cultural propia y de carácter cosmopolita, al mismo tiempo que el reforzamiento de políticas locales en las que se fomente la participación de las comunidades tanto en el mantenimiento como en la promoción de su acervo. La dinámica de las políticas culturales, acerca más al patrimonio a formar parte de la vida cultural, y a establecerse, como fuente de ingresos locales.

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Patrimonio, simbolización y movimientos de salvaguarda • Por Eduardo Nivón, especialista en temas de patrimonio cultural

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n todos los países la política de patrimonio responde a una narrativa, a un relato del pasado que selecciona hechos y momentos que explican lo que esa noción ha llegado a ser. Esto es común a México y a Japón; a los Estados Unidos o a Honduras. Este proceso de selección lo realizan las élites políticas y culturales pero, para que logren efectivamente imponerse como narraciones aceptadas o “válidas”, debe sintonizar con los sectores populares, los que no hablan pero que sustentan la gobernabilidad de un país. 4

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En México, el relato sobre el patrimonio procede de distintas fuentes. El nacionalismo criollo de fines del siglo XVIII buscó en las antigüedades indígenas elementos con qué construir un discurso que distinguiera a las élites nacidas en México de las españolas. Un siglo antes, Sor Juana Inés de la Cruz y Gaspar Fernándes, de la catedral de Puebla, habían escrito poesía y villancicos en náhuatl. Boturini se preocupó por las antigüedades indígenas. La reivindicación de Quetzalcóatl como Santo Tomás por Boturini y otros intelectuales criollos tenía sentido de ver a México como un pueblo que había entrado en contacto directamente con el mundo cristiano sin la mediación de los españoles. De ahí a reivindicar la independencia faltaba poco. Las rarezas naturales del país fueron de igual modo apreciadas para reconocer lo maravilloso del país y así, muchas más prácticas discursivas dieron a factores históricos, artísticos y naturales un peso importante para hablar de los mexicanos como una sociedad que debía ser valorada en sí misma. Cuando hablamos entonces del patrimonio como una construcción simbólica reivindicamos en primer lugar que el patrimonio tiene sentido en el marco de un cierto horizonte cultural. Éste consistió, en su origen, la valoración del pueblo mexicano como una nación que podía aspirar a un destino político propio, independiente. Con el México independiente la valoración del pasado se convirtió en un territorio para resolver controversias internas. La grandeza de las sociedades indígenas del pasado contrastaba con la decadencia de las comunidades indígenas contemporáneas. Por otra parte, los diversos tonos que se dieron a los patrimonios regionales marcaron también diferencias sociales y culturales al

interior del país. La valoración de ciertas tradiciones literarias, musicales o plásticas sirvieron para diferenciar distintos modos de adhesión, rechazo o indiferencia frente a los proyectos estatales. En definitiva la simbolización del patrimonio no era un hecho indiferente para el poder. Se deducía de él un proyecto político del cual se derivaron políticas educativas y culturales muy elaboradas. Es interesante que siendo la política de patrimonio un resultado de un estado centralista y autoritario mantenga hasta ahora una gran adhesión de sectores críticos hacia ese estado. Se puede deber a que la asignación de significado a lo que ahora es el patrimonio sea el producto de la intersección entre la construcción estatal y las reivindicaciones y tradiciones populares que están siendo amenazadas por el nuevo estado post-autoritario. Desde otra perspectiva hemos transitado por distintas maneras de gestionar el patrimonio que a su vez suponen asignaciones diferentes. El coleccionismo se aplicó sobre el patrimonio a partir de la idea de la rareza y del gusto formal por el bien coleccionado. La política de patrimonio se preocupó por el contenido y por su interpretación “científica” en torno de una idea de lo nacional. Al crearse las instituciones responsables de la salvaguarda del patrimonio, éste empezó a ser responsabilidad de un sector contratado por el Estado, específicamente para estudiar, conservar, preservar y difundir el patrimonio y, en un giro discursivo muy relevante, también se convirtió en una materia de trabajo. El último tercio del siglo XX vio perfeccionarse una interpretación simbólica del patrimonio cargada de eficiencia técnica. Los responsables del patrimonio: historiadores, arqueólogos, arquitectos, restauradores, museógrafos, etcétera, alcanzaron tal nivel de destreza y capacidad que hicieron del patrimonio un asunto de especialistas en donde el público, las autoridades o los no profesionales debían cuidar de no ir más allá de una barrera del público. Un salto definitivo fue el desarrollo, el patrimonio de un bien de toda la humanidad. México estaba preparado para este proceso y hasta cierto punto esta política fue una extensión natural de la interpretación simbólica del patrimonio como un producto de toda la nación pero ahora como un producto universal. Aunque firmante entusiasta de la convención del patrimonio mundial, el país tardó un poco para incorporarse definitivamente a las condiciones internacionales. Quito fue la primera ciudad americana en ser declarada patrimonio mundial. Las primeras incorporaciones mexicanas como Teotihuacán, el Centro Histórico de México o Monte Albán vinieron

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un poco más tarde. Sin embargo la adaptación fue rápida y exitosa. Ahora México es un referente en ese terreno.

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El patrimonio ha chocado con algunas interpretaciones que son más fácilmente aceptables en otros contextos. Uno de ellos es la idea de patrimonio como bien turístico. En los hechos, el patrimonio funciona así, pero la idea de pensar en los bienes patrimoniales como ancla de la industria turística, ha hecho poner especial atención en los efectos negativos de esta relación: sobreexplotación, vulgarización, selectividad, mercantilización son algunas de las efectos más cuestionados. La dinámica turística ha emprendido su propio camino en la consagración de algunos bienes. Concursos internacionales sobre las otras maravillas del mundo, el programa pueblos o barrios mágicos, o el despliegue visual de algunas producciones cinematográficas en favor de algunos bienes patrimoniales son algunas muestras de ello. Habrá que preocuparse si la escisión entre la interpretación político-cultural del patrimonio y la turística-mercantil es inevitable o si podemos conciliar ambos propósitos. En todo caso la clave de una posible conciliación está en entender que el significado del patrimonio es múltiple y que ello depende en principio del nivel territorial del que estamos hablando: federal, estatal, municipal. Y también de lo que los actores sociales esperan al poner escena el patrimonio: reconocimiento, información, aprecio, impulso al desarrollo económico local, etc. Interpretar el patrimonio impone observar lo que los productores del mismo realizan como las imágenes producidas en todos aquellos que se ponen en contacto con él. En ese sentido la interpretación popular del patrimonio es importante porque sólo conociéndola será posible conciliarla con las políticas nacionales. Hay dos fuentes privilegiadas de interpretación del patrimonio: La Ley, especialmente la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, de 1972, aunque con varias modificaciones, las más recientes de este año, y la que ofrece la escuela. No son los únicos esquemas de interpretación pero sin duda son los más relevantes. La ley se basa en la ratificada asignación constitucional al Gobierno Federal para que legisle en la materia. No es desconocido el malestar que la ley causa fuera del ámbito federal. La escuela, por otra parte ofrece interpretaciones dispersas, difícilmente integrables en un esquema general sobre el patrimonio. Como consecuencia de lo anterior, la eficiencia de una interpretación simbólica que dé lugar a prácticas efectivas de salvaguardia dependen de la actualización de la ley y su reglamento y, sobre todo, de su implementación. Por otra parte el desarrollo de una política educativa sobre patrimonio resulta de importancia fundamental.

La Economía del Patrimonio • Por Ernesto Piedras Feria, especialista en temas de economía cultural Generalmente el tema de Cultura alude a los componentes estéticos y de fondo que conforman a las actividades artísticas, su función como canales efectivos de expresión y su enorme relevancia como catalizadores de identidad. Sin embargo, esta concepción resulta limitada cuando no es acompañada de un panorama que incluya una dimensión económica en la que los agentes culturales son agentes económicos que utilizan la creatividad como insumo primordial para realizar su labor. Como toda actividad económica, el sector cultural da pie a la conformación de una cadena de producción que va desde el artista o el creador, la compra de los materiales y la difusión, hasta la persona que contempla, escucha o consume una obra. A su vez, este proceso va acompañado de una serie de bienes con un valor, o dicho de otro modo, de un patrimonio con importancia tanto económica como identitaria que forma parte al mismo tiempo de la vida productiva y las características definitorias de una sociedad o una cultura. De acuerdo con la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), patrimonio cultural se refiere a la “herencia cultural propia del pasado de una comunidad, con la que esta vive en la actualidad y que transmite a las generaciones presentes y futuras”. Además, el patrimonio cultural de un país o una región puede dividirse en dos rubros o clasificaciones: tangible e intangible. El primero se refiere a bienes o inmuebles con valor histórico, estético o simbólico que brindan valor agregado a una locación, incluyendo por ejemplo museos, sitios arqueológicos, teatros o plazas. En contraste, el patrimonio intangible se refiere al valor inherente y no material incrustado en las costumbres y tradiciones de una cultura, incluyendo lenguas o dialectos, creencias religiosas, música, cocina, trajes típicos, entre muchas otras cosas. En el caso de México, la gran diversidad cultural que existe en el país a la par de una amplia extensión geográfica, ha dado pie al surgimiento abundante de ambos insumos, tanto tangibles como intangibles. Por ejemplo, en la actualidad México cuenta con 31 sitios inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad, de los cuales, 4 bienes son naturales y 27 bienes son culturales. Por ello, México representa el sexto país con mayor cantidad de sitios en la lista de

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Patrimonio Mundial, detrás de Italia, España, China, Alemania y Francia y ocupa el primer lugar en América Latina y el Caribe. Asimismo, nuestro país cuenta con 7 tradiciones y festejos como Patrimonio cultural inmaterial. Esto en conjunto con la producción cultural y creativa única en el panorama mundial impulsa el crecimiento económico y desarrollo integral de nuestro país. De acuerdo con las mediciones más recientes, las industrias culturales y creativas aportan actualmente 7.3% del PIB en México, promoviendo a su vez un excedente de divisas y empleando a 3.6% de la Población Económicamente Activa (PEA). Gran parte de ello se debe a que los bienes y servicios culturales mexicanos van acompañados de un patrimonio intangible único y atractivo que forma parte de cada artesanía, platillo, canción, historia u obra.

Contribución al Producto Nacional por Actividad Económica 17.5%

16.0% 12.0% 8.1%

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Maquila

Turismo, Industrias Creativas

Petróleo

Construcción

6.6%

Industría Textil

4.0% Agropecuario, Silvicultura y Pesaca

3.3% Industria Automotríz

FUENTE: Nomismae Consulting S.C. con base en información de INEGI y datos específicos por sector

Unesco: http://whc.unesco.org/en/about/ Unesco: http://www.unesco.org/new/es/mexico/work-areas/culture/world-heritage/ Unesco: http://www.unesco.org/culture/ich/index.php?lg=es&pg=00311&topic=mp&cp=MX

Aunado a ello, la existencia de un valioso patrimonio tangible permite que la producción de las industrias culturales y creativas extienda su impacto e interactúe directamente con el sector turístico, logrando que la ponderación de este sector en conjunto alcance un valor total equivalente al 16% de la producción nacional. Como he mencionado en anteriores artículos, el sector conjunto de Cultura y Turismo, más allá de su función como parte de la identidad nacional, promueve una derrama económica mayor a la industria petrolera, automotriz, textil, agropecuaria o de la construcción. Es decir que el valor cuantificable del patrimonio tangible de la cultura reside en los flujos y actividades económicas que se generan en su entorno, sumándose al valor del patrimonio intangible que, a pesar de no ser expresado directamente en números, sin duda genera un impacto sustantivo en la economía inmiscuyéndose en otros sectores. Al realizar mediciones sobre el impacto económico de la cultura se consideran los efectos de ambos tipos de patrimonio, lo cual deberá tomarse en cuenta para la planeación en materia de política cultural buscando aprovechar ambos insumos como factor clave para el desarrollo de un país como México, en el que cada estado encuentre su vocación cultural aprovechando sus fortalezas y atacando sus debilidades.

Cuatro vertientes concurrentes sobre Patrimonio Cultural • Por Carlos J. Villaseñor Anaya, especialista en temas de presupuesto cultural

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n este breve texto centraré mis comentarios de diagnóstico en cuatro vertientes que enfrenta el Gobierno Federal en materia de patrimonio cultural, que son contradictorias entre sí. No son las únicas, pero sí son –a mi juicio- las más relevantes en este momento. -1-

Por una parte, las instituciones del Gobierno Federal están jurídicamente obligadas a la conservación de los bienes que encuadran en las categorías establecidas en la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos (LFMZAAH). Más por asimilación, que por facultades expresas, el INAH también ha venido realizando acciones en materia de Patrimonio Mundial (Convención UNESCO 1972) y de Patrimonio Cultural Inmaterial (Convención UNESCO 2005); pues los bienes inscritos ante la UNESCO, no siempre se corresponden idénticamente con las categorías contempladas en la Ley nacional. El monto de los recursos presupuestales que el Gobierno Federal destina a esas actividades de conservación de monumentos y zonas alcanza actualmente una cantidad total cercana a los 7 mil millones de pesos (PEF 2015), que equivalen al 35% del total otorgado a las instituciones del Subsector Cultura. No obstante que dicho monto se ha incrementado en casi un 360% en los últimos 15 años, la continua expansión del conjunto de bienes jurídicamente tutelado y la mayor visibilidad social del mismo, hacen que los recursos humanos, materiales y presupuestales aplicados resulten proporcionalmente cada vez menos suficientes para cumplir adecuadamente con esa obligación legal; y, en consecuencia, también para generar una percepción social positiva respecto de las mismas instituciones. Por otra parte, si bien es cierto que los bienes jurídicamente tutelados por la LFMZAAH cumplieron una importante función generadora de cohesión social y un sentido nacional del desarrollo, durante más de tres décadas; hoy esas mismas categorías resultan -en muchas ocasiones- una camisa de fuerza para las propias instituciones, pues les impiden dedicar mayores recursos a la conservación de bienes patrimoniales con mayor capacidad de significación

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social; o bien, atender adecuadamente otras categorías de patrimonio cultural que si bien son socialmente reconocidas, no encuadran totalmente dentro de los supuestos jurídicos establecidos por la LFMZAAH, o dentro de las facultades otorgadas a las instituciones en las respectivas Leyes Orgánicas del INAH o Creación del INBA. En años recientes se ha intentado ampliar el ámbito de competencia patrimonial del Subsector, a través de la adición de facultades al Conaculta, mediante disposiciones no emanadas desde el Legislativo. Qué mejor ejemplo de lo primero que los monumentos arqueológicos, donde la realidad ha obligado a otorgar tratamientos diferentes dentro de una categoría que por sí misma obliga a la ejecución de facultades de dominio y conservación, con la misma intensidad, respecto de todos los bienes los muebles e inmuebles que sean producto de culturas anteriores al establecimiento de la hispánica en el territorio nacional, así como los restos humanos, de la flora y la fauna, relacionados con esas culturas. Un universo inabarcable y, desde luego, con notables asimetrías en su interior.

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En cuanto a lo segundo, debo mencionar que existen debilidades jurídicas que dificultan a las instituciones el destinar con fundamento jurídico y de manera mucho más decidida, recursos humanos, materiales y presupuestales, a la atención de otras categorías de patrimonio cultural, que están resultando cada vez más significantes para la sociedad. Desde mi perspectiva, una categoría que está siendo afectada por esa circunstancia es la del patrimonio cultural inmaterial. Paradójicamente, ese universo patrimonial cuya conservación es jurídicamente obligatoria e implica un monto tan elevado de recursos para el gobierno federal; ha venido perdiendo su capacidad de producir cohesión y sentido sociales, para la gran mayoría de la población. Al menos, con el poder que lo hacía hace apenas unas décadas. Es precisamente allí a donde es posible localizar la segunda vertiente a la que me he referido en el inicio de este breve comentario. -2-

A partir de los años 70 del siglo XX, pero mucho más marcadamente a partir de la caída del Muro de Berlín y con base en las ideas de Amartya Sen, la capacidad de singularización identitaria de los grupos minoritarios se fortaleció como un medio para argumentar un acceso privilegiado al espacio público. En consecuencia, el derecho a la cultura ya no es válido solamente para efectos de incorporarnos al conocimiento validado por un centro productor, sino ahora también es importante en tanto medio para fortalecer las características culturales que conforman un bagaje singular y diverso que –aunque minoritario- resulta merecedor de un lugar específico en el espacio público. Dicho de otra manera, el fortalecimiento de la marginalidad, como herramienta para participar de manera reconocible en el flujo mainstream.

En ese orden de ideas, una de las más importantes facetas para garantizar el derecho a la cultura, abarca el reconocimiento del patrimonio cultural local, cotidiano y común al grupo minoritario que, a no dudarlo, va en un sentido distinto al de las categorías monumentales, excepcionales y nacionales que son definidas por la LFMZAAH. Claros ejemplos de garantismo cultural respecto del patrimonio de la diversidad minoritaria, los encontramos en los artículos 2º y 4º Constitucionales. ¿Cómo hacer compatible –por ejemplo- el derecho de las comunidades indígenas a preservar y enriquecer los elementos que constituyan su cultura e identidad, con la obligación que tienen las instituciones federales de preservar los bienes que se corresponden con la definición que hace la LFMZAAH de Monumentos Históricos, que privilegia los bienes simbólicos de los factores reales de poder de la Colonia? O también, por ejemplo, cuál será el valor estético relevante que será aplicado para la declaratoria de monumento artístico que, a la vez, permita (como dispone el artículo 4º Constitucional) atender a la diversidad cultural en todas sus manifestaciones y expresiones con pleno respeto a la libertad creativa. -3-

Identifico una tercera vertiente que se refiere al impacto que puede ser producido por el sobredimensionamiento del concepto de economía creativa, como parte de la políticas culturales. Recordemos que la economía creativa integra --además de las actividades características del desarrollo cultural-- a las Industrias Culturales Convencionales, y el sector de las Creaciones Funcionales, Nuevos Medios y Software; siendo éste último el que mayores rendimientos produce y más rápida expansión tiene. La mayor aportación de la llamada economía creativa al PIB, no proviene del patrimonio cultural, de la educación en las artes, del teatro o de la música; sino de las publicaciones, la publicidad y la informática, y los medios digitales. En ese orden de ideas, un riesgo que se corre es que la política cultural no encuentre un adecuado balance entre aquellas actividades culturales que son centrales en la construcción de una forma de ser, estar e interrelacionarse en el mundo, generando inclusión y creatividad social; frente a aquellas que mayor aportación hacen al crecimiento del producto interno bruto nacional. -4Si todo esto no presentara ya de por sí un panorama muy complejo, ahora también resulta que la emergencia de la nuevas tecnologías ha hecho que las personas establezcan sus lazos de cohesión y produzcan un sentido de comunidad, con base en consumos simbólicos compartidos, desterritorializados y mundializados; muy alejados de la tradicional noción de bienes y herencia compartidos, que caracterizan al patrimonio cultural, en la forma en la que tradicionalmente lo habíamos entendido hasta el siglo XX.

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No es un asunto menor de la política cultural federal, el encontrar nuevos mecanismos de fortalecimiento identitario que permitan darle continuidad a una noción compartida de nación, entre las personas que habitan el territorio de México. En ese sentido, la noción de patrimonio cultural que seamos capaces de construir y hacer apropiable para la población se convierte, desde mi perspectiva, en un importante tema de seguridad nacional.

Patrimonio Digital: Resignificación del patrimonio a partir de lo digital • Por Rossana Ponzanelli Velázquez, especialista en tecnologías aplicadas a la educación y el arte

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La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) es el organismo de la Organización de las Naciones Unidas cuya misión ha sido velar por la educación, la ciencia y la cultura. Por lo tanto, uno de sus principales objetivos es el de asegurar la conservación, el progreso y la difusión del saber para que llegue a las generaciones futuras. Ha considerado que una gran parte de ese patrimonio está formado por recursos en formato digital, de los cuales, una gran parte se pierden, debido a la veloz obsolescencia de los equipos y programas informáticos, así como por la inestabilidad que constituye el código html de internet. La necesidad de asegurar el resguardo del patrimonio digital ha llevado a la organización, a establecer un consenso internacional sobre su acopio, su preservación y su difusión, mediante la adopción de la Carta de la UNESCO sobre la preservación del patrimonio digital. A través de la carta el organismo se erige como uno de los mayores promotores universales para la preservación del patrimonio digital, estableciendo una serie de políticas que lo aseguren con el propósito de lograr una mayor sostenibilidad mundial. La Carta de la UNESCO estable que el patrimonio digital consiste en los recursos que son fruto del saber y la expresión de los seres humanos que no existen en otro formato que el electrónico, o que se convierten a éste a partir de un material analógico ya existente. Los objetos digitales pueden ser textos, bases de datos, imágenes fijas o en movimiento, grabaciones sonoras, material gráfico, programas informáticos o páginas web; entre una creciente variedad de nuevas posibilidades de software y hardware. Su preservación requiere procesos de producción, mantenimiento y gestión, a través de la conectividad y los ordenadores.

Constantemente surgen nuevas formas de expresión y comunicación cultural a través de internet, por lo que el patrimonio digital se incrementa constantemente, haciéndose necesarios nuevos espacios y alfabetos para la conservación del conocimiento, como son las bibliotecas digitales. En el año 2005 la Comisión Europea, que dirige el Parlamento Europeo, lanzó el proyecto Biblioteca Digital Europea. La Biblioteca Digital Mundial se creó en el 2009 por la UNESCO. Dentro de este contexto, a partir de 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas, decidió celebrar el 27 de octubre de cada año, el Día Mundial del Patrimonio Audiovisual, a través de la Recomendación sobre la Salvaguardia y la Conservación de las Imágenes en Movimiento; como son: películas, programas de radio y televisión, grabaciones de audio y video, que contienen registros de los siglos XX y XXI. Dichos documentos han transformado a la sociedad al convertirse en un complemento permanente de los registros escritos tradicionales. A partir de 2005, cada 17 de mayo se celebra el Día del Internet y Sociedad de la Información, a partir de que la Cumbre de la Sociedad de la Información realizada en Túnez, le propuso a la ONU, celebrar dicha efeméride. El Día Mundial de las Telecomunicaciones comenzó a celebrarse el mismo día a partir de 2006. El 1 de junio de 2011, se tomó la Declaración Conjunta sobre Libertad de Expresión e Internet. La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 2015 como el Año Internacional de la Luz y las Tecnologías basadas en la Luz; con el propósito de: 1. Aumentar el entendimiento público sobre cómo la luz y sus tecnologías derivadas, afectan a la vida diaria y benefician el desarrollo de la Humanidad. 2. Mejorar la educación sobre el saber científico entre los jóvenes del mundo. 3. Fortalecer la colaboración internacional. 4. Divulgar los inventos de los siglos XIX y XX que han revelado la importancia esencial de la luz para la ciencia. 5. Fomentar la investigación entorno de la luz y sus diferentes aplicaciones. 6. Incrementar el interés por la tecnología de la luz en el crecimiento sostenible y la calidad de vida en los países subdesarrollados. La Biblioteca Digital Mexicana nació el 23 de noviembre de 2010 a partir de la iniciativa del Archivo General de la Nación, La Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (INAH), el Centro de Estudios de Historia de México CEHM- Carso, y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Estas instituciones se integraron para crear una biblioteca digital multi-institucional mexicana, proveyendo documentos históricos y culturales relevantes, invitando a bibliotecas y archivos tanto mexicanos como extranjeros a colaborar con materiales relacionados con el patrimonio mexicano. El Dr. Voutssás Márquez, (2002), en su tesis doctoral “Un Modelo de Bibliotecas Digitales para México” afirma que toda propuesta debe preservar colecciones documentales, fotográficas, musicales y museográficas, así como

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los archivos documentales históricos, cinematográficos y videograbados, que hay en diferentes instituciones y los diversos sistemas de registro. En México existen varias bibliotecas digitales, destacando las universitarias: Nacional Autónoma de México (UNAM), Universidad Autónoma Metropolitana y Universidad Virtual de Guadalajara; dichas colecciones de textos y ligas a documentos, tienen como finalidad contribuir con las actividades académicas y de investigación de las diferentes disciplinas. En agosto de 2014 el Instituto Nacional de Bellas Artes presentó la plataforma denominada Repositorio INBA Digital, de investigación y educación artística; mediante el uso del software Dspace. El repositorio, con dirección web www.inbadigital.bellasartes.gob.mx, tiene como propósito la consulta y descarga de la producción científica, académica y cultural de los investigadores, docentes y alumnos del instituto; como por ejemplo: libros, artículos de revistas, tesis, tesinas, monografías, memorias de congresos y encuentros académicos, partituras, audios, videos, material didáctico, ponencias, catálogos de fondos documentales y otros materiales multimedia. Respecto del acervo sonoro, la Fonoteca Nacional de México asegura más de 439 mil soportes sonoros, colecciones de radio, música, testimonios, paisaje sonoro y arte sonoro; siendo el de mayor calidad en toda América Latina. 14

Turismo cultural y construcción social del patrimonio • Por Andrés López Ojeda, especialista en temas de turismo cultural

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s innegable la importancia económica del turismo para México. Según el informe de Resultados de la Actividad Turística de la Sectur, para el lapso de enero a abril de 2015 se registró un máximo histórico de ingreso de divisas que alcanzaron los 6,352 millones de dólares gracias a los visitantes internacionales y a un incremento del 10 por ciento en su llegada respecto del año pasado, es decir, al interés de 10.5 millones de personas de diversas partes del mundo que se propusieron conocer alguno de los atractivos que ofrece nuestro país. La misma tendencia positiva se aprecia para el caso de los turistas nacionales los cuales superaron los 17.3 millones en la ocupación de hoteles para los 70 centros turísticos considerados (4.5% más con respecto al mismo periodo de 2014), según la Encuesta Nacional de Gasto Turístico en los Hogares 2013. En síntesis, el turismo contribuye con el 8 por ciento del Producto Interno Bruto -de acuerdo a la Cuenta Satélite de Turismo de 2013-, es decir, constituye la cuarta mayor fuente de ingresos, crea alrededor de 2.5 millones de empleos directos y 5 millones indirectos.

Si bien los destinos de playa continúan acaparando a los turistas, existe una tendencia creciente del llamado turismo cultural. De acuerdo al Cultural Tourism Project de la Association for Tourism and Leisure Education (ATLAS), la proporción de turistas que toman vacaciones por una motivación cultural pasó del 17 por ciento en 1997, al 31 por ciento en 2007, lo que indica su importancia en el mercado mixto de los destinos mundiales (esta encuesta incluyó a México en el último año). Por lo demás, en el país no existen datos que determinen con precisión el aporte del turismo cultural. Algunas de las cifras encontradas se presentan en el siguiente cuadro.

Data de Turismo y Cultura Viaje turístico

Hogares que viajaron 59 por ciento

Edad promedio de quienes viajaron

31 años

Escolaridad personas que viajaron

50.7 % educación básica

23.7 % educación media superior

22.3 % educación superior

Mercados principales

1.

2.

3.

*Gasto turístico

Con pernocta $6,281

Excursionista $1,000

Estructura del gasto SI GASTÓ

Alimentos y bebidas 78.5 % No son gastos altos

Compras o recuerdos 43.3 %

**Turismo motivado especialmente por la cultura (2002)

8.5 millones nacionales (5.5%)

594,339 extranjeros (3%)

**Gasto motivado especialmente por la cultura (anual 2002)

2,210 millones de dólares nacionales

365 millones extranjeros

**Turistas en espacios bajo resguardo de lNAH (2002)

16,400,000 visitantes

Preferencia turístico por tipo de patrimonio (2012)

Patrimonio tangible: 48% nacionales y 63% extranjeros Extranjeros: Zonas arqueológicas 27% Nacionales: Monumentos arquitectónicos (18 por ciento)

DF

Hogares que no viajaron 41 por ciento

Jalisco

Estado de México

Museos, Parques, Lugares Nocturnos 21.4 %

Patrimonio intangible Nacionales: 52 % Extranjeros: tradiciones y costumbres de las comunidades 9% Nacionales: degustación de gastronomía regional

Fuentes: Encuesta Nacional de Gasto Turístico en los Hogares 2013, Sectur; *Cuenta Satélite de Turismo de México 2013; **Estudio Estratégico de Viabilidad del Turismo Cultural en México 2002 (Resumen Ejecutivo)

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De acuerdo al estudio Tourism Trends and Policies 2014 de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) el turismo cultural constituye una prioridad nacional y muestra un poco de lo que se puede encontrar en México destacando que tiene más de 40,000 sitios arqueológicos (de los cuales sólo 200 están abiertos al público); 62 grupos étnicos; 38 sitios considerados Patrimonio Cultural de la Humanidad; 83 Pueblos Mágicos; 10 Rutas de México (reconocidas como rutas turísticas ); 5 hoteles con categoría de diamante; 637,000 cuartos de hotel; puertos líderes en arribo de cruceros; facilidades de clase mundial para reuniones y convenciones así como toda una serie de recursos culturales adicionales tales como la gastronomía (cuya cocina michoacana también está reconocida como Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad por la UNESCO), lo cual refuerza el potencial para incentivar el turismo cultural. Sobre todo para el caso del turismo doméstico que representa más del 80 por ciento y el cual se desarrolla en regiones y municipios que no reciben importantes flujos internacionales pero que cuentan con una diversidad de activos culturales (arquitectura, tradiciones, gastronomía, idiomas originarios, artesanía, fiestas, naturaleza, etcétera).

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Por lo mismo, y de acuerdo al contexto de dificultades económicas y sociales experimentadas en los últimos tiempos, resulta cada vez más importante que el turismo y la cultura se muestren más operantes a nivel de políticas públicas que permitan fortalecer su articulación y extender su importancia económica a otras dimensiones tales como el desarrollo social y cultural de las comunidades receptoras. Esta necesidad de políticas intersectoriales está muy bien expresada en el Programa Especial de Cultura y Arte 2014-2018 donde, a partir del diagnóstico que indica el peso que tiene la cultura (por ejemplo, en términos de gasto señala que éste equivale a lo que las personas pagan en telefonía y renta, es decir, un 3.4 por ciento de lo que ganan), detecta un importante mercado potencial que las industrias culturales como el turismo “pueden alimentar con producción diversa y de calidad, estrategias mercadotécnicas y políticas públicas favorables”, no obstante, también identifica “una desvinculación de las tareas culturales con instituciones de otros sectores como son las relacionadas con el turismo, la economía, el desarrollo social y los asuntos internacionales”. Está muy bien preservar, promover y difundir el patrimonio y la diversidad cultural, dotar de infraestructuras y posibilitar el acceso a los bienes y servicios culturales pero es necesario fortalecer los programas que puedan conectar de manera más estrecha al turismo y la cultura, la dimensión económica con la significativa y, en términos prácticos, a la gente y los visitantes con las culturas locales pues, tradicionalmente, el objeto del turismo ha sido el visitante desde su dimensión económica. Esto equivale a reconocer que el turismo cultural no se puede medir solamente por su capacidad de generar ingresos, sino también, debe considerar un enfoque más amplio no sólo para atraer a los visitantes sino para generar contextos inclusivos para quienes funcionan como anfitriones.

El punto es importante porque, en el caso de México, todavía existen municipios que no consideran áreas de cultura o turismo a pesar de los bienes, recursos y atractivos culturales con los que cuentan, igualmente, escasean los programas orientados a reconocer los saberes tradicionales (caso de los artesanos) y cómo articularlos en los circuitos turísticos. En donde se ha comenzado a trabajar de manera sobresaliente es en lo relativo a la articulación del turismo y la inclusión social como lo demuestra el Programa Vigías del Patrimonio a cargo de la Coordinación Nacional del Patrimonio Cultural y Turismo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el cual tiene como propósito “formar grupos de jóvenes el conocimiento y la valoración de la riqueza cultural de sus municipios”. Estos jóvenes tienen como tarea promover acciones de participación ciudadana que estimulen la apropiación social de su patrimonio contribuyendo al desarrollo del turismo cultural de su entorno y, al mismo tiempo, fortaleciendo el tejido social. Todavía no se sabe hasta qué punto puede impactar pero, de entrada, es destacable su atención a un grupo vulnerable como lo son los jóvenes y a pequeñas localidades en situación de marginación. Y es que, otro enfoque del turismo que resulta imperioso fortalecer es aquel que lo visualiza como un factor para la construcción de la relación social.

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La Mediación Cultural del Patrimonio. Hacia la construcción de públicos para el patrimonio cultural • Por Carmen Pérez Camacho, especialista en temas de fomento a la lectura

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i bien se ha trabajado de manera profunda sobre el patrimonio, desde su clasificación entre lo tangible e intangible, como bienes arqueológicos, históricos-artísticos, urbanos, industriales, etnológicos o documentales hasta la catalogación, conservación, investigación, difusión y puesto a disposición pública. Muy poco se ha trabajado por la formación constante de los públicos específicos del patrimonio cultural.

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Por otra parte, hay una clara distinción entre el valor económico que tienen los bienes culturales de su valor social o cultural. Si bien, en muchos casos, el valor económico de un objeto patrimonial es un antecedente relevante para determinar la importancia de su preservación, el principal motivo para conservar bienes culturales radica en el valor social o cultural que estos tienen para un individuo, comunidad o país. No obstante, este valor social todavía no ha logrado fortalecer su vinculo con la formación-enseñanza del patrimonio. Hay estudios que han revisado el valor educativo y el uso didáctico del patrimonio cultural (Algunos ejemplos Roser Calaf Masachs. Arte para todos, Ediciones TREA, 2003; Josep Ballart, Gestión del Patrimonio cultural, Ariel Patrimonio, 2002). En el caso de México hay poca presencia de la enseñanza patrimonial, por ejemplo en los programas de estudio se vincula o se resume lo patrimonial al conjunto de fechas o lugares que los estudiantes deben memorizar. Todavía falta estar dentro de la tendencia que implica acercar al patrimonio desde lo emocional, es decir, a través de la relación estrecha que se produce entre el bien patrimonial y el ciudadano.

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Se busca que la relación del patrimonio se vincule con la historia propia de los estudiantes, niños, mujeres; que el medio que rodea al patrimonio cultural también vincule la historia de la familia, la casa o el contexto que rodea al público; que las vivencias se relacionen con ese bien patrimonial. Todo ello, lleva a una valoración propia de su historia y del patrimonio. Hay esfuerzos que se pueden enmarcar en esta idea de enseñanza patrimonial como se puede apreciar en el caso de los gestores culturales del INAH quienes se encuentran en museos o zonas arqueológicas realizando un trabajo de mediación y formación de públicos a través de visitas guiadas, talleres didácticos o proyectos orientados a la enseñanza y apreciación del patrimonio. Igualmente, existe una serie de programas en donde se aprecia un interés por fortalecer la “educación para la cultura” como en el caso de Vigías del Patrimonio del Conaculta el cual tiene, además, el mérito de que trabaja con jóvenes de comunidades que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad social y económica. Este programa parte de la idea de que los bienes culturales son recursos aprovechables, que pueden incidir en la generación de ingresos y beneficios económicos cuando se articulan al turismo, sin embargo, también considera que es necesario que las personas se apropien de su patrimonio lo cual puede tener incidencia en su cuidado y conservación. Con el objetivo de “formar grupos de jóvenes en el reconocimiento y la valoración de la riqueza cultural de sus municipios, para propiciar la participación ciudadana en la apropiación social de su patrimonio cultural”, el programa considera una capacitación cuya meta es la constitución de grupos sensibilizados “con potencial para detonar una red ciudadana para la apropiación social del patrimonio cultural”, lo cual es relevante al punto de que se ha comenzado a ampliar esta estrategia de formación de gestores culturales locales.

Para fortalecer la dimensión social del patrimonio, también es necesario revalorar la relación del consumo cultural con el ámbito educativo. Por ejemplo, existe toda una literatura (Roser Calaf Masachs. Didáctica del patrimonio, Ediciones Trea, 2009) que muestra cómo diversas disciplinas han dialogado y propuesto metodologías que comprenden al patrimonio más allá de lo contemplativo enfatizando sobre todo el componente significativo lo cual implica considerarlo como parte del desarrollo individual pero también comunitario donde el contexto se vuelve un elemento importante que incide en su construcción y valoración. Es decir, puede tener un impacto en la construcción de “territorialidad” que implica no sólo una identificación con un espacio sino también un reconocimiento del significado que puede y de lo que existe en el mismo incluyendo los elementos naturales, los referentes materiales, históricos. En este sentido, una lectura del caso reciente de la destrucción de la capilla colonial del Santo Cristo en la comunidad de Vicente Guerrero en San Pablo del Monte, Tlaxcala, quizá se pueda vincular con la deficiencia en la “educación para el patrimonio” lo cual implica la sensibilización hacia los bienes patrimoniales pero, sobre todo, procesos de significación que integran sentimientos, conductas, memoria que resulta en una apropiación distinta.

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PATRIMONIO SOCIEDAD MODERNA

PATRIMONIO SOCIEDAD POSMODERNA

UN PATRIMONIO museizable resultado de una filosofía y y de una historia de políticas estéticas de conservación “especialista”

PATRIMONIO entendido como recurso para interpretación en lo económico según una gestión de “partenariado”

NATURALEZA: patrimonio nacional. Objetos identitarios, una tradición establecida.

NATURALEZA: patrimonio mundial situado sobre experiencias recreo-turísticas.

RÉGIMEN: educación popular e ideológica.

RÉGIMEN: divertimento familiar y consumo cultural

OBJETOS: objetos ejemplares, obras maestras, creaciones de genios, inventores y artistas.

OBJETO: objetos observables, iconos mediáticos de atracción, de interactividad y participación, simulación informática.

PÚBLICO: público de estudiosos y curiosos.

PÚBLICO: gran público, turistas exteriores y locales, navegantes de Internet.

EJEMPLOS: museos, lugares históricos, monumentos.

EJEMPLOS: museos, parques temáticos, experiencias interactivas, sitios web y CD.

CONCEPCIÓN: conmemoración.

CONCEPCIÓN: disfrute.

Comparando modernidad y posmodernidad en contexto museo. Fuente: Roser Calaf Masachs. Didáctica del patrimonio, Ediciones Trea, 2009

De lo que se trata es de reconocer también que existen procesos sociales que determinan el acercamiento hacia los bienes patrimoniales y en este sentido se aprecia un cambio de paradigmas, por ejemplo la siguiente tabla sintetiza dos miradas distintas del patrimonio cultural. Aunque en la tabla aparecen dos visiones, no quiere decir que una sea mejor que otra, ambas procuran la conservación patrimonial. No obstante, es importante identificar el enfoque del que se parte, pues tendrá repercusiones en la forma en que las personas se acercan y se apropian del patrimonio, en cuyos extremos está una actitud contemplativa y “sagrada” y, en la otra, desacralizada y utilitaria. Por lo cual la intermediación formativa resulta clave para construir una apropiación del patrimonio equilibrada, responsable e inclusiva lo cual tiene derivaciones vinculadas con el ejercicio de los derechos culturales (acceso y participación a la vida cultural y educación para el “libre y pleno desarrollo de la identidad cultural”, Declaración de Friburgo).

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Patrimonio Cultural en Iberoamérica, una oportunidad para México y la región. Por Valeria Carmona, especialista en temas de políticas culturales internacionales

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a Alhambra, Calakmul, el flamenco, el tango, los paisajes cariocas y la Universidad de Coimbra, entre otros; son prueba de que el debate y la puesta en valor de nuestro patrimonio cultural ha dado a Iberoamérica una conciencia sobre la riqueza de sus recursos como región y para ello se han creado instrumentos, también se ha profundizado en la necesidad de enfrentar los nuevos desafíos que en materia de seguridad, protección y desarrollo tiene el patrimonio y que en décadas pasadas no existían. Por ello la creación de un Plan Iberoamericano para el Patrimonio Cultural se vislumbra como una oportunidad para abordar desde la cooperación internacional los retos que se imponen en el presente siglo.

En Iberoamérica, por su cuantía el inventario histórico-patrimonial así como las diversas manifestaciones intangibles que lo conforman pueden resultar abrumadoras, sin embargo, es de reconocer que en los últimos 25 años, la región en su conjunto ha logrado avanzar en el registro, preservación, difusión y divulgación de su patrimonio cultural. Esto, entre otras acciones, gracias al mejoramiento del marco normativo, el impulso de nuevas iniciativas internacionales para el intercambio de conocimientos y experiencias, el trabajo en red de investigadores y de funcionarios, la adopción en algunos casos de nuevas constituciones políticas que reconocen al patrimonio cultural y definen su preservación, así como el surgimiento y mejora de las capacidades institucionales, pero sobre todo, esto ha sido posible gracias a la comprensión generalizada del enorme significado e impacto social que conlleva. En los Mecanismos Multilaterales, especialmente en la UNESCO, las discusiones en torno del Patrimonio Cultural han dejado de manifiesto importantes retos a superar, principalmente lo vinculado al refuerzo de la credibilidad de la lista de Patrimonio Mundial en cuanto testigo representativo, geográficamente equilibrado, de los bienes culturales y naturales de valor universal excepcional y el nuevo significado que se les debe impregnar. También se discute en ese contexto, sobre las medidas para asegurar la conservación eficaz de los bienes con declaratoria; el desarrollo equilibrado entre patri-monio cultural y turismo, el mejoramiento y apoyo para la preparación de propuestas de inscripción de bienes en la Lista de Patrimonio Mundial, así como fortalecer la participación de las comunidades de la aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial y el compromiso técnico de los países parte. La XXIV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada en Veracruz consolida el Espacio Cultural Iberoamericano, a partir de ello la Secretaría General Iberoamericana, SEGIB; México a través del Conaculta, Inba e Inah y en España a través de la Secretaria de Estado de Cultura encabezan el desarrollo de la dimensión histórico-patrimonial, para lograrlo trabajan en una agenda encaminada a la aprobación del Plan Iberoamericano para el Patrimonio Cultural según los diversos mandatos tanto en la Declaración como en el Programa de Acción de la Cumbre. Es de esperar que ese plan contenga medidas para mejorar las condiciones para la circulación de bienes culturales patrimoniales, generar el criterio de garantía de estado para el préstamo de bienes culturales para fines divulgativos; acciones de capacitación y formación para prevenir el tráfico ilícito y la mejora en los sistemas de cooperación policial y judicial para la protección de bienes patrimoniales. No se parte de cero, otras regiones ya tienen experiencias en estas materias.

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Hace cincuenta años no existía el turismo de masas, el de festivales o ferias culturales. Hoy sí. La música no viajaba en la red y las industrias culturales no figuraban en el PIB. La cultura aporta al desarrollo social y económico, por ello garantizar el buen estado de los bienes patrimoniales es una apuesta para las actuales y futuras generaciones. En ese sentido, se espera que el Plan Iberoamericano de Patrimonio Cultural coadyuve al debate como región. Lo que en el mediano plazo lleve a mas instrumentos internacionales y de cooperación para la protección de bienes que en algunos casos tienen una regulación muy antigua. No se trata de una lista de buenos deseos, más bien, como suele ser en los escenarios internacionales, los planes se traducen en una agenda de conjunto, una serie de metas en la que los países se proponen trabajar. Cada uno desde sus necesidades, algunos incluirán en el Plan, acciones para la atención al patrimonio en caso de desastre, como lo tiene Florencia, Italia.

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EL interés de otros quizá esté en la formulación de candidaturas comunes de declaratorias ante UNESCO. Así como el desarrollo de estrategias sustentables de patrimonio cultural y turismo, tema en el que existen importantes desafíos en la región, ya que si bien la puesta en valor del patrimonio cultural aporta rasgos históricos, de pertenencia e identitarios en las comunidades, también son susceptibles de generar riqueza al convertirse en polos de desarrollo en algunos casos turístico. Esto no debe confundir a los lectores, la cooperación internacional es un proceso que lleva tiempo. En otras áreas, pero fundamentalmente en cultura, se mueve en el lenguaje de la nueva diplomacia, en términos de diálogo y crecimiento. Hacer un Plan Iberoamericano de Patrimonio Cultural, no va a incrementar el PIB de manera inmediata. Pero sí va a coadyuvar a construir un mejor entorno para las nuevas generaciones. Al contribuir a mejorar los criterios de preservación, difusión, protección, y divulgación del patrimonio cultural en conjunto como región.

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