Piñas y terremotos

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Una crónica de Carlos Chávez FOTOGRAFÍAS DE GIOVANNI LEMUS Y ARCHIVO

PIÑAS Y TERREMOTOS En 2001, dos terremotos echaron al suelo a Santa María Ostuma. En este apartado poblado, solo quedó en pie la portada de su iglesia, con la estatua quebrada de una piña india en lo alto. Los ostumeños la sepultaron como a un muerto. Desde entonces reflexionan sobre lo que han cultivado por más de 200 años, la piña. 6 Séptimo{Sentido} 16 DE OCTUBRE DE 2011

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ajo el suelo de Santa María Ostuma se escuchó un rugido. Y el suelo comenzó a zarandearse. En las calles y la campiña se abrieron grietas. Y por todos lados se escucharon clamores, perros gimiendo y la estrepitosa caída de una lluvia de tejas. El pueblo entero, que entonces apiñaba a unas 1,400 casas, se fue resquebrajando como el cascarón de un huevo, hasta que se derrumbó en una nube de polvo. Ese terremoto –el del mediodía del 13 de enero de 2001– duró 45 segundos. Una eternidad que causó muertos. Y a los vivos con la mirada atornillada en la destruida fachada de su iglesia colonial. Una iglesia que, antes del sismo, era un tanto célebre por tener un distintivo en lo más alto de su portada: una piña de hormigón. Un fruto tropical queha sido cultivado aquí ininterrumpidamente desde hace más de 200 años. —Con gran dolor vimos que lo único que quedó medio en pie fue la fachada de la iglesia con su piñita quebrada. La piña era de cemento, pero el terremoto la dejó como si la habían macheteado para partirla. Por eso, nos arriesgamos a subir y con cincel la rescatamos –me cuenta un ostumeño Jorge Candelario. Según Candelario, tras el rescate, el terroso pedazo de piña fue objeto de mimos y consideraciones. Ya era un símbolo antes del terremoto. Pero adquirió aún más halos de tótem, de emblema de tribu, justo un mes después, el 13 de febrero. Cuando otro terremoto, con epicentro a apenas tres kilómetros de acá, terminó pordesmoronar al pueblo ya la viejaparroquia que había servido de mata piñera. —Después de los terremotos, los ostumeños levantamos otra vez el templo (con las mismas líneas del an-

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memoria. Dice que hace 39 años –el 21 de enero de 1972–un helicóptero cayó en este mismo lugar. —Un helicóptero apareció encima de Ostuma. Venían tres militares desde la capital, no para las fiestas patronales, sino para hacer campaña política. En aquel tiempo, Ostuma era solo el apodo de unas piñas deliciosas, famosas en los mercados capitalinos, el de San Vicente y Zacatecoluca. Pero Ostuma, el pueblo rodeado de cerros más altos y bajos, vivió casi en anonimato. Era más recogido y aislado que ahora. Recién hace unos años, una lengua de asfalto lo alcanzó. El asfalto era impensable ese día y ese año, 1972. Casi todo el pueblo marchó al atrio, para fisgar el evento inusual. Allí, días antes, algunos miembros del ahora “extinto” Partido de Conciliación Nacional (PCN) anunciaron que descendería una aeronave “civil” trayéndoles al futuro presidente del país, el coronel Arturo Armando Molina. Según Bernabé, hubo muchos ostumeños que lo esperaban con sus mejores piñas para obsequiárselas. Otros le prepararon atol y tamales de piña. —Como a las 4 de la tarde apareció el helicóptero. Pasóbiencerca delapiñitade laiglesia.Yasaber sifueel viento,pero elanimalempezóa irsedelado.Casi lepega a la piña. Y de la nada, se fue en picada por la ladera (del atrio). Antes de que explotara y agarrara fuego, alcanzó a aventarse el piloto y el coronel Armando Molina. Ese día ya no hubo mitin. Ni degustación de piñas. En el accidente falleció calcinado un teniente llamado José Carlos FloresBenítez. En honorde él,Armando Molina hizo levantar aquí una escuela pública que, a pesar de que fue tumbada por los últimos terremotos, hace unos años resucitó llevando el mismo nombre. La escuela es-

quería de alguien como él, “dispuesto a trabajar en cualquier cosa a bordo a cambio de unos $800 mensuales”. Y casi toda la década de 1990 se la gastó preparando postres en la cocina del crucero, mientras este hacía escala en lugares como Australia, Alaska, Escandinavia, Rusia y el Caribe. —Cuando el crucero atracaba en Colombia, me recordaba de Ostuma. Allí cargaban la piña que usaban en el barco. Pero era una piña verde, que no sirve ¡Es mejor la de aquí! –dice Matías. Me muestra una foto en la que aparece junto a una mesa del crucero salpicada de postres. Algunos aderezados con rodajas de piña. “Con la piña hacía postres dietéticos, light. Pero ver esas piñas me hizo sentir lejos de Ostuma. Y mejor me vine. Después, probé vivir en Estados Unidos, pero mejor meregresé por el año 2000 para casarme aquí, con Vilma.” Su matrimonio duró lo que tarda una piña criolla en crecer, alrededor de un año. —La niña estaba pequeña, en su cuna, cuando empezó el segundo terremoto. La agarré antes de que la casa secayera. Yme fuicorriendo ala escuelaa buscar a Vilma. La encontré con un hierro en el cuello, y parte de un muro encima. Matías trata de resumir. La escuela, esa que se desmoronó y que siempre ha estado rodeada de piñales, dice que fue reconstruida ahora con el nombre de su señora. Dice que el cantante español Julio Iglesias le envió $5,000 para criar a su niña. Que no se ha vuelto a casar. Y como su exesposa era hija de uno de los mayores productores de piña (don Felícito Cerón), su exsuegro siemprele mandacojoyos depiña, paraque los entierre, cuide y coseche. La piña, y su niña –su hija, ahora de 11 años–los mantiene cercanos.

“No me gusta la piña de la nueva de la iglesia. La de antes era de la india, de las de azucarón. Esta no tiene forma de cono; es de las gordas, de las que vienen de afuera.” terior). Hicimos ceremonia. Tiramos varas de cohete y enterramos el pedazo de piñadebajo de la fachada nueva... Ese pedazo depiña nos hizo caer en elveinte de que el terremoto barrió con todo, menos con nuestras piñas. Candelario habladel cultivopatrimonial deOstuma, que incluso antes de los terremotos ya estaba en franco declive, en ruinas.

LOS TERREMOTOS OCURRIERON hace ya diez años. Pero, los ostumeños aún siguen trenzando el tema de sus piñas con el de los cataclismos. —Nomegusta lapiñadelanuevaiglesia. Ladeantes era de la india,de las de azucarón. Esta notiene forma de cono; esta es de las piñas “golden”, de las gordas, de las que vienen de afuera –critica Bernabé Guevara. Bernabé es un profesor jubilado que, sentado sobre una acera, no deja de echarle ojo a una especie de moderno quiosco en forma de piña, como en la que vive el caricaturesco Bob Esponja. Y mira también la nueva piña encaramada en la cumbre de la nueva iglesia.Bernabéseesfuerza enexplicarmequelahicieron así porque “en Ostuma están dejando de cultivar las piñas de Castilla y la de azucarón, las de siempre, por unas hawaianas, como esa”. Y me lleva al parque central que cae en barranco. Ostuma significa en náhuat, el idioma indígena, “lugar de las cinco barrancas”. Y el atrio es como un enorme balcón, con algunas piñas pintadas entre sus barandales. Desde aquí, de espaldas a las dos cercanas chiches del volcán de San Vicente,el paisajeseabreen direcciónoccidente,hacia la serranía que rodea al lago de Ilopango; se mira el cañón donde escurre el Jiboa; y al sur, la costa. —¿Mira esas parcelas allá abajo? Algunas son piñales, debería ir allá. Al cantón El Carrizal, allí es el mero cantón de las frutas... –me invita a ir Bernabé. Antes de zambullirme en los piñales, Bernabé hace

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tá ubicada en un vecindario piñero. A la par vive Gloria Panameño,quien siemprevendetarros conmermelada de piña, a $2.25 cada uno. Y enfrente, queda la sede de una asociación de productores de piña. Más piña.

SANTA MARÍA OSTUMA forma parte de una región llamada “Nonualca”. Un rosario de poblados del departamento de La Paz, unidos por un mismo pasado indígena. Y por beber, a discreción, “chinchibí” o “agua dulce”. Un brebaje etílico que se obtiene al fermentar –por meses y hasta años–marañón, nance y sobre todo: muchas cáscaras de piña ostumeña. Una señora morena y de lentes, llamada Elia Leiva, me regala un vaso lleno. Sabe como a un vino dulzón y fuerte. Marea. Así, un tanto mareado por la piña, busco la casa de Matías Mejía. Con el último terremoto, él enviudó. Su señora, una maestra llamada Vilma del Rosario, se sacrificó para evitar que fueran aplastados alguno de sus26 pequeñosalumnos. Vilma,la maestraheroína, ya no pudo seguir atendiendo dos cuestiones entrañables para ella: una parcela salpicada de piñas que le heredó su papá, y a una hija de meses. Matíasvive calleabajo delaiglesia delas piñas.Tiene 48 años y piel blanca. Cojea, camina con bordón. —Me caí de una mula en un mi terreno quebrado que tengo más abajo. Estoy tomando metocarbamol, ibuprofenoy nomecompongo deundolor deespalda –me explica a manera de presentación. Matías dice que tiene algunos piñales. Pero que no ha podido verlos por su padecimiento. Y sin más me cuenta su historia. Una que lleva piña incluida. Dice que como la mayoría de ostumeños, nació en una familia involucrada con el cultivo de piñas. Pero, que ya “grandecito” prefirió enlistarse como soldado. Combatió en la guerra. Eso hasta que un amigo le dijoque unaempresa decruceros estadounidensere-

EL CARRIZAL es el famoso cantón piñero. No está muy lejos del pueblo, y tampoco carece de sus comodidades. Sus casas y calles no son maltrechas. Está encaramado sobre varias lomas, desde acá, a lo lejos, se ve “la nueva piñona”de la iglesia. El Carrizal es como un vergel. Así debió lucir gran parte de El Salvador hace unos 80 años, cuando la agricultura cuadriculaba al país. Todo luce como esas fotografías costumbristas, color sepia, de inicios del siglo XX, que aún ilustran el libro de “Lecturas nacionales de El Salvador”de Saúl Flores. Pero aquí es a todo color. Los cocoterosparecen altísimosplumeros queerizan elhorizonte, donde también brota el volcán vicentino. Brotan retazos de tierra con milpa doblada, con cañaverales, mameyes, paternas, café, naranjas y sobre todo, piñas. Y detrás de un cerco de alambre de púas, asoman unos piñales y el sombrero de un señor chele y canoso. Él es el papá de la maestra-heroína, Felícito Cerón, mejor conocido como “don Chito”. Tiene 72 años, pero parece menor. Sin más, Chito platica que el último terremoto –además de tumbar su casa, y catapultar de sus tumbas a muchos muertos del cementerio– succionó de cuajo a varios piñales, o los dejó con las raíces en el aire. —Antes del terremoto, se estaba produciendo y vendiendo poca piña. El terremoto hizo que se le pusiera atención a los piñales, porque les dio vuelta de gato –estima Chito. Según él, la reconstrucción del poblado también despertó la reconstrucción del cultivo. Eso hizo que los piñeros se agremiaran, dice. Buscaron al párroco para que salpicara agua bendita a los piñales. Y ahora buscan otras cosas, como atraer turistas–para llevarlos a ver piñales o una altísima cascada llamada El Chorrerón– o intentar vender trozos depiña deshidratada. Chito: “Yo no sé leer, perosé que se puede vivir dela piña. Así pagué los estudios de mis 13 hijos, casi todos universitarios”. Lo dice mientras se interna en un océano de matas de piña.

SIMPATÍA. Tras los terremotos, Ostuma se ha volcado a sus piñas. Con forma de sede gremial, mural o estatua, las piñas salpican a este fresco pueblo.

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OMNIPRESENTE. Ostuma lleva más de 200 años cosechando piñas. Pero, recién hace unos ocho años, han empezado a reiterar su emblema en estatuas, murales, canciones...

—Mire estos piñales, son “Golden”... Don Chito habla de una variedad no nativa, sino de una “desarrollada”enCosta Rica. Un paísque no conoce, pero sabe que es el segundo exportador de piñas del mundo. Según él, este tipo de piña tiene sus ventajas, crece rápido, esjugosa y sus hojas notienen espinas que hieran. Y lo dice con un rasguño sangrante en un brazo. —En Ostuma estamos sembrando bastante Golden, y un poco de Cayene. Pero no dejamos de cultivar las ostumeñas: las de azucarón; y las de Castilla. Don Chito dice que es fácil identificar a una piña de Castilla. Que era como la piña que tenía antes la iglesia. Con forma de obelisco coronado por un mechón de hojas un tanto morado-verdosas, “su carne es dulce pero más talluda, por eso se usa para hacer jaleas, miel de semita, atol, chinchibí... A mi hija (Vilma, la maestra) le gustaban más las de Castilla”. La piña de Castilla sabe muy bien. Probé una maduraen otropiñal (eneste todavíaestán chiquitas).Es menos jugosa que la Golden, pero es dulcísima. Pica un poco, y hasta la sentí tibia de sol. Chito prosigue y asegura que en Ostuma se da cualquier fruta “por eso bien seguido hacemos tutti fruti en la casa”. Según él, el cantón El Carrizal produce muchísima fruta. Tanta, que cada mes de mayo fabrican una palanca. Una especie de anda de la que cuelgan cocos, paternas y piñas. Es tan larga y pesada que requiere ser chineada por, al menos, 40 hombres. La tradición es llevarla, cuesta arriba, hasta Ostuma. Y cada año tratan de superar el peso de la anterior. Mientras me explica lode la palanca,de entre lospiñales brota lafigura de un señor ensombrerado de 85 años. Se trata de su primo, Gonzalo Cerón. Quizá el productor de piña más longevo de Ostuma. Es casi un cacique que usa lentes.

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En junio,“el octavofestival dela piñade SantaMaría Ostuma” fue dedicado a él. Gonzalo escuchó poemas ycantos ala piña. Viocómo laalcaldesa obsequiabarebanadasde piñaconformadeestrella ocorazón.Y escuchó, por micrófono, cómo el pueblo le agradecía haber dedicado más de 60 años de su vida a la piña. —Ya llegué a los 85 años. Pero, lo que me hubiera gustado es que alguno de mis 13 hijos trabajara esto, pero son haraganes –se queja Gonzalo mientras camina en dirección a sus piñales. Unos que colindan con los de su primo Chito. Gonzalo es muy platicador. Dice que vende a dólar cada piña. Quese crio con un abuelo quetambién era piñero. Que hasta hace muy poco, también vendía cítricos. Y que su precio está malo porque en Ostuma hay sobreproducción.Que elúltimoterremotolo agarróenun piñal de ladera. Que ese día, él y el piñal se despeñaron, que perdió piñas y ganó varias puntadas en la cabeza. Que antes, los piñales de ladera se sembraban en hileras verticales. Que antes no ocupaban abonos. Que antes protegían del sol las piñas poniéndoles monte. Que antes se sufría, sacaban la piña en lomo de bestia, no en pick up. Antes, antes, antes... —Don Gonzalo, ¿y quién trajo las primeras piñas a Santa María Ostuma? –le pregunto. —La piña es originaria del Brasil, de un lugar que le nombran Mato Grosso. Pero, nadie sabe cómo vino. Quizás la trajeron los españoles, porque las conocemos como piñas de Castilla. Para mí que los indios eran los que sembrabanesto... –Gonzalo pone expresión de estar bien informado. Su primo se le queda viendo serio, con los brazos en jarra. A ellos les preguntó por la antigua iglesia de Ostuma. Esa que exhibía una piña. Y que se fue de bruces,

NUEVA. La reconstrucción del templo fue impulsada por el antiguo cura, Roberto González, y por el gobierno. Sin embargo, su nueva piña, más gorda y redonda, ha sido polémica.

en 2001, cuando cumplía 300 años de edad. —Laiglesiaerareliquia,pero supiñanoeratanvieja. Quizá tendría unos 75 o 100 años cuando la botó el terremoto. Yoestaba chiquitocuando conocíal señorque la hizo, don Segundo Guevara –interviene don Chito. Lo que ambos ignoran es que existen documentos quecertificanqueOstuma cosechapiñas,porlomenos, desde hace 204 años. En 1807, Antonio Gutiérrez y Ulloa, un español, gobernador de la provincia de San Salvador, anotó: “Ostuma carece de industrias, sus únicos cultivos son los maíces y otros frutos entre los cuales tiene preferencia la ‘piña real’ de singular volumen y delicadeza”. Y hay otra referencia de hace 153 años. Un informe estadístico gubernamental que detalla: “En Ostuma se cultiva todo tipo de árboles frutales... y en especial hay grandes piñales de Castilla muy ricas”. En 1890, Guillermo Dawson, un nicaragüense-estadounidense, describió que Ostuma “es notable porque se producen en sus terrenos las mejores piñas de la República”. Chito y Gonzalo se miran el uno al otro. Y comentan cosas: “¿Piña Real le decían? ¿¡Ya ves que desde hace ratos hay piñas de Castilla en Ostuma!? ¿O sea que aquí vino antes la piña que el café?”

SON CASI LAS 2 DE LA TARDE, pero parecieran las 5. Desde el atrio de la iglesia de Ostuma se adivinan piñales y los espigados cocoteros. Sobre ellos, parece cernirse una nube inmensa y negra, con forma de champiñón. —Anoche, enla misa,el padrepidió porlas lluvias. Paraque alospiñerosno leslluevanimucho nipoco... –comenta una muchacha apoyada en el barandal del

RESCATE. Luego del primer terremoto, el del 13 de enero de 2001, un grupo de ostumeños se reunió frente al templo. La antigua estatua de su piña quedó quebrada. Con cuidado la bajaron y la sepultaron bajo el atrio.

atrio-parque que también mira esos nubarrones. Antesde quellueva, ellameanima aconocer elinterior de esta iglesia que fue reconstruida buscando ser unacopia fieldela anterior.Adentrocasino haysantos, porque luego de los terremotos se los han ido robando. A la patrona, la Virgen de Candelaria, han tenido que reponerla tres veces. El templo luciría más desolado si no fuera por dos ancianas –totalmente vestidas de blanco–sentadasen las primerasbancas. Cerca deellas, llama laatención el nuevoaltar mayor, unasveladoras iluminan sus toscaspiñas de madera. En lasvigas del techo hay labradas otras piñas. Parecen como recién hechas. —Disculpen, ¿las vigas de la anterior iglesia también tenían piñas labradas? –les pregunto a las dos señoras con mantillas blancas sobre sus canas. —Sí, ya las tenían. Esta iglesia la trataron de hacer igualita a la que botaron los terremotos –contesta una de ellas, Marta Ruiz. La otra señora, Alicia López, me pregunta y contesta algo que ya había escuchado antes. —¿Sabe qué cosa ya no la dejaron igual después de los terremotos?¡Lapiñita queestabaarribade laiglesia!Ya no es de azucarón, o de Castilla, ahora es de estas otras. Marta y Alicia también cambiaron. Con los terremotosperdieronsus respectivoshogares.Ymutaron, como mutó la piña de la iglesia. Dejaron de hacer lo que habían hecho por años. Marta decidió no cultivar más piñas de Castilla, ni vender pan francés. Y Alicia dejó de revender piñas, ya no quiso seguir llevando camionadas de piña a los mercados de San Salvador. Las amigas tomaron una decisión. Se convirtieron en “las capitanas del Santísimo”. Casi todos los días vienen a mascullar letanías, y a pedir lo mismo: que no vuelva a temblar tan fuerte. {S} 16 DE OCTUBRE DE 2011 Séptimo{Sentido}

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