Poema de Andrés Bello

June 6, 2017 | Autor: Elianny Asprilla | Categoria: Languages and Linguistics
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Poema de Andrés Bello Mis deseos Sabes, rubia, ¿qué gracia solicito cuando de ofrenda cubro los altares? No ricos muebles, no soberbios lares, ni una mesa que adule al apetito. De Aragua a las orillas un distrito que me tribute fáciles manjares, do vecino a mis rústicos hogares entre peñascos corra un arroyito. Para acogerme en el calor estivo, que tenga un arboleda también quiero, do crezca junto al sauce el coco altivo. ¡Felice yo si en este albergue muero, y al exhalar mi aliento fugitivo, sello en tus labios el adiós postrero!

Poema de Belkys Arredondo Para no leer en voz alta Mi cabeza arde. No la apaga otro fuego, tampoco la lluvia. Campos de huesos, sombra atrapada. algo llora, volteo sorprendida como el niño que encuentra un jardín sonando. No, no son estrellas, es la casa vieja, No, no es selva comprimida, es el parque de brujas, No, no es el cuerpo felpudo, es la ausencia. Son los nuevos ruidos que tengo. El agua corriendo por las cañerías, el sótano oscuro donde prendí sonajas

son los caminos trazados. Aprender el canto de cuna, levantarme a cumplir con la promesa de un futuro ajeno que digo mío, llevar una caja en la cabeza para que los cabellos no se vean. Rojos, hebras de fuego, independientes ventean No, no acerques la mano

Poema de Gabriela Kiser Guayabo Cuando niña de visita a Urama recogía, abría y revisaba guayabas para todos, hasta que un viejo me dijo que así no se comía la guayaba, que había que cerrar los ojos y que si tenía o no tenía gusano era cosa de dios o de sorpresa en el fruto que saliera con mejor sabor. Yo seguía las instrucciones y me comía cada tarde con las tripas revueltas todos los gusanos de Urama. Posiblemente ese haya sido el primer contacto de mi lengua con el sabor de la muerte en los mejores frutos. Con el tiempo aprendí a hacer mermelada, a desaparecer el tacto baboso y frío en el hervor de la hornilla, aunque siempre sintiéndome cobarde. Hoy quisiera otorgarte aquel sabor. Pedirte incluso que no me permitas olvidar

la paciencia o el error de aquella niña de diez años sentada a la sombra cada tarde y aprendiendo, sin saber, a tragar tu pedazo de muerte y tu pedazo de vida.

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