POLÍTICA TRANSFORMADORA O PRAGMATISMO POLÍTICO

September 10, 2017 | Autor: J. Gómez Di Vincenzo | Categoria: Ciencias Políticas
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POLÍTICA TRANSFORMADORA O PRAGMATISMO POLÍTICO Por José Antonio Gómez Di Vincenzo Lo primero que uno tiende a pensar es qué debería tener eso de malo, sobre todo si estamos tratando con un político que tuvo que empezar a transformar muchos de los resultados de políticas de neto corte neoliberal luchando contra intereses cuyo poder político se apoya en el poder económico y el monopolio de la opinión publicada y que tuvo que hacerlo llegando al gobierno con un escaso apoyo de la población. Muchos de estos opinadores juzgan que el ex presidente era un pragmático. ¿Qué nos dicen con esto? Veamos… El pragmatismo político tiene un fundamento filosófico y consiste en sostener que el único criterio válido para sostener el valor de una práctica o decisión es tener en cuenta sus resultados. Algo así como el fin justifica los medios. En política, esto tendría que ver con una práctica que no tiene en cuenta las ideologías y busca los caminos racionalmente más adecuados dadas las circunstancias que se presentan. Así, por ejemplo, en la década de los 90 el argumento era que si el mundo iba para el neoliberalismo, pues bien, nada podía hacerse para ir contra la corriente, era irracional oponerse a la economía neoliberal. Una nota es característica del político pragmático: no cuestiona los fines. En rigor, a pesar de presentarse como un modo de acción objetivo y neutral, el pragmatismo es una ideología cuyos límites son los propios de una forma de ver ligada a una posición de clase que busca reproducir el statu quo. Nuestra tesis es que un pragmatismo político es funcional a aquellos que buscan perpetuarse en los cargos pero puede no tener nada que ver con la construcción de poder para transformar nada. El pragmático justifica el camino hacia el fin pero no critica dicho fin. El transformador apunta directamente hacia allí, piensa nuevos mundos posibles y llena el camino que debe transitarse hacia dicho mundo con una praxis política transformadora con consecuencias contantes y sonantes en las bases populares. Incluso, el político transformador transforma la manera de hacer política. El pragmático puede no tener poder propio, en el sentido de que puede no haberlo cosechado ahondando en prácticas que propicien un ida y vuelta y una construcción desde las bases. No puede hacerlo porque en el contexto actual, al no cuestionar los fines, su pobre diagnóstico (pobre porque diagnostica para pensar los medios para reproducir los fines y no los medios para transformar) le impide llegar legítimamente a aquellos que lejos de comerse un sapo saben que la política debe ir hacia otro lado puesto que el sapo que quiere venderles el pragmático repite siempre las mismas situaciones dadas. Por supuesto, para el dormido consumidor de tele, de opinión publicada; para el ser interpretado (aquel cuyas ideas no son sus ideas sino las ideas de quien le impone ideas) el pragmático es inofensivo, viene como anillo al dedo, no se lo cuestiona. El pragmático soluciona económicamente (no con dinero sino en el sentido que economiza medios) todos los problemas relacionados con las tensiones propias de la toma de decisiones políticas. Concretamente, el ser interpretando no tiene el dilema de pensar si vale o no la pena apoyar a un político que lejos de ser un revolucionario parece comenzar a inclinar la balanza hacia otro lado. El ser interpretado puede dormir tranquilo después de consumir altas dosis de opinión pre-digerida cual ansiolítico y antidepresivo y no tener ningún dilema como el de pensar si se come o no un buzón o es o no un idiota útil. V olviendo al pragmático, éste puede subirse a caballo de un poder para el cual es funcional y desde ese lugar buscar mantenerse en la gestión o llegar a ella, gracias a la apelación de nuevas formas de construcción de candidatos (marketing, propaganda, etc.). Por otro lado, el político transformador, a diferencia del pragmático, construye poder para perpetuarse o llegar

al cargo pero teniendo las miras en la transformación de las circunstancias jugando un partido que comienza con varios goles en su contra pero que siempre tiene revancha. Veamos algunos ejemplos concretos. La frase de Groucho Marx que encabeza nuestro artículo bien podría haber sido pronunciada por nuestro Vice-presidente de la Nación. No la dijo pero no sé por qué se nos ocurre que bien podría ir en un globito de historieta sobre su cabeza. En los hechos, se trata de un pragmático que en pos de mantenerse en el tapete mediático es capaz de votar no sólo en contra de las políticas que sostiene la Presidenta embaucando al ciudadano que lo puso en el Poder Ejecutivo sino también al revés de como históricamente se definió en su provincia cuando era gobernador. El ejemplo es algo caricaturesco, simple, pero el lector podrá disculparnos si tiene en cuenta que el personaje también lo es. No hay mucho secreto ni mucho que darle vuelta a la cuestión. Ahora bien… Lo que se plantea es la siguiente cuestión. El vice de la Presidenta es pragmático para construir poder. ¿Para qué? Aquellos que critican al ex presidente por ser una máquina de construcción de poder, ¿verán que existe una marcada distinción entre hacerlo pragmáticamente como el vice o hacerlo jugando en un proyecto transformador que busca, al menos, correrse de las políticas neoliberales hacia unas de corte progresista (entendiendo progresista simplemente a aquellas políticas económicas y demás implementadas en el período anterior de gobierno y el actual)?

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