Por qué Donald Trump no es peor que Hillary Clinton: Jean Bricmont

Share Embed


Descrição do Produto

Por qué Donald Trump no es peor que Hillary Clinton: Jean Bricmont Columna de Oriol Malló publicada en La Jornada de Oriente el 12 de octubre del 2016 En palabras de Hillary Clinton, ella es todo lo que nos queda para impedir que llegue el apocalipsis, es decir, Donald Trump. ¿Exageraciones torrenciales de una campaña polarizada en exceso? Para el New York Times (y casi todos los medios de comunicación de Estados Unidos) el mundo civilizado colapsaría si el peligroso Don llegara a la Casa Blanca. Cerca del botón nuclear, el visceral y enloquecido villano de Nueva York pondría en jaque el orden mundial. Sirva esta captura de pantalla para entender la deriva militante que la prensa estadounidense ha tomado contra el candidato republicano:

Para leer este reportaje sobre la campaña electoral de Hillary Clinton, dale clic a la imagen

Para escapar de las brumas de la propaganda, recomiendo dos textos sobre el papel jugado por Hillary Clinton en la aceleración histórica del intervencionismo estadounidense que incluye un asedio permanente -y radicala Rusia y la disolución violenta de los últimos Estados panarabistas de Oriente Medio mientras aumentó -con el apoyo del presidente Obama- el uso masivo de drones y la escalada contra China en una estrategia de la tensión que abarca, hoy, casi todo el mundo.

Para adquirir este ensayo en formato ebook, dale clic a la imagen

¿Donald Trump es el villano? Esta entrevista con Diane Johnstone , autora de Queen of Chaos, sugiere un retrato tenebroso de esta Lady Macbeth de la política que convirtió el excepcionalismo americano en arma de agresión y permite entender la consolidación de la guerra fría que llegará, sin duda, cuando gane la presidencia. También recomiendo otro texto -sorpresivo la verdad- del siempre ambiguo Slavoj Žižek que en un giro inesperado de claridad cuestiona el consenso generado por la candidata demócrata a la presidencia:

Pues el mensaje de este consenso a los izquierdistas es: pueden conseguirlo todo, nosotros sólo queremos mantener lo esencial, el funcionamiento sin trabas del capital global. El “Sí se puede” de Obama adquiere ahora un nuevo significado: sí, podemos ceder a todas sus demandas culturales… sin poner en riesgo la economía de mercado global —así que no hay necesidad de tomar medidas económicas radicales. O como lo expresó Todd McGowan (en una conversación privada): “el consenso de los “biempensantes” en oposición a Trump es aterrador. Es como si sus excesos autorizaran el surgimiento del verdadero consenso capitalista global y ellos se felicitaran a sí mismos por su apertura”. El consenso en torno a Hillary. Nexos, 21 de septiembre el 2016. Traducción de Luciano Concheiro.

Pero entre todos los textos que estoy leyendo estos días, nada supera a Jean Bricmont, el científico belga que tras denunciar en los noventas las imposturas intelectuales de la academia posmoderna estudió el nacimiento de un nuevo Leviatán internacional llamado imperialismo humanitario. Sus reflexiones sobre Donald Trump en un reciente artículo, traducido al inglés por Counterpunch, merecen su traducción al español. En aras de una mejor comprensión del personaje que encarna todas las pasiones de esta inusual campaña presidencial, les dejo de tarea -voluntaria y libérrimaesta lectura que, a mi parecer, ofrece pistas reveladoras sobre la naturaleza del conflicto entre las posiciones de Hillary Clinton y Donald Trump.

El fenómeno Trump, visto desde Europa / Jean Bricmont

Lo primero que debo decir acerca de las elecciones presidenciales de Estados Unidos es que son extremadamente antidemocráticas. Y en este caso ni siquiera estoy hablando de las manipulaciones que permitieron que Clinton venciera a Sanders o del hecho que los principales medios de comunicación pasaran su tiempo burlándose de un candidato mientras encubrían al otro. El aspecto más fundamentalmente antidemocrático de las elecciones en Estados Unidos es que una pequeña fracción de la humanidad llega a elegir a alguien que tiene una enorme influencia sobre el resto del mundo, alguien que toma decisiones que pueden arrastrar a todos hacia una guerra generalizada o, cuando menos, puede agravar las tensiones con Rusia, Irán y China, por no hablar de Siria, todo lo cual es contrario a los intereses europeos.

Desde ese punto de vista, Donald Trump tiene una ventaja sobre Clinton. Es decir, él afirma que quiere ser Presidente de los Estados Unidos y no de todo el mundo mientras ella insiste en que Estados Unidos debe ejercer el liderazgo mundial. Se tilda a Trump como la última encarnación del Mal (después de Sadam, Gadafi, Assad o los Brexiters): racista, sexista, islamófobo, amigo de los dictadores, etc... En corto, la encarnación de todo aquello que despierta la recia indignación de los defensores de los derechos humanos.>Me gustaría sugerir una manera diferente de ver a Trump. Él es, por encima de todo, un capitalista, casi una caricatura del tipo de hombre que capitalismo produce, alienta y celebra. Él amasa millones y está orgulloso de ello. Para él, la cuestión fundamental es el coste-beneficio. Todo se reduce a esa relación. ¿Defender a los Estados bálticos? ¿Cuánto cuesta? ¿Qué ganamos con ello? ¿Defender a Japón? ¿Cuánto cuesta?, ¿Qué ganamos con ello? A su manera, Donald Trump es también un patriota. Por supuesto, no lo suficiente para pagar impuestos, o para pagar sus subcontratistas si puede evitarlo. Pero no cabe duda que está seriamente preocupado por la desindustrialización de los Estados Unidos (preocupación racional para un capitalista). Alardea que puede resolver el problema de una forma capitalista: llegar a acuerdos con los chinos o con empresas que se llevan los puestos de trabajo al extranjero. Como capitalista, Trump tuvo éxito. Por supuesto, no empezó de la nada sino que amplió considerablemente la fortuna heredada. Lo hizo con un sinfín de métodos moral y legalmente dudosos. ¿Hay capitalistas que se enriquezcan de otra manera?

Es casi risible ver la reacción de horror de la izquierda respetable (defensores de los derechos humanos, feministas, antirracistas) ante este fenómeno. Después de todo, la izquierda respetable es por definición totalmente procapitalista, aunque utiliza su propio vocabulario para designar el sistema: libre mercado, sociedad abierta, liberalismo. Pero acepta, en esencia, el capitalismo como el fin de la historia. Dirige sus críticas únicamente contra la "exclusión" sea debida al supuesto perjuicio o rechazo de los inmigrantes o a la competencia desleal. Pero la competencia perfecta sería su sueño capitalista hecho realidad. Cuando la izquierda respetable se enfrenta a ese depurado producto del mismo sistema que defiende (a su manera), es decir, alguien muy calculador y vulgar, que dice lo que viene a la mente sin preocuparse que sea políticamente correcto -lo cual es bastante típico de un capitalista exitoso enamorado de sí mismooímos gritos de consternación. Para esta izquierda de buenos modales, el discurso procapitalista debe envolverse en palabras dulces, como la libertad, los derechos humanos o la igualdad de oportunidades aunque el mismo sistema produce cosas muy diferentes. Trump, por ejemplo. Este conflicto entre los partidarios de Trump y la izquierda pro-Clinton incluidos los propagandistas del mal menor- se vuelve interesante con el asunto de la guerra y la paz. También en este caso, Trump calcula: casi seis billones de dólares gastados en guerras a lo largo del Medio Oriente. Y ¿qué ganamos con ello? ¡Prácticamente nada! Entre otras, las empresas chinas explotan petróleo iraquí

sin haber gastado un centavo en esas guerras. El caos en Libia o Siria no es rentable para nadie, especialmente para las compañías petroleras (que se benefician de la estabilidad), mientras que todos los capitalistas razonables se desesperan por hacer negocios con Irán y Rusia. Por cierto, incluso la izquierda antiguerra acostumbra a entender mal las cosas al suponer que estas guerras nacen de un cálculo económico racional. En realidad, esas guerras son motivadas por una mezcla de la ideología derechohumanista, la determinación de destruir a los enemigos de Israel y la ambición estadounidense de ejercer la hegemonía mundial. Sin embargo, la ambición no es racional en términos económicos. Es más bien costosa. Si desprecias los costos, incluso puede parecer racional. Pero como un verdadero capitalista, Trump no los minimiza y calcula que toda esta empresa no vale la pena. Y en eso tiene toda la razón. Por la misma regla de tres, no cree que haya ninguna razón para lanzar una Yihad contra Rusia, que es lo que proponen los mismos ideólogos que apoyan las guerras de Oriente Próximo. Rusia es un país capitalista y alguien como Trump sabe perfectamente bien que puede llegar a acuerdos con los rusos. Lo realmente fascinante sobre el fenómeno Trump es que aquellos que lo denuncian como vulgar, deshonesto, racista, etc., se ven obligados a admitir, no obstante, que su apoyo proviene de la gente ordinaria, puesto que todos los medios están en contra de él, incluyendo en el paquete a Wall Street, el Pentágono y la izquierda, desde Sanders hasta Chomsky. Pero cuanto más violenta arrecia la denuncia más obvio reluce el fracaso total de la tercera vía, o la segunda izquierda (los Clinton, Blair, Zapatero, Schröder, Jospin, Hollande

o Renzi), que perdieron todo el apoyo popular y ahora sólo pueden contar con la cobertura de las élites. Esa segunda izquierda ha perdido porque es incapaz de resolver los problemas económicos debido a su obediencia ciega al liberalismo económico y debido a su política internacional de intervenciones sin fin sólo produjo a un caos gigantesco, tanto en el Oriente Medio como en la misma Europa al provocar la crisis de refugiados. Intensificar las tensiones con Rusia o insistir en derrocar al gobierno sirio al precio que sea sólo puede empeorar las cosas. Para finalizar, el hecho que la "tercera vía" no encuentra mejor salida que tratar a la gente como una masa de "seres deplorables" (tal y como lo dijo Hillary Clinton) solo profundiza la sima que ella misma está cavando. Para aquellos que estamos en Europa, no se trata de apoyar a Trump o a Clinton pues no hay absolutamente nada que podamos hacer al respecto. Lo que debemos hacer es despertar de nuestra sumisión a los Estados Unidos y tratar de liberarnos, lo cual requiere un esfuerzo a largo plazo de la liberación cultural, psicológica y política. Desde ese punto de vista, una eventual elección de Trump podría tener un efecto positivo, al menos en el corto plazo, pues el choque que provocaría entre nuestros medios américoidolátricos y nuestras élites políticas. Pero depende de cada uno de nosotros recuperar nuestra propia independencia. Porque nunca llegará desde fuera. Jean Bricmont

Lihat lebih banyak...

Comentários

Copyright © 2017 DADOSPDF Inc.