¿POR QUÉ JUGAMOS?

May 24, 2017 | Autor: Alejandro Bernal | Categoria: Evolution, Philanthropy, Human behavior, Byology
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¿POR QUÉ JUGAMOS?

El juego, tal y como lo describe el Oxford Dictionaries (s.f.) es la "actividad que se realiza generalmente para divertirse o entretenerse y en la que se ejercita alguna capacidad o destreza". Sin embargo, aunque esta definición parezca completa, es difícil delimitar con claridad un significado absoluto de la palabra, puesto que, como se verá más adelante, esta varía dependiendo del contexto en el que se está tratando. Además, el juego es una actividad innata, que nace como producto de la creatividad natural, y que no requiere que el individuo posea aprendizaje anticipado para realizarlo (Meneses y Monge, 2001, p, 1). Así pues, el siguiente texto tendrá como objetivo el evidenciar al juego como un comportamiento del ser humano que se puede justificar bajo los fundamentos básicos de la evolución. En primer lugar, se ampliará la definición de juego expuesta al inicio, al introducir características que permitan categorizar el término de diferentes maneras, lo anterior con la finalidad de analizar posteriormente cómo esas características se evidencian en los individuos y las poblaciones. Después de esto, se introducirán y estudiarán diversas hipótesis que han planteado académicos para explicar el juego, desde un punto de vista biológico o psicológico, que permita explicar cómo el juego nace como una actividad que contribuye a la adaptación de los organismos a el ambiente, y se concluirá explicando que implicaciones biológicas y evolutivas ha tenido el juego para el desarrollo de la humanidad.

El juego es considerado una de las actividades más básicas del ser humano, en parte, porque reúne cierto conjunto de comportamientos que se evidencian desde la edad más temprana de nuestra vida. Así, por ejemplo, desde muy pequeño el ser humano tiende a realizar instintivamente actividades lúdicas que le produzcan satisfacción, como tomar objetos, lanzarlos, e incluso interactuar con ellos. Por consiguiente, tal y como lo describe Huizinga (1972) el juego no solo "constituye una función humana tan esencial como la reflexión y el trabajo", agregando por otro lado, que el juego es una actividad de carácter universal, que se presenta en todas las culturas, razas y épocas. Sin embargo, este tipo de comportamientos no es único del ser humano, así bien, se ha evidenciado que el juego parece ser un comportamiento presente en todos los mamíferos, que a su vez puede relacionarse con un sistema nervioso más complejo el cual además de responder a los estímulos básicos de supervivencia, tales como agresividad, hambre, cópula y miedo, son capaces de interactuar con otros individuos sin fines sexuales, agresivos ni sumisos (Paredes et al, 2011, pp.1). Partiendo de estos análisis, autores como Burghardt (2001) han planteado diferentes criterios que permiten caracterizar al juego, como el que es espontaneo, placentero, gratificante y voluntario, que difiere de otros comportamientos en su forma, o tiempo, e inicia bajo la ausencia de estrés severo (Graham y Burghardt, 2010, p.2). Además de esto, han acertado en categorizar al juego en varias categorías como juego locomotor-racional solitario, juego cooperativo y juegos asociativos, juego como espectador o paralelo, o también, por su distintas etapas de dificultad, en donde primero predomina la "exploración sensorial" hasta llegar a juegos de cooperación formal (Lucich, 2004). Por otro lado, es importante señalar que el juego diverge de otras actividades y comportamientos primitivos, en que este utiliza a la creatividad para manipular objetos en espacios controlados (Lobato, 2016), por lo que el individuo es capaz de desarrollar habilidades, que en otros contextos podrían favorecer a su supervivencia, en un entorno que da cabida a la experimentación y al ocio.
Ahora bien, la función que cumple el juego en el individuo y la población, varía dependiendo de las necesidades y la situación en a que se encuentren estos mismos, sin embargo, es lógico pensar que los individuos que se encuentran en edades más tempranas tienden ser más juguetones, pues son estos quienes se encuentran en la etapa de desarrollar sus habilidades motrices, sociales y físicas. Por medio de esta actividad, en los primeros años del individuo, este se relaciona por primera vez con su entorno de "manera libre y espontánea" y a lo largo del tiempo va relacionando conocimientos y experiencias previas, realizando actividades de aprendizaje individuales (Gálvez y Rodríguez, 2005). Así, por ejemplo, en el ser humano las habilidades motrices más básicas, tales como el agarre o la capacidad de caminar, se desarrollan rápida y efectivamente en los primeros tres años, sin necesidad de que estas se les enseñen, en cambio, Armida (2009) señala que estos "solamente necesitan sentirse libres de interferencia", para desarrollar estas destrezas. Más adelante, los individuos comienzan a realizar actividades más vigorosas, como girar o dar saltos, que son considerados las formas más tempranas de juego, que en este caso, acuña la categoría de solitario-locomotor racional (Graham y Burghardt, 2010, p.2). Después de esto, los individuos empiezan a interactuar con objetos físicos de su entorno, esta características es prevalente en los primates, aunque también se reporta su uso en animales como pulpos y delfines, en esta interacción los individuos aprenden cuáles son sus habilidades y limitaciones, por lo que se puede correlacionar con una futura capacidad del individuo para resolver problemas (Lobato, 2015, 7-8). En etapas posteriores, especialmente en la juventud, los individuos ingresan en el juego colectivo, que les permite a su vez aprender los comportamientos, interiorizando los deberes, condiciones, reglas y derechos que el individuos tiene en su comunidad (Eusse, s.f.), a la vez que facilita las interacciones sociales con sus congéneres disminuyendo las tensiones sociales entre los individuos.

Ahora bien, investigadores han planteado tres hipótesis fundamentales que explican el por qué el juego se presenta en las poblaciones: el superávit de energía, la práctica por instinto, y la recapitulación. La primera, descrita por Schiller (1873) y el psicólogo Spencer (1875) postula que el juego nace como resultado de un exceso de energía en los jóvenes, puesto que estos son liberados del proceso de preservación propia ("business of self-preservation"), de manera que los individuos no tienen que dedicar toda su energía a suplir las necesidades básicas del mismo; por lo que el juego surge como un comportamiento que busca derrochar ese excedente de energía, siendo este un sustituto para los jóvenes del trabajo de los individuos adultos (García y Llul, 2009, p.16). La hipótesis de práctica por instinto, considera que a través de las practicas lúdicas, los individuos perfeccionan sus instintos naturales, incorporando tanto el instinto y la experiencia como preparación para la vida adulta (Graham y Burghardt, 2010, p.3), sin embargo, esta hipótesis deja un vacío al no poder explicar porque algunas poblaciones los individuos adultos de algunas poblaciones siguen jugando, a lo que Groos (1898) sugiere que esto se debe a los procesos de condicionamiento similar. Por otro lado, la última hipótesis, y tal vez la más pertinente para explicar al juego desde una perspectiva biológica, fue planteada por el pedagogo y psicólogo Stanley Hall (1904) el cual ve al juego como el residuo vestigial de los comportamientos que nuestros antepasados, por lo que el juego puede resultar gratificante para el individuo debido a que "acciones similares fueron en algún momento necesarias para la supervivencia" (Graham y Burghardt, 2010, p.3). Hall se basa en las ideas de Darwin acerca de la evolución de las especies, argumentando que los individuos juegan instintivamente con el fin de imitar diferentes etapas de su transición evolutiva, por ejemplo, en el ser humano los niños "trepan o se columpian como primates, […] realizan actividades de rastreo, caza y escondite como los depredadores" (García, 2009). La importancia de la hipótesis planteada por Hall, es que de llegar a ser acertada, se podría entender al juego como un comportamiento de los animales que se ha transmitido de generación en generación, como un mecanismo tanto cultural, al variar en diferentes poblaciones, como genético, pues se encuentra como capacidad innatas de los individuos; que permite a los organismos no solo experimentar con sus habilidades básicas, sino que también desarrollar características físicas y sociales que le permitan al individuo adaptarse de manera más adecuada a su ambiente. Ejemplo de esto, se evidencia en estudios que señalan que animales aislados de sus poblaciones, exhibieron posterior incompetencia sexual que no se rectificaba con simple integración social, lo que sugeriría que ciertas habilidades requieren de juego social en vez de simple contacto social (Graham y Burghardt, 2010, p.6).

Finalmente, es importante señalar qué implicaciones evolutivas ha tenido para el ser humano una actividad como el juego que permitan comprender por qué esta actividad se presenta y sigue siendo tan importante en el humano contemporáneo. Por un lado, el hecho de que el juego social en el ser humano sea una actividad tan antigua como este mismo, evidencia que ha sido una práctica natural que contribuido al desarrollo del termino sociedad, pues ha permitido que los individuos interactúen entre ellos y creen vínculos sociales que incentiven a la cooperación mutua en la especie. Dicha cooperación en la etapa más temprana de los individuos probablemente se encargó de conducir a un desarrollo de las facultades no solo intelectuales, sino también morales y socio-cooperativas, que como exponen Martinez y Oteros (2005) "asegura a las especies las mejores oportunidades de vivir y propasarse". Por otro lado, el juego pudo ser un promotor de la creatividad en el ser humano, pues como se expuso anteriormente significa la oportunidad de utilizar nuestras capacidades innovadoras en un entorno mayoritariamente seguro. Además de cumplir funciones sociales, desde un punto de vista más individual el juego es una actividad importante para los humanos, que ayuda a mantener las condiciones físicas, comportamentales y psicológicas del individuo, por lo que a través del juego los individuos desarrollan diferentes habilidades que posteriormente pueden converger en estrategias y habilidades biológicas más eficientes con respecto a aquellos individuos que no lo hacen.



REFERENCIAS

Burghardt, G. (2001). Play: attributes and neural substrates. Páginas 327–366 in Handbook of Behavioral Neurobiology, Volumen 13: Developmental Psychobiology, Developmental Neurobiology, and Behavioral Ecology, editado por E. Blass. New York: Kluwer Academic/ Plenum.

Eusse, E. (s.f.). El juego: ¿Un comportamiento exclusivo de la conducta humana? Recuperado el 30 de octubre de 2016 de: https://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/educacionfisicaydeporte/article/viewFile/4572/4016

Galvez, M. y Rodriguez, N. (2006). Jugando Juntos: un tercer lugar para niños de 3 a 6 años y su familia. Universidad de las Américas Puebla. Recuperado el 30 de Octubre de 2016 de: http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/ldf/galvez_s_mi/portada.html

Graham, K. & Burghardt, G. (2010). The Quarterly Review of Biology. Current perspectives on the biological study of play: signs of progress. University of Chicago. Vol. 85, No 4. Recuperado el 29 de Octubre de 2016 de: https://smartsite.ucdavis.edu/access/content/group/333aff03-b667-4f43-8f02-b5bb7239e8fc/Readings/Graham%20et%20al%20play-1.pdf

Garcia, A. y Lull, J. (2009). El juego infantil y su metodología. Editex. ISBN 8497713036. Recuperado el 32 de Octubre de 2016 de: https://es.scribd.com/doc/191602719/el-juego-infantil-y-su-metodologia

Huizinga, J. (1972). Homo ludens. Alianza Editorial. Madrid. ISBN 8420614122.

Lobato, I. (2016). Why do animals play. All you need is Biology. Recuperado el 30 de octubre de 2016 de: https://allyouneedisbiology.wordpress.com/2016/04/09/play-in-animals/

Lucich, M. (2004) El Valor de jugar. Childcare Health Program. Recuperado el 30 de octubre de 2016 de: http://cchp.ucsf.edu/sites/cchp.ucsf.edu/files/valueplaysp_adr.pdf

Martínez, I. y Oteros, E. (2005). Cooperación vs Competencia. Origen y Evolución Humana. Recuperado el 31 de octubre de 2016 de: asegura a las especies las mejores oportunidades de vivir y propasarse"


Meneses, M. y Monge, M. (2001). El juego en los niños: Enfoque Teórico. Revista Educación. Redalyc. 25(2) ISBN 113.124. Recuperado el 29 de Octubre de 2016 de: http://www.redalyc.org/pdf/440/44025210.pdf

Oxford Dictionaries (s.f.). Definición juego. Recuperado el 29 de octubre de 2016 de: https://es.oxforddictionaries.com/definicion/juego

Paredes, P. Pérez P. y Coria, G. (2011). Dejad que los niños (y todos los mamíferos) jueguen. Recuperado el 30 de Octubre de 2016 de: https://www.uv.mx/cienciahombre/revistae/vol24num2/articulos/dejad/



ALEJANDRO BERNAL ESCOBAR
201613104






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