¿Por qué no pagamos impuestos los mexicanos?

July 18, 2017 | Autor: E. Mainero Del Paso | Categoria: International Tax Law
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Eduardo Mainero Del Paso Sociología Jurídica IEE Doctorado en Ciencias de lo Fiscal

¿Por qué los mexicanos no pagamos impuesto? 1.- Mi creencia; 2.- Qué dicen los libros; 3.- El error de la contraprestación; 4.- La corrupción como ideología; 5.- La desigualdad en su causación; 6.- La simulación como parte viva de los integrantes del derecho y del pago de impuestos.

Antes que nada es necesario agradecer a la vida y mis circunstancias, pues a través de ellas he podido aprender en el día a día, no sin tener dosis de humildad que invita a la reflexión, sobre todas las deficiencias que como ser humano aún tengo, pero valorando cada una de las cualidades y contextos que me han rodeado. En este orden, agradezco al Doctor Vizcaino su participación en este caminar, para tratar de entender el profundo atraso que padece nuestro país en materia de educación, cultural y desarrollo del mismo. Retomando una frase que decía mi Padre, quien al igual que mi Abuelo, también fue abogado: “El noventa por ciento de la población de este país, es oligofrénica”.

1.- Mi creencia Con tan severo juicio como el que he citado, que dicho sea de paso, realmente no lo entendí sino hace escasos veinte años, me pude percatar que la clase dominante, la clase política, en este país es profundamente mentirosa, a grado tal que se transmite en las escuelas una sarta de mentiras que deforman la educación de los menores, para manipular a la mayoría en su beneficio, aunque ello implique retraso de la nación.

En efecto, al leer “El Laberinto de la Soledad” de Octavio Paz (Paz, 1992), se llega a entender que nuestro pueblo es a final de cuentas una triple negación a: “la cultura indígena, a la cultura española y a la religión católica, que hacía converger a ambas”. Que en el curso de los tiempos se ha convertido en una incredulidad de las instituciones gubernativas y una minusvalía como nación y ciudadanos. Hay sin duda subyacente en esa conciencia social o comunitaria la necesidad imperante de recuperar nuestra identidad nacional, pero la falta de estudios, ciencia que sustente y conciencia personal que soporte, la ignorancia sobre ¿cómo generar o procurar el cambio? Nos sentimos afectados porque sabemos, aun cuando no podamos sustentar nuestros asertos, que los dineros que la federación percibe son despilfarrados en lujos o gastos innecesarios del Estado; que es desviado parte de los recursos del presupuesto de su fin asignado para otorgar beneficios indebidos a Congresos Estatales, Gobernadores, Presidentes Municipales, Legisladores Federales, Poder Judicial de la Federación y el Ejecutivo Federal. En esa creencia, los pagadores de impuesto nos resistimos a promover tal despilfarro, corrupción y desvío, mediante tácticas ora dilatorias del pago del impuesto ora elusivas y hasta evasivas de los supuestos hipotéticos impositivos gravados. La reacción no es gratuita, sino fruto de una serie de desilusiones históricas que poco a poco se han insertado en la genética del mexicano, un ser taima’o, miedoso de escuchar y pronunciar la verdad, sectario y tumultuario, así como mentiroso y corrupto, pues considera que es la única mecánica para obtener la satisfacción de sus más elementales necesidades. Tan es así que resulta común escuchar el refrán popular: “el que no transa, no avanza”. Es falso que haga grandes reflexiones sobre el valor del impuesto, de la satisfacción interna de su pago o del reconocimiento empresarial de su entero; como nación flota en el aire la sensación de injusticia, puesto que denigramos a nuestro ejecutivo, al conocer los desvíos y desfalcos realizados a la hacienda que les fue encomendada;

pues tachamos de incoherentes a nuestros diputados y senadores, al no entender las condiciones especiales y específicas de la localidad donde habitamos y, desconocemos la autoridad de la Suprema Corte de Justicia pues en su seno ha integrado a antiguos Presidentes o Directores del órgano recaudador. No creemos ni tenemos confianza en las instituciones que nos gobiernan y rigen, pues se han ganado a pulso, todo el desprestigio histórico que se les carga y, aún ignorantes como nación, percibimos a sotto voce que existe despilfarro en el gasto y malversación de los fondos públicos.

2.- Qué dicen los libros Toda la doctrina, academia y estudio en materia fiscal sostiene la necesidad de pago del impuesto como forma de sostener el gobierno. Desde la doctrina clásica, más propiamente la doctrina liberal de las finanzas públicas de Adam Smith, en que se aboga por los siguientes principios: i)

ii) iii) iv)

Limitación de las tareas y cometidos del Estado en todos sus órdenes, reduciéndolos, sustancialmente a tres grandes funciones: defensa exterior, seguridad interior y promoción del bien común con sus servicios de instrucción, de justicia y obras públicas. Neutralidad de la imposición, esto es, adopción de tributos que alterasen en el menor grado posible los precios del mercado y la distribución de los ingresos. Equilibrio del presupuesto anual del Estado, considerando como fenómenos patológicos tanto el déficit como el superávit del presupuesto. Distinción entre finanzas ordinarias y extraordinarias.

Pasando por Pareto citado por Dino Jarach (Jarach, 2004), cuya síntesis de doctrina nos dice que, “El Estado representa, en realidad, el resultado de la asunción del poder por un grupo

seleccionado de hombres –elite– el que al adquirir fuerza suficiente se adueña del gobierno y lo explota no en beneficio de los gobernados, sino en beneficio propio, extrayendo del pueblo los recursos necesarios para satisfacer sus intereses, apetitos o caprichos”1 Hasta llegar a las precisiones como las definiciones mismas del Impuesto (Jarach, 2004), que nos dice que: “…el tributo que se establece sobre los sujetos en razón de la valorización política de una manifestación de la riqueza objetiva –independientemente de la consideración de las circunstancias personales de los sujetos a los que esta riqueza pertenece o entre las cuales se transfiere– o subjetiva, teniendo en cuenta las circunstancias personales de los sujetos pasivos, tales como: estado civil, cargas de familia, monto total de ingresos y fortunas” En torno de la definición, a pesar de la accesibilidad del concepto empírico para todos los hombres cultos o no, empresarios, propietarios de bienes inmuebles, urbanos o rurales, profesionales ocupados en toda clase de oficios, artes, trabajadores o autónomos, son innumerables las controversias doctrinales respecto de la justificación del impuesto, contribución o tributo, según les impacte o no, directamente en sus percepciones o bolsillo. De ahí que siga siendo patente, el antiguo pero actual y controvertido debate, a veces con posturas radicales y extremas o conciliadoras y mediadoras, la opción de los contribuyentes particulares para el ejercicio de la libertad para organizar su actividad y, decidir en plena autonomía, la forma de gestión de sus intereses a efecto de obtener el máximo ahorro y reducir el impacto tributario. Esto entendido por algunos, como derecho fundamental basado en la libertad, que dicen debe respetarse y promoverse, incluso. Con ello no hace sino acervar en los postulantes de la materia fiscal, tanto con desempeño dentro de la administración pública como en la práctica liberal, posturas que se antojan antagónicas, agresivas y hasta extremistas, en ambas. Bien cuenta la leyenda, que en conocida reunión con el Secretario de Hacienda y Crédito Público, Francisco Gil Díaz, con 1

PARETO, Wilfredo, Manuale de Econmia Politica. Soc. Ed. Lib. Milano. 1906,

empresarios, se emitió el calificativo de: defraudadores y criminales a los empresarios, cuando a reacción de tal evento uno de ellos respondió: y todos los funcionarios son corruptos. El impuesto es per se bueno, pues es el costo necesario que paga la sociedad al estado, para continuar siendo sociedad. Más como anunció Pareto, el problema está en que hay, una elite, que se ha apoderado con su ideología, con su legislación creada con nombre y apellido, donde se establecen violaciones jerárquicas de la norma, se otorgan excepciones y, excepciones a las excepciones, con tal de mantener a salvo los intereses de soberanías extranjeras o de manipuladores del poder, que nacionales o no, explotan la riqueza nacional.

3.- El error de la contraprestación Al expresar este dolor por la actuación abusiva de la autoridad recaudatoria, siempre se alega: -Es que el Estado no devuelve en servicios lo que le pagamos-, craso error que se aleja de la realidad fiscal positiva y vigente. En efecto, el Estado habrá de promover “la utilidad pública, principio de todas las virtudes humanas y fundamento de todas las legislaciones” (Hernández, 2013). Y que mayor utilidad que la seguridad, interna y externa; la salud y el desarrollo sustentable. Sin embargo la hipertrofia estatal dice mucho de lo escasamente en serio que nos tomamos a nosotros mismos como individuos. Verdad es que el Estado se hace cada día más despilfarrador, esclerótico, endeudado y al servicio del gobierno en turno, pero no menos cierto que las reacciones anti-estado, defienden la socialización de las pérdidas (que las pague el gobierno), pero en la individualización de las ganancias no se quiere compartir. Estos ataques sin sentido y sin rumbo, ponen de manifiesto la necesidad de que como individuos, pertenecientes a un Estado, debemos de participar más. Más en la comprensión de los problemas del Municipio, en la transparencia de sus cuentas, en el juicio de sus funcionarios corruptos.

El Estado es un mal necesario (enorme, sin duda), pero la sociedad civil ha de ejercer no solo su vigilancia permanente a fin de evitar su absorción por aquel, sino porque en la medida de su participación, podremos disminuir o hacer eficiente su gasto y, con ello, también habrá de disminuir las cargas. No carguemos a Papá gobierno todas las culpas, sino asumamos como ciudadanos la responsabilidad que nos corresponde por haber dejado sus manos sin vigilancia. 2

4.- La corrupción como ideología El maestro Merino Antigüedad (Antigüedad, 2002), nos refiere que el esfuerzo fiscal exigido a los contribuyentes está aproximándose peligrosamente a los límites de la tolerancia y de la des-incentivación empresarial, aunado al hecho de que las Haciendas Públicas se han ido modernizando, con lo cual han aumentado exponencialmente la potencia recaudatoria de la maquinaria fiscal; todo ello impacta seriamente en los contribuyentes, quienes deliberadamente o no, buscan a toda costa disminuir sus cargas fiscales. Ello no es sino consecuencia de la tecnología y, con ella, ha venido también como parte del neo-liberalismo el cambio ético y moral de los individuos, pues los valores se han trastocado en grado tal, que: “vale más tener que ser”. Nuestro pueblo, teñido de orfandad, como diría Octavio Paz, no puede sino revelar de forma más clara su minusvaloración, su corrupción se muestra como idiosincrasia del más chingón. A él no lo detiene nadie, lo puede todo. Pero cuando se somete a una inspección de la autoridad, prefiere compartir o comprar al inspector, al policía, al funcionario público, para no tener que entrar en grandes disputas judiciales en un sistema en el que no cree, pues él mismo lo ha deformado. 2

Eduardo Mainero Del Paso. Momento de inspiración en la elaboración del trabajo.

No le gusta cumplir la ley, no atiende a los Reglamentos, no pretende pagar impuestos y, si hay que hacerlo, que sea en cantidad mínima. Pero eso sí, tacha de ineficiente, corrupto y despilfarrador al funcionario público, no importa del nivel que sea o el cargo que desempeñe. En ocasión al Simposio que en materia judicial organizó hace algunos años la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, en la ciudad de México, el entonces Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Mariano Azuela Güitrón, cerro su conferencia sobre la transparencia y limpieza del actuar judicial con una frase que hoy, merece especial reflexión: -No hay juez corrupto, sin corruptor; no habrá gobierno limpio sin ciudadanos que limpien su propia vida-. En aquella ocasión, me pareció francamente violento el aserto, pero hoy, estoy convencido de ello. Si no iniciamos, individualmente, a respetar las áreas de seguridad peatonal, los semáforos, los límites de velocidad, en fin, los Reglamentos; seguiremos siendo corruptos, trácalas, mentirosos. La corrupción debe acabar en uno mismo, desarraigando de nuestro ser la podredumbre y la comodidad que con ella obtenemos.

5.- La desigualdad en su causación Para ello debemos dejar de sentirnos alejados o incluso extraños del quehacer público, entendiendo que el gasto público es más ineficiente, por esa lejanía, apatía o falta de compromiso en nuestra participación. Es cierto, hoy por hoy, la causación es desigual, pues pagamos pocos lo que nos corresponde y mantenemos a muchos sobre nuestras espaldas. Para muestra un botón. Los funcionarios judiciales federales, tienen un sueldo asignado conforme a los tabuladores oficialmente publicados, pero también tienen una: “Compensación Garantizada” que alcanza 10

veces el salario, más otros beneficios. Y sobre esta compensación, NO CAUSAN IMPUESTO. La reflexión numérica es aterradora, pagan sobre el 10% de lo que perciben, mientras que los ciudadanos comunes, en ejercicio de profesiones liberales o actividades empresariales, salvo los REPECOS y ahora los de Régimen de Incorporación, pagamos al menos sobre el total de nuestro ingreso, restadas las deducciones, muy escasas, pues no se nos reconoce la verdadera capacidad contributiva, sino la suma de lo ingresado. Y eso, en caso de no ser sujeto a una revisión de la autoridad, en que se rechacen al menos el 50% de estas deducciones, por la causa que guste y mande. De ahí que nazca esa motivación para eludir, evadir y hasta defraudar en el pago de los impuestos; el fraude y la evasión fiscal de las grandes compañías representa una creación imaginativa de formas y posibilidades, que se desarrolla bajo una incorregible labor de innovación, investigación y desarrollo. La llamada ingeniería fiscal, la simulación de contratos, los negocios indirectos o fiduciarios y el fraude a la ley, hacen para estas corporaciones transnacionales de difícil detección y calificación para la autoridad fiscal; quien en un acto desesperado de obtención de recursos, recarga su espada en aquellos que perfectamente identificados y cautivos, sufren su hierro en un acto arbitrario y hasta ilegal. Es falso, que pague más quien más percibe y, más gane, puesto que aquellos que tienen más, también tienen accesible estos medios imaginativos e ingeniería fiscal para eludir el pago de impuestos. Recién en nuestro país se han grabado las ganancias obtenidas en bolsa, cuando ya se ha saqueado al país por generaciones; esos grandes intereses corporativos, inimaginables para muchos de nosotros, son quienes explotan la riqueza de los países subdesarrollados, en vías del desarrollo y hasta del primer mundo, con operaciones conocidas como “Offshore” cruzando las fronteras de forma electrónica y obteniendo beneficios en el ocultamiento de las verdaderas ganancias.

Éstas y las operaciones financieras especulativas, son las que devastan la base tributaria no sólo de México, sino de muchos países latinoamericanos, constituyendo el principio de la merma a la base de tributación.

6.- La simulación como parte viva de los integrantes del derecho y del pago de impuestos. Así se va entretejiendo entre máscaras y engaños, entre dispendio y despilfarro, una conciencia colectiva que trasciende fronteras, haciendo lo que en origen fue la participación de la sociedad en el sostenimiento de guerras y expansión de las naciones, en cargas impuestas a cargo de las mayorías para sustentar a los menos. Unos y otros, simulan, aunque como tal no pueda aparecer la figura de la simulación fiscal en el ejercicio del gasto público, creando una apariencia la una de distribución de la riqueza y, la otra del cumplimiento de la obligación como ciudadanos en el sostenimiento del gasto público. Dejo pues, a título de colofón una mentira pública, atento a lo dispuesto en el artículo 31 Constitucional. El mismo que contiene la obligación de contribuir y, que pone al descubierto la gran mentira de la proporcionalidad y equidad en dicho tributo. Se lee así: Artículo 31.- Son obligaciones de los mexicanos: I. Hacer que sus hijos o pupilos concurran a las escuelas públicas o privadas, para obtener la educación preescolar, primaria, secundaria, media superior y reciban la militar, en los términos que establezca la ley. … IV.- Contribuir para los gastos públicos, así de la Federación, como del Distrito Federal o del Estado y Municipio en que residan, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes. Ahora preguntemos:

¿Desde cuándo es deducible el pago de colegiaturas o pago de útiles escolares a la cabeza de familia que genera el ingreso? ¿Desde cuándo esta “obligación” constitucional nos es reconocida como carga y gasto en aras de alcanzar la verdadera capacidad contributiva? ¿Desde cuándo el estado ha sido suficiente para proveer públicamente de ésta obligación? Sus respuestas causarán estragos en los padres, coraje en los abuelos, desaliento en los jóvenes. El sistema impositivo mundial está podrido y el nacional, corrupto. Dudo pues que podamos alcanzar una condición mayor que esclavos, cuando la columna vertebral del sistema de pesos y contrapesos está cargado hacia un lado de la balanza –la elite política–.

Contenido 1.- Mi creencia ........................................................................ 1 2.- Qué dicen los libros .......................................................... 3 3.- El error de la contraprestación ............................................ 5 4.- La corrupción como ideología .............................................. 6 5.- La desigualdad en su causación .......................................... 7 6.- La simulación como parte viva de los integrantes del derecho y del pago de impuestos. ............................................. 9

BIBLIOGRAFÍA Antigüedad, J. M. (2002). ¿Es lícito pagar tributos al César? Madrid, España: Editorial Dykinson. Hernández, C. D. (2013). ¿Que hacer con lo que el Estado hace con nosotros? México, Distrito Federal: Suprema Corte de Justicia de la Nación. Jarach, D. (2004). FINANZAS PÚBLICAS Y DERECHO TRIBUTARIO. Buenos Aires, Argentina: Abeledo-Perrot. Paz, O. (1992). El Laberinto de la Soledad. México Distrito Federal: Fondo de Cultura Económica.

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